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Los conuqueros de los árabes; por Sumito Estévez
Sumito Estévez · Saturday, January 17th, 2015
Fotografía de Christopher Harriot
I
Cuando a Noruega le llegó el petróleo, iniciando la década de los años setenta del
siglo pasado, ya no lo necesitaba. Y, en un acto de disciplina que sólo es concebible en
un escandinavo, decidieron guardar la totalidad de las ganancias que generara su
explotación, para asegurar un futuro sin sobresaltos para sus ciudadanos. Lo hicieron
tal como lo haría una corporación privada. Es decir: invirtiéndolo en fondos
económicos y compras de acciones. Pero el sobresalto nada que llega y, mientras
tanto, la cuenta de ahorros del país crece sin parar. Los ciudadanos de Noruega tienen
guardado nada menos que 800 mil millones de dólares, lo que equivale al 1% de todas
las acciones del planeta.
Para que se entienda la enormidad de esa cifra, un país con la población del
Zulia, nuestro estado petrolero, tiene guardado el equivalente a 40 veces la totalidad
de las reservas internacionales de Venezuela.
Al Golfo Pérsico le llegó el petróleo un poco antes. Fue iniciando la década de los
cuarenta, cuando Venezuela ya tenía treinta años explotándolo. Los países del Golfo sí
necesitaban ese dinero para pasar de un nomadismo de arena, carpa y camello, a
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insertarse en la dinámica global. Literalmente, construyeron sus países desde la nada.
Pero cuando el trabajo estuvo hecho… también empezaron a ahorrar. Esa forma de
ahorro para el futuro se conoce como Fondo Soberano de Inversión. Salvo Irak, todos
los países del Golfo que pertenecen a la OPEP lo tienen.
Catar, por nombrar a uno de ellos, tiene guardados 60 mil millones de dólares por
concepto de fondo de inversión. Aunque tiene treinta años menos que Venezuela
explotando su petróleo, este pequeño país (cuya población total es inferior a la de
Caracas, nuestra capital) ya guardó en dinero el equivalente a tres Venezuela de hoy.
Obviamente es un país rico si la riqueza la contabilizamos en dinero contante y
sonante, pero basta adentrarse en los datos de Catar para leer un perturbador
despreciable a la hora de medir el porcentaje de agua que tienen. Cuando la riqueza
se mida en agua, Catar será de los países más pobres de la tierra.
Y ellos lo saben.
¿Por qué países como Noruega o los del Golfo Pérsico tienen un Fondo Soberano de
Inversión? ¿Por qué, teniendo deudas y tentaciones de inversión, deciden ahorrar
compulsivamente? La pregunta obviamente es retórica porque todos sabemos la
respuesta: lo hacen porque que en algún momento el hambre llegará.
Y Catar lo sabe.
Países como Catar o los Emiratos Árabes Unidos se alimentan porque tienen cómo
pagar la importación de todos sus alimentos. Con una cantidad tan grande de dinero
ahorrado, uno pensaría que jamás les faltará para importar ese alimento. Pero los
estrategas a largo plazo les han comenzado a decir una verdad incómoda: la población
mundial crece de forma exponencial y, tarde o temprano, llegará el momento en que el
país que te vendía alimento va a preferir dárselo a su propia gente.
Hay un solo momento en el que el dinero para comprar comida realmente no sirve
para nada: cuando no te la quieren vender. Pero hasta eso tiene solución, como
veremos a continuación.
II
Cuando nos nombran países como Etiopia, Sudán, Sierra Leona o el Congo, es casi
seguro que venga a nosotros la imagen de masas de famélicos africanos caminando
como zombis, en eriales donde no se ve ni siquiera una mota verde, intentando llegar
a refugios de precarias carpas que languidecen bajo un sol inclemente. ¿Pero que
pensaría usted si le aseguro que en esos cuatro países hay tierras fértiles (¡y mucha!)
de un verdor embriagador?
¿No me cree? Pues le invito a colocar en cualquier buscador de Internet el nombre del
país, acompañado del par de palabras tierras fértiles. Lo grave es que esas tierras
están siendo tomadas de manera agresiva y acelerada por quienes tienen el dinero
para hacerlo. Entre 2001 y 2011, más de 80 millones de hectáreas de tierras fértiles
públicas (casi el tamaño de Venezuela) cambiaron de dueño y pasaron a manos
privadas. De todo ese territorio, el 63% está en África. Cambiar de dueño es el
eufemismo con el que hoy se define a una de las formas más agresivas de
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colonización: el acaparamiento de tierras con fines comerciales. Por tratarse de un
fenómeno que todavía afecta relativamente poco a los países de habla hispana, el
término más usado es Land Grabbing (y ésa es la razón por la que algunas de las
referencias que sugiero en este artículo están en inglés).
Tanto las grandes multinacionales como los países acaparan tierras. En el primer caso
se trata de inversionistas ávidos por multiplicar ganancias, como los grandes
monocultivos (soja, palma, cacao, trigo, café y maíz a la cabeza), la generación de biocombustible o, simplemente, asegurar tierras que mantengan el flujo de alimentos
para las grandes corporaciones de comida. En el segundo caso, se trata de la ansiedad
natural de los países y el deseo de garantizarle en el futuro comida a sus ciudadanos.
En pocas palabras: si en un futuro cercano y apocalíptico el dinero no sirve para
importar alimentos, lo mejor será ser dueño de las tierras en las que se puedan
producir.
Escribe el periodista Stefano Liberti, en su impecable libro Los Nuevos Amos de la
Tierra (Editorial Puntocero), que en África durante los últimos cinco años más de 10
millones de hectáreas de tierras fértiles anuales han pasado a manos de holdings
económicos de países árabes, de China y de India. Se trata de tierras que eran
trabajadas por campesinos. Si a este dato le sumamos que la FAO afirma que 70% de
las explotaciones agrícolas de la tierra son explotaciones familiares de una hectárea,
queda claro que para hacerse dueño de 10 millones de hectáreas o se desplaza a
muchos habitantes originales o los conviertes en tus obreros.
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Lo invito a sentarse, amigo lector, porque si no lo hace el próximo dato que escribiré
lo obligará.
No todas las tierras (en especial las públicas) pueden venderse por ley, pero sí pueden
alquilarse mediante contratos de, por ejemplo, cien años. Las compañías de los
grandes fondos soberanos árabes de inversión han obtenido tierras por cifras que
promedian el euro anual de alquiler por hectárea. No leyó mal: diez mil euros de
alquiler durante un siglo de cien hectáreas de la tierra más fértil de un país.
¿Cómo es posible semejante desmán? ¿Cómo es posible que un gobierno soberano
acepte algo así? El trato es que, a cambio de tierra gratis, el inversor le cederá al país
infraestructura agrícola y civil que no posee: tecnología de siembra, represas, puertos.
Es decir: tecnología de siembra para producir una comida que no quedará en el país,
represas para poder regar los campos que producirán una comida que no quedará en
el país, y puertos para poder exportar a otros países comida que se produce en ese
país.
Un país colonizado por gente con dinero que le pagó a unos gobernantes para
desplazar a sus campesinos y convertirlos en sus conuqueros.
No culpo a los árabes, ni a los chinos, ni a los indios ni a nadie que quiera asegurarle
comida a su pueblo. Las leyes del mercado y de la política siempre han sido muy
claras: si a un capitalista o a un gobernante (socialista o no) se le deja suelto, sin
auditorías ni control, con seguridad nacerá un ávaro o un autócrata corrupto.
Todavía en la América hispana el fenómeno no tiene los aires inmorales que en África,
pero eso no significa que seamos un continente impoluto. Por el momento, el
acaparamiento de tierras ha venido desde la empresa privada multinacional
(especialmente para la siembra de soja para alimentos de animales, maíz para
biocombustibles y palma para aceite). ¿Pero y si los países petroleros del Golfo árabe
voltean la mirada hacia acá?
En ese caso, espero que cuando miren las tierras de Venezuela no seamos pobres,
tengamos ahorros y nos hayamos preparado… porque si no es así, no pasaremos de
ser más que unos conuqueros sin derecho a cocinar nuestra propia comida.
***
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Yo, el subversivo; por Sumito Estévez
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