REFLEXION SANTA MISA 19 DE MAYO PENTECOSTES 1 – Significancia. Nos disponemos a celebrar en este fin de semana la Fiesta que nos permite acogernos a la promesa hecha por el mismo Señor a los Apóstoles al volver al Padre: “Cuando venga el consolador, a quien yo enviaré del padre…..” (Jn 15,26); “Pero yo les digo la verdad: conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes…” (Jn 16,7); “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”. (Jn. 14,23-26) No ahondaremos mucho en detalles del hecho histórico por lo que sabemos y se nos ha rebelado en la Palabra. Si es bueno detenernos en el hecho significantes para la vida de la Iglesia, que es gestada en el Espíritu, y para la vida de cada creyente, bautizado en ese mismo Espíritu. Y es bueno renovarnos nosotros a partir de esos hechos significantes, en el año de la fe, donde el Espíritu Santo, fuente y dador de vida, principio y fundamento de toda vida en el espíritu y de toda misión, pueda obrar en estos tiempos en la Iglesia y en cada uno de nosotros sus miembros, en lo que referimos con nuestras palabras significando nuevamente el hecho litúrgico: un Nuevo Pentecostés. 2 – Para la vida de la Iglesia. La vendida del Espíritu, sobre los Apóstoles y sobre María Stma., reunidos en oración, fue un irrumpir en sus vidas, fundamentos de la Iglesia, que a partir de ellos, constituidos en discípulos misioneros, empiezan a dar a luz lo que el Señor les había encargado: convocar a los hombres de todos los pueblos, por la predicación del evangelio. La vida de la Iglesia, a partir de ahí, de ese hecho fundante, tendrá siempre vida en y por el Espíritu y su destino, a partir del proyecto divino, llevar a los hombres a la salvación, estará siempre marcada por la obra del Espíritu. Algo muy reciente para nosotros, y del que fuimos protagonistas por la oración y el hecho que nos llegó muy cerca por la circunstancia histórica: la elección del nuevo Papa. El cónclave, estuvo marcado por la acción del Espíritu sobre los cardenales, al momento de tener que elegir quien seguía con la sucesión de Pedro. Es este Espíritu el que nos permite reflexionar, y con una profunda mirada de fe, que la Iglesia es obra de Dios, pues a pesar de los avatares en la historia de la misma, signada por el pecado, con miembros frágiles en su humanidad, sigue adelante. Si fuera obra de los hombres…. Pero el Espíritu sigue obrando, creando y recreando, lo que Dios fundó 3 – Para la vida de los bautizados. La experiencia de los Apóstoles luego de la efusión del Espíritu sobre sus vidas, fue salir a explicar y dar testimonio de lo que había pasado, de lo sucedido. Ahí como que ya comenzaba la obra evangelizadora y catequética sobre el Espíritu y su significancia para la vida de los hombres y de la Iglesia. Ahora bien luego la historia, y en el hoy también, y en este año de la fe, nos plantea situaciones como las que el mismo Pablo tuvo que vivir al encontrase con los discípulos, quienes ni siquiera habían oído hablar de que existía un Espíritu Santo. La respuesta que san Pablo recibe de un grupo de discípulos en Éfeso, narrada en Hechos de los Apóstoles, es sorprendente: "Ni siquiera hemos oído decir que exista un Espíritu Santo".(Hech. 19,1-2) “El papa Francisco observa así con realismo, que la falta de conciencia que manifiestan los cristianos hace dos mil años no es solo "algo de los primeros tiempos", sino que el Espíritu Santo “es siempre como el desconocido de nuestra fe". «Hoy en día, muchos cristianos no saben quién es el Espíritu Santo, qué es el Espíritu Santo. Y a veces se oye: "Pero yo me organizo bien con el Padre y con el Hijo, porque rezo el Padre Nuestro al Padre, estoy en comunión con el Hijo, pero con el Espíritu Santo, no sé qué hacer...". O te dicen: "El Espíritu Santo es la paloma, la que nos da siete dones”. Pero así el pobre Espíritu Santo está siempre al final y no encuentra un buen lugar en nuestra vida». En el hoy de la Iglesia, estamos llamados a suscitar, por la obra evangelizadora y catequética, un real conciencia de lo qué es y quién es el Espíritu Santo, en la vida de cada uno de los bautizados. Hoy podemos estar festejando la fiesta del “gran desconocido”. Podemos entrar en la fiesta como “colados”, cuando en realidad debemos ser los protagonistas, pues estamos celebrando el ser templos del Espíritu Santo. Que podamos tomarnos el trabajo de enseñar, recordar, revisar, profundizar, nuestra vida en el Espíritu, en los dones que nos han sido dados, y en los frutos que el Señor espera de nosotros para bien de su Iglesia, llamada a ser testigos de la obra del Espíritu ante el mundo. Podemos al respecto recordar los dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Y los correspondientes frutos, consecuencia de la puesta en acción de esos dones: caridad, gozo, paz, paciencia, mansedumbre, bondad, benignidad, longanimidad, fe, modestia, templanza, castidad. Que este Nuevo Pentecostés, nos encuentre asumiendo el gran desafío de descubrir la real significancia en nuestras vidas. La vida de la Iglesia, de la cual somos miembros, gracias al Espíritu (bautismo), será lo que como tal vivamos y manifestemos (confirmación) por las gracias recibidas para edificarla.