Poder Judicial de la Nación ///nos Aires, de julio de 2009.- Autos y Vistos Para resolver en las presentes actuaciones que llevan el N° 7.576/2009 del registro de este Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N° 3, Secretaría N° 5; Resulta Inicio de la causa Las presentes actuaciones encontraron su génesis, a raíz de la presentación efectuada por el abogado Isaac Wieder a fs. 1/5. En dicha oportunidad, el nombrado denunció a los Magistrados Dr. Rodolfo Munné y Dr. Santiago Hernán Corcuera (integrantes de la Cámara Nacional Electoral) y Dr. Manuel Humberto Blanco (Juez Federal con Competencia Electoral en la Provincia de Buenos Aires), por la supuesta comisión de los delitos de prevaricato, incumplimiento de los deberes de funcionario público y cohecho. Concretamente, el denunciante consideró que tales delitos fueron cometidos por los referidos Jueces, al momento de analizarse y dictarse las resoluciones que habilitaron las llamadas “candidaturas testimoniales”, en el marco del proceso electoral que se ha iniciado con motivo de las elecciones legislativas que se llevarán a cabo el próximo 28 de junio del corriente año. Dictamen Ministerio Público Fiscal Así las cosas, y debido a la presentación de marras, se le corrió vista al Sr. Agente Fiscal en su carácter de titular de la acción pública, de conformidad con lo establecido por el art. 180 del C.P.P.N. En razón de ello, el titular de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Comparatore-, Correccional le requirió Federal al N° suscripto 5 –Dr. que se Luis Horacio procediera a desestimar la referida denuncia (cfr. fs. 60/1). Y Considerando Temperamento a Adoptar Ahora bien, luego de analizar detenidamente el plexo fáctico y jurídico que enmarcan los extremos ventilados en este legajo, desde ya adelanto que habrá de tener acogida favorable el requerimiento formulado por el Sr. Agente Fiscal, a la sazón de las consideraciones que expondré a continuación. Es que tras haber sido agregadas a este legajo las resoluciones ninguna judiciales duda que el atacadas por el denunciante, planteo del abogado no Wieder cabe resulta manifiestamente inapropiado, al no darse en el caso, ni de lejos, prácticamente ninguna de las exigencias objetivas y subjetivas reclamadas en los tipos penales traídos a colación en la denuncia que originaran estas actuaciones. En primer lugar, debe señalarse que el delito de prevaricato –una de las acciones típicas que el denunciante le atribuye a los mencionados Magistrados- consiste en que el Juez haya dictado una resolución contraria a la ley invocada. Por lo tanto, la resolución revestirá esta característica en tanto y en cuanto manda o prohíbe lo contrario de lo que, de modo claro, manda o prohíbe la ley aplicable al caso concreto. De ninguna manera el prevaricato puede ser conciliable con aquellas normas o situaciones fácticas susceptibles de ser opinables. Más aún: la posibilidad de una eventual revocación del pronunciamiento efectuado por el juez, por errónea aplicación del Derecho, no transforma automáticamente al magistrado en un prevaricador, siempre y cuando dicha disposición jurisdiccional responda a una derivación razonada, con sustento lógico y en el marco de las posibles alternativas o interpretaciones que se puedan suscitar en el Derecho positivo. Por último, no debe soslayarse que el prevaricato es un tipo penal doloso, y en consecuencia, se exige del juez que al resolver determinada cuestión, lo haga en contra de lo que dispone la ley que invoca como fundamento de su fallo, o que los hechos o las resoluciones en que se funda no existieron, o no existieron con el significado que él les otorga. En ese sentido, es requerido en este aspecto subjetivo de la tipicidad, la verificación de un dolo directo. En efecto, se exige Poder Judicial de la Nación en la faz cognoscitiva, el conocimiento de la contradicción existente entre lo invocado y lo decidido; y en la faz volitiva, el querer decidir en función de esa contradicción. Por otro lado, y en lo pertinente al delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público, este tipo penal exige de parte del juez denunciado, que haya actuado cuando la ley no les permitía hacerlo, o no actuado pese a que le era exigido por la ley, o bien cuando haya actuado de un modo prohibido por la ley o no previsto por ella; siendo esta última hipótesis, la que en definitiva se tendría que analizar en autos, de conformidad a lo que resulta de la denuncia de marras. De esta manera, la acción típica queda consumada al momento de ejecutarse o realizar una orden contraria a la constitución o las leyes. Por tanto, este abuso funcional, sólo puede tener lugar en la propia función jurisdiccional. Tanto considerado al la delito doctrina de como la jurisprudencia, incumplimiento de los han deberes de funcionario público, como un tipo penal en el que se exige el dolo directo, puesto que el funcionario debe saber que ejecuta o realiza una orden contraria a la constitución o a las leyes, y que pese a ello, de manera voluntaria, lleva adelante esa acción. Finalmente, despejados de modo incontrastable los posibles encuadres típicos analizados previamente, resulta obvio que también cae por su propio peso la posibilidad de enmarcar los hechos denunciados en la figura del cohecho pasivo que pretende introducir, no sin ligereza y temeridad, el abogado denunciante. Así las cosas, y a la luz de lo expuesto en los párrafos que anteceden, habiendo leído atentamente las piezas jurídicas puestas en crisis por el denunciante, he arribado a la conclusión de que las mentadas decisiones judiciales adoptadas tanto por los Camaristas como por el Juez con competencia electoral en la Provincia de Buenos Aires, no trasuntan relevancia alguna para el Derecho penal por no constituir delito tal actividad jurisdiccional. En efecto, considero que los Jueces actuaron conforme a derecho sin violar ninguna norma penal; pues de la simple lectura de dichas resoluciones, obrantes a fs. 9/47 y 48/57, se advierte que, previo a decidir sobre el fondo de la cuestión planteada, analizaron debidamente y explicaron cuáles eran las razones que los llevaba a convalidar las llamadas “candidaturas testimoniales” –indicando además cuáles eran las respectivas citas doctrinales y jurisprudenciales que avalaban sus decisiones-. La decisión arribada en los fallos cuestionados por el denunciante, encontró sustento y basamento no sólo en elementos dogmáticos o jurisprudenciales, sino también en otras consideraciones que redundaron en una clara apreciación razonada del Derecho vigente, puesto que los Jueces han cimentado sus resoluciones dentro del marco normativo constituido por el Derecho constitucional y más precisamente en la materia electoral. Por todo ello, es que considero –al igual que el Sr. Agente Fiscal- que se debe proceder a desestimar la denuncia efectuada por el Dr. Isaac Wieder por no constituir delito alguno las conductas imputadas a los Dres. Rodolfo Emilio Munné, Santiago Hernán Corcuera y Manuel Humberto Blanco. Al respecto, no puedo dejar de recordar el lúcido análisis efectuado por el Dr. Horacio Minotti sobre este aspecto (cfr. nota de opinión titulada “El juez no puede solucionar todo”, diario Clarín, 18/6/09). En dicha columna, el constitucionalista trata el contenido de los fallos dictados por la Cámara Nacional Electoral y por el Juez Federal con competencia electoral en la Provincia de “candidaturas Buenos Aires, testimoniales”, con relación concluyendo a que las las llamadas decisiones adoptadas por esos Tribunales son impecables y ajustadas a la ley. Comparto su punto de vista, en que quizás uno de los grandes problemas sociales que hay en nuestro país es el no reconocimiento de la ley como una norma general y obligatoria, que debe ser acatada por todos, más allá de las opiniones y apetencias de cada individuo. Sin dudas –como apunta Minotti- ello “es requisito sine qua non para la existencia del Estado de Derecho y de la República, en Poder Judicial de la Nación tanto es la existencia del Poder Judicial libre e independiente la que caracteriza definitivamente a una República como tal”. Y todos estos cuestionamientos injustificados –como el realizado en autos por Isaac Wieder- hacia los temperamentos adoptados en el ámbito electoral, por parte de los Dres. Blanco, Munné y Corcuera –los que por cierto encontraron su fundamento en la estricta legalidad-, no hace más que fustigar y erosionar a la imagen del Poder Judicial. En tal sentido, cabe destacar que el Juez Humberto Blanco, requirió en varias ocasiones al apoderado del Frente Justicialista para la Victoria, informe acerca de las candidaturas presentadas en el distrito en cuestión, a lo que éste contestó que “…nuestros candidatos se presentan para competir, ser elegidos y asumir tal como corresponde…” (cfr. fs. 55), por lo que ante tales circunstancias, ni el Juez de primera instancia ni la Alzada nunca podrían haber dictado un fallo que rechazara esa candidatura por una sencilla y elemental razón: se carecía de prueba que acreditara la calidad de esa supuesta candidatura testimonial. Al contrario, por ejemplo en el caso de Daniel Scioli, el Juez Blanco señaló en su resolución que el punto de partida, de no asumir el cargo al que se postula, sostenido por los impugnantes “…aparece desmentido por declaraciones de aquél y difundida por los mismos medios de comunicación” (fs. 55 vta.). Así las cosas, “la prueba de tal evento se torna diabólica, porque requeriría que los magistrados viajaran al futuro para corroborar debidamente el incumplimiento del compromiso electoral y sentenciaran en base a prueba futura”. Lo cierto es que los jueces –en un Estado de Derecho serio-, a la hora de dictar sus fallos, únicamente deben valorar la prueba que concretamente se encuentra agregada en el expediente, debiendo dejar de lado cualquier otra conjetura o predicción hipotética que la especulación política o mediática puedan formular. A partir de este pensamiento, es que concuerdo con Minotti en que la resolución “…de la Cámara Electoral es impecable e irreprochable, porque no podría haber sido de otra manera sin transformarse en un divague ajurídico insustentable y cuasi ilegal, similar a condenar en términos del derecho penal a un individuo solamente con prueba indiciaria de sus comportamientos futuros”. Además, la hipótesis que sostiene el denunciante respecto de los Magistrados denunciados, en el sentido de que se trata de Jueces venales decididos a favorecer espuriamente y sin reparar en medios a los candidatos que el oficialismo presentaba en las elecciones del pasado 28 de junio, se derrumbó durante los días siguientes, pues esos mismos Magistrados, acusados por Wieder de responder en sus fallos automáticamente a los deseos del gobierno, y como es de público conocimiento, resolvieron no en una sino en dos ocasiones, en sentido claramente favorable al principal candidato opositor en el distrito electoral de la provincia de Buenos Aires, Francisco de Narváez tanto al decidir excluir de los comicios a un homónimo del cual cabía sospechar fundadamente que le restaría votos debido a la confusión por los apellidos, como al resolver que otro candidato en competencia por un segmento del electorado potencialmente afín (Luis Abelardo Patti), estaba inhabilitado para presentarse en las elecciones. Sobre el particular, tanto el Derecho como la Magistratura, en un Estado de Derecho, están circunscriptos por límites debidamente definidos, por lo que el resto de situaciones de naturaleza política, son saldadas por la ciudadanía en el marco de su ejercicio democrático, oportunidad en la que tiene la responsabilidad de juzgar, y eventualmente, sentenciar a través de su voto. Dicho esto, permítaseme señalar, más de modo general, un perfil genérico de los tres Jueces denunciados. Porque se trata tres Magistrados con una trayectoria judicial intachable, que han sabido ganarse en estas décadas de actuación en este y en anteriores cargos, el respeto tanto de la corporación judicial como de la comunidad en general, y que además, han accedido a sus actuales cargos en épocas ciertamente anteriores a la actual gestión de gobierno. Y ello no dejar de ser otro elemento de juicio a tener Poder Judicial de la Nación en cuenta a la hora de desvalorar inexorablemente los términos de la denuncia formulada. De la imposibilidad de poder investigar Sin perjuicio de lo desarrollado en el punto III, no puede dejar de señalar que el Código de Rito, al contemplar la vista prevista por el art. 180, le confiere al Sr. Agente Fiscal la facultad de pedir que la denuncia formulada sea desestimada; y las consecuencias lógicas que se deben adoptar al verificarse esta circunstancia, tienen que estar en armonía con el resto de la legislación que le otorga justamente a la Vindicta Pública, la potestad de impulsar la acción pública (ver entre otras normas, lo establecido por los arts. 5°, 188 y 195 del C.P.P.N.). Como lo señala la Sala V de la Excma. Cámara del Crimen, “el art. 120 de la Constitución Nacional, ha dotado al Ministerio Público -al emanciparlo del Poder Ejecutivo- de autonomía funcional, autarquía financiera, inmunidades, e intangibilidad de remuneraciones […] En esa inteligencia, el juego armónico de las normas procesales incorporadas por la ley 23.984 determina la necesidad de que el impulso inicial del proceso, conforme al principio *ne procedat iudex ex officio+ lo den el Ministerio Público Fiscal o la autoridad policial [...] y nada indica para casos en el que el Juez, en desacuerdo con el criterio liberatorio del fiscal, desee instruir el sumario y carece de requisitoria...” (cfr. C.N.C.C. Sala V, c/n° 19.198, AWilson, Roberto@, rta. 05/08/2002). Por su lado, la Sala I de esa misma Cámara Nacional de Apelaciones, ha asegurado que “[e]l art. 120 de la Constitución Nacional otorga al Ministerio Público Fiscal el carácter de autónomo, al asignarle la función de promover la acción de la justicia, por lo cual, al haber solicitado el fiscal, el archivo de la causa por no poder proceder [atisbo que se verifica en estas actuaciones], la causa no puede continuar su curso, habida cuenta que no podría ser elevada a juicio, debido a que no existirá requisitoria fiscal en tal sentido...” (cfr. C.N.C.C., Sala I, ACampeano, Mónica Estela” c/n° 20.000, rta. 19/03/2003). Sobre el particular, Francisco D´Albora sostiene por un lado que “...la inmediata promoción del proceso penal -entendida como su iniciación- puede tener lugar sólo por requerimiento fiscal (art. 180 párrafo final, 188 y 195 del C.P.P.N.)...”. Asimismo, ha asegurado que “si el agente fiscal propicia el no poder proceder [...] el juez no puede disponer el avocamiento iniciación- de la etapa instructoria, pues carece de facultad para hacerla de oficio...” y que “... se advierte una marcada diferencia entre con los códigos argentinos modernos que no hacen prevalecer el criterio del fiscal; en este código se cierra al Juez la posibilidad de controlar semejante petición” (cfr. D´Albora, Francisco: Código Procesal Penal de la Nación Comentado, Editorial Abeledo Perrot, Bs. As., pág. 24, 143 y 183/184). Por su lado, el Dr. Raúl Washington Ábalos, ha manifestado que “en el sistema del código, la promoción de la acción penal, es decir investir al juez de la acción para que pueda proceder con su poder jurisdiccional, sólo puede producirse por requisitoria de instrucción a cargo del Agente Fiscal, por prevención policial, o por simple comunicación de la Policía respecto de los hechos que investiga...” y que “... no hay forma para que el Juez pueda actuar, si no es de la manera descripta [....] pues el sistema elimina la actuación de oficio del órgano jurisdiccional, y prevé los modos en que debe producirse la promoción de la acción penal para que ello suceda...”. ASi el Agente Fiscal no requiere la formación de la causa y el Juez entiende que debe iniciarse la investigación, no puede proceder a la misma porque estaría actuando de oficio, sin acusación, y violando el nex procedat iudex ex officio, porque la acción penal no estaría promovida en sentido positivo@ (cfr. Washington Ábalos, Raúl: Código Procesal Penal de la Nación Comentado, Ediciones Jurídicas Cuyo, Mendoza, 1994, páginas 400/402). Asimismo, el Dr. Jorge Moras Mom ha referido que Ala acción penal [...] ofrece un enfoque subjetivo, en cuanto tiene en cuenta a la persona que pide el proceso, lo cual resalta nítido en su promoción por el Ministerio Público Fiscal en su pretensión de obtener el reconocimiento a favor del Estado del derecho de aplicar una pena: acción Poder Judicial de la Nación positiva@ y que el mentado organismo Atiene a su cargo el ejercicio de la acción pública penal oficiosa@ (cfr. Moras Mom, Jorge: Manual de Derecho Procesal Penal, Editorial Abeledo - Perrot, Bs. As., páginas 96 y 142). Claramente se infiere de las citas doctrinarias y jurisprudenciales señaladas en los párrafos que anteceden, la esencia acusatoria instaurada a partir de la sanción de la ley 23.984, en nuestro ordenamiento procesal penal, creando en el mismo un carácter acusatorio mixto, que impide en todo momento la actuación de oficio por parte del órgano jurisdiccional, si no ha habido previamente un impulso de la acción penal por parte del Ministerio Público Fiscal. El Superior al tratar este tema, ha reafirmado que A[e]xisten a su vez, otras normas constitucionales que dan cuenta de esta separación entre las funciones estatales de juzgar y acusar. *Cuando se trata de atribuir responsabilidades políticas en el desempeño de ciertos cargos, atribuye a la Cámara de Diputados el derecho de acusar (art. 53) y a la Cámara de Senadores juzgar en juicio público a los acusados (art. 59). Del mismo modo, para remover a los jueces ordinarios, el Consejo de la Magistratura formula la acusación (art. 114 inc. 5 ° ) y el Jurado de Enjuiciamiento remueve (art. 115)+@ (cfr. Ricardo R. Gil Lavedra Legalidad vs. Acusatorio, Pp. Bs. As., Cuadernos de doctrina y jurisprudencia penal, Año III, n° 7, Ad Hoc, páginas 833/4). Y prosiguió diciendo que ALa coordinación de estos poderes, de jurisdicción (juez) y de acción (fiscal) -en la que también participa el poder de excepción propio del perseguido jurisdiccionalmente-, es inherente al modelo teórico acusatorio cuya garantía básica es la de un *juez imparcial+ -y como tal, tajantemente independizado de la acusación- y representa la cristalización en nuestra Carta Magna de los aforismos ne procedat iudex ex officio y nemo iudex sine actore@. Finalizando el razonamiento la Alzada, al afirmar que Aen consecuencia, no hay jurisdicción sin una acción que la requiera con anterioridad, ni posibilidad de que un juez instruya a un fiscal a que efectúe tal requerimiento@ (cfr. C.N.C.C.Fed., Sala I, causa n° 35.371, ABonadío, Claudio s/Desestimación@, rta. 03/05/2004). Cabe agregar que hoy en día ni siquiera es posible introducir el mecanismo pretoriano de consulta al Superior, desde el momento en que esta práctica Ade lege ferenda@ tenía sustento en una interpretación analógica del art. 348 del Código Procesal Penal de la Nación, en el párrafo que precisamente fue declarado inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el Fallo AQuiroga@ del 23/12/2004, de modo tal que ya no es posible, a partir de la doctrina que emana de dicho fallo, reconducir aquella solución legislativa (declarada inválida) a la cuestión aquí planteada. En efecto, de conformidad con lo expuesto hasta aquí, y a la luz del requerimiento efectuado por el Sr. Agente Fiscal a fs. 60/1, resultaría contrario a derecho no adoptar el temperamento previsto por el art. 180, último párrafo, del Código Procesal Penal de la Nación. Aquél párrafo del art. 180 del C.P.P.N. establece que la denuncia: “[s]erá desestimada cuando los hechos referidos en ella no constituyan delito, o cuando no se pueda proceder”. De la solicitud de ser tenido por parte querellante En su presentación de fs. 1/5, el denunciante solicitó también que se lo tenga por parte querellante. Ahora bien, teniendo en cuenta por un lado, que del análisis de las presentes actuaciones no surge que el nombrado resulte particularmente ofendido por los delitos denunciados en este expediente; y por otro lado, que para asumir el rol de querellante en una causa penal es menester que quien lo pretenda se haya visto afectado directamente por el hecho original y que se trate del titular del bien jurídicamente protegido por el delito presuntamente cometido -circunstancia que claramente no se verifica en la pesquisa- (cfr. C.N.C.P., Sala II, ATravagli, Nelson Rubén@, rta. 14/07/1999), es que no habré de hacer lugar a tal petición. Poder Judicial de la Nación La denuncia penal contra jueces de la Nación a raíz de sus decisiones funcionales. Gravedad institucional Sentado ello, quiero ahondar en los efectos que una denuncia penal como la presentada puede tener con respecto a los denunciados, en este caso, Magistrados de la Nación de reconocida trayectoria profesional. En primer lugar, quiero resaltar que la denuncia es un medio que se concede a los particulares para que éstos, cuando conocen la existencia de un delito, puedan transmitir la notitia criminis a la autoridad, a los efectos de que se investigue el supuesto hecho criminal. En este sentido, se pone en manos de los particulares la posibilidad de, sin convertirse en partes del proceso, oficiar de colaboradores para la administración de Justicia, poniendo a su alcance las herramientas o datos necesarios para la génesis del proceso; siendo constitucional de tal derecho los una particulares expresión de del peticionar derecho ante las autoridades (art. 14, C.N.). Es decir, su efecto no es otro que iniciar un proceso, sin que sea facultativo para el receptor de la denuncia, sea el Juez o el Ministerio Fiscal, dar o no curso a la misma. Así, en virtud del carácter vinculante que tiene para su receptor, la denuncia debe ser utilizada mesuradamente, y no como medio de canalización de protestas personales. Tal es el deber de mesura que deviene de sus efectos, que el artículo 245 del Código Penal reprime a quien denunciare falsamente un delito ante la autoridad, pues ello perjudica notoriamente el correcto funcionamiento de la administración de Justicia. Asimismo, la denuncia, más allá de su eventual aprovechamiento como fuente de prueba, es un acto de imputación, y por medio de ella se pone al alcance de la autoridad un objeto procesal concreto que habrá de ser tenido como plataforma de inicio de un proceso penal. El mismo Código Procesal Penal de la Nación, establece que la calidad de imputado se adquiere por haber sido indicado “de cualquier forma” como partícipe de un hecho delictuoso (art. 72), lo que permite asignar a la denuncia la calidad de acto de imputación en los términos señalados. Queda entonces claramente demarcado el grado de relevancia de dicho acto, en virtud de sus efectos en la esfera jurídico-penal. Ahora bien, ya hemos visto cuáles son los efectos técnicos que la denuncia genera per se, pero resta valorar su impacto en la esfera personal de los denunciados; en este caso la denuncia se ha dirigido contra tres Jueces de la Nación, circunstancia que a mi entender, merece ser tratada con particular atención. Se debe enfatizar que el derecho de denunciar se halla dentro de la órbita del derecho constitucional de peticionar a las autoridades (art. 14 C.N.), y a exigir -mediante la forma viable para ello- la activación de los mecanismos conducentes para la revisión de garantías las decisiones reconocidos en que la puedan vulnerar Constitución, derechos Tratados o o Leyes dictadas en relación; encontrando también su correlativo en el derecho a la protección judicial (art. 25 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos). Como expresión de tales derechos, resulta lícita y hasta fructífera la utilización de la denuncia por parte de los particulares, con el objeto de preservar la calidad exigible a las personas que integran posiciones estratégicas en la mecánica de funcionamiento de la República. En este sentido, resulta absolutamente lícito que dicho acto pueda dirigirse contra un juez, cuando el cuadro probatorio presenta rasgos de verosimilitud que la justifican, de allí, que la regularidad del ejercicio del derecho de denunciar, se supedite a la razonabilidad de la denuncia, la cual debe tener un basamento tal que justifique el deber del denunciado de soportar su imputación. Poder Judicial de la Nación Toda denuncia, por su significación jurídica, debe encontrarse debidamente fundada y su presentación debe derivarse de un análisis pormenorizado de las circunstancias que la legitiman; cuando el denunciado reviste la calidad de juez, se impone al denunciante que actúe con extrema prudencia, ya que claramente la denuncia contra un juez constituye un agravio que, además de atentar tanto contra la esfera profesional, como personal del magistrado, impacta en la investidura que representa todo magistrado, y por lo tanto, en las instituciones que son pilares de la sociedad y del Estado de Derecho. Más allá de los fines que aquel persiga, la denuncia contra un juez no deja de ser un acto de gravedad institucional, ya que un acto de dicha naturaleza afecta de un modo directo al interés, no sólo de las personas que se encuentran en la órbita de juzgamiento por parte del magistrado denunciado, sino a la comunidad entera, que se edifica en la creencia en sus instituciones, cuyos valores y principios la identifican. La denuncia de por sí, constituye una causal de desprestigio que el denunciado debe enfrentar, perjuicio que lo obliga a ejercer actos positivos de defensa, con el consecuente desgaste que ello implica, resultando irreversible dicho daño aún cuando las probanzas finales demuestren la inocencia del magistrado, quien desde que asume la calidad de “denunciado” lleva sobre sí una sombra que al menos en el ámbito judicial, oscurece la tacha de legitimidad a la que aspira. Ello, porque la denuncia por sí misma y sin perjuicio de las posteriores rectificaciones que de ella se hagan o de la falta de procedencia que luego se demuestre, constituye un acto de agravio institucional, en el sentido de que, sin importar cuál sea el resultado de la causa a la postre, pone al magistrado denunciado bajo el ojo crítico de la sociedad, sobre el cual indefectiblemente se erige la duda acerca de si su desempeño se ajusta a los parámetros de pureza que se espera de los integrantes de las instituciones. Es innegable que la presentación de una denuncia sin basamentos que la tornen razonable, constituye un agravio a la investidura del Juez, quien sin perjuicio de encontrarse cuestionado, debe hacer todo lo posible para mantener el equilibrio emocional y la serenidad que son necesarias para tomar decisiones armónicas con los principios de equidad y justicia, actitud contra la cual evidentemente conspira la presentación de denuncias penales en su contra. Justamente es éste el motivo por el cual la persona que denuncia a un juez, debe realizar un minucioso estudio de las probanzas que sustentan su acusación a fin de no incurrir en la ligereza de denunciar sin basamento real; porque en definitiva, la afectación del ánimo del juez, de su prestigio y de su status judicial, mediante una acusación que no tiene asidero, repercuten en la sociedad, como destinataria de una recta y meditada administración de Justicia. Por otra parte, debe quedar claro que no se intenta inhibir a los particulares en el uso de su derecho de denunciar, ni de imponer a estos ritualismos que obstaculicen el regular ejercicio de tal derecho, sino más bien, de generar una conciencia que vea más allá del mero interés particular, y que al decidirse por la presentación de una denuncia como la que es objeto de autos, lo haga sin perder de vista la repercusión que ello conlleva en la vida de las instituciones republicanas. Es cierto que la Corte Suprema de Justicia de la Nación viene sosteniendo que, enmarcado en las expresiones propias del sistema republicano y a fin de preservar el debate respecto a cuestiones que involucran a funcionarios públicos, debe tolerarse toda crítica a éstos (in re: ALescano, Roberto v. Hardy, Marcos A.”, rta.: 17/2/04), sin embargo, como bien se expresa en el mismo fallo “de ello no cabe derivar la impunidad de quienes, por su profesión y experiencia han obrado excediendo el marco propio del ejercicio regular de los derechos de petición y crítica. Que desde esta perspectiva no puede exigirse a los Magistrados que soporten estoicamente cualquier afrenta a su honor [...] Admitir lo contrario importaría tanto como consagrar la existencia de una categoría de ciudadanos -por su cargo o función Poder Judicial de la Nación pública- huérfanos de tutela constitucional y expuestos al agravio impune” (del voto de los Dres. Belluscio y Leal de Ibarra). Por otro lado, es innegable también que la denuncia genera en su destinatario un sentimiento de vulneración en su honor, un menoscabo en su dignidad que más allá del desacierto de lo denunciado, lo persiguen hasta el momento en que la misma es desechada y él desvinculado. Este sentimiento, común a todos los ciudadanos, cobra otro tamaño en quien posee la trascendental responsabilidad de impartir Justicia, de adaptar su vida a ella y de conducir su cotidianeidad de acuerdo a los parámetros adecuados a las expectativas de la sociedad, la cual espera de los magistrados que mantengan una vida digna y un proceder irreprochable, siendo que lo que para el común de las personas constituye una mera falta, para los magistrados, puede convertirse en causal objetiva para su remoción. Al respecto, señala Edgardo I. Saux (J.A., 1996-IV-250): “la situación particular de quien ha canalizado su ejercicio profesional de abogado como Juez asume una doble singularidad, toda vez que a los deberes éticos profesionales «normales» se les adicionan las exigencias propias de quienes tienen la augusta y delicada función de ejercer la magistratura y cuyo decoro, prudencia, austeridad y rectitud de proceder impregnan desde lo profesional al mismo ámbito privado”. En el caso, se advierte que el letrado denunciante ha elegido la vía de la denuncia, cuando no se hallaba fuera de su alcance otras vías alternativas para arribar al resultado pretendido; en efecto, el ordenamiento procesal vigente otorga al letrado la posibilidad de articular diversos reclamos que tomarán forma, según cuáles sean las normas constitucionales que interprete vulneradas; siendo que aún cuando dicho planteo hubiere sido desechado, ello no habilitaba al letrado a efectuar la presentación que es objeto de autos. Por otro lado, si la presentación efectuada en estos autos ha obedecido a la disconformidad del Wieder con el temperamento adoptado por el Juez Blanco y por los Camaristas Munné y Corcuera al dictar sendas resoluciones cuyas copias obran en este legajo, claro está que la utilización de la denuncia con relación a un comportamiento claramente atípico, como medio para atacar la resolución dictada por estos Magistrados en el pleno y legítimo ejercicio de sus funciones, configura un exceso en franca vulneración del deber de todo abogado de velar por el cauto y correcto uso de las herramientas que la ley pone a su alcance. En efecto resulta que el denunciante es abogado, lo cual evidencia -al menos a su respecto- su cabal conocimiento de la afección que un planteo como el realizado en autos, constituye para la investidura de un Magistrado. Tal como expusiera Bidart Campos, “…todo hombre por el sólo hecho de vivir en sociedad, debe comportarse con la prudencia y cuidados necesarios para no dañar a los demás y si no asume estos cuidados, está en falta y contraría el ordenamiento” (cfr. nota al fallo “Vilar, Miguel A. c. Ricciardi, Uber”, c. 42.315 – C.N.Civ., Sala “G”, rta.: 10/11/1989, publ. en ED, 137-203), mayor aún es la prudencia exigible a los abogados, en el ejercicio de sus funciones, ya que el ejercicio de la profesión es inescindible de un proceder afín al respeto de aquellos derechos que el Estado ha erigido al punto de otorgarles carácter supremo, ya por encontrarse en la Carta Magna, o en los Tratados a los que se les ha otorgado jerarquía constitucional (artículo 75 inciso 22 de la C.N.). Aún cuando la denuncia no tenga viabilidad alguna conforma lo dicho supra, ello no significa que quede ésta al margen de aquellos actos constitutivos de agravios y afecciones al honor de los denunciados. Ello, porque a mi entender, la viabilidad de la denuncia no debe supeditarse a la concreta afectación de la moral del denunciado, sino que ya de por sí su presentación repercute en la imagen de la Justicia que tiene al juez como uno de sus resortes fundamentales. Por último no puedo dejar se señalar, en mi condición de par de los Magistrados aquí denunciados, la honda preocupación que me generan los hechos aquí ventilados, no por Poder Judicial de la Nación motivos personales, sino en el entendimiento de que, de volverse usual el apelar a este tipo de denuncias penales manifiestamente improcedentes por parte de abogados con relación a decisiones jurisdiccionales adoptadas a diario que tienen que ver con la materia propia de tribunales con competencia electoral, es menester tomar conciencia de que ello se traduciría en una reiteración incesante de episodios altamente dañosos para la tranquilidad de los jueces y para la imagen de toda la Justicia, que terminarían poniendo en peligro el correcto funcionamiento nada menos que de uno de los tres poderes de la República. Máxime en este caso, en donde la presentación de la denuncia penal en este fuero fue acompañado, en tiempo real, de una profusa ventilación del asunto por parte de los medios masivos de comunicación, con una anticipación asombrosa de pormenores tales como los nombres de los Magistrados imputados, el motivo de la denuncia y hasta el Juez Federal que resultara desinsaculado para llevar adelante la investigación, cuando el suscripto aún no había tenido noticias de ninguna de estas circunstancias, de las que tuvo que anoticiarse –no sin perplejidada través de tales medios. En razón de todo ello, y considerando que el accionar infundado del Dr. Isaac Wieder atenta contra uno de los poderes del Estado –como es el Poder Judicial- y por ende contra el afianzamiento de la República como tal, es que a los efectos que se estime corresponder, ordenaré extraer testimonios de las partes pertinentes y los remitiré en consecuencia al Colegio Público de Abogados de la Capital Federal ante la posible aplicación en su respecto de lo establecido en el art. 43 y concordantes de la ley 23.187. Así las cosas, en virtud a todo lo expuesto, y de conformidad con lo requerido por el Sr. Fiscal y lo establecido en el art. 180 último párrafo del Código Procesal Penal de la Nación, es que; Resuelvo: I) DESESTIMAR la denuncia de fs. 1/5, que diera origen a las presentes actuaciones que llevan el N° 7.576/2009 (art. 180 último párrafo del Código Procesal Penal de la Nación). II) NO TENER POR PARTE QUERELLANTE en las presentes actuaciones al Dr. Isaac Wieder. III) EXTRAER TESTIMONIOS de los presentes actuados a fin de ser remitidos al Colegio Público de Abogados de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ante la posible aplicación del art. 43 y cc. de la ley 23.187 respecto del Dr. Isaac Wieder. Notifíquese a quien corresponda. En su caso, líbrese cédula a diligenciar en el día de su recepción por la oficina correspondiente, a la que se le deberá adjuntar fotocopias de las partes pertinentes. Ante mí: En la misma fecha se libró cédula y oficio. CONSTE.- En del mismo notifiqué al Señor Fiscal y firmó. DOY FE.-