DERECHO ADQUISICION DE DOMINIO A g u stín V illegas Los modos de adquirir el dominio, según el Alt. 673 del C. C., son la ocupación, la accesión, la tradición, la sucesión por causa de muerte y la prescripción. Los términos claros y precisos de ese canon nos enseñan que esos medios son los únicos adquisitivos de dominio, o lo que es lo mismo, que esa enumeración es limitativa. Sin embargo, incurriría en error quien tal cosa afirmara, apo­ yándose en la letra de ese especioso precepto. Pues así como una excepción a una regla legal puede resultar de otra disposición, de la misma manera la enumeración que como taxativa hace un artículo de la ley. puede ser adicionada implícitamente por otra u otras disposiciones. De allí el aforismo, según el cual, una dis­ posición legal no lia de entenderse separadamente, sino concordán­ dola con las otras a fin de que todas concurran a formar un todo armónico. Vamos a enumerar casos de adquisición de dominio no com prendidos entre los modos que contiene la disposición acotada. Son del dominio de la Nación, de uso público, las calles, plazas, puentes y caminos, menos los dos últimos cuando son cons­ truidos por los particulares en tierras que les pertenecen (Arts. 674 y 676 del C. C.). Un Municipio o un Departamento compra un terreno con un propósito cualquiera, mediante la correspondiente escritura que se inscribe debidamente. En ese estado puede, como dueño que es, enajenarlo mediante las formalidades especiales para ello. Pe­ ro si lo destina a una plaza, calle o camino, y con uno de esos oficios se da al servicio público, por ese solo hecho la tierra sale de su propiedad particular y entra al dominio de la entidad Na­ ción, sin que se requiera título, registro, aun contra la voluntad de una y otra persona jurídica, pues basta que el suelo sirva de plaza, calle o camino para que la propiedad resida en la Nación, sin que se oponga a eso el que el Municipio o el Departamento haya comprado la tierra con su propio dinero y para sí, conserve a su favor la escritura dei contrato, no haya cancelado el registro de ella, ni pensado siquiera en transferir el dominio. De suerte que por solo destinación de la cosa, la Nación adquirió un dominio 3 5 ---- DERECHO de una manera distinta de las contenidas en el artículo 673 citado La radicación de la propiedad que hace la ley en la .Nación de los cam inos, calles, puentes y plazas, trae por consecuencia mo­ dificaciones tácitas de otras disposiciones del C. C., com o pa­ samos a verlo. Si los respectivos terrenos antes de destinarlos a esos usos son de propiedad m unicipial o departamental, en lo cual no hay duda, debieran seguirlo siendo mientras sus dueños traspasaran su dere­ cho por tradición. Pero la tradición im plica entrega real o sim­ bólica, y para adquirir el dom inio, la N ación no tiene necesidad de ella, pues que la propiedad la adquiere ipso jure, sin que haya tradente, adquirente, voluntad de ninguna de las partes, contrato para transferir el dom inio, escritura pública registrada, a pesar de que se trata de bienes raíces, todo lo cual se requiere en las tra­ diciones ordinarias de la propiedad inmueble. A lg o muy semejante pasa con las corrientes de agua que dis­ curren por cauces naturales, las cuales si no nacen y mueren den­ tro de una misma heredad, son de propiedad nacional de uso pú­ blico. “ Los ríos y todas las aguas que corren por cauces naturales son bienes de la Unión, de uso público en los respectivos te­ rritorios. Exceptúanse las vertientes que nacen y mueren dentro de una misma heredad: su propiedad, uso y goce pertenecen a los dueños de las riberas, y pasan con éstos a los herederos y demás sucesores de los dueños” . Luego para saber si una determinada corriente do agua es o nó de propiedad de la N ación, es preciso tener en cuen­ ta un momento dado, ya que ella puede cambiar de dueño, mer­ ced a la concentración de los diversos predios que recorra, en una sola persona; o viceversa por la conversión del predio antes único en varios por enajenaciones, los cuales recorre el agua por cauce natural. P or fuerza de la ley y de los hechos, las aguas pueden cambiar de dueño automáticamente. Y no se opone a ese aserto el que la ley diga en el seg u n d o inciso del artículo que se acaba de transcribir, que las corrientes de agua que nacen y mueren dentro de un predio, pasan con éste a los herederos y demás sucesores de los dueños, por cu a n to eso ha de entenderse cuando el terreno en su integridad, donde nace y muere el agua, pasa a otro dueño único o a varios en c o m u n id a d , pues de otra suerte se tendría que corrientes sin origen ni térm in o 3 6 ----- DERECHO en un solo predio, quedaban excluidas del dominio de la Nación, lo cual se opone a lo preceptuado en el trasunto anterior. De suerte cpie las aguas corrientes, también por un simple he­ cho, pueden estar cambiando de dueño: de la Nación a los par­ ticulares y de éstos a aquélla, sin necesidad de título en el sentido de causa de adquisición, sin tradente, sin voluntad por una parte de enajenar ni de la otra de adquirir, ni de escritura registrada, no obstante ser las aguas bienes raíces. Lo mismo pasa con el usufructo legal, que también se adquiere por un medio que no está comprendido en la lista de los modos que trae el Art. 678 citado. La enunciada manera de adquirir la propiedad de esas tres clases de bienes es extraña al sistema que para adquirir la propie­ dad consagra nuestro C. C.. ya que se aparta de los principios generales conforme a los cuales esa adquisición supone título ori­ ginario o derivativo, voluntad recíproca de enajenar y adquirir y otorgamiento de escritura pública registrada cuando se trata de inmuebles. De lo dicho concluimos que la enumeración comprendida en el Art. 674 es incompleta, pues que fuera de esos medios, hay otros en que se adquiere la propiedad en virtud de un hecho considerado bastante por la ley. Lo dicho anteriormente en relación con los caminos, plazas, puentes y calles, lo estimamos jurídico y tuvo cumplimiento hasta que empezó a regir el Acto Legislativo ISV 3 de 1910, que en su Alt. 50 trae esta disposición: “ Los bienes y rentas de los Depar­ tamentos, asi como los de los Municipios, son propiedad exclusiva, respectivamente, de cada uno de ellos, y gozan de las mismas ga­ rantías que las propiedades y rentas de los particulares. No podrán ser ocupadas éstas sino en los mismos términos en que lo sea la propiedad privada. El Gobierno Nacional no podrá conceder exen­ ciones de derechos departamentales y municipales” . Esta disposición, que sustancialmente es la misma contenida en el Art. 50 de la ley 88 de 1910 y en el Art. 129 de la ley 4V de 1913, marcó una línea de separación en cuanto a la propiedad de plazas, calles etc., construidas por departamentos o municipios en terrenos de su pertenencia hasta que entró a regir ese Acto. Has­ ta allí quedaron de propiedad de la Nación por ministerio del Art. 674 del C. C., incluyendo, naturalmente, el suelo por ser éste con­ dición indispensable para que tengan existencia. El Art. 50 del 37 DERECHO Acto surte efectos limitados a lo futuro, puesto que los derechos adquiridos con justo título, con arreglo a las disposiciones civiles por personas naturales o jurídicas, no pueden ser desconocidos o vulnerados por leyes posteriores. Así lo enseña el Art. 31 do la Constitución, con el cual armoniza el Art. 28 de la ley 153 de 1887. Pero esa disposición amparó desde su vigencia los bienes de­ partamentales y municipales, de suerte que las plazas, calles, puen­ tes y caminos construidos por esas entidades después de la vigen­ cia del A cto, son y seguirán siendo de ellas y nó de la Nación, sin que esa propiedad la afecte la nomenclatura de algunas dis­ posiciones legales en vías nacionales, departamentales y munici­ pales, clasificación que tiene por objeto asignar a cuál de las tres entidades corresponde la apertura, sostenimiento y administra­ ción de ellas. Sabido es, por otra parte, que en materia de vías públicas no existe servidumbre. La Nación, los Departamentos y los Muni­ cipios son personas jurídicas y por lo mismo falla para que haya servidumbre la existencia del predio dominante. De allí que lo legal y aceptado es la adquisición de la faja para la vía. Y ya que sobre estas materias nos hemos permitido discurrir, vamos a tratar de otro punto relacionado con ellas: lo relativo a la cnajenabilidad de los bienes de uso público. A fuerza de tánto repetirse por juzgadores, autores y abogados, ha obtenido un va­ lor p oco menos que de axioma lo de la calidad de inenajenables e imprescriptibles de los bienes de esa especie. En cuanto a lo último no hay duda. El artículo 2519 del C. C. es perentorio. Pero en cuanto a lo primero, no existe canon ex­ plícito suficientemente comprensivo que así lo estatuya. La única disposición que hemos encontrado que mire con ese punto, es el Art. 208 de la ley 4® de 1913 que se produce así: “ Las vías, puentes y acueductos públicos no podrán enajenarse ni reducirse en ningún caso. Toda ocupación permanente que se haga de estos ob ­ jetos es atentatoria de los derechos del común, y los que en ello tengan parte serán obligados a restituir, en cualquier tiempo que sea, la parle ocupada y un tanto más de su valor, además de los daños y perjuicios de que puedan ser responsables” . El hecho de hacer parte ese precepto del Capítulo V III de esa ley, capítulo que tiene por epígrafe: “ Bienes, impuestos y rentas de los Muni­ cipios” , y no encontrarse nada igual o semejante en otros pasa­ jes de esa ley, nos induce a la creencia de que ese precepto carece 3 8 ---- DERECHO de la generalidad que a primera vista tiene, y se concreta a los bienes públicos municipales. De cualquier manera que sea, esa disposición, en cuanto se re­ fiere a la inalienabilidad, necesariamente ha de ceder ante el pre­ cepto opuesto del Art. 37 de la Carla, que más adelante co­ piamos. Se ha dicho en pro de la incnajenabilidad de los bienes de uso público: l 9 que ellos están fuera del comercio y que en su ena­ jenación habría objeto ilícito; 29 que su destino es incompatible con la apropiación particular. De un fallo proferido hace poco por el Tribunal de Medellín, con motivo de la ocupación de las calles de una población con obras de unos particulares, copiamos el siguiente pasaje que contiene la doctrina generalmente aceptada por la jurisprudencia: “ Es preciso no olvidar que los bienes de uso público son inenajenables y no pueden adquirirse por medio de la prescripción, porque el derecho de dominio eminente que se reserva el Estado sobre tales cosas, está fundado en 1111 alto interés social, que deja al margen cualquier combinación perjudicial que pudiera fraguarse con mengua de los habitantes en general.” En síntesis observamos a todas esas razones, que entre noso­ tros nada que se refiera a propiedades raíces está fuera del comer­ cio, como luego veremos; que el tener una cosa con cierto fin y uso, no es motivo para 110 poderla enajenar, ya que es atributo de la propiedad la facultad de disponer de ella, y que la incompati­ bilidad entre el uso público y la apropiación particular, o un alto interés social, son razones que quedan postergadas para el juzgador ante textos opuestos emanados del constituyente o del legislador. Y es que es mucha la diferencia que media entre que una cosa no deba hacerse o no convenga hacer, a poderse hacer. En apoyo de la teoría de que son inenajenables los bienes de uso público, podría invocarse el artículo único de la ley 26 de 1919, que dice: “ Autorízase al Poder Ejecutivo para que pueda vender las fajas que habiendo sido parte de caminos de propiedad de la Nación, hayan dejado de prestar aquel servicio. Las fajas de caminos departamentales y municipales, que se encuentren en el mismo caso, como propiedades de esas entidades, pueden venderse por ellas, de acuerdo con las leyes y ordenanzas” . Esa inclusión— se dirá— la autorización en esas determinadas circunstancias, implica la exclusión en las demás ocurrencias. En contra de lo dicho en lo tocante a la inenajenabilidad, se 3 9 ---- DERECHO encuentra lo establecido clara y explícitam ente por el artículo 37 de la Constitución, que reza: “ No habrá en C olom bia bienes raíces que no sean de libre enajenación, ni obligacion es irredim ibles” . Por sabido se deja que los preceptos constitucionales priman sobre los de las leyes comunes. Conforme a la misma Carta fundamental, es atribución del Con­ greso “ conceder autorizaciones al G obierno para celebrar contratos, negociar empréstitos, enajenar bienes nacionales (subrayam os) etc.” (Atribución 9* del Art. 7 6 ). No se hace diferencia allí entre bienes nacionales fiscales y de uso público. La enajenación de bienes de uso público supone, es verdad, com o la de los bienes raíces fis­ cales (Art. 12 del C. F .), una ley que la autorice. Pero de allí misino se deduce que ese dom inio es transmisible; mal podrían exigirse requisitos para algo que no se puede hacer. La última parte del Art. 682 del C. C., que se refiere a bienes de uso público, reconoce la licitud de la enajenación de ellos. Dice así: “ Sobre las obras que con permiso de la autoridad com ­ petente se construyan en sitios de propiedad de la Unión, no tie­ nen los particulares que han obtenido este permiso, sino el uso y goce de ellas, y no la propiedad del suelo. “ Abandonadas las obras o terminado el tiempo por el cual se concedió el permiso, se restituyen ellas y el suelo, por el mi­ nisterio de la ley, al uso y goce general de los habitantes, según prescriba la autoridad soberana. Pero no se entiende lo dicho si la propiedad del suelo ha sido concedida expresamente por la Unión” (La subraya es nuestra). La razón en que la ley se funda para prescribir la imprescriptibilidad de los bienes públicos, no es extensiva a la enajenación. Con las anteriores consideraciones nos proponem os llamar la atención de los aficionados a esle género de actividades intelectuales, hacia la reconsideración de apreciaciones que se han tenido com o definitivas.