J. Pabio D:rbrrve. El bandido y su legado maldiro... D' 14: 26-27 (2005-2006) : 259 -?90 Es¡uilr;.s EL BANDIDO Y SU LEGADO MALDITO EN LA FUNDACIÓN DE LA NACIÓN ESTADO: ZÁNETP, DE EDUARDO BLANCO1 Juan Pablo Dabove Universiry of Colorado juan.dabove @colorado.edu Introducción ñ r . Oe r Jallgny . r. L/uOols dtplo-representante mático francés en México a mediados del siglo xlx- bandidaje mexicano había "pasado al estado de institución: señaló en una oportunidad que el Este trabajo estudia la novela Zórate de Eduardo Blanco en eL marco de las llamadas,,nrrrarivas de ¡""JiJ"r". En esras narrativas, el bandolero rural es un tropo de [era] incluso la única institución que parec [ía] ;:,T:f:j"ÍilT;:::'"0', y que funciona[ba] con una ior*n",.''.ri.r"as ,,largo del perfecta regularidad" (en López Cámara, 1967: sigloxrx',expresaron diversamente sus deseos y 233-234). Este arranque de espnc va al centro de las paradojas de la modernidad latino-americana. ansiedades en relación a ideologías,grupossociales r.r. nl ^r proponer a[r roanolcta]e como lnstrtuclon por . r."., ' excelencia, de Saligny testimonia nítidamente la :r'li::".';'.:;L""'r':'" "' imposibilidad fáctica del mono-polio estatal de la violencia territorial "legítima", condiciónnecesdria" PaLabrasclaue: de la formación de una nación-estado (Giddens, Eduardo,Blanco,zótate, 1e85). Al mismo riempo, va más atlá }ji;:i"'l,]j::t""t tomarse en serio de;;;;; constatación del "caos" decimonónico. De Saligny pone en evidencia la negada (e inevitable) verdad de las instituciones. Si el bandldaje puede ser una institución modelo, es porque comparte con el Estado su origen violento, su legitimidad problemática, su carácter contin-gente. La afirmación de Saligny señala sobre todo la precariedad del límite que separa ei sostenimiento de un orden del ataque al mismo y la colusión última (tanto en términos teóricos como Recepción: 24 de feb¡e¡o de 2006 Acepración: 19 de mar:o de 2006 259 j I J. Pablo Dabove. El bandido y su leqrdo maldiro... Estudios 13-14: 26-27 (2005-],J"'o)' )59-290 empíricos) entre violencia estatal y no estatal (Thomson: 1994). La construcción y/o sostenimiento del monopolio estatal de la violencia, qLis-d-vis las múltiples y fluidas formas de violencia organizada no esraral (bandidaje, movimientos milenaristas, levantamientos indígenas y/ o campesinos, contrabando, violencia urbana, guerrilla, narcotráfico) es uno de los puntos de conflicto más agudos ent¡e estados nacionales que desde el siglo XIX insisten, con éxito disparejo, en agendas modernizadoras2 y sus Otros. Desde la perspectiva estatal, este proceso implica la expropiación física de los medios de violencia de la sociedad civil, y la imposición y validación de narrativas que hagan "natural" y "necesaria" esta expropiación3. Desde una perspectiva no-estatal, este proceso da lugar a la elaboración de contranarrativas que reivindican espacios y modos de sociabilidad akernarivos. EI bandído social, nI como fuera concebido y propuesto por Hobsbawm a la reflexión histórica y cultural contemporánea (2000), es el primero en una serie de personajes última encarnación -cuya quizá sea el narcotraficanre mexicano y colombiano- que en la historia cultural latinoamericana poscolonial funcionan como frontera entre espacios de soberanía. Ese carácter fronterizo determina que el tropo del bandido esté escindido (Stuart Hall, 1997: 229) entre los sueños nobles (el buen ladrón) y las pesadillas de la cultura (el monstruo sediento de sangre), entre la épica y la abyección, entre el fundador de naciones y la fieraa. Esta dualidad lo hizo apropiado para dar cuenta de las ambigüedades irresueltas de la modernidad ladnoamericana. El bandido med¡a en The Bandid andhis Damned Legacy on th,e Fundation the Nation-Snrc: Zdrate of bt Eduardo B|anco This work analyzes the nov el Zór ace, by Eduardo Blanco, within the framework of what has been called "bandit narratives"" In these narradves, the rural brigand is a trope of otherness (or heterotrope) by which Latin American elites of "the long nineteenth century" diversely expressed their desires and anxieties vis-ávrs adversarial ideologies, social groups or individuais. Key words: Edu ardo Blanco, Zár ate, Venezuela, Nineteenth Century Banditry. 760 A I ' "'ix,";|;i"; l;i::l:*,1ru' ;,,t l1*;; las encrucijadas de los caminos, pero también en las encrucijadas entre las ansiedades culturales de las élites y los violentos sueños de jusricia de las clases y otro, las narrativas en torno a la violencia no estatal el Facundo (1845) de Domingo Faustino Sarmienro, al -desde narcocorrido contemporáneo y eI hip-hop- sirven para establecer segmenros centrales del heterogéneo espacio discursivo y geopolírico que llamamos I populares. Así, de un lado Latinoamérica. En las páginas que siguen, abordaré este problema a partir de un caso en particula¡ perteneciente al vasto universo de lo que he denominado en otra parte (Dabove,2002) "narrarivas de bandidos": la novela Zárarc (1882), de Eduardo Blanco (1839-1912). Leeré en esra novela un triple movimiento de intervención política y cultural: primero, la exaltación de una élite agraria en declive (aquella representada por don Carlos Delamar); luego, la interpretación del sentido y del destino de la violencia llanera en relación a esa élite tradicional y al proyecto de nación-esrado en curso; finalmente, una crítica al proceso de modernización auspiciada por el Guzmanato. La violencia llanera, núcleo indómito del siglo XIX venezolano (lzard: 1981, 1982, 1983, 1984, 1987; Slarta: 1987) será el "significanre floranre" (Laclau: 1996) por medio del cual Blanco lleva adelante esa intervención que, como veremos, en un momento se vuelve una crítica inescapable de su propia posición de enunciación. "La Ilíada de los propios labios de Aquiles" Como muchos de los venezolanos de su clase y de su época, Blanco alternó las letras con la política y la guerra. Medianamente prolífico, Blanco sobrevive en la historia literaria por dos obras: Venetuelaheroica (1881) y Zárate (1882). La primera es una serie de relatos más o menos autónomos, de evidente propósito consagratorio, que corresponden a otras tantas batallas de la guerra de Independencia (1810-1821). La segunda, escrita en el intervalo enrre la primera y la segunda edición ampliada- de su obra épica5, -notablemente es la historia de Santos Zárate, bandido llanero en los valles de Aragua6. Vene:uelaheroicafue el primerbesuseller de la historia editorial venezolana: dos mil ejemplares agotados en pocas semanas y cinco ediciones en dos años fueron un record que no sería igualado hasta varias décadas más tarde. Merced z6I I l I l i I J. Pablo Dabove. El bandido y su legad,r mrldiro... 26-27 Q0A5 -2006) : 159-l9L) Esrudir¡s 13- 14: a este éxito, Blanco fue elegido en 1881 Individuo Correspondienre de la Real Academia Española (Krispín, 1997: 467). La obra tiene una escena mírica de nacimientoT. Esta provee in nuce todas sus coordenadas ideológicas, y por contraste ilustra la índole y los riesgos de la empresa de Blanco al encarar zdrarc, tan cercana en el tiempo pero tan divergente de su antecesora. Narrada hasta el hartazgo, la escena tiene más o menos esta forma: en 186i un Páez ya anciano dirige la Guerra Larga del lado de los conservadores. Ante el giro desfavorable de la campaña, y el temor compartido por ambas facciones de que la guerra se saliera de madre y deviniera una rebelión popular incontenible, Páez y el General Falcón deciden reunirse en la llanura de Carabobo para estudiar los términos de un posible acuerdo. Blanco está presente en la reunión como edecán de Páez. En los interludios de las negociaciones, Páez narra ln si¿u las akernarivas de la baralla de Carabobo: 'Allá estaba Bolívar...",'Allá se plantó la Legión Británica...". En un momento del relato, Falcón se dirige a Blanco y poniéndole la mano en el hombro, le dice: "iJoven, está usted oyendo la Ilíada de los propios labios de Aquilesl". (l) Todos los elementos del aliento nacionalis ta de Venezuela heroica están allí: la gran épica nacional (la "rlíada") que liga las lanzas llaneras (ocasionalmente patriotas) a las viejas espadas homéricass; (2) el relato totalizador auspiciado por el estado (bajo la especie del prócer) que une simbólicamente una memoria a un territorioe; (3) un repertorio dercrminado y homogéneo de sujetos (Bolíva¡ la Legión Briránica, Páez) erigidos en proragonistas exclusivos de ese relato; (() Ia conversación entre pares ("blancos", leÍados, hombres de estado) como ámbito exclusivo de esa memoria. Independientemenre de las opciones políticas circunsranciales -Blanco era conservador (Cf. Silva Beauregard: 1994; Bolet Toro: 1998, 2000)el impulso de venezuela heroica es el impulso general de la era Guzmán Blanco (1870-1888)10: un enfático arresro cultural para religar todas las insrancias sociales a un imaginario único de nación-estado, cuya pieza central es la consagración de la memoria de Bolívartt. venezuela heroica es el "evangelio de la Parria" como la llama Vallenilla Lanz recordando su lectura infandl de la obra (Plaza, 1996: 177). Zdrate, considerada el inicio de la narrativa de inspiración nacional (Barnola, 1963: 21)tz, es una obra más secular, pero de intención no menos piadosa. A primera 762 , "'f, ,";,i:1.; li3:ili.,, :;,:.ffi Ii8::;; vista su repertorio de sujetos es, si no idéntico, al menos complementario: orgullosos veteranos de las guerras de independencia, en una espiral que va del elevado caudillo al modesro soldado algo inclinado al aguardi.r.,re (otra vez Páez, el coronel Gonzalvo, el teniente orellana, el sargento camoruco), jóvenes militares imbuidos de espíritu nacionalista y reverencia a las instancias de autoridad (Horacio Delamar), propietarios de hacienda de viejo corre patriarcal (Don carlos Delamar), lerados o arrisras (Lastenio sanfidel). Así como el centro de la anécdota arriba mencionada es páez, el centro del mundo post-independendsta en zárate es la hacienda azucarera que, con diversa fortuna, dirige don Carlos Delamar, una "porción de paraíso" en medio de las recienres devastaciones de una guerra que no dio cuartelll. Sin embargo, zdrate es más que la indivisa celebración de un prócer (páez) o de una particular síntesis social (el parimonialismo agrario). Este deslizamiento del sentido ocurre por la intromisión en el seno de esa congregación del poder y del prestigio de un invitado improbable: Santos zárate, el bandido llanero que no sólo comparte un lugar honroso en la mesa de Don Carlos, sino que está inextricablemenre ligado a los destinos de su familia, y es responsable de su salvación. Así, leeré zárate no como una novela de indiviso aliento nacionalista (aunque negar su presencia, e incluso preeminencia sería en vano). Más ailá de la serie criollista que culmina enDoña Bdrbara (Rómulo Gallegos, r9z9) a través de iEn este país! (Luis urbaneja-Achelpohl, 1910) donde las -y virtudes de la novela de Gallegos serían proyectadas retrospectivamente sobre el difuso borrador de Blanco- Zá,rate es un lugar donde las contradicciones e imposibilidades del proyecro nacional, y sobre todo su ligazón esencial con la violencia fuera de la ley (sobre la que la ley se funda), se ponen de manifiesto como una suerte de "retorno de 1o reprimido" en el ,,inconsciente político" (Jameson, 1981) decimonónico14. zdrate toca el punto ciego del proyecto nacional. Luego de ese contacto con 1o abyectol5, retrocede ante él con cierro horror que se disfraza de resignación ante el destino de las almas perdidas para el proyecro nacional, la triste suerre del llanero del Apure que podría haber sido compañero de páez en "las gloriosas jornadas de Mucurita, La Miel o Las eueseias" (432) pero que se resignó a ser un outlaw con su cabeza tasada en dos mil pesos ({22). 261 J. Pri:lo Dabove. El bandido y su legado maldiro... Es¡¿Jl¿;s 13-14: 26.77 (2005-2006) : 259-79A "EI Tt¡rreón": feudalismo J cdpftalismo penféñ.co Durante la Colonia, la familia extendida fue la identidad jurídica-político. económica por excelencia en Hispanoamérica. Las Constituciones sinodales, de 1687, por ejemplo, reivindicando la preeminencia de los blancos criollos, obligaban a jueces del tribunal eclesiástico y curas de almas a diferenciar enrre "padres de familia" y "multitud promiscual". "Padres de familia" no nombraba, desde luego, a cualquiera posibilitado de paternidad biológica, sino a un secror particular de la sociedad que compartía el poder con el clero y con la autoridad secular. No los vecinos corrientes que formaban un hogar cristiano, sino el reducido grupo de personas que además de mujer e hijos renían propiedades, servidumbre y esclavos (Pino, 2000: 45). Don Carlos Delamar es sin duda alguna un padre de familia. Y en rorno a la metáfora de la paternidad como eje del orden social la novela hace su primera apuesta, por la cual el parimonialismo latifundista, esclavista pero benévolo, de ilusoria raigambre colonialló, se presenta como principio de organización legítimo y hasta natural. La hacienda es el espacio donde todo conflicto social se anula. No hay confliao racial porque la esclavitud en la novela no es una institución orienmda a la explotación de mano de obra (119)iz. Err' más dirigida a la protección de los cuerpos y la evangeli;ación y disciplina de las almas (las habitaciones de los esclavos son un ameno claustro, no una prisión) ls. No hay confliuo económico porque la hacienda azucarera parece no codiciar tierras o recursos y abre sus pasturas y aguas a los campesinos pobreslq. No hay confliao político porque don Carlos rechaza tomar partido durante las guerras de la independencia y abandona Venezuela por Europazo. En el orden natural de la hacienda, toda práctica social es redundanre, porque no hay transformación de 1o social, sino repetición y perpetuación al infinito del sr¿tus quo. Por eso la fiesta (y no la producción) es el modelo de práctica social (hay al menos tres en la novela, de diversa publicidad). Los personajes pertenecen desde el principio a un lugar social (que la novela hace equivaler a un lugar moral) , en el que todos, con las excepciones de Santos Zárate y Sandalio Bustillón, se encuentran cómodos. Esto tiene dos corolarios nada sorprendentes. En el mundo de "El Torreón" no hay trabajo y no hay violencia. En la novela nunca se muesrra a nadie -)Á^ ' "'ix,?;,3:1'; ii3:i;i",lni,'.,,i; : I j::;; trabajando, salvo en el capírulo xvt, "Un ldilio al ffavés de una reja", v en las diversas actividades de Gresa y Clavellina (costura y arreglo de vestidos). Pero en ambas ocasiones el trabajo se orienta al consumo ostensible (a la fiesta), no a la producción de una mercancía2t. Asimismo, nunca se mencionan los tablones de azúcar que sostienen la hacienda, salvo como refugio o habitación del mal, en el episodio donde el teniente Orellana encuentra aZáratelOliveros en el cañaveral (342-343). Por otro lado, la legitimidad del orden patriarcal es tan abrumadora como para hacer, en la visión del patriarca, innecesaria toda apelación a la violencia, tanto la violencia penalZ2, como la coerción a los esclavosll. Si el trabajo y la violencia han desaparecido, es porque "El Torreón" habita un remanso fuera del tiempo y de la Historia. Por eso, la novela refiere de manera tanto explícita como indirecta a la condición paradisíaca de la hacienda (182, 184, 187, 189, 289), y el jardín y los paisajes silvestres adyacentes (esto es: lo meramente decorativo) son el único rasgo digno de notación de la entera unidad de producción agraria. Sin embargo, esta imagen de la hacienda como locus dmoenLLs, que haría de Zdrate una tardía versión de María, encuentra un límite inrnediato aún antes que el mismo desarrollo de la trama la descomponga. Hay una duplicidad, inscripta en su nonrbre mismo, que cruza la identidad de la hacienda. Como vimos, el patrimonialismo, que se concibe como al margen de la Historia, apela con toda coherencia a una imagen intemporal que, cuando condes- ciende a formularse en términos políticos, remite al paradigma medieval, donde la casa es una fortaleza y sus habitantes son "castellanos" (como se llama repetidamente a Aurora, por ejemplo)z+. 5'n embargo, lo más "medieval" de la arquitectura de la hacienda es el torreón que le da su nombre. Pero el torreón no pertenece a la casa solariega, sino al trapiche (112). Así, el emblema marcial de la feudalidad (el torreón que se impone a la gleba como parte eminente del teatro de la ley) es arrebatado por la realidad -más pobre- del capitalismo periférico. El emblema de la feudalidad no pertenece para nada a la feudalidad sino al orden de la producción y a la historia: a una técnica de producción, por añadidura, en vías de convertirse en vetusta (el café era la mercancía en ascenso en Venezuela hacia la mitad del siglo xrx, y era ya el principal artículo de exportación para la época en que Blanco escribió la novela [Yarrington, l997D.Es de ese desplazamiento del feudalismo 265 J. Pablo Estudbs Dal.ove. El bandido y su legado maldito.." 13,t4: )o.17 (?005-2006): Z57-Z9O autosuficiente con el que el orden agrario se imagina a sí mismo, a la realidad del capitalismo azucarero en descenso, de donde surgen los conflictos de la novela25. Los conflictos son de dos órdenes y están corporizados en dos personajes: Bustillón y Zárate. En el primer caso, los flujos del capitalismo erosionan el orden (imaginariamente) inexpugnable y auro-susrentado del patriarcado rural y posibilitan las infames aspiraciones de advenedizos como Bustillón. Más rico que don Carlos (412), Busrillón quiere sin embargo legitimar su dominación por medio del matrimonio con Aurora, la hi;a de aquél (411 y ss.). El capitalismo, generalizando la lógica de la mercancía, implica el quiebre de la ideología que sustenta el origen simple de los valores, ya que en el mercado todo valor depende de la interacción de agenres conringenres. Bustillón representa esa ruina, ya que es quien careciendo de valor (de linaje, de origen) se ubica como hombre de influencia en el naciente esrado. Como correctamente señala Silva Beauregard, Bustillón es una alegoría del Guzmanato, de las dudosas credenciales de sus hombres eminentes, de los aún más dudosos proyectos en función de los cuales la enrera gestión se legitimaba, y de las formas que la modernización finisecular tomaba en Venezuela (Silva Beauregard, 1994: 418-421), en particular, la constitución de una poderosa burocracia (en términos reladvos) adaptada a las nuevas reglas de la venezuela burocrárico-comercial que Guzmán Blanco estaba creando (Lombardi, 1982: 187 -205)za. En el segundo caso, las convulsiones de la Guerra de Independencia habían deteriorado la capacidad de la sociedad esramenral para sostener su posición frente a las fuerzas que habían jugado un rol decisivo en el conflicto. Zárare es la metáfora de esos nuevos vectores de violencia y de su relación problemática con nuevos y viejos detentadores del poder en Venezuela. Como una "alegoría del presenre" zárarc represenra el declive de la vieja esrrucrura de poder en la venezuela de Guzmán Blanco y el reajuste de la gravitación en la política nacional de los secrores cuyo poder se basaba en la rierra (Lombardi, 19g2: 199). A pesar de ser un rerratenienre, don carlos tiene poco peso polírico en su zona y nula influencia en la política nacional. Como el personaje de Presentación en L¿s lanzas coloradas (Úslar-Pietri, 1931) pone de manifiesro, una hacienda azucarera podía ser una base de poder formidable para lanzar una carrera como caudillo (este es el paradigma clásico del caudillismo, según 266 ' ""[:,],?:','; ?i3 #¿;,':r#, lX$::;; Lynch, 1992). Don Carlos es incapa: de movilizar esa plataforma de poder. es entonces el tropo que corpori:a esta migración del poder fuera de ia hacienda, hacia un principio nómada que entra en alianzas con la élite agraria tradicional, pero que no pertenece a ella. Si bien Zárate y Bustillón son anómalos en el orden social cuyo vértice es "El Torreón," no 1o son de la misma manera, y no mantienen con el Torreón la misma clase de relación. Zárate Zárate como anomalía Camuflado como José Oliveros, Zárate entra en escena (llega a la hacienda de Don Carlos pidiendo posada) al mismo tiempo que la épica de Venezuela heroica concluye, cuando el sol de la revolución se pone y ia tormenta de la guerra civil ya se anuncia: Días próximos a la batalla de Carabobo [a misma batalla sobre la que gira la anécdota de Venezuela Heroical, J a Ia puesta del sol, entre los espesos nublados de una lluviosa nrde del mes de mayo de l82l , hallábase don Carlos Delamar sentado, como de costumbre, en el corredor del patio exterior de la antigua casa de su hacienda, cuando vio entrar en el patio, por el y dirigirse lentamente a la habitación del mayordomo a un desarrapado viajero montado en un triste rocín pobre de carnes, que anunciaba en su andar el más extremo abatimiento. (160, callejón de limoneros, énfasis mío). Esta escena es el reverso de la Ilíada que el joven Blanco escuchó con avidez. El relato de Páez se enfoca en el centro de la batalla y en sus partícipes ilustres. (Recordemos que las batallas de la llíada son una suma de combares singulares, de desafíos o fortuitos encuentros entre héroes bien caracterizados). La entrada de Santos (que llega a "El Torreón" para saquear la hacienda y asesinar a sus habitantes) nos lleva a los márgenes de esa batalla, a un espacio de violencia centrífuga, poblado de campesinos pobres que quizás pelearon las batallas de la Historia pero cuya violencia, más allá de las mejores ilusiones letradas, no se circunscribió nunca a los límites de la épica nacional. Dice la novela: /6i j. Pablo Dabove. El ba¡'rdido y su legado maldito... Esr.udios 13-14: 2617 (l-rC5-200ó): 259-?90 Tias el legionario que dejó las armas, apareció el bandido. Desde las primeras alboradas de la paz, numerosas cuadrillas de malhechores infestaron los caminos y se parapetaron en los bosques de algunas de nuestras provincias. Los vecindarios de los campos, los caseríos extraviados, las aldeas indefensas y hasta los pueblos no guarecidos con tropas regulares fueron teatro frecuente de robos y asesinatos, cometidos con inaudita audacia (45). A diferencia de Cisneros, que porfiadamente sostenía la causa realista, Zárate no parapetaba sus criminales fechorías con el escudo transparente de la política: era más franco. Duranre los últimos años de la guerra de Independencia había ejercido su honorable profesión de salteador de caminos, tratando con ejemplar imparcialidad a venezolanos y españoles, y sin que fuera parte a influir en la penetración de sus delitos la bandera política a la que sus vícrimas esruviesen afiliadas (46-47). Zára're es, así, la aparición de un principio heterogéneo (para la novela: incomprensible y maligno, al menos inicialmente) en la escena de la fundación. A diferencia del enemigo realista, fiente al cual se forma por contraste un sujeto nacional uniforme, el bandido descompone el "entre nos" del relato totalizador, porque aparece en el seno de ese sujeto nacional y demuestra que en el drama de la independencia alguien era un imposror. Dice Blanco: Terminadas las guerras de [a independencia y entregados nuestros hombres eminentes a la reorganización del país, así como los ciudadanos todos a recuperar por medio del trabajo el bienesrar perdido en largos años de persistente lucha, Venezueln exhibió LLn nueuo cdncer, oculto has[a entonces por el humo de los combates y bajo la máscara política con que de ordinario se cubrieran las más ruines pasiones. Pero desautorizado el pretexto de la guerra, se hicieron insostenibles los disfraces, y tras el legionario que dejó las armas, apareció el bandido. 268 t "oI:,?,"Ti'; ll *ijfl l;ü''. # I i3::;; En Yene:uela heroica la nación es un cuerpo que despierta en la independencia (1 i). En ese cuerpo, Zárate es un cáncer (45). No se sabe cómo es, pero está allí; se cree que está en un lado pero esrá en otro (o en muchos otros, 253264); se cree haberlo eliminado, pero resurge como una metástasis (68.69).La caza del bandido supone el dominio del cuerpo como meráfora de la estatización del territorio. Pero el bandido no es un enemigo exterior (como el español), otro cuerpo a fin de cuentas, y en tanto que tal provisto de una forma inteiigible y iocalizable, sino un enemigo que no se hace presente. La épica de la independencia, tal como es narrada enVenezuelaheroica, lo es en tanto supone la co-presencia, el mutuo reconocimiento de los adversarios sobre un mismo espacio tanto físico como simbólico: el campo de baralla que se disputan. Zárate nunca da batalla si puede evitarlo. Y, como en Güere, da batalla para salir de la batalla, escapar del cerco armado que el estado riende, escapando del reconocimiento (395-400). Zárate parece constituir una amenaza aún más grave que los realistas de antaño, porque pone en tela de juicio no sólo el disfrute de la propiedad, sino la instancia de la cual el derecho de propiedad emanaba: y la exasperación de las autoridades provinciales habían llegado al coimo. Semejante aventura [a serie de robos que Zárate y su El despecho banda acababan de cometer] , a más del crimen que encerraba, era tildada de insolente provocación a los encargados de vigilar y sostener la moralidad pública, de burla sangrienta al supremo decoro de la magistrarura. t...1 Destacamentos de tropas regulares recorrían los caminos. En todas partes relucían bayonetas, y hormigueaban soldados, ansiosos, a cual más, de satisfacer el justo enojo de sus burlados jefes; pero sin encontrar sujeto alguno sobre quien descargar el peso de la ley y de sus iras, que, muy bien atacadas, llevaban todos juntos en el cañón de sus fusiles. No obstante la contrariedad de no topar al enemigo, hubo propósito de declarar el estado de sitio en la provincia; y cual si hubiera resucitado Boves, y corrieran aquellos días de sangre que precedieron las jornadas de La Victoria y San Mareo, y 3 las más funestas derrotas de La Puerta, la agitación era extremada, la alarma incesante punto (264-?65). campesinos subidillo de 269 y el pánico de nuestros J. Pablo Dabove. El bandido v -.u legrdo maldito... Estudios 13-14: 26-77 (20C5-l¡'tló): :59-290 Así, la situación de partida en Zórate conrrasta un imaginario patriarcal, donde los límites son naturales y legírimos, a una realidad que es la de la ausencia de límites, y donde Zárate plantea un principio de soberanía alternativa. No sólo disputa arrebara- los caminos, las haciendas y las -y de campos-volantes (4ó), sino que reivindica posadas a las ineficaces partidas el dominio exclusivo de la selva de Güere, la contraparre oscura de Carabobo, ligada simbólicamente a una memoria de violencia y rerror que no es la de la nación-Estado: La selva de Güere, como las trágicas selvas bretonas, abundaba en fantásticas tradiciones. Era fama que en las oscuras noches de noviembre agigantadas aves negras, cuyos graznidos lastimeros imitaban lamentaciones y ayes desgarradores, se abatían sobre los copados samanes próximos al camino que atraviesa aquel bosque, y con tan formidable aleteo revolaban en las profundas sombras, que a muy larga distancia se le oía como el fragor lejano de un furioso huracán. Teníanse a estos fantasmas por las almas en pena de los asesinados en pecado mortal en aquellos lugares, y no faltaba quien jurase haber visto y oído, a par de danzas de brujas y descabezados ambulantes, tan infernales diabluras. Pero aparte lo sobrenatural, era lo cierto que desde tiempos muy remoros la susodicha selva había gozado de atroz reputación. A promedios del pasado siglo, un insigne salteado¡ apellidado Cúchares, la había elegido por guarida, después de abandonar la montuosa quebrada de los Cucharos, próxima a San Mateo, que lleva aún el nombre que dieran a la banda de aquel empedernido malhechor. [...]. Pero no eran solamenre los salteadores de caminos los que tales atrocidades cometieran en la selva de Güere: las terribles pasiones que se agitaran en Venezuela durante los primeros años de la guerra de Independencia la eligieron repetidas veces para saciar crueles venganzas; y todavía en 1816, al emprender Mac Gregor y Soublette la gloriosa retirada desde Ocumare hasta el Juncal, encontraron, palpitantes aún, al cruzar aquel bosque, los cadáveres de veintinueve patriotas asesinados por Chepito González (391-392). La selva conjuga saberes alternativos, un capital cultural campesino que para la conciencia ilusrada es sólo "superstición". La novela dedica un entero 270 ,l , n,oF.,o,i|?,,., I f l:i:i",I #,'..,Tffi l1Í::;; capítulo ("Viejas preocupaciones") a explicar e1 ascendiente de esas supersticiones, y a establecer una distribución de los saberes locales. En esta suerte de etnografia de inspiración nacionalista, por un lado están aquelios saberes rescatables y que por ende se asocian a la hacienda; por otro, están aquellos que son un peligro y son invalidados por su asociación con el bandido. Así, la selva de Güere no es un escondite, sino literalmente otro reino. El estado, cuando decide finalmente golpear al bandido, no encara una mera operación policial, sino una conquista en toda forma, y avanza sobre e[a palmo a palmo, hombro contra hombro, como en O Cabeleira. donde el cañaveral en el cual se refugia Cabeleira es echado abajo prolijamente y "Cada pé de cana era um pé de gente" (Távora, 1876: I75), o como en Os sertóes (Euclides da Cunha, 1902), donde el ejército avanza casa por casa a lo largo de semanas. Este no es un paseo militar, sino la violencia inaugural que se ejerce sobre un territorio refractario al estado y que no pertenecía a é1. Dice Blanco, Más de quinientos soldados de la tropa de línea y otros tantos milicianos, desde la madrugada, ejecutaban lo dispuesto por el comandante militar y [...] la pavorosa selva, tan temida, se encontraba rodeada por un extenso cerco de bayonetas que, a proporción que en movimiento penetraban en el espeso bosque, reducían el dilatado círculo que al principio formaban. Acaso aquella era Ia primera" c)ez que tan crecido número de pies moviéranse a penetrar al mismo tiempo en la sombría espesura de aquella abundosa aglomeración de corpulentos árboles y tupidos zarzales, a cuya sombra tantos crímenes se venían cometiendo desde épocas remotas (390, énfasis mío). Pero esta conquista está lejos de ser una épica de frontera (incluso si rústica e ingloriosa). Como en las historias clásicas de bandidos sociales, el ejérciro sólo puede entrar a la selva de Güere con alguna posibilidad de éxito cuando Zárate es traicionado. En este caso, la quinta columna es Tánacia (390), la bruja mediante la cual Zárate sostiene ante su banda la superchería de su doble visión (239-24l)21. Lo crucial aquí es que el colapso de la banda es causado por una disensión interna, no por la superior eficacia del estado28. 271 J. Pablo Dabove. El bandido y su legirti,-r ¡rridito... Estudios 13-14: 26-27 (2005 -2006)' l5t-:9C Pero la anomalía deZárate con respecto al imaginario de la nación-estado va aun más allá. En el principio de la novela, el capitán Horacio Delamar, su cuerpo de veteranos y su amigo el pintor Lastenio Sanfidel (un Tülio Arcos o Alberto Soria aqtantlalettre) entran en los Valles de Aragua comisionados para perseguir a Zárate, misión que Horacio no disfruta particularmente pero que le permitirá visitar a su tío Carlos y a su prima Aurora después de años de ausencia. Al llegar a La Victoria, se enteran de que Zárate ha sido capturado. El prisionero, finalmente, resulta no ser el célebre bandido sino un cómplice menor. Cuando se descubre el error, el prisionero ya había sido envenenado (por el verdadero Zárate, para evitar la delación). Sin embargo, la posibilidad de la sustitución hace la escena aún más significativa: Lárate asoló la región por años, y era ya una sombría celebridad nacional (Páez mismo comisiona el cuerpo de ejército al que pertenece Horacio). Pero nunca nadie lo había visto, nadie conocía su rostro (y por eso tiene todos), nadie sabía cuál era su raza (y por eso tiene todas), nadie sabía dónde estaba su refugio, o dónde estaba en un momento dado (y por eso está en muchos lados a la vez). lQué nos dice esta escenal Más que la propiedad o la vida, Zárate pone en cuestión la grilla disciplinaria, elprincipiumindividuationis en la que se funda (o pretende fundar) una comunidad co-extensiva a la nación-estado. Zárate es un mero nombre, un significante flotante (Laclau, 1996) que conjuga los temores y deseos imaginarios de la colectividad. La realidad del prisionero aterradora- es secundariaze. -nada está, aquí está; ya le -Aquí en el río. tenemos- gritan hasta reventar los apostados Y entre una doble fila de soldados, y a horcajadas sobre el lomo de un asno y bien atadas las manos y los pies, divisa la sorprendida muchedumbre la innoble figura del prisionero, especie de bruto montaraz, sucio, harapiento, pálido y tembloroso, de aspecto vil a la par que cobarde, con la cabeza descubierta y rota, tachonado el pelo de coágulos de sangre, lo mismo que el pecho y las espaldas, y sin ninguno de los rasgos fisonómicos con que le habían descripto sus apologistas, quienes, corridos de vergüenza, de despecho y de asombro, se encontraron chasqueados. t...1 Repuesta la sorprendida multitud de su primera decepción, vitoreaba al oficial que había apresado al susodicho malhechor, exageraba por su cuenta 11') _] ji1", "*fx #3ffi .l i 3: I ü,' ;*il 11 $;;; el arrojo desmedido de aquél, su astucia incomparable y su insigne victoria [...j mientras que absortas todas las miradas en el maniatado bandolero, principiaban a encontrar en el rostro y en la triste catadura de aquei desgraciado rasgos característicos de la ferocidad, pujanza y osadía, que a la verdad no se ostentaban con viveza, sino en la imaginación sobreexcitada de quien suponía verlos. decía un pulpero-; pues mírenle los ojos; si parecen dos -iJesúslbrasas. los dientesl- añadía un timorato, exhibiendo los -iY comido carne humanal propios-; iese ha en la arruga que le cruza la frente, y lo abultado de los -Reparad maxilares; son señales muy significativas- reargüía a su compadre el sacristán, el albéitar del pueblo con humos de experimentado anacomista. cabezal- exclamaba en un portal un estevado procurador de de frenólogo-; pues no están poco desarrolladas -iQué presos con pretensiones en ese cráneo las protuberancias de las pasiones criminales. qué me dice usted de ese ángulo faciall- exclamaba ruidosamente el -iY boticario. Y todos asentían y se inclinaban ante tan justas y profundas observaciones. (s0,52) Zárate come familiarmente en la mesa de don Carlos Delamar, participa de la conversación inter pares que circunscribe la comunidad imaginada "Venezuela". Zárate está más allá de toda posibilidad de conocimiento o aprehensión. La conuadicción de ambas sentencias es sólo aparente. En tanto principio anómalo de lo social, Zárate es la absoluta exterioridad que, de retorno, arruina toda pretensión de interioridad. Pero en tanto principio alternativo de violencia que arruina la distinción interior/ exterior, Zárate presenta otro peligro: reemplazar el principio de violencia en el cual la interioridad imaginariamente se fundaba. Narrativamente esto se formula asír Zárate amenaza reemplazar a Horacio como sujeto privilegiado de la violencia centrada en el estado (Páez) por la mediación de la ley:0. Hay dos escenas, de gravitación diversa, donde este riesgo aparece. La primera es la fiesta de la Virgen de la Candelaria, en Türmero. Durante los toros (en el ámbito hispánico, celebración máxima de la sociedad estamental 273 j. Pabio Dabove. El bandido y su legado maldito... Er¡¡Jlr.is 13-14: 26'27 (2005-7006): 259-29A quien Horacio [Cf. Pedro Viqueira Albán]) el pañuelo de Aurora -a el pañuelo, 1o corteja- se vuela y cae en la arena. Horacio entra a rescatar que lo pone a merced del toro. Un desconocido (Zfuate, disfrazado) entra y torea y mata al toro, salvando al joven capitán por primera vez. Cuando todos van a felicitarlo, éste ya ha desaparecido (338-339). La segunda ocasión es aquella en la cual Santos evita el fusilamiento y la pérdida irreversible del nombre Delamar. A esta última y crucial escena nos referiremos más adelante. Zárate y eI lado oscuro del patrímonialismo Zárate tiene muchos rasgos del noble ladrón hobsbawmiano3r. Oliveros/ Zárate se presenta en la hacienda herido y necesitado (160) y, conrra sus expectativas, don Carlos lo aloja en capilla solariega (168-169), y lo sorprende con el espectáculo cristiano de la caridadsz. La confiada generosidad del hacendado gana así la inexringuible fidelidad del bandido y lo adscribe al eje imaginario del patriarcado rural (I72). Zárate deviene así un inadvertido retainer de Don Carlos (que no sabe sino hasta muy tarde que Oliveros es Zárate t401]). El ejemplo más transparenre es cuando éste viaja a Maracay por negocios, y Oliveros/ Zfuate lo acompaña de ida y de vuelta, sabiendo que sin é1, el anciano era presa fáciI (I74-177). Zárate, el principio de anomalía de lo social, permanece a 1o largo de toda la novela doblemente centrado: a nivel moral (en rorno a la figura de Don Carlos) y geográficamente (en torno a la hacienda de Don Carlos). Esto señala una duplicidad inherente ---e ideológicamenre morivada- en la apreciación del bandido. Por un lado, Zárate es una fíera (21,390), un jaguar (395), un tigre que debe ser cazado (148), la reencarnación de Boves (265), un monstruo espantoso (395), un enre sobrenarural (49), el dlablo mismo (264).Por otro, es un héroe que salva en dos ocasiones la vida de Horacio sin esperar recompensa. La oscilación de la figura de Zárate es la oscilación con la que se considera a la violencia campesina, la misma que transforma a los "bandoleros degolladores" de Boves en los "guerreros de la libertad" de Páez. La resolución de esta duplicidad es la segunda apuesra de la novela. Las distinciones entre lo oral y lo escrito van al centro del proyecto político de Blanco. El lazo de subordinación del bandolero a don Carlos es oral (tiene la forma de un juramento), ya que el orden patriarcal adopta la oralidad como forma de legitimación preferencial. En la caracterización de los patriarcas, don /.t+ "*F,,?;?:1";.?i 3:i;i"¿,*'.,'¡,1;,l Ii : :;¡ Carlos y Monteoscuro, son las ricas calidades de su voz (y la ausencia absoluta de afectación en esa voz) lo que se pone de manifiesro (138-140 y 195,i197) frente a Bustillón, marcado en la voz por su pompa, su sigilo y su seseo (72¡t:. Es por elio que en la novela, lo oral representado es axiológicamente superior a 1o escrito represenrado, lo funda y justifica. El ejemplo más enfárico es la orden escrita de Páez, anulando justo a tiempo la sentencia de Horacio (implicado por Bustillón como cómplice de Zárate) cuando Horacio estaba con un pie en el cadalso (436) . La orden es escrita, pero es sólo posible por el acuerdo oral enre hombres de valor que suscriben Páez y Záratet+. Blanco define para Páez y Don Carlos un mismo lugar simbólico, donde la voz justa equivale a la autoridad legítima: Como rústicos eran nuestros padres, renían la buena fe de ceñirse a la letra en materia de calificativos, y de llamarlo todo por su nombre; así las cosas y los hombres eran entonces 1o que realmente eran, sin subterfugios y sin ambages, ni exageraciones hiperbólicas: una vaca era una vaca; un bribón reconocido no era más que un bribón. Pecado mortal en lo político como en lo social era adueñarse de lo ajeno; y el que lo cometía era tildado de ladrón, y como tal tenido y castigado (237). Esa legitimidad no es igual a la legalidad (asentada en la leffa, y cuyo espurio representante es Bustillón), sino que es anrerior y superior a ella. Esa legitimidad es la que hace posible una alianza del centro con el margen, por medio de la cual la nación se reconcilia consigo misma: Páez y don Carlos son los únicos a los que Zárate respeta, y dado que es invencible, el pacto oral es la única forma de recuperarlo para el proyecto nacional. Lavoz patriarcal es la voz de la jerarquía y es la única con interioridad y poder de comunicación. Elotro tipo de voz en el interior de la éiite es [a del diálogo amoroso o amisroso (el de Horacio con Lasrenio, o el de cualquiera de ellos con Aurora), fuente consranre de infelicidad y equívocos. En Zárate (a diferencia de orros relatos conremporáneos a ella) no hay siquiera un simulacro de soberanía popular. La voz del ágora, la voz del pueblo en el diálogo de la plaza pública es simple ruido, supersrición que prolonga el imperio del bandido (235.237), o invención, mentira, exageración, errot como en el caso de la captura del íalso Zárate o en las conversaciones en J. Pablo Dab<.,r'e. El bandido y su legado maldito... Estudíos 13-l-t, lo-17 (7005-2006): ?59-290 Türmero (51-54 y 325-328). Las dos escenas donCe una voz popular aparece son frente al falso Zárate (51-54) y frente a la familia de don Carlos y los soldados que vienen a proteger Türmero. Esto es, la voz popular aparece siempre referida a un principio de poder y de violencia que [a excede. E irremediablemente, yerra en la consideración de ese principio (el preso no es Zárate,la nube de polvo no es ganado). Esto es, el pueblo como principio político es del todo inerte, casi inexistente cuando habla por sí mismo. Pero la oralidad popular no es un riesgo en la novela, ya que en última instancia es inofensiva por supersticiosa o por inconsecuente, como las insufribles letanías de Romerales. El verdadero riesgo del proyecto nacional conservador tiene un límite exterior en la escritura sin voz (sin valor, sin origen, sin interioridad). Ese riesgo se llama Sandalio Bustillón, ia letra que usurpa la autoridad de [a voz35. Modelos de esa usurpación son las leyes con las que se erige indebidamente en notable de la localidad (265) y sobre todo, las falsas cartas de Horacio aZárate (pergeñadas por Romerales) que ponen a Horacio al borde del cadalso (388-389). El efecto más radical, sin embargo, de la leffa separada de la enunciación legítima lo atestigua el hecho mismo que Zárate exista. La existencia de7árate no es un síntoma del error del orden patriarcal, sino de los peligros de apartarse de éste. Bustillón, ejerciendo torpe o maliciosamente su cargo de administrador de la justicia, es responsable de la incalificable muerte de la madre de Zárate (84), y la venganza de éste lo persigue hasta el final" De hecho, Zárate casi no ataca a nadie en la novela más que a Bustillón para ejercer su venganza (75,83-108). Así, la ausencia de un principio oral legítimo es lo que introduce por primera vez la violencia ilegítima (y no al revés). I-a" vinlencío fmdacimal como "justicia de Dios" Zárate nunca es capturado. Se redime (ya lo di¡imos) merced al pacto oral con el soberano. En la tradición del noble ladrón, el parlamento con el soberano implica su incorporación como brazo armado del estado. (Como en el caso de Robin of Sherwood donde Robin se convierte en arquero de Richard the Lionhearted, el soberano legítimo). Esta reconciliación se da en el caso de Zárate porque Páez reconoce que la trasgresión a la ley escrita (esto es, sus muchos robos, asesinatos y la asociación ilícita para ejercer la violencia) es 276 ' " "!1,?;,?:","; liHi;i'¿d&'^fi llil; secundaria frente a la fundamental fidelidad de ambos al código oral del valor y la lealtad (43?-436). Por eso la escena de la reconciliación está basada exclusivamente en una performance, donde Zárate no exhibe arrepentimientoló, sino un valor loco (paralelo al valor de don Carlos, dando posada y cuidados a un sospechoso desconocido): [Ante la negativa de Páez de perdonar a Zárate, cuya entrega es la condición de la salvación de Horaciol iEs decir, que usted no lo perdona?-agregó el desconocido con tono -supiicante. - iNol iQué para él no hay salvación posible? iNo! iQué 1o único que puede esperar es la muertel iSíI bien, general--exclamó con desesperación el singular defensor del -Pues condenado, poniéndose de pie-, haga de él lo que guste, aquí está. iDónde? - Aquí, delante de usted, mi general. -t...1 Está bien-dijo Páez-, -hagas hombre - de bien. t...1 iSantos Zárate soy yol te perdono la vida, pero a condición de que te ilo prometes?-añadió Páez. Lo prometo-balbució el- bandido, jadeante de emoción (434-435). aZárate y consigue el perdón para Horacio en el momento crítico (436). Sin esperar la liberación de Horacio, el bandido corre a interrumpir el malhadado matrimonio de Aurora y Bustillón y a eliminar a este último, quien significativamente muere en la horca, como un bandido (447). Así Zárate salva la honra de don Carlos, y abre la posibilidad del casamiento de Horacio y Aurora, que finalmente han hecho claros sus sentimientos el uno para el otro (384). Este es un final que en apariencia sigue las reglas de la justicia poética. Pero no del todo. Este final hubiese significado una caída definitiva: pondría al bandido y al homicidio que comete sobre la persona de Bustillón en el lugar de origen explícitamente reconocido de la salvación del orden patriarcal que Páez perdona -l t J. Pablo Dabove. El bandido v su legado maldito... Estudios L3 -14: 26- J,- tlir05-2006) : 259-290 en la novela pasa por "Venezuela". Esto es: el complot de Busdllón que hacía aparecer a Zárate como cómplice de Horacio se habría confirmado de una manera que Bustillón nunca hubiera sospechado. Esta alianza/ convergencia tiene antecedentes. Santos y Horacio son asociados en la novela a partir de una metáfora común, San Miguel, arcángel guerrero por excelencia. Sobre el principio de la novela, cuando Horacio y Lastenio se presentan intempestivamente, y su identidad es aún desconocida para los habitantes de "El Torreón", Clavellina exclama, ante la marcial apostura de Horacior "-íJesúsl [...] iel San Miguel Arcángell" (137). Cuando Zárate ha sido perdonado por Páez, vuelve a "El Torreón" a vengar a Don Carlos de la afrenta que Bustillón pretende inferir a su nombre. En ese momento, dice el narrador, Santos es el "demonio convertido en arcángel" (446) que imparte la justicia divina. San Miguel es el santo cuya estatua adorna el oratorio de la hacienda (123), que a su vez es el centro de la sociabilidad de ésta. Quien devenga San Miguel, deviene por ende bastión y eje del orden patriarcal. Nadie más calificado que Zárate. Tiene superior astucia (repetidamente engaña a Horacio), superior habilidad y fuerza física (repetidamente lo salva), y superior conocimiento de los verdaderos códigos que alientan el poder (consigue el perdón cuando Lastenio y Monteoscuro fracasan). Sancionar esta final superioridad hubiese confundido irremediablemente los lugares de Horacio y deZárate, en desventaja de Horacio. La novela hubiese superado de manera irremediable sus propios presupuestos nacionalistas, hacia una dimensión política inédita, donde la Selva de Güere, como fuente de saber y soberanía, habría superado a Caracas (e incluso a Europa). Es en este punto cuando Zárate exhibe la verdadera violencia del proyecto nacional, la puesta en escena de la conciencia de que el estado se construye sobre aquello que niega: la violencia no-estatal. Este es eLnon plus ulta de las ficciones nacionalistas. Por ende, esa conciencia debe ser reprimida, pero a la vez, no puede dejar de ser exhibida como Ja" desde siempre reprimídn: paradoja constitutiva de las narrativas nacionalistas, según Anderson famosamente estipulara: la negociación inconclusa entre represión e inconsciente político es el cuerpo mismo de la novela. Así, sobre el final de la obra, Horacio, que por un inverosímil olvido de sus libertadores no sabe que debe su vida, su fortuna y su honor a Lárare, irrumpe en donde el bandido acaba de ajusticiar a 778 "*[*Hü ?i i::i;f ¿ ru| ,,;j;,113::;; Bustillón. Apenas viéndolo, lo ataca, y sin que haya lugar a explicaciones (y más extrañamente, sin que don Carlos, que deb,e su honra aZárate, intervenga para detener la pelea) lo mata (453). Lastenio liega a la escena y pregunta: señores, decid, iQuién ha muerto a este hombre? -Decid, amigo- contestó el sacerdote. -Vuestro exclamó Lastenio horrorizado. -iHoraciolseñor- replicó Monteoscuro-. Pero en combate [eal. -Sí,iQué horror, qué horrorl- murmuró consternado el artista-pero es -verdad que Horacio lo ignoraba. /- preguntaron todos. -lQué a ese hombre le debe la vida. -Qu" Don Carlos elevó al cielo los ojos, como buscando la explicación de tantas amarguras; y al terminar de referir Lastenio el hecho heroico de Zárate por salvar la vida del capitán, el anciano, abatido, inclinó la cabeza murmurando: -iJusticia de Dios! (457) "Justicia de Dios", frente al flagrante asesinato de un hombre cuando éste había sido perdonado y redimido de sus crímenes, y había ¡edimido a todos de sus muchos errores e inepcias. Horacio se justifica por medio del subterfugio del "combate leal" (456), apelación a un código oral de la valentía del que hasta ese momento no se muestra seguidor (porque eso, entre otras cosas, implicaría justificar aZárate y su lógica de la venganza hasta el fin, explícitamente desaprobada)32. lPor qué la apelación a la "justicia de Dios" clausura toda reflexión sobre la muerte dei héroe de la novela? Porque la muerte de Zárate exorciza la contaminación que hacía tambalear el patrimonialismo. Restaura las fronteras simbólicas que hacen posible el casamiento final de los protagonistas, el "romance nacional" legítimo. La muerte de Zfuate muestra ---{omo en el final de EI Zarco, de Ignacio Altamirano- que no puede o no debería haber contacto entre el estado en el hombre de -representado estado, en el soberano- y la violencia del bandido, que existe antes y por fuera de la ley. El recurso a la trascendencia oculta así la contingencia de las decisiones políticas, ocultamiento que es el desesperado recurso sobre el que se asienta toda fundación. 279 J. Pablo Dabove. El bandido v sr.r ieqado maldiro... E studios 1 3' | 4 : 26. 27 ( 2 005 - I t-rr' o ) : 7 5 9 -290 Notas I Quisiera agradecer a Peter Elmore y a Leila Gómez, ambos de la Universidad de Colorado en Boulder, y a Alejandro Corrázar, de la Universidad Esratal de Lousiana, su lectura del manuscrito y sus vaiiosas sugerencias. 2 Con su correlato de urbanización masiva y no planificada; araque a la propiedad corporativa (eclesiástica) y comunitaria (indígena); implantación del capitalismo agrario dominado por la gran propiedad orientada a la exportación de cash crops; sujeción de las poblaciones pobres del campo y la ciudad a las necesidades económicas, políricas y militares de los estados nacionales y sus sostenedores i locales. Este choque entre perspectivas hegemónicas y subalternas en torno a la figura dei rebelde rural (eminentemente, las diferentes variedades del bandido social) es desarrollado con mucha más extensión en Dabove 2002, y en el iibro en prensa Nightmares of the l-etrered City: Banditry and Literature in Ladn América (18161929). a Este conflicto en torno a la representación está en la definición misma del bandido social que provee Hobsbawm. [Bandits] "are peasanr outlaws whom the lord and state regard as criminals, but who remain within peasant sociery, and are considered by their people as heroes, champions, avengers, fighrers for justice, perhaps even leaders for liberation, and in any case men ro be admired, helped and supported. This relation between the ordinary peasant and the rebel, outlaw and robber is what makes social banditry inreresting and significant. It also distinguishes it from other kinds of rural crime" (1969: 17). Para una crítica de la concepción de Hobsbawm, cf. Guha: 2000; Slatta: 1987; Joseph: 1990, 1991; Dabove: 2002. s La primera edición (1881) fue impresa en Caracas por la Imprenra Sanz. La segunda (1883), lo fue por la Imprenta Bolívar, también de Caracas. 6 Paulette Silva Beaure gard (1994), Karl Krispín (1997) Francisco V José Boler Toro (2000) sugieren que ia historia de Zárate replica (sueitamente) la de Dionisio Cisneros, a quien la novela menciona como contemporáneo de Zárate, para distinguirlo de él (4ó). La filiación es verosímil, pero algo dudosa. Mas allá de la relativa coincidencia geográfica (Zárate opera en Aragua, Cisneros en los Valles del Tüy), y cronológica (el peúodo inmediatamente posrerior a la victoria patriora), no hay mayores confluencias entre las carreras de uno y otro bandido. La única excepción es el común episodio del encuentro con Páez. No obstante, en el caso de Cisneros, el encuentro ocurre exactamente a la inversa que en el caso de 280 t"'f".,?;,i:1";!;::: j:1",1;,'.,'rÍi,11Í::;; Zárare. Este úldmo se presenta imDromptu en el despacho de Páez en Valencia para pedir el perCón de Horacio Delama¡ rasgo de temeridad que le gana su propio perdón. Por el contrario Páez, acompañado de un muy reducido grupo, visira a Cisneros en su propio campamento (el faccioso había rehusado dejarlo) para seilar la paz definitiva entre los dos compadres (Palacios Herrera, l9B9: 221). ? Eduardo Blanco refirió la anécdota a su asistente Key Ayala, y ésre la intercaló en "Edua¡do Blanco y la génesis deVenezuelaheroica." (1920: 60). 8 La analogía entre la guerra de independenciaylallíada o las guerras médicas (sobre de la batalla de La rodo el episodio de las Termópilas, donde fubas -héroe Victoria, en febrero de 1814- es Leónidas) es permanente enVeneTtLelnheroica. 9 Esre aspecto deVmezuelaheroica está muy bien desarrollado en el cuarto capítulo de la diserración de Christopher Conway: "Blanco's immensely popular work [... I is self-consciously preoccupied with the anchoring of geographical spaces in particular narratives of heroism, which forge national spaces out of terrirory" (1996: 199). Dice Blanco: "Hay lugares ma¡cados por acontecimientos de tanta t¡ascendencia, que no es posible, so pena de comprobar el más refinado estoicismo, o la más crasa ignorancia, pasar por ellos con indife¡encia. [...]. Uno de aquellos sarcófagos, tan glorioso para Venezuela como los ya citados [Carabobo, Boyacá, Ayacucho] se ofrece de improviso a los ojos del viajero que, por la vía de las montañas, penetra en ios risueños Valles del Aragua. En medio de los extensos campos de perenne verdura, se levanta una ciudad que, aunque triste y silenciosa cual si temiera tu¡bar con profana aiegría el reposo de ios heroicos muertos que encierra en su recinto, p¡egona sin embargo el alto ejemplo y los titánicos hechos de nuestros mayores. Aquella ciudad, cuyo renombre vivirá eternamente en los anales ame¡icanos, es La Victoria: escenario sangriento de una de nuestras más terribles y reñidas barallas" (Blanco, l99l: 5,6'7). 10 Para una excelente caracterización del clima cultural de la e¡a Guzmán Blanco, cf Silva Beauregard (1993). Para un sumario histórico de la era Guzmán Blanco, c[ lvforón (1964:174-182) y Lombardi (1982: 157'Zl1). 11 Esre esfuerzo historiográ{ico alcanza a la educación común, en el seno del sistema educarivo primario en expansión luego de la promulgación de la ley de enseñanza universai, gratuita y obligatoria (1873). Enrre las obras relevantes pueden mencionarse la Historia de Venezuela para niños (1883) de Socorro Conzález Cuinán, y el.Catecismo deHistoria deVeneluela (1885), de Antonia Esteller, como asimismo 1a publicación, contempo¡ánea a la deVenezuelaheroica, de las Memonas del general O'Leary (1800-1854), "por orden del gobierno de Venezuela y bajo los auspicios de su presidente, general Guzmán Blanco" (como reza la portada) entre 1879 v 1888 por la Imprenta de la Gaceta oficial. 281 J. Pablo Dabove. El bandido y su legad,r maldiro... 13 - 14: 26-27 (2005-7006) : 159-19C Estudios ll Este aserto se debe originalmente a Pedro Pablo Barnola, auror del único voiumen monográfico sobre 1a obra (1963), que dio origen a una modesra polémica. La primera novela venezolana stncto sensu es Ins Mórtires (1842) de Fermín Toro, pero dado su lema no-venezolano (está ambientada en Inglaterra) se la excluye de la nómina de "novelas nacionales". Más allá de la dudosa relevancia de este criterio, creo que podemos seguir afirmando el carácter crucial (aunque no inaugural) de Zárate en el panorama cultural venezolano. 1l Uno de los debates en la narrativa histórica venezolana giró alrededor de la naturaleza de la guerra de independencia. En la interpretación decimonónica, presentada enla Bíografía de José FéIix Ribas (1865) de Juan Vcenre González, y que alcanzó estatuto clásico en Venezuela heroica, la iniciativa y el aporre criollo habrían sido decisivos. "Fue una guerra civil," la conferencia de VallenillaLanz que luego sería el primer capítulo de Cesarismo Democrótico (1919), despertó en su momento duros debares porque desmontaba esta interpretación. Hoy, sin embargo, la versión de Vallenilla Lanz es la corriente desde luego, de la figura Juan Mcente -prescindiendo, Gómez como fin obligado del devenir hisrórico venezolano. Así, iniciada como una guerra criolla anticolonialista, mantuanos contra chapetones, devino casi de inmediaro una guerra racial y de clases fluan Úslar Pietri sostiene que la lucha de razas era la expresión que en Venezuela adquirió la lucha de clases, 1962:98). En ella, indios insumisos, cimarrones, pasrores o cazadores de ganado: los fuera de la ley del llano, formaron ia columna vertebral tan¡o de las fuerzas patriotas como de las realistas (Juan Úslar Pietri, 1962; Carrera Damas 1972; Roberr Paul Matthews 1977). Con el Táita Boves acabaron con Ia Segunda República y el dominio de la "brillanre" oficialidad patriota: los Ribas, los Piar, los Mariño, los Campo Elías. Con el Mayordomo Páez ganaron la guerra cuando cambiaron afiliaciones luego de la llegada en 1815 de la expedición de Morillo, el Pacificador. Pa¡a una historia de la violencia en los Llanos desde la colonia a principios del siglo XX, cf Izard. 14 Este acercamiento recoge y prolonga el aporte del artículo de Silva Beauregard sobre Zárarc. Silva Beauregard lee adecuadamente 1a novela como una alegoría crítica de su presente. En estas páginas, intentaré demostrar cuál es la relevancia particular dei tropo del bandido en esa crítica, sus límites y sus contradicciones. t5 Etimológicamente, "1o arrojado fuera." i6 Don Carlos a su retorno de Europa trata de restaurar la hacienda a su anriguo esplendor colonial, venida a menos por las calamidades de la guerra, no --{omo Santos Luzardo enDoñaBárbara o Carlos enPeonía- convertirla en una hacienda moderna. 231 ,-i¡. ' "'!',,o,;,*","; li i::i:';', : ¡t',:,j; l1*;; tz Hacia mediados de la década del 20', la esclavitud era una insrirución exisrente, pero arcaica. Dejamos de lado el místerio de cómo "El Torreón" pudo conservar su mano de obra esclava en una de las áreas más goipeadas por la Guerra de independencia (que desarriculó la economía de plantación basada en mano de obra esclava, ya que los esclavos había sido liberados para sumarlos a la causa ora realista, ora parriota, o se habían fugado). En Venezuela, el tráfico de esclavos había cesado desde finales del siglo xvrr (Pollak-Ele, 2000: 44), de modo tal que la mano de obra esclava de "El Torreón" había excedido su edad más propicia en casi un cuarto de siglo. Si los esclavos hubieran nacido en la plantación, la Ley de Libe¡tad de Vientres aseguraba que todos los nacidos eran libres por derecho. De modo que, en un caso o en otro, ia utopía agraria de "El Torreón" estaba condenada a la extinción. (Para un examen histórico de la esclavitud en Venezuela, cl Pollak-Elu: 2000). il8'A uno de los costados se veía la habiración del mayordomo y lo que entonces se llamaba eI repardmien¿o, dilatado ediflcio, especie de claust¡o con celdillas de diversas dimensiones que habitaban separadamente los esclavos" (1 12) . 19 "Bajo la copa de los árboles donde co¡ría la inquiera ardilla y cantaban innumerables y bulliciosos pájaros, venían a beber todas las tardes los bueyes y bestias de labranza, y atajos de yeguas con sus alegres potros, y pequeños rebaños de mansas vacas pertenecientes a los vecinos pobres, a quienes don Carlos les franqueaba sus verdes prados y el agua de su risueño lago" (113). 20 "Mal hallado en los comienzos de ia Revolución con la violencia de 21 En el primer caso, son los preparativos culinarios del fesdn dominical, celebración (frustrada) de la salud de la sociedad estamental. En el segundo, son los ensayos de vestuario para la fiesta de Nuesrra Señora de la Candelaria en Türmero. 22 lvíctor conversa con las pasiones que ensangrentaban el país, don Carlos había emigrado a España con su esposa y dos hijos [...]. Y pasó algún tiempo en la antigua parria de sus mayores esperando se calmasen en la propia los enconados odios y se pusiera punto a la efervescencia de las pasiones" (111). su padre sobre el bandolerismo] "-p.ro a esos malos hombres el niño s6¡1 yiygT¿- los debían matar como a las culebras para que no -replicó hicieran daño a los buenos. señorito, no, de dónde saca usted esas ideas; un hombre por depravado que -No, sea, es siempre un hombre, hechura de Dios, capaz de arrepenrirse y de ser útil a sus semejantes; no debe, pues, tratársele nunca como a los animales que nos hacen daño; y si la sociedad los castiga con la muerte es porque aún no esramos bastante adelantados para imponerles un castigo menos absurdo, que, sin pri.varles de la vida, los regenere y purifique" (130). 28i J. P:rbio Dabove. El bandido y su legado maldiro... Esrai¿os 13-14: Z6-77 QA05-2006) : 259-290 ll Rodrigo, el mayoral de la hacienda, es así claramente supernumerario. Sólo aparece para ser contradicho por don Carlos; esto es, para poner en evidencia su carácrer supertluo (ll9 V 162). Tianscribo una escena: [Don Carlos habla con el mayordomo] "-¡o oivide que solo debe emplea¡ en los rabajos aquellos esclavos que no estén enfermos. todos, como sucede siempre, dirán que tienen mil dolencias-replicaba -Pero Rodrigo. seño¡ usted conoce a los que 1o están en realidad [...]. -No estas excepciones, señor don Carlos, vamos a acabar .-Con por no tener con quien mover una paja. creo que lleguemos a ese caso; pero como se lo recomiendo a usted todos los -No días, debe practicarlo. Los hombres todos son criaturas de Dios y no deben ffatarse como animaies" (119). 24 'A pesar de 1o tosco y vetusto del edificio que servía de nido a la más hermosa castellana de aquellas fértiles campiñ.as, no carecía la solariega casa de cierta majestad, la que, ayudada por un pequeño esfuerzo de imaginación, bien podía asemejarse a un antiguo feudo de la Edad Media, por sus agudos techos, sus macizos muros y sus ventanas enrejadas" (112). 25 "El Torreón" usa el multisecular trapiche en lugar de la prensa de vapor, cuyo uso era ya corriente. Por otro lado, cultiva caña criolla en lugar de las variedades superiores de caña que se cultivaban en el Caribe insular (e incluso en Venezuela). Finalmente, a diferencia del café o el cacao, el azúcar no se producía para exportación (en parte dada su inferior calidad), sino que se desdnaba al consumo local y la elaboración de ron y papelón (Rodríguez: 1986)" En resumen: "El Torreón" está iejos de la imagen de una forma de capitalismo de avanzada, y don Carlos lejos de la imagen de una burguesía en la cresta de la ola de la Historia. Esta versión anticuada del capitalismo agrario es decisiva ya que justifica la llamativa falta de hambre de tierras, que caracteri:a la producción moderna de azúcar en América Latina en el siglo xlx, fuente de enormes conflictos agrarios (Pérez, 1989), y de retorno naturaliza el paternalismo de don Carlos hacia los campesinos, ya que ambas posiciones de clase no entran en conflicto, toda vez que no están compitiendo por un recurso escaso. 26 La apuesta de ia novela a la esencia como origen del valor se pone en evidencia en el cuerpo de Bustillón en tanto me¡áfora del origen espurio. Bustillón es, de todos los personajes de la novela, aquél cuya corporalidad es más nítidamenre señalada: gordo, calvo, viejo y sudoroso (7 1). Asimismo, aunque Oliveros lZárate actúa siempre de manera írreprochable frente a los Delamar, todos sospechan de é1, 284 J. Pablo Dabove. El bandido y su lesado maldiro... Estudios 13-14: 26-27 (2005-lüCo): :59,290 porque "saben" de qué se trate, la esencia brilia por sobre los afeites (126-127 para Clavellina y Aurora, 145 para Horacio). li como Domingo Miliani menciona co¡recramenre, la (fingida) omnisciencia de Zárate se repite en el caso de orra capirana de bandidos, Doña Bá¡bara (1993:97). 23 Y esta disensión se da porque Zárate viola una norma orai (e1 código no escrito del amor maternal), no porque la ley escrita intervenga de manera alguna al seno de la banda. Thnacia se vuelve contra Zárate cuando éste la obliga a pone¡ en evidencia la traición de su hijo, cascabel, condenándolo así a muerre (249-261). 29 Dice Zárate: "-Siendo quien soy no rengo más camino que seguir ei que sigo; y mientras no me maten seré el terror de estos valles, y la amenaza y pesadilla de todos los alcaldes de la comarca; lo que a fe me envanece, pues no ha1 nombre que suene más que eI mío de las vuelms del Aulamal a la cuesta de las Cocuizas, 1 de las costas del Chan a los morros de San Juan" (221, énfasis mío) . l0 silva Beauregard señala agudamente que "el escenario dezárate [Aragua, es] punto de confluencia entre los Llanos y la zona central. Este escenario tiene todas las caracte¡ísticas de una encrucijada en la que coinciden dos irinerarios, dos viajes, diametralmente opuestos". Horacio Delamar viene de Caracas, mienrras que Santos Zárate viene del Llano (1994:414\. 31 Su carrera comienza no con un crimen, sino como víctima de una injusticia de Bustillón; "desface entuertos" (salva a Horacio dos veces, salva la honra de Aurora y don Carlos); es sostenido por su gente; es derrotado o muerto sólo por traición, no se opone a los valores de su comunidad (el patrimonialismo agrario); se opone al tirano local (Bustillón, en este caso) pero no al soberano (Páez). Pa¡a una enumeración completa de los rasgos del noble ladrón (cf. Hobsbawm, 1969: 47)" 12 incluso, hay una referencia evangélica al episodio de Cristo lavando los pies de sus discípulos: "-iEs decir, que Ud. va a molesrarse por míl- dijo el viajero lZáratel pensativo-.iQue usted me recibe, cuando su mayordomo me rechazal-Ya usted lo ve. gracias, señor. amigo, todo 1o contrario. Usred me -Muchas proporciona la ocasión de hacer un -No beneficio, y es a mí a quien toca darle a usted las gracias. iA ustedl iDarme las graciasl--exclamó el desconocido asombrado. - Victor [dice Don Carlos], r¡áeme aquel frasco negro que esrá sobre [...] -Ahora el armario contiguo a mi escritorio. Y como José terminase de enjuagar la pierna del enfermo, don Carlos mojó unas hilas en el líquido que llenara el Íiasco negro traído por Vícto¡ y con sus propias manos fue a aplicarlas a la pierna de huésped, sobre la abierra ú1ce¡a. Pero el desconocido hizo un brusco movimiento al ver la intención del anciano, y retirando la pierna con presteza, exclamó, profundamente conmovido: iEs - del posible, señorl-y sus ojos se fijaron con asombro en el rostro venerable caballero" (163-165). 285 J. Pablo Esrudios D.r'octe. Ei bandido v su legado maldiro... ti-i:: lo-17 (2005-200ó): 259-290 El cristranismo es en muchas utopías rurales, el principio que solidifica el orden sociai. Ci. al respecto la larga escena del domingo en la esrancia de don Carlos, y la misa donde esclavos y amos comparten el sacramento comolugar de convergencia cuhural nanscktsisffi, (capítulos xvtt "Oüos tipos de nuesrros viejos tiempos" y xvIII "Celos que rugen y corazones que se expanden"). lJ Por la misma causa, Horacio "sabe" que OliveroslZárate no es hombre de fiar. Inadvertido de la presencia de Zárate en la mesa familiar, Horacio sufre una "inexplicable conmoción" ante el "raro rimbre de la voz de aquel hombre" (145). la El año en el cual ocurre la novela es 1825: es una elección cronológica nada casual. A partir de 1826 las desavenencias enrre Páez y Bolívar/ Santande¡ y enrre Venezuela y la Gran Coiombia empiezan a hacerse más y más obvias, con ocasión de las resistencias en Venezuela a las provisiones centralistas de la Constitución de Cúcuta, que se disimulan en la ocasional resistencia al decrero de alistamiento militar de 1824, desavenencias que desembocarán en 1830 en la separación de Venezuela de ia Gran Colombia (Banko, 1990: 59-96).1825 es un año en el cual Blanco puede aún reivindicar a Páez como héroe de una voluntad nacional o supra-nacional indivisa. A partir de allí, más allá de las décadas de indudabie prestigio y dominio, Páez será siempre el dirigente de una facción. Páezya anciano es el tema de oüas obras de Blanco, por ejemplo "Fecha clásica" o "El jardinero de 'La Viñeta"', recogidos enTradiciones épicas 1 cuentos viejos. 15 Bustillón, abogado corrupto y arribista, es un tipo que se prolongará en los personajes de los lerados advenedizos de poca o mucha monra de otras obras de Blanco (ci "Fecha clásica" y "Drama íntimo") , como asimismo en las noveias de Manuel Díaz Rodríguez, Rufino Blanco Fombona y de Rómulo Gailegos (cf. Mujiquita, en Doña Bárbara, nominalmente juez de distrito pero en realidad sec¡etario del Jefe Civil del pueblo, el cacique ño Pernalete). Bustillón es producto de la Venezuela decimonónica, donde las actividades y legislativas son mínimas, y donde los inrercambios económicos formales son insignificantes fuera de los centros urbanos mayores. La litigiosidad era extremadamente baja, dado que las instancias judiciales tenían poco presrigio frente a los mecanismos informaies firmemente establecidos de mediación y resolución de conflictos, lo que hacía del ejercicio de la abogacía una actividad improductiva. El campo natural para el desempeño de las personas preparadas en derecho era el desempeño de funciones oficiales, que en Venezuela estaban iigadas a las alternativas de la política caudillista (Pérez Perdomo, 1990: 1i). No existía una esfera diferenciada, ni perspectivas de una carrera autónoma. Bustillón, por ende, no era necesariamente cínico, sino que precisaba ligar su suerte a Ia de cada caudillo en el poder, o devenir un cacique urbano él mismo, y construir una base autónoma de pode¡ ambas prácticas condenadas por la moraiidad de la novela. judiciales 286 J. Pablo Dabove. El bandido y su legado maldi:o... E studios 13 - 14: 26 -27 Q0A5 -2006) : 259-l9rr 3ó El arrepentimienro pertenece en la novela a la órbita femenina (en esre caso, a Carmen, la concubina de Zárate, que lo insciga una y otra ve: a que se arÍepienra, 219,220, 422). r7 Cf. elepisodio delgavilán y el ioro (319-321). Bibliografía Banko, Catalina (1990) I-as luchas federalistas envertezuela. Ca¡acas: Monre Ávila. Barnola, Pedro Pablo (1963) Eduardo Blanco, creador de Ia nouela ueneTolrtna. Caracas: Tipografía Vargas S.A. Blanco, Eduardo (1981) Venezuelaheroíca. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República. (1997) Zdrate. Caracas: Monte Avila Edito¡es Latinoamericana. (s.{.) Tiadiciones épicas J cuentos viejos. París: Librería Paul Ollendorff. Bolet Toro, Francisco josé (1998) "zárate: las máscaras y los signos de ia idenridad nacional". Reuista de Literatura Hispmoamericarvt 36: 8-24. _(2000) "Zárate: la nación entre idilios y ambiciones políticas". 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