Álex Covarrubias V.* La Universidad de Sonora continúa siendo depositaria del principal patrimonio científico y cultural del Estado. Su oferta educativa que toca a más de 30 mil estudiantes año con año no tiene parangón. Los acuerpa en alrededor de 40 licenciaturas, cinco especialidades, 21 maestrías y cinco doctorados en seis Divisiones. éstas van de las Humanidades y las Bellas Artes a las Ciencias Económicas y Administrativas, de las Ciencias Exactas y Naturales a las Ciencias Sociales, de las Ciencias Biológicas y de la Salud a la Ingeniería. Es posible decir que no hay una sola actividad económica y social en Sonora, como no hay ninguna empresa de importancia e institución de Gobierno, que funcione sin el concurso de algún universitario salido de sus filas. Por ello, cualquier asunto que afecte a la Universidad es un asunto que preocupa y ocupa a muchos. Es el caso en estos momentos de las bregas sindicales que traen de nueva cuenta a escena el fantasma de los paros y las amenazas de huelga. En la línea de fuego está por ahora el Sindicato de los Trabajadores y Empleados (Steus), pero enseguida las autoridades universitarias han de tratar con el Sindicato de los profesores (Staus). Por razones que creo necesario explorar mucho mejor, el escenario ambiental y las tendencias de la relación de trabajo recientes no son positivas. Uno y otras han tendido a complejizarse y deteriorarse en los últimos años creando una dinámica que parece apuntar hacia etapas de relación ya superadas. La historia de relaciones laborales de la Unison tiene cuatro etapas distinguibles. La primera que llamaré desinstitucionalizada, va desde su fundación hasta mediados de los setenta. En estos años los sindicatos y los derechos no existen, son prohibidos o evitados y las relaciones de empleo tienen un corte altamente personalizado, discrecional y conflictivo. La confrontación marca el tono de una época en que la rectoría se visualizaba como una fuente segura de relanzar carreras políticas oficiosas. En 1976 se crea el Steus y ocho años más tarde el Staus. Es la etapa de institucionalización “forzada” de la relación de empleo, que pasa por la anotación de los derechos de los trabajadores universitarios en la LFT. Es una etapa especialmente crítica. La institucionalización es forzada en la medida en que el rector Alfonso Castellanos I. (1973-1982) decide oponer tensiones y calificativos despectivos a las demandas estudiantiles y laborales provenientes de una comunidad agitada. El uso de la fuerza, la paralización de la Universidad y los enfrentamientos callejeros marcan la nota. Los rectorados de Manuel Rivera Z. (1982-1987), Manuel Balcázar M. (1987-1989) y Marco Antonio Valencia A. (1989-1993), forman la tercera etapa de la historia. La denominó de transición. Se transita a lograr lo básico: Las autoridades y sus representantes se embarcan por fin en una relación de derecho. Y la organización de los trabajadores no es puesta más en duda. Pero en medio de luchas inusitadas por el poder y la reforma de la ley universitaria, el avance académico queda semisuspendido y las disputas laborales terminan como en el pasado: En las calles y con la lucha espesa por hacer que el rector en turno abandone su encargo. La cuarta etapa la hace el rectorado de Jorge Luis Ibarra (1993-2001). Es la etapa de normalización de las relaciones de empleo. Las relaciones académicas también se normalizan. No es que la conflictiva desaparezca. Como comunidad universitaria actuante, la disputa por espacios laborales y académicos se mantiene. Pero por primera vez en su cincuentenaria existencia la Universidad goza de un periodo prolongado de estabilidad, diálogo y distensión en sus relaciones básicas. El rectorado de Pedro Ortega R. avanzó con la idea promisoria de continuar esta etapa de normalización. Sin embargo, con el correr del tiempo lo ganado se ha desgastado. Y si bien en la amenaza de huelga actual del Steus es notable el intento de su dirigente, Dorotea Rascón, por componer la figura que perdió como regidora al votar contra su organización en la controversia de ‘Musas’, la advertencia de retorno al pasado ahí está. Tocando a la puerta de la Universidad. Son complejidades y deterioros en la ambientación de la relación de empleo que es preciso diagramar con lucidez. Tal es la condición sí hemos de ver una universidad que cumpla cada vez mejor sus muchas tareas pendientes. Y, que a la vez, no ponga en duda el derecho de los sindicatos a buscar mejores condiciones de trabajo e ingreso de sus agremiados.