Padre VICENTE CAMPO BELLANTE Nació en Italia el 3 de Septiembre de 1886; profesó en Italia el 1º de Noviembre de 1910; sacerdocio en Bogotá el 11 de enero de 1920; vino a Venezuela el 19 de Diciembre de 1912; murió en Caracas el 19 de Septiembre de 1951; a los 63 años de edad, 40 de profesión y 31 de sacerdocio. Carta Mortuoria Caracas, 1º de Octubre de 1951 Queridos Hermanos: Por primera vez desde que soy Director, debo cumplir con el triste deber de anunciar una muerte de un Hermano, en la persona del Profeso Perpetuo, Sacerdote VICENTE CAMPO BELLANTE, acaecida, en la paz del Señor, el 19 de Septiembre de este año, a los 65 años de edad. El 9 del mes pasado, durante la noche acusó fuertes dolores cardíacos, que nos indujeron a llamar al médico de la casa. Este confirmó lo que sospechábamos: el corazón estaba en peligro. Obediente a las disposiciones de los superiores, fue internado en el Centro Médico de Caracas (San Bernardino) y sometido a un riguroso examen. Pero pasados ocho días, el Padre Campo me pidió que le permitiera volver al Colegio. Así podría trabajar un poco -decía él- y evitarle tantos gastos a la Congregación. Estos sentimientos, los últimos que brotaron de sus labios, él que siempre había sido un trabajador infatigable, los manifestó a la vigilia de su definitivo silencio. Dos horas más tarde le sobrevino un violento ataque de parálisis lateral derecha, se le inmovilizó la lengua, perdió el uso del oído y comenzó para él un intenso calvario de ocho días. En vano los médicos, agradecidos exalumnos salesianos, tentaron de detener el mal, que continuamente progresaba. Inútilmente los Hermanos se turnaron al lado de su cama y ofrecieron oraciones a lo largo de su penosa agonía. La muerte llegó inexorable, llevándose del campo salesiano a uno de sus más activos trabajadores. El Padre Campo había nacido en Villa Rosa, Sicilia, Italia, hijo de Alfonso Campo y Cruz Bellante de Campo, el 4 de Septiembre de 1886. Emigrado joven a los Estados Unidos junto con los suyos, conoció allí a los Salesianos en la ciudad de Troy. De vuelta a Italia, en 1908 fue admitido en el Noviciado de San Gregorio, Sicilia, donde, pasado el tiempo canónico, hizo su profesión religiosa el 1º de Noviembre de 1910. Sus deseos misioneros, por largo tiempo acariciados, se hicieron realidad al partir para VENEZUELA. Aquí llegó en 1912. En 1914 hizo en esta su segunda patria la Profesión Perpetua. Enviado a Bogotá sede de la Inspectoría Colombo-Venezolana, para la Teología, alcanzó la Dignidad Sacerdotal en Enero de 1920, de manos de Monseñor Medina. Necesitado de un descanso, volvió a Italia dos veces: la segunda vez lo sorprendió la Segunda Guerra Mundial. La Casa Salesiana de Barcellona, Sicilia, donde le tocó trabajar, se vio envuelta en mil peripecias y peligros. Terminada la Segunda Guerra Mundial pidió volver a Venezuela, adonde llegó en 1948. Ahora dos palabras sobre su vida religiosa. Ya de clérigo era un modelo de reserva y exquisitez en sus modales. Como religioso, puntual en el horario, un maestro excelente, que sabia unir a la piedad, la disciplina. Serio y bueno, de pocas palabras, buscaba siempre y a tiempo el sentido de la eternidad. Tenía suma facilidad para el estudio y la enseñanza de las lenguas. Innata era también en él su habilidad para hacer amar y estudiar el Catecismo y la Instrucción Religiosa. En la vida de comunidad fue siempre fiel al cumplimiento de sus deberes religiosos y entusiasta para procurar la exaltación del buen nombre y las prerrogativas salesianas, vibrante de entusiasmo por las vocaciones, dedicando también con sacrificio parte de su tiempo a enseñar el latín a los vocacionables. Era igualmente un apóstol de las Compañías Religiosas y del Pequeño Clero. Dirigía sus dotes hacia el perfecto funcionamiento del Oratorio Festivo. Para esa Obra sabía buscar y encontrar cooperadores fieles. Cuando regresó a Italia, la obediencia lo destinó a una parroquia de periferia. Allí también fue un catequista infatigable. Era un espectáculo ver a centenares de muchachos, que todas las tardes, al aviso de una trompeta corrían para la clase de Catecismo. Pero su edad y los achaques que le vinieron de dolores en una pierna a consecuencia de una antigua caída, aconsejaron a los Superiores a que limitara sus actividades. Aquí en Caracas se le encomendó el Santuario de María Auxiliadora, anexo al Colegio San Francisco de Sales. La repentina y aparente limitación de su campo de actividad pareció, al principio, que lo postraba un poco, ya que se sentía aún fuerte. Pero cuando sus ocupaciones diarias lo absorbieron totalmente, se sintió contento. En sus Cuentas de Conciencia mensuales, me manifestaba esa satisfacción. Manifestaba igualmente sus dificultades y sus puntos de vista. Su acción luego no era sino la puesta en práctica de las directivas del Director. El año que pasó entre nosotros puede resumirse en este binomio: Confesión y Tabernáculo. A las 4:15 am. abría la puerta del Santuario y hasta las 9:15 am., cuando terminaba la última misa, era un trabajo continuo: daba la Comunión, entraba y salía de su confesionario, con los breves paréntesis de su Meditación y de la Santa Misa, que celebraba devotamente. La estima y el respeto que en poco tiempo lo rodearon, a pesar de su manera de ser más bien seria, fueron el fruto de su dedicación al Catecismo y de las Primeras Comuniones, numerosísimas, de muchachos de la zona, que preparaba cuidadosamente. Al conocerse su enfermedad eran muchos los que personalmente o por teléfono preguntaban por él. Imponente fue la manifestación de duelo en sus funerales, que fueron celebrados por el Reverendísimo Padre Inspector, Padre Pedro Tantardini, presente el cadáver, en el mismo Santuario de María Auxiliadora, que había sido testigo de su trabajo. La bendición del túmulo fue impartida por el Excmo. Monseñor Lucas Guillermo Castillo, antiguo alumno salesiano. Exalumnos y Cooperadores en gran número, se alternaron en llevar la urna que contenía sus despojos. Todos lo recordaban como buen maestro y excelente director de almas. Entre los Exalumnos se encontraba el Ministro de Agricultura, el Doctor Pedro José Lara Peña, Presidente Regional de la Asociación. Sus restos reposan en el Mausoleo Salesiano del Cementerio General del Sur, a los pies de María Auxiliadora, esperando la resurrección final. Aceleremos, si tuviere necesidad, con nuestras fraternas oraciones, su entrada en el Reino Celestial. Decid también una oración por esta Casa y por quien se profesa vuestro afectísimo en Don Bosco Santo, Sac. Enrique Pernía Director