PALABRAS DE S.E. EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, SEBASTIÁN PIÑERA, AL CONDECORAR CON MEDALLA BICENTENARIO DEL CONGRESO NACIONAL A EX PRESIDENTES DEL SENADO Y LA CÁMARA Santiago, 26 de Septiembre de 2011 Muy buenas tardes: La verdad que ser chileno es una bendición de Dios. Ser parlamentario, es un gran privilegio, pero haber presidido nuestra Cámara de Diputados o nuestro Senado, constituye no solamente un gran honor, sino que también, y todos y cada uno ustedes lo sintieron y lo siente hoy día el diputado Melero y el senador Girardi, es una tremenda responsabilidad. Yo quiero saludar con mucho cariño a todos los que presidieron nuestra Cámara y nuestro Senado, pero en forma muy especial a don Patricio Aylwin, que le tocó no solamente presidir nuestro Senado, sino que le tocó presidir una de las etapas más hermosas en la política chilena, como fue nuestro reencuentro con la democracia. Entre los chilenos y chilenas que han tenido el privilegio y la responsabilidad de presidir nuestra Cámara y nuestro Senado, está lo mejor de nuestro país. Cuando uno analiza la historia, esta historia ya bicentenaria de nuestro Congreso, uno se da cuenta por qué Chile logró transformarse, desde la Colonia más pobre durante los tiempos de España, en el país con la democracia más consolidada, el ingreso per cápita más alto y probablemente las mejores posibilidades de transformarse en un país desarrollado. Porque siento que los que han presidido nuestras Cámaras, tanto la Cámara de Diputados como el Senado, tienen muchas cosas en común. Por de pronto, representan corrientes políticas democráticas, de muy diverso origen, principios y visiones, pero con un lugar común, que ha sido su lealtad y su amor por nuestra patria. La verdad es que no son muchos los chilenos que tienen la oportunidad o el privilegio de dedicar sus vidas al servicio público, y hacer de la política, una actividad noble. Hoy día sabemos que más que nunca tenemos que hacer un esfuerzo muy especial y sacar lo mejor de nosotros mismos para ennoblecer e iluminar nuestra política. Que no sea un juego de suma cero, en que lo que gana uno, lo pierde el otro. O incluso de suma negativa, en que por ganar algo, estamos dispuestos a que los demás pierdan aún más. Sino que transformarlo en esa actividad noble, que crea valor y que agrega y mejora la calidad de vida de los chilenos. Porque muchas veces tenemos esta paradoja, tanto aprecio por la democracia y, al mismo tiempo, tanto desprecio por la política. Y eso no es un camino sano para nuestro país. Y cuando uno analiza la historia, muchas veces esa situación se ha transformado en una profecía autocumplida. Cuando la política pierde su nobleza, pierde su razón de ser, irremediablemente termina envileciéndose. Y yo creo que en la historia de nuestro país hemos conocido momentos de grandes luces, en que nuestros políticos supieron liderar nuestro país, pero también momentos de grandes sombras, en que nuestros políticos no supieron poner por delante los intereses del país y sucumbieron a etapas en que faltó esa nobleza y esa grandeza. Por eso hoy día es un tremendo honor y un gran privilegio poder entregarles la medalla conmemorativa del Bicentenario de nuestro Congreso Nacional, a todos ustedes, que les tocó, en distintas etapas de la vida republicana de nuestro país, presidir la Cámara de Diputados o presidir el Senado. Todos los que hemos pasado por el Congreso, sentimos un legítimo orgullo por su historia. De hecho, la primera sesión de nuestro Congreso fue realizada el 4 de Julio del año 1811. Y, por tanto, la historia de nuestro Congreso está absolutamente hermanada con la historia de nuestra República. Fue en el Palacio que entonces era de la Real Audiencia, que actualmente es el Museo de Historia Natural, frente a nuestra Plaza de Armas, y desde entonces nuestro Congreso ha sido protagonista, y muchas veces ha tenido que liderar a nuestro país y enfrentar los más grandes desafíos. No es casualidad que por sus salas, por sus aulas, por sus pasillos, hayan tenido la oportunidad de servir a Chile los hijos más ilustres de nuestra Patria, partiendo por nuestro Libertador Bernardo O’Higgins, y figuras como Camilo Henríquez, José Miguel Infante. También grandes poetas y grandes intelectuales, como Andrés Bello, Benjamín Vicuña Mackenna, José Victorino Lastarria, Eusebio Lillo, Pablo Neruda, y tantos más. También hemos tenido la oportunidad de tener mujeres notables, que marcaron huellas y rumbos en sus tiempos, como nuestra primera senadora, María de la Cruz, o nuestra primera diputada, Inés Enríquez. Pero también en nuestro Congreso han estado los líderes del movimiento obrero y del movimiento sindical, como Luis Emilio Recabarren, Manuel Araya, y tantos más. Y cuando uno revisa la historia, se da cuenta que ha sido en nuestro Congreso donde todas las distintas expresiones de nuestra nación, se han podido manifestar en plenitud, desde grandes agricultores, grandes profesionales, grandes artistas, todos ellos han tenido su oportunidad de servir a Chile desde nuestro Congreso Nacional. Y este Congreso, nuestro Congreso, durante los 200 años de su existencia, que lo convierten, junto a muy pocos Congresos en el mundo, tal vez junto con Estados Unidos, Francia, Inglaterra e Irlanda, en los Congreso más antiguos y con mayor tradición en la Tierra. Y eso, en realidad, nos demuestra que nuestro país en materia de democracia, empezó a marcar rumbos desde muy temprano y marco liderazgo a nivel mundial. Desde la fundación de nuestro Congreso, sus debates reflejaron la conciencia, a veces unida, a veces dividida de nuestro país. Fue en nuestro Congreso donde se dieron forma a nuestras instituciones republicanas, donde se declararon las guerras, donde se recuperó la paz, donde se escribieron nuestros códigos y donde ya se han aprobado más de 27 mil leyes. Pero nuestro Congreso empezó a marcar el rumbo desde sus primeros pasos, porque el mismo año de su fundación, y adelantándose al resto de las naciones del mundo, tuvo la visión, la sabiduría y el coraje de establecer la libertad de vientres para todos los hijos de esclavos nacidos en nuestra tierra. Y pocos años después, el año 1823, fue uno de los primeros Congresos en el mundo en abolir toda forma de esclavitud. El progreso a partir de este instante fue permanente. Luego vendrían las leyes civiles, la ley de matrimonio y registro civil, la ley de cementerios laicos, las primeras legislaciones sociales, y durante el siglo XX, llegaría el turno de la ley de instrucción primaria obligatoria, la ley que creó la Corfo, la que otorgó el derecho a sufragio a las mujeres, la ley de la reforma agraria, la que nacionalizó el cobre, la nueva ley de filiación, la reforma procesal penal, entre muchas otras. Pero esta fecundidad de la obra del Congreso, solamente debe estimularnos a seguir sembrando hacia el futuro, con leyes que deberemos aprobar todos juntos, como la reforma a la justicia civil, que es la que interesa realmente a la inmensa mayoría de nuestros ciudadanos, y también, la ley que creara el ingreso ético familiar, para que el compromiso por erradicar la pobreza, tenga un instrumento poderoso y eficaz para llevarlo a cabo. Pero en momentos como éste, uno reconoce que nuestro Congreso ha sido siempre un pilar de nuestra democracia. Y cuando el Congreso ha estado fuerte, nuestra democracia ha estado fuerte, cuando el Congreso ha estado débil o dividido, nuestra democracia ha estado débil o dividida. Así lo vivimos durante parte de la década de los 60 y comienzo de la década de los 70, cuando sin darnos cuenta, la sensatez que hasta entonces había caracterizado nuestra vida política, fue cediendo lugar a la intransigencia, al dogmatismo, a las utopías excluyentes, el respeto sucumbió ante la intolerancia, el diálogo republicano fue reemplazado por la violencia verbal, e incluso por la violencia física, y el bien superior de Chile muchas veces fue supeditado a intereses partidistas. Porque si hay algo que la historia se encarga permanentemente de recordarnos, es que cada vez que Chile no ha sabido conciliar o compatibilizar sus legítimas diferencias, dentro del espíritu democrático y dentro del espíritu republicano, esas diferencias han terminado desembocando en cruentas luchas fratricidas de chilenos contra chilenos. Así ocurrió durante la revolución o la guerra civil del año 1891. Así ocurrió en 1924. Así ocurrió en 1973. Y por eso, nunca debemos cansarnos y comprometernos a fortalecer, cuidar y profundizar nuestra democracia, nuestra amistad cívica y nuestra sana convivencia, porque cuando uno deja pasar la oportunidad de serlo, la historia nos enseña que a veces, cuando las intenciones renacen, puede ser ya demasiado tarde. Los chilenos hemos aprendido no solamente de nuestros errores, como los que cometimos en la década de los 60 y los 70, creo que también hemos aprendido mucho de nuestros aciertos. Y uno de nuestros aciertos fue la forma en que nuestro país recuperó su democracia. Normalmente las transiciones de gobiernos militares a gobiernos democráticos, son en medio de caos político, crisis económica, violencia social. No fue así nuestra transición. En esa oportunidad los chilenos tuvimos las sabiduría, la grandeza, la generosidad de fijar la vista en el futuro y poner por delante lo mucho que nos unía, por sobre las legítimas diferencias y divisiones que caracterizaban entonces a nuestro país. Y así fue como don Patricio Aylwin tuvo el honor y la responsabilidad de, como Presidente de todos los chilenos, civiles, militares, oficialistas y opositores, llevar adelante una transición que muchos sabemos, y el mundo entero reconoce, fue una transición ejemplar y que permitió que nuestro país tuviera la oportunidad de gozar de uno de sus periodos de mayor estabilidad y de mayor progreso en toda nuestra historia republicana. Han pasado 21 años desde que recuperamos la democracia, y si bien ella es la forma natural de vida del pueblo chileno, y si bien ella se encuentra consolidada y madura, no podemos ignorar que también, y desde hace ya mucho tiempo, está dando muestras de fatiga y de agotamiento. No es una democracia todo lo vital, todo lo participativa y todo lo transparente que Chile necesita y que Chile merece. Y, por tanto, nos corresponde a nosotros no dormirnos en los laureles del pasado, sino que reconocer que la democracia es como un ser viviente, que requiere permanente cuidado y que requiere permanentemente estar proyectándola hacia el futuro. Por eso nuestro Gobierno se ha comprometido con una agenda democrática, que apunta a un renacimiento, rejuvenecimiento, una revitalización de nuestra democracia. Gran parte de esa agenda está hoy día a través de proyectos de ley en el Congreso Nacional, y yo estoy seguro que igual como recoge muchas iniciativas que venían de Gobiernos anteriores o de los propios parlamentarios, interpreta fielmente el alma y los anhelos de las chilenas y chilenos. La inscripción automática, que va a sumar a 4 millones de chilenas y chilenos a nuestros registros electorales y a participar de nuestra democracia; el voto voluntario; el derecho a voto a los chilenos en el extranjero que mantengan un vínculo o un compromiso con nuestro país; la posibilidad de que los ciudadanos puedan tener iniciativa en materia de ley; la facilitación de los plebiscitos comunales; la introducción de primarias vinculantes, competitivas, voluntarias, para aumentar la participación de los ciudadanos en la elección de los candidatos; la elección directa de nuestros consejeros regionales, que le va a dar una nueva vitalidad y representación a los gobiernos de cada una de nuestras regiones, son algunos de los proyectos de ley que ya están en tramitación en el Congreso, y que si uno los toma en su conjunto, constituyen una poderosa y eficaz agenda para revitalizar y rejuvenecer nuestra democracia. Pero sabemos que todavía hay temas pendientes. Dentro de ellos, necesitamos también modernizar nuestros partidos políticos, para que se acerquen más y representen mejor a nuestra ciudadanía. Y también perfeccionar nuestro sistema electoral. En estas tareas muchas veces podemos sucumbir en pensar solamente en el interés de corto plazo y en el interés de cada uno de los sectores, o podemos tener la grandeza de levantar la vista y preguntarnos qué esperan las chilenas y chilenos de nosotros en estas materias. Por eso, en momentos en que nuestro país está en una situación muy preferente, muy preferencial en el mundo entero, tenemos una enorme capacidad para ver nuestras deficiencias y a veces no tenemos la misma capacidad para ser capaces de reconocer nuestros logros. Y cuando digo nuestros, me estoy refiriendo no solamente a los logros de un Gobierno, porque los logros son mérito del país entero, de sus habitantes, de sus trabajadores, de sus parlamentarios y también de su Gobierno. En un momento en que el mundo entero está enfrentando nubarrones y posibles crisis económicas, tenemos un país que está bien parado en sus dos pies, que tiene una economía firme y sana y que va a tener que enfrentar estos nubarrones con la unidad interna, sin la cual todas las causas se hacen o más difíciles o simplemente imposibles. Por eso, para reencantar a nuestros habitantes y a nuestros compatriotas con la política y con la nobleza de la política, los que hemos sido llamados a cumplir funciones de autoridad republicana o de representación popular, tenemos que comprometernos no solamente con las leyes que juntos vamos a aprobar, sino que también con una actitud que tiene que nacer del alma y del corazón de todos nosotros. El privilegiar el diálogo por sobre la intransigencia, los acuerdos por sobre la confrontación y, por sobre todo, el reconocer que el Chile que vamos a legar a nuestros hijos y a nuestros nietos, es un Chile que todavía está en nuestras manos de poder definirle sus contornos y poder también trazar sus caminos. Por todo esto, aprovecho esta oportunidad en que estamos celebrando a los que tuvieron la alta responsabilidad de presidir nuestro Senado y presidir nuestra Cámara, de enviar un mensaje a todos los chilenos. Hay veces en que da la impresión que en nuestro país lo que nos divide es más de lo que nos une, pero cuando uno analiza a fondo, con objetividad, con buena voluntad, se da cuenta de que esa no es la realidad. Y, por tanto, tenemos que hacer que la realidad, la que está en el alma y en el corazón de los chilenos, pueda prevalecer. Hoy día enfrentamos muchos desafíos. Por de pronto, el desafío de la educación, y yo quiero enfatizar con todas sus letras, que nuestro Gobierno está profundamente comprometido con una reforma estructural a nuestra educación en todos sus niveles, en el nivel preescolar, escolar y superior, y la reforma tiene que apuntar en cuatro direcciones simultáneamente en cada uno de esos niveles: a mejorar la calidad, porque si no lo hacemos, no tenemos nada que hacer en esta sociedad de la información y el conocimiento; Garantizar educación de calidad para todos nuestros niños y jóvenes, es tal vez la madre de todas las batallas y la principal responsabilidad que tenemos hoy día la generación de chilenos que nos toca conducir a nuestro país; Pero además de garantizar educación de calidad para todos, tenemos que garantizar becas para todos aquellos estudiantes que lo necesitan y que lo requieren; Tenemos que asegurar un financiamiento justo y adecuado para todos los demás estudiantes que, teniendo mérito, quieren acceder a la educación superior; Y tenemos, por sobre todo, que garantizar cobertura, especialmente en aquellos niveles donde los déficits son los más grandes, que en nuestro país corresponden a la educación preescolar, porque si no llegamos a tiempo a corregir las deficiencias que significa muchas veces nacer en un hogar vulnerable, cuando ese niño llegue a la educación escolar, muchas veces las desventajas ya son absolutamente irreversibles. Tenemos muchas otras responsabilidades y desafíos. Un segundo gran desafío es derrotar la pobreza en nuestro país. Chile puede hacerlo, y si puede hacerlo, constituye un imperativo moral del cual nadie ni nada debiera desviarnos. Por eso yo quiero, a las puertas de enviar la ley más importante que se envía todos los años al Congreso, que es la Ley de Presupuesto de la Nación, decirles a todos mis compatriotas que esta ley va a reflejar sincera y profundamente los grandes anhelos y prioridades de las chilenas y chilenos en el día de hoy, y que podríamos resumirla como una ley que va a estar orientada hacia la clase media y que va a poner sus énfasis en la educación, en la salud, en la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico, en la derrota de la pobreza y en la creación de empleos. Y aprovecho la presencia de quienes ejercieron labores de liderazgo, dentro de los líderes que son parte del Congreso de nuestro país, para pedirles que tengamos una discusión del presupuesto del año 2012, que ennoblezca a nuestra política y que permita a nuestro país enfrentar en buena forma los desafíos que el presente y el futuro nos han puesto en nuestro camino. Muchas gracias.