Del linaje de David

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DEL LINAJE DE DAVID
"Si el nacimiento en Belén es simplemente un símbolo teológico de la
mesianidad davídica de Jesús, ¿se puede decir lo mismo de la afirmación,
explícitamente formulada en los relatos de la infancia, de que Jesús, a través
de José, pertenecía legalmente a la casa de David? Para responder a esta
pregunta, primero debemos conocer con claridad lo que dicen los relatos de la
infancia. En contra de una idea generalmente sostenida por la teología cristiana
posterior -idea que tiene su origen en Ignacio de Antioquía y Justino mártir,
ambos del siglo II , el NT nunca dice que María fuese de la tribu de Judá ni de
la casa de David. La única indicación sobre el linaje de María aparece en Lc 1,
donde se dice de Isabel que es (v.5) «de las hijas de Aarón» (por tanto, de
una estirpe sacerdotal perteneciente a la tribu de Leví) y también (v. 36)
"pariente" (singuenis un término vago) de María. Si interpretamos a Lucas
literalmente, la ascendencia de María sería levítica y, caso, aarónica . Sin
embargo, es discutible que esta connotación de Lc 1 suponga alguna
información histórica.
En su relato de la infancia, Lucas maneja dos ciclos narrativos de anunciación y
nacimiento, uno correspondiente al Bautista y el otro a Jesús. En su mayor
parte, los dos ciclos discurren paralelos, sin nexos entre ambos. El solo punto
de contacto directo es el parentesco entre María e Isabel, que da lugar a la
"visitación" (1,39-56), la única vez en que se cruzan ambos ciclos. Esta
intersección de dos ciclos, por lo demás independientes, mediante la relación
de María con Isabel, bien podría ser obra de Lucas , por eso dicta la prudencia
no conceder peso a los textos que implican un linaje levítico de María. En el
fondo, tenemos que admitir nuestra ignorancia respecto a su genealogía.
En realidad, está fuera de lugar toda consideración del linaje de María a partir
del NT En el ambiente judío del que proceden los relatos de la infancia, la
genealogía de un niño se trazaba a través de su progenitor varón, fuera o no
su padre biológico. Esto difiere sobremanera de nuestra idea de la paternidad.
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A los ojos de los modernos occidentales, el padre biológico, no el adoptivo, es
el verdadero padre, para el AT, el padre legal era el verdadero padre, hubiese
procreado físicamente o no al hijo. Por eso es el linaje de José el que
determina el de Jesús, punto éste que aparece subrayado no sólo en los
relatos de la infancia en general, sino -lo que es más importante- también en
los mismos pasajes que inculcan la idea de la concepción virginal de María.
Esta afirmación de que Jesús desciende de David se podría catalogar
fácilmente, junto con su nacimiento en Belén, como teologúmeno (una idea
teológica narrada como un acontecimiento histórico), si no fuera por el hecho
de que numerosas y diversas corrientes de la tradición neo testamentaria
también afirman el linaje davídico de Jesús. Especialmente interesante es la
fórmula primitiva del credo que Pablo cita en Rom 1,3-4, y donde en parte se
dice que Jesús «nació de la estirpe de David por línea carnal» . Lo
sorprendente aquí es que Pablo, escribiendo al final de la primera cincuentena
de nuestra era a una iglesia que nunca había recibido su visita ni su
enseñanza, pueda suponer que los cristianos romanos reconozcan esta fórmula
de fe como una expresión de su fe compartida y una base para una discusión
posterior.
El auténtico motivo por el que Pablo empieza su epístola con tal fórmula es que
ésta constituye un terreno común que comparte con los romanos y le sirve
para mostrarse ante ellos como un "verdadero creyente" que profesa su misma
fe. Los cristianos romanos eran, al parecer, un grupo heterogéneo plagado de
tensiones y, por lo menos algunos de ellos, podrían haber encontrado
sospechosa la versión paulina del Evangelio. Sin embargo, al acabar la década
de los cincuenta, unos veintiocho años después de la crucifixión de Cristo,
Pablo y los cristianos romanos podían coincidir, sin gran dificultad, en el origen
davídico de Jesús como fundamental objeto de fe. Lo cual es tanto más
llamativo cuanto que el mismo Pablo no da gran relevancia a ese aspecto, que
nunca aparece en las formulaciones de las ideas teológicas paulinas.
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Que esta creencia en el linaje davídico de Jesús arraigó tempranamente en
algunas fórmulas del credo cristiano lo confirma la que se cita en 2 Tim 2,8:
«Acuérdate de Jesús el Mesías, resucitado de la muerte, nacido del linaje de
David». Aunque no fue el mismo Pablo quien compuso la segunda carta de
Timoteo, sino un discípulo suyo hacia el final del siglo 1, los críticos coinciden
generalmente en que 2 Tim 2,8 representa una profesión de fe cristiana
primitiva que circuló mucho antes de ser escritas las epístolas pastorales.
Aparte de las epístolas paulinas, la creencia en que Jesús era de origen
davídico también aparece difundida en otras corrientes del cristianismo
primitivo. Lo afirman Marcos (10,47; 12,35-37) 55, Mateo (9,27; 12,23; 15,22;
20,30; 21,9.15; 22,42-45) 56 Y Lucas (3,31; 18,38-39; 20,41-44; Hch 2,25-31;
13,22-23) 57. La epístola a los Hebreos no llama directamente a Jesús "hijo de
David", pero el gran énfasis en Jesús como Rey-Sacerdote-Mesías en la línea
de Melquisedec, rey-sacerdote de Jerusalén (capítulo 7), más la declaración
explícita del autor respecto a que Jesús nació no de la tribu de Leví, sino de la
de Judá (Heb 7,14), hace plausible que el autor conociese la tradición del
origen davídico . Que esta tradición se valoraba en las corrientes apocalípticas
más fogosas del cristianismo primitivo se advierte claramente en Ap 3,7; 5,5;
22,16.
Resumiendo: hubo en el cristianismo del siglo l una creencia en el origen
davídico de Jesús, de la que existen abundantes testimonios, y de la que ya se
hablaba en la primera generación cristiana, sobre todo dentro del contexto de
la resurrección. Si examinamos las fórmulas confesionales de Rom 1,3-4 y 2
Tim 2,8, así como los sermones de Pedro y Pablo en Hch 2,24-36 y 13,22-37,
el objeto de afirmar que Jesús es «de la estirpe de David», parece ser que en
Jesús, y especialmente en su resurrección, Dios cumplió la promesa hecha a
David en 2 Sm 7,12-14: «Estableceré después de ti una descendencia tuya [...]
y consolidaré su reino. [...] Consolidaré su trono real para siempre. Yo seré
para él un padre, y él será para mí un hijo». Quizá, pues, la primera conexión
que la fe cristiana hizo entre Jesús y el origen davídico fue dentro del contexto
de su resurrección y a la luz de la promesa veterotestamentaria a David."
John P. Meier
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