Infraestructura y sistemas socio-técnicos globales en América Latina, un abordaje histórico Guillermo Guajardo Soto Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) Universidad Nacional Autónoma de México <guillermo.guajardo@unam.mx> Ponencia presentada a las Segundas Jornadas de Historia Económica, Ciudad de México, 14 al 16 de Agosto de 2013 __________________________ Este ensayo recoge algunos temas de trabajo del proyecto principal del autor “Tecnologías, organizaciones e infraestructuras para la innovación y la movilidad: un enfoque histórico interdisciplinario” que desarrolla en el CEIICH. Gracias a la invitación de Luis Bértola se redactó un primer borrador que se presentó en noviembre de 2011 en las Quintas Jornadas de Historia Económica de la Asociación Uruguaya de Historia Económica, en la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay. Por una invitación de Rebeca de Gortari se discutieron algunos pasajes del texto en el seminario “Estudios interdisciplinarios sobre la ciencia, la tecnología y la innovación” en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, el 29 de mayo de 2012. Finalmente un avance sobre el tema de la logística fue discutido en el Taller Tecnología e Historia en América Latina (THAL) que el autor organizó en el CEIICH con la colaboración del Programa de Especialización en Historia Económica del Postgrado de Economía de la UNAM del 15 al 16 de octubre de 2012, agradeciendo los comentarios de Edward Beatty, J. Brian Freeman, Ángela Vergara y Rebeca de Gortari. Los datos y afirmaciones que se presentan son de entera responsabilidad del autor. Infraestructura y sistemas socio-técnicos globales en América Latina, un abordaje histórico Guillermo Guajardo Soto Resumen En la ponencia se presenta un ensayo histórico sobre las relaciones entre infraestructuras y sistemas socio-técnicos del transporte en los siglos XIX y XX con el fin de comprender las bases materiales del actual proceso de globalización y la relevancia que tiene para la historia económica el análisis de la distribución, de los procesos logísticos, de las cadenas de bienes y de los procesos tanto de producción como de servicios. Ello queremos analizarlo en los casos de México y Chile entre 1850 y 1970, planteando que desde el siglo XIX la economía capitalista ha transcurrido a través de la sucesiva construcción de instalaciones fijas que han hecho posible los flujos materiales y energéticos. Esto se debe a que lo esencial en el sistema económico es la movilidad y distribución de factores, tarea que reside entre lo fijo y los sistemas que coordinan equipos, normas, personal y administración para mover toda una cadena que va desde la materias primas hasta el consumo final. 2 1.- Introducción: lo fluido y lo fijo Flujos y distribución caracterizan el mundo y la economía contemporánea, sin embargo es notable la falta de atención por estas dimensiones en las humanidades, la historia y las ciencias sociales latinoamericanas, permaneciendo su análisis dentro de las ciencias de la empresa y de las ingenierías. Por esta razón se mantiene una interrogante central para la historia económica: ¿cómo infraestructuras y tecnologías han hecho posible la interacción entre sociedades y economías a través del movimiento de bienes? Su respuesta implica poner atención sobre el movimiento de bienes, actividad consustancial al ser humano y que a lo largo de la historia se ha llevado a cabo empleando diversos medios que han ido evolucionando hacia sistemas socio técnicos encargados de mover materias primas, transformarlas y distribuirlas a través de cadenas de bienes. El establecimiento de las cadenas de bienes hicieron posible la economía mercantil en la Europa Medieval y con la Revolución industrial desde la década de 1830 empezó a difundirse un paquete de coordinación de transportes e información constituidos por el ferrocarril, los telégrafos y redes que impulsaron la primera globalización, expandiendo la producción de bienes pero también el consumo masivo de servicios. Ello continuó durante el período Fordista con la carretera, el camión y el avión, y tras el fin de la Guerra Fría se experimenta un intenso movimiento global de factores e información.1 A este respecto, presentamos un ensayo exploratorio sobre la historia de las relaciones entre infraestructuras y sistemas socio-técnicos de movilidad en los siglos XIX y XX, para comprender las bases materiales del actual proceso de globalización y destacar la importancia que tiene para la historia económica el análisis de la distribución, y de los procesos tanto de producción como de servicios. Para esto vamos a destacar el debate historiográfico proveniente de la nueva historia de la movilidad y del transporte, también de los estudios de geografía económica sobre la logística que han enfatizado tanto en las continuidades históricas como en las restricciones de las infraestructuras. Esto nos servirá para enmarcar las cadenas de materias primas, logística e infraestructura en México y Chile entre 1850 y 1970. Ambos casos nos enseñan que la infraestructura hizo posible los flujos, 1 Al respecto véase: Fernand Braudel, Civilización material, economía y capitalismo. Madrid: Alianza, 1984, 3 vols. También véase: Gary Gereffi, Miguel Korzeniewicz y Roberto Korzeniewicz, “Introduction: Global Commodity Chains”, en: Gary Gereffi y Miguel Korzeniewicz, eds. Commodity Chains and Global Capitalism. Westport, Connecticut: F. A. Praeger, 1994. 3 pero también fijó límites a la coordinación de equipos y tráficos que participaban en el ciclo de transformación. 2.- ¿Bienes o cadenas en la conformación del capitalismo? Movimiento e instalaciones fijas han sido la correa de transmisión del comercio global y de los sistemas de producción, que desde el siglo XIX mueven una “coreografía industrial” de barcos, trenes, camiones, aviones, contenedores que son manipulados, almacenados y despachados desde puertos, aeropuertos, carreteras, canales, vías y patios. Muchos de esos medios surgieron en el siglo XIX en forma aislada y hoy en día constituyen un solo compositum de industrias y servicios que movilizan, transforman y entregan bienes.2 La historia de esos medios y flujos permiten comprender cómo se ha construido el mundo como una sola unidad integrada y convergente, lo cual Baudrillard llamó ya en 1968 un “orden global de producción y de consumo”.3 Para Immanuel Wallerstein esa construcción se explica a través de su noción de “capitalismo histórico”, cuya génesis se encuentra en la Europa occidental del siglo XV, cubriendo a fines del siglo XIX gran parte del globo y que hoy en día continúa mediante la autoexpansión del capital y la mercantilización de diversos procesos. Pero antes de ello el ciclo del capital de trabajo, mercancía, comercialización, distribución y ganancia no se completaban porque había eslabones insuficientemente mercantilizados, situación que se fue superando con procesos transnacionales que desde el siglo XVI pasaron a ser el sello característico del mundo capitalista.4 O’Rourke y Williamson, difieren de la afirmación de Wallerstein al plantear que antes de 1800 el mundo estaba pobremente integrado y que el big bang de la globalización se dio en la primera parte del siglo XIX, al conformarse un mercado internacional de materias primas por el declive en los costos de transporte y una 2 Markus Hesse, The City as a Terminal: The Urban Context of Logistics and Freight Transport. Burlington, VT: Ashgate, 2008, pp. XIII, 1. 3 Jean Baudrillard. El sistema de los objetos. México, Siglo XXI, 2010 (1ra. Ed. francés 1968), pp. 4, 5, 9. 4 Immanuel Wallerstein. El capitalismo histórico. México, Siglo XXI, 2010 (1ra. Ed. inglés 1983), pp. 2-4, 12-22. 4 convergencia de precios.5 Sin embargo este enfoque de historia económica ignora que ya desde la década de 1980 Wallerstein, Gereffi y Korzeniewicz habían destacado que el movimiento de bienes se había estructurado siglos antes con la producción e intercambio de bienes apilables a través de las llamadas “cadenas de bienes”, es decir una red tanto de trabajo como de procesos de producción cuyo resultado es un bien terminado, tarea para lo cual debió crearse un set de redes organizadas en torno a un bien vinculando empresas y Estados con la economía mundial.6 Y ello implicó infraestructura y distribución, por esa razón para algunos autores la caída en los costos del comercio internacional entre 1870 y 1913 no sólo fue por el transporte, sino también por las mejoras en la infraestructura, las políticas y avances en productividad.7 En ese sentido el enfoque de O’Rourke y Williamson al buscar un origen monocausal de la globalización separó del comercio y del movimiento de factores el cambio tecnológico y el efecto geográfico de la expansión de las redes de transportes e infraestructuras y, con ello, su relación con el crecimiento.8 Una aproximación alterna es desmenuzar históricamente las cadenas de bienes, lo cual nos permite ver cómo se diluyen los límites entre la producción y los servicios, ya que en el capitalismo lo esencial no es la producción de bienes sino la movilidad de factores, proceso central para la ganancia. El inicio de la globalización no puede entenderse sólo como comercio de bienes apilables, es algo más complejo, es principalmente la acumulación de procesos de interconexión en donde puede encontrarse, entre otros, un tipo de movimiento económico encargado de coordinar varios tipos de unidades para mover bienes apilables hasta convertirlos en bienes o servicios acabados entregados al cliente. Kevin H. O’Rourke y Jeffrey G. Williamson, “Once more: When did globalization begin?, European Review of Economic History, 8, 2004, pp. 109-117; Kevin H. O’Rourke y Jeffrey G. Williamson, “When did Globalization Begin?”. National Bureau of Economic Research, NBER Working Paper Series, Working Paper 7632, 2000; Kevin H. O'Rourke y Jeffrey G. Williamson, Globalization and History: The Evolution of a Nineteenth Century Atlantic Economy. Cambridge, Mass.: MIT Press, 1999. 5 6 Wallerstein, El capitalismo, pp. 26-29; Gereffi, Korzeniewicz y Korzeniewicz “Introduction”, pp. 104, 107. David S. Jacks, Christopher M. Meissner y Dennis Novy, “Trade costs in the first wave of globalization”, Explorations in Economic History, 47, 2010, pp. 127–141 7 C. Knick Harley, “A Review of O'Rourke and Williamson's "Globalization and History: The Evolution of a Nineteenth Century Atlantic Economy"Globalization and History: The Evolution of a Nineteenth Century Atlantic Economy”, Journal of Economic Literature, 38:4, 2000, pp. 930-932. 8 5 3.- Las cadenas de bienes, la logística y el movimiento económico El interés por la historia de los movimientos transnacionales se encuentra en Fernand Braudel, pero el abordaje más contemporáneo proviene de la historia de la movilidad y del transporte, nuevo campo en donde el historiador holandés Erik van der Vleuten ha señalado el entusiasmo creciente por el estudio de movimientos y fuerzas que cruzan las fronteras nacionales, personas, ideas, objetos así como las estructuras que los apoyan. Este entusiasmo ha llevado a considerar como obsoleta la historiografía nacional y local,9 abordaje que puede ser un gran error porque cada país entrega el marco normativo para los recursos, la disponibilidad de factores o las capacidades productivas de la fuerza de trabajo por las políticas educativas y laborales. A este respecto hay bastante evidencia histórica sobre las tecnologías que se diseñan de acuerdo a estilos nacionales, como los sistemas de energía eléctrica en Estados Unidos, Alemania e Inglaterra que reflejaron el deseo de afirmar la identidad nacional. En América Latina hay varios casos sobre la adopción de modelos tecnológicos internacionales antes de 1914, como el británico y americano que debieron pasar por las decisiones locales y gubernamentales.10 Muy importante ha sido la escala de algunas infraestructuras que han requerido de un enorme poder político, económico y social nacional;11 finalmente los Estados nacionales han sido activos agentes de “mercantilización” de factores, entregando la fuerza para la inversión. Tres rutas queremos considerar para entender históricamente las bases materiales del movimiento de bienes. La primera es un abordaje sobre la historia del transporte y de las infraestructuras a través de la noción de “cadena de movimiento”, que integra la disponibilidad de materias primas, el transporte, la transformación y la logística. La segunda ruta es conciliar las dimensiones nacional y transnacional mediante un estudio comparativo, ya que una perspectiva puramente transnacional es difícil de aplicar en Erik van der Vleuten, “Toward a Transnational History of Technology: meanings, promises, pitfalls,” Technology and Culture, 49:4, 2008, pp. 974, 978. 9 Guillermo Guajardo, “Les modeles industriels induits par le développement du chemin de fer en Amérique latine (1850-1950)”. Économies et Sociétés. Série F. París, XXXV:9-10, 2001, pp. 1415-1437; Guillermo Guajardo, “La tecnología de los Estados Unidos y la ‘Americanización’ de los ferrocarriles estatales de México y Chile, ca. 1880-1950”. TST Revista de Historia de los Transportes, Servicios y Telecomunicaciones. Madrid, 9, 2005, pp. 110-130. 10 Paul N. Edwards. “Infrastructure and Modernity: Force, Time, and Social Organization in the History of Sociotechnical Systems”, en: Thomas J. Misa, Philip Brey y Andrew Feenberg, eds., Technology and Modernity: The Empirical Turn. Cambridge, Mass: MIT Press, 2002, pp. 192-193. 11 6 América latina por los pocos ejemplos de vinculación transnacional de gran escala. Una tercera y final es ensamblar las rutas anteriores con los sistemas socio-técnicos que “fabrican” el movimiento en economías y sociedades. 4.- La materialidad de los flujos: virtualidad y coordinación de la logística Para estudiar y comprender históricamente las bases materiales del movimiento de bienes hay que retomar la tradición pluralista de la historia económica, ello con el fin de superar el reduccionismo entregado por el estudio de los ahorros sociales impulsado por la cliometría desde la década de 1960, que le restó importancia al impacto de los ferrocarriles en el siglo XIX e ignoró, en general, las dimensiones económicas, tecnológicas, organizacionales y territoriales del transporte. El otro es la percepción de extrema virtualidad del actual proceso de globalización que se ha caracterizado como una "sociedad red", en donde las redes e información serían los medios de organización socio-técnica global de la producción y de la distribución, interactuando grandes sistemas socio-técnicos a través del "espacio de flujos". Las nociones de red, espacio y especialmente la de “flujo” destacada por Castells y Edwards, son muy potentes y deben ubicarse dentro de la continuidad histórica de instalaciones e infraestructuras fijas que han sido claves para el funcionamiento de las sociedades contemporáneas. Flujos y movimientos de cualquier tipo están “atados” a las infraestructuras las cuales son soluciones a problemas sistémicos, una respuesta constante a los problemas materiales de producción, de comunicación, de información y control.12 La aplicación de la máquina de vapor para uso comercial desde el decenio de 1830 replanteó la mecánica y la ingeniería civil porque se debieron construir nuevas infraestructuras e instalaciones. Pero la pura atención –y a veces fascinación- por los nuevos equipamientos surgidos de la Revolución industrial ha llevado a abordajes reduccionistas, como el de Smil que atribuye a los desarrollos de las turbinas de gas en la década de 1930 y a la aplicación del motor Diésel, después de 1945 al transporte de larga distancia, como las tecnologías 12 Manuel Castells, The Rise of the Network Society. Cambridge, Mass: Blackwell, 1996; Edwards, “Infrastructure and Modernity”, p. 187. 7 movilizadoras de la globalización.13 Pero las cadenas globales no necesitaron del Diésel para construirse y unir comercialmente el mundo antes de 1900, siendo más relevante la coordinación de una variedad de flujos, sistemas socio-técnicos y medios no mecanizados. Así, locomotoras, mulas y veleros pudieron ser coordinados y disciplinados a la lógica de negocios cuando la telegrafía alcanzó su madurez tecnológica. Los cables submarinos permitieron construir redes nacionales e internacionales de comunicación que cambiaron dramáticamente la estructura de los flujos de información global entre 1851 y 1902. También se pudo desarrollar una innovación clave: una red de inteligencia de negocios conformada por datos sobre cotizaciones de precios e información sobre el zarpe o la llegada de barcos,14 pudiendo sintonizarse los transportes marítimos y terrestres y sentar las bases de la planeación y monitoreo de los flujos de bienes e información para el proceso de negocios, que hoy en día ubican a la logística como el proceso central del movimiento de bienes.15 La logística como disciplina no tiene su origen en los negocios sino en el sector militar, como la capacidad de manejo y cálculo de los abastecimientos de todo tipo que después de la Segunda Guerra Mundial migró hacia los negocios. Su importancia se ha asociado en los últimos tiempos a la desregulación de los transportes, pero fue en la década de 1960 cuando el gurú del managment estratégico, Peter F. Drucker, señaló que la logística era un área inexplorada para la ciencia económica, “un continente negro”, porque la distribución física se consideraba como la última frontera de las economías de costos, aunque emergía como una nueva frontera en la generación de la demanda.16 Esta falta de interés quedó reflejada en la nueva historia económica de los Estados Unidos que le restó Vaclav Smil. “The Two Prime Movers of Globalization: history and impact of Diesel engines and gas turbines”. Journal of Global History, 2, 2007, pp. 381, 387, 373, 374. 13 Roland Wenzlhuemer, “Globalization, Communication and the Concept of Space in Global History”, Historical Social Research, 35:1, 2010, pp. 19-23, 32, 36, 37. 14 15 Hoy en día tanto las empresas de mensajería como de ferrocarriles se definen como empresas de logística. Véase página web de: DHL Logbook in cooperation with Technical University Darmstadt, Alemania: www.dhl-discoverlogistics.com/ Peter F. Drucker "The Economy's Dark Continent", Fortune, April, 1962, citado en: Bruce Allen. “The Logistics Revolution and Transportation,” The Annals of the American Academy of Political and Social Science, 553, 1997, p. 109. 16 8 importancia al impacto de los ferrocarriles, y con ello al transporte y a la distribución económica. La llamada de Drucker todavía sigue vigente porque no hay una preocupación extendida en la historia económica, de la tecnología y de la empresa por esos fenómenos. No obstante, debemos señalar dos estímulos para el análisis. La primera proviene de los estudios económicos, geográficos y de ingeniería que consideran la historia; al respecto los trabajos de Markus Hesse (The City as Terminal: The Urban Contex of Logistics and Freigh Transport, 2006) y de Richard Vahrenkamp (The Logistic Revolution: The Rise of Logistics in the Mass Consumption Society, 2012) son relevantes. Hesse señala el nexo histórico entre las zonas urbanas y la logística el cual incorpora a la investigación geográfica sobre los nuevos sistemas de producción y los actuales patrones de consumo en los Estados Unidos, Alemania, Francia, Países Bajos y el Reino Unido. El factor primario de la economía urbana es la entrega a tiempo de las mercancías y en ello participan tanto empresas como gobiernos. Vahrenkamp por su parte asocia la mayor importancia de logística en Europa al crecimiento del consumo de masas. Después de 1945 el transporte de mercancías en Europa se mantuvo descoordinado y altamente regulado, pero desde 1990 con el proceso de integración de Europa, la reunificación alemana, el internet y el desplazamiento de la producción de bienes a Asia, se produjo una revolución en la logística que no cesa. Un segundo estímulo es que la revolución logística se está reflejado en las preocupaciones de un sector de historiadores, fundamentalmente europeos, sobre la movilidad y el transporte quienes han llamado la atención sobre la necesidad de superar algunos problemas, como los que ocurren en la historiografía mundial del ferrocarril: gran parte llega hasta 1914, está muy concentrada en el Estado, en la industrialización y en el ascenso del capitalismo gerencial. Plantean superar la unidad de análisis del Estado-nación para entender la integración europea y la construcción de la idea de Europa, y cómo se fue estableciendo el tráfico transnacional.17 La noción de transnacionalidad es útil pero como Gijs Mom, Colin Divall y Peter Lyth, “Towards a Paradigm Shift? A decade of Transport and Mobility History”; Vincent Kaufmann, “Mobility: Trajectory of a Concept in the Social Sciences”, en Gijs Mom, Gordon Pirie y Laurent Tissot (eds), T2M Yearbook 2009. Mobility in History.The State of the Art in the History of Transport, Traffic and Mobility. Neuchâtel, Suisse: Éditions Alphil-Presses Universitaires Suisses, 17 9 señalábamos más atrás no puede desplazar completamente la unidad de análisis del Estado nacional y del territorio, a lo que deberíamos agregar que en América latina son escasos los ejemplos de vinculación transnacional de país a país en gran escala, salvo entre México y los Estados Unidos desde el decenio de 1880 por vía terrestre. En el resto de la región ese papel lo han cumplido los puertos, hacia los cuales confluyen redes y medios, incluso en el caso de Bolivia ferrocarriles y caminos lo unen con el océano Pacifico a través de Chile y Perú. El puerto de Buenos Aires desde la segunda mitad del siglo XIX fue el hub de un embudo ferroviario que recorría la pampa llevando los granos y la carne de exportación, al igual que la ciudad-puerto y terminal de Montevideo en Uruguay. Esto no descarta la coordinación de puertos, ferrocarriles y caminos, lo cual puede aportar otra historia del ferrocarril, abordándolo como un sistema socio-técnico de movilidad ligado a su infraestructura física y subestructura normativa, además de explicar cómo se conformaron las economías y territorios de muchos países latinoamericanos, aspecto que trataremos en los siguientes apartados. 5.- Sistemas socio-técnicos de movilidad y distribución La industria del automóvil, aviación y aeroespacial, químicas y farmacéuticas son entidades socio-técnicas, que se caracterizan por articularse en torno a una tecnología que define a un determinado sector, moldeando patrones específicos de organización tanto industrial, social como económica. Este atributo es generalmente de las tecnologías de gran escala y capital intensivo (como las de aviones y tecnologías aeroespaciales) porque no se pueden desarrollar, aplicar y organizar de una manera descentralizada y puramente basada en el mercado.18 Dicho atributo lo tuvo el ferrocarril desde el siglo XIX, que fue el primer sistema socio-técnico de difusión internacional consistente en equipamientos, elementos jurídicos, empresariales, políticos y económicos que eran exigidos para su operación en cinco grandes componentes: 1) empleo de varios tipos de equipos auxiliares, estaciones, 2010; Irene Anastasiadou, “In Search of a Railway Europe: Transnational Railway Developments in Interwar Europe”. Thesis Doctoral Degree at the Technical University of Eindhoven, Netherlands, January 12, 2009. Ulrich Dolata. “The Transformative Capacity of New Technologies. How Innovations Affect Sectoral Change: Conceptual Considerations”. MPIfG Discussion Paper 08/2. Max Planck Institute for the Study of Societies, Cologne, Germany, March 2008, p. 7. 18 10 puentes, túneles, viaductos, sistemas de señalización y una enorme red de vías; 2) una organización empresarial corporativa con un gran capital de inversión y mantenimiento; 3) formas especializadas de conocimientos técnicos; 4) una fuerza de trabajo calificada, incluyendo ingenieros civiles y mecánicos, telegrafistas, guardafrenos, conductores y otros que de día y noche estaban encargados del funcionamiento del sistema, en todo tipo de clima y 365 días al año; 5) regulaciones institucionales, como el uso de indicadores estandarizados de seguimiento y de un sistema nacional de zonas normalizadas de tiempo. Estos componentes al ser puestos en movimiento para su operación diluían las fronteras entre el equipo (la maquinaria o hardware) y todo lo demás: el conocimiento técnicocientífico, la fuerza de trabajo especializada, el aparato financiero y los medios para adquirir materias primas. La complejidad y magnitud de estos sistemas fue aumentando por la aplicación creciente de la ciencia a las artes mecánicas.19 Lo anterior debió conducirse a través de una organización empresarial que desde sus inicios se ajustó al modelo de una gran empresa, tal como lo analizó Chandler (1977, 1990),20 gestándose una complementariedad entre capital físico y humano por las escalas y complejidad de la organización, demandando trabajo educado. Desde la segunda mitad del siglo XIX las tecnologías como el ferrocarril, el telégrafo y posteriormente el teléfono contribuyeron a la emergencia de la gran firma industrial que pudo organizarse en múltiples niveles y con jerarquías de conocimientos, haciendo posible que la empresa integrara el acervo de saber científico y técnico.21 Para la venta de movilidad terrestre el ferrocarril integró mercadeo, comunicación, tráfico e ingeniería que se extendieron por sus vías a través del territorio; su infraestructura fija configuró el negocio, funcionando de manera multi localizada, simultánea e interactiva con su mercado mediante una organización estandarizada que estaba presente en distintos lugares con diversas instalaciones, personal, tecnologías e información para mover bienes y Leo Marx. “Technology: The Emergence of a Hazardous Concept”. Technology and Culture, 51:3, 2010, pp. 561-577. 19 20 Véase: Alfred D. Chandler Jr. The Visible Hand: The Managerial Revolution in American Business. Cambridge, Mass: Harvard University Press, 1977; Alfred D. Chandler Jr., Scale and Scope. The Dynamics of Industrial Capitalism. Cambridge, Mass: Harvard University Press –Belknap, 1990. 21 Claudia Goldin, "The Human Capital Century and American Leadership: virtues of the past". National Bureau of Economic Research. Working Paper Series, Working Paper 8239, 2001, p. 2. 11 personas.22 Estas características lo ubicaron como una de las primeras y extensas “industrias de infraestructura”, que surgieron en la década de 1830 junto con los telégrafos, las redes de gas, el agua potable, la electricidad y los tranvías, iniciando el consumo masivo de servicios en Europa y los Estados Unidos.23 En América latina los atributos anteriores se presentaron en casi toda su extensión y arribaron entre los decenios de 1830 a 1930 como parte de una oleada de inversiones extranjeras en empresas de ferrocarriles, electricidad, minería, fundición, refinación y transformación industrial. La transferencia tecnológica impulsó la migración de técnicos, como también la calificación de la fuerza de trabajo local en países en donde el analfabetismo alcanzaba el 80 o 90% de la población; para 1914 cuando se registraban altos niveles de analfabetismo la región era el segundo destino de las inversiones internacionales después de los “nuevos países occidentales” (Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda).24 Como sistema socio-técnico abierto también influyeron factores de diverso tipo, destacando el papel del Estado; a este respecto Tomes indica que el ciclo de vida del ferrocarril ha presentado una alta dependencia de la intervención pública en su promoción, expansión y declive,25 situación a la cual se ajusta la historia del ferrocarril en América latina en donde se presentó una temprana intervención del Estado distinto a lo indicado por Chandler para quien la gran corporación privada era la movilizadora óptima de recursos masivos. A los atributos anteriores debemos agregar que como red de flujos este primer sistema socio-técnico fue un medio de transporte que introdujo una nueva coordinación y conectividad con otros medios necesarios para el proceso de transporte. Asó ocurrió con la Es la definición que desarrollamos en: Guillermo Guajardo, “Between the Workshop and the State: Training human capital in railroad companies in Mexico and Chile, 1850-1930”. Working Paper. Munich Personal RePEc Archive. MPRA Paper No. 16135, 2009. 22 23 Robert Millward, Private and Public Enterprise in Europe. Energy, telecommunications and transport, 1830-1990. Cambridge, UK: Cambridge University Press, 2005. Véase: Guillermo Guajardo y Paolo Riguzzi, ”Railroad Culture and Mobility in Twentieth Century Mexico”, en: Araceli Tinajero y J. Brian Freeman y (eds.) Technology and Culture in Twentieth Century Mexico. Tuscaloosa: Alabama University Press, 2013; Guillermo Guajardo, “La calificación laboral en los ferrocarriles de Chile: la formación de grupos de eficiencia y de escuelas técnicas de empresa, 1850-1914”, en: Isabelle Tauzin-Castellanos (coord..) À pied, à cheval, en voiture: L'amérique indépendante et les moyens de transport. Bordeaux, Fr: Publications de la Maison des sciences de l'homme d'Aquitaine, 2011, pp. 169200;. 24 Zdenek Tomes, “Applying the Life-Cycle Theory: The Rise and Fall Of Railways,” The Journal of Transport History, 29:1, 2008, pp. 120-123. 25 12 producción de nitrato en Chile que se basó en una cadena en la que intervenían mulas, carretas, ferrocarriles, cargadores a hombro y balsas, y que trataremos en la siguiente sección. 6.- La cadena logística de la mula al barco Un primer caso es Chile, país ubicado en la costa suroeste de Sudamérica que desde el siglo XIX moldeó su sociedad y economía a través de ciclos exportadores de materias primas, predominantemente mineras: plata (1830-1860), primer ciclo del cobre (1830-1880), nitrato (1880-1930) y segundo ciclo del cobre (1915-1970). Pero en lo político y social fue un país agrario, dominado por los hacendados, lo que definió desde mediados del siglo XIX una división del trabajo entre el Estado, que asumió la construcción de ferrocarriles en la zona central y sur del país en donde estaban los poderes públicos, gran parte de la población y una agricultura comercial. En cambio el capital privado se encargó de construir sus ferrocarriles, caminos y puertos para cubrir estrictamente las necesidades de exportación de minerales, generalmente en regiones poco habitadas y desérticas del norte del país. Esta división construyó dos sub-países, el primero estatal y con un mercado laboral más integrado en torno al campo y luego a la ciudad; el segundo muy mal conectado y especializado en los desplazamientos de bienes mineros. 26 Después de 1881, tras la anexión de los territorios de Tarapacá y Antofagasta capturados al Perú y Bolivia en la llamada "Guerra del Pacífico", se expandió la exportación de nitrato y el kilometraje de los ferrocarriles privados que atendían a esa actividad. Esto disminuyó para 1890 en un 40% la participación de las vías estatales en el kilometraje total de ferrocarriles del país que casi se había duplicado con respecto a 1876. En todo caso ambos sectores crecieron, ya que las vías estatales aumentaron desde una base de 950 kilómetros -equivalentes al 53% del país- en 1880 hacia 5,807 kilómetros en 1930 con Pierre Vayssière, “La division internationale du travail et la dénationalisation du cuivre chilien (18801920),” Caravelle, 20, 1973, pp. 11-17, 20 y tabla 1; Patricio Meller,“Una perspectiva de largo plazo del desarrollo económico chileno, 1880-1990”, en: Magnus Blomström y Patricio Meller (eds.), Trayectorias divergentes. Comparación de un siglo de desarrollo económico latinoamericano y escandinavo. Santiago, CIEPLAN-Hachette, 1990, p. 54; Victor Bulmer-Thomas, The Economic History of Latin America since Independence. Cambridge-New York: Cambridge University Press, 1994, pp. 48-154. 26 13 el 64% de todas las vías férreas de Chile.27 El mayor predominio privado retrocedió después de 1914 por la Primera Guerra Mundial, que afectó al sector del nitrato y retardó la inversión de las líneas férreas privadas. En cambio las vías estatales recuperaron su posición, aportando entre 1910 y 1920 cerca de 1,700 nuevos kilómetros, frente a los 487 del sector privado (véase tabla 1). [Tabla 1] El Estado chileno se hizo muy dependiente de los ingresos de exportación durante el ciclo de nitrato (1880-1930), pero tuvo una muy escasa atención por la infraestructura de todo orden como puertos y caminos en las regiones exportadoras, que fueron proveídos por las compañías mineras. La división del trabajo público-privado generó una bipolaridad, ya que en el norte predominó el libre comercio y en el centro y sur del país fueron los espacios de ejercicio del intervencionismo estatal. Esto definió un perfil específico para la producción de nitrato, fertilizante mineral que se explotaba a campo abierto en la zona desértica, combinando métodos de la minería colonial con la mecanización parcial de ciertas fases del proceso de producción y transporte, que integraban una sola cadena de movimiento. Gran parte de los esfuerzos de los empresarios no se dio en introducir innovaciones en el sistema productivo, sino en controlar el mercado y los precios a través de acuerdos entre productores. Esto definió el modus tecnológico del ferrocarril que fue operado por compañías que no estaban completamente integradas a las compañías de nitrato, sino que constituían un negocio independiente que, muchas veces, estranguló con sus tarifas al productor. En algunas zonas ejercían conductas monopólicas, en otras se cartelizaban o competían por la salida a los puertos, integrándose a un flujo de operadores, hombres, mulas, carretas, lanchas, carros y locomotoras que lanzaban el producto al mercado desde los puertos localizados en el océano Pacífico, siguiendo una orientación estricta yacimientopuerto impuesta por el espacio geográfico. El nitrato era un producto a granel de gran volumen y peso, para el cual no hubo medios alternativos para transportarlo al puerto mediante canales y carretas, no sólo por lo desértico de la zona sino por la gran pendiente y altura entre la pampa y la costa. 27 Guillermo Guajardo, Tecnología, estado y ferrocarriles en Chile, 1850-1950. Madrid y México: Fundación de los Ferrocarriles Españoles; CEIICH / UNAM, 2007, p. 41. 14 Transportar el producto con tropas de carretas se habría visto limitado por la capacidad para maniobrar y frenar la bajada, obligando a fracturar las cargas, lo cual habría exigido construir caminos con una ingeniería cercana a la de una línea férrea. En los puertos habría creado problemas por la acumulación de carretas y mulas, además de la escasez de mano de obra para conducirlas en una zona en donde el salitre ocupaba buena parte de la fuerza de trabajo. Por ello el transporte por caminos desde los campos o "pampas" de extracción a la “oficina” o planta elaboradora se medía en "carretadas", método que era impreciso porque la capacidad de cada carreta variaba en las diversas oficinas y la distancia no era tomada en cuenta. Ese costo era importante: si se hacía desde la extracción a la elaboración usando locomotoras en vez de mulas se calculaba en 1919 que la tonelada métrica costaba entre 50 a 85 centavos, en cambio el acarreo con mulas podía llegar hasta $1.25; tomando como base a la tonelada-kilómetro el costo medio del transporte con locomotoras a vapor habría sido de 25 centavos y para el acarreo con mulas $2. Sin embargo, todavía en la segunda década del siglo XX se estimaba que eliminar el medio más caro, es decir las mulas, no era fácil mientras no se adoptaran métodos más concentrados y tecnificados a diferencia de la explotación tan diseminada que se practicaba. El punto favorable para seguir empleando mulas era que el material extraído contenía mucho nitrato por la selección manual que se hacía. Si se adoptaba un método que concentrara la extracción debía explotarse un material más pobre, aunque más abundante y más barato de mover y con medios mecanizados elaborar,28 vía por la cual optaron las compañías estadounidenses desde fines de la década de 1920. En ferrocarril el costo del transporte para el salitre era de bajada con un menor gasto de combustible para las locomotoras, que podía significar el 12% de todo el valor del producto puesto en el barco después de los gastos de embarque y derechos de exportación hacia 1902 (tabla 2) y que se componía de los siguientes costos medidos en peniques para un quintal español (46 kilogramos) transportado desde 40 kms., entre el yacimiento y el puerto. [Tabla 2] El flete era relativamente modesto con respecto al valor C.I.F. del producto, es decir el precio de poner la mercancía en el puerto de destino, con flete y seguro pagado. Hacia 1910 para un quintal español de salitre (46 kilogramos), el flete ferroviario entre la oficina 28 Gran parte de esta sección proviene del Capítulo VIII de Guajardo, Tecnología, estado y ferrocarriles. 15 y el puerto no representaba más del 5.5% de su valor. Pero si se mide el costo por kilómetro el flete ferroviario era muy costoso aunque no llegaba a constituir una fracción muy grande del precio C.I.F. del salitre, porque la distancia de las oficinas con el puerto era pocas veces superior a más de 100 km. El costo ferroviario se hacía presente al compararse con el flete marítimo; Thomson estima que antes de 1914 el flete terrestre comparado con el flete marítimo por kilómetro entre los puertos salitreros y los europeos, como Liverpool (una distancia de casi 10,000 millas náuticas) podía llegar a ser por kilómetro casi cien veces más caro que el marítimo. El transporte terrestre es normalmente más caro que el marítimo pero lo extraordinario era la relación para el salitre era de hasta 100 a 1 entre el flete por kilómetro terrestre y el marítimo.29 A esto debe sumarse la pesadilla logística de la salida del fertilizante a los puertos de exportación mediante varias líneas férreas independientes, no todas del mismo ancho de vía, con fuertes pendientes y con una capacidad de transporte limitada en relación al volumen total movilizado, para una carga que durante algunos años de la Primera Guerra Mundial llegó a ser de 3.2 millones de toneladas anuales. Para la década de 1920 se calculaba que el mismo equipo rodante sirviendo en un menor número de plantas elaboradoras habría podido transportar más tonelaje, pero ello habría implicado una nueva estructura económica y técnica para el salitre guiada por la consolidación de los yacimientos, centralización y elaboración en grandes plantas. El problema se hubiera solucionado con un menor número de puertos y un sistema de ferrocarriles consolidado para bajar los costos. Pero para 1900 ya no era posible rectificar errores debido a que la red de numerosas líneas cortas tenía la ventaja de ofrecer transporte más rápido invirtiendo menos.30 La dispersión de ferrocarriles se replicaba en la dispersión de los puertos, que entregaba un volumen insuficiente de negocios como para estimular la inversión privada e incluso pública en la construcción de rompeolas o malecones, por lo que se cargaban y descargaban los buques con lanchas y jornaleros.31 En el caso del puerto de Iquique hacia el año 1902 existían varios muelles, el mejor era el de Nitrate Railway con una profundidad de tan sólo seis metros; el ferrocarril tenía vías sobre el muelle lo que facilitaba el desembarque Ian Thomson, “La Nitrate Railways Co. Ltd.: La pérdida de sus derechos exclusivos en el mercado del transporte de salitre y su respuesta a ella”, Historia, Santiago, 38:1, pp. 86-87. 29 30 H. Foster Bain y H.S. Mulliken, "Investigaciones sobre el nitrógeno. El coste del salitre en Chile", Boletín Minero de la Sociedad Nacional de Minería, Santiago, XLI:318, 1925, p. 26. 31 Ibíd., p. 27. 16 de carbón y contaba con la única grúa poderosa para bultos pesados. El fertilizante se embarcaba en sacos al hombro por el agua hasta los botes llamados "cachuchos", que recibían sólo cinco sacos. Desde los cachuchos se conducía la carga hasta las lanchas ancladas como a 40 metros de la playa las cuales trasladaban, al fin, el nitrato al buque. Por este método, en promedio, los buques permanecían tres meses en la bahía de Iquique empleando más de un mes en la carga. Pero el problema de la mala calidad de los puertos era nacional, ya que en la producción de carbón en el sur del país se cargaba en lanchas para llegar al costado de los vapores y desde ahí se llenaban a pala las bodegas, una vez llegado al puerto de destino debía descargarse nuevamente mediante una complicada cadena de brazos y hombros.32 Esta situación empezó a cambiar lentamente desde 1911 cuando se iniciaron obras de mejoramiento en los puertos más importantes, obras que hacia 1930 estaban terminadas en Valparaíso, San Antonio, Iquique y Antofagasta, además de incrementarse el control estatal sobre la operación de los puertos. La explotación de los puertos chilenos hasta la década de 1930 fue realizada por agentes de las compañías de vapores o por propietarios de lanchas y muelles, quienes sólo se limitaban a construir las obras directamente remunerativas para sus intereses y no obras de abrigo y protección.33 Asociado a esto fue el lento cambio tecnológico que empezó a darse desde la década de 1920 con el reemplazo de las carretas por camiones. Para ese entonces la mayoría de las compañías de nitrato habían adoptado un método mixto en sus explotaciones, mediante carretas con mulas desde los yacimientos hasta las rampas del ferrocarril recorriendo entre 500 a 600 metros y con ferrocarriles desde las rampas al buzón de la máquina en la oficina desde 600 metros hasta 30 kms. Pero no se podía llegar con las líneas férreas a todos los puntos de explotación por lo irregular del terreno, por lo que se seguía empleando la carreta que soportaba el mal terreno y se ajustaba a esa lógica de explotación. Pero desde 1923 se empezó a emplear camiones Ford con una capacidad de 1.5 tonelada, su introducción fue estimulada por las obras que llevaba a cabo la empresa constructora del puerto de Antofagasta que reemplazó las carretas por camiones Ford para transportar cascajo, piedras y arenas. Esta obra de infraestructura portuaria se constituyó en un vector tecnológico en el transporte, asociado a la transición energética del carbón al petróleo iniciado en la zona 32 Camilo J. De Cordemoy, Estudio relativo al puerto de Iquique, Santiago: Imprenta Cervantes, 1902, p. 8; Barroilhet, Carlos. "El carbón nacional y la industria salitrera", Caliche, VI:10, 1925, p. 436. 33 Jorge Lira Orrego, Puertos chilenos. Santiago: Imprenta Nascimento, 1933, pp. 3-4. 17 norte desde 1903 que para 1912 consumía 650,000 toneladas de carbón y 210,000 toneladas de petróleo.34 7.- Infraestructuras y logísticas incompletas en el mercado interno En el caso de México, país latinoamericano ubicado en América del Norte con más de tres mil kilómetros de frontera terrestre con los Estados Unidos, los viejos troncales de caminos coloniales indicaron las rutas para los ferrocarriles, los cuales avanzaron muy lentamente, ya que la primera concesión se otorgó en 1837 y la operación completa de la vía entre la Ciudad de México y el puerto de Veracruz tuvo lugar en 1873. Las líneas se construyeron sobre una matriz de circulación interna establecida durante el dominio colonial que ubicó a la Ciudad de México como el centro de una estrella. El plan de vías férreas trazado durante la ocupación francesa del país entre 1863 y 1867, pretendía complementar esa estructura con vías y caminos transversales sin privilegiar la conexión con los Estados Unidos. Pero tras la restauración republicana ello cambió, con la construcción entre 1881 y 1884 de más de 4 500 kilómetros de vías que, en gran parte comunicaron el centro con la frontera norte de México.35 Pero la expansión territorial se acompañó de conflictividad agraria a pesar que los productos agrícolas mexicanos no tenían las condiciones para competir en el mercado internacional, conformándose lo que Knight llamó la "clásica confrontación mexicana": un conflicto creciente entre pueblos y comunidades con los hacendados expansionistas.36 La conflictividad se difundió en la meseta central de México y se incrementó con los cambios impulsados durante la larga dictadura de Porfirio Díaz, el Porfiriato (1876-1911), cuando la combinación de inversiones en la minería de exportación en la porción norte del país, la gravitación de la Ciudad de México a escala nacional y la inversión extranjera, estimularon la construcción de ferrocarriles. Entre 1880 y 1890 se terminaron los troncales más importantes que unieron el centro de México con tres puntos de la frontera norte: Nuevo Laredo (Nacional 34 Guajardo, Tecnología, estado y ferrocarriles, pp. 162-163. 35 Guillermo Guajardo, "Mobility History in Modern Mexico: an uneven landscape", en Gijs Mom y Peter Norton, Georgine Clarsen y Gordon Pirie (Edit.) Mobility in History: Themes in Transport: T2M Yearbook 2011. Neuchâtel, Suisse: Éditions Alphil-Presses Universitaires Suisses, 2010, pp. 183-190. Alan Knight, “The Peculiarities of Mexican History: Mexico Compared to Latin America, 1821-1992," Journal of Latin American Studies. Quincentenary Supplement, 24, 1992, pp. 109-112. 36 18 Mexicano), Ciudad Juárez (Central Mexicano) y Piedras Negras (Internacional Mexicano). Dos líneas comunicaban la capital con el puerto de Veracruz (Mexicano e Interoceánico), y existían vías férreas en Yucatán y el noreste. Para finales de 1910 el país contaba con poco más de 19,000 kms., de vías férreas que consolidaron la alta concentración en la exportación de minerales, en cambio la agricultura no recibió el mismo esfuerzo a diferencia del caso chileno en donde el Estado proveyó infraestructura y transporte para el sector agrario. Por ello México no pudo competir con el trigo argentino, el café brasileño o con el azúcar y el tabaco de Cuba, salvo con el henequén y las fibras exportadas al mercado estadounidense.37 Para 1913 México ocupaba el lugar más bajo en exportaciones transportadas por ferrocarril, según se anota en la tabla 3, ya que gran parte de la carga consistía en piedra y materiales estériles que se movían en la red como parte de la producción minera. [Tabla 3] Paolo Riguzzi señala que durante el período 1870-1911 hubo una división neta del trabajo entre inversionistas extranjeros, quienes asumieron la iniciativa de expandir los ferrocarriles e inversionistas nacionales dedicados a otras empresas. Para 1888 las compañías estadounidenses habían construido sobre el 85% de todas las líneas férreas mexicanas con inversiones por sobre los 80 millones de dólares y para 1911 el capital británico y estadounidense tenían entre el 40.6% y 41.3% de su inversión en ferrocarriles. Esta infraestructura de transportes permitió avanzar hacia otros sectores. En 1912 los empresarios estadounidenses controlaban el 78% de las minas de México y el 72% de todas las fundiciones. Infraestructura y dinamismo exportador generaron una simbiosis entre los ferrocarriles, las operaciones mineras y las de fundición; firmas como American Smelting and Refining Co. (ASARCO), propiedad de los Guggenheim, movilizaba los minerales en bruto y refinados hacia su fundición en Monterrey y desde esa ciudad al Golfo, a la frontera norte y al puerto de Tampico. Se conectaba con los campos carboníferos de Coahuila a través del Ferrocarril Internacional en tanto que su fundición de Aguascalientes estaba vinculada a la compañía del Central. También creó un fuerte vínculo con la economía y población de los Estados Unidos y una mayor presencia de la tecnología del ferrocarril en los estados Steven C. Topik, “The Image of Prosperity: The Porfirian Export Boom in Comparative Perspective”, Ponencia presentada durante la IX Reunión de Historiadores Canadienses, Mexicanos y de los Estados Unidos. Ciudad de México, 27 al 29 de octubre 1994. 37 19 fronterizos: en 1910 junto con las regiones del Golfo y del Centro, la región Norte del país tenía más de 1 kilómetro de vía por cada 100 kilómetros cuadrados de territorio. En relación a la población el Norte de México tenía la primacía, con 28.9 kilómetros de vía por cada 10,000 habitantes, en tanto que el Centro de la República sólo contaba con 7.7.38 El crecimiento de las vías acompañó al sector exportador, en tanto que el mercado interno no dio estímulos fuertes como para hacer crecer la red ferroviaria. Ejemplo de esto fue la vía entre México y Veracruz que se inició en 1837 pero acabó en 1873. Gran parte de la red ferroviaria dejó fuera a vastas regiones del país, como ocurrió con las líneas de Yucatán que para 1900 cubrían la zona productora de henequén con un total de 863 kilómetros, complementada con 576 kilómetros de líneas angostas tipo Decauville que conectaban los campos con las estaciones. Pero muchas no tenían conexión entre ellas, contaban con baja capacidad de transporte y estaban “balcanizadas” tecnológicamente, ya que las líneas Decauville se movían con tracción animal y no eran ni una red ni un sistema. La misma situación se presentaba en el resto de país, porque desde 1880 la vinculación de los ferrocarriles con las haciendas y la ampliación de los mercados intensificó la explotación de la mano de obra rural, en tanto que en la agricultura comercial del centro del país la disponibilidad de ferrocarriles consolidó la viabilidad económica de la hacienda y amplificó sus mercados. En la producción azucarera del estado de Morelos hasta 1912 la modernización del transporte cañero con ferrocarriles coexistió con las líneas Decauville de transporte de carros y mula. En la producción de cereales la ampliación de los cultivos combinó nuevas tierras, obras de irrigación limitadas, aplicación de mecanización para ciertos productos rentables y ampliación del uso de animales sin desplazar el uso de arcaicos instrumentos de labranza.39 La falta de estímulos rurales se reflejó en el relativo empleo del ferrocarril para transportar productos agrícolas, ya que entre 1893 a 1907 dicho rubro se mantuvo relativamente estancado frente al aumento de los minerales. El escaso desarrollo de la agricultura comercial (no tropical) durante el Porfiriato hizo que los cereales fueran marginales tanto a la circulación para exportación y la destinada al mercado interno, situación 38 Guillermo Guajardo, Trabajo y tecnología en los ferrocarriles de México: una visión histórica, 1850-1950. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Colección El Centauro, 2010, pp. 4-6. 39 Ibíd., pp. 7-8. 20 que se arrastró hasta bien entrado el siglo XX. Por ello algunos fenómenos de circulación verdaderamente nacionales se dieron tardíamente: recién en 1954 se enviaron 20 furgones con mil toneladas de trigo desde Ciudad Obregón, Sonora a Mérida, Yucatán, cubriendo 4,000 kilómetros. El medio agrario mexicano presentó obstáculos de gran entidad como para que la red ferroviaria creara un mercado territorial disperso.40 Una agricultura de bajos rendimientos y pobreza rural limitaron la difusión tecnológica del ferrocarril hasta bien entrado el siglo XX. Hacia 1907, a pesar de que cerca de 49 millones de hectáreas de tierras habían sido transferidas a particulares y compañías, no aumentó significativamente la productividad agrícola y la gran mayoría de las tierras útiles estaban ocupadas por haciendas y pueblos en los estados más poblados del Centro. La transferencia de recursos no afectó tan ampliamente la producción de subsistencia que cubrió estrechamente las demandas alimenticias de la población,41 sin dejar excedente exportable. Después de la Revolución (1910-1920) los cambios se vieron limitados por el deterioro y la persistencia de arcaísmos. Ejemplo de ello fue que poco después de finalizada la Revolución, al hacendado azucarero Luis García Pimentel le llamó la atención cómo mediante la combinación de tecnología del vapor con métodos agrícolas y de trabajo arcaicos, podía reiniciar la producción de azúcar.42 Paradójicamente las iniciativas de fomento de la modernización rural vinieron desde uno de "los enemigos de la Revolución": las empresas estadounidenses. Un primer intento se dio en 1922 por los representantes de la International Harvester Farm Operating Equipment, que presentaron al gobierno del estado de Morelos un plan para promover la venta de maquinaria agrícola, pidiendo que se pagaran los fletes marítimos y ferroviarios de los equipos y expertos de la firma desde New Orleans hasta la estación de desembarque en Morelos. Una vez ahí el personal daría clases sobre manejo de maquinaria y nuevos métodos de trabajo, ocupando los métodos de propaganda seguidos en los Estados 40 Ibíd., p. 9. 41 Robert Holden, Mexico and the Survey of Public Lands. The Management of Modernization, 1876-1911. DeKalb: Northern Illinois University Press, 1994, pp. 10, 17, 23, Tabla 2, p. 21; John Coatsworth, Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia económica de México en los siglos XVIII y XIX. México: Alianza Editorial Mexicana, 1990, p. 175. 42 Frase de Luis García Pimentel, hacendado de Morelos, citado por John Womack, Zapata y la Revolución mexicana. México: Siglo XXI Editores, 1969, p. 348. 21 Unidos: libros, folletos, ilustraciones gráficas y cinematográficas. De acuerdo a un informe elaborado por el gobierno del estado, el pedido inicial sería de cercano a los 15,000 arados y 75 tractores. Sin embargo el gobierno de Morelos no podía pagar los fletes, por lo que solicitó ayuda al gobierno federal encabezado por Álvaro Obregón, con lo cual la propuesta se detuvo bajo la excusa de determinar el monto del flete.43 Más éxito tuvo la Ford Motor Co., firma que a principios del decenio de 1920 promovía a nivel internacional la mecanización rural, incluso en la Rusia Soviética en donde participaba en la tractorización de las granjas colectivas.44 Para México en 1925 Ford Motor Co. solicitó al gobierno de Plutarco Elías Calles un tren para promover la venta de máquinas e implementos agrícolas así como dar instrucciones con expertos en cultivos, tractores, combustibles y refacciones. En septiembre de 1925 se concedió el tren a Ford Motor Co. y a 35 fábricas estadounidenses de maquinaria agrícola. El tren consistente en 20 furgones, plataformas, tanques de combustible y un coche de primera partió desde la frontera con USA, en Piedras Negras, estado de Coahuila, el 19 de enero de 1926 y volvió a dicha estación el 10 de abril.45 Durante esos meses siguió una ruta que básicamente cubrió la agricultura templada del país, no acercándose a las zonas de cultivos tropicales como el azúcar, café y plátano de Morelos, Veracruz u Oaxaca.46 Es difícil medir el impacto del tren, aunque en general las zonas con más maquinaria eran aquéllas más cercanas a las líneas. El problema era el gran tamaño del país y la lenta velocidad de crecimiento, ya que entre 1930 a 1940 el valor real de la maquinaria agrícola en su conjunto aumentó sólo a una tasa anual promedio de 1%,47 razón por la cual la difusión de maquinarias tuvo escasa profundidad en el campo: a principios de la década de 1930 Frank Tannenbaum al estudiar los datos sobre 3,611 pueblos rurales que contenían el 17% de la 43 Guajardo, Trabajo y tecnología, p. 123. 44 Dalrymple, Dana G., "The American Tractor Comes to Soviet Agriculture: The Transfer of a Technology", Technology and Culture, V:2, 1964, pp. 191-214. 45 Guajardo, Trabajo y tecnología, p. 124. 46 La ruta fue: Saltillo-Monterrey-Ciudad Victoria-Tampico-San Luis Potosí-Empalme Escobedo-Buenavista (Distrito Federal)-Hacienda de los Morales-Buenavista-Querétaro-Celaya-Acámbaro-Morelia-Ajuno-PénjamoGuadalajara-El Cuatro-Guadalajara-Irapuato-León-Aguascalientes-Cañitas-Durango-Torreón-Gómez PalacioTorreón-Hipólito-Sauceda-Monclova-Piedras Negras. 47 Cynthia Hewitt de Alcántara, La modernización de la agricultura mexicana, 1940-1970. México: Siglo XXI Editores, 1988, p. 72. 22 población del país, comprobó que el 93.1% de los pueblos no tenía acceso al ferrocarril y por tanto el 96.5% no tenía acceso a tractores, el 95.8% no estaba conectado a los telégrafos ni a información, 98.9% sin ingeniero, 90.1% sin hojalatero y 54.3% sin arados de acero.48 El ferrocarril entró al siglo XX como un medio de transporte terrestre concentrado en ciertas rutas, regiones y productos que no fue desbancado radicalmente por el autotransporte de carga y pasajeros por la escasez de una red de caminos y también porque desde la década de 1930 el cambio de medios se dio de una manera lenta y rudimentaria debido a una política proteccionista que privilegiaba al ferrocarril, retrasando además el desarrollo de los puertos y medios marítimos, por lo menos hasta la década de 1970. Falta conocer la otra cara de la distribución y la logística en el siglo XX dada por el congelamiento y coexistencia de infraestructuras y medios más allá de lo supuesto.49 8.- Comentarios finales El sistema socio-técnico del ferrocarril difundió una nueva movilidad, nuevas infraestructuras y modos de coordinación que le dieron transnacionalidad a las economías latinoamericanas. En Chile el sistema socio-técnico del ferrocarril logró ser predominante por la condición longitudinal del territorio y la división del trabajo entre inversión pública y privada, lo que definió los flujos internos y los dados hacia los puertos de exportaciónimportación. En México la red debía atender varios polos y regiones en donde existían subsistemas de movilidad, situación distinta a la orientación este-oeste de las líneas en los Estados Unidos, que en el siglo XIX siguieron y estimularon las rutas de colonización, en México ya había un viejo asentamiento de población al momento de llegar las tecnologías industriales y la red colonial de caminos sirvió de guía para los troncales ferroviarios. En ese sentido cada país definió su cadena de flujos y distribución combinando recursos y tecnologías de acuerdo a sus condicionamientos territoriales. 48 James W. Wilkie, La Revolución Mexicana (1910-1976). Gasto federal y cambio social. México: FCE, 1987, p. 249, Cuadro IX-3, p. 250. Ello se plantea en: Guillermo Guajardo, “El ciclo de vida del ferrocarril y el impasse socio-técnico del transporte en México: una lectura histórica”. Revista Estudios del ISHiR (Investigaciones Socio Históricas Regionales)-CONICET. Rosario, Argentina, 2:3, 2012, pp. 5-16, y en Guillermo Guajardo, Fernando Salas y Daniel Velázquez, "Energía, infraestructura y crecimiento, 1930-2008", en: Sandra Kuntz Ficker (Coord.) Historia económica general de México. de la colonia a nuestros días. México: El Colegio de México Secretaría de Economía, 2010, pp. 667-704 49 23 Chile fue más temprano para vincularse al mercado internacional, conformando un sector exportador que instaló su propia infraestructura y medios, empleó métodos coloniales de trabajo y mecanizó parte de la producción de nitrato. El ferrocarril fue un interface, relevante, pero que debió coordinarse con medios no mecanizados como mulas y jornaleros, que constituyeron subsistemas socio-técnicos dispersos territorialmente por la lógica de producir sólo en yacimientos ricos. México logró una más fluida transnacionalidad en el tráfico con los Estados Unidos desde la década de 1880, superando grandes distancias y dificultades territoriales, pero ello fue válido para las actividades de exportación e importación porque en el mercado interno las redes ferroviarias no se expandieron suficientemente por la falta de una fuerte demanda de transporte en una economía que tenía amplias islas de subsistencia, es decir siguiendo a Wallerstein por la existencia de segmentos no mercantilizados. Esto último nos lleva a lo señalado por O’Rourke y Williamson, de que la magnitud del mercado de materias primas en el siglo XIX articuló un mercado global, aunque commodities no son globalidad, hubo intercambios pero amplias regiones no accedieron al paquete de ferrocarriles, telégrafos e información quedando en la condición señalada por Wallerstein. El inicio de la globalización se dio por la acumulación e interconexión de procesos de diverso tipo, dentro de los cuales hubo un movimiento económico que coordinó varios segmentos y unidades para convertir bienes apilables en bienes o servicios finales entregados al cliente. Gran parte de los espacios no fueron globales, ni transnacionalizados lo cual continúa hasta el día de hoy. 24 Tabla 1: Chile: Longitud de vías de ferrocarril del sector público y privado de Chile, 1876-1920 (años seleccionados en kilómetros) Año 1876 1880 1890 1900 1910 1920 Km estatales Km privados 863 950 1106 2125 2830 4579 Km totales 674 827 1641 2229 3144 3631 1537 1777 2747 4354 5974 8210 Fuente: Guillermo Guajardo, Tecnología, estado y ferrocarriles en Chile, 1850-1950. Madrid y México: Fundación de los Ferrocarriles Españoles; CEIICH / UNAM, 2007, p. 43. Tabla 2: Chile: composición del costo promedio de transporte de un quintal español (46 kilogramos) antes de su embarque (en peniques) en 1902 Item Costo en peniques Sacos, hilo, ensacado y carguío 2.0d. Flete del ferrocarril 4.5d. Gastos en el puerto: lanchaje, toma de muestras, seguro, contribución de haberes, pesado, acarreo a la 1.0d. bodega Derechos de exportación 28.0d. Comisiones 1.0d. Total 36.5d. Fuente: Erwin Semper y E. Michels, La industria del salitre en Chile. Santiago: Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, 1908, p. 110. Tabla 3: Dólares americanos exportados por cada kilómetro de vía férrea en algunos países latinoamericanos, ca. 1913 (Miles de dólares por kilómetro) Panamá Cuba Venezuela Uruguay Chile Costa Rica Argentina Perú Brasil México 67.1 43.2 32.9 27.8 17.6 16.9 15.2 13.2 12.8 7.2 Fuente: Guillermo Guajardo, Trabajo y tecnología en los ferrocarriles de México: una visión histórica, 18501950. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Colección El Centauro, 2010, p. 8. 25