900 AÑOS EN LA MIRADA DE HOY Por Jaime Antúnez Aldunate Texto de la conferencia pronunciada en la celebración de los 900 años de la Soberana Orden de Malta, acto que tuvo lugar el lunes 7 de octubre, fiesta de Nuestra Señora del Rosario, en el Aula Magna Manuel José Irarrázaval de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Eminencia Reverendísima, Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico, Autoridades y Srs. Embajadores Señoras y Señores, El tiempo es muchas veces una forma inadecuada y hasta caprichosa de medir la duración. Lo que parece infinitamente largo a unos, dependiendo de innumerables condiciones objetivas y subjetivas, parece súbito y breve a otros. Podemos de cualquier modo estar seguros que la historia, aunque milenaria, la recoge el Creador con una sola mirada; y que, por esto mismo, no debemos entender tan sólo como una metáfora lo que dice el salmista, cuando proclama que “para Dios mil años equivalen a un día”. 1 Con ese horizonte ante nuestros ojos, tenemos el gozo de reunirnos en esta Aula Magna de la Pontificia Universidad Católica de Chile para conmemorar y agradecer juntos, desde la mirada del cambiante y conmocionado mundo en el que vivimos hoy, por los nueve siglos que ha recorrido nuestra venerable Soberana Orden de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, desde que el Papa Pascual II le concediera el solemne privilegio Pie postulatio voluntatis, el 15 de febrero de 1113. Con él, como nos dijera Benedicto XVI en la última audiencia que concedió como pontífice en la basílica de San Pedro, el 9 de febrero pasado, “la recién nacida «hermandad hospitalaria» de Jerusalén, con el título de San Juan Bautista, [fue puesta] bajo la tutela de la Iglesia, haciéndola soberana, constituyéndola como una Orden de derecho eclesial, con el derecho a elegir libremente a sus superiores sin interferencia por parte de otras autoridades laicas o religiosas”. La disponibilidad nuestra para realizar este acto conmemorativo y de la Universidad para acogernos en este hermoso espacio –o más bien, pensamos, la disposición de la Providencia- ha querido que él coincida con el día 7 de Octubre, fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, luego llamada de Nuestra Señora del Rosario, aniversario que trae al presente un momento fuerte de la historia que recordamos. En efecto, en un día como hoy, de 1571, hace por tanto 442 años, 73 caballeros de la Orden, miembros de la escuadra de Malta que sumó sus fuerzas a la gloriosa victoria de Lepanto, entregaban sus vidas en un acto muy propio de la tuitio fidei, finalidad primordial en la vida del caballero, junto con la del servicio a “nuestros señores lo pobres”. 2 Como se sabe, en medio de discrepancias crecientes entre las naciones cristianas –eran tiempos en que se resquebrajaba la unidad de la civitas europea forjada en el Medievo en torno a la fe cristiana-- fue el Papa San Pío V, miembro de la Orden de Santo Domingo (aquel que habiendo querido conservar el uso de su hábito religioso, hizo que luego los papas vistieran siempre de blanco…), fue él, digo, quien logro los acuerdos para llevar adelante la defensa del continente, en esa hora muy difícil, cuando a las dificultades internas vino a sumarse una grave amenaza externa. Tan preocupante era el inminente asalto otomano a Europa, que el propio Papa hubo de ser declarado jefe de la liga –garantizándose así la unidad de las naciones- Marco Antonio Colonna general de los galeones y Don Juan de Austria –caballero también de la Orden y medio hermano del rey Felipe II, importante responsable de la empresa- su generalísimo. Las flotas cristiana y turca, la más grande y poderosa del mundo, se encontraron en el puerto de Lepanto al amanecer de ese 7 de Octubre para vivir uno de los grandes momentos en la historia de la humanidad, del que dependía para Europa y su cristiandad ya internamente escindida, la sobrevivencia de un modo de vida. En la bandera de la nave capitana de la escuadra comandada por Don Juan de Austria, ondeaba la Santa Cruz y el Santo Rosario. San Pio V, consciente, como todo buen hijo de Santo Domingo, del poder de la devoción al Rosario, pidió a toda la Cristiandad que ese día lo tuviera en sus manos y que junto con el ayuno, lo rezara incesantemente, de lo cual él fue el primer ejemplo. La milagrosa victoria cambió el rumbo de la historia y con este triunfo se reforzó también, ciertamente y de modo 3 intenso, la devoción al Santo Rosario. Desde el siglo XVIII, con Clemente XI, paso a ser una fiesta universal. San Pio X la fijó en este día, el 7 de Octubre, y proclamó lo siguiente: “Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo”. La convocatoria universal hecha por el Papa Francisco, hace justamente un mes atrás, por la paz en Siria y el mundo, nos confirma en esta certeza. La Soberana Orden de San Juan de Jerusalén, dicha de Rodas y dicha de Malta, hace particular honor a esta devoción llevando el Santo Rosario en su escudo, que si ustedes observan, figura en torno a la cruz blanca sobre fondo rojo. Los hechos heroicos que reúnen en esta misma fecha el sacrificio con su vida de 73 hermanos nuestros y la exaltación de Nuestra Señora del Rosario, no son sin embargo un acontecimiento aislado. Su recuerdo se entrelaza con similar sacrificio de muchos otros miembros de la Orden, que desde el siglo XIV, cuando se creara en Rodas la escuadra sanjuanista, hasta finales del siglo XVIII, cuando se abandona la isla de Malta, garantizaron la libertad del Mar Mediterraneo, espacio crucial para la civilización de todos los tiempos, pero particularmente de entonces. Precisamente seis años antes de Lepanto, en 1565 –en lo que han denominado algunos historiadores el “Stalingrado del siglo XVI”-- conducidas por su Gran Maestre, Jean de la Valette, las fuerzas de mar y tierra de la Orden resistieron el inmenso asedio sobre la isla de Malta, por cuatro largos meses, de una escuadra otomana diez veces mayor. Solimán el Magnífico, dueño entonces de los mares del oriente mediterráneo, había declarado en Constantinopla un año antes, 4 refiriéndose a la isla soberana de los Caballeros de Malta, que la aplastaría sin piedad. Los caballeros y los habitantes de la isla lucharon por mar y por tierra con la disposición de jamás darse por vencidos, lo que despertaría en todas las naciones cristianas, muy pendientes y comprometidas con el suceso, la admiración por el coraje, junto con el agradecimiento y el deseo de emular tanto heroísmo. Era gente, ésta, habituada a fraguar la fortaleza y la esperanza en el espíritu de la cruz. Bien podría decirse de su ejemplo lo que escribe San Pablo a los filipenses: “Os mantenéis firmes en el mismo espíritu y … lucháis juntos como un solo hombre por fidelidad al Evangelio, sin el menor miedo a los adversarios” (Filip. 1, 27; 2, 11) El asalto y toma de la isla de Malta habría supuesto un escenario muy difícil de superar cuando llegase, poco más de un lustro después, la hora decisiva de Lepanto. El desmantelamiento de esa amenaza por el valor y sacrificio de los caballeros y de su Gran Maestre –el precioso puerto de La Valeta lleva hasta hoy su nombre por Jean de la Valette-- es un acontecimiento de imborrable relieve en la historia de la civilización cristiana, en ese momento de transición de la Edad Media al mundo moderno. Lo que he dicho al recordar esta conjunción de acontecimientos y fechas –como algo de lo que diré en seguida-- no viene a propósito como un simple recuento histórico. “La tradición y la memoria del pasado tienen que ayudarnos a reunir el valor necesario para abrir espacios nuevos a Dios”, ha dicho el Papa Francisco en una reciente entrevista. Y en su encíclica Lumen Fidei (n.9) ha dicho todavía más. La misma fe, en cuanto respuesta a una Palabra que la precede, es un acto de memoria, pero también es una 5 memoria que no se queda en el pasado, sino que siendo memoria de una promesa, abre al futuro. Es entonces una memoria de futuro, memoria futuri, y está estrechamente ligada con la esperanza. Así también lo vemos nosotros, los actuales miembros de la orden de Malta, humildes herederos de esos héroes y mártires de los que he hecho recuerdo. Su tuitio fidei, su sacrificio para la defensa de la fe –en las circunstancias propias que requería su tiempo-- no fue un acto fijo o estático en el tiempo, sino lleno de futuro, profunda memoria futuri, que nosotros nos apresuramos a recoger para hacer nuestra, transmitir a la generación presente que vive en un contexto de globalización y de mestizaje de civilizaciones muy distinto de aquel, y legar acrecidas a las generaciones que nos sucedan. Nacimiento de la Orden hospitalaria de San Juan De todos es sabido que la Orden, entonces más conocida como El Hospital de Jerusalén, nace en Tierra Santa a fines del siglo XI. En efecto, hacia el año 1080 un grupo de mercaderes de la República de Amalfi, que por entonces monopolizaba el comercio con Egipto y Siria, consigue licencia de los califas fatimíes de Egipto para construir en Jerusalén, en la zona de Muristán, una iglesia dedicada a Santa María y un hospital dedicado a San Juan Bautista, sobre las ruinas del anterior fundado por Carlomagno; hospital que dirigía un virtuoso y humilde frate llamado Gerardo. Siguiendo el modelo de su vida, algunos de estos amalfitanos tomaron el hábito de la regla benedictina 6 y adoptaron como emblema una cruz blanca de ocho ángulos, en recuerdo Amalfi dicen algunos (lo cual podrá tal vez decir de su primer origen, no lo sabemos), pero muy luego se asienta su significado, ya tradicional, que atraviesa los siglos y que identifica esa cruz de ocho puntas con las ocho bienaventurazas1. Allí encontraron a estos hermanos, al conquistar Jerusalén en 1099, Godofredo de Bouillón y las huestes de la Primera cruzada. HACE AHORA 900 AÑOS –como fuera referido al comienzó- , el 15 de febrero de 1113, el Papa Pascual II, desde Benevento, dirigía al hermano Gerardo la Bula Pie postulatio voluntatis en la que concede diversos privilegios a aquella «verdadera casa de Dios» —como la llama— la cual toma bajo su protección. En esta bula, carta fundacional de la Orden, se mencionan los bienes que los hermanos poseían en diversos lugares, tales como Asti, Bari, Tarento y Messina, así como en la misma ciudad de Jerusalén, lo cual nos pone en claro que la Orden que entonces nacía estaba ya extendida por el occidente cristiano como cierta hermandad. Pocos años después, en 1118, moría el beato Gerardo y era elegido su sucesor Raimundo de Puy, quien llamándose «maestre y siervo de los pobres de Cristo y guardián del hospital de San Juan de Jerusalén», estableció la primera regla de la Orden, aprobada por el Papa Calixto II en 1120, que se inspiraba en la de San Agustín. Según la regla, todos los frailes debían pronunciar los tres votos religiosos de pobreza, 1 Es interesante, a la luz de la historia de la Orden de Malta, consignar aquí las palabras del Beato Papa Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Missio (n.91), con relación a las ocho bienaventuranzas y a la misión apostólica: “El misionero es el hombre de las bienaventuranzas. Jesús instruye a los Doce, antes de mandarlos a evangelizar, indicándoles los caminos de la misión: pobreza, mansedumbre, aceptación de los sufrimientos y persecuciones, deseo de justicia y de paz, caridad; es decir, les indica precisamente las bienaventuranzas, practicadas en la vida apostólica (cf. Mt 5, 1 – 12). Viviendo las bienaventuranzas el misionero experimenta y demuestra concretamente que el reino de Dios ya ha venido y que él lo ha acogido”. 7 castidad y obediencia, la cual implicaba una obligación especial de “ser siervo y esclavo de nuestros señores los enfermos». Ya en este origen está la principal diferencia que nuestra Orden de San Juan de Jerusalén nos ofrece respecto a todas las demás órdenes militares de la cristiandad. En efecto, la Orden de San Juan nace como una institución religiosa dedicada únicamente a las actividades hospitalarias y, tan sólo después, cuando hubo que hacer frente a las necesidades defensivas del reino cruzado de Jerusalén, fue adquiriendo, a imitación de otras, una actividad verdaderamente militar. Es entonces cuando va a aparecer el llamado «cuarto voto», el ejercicio de las armas para la defensa de las casas de la Orden, de los cristianos y de los peregrinos, lo cual vino a determinar el carácter militar junto al religioso, tras la donación, en 1137, por el rey Fulco de Jerusalén, de la estratégica fortaleza de Beit Jibelin en la ruta de Ascalón a Hebrón. En 1153, veremos ya así a los hospitalarios participar en el asedio de Ascalón, hasta su definitiva conquista. Interesa constatar que las actividades militares no se van a mencionar en los estatutos –y asimismo muy brevemente-- sino hasta 1182, y luego hasta el capítulo general de 1206. Anteriormente, sin embargo, hay distintos testimonios de que la Orden sostenía a personas ajenas, instruidas en el arte de la guerra, es decir, a mercenarios. En el contexto bélico de la época, esta actividad defensiva era considerada como otra parte más de las obligaciones caritativas de los caballeros, lo que se llamaba el «combate al servicio de los pobres», e importa destacar que el Papa Alejandro III, en 1178, recordará a los caballeros que no deberán alzar la espada «salvo cuando el 8 estandarte de la cruz sea alzado para la defensa del reino o para el asedio de alguna plaza pagana». Visto en la perspectiva de estos 900 años, una de las cosas que más sorprenden de esta historia es la rápida expansión de la Orden por el occidente cristiano. En efecto, muy poco tiempo después de su fundación, en los años 1102 y 1103, descubrimos ya la presencia en la península ibérica de freires sanjuanistas recolectando limosnas para ayudar al hospital de Jerusalén. Y en 1113 se documenta la primera donación a la Orden, realizada por la reina doña Urraca, de la aldea de Paradinas, entre Salamanca y Arévalo –confirmada luego por los obispos de Toledo, Salamanca, León y Palenciadescribiéndose así al beneficiario: «a la Santa casa del hospital de San Juan Bautista que está construida en la Santa ciudad de Jerusalén para la obra de los pobres». Este hito ibérico constituye para nosotros espiritualmente un antecedente remoto de nuestras asociaciones iberoamericanas, aunque todavía pasarían cuatro siglos antes que el gentilhombre y capitán de los mares, Antonio de Pigaffetta –el más antiguo nexo entre Chile y la Orden, a la que luego se integraría— acompañase a Hernando de Magallanes en su periplo en torno al mundo, descubriendo el estrecho que comunica el Atlántico con el Pacífico. Chipre (1291), Rodas (1310), Malta (1530), Roma (1834) Tras la caída de San Juan de Acre y la pérdida de Tierra Santa en 1291, la Orden Hospitalaria de San Juan trasladó su sede y su hospital a la isla de 9 Chipre, donde ya estaba presente desde 1210. Fieles a su misión hospitalaria los caballeros construyen nuevos establecimientos y dada la posición estratégica de la isla se inicia también aquí su larga historia naval, con una todavía pequeña flota que protege a los peregrinos en la ruta marítima hacia Tierra Santa. Un número importante de nuevos miembros, provenientes de toda Europa, siguen aumentando sus filas y contribuyendo al fortalecimiento de la Orden, así como de su territorialidad. El puerto de Famagusta, la ciudad de Nicosia y numerosas Encomiendas pasan a su dominio. La creciente inestabilidad de Chipre aconseja, no obstante, que los Hospitalarios busquen establecer en la isla de Rodas una base más adecuada para la sede de la Orden de San Juan, manteniendo siempre su presencia en territorio chipriota, hasta cuando hayan de volver de su nuevo enclave. En 1307, los Caballeros de la Orden de San Juan desembarcan en Rodas, completando la adquisición y la instalación de su sede en la isla en 1310. Constituía ésta un lugar estratégico que conectaba los mundos de oriente y occidente. La nueva instalación coincide providencialmente con el momento en que la defensa del mundo cristiano pide la organización de una gran fuerza naval. La Orden presta este servicio y construye una importantísima flota, que asume muchos desafíos y que, como ya dijimos, asegura la libertad de las aguas marítimas, principalmente del Mediterráneo oriental en su comienzo, luego de todo este Mar. La independencia de la Orden de otras naciones, otorgada mediante decreto pontificio, y su derecho universalmente reconocido a mantener y desplegar fuerzas armadas y nombrar embajadores, le dan a partir de esta época la base de su soberanía internacional. 10 Es pleno siglo XIV y llegan caballeros a Rodas de todas partes de Europa. Para evitar cualquier roce y fomentar la unidad interna de estos hijos de un continente que sufre divisiones, sabiamente se agrupan no por naciones, sino que por Lenguas, en conformidad con los idiomas que hablan. Hubo inicialmente siete grupos de Lenguas: Provenza, Auvernia, Francia, Italia, Aragón (con Navarra), Inglaterra (con Escocia e Irlanda) y Alemania; posteriormente se agrega un octavo grupo, el de Castilla y Portugal. Cada Lengua incluía Prioratos o Grandes Prioratos, Bailiajes y Encomiendas. La Orden era gobernada por su Gran Maestre (Príncipe de Rodas) junto con el Consejo; acuñaba su propia moneda y mantenía relaciones diplomáticas con otros Estados. Los principales cargos eran concedidos a representantes de Lenguas siempre distintas, evitándose cualquier hegemonía nacional. La sede de la Orden, el Convento, estaba integrada por miembros religiosos de diversas proveniencias. En 1311 –apenas un año después de haber oficializado su residencia en la isla- tiene lugar la instalación del primer hospital de la Orden en Rodas, que alcanza muy pronto una extensa reputación. Los hospitalarios, en contacto con el mundo árabe, desarrollan una medicina más avanzada que la del resto de Europa. Se ponen en práctica aquí usos y costumbres nuevos para la época, como las camas individuales, separadas incluso por cortinas, el cambio de sabanas tres veces por semana para los hospitalizados, entre otras muchas prevenciones higénicas completamente inusuales en ese tiempo. Los caballeros acompañaban dos veces al día a los médicos para ayudar en las curaciones a los enfermos, tarea a la que concurre también el Gran Maestre. Este servicio no era, como en nuestro tiempo, carente de peligros. Príncipe de la cristiandad, pero sobre 11 todo fiel servidor de “nuestros señores los enfermos”, el Gran Maestre Roger des Pins muere en 1365 por la peste que contrae atendiendo enfermos en el hospital. Desde Rodas la red de hospitales “modernos”, en el sentido que provistos de equipamientos y usos no acostumbrados, se extiende por la región oriental del Mediterráneo con la creación de nuevos establecimientos. Así en Corinto, Negroponte y Saint-Samson. Cuando la Orden de Malta desarrolla hoy su acción asistencial a través de hospitales especializados en la cura de lepra en Senegal y Camboya, cuando trabaja con 350 centros de salud en el inmenso territorio de la República Democrática del Congo, cuando instala un Hospital en el norte de Haití, único en la región, no deja de mirar con agradecimiento ese innovador ejemplo que dieron sus antepasados. Los más de dos siglos de permanencia en las fortificaciones de Rodas y su acción hospitalaria y defensiva en el entorno geográfico, constituían entre tanto una espina demasiado dolorosa para el Imperio Otomano. Después de la caída de Constantinopla en 1453, nada se le resiste en esa zona geográfica salvo Rodas. Las hostilidades y sitios se suceden hasta que, con la ofensiva conducida por el propio Soliman, que adviene a la cabeza del imperio en 1520, al que acompañan 200 mil soldados en 400 embarcaciones, se alcanza el objetivo. El 1° de enero de 1523, los caballeros acompañados por cuatro mil habitantes de Rodas que no querían someterse, embarcan llevando archivos, reliquias, tesoros y armamentos, unos rumbo a Messina, repartiéndose luego entre Sicilia y Creta, hasta su definitiva instalación el año 1530 en la isla de Malta, por concesión del Emperador Carlos V, aprobada por el Papa Clemente VII. 12 El siglo XVI no sólo supone para la Orden la ya referida amenaza que viene de oriente, sino también los problemas originados en occidente por la Reforma. En Escandinavia, Países Bajos, Suiza y Alemania varios prioratos son secularizados o pasan a la Reforma. En Inglaterra, Enrique VIII confisca todos los bienes de los Hospitalarios, pues se niegan a reconocerlo como jefe de la Iglesia de esa nación. Ya nos hemos referido al Gran Asedio a la isla de Malta en 1565 y a la garantía de libertad en el mar que supone en todos estos siglos la escuadra maltesa. Con posterioridad al quebranto de ese asedio adviene un gran desarrollo arquitectónico en la isla, cuya reconocida belleza es hasta hoy apreciable. Y en continuidad con las tareas hospitalarias emprendidas en Rodas, la Orden funda allí hospitales como la famosa “Sagrada Enfermería”2 – verdadero antepasado del reputado y equipado actual “Hospital de la Sagrada Familia” en Belén, única maternidad de la región que atiende a palestinos tanto cristianos como musulmanes-- se crea también [en Malta] una escuela de anatomía y posteriormente una facultad de medicina. Se desarrolla a su impulso, de manera importante, la oftalmología y la farmacología. Por fin, luego de más de dos siglos de benéfica presencia en la isla, Napoleón pone fin a su dominio. Se abre entonces un periodo de incertidumbre –con pasajes verdaderamente novelescos en la Rusia del zar Pablo I- hasta que en 1834 encuentra su sede definitiva en la ciudad de los Papas, donde permanece hasta hoy radicada en el Palacio Magistral, en la 2 La “Sagrada Enfermería” se componía de once salas, la principal de las cuales medía 162 mts. De largo, por nueve de ancho y nueve de alto. Poseía una capilla para la adoración del Santísimo Sacramento, dispensarios, una lavandería una biblioteca y una sala para los oficiales de servicio. Fue célebre por la calidad de su quirófano y por las cirugías que allí de realizaron. 13 cercanía de Piazza Spagna, y la Villa Magistral, en la colina del Aventino, frente a la abadía de San Anselmo, sede del Abad primado de la Orden de San Benito, patriarca del monacato occidental que ilumina su inicial constitución religiosa. La misión hospitalaria inicial de los caballeros, vuelve a partir de entonces a ser la ocupación primordial de la Orden, cuya presencia se despliega con importancia a partir de la primera y de la segunda Guerra Mundial, llegándose con ella hasta las regiones más apartadas del mundo. Así, por ejemplo, con la acción que en nuestros días desarrolla Malteser International, interviniendo en catástrofes naturales y conflictos bélicos, haciéndose presente en 20 países de África, Asia y América, lugares en que desarrolla hoy más de un centenar de proyectos, operados en un 90 por ciento con personal local. Portadora de un ideal medieval, la Orden de Malta pudo haber sucumbido con la Revolución francesa y su extensión a todo el Viejo Continente, frente a una modernidad que la tornaba anacrónica a los ojos de muchos. Pero su alma se ha mostrado hasta ahora, por la gracia de Dios, indestructible. Si la fortaleza de sus galeras no hacen parte ya de su vida, la Orden de Malta es hoy conocida en los cinco continentes y el número de sus miembros es bien mayor que en sus antiguos tiempos de esplendor. Institución soberana, religiosa y hospitalaria, vive en el mundo moderno como nunca antes, según el binomio Fe y Caridad legado por su fundador. 14 ¿Qué es y qué no es la Orden de Malta? Vistos sumariamente estos trazos de nuestra historia, detengámonos a considerar, aunque sea brevemente –y cito aquí el primer artículo, primer parágrafo, de sus últimas Constituciones aprobadas en 1997-- qué es y qué no es esta “Soberana y Militar Orden Hospitalaria de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, llamada de Rodas, llamada de Malta, nacida del grupo de los Hospitalarios del Hospital de San Juan de Jerusalén, obligada por las circunstancias a añadir a los primeros deberes asistenciales una actividad militar para la defensa de los peregrinos de Tierra Santa y de la civilización cristiana en Oriente, soberana, sucesivamente, en las islas de Rodas y luego de Malta”. El contexto de la modernidad, provisto de códigos tan distintos de aquellos prevalecientes cuando nació la Orden y en todo su primer tiempo, nos exige meditar en esto. Nos dice también ese primer parágrafo de las Constituciones de 1997, que ésta “… es una orden religiosa seglar, tradicionalmente militar, de caballería y nobiliaria”. a) Una orden religiosa seglar En cuanto a este primer rasgo de su fisonomía, definida en sus Constituciones [el de orden religiosa seglar], pensamos que destaca aquí la ya casi milenaria modernidad de la hermandad san juanista. En efecto, 15 podemos decir que la identidad de la Orden se entiende bien, como en ningún otro documento del Magisterio Ordinario o Extrordinario de la Iglesia, a la luz del capítulo IV de la Constitución Lumen gentium del Concilio Vaticano II, dedicada a la vocación de los laicos. Trátase [la LG] de una inmensa y rica novedad magisterial -saludada y vivida con gozo por toda la Iglesia en estos últimos 50 años, desde que se proclamara- que los miembros de la Orden, de acuerdo a las condiciones culturales de cada época, han hecho genuinamente suya ya a través de 900 años. Se consigna en la mencionada Constitución, por primera vez de modo magisterial, que los Pastores son conscientes de que Cristo no los puso para que por sí solos se hagan cargo de toda la misión de la Iglesia, sino que han de reconocer distintos carismas, de manera que los laicos colaboren en la tarea común de salvación (n.30). Estos, “juntando sus fuerzas han de sanear las estructuras y las condiciones del mundo”, dice Lumen gentium, impregnando “de valores morales toda la cultura y las realizaciones humanas” (n.36). A lo largo de siglos, estos religiosos seglares –“laicos consagrados” se les llamaría comúnmente hoyprecisamente lo que han hecho es juntar “sus fuerzas para sanear las estructuras y las condiciones del mundo”, más aun, incorporados a Cristo por el bautismo “consagran el mundo mismo a Dios”, como nos encarga hacer el Concilio (LG n.34). Nos atrevemos a decir –siguiendo en esto la interpretación de Benedicto XVI a la escatología de San Pablo- que luchando los caballeros por que acabe la injusticia en el mundo, por nueve siglos se hacen espiritualmente eco, a través de la oración y de la acción, de esa plegaria surgida en las primeras comunidades cristianas del 16 área de Palestina: Maranà thà! “Señor nuestro, ¡ven!” (1 Co. 16, 26) y que hacemos hoy también nuestra. En noviembre del año pasado, en el fiesta de San Martín de Tours, S.S.Benedicto XVI firmó la Carta apostólica en forma motu proprio Intima Ecclesiae natura, que tiene el importante y en cierto modo urgente propósito de señalar a los cristianos de este tiempo, fuertemente secularizado, que la actividad caritativa en la Iglesia debe evitar el riesgo de diluirse en una acción asistencial filantrópica. Llamado éste que reforzó el Papa Francisco, de manera fuerte y clara, al día siguiente de su elección, en la misa con los Cardenales en la Capilla Sixtina: “Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor”, dijo el Santo Padre en su primera homilía como nuevo Pontífice. Contra todos los vientos y todas la mareas, éste es precisamente el testimonio, varias veces centenario, invariable e irrenunciable, que se expresa en el servicio realizado por la Soberana Orden de Malta. No en vano el origen de su obra asistencial se encuentra en la peregrinación (asistiendo a los peregrinos que llegaban a Jerusalén en el siglo XI), lo cual, además del sentido escatológico que supone el amor a la idea de peregrinar –se peregrina porque se pasa por este mundo, camino al definitivo encuentro con nuestro Creador, no nos quedamos en él-para la Orden tenía y ha tenido siempre esta peregrinación por objetivo concreto asistir a las personas que en ese tránsito se veían materialmente 17 necesitadas. Hasta hoy los grandes centros de peregrinación en el mundo: Roma, Santiago de Compostela, Lourdes y Guadalupe en nuestra América morena, son objeto de la particular atención y devoción de los miembros de la Orden de Malta; sus “cuarteles generales” o sus habituales lugares masivos de congregación, casi se podría decir. Debe mencionarse, en este sentido, la importancia que reviste cada año, a comienzos de mayo, la peregrinación mundial por cuatro días a Lourdes, que congrega una población de siete mil miembros de la Orden, entre caballeros y damas, más tres mil enfermos trasladados allí para ponerse a los pies de la Virgen Inmaculada y sumergirse en las benditas aguas de ese santuario. Quien haya tenido el privilegio de verlo y vivirlo, puede dar con gratitud testimonio de haber participado en una auténtica epifanía de la caridad, que ilumina ininterrumpidamente esos cuatro días de peregrinación mariana. Sobra decir que están todos ustedes invitados a vivir esa maravillosa experiencia, uniéndose en aquella peregrinación anual a Lourdes a las asociaciones de caballeros de Malta del mundo entero. La espiritualidad de estos religiosos seglares que son los caballeros de Malta, tiene como epicentros la Eucaristía -con particular énfasis en la adoración eucarística-; la lectio divina o meditación de la Sagrada Escritura, con especial atención a la oración del breviario; y la devoción a la Santísima Virgen y a los patronos y santos de la Orden. Icono histórico, que representa por siglos el corazón de la piedad mariana maltesa, es Nuestra Señora de Filermo, imagen encontrada en Rodas y que la tradición atribuye al pincel del evangelista San Lucas, quien 18 gozaba del talento de pintor y quien conoció a la Santísima Virgen. Después de las magistrales lecciones sobre San Juan Bautista -nuestro patrono principal, del que toma la Orden su nombre original- recibidas en innumerables ocasiones por ese verdadero doctor en la figura del Precursor que es el Cardenal Jorge Medina, uno de nuestros capellanes, nada debería yo agregar, salvo recomendar la lectura de esas conferencias u homilías, que se pueden encontrar en el sitio web de la Asociación chilena de la Orden. Junto a la devoción mayor al Bautista, está asimismo la que profesamos a los veinte santos y beatos de la orden, figuras muchas de ellas insignes en la historia de nuestra civilización. Comenzando por nuestro fundador, el beato Gerardo, en el siglo XI; pasando por San Nuno Alvarez Pereira, héroe de la independencia del Portugal en el siglo XIV, canonizado por Benedicto XVI; y el emperador Carlos de Austria, último monarca de la ilustrísima dinastía austrohúngara, beatificado por Juan Pablo II y consagrado por ese santo pontífice como verdadero modelo de gobernante y hombre de paz. Hoy nos conmueve saber –y no podríamos dejar aquí de mencionarlo- que la Congregación para la Causa de los Santos haya tan rápidamente confirmado en las virtudes heroicas y declarado Siervo de Dios, abriendo así paso a su proceso de canonización, a nuestro anterior Gran Maestre, Fra Andrew Berthie, fallecido recién en 2008, cuya visita a nuestra Asociación en Santiago permanece como un recuerdo imborrable. 19 b) Una orden tradicionalmente militar Seguramente es el aspecto histórico militar de la Soberana Orden de Malta aquel que más han destacado las artes. Allí están los famosos retratos de caballeros de Malta salidos de la mano del Tiziano o del Caravaggio, para sólo mencionar dos grandes nombres de la historia de la pintura. Hay también los grandes frescos y tapicerías que recuerdan grandes batallas navales de la escuadra maltesa y otros que representan sus navíos. Existen, asimismo en el ámbito de las artes plásticas, los preciosos grabados que ilustran la historia de la medicina y que registran la adelantada, prolija y abnegada tarea hospitalaria de los caballeros a través de los siglos, siendo de destacar que el artista los vio, a los caballeros, en estos menesteres, más como disciplinados militares que como monjes. Están, por su parte, las creaciones arquitectónicas, con sus fortalezas militares célebres en la historia, monumentos únicos como el Crac de los caballeros, obra de nueve siglos, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad (“el castillo más admirable del mundo” escribió el autor británico T.E. Lawrence), hoy desgraciadamente víctima de importantes averías a causa de la guerra civil en Siria; o las murallas de Rodas, un ejemplo inigualable de arquitectura militar en los siglos XIV y XV, muy bien conservadas hasta nuestros días. En fin, como podemos ver, este rostro militar, que vino a agregarse como un cuarto voto de servicio a los necesitados en la historia de esta orden religiosa seglar -haciendo de los humildes hospitalarios también 20 heroicos soldados, es para muchos –si bien no lo único-- lo que principalmente les identifica. Como fuera dicho, la Orden no tiene ya ninguna tarea militar que cumplir. Pero ese espíritu de milicia que le dio un sello indeleble a su existencia, se ve en este tiempo abocado al deber –como se lo indicó el Beato Papa Juan Pablo II a los caballeros en su último encuentro con el capítulo de la Orden, en la basílica de San Pedro-- de sostener “la noble batalla por la defensa y el desarrollo de la persona humana”. Lo cual podría entenderse, modernamente, como la vivencia del agapé, según lo explica luminosamente Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est. La naturaleza apolítica de la Orden de Malta, su neutralidad e imparcialidad, le ha permitido asumir los servicios médicos de las misiones de paz de la ONU en Afganistán, los Balcanes, Kuwait, Timor Oriental, Centroamérica, y en general intervenir en misiones de asistencia allí donde otras organizaciones se ven muchas veces imposibilitadas por sus compromisos. Su presencia de hoy junto a los refugiados sirios, a través de la gran Asociación del Líbano, rinde honor a su actualizado servicio a la Pax Christiana. c) Una orden nobiliaria y de caballería Como muy bien señala el Presidente de nuestra asociación, don Raúl Irarrazaval, en el escrito que se nos ha entregado, “el primer escalón de la 21 Orden es la nobleza de espíritu; le sigue la nobleza de la virtud; finalmente está la nobleza de la santidad, objetivo final de todos sus miembros”. Sin duda que permanece fuertemente arraigado en el imaginario de la mayoría de las personas ajenas o lejanas a la Orden de Malta la idea – heredera de los tiempos en que ésta se constituía como organismo casi exclusivamente vinculado a la aristocracia de la sangre- un estereotipo, por decirlo con humor, algo proustiano del perfil del miembro de la Orden. Aunque más que alguno entre sus miembros, a través de su actitud, haya dado pie a esta equivocación, hay que decir eso, que se trata, ayer como hoy, de una profunda equivocación. El adocenamiento del Côté de Guermantes ¡por favor! nada tiene que ver con el espíritu de la Orden de Malta y a nadie cuerdo se le podría haber pasado por la mente reclutar en ese entorno cultural nuevos caballeros o damas malteses… Y espero yo no haber fracasado en mostrar que, si en tiempos pasados fue la pertenencia a la nobleza una condición, hoy no vigente, para pertenecer a la Orden, tanto ayer bajo esa condición, como hoy sin ella, es la nobleza de espíritu y de comportamiento, que sitúa los deberes por sobre los derechos, la que ha prevalecido tradicionalmente en la Orden, ya sea en la incorporación de sus miembros, ya en la elección de sus autoridades. Pues nobleza en su más profundo sentido es –y de ello dan muestra los 79 Grandes Maestres de la Orden de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta en estos nueve siglos-- disponerse para asumir más responsabilidades que los otros; ser consciente de que existimos para defender la gloria de Dios y la dignidad otorgada por Él a 22 toda persona; saber estar donde se encuentra el peligro; combatir las malas inclinaciones en el entorno mas primero en uno mismo. Esta actitud, esencialmente noble, se materializa para los caballeros y damas de la Orden en la responsabilidad social, en la lealtad con la fe y con la Iglesia, en la disponibilidad y compromiso para sostener la tradición cristiana y en el ser consecuente con ella en la vida personal y en la relación con el mundo en general. En resumen, la sencillez, como expresión de honda fidelidad a una identidad de hidalguía espiritual, que busca lo genuinamente noble, y el silencio interior, propio del alma religiosa y orante, moldeada en los Instrumentos de las Buenas Obras enseñados por la regla de San Benito3, son la armadura de esta noble caballería. Caballería al servicio de Dios y de Su Reino que no se conduce ya hoy con la espada, sino con la palabra y con esos instrumentos de las buenas obras, en público y en privado, en respuesta a la indiferencia, al sarcasmo, a la calumnia –no ha faltado quienes se empeñan en crear una “leyenda 3 De los 74 Instrumentos que señala el Santo Patriarca, por su mayor relación con el espíritu de la Orden de Malta, fijamos la atención en los siguientes: Lo primero, amar al Señor Dios de todo corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas / Después al prójimo como a sí mismo / Honrar a todos los hombres / No hacer a otro lo que no quiere que se le haga / Negarse a sí mismo para seguir a Cristo / Aliviar a los pobres / Vestir al desnudo / Visitar al enfermo / Ayudar en la tribulación / Consolar al afligido / Hacerse extraño a los actos del siglo / No anteponer nada al amor de Cristo / No satisfacer la ira / No guardar resentimiento / No tener dolo en el corazón / No dar la paz falsa / No abandonar la caridad / Decir la verdad con el corazón y con la boca / No devolver mal por mal / No hacer injuria, sino soportar pacientemente las que le hicieren / Amar a los enemigos / No devolver maldición a los que lo maldicen, sino más bien bendecirlos / Sufrir persecución por la justicia / No ser soberbio / Ni murmurador / Poner su esperanza en Dios / Velar a toda hora por los actos de su vida / No amar el hablar mucho / No amar la mucha o disoluta risa / Oír con gusto la lecturas santas / Darse frecuentemente a la oración / No odiar a nadie / Huir la vanagloria / Venerar a los ancianos / Amar a los más jóvenes / Orar en amor de Cristo por los enemigos / No desesperar nunca de la misericordia de Dios. 23 negra” sobre la Orden de Malta4-- y en general a todas las adversidades. El caballero lucha por ser recto, fuerte y claro, distinguido y generoso, simultáneamente serio y alegre. La vocación de servicio de esta caballería –una vez más destaca aquí la modernidad en el carisma de la Orden, cuya opción preferencial ha sido históricamente el servicio a “nuestros señores los pobres”-- la llevará siempre al lado del enfermo, el solitario, el no valente, en estrecha conformidad con lo pedido por Juan Pablo II a los carismas laicales a través su memorable Exhortación Apostólica Christifideles Laici. Tanto el Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro, como nuestro arzobispo Monseñor Ricardo Ezzati en el reciente Tedeum, han llamado a fijar la atención en los desvalidos de los dos extremos de la existencia, los niños recién nacidos y los por nacer de un lado, y del otro, los ancianos, “el buen vino de la humanidad” como los bautizó el Santo Padre. Nos reconforta que estas dos preocupaciones sean precisamente los acentos preferentes en la atención a “nuestros señores los pobres” que desarrolla Orden en Chile a través de las obras de la Fundación Auxilio Maltés. En un espíritu de recapitulación y solidaridad con esta memoria futuri de nueve siglos, están todos ustedes invitados, queridos y distinguidos amigos de la Orden de San Juan de Jerusalén, dicha de Rodas y dicha de Malta, a sumar sus fuerzas y a generosamente participar en esta noble y 4 Trátase de un problema en parte importante debido a la proliferación –principalmente a partir del exilio ruso en el siglo XIX- de falsas órdenes. Estas, con fines pecuniarios y otros, usurpan el nombre de San Juan y de Malta, dando origen a innumerables juicios civiles y canónicos, y en consecuencia, a acciones denigratorias de la Orden y sus miembros. 24 gran empresa cristiana. Muchas gracias. 25