Características comunes del Estado constitucional español del siglo XIX Seis Constituciones españolas estuvieron en vigor en el territorio nacional durante el siglo XIX: La Constitución de Cádiz. El Estatuto Real de 1834. Las Constituciones de 1837, 1845, 1869 y 1876. El Estatuto de Bayona, de 1808, estuvo en vigor solo en parte del territorio, mientras que las Constituciones de 1856 y 1873 no llegaron a estar vigentes. Todas y cada una de las seis Constituciones organizaron el Estado y la sociedad de forma diferente, pero presentaban entre sí cinco notas comunes que permiten hablar de esencia constitucional española a lo largo de este siglo, entre 1808 y 1923. 1) Todas estas Constituciones rechazan la soberanía del rey, o principio absolutista monárquico, también rechazan la soberanía del pueblo o democracia. La soberanía recaía en la Nación -sujeto abstracto- en las Constituciones de 1812, 1837 y 1869 o en el rey y en las Cortes, siguiendo la fuente "histórica" o "interna" de España, como el Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1845 y 1876. De una u otra manera se excluía la monarquía absoluta y la democracia republicana e instauraba una monarquía constitucional, donde la Corona hereditaria y vitalicia quedaba delimitada por la Constitución. 2) Ninguna de las Constituciones citadas atribuyó en exclusiva el ejercicio de la soberanía a la Corona o a las Cortes, sino que lo repartieron entre ambos y desde luego, entre una judicatura independiente de los dos. Se eliminaba la concentración de las funciones ejecutiva, legislativa y judicial en el monarca (que la ostentó hasta 1808, a veces junto a Secretario de Estado y el Consejo de Castilla) y asimismo en torno al pueblo o a sus representantes preconizando la democracia no liberal. 3) Las Constituciones del XIX consideran la ley aprobada en las Cortes como suprema fuente del ordenamiento jurídico. Independientemente del papel jugado por el monarca en la elaboración de la Ley veto absoluto o suspensión- esta se configuraba como norma suprema del ordenamiento jurídico del Estado, por encima del derecho regio y de la propia Constitución, que no llegó a articularse como norma jurídica suprema en ninguno de los textos Constitucionales del siglo XIX, aunque al menos en el de 1812 y 1869 se distinguió formalmente entre la reforma constitucional y la reforma de las leyes «ordinarias», pero sin llegar al control de la constitucionalidad de las leyes. 4) Las Constituciones del XIX difieren en la forma de organizar territorialmente la Administración del Estado, sobre todo la municipal, pero coincidían en concentrar la potestad legislativa en las Cortes o en éstas y en el rey, excluyendo cualquier otro autogobierno, aunque sí reconociendo la subsistencia de los derechos forales de los antiguos reinos hispánicos. 5) Por último estas cinco Constituciones reconocían un conjunto de derechos individuales (o de la sociedad como conjunto de individuos), frente al Estado, particularmente frente a las administraciones públicas, a partir del principio de igualdad ante la ley ya fuesen los de propiedad, los de libertad personal, o lo de seguridad. Derechos que, al no vincular jurídicamente la Constitución a las Cortes, se garantizaban de acuerdo con lo dispuesto por el legislador y, en definitiva, en sus justos términos. Las seis Constituciones de los ochocientos coincidían en no reconocer el sufragio universal (la de 1869 solo el sufragio universal masculino), ni la democracia directa o referéndum, ni los llamados derechos sociales que implicaba una libertad individualista, el primero, y un Estado abstencionista el segundo. Resumiendo las cinco notas, las Constituciones vigentes en España en el siglo XIX coincidían en articular una forma política del Estado monárquica constitucional, de derecho y unitaria. Fuente: Joaquín Varela Suanzes-Carpegna, Política y Constitución en España (1808-1978), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2014.