Investigaciones arqueológicas en la Ciudadela de ‘Ammân (Jordania) ANTONIO ALMAGRO GORBEA Escuela de Estudios Árabes del CSIC JULIO NAVARRO PALAZÓN Escuela de Estudios Árabes del CSIC PEDRO JIMÉNEZ CASTILLO Escuela de Estudios Árabes del CSIC Las actividades de la Misión Arqueológica Española en la Ciudadela de ‘Ammân se iniciaron en noviembre de 1974 coincidiendo con las labores de restauración y excavación del baño de Qusayr ‘Amra, otro importante monumento omeya, hoy inscrito en la lista del Patrimonio Mundial. Con algunas suspensiones, se fueron sucediendo en los años siguientes y hasta 1981, las tareas de excavación, documentación y levantamientos planimétricos en todo el área de la ciudadela, así como diversas operaciones de restauración. Todas las actividades hasta entonces desarrolladas lo fueron bajo la dirección del profesor Martín Almagro Basch, a quien se debe la elección de este importantísimo yacimiento como objetivo principal de las investigaciones de la Misión por él dirigida. Durante estos años, los trabajos fueron costeados por la Dirección General de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores, colaborando en todo momento con el Departamento de Antigüedades del Ministerio de Turismo y Antigüedades de Jordania. En 1982, la Dirección General de Relaciones Culturales decidió suspender la financiación a los proyectos arqueológicos en el exterior, remitiendo la gestión de los mismos al Ministerio de Cultura. No será hasta 1989 cuando se logre nuevamente un presupuesto para continuar en ‘Ammân. En ese año, con una subvención concedida por el entonces Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales del Ministerio de Cultura con cargo al presupuesto de actividades arqueológicas en el extranjero, se realizó una nueva expedición. Tras una breve interrupción durante los años 1990 a 1992, debida a la primera crisis del Golfo, se han continuado sin obstáculo hasta 2000 otras campañas sufragadas por el Instituto del Patrimonio Histórico Español. Las excavaciones en estos años se plantearon como una colaboración científica entre la Escuela de Estudios Árabes del CSIC y el desaparecido Centro de Estudios Árabes y Arqueológicos «Ibn ‘Arabi» del Ayuntamiento de Murcia. En 1995 el proyecto de la Ciudadela de ‘Ammân recibió un impulso definitivo al determinar la Agencia Española de Cooperación Internacional financiar la restauración del Alcázar Omeya con vistas a su potenciación como área cultural de atracción turística y por lo tanto, motor potencial de desarrollo. Durante todo este período hemos asistido a su gradual pero completa transformación. De ser prácticamente una zona de uso militar, situación en la que se encontraba a comienzos de los años setenta, pasó posteriormente a ser un área urbana marginal sin apenas interés para la propia ciudad y con escasísimas visitas de extranjeros. A par- 75 INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA CIUDADELA DE AMMAN (JORDANIA) 76 tir de los años noventa su atractivo turístico se ha ido incrementando de forma paulatina. Pero no sólo son hoy los grupos los que acuden allí de forma cada vez más asidua. Los habitantes de ‘Ammân empiezan a subir al _abal al-Qal’a a pasear y a contemplar sus restos arqueológicos con una creciente curiosidad por su pasado histórico. A ello hay que añadir las excursiones ya cotidianas de alumnos de colegios o de la universidad. De esta manera ha cambiado drásticamente el panorama del yacimiento, convertido ahora en un polo de atracción en aumento. Siguiendo este proceso hemos visto colmado uno de nuestros mayores anhelos, siempre presente en éste como en otros proyectos vinculados con el patrimonio cultural: lograr que los trabajos de excavación y de restauración no se queden sólo como simple satisfacción de un círculo de especialistas y eruditos, sino que transciendan de una forma más extensa a la población en general, sirviendo a la vez de acicate cultural y de motor de un desarrollo entendido de forma integral. Creemos que la Ciudadela de ‘Ammân a partir de ahora no sólo es una ruina recuperada de excepcional valor científico, sino que constituye un referente urbano para los vecinos de ‘Ammân y de Jordania en general. Las actuaciones más relevantes que desde el punto de vista arqueológico hemos realizado durante estos últimos años han consistido en las excavaciones del denominado edificio F, perteneciente a un núcleo residencial del conjunto palatino allí levantado, y las de la mezquita omeya. El edificio F La parte central del complejo áulico omeya está compuesta por nueve núcleos residenciales de estructura autónoma, relacionados a través de una serie de espacios que constituyen una auténtica trama urbana (fig. 1). Tres de ellos, los denominados como A, B, y C, fueron explorados entre 1927 y 1933 por la misión italiana que dirigió G. Guidi en su primera campaña y R. Bartoccini en las sucesivas. Nuestras excavaciones realizadas entre 1989 y 1995 permitieron la completa recuperación del que llamamos edificio F, situado en el lado oeste del patio n.º 2. Ocupa una parcela rectangular de 27 x 35,90 m (fig. 2). Se accede al edificio por una puerta que a través de un espacio alargado o corredor comunica con un patio central porticado en sus cuatro lados. Este núcleo, desplazado hacia el norte, queda adosado al muro perimetral del inmueble por ese lado, mientras que por los otros está delimitado por crujías. Las columnas de los pórticos sostienen cuatro arcos en los dos lados mayores y tres en los dos menores. Sin duda lo más singular de las arquerías, tanto las del pórtico como las que se encuentran configurando los vanos tripartitos que dan paso a las salas principales o iwanes, son su técnica constructiva y su peculiar forma. Las columnas, de fuste cilíndrico liso, sin éntasis ni decoración alguna, se asientan sobre una basa compuesta por un simple plinto. El fuste remata en un plano horizontal cuadrado de dimensiones similares a la basa y del que parten los arcos. Estos últimos presentan un primer tramo vertical, desde el plano de remate de la columna hasta el punto propiamente de arranque del arco, pues en este lugar se produce un ligero resalte de la superficie del intradós iniciándose ahí la parte cóncava que según los casos se sitúa a diferente altura para compensar unas luces desiguales y permitir con ello que todas las claves estén a la misma cota. Las arquerías en su totalidad están construidas con mampostería irregular recibida 77 Figura 1. Planta general del palacio y el centro urbano de la ciudadela omeya de ‘Ammân. INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA CIUDADELA DE AMMAN (JORDANIA) 78 Figura 2. Vista del edificio F del palacio omeya de ‘Ammân durante su excavación. Figura 3. Reconstrucción hipotética del edificio F. con argamasa de yeso seguramente con algo de cal o al menos con árido calcáreo. Todas las superficies de las arquerías debieron de estar enlucidas o al menos así estaría previsto su acabado, aunque no ha aparecido ninguna zona que lo conserve. Los frentes de las arquerías del patio estaban seguramente rematados con un antepecho de ladrillo, tal y como parece demostrar la abundante aparición de este material justo debajo de los arcos cuyos fragmentos encontramos desplomados sobre el pavimento del patio; su disposición hace suponer que la ruina del edificio, y en concreto de las arquerías, se produjo súbitamente, probablemente por efecto de un terremoto. La crujía oriental cuenta sólo con las dos habitaciones que flanquean el corredor de acceso, mientras que la meridional es más compleja y se organiza en torno a dos unidades residenciales (bayts) casi simétricas, compuestas cada una por un iwan que aparece acompañado de cuatro habitaciones. Los dos iwanes tienen parecidas dimensiones, con unos 6,20 m de ancho por 10 m de largo, y se abren al patio por su frente septentrional mediante tríforas sostenidas por dos columnas semejantes en todo a las del patio. La crujía occidental es la más estrecha e incluso sus dependencias son algo menores que las que se abren al iwan por este lado; está ocupada también por tres espacios, de los que el central alberga la escalera de subida a la terraza, con forma similar a otras que existen en los demás edificios del palacio. Las últimas habitaciones de esta crujía occidental ocupan su extremo noroeste y se accede a ellas por una puerta situada en el ángulo del patio. El espacio interior está dividido en dos por un muro de dirección norte sur que deja un vano de comunicación en su extremo meridional. Queda de este modo organizado un cubículo al que se llega a través de dos puertas, notablemente más estrechas que las del resto del edificio, constituyendo así un acceso en doble recodo. La función más lógica que cabe atribuirle sería la de letrina. El edificio F contaba con tres cisternas que seguramente almacenaban el agua de las terrazas mediante canalizaciones verticales como las que aún se conservan en el Gran Vestíbulo del palacio. La cisterna del patio recogería el agua allí caída. Están talladas en la roca natural, tienen un enlucido de cal de gran calidad y acabado muy bien alisado y bruñido para evitar las fugas. Su sección, aunque muy irregular por la natu- raleza del terreno en que se excavaron, se aproxima a la de un tronco de cono bastante agudo. Más adelante nos ocuparemos brevemente del sistema hidráulico del que formaban parte todas ellas. Las investigaciones realizadas han puesto de relieve aspectos constructivos de especial relevancia. Así resulta del todo evidente la presencia de formas estructurales y de técnicas constructivas que siguen distintas tradiciones arquitectónicas, como consecuencia de la participación de operarios de muy diversa procedencia. Podemos conjeturar sin demasiadas dudas, que quien concibió y planificó este conjunto áulico provenía de la zona oriental del mundo islámico: de Persia o Mesopotamia. El concepto del palacio, la tipología de la mayor parte de los edificios y estancias y la generalidad de las disposiciones estructurales y decorativas muestran claramente el origen de su autor. Junto a él debieron de trabajar obreros que conocían materiales y procedimientos de construir ajenos a la práctica romana y bizantina imperante hasta entonces en Siria. Fruto de todo ello es la convivencia de nuevas formas y tipologías de ascendencia otras con otras de carácter autóctono. Así, los arranques de arcos y bóvedas se realizan siempre con un ligero saliente de escasos centímetros que muchas veces marca una falsa imposta, muy por debajo del inicio real de la curvatura de los arcos o las bóvedas. También resulta novedoso respecto a la tradición local la utilización de arcos apuntados que junto con el peralte producido por el descenso de los resaltes que marcan la imposta, se aproximan a los perfiles parabólicos a veces adoptados en las edificaciones sasánidas. Mayor interés presentan a nuestro juicio las técnicas constructivas de procedencia persa y mesopotámica. De ellas quizás lo más destacable es el uso del yeso, empleado de forma puntual en ciertos elementos sustentantes del palacio que requerían una puesta en carga inmediata como son los dinteles de las puertas, formados por piedras irregulares con disposición de tosco dovelaje, y las columnas y arcos de los patios, también obra de mampostería. Entre los restos de las arquerías caídas se pudo individualizar con claridad la presencia de elementos prefabricados de yeso. Se trata de unas placas cuadrangulares de 80 cm de lado y 4 ó 5 cm de espesor, que se usaban a modo de capitel y que servían para realizar la transición de la sección circular de la columna a la cuadrada de las impostas de los arcos. Otro tipo de piezas prefabricadas, también planas y de directriz curva, se utilizaron para conformar las aristas del intradós, que en última instancia eran las que definían la forma de los arcos durante la ejecución de la obra, a la vez que se empleaban como cimbra para la mampostería con que estaban construidos. La excavación y análisis del edificio F nos permite afrontar una interpretación más ajustada de toda la organización y estructura del área central del palacio, pues estamos ante un inmueble destinado a una función residencial. La existencia de dos bayts y la disposición general de sus espacios, nos faculta para emparentarlo con toda la serie de residencias de época omeya o de cronología cercana; sin embargo, no deja de ser sorprendente, y más aquí, que sean en todo semejantes y sin jerarquización ninguna. Los bayts de ‘Ammân no corresponden al modelo típico de Siria, formado por una sala principal y dos o cuatro secundarias, comunicadas todas ellas entre sí y con el exterior a través de puertas; responden más bien al modelo sasánida o mesopotámico, cuya sala principal es un iwan o salón abierto al patio en todo su frente. Sin embargo, convie- 79 INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA CIUDADELA DE AMMAN (JORDANIA) 80 ne advertir cierta originalidad en los de ‘Ammân, dado que se les antepone un pórtico y la trífora de entrada, de modo que el carácter de espacio totalmente abierto queda alterado gracias a los dos filtros que los separan del patio. Nos encontramos así con un modelo que puede considerarse nuevo y original, a medio camino entre el bayt sirio y el sasánida. Se podría pensar que este tipo de residencia albergaría a varias familias, al contener más de un bayt y ser todos semejantes en tamaño y forma. Es muy posible que estemos en presencia de un edificio destinado a dar cabida a un grupo familiar amplio, compuesto por varias parejas con sus respectivos hijos. Respecto a su historia y uso, nuestras excavaciones nos han permitido igualmente confirmar algunos hechos relevantes. El edificio nunca fue completamente acabado: se finalizó la construcción de muros, bóvedas y columnas, pero no se llegó a completar el estucado de los muros, a los que sólo se aplicó el enlucido de base. En el momento de su colapso, debido seguramente al terremoto del año 749 d. C., apenas estaría habitado, pues en todos aquellos sectores en donde se han excavado los derrumbes generados por la catástrofe no se ha documentado el habitual estrato de destrucción repentina, que conserva los ajuares domésticos in situ, e incluso las osamentas completas de personas y animales que suelen acompañar tales niveles en otros yacimientos. Inmediatamente después de esta primera devastación fue objeto de un reaprovechamiento parcial y marginal, que consistió básicamente en el desescombro de ciertas dependencias y su reutilización como apriscos, establos o, tal vez, como modestas viviendas. A mediados del siglo IX sufrió un nuevo abandono, constatado por el empleo del patio como vertedero, en donde incluso se arrojó el cadáver no aprovechado de un camello. A fines del período abbasí o ya en época fatimí se aprecia su último reacondicionamiento antes de su definitiva ruina. La mezquita Ocupa la casi totalidad del frente meridional de la plaza del zoco que constituye el centro urbano y el punto más elevado de la ciudad alta. Antes de iniciar la campaña de excavaciones del año 1997 ya disponíamos de indicios suficientes para suponer que el gran edificio sobre el que íbamos a intervenir era la mezquita omeya de la ciudadela (fig. 1). Las evidencias en este sentido venían manifestadas: por la especial relevancia del emplazamiento, resaltada por la escalinata que cierra la plaza por este lado; por el grosor, solidez y, sobre todo, por la orientación de algunos de los muros perimetrales, que habían sido puestos al descubierto durante la intervención de 1996, y por el testimonio de algunos visitantes de fines del siglo pasado o comienzos del presente, que situaban en este lugar un gran templo o edificio columnado. Todo ello se vio confirmado desde el primer día de excavación, cuando exhumamos el mihrab (fig. 4). Su documentación, sin embargo, no ha sido sencilla, pues el área se hallaba muy alterada. En efecto, presumiblemente arruinada por el terremoto del año 749 d. C., en época abbasí fue parcialmente reocupada y adaptada para otros usos de tipo residual que ocasionaron el desplazamiento de numerosos elementos arquitectónicos para su reutilización. Pero ha sido recientemente, a partir de los años sesenta, cuando la zona sufrió más a causa de la construcción de instalaciones militares, por las remociones de tie- rra efectuadas con medios mecánicos, por la excavación de infraestructuras eléctricas e higiénicas y, finalmente, por la edificación de oficinas y almacenes. Por todos estos motivos dos terceras partes de su superficie se hallaban alteradas hasta una cota inferior a la del suelo fundacional, la mayor parte de la pared muro que la cerraba por el Este había sido completamente destruida, el muro septentrional sólo se conservaba a nivel de cimentación y únicamente 3 de las 38 columnas con que contaba el oratorio fueron halladas in situ. Su avanzado estado de destrucción se debe en buena medida a haber ocupado una posición dominante, lo que ha incrementado tanto la erosión natural como la debida a la acción humana. Los restos que han llegado hasta nosotros son realmente escasos, incluso parte del depósito de escombros que se formó sobre ella ha desaparecido, perdiéndose así la información que el propio volumen de derrubios nos hubiera podido dar sobre cómo eran sus alzados. Pese a las pequeñas irregularidades que presenta, la mezquita tiene planta prácticamente cuadrada de 33,60 m de lado. Para su emplazamiento, se dispuso una plataforma horizontal que en su lado norte está contenida por la escalinata que le da acceso desde la plaza. Está construida con similares materiales y técnicas que el resto de las edificaciones omeyas del conjunto, y en especial del palacio, básicamente con mampostería asentada con mortero de cal, y con elementos singulares de cantería. Tiene un muro perimetral que encierra un espacio interior unitario organizado como sala hipóstila con columnas ordenadas en alineaciones paralelas a los muros de cierre, cubierta probablemente con arcos y bóvedas pero sin que aparentemente exista una clara orientación predominante para los elementos estructurales. Ligeramente descentrado hacia el norte se le dotó de un patio con la simple eliminación de algunos soportes y su correspondiente cubrición. La pared del recinto es de notable espesor y cuenta con contrafuertes de escaso relieve, tanto en su cara externa como en la interna, aunque se evita que queden alineados a un lado y otro del muro de la qibla. Debido a su deterioro, sólo el muro de la qibla y el occidental nos aportan suficiente información sobre su organización pero teniendo en cuenta que era un edificio básicamente simétrico, puede deducirse que su pared oriental era similar a la occidental. La meridional, perteneciente a la qibla, se ha 81 Figura 4. La mezquita omeya de la ciudadela de Amman tras su excavación. Figura 5. Reconstrucción hipotética de la mezquita. INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA CIUDADELA DE AMMAN (JORDANIA) 82 conservado también con suficiente altura para poder apreciar su disposición y la existencia en su parte central de un notable resalte hacia el exterior que alberga el mihrab. La fachada norte, que debió de tener las puertas principales, ha quedado destruida a ras del cimiento, siendo por tanto imposible asegurar cómo era, tema del que no obstante trataremos al estudiar su reconstrucción hipotética. Coincidiendo con los resaltes interiores del muro perimetral, las columnas están organizadas en seis filas de dirección norte-sur y en siete de dirección este-oeste. La separación entre columnas resulta por tanto mayor en la dirección este-oeste que en la norte-sur. Esta diferencia de anchura de los intercolumnios queda en parte compensada por ser más ancho el central que coincide con el ándito que conduce al mihrab. Sólo tres columnas han aparecido in situ, habiéndose tenido que deducir la situación del resto mediante la localización de sus cimientos. En medio de la mezquita, pero desplazado un poco hacia el norte, se estableció el habitual patio o sahan. Para ello se eliminaron cuatro columnas, dos en cada una de las filas cuarta y quinta paralelas a la qibla. De esta forma queda una sala de oración de tres tramos de fondo por siete de ancho, con un patio de tres por tres tramos y tres riwaq de dos tramos de profundidad. La seguridad de que existió un espacio central a cielo abierto nos la proporciona la ausencia de cualquier resto de cimentación perteneciente a los cuatro soportes correspondientes. En el centro del muro de la qibla se abre un amplio mihrab de 2,90 m de abertura y 2,16 m de profundidad. El nicho es un semicírculo peraltado de 1,50 m de radio que conserva una de las dos pilastrillas adosadas que había en su interior estrechando su bo- ca. En el suelo, y junto a la pilastrilla, apareció la huella de cierta pieza, que quizás fuera de madera o mármol a modo de cancel o elemento ornamental. A juzgar por los restos del pavimento, parece que el mihrab tuvo un pequeño escalón o resalte de no más de 5 cm que lo elevaba sobre el resto de la sala. Ya hemos indicado que el nicho se manifiesta hacia el exterior en forma de un gran machón o macizo que sobresale del muro perimetral, único elemento que rompe la monótona simplicidad de la planta. Merecen destacarse sus grandes proporciones, que casi alcanzan las dimensiones de un pequeño ábside. Éstas parecen estar en relación con el tamaño de la mezquita, sin duda la más grande de las conservadas en Jordania de este período omeya. Las columnas utilizadas son de gran sencillez, al igual que la mayor parte de las del palacio. Su basa está constituida por un simple prisma que forma unidad con el inicio de un fuste cilíndrico, sin éntasis, de 0,54 m de diámetro, cuya parte inferior estaba labrada en el mismo bloque que la basa. No tenemos datos sobre la altura de las columnas aunque, a juzgar por las existentes en otros sitios del complejo áulico, podemos conjeturar que sería de unos 2,40 m. Se ha conservado un fragmento de capitel que podría pertenecer a esta mezquita, aunque apareció descontextualizado. Contó sin duda con una abundante decoración muy semejante a la que se adoptó en las distintas partes del palacio, lo que confirma la contemporaneidad de todo el conjunto. Los elementos ornamentales están constituidos por tres grupos básicos: un friso de arquillos ciegos perteneciente a la fachada, los capiteles de las columnas del interior y un conjunto de yeserías que cubrían parte o la totalidad de sus paramentos y arcos internos. Desgraciadamente, ningu- no ha aparecido in situ, dado el grado de destrucción del monumento, por lo que tenemos que jugar con hipótesis respecto a su disposición primitiva. Los dos primeros estaban tallados en piedra mientras que el último se realizó sobre yeso y su estado de conservación es bastante más precario. Además de los enlucidos de mortero de cal que recubrieron al menos los muros interiores, lo encontrado en la excavación parece indicar que los intradoses de los arcos y seguramente sus frentes estuvieron exornados con yesos labrados sobre el mortero fresco. La sola contemplación de su planta pone en evidencia su clara diferenciación con la mayoría de las mezquitas que hoy conocemos del período omeya en el área de Siria, Jordania y Palestina. Aunque no tenemos absoluta certeza de cómo eran sus alzados y la forma en que se cubría, el estudio de su planta nos permite identificar algunos rasgos que pueden servirnos para analizar su semejanza o diferencia con otras de la misma fecha o anteriores. Podríamos concretar estas características en los siguientes puntos: planta cuadrada, forma e interrelación de la sala hipóstila y el patio, organización de los riwaq o pórticos del patio, tipo de soportes, existencia y forma del mihrab y otros detalles. Su planta prácticamente cuadrada la emparenta con las grandes mezquitas construidas en los primeros años de la expansión islámica en las ciudades de nueva fundación como Kufa y Wasit. También tiene en común con las anteriormente mencionadas el carácter relativamente integrado que presenta el patio y los riwaq con la sala de oración. Aunque su patio tiene una proporción menor respecto al total de la planta que el que presentan aquéllas, en todas se aprecia una absoluta continuidad entre la sala de oración y los riwaq y prácticamente no existe diferenciación del patio más que por ca- recer éste de cubierta. El gran tamaño que tiene el mihrab de Amman nos apunta hacia una cronología algo más avanzada que los primeros ejemplos conocidos encabezados por el de la mezquita de Medina, construida por Walid I en 707-709 y que se reputa como el más antiguo. Todo lo analizado, nos permite establecer unos rasgos tipológicos con paralelos en las edificaciones coetáneas. El tipo de planta y la organización de sus espacios y soportes son de influencia oriental, evidenciando un influjo de los modelos irakíes, en clara concordancia con lo que ocurre con muchas de las disposiciones del palacio. Rasgos de carácter local, como el mihrab circular de gran tamaño y el empleo de fábrica de mampostería, demuestran al igual que ocurre en el complejo áulico, la simbiosis de influencias culturales diversas que se produce en la arquitectura de época omeya de ‘Ammân. Además de estas características comunes, la implantación de la mezquita y del palacio como elementos principales del esquema urbanístico diseñado para la ciudadela, obliga a considerarlos totalmente coetáneos. Las características que ofrecen cierto valor cronológico nos apuntan, como en el caso del palacio, a una fecha posterior al 709 pero que no creemos deba llevarse después del 730. Al igual que otras áreas de la ciudadela, la mezquita sufrió un colapso violento y repentino que, a juzgar por la cronología proporcionada por los materiales asociados, creemos se debe identificar con el terremoto del año 749 d. C. Este nivel de destrucción se documentó muy bien en la calle que la limita por el oeste dado que el interior de la sala hipóstila fue desescombrado para su reutilización. En la vía pública, por el contrario, el depósito allí formado no fue retirado, sino que se niveló el terreno con el fin de permitir que la calle siguiera en uso; ló- 83 INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA CIUDADELA DE AMMAN (JORDANIA) 84 gicamente su suelo quedó sobreelevado, aunque no de manera uniforme. En el interior de la mezquita, y directamente sobre el suelo omeya, se documentó la existencia de una serie de muros ajenos al oratorio que reutilizan muchos de sus elementos constructivos, como basas y fustes, fragmentos de cornisa, etc. Algunas de las columnas de la sala hipóstila fueron aprovechadas in situ y aparecen embebidas en la obra tardía, pero la mayor parte fueron arrancadas de su emplazamiento original para utilizarlas como sillares de los nuevos muros. Parece evidente, en consecuencia, que tras la catástrofe que asoló el oratorio, según se comprobó en la calle contigua, su interior fue desescombrado y acondicionado para un uso nuevo. Un edificio tardío reaprovechó la mitad oeste del muro de la qibla y el occidental. Este último se vio severamente afectado por el terremoto, según comprobamos al excavar la calle contigua, lo que explica que en el interior del oratorio se levantaran paredes forrándolo. El meridiano, por el contrario, no parece haber sufrido tanto como el occidental, seguramente porque no existía un desnivel tan pronunciado entre el interior de la mezquita y el suelo del exterior, tal y como sucedía en relación con la calle occidental. Básicamente, las obras tardías consistieron en la edificación de dos o tres crujías paralelas, que se extendían en sentido este-oeste, ocupando el ángulo suroccidental de la sala hipóstila. Sólo las dos crujías más meridionales se conservaban lo suficiente como para que seamos capaces de delimitar todo su perímetro, mientras que de la tercera únicamente conocemos el extremo oeste, debido a la destrucción de que fue objeto todo este área en fechas recientes. Ignoramos si existían más construcciones al norte de las tres crujías comentadas pues- to que, como ya decíamos, esta zona se hallaba arrasada por debajo de la cota del pavimento de la mezquita. No tenemos pruebas que nos permitan precisar la naturaleza del nuevo edificio, aunque teniendo en cuenta su factura relativamente cuidada y los estrados sobreelevados que hay en los extremos de las crujías a modo de alcoba, nos inclinamos por creer que tuvo un uso doméstico. La planta no responde a la típica disposición de la casa de patio central que, según se ha estudiado en la propia Ciudadela de ‘Ammân y en otros asentamientos contemporáneos como Pella y Gerasa, estaba extendida en época omeya. No obstante, el tipo de vivienda compuesta por varias crujías yuxtapuestas es propio de la arquitectura residencial tradicional de la región, tal y como ha quedado probado por ciertos estudios etnográficos. El sistema hidráulico Durante las campañas de los años 1999 y 2000 se llevó a cabo el estudio y documentación de la red destinada a la captación y almacenamiento de agua en la ciudadela omeya. Arrancaba de las cubiertas aterrazadas de los edificios, donde se recogía el agua mediante imbornales y era conducida hasta una o más cisternas a través de bajantes conformadas por tubos cerámicos o atanores. Esta organización era común a las casas privadas de la ciudadela y a los edificios residenciales del área palatina, aunque estos últimos, además, estaban integrados en un sistema colectivo destinado a aprovechar los excedentes, y que incluía también a los espacios públicos: mezquita, plaza del zoco, palacio y baño. Toda el agua sobrante de las cisternas del interior del palacio más la recogida en los patios del complejo áulico, se concentraba en un colector situado en la calle porticada del que arrancaba una gran atarjea que salía a otro colector ya fuera del sector amurallado. A este último vertía también otro canal que conducía el agua sobrante de la gran alberca, a la que iban a parar los aportes pluviales excedentarios procedentes del gran vestíbulo, de la mezquita, de la plaza del zoco y de las áreas en torno al baño, mediante la segunda conducción principal antes citada. Todo lo descrito de manera tan somera, demuestra que en época omeya se acometió un proyecto hidráulico complejo y a la vez unitario, que incorporaba en su diseño una serie de infraestructuras preexistentes, como la mayor parte de las cisternas. El sistema aseguraba el abastecimiento del interior del palacio, pero también alimentaba depósitos colectivos como la gran alberca, que debió de ser aprovechada por todos los habitantes de la ciudadela. Desde el punto de vista de la historia de este singular monumento resulta también de gran interés comprobar que la red descrita quedó parcialmente inacabada, lo que obliga a tener presente esta variable a la hora de estudiar el resto del complejo áulico omeya de la Ciudadela de ‘Ammân. Por otra parte, la excavación del depósito arqueológico del interior de varias cisternas ha permitido comprobar el potencial de este tipo de trabajos de cara a conocer la evolución de las producciones alfareras, pues cuando se abandonaban estos depósitos solían convertirse en auténticos basureros en los que se acumulan materiales de un período muy concreto. En este sentido podemos destacar que durante las dos campañas mencionadas llevamos a cabo el hallazgo de interesantes conjuntos cerámicos de época tardo-bizantina, omeya, abbasí temprana y, especialmente, fatimí, etapa esta última de la que apenas existen conjuntos cerámicos publicados. Bibliografía ALMAGRO, A.: El Palacio Omeya de Amman, I. La Arquitectura, Madrid, 1983. ALMAGRO, A.; JIMÉNEZ, P., y NAVARRO, J.: El Palacio omeya de Ammán III. Investigación arqueológica y restauración 1989-1997, Granada, 2000. ALMAGRO, A. (dir.): El alcázar omeya de Ammán, CD-Rom, Granada, 2000. OLÁVARRI, E.: El Palacio Omeya de Ammán, II. La Arqueología, Valencia, 1985. 85