los hermanitos de maria que nacen bajo el signo del trabajo

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LOS HERMANITOS DE MARÍA
QUE NACEN BAJO EL SIGNO DE TRABAJO
Este trabajo que deseo presentar enfatiza en la vivencia
del Padre Champagnat y su amor al trabajo que desempeñó a lo
largo de su vida. Lo divido en cuatro momentos:
* Inicio de su amor al trabajo.
* Su trabajo apostólico durante sus estudios.
* Fundó su comunidad de hermanos y los formó en la virtud del
trabajo.
* L´Hermitage, un claro ejemplo de amor al trabajo.
Espero que Champagnat sea para nosotros ejemplo de vida
laboral; que, a pesar de los obstáculos que se nos presenten a lo largo
de nuestra existencia, confiemos en la presencia del Señor ya que él
nos acompañará siempre y nos permitirá lograr nuestros proyectos
soñados.
Inicio de su amor al trabajo
Todo niño en su infancia quiere seguir los ejemplos de sus padres. Este fue el caso
de Marcelino. Sus padres eran agricultores. El padre, que era muy habilidoso y entendía
de todo un poco, hacía cualquier labor, según las necesidades de la familia. Este hombre,
como buen padre, le enseñó a Marcelino carpintería, albañilería y trabajo de granja; esto
le sirvió para cogerle amor al trabajo y defenderse a lo largo de la su vida.
Les comparto uno de los testimonios que encontramos en su biografía, que nos
refleja a un Marcelino que, desde joven, se desempeñó como una persona trabajadora.
“Hacia los catorce años empezó a sentir ganas de ahorrar y crear su propio
negocio. Cuando recibía algún donativo en metálico, en lugar de gastarlo en chucherías,
como la mayoría de los adolescentes de su edad, lo guardaba. Y no consentía que nadie
tocara su tesoro bajo ningún pretexto. Ni siquiera para comprar ropa, pues decía que, lo
mismo que la de sus hermanos, debía correr a cargo del presupuesto familiar. Sus padres,
que veían con buenos ojos aquel afán de orden y ahorro, le regalaron dos o tres corderos
con autorización para venderlos en su provecho cuando estuvieran criados. Los cuidó,
efectivamente, con mucho esmero y los vendió. Con el producto compró otros que fue
cuidando igualmente y los vendió de nuevo, incrementando así su patrimonio. Con este
pequeño negocio y los sucesivos ahorros llegó a acumular un capital de seiscientos francos.
Era una cantidad importante para un muchacho de dieciséis años, de modo que si no se
consideró rico, pensó al menos que podía llegar a serlo. Hacía cábalas sobre el futuro de su
1
negocio. Se le asoció uno de sus hermanos y convinieron en que harían bolsa común y
seguirían unidos toda la vida. Muy distintos eran, sin embargo, los designios de Dios sobre
Marcelino. Y se los dio a conocer de modo providencial.” 1
Repito, muy distintos eran los designios que Dios tenía sobre este joven; el Señor
no deseaba que fuera un granjero, sino un sacerdote que se dedicara a servir y evangelizar
por todos los rincones de las aldeas. Y así fue. Ingresa al seminario a estudiar latín.
Su trabajo apostólico durante sus estudios
Ya no le interesaba el trabajo de la granja ni el negocio al que con tanto
entusiasmo se había dedicado. La decisión estaba tomada y se dedicó solamente estudiar
y a responder al llamado que Dios hacía a su corazón. Con la vocación sacerdotal, Dios le
concedió, al mismo tiempo, celo ardiente por la salvación de las almas y la instrucción de
los ignorantes. En sus vacaciones, el seminarista dedicaba su tiempo a dar a conocer a la
persona de Jesús y a María por medio de la catequesis a niños y jóvenes; visita a los
enfermos con frecuencia y a los adultos los motivaba para que asistieran a la eucaristía y
los formaba en los valores cristianos de su época.
Pero los designios de Dios no sólo se quedaron en esta vivencia tan gratificante
para él y su gente; durante sus estudios en el seminario se reunía con frecuencia un grupo
de seminarista para hablar de sus inquietudes, lo que provoca un deseo de fundar una
Sociedad de sacerdotes que se dedicara a la salvación de las almas a través de las
misiones y la educación de la juventud.
“Pero en el proyecto de la nueva Sociedad nadie había pensado en Hermanos
educadores, Sólo el señor Champagnat tuvo la idea de su creación y sólo él la llevó a cabo.
Decía con frecuencia a sus compañeros: Necesitamos Hermanos. Necesitamos Hermanos
para impartir catequesis, ayudar a los misioneros y dar clase a los niños… Pero como no
había sido prevista en el proyecto inicial de la nueva Sociedad, atribuían una importancia
relativa a la insistente repetición de Marcelino: Necesitamos Hermanos. Por fin,
terminaron por decirle: Bueno, encárguese usted de los Hermanos, ya que suya es la idea.
Aceptó gustoso esa misión y, desde entonces, todos sus anhelos, desvelos y trabajos se
encaminaron a la fundación de esa obra.”2
Fundó su comunidad de hermanos y los formo en la virtud del trabajo
El padre Champagnat, enviado a la parroquia de La Valla, da inicio a su proyecto
fundacional fijando su mirada en algunos jóvenes que se le acercaban; aprovechaba para
hablarles de Dios con el fin de animarles en la práctica de la virtud y entusiasmarles en sus
pensamientos de futuro fundador.
1
2
Vida de Marcelino Champagnat. Hno. Juan Bautista Furet, edición 1989, pág. 7.
Vida de Marcelino Champagnat. Hno. Juan Bautista Furet, edición 1989, pág. 30.
2
La gracia de Dios le envía dos jóvenes que desean ser parte de la comunidad de
María; Marcelino compra una casita. “Él mismo se puso a limpiar y acondicionar y colocó
en ella los muebles más indispensables. Con sus propias manos fabricó dos camas de
madera para los dos Hermanos, y una mesita de comedor. Luego trajo a sus dos discípulos
a la casita, que se convirtió en la cuna de los Hermanitos de María.”3 Distribuían el
tiempo entre la oración, el trabajo manual y el estudio; la ocupación manual consistía en
fabricar clavos costumbre de su época.
Según iba pasando el tiempo eran más y más los hombres que llegaban a ser parte
de la familia marista. Empiezan las fundaciones de las escuelas y los hermanos, realizan su
labor pastoral en cada una de ellas.
Nos encontramos en la biografía del Champagnat una experiencia de dos
hermanos muy jóvenes que son criticados severamente de “incapacidad” para trabajar en
la formación de los niños; pero ellos, al escuchar las críticas, dijeron: “… Abramos la
escuela, pongámonos a trabajar y demostrémosles que somos capaces de desempeñar el
empleo que nos ha confiado nuestro superior.”4 Transcurrido un mes, se apreciaba un
cambio en los niños y esto, gracias a la instrucción que Champagnat les daba.
Después de una larga crisis vocacional en la sociedad, continuó la llegada de
nuevos miembros para la familia de María. La casa se quedaba pequeña el fundador hubo
de proyectar un hogar más amplio para albergar a sus hermanos: la construcción del
Hermitage.
L´Hermitage, un claro ejemplo de amor al trabajo
Con la ayuda de Dios, Champagnat se decidió a cortar la roca para
construir una casa más grande: el Hermitage. Todos los hermanos trabajaron
enérgicamente en las vacaciones de 1824.
Muchas personas al ver semejante obra, que estaba haciendo, le criticaron
fuertemente. Él no ignoraba lo que decían, pero le tenía sin cuidado.
“Todos los días, después de la santa misa, cada cual iba a su trabajo y en
silencio se entregaba a él según sus fuerzas. Al final de cada hora, el Hermano encargado
tocaba una campanilla. Todos interrumpían el trabajo, se recogían y rezaban juntos el
Gloria al Padre, el Ave María y la invocación Jesús, María y José. Por descontado que
el primero en el trabajo era siempre el Padre Champagnat.” 5
3
Vida de Marcelino Champagnat. Hno. Juan Bautista Furet, edición 1989, pág. 63
Vida de Marcelino Champagnat. Hno. Juan Bautista Furet, edición 1989, pág. 85
5
Vida de Marcelino Champagnat. Hno. Juan Bautista Furet, edición 1989, pág. 129
4
3
A pesar de todo el trabajo no se descuidaba la educación religiosa. En los
descansos y, sobre todo, los domingos, encontraban tiempos para avisos, instrucciones,
charlas y corrección fraterna. Especialmente, el padre Champagnat se esforzaba por
fundamentar en ellos una sólida devoción a la Santísima Virgen.
El edificio ya estaba prácticamente terminado. Sólo faltaba trabajar en el interior
de la casa. Durante el invierno algunos colaboradores, junto al Padre Champagnat,
lograron terminar del todo la Casa Madre.
Reflexiones personales
1. A pesar de las críticas que le llovieron, Marcelino Champagnat tenía confianza
en sí mismo y en Dios. Sabía que con voluntad y con la ayuda de Dios todo tendría un
buen futuro. En nuestra vida y camino vocacional encontramos muchas rocas: las críticas,
la falta de confianza, los desánimos que la gente puede generar en nosotros, pueden
hacer que veamos nuestro proyecto como imposible. Muchas veces, cuando se acepta la
llamada a seguir a Cristo, encontramos rocas de diferentes formas. Lo importante es que
el Señor nunca nos abandona y que con fe, perseverancia y fidelidad romperemos los
obstáculos y seremos fiel reflejo de Jesús.
2. La obra que construyeron los Hermanitos de María es un bello ejemplo de vida
comunitaria. Hoy en día estamos llamados a rescatar ese espíritu de familia que reinaba
en el Hermitage. En estos tiempos hay muchas cosas que nos pueden alejar de la
comunidad: la tecnología y hasta el mismo trabajo apostólico suelen esclavizarnos. Como
el padre Fundador debo encontrar en el trabajo una forma de estar más cerca del otro,
una forma de llamar al otro hermano.
Duberney Giraldo Valencia
Novicio Marista
Noviembre de 2013.
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