UNIVERSIDAD DE PUEBLA REPORTE DE LECTURA CAPÍTULO IV ESENCIA Y EXISTENCIA DE LA EDUCACIÓN MAESTRO: JOSÉ LUIS VILLEGAS VALLE MAESTRANTE: ODRA AYALA RUIZ JUNIO, 2012 Sólo el que posee un concepto adecuado del sustento de toda educación que es el hombre, podrá entender la misma naturaleza de la educación y promover su desarrollo. La conducta animal recorre un camino que la naturaleza le ha preestablecido. En este sentido el animal es un ser cerrado a la realidad. Por el contrario el hombre sale a la realidad y la transforma, y esta transformación crece, por ello se dice que el hombre es un ser abierto a su entorno. Es justamente en esta apertura en la que radica la educabilidad humana. Apertura es lo opuesto al instinto ciego. El hombre sale al mundo y lo hominiza, haciéndolo apto para su condición de ser humano. Esta forma de actuar frente al mundo hace del hombre un ser de realidades, por la que el hombre quiere la realidad porque le es útil, pero sobre todo porque es capaz de asimilar lo que ella es. Este realismo es necesario porque la educabilidad es un grito interior, una llamada a la responsabilidad personal ante el proyecto vital propio para lograr el cual precisa de un diálogo y una disposición permanente a asimilar lo que en su entorno favorece ese crecimiento. La educabilidad es personal, brota de la persona y no de fuera de ella. Es intencional porque el hombre puede y debe hacerse cargo de sí teniendo delante las metas que él mismo se auto fija. Es referencial porque la meta por él escogida le hace que pueda dar razón de hacia dónde se dirige, no es un camino que recorre a tientas. Es dinámica, porque supone actividad y por último, es necesaria porque educabilidad y humanización son dos tareas que se identifican y que si no se realizan traen consigo enormes costes existenciales. Es necesaria, porque sin ella el hombre se vería privado de posibilidades de autorrealización, personalización y de socialización. Otro aspecto que permite la educabilidad del ser humano es la autoconciencia, por ella el hombre capta al otro-que-él y concomitantemente se capta a sí mismo. Sin esta reflexividad del conocimiento el hombre no podría reconocerse rector de su conocimiento y por ende de sí mismo. El hombre es capaz de objetivar la realidad y objetivarse, ello le permite poder tomar las riendas de su existencia. Esta capacidad va muy de la mano con la llamada memoria existencial, por la que asocia lo experimentado en el pasado con lo que vive en el presente y eventualmente corregir errores pretéritos en vistas de poder alcanzar de la mejor manera lo proyectado. Fermoso propone también el principio de convergencia que hacen al hombre capaz de aunar lo hereditario, lo ambiental y lo realizado por iniciativa propia. El hombre no debe inventar cada vez algo nuevo para enfrentar la realidad, para ello tiene el aporte de los que vivieron antes que él y cuya experiencia le sirve de base para desenvolverse en el mundo más fácilmente, este es el motivo por la que el hombre es calificado como un ser de tradiciones, aspecto que también forma parte de la educabilidad humana pues si bien el hombre es lo que él decide sobre sí mismo en esa decisión influye la cultura a la que pertenece. Pero la explicación suprema de la educabilidad radica en la espiritualidad humana. Espiritual es lo opuesto a material, si el hombre fuese sólo cuerpo no gozaría de la flexibilidad a la que usando términos análogos nos hemos referido. Lo que en el hombre no es espíritu está fijado, determinado y acabado por las leyes físicas, biológicas, fisiológicas, psicosomática. Sólo el espíritu posee la inteligencia y la libertad exigidas por la educación. Sólo el espíritu es reducto de las potencias específicamente humanas y, por tanto, sólo el espíritu integra todas las posibilidades de acabamiento poseídas por el hombre. Gracias a la educabilidad el hombre es capaz de aprender, de comunicarse, de tomar decisiones, de enrumbar su vida y de crear cultura. Su compleja estructura psicobiológica, le ha permitido asimilar conocimientos y crear nuevas estructuras espirituales a nivel personal y comunitario (proceso de personalización y socialización). A esta característica humana que le posibilita el proceso educativo y esta capacidad de aprender Hubert Henz la denomina “educabilidad”. La educabilidad es un poder ser educado, una posibilidad y una categoría humana. Una posibilidad porque permite la viabilidad del proceso educativo y la factibilidad del mismo, y una categoría humana, porque es una cualidad de su ser desde el ámbito antropológico. Se dice que el hombre es sociable, histórico, perfectible y educable por naturaleza. El hombre es educable porque puede comunicarse, dispone de una capacidad de apertura hacia los otros y de toma de decisiones que le permite afrontar las diversas opciones que se le presentan en la vida. Todo ello indica que el hombre posee inteligencia y libertad. Sin apertura no es posible la educabilidad Entre el proceso de autorrealización y posibilidad de educarse existe identificación. El ser humano es capaz de proyectar su auto perfeccionamiento y autorrealización. Según Fermoso: “El hombre es un ser cultural, activa y pasivamente, es decir, puede crear y escribir cultura”. Para algunos autores, el hombre es educable porque es un ser espiritual y como tal tiene capacidad de educarse, es decir de cambiar su conducta, de perfeccionarse. “El espíritu es la explicación suprema de la educabilidad porque para ser educado es condición primordial, ni estar preparado ni determinado de antemano”. Fundamentación de la educabilidad: “La única parcela del ser humano que admite perfectividad es aquella que por su misma es aquella que por su misma esencia es flexible y dúctil. Sólo el espíritu posee la inteligencia y la libertad perseguida por la educación. La espiritualidad es la primera condición de la educabilidad”. LA EDUCACIÓN EN EL AÑO 2000 La sociedad del nuevo milenio, en el ámbito de la educación vislumbra una educación permanente e individualizada aprovechando los recursos tecnológicos y científicos. El docente del año 2000 deberá tener ciertas cualidades como ser ingenieros de la información, capaces de elaborar nuevos métodos de auto aprendizaje, ser consejero, libre e independiente, con capacidad para la empatía y la comunicación, abierto a todas las innovaciones científicas y pedagógicas. La educación se dirige al futuro. Se plantean dos formas de enfocar este futuro una que priva al educando de su libertad y la otra lo ayuda a ser libre. Como parte de la estructura de la educación se encuentra la formación de hábitos que incluye la comprensión del fin que persigue. La repetición sistemática de los actos. La intensidad con que se ejecutan éstos. La formación de hábitos tiene gran importancia en el aprendizaje. Para la adquisición de los hábitos es indispensable despertar el interés activo. También se incluyen, en la educación son las capacidades o facultades. Las actitudes son los estados mentales y emocionales mediante los cuales el sujeto se adapta a las situaciones dadas. La habilidad es la destreza para ejecutar una actividad, ya sea intelectual, estética, social y manual y se adquiere mediante el ejercicio de las actividades propias y es fundamental para la educación. Los Siete Saberes Según Edgar Morin 1. Una educación que cure la ceguera del conocimiento. Todo conocimiento con lleva el riesgo del error y de la ilusión. El conocimiento humano es frágil y está expuesto a alucinaciones, a errores de percepción o de juicio, al conformismo, etc. La primera tarea de la educación es enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento. La búsqueda de la verdad exige reflexibilidad, crítica y corrección de errores. El primer objetivo de la educación del futuro será dotar a los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del conocimiento y, al mismo tiempo, enseñarles a convivir con sus ideas, sin ser destruidos por ellas. 2. Una educación que garantice el conocimiento pertinente. Ante la gran cantidad de información, es necesario discernir cuáles son las informaciones clave, es decir la información, y los problemas. Sin duda, la educación debe promover una "inteligencia general" apta para descubriendo el contexto, lo global, lo multidimensional y a la interacción de estos los elementos. Esta inteligencia general se construye a partir de los conocimientos existentes y de la crítica de los mismos. Su configuración fundamental es la capacidad de plantear y de resolver problemas. En este punto, Morin introdujo una "pertinente" distinción entre la racionalización (construcción mental que sólo atiende a lo general) y la racionalidad, que atiende simultáneamente a lo general y a lo particular. 3. Enseñar la condición humana Es necesario conocer la naturaleza humana, es decir conocer de dónde estamos, de dónde venimos y a dónde vamos. Lo humano es y se desarrolla en bucles: a) cerebro- mente- cultura b) razón - afecto - impulso c) individuo - sociedad especie. Todo desarrollo verdaderamente humano significa comprender al hombre como conjunto de todos estos bucles y a la humanidad como un universo 4. Enseñar la identidad terrenal La historia humana comenzó con una dispersión de todos los humanos hacia regiones que permanecieron durante milenios aisladas, produciendo una enorme diversidad de lenguas, religiones y culturas. En los tiempos modernos se ha producido la revolución tecnológica que permite volver a relacionar estas culturas, volver a unir lo disperso... Es necesario introducir en la educación una noción mundial, no sólo para percibir mejor los problemas, sino para elaborar un auténtico sentimiento de pertenencia a nuestra Tierra considerada como última y primera patria. 5. Enfrentar las incertidumbres La educación debe hacer suyo el principio de incertidumbre, tan válido para la evolución social como la formulación del mismo por Heisenberg para la Física. Pero la incertidumbre no versa sólo sobre el futuro. Existe también la incertidumbre sobre la validez del conocimiento. Y existe sobre todo la incertidumbre derivada de nuestras propias decisiones. Una vez que tomamos una decisión, empieza a funcionar el concepto ecología de la acción, es decir, se desencadena una serie de acciones y reacciones que afectan al sistema global y que no podemos predecir. Nos hemos educado aceptablemente bien en un sistema de certezas, pero nuestra educación para la incertidumbre es deficiente. 6. Enseñar la comprensión La comprensión se ha tornado una necesidad crucial para los humanos. Por eso la educación tiene que abordarla de manera directa y en los dos sentidos: a) la comprensión interpersonal e intergrupal y b) la comprensión a escala planetaria. Morin constató que comunicación no implica comprensión. Ésta última siempre está amenazada por la incomprensión de los códigos éticos de los demás, de sus ritos y costumbres, de sus opciones políticas. A veces confrontamos cosmovisiones incompatibles. Los grandes enemigos de la comprensión son el egoísmo, el etnocentrismo y el sociocentrismo. Enseñar la comprensión significa enseñar a no reducir el ser humano a una o varias de sus cualidades que son múltiples y complejas. 7. La ética del género humano Además de las éticas particulares, la enseñanza de una ética válida para todo el género humano es una exigencia de nuestro tiempo. Morin presenta el bucle individuo - sociedad - especie como base para enseñar la ética venidera. En el bucle individuo- sociedad surge el deber ético de enseñar la democracia. Ésta implica consensos y aceptación de reglas democráticas. Pero también necesita diversidades y antagonismos. El contenido ético de la democracia afecta a todos esos niveles. El respeto a la diversidad significa que la democracia no se identifica con la dictadura de la mayoría. En el bucle individuo - especie Morin fundamenta la necesidad de enseñar la ciudadanía terrestre. La humanidad dejó de ser una noción abstracta y lejana para convertirse en algo concreto y cercano con interacciones y compromisos a escala terrestre. Morin dedicó a postular cambios concretos en el sistema educativo desde la etapa de primaria hasta la universidad: la no fragmentación de los saberes, la reflexión sobre lo que se enseña y la elaboración de un paradigma de relación circular entre las partes y el todo, lo simple y lo complejo. Abogó por lo que él llamó diezmo epistemológico, según el cual las universidades deberían dedicar el diez por ciento de sus presupuestos a financiar la reflexión sobre el valor y la pertinencia de lo que enseñan.