Lea la entrevista de Laura Tenorio completa

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ENTREVISTA
Diego Ventura:
“Los que han ido en
contra mía, son los que
más me han ayudado”
Le entrevistamos de camino a Pontevedra. Antes de comenzar le advertimos que intentaríamos desgranar el perfil humano del rejoneador, que no íbamos a hablar del sota, caballo y rey del toreo. “Sí, sí; mejor, mejor”, dijo. Casi
sin darnos cuenta (y al tiempo que el coche iba engullendo kilómetros), Diego Ventura –el hombre– se iba sincerando con su interlocutor(a), al otro lado del teléfono.
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Texto: Laura Tenorio
Fotos: Juan Pelegrín y Oficina de Prensa de
Diego Ventura
Pregunta | Veamos el niño que fue:
si se retrotrae a aquellos días cuando llegaba a su casa del cole, ¿qué
le viene a la mente?
Respuesta | Que era un niño al que no
le gustaba nada estudiar, nada. Desde
entonces ya solamente me gustaba el
mundo del caballo, estar en el campo,
montar… De la Escuela recuerdo llegar
a casa sin ganas de haber ido y sin ganas de volver a ir.
¿Con quién se encontraba al volver
a casa?
Siempre con mi madre. Y también
había un señor mayor, muy amigo de
la familia y que para mí era como si
fuera mi abuelo. A veces me recogía él.
Recuerdo que le encantaba que montara a caballo y que quisiera ser rejoneador. Se llamaba Manuel, ya falleció.
Nosotros vivíamos en casa de los hermanos Peralta y él era la persona encargada allí.
Diego, ¿usted nació para ser torero/rejoneador?
Sí, sin lugar a dudas. Lo tuve claro desde pequeño. Cuando otros niños lo que
querían eran juguetes para jugar, mi juego era montar a horcajadas sobre una escoba y poner banderillas a una paca de
paja como si fuera un toro.
De no ser torero, ¿qué vida le hubiera gustado vivir? Fantasee, si
quiere…
Nunca me lo he planteado, porque lo
que me ha hecho realmente feliz es esto
del toro. Soy un chaval al que le gusta
el campo, los animales y mi cabeza ha
estado siempre en torear.
¿Se siente privilegiado?
Desde luego. Poder vivir, en estos momentos, de tu pasión es algo que está al
alcance de muy pocos. Y yo lo tengo.
Cuando se mira en un espejo,
¿cómo se ve, se gusta?
Normalmente, sí. Pero lo que me gusta
realmente es que un chaval que salió
de la nada haya conseguido llegar
donde ha llegado –figura del escalafón
de rejoneadores–. Mi caso es un caso
claro de que en muchas ocasiones no
hace falta tener dinero, porque yo no
lo tenía; yo salí de la nada, lo único
que tenía eran ganas, ¡quería! Me mar-
“Como el toreo a pie,
el rejoneo es un
espectáculo que
hay que saber
ponerlo en escena”
qué una meta, que es imprescindible
para alcanzar los sueños, y hoy solo
puedo decir que mis sueños se han
hecho realidad. ¡De verdad que querer
es poder!
Su caso podría ser contado a los críos en los colegios.
Sí, en ocasiones cuando me llaman
para coloquios o para ir a hablar de toros incluso en algunas universidades, lo
he expuesto. Si les cuento mi lucha y mis
satisfacciones es por decirles de alguna
manera la suerte que he tenido en la
vida. Eso sí, una suerte que me ha costado mucho esfuerzo.
Cuantifíquelo, ese esfuerzo, por
favor, de cero a cien, ¿cuánto?
¡110!, porque ha sido mucho. He tenido momentos difíciles, momentos de
querer tirar la toalla, de querer dejarlo
todo. En casa no teníamos para poder
comprar caballos buenos, el esfuerzo
que había que hacer era infinito… Además, entrar en las ferias también me costó lo indecible. Claro que cuando después consigues triunfar, ese éxito lo valoras mucho más.
Si va de paisano por la calle, ¿cree
que se le nota que es usted torero?
… En estos momentos, sabiendo que no
soy un futbolista ni un cantante famoso, es verdad que muchas veces me reconocen. Y eso me llena de orgullo y de
satisfacción; sin duda, ésa es una de las
cosas bonitas de esta dura profesión.
Pero estará con que los diestros hoy
ya no son como los de antes, a los
que se les notaba solo por los andares que eran toreros.
Sí, es verdad, hoy eso desgraciadamente rara vez se ve. En las tapias hay muchos chavales que han llegado a la finca en un Mercedes, incluso algunos, si
no van de invitados con dos vacas, lo
mismo dicen que no van. Hoy, la torería de antaño está casi perdida, y eso es
una pena.
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“Prefiero oír la peor
verdad a la mejor
mentira, ¡siempre!”
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Una pregunta habitual para un torero: ¿es usted creyente?
Muchísimo. Me gusta y necesito, después de torear tres o cuatro corridas, ir
a la iglesia, sentarme en un banco y dar
gracias a Dios por cómo van saliendo las
cosas.
Si a final de año, Dios le permitiera poner una reclamación, ¿cómo
sería, qué diría en ella, a quién la dirigiría?
Hombre, siempre crees en algo que no
has visto, es ahí donde están tus creencias… Muchas veces pasan cosas
que no sabes el por qué, por ejemplo el
fatídico accidente de tren de Santiago.
Si lo piensas, te sientes mal, sobre todo
porque no sabes por qué ha ocurrido,
por qué Dios lo ha permitido. Pero lo
cierto es que hay que creer en algo, al
menos yo lo necesito, aunque sucedan
esas desgracias. ¿Y reclamar?, francamente, no lo sé.
¿Qué no haría antes de torear?
Muchas cosas, desde no comer dos o
tres horas antes de la corrida, porque me
sienta fatal, a no salirme de mi ritual.
Siempre hago lo mismo, sobre todo
cuando las cosas han ido bien, porque
si las cosas van bien y aunque quizá sea
casualidad, ¿para qué vamos a tentar a
la suerte?
¿Qué repite siempre?
Salgo de la habitación con el pie izquierdo, dejo la luz encendida, apago la
televisión… esas cosas.
¿Con qué sueña Diego Ventura?
Siempre sueño con ser feliz, con hacer
feliz a los que van a verme a la plaza. En
el momento de dificultad en el que estamos, por la crisis que hay, el que vaya
la gente a verte torear y durante dos horas intenten olvidarse de todos los problemas que ahora mismo tienen, que no
son pocos, es razón suficiente para que
yo, como artista, como rejoneador, me
obligue a entregar lo mejor de mí y ellos
lo disfruten.
¿Se considera generoso?
Intento serlo, lo que ocurre es que muchas veces no alcanzas a ayudar a todos
los que quisieras. No es fácil poder hacerlo, pero lo intento, a veces incluso
más de lo que puedo.
Y su profesión, ¿siente que es generosa?
Creo que sí. La profesión es difícil, es
dura, pero cuando uno realmente tiene
una meta y lucha por ella, aunque a veces el agua te llegue al cuello, si tienes
esa respuesta que tanto esperas, entonces todo te compensa.
¿Quién es su mayor enemigo?
¡Yo! Muchas veces me empeño tanto en
hacer las cosas tan perfectas que seguro que en esos intentos hasta me puedo equivocar, ¡seguro!
¿Su mayor aliado?
Esas personas que siempre me atacaron
y que siempre fueron en mi contra. Gracias a ellas he podido aprender y también corregir errores que al criticármelos me hicieron ver que estaba equivocado. Por eso, los que han ido en contra mía, son los que más me han ayudado.
Mucha humildad, Diego.
No, es que cuando los que están cerca
no se atreven a decirte dónde has fallado, y te dan solo coba, no se dan cuenta de que con esa actitud te aportan poco
y que es mejor que en vez de la palmadita en la espalda te digan las cosas por
derecho.
Prefiere que le vengan de frente, oír
la peor verdad a la mejor mentira.
¡Siempre! Eso es lo que me ha hecho
evolucionar, esas palabras que te duelen
y que les das una y mil vueltas.
Diego, la crisis está seleccionando
los nombres de la “cartelería”, también la regularidad de cada tarde
tiene su recompensa. Pero lo cierto que en estos tiempos hay que resistir. ¿Cómo lo está haciendo?
Lo que estoy haciendo es seleccionar corridas, torear en sitios de mayor importancia, no prodigarme por la misma
zona y, sobre todo, salgo a darlo todo,
cada tarde, con cada toro.
¿Cómo se consigue que la gente se
alborote en un tendido?
Confiando en uno mismo. Tienes que
creerte que eres el número Uno, porque
si tú no te lo crees, a la gente no la vas
a convencer de que lo eres.
Y a un presidente, ¿cómo se convence?
Eso cuesta más. Si bien hay veces que
son aficionados y saben valorar lo que
estás haciendo, otras no lo son o no entienden mucho de esto y como por circunstancias lo han sentado en el palco
pues, al final, termina perjudicando al torero por no saber ver lo que ha hecho
¿Cuánto tiene de improvisación el
toreo a caballo?
Todo. Como el toreo a pie, es un espectáculo que hay que saber ponerlo en
escena.
Los caballos son como los toros, depende mucho las manos en las que
caigan…
Desde luego, un caballo en unas manos
a lo mejor da de sí un 50%; pues bien,
ese mismo caballo en otras manos puede llegar a dar el 100%. Hay que saber
sacarle a cada caballo su potencial.
¿Qué necesita hoy la Fiesta para salir de donde está? Hay quien piensa, y lo motiva, que va camino de
quedar “testimonial”.
La Fiesta necesita un revulsivo importante. Hay que hacer cosas, los toreros
nos tenemos que mentalizar para ello.
Está difícil de cambiar pero es necesario, muy necesario. Los sectores de
profesionales tenemos que unirnos y
gestionar la situación de otra manera.
Las entradas, por ejemplo, deben ser
más baratas, porque hay gente que
gustándole los toros no puede permitirse
pagar los precios que hoy cuestan.
También deberíamos conseguir que los
costes –seguridad social, impuestos…–
fueran menores. Habría que dar un
cambio importante a ciertas cosas, la
verdad.
¿Y están ustedes dispuestos? Porque en el toro siempre han primado los intereses personales.
Pienso que sí, lo que creo es que muchas
veces a las empresas no les gusta que los
toreros se reúnan… Hay empresarios
que sí luchan por la Fiesta, que intentan
hacer las cosas bien, rematar las ferias
y ofrecer lo mejor a las aficiones. Pero
también hay otra serie de empresarios
que lo único que han conseguido ha sido
destruir la Fiesta; lo que realmente han
hecho es jugar a empresarios importándoles muy poco lo que ocurra en el
toreo, ellos han preferido quemar las plazas haciendo carteles baratos, carteles
malos, sin interés, pero ellos figurando
como empresarios, que era lo único que
les interesaba.
Ha dicho una verdad como un
puño. Gracias por atendernos.
Fue un placer.
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