MALVINAS: UNA CUESTIÓN IMPRESCRIPTIBLE LOS VEJÁMENES CONTRA SOLDADOS A LA LUZ DEL DERECHO PENAL INTERNACIONAL Dalila SEOANE La justicia deberá aplicarse con el rigor que corresponda a quien hubiera procedido con negligencia o impericia, tanto en lo político cuanto en lo militar, más aún cuando esto hubiese ocurrido en ejercicio de las altas responsabilidades de gobierno. INFORME RATTENBACH (1983)1 I.- A MODO DE INTRODUCCIÓN Este trabajo pretende brindar algunas posibles respuestas, a la luz del Derecho Internacional Penal2, a una situación que se presentó en algunas jurisdicciones federales de la República Argentina respecto de los soldados que durante el conflicto de Malvinas fueron sometidos a distintos vejámenes y malos tratos por parte de sus respectivos mandos. El dilema se ha presentado ya que, ante las leyes comunes, los delitos que implicaron tales actos se encontrarían prescriptos, mientras que bajo el Derecho El presente artículo es producto de mis investigaciones realizadas como integrante del Proyecto de Investigación en Derecho DECyT 2012-2014 “¿Más allá del ius in bello? La regulación de los conflictos armados en la historia del ius gentium y los límites del DIH como régimen autónomo frente a las otras ramas de un Derecho Internacional Público 'fragmentado'” a cargo del Dr. Emiliano BUIS (director) y la Dra. Natalia LUTERSTEIN (co-directora). 1 COMISIÓN DE ANÁLISIS Y EVALUACIÓN DE LAS RESPONSABILIDADES DEL CONFLICTO DEL ATLÁNTICO SUR, Informe Final (en adelante, INFORME RATTENBACH) fs. VII. Una vez terminado el Conflicto Bélico del Atlántico Sur, la Junta Militar argentina que ejercía el gobierno de facto de la Nación creó, a través de la resolución Nº 15 del año 1982, una comisión integrada por seis Oficiales del Grado de Generales, dos por cada Fuerza Armada, la cual se encontraba presidida por el Teniente General (R) D. Benjamín RATTENBACH. Su finalidad sería elaborar un informe sobre las responsabilidades emergentes respecto de la conducción política y estratégico militar del conflicto. Una vez presentado el documento se dispuso, mediante Decreto Nº 2971 de fecha 11 de noviembre de 1983, que las actuaciones así como el informe final tengan el carácter de “secreto político” y “secreto militar”. Casi 30 años después, la Presidenta Cristina FERNÁNDEZ DE KIRCHNER dispuso, a través del Decreto Nº 200 del 7 de febrero de 2012, relevar de la clasificación de seguridad al Informe Final elaborado por la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades Políticas y Estratégico Militares en el Conflicto del Atlántico Sur. 2 Si bien los conceptos Derecho Penal Internacional y Derecho Internacional Penal, pueden remitir a concepciones diferentes, en el presente trabajo se los utilizará de manera indistinta para referir al “cuerpo de normas de fuente internacional cuyo objeto es tipificar conductas imputables a individuos, atribuyéndoles el carácter de delitos o de crímenes dentro de ese ordenamiento jurídico (Véase: GUTIERREZ POSSE, H. Elementos del Derecho Internacional Penal, De los Cuatro Vientos, Buenos Aires, 2006, p. 20). 1 Internacional Penal dichas acciones podrían encuadrar en las categorías de los llamados core crimes3 y, por lo tanto, resultarían imprescriptibles. Para ello se desarrollarán, por un lado, los puntos centrales de uno de los pronunciamientos sobre este tema de la Sala I de la Cámara Federal de Casación Penal (en adelante, Cámara de Casación) en la causa conocida como “TARANTO4” y, por otro, los argumentos del dictamen del Procurador General de la Nación sustituto en dicho caso. Asimismo, se esbozarán algunos conceptos básicos que rigen el Derecho Internacional Humanitario por resultar éste el derecho aplicable –ius in bello– al conflicto armado internacional que se suscitó entre Argentina y Gran Bretaña entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982. A continuación, se abordarán las hipótesis posibles bajo las cuales podrían ser catalogados, a la luz del derecho internacional, los hechos que damnificaron a los soldados argentinos por parte de su propio mando durante el conflicto bélico: por un lado, su posible consideración como crímenes de lesa de humanidad y, por otro, su encuadre como crímenes de guerra. Será necesario entonces brindar los lineamientos de los elementos de estos crímenes bajo los cuales se intentará determinar si las conductas aludidas encuadran dentro de alguna de las categorías mencionadas. Finalmente, con ese bagaje previo, se analizará la decisión de la Cámara de Casación y la del entonces Procurador General de la Nación sustituto –que arriban a decisiones opuestas–. Todo ello, con el fin de determinar si sus argumentos en torno a los crímenes de lesa humanidad intentan ser fieles al desarrollo del Derecho Penal Internacional en la materia o si, por el contrario, existe una vía distinta para encuadrar los hechos investigados como crímenes de guerra lo cual, en definitiva, es lo que se propiciará en estas líneas. 3 La expresión core crimes remite a una categoría que comprende a los crímenes más atroces: los crímenes de guerra, los crímenes de lesa humanidad y el genocidio. Cfr. CASSESE, International Criminal Law, Oxford University Press, New York, 2013, pp. 148 4 CÁMARA FEDERAL DE CASACIÓN PENAL, causa Nº 14.969 “TARANTO, Jorge Eduardo s/recurso de casación”, sentencia del 13 de noviembre de 2009. La causa actualmente se encuentra a la espera de resolución de la Corte Suprema de Justicia. 2 II.- UNA BREVE APROXIMACIÓN AL CASO “TARANTO” El caso “TARANTO” ha cobrado especial difusión debido a los hechos que se ventilaron en la causa5. Allí se analizó la responsabilidad de Jorge Eduardo TARANTO por su actuación durante el conflicto del Atlántico Sur bajo el grado de Subteniente del Regimiento nro. 5 de Paso de los Libres del Ejército Argentino. Las conductas que se le imputaron consistieron en “estaqueamientos” a la intemperie por prolongados períodos de tiempo –en algunos casos sin abrigo ni zapatos–, “enterramientos” de pie en pozos que las propias víctimas previamente habían cavado y la deliberada falta de provisión de elementos de subsistencia; todos estos actos fueron cometidos contra soldados argentinos conscriptos que participaron en el conflicto de Malvinas suscitado en 1982. Como se señaló, al momento de los hechos TARANTO revestía, en relación a las víctimas, una posición de mando superior dentro de las Fuerzas Armadas. En lo que respecta al pronunciamiento de la Sala I de la Cámara de Casación, ella tuvo intervención en virtud del recurso de casación interpuesto por la defensa oficial de TARANTO contra la decisión de la Cámara Federal de Apelaciones de Comodoro Rivadavia (en adelante, Cámara de Comodoro Rivadavia) que confirmó por mayoría el rechazo de la prescripción de la acción penal6. En esa resolución, la Cámara de Comodoro Rivadavia habilitaba la investigación de los hechos invocados por las víctimas por entender que, bajo el prisma del derecho internacional, se trataban de crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, la decisión fue recurrida por la defensa ante la Cámara de Casación7 quien por unanimidad hizo lugar a la pretensión de TARANTO y descartó que los hechos se tratasen de delitos imprescriptibles. En esa decisión, los jueces MADUEÑO y RODRÍGUEZ BASAVILBASO señalaron que lo relevante para que las conductas imputadas pudieran ser consideradas crímenes de lesa humanidad es que ellas se den en el marco 5 Estas actuaciones se iniciaron por un desprendimiento de la causa “PIERRE, Pedro Valentín y otro s/delito de acción Pública” del Juzgado en lo Criminal Correccional Federal nro. 2 de la Capital Federal. Allí obra una denuncia de un ex soldado conscripto ante la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires por hechos de torturas cometidos mientras prestaba servicios en el conflicto bélico de Malvinas. 6 CÁMARA FEDERAL DE APELACIONES DE COMODORO RIVADAVIA, causa Nº 24.661 “PIERRE, Pedro Valentín y otros s/ inc. competencia y prescripción” sentencia del 5 de agosto de 2009. 7 Supra nota 4. 3 de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil, pero que ese elemento de contexto no había sido demostrado en el caso. En esa línea, sostuvieron que no resultaba suficiente, para acreditar la sistematicidad o generalidad de los hechos sucedidos durante el conflicto de Malvinas, la invocación de una mera coincidencia temporal con las graves violaciones a los derechos humanos cometidas por el gobierno de facto, en ese momento encabezado por el General LEOPOLDO GALTIERI. Ello, porque este tipo de crímenes requieren un vínculo con la autoridad estatal o, por lo menos, que sean tolerados por ésta. Finalmente, en lo que hace a la calidad de las víctimas, es decir que ese ataque se dirija contra la población civil, los jueces afirmaron que no resultaba un obstáculo para calificar los hechos como crímenes de lesa humanidad el carácter militar de los soldados conscriptos. En ese sentido, sostuvieron que el caso ameritaba hacer una interpretación amplia del concepto población civil a la luz de los principios generales del Derecho Internacional Humanitario para incluir a esos combatientes dentro de la categoría de civiles. Por su parte, el juez FÉGOLI agregó en su voto que las conductas investigadas guardaban relación con un modo preestablecido y aceptado –discutible o no– de lograr la disciplina militar en época de campaña, pero que por más aberrantes que fueran tales hechos, no bastaban para satisfacer la sistematicidad o generalidad que el ataque requería. Asimismo, señaló que aun cuando pudieran haber existido numerosos casos, de ello no puede invocarse la inexistencia de un plan preorganizado, e insistió en que no se cuenta con elementos que posibiliten trasladar los actos cometidos en la denominada “lucha contra la subversión” con lo sucedido en la guerra de Malvinas. A diferencia de sus colegas, refirió que los ataques debían estar dirigidos contra la población civil –la que debe ser el objetivo principal del ataque– y, en virtud del artículo 50 del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra de 1949, es persona civil quien no pertenezca a las fuerzas armadas. En este contexto, indicó que la ley 17.531 confería estado militar a los soldados conscriptos. Como puede advertirse, el fallo de la Sala I de la Cámara de Casación funda sus argumentos para hacer lugar a la prescripción de la acción penal en que las conductas imputadas a TARANTO no caen dentro de la órbita de los crímenes de lesa humanidad 4 por no darse en los hechos el elemento de contexto, es decir, la sistematicidad y generalidad del ataque. Esta decisión implicó que la Cámara de Comodoro Rivadavia emitiera un nuevo pronunciamiento por el que hizo lugar a la prescripción de la acción penal y dispuso el sobreseimiento de TARANTO. Contra dicha resolución el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (en adelante, CECIM) interpuso recurso de casación. Sin embargo, la Cámara de Casación al momento de resolver rechazó los argumentos de fondo por entender que no se habían alegado nuevos fundamentos para revertir la decisión. Frente a ello, el CECIM presentó recurso extraordinario, el cual fue denegado por entender que los motivos sobre el fondo del asunto habían sido asentados en la decisión de la Cámara de Casación del 13 de noviembre de 2009 y contra ella no se había presentado remedio procesal alguno, por lo que dicha sentencia se encontraba firme. Por esta razón, el CECIM y el Fiscal ante la Cámara de Casación acudieron en queja ante la Corte Suprema de Justicia. Es en este contexto en el que el entonces Procurador General de la Nación sustituto, GONZÁLEZ WARCALDE, emitió dictamen sobre el asunto. Allí sostuvo que no era sólo la cuestión relativa a la valoración de los hechos por lo que la recurrente se agraviaba sino que también arguyó la violación de la obligación internacional asumida por el Estado argentino de investigar la comisión de graves violaciones a los derechos humanos8. Ello por entender que la prematura clausura del proceso, sin que se hubiera producido prueba suficiente para descartar la conexión entre las acciones contra los soldados conscriptos y el contexto del ataque requerido por los crímenes de lesa humanidad, era violatoria del deber de mantenimiento de la acción penal impuesta por el derecho internacional en casos como estos. Asimismo, el Ministerio Público Fiscal indicó que, a su criterio, resultaban suficientes los argumentos del CECIM acerca de la sistematicidad y generalidad del ataque toda vez que la ocupación militar de las Islas Malvinas fue orquestada, en parte, para ocultar la política de desaparición forzada y exterminio de personas detrás de una circunstancia significativa que revitalizara el proceso de reorganización nacional. En ese sentido, refirió que el contexto no estaba dado por una mera coincidencia temporal con la dictadura cívico-militar sino que las conductas imputadas a TARANTO, al menos, 8 CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS, artículo 1.1. 5 fueron toleradas y ocultadas por el gobierno de facto, lo cual satisface el nexo exigido por el Derecho Penal Internacional. Con relación a la calidad de las víctimas del ataque, indicó que se trataban de cientos de jóvenes –en sus propios términos, personas civiles miembros de las clases 1962 y 1963– a los que se les improvisó un estado militar como soldados conscriptos y se los envió bajo el riesgo de morir en el frente de batalla. En síntesis, el dictamen del Procurador sustituto se pronuncia, por un lado, en contra de la clausura prematura del sumario frente a las graves violaciones a los derechos humanos denunciadas y, por otro, a favor de la pretensión de la recurrente de considerar las conductas imputadas como constitutivas de crímenes de lesa humanidad. III.- LA GUERRA DE MALVINAS Y EL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO Se han cumplido 31 años desde aquel conflicto armado por el cual el gobierno de facto argentino instaurado en 1976 pretendió, en un intento arrebatado por perpetuarse en el poder, recuperar las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur ocupadas desde 1833 por el gobierno británico. La Guerra de Malvinas o Guerra del Atlántico Sur es otro de los capítulos oscuros que dejó el Proceso de Reorganización Nacional en nuestro país. Quizás no bastaron los centros clandestinos de detención dispersos a lo largo y a lo ancho de nuestra tierra, tampoco los miles de detenidos-desaparecidos que hoy siguen sin aparecer gracias a un nefasto pacto de silencio por parte de los “desaparecedores”, o menos aún fue suficiente borrar la identidad de cientos de niñas y niños arrebatadas de sus padres durante su cautiverio. Así, cuando parecía insostenible la continuación de la Junta Militar en el poder, el 26 de marzo de 1982 el General GALTIERI –quien usurpaba la Presidencia de la Nación– ordenó formalmente lanzar la Operación Azul9 (luego conocida bajo el nombre de Operación Rosario) con el objeto de desembarcar en las Islas Malvinas y retomar el control del archipiélago luego de casi 150 años de dominación colonial inglesa. 9 INFORME RATTENBACH, Informe Final, §249 6 El análisis del conflicto armado entre la República Argentina y el Reino Unido bajo las especiales normas que lo regulan resulta esencial para determinar el marco jurídico de los hechos que se desataron durante esa guerra. Si bien es cierto que luego de Segunda Guerra Mundial los Estados decidieron renunciar a las acciones armadas como forma de resolución de sus controversias10, se sabe que la realidad no se agota en dicha prohibición. Los conflictos armados existen y junto con ellos las graves consecuencias que acarrean. De allí la necesidad de una rama del Derecho Internacional que regule la guerra como un hecho de poder –independientemente de las razones, justificadas o no, que le hayan dado origen– y que busque limitar y contener su violencia implícita11. En este marco, el Derecho Internacional Humanitario se erige como el sistema de normas convencionales y consuetudinarias que regulan los conflictos armados –ius in bello– y tiene como finalidad: a) la limitación de los medios y métodos de combate, y b) la protección de quienes no participan de las hostilidades o dejaron de hacerlo 12. Estos dos objetivos se identifican en las dos ramas que conforman el Derecho Internacional Humanitario: el “Derecho de la Haya” y el “Derecho de Ginebra”. La primera de ellas relacionada con los usos y costumbres de las leyes de la guerra y, la segunda, con la protección de las víctimas de los conflictos armados. Como se señaló, el ius in bello regula la conducción de las hostilidades, por ello la necesidad de precisar estos conceptos. Existen dos tipos de situaciones reguladas por el Derecho Internacional Humanitario: los conflictos armados de carácter internacional y los conflictos armados de carácter no internacional. Ambos tienen características bien diferenciadas y normas especiales que resultan aplicables; incluso el propio Estatuto de Roma13 tipifica delitos subyacentes distintos se trate de uno u otro caso. Los conflictos armados internacionales se desarrollan en tres supuestos: durante hostilidades armadas entre dos o más Estados, en casos de ocupación militar –exista o no resistencia por parte del Estado ocupado– y en casos de pueblos que luchan contra la 10 El artículo 2.4 de la Carta de las Naciones Unidas establece la prohibición al uso de la fuerza –ius contra bellum–. 11 Cfr. ZAFFARONI, E. Derecho Penal – Parte General, Ediar, Buenos Aires, 2002, p. 52. 12 Cfr. SWINARSKI, C, Introducción al Derecho Internacional Humanitario, IIDH y CICR, San José de Costa Rica – Ginebra, 1986. 13 ESTATUTO DE ROMA DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL, aprobado el 17 de julio de 1998 por la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las Naciones Unidas sobre el establecimiento de una Corte Penal Internacional (en adelante, CPI). El Estatuto de Roma entró en vigor el 1º de julio de 2002. 7 dominación colonial y la ocupación extranjera y contra los regímenes racistas 14. A este tipo de conflictos internacionales les resultan aplicables los cuatro Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 194915 (en adelante, Convenios de Ginebra) y el Protocolo I16 Adicional a estos Convenios. Este conjunto de normas representan aquella rama dedicada a delinear las pautas de protección de quienes –ya sea por ser población civil, o en el caso de combatientes heridos, enfermos, náufragos o prisioneros de guerra– no participan en las hostilidades o dejaron de hacerlo en el marco de un conflicto armado de carácter internacional. Asimismo, el Protocolo Adicional I recoge algunas normas que limitan los métodos y medios de combate17 utilizados en las hostilidades, así como también desarrollan algunos principios básicos que buscan evitar la producción de males superfluos o sufrimientos innecesarios 18 en los combatientes; obligan a tomar las precauciones necesarias frente a ataques que pudieran poner en riesgo a las personas protegidas19 e imponen la distinción en todo momento entre la población civil y los combatientes20, así como entre objetivos militares y bienes civiles21. Los conflictos armados sin carácter internacional que se desarrollan dentro de un Estado, en principio, se encuentran regulados en el artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra, única norma dentro de estos instrumentos dedicada a regular este tipo de conflictos. En aquél se plasma un conjunto de normas de protección que derivan del respeto de la persona humana, al que se obligan todas las naciones civilizadas. Por otro lado, y en la medida en que haya sido ratificado por el Estado en 14 Su fundamento se encuentra en el derecho de los pueblos a la libre determinación, consagrado en el artículo 1.2 de la Carta de las Naciones Unidas y en la Declaración sobre los principios de derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas del 24 de octubre de 1970. 15 El Primer Convenio de Ginebra contiene aquellas normas “para aliviar la suerte que corren los heridos y los enfermos de las fuerzas armadas en campaña”; en el Segundo Convenio de Ginebra se enuncian aquellas normas “para aliviar la suerte que corren los heridos, los enfermos y los náufragos de las fuerzas armadas en el mar”; en el Tercer Convenio de Ginebra se describen las normas relativas “al trato debido a los prisioneros de guerra” y el Cuatro Convenio de Ginebra de dedica “a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra”. 16 Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales del 8 de junio de 1977. 17 El principio de limitación se encuentra recogido en el artículo 35.1 del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra. 18 El principio de proporcionalidad se encuentra recogido en los artículos 35.2 y 51 del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra. 19 El principio de precaución se encuentra recogido en el artículo 57 del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra. 20 El principio de distinción se encuentra recogido en los artículos 48 y 52 del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra. 21 Ídem. 8 cuestión, también resulta aplicable a este tipo de conflictos el Protocolo II22 Adicional a los Convenios de Ginebra. Allí se desarrollan una serie de principios aplicables a los conflictos armados que no trascienden las barreras de un Estado y que suelen tener características particulares tanto respecto de los medios y métodos de combate utilizados así como de las víctimas afectadas. Resulta importante destacar que, más allá de su propia codificación, las normas que se plasman en los cuatro Convenios de Ginebra son derecho internacional consuetudinario23; es decir, costumbre internacional en los términos del artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia y, en consecuencia, obligatorias para todos los Estados y partes involucradas en el conflicto, sin necesidad de una adhesión oficial. No caben dudas, entonces, de que el conflicto armado que se desató en las Islas Malvinas revistió carácter internacional por la calidad de las partes que intervinieron. De hecho fue el primer conflicto armado a gran escala en el que resultó de aplicación el II Convenio de Ginebra cuyo ámbito de aplicación se circunscribe a casos de operaciones de guerra entre las fuerzas de tierra y de mar de los Estados en cuestión24. De acuerdo a los instrumentos aplicables a este conflicto armado es preciso diferenciar las características que revisten los sujetos involucrados en las hostilidades, ya que esto tendrá implicancias directas en la calificación de los crímenes que se han alegado contra los soldados conscriptos en Malvinas. El Derecho Internacional Humanitario despliega su sistema de protección sobre aquellas personas que no participan de las hostilidades –la población civil– y sobre quienes participaron en ellas, pero lo dejaron de hacer por cualquier motivo –heridos, enfermos, náufragos y prisioneros de guerra–. Esta protección, íntimamente relacionada con el principio de distinción mencionado, encuentra su correlato en un pilar fundamental: sólo los combatientes están legítimamente facultados a intervenir en las hostilidades sin que ello conlleve per se una infracción a las normas internacionales. Si bien los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales no definen qué es ser 22 Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional del 8 de junio de 1977. 23 Cfr. HENCKAERTS & DOSWALD-BECK. Customary International Humanitarian Law, Vol. I: Rules, CICR y Cambridge University Press, New York, 2005, pp. xxxvi. 24 Cfr. JUNOD, S. La protección de las víctimas del conflicto armado de las Islas Falkland-Malvinas (1982), publicado en http://www.icrc.org/spa/assets/files/publications/junod-malvinas-reciclado2012.pdf (última fecha de consulta: 04/09/2013). 9 combatiente, sí indican expresamente que los miembros de las fuerzas armadas de una parte en conflicto son combatientes25. Esta afirmación en modo alguno puede ser entendida como una carta libre para realizar cualquier acto impunemente. Todas las disposiciones que componen el Derecho de Ginebra y el Derecho de la Haya tienen como directrices los principios que regulan la conducción de las hostilidades. Por lo tanto, cualquiera de estas conductas debe analizarse a la luz de estos lineamientos que guían el ius in bello26. De lo expuesto pueden extraerse dos conclusiones, por un lado, que los miembros de las fuerzas armadas que hieran, capturen o maten al enemigo –dentro de los límites establecidos– no pueden ser juzgados por tales actos y, por otro, que en caso de caer en poder de la parte adversa gozan del estatuto de prisionero de guerra. Esto resulta fundamental porque no cualquier persona puede adquirir la calidad de prisionero de guerra en caso de captura –a modo de ejemplo, los civiles que tomaren las armas no gozan de este derecho– y, asimismo, implica que sólo los combatientes pueden ser los sujetos pasivos de un ataque bélico. Ahora bien, así como los miembros de las fuerzas armadas, en principio, no pueden ser responsabilizados por su participación en las hostilidades, la población civil no está autorizada a intervenir directamente en el conflicto armado, por lo que en caso de hacerlo deben soportar, por un lado, la pérdida de su protección y, por otro, la consiguiente responsabilidad penal por dicha participación27. En consecuencia, para el Derecho Internacional Humanitario las personas civiles son objeto de protección y tienen el derecho a ser respetados durante los enfrentamientos. Para definir entonces quiénes gozan de esta protección, el artículo 50 del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra establece que civil es “[...] cualquiera que no pertenezca a una de las categorías de personas a que se refieren el artículo 4, A. 25 PROTOCOLO I ADICIONAL A LOS CONVENIOS DE GINEBRA, Artículo 43. Cfr. CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA, Licitud de la amenaza o del empleo de armas nucleares, Opinión consultiva del 8 de julio de 1996. 27 Existe una única excepción a este principio que se conoce como levée en masse o levantamiento en masa. A través de ella, el Derecho Internacional Humanitario concede el estatuto de combatientes a la población que se levanta en masa para oponerse al invasor enemigo. El III Convenio de Ginebra de 1949 lo define como la población de un territorio no ocupado que, al acercarse el enemigo tome espontáneamente las armas para combatir a las tropas invasoras, sin haber tenido tiempo para constituirse en fuerzas armadas regulares, siempre que lleve francamente las armas y respete las leyes y costumbres de la guerra. 26 10 1), 2), 3), y 6) del III Convenio, y el artículo 43 del presente Protocolo”. En los artículos mencionados se remite, por un lado, a aquellos individuos que son considerados combatientes y, por otro, a quienes pueden gozar del estatuto de prisionero de guerra en caso de caer en poder de la parte adversa: entre ellos, los miembros de las fuerzas armadas. Por lo tanto, se desprende que dentro del sistema de normas establecido por el Derecho Internacional Humanitario se ha optado por una definición residual en torno a las categorías de población civil y combatientes que no permite dejar elementos fuera de ellas28, es decir, si no se es combatiente, se es persona civil. Esto tiene importantes repercusiones ya que la inclusión en uno u otro concepto va a influir en la caracterización de los individuos que pueden ser objeto de los crímenes internacionales alegados en un conflicto armado. A modo de ejemplo, y como se verá más adelante, los crímenes de lesa humanidad solo pueden cometerse contra la población civil, por lo que en ese caso para que se configure el crimen en cuestión será necesario que el sujeto pasivo del ataque reúna las condiciones que requiere el tipo penal. Como puede advertirse, conceptos tales como combatientes y personas civiles se encuentran puntillosamente sincronizados, cada uno tiene obligaciones y derechos asignados, de modo cualquier alteración de estas categorías –y de los sujetos en ellas comprendidas– tiene consecuencias que necesariamente afectan el engranaje articulado por el Derecho Internacional Humanitario. Si se analizan estos conceptos a la luz del caso Malvinas, una conclusión preliminar permitiría afirmar que todos aquellos miembros de las fuerzas armadas argentinas y británicas que se encontraban en el teatro de operaciones poseían el estatuto de combatiente. En consecuencia, se encontraban habilitados a atacar al enemigo y en caso de caer –como de hecho sucedió– en poder de la parte adversa se les debía garantizar la condición de prisionero de guerra. Como contracara, los Estados involucrados debieron preservar a la población civil de los ataques y tomar las 28 A pesar de esta norma de clausura, que impide dejar a sujetos fuera del ius in bello, el Derecho Internacional Humanitario se ha topado con situaciones que pretendieron colocar en un limbo jurídico a diversos sujetos involucrados. Es el caso de las personas identificadas como terroristas detenidas en Guantánamo –mal llamados “combatientes irregulares”– a los que pretendía no aplicárseles ningún marco normativo y, de esa forma, permitir cualquier tipo de tratamiento lesivo a sus derechos fundamentales. Es evidente que con la definición residual de población que recoge el Derecho de Ginebra mal puede pensarse que existan personas que estén fuera de la regulación del Derecho Internacional Humanitario y que, por lo tanto, cualquiera pueda ser el trato que a ellos se les infrinja. 11 precauciones necesarias al lanzar cualquier acción armada; al tiempo que a las personas civiles se les encontraba vedada la posibilidad de tomar las armas o intervenir en el conflicto. Esta breve introducción a algunas de las normas que componen el Derecho Internacional Humanitario resulta fundamental para determinar los alcances del conflicto armado internacional que se desarrolló en las Islas Malvinas y las consecuencias que ello tiene, entonces, en las acciones que se desplegaron en la conducción de las hostilidades. IV.- CRÍMENES IMPRESCRIPTIBLES Tal como se adelantara al describir los hechos sobre los que versa el caso “TARANTO”, la cuestión relativa a la imprescriptibilidad de la acción penal de las conductas imputadas ha sido el factor determinante de las decisiones adoptadas tanto por parte de la Cámara de Casación como del Ministerio Público Fiscal. En particular, se ha analizado la procedencia de los elementos generales y específicos para la configuración de los delitos de lesa humanidad ya que frente a estos crímenes internacionales no opera el curso de la prescripción. La Corte Suprema de Justicia ya ha determinado el alcance de la “Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad” respecto de los hechos cometidos durante la última dictadura cívicomilitar29. Dicho tratado establece que tales crímenes “(...) son imprescriptibles cualquiera sea la fecha en que se hayan cometido”30. Si bien esta Convención no había entrado en vigor para la Argentina al momento de los hechos, la Corte Suprema entendió que el contenido de sus artículos ya era norma consuetudinaria al momento de los hechos y, por ende, tales conductas resultaban imprescriptibles en virtud de esa fuente del derecho internacional. Es decir, los crímenes de guerra y los crímenes de lesa 29 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN. Fallos: 327: 3312, “ARANCIBIA CLAVEL” sentencia del 24 de agosto de 2004. Fallos: 328:2056, “SIMÓN” sentencia del 14 de junio de 2005. Fallos: 330:3248, “MAZZEO” sentencia del 13 de julio de 2007. Véase también, CORTE IDH, Caso BARRIOS ALTOS VS. PERÚ, Fondo. Sentencia de 14 de marzo de 2001. Serie C No. 75. 30 CONVENCIÓN SOBRE LA IMPRESCRIPTIBILIDAD DE LOS CRÍMENES DE GUERRA Y DE LOS CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD, 26 de noviembre de 1968, Artículo 1º. 12 humanidad podían ser perseguidos penalmente en la Argentina ya que al momento de los hechos –léase, aquellos cometidos entre 1976 a 1983– existía una práctica seguida por los Estados generalmente aceptada por éstos como Derecho. Como se mencionó, en la actualidad es vasta la jurisprudencia argentina en torno a los crímenes de lesa humanidad 31; allí se han citado numerosos fallos de tribunales internacionales como fuente autorizada en el establecimiento de los principios de Derecho Internacional aplicables en la materia. Sin embargo, en el ámbito nacional, menos se encuentra desarrollado el terreno jurídico de los crímenes de guerra, aun cuando la comunidad internacional los haya reconocido mucho tiempo antes32. Ahora bien, para describir los elementos de ambos crímenes resulta necesario tomar como guía los lineamientos brindados en el Estatuto de Roma ya que se trata de un instrumento jurídico que ha cristalizado33 los criterios y principios rectores elaborados por los Tribunales Militares Internacionales de Núremberg y de Tokio luego de la Segunda Guerra Mundial34, y de los Tribunales ad hoc para la antigua Yugoslavia35 y Ruanda36. Si bien no es intención de este trabajo realizar un extenso compendio acerca de estos crímenes internacionales puesto que excedería su finalidad – que es contextualizar los hechos cometidos contra soldados conscriptos por parte de su propia tropa durante el Conflicto del Atlántico Sur– me limitaré a delinear sólo algunos criterios y evitar problematizar ciertas categorías extensamente trabajadas dentro del Derecho Internacional Penal. A.- LOS CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD Al desarrollar el contenido de los crímenes de competencia de la Corte Penal Internacional, el artículo 7 del Estatuto de Roma indica que se entiende por “crimen de 31 Supra nota 29. Cfr. CASSESE, International Criminal Law, cit,, pp. 63 y 84. 33 Cfr. TRIFFTERER, O. (Ed.) Commentary on the Rome Statute of the International Criminal Court – Observers' notes, article by article, C.H. Beck-Hart-Nomos, Baden-Baden, 2008, p. 5. 34 Cfr. Principios de Derecho Internacional reconocidos por el Estatuto y por las sentencias del Tribunal de Núremberg, aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 11 de diciembre de 1946. 35 El Estatuto del Tribunal Internacional para juzgar a los presuntos responsables de graves violaciones del derecho internacional humanitario cometidas en el territorio de la ex-Yugoslavia a partir de 1991, adoptado por Resolución 827 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidades del 25 de mayo de 1993. 36 El Tribunal Penal Internacional para Ruanda fue creado por la Resolución Nº 955 del 8 de noviembre de 1994 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. 32 13 lesa humanidad” una serie de actos, a los que se los suele denominar delitos subyacentes, –asesinato, exterminio, esclavitud, violencia sexual, tortura, desaparición forzada de personas, entre muchos otros– cometidos “como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque”37; a esta segunda parte se la denomina chapeau o elemento de contexto. Del mismo modo, en los Elementos de los Crímenes38, que resultan una guía para la interpretación y aplicación los artículos referidos a los crímenes internacionales, se indica que por “ataque contra una población civil” debe entenderse una línea de conducta que implique la comisión múltiple de los actos referidos anteriormente a fin de “promover la política de un Estado o de una organización de cometer ese ataque”39. La importancia del elemento de contexto de estos crímenes radica en que es el factor determinante para distinguir un acto criminal individual aleatorio y esporádico – como podría ser un asesinato aislado– de un crimen internacional40. En este sentido, no cualquier delito puede dar lugar a una responsabilidad por la comisión de un crimen de lesa humanidad, sólo lo será si esa conducta fue cometida en el contexto de un ataque sistemático o generalizado –adviértase que se trata de requisitos alternativos41– contra la población civil. Asimismo, la sistematicidad del ataque refiere a la naturaleza organizada de los actos de violencia y de que ellos no se produzcan aleatoriamente. Es decir, deben seguir una política, plan o patrón de conducta para descartar la posibilidad de que hayan ocurrido de manera accidental42. Sin embargo, ese plan metódico no debe ser entendido 37 ESTATUTO DE ROMA, artículo 7.1. El texto de los Elementos de los Crímenes se reproduce de Documentos Oficiales de la Asamblea de los Estados Partes en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, primer período de sesiones, Nueva York, 3 a 10 de septiembre de 2002. Los Elementos de los Crímenes adoptados en la Conferencia de Revisión de 2010 se reproduce de Documentos Oficiales de la Conferencia de Revisión del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, Kampala, 31 de mayo a 11 de junio de 2010. De acuerdo al artículo 9.3 del ESTATUTO DE ROMA el contenido de los ELEMENTOS DE LOS CRÍMENES no puede ser incompatible con lo allí estipulado. 39 ELEMENTOS DE LOS CRÍMENES, artículo 7.3. 40 Cfr. TPIY, PROSECUTOR V. TADIC, IT-94-1-T, sentencia del 7 de mayo de 1997, §653. Véase también: CASSESE, International Criminal Law, ob cit. pp. 92/93. AMBOS, KAI, “Crimes against Humanity and the International Criminal Court”, en SADAT, L. N. (ed.), Forging a Convention for Crimes Against Humanity, Cambridge University Press, 2011, p. 279- 304. 41 Cfr. TPIR, PROSECUTOR V. AKAYESU, ICTR-96-4-T, sentencia del 2 de septiembre de 1998, §579. 42 Cfr. CPI, PROSECUTOR v. KATANGA and NGUDJOLO CHUI, ICC-01/04-01/07-717, Sala de Cuestiones Preliminares I, decisión de confirmación de cargos, 30 de septiembre de 2008, §394 y sstes. Véase también: AMBOS, K., “Crímenes de lesa humanidad. Un dictamen para el Fiscal del Tribunal 38 14 de manera rígida, puesto que no se exige que las órdenes o directivas sean expresas43 o que la persona acusada conozca cada una de las características u objetivos en los que consistía el ataque o los detalles de dicho plan44. El ataque también puede ser generalizado, como parte de su comisión a gran escala o por su masividad contra una multiplicidad de víctimas45, lo cual descarta la posibilidad de que los actos puedan producirse de manera aislada. Como se señaló, ese ataque debe dirigirse contra la “población civil” y este elemento normativo 46 ha sido interpretado por los tribunales internacionales bajo los lineamientos del Derecho Internacional Humanitario47, es decir, dicho término comprende a todas las personas que son civiles en oposición a los miembros de las fuerzas armadas48. Esta definición otorga un sentido amplio a dicho concepto49 ya que abarca a quienes no participan en las hostilidades o dejaron de hacerlo por algún motivo –heridos, enfermos, náufragos y prisioneros de guerra–. Es preciso aclarar que esta remisión de modo alguno afecta el principio de legalidad puesto que el propio Estatuto de Roma expresamente habilita a la Corte Penal Internacional a aplicar los principios establecidos del derecho internacional de los conflictos armados50. Finalmente, para determinar si un acto es llevado de conformidad con una política, ello no debe ser interpretado de manera rígida, ya que ésta puede deducirse o estar implícita en la forma en la que se sucedieron los hechos 51. En este sentido, debe Internacional Mixto de la ONU para Timor Oriental”, en La Corte Penal Internacional, RubinzalCulozni, Buenos Aires, 2007, p. 238. 43 Cfr. CPI, PROSECUTOR v. RUTO, KOSGEY and SANG, ICC-01/09-01/11-373, Sala de Cuestiones Preliminares II, decisión de confirmación de cargos, 23 de enero de 2012, §185. Cfr. CPI, Sala de Cuestiones Preliminares I, PROSECUTOR v. KATANGA and NGUDJOLO CHUI, cit., ICC-01/04-01/07-717, cit., §396. 44 Cfr. CPI, PROSECUTOR V. BEMBA GOMBO, ICC-01/05-01/08-424, decisión de confirmación de cargos del 15 de junio de 2009, §88; PROSECUTOR V. KATANGA AND NGUDJOLO CHUI, ICC-01/04-01/07-717, cit., §401. 45 Cfr. CPI, PROSECUTOR V. BEMBA GOMBO, ICC-01/05-01/08-424, cit., §83; DEGUZMAN, M., Crimes Against Humanity, en SCHABAS, W. ET. AL (eds.). Handbook of international criminal law, Routledge, Londres, 2010, p. 130/131. 46 Cfr. AMBOS, K., La Corte Penal Internacional, ob. cit., p. 247. 47 Cfr. DEGUZMAN, M., Crimes Against Humanity, ob. cit., p.132. 48 Cfr. CPI, PROSECUTOR V. BEMBA GOMBO, ICC-01/05-01/08-424, cit., §78. TPIY, PROSECUTOR V. KUNARAC ET AL, IT-96-23 & IT-96-23/1-A, cit., §425. 49 Cfr. TPIY PROSECUTOR V. BLASKIC, IT-95-14- T, sentencia del 3 de marzo de 2000, §214. 50 ESTATUTO DE ROMA, artículo 21(1)(b). Véase también: BITTI, G. Article 21 of the Statute of the International Criminal Court and the treatment of sources of law in the jurisprudence of the ICC en CARSTEN S. & GÖRAN S. (Eds.). The Emerging Practice of the International Criminal Court, Martinus Nijhoff, Leiden, 2009. 51 Cfr. CPI, PROSECUTOR v. RUTO, KOSGEY and SANG, ICC-01/09-01/11-373, cit., §185. 15 valorarse el propósito, las características o las consecuencias del acto desplegado dentro de dicho contexto52. Puede advertirse que los hechos sucedidos en la Guerra de Malvinas deben, en principio, cumplir con los requisitos recogidos con la jurisprudencia internacional en la materia para que puedan ser considerados crímenes de lesa humanidad. Si bien ello será analizado con mayor detenimiento en el punto V, será preciso comprobar por un lado que los tratos inhumanos que padecieron las víctimas se desplegaron en el contexto de un ataque sistemático o generalizado y, por otro, que esas víctimas –es decir, los soldados conscriptos– pueden ser considerados miembros de la población civil y, en consecuencia, sujetos pasivos de crímenes de lesa humanidad. B.- LOS CRÍMENES DE GUERRA Se trata del crimen más antiguo de los identificados en el artículo 5º del Estatuto de Roma. Sin embargo, hasta el siglo XIX las normas que regulaban la conducción de las hostilidades se rigieron principalmente por el derecho consuetudinario 53. En este sentido, fue de gran importancia la codificación que comenzaron a realizar los Estados respecto de las leyes y costumbres de la guerra tanto en sus propias legislaciones54 así como también en los encuentros internacionales en los que estos temas fueron desarrollados55. Una primera aproximación al concepto de los crímenes de guerra se encuentra en el Tratado de Paz de Versalles, de 1919, una vez finalizada la Primera Guerra 52 Cfr. CPI, PROSECUTOR VS. BEMBA GOMBO, ICC-01/05-01/08-424, cit., §86. Cfr. SCHABAS, W. The International Criminal Court: A Commentary on the Rome Statute, Oxford University Press, Oxford, 2010, pp. 195. 54 El 24 de abril de 1863 el presidente de los Estados Unidos, Abraham LINCOLN, emitió el CÓDIGO LIEBER (también conocido como Orden General nro. 100) para las fuerzas armadas de la Unión durante la Guerra Civil estadounidense (1861-1865). Eran instrucciones obligatorias para los Ejércitos de los Estados Unidos en el campo de batalla que determinaban el modo en que los soldados debían de comportarse en la conducción de las hostilidades. 55 Ya el 11 de diciembre de 1868 se adoptó la Declaración de San Petersburgo, dictada en el marco de una comisión internacional convocada por el Zar de Rusia. Fue el primer acuerdo internacional por parte de los Estados para prohibir ciertas armas, en este caso se prohibían municiones que pesaran menos de 400 gramos. La importancia de la declaración no radica tanto en la prohibición específica –se trata de una declaración y, por lo tanto, no obligatoria para los Estados– sino por los principios subyacentes: la única finalidad legítima de la guerra es debilitar al enemigo y ello se logra tan solo con poner al enemigo fuera de combate. Allí también se señaló que este objetivo queda sobrepasado por el empleo de armas que pudieran agravar inútilmente los sufrimientos de los hombres puestos fuera de combate. 53 16 Mundial56. En este caso, la “Comisión sobre las responsabilidades de los autores de la guerra y sobre la aplicación de sanciones por violación de las leyes y costumbres de la guerra” también había contemplado la creación de un tribunal internacional, pero dicha propuesta no tuvo acogida. No obstante ello, el artículo 228 del Tratado de Versalles incluía el reconocimiento por parte de Alemania del derecho de las potencias aliadas de llevar ante los tribunales militares a las personas acusadas de haber cometido actos en violación a las “leyes y costumbres de la guerra”57. En 1945, luego de la Segunda Guerra Mundial, la carta del Tribunal Militar Internacional de Núremberg58 preveía en el artículo 6(b) la responsabilidad penal de aquellas personas que hubieran cometido ciertos actos definidos como crímenes de guerra59. A pesar de la evolución del concepto, en 1949 los Convenios de Ginebra no se refirieron al término crímenes de guerra sino que establecieron un sistema de infracciones graves60 que deben ser castigadas por los Estados. No cualquier violación al Derecho Internacional Humanitario puede incluirse dentro de esta categoría, es preciso que ella sea “grave”. Los Convenios de Ginebra tampoco establecen pena alguna para estas infracciones ni designan un tribunal competente para su juzgamiento. Sin embargo, imponen a los Estados la obligación de buscar y sancionar a quienes hayan cometido alguna de tales infracciones graves, juzgándolos en su propio territorio o entregándolas a otro Estado para su juzgamiento, independientemente de la nacionalidad del autor o del lugar en donde se cometió el crimen. Este principio es conocido como jurisdicción universal61 aplicable tanto en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado 62. 56 Cfr. CULLEN, A. War Crimes en SCHABAS, W. ET. AL (eds.). Handbook of international criminal law, Routledge, Londres, 2010, p. 140. 57 TRATADO DE PAZ ENTRE LAS POTENCIAS ALIADAS Y ALEMANIA, firmado en Versalles el 28 de junio de 1919, artículo 228. 58 Acuerdo de Londres sobre el Proceso y Castigo de los Mayores Criminales de Guerra del Eje Europeo y Carta del Tribunal Militar Internacional, del 8 de agosto de 1945. 59 Asimismo, el Tribunal Militar Internacional de Núremberg determinó que las violaciones al Reglamento de La Haya constituían crímenes de guerra por entender que esas normas convencionales habían cristalizado en derecho consuetudinario antes de la II Guerra Mundial. 60 Las infracciones graves están descriptas en el artículo 50 del I Convenio de Ginebra de 1949, en el artículo 51 del II Convenio de Ginebra de 1949, en el artículo 130 del III Convenio de Ginebra de 1949 y en el artículo 147 del IV Convenio de Ginebra de 1949. 61 Este principio se suma a los otros criterios de competencia en materia penal: de territorialidad, en función del lugar donde se cometió el crimen; el de nacionalidad activa, por la nacionalidad del autor; el 17 En la misma línea, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia en el caso TADIC, refirió que para que un delito pueda ser juzgado por ese tribunal debe tratarse de una violación grave, es decir, una violación de una norma que proteja valores importantes y que implique graves consecuencias para la víctima 63. En ese sentido, brindó como ejemplo, el caso del combatiente que se apodera de un trozo de pan perteneciente a un ciudadano en un territorio ocupado; si bien esta situación constituiría una violación al Derecho Internacional Humanitario dicha infracción no reviste la gravedad necesaria para otorgarle jurisdicción al tribunal64. Como puede advertirse, en un origen, crímenes de guerra e infracciones graves no remitían al mismo concepto dentro del derecho internacional; los primeros estaban dedicados a actos u omisiones cometidos en tiempos de guerra y expresamente penalizados, mientras que las infracciones graves remitían a los Convenios de Ginebra estableciéndose obligaciones para los Estados de acuerdo a su legislación nacional65. A partir del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra se indicó que las infracciones graves de dichos instrumentos eran consideradas crímenes de guerra66. Así, la diferencia entre uno y otro concepto se ha matizado, puesto que los crímenes de guerra son una categoría más amplia que las infracciones graves, en la que estas últimas se encuentran incluidas. Luego de esta primera aproximación, puede afirmarse que los crímenes de guerra representan aquellas violaciones graves de las normas consuetudinarias o convencionales que pertenecen al corpus del Derecho Internacional Humanitario de los conflictos armados67. Como se señaló, no cualquier infracción al ius in bello puede ser considerada un crimen de guerra, sino que requiere una entidad suficiente. Asimismo, en 1968 fueron incluidos expresamente dentro de la categoría de crímenes imprescriptibles, aun cuando en Argentina la Convención sobre la imprescriptibilidad de nacionalidad pasiva, de acuerdo a la nacionalidad de la víctima; y el principio de protección, basado en la protección de los intereses o la seguridad nacionales. 62 Cfr. CULLEN, A. War Crimes, ob. cit., p. 141. 63 Cfr. TPIY, PROSECUTOR V. TADIC, IT-94-1-AR72, sentencia del 2 de octubre de 1995, § 94. 64 Ídem. 65 Cfr. OBERG, M. “The absorption of grave breaches into war crimes law” en International Review of the Red Cross. Vol. Nº 91, Número 873, Marzo 2009 p.163. 66 PROTOCOLO ADICIONAL I A LOS CONVENIOS DE GINEBRA DE 1949, artículo 85.5. 67 Cfr. CASSESE, A. ob. cit., p. 81. WERLE, G. Tratado de Derecho Penal Internacional, Tirant Lo Blanch, Valencia., 2005, p. 778. 18 de estos crímenes haya logrado mayor difusión por la mención a los delitos de lesa humanidad. En la actualidad, los Tribunales Penales Internacionales para la antigua Yugoslavia68 y Ruanda69 y el Tribunal Especial para Sierra Leona 70, prevén en sus estatutos la competencia para entender respecto de violaciones graves del Derecho Internacional Humanitario, pero no hacen mención al término crimen de guerra. Una situación similar sucede con el Reglamento nro. 2000/15 de la Administración de Transición de las Naciones Unidas para Timor Oriental (UNTAET). Recién con la ratificación del Estatuto de Roma se incluyó, en su artículo 8º, la tipificación expresa de una serie de actos definidos como crímenes de guerra. Ellos son agrupados de acuerdo a las características que pudiera tener el conflicto armado: 1.- Para los conflictos armados de carácter internacional, según los actos cometidos se traten de: a) infracciones graves de los Convenios de Ginebra cometidos contra personas o bienes protegidos; b) otras violaciones graves de las leyes y usos aplicables en los conflictos armados internacionales. 2.- Para los conflictos armados de carácter no internacional, según los actos cometidos se traten de: a) violaciones graves del artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra, cometidos contra personas que no participen directamente en las hostilidades, incluidos los miembros de las fuerzas armadas que hayan depuesto las armas y las personas puestas fuera de combate por enfermedad, herida, detención o por cualquier otra causa; b) otras violaciones graves de las leyes y los usos aplicables en los conflictos armados que no sean de índole internacional. De acuerdo al desarrollo del derecho internacional consuetudinario y su cristalización por parte de los tribunales internacionales ad hoc, los crímenes de guerra exigen como elemento de contexto, por un lado, su comisión en el marco de un 68 El estatuto del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia estableció en el artículo 2 las infracciones graves a los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y en el artículo 3 las violaciones a las leyes y usos de la guerra. 69 El Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda dispuso en el artículo 4 las violaciones del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra y del Protocolo II Adicional a los Convenios de Ginebra. Recordemos que se trataba de un conflicto armado de carácter no internacional y por eso la remisión es solo a los instrumentos que regulan ese tipo de conflictos. 70 El Estatuto del Tribunal Especial para Sierra Leona dispuso en el artículo 3 las violaciones del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra y del Protocolo II Adicional a los Convenios de Ginebra. En el artículo 3 se incluyeron otras graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario. 19 conflicto armado71 y, por otro, un nexo entre el acto en cuestión y las hostilidades. Es decir, no cualquier acto cometido en ocasión de un conflicto armado configura un crimen de guerra sino que tiene que existir un vínculo con ese contexto. Esto puede advertirse en la descripción realizada en los Elementos de los Crímenes donde se indica expresamente en cada uno de ellos el requisito de que la conducta haya tenido lugar en el contexto de un conflicto armado internacional o no internacional –según el caso– y su relación con éste. Si bien el Estatuto de Roma también hace referencia a que la Corte Penal Internacional tendrá competencia respecto de los “crímenes de guerra en particular cuando se cometan como parte de un plan o política o como parte de la comisión en gran escala”72, ello no implica que la Corte sólo sea competente en tales casos –es decir, cuando se haya probado un plan o su masiva comisión– sino que se indica que lo será especialmente para esas situaciones73. De esto se desprende que dicho Tribunal podrá ser competente frente a crímenes de guerra aislados o esporádicos, es decir, independientemente de que sean parte de un plan o política o de que hayan sido cometidos a gran escala, ello siempre y cuando ese crimen califique con el umbral de gravedad para la admisibilidad de un caso ante la Corte. Sin embargo, aun en el caso de que se indicara un requisito especial de competencia para los crímenes de guerra, éstos deben ser interpretados como requisitos de jurisdicción del Tribunal y no como la incorporación de un elemento que haga al delito per se. Un elemento importante a la hora de analizar si se está ante un crimen de guerra es la característica que deben revestir los sujetos involucrados. Existe consenso respecto de que pueden cometerse por combatientes o personas civiles que participan activamente de las hostilidades74. Ahora bien, en relación al sujeto pasivo de estos crímenes, los Convenios de Ginebra describen en cada uno de los artículos dedicados a las infracciones graves, una serie de actos cometidos contra las categorías de personas tradicionalmente protegidas por el Derecho Internacional Humanitario: heridos, 71 Cfr. CPI, KATANGA Y NGUDJOLO CHUI, ICC-01/04-01/07-717, cit., §242. ESTATUTO DE ROMA, artículo 8.1. 73 FERNÁNDEZ DE GURMENDI, S. “El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional: Extensión de los crímenes de guerra a los conflictos armados de carácter no internacional y otros desarrollos relativos al Derecho Internacional Humanitario”, en Lecciones y Ensayos, Nro. 78, 2003. 74 Cfr. HENCKAERTS & DOSWALD-BECK. ob. cit., pp. 573. 72 20 enfermos, náufragos, prisioneros de guerra y población civil 75. En lo que respecta al análisis que se hace en los Elementos de los Crímenes de cada una de las conductas tipificadas como crímenes de guerra, allí se indican las características de las víctimas en la mayoría de los casos. En ese sentido, para las situaciones en que se requiere que el crimen sea cometido contra una persona en particular ello se indica expresamente –ya sea personas o bienes protegidos, individuos fuera de combate o personas que se encuentran en poder de la parte adversa–. Sin embargo, no debe perderse de vista que para algunos delitos los Elementos de los Crímenes no se exigen requisito específico alguno y ello, claramente, no puede atribuirse a un mero olvido de sus redactores. Esto es lo que sucede con el artículo 8 2) b) xxi) del Estatuto de Roma, al tipificar como crimen de guerra el cometer atentados contra la dignidad personal especialmente los tratos humillantes y degradantes, donde –como se verá más adelante– deliberadamente no se exige dentro de la descripción del tipo penal que las víctimas reúnan características especiales. Aun cuando reconocidos doctrinarios, como el profesor CASSESE76, señalen que los crímenes cometidos por combatientes contra los miembros de sus propias fuerzas armadas no constituyen crímenes de guerra 77, este no parece ser el criterio adoptado en el Estatuto de Roma –artículo 8 2) b) xxi)–. Como se indicó, dentro de este concepto podría incluirse, entonces, acciones humillantes o degradantes cometidas contra los combatientes pertenecientes a la propia tropa. Este criterio que diferencia el tratamiento según la persona sea de la propia tropa o no tampoco parecería ser el criterio en aquellos casos de actos aberrantes cometidos contra personas heridas o enfermas que pertenecen a la propia tropa, puesto que –como se verá más adelante– existe una obligación con rango de norma consuetudinaria de asistencia a los heridos, enfermos y náufragos independientemente el bando al que pertenezcan, así como de castigo de aquellos que los abandonan78. Si bien los argumentos serán profundizados en el siguiente punto, en una primera aproximación es posible afirmar que los hechos contra los soldados conscriptos en 75 Cfr. CASSESE, A. ob. cit., p. 67. Antonio CASSESE fue un jurista italiano especializado en Derecho Internacional Público y Derecho Internacional Penal. Asimismo, fue el primer presidente del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia y del Tribunal Especial para El Líbano. 77 Cfr. CASSESE, A. ob. cit., p. 67. 78 Cfr. HENCKAERTS & DOSWALD-BECK. ob. cit., p. 397. 76 21 Malvinas pueden ser encuadrados como crímenes de guerra ya sea, por un lado, porque estos combatientes –individuos estaqueados, enterrados y desnutridos– califican para ser considerados heridos o enfermos y/o, por otro, porque sus superiores cometieron contra ellos tratos inhumanos o degradantes. V.- UN ANÁLISIS JURÍDICO A LA LUZ DEL DERECHO PENAL INTERNACIONAL A.- ¿POSIBLE ENCUADRE COMO CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD? Como se señaló anteriormente, la posición de la Cámara de Casación rechaza la calificación como crímenes de lesa humanidad de los actos cometidos contra los soldados conscriptos en Malvinas por entender que no se presentaba el elemento de contexto requerido para este tipo de delitos. En ese sentido, sostuvo que la situación que contextualizaba los crímenes cometidos como parte de la dictadura militar –léase, desaparición forzada de personas, torturas, apropiación de menores, entre muchos otros actos aberrantes– no implicaba más que una coincidencia temporal con esos hechos, descartando así cualquier nexo que pudiera relacionarlos. Otro elemento que fue evaluado por los jueces consistió en la calidad de las personas objeto de la agresión, es decir, si los soldados podían ser considerados población civil. Al analizar en el caso particular las características del ataque para la comisión de los crímenes de lesa humanidad debe reiterarse que, de acuerdo a los requisitos exigidos por los tribunales internacionales, no se requiere que los elementos contextuales deban presentarse de manera conjunta para su configuración, no obstante ello se analizará si ambos recaen en los hechos. En primer lugar, en cuanto a la generalidad del ataque es oportuno señalar que la Cámara de Comodoro Rivadavia entendió que se encontraba satisfecho el elemento de generalidad del ataque por la cantidad de actos que habrían sido cometidos por el personal superior interviniente en el conflicto del Atlántico Sur79. Por el contrario, la Cámara de Casación no coincidió en que en el caso se hubiera probado la comisión de un ataque generalizado contra las víctimas. Sobre este punto, parecería que no asiste 79 Cfr. CÁMARA FEDERAL DE APELACIONES DE COMODORO RIVADAVIA, causa Nº 24.661 “PIERRE Pedro Valentín y otros s/ inc. competencia y prescripción” sentencia del 5 de agosto de 2009, fs. 44 vta. 22 razón a la Cámara de Casación puesto que para la generalidad, si bien se refiere a la naturaleza a gran escala del ataque y número de víctimas resultantes 80, la Corte Penal Internacional ha señalado que su evaluación no se limita a un análisis cuantitativo ni geográfico sino que debe realizarse sobre la base de hechos individuales 81. En consecuencia, un ataque generalizado puede resultar del efecto acumulativo de una serie de actos inhumanos o del efecto singular de uno de éstos de extraordinaria magnitud82. De una primera aproximación pareciera, entonces, que más allá del número en particular de casos denunciados, aquellos actos cometidos contra personas inmovilizadas por ataduras de pies y manos, expuestas a temperaturas extremas sin abrigo y mal alimentadas pueden considerarse actos inhumanos que –por un efecto acumulativo– revestirían la generalidad requerida del ataque. En segundo término, con relación a la sistematicidad de los crímenes de lesa humanidad, los jueces de la Cámara de Casación y los de la Cámara de Comodoro Rivadavia descartaron que los hechos imputados a TARANTO se hubieran realizado en conexión a un contexto de un ataque sistemático. Sobre este punto, disintió el Procurador General de la Nación sustituto al entender que los argumentos del CECIM, relativos a la conexión con el Proceso de Reorganización Nacional, satisfacían la inclusión de los hechos de tortura y maltratos contra los soldados conscriptos dentro del plan sistemático instaurado por la dictadura militar para la comisión de graves violaciones a los derechos humanos. Sobre el particular, la Corte Penal Intencional siguiendo los criterios establecidos por los tribunales internacionales ad hoc señaló que el carácter sistemático puede derivarse de la existencia de un patrón regular de conducta, de una política, de un objetivo político o, incluso, de la implicancia de altas autoridades políticas o militares 83. 80 Cfr. CPI, PROSECUTOR VS. BEMBA GOMBO, ICC-01/05-01/08-424, cit., §83; PROSECUTOR V. KATANGA NGUDJOLO CHUI, ICC-01/04-01/07-717, cit., §395. TPIR, PROSECUTOR V. AKAYESU, ICTR-96-4-T, cit., §580; PROSECUTOR V. MUSEMA, ICTR-96-13-A, sentencia del 27 de enero de 2000, §204. 81 Cfr. CPI, SITUACIÓN EN LA REPÚBLICA DE KENIA, ICC-01/09-19, Sala de Cuestiones Preliminares II, Decisión conforme el artículo 15ER sobre la autorización de una investigación en la República de Costa de Marfil, del 31 de marzo de 2010, §95. 82 Cfr. CPI, PROSECUTOR VS. BEMBA GOMBO, ICC-01/05-01/08-424, cit., §83. PROSECUTOR V. KATANGA AND NGUDJOLO CHUI, ICC-01/04-01/07-717, cit., §394. TPIY, PROSECUTOR V. BLAGOJEVIC AND JOKIC, IT-02-60-T, sentencia del 17 de enero de 2005, §545. PROSECUTOR V. KORDIC AND CERKEZ, IT-95-14/2A, sentencia del 17 de diciembre de 2004, §94; PROSECUTOR V. BLASKIC, IT-95-14-A, sentencia del 29 de Julio de 2004, §101. 83 Cfr. CPI, SITUACIÓN EN LA REPÚBLICA DE KENIA, ICC-01/09-19, cit., §96. AND 23 En este sentido puede afirmarse que, detrás de los actos que sufrían los soldados conscriptos, parecería existir un denominador común por parte de las autoridades superiores de las fuerzas armadas respecto de los actos cometidos contra las tropas a su cargo. Ello, independientemente de que las razones alegadas para ese patrón de sometimientos –enterramientos, estaqueamientos o la deliberada negativa a la provisión de alimentos– se funden en motivaciones de carácter disciplinario. Todo esto se ve agravado por la intervención de altos mandos militares en la aplicación de los tratos inhumanos a los soldados conscriptos. Ahora bien, más allá de las controversias que se han planteado entre la sistematicidad del contexto y la política de un Estado para cometer ese ataque84 –en relación a si uno puede ser abarcado o inferido del otro– cabe señalar que hay indicios que permiten derivar un nexo entre la ocupación de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y el plan instaurado por el Proceso de Reorganización Nacional en la Argentina. De acuerdo a la definición receptada en el Estatuto de Roma, los crímenes de lesa humanidad requieren que el acto sea realizado de conformidad con la política de un Estado o de una organización de cometer ese ataque o para promover esa política. En el caso cabe señalar que al tratarse de una entidad estatal la que está detrás de la comisión de los actos contra los soldados conscriptos, no es necesario profundizar en el elemento político desarrollado por la doctrina para aquellas situaciones en las que es una organización la responsable por tales crímenes. Es cierto que para la época de los hechos que se están analizando existía un plan pre-organizado por parte de los integrantes de la Junta Militar para la comisión de crímenes aberrantes, pero ello no implica per se que esa política –por su sola coincidencia temporal– pueda leerse en conexión con la situación que padecieron los soldados conscriptos en Malvinas. Sin embargo, esto no debe ser entendido como una exigencia de que los actos se encuentren explícitamente relacionados con el elemento de la política, ya que ni siquiera ella debe estar expresamente establecida pues basta con que pueda ser inferida de los hechos85. 84 Cfr. CPI, PROSECUTOR v. RUTO, KOSGEY and SANG, ICC-01/09-01/11-373, cit., §209. Cfr. CPI, PROSECUTOR V. KATANGA AND NGUDJOLO CHUI, ICC-01/04-01/07-717, cit., §396. TPIY, PROSECUTOR V. BLASKIC, IT-95-14-T, cit., §204. 85 24 Ahora bien, el propio Informe Final de la Comisión de análisis y evaluación de las responsabilidades en el conflicto del Atlántico Sur (en adelante, INFORME RATTENBACH) traza un nexo funcional entre la ocupación de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y el plan orquestado por la Junta Militar argentina. En ese sentido, se indicó que la decisión de “ocupar las Islas Malvinas” fue adoptada con rapidez puesto que la ocupación ya estaba planeada, aun cuando nunca se hubiera planificado cómo defender las Islas una vez desplegada la operación. La precipitación de la decisión “estuvo influida por aspectos políticos particulares, tal, por ejemplo, la conveniencia de producir una circunstancia significativa que revitalizara el Proceso de Reorganización Nacional”86. Como consecuencia, la Comisión concluyó que el Presidente de la Nación, en su calidad de miembro de la Junta Militar y Comandante en Jefe del Ejército y, además, integrante del Comité Militar, resultaba responsable de “confundir un objetivo circunstancial de política interna (necesidad de revitalizar el Proceso de Reorganización Nacional) con una gesta de legítima reivindicación histórica, y dar lugar a que se interpretara que pretendía capitalizar para sí el rédito político, en caso de una solución favorable”87. No puede pasarse por alto, entonces, que los actos cometidos contra los conscriptos se enmarcan en un contexto vinculado –expresa o implícitamente– a la situación que se presentaba en el país de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y eso parecería satisfacer el elemento político requerido para los crímenes en cuestión. Incluso, la Corte Penal Internacional ha entendido que el elemento político se encontraría acreditado por la inacción de persecución por parte del Estado aun cuando dichos crímenes sean cometidos por una organización no estatal88. De acuerdo al enfoque de este trabajo, uno de los puntos más controvertidos para la calificación de los actos cometidos contra los soldados conscriptos reside en su caracterización de población civil, como uno de los elementos determinantes para la comisión de crímenes de lesa humanidad. 86 INFORME RATTENBACH, Informe Final, §247 INFORME RATTENBACH, Informe Final, §793 88 Cfr. CPI, PROSECUTOR VS. BEMBA GOMBO, ICC-01/05-01/08-424, cit., §88; PROSECUTOR V. KATANGA AND NGUDJOLO CHUI, ICC-01/04-01/07-717, cit., §396. 87 25 Como se indicó en el punto IV.A, el concepto de población civil es una categoría que debe interpretarse a la luz de los principios de Derecho Internacional Humanitario desarrollados por los tribunales internacionales. Su importancia radica en la necesidad de distinguir entre quienes participan activamente en las hostilidades y quienes no lo hacen y, por lo tanto, merecen ser objeto de protección durante el desarrollo de las acciones bélicas. Asimismo, la caracterización de un grupo de individuos como población civil tiene incidencia directa en los actos que expresamente les están vedados en las hostilidades, es decir, no pueden tomar las armas puesto que eso acarrea su respectiva responsabilidad. No sucede lo mismo con los combatientes, que son quienes pueden intervenir en el conflicto armado y son los únicos objetivos militares que pueden ser atacados legítimamente. Esta aclaración es sumamente relevante, porque si se entiende que los soldados conscriptos pueden ser considerados miembros de la población civil, la consecuencia directa de esta caracterización es que no podrían participar activamente de las hostilidades y tampoco podrían ser atacados por el enemigo. Una interpretación así resulta sumamente forzosa para un conflicto armado internacional como el que se suscitó entre la Argentina y el Reino Unido, en el que intervinieron las fuerzas armadas regulares de ambos Estados. En esa misma dirección, la ley 17.531 disponía el estado militar de los argentinos convocados para prestar el servicio de conscripción desde el momento en que efectúen su presentación, voluntaria o no, ante una autoridad militar, a los efectos de la asignación de un destino89. El interrogante consiste, entonces, en determinar si una persona que forma parte de las fuerzas armadas se encuentra siempre excluida de esta protección, independientemente de la situación en la que se encuentre. Una interpretación amplia del concepto de población civil –pero no por ello lesiva del principio de legalidad ni de los principios que rigen el ius in bello– puede abarcar a todas las personas que no intervienen en el conflicto, incluyendo a quienes participaron de las hostilidades, pero que dejaron de hacerlo por cualquier motivo –heridos, enfermos, náufragos y prisioneros de guerra–. Así lo ha interpretado el Tribunal Internacional para la antigua Yugoslavia al incluir dentro del concepto de población civil a quienes ya no intervienen en las hostilidades al momento en el que los crímenes fueron cometidos, esto es, porque 89 Ley Nº 17531, artículo 13. 26 abandonaron el ejército, porque no portaban armas o porque quedaron fuera de combate, ya sea por sus heridas o por haber caído en poder de la parte adversa 90. Como puede advertirse estas personas no son civiles en el sentido estricto del término, pero ingresan en esta categoría por revestir la calidad de personas que no participan en las hostilidades, término para referirse a los individuos objeto de protección que desde sus orígenes ha aplicado el Derecho Internacional Humanitario en función del principio de distinción. Si bien el profesor AMBOS91 sostiene la necesidad de realizar una interpretación más amplia de los crímenes de lesa humanidad a través de la eliminación del requisito de población civil como objeto del ataque, también advierte que éste no ha sido el criterio receptado en la jurisprudencia de los tribunales internacionales ni en el propio Estatuto de Roma –donde expresamente exigen la condición de civiles–. Incluso se ha afirmado en diversas oportunidades que es preciso que la población civil sea el objetivo principal del ataque. En tiempos de guerra la noción de población civil de los crímenes de lesa humanidad debe ser interpretada en función del contexto en el que éstos se producen92. Sería ilógico que, dadas ciertas condiciones y siempre que la necesidad militar lo justifique, una operación militar ordenada contra centenares de soldados durante un combate –que es lo que sucede en la mayoría de los conflictos armados– fuera considerada un crimen de lesa humanidad93. Un miembro regular de las fuerzas armadas es un combatiente en los términos tradicionales del Derecho Internacional Humanitario y puede ser asesinado por la parte adversa si es el único modo para sacarlo de fuera combate. Por lo tanto, no sería posible incluirlos en la categoría de población civil sin analizar la situación en la que se encuentran estos individuos durante el desarrollo de las hostilidades94. Sí es posible abarcar a quienes forman parte de las fuerzas armadas, pero que por algún motivo no participan activamente en las hostilidades o dejaron de hacerlo95. 90 Cfr. TPIY, PROSECUTOR V. BLASKIC, IT-95- 14-D, cit., §214. AMBOS, K. “Crimes against Humanity and the International Criminal Court”, ob. cit., p. 279-304. 92 AMBOS, K., La Corte Penal Internacional, ob. cit., p. 247. 93 DEGUZMAN, M., Crimes Against Humanity, ob. cit., p. 132 94 Cfr. TPIY, PROSECUTOR V. BLASKIC, IT-95-14-D, cit., §214. 95 AMBOS, K., La Corte Penal Internacional, ob. cit., p. 248. 91 27 Para incluir a los soldados conscriptos como víctimas de los crímenes de lesa humanidad es necesario que, en función de los padecimientos sufridos, puedan ingresar en la categoría de heridos o enfermos lo cual será analizado al desarrollar las conductas contra los conscriptos como crímenes de guerra –por tratarse de una categoría propia del ius in bello–. B.- ¿POSIBLE ENCUADRE COMO CRÍMENES DE GUERRA? Como se señaló anteriormente, en la Argentina se encuentra poco desarrollado el terreno jurídico de los crímenes de guerra, a pesar de que su regulación sea anterior en el tiempo a los crímenes de lesa humanidad y aun cuando también tengan una idéntica consecuencia: su imprescriptibilidad. No quedan dudas de que la Guerra del Atlántico Sur califica para ser considerada un conflicto armado internacional en los términos requeridos por los Convenios de Ginebra y, en consecuencia, para la configuración del elemento contextual exigido para la comisión de los crímenes de guerra. Sobre este punto, cabe reiterar que no es necesario que éstos hayan sido cometidos a gran escala o de conformidad con una política, por el contrario, basta que la conducta implique una violación grave al Derecho Internacional Humanitario 96. En relación con ello, las vejaciones y maltratos analizados –en abstracto– parecerían revestir una entidad tal como para considerarlos tratos denigrantes contra cualquier ser humano y, por lo tanto, contrarios al ius in bello. Un interrogante se plantea, en cambio, respecto a la calidad de las personas víctimas de los crímenes de guerra. Como se adelantó anteriormente, reconocida doctrina sostiene la imposibilidad de que estos crímenes puedan tener como objeto a la propia tropa, ya que sólo podrían cometerse por combatientes o civiles de una de las partes en conflicto contra combatientes o civiles de la otra parte 97. Sin embargo, de acuerdo con la evolución del derecho consuetudinario, este criterio no parecería presentarse en dos supuestos, por un lado, cuando se trate de combatientes heridos o enfermos pertenecientes a la propia tropa y, por otro lado, para ciertos crímenes de guerra en donde el Estatuto de Roma no exige que pertenezcan a un bando determinado ni que sean personas protegidas en los términos del ius in bello. 96 97 Cfr. TPIY, PROSECUTOR V. TADIC, IT-94-1-AR72, sentencia del 2 de octubre de 1995, § 94. Cfr. CASSESE, A. cit., p. 67. 28 i.- Crímenes de guerra cometidos contra personas heridas o enfermas Los horrores de la guerra afectan de igual manera a todos los que intervienen, esto fue retratado ya en 1859 por Henry DUNANT en su libro Recuerdo de Solferino, donde relataba las consecuencias fatales sobre los soldados agonizantes por los resultados de una batalla en esa ciudad de Italia: ¡Cuántos jóvenes húngaros, bohemios o rumanos, enrolados desde hacía algunas semanas se tiraban al suelo de fatiga y de inanición, una vez fuera del alcance de los disparos, o debilitados por la pérdida de sangre, aunque ligeramente heridos, pereciendo miserablemente de agotamiento y de hambre! (...) [C]onseguí, ya el domingo por la mañana, reunir a cierto número de mujeres del pueblo, que secundan, lo mejor que pueden, los esfuerzos que se hacen para socorrer a los heridos; pues no se trata de amputaciones ni de ninguna otra operación, sino que es necesario dar de comer y, sobre todo, de beber a personas que mueren, literalmente, de hambre y de sed98; Fue esa trágica experiencia la que lo motivó para la creación de una organización imparcial, neutral e independiente a los Estados, el Comité Internacional de la Cruz Roja (en adelante, CICR), y así ocuparse de la suerte que corren las víctimas de los conflictos armados. Los Convenios de Ginebra I y II disponen que las personas heridas o enfermas sean tratadas con respeto y protegidas en todas las circunstancias, establecen la obligación de las partes que los tengan en su poder de asistirlos con humanidad y prohíben cualquier atentado contra la vida y su persona 99. Este deber se impone respecto de aquellos miembros de las fuerzas armadas de las partes en conflicto independientemente del bando al que pertenezcan, se encuentren bajo su propio mando o en poder del enemigo100. No obstante lo expuesto, se suele hacer mención para descartar la posición que aquí se desarrolla al caso PILZ resuelto en primera instancia por el Tribunal del distrito 98 DUNANT, H. Recuerdo de Solferino, Publicación 0361, CICR, 1982. El resaltado no se corresponde con el original. 99 Cfr. CONVENIO DE GINEBRA DE 1949, I Y II, Artículo 12. 100 Cfr. PICTET, Jean (Ed.), The Geneva Conventions of 12 August 1949: Commentary, Vol. I for the Amelioration of the Condition of the Wounded and Sick in Armed Forces in the Field, CICR, Ginebra, 1952, p. 135. 29 de La Haya, Sala Criminal, en 1949101. Allí, un joven holandés enlistado en el ejército alemán fue herido por el disparo de un arma de fuego al intentar escapar de su unidad. El acusado, un médico militar alemán, además de negarse a que personal sanitario brindara asistencia médica al herido, habría abusado de su autoridad al ordenar o, al menos, permitir que un subordinado le disparase para matarlo. El caso se analizó a la luz del Reglamento de la Haya de 1907 y de la Convención de Ginebra del 27 de julio de 1929 –por ser los instrumentos aplicables en aquella época– y se desestimó el recurso por entender que no se estaba ante la comisión de un crimen de guerra. El criterio arribado en el caso PILZ no parece ser fiel al tratamiento debido a las personas heridas o enfermas. Esto ha sido puesto en evidencia por el propio CICR en sus libros de enseñanza y difusión del Derecho Internacional Humanitario confeccionados por distinguidos profesores en la materia. En una de sus publicaciones102 se plantea un análisis hipotético del caso PILZ a la luz de las disposiciones de los Convenios de Ginebra. En particular se refiere a que [l]os heridos y los enfermos, así como los miembros del personal sanitario y religioso, no podrán, en ninguna circunstancia, renunciar parcial o totalmente a los derechos que se les otorga en el presente Convenio103. (...) Las infracciones graves a las que se refiere el artículo anterior son las que implican uno cualquiera de los actos siguientes, si se cometen contra personas o bienes protegidos por el Convenio: el homicidio intencional, la tortura o los tratos inhumanos, incluidos los experimentos biológicos, el hecho de causar deliberadamente grandes sufrimientos o de atentar gravemente contra la integridad física o la salud, la destrucción y la apropiación de bienes, no justificada por necesidades militares y efectuadas a gran escala, ilícita y arbitrariamente104. En dicha publicación también se sugiere analizar el caso PILZ de conformidad con las disposiciones del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra de 1949: Artículo 10 - Protección y asistencia 101 TRIBUNAL ESPECIAL DE CASACIÓN DE HOLANDA, Caso PILZ, Sentencia del 21 de diciembre de 1949, confirmada luego el 5 de julio de 1950. 102 Cfr. SASSÒLI & BOUVIER, A. How does law protect in war? CICR, Ginebra, 2006, Case 104 in re PILZ. 103 Esta disposición se encuentra plasmada en los cuatro Convenios de Ginebra de 1949, artículos 7, 7, 7 y 8 respectivamente de cada uno de los instrumentos. 104 Esta disposición se encuentra plasmada en los cuatro Convenios de Ginebra de 1949, artículos 50, 51, 130 y 147 respectivamente de cada uno de los instrumentos. 30 1. Todos los heridos, enfermos y náufragos, cualquiera que sea la Parte a que pertenezcan, serán respetados y protegidos. 2. En toda circunstancia serán tratados humanamente y recibirán, en toda la medida de lo posible y en el plazo más breve, los cuidados médicos que exija su estado. No se hará entre ellos ninguna distinción que no esté basada en criterios médicos. Artículo 85 - Represión de las infracciones del presente Protocolo (...) 3. Además de las infracciones graves definidas en el artículo 11, se considerarán infracciones graves del presente Protocolo los actos siguientes, cuando se cometan intencionalmente, en violación de las disposiciones pertinentes del presente Protocolo, y causen la muerte o atenten gravemente a la integridad física o a la salud; (...) e) hacer objeto de ataque a una persona a sabiendas de que está fuera de combate; (...) La lectura de estos artículos permite afirmar que no puede rechazarse o negarse la atención médica a una persona herida o enferma sin que ello configure una violación grave al Derecho Internacional Humanitario. Tampoco caben dudas de que sería una infracción más grave todavía asesinarla a sangre fría, tal como sucedió en el caso PILZ. Aun cuando en ese precedente el tribunal holandés haya interpretado –correcta o incorrectamente– una resolución contraria a la configuración de un crimen de guerra, esto no puede sostenerse como fuente de autoridad suficiente para descartar otros muchos argumentos concluyentes a favor de la existencia de un crimen de guerra en aquellos casos donde se cometen atentados contra personas protegidas por el ius in bello, como lo son los heridos y enfermos. En este sentido, reconocida doctrina en Derecho Internacional Humanitario ha señalado que la obligación de asistencia y cuidado de las personas heridas y enfermas se ha mantenido de manera invariable desde el Convenio de Ginebra del 22 de agosto de 1864 para el mejoramiento de la suerte de los militares heridos en los ejércitos en campaña105, el cual establecía que los militares heridos o enfermos debían ser recogidos y cuidados, independientemente de la nación a la que pertenezcan 106. El deber de 105 Cfr. PICTET, Jean (Ed.), The Geneva Conventions of 12 August 1949: Commentary, Vol. I... ob. cit., p. 132/133. 106 Ibídem, p. 134. 31 tratamiento humanitario a estas personas, sin distinción de las fuerzas armadas a las que respondan, ha adquirido rango de norma consuetudinaria e, incluso, son numerosas las legislaciones nacionales que castigan a quienes abandonen a las personas que necesitan asistencia107. Ahora bien, de manera muy sabia, el sistema de protección establecido por el Derecho de Ginebra ha optado por no definir qué debe entenderse por combatientes heridos o enfermos, y tampoco ha establecido un umbral de gravedad o dolor para que una herida o una enfermedad califique como tal108. El fundamento puede encontrarse fácilmente en las razones humanitarias que llevan a evitar implementar definiciones estrictas que excluyan a quienes necesitan del debido cuidado y asistencia. La interpretación que debe hacerse para la inclusión dentro de esta categoría debe estar guiada por el sentido común y la buena fe –basta lo que esa persona herida o enferma sienta respecto de su estado de salud– para de este modo incluir a todas las personas que han caído a causa de una herida o una enfermedad de cualquier tipo, o que hayan dejado de combatir o depusieran las armas independientemente de la gravedad de la lesión109. El elemento determinante, entonces, para obtener esta protección se funda en la situación real de vulnerabilidad en la que se encuentra la persona afectada imposibilitada de defenderse. Es ello lo que genera una obligación de asistencia para las partes en conflicto, la cual no puede ser limitada por meras consideraciones formales o tecnicismos médicos. Este deber rige tanto para las fuerzas armadas enemigas, así como para las fuerzas armadas a las que el propio soldado herido o enfermo pertenezca 110. Una interpretación amplia de aquellos individuos que pueden ser considerados como heridos o enfermos incluye a los soldados conscriptos de Malvinas que, golpeados por la falta de alimentación y el frío extremo, fueron maniatados y estaqueados boca arriba a la intemperie mientras impactaban a su alrededor los proyectiles producto del conflicto armado en las islas. En la causa “TARANTO” una de las víctimas relató que en una oportunidad, desesperado ya que llevaba más de dos días sin comer, se alejó para buscar alimento y 107 Cfr. HENCKAERTS & DOSWALD-BECK. ob. cit., p. 397. Cfr. PICTET, Jean (Ed.), The Geneva Conventions of 12 August 1949: Commentary, Vol. I... ob. cit., p. 136. 109 Ídem. 110 Cfr. HENCKAERTS & DOSWALD-BECK. ob. cit., p. 399. 108 32 al regresar fue descubierto por un superior quien decidió castigarlo por la desobediencia estaqueándolo. Así fue que lo tendieron en el suelo boca arriba a la intemperie maniatado de pies y manos, le colocaron un paño encima que le cubría todo el cuerpo y así permaneció casi 10 horas. Mientras se encontraba en esa posición escuchaba el impacto de distintos proyectiles en zonas cercanas, en las que había a escasos metros tanques de nafta. Al ser liberado se encontraba desmayado producto de la hipotermia y la falta de alimentación a la que fue expuesto. Asimismo, el INFORME RATTENBACH es una fuente de información relevante para esclarecer el estado físico y psíquico de la tropa. En las “Declaraciones – Tomo V” se encuentra el testimonio del Mayor Enrique Mariano CEBALLOS111 quien revistió durante el conflicto el cargo de Director del Hospital Interfuerzas ubicado en Puerto Argentino. En dicha declaración el Dr. CEBALLOS precisó que a partir del mes de mayo de 1982 el estado físico de la tropa disminuyó de manera notable, indicó que los “pie de trinchera”112 aumentaron exponencialmente. También tuvo que atender casos de desnutrición por la falta de provisión de alimentos y muchos heridos por arma de fuego no producidos en combate –a los que denomina “accidentales” o “autoinfligidos”–. Debido al terrible estado de la tropa, en el mes de junio el Dr. CEBALLOS tuvo una reunión con el Contralmirante Edgardo Aroldo OTERO –actualmente acusado por la comisión de crímenes de lesa humanidad en la Escuela de Mecánica de la Armada en su calidad de Director de la ESMA y Comandante del Grupo de Tareas 3.3– a quien le advirtió que en 20 días más “no iba a haber más tropa” producto de la falta de alimentación, el frío y las enfermedades. Ante la molestia del Contralmirante OTERO, el Dr. CEBALLOS insistió que el estado de salud de la gente de la isla “no era recuperable” y que había que relevarla. No está en duda el respeto y protección del que debían ser objeto estas personas, aún cuando pertenecieran a las fuerzas armadas argentinas. Así surge también de la declaración del Dr. CEBALLOS quien relató que una oportunidad tuvo que acudir al hospital civil de las Islas Malvinas por una persona argentina herida de granada. Allí se 111 Cfr. INFORME RATTENBACH, Declaraciones – Tomo V, p. 972. De acuerdo al relato del testigo, se trata de una enfermedad que se produce con el tiempo, requiere tiempo, frío, humedad, inmovilidad, etc. El individuo siente el adormecimiento de los dedos del pie, comienza a tener falta de sensibilidad al tocarlos y empalidece enormemente. Este proceso se acompaña de la propensión a adquirir infecciones. 112 33 entrevistó con un reticente marino inglés retirado a quien le exigió lo ayudara a atender a esta persona, según le dijo, “(...) porque así está previsto en la Convención de Ginebra, que hay que atender a todos los heridos sean de donde sean” 113, luego de lo cual el médico inglés accedió a practicar la operación. De todo ello se desprende que los soldados de Malvinas, en particular los conscriptos por su falta de entrenamiento y corta edad, se encontraban en una situación de indefensión tal, agravada por los actos aberrantes que se cometían contra ellos. Debían ser objeto de un tratamiento humanitario por su especial condición y es aquí donde cobra mayor virtualidad la amplia definición del concepto de heridos o enfermos, abarcando a las víctimas de los vejámenes producidos por sus propios superiores. ii.- Crímenes de guerra cometidos contra miembros de la propia tropa Como se ha desarrollado en el punto anterior, para la configuración de los crímenes de guerra se exige, en la mayoría de los casos, que los individuos afectados sean personas protegidas en los términos del Derecho Internacional Humanitario. Sin embargo, en ciertos supuestos no se requiere que el sujeto pasivo de los crímenes tenga una calidad determinada y, en consecuencia, este tipo de crímenes podrían cometerse contra soldados que pertenezcan a las propias fuerzas armadas –es decir, personas tradicionalmente no protegidas–. Esta interpretación se ve plasmada los Elementos de los Crímenes, donde para ciertos delitos subyacentes de los crímenes de guerra se exige que se trate de personas que no participan en las hostilidades mientas que en otros casos ello no es un requisito para la configuración del tipo penal. Esto puede advertirse con claridad a través de la lectura de algunos de sus artículos: Artículo 8 2) a) ii)-2 - Crimen de guerra de tratos inhumanos 1. Que el autor haya infligido grandes dolores o sufrimientos físicos o mentales a una o más personas. 2. Que esa persona o personas hayan estado protegidas en virtud de uno o más de los Convenios de Ginebra de 1949. (...) 113 Cfr. INFORME RATTENBACH, Declaraciones – Tomo V, p. 979. 34 Artículo 8 2) b) vi) - Crimen de guerra de causar la muerte o lesiones a una persona que esté fuera de combate 1. Que el autor haya causado la muerte o lesiones a una o más personas. 2. Que esa persona o personas hayan estado fuera de combate (...) Artículo 8 2) b) x)-1 - Crimen de guerra de mutilaciones 1. Que el autor haya mutilado a una o más personas, en particular desfigurándolas o incapacitándolas permanentemente o les haya extirpado un órgano o amputado un miembro. (...) 4. Que esa persona o personas estén en poder de una parte adversa. Como se desprende de estos tres artículos –entre muchos otros– para la configuración de estos crímenes tipificados en el Estatuto de Roma se prevé expresamente que se trate de personas protegidas, o que estén fuera de combate o bien que se encuentren en poder de una parte adversa. En cambio, como se mencionó, para otros supuestos no se exige que la víctima del delito subyacente posea alguna característica específica: Artículo 8 2) b) xxi) - Crimen de guerra de cometer atentados contra la dignidad personal 1. Que el autor haya sometido a una o más personas a tratos humillantes o degradantes o haya atentado de cualquier otra forma contra su dignidad 2. Que el trato humillante o degradante o el atentado contra la dignidad haya sido tan grave que esté reconocido generalmente como atentado contra la dignidad personal. 3. Que la conducta haya tenido lugar en el contexto de un conflicto armado internacional y haya estado relacionada con él. 4. Que el autor haya sido consciente de circunstancias de hecho que establecían la existencia de un conflicto armado. Artículo 8 2) b) xxii)-1 - Crimen de guerra de violación 1. Que el autor haya invadido el cuerpo de una persona mediante una conducta que haya ocasionado la penetración, por insignificante que fuera, de cualquier parte del cuerpo de la víctima o del autor con un órgano sexual o del orificio anal o genital de la víctima con un objeto u otra parte del cuerpo. 2. Que la invasión se haya cometido por la fuerza o mediante la amenaza de la fuerza o mediante coacción, como la causada por el temor a la violencia, la intimidación, la detención, la opresión psicológica o el abuso de poder, contra esa persona u otra persona o aprovechando el entorno coercitivo, o 35 se haya realizado en condiciones en que la persona era incapaz de dar su libre consentimiento. 3. Que la conducta haya tenido lugar en el contexto de un conflicto armado internacional y haya estado relacionada con él. 4. Que el autor haya sido consciente de circunstancias de hecho que establecían la existencia de un conflicto armado. Es decir, dentro de los requisitos para la configuración de cada uno de estos tipos penales –entre muchos otros– no es preciso que se trate de personas protegidas, sino que podría incluirse individuos que forman parte de las fuerzas armadas, aun cuando se encuentren participando activamente en las hostilidades. Ahora bien, resulta muy atinado para el análisis de las conductas cometidas contra los soldados conscriptos en Malvinas la mención al artículo 8 2) b) xxi) que recoge el crimen de guerra de cometer atentados contra la dignidad personal. Ello es así, no porque pueda aplicarse de manera directa el Estatuto de Roma a esas acciones – recuérdese que este instrumento entró en vigor el 1º de julio de 2002, otorgando competencia a la Corte Penal Internacional solo para el juzgamiento de conductas cometidas con posterioridad a esa fecha– sino por los antecedentes y principios que fundan la inclusión de los tratos humillantes o degradantes contra la dignidad de cualquier persona, como un crimen de guerra. Difícilmente alguien pueda sostener que los actos consistentes en estaqueamientos, enterramientos o la deliberada falta de provisión de alimentos no constituyen conductas que reducen a cualquier sujeto por debajo de su condición de ser humano. Estas acciones, sin duda alguna, ofenden la dignidad de cualquier individuo. Un trato humillante o degradante constituye una violación a los derechos humanos fundamentales; así fue incluido en diversos instrumentos internacionales en la materia 114 con una expresa indicación que no permite alegar situaciones excepcionales para la suspensión de la prohibición de tratos denigrantes. Es por esta razón que ante un acto que reviste esa calidad o una afectación a la dignidad de una persona, debe valorarse el 114 CONVENCIÓN CONTRA LA TORTURA Y OTROS TRATOS O PENAS CRUELES, INHUMANOS O DEGRADANTES (1984); CONVENCIÓN INTERAMERICANA PARA PREVENIR Y SANCIONAR LA TORTURA (1985); artículo 7 del PACTO INTERNACIONAL DE DERECHO CIVILES Y POLÍTICOS; artículo 5 de la CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS, entre otros. 36 punto de vista subjetivo de quien sufre de la agresión, independientemente de que la humillación lo sea a ojos de terceras personas o a los de la propia víctima 115. Si bien la Corte Penal Internacional no se ha pronunciado aún sobre el ámbito de aplicación del artículo en cuestión, el Tribunal para la antigua Yugoslavia ha tenido posibilidad de determinar el alcance del término trato cruel e inhumano. Lo hizo aplicando su propio estatuto que, corresponde aclarar, exige como criterio de atribución de jurisdicción de dicho tribunal que tales acciones sean cometidas respecto de personas protegidas en los términos de los Convenios de Ginebra de 1949 116. No obstante ello, en lo que respecta al trato cruel e inhumano, ha señalado que se trata de actos u omisiones intencionales que causan sufrimientos mentales o físicos o lesiones graves, o que constituyen un grave atentado a la dignidad humana117. Ahora bien, como puede advertirse detrás de la tipificación de la aplicación de tratos humillantes o degradantes como crímenes de guerra se encuentra la necesidad de salvaguardar el tratamiento humanitario debido a todos los seres humanos por su sola condición de tal y esto, justamente, es el verdadero leitmotiv de los Convenios de Ginebra de 1949118. Por esta razón, estos cuatro instrumentos garantizan en un mismo artículo, el 3 común, un estándar mínimo que debe aplicarse en “todo tiempo y lugar”. Como señala PICTET, si bien esta norma es de aplicación para los conflictos armados de carácter no internacional, su contenido relativo al trato humanitario no puede resultar un obstáculo para su aplicación a los conflictos armados internacionales puesto que es posible afirmar que “quien está obligado a lo más está obligado a lo menos”119. Entre las conductas descriptas, el artículo 3 1) c) de los Convenios de Ginebra prohíbe la comisión de atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes y degradantes. Además de la coincidencia en los términos empleados, el contenido del artículo 3 común ha sido el fundamento120 para la introducción del 115 Cfr. NOWAK, Manfred, U.N. Covenant on Civil and Political Rights, CCPR Commentary, 2a ed., N.P. Engel, 2005, p.165. 116 ESTATUTO DEL TRIBUNAL PENAL INTERNACIONAL PARA LA ANTIGUA YUGOSLAVIA, Artículo 2º. 117 Cfr. TPIY, PROSECUTOR V. DELALIC AND OTHERS, IT-96-21, sentencia del 16 de noviembre de 1998, §543; PROSECUTOR V. NALETILIC AND MARTINOVIC, IT-98-34-T, sentencia del 31 de marzo de 2003, §246; PROSECUTOR V. BLASKIC, IT-95-14, cit., §154/155. 118 Cfr. PICTET, Jean (Ed.), The Geneva Conventions of 12 August 1949: Commentary, Vol. IV, Geneva Convention Relative to the Protection of Civilian Persons in Time of War, CICR, Ginebra, 1958, p. 204. 119 Cfr. PICTET, Jean (Ed.), The Geneva Conventions of 12 August 1949: Commentary, Vol. I... ob. cit., p. 52. 120 Cfr. TRIFFTERER, O. (Ed.) ob. cit., p. 425. 37 artículo 8 2) b) xxi) en el Estatuto de Roma y este último, razonablemente, no limita esta obligación de tratamiento humanitario a aquellas personas que se encuentran fuera de las hostilidades. Ello, más aún cuando sus raíces también están en el Preámbulo del Convenio IV de la Haya de 1907 relativo a las leyes y costumbres de la guerra terrestre, más específicamente, en la Cláusula Martens: “Mientras que se forma un Código más completo de las leyes de la guerra, las Altas Partes Contratantes juzgan oportuno declarar que, en los casos no comprendidos en las disposiciones reglamentarias adoptadas por ellas, las poblaciones y los beligerantes permanecen bajo la garantía y el régimen de los principios del Derecho de Gentes preconizados por los usos establecidos entre las naciones civilizadas, por las leyes de la humanidad y por las exigencias de la conciencia pública”. Esta norma de clausura tiene como finalidad evitar que existan lagunas de protección tanto respecto de la población civil como de los combatientes, de modo de garantizar un respeto mínimo derivado del Derecho de Gentes, las leyes de la humanidad y la conciencia pública. Asimismo, el contenido del artículo 8 2) b) xxi) también se encuentra inspirado en el Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra, en particular en el artículo 75 2) b)121. Si bien se enmarca dentro del apartado sobre el trato debido a las personas en poder de una Parte en conflicto, este elemento no fue recogido por la codificación realizada por el Estatuto de Roma, que no establece dicho requisito. En el mencionado artículo los atentados contra la dignidad personal deben ser interpretados como actos que, sin atentar directamente contra la integridad y el bienestar físico o mental de los individuos, tienen por objeto humillarlos, ridiculizarlos u obligarlos incluso a realizar actos degradantes122. En este sentido, es innegable la validez como norma consuetudinaria que existe detrás del crimen de guerra de cometer atentados contra la dignidad personal 123. Así, el artículo 8 2) b) xxi) viene a recoger estos principios reconocidos desde hace décadas prohibiendo la comisión de actos inhumanos contra personas, sean civiles o 121 Cfr. KNUT, D. Elements of War Crimes under the Rome Statute of the ICC: Sources and Commentary, Cambridge University Press, 2004, p. 315. 122 Cfr. PICTET, J. Commentary on the Additional Protocols of 8 June 1977 to the Geneva Conventions of 12 August 1949, CICR, Ginebra, 1987, §3047, p. 843. 123 Cfr. TRIFFTERER, O. (Ed.) ob. cit., p. 426. 38 combatientes, aun cuando en este último supuesto tales acciones hayan sido cometidas por sus propios superiores. Ello es así puesto que resulta evidente que ningún ser humano –tenga estado militar o sea población civil– pueda ser sometido a tratos humillantes o denigrantes durante un conflicto armado; y en caso de que se cometan tales atrocidades los responsables deben ser juzgados por sus acciones. La obligación de aplicar un tratamiento humanitario a los individuos es una constante desarrollada por el Derecho de Ginebra y el Derecho de la Haya, lo cual no depende de que se trate de personas en poder de una parte adversa o de que hayan dejado de participar en las hostilidades. Existe una obligación que las propias fuerzas armadas deben cumplir tanto respecto de sus enemigos, de la población civil e incluso hacia dentro de sus propias filas. Una interpretación contraria a este criterio llevaría a que resultase más beneficioso para cualquier soldado encontrarse en poder de la parte adversa –como prisionero de guerra– para que su dignidad sea protegida más plenamente que si se encontrase dentro de las filas de sus propias fuerzas armadas al libre arbitrio de sus autoridades. Los vejámenes a los que fueron sometidos los soldados en Malvinas por quienes eran sus superiores afectan lo más hondo de la protección humanitaria; esas conductas, cometidas de manera inescindible al conflicto armado, son hasta el día de hoy una violación a los principios del Derecho Internacional Humanitario que el Estado argentino tienen la obligación de afrontar. VI.- A MODO DE CONCLUSIÓN A lo largo de este trabajo se expusieron una serie argumentos en torno a la posibilidad de que los actos cometidos contra los soldados conscriptos en Malvinas sean analizados bajo la óptica de los crímenes de lesa humanidad. Así se desarrollaron las posiciones de la Cámara de Casación y la del entonces Procurador sustituto en la causa “TARANTO”, que arriban a conclusiones contrarias. Más allá de los fundamentos de tales decisiones, el principal obstáculo que se ha evidenciado en esta investigación para considerar esas conductas como delitos contra la humanidad es que el sujeto pasivo de esas acciones –léase, los soldados con estado 39 militar– difícilmente pueda encajar en la categoría de población civil exigida para la configuración del tipo penal. No sucede lo mismo al analizar los hechos como crímenes de guerra, una figura del Derecho Internacional Penal poco desarrollada en la Argentina, pero no por eso menos imprescriptible que los delitos de lesa humanidad. Aquí, la situación de los vejámenes cometidos en Malvinas adquiere otros matices, al poder considerarse tales actos como crímenes de guerra ya que las víctimas, al estar heridas o enfermas, debieron ser asistidas conforme al mandato de los Convenios de Ginebra; o bien, porque en su calidad de combatientes que participan en las hostilidades continúan mereciendo un tratamiento digno, se encuentren en sus propias filas o en poder del enemigo. Las acciones a las que fueron expuestos cientos de soldados durante el conflicto del Atlántico Sur por parte de sus propios superiores afectan principios básicos del derecho convencional y consuetudinario que regula la conducción de las hostilidades y, en consecuencia, deben arbitrarse los medios necesarios para que sus autores no permanezcan impunes. Por esta razón, es preciso que nuestra jurisprudencia se nutra de otros conceptos que integran el Derecho Penal Internacional por fuera de la categoría de crímenes de lesa humanidad extensamente desarrollada en los últimos años; en particular para aquellas situaciones de conflicto armado donde el derecho aplicable, por regla, es el ius in bello. La experiencia nacional en la apertura de los juicios por los crímenes cometidos en los centros clandestinos de detención ha colocado a nuestro país en un plano de innegable respeto por los derechos humanos. Sin embargo, eso no agota la responsabilidad internacional de la Argentina por otros actos atroces cometidos durante la dictadura militar. Resta aún, saldar la Cuestión Malvinas. 40 VII.- BIBLIOGRAFÍA AMBOS, K. “Crímenes de lesa humanidad. Un dictamen para el Fiscal del Tribunal Internacional Mixto de la ONU para Timor Oriental”, en La Corte Penal Internacional, Rubinzal-Culozni, Buenos Aires, 2007. AMBOS, K. “Crimes against Humanity and the International Criminal Court”, en SADAT, L. (Ed.) Forging a Convention for Crimes against Humanity, Cambridge University Press, Cambridge, 2011. CARSTEN S. & GÖRAN S. (Eds.). The Emerging Practice of the International Criminal Court, Martinus Nijhoff, Leiden, 2009 CASSESE, A. (Ed.). The Oxford Companion to International Criminal Justice, Oxford University Press, New York, 2009. CASSESE, A. International Criminal Law, Oxford University Press, Cambridge, 2013. CRYER & FRIMAN & ROBINSON & WILMSHURST. An Introduction to Criminal Law and Procedure, Cambridge University Press, Cambridge, 2007. DROEGE, C. “El verdadero Leitmotiv: la prohibición de la tortura y otras formas de malos tratos en el Derecho Internacional Humanitario” en International Review of the Red Cross, Vol Nº 89, N.º 867, Septiembre de 2007, pp. 515-541. FERNÁNDEZ DE GURMENDI, S. “El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional: Extensión de los crímenes de guerra a los conflictos armados de carácter no internacional y otros desarrollos relativos al Derecho Internacional Humanitario”, en Lecciones y Ensayos, Nro. 78, 2003. FLECK, D. (Ed.). The Handbook of International Humanitarian Law, Oxford University Press, New York, 2008. GUBER, R. ¿Por qué Malvinas? De la causa nacional a la guerra absurda. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011. GUTIERREZ POSSE, H. Elementos del Derecho Internacional Penal, De los Cuatro Vientos, Buenos Aires, 2006. 41 HENCKAERTS, J., M y DOSWALD-BECK, L., Customary International Humanitarian Law, Vol. I: Rules, CICR y Cambridge University Press, New York, 2009. HENCKAERTS & DOSWALD-BECK. Customary International Humanitarian Law, Vol. II: Practice, part I and II. CICR y Cambridge University Press, New York, 2005. JUNOD, S. La protección de las víctimas del conflicto armado de las Islas Falkland-Malvinas (1982), publicado en http://www.icrc.org/spa/assets/files/publications/junod-malvinas-reciclado2012.pdf (última fecha de consulta: 04/09/2013). KNUT, D. Elements of War Crimes under the Rome Statute of the ICC: Sources and Commentary, Cambridge University Press, Cambridge, 2004. LARRY, M. Crimes Against Humanity - A Normative Account. Cambridge University Press, Cambridge, 2005. LARRY, M. War Crimes and Just War, Cambridge University Press, New York, 2007. NOWAK, Manfred. U.N. Covenant on Civil and Political Rights, CCPR Commentary, N.P. Engel, 2005. ÖBERG, M. “The absorption of grave breaches into war crimes law” en International Review of the Red Cross, Vol. Nº 91, Nº 873, Marzo de 2009, p. 163/183. PICTET, Jean (Ed.). The Geneva Conventions of 12 August 1949: Commentary, Vol. I, Geneva Convention for the Amelioration of the Condition of the Wounded and Sick in Armed Forces in the Field, CICR, Ginebra, 1952. PICTET, Jean (ed.). The Geneva Conventions of 12 August 1949: Commentary, Vol. II Geneva Convention for the Amelioration of the Condition of Wounded, Sick and Shipwrecked Members of Armed Forces at Sea, CICR, Ginebra, 1960. PICTET, Jean (ed.). The Geneva Conventions of 12 August 1949: Commentary, Vol. III, Geneva Convention relative to the Treatment of Prisoners of War, CICR, Ginebra, 1960. 42 PICTET, Jean (ed.). The Geneva Conventions of 12 August 1949: Commentary, Vol. IV, Geneva Convention Relative to the Protection of Civilian Persons in Time of War, CICR, Ginebra, 1958. SASSÒLI & BOUVIER, A. How does law protect in war? CICR, Ginebra, 2006. SCHABAS, W. “State policy as an element of international crimes”, en Journal of Criminal Law and Criminology, Primavera, 2008. SCHABAS, W. An Introduction to the International Criminal Court, Cambridge University Press, New York, 2011. SCHABAS, W. ET AL (eds.). Handbook of international criminal law, Routledge, Londres, 2010. SCHABAS, W. The International Criminal Court: A Commentary on the Rome Statute, Oxford University Press, Oxford, 2010 SWINARSKI, C., Introducción al Derecho Internacional Humanitario, CICR, Ginebra, 1984. VITÉ, S. “Typology of armed conflicts in international humanitarian law: legal concepts and actual situations”, en International Review of the Red Cross, Vol. 91, Nro. 873, marzo 2009. WERLE, G. Tratado de Derecho Penal Internacional, Tirant Lo Blanch, Valencia., 2005. ZAFFARONI & ALAGIA & SLOKAR. Derecho Penal - Parte General. Ediar, Buenos Aires, 2002. ZOLO, D. La justicia de los vencedores, Edhasa, Buenos Aires, 2006. 43