vivo en el espiritu santo

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VIVOS EN EL ESPIRITU SANTO
Una Reflexión Sobre El Espíritu Santo
Por Su Excelencia
El Reverendísimo Edward Peter Cullen, DD.
Obispo Emérito de Allentown
1ro de Noviembre, 2012
Solemnidad de Todos los Santos
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Dedicado a:
Las Hermanas de la Paz de Pentecostés
Weatherly, Pennsylvania
Traduccion del original en Ingles: Alive in the Holy Spirit
Traduccion al castellano: Yaraivette Fernandez
Traduccion al castellano y correccion: Maria Vidal
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Indice
Capítulo 1 …………………………………………………………………………………….. 4
Orígenes de Éste Escrito
La Experiencia Supera el Conocimiento
Pasando el Testigo de Relevo
Nuestra Santificación
Capítulo 2 …………………………………………………………………………………….. 10
Comunicarse con Dios
El Espíritu Santo es una Persona
Comprendiendo el Mensaje de Dios
Llamado Universal a la Santidad
Capítulo 3 …………………………………………………………………………………….. 15
Intuiciones Fundamentales
Capítulo 4 …………………………………………………………………………………….. 20
Ver a Dios en Ti Mismo
Mi Convicción
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VIVOS EN EL ESPIRITU SANTO
Escribir sobre el Espíritu Santo es en realidad una tarea imponente y santa. ¿Cómo pueden
personas llegar a creer que sus ideas y puntos de vista sobre un tema tan sagrado y tan místico como el
del Espíritu Santo tengan algún valor como para ponerlos por Escrito? Permítanme explicarles como
ocurrió en mi caso.
CAPITULO 1
ORIGENES DE ÉSTE ESCRITO
Durante los últimos años de mi período como obispo en la Diócesis de Allentown, escribí
dos cartas pastorales. El material para cada una de estas cartas pastorales fue basado en gran
parte en mi diario de oración personal. La primera carta se titula: “Experimentado el Amor de
Nuestro Dios Trino”, que se enfoca en la concientización de nuestras almas en su participación
en la vida y el amor de Dios. Esta participación tiene sus raíces en el amor del hombre cada vez
más desinteresado y por lo tanto en armonía con el amor generoso de Dios. La segunda carta:
“La Cruz y el Sufrimiento: El Puente a la Transformación del Alma”, trataba dos aspectos. Uno
centrado en Cristo que se somete libremente al sufrimiento y a la crucifixión por su amor
generoso por la humanidad. El otro aspecto era acerca del sufrimiento del hombre. Ponía de
relieve que ese sufrimiento a menudo se convierte en el puente principal que lleva a una persona
a participar en la vida y el amor de Dios. Se refería a como el alma gradualmente se da cuenta
que Dios la invita a ser, en cierta medida, partícipe íntimo del amor de la Santísima Trinidad.
Desde que escribí estas cartas pastorales, muchos de los fieles han compartido
conmigo las dificultades que han encontrado en sus esfuerzos para establecer una relación de
Intimidad Divina. Además, dados los ataques engañosos de Satanás, muchos han tenido
grandes dificultades para mantener el nivel de Intimidad Divina que una vez tuvieron. Lo que
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entendí que algunos estaban diciendo es que, por mucho que deseaban Intimidad Divina y que
de hecho rezaban por el don de sentir intimidad con Dios, aún así esa intimidad nunca se
desarrollaba en sus almas. Otros decían que aunque habían saboreado en alguna medida la
magnificencia de la Intimidad Divina, todavía, muy a menudo, eran incapaces de mantener esa
calidad de relación. Se debilitaban hasta el punto de que carecían de fuerzas suficientes para
encarar con éxito las presiones culturales y cruces personales que continuamente llegaban a
sus vidas. Puedo decir esto de otra manera, mencionando que a pesar de la presencia interior
del Espíritu Santo, estas almas todavía se encontraban sucumbiendo a las distracciones y
tentaciones infinitas presentadas por Satanás.
También durante estos últimos cinco años, la oración me llevó a forjar un enfoque
sólido en el Espíritu Santo. Gradualmente llegué a la convicción que Dios quería que yo
escribiese acerca del conocimiento y luminosidad espiritual del Espíritu Santo que vino a mí
en mi oración. Me quedó claro que yo nunca podría escribir sobre la misión del Espíritu Santo
en el desarrollo de la vida espiritual de las personas, antes de que yo primero tuviese en alguna
medida experiencia personal con la Intimidad Divina de nuestro Dios Trino. Ya que el proceso
que se dirige a ello iluminaría la función del Espíritu Santo, fomentando la Intimidad Divina.
Por otra parte, necesitaría tener algún conocimiento básico de cómo Cristo vió sus
tribulaciones y sufrimientos personales mientras vivía su misión redentora. Esto también me
proveería intuiciones acerca de la influencia que el Espíritu Santo tuvo en el alma de Jesús.
También me proveería intuiciones en cuanto a las fortalezas y guías que podemos esperar del
Espíritu Santo durante nuestra trayectoria de fe. Es a la luz de estos antecedentes que
comparto con ustedes mis pensamientos.
LA EXPERIENCIA SUPERA EL CONOCIMIENTO
Los cristianos de hoy están en una lucha diaria para no caer víctimas a las tentaciones
del mal que nuestra cultura pone frente a nosotros. Indudablemente, un gran número de
cristianos genuinamente y sinceramente quieren aprender como ellos pueden obtener la
fortaleza espiritual necesaria para liberarse de las ataduras de su entorno pecaminoso.
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Encuentran que su crianza religiosa dentro de su vida familiar, junto con su educación
religiosa formal no les ha proveído con la suficiente fortaleza espiritual para no caer en las
tentaciones que confrontan todos los días en nuestra cultura. Encuentran que su conocimiento,
es decir, lo que conocen racionalmente sobre su fé y sus enseñanzas, es insuficiente para
enfrentar lo que encaran en el plano cultural. Cuando hay una opción entre el bien y el mal,
pareciese que lo que se presenta en nuestras vidas, sólo en el plano racional (i.e. enseñanzas
acerca de nuestra fé), es usualmente mucho menos influyente que lo que llega a nuestras vidas
a través de experiencias propias (i.e. tentaciones). La elección entre el bien y el mal, entre
Dios y Satanás, tiene que dejar de ser una elección entre el conocimiento mero de Dios contra
experimentar de hecho las tentaciones de Satanás. Debe convertirse en una elección entre
nuestra experiencia del amor de Dios contra experimentar las tentaciones de Satanás. La
elección entre el conocimiento mero y la experiencia, debe ser remplazada por la elección
entre una experiencia y otra. Entonces Dios y su bondad serán victoriosos.
Una vez que experimentamos el amor de Dios y poseemos la fuerza espiritual para
decirle no al pecado, comenzamos a apreciar cuan activo y vivo Dios puede convertirse en
nuestras almas. Descubrimos cuan preciosos somos para Dios, y aprendemos en la oración
como escuchar y hablar con Dios. Lo que aprendemos a valorar más que nada en el mundo es
la intimidad de Dios con nosotros, Su comunión con nosotros, Su unidad con nosotros. La
cúspide de esta unidad es estar consientes de nuestra participación en Su Amor Divino, es
decir, nuestro conocimiento de ser parte de la vida del amor de Dios, el cual es bajo cualquier
medida, único en ser espiritualmente precioso. Una vez que experimentamos esta Intimidad
Divina, nos decidimos a nunca renunciar a este regalo, no importando lo que se nos ofrezca a
cambio. Mientras vivamos en esta relación de Intimidad Divina, comprenderemos mas
plenamente que la misión de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad es nuestra
santificación. Las Sagradas Escrituras, las enseñanzas del magisterio y el culto litúrgico dan fé
a la realidad de que la santificación, es decir hacernos santos, ocurre cuando estamos vivos y
creciendo en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Esto sólo se puede lograr cuando se
vive acorde a las gracias del Espíritu Santo, que proporciona la fuerza y la sabiduría en lo
profundo de nuestra alma.
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PASANDO EL TESTIGO DE RELEVO
En la última cena, consciente de que su muerte era inminente y no queriendo que sus
apóstoles, así como sus futuros discípulos, fuesen a depender exclusivamente de su naturaleza
humana herida, Jesús, en la noche antes de morir, rezó a su Padre con estas palabras: “[Padre,]
ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y yo voy a Ti. Padre Santo, guarda en
tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba con
ellos yo los guardaba en tu nombre [tu protección]. He guardado a los que me diste y ninguno
de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición [Judas], para que se cumpliera la
Escritura. Pero ahora voy a Ti y digo estas cosas en el mundo, para que tengan mi alegría
completa en sí mismos. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del
mundo, como yo no soy del mundo. No pido que los saques del mundo, sino que los guardes
del Maligno (Juan 17: 11-17). Jesús no pidió que sus discípulos fuesen protegidos
apartándolos del mundo. Más bien, le pidió que se quedaran en el mundo, recibiendo la ayuda
de Su Padre, para que les diese su protección Divina de la misma manera que se la dio a Jesús.
Ese nuevo Protector, ese nuevo Defensor es el mismo Dios, la Tercera Persona de la Santísima
Trinidad, El Espíritu Santo, el mismo protector que Jesús tuvo durante la misión de nuestra
redención. Si, el Espíritu Santo es nuestro Santificador, aquel de quien habló Jesús cuando le
dijo a sus discípulos: “Y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros
siempre: el Espíritu de la verdad, al que el mundo no puede recibir porque no le ve ni le
conoce; vosotros le conocéis porque permanece a vuestro lado y está en vosotros.“(Juan
14:16-17).” Un poco más adelante en el mismo capítulo del Evangelio según San Juan, Jesús
aclara cómo Aquel que estará en nosotros, el Espíritu Santo, nos ayudará cuando dijo: “pero el
Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todo y os
recordará todas las cosas que os he dicho” (Juan 14:26).
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NUESTRA SANTIFICACION
Una vez que alcanzamos el conocimiento completo de nuestras gracias bautismales
nos convencemos de que uno de los aspectos esenciales de la misión del Espíritu Santo es su
involucramiento en las particularidades de nuestra vida fomentando personalmente nuestra
santificación. Como Santificador, el Espíritu Santo nos asiste como discípulos de Cristo para
experimentar profundamente en nuestra alma la misma guía divina que Jesús experimentó en
su naturaleza humana, mientras que cumplía su misión redentora como nuestro Salvador.
Dado que por el Bautismo el Espíritu Santo de hecho habita en nuestra alma, podemos decir
que la presencia de Dios, en cierto sentido, es portátil, es decir, que el Espíritu Santo está con
nosotros donde quiera que estemos. Esta presencia permanente nos permite recordar
continuamente el amor del Padre para con nosotros, al igual que Jesús le recordaba a los
apóstoles continuamente sobre el amor de su Padre hacia ellos.
Gradualmente, los apóstoles comenzaron a entender que ser un buen discípulo implica
amar a otros generosamente como Jesús lo hizo. Fue el día de Pentecostés, cuando el Espíritu
Santo descendió sobre ellos y recibieron la conversión total de inteligencia y corazón, el don
de amar generosamente sin vacilación. La meta del Espíritu Santo es formarnos para ser
precisamente de esa manera. La presencia del amor generoso en nuestra alma es el mejor
barómetro por el cual podemos medir nuestra santificación personal y nuestra participación en
la vida de Dios. No se requiere de mucha imaginación para oír a una cita de Jesús que dijese:
“Mis verdaderos discípulos están cerca de mí a causa de su continuo estado de armonía con
los movimientos del Espíritu Santo, urgiéndoles tomar decisiones generosas.” Estas
decisiones, incluso las desconocidas por los demás, son el testimonio de la calidad de la labor
de un discípulo. El elegir concienzudamente en contra de las sugerencias y las exhortaciones
del Espíritu Santo disminuye la semejanza del alma a Cristo y se convierte en un obstáculo
para nuestro crecimiento en santidad y cercanía a Dios. De hecho, la obra del Espíritu Santo es
iluminarnos para entender y apreciar que para un alma entrar al cielo, debe estar liberada de
los apagamientos a decisiones malignas. La manera de asegurarnos que nuestras decisiones no
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se tiñan del mal es permaneciendo en armonía con las recomendaciones del Espíritu Santo. La
pregunta que surge entonces es: ¿Cómo puede alguien ser eficaz en alcanzar el pensamiento
del Espíritu Santo y ser en lo espiritual lo suficientemente fuerte para cumplir las enseñanzas
del Espíritu Santo?
Hay muchos tipos de gracias, todas ellas las recibimos por mediación del Espíritu
Santo. Una de ellas, es la gracia sacramental que viene con la recepción de cada uno de los
Sacramentos. Además de los distintos tipos de gracias, hay ayudas especiales que el Espíritu
Santo puede extendernos. Estas ayudas son conocidas como los siete dones del Espíritu Santo
(Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Conocimiento, Piedad, Temor de Dios), los
cuales enriquecen el alma de una manera extraordinaria. Estos dones iluminan la mente e
inspiran una conversión del corazón, permitiéndonos comprender la profundidad del amor de
Dios, y al mismo tiempo, nos imparte claridad sobre la voluntad del Padre. También nos
ayudan en comprender que lo que constituye a Dios es esencialmente diferente a lo que nos
constituye a nosotros como seres humanos. Sin embargo, estos dones nos aseguran que
estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Nos conducen a una convicción incondicional
que la magnificencia de Dios y Su Amor por nosotros va más allá de nuestra comprensión
total, pero es totalmente confiable y digno de perseguir. Tengo la intención de escribir una
segunda reflexión sobre el Espíritu Santo, que se enfocará exclusivamente en el objetivo de
los siete dones, además de como cada uno de ellos realmente funcionan en nuestra vida diaria.
En esta reflexión sin embargo, limitaré mi atención a aquellas realidades espirituales que
ordinariamente pueden operar en nuestra relación con el Espíritu Santo. Me parecieron
inmensamente valiosas para apreciar mejor al Espíritu Santo, así como comprender lo que
realmente ocurre dentro del alma, durante el proceso de nuestro crecimiento en la vida
espiritual.
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CAPITULO 2
COMUNICARSE CON DIOS
Hay una serie de realidades espirituales con las que todos los cristianos deben de
esforzarse de aprender, con la finalidad de mejorar la calidad de su vida de oración. Una de
estas realidades espirituales fundamentales es que todas las comunicaciones que provienen
del Padre vienen a nosotros a través del Hijo por medio del Espíritu Santo. Además, todas
nuestras comunicaciones van al Padre a través del Hijo por medio del Espíritu Santo. Esta
dinámica pone en evidencia la enorme importancia que tiene para nosotros el estar vivos en el
Espíritu Santo para poder oír y hablar con el Padre y el Hijo. A través del Sacramento del
Bautismo, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros y habita en nuestra alma continuamente.
El objetivo de este habitar en nosotros es ayudarnos a alcanzar armonía entre nuestra voluntad
y la voluntad del Padre. El grado de acoplamiento que nuestra voluntad logra con la voluntad
del Padre es una medida del grado de nuestra santidad personal.
Es crucial recordar que el simple hecho de contar con que el Espíritu Santo habite en
nuestra alma no es una garantía de llegar a ser santos. Es necesario que cada persona esté
activa en la vida del Espíritu Santo. Una vida espiritual sana requiere que el alma viva una
relación contínua con el Espíritu Santo. Dadas las realidades de cambio constantes que
debemos enfrentar en nuestras vidas, necesitamos la guía permanente y la fuerza que nos
proporciona nuestro Santificador Divino, el Espíritu Santo. Las presiones que pesan sobre
nosotros son numerosas y diversas, y muchas de ellas provienen del mal. El Espíritu Santo
sabe con precisión como cada persona en las circunstancias particulares de su vida debe
responder a esas presiones. Como nuestro Santificador, El Espíritu Santo nunca dejará de
iluminarnos y fortalecernos. El secreto para que las gracias del Espíritu Santo nos ayuden
eficazmente, es estar preparados espiritualmente. Este estado de preparación espiritual nos
permite creer, confiar y actuar de acuerdo a cualquiera de los dones de la ayuda Divina que se
nos derramen en nuestra alma por el Espíritu Santo. Esto sólo puede ocurrir cuando nosotros,
en nuestra vida espiritual, nos relacionamos continuamente en la vida del Espíritu Santo.
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EL ESPIRITU SANTO ES UNA PERSONA
San Macario, Obispo de Jerusalén en el siglo IV, se refirió acerca de este asunto
cuando en una de sus homilías escribió: “Cuando un agricultor se prepara para labrar la tierra,
debe usar las herramientas y la ropa adecuada. Por lo tanto, Cristo nuestro Rey Celestial, vino
a labrar la tierra de la humanidad devastada por el pecado. El asumió el cuerpo y usando la
cruz como su rastrillo de arar, cultivó el alma estéril del hombre. Le quitó las espinas y los
cardos, que son los espíritus del mal, y removió las cizañas del pecado. Hecho al fuego la paja
de la maldad. Y después de haber arado el alma con el madero de la cruz, plantó en ella el
jardín más hermoso del Espíritu Santo, que pudiese producir para su Señor y Dios todos los
tipos más dulces y agradables de frutos.” (El Oficio Divino. Maitines, Miércoles, Semana 34
del Tiempo Ordinario). Aquí vemos un pastor santo insistiéndole a su rebaño que desarrolle un
amor profundo por la persona del Espíritu Santo, para que esta relación de amor dirija sus
corazones y sus labios para que siempre refleje la voluntad del Padre. Lo que digo aquí y no
puedo enfatizar lo suficiente, es el valor espiritual de participar en una relación de amor no
sólo con la persona del Padre y del Hijo, sino también con la persona del Espíritu Santo.
Una manera de entender mejor que el Espíritu Santo es una persona es referirnos al
Espíritu Santo como “Señor” en nuestra vida de oración. Por ejemplo, podríamos llamar al
Espíritu Santo con estas palabras o palabras similares: “Señor ilumíname” o “Señor dame
fuerzas.” Recordemos como en la Profesión de Fe en la Misa, expresamos nuestra convicción
de que el Espíritu Santo es una persona al declarar públicamente: “Creo en el Espíritu Santo el
Señor y Dador de Vida”. Es beneficioso para nuestro desarrollo espiritual recordar que la
palabra “Señor” puede utilizarse para referirse al Padre, al Hijo o al Espíritu Santo. Cada una
de las tres personas de la Santísima Trinidad tiene el título de Señor a causa de la unidad de su
naturaleza divina.
Es cierto que las tres Personas Divinas están siempre involucradas en toda oración
cristiana auténtica. Esto ocurre incluso cuando sólo una de las Personas Divinas es
específicamente referida en esa oración. Recordemos, sin embargo, que, dado que las tres
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Personas Divinas se pueden identificar como Señor, es factible usar la palabra Señor con la
intención de ser una oración simultáneamente dirigida a las tres Personas de la Santísima
Trinidad. Si esta es la intención del individuo, esta persona tendrá ordinariamente un
conocimiento mayor y un entendimiento mas profundo de la participación que cada uno -El
Padre, El Hijo y El Espíritu Santo- tienen en recibir y responder a la oración. Este
conocimiento y entendimiento mayor de la participación de cada Persona Divina, re esfuerza
la esperanza del corazón y fortalece la confianza del alma. Estos dos beneficios son muy
significativos en el desarrollo espiritual del alma. Porque la esperanza y la confianza en Dios
son fundamentales para fomentar el crecimiento del amor generoso, que es la esencia en la
vida divina y sobre la cuál el Espíritu Santo está invitándonos continuamente a construir
nuestras vidas.
COMPRENDIENDO EL MENSAJE DE DIOS
Lo que también puede ayudarnos en nuestro progreso espiritual es darnos cuenta de
que cuando Dios se comunica con nosotros, El desea que su consejo pueda ser claramente
entendido en nuestras almas. En realidad, el alma es la parte más importante de la persona y
es capaz, una vez desarrollada, de entender la intención total del mensaje de Dios. Que
importante es entonces para todos tener nuestras almas maduras al nivel que, cuando
sentimos la presencia del Espíritu Santo, nuestra alma es capaz de entender con claridad la
importancia de su mensaje. También debemos ser sensibles al significado espiritual de lo que
el Espíritu Santo pudiese transmitirnos a través de sus intuiciones, inspiraciones y
movimientos en nuestras almas. En el plano humano, ¿Cómo la persona se desarrolla y crece
en entendimiento y apreciación hacia otra persona? Esto sucede cuando las dos personas
comparten con sinceridad sus pensamientos más íntimos diariamente, tanto sus alegrías como
sus penas. Esta misma cualidad de compartir, trae consigo a su vez la armonía del alma con la
voluntad del Padre. Como se indicó anteriormente, esto sólo puede ocurrir cuando estamos
viviendo continuamente en la vida del Espíritu Santo, es decir, vivir en la vida de la tercera
Persona de la Santísima Trinidad, quien es por designio divino, quien nos permite escuchar y
hablar al Padre y al Hijo.
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Cuando el alma desarrolla su vida espiritual al nivel de reconocer cuáles movimientos
dentro de sí son del Espíritu Santo, frecuentemente esa alma es capaz de libremente renunciar
a la vida misma, si su muerte fuese considerada como la mejor manera de servir a Dios. La
convicción de alma en esa persona es clara, incondicional y sincera. Puesto que el alma dice:
“Lo que sea que lleve mi amor a Dios, no importa que tan difícil, lo haré. Porque por encima
de todo, vivo para adorar y dar gracias a Dios. No tengo ninguna otra prioridad en esta vida”.
La pregunta que se elabora es: “¿Qué propósito tiene la disposición de una persona de morir,
a fin de servir mejor a Dios, cuando el mismo Dios, que es perfecto y nada le falta, no tiene
necesidad alguna de ser mejorado por nadie?” La verdad es que Dios desea que vivamos de
acuerdo a Su voluntad y no la nuestra, porque viviendo Su voluntad (el plano moral más alto),
exige de nosotros olvido personal, lo cual desarrolla el componente más valioso de nuestra
persona, nuestra alma. Queda claro entonces que servir a Dios, defendiendo su voluntad, aún
si esto requiere renunciar a la vida (así como lo hicieron los mártires), no añade ningún tipo de
mejora intrínseca a Dios. Lo que si logra es el enriquecimiento espiritual del alma humana.
El mejoramiento espiritual, que se produce por una persona que vive en armonía con la
voluntad del Padre, se nutre y fortifica por la esencia misma de la Santísima Trinidad, el amor
generoso. Una consecuencia muy real de personas que participan en la vida de la Santísima
Trinidad, es que logren mayor capacidad de servir y ayudar a otros. Cuando alguien se
convierte en el receptor de la bondad compasiva de un cristiano desinteresado, casi siempre
esa persona se mueve a reflexionar y perseguir las metas más altas en la vida, que son las
espirituales. De hecho, no hay mejor regalo que podamos darle al prójimo, que a través de
nuestro hablar y ejemplo le ayudemos a valorar mas profundamente y personalmente el
perseguir su crecimiento en la vida espiritual.
LLAMADO UNIVERSAL A LA SANTIDAD
Una percepción falsa, pero típicamente seguida por muchos cristianos, es que Dios
rara vez ofrece las gracias necesarias para que un alma viva en un grado de alta armonía con la
voluntad del Padre. Algunos defensores de esta falsa percepción tienden a sostener que tales
gracias se limitan casi exclusivamente a los mártires, los místicos y los santos canonizados.
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Nada podría estar más lejos de la verdad. Ya que cuando una persona esta espiritualmente
viva, como miembro del cuerpo místico de Cristo, esa persona tiene la capacidad de
envolverse en gracias divinas.
El origen de estas gracias está en la protección, el amor y la verdad de nuestro Señor
Jesucristo. Diariamente, en respuesta a sus oraciones, innumerables hombres y mujeres son
acogidos por Jesús y bendecidos profundamente por una fuente de gracias reconfortantes en
sus almas. En algunos casos, se trata de un abrazo místico, sin embargo en la mayoría de los
casos no es así. Ahora bien, en todos los casos, la persona abrazada experimenta aliento al
corazón y esperanza renovada. De todas formas, estas personas experimentan un
fortalecimiento profundo por este nuevo influjo de la Presencia Divina. Algunos describirían
este abrazo como un apretón, mientras nos indican inhalar profundamente el aliento divino de
Dios, para que su presencia se cuele en todo los órganos del cuerpo así como en el alma. En
este estado de sentirnos unidos en Dios, a veces Jesús invita a esa alma a estar con El en la
cruz, y mirar al mundo entero y agradecer que el amor que esa alma siente es la calidad del
amor que Dios tiene por cada persona. Es sorprendente y difícil de entender como Dios puede
tener tal amor por cada ser humano. Claramente, es este tipo de amor el que sólo nuestro Dios
Trino puede lograr. ¡Que Dios tan bueno tenemos!
A menudo, dos dones preciosos son dados a la persona que invita Jesús a acercarse a
Él en la cruz, en la búsqueda del amor magnánimo del Padre. Uno es la liberación del alma a
todo temor. El otro es Dios alumbrando el alma, a una nueva apreciación de la Presencia
Divina. Gradualmente, uno llega a la conclusión de que la disposición del alma de no tener
miedo y estar espiritualmente renovados por el amor extraordinario de esta Presencia Divina
nunca se perderá. Porque esta disposición del alma se entreteje permanentemente en la tela
misma de la vida espiritual. Una vez bendecidos con estos dos dones, la persona corre un
riesgo menor de siquiera ser manchado. De hecho, es mucho más probable que lo contrario
ocurra. Por el contrario, esa persona llega a no temerle a nada, a nadie, ni a ninguna
circunstancia. Además, el alma se fortalece extraordinariamente. Porque a través de la
Presencia Divina morando en el alma, ésta adquiere un estado de disposición para responder
positivamente a lo que sea que Dios pudiera pedirle. Esta alma se encuentra viviendo en un
plano espiritual que influirá profundamente su visión a todo lo pertinente a Dios. Lo que
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debemos recordar es que desde la fundación del Cristianismo, no sólo los santos canonizados
sino también millones de fieles no canonizados, han recibido estos dones. De hecho, millones
de cristianos del siglo XXI también serán bendecidos con estos dones. Esto se logrará a través
de la protección de nuestro Santificador Divino, el Espíritu Santo. En consecuencia, ningún
esfuerzo de nuestra parte debería ser valorado más que el vivir continuamente en la vida del
Espíritu Santo.
CAPITULO 3
INTUICIONES FUNDAMENTALES
El propósito de esta reflexión sobre el Espíritu Santo es iluminarte y fortalecerte para
evitar el pecado y buscar la santidad en tu andar personal hacia la eternidad. El estar vivos a
través de una relación continua con el Espíritu Santo fomentará en tu alma la realización
diaria de que el Espíritu Santo es el Único Espíritu del Padre y del Hijo. Esta realización
espiritual también te conducirá a adquirir la convicción profunda que la Persona del Espíritu
Santo es quien te llevará a acercarte al Padre y al Hijo. Debajo listo un breve resumen de las
ideas espirituales discutidas anteriormente, que pueden facilitar significativamente tu
crecimiento en la santidad. Espero que si reflexionas periódicamente sobre estas intuiciones
espirituales, podrás adquirir la fortaleza y el ánimo para lidiar con éxito cualquier reto que se
presente en tu vida.
1.
El Espíritu Santo es tu Paráclito nuevo, sobre el quien Jesús habló en la cena
de Pascua del Jueves Santo, cuando dijo: “pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el
Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todo, os recordará todas las cosas que os
he dicho” (Juan 14:26). Así es que el Espíritu Santo es tu Santificador, cuya misión es
ayudarte a vivir una vida de santidad acentuada por un amor generoso. Jesús no pidió a
su Padre que sus discípulos fuesen protegidos apartándolos del mundo. Más bien, le
pidió que se quedaran en el mundo, recibiendo la ayuda de Su Padre, para que les
diese su protección divina, de la misma manera que se la dió a Jesús. Ese nuevo
Protector, ese nuevo Defensor es el mismo Dios, la Tercera Persona de la Santísima
Trinidad, El Espíritu Santo, el mismo protector que Jesús tuvo durante la misión de
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nuestra redención. Sí, el testigo de relevo fue pasado por Jesús, nuestro Redentor, al
Espíritu Santo, nuestro Santificador.
2.
La enseñanza Católica proclama que hay tres Personas Divinas en un sólo Dios
y que una de estas Personas Divinas es el Espíritu Santo. En la liturgia de la Misa
profesas: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida.” Aquí llamas al Espíritu
Santo “Señor”, afirmando claramente tu creencia Católica de que el Espíritu Santo es
una Persona. A nivel humano, una persona desarrolla y crece en el entendimiento y
apreciación de otra persona cuando los dos comparten diariamente con sinceridad sus
pensamientos más profundos, tanto alegrías como tristezas. Esta mismo compartir
produce una armonía del alma con la persona del Espíritu Santo. Es muy importante
que desarrolles una relación con la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, tu
Santificador, el Espíritu Santo, a fin de que puedas entender mejor a Jesús y todo lo
que El como tu Redentor te trae. También será útil para apreciar mejor el amor
abnegado del Padre a ti, y la importancia de vivir en armonía con su voluntad. Para
ayudarte a relacionarte con el Espíritu Santo como una persona, es bueno llamar al
Espíritu Santo “Señor” en tus oraciones personales.
3.
Dado que las tres Personas Divinas se pueden llamar de forma individual como
“Señor”, rezamos “Señor”, con la intención de llamar simultáneamente a las tres
personas de la Santísima Trinidad. Este enfoque aumenta tu conciencia sobre el
asombroso poder de Dios, a quien estas levantando tu corazón. Si esta es tu intención,
entonces gradualmente desarrollarás una mayor conciencia y una apreciación más
profunda de la participación que tiene cada uno – el Padre, el Hijo y el Espíritu Santoen recibir y responder todas tus oraciones. También esto generará esperanza en tu
corazón y fortalecerá la confianza en tu alma.
Estos beneficios son profundamente significativos, puesto que la esperanza y la
confianza en Dios son fundamentales para fomentar el crecimiento del amor generoso,
que es la esencia de la vida divina. Es en este amor generoso, que el Espíritu Santo
está continuamente invitándote a construir tu vida espiritual.
16
4.
Todas las comunicaciones del Padre van a ti por medio del Hijo en el Espíritu
Santo. Y todas las comunicaciones van desde ti en el Espíritu Santo por medio del Hijo
al Padre. Dado que la única manera para que puedas escuchar o hablar con el Padre es
en el Espíritu Santo, se convierte en tu responsabilidad que vivas continuamente en la
vida del Espíritu Santo. De hecho, tener el Espíritu Santo morando en tu alma es un
regalo magnífico. Sin embargo, no debes permitirte estar satisfecho con este regalo,
como lo era cuando lo recibiste por primera vez en el Bautismo. Es un don que Dios
destinó a que floreciese y se convirtiese en una fuente de gran fortaleza espiritual. El
plan de Dios te llama a desarrollar este regalo magnífico de la morada divina,
esforzándote para que tu alma busque y se anime como un participante activo en la
vida y la misión del Espíritu Santo.
5.
Es crucial recordar que el mero hecho de tener viviendo el Espíritu Santo
dentro de tu alma no es una garantía de que seas santo. Es necesario que estés vivo
activamente en la vida del Espíritu Santo. Una vida espiritual sana requiere que tu
alma viva una relación continua con el Espíritu Santo. Reservar tiempo para escuchar
al Espíritu Santo a través de cada día es el reto fundamental que enfrenta cada alma.
De hecho, aceptar o rechazar el incorporar esto en tu vida diaria constituye tu opción
de aceptar o no aceptar la mejor manera de responder al llamado de Dios a participar
en la plenitud de Su Vida Divina. Todos reconocemos que para nosotros estar sanos y
en forma, debemos respirar físicamente de manera continua y robusta. Así también
debes mantener una relación continua con el Espíritu Santo, a fin de maximizar la
salud de tu vida espiritual. Lo que debes tener para que la gracia del Espíritu Santo te
alimente con éxito, es estar preparado espiritualmente. Este estado de preparación
espiritual te permitirá creer, confiar y actuar de acuerdo a cualquier regalo de
asistencia divina que el Espíritu Santo ha derramado en tu alma. Esto sólo puede
ocurrir, en tu vida espiritual, cuando verdaderamente vivas en la vida del Espíritu
Santo continuamente.
17
6.
Una vez hayas sido asistido significativamente por el Espíritu Santo para ser
sumergido en el amor generoso de Dios, las tres Personas de la Santísima Trinidad
aumentan su participación en la vida de tu alma. Esta participación intensificada de
Dios dentro de tu alma produce un cambio espiritual del corazón y una iluminación del
entendimiento. Estas fortalezas nuevas del corazón y la mente que has adquirido,
tienen una influencia significativa de cómo tu alma se abre y da la bienvenida a todo el
que entra en tu vida. El amor generoso se vuelve tan entretejido en la fibra espiritual
de tu alma, que se convierte en el cimiento sobre el cual tu vida espiritual se construye.
Así como puedes tener un trasplante físico de corazón, también puedes experimentar a
través del amor generoso lo que podría llamarse un trasplante espiritual del corazón.
Cuando esto ocurre, gradualmente te das cuenta que lo que antes eran prioridades en tu
vida, ahora han cambiado radicalmente. Esta diferencia se atribuye a la presencia
operante del amor generoso de Dios en tu alma. En esta etapa de tu desarrollo
espiritual, te das cuenta que has tenido una transformación genuina del alma y también
de que estas participando en la Intimidad Divina de Dios. San Pablo expresó como se
sentía el estar viviendo en este estado espiritual cuando dijo: “… ya no vivo yo, sino
que Cristo quien vive en mí…” (Gálatas 2:20). Compartirás esta convicción de San
Pablo cuando obtengas una conciencia diaria de que el Espíritu Santo es el único
Espíritu del Padre y del Hijo, quien con el Padre y con el Hijo ha dirigido tu alma a un
nuevo acercamiento a Dios y santidad de vida.
7.
A menudo, tu sufrimiento personal es la experiencia por excelencia que te lleva
a la participación en la vida y el amor de Dios. Abrazar libremente la cruz es básico
para tener éxito en nuestro camino a la intimidad con el Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Cuando dices “si” a la muerte aparente, pero de hecho a la vida real a la que te
conduce la cruz, has dado un paso crucial en pedir sentir el amor, la esperanza y la
verdad que constituye la esencia de la Santísima Trinidad. Resulta paradójico que un
“si” para abrazar la cruz, trae a tu alma nuevas intuiciones acerca de toda la vida, una
compasión más profunda hacia los necesitados y una certeza de corazón que eres el
amado del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dios puede permitir el sufrimiento en
tu vida, en la forma de una cruz espiritual que da vida. Muchas veces, Dios permite
que esto ocurra a aquellos a quienes El quiere que estén muy cerca a El. Esa cercanía
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usualmente ocurre a través de una cruz personal. A través de tu a oración,
experimentarás el gran consuelo de que Dios nunca te abandonará para cargar tu cruz.
Tu oración, mientras enfrentas las dificultades de tu cruz, te llevará a una nueva
intimidad con Dios.
Esta nueva intimidad será fundamental en tu alma, al reconocer que se ha
fortalecido significativamente y liberado de todo temor. Te sentirás
totalmente sin miedo de nada ni nadie ni de cualquier circunstancia. Tu
alma cambiará a estar espiritualmente viva como miembro del cuerpo
místico de Cristo. A pesar de cualquier tipo de dolor que acompañe tu
sufrimiento, te sentirás tiernamente consolado por el abrazo confortador de
Dios, derramando en tu alma Su Amor Divino. Tu alma atravesará una
transformación y te verás albergando una nueva disposición de corazón. El
perdón será el primero de todos los cambios en tu corazón. Recuerda que
desde los comienzos del cristianismo, en respuesta a la oración inspirada
por el Espíritu Santo, innumerables hombres y mujeres han sido abrazados
y curados por Jesús. En algunos casos, se trata de un abrazo místico, sin
embargo en la mayoría de los otros casos no lo es. Ahora bien, en todos los
casos, la persona acogida siente aliento de corazón y esperanza renovada.
Tales experiencias no se limitan a místicos y santos canonizados. De hecho,
a través de los siglos, millones de santos no canonizados recibieron estos
dones y millones de cristianos del siglo XXI serán bendecidos con ellos.
Nunca olvides que el don magnánimo de estas vivencias llenas de gracia
siempre está a tu disposición de parte del Padre, a través del Hijo, en el
Espíritu Santo.
CAPITULO 4
VER A DIOS EN TI MISMO
En una homilía San Gregorio de Nisa nos explica como nosotros, si somos puros de
corazón, podemos ver a Dios. Lee y reflexiona sobre sus fundamentos espirituales.
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En nuestra vida humana, la salud física es algo bueno. Pero esta bendición no sólo
consiste en conocer las causas de la buena salud, pero también en disfrutarla. Si un hombre
elogia la buena salud y luego ingiere alimentos que tienen efectos no saludables, ¿Cuán bueno
es su alabanza a la salud cuando se encuentra enfermo en cama? Del mismo modo, como
dicho por el Señor: Bienaventurados son los limpios de corazón, porque verán a Dios,
debemos aprender que el ser bienaventurados no consiste en saber algo acerca de Dios, sino
mas bien en poseer a Dios dentro de uno mismo.
Yo no creo que estas palabras signifiquen que el hombre que purifica el ojo de su alma
verá a Dios cara a cara. Su aporte sublime resalta quizá con mayor claridad en ese otro dicho
del Señor: El reino de Dios está dentro de ti. Esto nos enseña que el hombre que limpia su
corazón de todo lo creado y de todo deseo malicioso, verá la imagen de la naturaleza divina en
la belleza de su propia alma. Yo opino que la lección resumida por la Palabra en esa corta
oración fue ésta: Ustedes los hombres tienen en su interior un deseo de contemplar el bien
supremo. Ahora bien, cuando te dicen que la majestuosidad de Dios se exalta en el cielo, que
Su gloria es inefable, que Su belleza es indescriptible y Su naturaleza transcendental, no te
desesperes por no poder obtener lo que deseas. Si por llevar una vida virtuosa puedes lavar la
capa de suciedad que cubre tu corazón, entonces la belleza Divina resplandecerá en ti.
“Tomemos un pedazo de hierro a modo de ilustración. A pesar de que pudo haber sido
negro antes, una vez que el óxido ha sido raspado con una piedra de afilar, comenzará a
brillar y reflejará los rayos del sol. Lo mismo sucede con el hombre interior, que es a lo que el
Señor se refiere respecto al corazón. Una vez que un hombre saca de su alma la capa de
suciedad que se ha formado a través de su negligencia pecaminosa, recuperará su semejanza
con su Arquetipo y será bueno. Porque lo que se asemeja al Bien supremo es bueno en sí
mismo. Si luego se mira a sí mismo, verá la visión que anhela. Esta es la bienaventuranza de
los puros de corazón: viendo su propia pureza han visto el Arquetipo divino reflejado en sí
mismos” (El Oficio Divino. Maitines, Sábado, Semana 12 del Tiempo Ordinario)
A estas palabras de San Gregorio muchos responderán que sinceramente trataron de
liberarse del pecado pero se encontraron, en la mayoría de las veces, incapaces de mantener
tal disposición de alma. Ellos señalan que lo que predicó San Gregorio suena espiritualmente
correcto, pero es casi imposible de lograr en el mundo del trabajo diario. Lo que he escrito en
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esta reflexión sobre el Espíritu Santo tiene como finalidad ayudarnos a desarrollar fuerzas
espirituales, así como también sentir la presencia del Espíritu Santo de una manera más
profunda y personal. Es precisamente cuando vivimos en la vida del Espíritu Santo que
podemos transformar nuestras almas. Este proceso de transformación de alma es en realidad lo
que San Gregorio identifica como la pureza de corazón que nos permitirá ver a Dios en
nosotros mismos. La realidad espiritual de sentir una transformación de alma también se
discute en las Confesiones de San Agustín. Este gran santo reveló lo mucho que tardó en amar
a Dios. Había sucumbido a una vida de pecado que le impedía acercarse a Dios. Su vida
comenzó a cambiar cuando acercó a su vida ese aliento transformador de almas que el Espíritu
Santo sopló sobre él. Esta fue la gracia capacitadora que ultimadamente le permitió a San
Agustín experimentar el amor generoso de Dios. El sentir ese Amor Divino lo iluminó para
darse cuenta que el alma humana puede desarrollarse espiritualmente para ver a Dios en sí
misma.
MI CONVICCION
Una vez que un alma no sólo cree, sino que además experimenta la guía y protección
del Espíritu Santo, esa alma explora vigorosamente como unirse más profundamente con la
presencia interior de Dios. Esta búsqueda de un alma sincera, gradualmente conducirá a que se
convierta espiritualmente inmune a los ataques engañosos de Satanás, impermeables a las
presiones pecaminosas de nuestra cultura y en última instancia, llegar a un estado de
generosidad espiritual. Cuando un alma actúa de manera generosa espiritualmente, está en
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efecto actuando de una manera moralmente virtuosa. Ya que intrínsecamente a todo acto
virtuoso está la disposición de uno arriesgar a disminuirse y tal vez incluso a consumirse por
el bienestar del prójimo. Esta forma desinteresada y virtuosa es precisamente como Jesús
vivió Su Vida. Así mismo, El le pidió al Padre que enviara al Espíritu Santo para que nos
ayude a vivir de la misma forma.
No hay nada más emocionante, más emancipante, más reconfortante y más
fortaleciente que estar vivos en la vida del Espíritu Santo. Fue a través de las facultades
conferidas por el Espíritu Santo que Jesús en Su naturaleza humana fue capaz de completar
con éxito Su misión. Fue a través de las gracias proporcionadas por el Espíritu Santo que los
apóstoles y todos los santos fueron fortalecidos hasta el punto que pudieron vencer los ataques
de Satanás en su trayecto de fe. La realidad es que sólo por estar vivo en el Espíritu Santo,
desarrollarás ese grado de santificación que Dios quiere que experimentes en esta vida. Ante
esta realidad, te pido que reúnas toda tu fuerza espiritual para abrir la puerta de tu corazón y
recibir cualquier intuición y experiencia personal que Dios, el Espíritu Santo, quiera revelarte
en tu alma. Rezo para que las intuiciones espirituales expresadas en esta reflexión sobre el
Espíritu Santo te motiven e inspiren a desarrollar una vida espiritual más profunda y te
conduzca a la alegría de sentir el don magnánimo de la intimidad Divina.
Obispo Emérito de Allentown
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