DIES DOMINI E1 Papa Juan Pablo II ha escrito una Carta Apostólica -dirigida al Episcopado, al Clero y a los fieles sobre la Santificación del Domingo. Consta de Introducción y cinco capitulos (Dia del Señor, Dia de Cristo, Dia de la Iglesia, Dia del hombre, Dia de los dias); termina con una breve conclusión. No es posible reducirla a una síntesis satisfactoria; es necesario leerla; sin embargo, nos hemos atrevido a escribir estas lineas fundamentales, a modo de guía de lectura. INTRODUCCIÓN "Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo" Estas palabras del Salmo 118 se aplican a la Pascua anual y también a la Pascua Dominical, y recogen: a) el asombro de las mujeres que encontraron el sepulcro vacío y luego vieron al Señor resucitado; b) la experiencia de los discípulos de Emaús que sintieron arder su corazón; c) el gozo de los Apóstoles cuando se les apareció Jesús. La Resurrección de Cristo está en el centro de los tiempos, es el eje de la historia, y se relaciona tanto con el misterio del principio como con el destino final del mundo. Por eso, la Pascua es la fiesta primordial de los cristianos. Y lo es también el domingo Hasta hace poco así lo entendían los fieles; hoy, empero se ha introducido más bien el concepto de "fin de semana" entendido como descanso, diversión y evasión. Ante esto, el Papa quiere que se recuperen las motivaciones doctrinales profundas, a fin de que los fieles vean muy claro el valor irrenunciable del domingo. Esas motivaciones las analiza el Papa poniendo de relieve "las múltiples dimensiones de ese día". PRIMERA DIMENSIÓN: DIA DEL SEÑOR Este capítulo primero nos lleva al comienzo de la creación, instándonos a contemplar la Obra del Creador. ¿Tiene relación el domingo con la obra creadora? El domingo es la fiesta pascual de Cristo. Pero Cristo es origen y fin del universo ya que todo fue creado por El y para El. Esta visión cristocéntrica de la creación estaba presente en la mirada de Dios cuando veia que todo estaba bien y, bendiciendo el sábado, descansó. Este descanso de Dios, lo mismo que el descanso del Pueblo, recibe en el Nuevo Testamento una luz nueva, la del definitivo descanso en que entró Cristo tras su Resurrección y en el que está llamado a entrar el Pueblo de Dios. El precepto del sábado ofrece dentro del Decálogo, el tercero de los Diez Mandamientos que delimitan los fundamentos de la vida moral inscrita en el corazón de cada hombre. Tanto Israel, como luego la Iglesia, no consideran ese precepto como una disposición disciplinar, sino como expresión específica de la relación del hombre con Dios. El día del descanso es un día santificado por Dios, es decir, separado de los otros dias para ser, entre ellos, "el día del Señor". E1 precepto está formulado así: "Acuérdate del día del sábado para santifcarlo". Antes de imponer algo que hacer, el mandamiento señala algo que recordar: recordar la obra grandiosa de la creación. El descanso asume así un valor sagrado ya que el hombre es invitado no sólo a descansar "como el Señor", sino a descansar "en el Señor", refiriendo a Él la alabanza, la acción de gracias, la intimidad filial. Pero ¿por qué la Iglesia no celebra el sábado sino el domingo? Porque Cristo ha inaugurado el tiempo nuevo y definitivo, y lo ha hecho -con su Resurrección- el día siguiente al sábado. En efecto, la Pascua de Cristo es el vértice de la historia de la salvación: todo lo antiguo encuentra en El su cumplimiento y, a la vez, anticipa la realización definitiva, que tendrá lugar en la Parusía, en su venida gloriosa. SEGUNDA DIMENSIÓN: DÍA DE CRISTO. Aunque el domingo tiene sus raíces en la obra de la creación y en el descanso de Dios, sin embargo, para comprender plenamente su significado es necesario relacionarlo con la Resurrección de Cristo, y con la venida del Espíritu Santo, ambas ocurridas en domingo. Por ello, el primer día de la semana, el día después del sábado, empezó a marcar el ritmo de la vida de los cristianos. En Tróade los discípulos aparecen reunidos ese dia; el Apocalipsis le llama ya "Dia del Señor"; a comienzos del Siglo II, Plinio el Joven informa a Trajano que los cristianos se reunían ese día -antes del amanecer-para celebrar y cantar himnos a Cristo como a su Dios. ¿Por qué antes del amanecer si en ese momento no había persecución declarada? Porque el calendario de los discípulos no coincidía siempre con el del Imperio; entonces tenían necesariamente que madrugar para participar en La Misa y luego ir a sus obligaciones laborales. Pero no por ello pensaron en cambiar el ritmo semanal y el domingo. Y no sólo eso, sino que trataron de cristianizar las instituciones del Imperio romano, entre ellas la vivencia del "día del sol' en que los paganos adoraban al sol como a un Dios. La Iglesia, al celebrar en el día del sol el día del Señor, trató de enseñar a todos que el verdadero sol de la humanidad es Cristo. El domingo es el día iluminado por el triunfo de Cristo resucitado, es el día en que más que ningún otro el cristiano está llamado a recordar la salvación que le fue ofrecida en el bautismo y le transformó en hombre nuevo. Pero el domingo es también el día octavo, figura de la eternidad, el día sin ocaso que seguirá al tiempo actual; el día que preanuncia la vida sin fin. Por lo tanto, la vivencia del domingo ha de animar la esperanza de los cristianos en su camino hacia la Patria. El domingo es el "día del Don del Espíritu", el "día del Fuego del Espiritu Santo". El domingo de Pascua Cristo dijo a los suyos: "Recibid el Espiritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados". Y cincuenta días más tarde -domingo también- vino sobre ellos el Espíritu de Pentecostés. De este modo cada domingo -que es Pascua semanal de Cristo Resucitado- es también Pascua de Pentecostés en que los fieles han de dejarse vivificar por el Espíritu. El domingo es el día de la fe, el día en que se reza el Credo. El rezo de la profesión de fe pone de relieve el carácter bautismal del domingo -siendo, de ese modo, el día en que el bautizado renueva su adhesión a Cristo y al evangelio tomando conciencia de sus promesas bautismales. El Papa termina este capitulo diciendo que el domingo es "¡un día irrenunciable!" TERCERA DIMENSIÓN: DÍA DE LA IGLESIA El domingo es el día de la resurrección, pero esto no es sólo el recuerdo de un acontecimiento que pasó, sino presencia viva del Resucitado entre los suyos. Ahora bien, para que esta presencia sea anunciada y vivida de manera adecuada no basta que se celebre de una manera puramente interior e individual. En efecto, no hemos sido salvados a título meramente personal sino como miembros del Cuerpo Místico y ciudadanos del Pueblo de Dios. La Iglesia se manifiesta externamente cuando los cristianos se reúnen y -como los primeros discipulos- "participan en la enseñanza de los Apóstoles, en la comunicación de bienes, en la fracción del pan y en la oración". Ciertamente la Misa dominical no tiene un estatuto distinto de cualquier otra Misa pero -al ser celebrada en el día mismo en que Cristo venció a la muerte y nos ha ahecho participes de su vida inmortal subraya la dimensión eclesial y es paradigma de las demás celebraciones-. En este sentido, el domingo es el día de la Iglesia, el día de la unidad, el día en que "las iglesias domésticas", es decir, los padres junto con los hijos participan de la mesa de Palabra y el Pan. Y luego, "de la Misa de la Misión", es decir, la celebración eucarística no termina con la bendición y la despedida sino que se ha de hacer de la propia vida una Misa: quienes han participado en la Misa deben sentir la responsabilidad de ser evangelizadores, testigos de Cristo en su vida cristiana. Realmente la Eucaristía es el centro del domingo, pero la santificación del domingo incluye otros elementos de caridad, de fraternidad' de compartir, de rezar en familia,abrirse a los demás, de recogimiento interior, etc. El Papa concluye esta apartado con una referencia a ios enfermos e impedidos. Aunque está dispensados de asistir a Misa, conviene que aprovechen -donde se pueda- la transmisión de la misma por la Televisión o la Radio, que puede ser una preciosa ayuda, sobre todo si se completa con la comunión sacramental. CUARTA DIMENSIÓN. DÍA DEL HOMBRE Al hablar de esta dimensión del domingo, el Santo Padre destaca tres elementos: día de alegría, de descanso y de solidaridad. De alegría: Aún antes que día de descanso -hasta el siglo IV no lo fue- el domingo se considera como día de gozo en el Señor. Asi lo ponen de relieve los autores de los primeros siglos. Es el eco de lo que ocurrió el día de la Resurrección: "Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor". Por supuesto que la alegría debe caracterizar toda la vida del cristiano y no sólo el domingo, pero el domingo -dia de la Resurrección- ha de ser a título especial, rnás aún, es "el día propio para educarse en la alegría, como virtud que se ha cultivar" De descanso: A partir del siglo IV la ley civil del Imperio reconoció el ritmo semanal cristiano, disponiendo que el domingo fuese día de descanso. Fue también una manera de proteger a los siervos. De ahí venia la prohibición de trabajos serviles en domingo. De solidaridad: Es un buen día para dedicarse -dice el Papa- a actividades de misericordia, de caridad y de apostolado: compartir plenamente el amor que late en el propio corazón. Hay que conseguir que no sólo la Eucaristía dominical sino todo el domingo se convierta en una gran escuela de caridad, de justicia y de paz. QUINTA DIMENSIÓN: EL DÍA DE LOS DÍAS El domingo es la fiesta reveladora del sentido del tiempo. En el Verbo Encarnado el tiempo pasa a ser una dimensión del mismo Dios; Cristo es el centro del tiempo, pero este centro tiene su punto focal en la Resurrección, en que la Humanidad del Señor es totalmente glorificada y transfigurada. Por eso, el centro del año litúrgico es la Vigilia Pascual -Pascua anual- en que Cristo es presentado como Alfa y Omega, Principio y Fin, Señor del tiempo y de la eternidad. Pues bien, esto se realiza también en la Pascua semanal, en el domingo. CONCLUSIÓN Grande es la riqueza espiritual y pastoral del domingo, es la síntesis de la vida cristiana. El Papa en esta carta nos da las pautas para vivirlo en toda su exigencia. Habría que leerla y meditarla, para que el domingo llegue a ser el alma de todos los otros dias, auténtica escuela de piedad, itinerario de pedagogía eclesial. Una mirada a la Virgen: con Ella aprenden los fieles a estar al pie de la Cruz para ofrecer al Padre el Sacrificio de Cristo; con Ella viven el gozo de la Resurrección; con Ella se hace más intensa la oración que la Iglesia eleva a la Santísima Trinidad.