Sentido de1 Dolor

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Sentido
de1
Dolor
por ]OSE CORREA V..
El Deior
u .
N tema que toca a todos en lo vivo.
Nadie puede escaparse
de él. El do.
lor de una herida, el sufrimicnto por
la muerte de un amigo, el asedio de la lii~útaciónhumana, de la enfermedad y de
la muerte nos acechan en todos los recodos de nuestra vida.
Otros siglos, otros pueblos han vivido
más familiarizados con la realidad del
sufrimiento y de la muerte. Uno de los caracteres de la época de las myos ultravioleta y de la estregtomicina es la de haberles robado apreciable terreno. Las extracciones de muelan "con dolor" son ya
descoaocidas aun en nuestros oampon.
Una meningitis tubercuiosa. mortal hace
sólo diez años, hoy día se cura en breve
tiempo. 1.0s anestésicos, la morfina, ahogan rl dolor en un letargo casi agradable.
La muerte. cu la primera mitad de nuestra era, arrebataba al hombre a una edad
ersdia inferior a los treinta años. En nuestro$ &yae le ha concedido doblar el númerp
was dos. La muerte parece alejarse 8e aasetras; y no faltan quienes, para ~ u i u
ese último tmgo amargo, practiquen la &a*u,
Fere el deler 7 la muerte a e se dan por
rew¡+s. .. El n~isneh d r c aederno,
I".de la cirugía y de 1. Ufi&p$icm.
te ha viste destrezada por des siierras
+
,I
S.J.
mundiales; y la bomba atómica planea
m n mirada amenazante sobre la civiüzación de la "salud".
En el hombre
Deicend~iesde k tscala mundial a la
eseala personal. El sufrimiento y la siierte se imponen al hombre como postalados
de su n a t u r i l c e ~El hambre es nn cempueste de doa p i d a n : físico y espiritual.
Ambos lo traen encadenada al dolor. kta atravesar las salas de un hospital o de
un asilo. para estremecerse w t e el espectácule de las miser4as que atormentan al
cuerpo humano. Y su fin.. s e d el de todo orgpnismo: desgaete, descemposicida.
El alma, aunque no esté sujeta a la descemposición, está sujeta a la angustia y
a la iusatisfarción. El apetito insaciable
de felicidad. chocq contra esa ruarea de
seutiinieaios que oprimen secretaiseute al
corazón humano: la amarga soledad en
que v i h o s en medio del m i m i e n t e de
la vida moderna; la incompre~iénde los
que nos rodean; la infidelidad, el odio.
la hdefeesa agonía de los misedlw.. .
Aún lo bello y le bueno non dejan siempre insatisfechos; signos 1imitad.s y pasajeros que nos clavan el aguijón del más
.
alü
Eata angustia e iwtisfacción han despertado la refleriéa de la filesefía exis-
I
5ENTmO DEL DOLOR
cruz son doloroioe; pera no olxidemes que
110s clavan con un Giste que e&¿ r=citado. La muerte ya no es la puerta que
cierra nuestra vida; aa la pueda que da
accers a la Vida.
Eita es la fuerza qne hacia invencible
a loa mártires. San IgnaCiP de Antioquía
mártir del siglo II,en su camino a las fieras escribe: "no tratCia de prepararme cosa más gran¿eqncdernunari31i san= w
oblación a Dios.. .' Dkjhdme m pasto de
las bestias. por medio d6 las cuales podré
llcgar a Dios. Soy trigo de Dios que será
molido por los dientes de las fieras a fin
de ser encontrado pan puco de Cristo..
en virtud de mi padecimiento ser€ liberto de Cristo y nilucitar8 &re en El.. .
.
Dejadme aer hitader de 1s pasión de mi
Dios''. (4)
Este es e1 sentido del doler en el Crinüanísmo. Laa lágrimas que é l nos amanque no pod& rhogar nuestro optimismo
~yiueotPaaIeg64. Sabremos gue %se dolor
,
'Bos nue a la P&6n de Cristo, es redentor para nuestros hermanos, y es grano
que mucre pero que dará frutos de rerurrección.
.
'
IOSE C O R R E A
Hemes de sufrir con El, me& con El.
Nuestro sufrimiento será continuación del
auyo; y nueaira muerte será su muerte
continuada en sus miembros. Ya nadie sufre ni muere solo. Todoa sufrimos y morirnos con Cristo.
"La pasión expiadora de Criato, mcribía Pio X1, se renueva y en cierto modo
ne continúa y se completa en el Cuerpo
Místico, que es la Iglesia. Porque sirviéndonos de las palabras de S. Agustín (Sal.
MI): "Cristo padeció cuanto debió padecer: y a no falta nada a la medida de su
pasión. Completa edá. poes, la pasiún,
pero en la Cabeza; faltan todavía las pasiones de Criate en su Cuerpo''. (1)
Si tal es el valor del sufrimiento jcuál
será el valor de la muerte? Un teólogn
contcmporánco responde: "El HombreDios murió por nuestros pecados. Nosotros sus miembros también debemos morir. El Hombre-Dios nos vivificó por so
muerte. Será p o r nuestra muerte q u e
tarabién a o s o h rivirernos. En el Hombre-Dios la muerte no fue un. necesidad
de naturaleza, aiio un gesto redentor y
un instrumento de salud. En napotras será la mismo; para noselroa morir, es algo
más que un fenómeno fisiolégiee. Debe
rer un acto, nn acto solemne de culto y de
resorrecciQo.
"Como las cicatricm han permanecido
ias .slifrien el cuerpo gleriosk&. J&miente8 y la m m & a i w g e s i i (m
Cuerpo Mistieo". (2)
Los hombres @án
caminando por el
sufrimiento hacia l a muerte, pero no come lina condición natural o corno mera
consecuencia del pecado. El doler humano unido el dolor del Redentor ae ilumina
7 se transforma si fuente de Vida.
A esta luz aun la penitencia adquiere
un nuevo significado y valoraeiin: lo que
para muchos es algo meramente negativo.
perderá esa sonoridad oscurantirta con
rasabies medisevalea. Es la Iglesia que
busca asemejarse a su Cabeza coronada
de espinas.
Los miembros de un cuerpo no sólo cstán unidoa a la Cabeza. sino en1azado.s
todos entre sí. En Cristo integramos una
unidad con todos los hombres. Nadie sufre que yo no sufra; y ningún dolor de mi
carne o de mi espíritu m e c e de benéfica
repercución en la humanidad.
San Pablo no pensaba que sns privaciones y trabajos se perdían al escribir a
sns fieles de Corintio: "mientras vivirno\
estamos siempre enbegados a la muertc
por amor de Jesús.. de manera que eii
nosotros obra k muerte; en vosotros la
vida". (11 Cor. 4.11-12).
Qué consuelo para el que vire postrado
y juzga fracasada su vida. Al calor de
la fe brota un misterio de fecundidad.
"Misterio verdaderamente tremendo y
que jamás se medita bastante -escribe
S. S. Pío XIi-, que la sslvación de niicbos dependa de 1- oraciones y roloiitarias mertificackaea de l a miembros del
Cuerpo Mistico de Jesueri&, dirigidas a
este objeto". (3)
Misterio d e mmnnión q u e nos pinta
Claudel ea La A n d a c i e n a María, doude la lepra que se ceba en el cuerpo de
Violaine. redime a Pierre de Craon y vuelve la vida a l a hija de Mari.
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La pentiacia, el anfrimiento y I w l e ~ e r te no ron ea fin. Cristo iaaiió paM: mmcitar glorieso al tercer día. Si Ir Cabeza
resucitó. también los miembroa resucitarán. "Si padeceinoa coa El, con El tambiCn viviremos. Si snfrimos con El, con
El también reinaremos". non asegura San
Pablo (TI Tim. 2.11). "Tengo por cierto
que los padecimientos del tiempo preseute ,no son nada en comparacióa con la gloria que ha de manifestarse en n o h a " .
(Rom. 8,18).
Este ea el verdad& optimismo cristiado. El dolor y la muerte han perdido su
'ammgura. Los clavo8 que nos fijan a la
den6 pewtar el jummente que rechazaba to
autoridad. del Papa. Margarita, su hija re@Inna, al visitarlo por ú!t@ ver en la Torre
de Londres, le rogaba que junta: él la miró
tristemente y dije:. "Si p d e r a .abcdccer al
Rey si6 0Een.& .a Dios, .h:timpque habría p.Wqse jutaiww, con m& alegria
w e 4~''.
Y d@ntc 44 verdugo declaró:
"&em l
d a .&SS y ai Rey, puro a Dios
a n h 0o.W.
Este carino por d Sobe& nos parece mis
n o b h al considerar qaa More, aun en los
buenestiemg,~~m&&dela~im
p d a m@.
q d a Enriqse Ueg6 a visitarlo
de imp~visoen su c & m p m
1 de Chelsea,
se b i t 6 a 'mmu, y d q u Q estuvieron paseando en el jardín cesa de una hora. Ei
Monarca desenasaba su mano m.hre d hombro del Canciller. Cuando su Majestad hubs
Esapl~w;~.ui
Jhncia, mi aBna no tardaria
en caeP.
Esta cl+videncia no fUC wpaz de detener
su a l w a d a p& d cairño y lo anifstad.
F~amiele consideraba "el ingenio miis suave,
m& dulce y Q69 fe% 9 jmb e r d la
natul~.kz@;,'~el m& 4 c i d d e . 1 ~~t n i p s ,
e, mkmk,.
el mbs sitephtico de
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E M e lapmipxas MeaciQnsque en Tyndale, Ip. quetide Erasmo m seria mi querido
Emm. Bero m m d que mi querido Eras.
ata ru]nuleión
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