Médicos sin fronteras Clara siempre había querido ser médico. Pero no un médico como aquel al que su madre la llevaba cuando se ponía malita en invierno y la fiebre la subía sin dejarla ir al colegio ni salir a jugar con sus hermanos al parque. No, ella quería ser un médico de los que veía en la televisión cuando había catástrofes en países lejanos y pedían ayuda para la gente que se quedaba en la calle sin hogar, sin dinero y sin nadie que les protegiese. Cada vez que algo así pasaba en cualquier parte del mundo, Clara no se despegaba del televisor e imaginaba cuando ella estuviese allí, organizando, curando, ayudando… Por eso Clara no había perdido ni un solo minuto de las noticias que llegaban sobre el devastador tifón Yolanda que arrasaba Filipinas. Acababa de terminar su tarea y se había puesto a ver la televisión cuando de pronto sonó el teléfono. Como en ese momento estaba sola en casa decidió cogerlo: -Buenas tardes. ¿Es usted la señorita Clara? -Sí, contestó ella. -Le llamamos de “Médicos sin Fronteras”. Sabemos que usted colabora con nuestra organización y que es médico voluntaria. Como sabrá un tifón ha arrasado Filipinas y nuestro colectivo no da de sí. Po eso estamos reclutando voluntarios y como usted es una de ellas, hemos pensado que estaría dispuesta para partir inmediatamente en su ayuda. -¡Oh sí! Pero es que yo soy… -Vale, vale, ya nos dará sus datos completos. No hay tiempo que perder. En una hora pasaremos a recogerla. -Pero… Daba igual, su interlocutor había colgado sin dejarla decir ¡que ella era una niña! ¿Cómo iba a ir ella a Filipinas, a intentar curar a nadie? Bueno, no había problema. Llamaría a sus padres y ellos telefonearían a la organización para decirles que todo había sido un error. Ella era voluntaria, pero para otras tareas. O para mandar de vez en cuando un donativo, con lo que guardaba de su paga semanal. En fin. No había que preocuparse. En cuanto sus padres lo solucionaran, todos se reirían un rato con el tremendo error. Clara comenzó a marcar el número de teléfono de su madre -Vaya, papa tenía razón cuando decía que mama nunca tenía su móvil a mano. Cuando el teléfono empezó a sonar, Clara lo oyó en la habitación de sus padres. -¡Qué faena! Se lo ha dejado aquí. Bueno no pasa nada llamaré a papa, pensó. Pero papa tampoco contestó: “El teléfono se encuentra apagado o fuera de cobertura” Clara ya estaba empezando a ponerse nerviosa, cuando sonó el timbre de la puerta. -Menos mal. Ya está aquí mama. Estoy salvada. Y se lanzo a abrir la puerta sin pensarlo dos veces. -Hola, ¿ya estas preparada? Estupendo. ¡Vámonos! ¿Qué estaba pasando? Sin darse cuenta, Clara se encontró montada en una furgoneta, rodeada de otros médicos voluntarios y de un grupo de fuerzas de seguridad y ayuda de la ONU. -¿Pero, es que nadie se da cuenta de que soy una niña? Gritó Nadie la hacía caso. Todos siguieron organizando y moviendo sus papeles. Por fin llegaron a un aeropuerto militar allí todos se montaron en un avión de las fuerzas armadas. -Señorita Clara, duerma un poco. Cuando lleguemos la jornada será muy dura. Clara solo pensaba en lo que iba a hacer. Ella no sabía nada. Solo alguna vez cuando sus hermanos se caían en la calle, Clara hacia de enfermera y les curaba con mucho cariño. Pero ¿de qué serviría eso allí? Por fin llegaron a Tacloban. Lo que se veía desde el avión trágico. Pueblos enteros destruidos, casas enteras desparecidas. Al bajar, rápidamente todo el equipo se puso en marcha. Los especialistas ya estaban montando el hospital de campaña y los encargados de logística comenzaban a trasladar el equipo quirúrgico, con los kits para tratar a los heridos, las vacunas y todo del resto de material. -Señorita Clara, díganos donde dejamos el material médico y cómo quiere organizar lo más inmediato. El tifón ha devastado el 80% de las poblaciones de esta provincia, nos dijo el jefe de la Policía Local, que acababa de presentarse. Las cifras de muertos son alarmantes sobre todo por la crecida del nivel del mar que arrasó casas, vehículos y se tragó a cientos de personas, pero ahora hay que pensar en los supervivientes. Sobre todo en los niños que están heridos y han perdido a sus familiares. Clara quería ayudar. Pero no podía. Toda aquella gente sufriendo y ella sin poder hacer nada. -¡Clara! Pero, ¿Qué haces dormida viendo la televisión? -¿Qué? ¿Dónde estoy? -Pues, donde vas a estar. Dormida en el sofá. Anda, recoge tus cosas y vete a la cama que te hace falta dormir. -Entonces, ¿todo ha sido un sueño? No mama, no me voy a la cama. Me voy a estudiar y a prepararme para sacar muy buenas notas y así poder ser una buena médico. ¡La mejor! Tengo que estar preparada por si vienen a buscarme otra vez. -Clara, cariño, no entiendo nada de lo que me estas diciendo. Cristina Cañones Nº7 2ºA