Resolución N° 295 – F° 343 – T° 6 Santa Fe, 30 de diciembre de 2.008. Y VISTOS: Estos autos caratulados “VISNOVSKY, GUSTAVO JOSÉ Y OTROS C/ MUNICIPALIDAD DE SANTA FE S/ RECURSO – LEY 10.000” (Expte. Sala I N° 307 – Año 2008) ” venidos para tratar el recurso de apelación que en forma subsidiaria al de revocatoria -que fuera desestimado por el titular del Juzgado de Primera Instancia de Distrito en lo Civil y Comercial de la 1° Nominación de esta ciudad de Santa Fe mediante resolución de fojas 316/317 vta. de estos actuados, en la cual se concede la apelación- interpusieran y fundaran los apoderados de los actores en su libelo de fojas 305 a 315 de la presente causa.; y, CONSIDERANDO: La impugnación está dirigida (en los términos de los artículos 8, 12 y cc. de la ley provincial n° 10.000 regulatoria del régimen procesal de tutela de los intereses difusos) contra la providencia a qua de fecha 9 de diciembre del año en curso (ver fojas 196), mediante la cual el Juez de anterior instancia, luego de tener por presentada y por parte a la Administración Municipal demandada “...tiene presente la manifestación de la Municipalidad de Santa Fe en mantener los efectos del acto atacado, y por comunicada la no suspensión prevista en el artículo 8 de la ley 10.000, ello sin perjuicio de revisarse la decisión en oportunidad del dictado de la sentencia”. Lo así dispuesto se vincula con la cautelar peticionada por los actores en el escrito introductivo de la instancia (ver fojas 22), consistente en “...el inmediato cese de las tareas de reacondicionamiento que se están realizando en el predio de la Estación Mitre, como así también de cualquier otra actividad relacionada con la instalación de la megaferia hasta tanto se dirima la presente acción”. Al fundar sus recursos (reiteramos, revocatoria con apelación en subsidio, cumpliendo de tal modo los recurrentes con la exigencia legal de fundabilidad en la instancia de radicación de la demanda contemplada por el artículo 12 de la ley 10.000, y habiendo la Municipalidad demandada presentado un memorial facultativo ya en esta sede revisora el cual luce glosado a fojas 329/331), los agraviados manifiestan que la providencia impugnada -que de hecho no hace lugar a la cautelar impetrada con la demanda, consistente en la suspensión de las actividades y de la ulterior habilitación de la feria comercial instalada en el predio de la ex Estación ferroviaria del Ferrocarril Mitre, situada en el área delimitada entre las calles Santiago de Chile, Monseñor Zazpe, Dr. Zavalla y Avda. Gral Lopez de esta ciudad de Santa Fe- ante todo carece de suficiente fundamentación, y que de los términos del informe brindado previamente por la Municipalidad se desprende que en realidad bajo la mera invocación de un supuesto interés comunitario (relacionado a la situación de comerciantes ilegales o informales, que nada tributan y compiten deslealmente con quienes sí lo hacen) se desatiende el derecho de quienes viven, trabajan o actúan en las inmediaciones de la ex Terminal ferroviaria, y que a raíz de la habilitación de la megaferia ven severamente afectados derechos constitucionales singularmente tutelados. Señalan los agraviados las deficiencias del “presuntuosamente llamado informe técnico ambiental”, que lejos estaría de aproximarse ni siquiera elementalmente a las condiciones que para ello le impone la Ordenanza n° 11.017/2003 de la misma Municipalidad de Santa Fe, así como las de la nota de fojas 142 y ss. dirigida por el Secretario de Desarrollo Social al Fiscal Municipal y el dictamen n° 368 del 20 de noviembre de 2008 (fojas 180 y ss.), que no harían otra cosa que evidenciar que la situación de hecho precedió claramente a la pretensa instrumentación jurídica del tema, ya que primero se procedió a limpiar el lugar, comprar los gazebos, colocar el cartel y otros actos materiales, y luego de buscó darle sustento jurídico a algo que ya había sido dispuesto materialmente, con abierta vulneración incluso de los alcances que la Municipalidad -como tenedora precaria de un predio que es de propiedad del ONABE- tiene en tal rol, que no exceden los de realizar meras tareas de limpieza, mantenimiento e iluminación. Añaden asimismo que el ente público territorial demandado vulnera las disposiciones de la ley provincial n° 12.069 de grandes superficies comerciales, desconociendo incluso normativa propia (municipal) que determina la zonificación y comprende el área afectada como residencial, destino que se ve severa y negativamente condicionado con la habilitación de nada menos que dos mil quinientos puestos de venta de materiales y productos mayoritariamente propios de un sistema de economía informal, lo que se evidenciaría con episodios como uso de las instalaciones sanitarias del Hospital Dr. Vera Candioti para discapacitados motrices -una de las entidades accionantes-, rotura de cristales de un automóvil con fines de robo, basura y residuos esparcidos por toda el área, invasión de las vías de Resolución N° 295 – F° 343 – T° 6 tránsito, episodios de sospechosas actitudes de personas extrañas con relación a viviendas y negocios de la zona y demás perturbaciones, que se verían incrementadas en la medida en que la megaferia siga funcionando y expandiéndose. Pone de resalto el escrito de expresión de agravios que la noción de bien común o progreso social no puede observarse sin prestar atención a la afectación que el mismo genere en los derechos de los demás, con lo cual la argumentación municipal de que la instalación de los feriantes en el predio de la ex estación Mitre les permite “controlarlos” ya que de otro modo se dispersan por distintos puntos de la ciudad carece de justificación, lo hace en desmedro de los vecinos de aquel inmueble que pagan sus impuestos y tienen derecho a velar por su seguridad, tranquilidad, libre tránsito, paz y demás derechos propios de todo ciudadano. Añaden los apelantes que media también responsabilidad civil del Intendente electo por incumplimiento de sus promesas electorales previas, puntualmente en lo que concierne al destino a asignar a la ex estación del Ferrocarril Mitre, el cual nada tiene que ver con el que se controvierte a través de estos actuados. En lo que concierne puntualmente a la medida cautelar -que es lo que aquí y ahora se debate y debe ser resuelto- señalan los recurrentes que en la mecánica del artículo 8° de la ley 10.000 el “fumus bonis juris” pertenece al reclamante y no tiene que acreditarlo, siendo por lo contrario la entidad gubernamental accionada quien debe asumir la carga probatoria de desvirtuar tal presunción legalmente establecida, y que nada ha hecho la Municipalidad al respecto como para justificar que el a quo la releve de la procedencia de la medida requerida con la demanda. Agrega que el Juez de anterior instancia revocó la medida cautelar por la sola mención de la demandada (que nada probó) en el sentido de que el mantenimiento de aquella generaría un perjuicio mayor, siendo que la mecánica de la expedición de la cautelar en la ley 10.000 santafesina de tutela de los intereses difusos supone su activación automática o “ministerio legis” (cita doctrina al respecto), siendo sólo causal de neutralización de su dinámica la acreditación y prueba, por parte de la administración demandada, de la probabilidad de acaecimiento de un daño mayor, inminente y grave, derivado de la operatividad de esa cautela, nada de lo cual se ha cumplido en autos. Con ello, concluyen, el criterio con el cual el a quo resuelve la cuestión (declarando la improcedencia de la cautelar) deviene erróneo e ilegal. El Juez a quo, probablemente entendiendo que la medida controvertida había sido solicitada por el propio agraviado, no sustancia la incidencia y la pasa directamente a resolución, pronunciándose a través del decisorio que luce glosado a fojas 316/317 vta., mediante el cual rechaza la reposición y concede la apelación, rechazando asimismo la cautelar solicitada por la parte actora consistente en la expedición de una orden judicial que suspenda la instalación de la fecha habilitada por el municipio. Para ello declara que los reclamantes evidencian un “error de lectura” del texto del artículo 8° de la ley 10.000 (en la estructura que a dicha norma le diera la sobreviniente ley provincial n° 12.015), en el sentido de que el mismo “..pone en cabeza de la Administración la ponderación de los efectos de la suspensión del acto..”, lo cual equivale a decir que la activación legal de la cautelar queda supeditada a que la propia Administración Pública demandada no estime -mediante comunicación librada al Juez de la causa- que pueda generarse un perjuicio mayor que el derivado de la no suspensión del acto, en cuyo caso tal comunicación operará como un impedimento automático a la procedencia de la cautela. Añade la resolución que si se pretendiera el dictado de una nueva cautelar -mas allá de la normada en ese artículo 8°-, la reclamante hubiera debido probar su apariencia de buen derecho, el “periculum in mora” y ofrecer contracautela, todo lo cual no ha sido satisfecho por los accionantes. Radicada ya la causa en esta sede revisora, e integrada la Sala a partir de las ausencias y excusaciones de que dá cuenta lo documentado a fojas 320 a 326 vta., la Municipalidad de Santa Fe agrega un memorial facultativo que luce glosado a fojas 329/331 vta.. En dicha pieza procesal el ente público territorial accionado manifiesta que la interpretación que el Juez de la causa hace del texto del artículo 8° de la ley 10.000 de tutela de intereses difusos es la correcta, siendo evidente que la intención de la ley 12.015 (que en su artículo 16 modificara la redacción primigenia de dicha norma, la cual había dado pié a reiteradas controversias) fué suprimir la perspectiva de que el Juez relevara a la Administración del cumplimiento de la cautela, dejando librada la activación de ella a que esa Administración no comunicare la perspectiva o inminencia de un mal mayor, debiendo el juzgador sólo tener presente la conformación de tal extremo o no, pero sin que deba expedir resolución alguna, habida cuenta que es la Administración que hace ese juicio de Resolución N° 295 – F° 343 – T° 6 ponderación “con mera comunicación al Juez”, quien tiene un rol netamente pasivo. Añade que “superada dicha instancia”, recién los actores pueden proceder a solicitar una cautelar clásica, acreditando sus tres elementos viabilizadores (el “fumus bonis juris”, el “periculum in mora” y el ofrecimiento de contracautela), todo lo cual ha sido también correctamente desestimado por el juzgador. Agrega el memorial que la suspensión de actos administrativos que gozan de la presunción de autenticidad deviene singularmente estricta, y que en tal excepcional caso aparece como primer recaudo una nota distintiva y patente de ilegalidad o arbitrariedad manifiestas, al tipo de lo que caracteriza a la procedencia del amparo contra actos de la administración, lo cual no puede afirmarse como acaecido en el sub lite, en el cual la Municipalidad ha actuado dentro del marco normal de sus atribuciones y sin vulnerar normas legales, reglamentarias ni administrativas. Señala que los hipotéticos daños sobrevinientes (a los actores) no son mas que meras conjeturas, y que nada se ha probado en orden a su efectiva concreción, siendo que en realidad la pretensión de activación de la cautelar tiene una fuerte proyección sobre la pretensión sustancial, que es una clara repulsa a la autorización para la instalación de la feria. De tal modo dadas las cosas, resulta claro -y aún obvio, debe ser resaltado en atención a las consideraciones sobre argumentos que hacen a la procedencia o improcedencia de la pretensión sustancial que ambas partes expusieran coetáneamente con los fundamentos propios de lo ahora debatido- que el ámbito excluyente de análisis que incumbe a esta Sala en mérito al recurso de apelación que en los términos del artículo 12 de la ley 10.000 viene ahora a decisión, se relaciona con la procedencia o improcedencia de la medida cautelar requerida con el escrito introductivo de la instancia, relacionada con la suspensión de la autorización para el funcionamiento de la mega feria instalada en dependencias de la ex estación del Ferrocarril Mitre en esta ciudad de Santa Fe. Al respecto, y como suele suceder en procesos como el que se corresponde con la pretensión ejercitada en la demanda -en tutela de intereses colectivos o difusos-, o como también acontece en trámites como los inherentes a la acción de amparo, la pretensión cautelar suele identificarse no tanto con la tutela de los eventuales efectos de la sentencia definitiva (según es propio de los juicios declarativos ordinarios), sino mas bien con la misma identificación de lo requerido como reclamo sustancial, con lo cual, en alguna medida, el despacho favorable de la cautelar puede aparecer como un anticipo (eventual) de los alcances de esa decisión conclusiva del proceso. No obstante ello, y aun asumiendo ese riesgo, debe ponerse singular esmero en diferenciar claramente las condiciones y recaudos de procedencia de la pretensión de cautela y de las inherentes a la decisión sobre la pretensión sustancial, a cuyo respecto en la presente causa nos abstendremos de manifestarnos sobre lo debatido por las partes en orden al marco de legalidad o ilegalidad dentro del cual la demandada se ha movido al expedir el acto administrativo (autorización de funcionamiento de la feria denominada “La Baulera”), y a la pretensa (o negada) conculcación de normas legales y administrativas en dicha decisión, toda vez que ello es propio, como decimos, del fondo de la cuestión sobre lo cual no sólo no cabe ahora formular análisis alguno, sino que incluso debe muy cuidadosamente evitarse el riesgo de cualquier atisbo de anticipo de opinión que pueda implicar prejuzgamiento, habida cuenta que por lógica será esta misma Sala con esta misma integración la que deberá conocer, de futuro, en lo que pueda ser una impugnación de cualquiera de las partes en relación a la sentencia definitiva que el a quo dicte en su oportunidad. Siendo ello así, debe entenderse que la cuestión a juzgar aquí y ahora resulta casi eminente y excluyentemente procesal, y tiene que ver con la diferente intepretación que de la dinámica operativa del artículo 8° de la ley 10.000 (en el texto que le diera la modificación a él operada por el artículo 16 de la ley provincial 12.015, en vigencia desde el mes de enero del año 2002) hacen el juez de anterior instancia (criterio defendido, obviamente, por la Municipalidad demandada y los actores ahora apelantes). Partiendo de la premisa de que la norma en cuestión carece de la claridad que la trascendencia de su cometido hubiera ameritado -y que por ende la interpretación auténtica o judicial que de ella hagamos excede el marco de lo puramente gramatical para involucrar elementos lógicos y también axiológicos o valorativos- debemos liminarmente señalar que discrepamos con el criterio conque el Juez a quo evalúa el tema, y entendemos que la télesis en controversia debe ser resuelta de manera mas Resolución N° 295 – F° 343 – T° 6 afín a los postulados de la apelante. Esquematizando las cosas, en pura intención de búsqueda de claridad argumental en este decisorio, podemos admitir que en el criterio de la resolución ahora puesta en crisis -y en el del memorial facultativo presentado ante esta Sala por la apelada-, pareciera derivarse que a tenor del texto vigente del mencionado artículo 8° de la ley 10.000 (que expresamente se aboca al tratamiento de las medidas cautelares en tales singulares procesos), habiéndose suprimido la referencia preexistente a que el Juez que conocía en la causa podía relevar a la administración pública demandada de la activación automática de esa cautelar si ella, a través de un informe, lo convencía sobre el mayor daño que esa cautela generaría, en la actualidad el magistrado cumple un rol meramente pasivo y silente, y aquella activación automática de la cautelar (manteniéndose la situación preexistente, si se pide no innovar, o suspendiéndola, si la pretensión es innovativa) puede neutralizarse “ad nutum” por la propia administración demandada, a través de una mera “comunicación” al juzgado de que así se lo dispone por mediar un riesgo de daño mayor que el derivado de la no suspensión. En otras palabras, la decisión sobre la operatividad o no de la cautela no sería judicial, sino de parte, quien sólo hace saber al oficio lo que estima se debe hacer. Consecuentemente con ello, la providencia de fojas 196 (que generara el agravio traído a esta sede) se limita a tener presente la manifestación de la Municipalidad de la ciudad de Santa Fe en orden a mantener los efectos del acto atacado, “...y por comunicada la no suspensión prevista por el artículo 8° de la ley 10.000”. Es dable consignar que tal interpretación cuenta con el respaldo de algun precedente jurisprudencial (para el caso, el de la Sala 1° de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de la ciudad de Rosario, ver los fallos por ella expedidos en en las causas “Elmir, José c/Municipalidad de Rosario”, del 15 de febrero de 2006, y “Maenza, Maria Laura c/Municipalidad de Rosario s/ley 10.000”, del 28 de junio de 2007, en los cuales se declaró que “...el último párrafo del artículo 8° de la ley 10.000 faculta a la autoridad a no suspender los efectos del acto o mantener la situación existente ..... bastando en esos casos con que comunique su decisión al juez de la causa...”), e incluso doctrinaria (ver trabajo de Edgar Baracat titulado “Memorándum sobre prohibición de innovar y prohibición de contratar”, publicado en JA 2007-III-1360, en el cual, interpretando la modificación al artículo 8° de la ley santafesina n° 10.000, menciona que “...la dispensa se produce automáticamente y por la simple comunicación que la administración cursa al juez, en el sentido de que la suspensión provoca un daño sustancial a un cometido público o es susceptible de generar un perjuicio mayor que el derivado de la suspensión..”, agregando que pese a todo ello, y después, el magistrado puede ordenar la prohibición de innovar sujeta a los requisitos de toda cautelar, vale decir, la acreditación por el requirente del peligro en la demora, la apariencia de buen derecho y el ofrecimiento de contracautela). Ahora bien, mas allá del respeto que tales pareceres nos suscitan, debemos puntualizar que no se comparten, y que incluso esta Sala 1° de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial (bien que con su integración natural) tuvo ya ocasión de pronunciarse poniendo de resalto lo que estima debiera ser la correcta hermenéutica de la norma en cuestión. En el fallo expedido en fecha 4 de diciembre de 2006 (en la causa “Asociación Parque Federal c/Municipalidad de Santa Fe s/recurso ley 10.000”, expte. n° 332/06), habiendo la Municipalidad de la ciudad de Santa Fe sostenido (como lo hace aquí y ahora) que el artículo 8° de le ley 10.000 “...pone en cabeza de la administración la ponderación de los efectos de la suspensión del acto, estableciendo un límite a la operatividad de pleno derecho de la cautela, lo que se mantiene en tanto no ocurra un interés público prevalente invocado por la administración con noticia al juez”, esta Sala sostuvo que tal aseveración no resulta correcta, ya que siempre deberá ser (y será) el criterio judicial el que a la postre determine la operatividad o no de la cautela, sin perjuicio de las comunicaciones que la administración demandada pueda librarle. Se dijo allí -y se lo mantiene- que la reforma introducida al artículo 8° de la ley 10.000 por la ley 12.015 del año 2002 “...no hace mas que agregar cierta confusión al instituto sin modificar en forma sustancial el contenido originario de la norma...” y que la pretensión de interpretar a partir del texto vigente que dicha reforma “...extrae de la decisión jurisdiccional la facultad de resolver en definitiva sobre la cautelar, transfiriéndola a la voluntad o criterio discrecional de la Resolución N° 295 – F° 343 – T° 6 administración, resulta equivocada”. Y que “...de ser válida esa interpretación no se advierte el sentido de la comunicación al Juez y menos aún que la ley prevea exclusivamente para la cautelar y la sentencia que se dicte sobre el fondo del asunto la posibilidad recursoria del artículo 12”. Si se acude a una segunda instancia revisora -se dijo entonces- ello es posible porque se recurre una decisión jurisdiccional que en definitiva emanó del magistrado que dirige el proceso. Y va de suyo -agregamos ahora- que esa decisión jurisdiccional-judicial (que en el sub lite podría interpretarse como corporizada en la providencia a qua de fojas 196, la cual se circunscribe a tener presente la manifestación de la Municipalidad dirigida a mantener los efectos del acto administrativo controvertido y su comunicación al juzgado interviniente) no puede resultar una mera fórmula automática direccionada por lo que una de las partes (la administración demandada) quiera, diga, opine o interprete, ya que en tal caso el Juez cumpliría un triste rol formal de mera convalidación, sin potestad alguna de valoración, pretensión en sí incompatible con la mas elemental consideración sobre el rol asignado a un magistrado judicial. Recapitulando entonces: pareciera ser un dato cierto que el artículo 8° de la ley santafesina 10.000 de tutela de los intereses difusos (tanto en su texto originario, como también el que la impusiera la ley 12.015) presenta un instituto singular, anómalo (en términos de purismo procesal) o al menos inusual, cual es el de la existencia de una cautela “extraprocesal”, o “legal”, vale decir, dispuesta directamente por el legislador y no por el juez, quien sí tiene facultades -nunca podría no tenerlas- pero no en orden a su activación, sino precisamente en referencia a su faz negativa: la “desactivación”. En ello han coincidido desde antes de la reforma del año 2002 al instituto calificadas voces juspublicistas, como las de Decio C. Ulla (“La tutela de los intereses difusos en la Provincia de Santa Fe. El recurso contenciosoadministrativo sumario”, en “Revista de Derecho Administrativo”, Editorial Depalma, Bs.As., 1992, Año 4, n° 9/10, pag. 115), Néstor Sagüés y M.M. Serra (“Derecho Procesal Constitucional”, de. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, pag. 335), José Luis Capella (“Intereses difusos – Ley 10.000”, Edición del autor, Rosario, 1995, 1° Edición, pags. 162 y ss.; “Régimen cautelar de la ley 10.000”, en la Revista “Jurisprudencia Santafesina”, Editorial Panamericana, Santa Fe, octubre de 2008, n° 84, pags. 11 y ss.; así como comentario de su autoría a la ley 10.000 en la obra “Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Santa Fe – análisis doctrinario y jurisprudencial”, Editorial Juris, Rosario, tomo 4B, pags. 787 y ss.), y Carlos Arcocha y Horacio Allende Rubino (“Derecho ambiental y recursos naturales”, Editorial de la UNR, Rosario, año 2000, pags. 28 y ss.). Lo cierto es que esta cautela dispuesta “ministerio legis” genera una presunción “juris tantum” que invierte la carga de la prueba, en la medida en que releva al pretensor de acreditar el “fumus bonis juris”, el “periculum in mora” y de contracautelar, y transfiere a la demandada -la administración pública, en cualquiera de sus conformaciones territoriales- la carga procesal de invocar (y acreditar, aún sumariamente) que aquella activación ope legis de la cautela generaría un perjuicio mayor o superior al del mantenimiento del “status quo ex ante” (sea la pretensión innovativa o de no innovar), en cuyo caso el Juez puede neutralizar (mediante decisión expresa) aquella cautela legal casi automática, dando debidos fundamentos a las razones por las cuales así lo hace. Dicha mecánica operativa, razonablemente clara en el texto primigenio de la ley 10.000, que entendemos fuera oscurecida en la objetable estructura que a la norma le diera la ley 12.015, sustancialmente se mantiene, y mas allá de que el artículo ahora en vigencia haya suprimido el párrafo vinculado a la potestad judicial de “relevar” a la administración cautelada de cumplir con dicha manda preventiva legal, en la medida en que la automaticidad de la cautela legal subsiste (en eso no hay debate), debe también subsistir, aún en una interpretación axiológicamente extensiva, la facultad judicial de evaluar en el caso concreto la razonabilidad, conveniencia o prudencia de tal activación, en mérito a las razones de interés común que la administración demandada pueda aportarle. Pretender poner en manos de la demandada -o cautelada- la decisión respecto a si dicha cautela legal se mantiene o no, implica desnaturalizar los principios estructurales de todo proceso de naturaleza jurisdiccional-judicial, transformando al Juez en un mero espectador pasivo de los puros voluntarismos de una de las partes, que “ad nutum”, y mediante la formalidad de una mera comunicación donde aluda -sin prueba- a los riesgos potenciales de tal decisión legal, se autoexcluya de lo que sigue siendo en la letra de la ley una regla: la cautela legal automática. Resolución N° 295 – F° 343 – T° 6 Interpretar que la parte interesada en la cautela (la actora) puede luego y pese a ello requerir judicialmente la misma acreditando el tríptico clásico de toda cautelar es ignorar los principios de economía procesal y de concentración que informan al proceso regulado en la ley 10.000 (de hecho, entonces, habría dos trámites cautelares, uno dispuesto por la ley e -invariablemente- esquivado por la administración, y luego otro requerido por la parte interesada), y además conlleva una incongruencia: si en el sistema de la ley 10.000 la cautelar se debe (o puede) obtener como en cualquier otro proceso (probando la apariencia de buen derecho, acreditando el riesgo en la demora y demostrando solvencia para el caso de causar un perjuicio), ¿qué sentido tiene la previsión, subsistente, del primer párrafo del artículo 8°, que sigue consagrando una cautela legal, “ministerio legis” o extraprocesal?. Como lo dijera la Sala 2° de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de la ciudad de Rosario (fallo del 23 de marzo de 2004 expedido en la causa “Olivieri, Daniel M. c/Municipalidad de la ciudad de Rosario”- Acción popular-ley 10.000”), interpretar que es de pura discrecionalidad de la administración pública demandada el decidir sobre la operatividad o no de la cautela dispuesta por la propia ley “...no sólo abriría una gruesa grieta constitucional -al dejar al exclusivo arbitrio de una de las partes la ponderación de los efectos que acarrearía la cautelar- sino que resultaría incompatible con el artículo 12 del mismo cuerpo legal, que establece la apelabilidad de la resolución que recaiga en el supuesto del artículo 8°..”. Coincidimos en tal sentido con Capella (“Régimen cautelar...”op.cit.) quien entiende que a la luz del texto actual del artículo 8° de la ley 10.000 santafesina, la razón de ser de la singular mecánica de la cautelar dispuesta -y mantenida luego de la reforma de la ley 12.015- atiende a una circunstancia muy clara, cual es la de que lo normal en este tipo de conflictos (los derivados de la afectación por parte de la administración pública de intereses difusos) sea que el interés de la administración pública no coincida con los intereses de la comunidad (quien demanda a aquella), con lo cual no juega en el caso la presunción administrativista de legitimidad de esas decisiones estatales. Con ello, el texto ahora en vigencia aun cuando no haga ya alusión a la perspectiva de que el Juez releve a la administración demandada del cumplimiento de la cautela legal, sí contempla implícitamente la “dispensa” de tal acatamiento, pero a cambio de la acreditación de una concreta y real hipótesis de daño (actual y no potencial), que supere en sus proyecciones a las secuelas de esa cautela que sigue operando como principio y regla, y siempre bajo una mecánica de indefectible apreciación judicial que conlleva la valoración de circunstancias fácticas que hacen al caso concreto. Aceptado ésto desde lo conceptual, resta evaluar entonces si efectivamente en el sub lite la Municipalidad de la ciudad de Santa Fe ha cumplido con dicha carga procesal (la de invocar y acreditar sumariamente tal riesgo). Y la respuesta nos parece que es negativa. El ente público territorial aquí demandado ha propuesto, sostenido y reiterado que está dentro del marco de sus atribuciones decidir si la cautelar -innovativa, vale decir, relacionada a la suspensión preventiva de la autorización de funcionamiento de la feria comercial singularizada como “La Baulera”- se mantiene o no, y que ha decidido por la negativa, con lo cual su comunicación hecha en tal sentido al juzgado es suficiente para neutralizar tal suspensión. Pero no ha intentado -como entendemos que hubiera correspondido para hacer atendible su postura- convencer al juez del riesgo mayor que tal decisión implicaría (salvo la referencia que hace a que la consecuente dispersión de los comerciantes por distintos sectores de la ciudad imposibilitaría su control estatal), siendo que ante los apriorísticamente atendibles fundamentos de los perjuicios invocados por los accionantes (no es éste el estadio procesal en el cual deban ser evaluados mas allá de ese nivel liminar de consideración), no ha ni siquiera intentado, por ejemplo, justificar la imposibilidad de instalar la feria en otro predio estatal dentro del éjido urbano, en donde no se produzcan tales afectaciones a intereses colectivos. Incluso es paradigmático un párrafo del propio memorial facultativo que la misma Municipalidad aportara a la causa en esta instancia revisora (ver fojas 330 vta., párrafo 6°). Se menciona allí que “...Como se dijo, el funcionamiento de la feria implica sólo la instalación de puestos fácilmente desmontables, por lo que si hipotéticamente la sentencia firme ordenara la prohibición del funcionamiento de Resolución N° 295 – F° 343 – T° 6 futuro, no existirían impedimentos de ninguna especie para concretar dicha manda judicial”. La propia admisión que allí se corporiza de la relativamente fácil remoción o traslado de la infraestructura instalada es evidenciadora de la ausencia de acreditación de un perjuicio potencialmente mayor al causado a los reclamantes por las perturbaciones invocadas en la demanda, las cuales, aún supeditadas a la prueba que de ellas pueda hacerse en el decurso de este proceso en curso, implican una valoración (ausente en la decisión controvertida) que haga una suerte de “balancig test” (en la terminología de Robert Alexy) entre los intereses colectivos en pugna (los de los vecinos y los de los feriantes, representados por el ente público demandado). Como conclusión de lo así expuesto, cuanto corresponde entonces es hacer lugar al recurso de apelación, revocando la decisión a qua que no hiciera lugar al pedido de suspensión de la autorización para el funcionamiento de la feria sindicada como “La Baulera”, y en su lugar declarando que dicha suspensión debe ser ordenada a nivel cautelar, y sin perjuicio de lo que resulte de la decisión final que se expida en esta causa. Las costas de la incidencia deberán ser soportadas por la Municipalidad de la ciudad de Santa Fe (arts. 11, 12 y 14 de la ley 10.000 y 251 del CPCyC). Por ello, la SALA PRIMERA DE LA CÁMARA DE APELACIÓN EN LO CIVIL Y COMERCIAL DE SANTA FE, RESUELVE: 1) Hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por la parte actora contra la providencia a qua de fojas 196, y en consecuencia revocar la misma y hacer lugar a la cautelar requerida consistente en la suspensión preventiva de la autorización municipal de funcionamiento en el predio de la ex estación del Ferrocarril Mitre a la feria denominada “La Baulera”. 2) Costas a la Municipalidad apelada. Insértese, hágase saber. SAUX ECHARTE DRAGO (en disidencia) AMANDA B. de BULLRICH (Secretaria) DISIDENCIA DEL DR. DRAGO: Que con relación al art. 8 de la ley 10.000, al margen de interpretaciones doctrinarias donde generalmente se suele ver lo que se quiere ver de acuerdo a las posturas académicas, políticas, laborales, sociales, económicas, etcétera de cada uno, estimo que la reforma introducida por la ley 12.015 publicada en el año 2002, que en lo que interesa suprimió la expresión “y el magistrado lo relevase de aquella obligación”, implicó simplemente disponer que la “suspensión” del acto administrativo no constituye una obligación legal ineludiblemente necesaria, que pasó a ser facultativa para la administración, lógicamente sujeta a la revisión judicial que goza de facultades para valorar las circunstancias en que se funda el mantenimiento de la decisión gubernamental; así, atemperando los efectos negativos generados por una redacción de doble filo, el legislador evitó que con la invocación de la ley sobre intereses difusos, por sí sola se pueda detener la ejecución de cualquier acto de gobierno. Que en la demanda, iniciada el 28 de noviembre de 2008, los actores solicitaron que “conforme lo prevé el articulo 8° de la ley 10.000, que establece el dictado de medidas cautelares sin fianza, solicitamos que como medida cautelar, SS ordene el inmediato cese de las tareas de re-acondicionamiento que se están realizando en el predio de la Estación Mitre, como así también de cualquier otra actividad relacionada con la instalación de la mega-feria, hasta tanto se dirima la presente acción” (fs. 22). Que mediante el decreto del 2 de diciembre de 2008, resolvió “A la cautelar solicitada: estése al mandato que surge del art. 8 de la Ley 10.000, a cuyo texto me remito” (fs. 121). Que La Municipalidad de la ciudad de Santa Fe, oportunamente manifestó su interés de mantener los efectos del acto impugnado, exteriorizando que la decisión administrativa cuestionada fue dictada por las razones siguientes: "- la necesidad de jerarquización y puesta en valor de los espacios públicos, de modo tal de ponerlos a disposición de la población mediante los usos que, al mismo tiempo, contemplen los acuciantes problemas sociales del sector que se intenta ordenar; - la posibilidad de contar con comodidades suficientes para lograr rápidos avances en temas como higiene, salubridad y seguridad; - la existencia de amplios sectores de la población Resolución N° 295 – F° 343 – T° 6 que no se hallan amparados por políticas inclusivas y que por ende conforman clubes de trueque, ferias de artesanos, vendedores informales, entre otras modalidades de comercialización, constituyendo un medio de subsistencia de una gran número de familias, y que se encuentran dispersos por diferentes zonas de la ciudad, entre las que pueden enunciarse las situadas en la ciclovía próxima a Facundo Zuviría y Castelli, el Parque "Juan de Garay", la Plaza "Fournier", entre otros espacios públicos, estando a cargo de la Administración Pública la gestión de los intereses colectivos; - fundamentalmente, el dictado por parte del H. Concejo Municipal de la Resolución N°11.101, disponiendo que el Departamento Ejecutivo, a través de las Secretarías correspondientes, cumplimente las Ordenanzas N° 11.108 y N° 10.849/02 respecto del "Club del Trueque" que se desarrolla en el Parque Garay, como así la Resolución N° 12.640 que propiciara la reubicación del nodo de trueque que se venía desarrollando en Plaza "Fournier"; - en dicho marco, el principio del ordenamiento integral de la ciudad, es una de las ideas fuerza que rige la actividad de gobierno, por lo que corresponde plantear una adecuada reubicación de las actividades descriptas, teniendo en cuenta que el Artículo 17 de la ley 2756 (Orgánica de Municipalidades) establece que "No se admitirá acción alguna para paralizar el cumplimiento de las resoluciones municipales, dictadas de acuerdo con la presente ley, en lo concerniente a seguridad, higiene y moralidad pública"; Existe una clara y concreta reglamentación de su funcionamiento. Por ello, una vez autorizada la radicación y traslado de los feriantes desde distintos puntos de la ciudad, y habiendo comenzado la actividad económica de los mismos, que aseguran sus únicos medios de subsistencia, esta Administración pondera que, suspender el Decreto DMM n° 1509/08, implicará "UN DAÑO SUSTANCIAL A UN COMETIDO PUBLICO" y SERÁ "SUSCEPTIBLE DE GENERAR UN PERJUICIO MAYOR QUE EL GENERADO DE LA NO SUSPENSIÓN" (arg. Art. 8 ley 10.000). Hoy el mercado popular funciona bajo pautas de orden y control, con medidas de seguridad e higiene adecuadas, encontrándose los puestos debidamente organizados" (fs. 194 y vta.). Que asimismo, obra en autos una constatación notarial del 6 de diciembre de 2008, relativa al funcionamiento real de la llamada mega-feria, donde se comercializan productos variados (fs. 199/200). Que el aquo, mediante decreto del 9 de diciembre de 2008 tuvo presente dicha manifestación de la Municipalidad (fs. 196), que fue recurrida mediante reposición por la parte actora (fs. 305/315); desestimada en anterior instancia y concediendo la apelación en fecha 16 de diciembre de 2008 (fs. 316/317); siendo la materia de este auto. Que a criterio del suscripto, algunas de las razones dadas por la Municipalidad transcriptas precedentemente, por su seriedad e implicancias sociales, justifican la no suspensión invocada por la misma, máxime dada la época en que el conflicto esta planteado; sin perjuicio de lo que corresponda al tratar el fondo de la cuestión llena de intereses en pugna, una vez sustanciada la prueba y completado el procedimiento correspondiente. DRAGO AMANDA B. de BULLRICH (Secretaria)