MANUEL BELGRANO ESTAMPA DE UN PATRIOTA Y ESTADISTA EJEMPLAR Palabras pronunciadas por el Presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, Dr. Hugo Francisco Bauzá, en ocasión del homenaje al general Belgrano en el acto organizado conjuntamente con la Academia Nacional de la Historia por los doscientos años de la gesta de Salta Anticipo de ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS DE BUENOS AIRES Buenos Aires – Año 2013 1 www.ciencias.org.ar correo-e: info@ciencias.org.ar La publicación de los trabajos de los Académicos y disertantes invitados se realiza bajo el principio de libertad académica y no implica ningún grado de adhesión por parte de otros miembros de la Academia, ni de ésta como entidad colectiva, a las ideas o puntos de vista de los autores. 2 MANUEL BELGRANO ESTAMPA DE UN PATRIOTA Y ESTADISTA EJEMPLAR Por HUGO FRANCISCO BAUZÁ Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano fue un reconocido intelectual, periodista, político, economista avant la lettre y, por imperio de las circunstancias, militar de lo que otrora fueron las Provincias Unidas del Río de la Plata. Formado en el campo de lo jurídico en las prestigiosas universidades de Salamanca y Valladolid, pese a su educación en claustros españoles, no trepidó un instante en sumarse a la gesta emancipadora de los pueblos de los virreinatos del Río de la Plata y del Perú. A esta personalidad singular el general José María Paz la retrató en un párrafo tan escueto como significativo: “Belgrano no tenía, como él mismo lo ha dicho, grandes conocimientos militares, pero poseía un juicio recto, una honradez a toda prueba, un patriotismo puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un entusiasmo decidido por la disciplina y un valor moral que jamás se ha desmentido”, virtudes cardinales que lo muestran como un hombre talentoso y de bien. Respecto de su vida y de su labor político-militar, pese a la ingente bibliografía existente, la obra clave sobre el papel de Belgrano en la lucha por la emancipación, sigue siendo la Historia de Belgrano y de la independencia argentina escrita por el general Bartolomé Mitre. Iniciada en 1857, fue creciendo a través de sucesivas ediciones hasta la última, de 1887, en tres volúmenes. Se trata no de una desnuda biografía, sino de un vasto friso histórico-político de las guerras por la independencia y de los primeros años de la Revolución. Respecto de Belgrano, este ingente corpus nos ofrece la estampa de un hombre tenido por uno de los intelectuales más prominentes de su generación, formado en las ideas liberales de la Ilustración, y es bajo esa lente como juzgamos al héroe de Salta y Tucumán. A medida que pasan los años la figura de Belgrano sobresale, cada vez con más intensidad, por su rectitud, su sentido del deber y por su denodado esfuerzo en favor de la libertad. Si tuviera que buscar una palabra para designarla creo que la más adecuada sería la de “estadista”, pero no la de un mero teórico que, en una suerte de laboratorio artificial lucubra sobre un ideario político, sino la de un hombre sustancialmente comprometido con su tierra y con su tiempo, y es por esa causa que nunca dudó en asumir las armas cuando las circunstancias así lo requerían. Pongo énfasis en que, como recompensa a su victoria en la batalla de Salta, el general Belgrano donó, en un acto honroso digno de ser emulado, los 40.000 pesos fuertes que la Asamblea del año Trece le había otorgado, destinándolos a la construcción de cuatro escuelas: nuestro homenajeado, al igual que otros grandes como es el caso de San Martín, pudiendo ser rico, murió en una pobreza extrema. Esa circunstancia, además de dar cuenta de su entrega, es una nota clara de su honradez e idealismo. Luego de su estadía formativa en España, de regreso en Buenos Aires, probó sus primeras armas en las Invasiones inglesas (años 1806 y 1807) como oficial de milicias contra Beresford y luego, como oficial de patricios, bajo órdenes de Liniers, derrotando a Whitelocke. Más tarde sería convocado por otros patriotas para preparar la Revolución de Mayo. 3 Este destacado representante de la población criolla fue uno de los más descollantes promotores de la independencia sudamericana y figura señera en lo que concierne al territorio que hoy nos engloba bajo el nombre de Argentina. Con ese propósito, frente a la caída de Fernando VII, junto a otros conciudadanos abogó por la destitución del virrey Cisneros, circunstancia que provocó la Revolución de Mayo la que luego lo designó vocal de la Primera Junta de Gobierno. Sin ser militar de carrera -Belgrano era hombre de estudio, de gabinete- se le encomendó dirigir el Ejército del Norte y en esa función, si bien junto a sus victorias se cuentan también derrotas como fueron las de Vilcapugio y Ayohúma, su accionar permitió frenar el avance realista proveniente del norte, así como sentar las bases de lo que más tarde sería la declaración de la independencia del Paraguay. Entre otras de sus gestas memorables, recordamos también que en el año 1812, en la ribera del Paraná, en la actual Rosario, hizo flamear la bandera a la que, el 20 de julio de 1816, el Congreso de Tucumán otorgó carácter de símbolo patrio. En defensa de la liberación de los pueblos, tras dirigir el éxodo jujeño enarbolando la bandera por él creada, derrotó a las tropas españolas en las batallas de Salta y Tucumán, y fue precisamente en este recinto, en esta histórica finca de Castañeras donde el general, pese a estar enfermo,1 acampó la víspera del 20 de febrero de 1813 para presentar batalla a las tropas realistas obligando a que éstas, que entonces ocupaban la ciudad, tuvieran que marcharse tras la derrota sufrida por el general Pío Tristán en una batalla, tan fugaz como contundente. Es de destacar que, luego de la contienda, Belgrano colocó una cruz de madera en la fosa que albergaba los seiscientos muertos de ambos bandos, a la que más tarde hizo añadir la frase “A los vencedores y vencidos”, demostrando su respeto y solidaridad para con los derrotados, dando cuenta de ese modo de un humanismo cabal para el que, ante la muerte, todos somos iguales. Aun cuando Belgrano carecía de una formación militar de carrera, como fue, por ejemplo, la de San Martín, hay que reconocer que su papel en las lides campales estuvo lejos de ser deslucido. Así, pues, en la batalla de Salta, si bien contó con la inapreciable ayuda del capitán Apolinario Saravia que le proporcionó información clave sobre el terreno, puso de manifiesto sus dotes de estratego, fundadas éstas en una férrea disciplina y, por sobre todo, en su valor. Respecto de su carácter inflexible y de la seriedad con que acometía todas las empresas Bartolomé Mitre recuerda que, víspera de la batalla de Salta, “una noticia alarmante empezó a circular entonces en el campamento; el General había tenido en su madrugada varios vómitos de sangre que tal vez le impedirían montar a caballo”2, al día siguiente, tras mejorar un poco, se presentó a la lid frente a sus soldados y la victoria obedeció a “sus hábiles maniobras y por el valor incontrastable de sus tropas” (ibid., p. 178). Mitre destaca también un gesto que enaltece al general cuando “en vez de completar el triunfo por una rendición a discreción, y en caso de negativa, por un asalto que habría sido coronado por el éxito, abrió un camino de salvación a los enemigos que pedía gracia, comprometiendo su crédito y la suerte de sus futuras campañas” (ibid., p. 178). Esta clemencia “tenía en vista un fin político, que en parte se logró, cual era inocular en los vencidos el espíritu de la revolución, atándolos por la gratitud, y hacer 1 De Marco, Miguel Ángel, Belgrano,, Buenos Aires, Emecé, 2012, p. 195. Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Buenos Aires, Ed. Estrada, tomo II, 1960, pág. 178. 2 4 que penetraran desarmados al Perú como vanguardia de propaganda que pregonase por todas partes el poder de las armas argentinas y los detalles del desastre de Salta” (ibid., p. 178). A la hora de juzgar los luctuosos episodios de Vilcapugio (1º de octubre de 1813) y de Ayohúma (14 de noviembre de 1813) en los que, durante la Guerra de la Independencia, el Ejército del Norte al mando de Manuel Belgrano fue vencido por tropas realistas comandadas por el general Joaquín de la Pezuela, deben tenerse en cuenta algunas circunstancias que no opacan la gloria del prócer sino que, por el contrario, enaltecen su arrojo y subordinación. En efecto, Belgrano, hallándose en Jujuy enfermo de paludismo y con serios inconvenientes para proveer al ejército de tropa y elementos bélicos para entablar batalla, acató sin dilaciones la orden impartida por el gobierno de Buenos Aires de reasumir la conducción del ejército y presentar batalla. El fracaso en la empresa debe atribuirse no a la impericia del general, sino a una tropa poco experta, rápidamente reclutada para la ocasión, “la falta de cartas militares adecuadas”3 y a la escasa provisión de elementos de artillería. Más tarde, debido a esas derrotas, cumpliendo la orden de entregar el mando del Ejército del Perú a San Martín, se trasladó a Buenos Aires para ser sometido a proceso debido a ese revés bélico y por lo que permaneció en Luján bajo arresto; meses después fue sobreseído de ese cargo. Deseo poner de relieve que el influjo de este hombre de rectitud e integridad en el obrar más que en el ámbito militar se lo aprecia en el marco de la política, de ese modo advertimos que su prédica y su ejemplo influyeron de manera decisiva en el Congreso de Tucumán. Durante su estancia en España, en el campo de lo económico, se relacionó con diversos especialistas, nutriéndose de su pensamiento y traduciendo algunas de sus obras, lo que lo convirtió en pionero en esta ciencia entendida, no en un sentido estrictamente mercantil, sino como un saber orientado al servicio del hombre. En Salamanca fue el primer presidente de la Academia de Práctica Forense y Economía Política y, de regreso en Buenos Aires, Secretario del Consulado de Comercio, cargo que ocupó desde 1791 hasta 1810. Sus Memorias anuales -escritas entre 1794 y 1810dan cuenta de su idea de que el desarrollo económico de una nación, fundado en una economía de libre mercado, debe marchar de modo paralelo a su desarrollo cultural y, ciertamente, en beneficio de la comunidad. Como Secretario del Consulado puso especial empeño en la educación, capacitando a la gente en el aprendizaje de oficios que pudieran ser aplicados luego en favor de una nación entonces en ciernes, así, pues, fomentó la creación de las Escuelas de Dibujo, Matemáticas y Náutica. Adelantándose a Sarmiento, bregó por una educación popular gratuita que incluyera también a las mujeres y en ese sentido bregó por la construcción de varias escuelas. De igual modo, promovió la creación del Telégrafo Mercantil, órgano donde difundió sus ideas fuertemente innovadoras y de asombrosa modernidad, a la vez que protegió los medios periodísticos que a la sazón actuaban en el Río de la Plata. Entre otros hechos nacidos de su frondosa imaginación, recordemos que a Belgrano se debe la creación del Correo de Comercio donde expuso sus ideas político-económicas -reitero- avanzadas para la época. 3 C. A. Floria y C. A. García Belsunce, Historia de los argentinos, vol. I, Buenos Aires, Larousse, 1992, p. 355. 5 Las notas y apuntes consignados en sus Memorias y pequeños detalles referidos en su testamento dan cuenta de una persona respetuosa hasta de los más mínimos detalles y con un proceder honroso orientado siempre en favor de sus semejantes y al servicio de su nación. En reconocimiento a su labor en pro de los intereses de nuestra República, la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires y la Academia Nacional de la Historia resolvieron honrar la memoria del ilustre general al cumplirse dos siglos de su recordada victoria en tierra salteña. Dos placas que descubrimos en esta histórica finca quedan como silencioso pero vívido testimonio de este homenaje. 6 MESA DIRECTIVA 2013-2015 Presidente Dr. Marcelo Urbano Salerno Vicepresidente 1º Dr. Fausto T. Gratton Vicepresidente 2º Ing. Luis A. de Vedia Secretario Ing. Juan Carlos Ferreri Prosecretario Dr. Alberto C. Riccardi Tesorero Dr. Mario J. Solari Protesorero Dr. Federico M. Pérgola Director de Anales Académico Titular Dr. Hugo Francisco Bauzá 7