ENTREVISTA Tinín: “Tardé veinte años en perdonar a mi padre” La vida no fue fácil para José Manuel Inchausti Tinín después de triunfar a lo grande en Madrid a finales de los años sesenta. Hasta en cuatro ocasiones lo sacaron a hombros de la Monumental de Las Ventas, con aires de galán y su sonrisa de chico malo. Pero luego, sin saber por qué, Tinín se dejó arrastrar por la noche, las mujeres y el alcohol. Se retiró en dos ocasiones y otras tantas regresó. “Para hacer el gilipollas”, asegura. Hoy, soltero, rebelde e independiente, concibe la existencia como algo “cojonudo”, a pesar del sufrimiento y los desengaños. “Sólo hay que aprender a digerir las cosas”. Texto: José Ignacio de la Serna Miró Fotos: Botán Pregunta | La sonrisa de Tinín transmitía seguridad, optimismo, desenfado… Respuesta | Porque me divertía en la plaza, sencillamente. Era lo que más me gustaba, torear, y todas las tardes salía a disfrutar. Pasaba miedo, por su puesto, pero donde me encontraba a gusto era delante del toro ¡joder! que para eso quería ser torero y figura, y lo fui un ratito. Yo siempre estaba feliz y contento en la plaza. Pero es fácil perder la sonrisa en el túnel de cuadrillas. Ya, pero como aprendí bien el oficio de chiquitito y me cuajé toreando novilladas sin picadores tenía una enorme seguridad en mí mismo. Sabía que podía con el toro, que es lo principal, y si a eso le añades afición y unas ganas tremendas de ser alguien en la profesión vas a la plaza con una confianza total. Soy una persona muy positiva y nunca pierdo el sentido del humor, que es algo fundamental para andar por la vida. Hasta las trancas y feliz al mismo tiempo. En eso consiste ser torero. ¿Quién le puso lo de Tinín? Fueron las circunstancias. Como sabes, tengo un hermano mayor que yo, Faustino, que quiso ser torero y se anunciaba con el mismo sobrenombre, pero tuvo la fatalidad de que con apenas dieciséis años una espada rebotada se le clavó en la pierna, y tuvieron que amputársela. Fue en Burgos, en mayo de 1960. Aquel accidente tuvo una gran repercusión mediática y como entonces yo también quería ser torero las empresas y la gente de mi alrededor pensaron que sería una magnífica idea aprovechar el tirón y la popularidad de mi her- 20 mano. Pero nunca me gustó, porque relacionaba el apodo con una desgracia familiar. En los comienzos suele tenerse algún referente, ¿cuáles fueron los suyos? A mí me ayudaron Andrés Vázquez y Santiago Martín El Viti. Se fijaron en mí porque me quedaba más quieto que un poste. Yo sabía que las vacas y los novillos eran sensibles al movimiento, así que sólo me preocupaba de quedarme quieto y de mover los engaños. Y como además conocía el toreo de salón, lo ejecutaba. Mira, el pilar fundamental del toreo, dejando gustos y conceptos estéticos a un lado, es el valor. Y el valor no se aprende, lo tienes o no lo tienes. Algunos aseguran que toreando se adquiere valor. No es verdad. Para adquirir valor toreando antes hay que tener una base de valor natural importante. Y si lo tienes, lo único que puedes aprender con el tiempo es la técnica. Pero en mi opinión, hay algo mucho más importante que la técnica, más que los toques, las alturas o cosas por el estilo, y es tener un profundo conocimiento del toro. Hay que adelantarse a sus reacciones, leer en sus ojos, ver con claridad las querencias, interpretar el movimiento de manos, orejas y hasta del rabo. Si no conoces al animal no puedes ser figura del toreo en la vida. Te lo aseguro. ¿Y cómo se aprende todo eso? A base de volteretas, horas de reflexión y experiencia. ¿Cuál era el concepto de Tinín? La interpretación y la ejecución dependen o están condicionados, incluso limitados, por la complexión física del torero. Influye la altura, la flexibilidad de la cintura, la longitud de brazos y piernas, la proporción… En mi caso, por lo explicado anteriormente, mi toreo fluía vertical. No me identificaba ni me sentía cómodo quebrando la cintura, forzando el muletazo. Pero es cierto que nunca fui un torero de clase. Era poderoso y templado. Muchos dicen que los toreros verticales no pueden ser figuras del toreo. Sin embargo, si repasamos la historia, a excepción de Juan Belmonte, los que han cambiado el rumbo del toreo han sido toreros verticales, de gran personalidad, como Manolete y El Cordobés. Belmonte decía que se torea hasta con la cara. Para determinadas cosas la cara de un torero es importante, porque el toreo además de emoción es estética. Y si no que se lo pregunten a los que van acompañados de una mujer a la plaza (risas). Que una mujer diga que un torero es guapo es importante, porque son ellas las que en ocasiones arrastran a los hombres a un tendido. Sólo tienes que ver la can- tidad de señoras guapas que engalanan una plaza cuando torean determinados toreros. Además, nunca van solas, salvo excepciones. Van siempre acompañadas, y eso también lo saben las empresas. Ojo, tampoco hace falta ser un actor de cine, pero sí es importante tener cierto atractivo físico. Aunque a los veinte años, feos, lo que se dice feos, tiene que haber muy pocos (risas). La juventud, en todos los sentidos, es guapísima. ¿Y la veteranía? La veteranía te da experiencia, conocimiento y tranquilidad. Ya no te pones nervioso por cualquier cosa. No te precipitas antes de tomar una decisión y eso hace que te equivoques menos. En definitiva, aprendes a diferenciar lo que es importante y lo que no. Te vuelves más pasota, en el buen sentido. Por desgracia esta profesión, auque cada vez menos, está llena de gente sin cultura y sin preparación, que no de experiencia de la vida, y esta circunstancia es caldo de cultivo para que surjan los trepas. Ya sabes, tipos sin escrúpulos que no dudan en pisarte con tal de sacar la cabeza. Por eso hay que andar muy listo, para llevarte bien con todos y no meter la pata, porque hay gente que sólo vive para joder al otro. Faltan profesionales, aunque los hay y buenos. Es cierto que nadie nace aprendido, pero al toreo hay que llegar con unos valores y una educación. ”S ólo tuve gasolina para tres años” Tinín arrolló de novillero. En 1965 cortó cuatro orejas en Madrid y tres en Sevilla, el día de su presentación. En mi época acusabas más el cambio al debutar con picadores que cuando tomabas la alternativa, porque entonces no existía el guarismo y el toro de todas las ferias por norma general tenía tres años. Pero después de torear las primeras novilladas triunfé en todas las plazas. ¿Creyó que era fácil ser torero? Sí, me parecía fácil, pero porque yo lo hacía fácil. Lo veía muy claro y no me costaba trabajo. ¿Vivía sólo para la profesión? Exclusivamente. Fíjate si vivía en torero y alejado de cualquier tentación que hice el amor por primera vez cuando ya era matador de toros. ¿Y la fama de mujeriego que le persigue? Eso fue después, cuando me propuse recuperar el tiempo perdido (risas). Pero en los primeros años entrenaba a diario, iba al gimna- sio y por la tarde, como mucho, al cine. Y además no me costaba, porque me encantaba lo que hacía. No era ningún sacrificio. A mí es que estas cosas me interesan mucho… ¿Cómo fue su primera vez? (Risas). Fue en Lima, con El Pireo, que éramos muy amigos. Pero no puedo contar lo que me dijo aquella chavala porque es algo demasiado personal. Con las mujeres era muy tímido y me ponía ‘colorao’ en cuanto me miraban. ¿Ahora va a pegar un respingo? Me dijo: “Joder, te corres en la barriga”. ¿Y eso qué significa? Que antes de tocar pelo ya había terminado. Mi primera vez fue una experiencia preciosa, todo fue inocencia y misterio, aunque me puse muy nervioso. ¿Ahora ya no se pone nervioso? Ahora sólo intento que se me ponga dura (carcajadas). Antes he mencionado las tres orejas que cortó de novillero en Sevilla, a un encierro de Carlos Núñez, pero de esa tarde, además del triunfo cuentan una anécdota que refleja bien su carácter. Esa fue otra experiencia maravillosa, porque llegar a Sevilla y triunfar a lo grande siendo castellano no está al alcance de todos. Aquella tarde toreé con Paquirri y Riverita, que eran hermanos. Riverita cortó una oreja y Paco dos. Cuando terminó la novillada la gente saltó del tendido y nos cogieron a hombros. Al principio no le di mucha importancia, pero cuando enfilamos la Puerta del Príncipe me pareció injusto que fuéramos a salir los tres por la misma puerta cuando el único que tenía derecho y lo merecía era yo, que había cortado tres orejas. Como en el ruedo había más de cien personas, pensé que si no reaccionaba a tiempo llegado el momento no habría forma humana de parar a la muchedumbre. Así que ni corto ni perezoso me bajé de un salto y salí andando tranquilamente por la Puerta del Príncipe. Luego me volvieron a coger a hombros. ¿Y qué pasó con Paquirri y Riverita? Que se quedaron allí, como correspondía. Fue una picardía por mi parte, lo reconozco, o mejor dicho, fui consciente de lo que había conseguido en comparación con lo que habían hecho los demás. Si salimos los tres a hombros mi triunfo no hubiera servido de nada. Cuentan que fueron los maestrantes los que le negaron la Puerta del Príncipe y que en un acto de rebeldía salió andando. Eso no es cierto. Fue como te lo he contado. Pero es verdad que antes para salir por la Puerta del Príncipe además de cortar tres orejas había que contar con el beneplácito del presidente y de 21 ENTREVISTA los maestrantes, aunque a partir de ese día todo cambió, afortunadamente para los toreros. Sin embargo no volvió a Sevilla… No, nunca más. Pero llegué a estar anunciado en la feria. Mi apoderado don Pablo Chopera me prometió dos corridas de garantías, pero luego me anunciaron con otras. De modo que le dije que si no iba a la feria en las condiciones que por meritos propios me había ganado me quedaba sentado en casa, como así fue. Don Pablo era un hombre listísimo y un taurino maravilloso, pero no le gustaba que le llevaran la contraria, y yo se la llevaba. En la época en la que fui figura del toreo y tuve fuerza, si no lo veía claro no toreaba. Aunque como matador de toros sólo tuve gasolina para tres años. Luego ya no tragué y no tuve cojones para tirar ‘pa´lante’. Pues hay que tener personalidad para pegarle un ‘parón’ a don Pablo Chopera siendo un chaval. Era mi carácter. Rebelde. Lo he sido toda mi vida. ¿Qué es un rebelde? Un tipo que no se deja someter a la fuerza. Que no permite que nada ni nadie le condicione, que va en contra de todo lo establecido. Dice que sólo tuvo gasolina para tres años, ¿por qué? Son cosas que tengo bastante olvidadas, para poder seguir viviendo tranquilo y sin remordimientos. Pero creo que me envicié demasiado. Empecé a emborracharme y a ir con mujeres, pero como podía con los toros y tenía buen oficio pensaba que al final resurgiría. Y no era cierto. Me retiré a finales del 71. Dos años más tarde reaparecí, pero ya no era el mismo Tinín. ¿Por qué empezó a beber? Me dejé llevar. Me invitaban a fiestas, se me acercaban las tías, muchos me llamaban para presumir a mi lado, en fin, que me relajé y dejé de hacer vida de torero, y cuando uno deja de vivir para el toro esto se va al carajo. ¿Está casado? No, no, para nada. Tengo cuatro hijos, con tres mujeres distintas, pero no llegué a casarme. No lo vi claro. Quizás ninguna me llenó lo suficiente como para compartir mi vida con ella, aunque creo que el problema he sido yo, que soy inaguantable (risas). Ojo, no es que sea maricón, porque esa posibilidad ni se me ha pasado por la cabeza, pero no soy de perder el tiempo con una mujer. Me gustan las tías como tías, pero nada más. No quiero meterme en más líos. Y tampoco echo de menos a una mujer a mi lado. ¿Miedo? Miedo no, experiencias que uno ha tenido. 22 En el toreo hay mucho pájaro solitario… (Risas). Muchos, pero son tíos cojonudos. Son divertidos. En la vida hay que vivir el momento, sobre todo en el toreo. Un cantante, por ejemplo, saca un disco y si tiene éxito gana dinero durante años, con la misma canción, pero aquí el premio por triunfar jugándote la vida es jugártela al día siguiente para seguir triunfando, y así hasta que te retiras. Pero, tío, jugarte la vida sin darle importancia es algo precioso. En Las Ventas toreó 28 tardes, cortó 17 orejas y salió cuatro veces a hombros por la Puerta Grande. Sí señor. Mi primer gran éxito en Madrid fue de novillero, el 20 de junio de 1965, corté cuatro orejas a un encierro de Juan Pedro Domecq. Luego, ya de matador, salí a hombros en las ferias de San Iisidro del 68, 69 y 70. En Las Ventas corté muchas orejas cinco años seguidos. Me arrimaba mucho en mi pueblo y además me querían. A veces, incluso, si una faena era de oreja y media me daban las dos. Después de triunfar, ¿el público se volvió en su contra? Sí, en la reaparición, en 1974. Me dieron mucha caña y con razón, porque no estaba. ¿Cree que la vida… digamos relajada que llevó durante esos años trascendió al público? Dilo claramente, no pasa nada, una vida de golfo, porque eso fue lo que hice, llevar una vida de golfo. Pues claro que la gente se enteró. Me decían burradas. ¿Le dolía? La verdad es que sí, porque en el fondo sabía que era verdad. Cuando me retiré demostré que en aquel momento era un tío sensato. Pero luego, repito, cometí el error de reaparecer, por partida doble, en los años 74 y 85. ¿A qué se dedicó durante la primera retirada? Tiempo atrás había conocido en Barcelona al cantante Juan Manuel Serrat, en un café, cuando empezaba, y al decirle que me había retirado me propuso que le acompañara. Estuvimos juntos dos años y medio. Durante todo ese tiempo fui su manager. Serrat me aconsejó que no reapareciera, que no estaba para torear, pero no le hice caso y me equivoqué. Ah, también hice cosas con Camilo Sesto. A finales del 77, tras cortar su última oreja a un toro de Cortijoliva en San Isidro, de nuevo se apartó de los ruedos y se marchó a vivir a México. En México estuve tres años y medio. Me dediqué a vender calcetines, a vender jamones y a torear por los pueblos. En definitiva, a buscarme la vida para llenar el puchero. ”M i capilla era una foto de mi abuela pelando patatas” ¿Y el dinero que había ganado con el toro? ¿Se lo gastó? Se lo quedó mi padre. ¿Su padre? El mismo. Tenía ahorrados en Caja Madrid nueve millones ochocientas mil pelas, en el año 68, pero Hacienda, en la época de Franco, me pedía una pasta. Para evitarlo mi padre me aseguró que si me declaraba insolvente no podían hacerme nada. “Tu les dices que te lo has gastado en putas y en whisky”. Entonces, le pregunté: “¿Qué hago?”. “Pues lo mejor es que todo el dinero lo pongas a mi nombre”, me contestó. Y fue lo que hice. Sería por su bien… A los quince días me echó de casa. Me mandó pera, la empresa de Madrid. Yo no tenía idea de volver a España, pero Luis me calentó y me prometió que si quería me ponía en Madrid en abril. Dije que sí y el petardo fue morrocotudo. Pero como al bueno de Luis aquel petardo no le había parecido suficiente le pidió de nuevo el favor a Chopera para que me pusiera una segunda tarde, el 14 de julio, con toros de Domínguez Camacho. ¡Y otro petardo! (carcajadas). Vamos, que lo liaron… Con cuarenta años ya no te lía nadie, joder. La culpa fue mía por volver a hacer el gilipollas como lo hice. Desde entonces estoy vinculado al mundo del toro y ahora soy una persona seria y formal. Trabajo para Toño Matilla como veedor de toros en el campo y me siento un privilegiado. a tomar por culo y se quedó con el parné. Era un tío curtido de la vida y cuando vio a su nombre tanto dinero pensó que aquello era la hostia. ¡Tengo un recuerdo precioso! No te haces una idea de lo que sufrí. Fue terrible. No me lo podía creer, aunque con el paso del tiempo, después de darle mil vueltas, comprendí la incultura de mi padre, lo que es la vida y que desgraciadamente aquí sólo vale lo material. El hombre había hecho lo pertinente. En aquella época, como te habían mantenido tenías la obligación de aportar en casa lo que ganabas. Tardé veinte años en perdonar a mi padre. Al menos ¿hizo buen uso del dinero? Sí, le fue bien; luego lo repartió entre mis hermanos. Algo que era mío, de mi miedo y mis cornaditas, tuve que repartirlo. Pero tampoco pasa nada. Que lo disfruten con salud. Mi madre también sufrió con todo esto. Pero la pobre no pudo hacer nada, bastante hizo con criarnos. De figura del toreo a vender calcetines en México, imagino que por las noches, después de una dura jornada laboral las borracheras serían escandalosas. En ese sentido me he tomado la vida con mucha filosofía porque me quité del toreo cuando ya no valía, por voluntad propia. Nadie me echó. Por eso no siento amargura. En México fui feliz y gané bastante dinero. También fui empresario taurino, con Chucho Solórzano, Manolo Armillita y Curro Leal. Montábamos ferias, toreábamos juntos y además salía rentable la cosa. Y luego tuve la suerte de conocer a una modelo guapísima, que era de Granada, y estuve enrollado con ella tres años. Ahora contemplo la vida como algo cojonudo. Sólo hay que aprender a digerir las cosas. La noche mexicana ¿es tan peligrosa como aseguran? ¡Que va!, es igual de peligrosa que en cualquier otra parte. En México salía todas las noches, me emborraché en todos los barrios y nunca me pasó nada. Si eres un tío normal y no vas enseñando el dinero, no hay problema. Todavía no he visto una pistola. Es una maravilla de país. Si todavía no lo conoces, México te volvería loco. Después de tanto peregrinar reaparece por última vez en 1985, con cuarenta años cumplidos, y torea dos tardes en Las Ventas, sin mucha fortuna. Reaparecer por segunda vez y venir a Madrid fue un gran error. Yo ya estaba adaptado a mi vida mexicana, pero mi hermana se casó con un chico llamado Luis Sobreviela, que entonces le compraba las carnes a Manolo Cho- Serio y formal, pero también bohemio. (Risas). No sé si soy un bohemio o no. Me considero independiente y no me ato a nada ni a nadie. Sin embargo, sí soy algo pasota, porque si algo no me encaja me quito de en medio pronto. Lo que me ha gustado mucho es viajar por el mundo, aunque no sé ningún idioma. A mi amigo y periodista José Luis Pécker, que era accionista de Viajes Ecuador, le pedía que me programara un viaje de un par de meses fuera de España. Lo único que necesitaba era que al llegar a mi destino hubiera un tío esperándome en el aeropuerto con un cartel que pusiera Inchausti, que supiera hablar castellano y, lo más importante, que el tío fuera muy golfo. Nada más. Ese trabajo me hubiera gustado… Me tiraba meses viajando, solo, sin nadie. Me arriesgaba. La emoción de salir del hotel sin saber si iba a volver me fascinaba, y me sigue fascinando. He estado en África, Canadá, Japón, Tailandia, India, que me encantó, con sus colores, sus olores y hasta la mierda de vaca en las calles. De Sudamérica lo conozco todo. Además, durante los viajes si me gustaba una chavala la invitaba a pasar unos días conmigo y luego la devolvía a su casa. Veo que conoce todos los encastes… Hombre, todos no (risas). ¿Es creyente? Creo en Jesucristo, que estuvo por aquí y fue buen gachó. Pero entiendo que después de la muerte no hay nada. Cuando toreaba la única capilla que llevaba era una foto de mi abuela pelando patatas. Y en el plano personal, ¿ahora qué? Duermo poco, como poco y follo poco. ¿Por prescripción medica? El medico me aconseja que haga todo lo contrario. 23