Agricultura y paridad cambiaria Álvaro Bracamonte Sierra* Una nota escondida en la página 18 de El Imparcial (sábado 18 de abril) da pie a esta colaboración. En ella el presidente de la UCAY (Unión de Crédito Agrícola del Yaqui) sostiene que los trigueros del Sur de Sonora tendrán una mala temporada ¿Qué ocurrió para que en tan sólo un ciclo cambiara tan radicalmente el panorama, considerando que el año anterior fue altamente positivo? La respuesta es relativamente sencilla. En el 2008, por estos mismos días, el precio internacional superaba los 400 dólares, de tal manera que con el tipo de cambio de entonces algunos productores comercializaron la tonelada hasta en 5 mil pesos; el clima favorable contribuyó a que los rendimientos superaran los promedios de ciclos recientes. Los agricultores del Yaqui y Mayo recibieron más de 7 mil millones de pesos, cantidad que obviamente los llenó de optimismo después de haber acumulado años y años de vacas flacas. Todo indica que la película en el 2009 será totalmente diferente: por una parte, el precio del grano en el mercado internacional no rebasa los 250 dólares y, por otra, se registró un invierno cálido que afectará los rendimientos. Los productores mantenían esperanzas de que el panorama no fuera tan negativo habida cuenta que las adversidades referidas se compensarían con la súbita devaluación del peso: –recordemos que entre agosto y septiembre, el dólar se compraba en alrededor de 10.50 a 11 pesos–. A principios de abril, se cotizaba en 15.50 en promedio; es decir, en 8 meses se había depreciado aproximadamente 50 por ciento. Tomando en cuenta que los contratos se fijan en billete verde, entonces los ingresos que se obtendrían en pesos no eran tan malos como lo serían con un dólar sobrevaluado. Estas condiciones se modificaron repentinamente en sólo un par de semanas: el dólar se ha apreciado pese a que no pocos especialistas preveían un deslizamiento mayor. Hubo quienes se atrevieron a decir que alcanzaría a valer 20 pesos en el verano. La cotización de este sábado rondaba los 13 pesos en promedio, nada mal comparado con el récord alcanzado en los primeros días de abril; desde luego que respecto a la paridad de agostoseptiembre seguimos mal. Pero eso es otro tema. Volviendo con los trigueros, la recuperación del peso acabó con las escasas posibilidades de que el ciclo no fuera tan complicado; de hecho, el directivo de la UCAY insinuó que los productores caerían en cartera vencida con lo que volverían los malos años cuya frecuencia terminó descapitalizando este próspero negocio. Para bien de todos, ojalá que esta pésima cosecha sea pasajera. ¿Por qué el peso se revaluó tan rápidamente? Para entender tan abruptos ajustes es necesario remitirse a los acuerdos alcanzados por el G-20 en Londres el 2 de abril. En esa cumbre se diseñó una estrategia centrada esencialmente en apoyar a las economías que mostraban signos de fragilidad financiera. Para ello se destinaría un billón de dólares orientado a la estabilización y fomento del comercio mundial. De ese monto, el FMI contaría con 500 mil millones para auxiliar a las economías con problemas financieros. México era uno de ellos. En medio de esa reunión se anunció que el Fondo otorgaría a México una línea de crédito por 47 mil millones de dólares que estarían disponibles en caso de que se recrudecieran las repercusiones de la crisis económica mundial. Se trata de una cantidad nada despreciable; de hecho, es el mayor crédito recibido desde la fundación de ese organismo. A México no le urgía ese recurso; sin embargo, la reducción sistemática de las reservas internacionales derivada de las constantes intervenciones en ese mercado, afecta la confianza de los inversionistas al temerse que la disminución sea de tal grado que dinamite toda la economía. El crédito convenció a los especuladores y a los nerviosos intermediarios de que se contaba con los recursos suficientes para neutralizar cualquier ataque al peso por más agresivo que fuera. La notable recuperación genera beneficios incuestionables para quienes adquirieron deudas en divisas extranjeras; hubo quienes se apresuraron a saldar sus compromisos en dólares bajo el supuesto de que si no lo hacían corrían el riesgo de pagar después a una paridad mayor. Pero también son muchos los que ven sólo desventajas. Es el caso de los productores agrícolas de Sonora, como se comentó. Están, por otra parte, los cientos de exportadores que hasta hace unos cuantos días observaban satisfechos cómo aumentaba su competitividad; ahora sólo ven que se deteriora con la apreciación reciente. Habría que decir que para efectos de planeación no es sano un dólar tan devaluado y sobrevaluado en tan corto espacio de tiempo. Lo mejor es una estabilidad cambiaria que permita diseñar programas de inversión de largo plazo sin mayores sobresaltos. *Profesor-investigador del Centro de Estudios de América del Norte de El Colegio de Sonora, abraca@colson.edu.mx