Buenos Aires, 26 julio de 2002. Señor Relator Especial contra la Tortura SR. THEO VAN BOVEN Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos Oficina de Naciones Unidas Ginebra, Suiza De nuestra consideración: Tenemos el honor de dirigirnos a Usted en representación del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), a fin de actualizar la información respecto de las sistemáticas violaciones a la Convención contra la Tortura y Otros Tratos y Penas Crueles Inhumanos y Degradantes —ratificada por la República Argentina sin reservas el 24 de septiembre de 1986—, por parte del Estado argentino durante los años 2001 y 2002. I. PRESENTACIÓN El presente informe fue elaborado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). El CELS es una organización no gubernamental fundada en 1979, para la promoción y protección de los derechos humanos y el fortalecimiento del sistema democrático y el Estado de Derecho en Argentina, que desarrolla sus actividades especialmente desde el punto de vista técnicolegal. Para más información sobre el CELS, remitimos al informe presentado en el mes de octubre de 2001. A efectos del presente informe, constituimos domicilio en la calle Piedras 547, depto. 1, Buenos Aires, Argentina (tel/fax: 54-11-4334-4200; e-mail: cels@cels.org.ar). II. INTRODUCCIÓN En primer lugar, deseamos destacar que el presente informe pretende completar y actualizar la información que ya fuera proporcionada al entonces Relator Especial, Sir. Nigel Rodley, en el año 2001. En tal sentido, este informe versará particularmente sobre los casos de torturas registrados en la provincia de Buenos Aires, por la significación que ella tiene en términos de cantidad de habitantes con relación al resto del país y fundamentalmente porque —como ya informamos en el informe anterior— en dicha provincia se ha registrado un incremento notable de prácticas sistemáticas de tortura. Como veremos, la situación de la tortura en Argentina, y especialmente en la provincia de Buenos Aires no ha mejorado; por el contrario, las prácticas de tortura y las condiciones que favorecen las violaciones al derecho a la integridad física y psíquica de las personas, en especial de las privadas de su libertad, han sufrido un preocupante incremento. El primer acápite se encuentra dedicado a la situación de los niños y adolescentes de la provincia de Buenos Aires que son víctimas de estas prácticas aberrantes. Dentro de este apartado se exponen datos estadísticos e información de carácter general que reflejan un aumento de casos denunciados de torturas y malos tratos cometidos en perjuicio de personas menores de edad. Por otra parte, se incluyen casos particularmente graves seleccionados de la 1 información proporcionada por fiscales, defensores y aquélla obtenida de noticias periodísticas. En la segunda parte, se incluyen datos estadísticos acerca del incremento de las denuncias por torturas. Se trata de denuncias registradas en una base de datos elaborada por la Defensoría de la Cámara de Casación de la provincia de Buenos Aires (el Banco de Datos de Casos de Torturas y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes). Además, se relatan casos particulares dignos de destacarse por su gravedad. En la tercera sección, se efectúa una descripción de la situación alarmante de superpoblación en la que se encuentran los establecimientos destinados al alojamiento de detenidos y el constante incremento de esta situación registrada en los últimos meses. Finalmente, en los apartados cuarto y quinto se expondrá la reacción por parte de los funcionarios estatales frente a este panorama. En este sentido, se denuncia la falta de investigación por parte de la justicia, la lentitud y, en ciertos casos, la irregularidad en la tramitación de las denuncias por hechos de estas características, y la manera benigna con que se castiga a los responsables penales de estos hechos. Por otra parte, se ponen de manifiesto las actitudes de las autoridades estatales que alientan y posibilitan las prácticas denunciadas. Debemos destacar que en el presente informe actualizamos la información de algunos casos que formaron parte de nuestra anterior presentación ante quien era entonces Relator Especial, Sir. Nigel Rodley, lo cual pone en evidencia con absoluta claridad el agravamiento de la situación en materia de tortura. Así, exponemos por ejemplo el desenlace trágico del caso de recluso Daniel Chocobar y de sus compañeros que corroboraron con sus testimonios las denuncias de aquél. Asimismo, informamos nuevamente sobre el caso de la defensora oficial María Dolores Gómez, quien por denunciar actos de torturas y maltrato de detenidos ha sido víctima de atentados y reiteradas amenazas, sin que los funcionarios que investigan estos hechos demuestren un verdadero interés por esclarecerlos. También destacamos el aumento inexorable de la superpoblación carcelaria ante la desidia e inoperancia de quienes desde el Estado deberían evitar que se consolide esta situación denigrante e inhumana que soportan quienes se encuentran detenidos en estas condiciones. III. TORTURAS Y MALTRATOS EN PERJUICIO DE NIÑOS Y ADOLESCENTES En este acápite informamos acerca de las prácticas de torturas, apremios, tratos crueles, inhumanos y degradantes aplicadas sobre niños y adolescentes por parte de las fuerzas de seguridad del Estado provincial. Estos hechos resultan particularmente graves en consideración de las características físicas y psíquicas de las víctimas —personas en crecimiento—, y al especial deber de cuidado que este grupo social merece por su condición. Las autoridades estatales tienen el deber de protegerlos contra “toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación…”1 y, particularmente, los niños privados de su libertad deberán ser “tratado(s) con la humanidad y 1 Art. 19.1, de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (en adelante, CIDN), adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, el 20 de noviembre de 1989 y ratificada por la República Argentina, el 16 de octubre de 1990 (también con jerarquía constitucional, desde la reforma de la Constitución Nacional de 1994). 2 el respeto que merece la dignidad humana, y de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las personas de su edad”2. Para garantizar ello, se han trazado ciertas directrices respecto de las características que deben observar los establecimientos que alojen a menores de edad detenidos y de las condiciones en que deben ser tratados3, que, como se observara seguidamente, en la provincia de Buenos Aires se desconocen en forma absoluta. 1. Denuncias de torturas y malos tratos Según datos oficiales puede observarse en los últimos meses un incremento considerable de los casos de torturas y/o maltratos de menores de edad en la provincia de Buenos Aires. El Registro de Denuncias de Apremios y Malos Tratos Físicos o Psíquicos en perjuicio de Menores Tutelados —a cargo de la Subsecretaria de patronato de menores de la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires—, al mes de mayo de 2001 contabilizaba un total de 738 denuncias, pero al 18 de abril de 2002, registraba ya 1516 denuncias. Como puede observarse la cifra de hechos de torturas denunciados se duplicó en menos de doce meses. Analizando algunas de estas denuncias que se hicieron públicas, podemos observar distintas prácticas abusivas a las que son sometidos niños, niñas y adolescentes de la provincia de Buenos Aires, por las fuerzas de seguridad. Los relatos sostienen, por ejemplo, que agentes policiales hacen desnudar a los menores de edad detenidos y, entre insultos, los revisan de manera vejatoria. Asimismo, los obligan a acostarse en el piso y aspirar los vapores irritantes que emanan de la mezcla de lavandina y detergente. Por otra parte, los testimonios dan cuenta que los jóvenes son sometidos a sesiones de golpes de puño y patadas, quemaduras de cigarrillo y ejercicios físicos que incluyen la obligación de hacer flexiones con las manos sobre la nuca. Otra de las prácticas denigrantes a las que se somete a los menores es la necesidad de acudir a botellas y a bolsas de plástico para satisfacer sus urgencias fisiológicas. Al maltrato físico, además, se suman las amenazas verbales y los pedidos de dinero como requisito para recobrar la libertad. Debe destacarse también que, luego del primer año de funcionamiento del Registro de Denuncias de Apremios y Malos Tratos Físicos o Psíquicos en perjuicio de Menores Tutelados, la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires efectuó una evaluación de la situación. Tal como se desprende de la Acordada nro. 3012 del 24 de octubre de 2001 —que se acompaña como anexo—, en su análisis, la Suprema Corte de Justicia de la provincia pudo constatar un patrón llamativo: de un total de sesenta casos (60) entre 1999 y 2001 de niños y jóvenes muertos en “presuntos enfrentamientos policiales”, en al menos seis casos (6) se comprobó que las víctimas habían denunciado previamente amenazas y/o tratos lesivos por parte del personal policial asignado a su custodia. Coincidentemente, los jóvenes fueron muertos en la jurisdicción de la comisaría en que se habían encontrado detenidos. La advertencia efectuada por el Superior Tribunal ratifica una serie de denuncias, que daban cuenta de haber hallado el cuerpo de varios niños asesinados y torturados, por parte de un sistema organizado de agentes policiales, que realizan ejecuciones extrajudiciales de menores en conflicto con la ley. 2 Art. 37 inc. c, CIDN. Cf. Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad, resolución aprobada por la Asamblea General en su cuadragésimo quinto período de sesiones, el 2 de abril de 1991. 3 3 A continuación exponemos algunos de estos casos que llamaron la atención del Superior Tribunal provincial: ! El caso de Gastón Galván y de Miguel Burgos El 25 de abril de 2001, en el límite entre las localidades de San Isidro y San Martín, de la provincia de Buenos Aires, fueron hallados sin vida los cuerpos de Gastón Galván, de 14 años, y de Miguel Burgos, de 16 años. Los jóvenes habían recibido entre seis y once balas de fuego cada uno y estaban atados de pies y manos. Ambos registraban huellas de haber sufrido torturas y los rastros de un “tiro de gracia” en la nuca. Además, Galván tenía una bolsa de nylon en su cabeza, Burgos estaba amordazado. Los cadáveres fueron arrojados al costado de un camino. Contrariamente a lo que podía suponerse, la bolsa de nylon en la cabeza de Galván no había sido utilizada para asfixiarlo, sino que le fue colocada después de fallecer, según indicaron las pericias. Este elemento del homicidio fue interpretado como un “mensaje” destinado a futuras víctimas. Es preciso destacar que tiempo atrás, los niños habían denunciado ante los jueces de menores, haber sufrido apremios ilegales por parte de policías de la comisaría primera de Don Torcuato, provincia de Buenos Aires. Por otra parte, el 24 de abril, las dos víctimas habían sido detenidas por personal policial en una estación de expendio de combustible. Desde allí, los jóvenes fueron conducidos a la comisaría de Don Torcuato. Llamativamente su ingreso a la dependencia policial no se registró en los libros de guardia. Sin embargo, según consta en el expediente judicial, a la 1,30 de la madrugada del día 25 dos policías los sacaron del lugar donde se encontraban detenidos. A las 6 de la mañana, sus cuerpos fueron encontrados sin vida a pocos kilómetros de Don Torcuato. Varios policías fueron procesados por la justicia, por las muertes de Galván y Burgos. Estos policías pertenecen a la comisaría de Don Torcuato. ! El caso de Juan Teodoro Salto Juan Teodoro Salto, de 18 años, murió el 15 de agosto de 2001 en Don Torcuato, luego de robar una finca. Recibió cuatro balazos, dos de ellos en la espalda. La madre de Juan Teodoro había denunciado en tres oportunidades a los mismos policías responsables de las muertes de Gastón Galván y de Miguel Burgos, como responsables de apremios contra su hijo, tiempo atrás. Denunció también que la fiscalía interviniente había mandado a archivar las actuaciones en contra de la policía. ! El caso de Víctor Manuel Vital Víctor Manuel Vital murió a los 17 años de edad en la villa San Francisco, de la localidad de San Fernando, ubicada en la zona norte de la provincia de Buenos Aires. Antes de su muerte, había sido amenazado por la policía. Su muerte se produjo cuando intentaba entregarse al funcionario policial que lo perseguía. La autopsia demostró que el joven recibió cuatro balazos, mientras estaba escondido debajo de una mesa: uno de ellos en la mano al intentar detener con ella una de las balas. El cabo de la policía, Héctor Sosa, acusado de haber efectuado los disparos contra Vital, fue absuelto. 4 ! El caso de Fabián Blanco Fabián Blanco murió el 1 de noviembre de 2000 a los 16 años, en la localidad de Don Torcuato, mientras intentaba robar un auto. Según testigos, recibió cuatro disparos en la espalda, mientras se encontraba trepado a un árbol. El 28 de febrero de 2000, Blanco había denunciado ante un juez que había sido golpeado en la comisaría de Don Torcuato. A raíz de esta denuncia se inició una investigación penal y se citó a Fabián Blanco a prestar declaración testimonial. Sin embargo, la citación judicial se debía practicar por intermedio de la misma comisaría denunciada, por ser ésta la de la jurisdicción del domicilio del joven. Por ello, la notificación jamás se hizo efectiva, pese a que se reiteró en más de una oportunidad. Finalmente, el 1 de noviembre de 2000, el joven fue muerto en un supuesto “enfrentamiento” en ocasión de robo, sin que pudiera declarar. Al desarrollarse el funeral, un grupo de policías se acercó a los familiares y, esgrimiendo armas, los intimidó. A fines de febrero de 2001 la madre de Blanco hizo la denuncia por estos hechos, pero no ha obtenido respuesta alguna de la justicia. 2. Condiciones ilegítimas de detención Más de 14.000 niños y adolescentes fueron detenidos por la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante el año 2001. Sin embargo la provincia de Buenos Aires no cuenta con lugares adecuados para alojar dignamente a la totalidad de los menores privados de su libertad. Las estadísticas confeccionadas por la Superintendencia de Coordinación del Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires muestran que durante los primeros siete meses del año 2001 se produjeron 8.255 detenciones de personas menores de 18 años —los datos señalan un promedio de 1.180 detenidos entre enero y junio de 2001, 2.730 durante los meses de agosto y septiembre y 1.339 sólo en octubre—. La cifra aumentó hacia el final del año sin un correlativo aumento de las plazas disponibles para alojar a las personas detenidas. Según los registros del Consejo Provincial del Menor, casi la mitad de los niños detenidos se encuentran alojados en instituciones no vinculadas directamente con aquel organismo, que es la autoridad de contralor de esta situación. Estos establecimientos funcionan, en muchos casos, sin la necesaria habilitación especial y no cuentan con subsidios estatales, sosteniendo sus costos operativos con donaciones privadas u obras de caridad, y sin el contralor oficial y monitoreo de condiciones de detención. En la acordada del 24 de octubre de 2001, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires denunció que entre la población privada de su libertad en comisarías se encontraban aproximadamente 140 adolescentes. En palabras de la propia Corte provincial, estos jóvenes “... sufren en tales ámbitos una restricción a su libertad sin recibir el debido tratamiento, limitación que en ocasiones lleva meses a la espera del traslado al correspondiente establecimiento especializado”. El encierro de niñas, niños y adolescentes en comisarías es ilegal. El personal policial no se encuentra capacitado para ejercer la custodia de menores de edad que, como tales, merecen un tratamiento especial por imperio legal. La doctrina de los distintos órganos de las Naciones Unidas, que consagra el interés superior del niño, exige que éstos sean alojados en establecimientos adecuados, por ello la provincia también infringe respecto de ellos los compromisos asumidos. 5 Debe repararse además que muchos de los calabozos de las comisarías en donde se les da alojamiento a los menores, se encuentran en pésimas condiciones edilicias y de salubridad. Por esa razón fueron clausuradas judicialmente e inhabilitadas varias dependencias policiales, entre ellas, las comisarías de Villa Maipú, Los Hornos, San Miguel, Berisso, Benavídez, Barracas y la seccional segunda de Avellaneda. Pero la clausura judicial alcanzó también a instituciones destinadas al alojamiento de menores de edad dependientes del Consejo Provincial del Menor. Así, fue clausurado un Centro de Reubicación de Jóvenes en la ciudad de La Plata (ex instituto Isabel La Católica) y se presentaron denuncias contra la sede de Villa Madero. IV. TORTURAS Y MALTRATOS EN PERSONAS ADULTAS 1. Denuncias de torturas y malos tratos Según la base de datos de la Defensoría de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, del 10 de julio de 2001 al 21 de mayo de 2002 hubo 429 nuevos casos de tortura. Esta cifra reúne los casos denunciados ante la justicia (255) y los casos puestos a conocimiento —bajo secreto profesional— de abogados defensores (174) que integran la Defensa Oficial de la provincia y que no han seguido el camino de la denuncia judicial ante el temor de posibles represalias. De la información que surge de este mismo registro, puede constatarse que en la provincia de Buenos Aires las fuerzas de seguridad someten a sus víctimas a distintas modalidades de torturas. Enumerarlas implica desarrollar una larguísima descripción de tratos vejatorios y aberrantes contra la dignidad humana, maltratos físicos y psicológicos que incluyen golpes de puño, patadas, bastonazos y culatazos. También se registran casos de quemaduras de cigarrillos, uso de gas paralizante en el rostro y violaciones cometidas frente al personal del sistema penitenciario. Entre las prácticas más aberrantes se encuentran la picana eléctrica y el “submarino seco”, modalidades de torturas aplicadas sobre los detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar y que continúan vigentes. Los casos que exponemos a continuación representan ejemplos ostensibles y paradigmáticos de la sistemática práctica de la tortura en la provincia de Buenos Aires. ! El caso de Javier Villanueva4 El 24 de octubre del 2001, Javier Villanueva fue detenido, acusado por miembros de la comisaría de Villa Centenario de Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, de haber robado un automóvil. La investigación por torturas se inició luego de que el fiscal Oscar Acevedo mantuviera con Javier una conversación en la que éste denunció haber sufrido golpes, patadas y shocks de corriente eléctrica. Efectivamente, la revisión médica constató que las lesiones que el joven presentaba provenían de descargas eléctricas. Entonces, el fiscal solicitó al juez la clausura de la comisaría y la detención de los oficiales, quienes permanecieron detenidos en la jefatura de la policía de Lomas de Zamora. Luego, algunos policías fueron liberados ya que no se encontraban en la comisaría cuando se habría cometido la tortura. 4 Diario Crónica, 25/10/01; diario Clarín, 25/10/01 y 2/11/01. 6 El 25 de octubre del 2001, el Ministerio de Seguridad de la provincia puso en disponibilidad preventiva a la cúpula de la comisaría; el comisario Daniel Rago fue relevado del cargo y se trasladó a otras dependencias a los 60 efectivos que allí prestaban servicios. El fiscal Oscar Acevedo comenzó a tomar declaración indagatoria a los cuatro policías sospechosos, pero de ellos, tres se negaron a declarar y el restante desestimó las acusaciones. Finalmente, el 31 de octubre del 2001 las acusaciones quedaron concentradas sobre el subcomisario Oscar Djurazek, los oficiales Eduardo Castillo, Walter Fidel Franco, José Melchor Hidalgo y los agentes Víctor Pérez y Gustavo Pereyra. El 1 de noviembre del 2001, se realizaron estudios en la piel de Villanueva, para determinar si hubo o no paso de corriente eléctrica. En el marco de la investigación, el fiscal tomó declaración a 16 detenidos que estaban alojados en la misma seccional, y el 21 de noviembre pidió prisión preventiva para los seis policías. Pocos días después, cinco de los agentes, entre ellos el comisario, fueron procesados con prisión preventiva acusados de torturar al detenido. La resolución fue adoptada por el juez de Lomas de Zamora, Eduardo Tubío. ! El caso de Javier S. y Ramón R.5 El 13 de mayo del 2001, Javier S. y Ramón R. fueron demorados, supuestamente, por averiguación de antecedentes6. Junto con ellos se encontraba Ana G. quien estaba embarazada. Los tres fueron llevados a la comisaría 9º de Quilmes, provincia de Buenos Aires. Una vez en la dependencia policial, la mujer fue obligada a permanecer afuera, mientras los dos hombres recibían trompadas y patadas durante dos horas; luego los hombres fueron liberados, pero antes fueron revisados por el médico policial, quien no dejó constancia de las lesiones sufridas. Las víctimas denunciaron lo ocurrido y el fiscal de Quilmes, Luis Armella, ordenó que se realizaran las pericias en las que otro médico policial constató los politraumatismos. Los cabos Adrián Horacio Caño y Juan Eduardo Pérez y el sargento Angel Bernardo Godoy, así como el médico policial Daniel Bomvicni —quien había certificado que no había lesiones— fueron procesados en mayo del 2001. ! Informe del Secretario de Ejecución del Departamento Judicial de Bahía Blanca El 25 de enero del 2001, el secretario de ejecución del Departamento Judicial de Bahía Blanca, Dr. Germán Kiefl, informó a la Defensoría de Casación de la Provincia de Buenos Aires que distintas personas detenidas a disposición de la justicia le manifestaron que fueron torturadas por personal de la Policía Bonaerense. Según los dichos de los detenidos, al momento de ser aprehendidos fueron trasladados a las dependencias del Comando de Patrullas y en una habitación que se encuentra en la parte superior del edificio, fueron torturados con picana eléctrica. Los agentes policiales les aplicaron la corriente eléctrica en las esposas y en el dedo gordo del pie. Las víctimas de estos delitos no han formulado las denuncias correspondientes por temor a represalias7. ! El caso de Daniel Chocobar Como informamos al Ilustre Relator, el pasado 24 de octubre de 2001, el detenido Daniel Chocobar Guaimas, denunció por torturas al Servicio Penitenciario bonaerense. Como 5 Se trata de un caso no denunciado judicialmente, que forma parte del Informe del 10/07/01, elaborado por el Defensor ante el Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires. Por esta razón, se carecen de los datos completos de las personas. 6 Se trata de la facultad de la policía de detener personas de manera discrecional a efectos de corroborar su identidad y determinar si poseen o no antecedentes criminales. 7 Informe del 10/07/01, elaborado por el defensor ante el Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, Mario Luis Coriolano. 7 consecuencia de ello recibió distintas amenazas de muerte8, y finalmente, el 18 de junio de 2002, fue asesinado de una puñalada mientras se encontraba alojado en la Unidad Penitenciaria nº 9 de La Plata, faltándole tan sólo un mes para recuperar su libertad. Como informamos oportunamente, en junio del año 2001, encontrándose detenido en el penal de General Alvear, provincia de Buenos Aires, Chocobar efectuó graves denuncias contra el personal del Servicio Penitenciario Bonaerense por infligir tormentos físicos y psicológicos a los reclusos. Por dichas denuncias, un familiar presentó una acción de habeas corpus y la Cámara Penal de San Isidro hizo lugar a la acción ordenando el traslado de varios detenidos. Chocobar y varios de sus compañeros de la unidad que declararon en la causa como testigos, fueron objeto de duras represalias por parte del personal penitenciario. En efecto, la víctima había denunciado ante la Cámara Penal de San Isidro que temía por su vida, ya que sus compañeros de prisión le hacían confesiones como la siguiente: “me mandaron a matarte a cambio de pastillas, salidas y buen trato”9. Estas amenazas se concretaron el 17 de junio cuando otro detenido le asestó una puñalada en el abdomen que, 24 horas después, le provocaría la muerte10. Las represalias por parte del servicio penitenciario se extendieron a algunos de los testigos de aquel habeas corpus presentado en el mes de junio del año 2001: Hernán Larrañaga Rodríguez, Juan Ramón González Sosa, Ricardo Sosa Márquez, Gabriel Santiago Lima y Darío Alberto Minetto. - El caso del testigo Hernán Larrañaga Rodríguez Hernán Larrañaga Rodríguez —testigo fundamental de las torturas denunciadas por Chocobar— se encontraba alojado en la misma unidad en la que se encontraba Chocobar, pero tras sus denuncias fue trasladado a la Unidad Carcelaría no 9. Según el testimonio de un interno de la Unidad nº 9, de nombre Roberto Oscar del Buono, “desde que [Larrañaga Rodríguez] estaba alojado en el pabellón de aislamiento venía sufriendo severos maltratos físicos por parte del que era en ese momento Jefe de Vigilancia y Tratamiento del Penal (...); que Galiasi, Muriondo y Espinllo quienes detentaban el cargo de Alcaide Mayor eran los que le pegaban constantemente”11. También agregó que Larrañaga Rodríguez “le manifestó que no aguantaba más el maltrato que sufría, solicitándole a su vez que (...) le entregara una campera (...) [ya] que no tenía ropa y lo tenían desnudo en su celda”12. Su hermano señaló que lo encontró “dopado” (drogado) y que fue sometido a condiciones de detención inhumanas al estar alojado en “la celda de aislamiento (...) durante cuatro días desnudo, cubierto solamente por el colchón”13. El 11 de julio de 2001, Larrañaga Rodríguez fue incendiado en su celda. Según el informe médico sufrió quemaduras de tipo B y C en ambas manos y cráneo, en miembros inferiores y en el abdomen. Padeció quemaduras en el 25% de su superficie corporal, como así también aspiración de monóxido de carbono. 8 La víctima había denunciado con testigos que funcionarios del servicio penitenciario ofrecían a algunos reclusos drogas, armas y otras prebendas a cambio de asesinarlo. 9 Diario Página 12, “Un camarista denunció que los guardias mandan a matar presos”, 11 de julio de 2002. 10 Diario Clarín, “¿Guardiacárceles ordenaron matar a dos presos por venganza?”, 11 de julio de 2002. 11 Informe de Fabiana Ripani, Secretaria de Ejecución Penal de la Defensoría General de La Plata. 12 Idem. 13 Idem. 8 Un detenido, que declaró bajo reserva de identidad en la investigación judicial abierta, señaló al personal del servicio penitenciario como causante del incendio, ya que vio cómo el “alcaide Mayor Daniel Espinillo y el alcaide Mayor Moriondo portaba (sic) en sus manos un bidón transparente con líquido amarillo, mientras entraban al Sector de aislamiento de la Unidad, que junto a ellos también estaba presente el Sargento Rodríguez (...) [que] permaneció en dicho pabellón portando una lata sin etiqueta vacía, mientras se reía y salía corriendo”. El testigo señaló que luego de estas circunstancias “observó el resplandor generado por llamas de fuego y escuchó gritos de dolor y pedidos de muchas personas solicitando auxilio y golpeando que abran y apaguen el fuego (...) mientras los agentes del Servicio estaban en el lugar de los hechos”14. Pasaron más de diez o quince minutos antes de que Larrañaga fuera retirado de la celda de aislamiento. Hernán Larrañaga Rodríguez estuvo durante varios meses internado en terapia intensiva en el pabellón del quemado del Hospital San Martín, conectado a un respirador artificial. Actualmente se encuentra detenido y habría sido amenazado de que sería asesinado en cualquiera de los penales del Servicio Penitenciario Bonaerense. - El caso del testigo Juan González Sosa Juan Ramón González Sosa, otro de los testigos de las torturas denunciadas por Chocobar, murió el 22 de noviembre de 2001, quemado en su celda de la Unidad Penitenciaria 28 de Magdalena, provincia de Buenos Aires, en un incidente de características similares al de Larrañaga Rodríguez. El día anterior a su muerte, mientras conversaba telefónicamente con su mujer y le contaba que en la unidad penitenciaria lo golpeaban brutalmente y que hacía dos días que no comía, comenzó a gritar lo siguiente: “me sacan el teléfono, vienen muchos, me van a matar”. Luego se interrumpió la comunicación. Otros presos informaron a la familia de González Sosa que agentes del servicio penitenciario lo obligaron a cortar la comunicación y comenzaron a pegarle. El oficial Arias le informó a la madre de Juan Ramón González Sosa que éste se había prendido fuego por encontrarse deprimido porque no recibía visitas. - El caso del testigo Ricardo Sosa Márquez Ricardo Sosa Márquez —que también había corroborado con su testimonio aquella denuncia de Chocobar fue incendiado en su celda de la Unidad nº 9 de La Plata, el día 31de octubre de 2001. Terminó internado en un hospital, en una sala de cuidados intensivos, luego de que lograran apagar el fuego en su cuerpo con un matafuegos. - El caso del testigo Gabriel Santiago Lima Gabriel Santiago Lima, mientras se encontraba alojado en la Unidad nº 24 de Florencio Varela, provincia de Buenos Aires, recibió cuatro puñaladas de otro interno. La víctima refirió que su agresor carecía de motivos para atacarlo pues nunca había tenido problemas con la población carcelaria, lo que indicaría presumir que la agresión habría sido planeada por el Servicio Penitenciario de la provincia. En tal sentido, Lima recibió varias sanciones disciplinarias en forma arbitraria. Permaneció más de 50 días en los pabellones de aislamiento, y a raíz de las mentadas sanciones le fue denegado —por el juez competente— el beneficio de la libertad condicional. - El caso del testigo Darío Alberto Minetto 14 Idem. 9 Darío Alberto Minetto, falleció el 21 de noviembre de 2001, cinco meses después de haber declarado en el habeas corpus iniciado por Chocobar que tramitó ante la Cámara Penal de San Isidro. Minetto fue apuñalado por otro interno mientras se encontraba alojado en la Unidad nº 9 de La Plata. La herida mortal se la provocó un cuchillo rudimentario hecho por los presos, denominado en la jerga carcelaria como “faca”. ! El caso de Héctor Agüero15 Héctor Gustavo Agüero falleció el 19 de junio de 2002 en la Unidad Sanitaria 22, del complejo penitenciario de Olmos, provincia de Buenos Aires. Había sido detenido en febrero del mismo año en la comisaría de Malvinas Argentinas, de Tortuguitas, acusado de un robo, y denunció haber sido torturado. Fue declarado inimputable, ya que padece de esquizofrenia, pero fue alojado en la comisaría hasta que hubiera cupo en el Hospital Neuropsiquiátrico Melchor Romero. Si bien la familia había logrado obtener un cupo en una clínica psiquiátrica y una ambulancia para trasladarlo, el juez de Garantías del Departamento Judicial de San Martín, Dr. Quintana —a cuya disposición se encontraba detenido Agúero— rechazó el pedido y, tras 40 días de alojamiento en la comisaría, lo destinó al complejo de Olmos. Un tiempo después, el detenido fue derivado al Hospital Neuropsiquiátrico Melchor Romero. Sin embargo, en dicho internado padeció de malos tratos. Según los dichos de un interno “estaba tirado, muerto de frío, con pantalón y remera”. El 16 de junio de 2002, cuando su hermano fue a visitarlo, estaba “tirado en una camilla, rígido, con la boca golpeada, la nariz ensangrentada, la espalda llena de ampollas, apenas balbuceaba, sólo lo miraba”. Un médico contó que “estaba tirado en esa camilla desde hacía cinco días, sin tomar agua, con una sobredosis de medicación”. Sin embargo, el juez Quintana rechazó una acción de habeas corpus interpuesta en beneficio de Agüero, al considerar que el estado del individuo era óptimo. El 18 de junio, dicho juez se tomó licencia y fue reemplazado por el juez Sorondo, quien ordenó el traslado de Agüero a la Unidad Penitenciaria 22, de Olmos. En dicha unidad, informaron que “hacía cuatro días que no tomaba agua, que una sobredosis lo había dejado semimuerto”(sic). Al día siguiente falleció a causa de este maltrato. Se afirma que la causa de su muerte fue una sobredosis de medicamentos suministrados en el neuropsiquiátrico Melchor Romero. ! El caso de Gabriela Spalleti La tortura en los centros de detención de la provincia de Buenos Aires, también se practica en contra de mujeres. En efecto, la detenida Gabriela Spalleti fue maltratada física y psicológicamente por personal de la Unidad No 29 de Melchor Romero. Este hecho se enmarca en una práctica generalizada de maltrato detectada en la Unidad 29, donde el personal continuamente golpea y agravia psicológicamente a los internos, y encubre estos actos. 15 El caso fue relatado en el mes de junio en un programa periodístico de televisión, llamado “Detrás de las noticias”, que se emite por el canal America TV. 10 El 11 de agosto del año 2001, agentes del servicio penitenciario provincial, que la víctima identificó como Marta Mesa, Fabiana Molina, Fabiana Damazgo, Silvia González y el médico de la unidad, ingresaron a la celda donde se alojaba Gabriela Spalleti. Le pidieron que se saque la ropa para realizar un examen psico-físico rutinario. Spalleti se desvistió, pero solicitó que no le bajaran la bombacha porque se encontraba en período menstrual. Por esta razón, el personal penitenciario decidió llevar a Spalleti al sector de sanidad. Habiendo arribado allí, manifestaron al Jefe de la unidad que la interna se había negado a realizarse el examen. Entonces, el Jefe ordenó que la lleven a las duchas. Allí dentro comenzó el maltrato: Spalleti fue golpeada e insultada por el personal penitenciario, la agente Mesa llenó una pileta del sector de Sanidad y le sumergió la cabeza. Además, la obligaron a firmar informes médicos falsos bajo la amenaza de continuar con la golpiza. Mediante estos informes la detenida se responsabilizaba de las lesiones que le produjeron. Al día siguiente, le realizaron un examen psicofísico que arrojó como resultado una fisura en el ojo. A causa de este hecho, Verónica Garganta, Defensora Oficial adjunta del Departamento Judicial de La Plata, solicitó el traslado de Spallenti a otra unidad y formuló la correspondiente denuncia penal, a cuya copia tuvimos acceso y utilizamos para la elaboración del presente informe. V. SOBREPOBLACIÓN EN LOS ESTABLECIMIENTOS DESTINADOS AL ALOJAMIENTO DE DETENIDOS La creciente sobrepoblación en cárceles y comisarías de la provincia de Buenos Aires —que fuera puesto en conocimiento del Ilustre Relator en el informe anterior— constituye un problema de extrema gravedad y peligro que, lejos de encontrarse en vías de alcanzar una solución, se agrava en forma notoria con el transcurso del tiempo ante la desidia e inacción de quienes desde el Estado deberían proveer soluciones. En un informe recientemente elaborado por la Secretaría de Derechos Humanos del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, a cargo del licenciado Jorge Taiana16, se destaca que en las Unidades Carcelarias de régimen cerrado existen 1.659 personas que superan el cupo máximo y 96 detenidos sin camas en unidades de máxima seguridad. Esta situación de superpoblación, ya había forzado al Poder Ejecutivo de la provincia a declarar la “Emergencia físico funcional del Sistema Penitenciario” un año atrás17. Por otra parte, se constata en el mencionado informe que la situación de las comisarías bonaerenses es aún más grave: se encuentran detenidas 7.196 personas, existiendo un cupo de 2.864 lugares. Esta situación es producto de la falta de plazas en las unidades carcelarias lo que fuerza a los jueces a mantener a los detenidos alojados en dependencias policiales por períodos prolongados. Tal como informamos al Relator en octubre de 2001, ni las comisarías se encuentran en condiciones edilicias de mantener prolongadamente en ellas a personas detenidas, ni el personal policial está capacitado para sobrellevar esta situación, lo cual implica violar de manera flagrante los más elementales derechos individuales de los reclusos. 16 Informe sobre “Superpoblación en Unidades Penitenciarias y Comisarías de la Provincia de Buenos Aires, suscripto el 27 de mayo de 2002. 17 Decreto nro. 1132 del 16 de mayo de 2001. 11 Los detenidos son alojados en calabozos que se encuentran en un estado deplorable de conservación e higiene18, carecen por lo general de ventilación y luz natural, y en el verano, la humedad y el calor son agobiantes. Los calabozos no tienen ningún tipo de mobiliario, por lo que todas las actividades de los internos se desarrollan sobre el piso. Entre ellas, por ejemplo, el turnarse para dormir, pues por la falta de espacio no pueden hacerlo todos a la vez. Los sanitarios no son suficientes para todos y no se garantiza la alimentación adecuada de los reclusos. El riesgo de propagación de enfermedades infecto-contagiosas —como HIV/SIDA o tuberculosis— es muy alto, y el aumento de casos de violencia física y sexual entre los propios internos es más que significativo. Frente a esta situación, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires decidió fortalecer el deber de los magistrados de supervisar las condiciones de detención de los reclusos, extendiendo el control trimestral de las Unidades Carcelarias, exigido a los Presidentes de las Cámaras de Apelación con competencia en lo penal, a las Unidades Policiales y requerir al Poder Ejecutivo provincial que haga conocer a ese Tribunal las medidas que hubiere adoptado y que adoptará en el futuro inmediato para solucionar el problema19. Sin embargo, ante la falta de respuesta, la Suprema Corte reiteró, el 20 de marzo de 2002, el requerimiento formulado al Poder Ejecutivo, “haciéndole saber asimismo que las dificultades que se padecen desde la perspectiva edilicia y económica no constituyen justificación para incumplir el mandato del art. 18 última parte de la Constitución Nacional”20. Con fecha 26 de marzo de 2002, el Subsecretario de Política Penitenciaria y Readaptación Social del Ministerio de Justicia y Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Marcelo Lapargo, respondió a la solicitud de la Suprema Corte informando que “[d]e acuerdo a lo sucedido en los últimos 24 meses el número de detenidos en la totalidad del sistema aumenta a un ritmo de 2.500 personas detenidas/año”. Se destacó que a pesar de que “se han evaluado a la fecha e iniciado los procedimientos correspondientes para la reparación y construcción de facilidades de alojamiento (...) es un hecho irrefutable que en las actuales condiciones presupuestarias, los esfuerzos por realizar en ningún caso permitirán absorber anualmente el incremento de plazas demandado, por lo cual de mantenerse la proyección antedicha, la condición del sistema global (cárceles + comisarías) empeorará aún teniendo en cuenta las previsiones más optimistas” (el destacado nos pertenece). Asimismo el subsecretario Lapargo señaló en su respuesta que “ningún detenido en el sistema penal lo es sin requerimiento Fiscal y orden de Juez competente” y que lo prescrito en el art. 18 de nuestra Constitución Nacional constituye un mandato, no sólo para uno de los poderes del Estado, sino para todos ellos. En consecuencia, argumentó que tampoco los jueces podrían justificarse en las dificultades edilicias y económicas para suspender la vigencia de las garantías constitucionales, pues “ésta sería una inconsecuencia lógica de graves implicancias éticas”. De esta manera el funcionario le replicó a los miembros de la Suprema Corte que la crítica que estos dirigían al Poder Ejecutivo también correspondía dirigirla al Poder Judicial. Finalmente, instó a los magistrados a utilizar con mayor regularidad las medidas alternativas a la prisión preventiva dispuestas en la legislación provincial, lo que permitiría “mejorar la 18 En muchos establecimientos los detenidos utilizan como baño agujeros hechos en el piso de la celda. Acuerdo nro. 3028 del 27 de febrero de 2002. 20 El artículo 18 de la Constitución Nacional establece que “...las cárceles de la Nación, serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas...”. 19 12 situación de todas las personas que sufren detención y aumentar selectivamente la eficacia de la represión penal”. Esta controversia entre el Poder Ejecutivo provincial y el órgano máximo del Poder Judicial pone en evidencia la falta de compromiso de funcionarios públicos de los distintos poderes del Estado con los legítimos reclamos de quienes se encuentran detenidos —en condiciones oprobiosas— en el ámbito de la provincia de Buenos Aires. Mientras se discute en estos ámbitos quién debe hacerse responsable de esta situación, la crisis en la población carcelaria se agrava en forma progresiva. Con el relato que seguidamente desarrollamos de algunos casos particulares, intentaremos exponer con mayor claridad y detalle los alcances de la situación degradante y vejatoria que padecen quienes se encuentran hacinados en las comisarías y unidades penitenciarias de la provincia de Buenos Aires. V.1. Brote de enfermedad contagiosa entre los detenidos El 17 de mayo de 2002, María Fernanda Mestrín y Marcela Piñeiro, defensoras Oficiales del Departamento Judicial de Lomas de Zamora, interpusieron una acción de habeas corpus en amparo de las personas detenidas y alojadas en la comisaría Cuarta de Lomas de Zamora. En dicha seccional policial se encontraban detenidas 36 personas, cuando en realidad sólo había lugar para 11, destacándose que además se había comprobado entre los internos el brote de una enfermedad contagiosa que —según el informe médico— era sarna. La sarna es una enfermedad muy contagiosa caracterizada por la aparición en la piel de heridas con pus que producen una intensa picazón. El agente productor de la enfermedad es un parásito que produce una reacción alérgica en la piel al entrar en contacto con ella. Es una enfermedad propia de grupos de personas que viven hacinadas. El Tribunal en lo Criminal nº 3 de Lomas de Zamora, resolvió en forma inmediata proceder a trasladar solamente a los detenidos que se encontraban sanos, a efectos de no propagar la enfermedad, sin perjuicio de haber ordenado también la desinfección de los calobozos y la provisión de un tratamiento médico a quienes padecían sarna El 28 de mayo de 2002, se planteó una acción similar respecto de los detenidos alojados en la comisaría Sexta de Lomas de Zamora. En esta seccional estaban detenidas 45 personas en un ámbito destinado al alojamiento de 16, comprobándose también la existencia de sarna entre los internos. El Tribunal en lo Criminal nº 2 de Lomas de Zamora, resolvió al día siguiente trasladar a la totalidad de los detenidos, supeditando dicha orden al cumplimiento de un “tratamiento higiénico medicamentoso” por parte de los infectados y a la constatación de que éstos se encuentren curados. V.2. El caso de Juan David Enríquez Juan David Enríquez, un joven de 18 años, fue detenido el 2 de julio de 2001, imputado por la presunta comisión de un robo. En un inicio, fue alojado en la seccional Tercera de Ezeiza, donde fue brutalmente golpeado y se intentó accederlo carnalmente vía anal. Denunciado este hecho, se ordenó su traslado a la seccional Primera de Ezeiza donde fue nuevamente atacado, sin que el personal policial asignado a la custodia de los detenidos acudiera en su defensa. 13 En estas circunstancias, el juez competente del Departamento Judicial de Lomas de Zamora, Javier Maffucci Moore, dispuso su aislamiento con el fin de garantizarle mínimas condiciones de seguridad, pero el titular de la seccional policial informó al magistrado que ello era imposible y que lo único que podía ofrecer era hacerlo pasar la noche fuera del calabozo, engrillado a los barrotes del pasillo. El juez finalmente decretó la libertad de Enríquez, señalando lo siguiente: “su detención actual se ha transformado, en la realidad, en una tortura propia del medioevo”. VI. REACCIÓN JUDICIAL FRENTE A ESTE TIPO DE CASOS La respuesta de los funcionarios judiciales frente a los casos denunciados de torturas y tratos crueles, inhumanos y degradantes es, en muchos casos, inadecuada. Esta circunstancia resulta particularmente relevante debido a que para prevenir y erradicar la tortura no basta con dictar abundantes normas en la materia; es necesario además que dicha legislación se aplique concreta y efectivamente en todos los casos que se susciten. Las investigaciones judiciales por casos de torturas resultan condescendientes. No se registran avances sustanciales en los expedientes judiciales, a pesar de que en muchas oportunidades existen pruebas e indicios que permitirían llegar a la condena de los responsables. También en muchos casos, aún cuando existan condenas por estos actos, éstas resultan inadecuadas debido a la errónea calificación de los hechos que se juzgan. Los jueces encuadran jurídicamente los hechos en figuras delictivas más benignas de las que resultan aplicables. Esta situación trae aparejada la imposición de penas exiguas a los responsables de estos delitos, que no se condicen con la gravedad de estas prácticas aberrantes. En este sentido, la Convención Internacional contra la Tortura establece la obligación de castigar “esos delitos con penas adecuadas en las que se tenga en cuenta su gravedad”. Asimismo, puede observarse la falta de interés en abordar seriamente un problema de carácter global y de extrema gravedad, como lo es la creciente sobrepoblación carcelaria. VI. 1. Práctica sistemática de la tortura y la condescendencia de la Suprema Corte de Justicia de la provincia a) Situación de la Unidad Penitenciaria Nº29 (Melchor Romero) La Unidad Penitenciaria Nº 29, ubicada a quince kilómetros de la ciudad de La Plata, ha sido destinada al alojamiento de detenidos que presentan graves problemas de convivencia con los demás internos y que, en general, por su conducta resultan peligrosos para sí y para los demás. Este establecimiento ha sido calificado como “de Alta Seguridad”. Su creación, en el año 1994, obedeció a una necesidad de separar aquellos grupos minoritarios que se caracterizaban por su alta peligrosidad. En orden a ello, se dispuso el permanente monitoreo de los internos y la evaluación constante de un equipo interdisciplinario. A partir del año 2000 se presentaron un sinnúmero de denuncias contra el personal de dicha unidad por malos tratos. La Cámara de Apelación y Garantías de San Isidro recibió varias de aquellas presentaciones, las que fueron acumuladas por decisión de dicho tribunal. En este sentido, se entendió que en todas las presentaciones contra el personal del personal de la Unidad 29 del Servicio Penitenciario Bonaerense se denunciaban hechos “de similares 14 características en cuanto al procedimiento seguido, al lugar de las golpizas, las amenazas, las lesiones padecidas por los detenidos”21. Es el caso, por ejemplo, de José Luis Juárez Prado quien denunció haber sido golpeado por una comisión de oficiales de la Unidad 29 y que luego lo condujeron al sector de sanidad donde continuó siendo golpeado. Las golpizas cesaron cuando se hicieron presentes los médicos de sanidad, quienes le cosieron las heridas que presentaba en su boca, por la pérdida de dientes. Las heridas resultantes fueron catalogadas como de carácter grave. Además el médico que lo examinó posteriormente señaló como alarmante el estado nutricional del denunciante (durante los 6 años de detención perdió 24 kilogramos). Las lesiones sufridas por Juárez fueron asentadas en su legajo como producto de agresiones “autoinfligidas”. En dicho informe se adujo que se utilizó la fuerza mínima e indispensable para neutralizar la agresión hacia el personal que trató de controlar la situación. Sin embargo, en los peritajes se estableció que las lesiones que presentaba no podrían haber sido autoprovocadas. Juárez refirió, por otra parte, que mientras se encontraba internado en Sanidad oyó cuando le propinaban golpes a otro detenido, Luis Merlo. Merlo ratificó dicha denuncia por malos tratos. Manifestó haber sido desnudado, para luego introducirlo a una ducha de agua fría en donde lo golpearon con palos durante 10 minutos por todo el cuerpo. Luego un enfermero le aplicó una inyección y, después de unos minutos, cuatro de los guardia-cárceles lo sometieron a descargas eléctricas en los hombros y en los testículos, mientras lo intimaban a retirar las denuncias contra el personal de la penitenciaría. Al despertarse al otro día lo empezaron a golpear nuevamente. Todo esto ocurría —relató Merlo— en presencia del jefe del penal, que tenía un palo en la mano. Agregó que durante ese día no recibió ningún alimento ni medicación. Respecto de esto último, denunció que no recibía el tratamiento médico adecuado para su enfermedad (padece de HIV). Otro caso es el de Pablo García Rodríguez, quien denunció haber sido víctima de malos tratos —también en el sector de sanidad—. Atribuyó dichos maltratos al hecho de ser testigo de una causa en la que se investiga la muerte de un detenido en otra unidad carcelaria. Raúl Oscar Lobos, otro de los denunciantes, relató que “las palizas se reiteran con un determinado patrón, en principio se llevan al detenido de su celda al sector de sanidad, donde ingresando del lado izquierdo hay cuatro celdas donde cabe más de una persona. Alojan a un detenido en cada celda porque llevan al lugar de sanidad de a grupos. Cuando uno llega ve que hay otros ya alojados o a veces uno puede ser el primero. En el lugar se juntan alrededor de veinte penitenciarios encabezados por los oficiales Fracchia, Barrionuevo, Avila, González y Fraga, hacen desnudar a los que van a ser golpeados y van sacando de a uno y lo conducen al sector de baños. En el tránsito lo van golpeando en todas partes esposado a la espalda. Al llegar al baño lo levantan entre varios y le sumergen la cabeza en la bañera llena de agua. Lo sumergen y lo sacan mientras pegan y pegan entre todos… Estas golpizas son permanentes y cotidianas y se realizan en cualquier horario y las sufren todos los presos de la unidad”. Lobos además agregó que tenía conocimiento de detenidos a los que se les pasó corriente eléctrica por el cuerpo y a otros a quienes se les suministra droga para sedarlos. En su declaración también refirió haber sido golpeado en el curso del traslado a los tribunales como amedrentamiento para que no declarara. 21 Entre las modalidades de los hechos asentadas en el Banco de Datos de la Unidad 29, figuran golpes en diversas partes del cuerpo —resulta particularmente grave la práctica de golpear al detenido en las plantas de los pies con bastones—, disparos en las piernas, gas paralizante arrojado al rostro, heridas con armas de fuego, suspensión de medicación a modo de castigo, aplicación de “submarino seco”, violaciones, inmersión en duchas de agua fría, amenazas de muerte y quemaduras con cigarrillo. 15 b) El resolutorio de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal de San Isidro A raíz de estas graves denuncias, los jueces de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal de San Isidro señalaron —en su resolutorio— el agravamiento de la situación en el mes de octubre de 2001, durante el cual se denunciaron algunos casos de pasaje con corriente eléctrica. Los camaristas además advirtieron otras circunstancias que implican un trato violatorio de las normas nacionales e internacionales vigentes, como son las dificultades para entrevistarse con los familiares y los abogados debido a la estructura edilicia inconveniente, la obligación impuesta a los internos a usar vestimenta estigmatizadora cada vez que salgan de su celda de castigo, el excesivo tiempo que permanecen aislados sin contacto con otros internos, entre otras. Estas circunstancias han llevado a calificar al establecimiento en cuestión como “el símbolo de la barbarie y el terror”. Estas consideraciones hicieron concluir a los jueces intervinientes, en la resolución fechada el 16 de noviembre de 2001: “1ro.: Que en la Unidad Nº 29 un número de agentes penitenciarios incluidos oficiales superiores habrían practicado actos de violencias contra personas encarceladas, por intermedio de golpizas que pudieron a poner (sic) en peligro la vida de las personas afectadas, por intermedio de la asfixia por sumersión forzada de la cabeza en agua, por la aplicación de golpes en la planta de los pies con elemento romo; por la aplicación de descargas eléctricas. 2do.: Que en la Unidad Nº 29 se estaría golpeando sin justificación legal a las personas encarceladas; 3ro.: Que las torturas y las golpizas reiteradas se habrían cumplido, según el conocimiento alcanzado en la sustanciación de la presente, contra en número considerable de internos; 4to.: Que tan graves violencias, se habrían perpetrado con una frecuencia diaria, dentro de un determinado ámbito de la cárcel y con métodos que se repiten; 5to.: Que se estaría obstaculizando a los Secretarios y demás Funcionarios de la Defensa Pública, entrevistar a los prisioneros y controlar las condiciones de alojamiento y aún el ingreso al local de la Unidad Nº 29;” Por estas razones, se decidió acoger la acción de habeas corpus respecto de la totalidad de las personas alojadas en el establecimiento carcelario cuestionado, ordenando su traslado. Se ordenó el examen médico de todos los detenidos y la estricta adecuación de su encarcelamiento a las normas nacionales e internacionales vigentes. c) La resolución de la Suprema Corte de Justicia Bonaerense22 Ante esta resolución del tribunal de San Isidro, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires reaccionó avocándose al conocimiento de las actuaciones iniciadas por los internos y dejando sin efecto las medidas dispuestas. Esta decisión se fundó en “la necesidad de preservar la correcta administración del servicio de justicia, en tanto debe atenderse al criterio según el cual el proceso de habeas corpus en principio no autoriza a sustituir a los jueces propios de la causa en las decisiones que les incumben”. Esa misma noche los trasladados retornaron a la Unidad 29 y fueron sometidos a un castigo despiadado, tal como lo denunciaron diversos defensores que recibieron llamados telefónicos de sus pupilos. Por otra parte, la jueza Vásquez, miembro del tribunal de apelaciones de San Isidro, consignó que a pesar de los traslados continuaron las agresiones físicas a los detenidos. Sin embargó, acató la decisión de la Suprema Corte. El otro integrante 22 Suscripta el 21 de noviembre de 2001. 16 de la Cámara —Raúl Borrino—, por el contrario, calificó de inconstitucional la decisión de la Suprema Corte, por ser contraria a derecho, a la independencia judicial, al principio de debido proceso legal y al derecho a la jurisdicción. Y denunció la evidente “condescendencia, tolerancia, complicidad o encubrimiento de una parte del Poder Judicial y del Ministerio Público de la Ciudad de La Plata” por garantizar la impunidad de los responsables de los hechos de “torturas sistemáticas y permanentes” denunciados en la Unidad 29. Concluyó finalmente que la supresión del habeas corpus como control transversal “tal vez haya inaugurado una nueva etapa de supresión humana o impune en el territorio provincial”. La decisión de la Suprema Corte provincial resulta cuestionable, no sólo por las consecuencias inmediatas que ésta aparejó, sino también —y fundamentalmente— porque aparta a los jueces que intervinieron en la sustanciación de los recursos presentados por un trámite irregular. Ello así en tanto el Alto Tribunal bonaerense entendió que se trataba de una cuestión meramente administrativa, que se correspondía con el ejercicio de las facultades de superintendencia de los tribunales inferiores que dicho tribunal ostenta. Dentro de estas facultades figuran la regulación de las funciones y atribuciones del personal subordinado, lo inherente al correcto funcionamiento de los órganos dependientes de aquélla, los aspectos disciplinarios y lo relativo a la distribución de tareas. El contenido de la decisión en cuestión escapa manifiestamente de las atribuciones antes mencionadas. VI. 2. Condena benigna a funcionarios imputados por hechos de torturas El día 8 de septiembre de 2000, personal policial detuvo y condujo a Ariel Esteban Simoni a la comisaría de Sáenz Peña. Una oficial de Policía, Silvia Verónica Moyano, que se desempeñaba como oficial de servicio de esa comisaría, reconoció a Simonini como quien tiempo atrás le había robado una pistola y una cadena de oro y le comunicó esa información a cinco sujetos —ex-policías— que se encontraban detenidos en una misma celda. La oficial Moyano le ordenó al personal de custodia del calabozos que saliera a efectuar citaciones quedando desierto el puesto de vigilancia de los detenidos allí alojados. Al estar ausente el personal de custodia, uno de los sujetos alojados en la celda de ex-policías, Héctor María Blanco Pinto, hizo ingresar a Simonini al calabozo, donde se encontraban también Antonio Miguel Mucha, Oscar Daniel Ortega, Carlos Daniel Porto e Ibañez. Le insistían que dijera dónde estaba la pistola, con la amenaza de que lo iban a matar. Ante la falta de respuesta de Simonini, le colocaron una bolsa de residuos en la cabeza y comenzaron a golpearlo con los puños y contra la pared. Los victimarios usaron tres bolsas de nylon, ya que Simonini las rompía en su afán por respirar. Mientras tanto, la oficial Moyano ingresaba constantemente al calabozo para enterarse si Simonini declaraba. Luego, lo llevaron a un baño contiguo, le ataron las manos por delante con un cable y le siguieron poniendo bolsas contra la cara y golpeándolo, mientras le decían que si quería hablar tenía que zapatear. Toda esta sesión fue grabada, porque esperaban que la víctima respondiera a sus interrogaciones acerca de la pistola y la cadena de la oficial Moyano. Cuando terminó la golpiza le dijeron que no debía contar nada y que si iba a la Fiscalía lo iban a matar. Simonini denunció el hecho ante la justicia, afirmando que “cuando le ponían la bolsa sentía que se moría (...) en total le dieron bolsa unas cinco o seis veces”. El perito médico, Dr. Gmelnizky, informó en la causa penal iniciada por la denuncia de Simonini, que “cuando se le pone una bolsa en la cabeza a una persona al desaparecer el oxígeno se producen trastornos a nivel cerebral y, a posteriori, deviene la asfixia y muerte”. Sin embargo el Tribunal en lo Criminal nº 1 de San Martín que juzgó la conducta de los funcionarios públicos consideró, en su sentencia del 30 de abril de 2002, que estas acciones lesivas no producían un sufrimiento con el grado de intensidad necesario para que se configure 17 el delito de torturas, y calificó la conducta de los acusados Ortega, Mucha, Porto, Blanco, Pinto y la oficial Moyano, como “apremios ilegales”. Es importante que el Ilustre Relator advierta que nuestro ordenamiento jurídico diferencia entre distintos delitos según la gravedad del hecho cometido; en tal sentido, se tipifica la conducta de tortura seguida de muerte, tortura y apremios ilegales, basando tal distinción en la intensidad del dolor producido, o sea, en la provocación de cierto dolor físico o psíquico de determinada gravedad. Esto deriva en una considerable diferencia en la pena aplicable: para el caso de tortura que produce como resultado la muerte de la víctima, corresponde prisión perpetua; en caso contrario, la tortura se sanciona con prisión de 8 a 25 años; para el caso de apremios ilegales, la pena será de 1 a 5 años de prisión. VI.3. El agravamiento de las condiciones de detención por razones de superpoblación y la respuesta del Tribunal de Casación Penal y la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires En noviembre de 2001, el CELS presentó una acción de hábeas corpus correctivo ante el Tribunal de Casación de la Provincia de Buenos Aires, a fin de que declarara la ilegitimidad de la situación de superpoblación en que permanecían miles de personas en comisarías y dispusiera un mecanismo eficaz para su solución. Si bien han existido muchas resoluciones judiciales referidas a la misma cuestión, éstas sólo han abarcado aspectos parciales del problema. La clausura de algunos establecimientos provoca la superpoblación en otros, algunos jueces habilitan espacios que otros clausuran. En consecuencia, las soluciones propuestas han sido también ineficaces para prevenir que se reiteren las violaciones. De allí la importancia de que el máximo tribunal penal intervenga sobre la totalidad del problema, a fin de que la decisión final tenga efectos relevantes respecto de una situación que padece toda la provincia. La opción de una acción colectiva habilitaba la jurisdicción del tribunal para ofrecer una solución general respecto de la situación de todas las personas detenidas en comisarías y a tal fin se requirió que, como cuestión previa, el tribunal estableciera con precisión las condiciones mínimas que debía cumplir un establecimiento de detención para garantizar el alojamiento de las personas en un lugar sano y limpio. Esa determinación aseguraría las posibilidades de control y facilitaría la prevención de futuros abusos. En función de ello, se pidió al tribunal que verificara si la Administración tenía previsto el establecimiento de un programa de acción respecto de la situación en comisarías o que, en su caso, ordenara su inmediata elaboración e implementación. Con similar tesitura a la adoptada por la Suprema Corte, el Tribunal de Casación rechazó la presentación por considerar que a cada juez correspondía velar por la situación de las personas privadas de su libertad que tuviera a su disposición. Se sostuvo que la pretensión constituía un cuestionamiento genérico del sistema carcelario —y su sucedáneo policial como extensión de aquél—, que no buscaba obtener una solución concreta en casos individuales, y descartó por ello que corresponda una única decisión que englobe las situaciones plurales indeterminadas con otros posibles objetivos perseguidos aún cuando estén, de manera significativa, referidos a un problema común. La decisión del Tribunal de Casación fue cuestionada por el CELS ante la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires que rechazó el recurso por entender que no se dirigía contra una sentencia definitiva. 18 En ambas instancias, la justicia de la provincia de Buenos Aires ha desarticulado la acción dirigida a controlar el problema de la superpoblación con un argumento equivocado: considerar a ese problema como una sumatoria de afectaciones individuales. Frente al problema de la superpoblación, la resolución individual de un caso compromete necesariamente la situación de los demás afectados, generando evidentes problemas de igualdad. La orden judicial de traslado de una persona de un establecimiento penal a otro, por ejemplo, puede aliviar la situación en el primero pero agravarla en el penal de destino. Se trata de un problema típico de distribución de recursos que la actuación judicial a través de casos individuales aislados del contexto, no hace más que complicar. Por cierto, en cumplimiento de la orden del Tribunal de Casación que indicó a los jueces naturales de las causas analizar la situación de cada detenido, se produjeron algunos traslados. Sin embargo, los mismos jueces que ordenaron esos traslados reconocieron, en sus resoluciones, el carácter parcial de la solución que adoptaban. Además, hay razones claras a favor de la legitimación colectiva en la gravedad y urgencia de la situación denunciada. La centralización de la cuestión en un solo tribunal evita la acumulación de múltiples causas individuales con el mismo objeto y la existencia de decisiones contradictorias. No obstante los rechazos en ambas instancias provinciales, la Suprema Corte bonaerense ha reconocido la necesidad de enfrentar la superpoblación en cárceles y comisarías de un modo integral. En función de ello dispuso, con base en la presentación del CELS, la confección de un expediente dirigido a reunir información y evaluar el problema. Sin embargo, ésta es una actuación desplegada en el marco de sus competencias administrativas que si bien puede aportar algún mecanismo de solución al problema —y ojalá lo haga— parece negar implícitamente la exigibilidad ante los tribunales de condiciones dignas de alojamiento. VI.4. Las investigaciones judiciales de las agresiones sufridas por la Defensora Oficial María Dolores Gómez y su familia María Dolores Gomez, se desempeña como defensora oficial en el Departamento Judicial de San Isidro, provincia de Buenos Aires, y en ejercicio de sus funciones ha denunciado judicialmente —en reiteradas oportunidades— las condiciones degradantes de detención que imperan en la provincia, como así también la práctica sistemática de la tortura en varias unidades carcelarias. La defensora oficial fue objeto de agresiones físicas y de reiteradas amenazas, en donde se la instaba a cesar con sus denuncias contra agentes del Servicio Penitenciario23. Sin embargo no existen avances significativos en las investigaciones judiciales en curso, iniciadas para dilucidar el origen de las amenazas y las agresiones sufridas por la Dra. Gómez y su familia, lo cual denota la falta preocupación del Estado por identificar y sancionar a quienes ponen sus vidas y su integridad física en peligro24. 23 Este caso fue incluido en el informe presentado por el CELS al señor Relator Especial contra la Tortura, sir Nigel S. Rodley, con fecha 24 de octubre de 2001. 24 Es el caso de Investigación Preparatoria (IPP) Nº 118.624, que tramita ante la Unidad Funcional de Instrucción Nº 2 de San Isidro, en la que sólo se resolvió la incompetencia de los jueces de San Isidro y se remitió el expediente a los tribunales de La Plata. Similar situación procesal presenta la IPP Nº 148.944 que tramitaba ante los tribunales de San Martín. Por otra parte, las IPP Nº 103.869 y 104.690 se encuentran ahora acumuladas, tramitando por ello ambas ante la Unidad Funcional de Investigación (UFI) 4 de La Plata. En 6 meses, los únicos 19 Cabe señalar que estos hechos motivaron la solicitud de medidas cautelares a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante CIDH), que fueron concedidas el 5 de junio de 2001. La CIDH recomendó al Estado argentino que adopte medidas cautelares a favor de María Dolores Gómez y su familia, con carácter urgente. Una de las medidas provisionales recomendadas era la de “investigar los orígenes de las amenazas y juzgar a los responsables de modo de poner fin a la situación de riesgo padecida por la persona protegida y su familia”. Medida que, como vimos, se encuentra claramente incumplida por el Estado argentino. Debe resaltarse que, de las medidas establecidas por la CIDH, el Estado sólo ha cumplido hasta el momento aquélla que consiste en proveer custodia a la defensora María Dolores Gómez. De hecho, si bien en la actualidad la víctima y sus familiares cuentan con custodia, ésta no fue proporcionada regularmente por el Estado, ya que por determinado lapso de tiempo interrumpió abruptamente el cumplimiento de dicha medida. Esta situación ha sido denunciada por la propia María Dolores Gómez en carta cursada a la CIDH, con fecha 10 de mayo del corriente año, en la que informó sobre la ocurrencia de nuevos hechos que ponían en evidencia que su vida e integridad física aún continuaban en peligro25 y resaltó también la falta de avance de las investigaciones iniciadas con motivo de sus denuncias. VII. POLÍTICAS INSTITUCIONALES QUE PROMUEVEN LA TORTURA La tortura es una de las manifestaciones más extremas de la violencia institucional en Argentina y, en muchos casos, es propiciada desde el poder político que no muestra voluntad de erradicar los abusos de los funcionarios de las fuerzas de seguridad del Estado. Por el contrario, se consolidan prácticas aberrantes que no se cuestionan. Precisamente quienes deberían impulsar políticas de prevención y erradicación de la tortura, como así también condenar públicamente estos hechos en todas sus formas en cualquier situación que se cometan y hacer cumplir la ley, actúan de manera exactamente contraria, promoviéndolos. VII.1. La negativa a reconocer los hechos de torturas por parte de las autoridades estatales En mayo de 2001 se conocieron públicamente los datos del registro de casos de torturas de menores dependiente de Subsecretaría del Patronato de Menores de la Suprema Corte de Justicia, en donde se exhibía un marcado aumento de actos de torturas de menores perpetrados por personal policial. actos que se realizaron son haberle tomado declaración testimonial al denunciante de la primera de las causas y haber remitido oficios al titular del Servicio Penitenciario Bonaerense y al Titular de la Unidad Carcelaria n° 29 el 13 de noviembre de 2001, requiriéndose distinto tipo de información. La IPP Nº 104.643, que tramita ante la UFI 4 de La Plata se encuentra archivada. 25 En el mes de abril, cuando llevó su automóvil al mecánico porque le habían aflojado las tuercas de las ruedas, comprobó que el dispositivo de la bomba de nafta había sido averiado en forma intencional a fin de producir un escape de combustible y generar la posibilidad de que se produzca una explosión. Además, manifestó que sus defendidos seguían recibiendo comentarios del personal del Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires acerca de un plan para matarla. 20 El entonces ministro de Seguridad de la provincia salió a contestar esa información, intentado desvirtuarla, restándole seriedad. Señaló en tal sentido, en declaraciones periodísticas, que el 90% de las denuncias sobre malos tratos en dependencias policiales eran falsas. Idéntica reacción tuvo el jefe del Servicio Penitenciario provincial, Esteban Mazante, al mostrase reticente a reconocer los hechos de tortura registrados en el Banco de Datos de Casos de Torturas y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes que funciona en el ámbito de la Defensoría de Casación Penal de la provincia. Al trascender públicamente la información del Banco de Datos de Casos de Tortura, el jefe del Servicio Penitenciario Bonaerense, le requirió al titular de la Defensoría de Casación, Mario Coriolano, “que se lo ponga en conocimiento, de manera puntual y taxativa, de los concretos supuestos de tortura ocurridos en Unidades Penitenciarias de la Provincia”. El defensor de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires destacó que Mazante “había negado que hechos de esas características puedan tener lugar en la órbita de su repartición”, sin perjuicio de que un número importante —más de 300— de los casos relevados a través de dicho Banco de Datos habían sido objeto de concretas denuncias ante la justicia26. Lo grave de la actitud adoptada por el funcionario administrativo es que, como bien lo advierte Coriolano, de ella se puede inferir que no se ha iniciado ningún tipo de actuación administrativa tendiente a investigar las responsabilidades correspondientes por los hechos denunciados Cabe aquí citar lo afirmado por el Relator Especial contra la Tortura, Sir Nigel Rodley: “En primer lugar, los principales dirigentes políticos, federales y estatales deben declarar sin ambages que no tolerarán torturas ni otros malos tratos por funcionarios públicos, en particular, la policía militar y civil, funcionarios penitenciarios y funcionarios de instituciones para menores. Deben tomar medidas enérgicas para que esas declaraciones sean verosímiles y dejar claro que debe terminar la cultura de la impunidad”27. VII.2. La resolución del Subsecretario de Política Penitenciaria y Readaptación Social Un funcionario de la defensoría oficial, que tiene asignada tareas específicas de control de las condiciones de detención, manifestó haber encontrado obstáculos por parte de los oficiales del Servicio Penitenciario para poder entrevistarse con los internos de la Unidad Carcelaria 29. Este hecho originó el dictado de una resolución por parte del defensor de Casación Penal de la provincia, Mario Coriolano, en la que establece que a los Secretarios de Ejecución Penal del Ministerio Público de la Defensa les asiste, en ejercicio de sus funciones, la facultad de acceder a los lugares de detención y entrevistar de manera confidencial a las personas privadas de su libertad28. El entonces subsecretario de Política Penitenciaria y Readaptación Social, Miguel Ángel Pló, dictó una resolución que controvierte lo establecido por la Defensoría de Casación29. Entendió en su dictamen que la ley que rige la actividad del Ministerio Público de la Defensa, no le “ha otorgado a los Defensores Oficiales la misión de controlar las condiciones de detención de 26 Mediante Resolución 212/01, del 5 de diciembre de 2001, Expediente Nº 423, “Mazante, Esteban —Jefe Servicio Penitenciario de la Provincia— s/solicitud hechos concretos s/tortura y malos tratos”. 27 Informe sobre la Situación de Brasil (E/CN. 4/2001/Add. 2), del 30 de marzo de 2001, párr. 169, letra “a”. 28 Resolución 177/01 del defensor de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires. 29 Resolución 1/01 del Subsecretario de Política Penitenciaria y Readaptación Social, del 19 de octubre de 2001. 21 quienes se encuentran privados de libertad”. A criterio de subsecretario Miguel Pló, las facultades de los integrantes de la defensa pública se limitan a entrevistarse con sus pupilos y prestarles asistencia técnica, sustrayéndoles toda deber de contralor. Así, el funcionario político determinó que, si bien no les estaba vedado a los defensores el acceso a las instalaciones de las unidades carcelarias, estas visitas “no serán de control y por ende deberán ser comunicadas con anterioridad a fin de que se puedan arbitrar los medios para que se realicen apropiadamente”. Esta medida, en tanto restringe ampliamente las facultades de control de los defensores técnicos, resulta un serio obstáculo para la prevención y denuncia de hechos de torturas en el interior de los establecimientos de detención. VII.3. Eliminación del “Banco de Datos de casos de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes” creado por la Defensoría de Casación Penal Bonaerense Como ya expusimos, el “Banco de Datos de casos de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes” (en adelante, banco de datos) fue creado y desarrollado por la Defensoría de Casación Penal de la provincia de Buenos Aires El banco de datos fue pensado como un instrumento que posibilite hacer más efectivas las tareas de prevención y sanción de la tortura, permitiendo una mejor lectura de la situación general de la provincia. El banco de datos reúne información relativa a casos de torturas y malos tratos suministrada por los defensores públicos y secretarios de Ejecución30 de los 18 Departamentos Judiciales de la provincia. En casi la mitad de los casos, las personas privadas de su libertad víctimas de torturas no formulan denuncias penales por temor a represalias. No obstante, relatan el hecho a su defensor. En estos casos, el defensor debe brindar la información del caso sin revelar datos que permitan identificar a la víctima. En la actualidad, el 50 % de las denuncias recibidas tienen carácter reservado. Esto permite establecer un cuadro real de la tortura y los malos tratos que tienen lugar en la provincia. Debe destacarse que justamente la base de datos fue utilizada para ilustrar al Relator la situación de la tortura en la provincia de Buenos Aires, muchos de los datos de este informe –y también del informe remitido en octubre de 2001– provienen de esa base de datos. Ahora bien, sin motivo alguno, el procurador General de la provincia, hace apenas unas semanas, el 10 de julio del 2002, ha resuelto eliminar el “Banco de Datos de casos de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes” y sustraer de la dirección de la Defensa Pública a los Secretarios de Ejecución. Se desconoce si dichos funcionarios continuarán cumpliendo con la función que desarrollaron hasta la fecha. Ambas medidas, ponen en grave peligro la protección de los derechos humanos de las personas procesadas en la provincia de Buenos Aires. VIII. PETITORIO Por lo expuesto respetuosamente solicitamos a Usted: 1) Continúe analizando la situación de la tortura en Argentina. 2) Solicite información al respecto al Estado argentino. 3) Emita recomendaciones al Estado argentino para solucionar el problema. 30 Los Secretarios de Ejecución son funcionarios de la Defensa cuya tarea consiste en visitar cárceles y comisarías asistiendo, en forma diversa y coordinada, a las personas privadas de su libertad en la Provincia. Dichos funcionarios formulan denuncias ante casos de condiciones inhumanas de detención, malos tratos y torturas y suministran información al Banco de Datos. 22 4) Analice eventualmente la posibilidad de visitar el país y especialmente la provincia de Buenos Aires. RODRIGO DIEGO BORDA ANDREA POCHAK ABOGADO DIRECTORA AREA JURÍDICA 23 VICTOR ABRAMOVICH DIRECTOR EJECUTIVO