Jorge A. Rojas ll Abogado LA NOCION DE DEBIDO PROCESO LEGAL1 Por Jorge A. Rojas En general cuando se alude al concepto debido proceso, a secas, o debido proceso legal, se vincula la frase al desarrollo del proceso judicial a través de las formas previstas en la legislación respectiva al efecto. Sin embargo, la noción excede esa características pues existe concebida en la doctrina, e inclusive en la jurisprudencia una noción de debido proceso sustancial, que es importante tener en cuenta. Toda vez que apuntamos aquí a la incidencia que ha tenido la emergencia dentro del proceso, es importante partir de una noción cierta de qué entendemos por debido proceso, pues aparece en general desdibujado su alcance, y las más de las veces confundido con las formas que garantizan el desarrollo adecuado de un procedimiento. No está mal que se piense en ello. Sin embargo, la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación, al fulminar con la inconstitucionalidad al decreto 1570/01, por considerarlo irrazonable a la luz de la C.N., al igual que a la ley de emergencia, sobre todo teniendo en cuenta que se había dictado poco tiempo antes la ley 25.466 llamada de intangibilidad de los depósitos, da cuenta de la existencia de un alcance diverso de ese concepto. Es que la garantía del debido proceso legal, como bien lo refiere Linares2 –a quien seguimos al respecto- se ubica en el medioevo inglés, para lo cual debemos recordar la famosa Carta Magna, que constituye una especie de reconocimiento que obtuvieron los súbditos de la corona, a fin de limitar los poderes de aquella, sobre todo –en sus orígenes- hacia el derecho más elemental que era la vida y la libertad. Si bien ese fue su origen, podemos decir sin lugar a dudas que se inició como una garantía procesal, para pasar luego a constituir una garantía más sustancial, o de fondo. Si bien la Carta Magna del año 1215 se constituye en un emblema, o un hito que marca el reconocimiento de estos derechos, la frase que se acuñó “due process of law”, no fue incorporada como tal a ella, sino en estatutos posteriores, en primer lugar se habló de “the law of the land”, que una traducción literal nos llevaría a pensar en algo así como la ley de la tierra. Esto no era ni más ni menos que la ley natural que invocaban los súbditos frente a la corona para resistir su opresión. Y así fue como pasó a las colonias inglesas en América. Y debido al fuerte influjo que tuvo el jusnaturalismo, que impregnó con la idea de justicia todas las instituciones sajonas trasvasadas al Nuevo Mundo, se incorporó no a la Constitución de Filadelfia, sino a enmiendas posteriores, a partir del año 1791 a la V, y luego de terminada la guerra de secesión a la XIV. En la primera de esas enmiendas se establece de algún modo lo que hoy se conoce como “su día en la corte”, es decir el derecho de toda persona de acceder a la jurisdicción de poder estar frente a una corte en defensa de sus derechos. Mientras que en la otra enmienda de algún modo se restringía a los estados miembros de la unión del norte a resolver sobre el destino de los hombres sin el debido proceso. Es decir, en general, el alcance de las enmiendas era similar, uno dirigido al poder central, y el otro al poder estadual. A fines del siglo XIX, el concepto debido proceso gana en profundidad y extensión y de mera garantía procesal pasa a ser una garantía más genérica de la libertad, pero como garantía sustantiva. Si tuviéramos que hacer una aproximación al concepto, deberíamos señalar que no lo podríamos restringir únicamente a las formas procesales dables de observar para el desarrollo de un proceso, 1 Este trabajo fue extractado del capítulo III del libro “La emergencia y el proceso”, Ed. Rubinzal-Culzoni. Linares, Juan Francisco, La razonabilidad de las leyes. El debido proceso como garantía innominada en la Constitución Argentina, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1970. 2 1 http://www.jorgearojas.com.ar Jorge A. Rojas ll Abogado sino además de ello al conjunto de reglas y procedimientos que se deben observar para regular la conducta de los individuos y restringir así su libertad civil. Linares, señala con claridad meridiana que existe un derecho de todo ciudadano a exigir que las leyes sean razonables, esto es que exista una equivalencia entre el hecho antecedente y consecuente, teniendo en cuenta las circunstancias sociales que motivaron el acto, los fines perseguidos y los medios que como prestación o sanción establece dicho acto. Por eso es celebre la síntesis de Linares, en la exigencia de razonabilidad de todos los actos estatales, y sirva como ejemplo, que de ese modo desde siempre ha recogido el concepto nuestro más Alto Tribunal, siendo de destacar además del caso Smith, innumerables precedentes en donde se marcan estos extremos3. Sucede que no todo lo legal resulta constitucional, de ahí que si bien la Corte tiene entendido que la declaración de inconstitucionalidad de una norma constituye la última ratio del orden jurídico, por la gravedad institucional que trasunta la decisión4, es necesario el respeto a pautas mínimas de razonabilidad, para lo cual Linares propone un test de constitucionalidad de las normas. Esta razonabilidad técnica importa la racional adecuación de medios a fines, de forma tal que ese principio de razonabilidad permita cuidar que los preceptos legales mantengan coherencia con las reglas constitucionales durante su vigencia en el tiempo, de suerte que su aplicación concreta no resulte contradictoria con lo establecido en la Carta Magna5. Por eso la Corte ha sostenido con apoyo en el art. 28 de la Constitución Nacional, que no ha sido tomado de la americana sino por el contrario de las Bases de Alberdi, ha constituido el cartabón a través del cual se ha limitado el poder del Estado, cuando excede de sus facultades constitucionales6. Este balance de conveniencia o razonabilidad entre el ejercicio de la legislación en general y el poder de policía de seguridad, es el que ha ejercido la Corte en el caso Smith que citamos en el capítulo anterior, y a través del cual podemos advertir que las pautas de razonabilidad, en este caso del ejecutivo-legisferante, no admiten el test de constitucionalidad del conjunto de normas que se generó para controlar y encauzar la nueva emergencia dispuesta por el Gobierno Nacional. Y ello se debe, a que no ha existido una adecuación de medios a fines, ya que se pretendió violentar el derecho de propiedad de los ciudadanos, al no permitirle la disposición de los fondos que poseían en las entidades financieras, y es oportuno recordar que por entonces, al sobrevenir estos hechos tan desgraciados, sobre fines del año 2001, muchas de esas entidades queriendo llevar tranquilidad a sus ahorristas, manifestaban que estaban en condiciones de reintegrar sus depósitos. Lamentablemente el entramado político-financiero que se tejió detrás de esta emergencia, nos aleja de cualquier solución que resulte razonable, por ser ajustada a derecho, pues las situaciones provocadas desde el desmanejo de la cosa pública, hacían que estas transitaran por andariveles distintos a los que correspondían, que no eran otros que aquellos que venimos mencionando que existen como lo llama Linares, como garantía innominada dentro de la C.N. Las decisiones adoptadas, no sólo no guardaban ningún tipo de razonabilidad técnica, como la adecuación de medios a fines que mencionamos, sino que tampoco estaban impregnadas de ningún sentido de justicia como expresión totalizadora de distintos valores, como cooperación, seguridad, 3 En este sentido resolvió la Corte que “las leyes son susceptibles de cuestionamiento constitucional cuando resultan irrazonables o sea, cuando lo medios que arbitran no se adecuan a los fines cuya realización procuran o cuando consagran una manifiesta iniquidad, y el principio de razonabilidad debe cuidar especialmente que las normas legales mantengan coherencia con las reglas constitucionales durante el lapso que dure su vigencia en el tiempo, de suerte que su aplicación concreta no resulte contradictoria con lo establecido en la Ley Fundamental (Fallos 307:906; 307:862; 311:2817, entre otros). 4 Fallos 307:862, entre otros. 5 Fallos 319:3241. 6 La Corte ha resuelto en esta línea que: “el ejercicio del poder de policía no puede traspasar el principio de razonabilidad de las normas (art. 28 de la C.N.). (Fallos 322:270). 2 http://www.jorgearojas.com.ar Jorge A. Rojas ll Abogado paz, orden social, etc., ni menos aún existió una razón suficiente de verdad que encontrara un fundamento de justicia en donde sustentar esas decisiones. Por ese motivo, es que la Corte apelando a fórmulas que le resultaban clásicas, pues no eran novedosas para este caso, sino que ya eran doctrina consagrada en sus pronunciamientos, apeló a la pauta de la irrazonabilidad de las leyes a través de las cuales se pretendió perpetrar este atropello hacia la ciudadanía, para lo cual conviene que no olvidemos el contexto político que rodeó esa situación. Este no fue el mismo que rodeó al caso Peralta, la diferencia esencial está dada por el rol que le cupo a la ciudadanía, a través del protagonismo de sus “cacerolazos”. Por eso el Poder Ejecutivo, citando como fundamentos de sus decisiones, el precedente de la Corte en el caso Videla Cuello, en el cual para sustentar la legislación de emergencia sostuvo la necesidad de respaldar aquellas decisiones de gobierno que buscan llevar alivio a la comunidad7, intentó buscar refugio en algunos precedentes de la Corte, que dentro de este nuevo contexto social carecían de envergadura para enervar la voluntad ciudadana, que se opuso férreamente a través de expresiones cotidianas, que llevaban como propio telón de fondo los derechos que legítimamente se habían adquirido al amparo de la propia legislación que pocos meses antes había dictado el mismo Congreso que paradójicamente ahora pretendía suspenderla8. Como podemos apreciar aquí ya no solo estaban en juego garantías formales que violaban la defensa en juicio, sino que por el contrario, aparecía en escena este análisis que efectuaba la Corte, aún de oficio en el caso Smith, sosteniendo que se trataba de legislación tan farragosa y sobreviniente al planteo efectuado por las partes, que no podía sustraerse a su evaluación, conforme lo normado por nuestro ordenamiento adjetivo. Por ese motivo es que se aprecia aquí la doble vertiente que tiene el vocablo debido proceso legal. Es decir, por un lado, la sustancial, que apunta a la razonabilidad de las leyes, y por otro la adjetiva, que se vincula con el desarrollo del proceso desde el punto de vista formal9. Este último aspecto a su vez admite una distinción que conviene tener presente, pues existen principios que marcan un rumbo para el desarrollo del proceso, y que siguiendo a Díaz, podemos señalar que se trata de los presupuestos políticos que con alcance jurídico son fundantes de un ordenamiento procesal determinado. Es decir, estos derivan de la C.N., no podemos obviarlos, de ahí que hayamos sostenido que no todo lo legal resulta constitucional. Mientras que esos principios cobran vida dentro de un determinado ordenamiento procesal a través de determinadas formas, que constituyen sistemas, pero se diferencian de aquellos en que estos vienen puestos por el legislador, es decir los sistemas que permiten el desarrollo del proceso, son las formas metódicas a través de las cuales los presupuestos antes mencionados, cobran vida dentro de un ordenamiento procesal cualquiera10. 7 Cuando una situación de crisis o de necesidad pública exige del Congreso la adopción de medidas tendientes a salvaguardar los intereses generales, éste puede sin violar ni suprimir las garantías que protegen los derechos patrimoniales, postergar, dentro de límites razonables, el cumplimiento de obligaciones emanadas de derechos adquiridos. No se trata de reconocer grados de constitucionalidad, sino de no privar al Estado de las medidas de gobierno que conceptualice útiles para llevar un alivio a la comunidad (C.S.J.N., 27/12/90, in re Videla Cuello, Marcelo sucesión de c/La Rioja, Pcia. de s/Daños y Perjuicios. Fallos 313:1638). 8 Ha sostenido la Corte que los derechos adquiridos son, por su naturaleza, inalterables y no pueden ser suprimidos por ley posterior sin agravio al derecho de propiedad (Fallos 298:472; 304:871; 314:1477, entre otros). 9 En esa línea véase Gozaíni, Osvaldo A.; Derecho Procesal Constitucional, Ed. de Belgrano, Universidad de Belgrano, T. I, p. 145 y ss. 10 Díaz, Clemente A.; Instituciones de Derecho Procesal Civil, Ed. Abeledo-Perrot, T. I, p. 198 y ss.Otros autores le dan un alcance diverso –aunque muy cercano al expuesto- al concepto “principios”, sirva como ejemplo citar, por ejemplo a Monroy Galvez, destacado jurista peruano, quien distingue dos líneas, los principios del proceso por un lado y los del procedimiento por otro. Los primeros los considera indispensables para la existencia válida de un proceso, los segundos son los que caracterizan e identifican la presencia de un determinado sistema procesal (Monroy Galvez, Juan, Introducción al Proceso Civil, 1996, Ed. Temis, T. I, p. 81). 3 http://www.jorgearojas.com.ar Jorge A. Rojas ll Abogado La importancia de remarcar estos aspectos radica en que si perseguimos mostrar la influencia o la proyección que ha tenido toda la legislación de emergencia sobre el proceso judicial, consideramos oportuno partir de una premisa cierta y precisa, como es el concepto del debido proceso legal. 4 http://www.jorgearojas.com.ar