Verdad y libertad Verdad y libertad son conceptos que, si bien conocemos, cuesta conectar para llevarlos a la práctica. Solemos reclamar libertad, pero antes de esto hay comprender que la libertad implica responsabilidad de las decisiones que tomamos y que si no va de la mano con la verdad no es auténtica libertad. La verdad nos libera de las ataduras que la sociedad y que nosotros mismos nos imponemos por el ritmo de vida que llevamos. El objetivo de este ensayo es invitar a que seamos valientes y tomemos la decisión personal de marcar la diferencia, optando por la verdadera libertad partiendo de la verdad. Testimonio—Anónimo Hoy he decidido decir la verdad. Hoy he decidido no engañarme más. Hoy he decidido ser libre. Así es, ser libre es cuestión de decisión en la medida que nos inclinamos a la verdad y renunciamos a todo aquello que esclaviza el espíritu. Crecí escuchando estos conceptos, pero nunca les presté atención. No comprendí su significado, hasta hoy. En ese entonces creía que era demasiado joven para llevar un comportamiento recto; quería divertirme, ser libre y hacer todo lo que quería. Caí en el engaño del libertinaje porque en el fondo era una persona insegura que buscaba por caminos equívocos la paz interior en una falsa libertad, en una libertad que el mundo, la sociedad y los que me rodean habían hecho parecer verdadera. Todo lo contrario. Aunque hacía lo que a mis “amigos” les parecía que era libertad, yo no me sentía libre. Llegué a un punto de quiebre en el cual no fui capaz de continuar porque me sentía cansada, esclava de mis actos y palabras que cada vez me iban atando más a un espejismo que quien sabe adónde conduce... Entonces busqué a Dios, bueno, fue Él quien me encontró a mí. Comprendí que la verdadera libertad se logra cuando uno es capaz de controlar sus actos, pensamientos y palabras, y que ningún camino que se aleja de la verdad conduce a la libertad. Si miento, si oculto algo, es porque lo que planeo no es correcto, y es entonces cuando me vuelvo esclava de mi silencio, cómplice de la mentira. Aprendí que libertad es actuar con responsabilidad y templanza. No es hacer todo lo que se quiere, porque lo que se quiere no siempre es lo que más conviene. Las emociones pueden tentar con engañarnos y esto es peligrosísimo, pues si creemos verdadero lo que en realidad es falso, ¿Cómo llegaremos a ser libres? sería imposible. La inteligencia emocional debe prevalecer sobre el sentimentalismo, que es caprichoso e insensato, y que por consiguiente nos ata a impulsos y rebaja nuestra condición de seres bendecidos a esclavos de nuestros actos, manipulados por el miedo y la mentira... “Dios creó al hombre al principio y le dio la libertad para tomar sus decisiones” (eclesiástico 15,14) Es nuestra elección cómo utilizar la libertad que Dios nos dio. Si la utilizamos mal, lejos de ser felices, seremos reprimidos por la esclavitud de los placeres que el mundo promueve, los cuales son insaciables y llevan a la autodestrucción de la integridad humana. La verdadera libertad se disfruta en las pequeñas cosas, como por ejemplo: observar un atardecer, dormir con la conciencia tranquila, compartir una sonrisa sincera... A diferencia de los animales, somos libres por la capacidad de elección por nuestra capacidad de razonar, es decir, de discernir entre lo que está bien y entre lo que está mal. Somos conocedores de que cada acción repercutirá en consecuencias positivas o negativas, que pueden edificar o destruir. La verdad y la libertad parten de la decisión personal de cada quien y es en uno mismo donde se pueden truncar. Criticamos al mundo que está lleno de mentiras, vicios y ataduras que la sociedad promueve a tope, pero ¿Qué pasa dentro de cada uno de nosotros? ¿Defendemos la verdad sin subjetivismos? ¿Somos libres o esclavos de nuestros grilletes mentales que nos tientan constantemente a que nos sometamos a las mentiras que el mundo promueve? Si es así, es más insensato aún criticar a los demás cuando somos nosotros los que decidimos someternos a cadenas que nos corrompen. No hay nada peor que engañarnos a nosotros mismos, enmascarando en otros lo que a cada uno corresponde. ¿Cuántas veces hemos actuado de una u otra manera solo para agradar a los demás, o peor aún, solo para no ser criticados? ¿Cuántas veces nos permitimos ser despojados de la libertad por seguir modas, consumismo, o lo que los demás opinan que está bien solo porque todos lo hacen, pero sin tener la convicción propia de que es así? ¿Por qué nos dejamos engañar e intentamos comprar la felicidad al precio de nuestra libertad? Nada de esto debería dominarnos, pero es el miedo al qué dirán el que nos vuelve sumisos. Muchas son las cosas que nos pueden apartar de la libertad, y es que el concepto que se difunde sobre esta se ha reducido a un mero individualismo egoísta. Podrían ser las redes sociales, el trabajo, un vicio, una relación que no conviene, un mal hábito, rencores del pasado... en fin, cada quien sabe lo que le esclaviza, desde lo que puede parecer una pequeñez hasta una cadena de eslabones pesados que consumen lentamente a quien la lleva. La cuestión se complica cuando se sabe que hay una atadura y no se hace nada por romperla; claro, es más fácil acomodarse al margen de los grilletes que luchar por romperlos, y se ponen excusas como “los demás también lo hacen” “si dejo de hacer esto o aquello me criticarán”. La verdadera libertad exime de las coacciones que la esclavitud implica. Los seres humanos no somos máquinas que están diseñadas para actuar de un modo determinado. Tenemos la libertad de escoger entre las mil maneras de vivir que hay la que más conviene para la salvación del alma, para crecer y ser mejor persona ¿Por qué sometemos entonces a las reglas del mundo? Sabemos que Jesús vino para liberarnos por miedo, por gusto al placer, por seguir a los demás... Todos debemos defender la verdad, sin excepciones y debe partir de cada uno como una decisión personal firme. Para esto hace falta valentía. Siempre existirán excusas de sobra para ocultar la verdad, para deformarla, contarla a medias. No obstante, aunque sea difícil, tenemos que ser valientes para enfrentarnos a nosotros mismos. Somos libres en la medida que nos revestimos de la verdad. Solo entonces podremos afirmar que somos libres. Una vez me dijeron “puedes engañarlos a todos, pero nunca te engañes a ti misma” Si nos engañamos a nosotros mismos... ¿cómo seremos libres? Seremos esclavos porque queremos. Concluyo lo siguiente: Si partimos de la mentira, seremos esclavos de la mentira. Si partimos de la verdad seremos personas libres. Entonces... ¿Aceptaremos el reto de ser libres o sucumbiremos sin siquiera intentarlo? Andrea Villeda