Síntesis de revisión bibliográfica sobre la concepción y definición de lo rural y lo urbano Versión ampliada y actualizada de síntesis de revisión bibliográfica realizada para el Módulo: Concepción y definición de lo rural, para el curso “Gestión del Desarrollo Rural Territorial”, en marco del Programa de Formación de Capacidades para la ejecución de la Estrategia Centroamericana de Desarrollo Rural Territorial – ECADERT Elaborado por: Andrea Padilla Arce Secretaría Ejecutiva del Consejo Agropecuario Centroamericano Introducción Tradicionalmente, ha prevalecido una definición que asimila lo rural a lo agrícola y a las poblaciones dispersas en los territorios, donde permanecen culturas o modos de vida tradicionales y con pocos vínculos con lo urbano. Sin embargo, las transformaciones económicas, ambientales, institucionales y socioculturales ocurridas en los espacios rurales como consecuencia de la Revolución Industrial entre los siglos XVIII y XIX, especialmente en Europa, y por el modelo de industrialización por sustitución de importaciones adoptado en América Latina después de la Segunda Guerra Mundial, así como por los procesos de la globalización, han originado una discusión sobre la definición de lo rural y lo urbano, y la validez actual de los criterios utilizados para su delimitación. Como consecuencia de estas transformaciones, se da la pérdida de validez de la división entre lo urbano y lo rural. Por esto, diferentes autores sostienen que más que una división entre estos espacios, actualmente lo que se da es un continuo que ocasiona que los límites entre lo rural y lo urbano no sean fácilmente diferenciables. De esta forma, lo rural ha pasado a ser definido a partir de diversas concepciones y perspectivas, y desde los años ochenta, la mayoría de investigadores -conscientes de la complejidad del espacio rural-, han optado por una definición que considera una combinación de criterios físicos, sociales, culturales, políticos y económicos. Esta diversidad de aproximaciones para definir lo rural ha llevado a algunos de estos investigadores a sostener que no es posible establecer un solo concepto unificado y homogéneo de lo rural, ya que depende del contexto y de las aproximaciones conceptuales y metodológicas que se utilicen según el propósito para el que se quiera definir lo rural. 1 No obstante, autores como Echeverri (2012), destacan la importancia de la definición de lo rural y lo urbano debido a las implicaciones que esto tiene sobre el desarrollo, la equidad social, y la eficacia de las políticas públicas. De ahí la pertinencia de la reflexión sobre los procesos políticos y sociales que existen detrás de estas clasificaciones. Este documento tiene como propósito realizar una revisión bibliográfica de los aspectos conceptuales más relevantes relacionados con la concepción, definición y clasificación de lo rural y lo urbano. Esto nos permitirá comprender mejor y reflexionar sobre la complejidad y diversidad de perspectivas en el abordaje del tema. El documento inicia con una revisión sobre la visión clásica de lo rural y lo urbano. Luego se resumen los principales cambios ocurridos en el medio rural y cómo esto ha llevado a repensar la definición de ambos espacios, así como las relaciones entre ellos. Finalmente, se realiza una síntesis de criterios para clasificar zonas urbanas y rurales. Visión clásica de la distinción entre lo rural y lo urbano: el enfoque dicotómico Históricamente, ciudad y campo han establecido una relación recíproca aunque desigual, basada en sus relaciones espaciales, su diferenciación y sus interconexiones. En esta relación, el campo aportaba los alimentos pero la ciudad organizaba el territorio, la sociedad y la economía, a través de la comercialización de los productos agrícolas (Ponce, s.f.). Villalzo, Corona y García (2002), indican que tradicionalmente lo urbano se ha definido como los asentamientos que presenten un tamaño, una densidad de población y una estructura de empleo determinados. Por consiguiente, la población rural se ha definido como aquella que reside fuera de dichos asentamientos. Méndez, Ramírez y Alzate (2005) afirman que lo rural y lo urbano suelen distinguirse fundamentalmente por el tipo de actividad que se realiza en dichos espacios. A este rasgo básico se le articulan los demás aspectos que tradicionalmente se utilizan para diferenciar lo rural de lo urbano. Estos aspectos son: lo ambiental, lo productivo, la concentración o dispersión de la población, y la diversidad poblacional. Según esta visión, los espacios rurales son definidos como aquellos en los que hay una mayor interacción del hombre con la naturaleza, siendo ésta importante para que los habitantes de este medio puedan realizar sus actividades cotidianas. Además, las principales actividades del medio rural son aquellas dirigidas a la producción de alimentos y de bienes primarios para la industria. Por oposición a lo anterior, las actividades urbanas se orientan a la transformación de materias primas para la industria y a la prestación de servicios. Las actividades agropecuarias que se desarrollan en el medio rural y la relación ser humanotierra / ser humano-naturaleza, hacen que sea necesaria una mayor extensión de tierra por habitante, en comparación con lo urbano. Entonces, otro rasgo que clásicamente se le ha asignado a lo rural es que en estos espacios hay una mayor dispersión de la población y con ello, una menor densidad demográfica. 2 Por último, con relación a la diversidad poblacional, la visión clásica de la distinción entro lo rural y lo urbano establecía que las comunidades rurales tienden a ser más homogéneas (Méndez, Ramírez y Alzate, 2005). Arias (2002), sostiene que la suposición de que las sociedades rurales presentaban alto grado de similitud, se relaciona con la concepción de un mundo rural definido por la ocupación de sus habitantes en actividades agropecuarias y la creencia de que la agricultura garantizaba la sobrevivencia de las familias campesinas, asegurando así la persistencia de la estructura social comunitaria de estos espacios. Para Echeverri (2012), la definición tradicional de lo rural hace referencia a espacios donde los centros poblados y las actividades económicas no agrícolas son inexistentes, y donde prevalecen culturas tradicionales, poco vinculadas a las culturas modernas, entendidas como urbanas. Tabla 1. Resumen de los principales rasgos atribuidos a lo rural y a lo urbano según la visión clásica de distinción entre ambos espacios Medio Rural Medio Urbano Principales rasgos Forma generalizada de ocupación humana del espacio Principales rasgos Forma generalizada de ocupación humana del espacio Asociado a un tipo de vida alimentador Asociado a un tipo de vida industrial, comercial y de prestación de servicios Ligado a la explotación de los recursos naturales Ligado al uso improductivo del suelo y los recursos naturales en general Autosuficiente; si el entorno lo permite, puede presentar superávit de producción Dependiente del ámbito rural, que lo provee de materias primas Baja densidad de población humana Alta densidad de población humana Vulnerable a los agentes físicos externos Poco vulnerable a los agentes físicos externos Estrecha relación del ser humano con su entorno Asociación vinculante y de competencia entre los integrantes de la comunidad, pero poca relación entre los seres humanos y el resto del entorno Fuente: elaboración propia con base a Méndez, Ramírez y Alzate (2005) Hacia la superación del enfoque dicotómico Según Ponce (s.f.), con la Revolución Industrial aumentó la desigualdad de la relación entre el campo y la ciudad, siendo esta una relación de dependencia – dominio. Ello influía en una imagen negativa del mundo rural como espacio de reserva para la expansión urbana. Los adelantos técnicos de la Revolución Industrial permitieron un relativo incremento de la productividad agraria, y surgió una oferta urbana de productos manufacturados industriales más asequibles que los artesanales. La ciudad no sólo exigía al medio rural la producción de alimentos para su población, sino que también lo utilizaba como fuente de materias primas y de mano de obra para su industria, a la vez que lo invadía con su expansión territorial 3 necesaria para ubicar las factorías, las viviendas de los asalariados de las fábricas, y las nuevas vías de comunicaciones. En este contexto, en el medio rural de los países desarrollados se produjeron en el transcurso del siglo XIX y buena parte del siglo XX, una serie de procesos o fenómenos interrelacionados: industrialización, desagrarización, éxodo rural y urbanización. En América Latina y el Caribe, a partir de la década de 1950 se promovió el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, con antecedentes importantes en algunos países latinoamericanos durante la crisis de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial. Para Méndez (2005), los procesos de urbanización en América Latina han sido acelerados por este modelo de desarrollo que privilegió a la industrialización como otorgadora de progreso, desarrollo y modernidad. Dentro de esta concepción, lo rural era visto entonces como sinónimo de atraso y subdesarrollo, por lo que se trató de que al largo plazo, todas las sociedades fueran modernas y desarrolladas, es decir, urbanas. De esta forma, se inició el desestimulo del ámbito rural y el estímulo del ámbito urbano mediante procesos sociales y económicos. Asimismo, en la segunda mitad del siglo XX con la expansión de los procesos de la “globalización” o mundialización, con sus varias facetas, el medio rural se ve nuevamente enfrentando a importantes cambios sociales, económicos, culturales y políticos. Estos cambios han tenido efectos que varían según los países y regiones; sin embargo, los principales cambios mencionados por diferentes autores, son los siguientes: Cambios demográficos y socioculturales: influenciados por la migración rural, que fue acelerada por el modelo de industrialización fomentado en América Latina y el Caribe desde la década de 1950 (y en algunos casos desde la primera mitad del siglo XX), y que condujo a intensificar los procesos de urbanización y el desarrollo tecnológico, como también al ahorro de mano de obra mediante capital mecánico. Debido a esto, y a la magnitud de la migración rural-urbana, casi todos los países han visto invertirse la relación de predominancia rural por la de predominancia urbana (Pérez, 2005; Sepúlveda, Rodríguez, Echeverri y Portilla, 2003). Al respecto, Mougeot (2006), menciona que en los últimos 50 años, la mayoría de los países en desarrollo han experimentado un traslado masivo de su población desde sus áreas rurales hacia sus áreas urbanas. Hasta la segunda mitad del siglo XX, los pueblos del mundo en desarrollo estaban asentados predominantemente en áreas rurales y a mediados de ese siglo, menos de 20% de las personas en los países en desarrollo vivían en ciudades grandes o pequeñas. Sin embargo, al comenzar el siglo XXI, este porcentaje se había más que duplicado. Según estimaciones del Consejo Nacional de Investigaciones de EE UU, para el año 2030 vivirán más personas en áreas urbanas que en áreas rurales en los países de ingresos medianos y bajos. Esto significa que casi la totalidad del crecimiento demográfico tendrá lugar en las ciudades de países en desarrollo. Ponce (s.f.), citando a (Sancho Hazak, 1997), menciona que también se ha dado un importante cambio sociocultural en las comunidades rurales, en las que los vínculos 4 de reciprocidad, esenciales para mantener la coherencia del grupo, han derivado en una nueva identidad con su entorno debido a la migración rural. Procesos socio – económicos: se relacionan con el declive de la agricultura, especialmente de los sistemas campesinos de producción. Actualmente las actividades rurales se han diversificado, y la agropecuaria ya no es la dominante, aunque todavía está entre las más importantes en la configuración de la estructura rural (Pérez, 2005). Por lo anterior, en muchas zonas rurales ha cobrado gran importancia la economía no agrícola. Según Sepúlveda et al. (2003), actualmente ésta ocupa alrededor de la mitad de la mano de obra rural, y de ella depende más de la mitad de los ingresos de los pobladores de zonas rurales. De esta forma, el medio rural deja de identificarse exclusivamente con actividades agrícolas. La pluriactividad de las zonas rurales es uno de los elementos centrales del enfoque de la Nueva Ruralidad. Méndez (2005, p.8), define la pluriactividad como “el proceso de emergencia de un conjunto de nuevas actividades que tienen lugar en el medio rural, las cuales pueden ser ejercidas tanto dentro, como fuera de la propiedad campesina, y estar o no relacionadas con la actividad agrícola tradicional”. Cambios institucionales: La descentralización del Estado pretende delegar mayores responsabilidades gubernamentales en las autoridades locales e instancias regionales o subnacionales. Asimismo, en el ámbito interno destacan los procesos de reforma del Estado, donde destacan los procesos de privatización de servicios y entidades públicas, lo que ha ocasionado la emergencia de nuevos actores privados y el debilitamiento o desaparición de la institucionalidad que caracterizaba la intervención estatal en la agricultura y el medio rural. Con respecto al ámbito externo, es fundamental resaltar la construcción de agendas supranacionales con nuevos arreglos institucionales y nuevas reglas de juego (Sepúlveda et al., 2003). Estos procesos de cambio y de ajuste institucional, se han traducido en la pérdida de la capacidad de respuesta institucional, el debilitamiento de la gobernabilidad y mayores costos para las comunidades y los empresarios rurales. Ello ha redefinido a las instituciones de desarrollo rural al inducir la desaparición o el debilitamiento de las organizaciones públicas que apoyaban las estrategias de intervención y fomento sectorial agrícola (Ibid.). Cambios Tecnológicos: Para Sepúlveda et al. (2003, p.32), el progreso que se ha experimentado como consecuencia de las denominadas nuevas tecnologías de información y comunicación, que han transformado de manera radical “los escenarios, las reglas de juego, las opciones, las prioridades, los factores de competitividad, los sistemas de innovación y aprendizaje, y el papel del conocimiento”. Tales transformaciones constituyen un desafío para los espacios rurales y su desarrollo. 5 Todas estas transformaciones ocasionaron que el modelo de sociedad rural entrara en crisis. No solo ha ido perdiendo su identidad, sino también su población, sus modelos de organización y muchas de sus actividades. Uno de los mayores impactos de los fenómenos anteriores, es la pérdida de validez de la dicotomía entre lo urbano y lo rural en muchas zonas. Actualmente, se encuentra más bien un continuo cuyos límites no son fácilmente diferenciables, siendo completamente factible encontrar elementos que tradicionalmente se han clasificado como urbanos, en zonas rurales, así como factores concebidos como rurales en zonas urbanas. Al respecto, Ponce (s.f.), indica que la teoría del Continuum Rural-Urbano, de los sociólogos Sorokin y Zimmerman, intentó dar una explicación apoyándose en la idea de un cambio gradual, un modelo en el que entre los dos extremos -rural y urbano- hay diferencias de intensidad más que contrastes absolutos. Esto ha llevado al abandono de la visión clásica de distinción entre espacios rurales y urbanos y a la adopción de nuevas visiones, como la Nueva Ruralidad. En palabras de Baigorri (1995, p.5), “la dicotomía no nos sirve, por lo que tendríamos que hablar, efectivamente, de gradaciones, de un continuum que iría desde lo más rural -o menos urbanizado- a lo más urbano -o menos rural-”. Articulación entre lo rural y lo urbano Los cambios en el medio rural mencionados anteriormente, han ocasionado procesos de ruptura en la articulación tradicional rural-urbano, acompañados por el surgimiento de nuevas formas de articulación que han propiciado la constitución de territorios híbridos. Así, surgen nuevas relaciones e interacciones entre lo rural y lo urbano, relaciones que en muchas zonas van convirtiendo a lo rural en un lugar de vida o residencia, más que de actividades de producción agropecuaria. Al respecto, Méndez (2005) sostiene que en países como los de América Latina, el interés urbano en lo rural se enfoca principalmente en la conservación y expansión de lo urbano. La expansión de los procesos de urbanización y la necesidad de contar con suelo para los pobladores de las ciudades, ocasionan una mayor presión sobre el recurso tierra de las áreas rurales circundantes, lo que ocasiona importantes cambios en el uso de la tierra en ellas. La intensificación y expansión de los procesos de urbanización, unidas a la pérdida de rentabilidad de la agricultura tradicional asociada a los campesinos y pequeños productores, no sólo han ocasionado una difusión de los límites entre lo rural y lo urbano en algunas zonas, sino que han impulsado el mercado de tierras en el medio rural. Ello ha generado una reasignación de este recurso productivo y la pérdida de la base material de muchos agricultores para poder realizar actividades agropecuarias. De esta forma, Méndez (2005), menciona que a la luz de la Nueva Ruralidad actualmente es posible evidenciar que la articulación entro lo rural y lo urbano muestra dos facetas claramente diferenciables: la primera corresponde a la articulación tradicional, que se fundamenta en el intercambio de bienes y servicios entre estos dos ámbitos, mientras que la segunda se refiere a las nuevas funciones que se le han otorgado a lo rural. 6 Articulación tradicional En la articulación tradicional entre lo rural y lo urbano, se estableció que el campo provee a la ciudad de materias primas, alimento y fuerza de trabajo sobrante. Siguiendo esta lógica, la ciudad provee a las zonas rurales insumos, productos industrializados y servicios. De esta forma, lo urbano y lo rural se complementan, ya que cada ámbito provee al otro de los elementos de los que carece. Pese a lo anterior, Méndez (2005), indica que las zonas rurales que se encuentran próximas a los centros urbanos, van dejando de cumplir funciones de abasto importantes. A pesar de que la producción agrícola no desaparece del todo, el suministro de materias primas y alimentos pasa a ser cargo de zonas rurales más lejanas o profundas. Esto ocasiona rupturas en el proceso tradicional de articulación entre estos dos espacios, lo que implica una nueva forma de articulación. Nuevas funciones urbanas de lo rural La degradación ambiental y de las condiciones de vida que ha ocurrido en los centros urbanos, han ocasionado que los espacios rurales sean revalorizados. De este modo, las zonas rurales son vistas como lugares de esparcimiento y ocio, además de opción de residencia. Para Méndez (Ibid.), esto ha significado un cambio en el ritmo de vida de las poblaciones rurales y en la estructura de las sociedades agrícolas, provocándose también la paulatina desaparición de las unidades agrícolas debido a que estas van perdiendo funcionalidad ante el nuevo contexto y dinámica espacial. Asimismo, Méndez (2005), citando a Ramos y Romero (1993, p.3), sostiene que los diferentes problemas que afectan a los habitantes urbanos, llevan a conceder nuevas funciones a los espacios rurales como medio para reequilibrar las ciudades. Dentro de estas nuevas funciones, se mencionan las siguientes: equilibrio ecológico, en cuanto a la conservación de ecosistemas; protección y conservación de las fuentes acuíferas; espacio para actividades de esparcimiento al aire libre; y sumideros de contaminantes del aire, el suelo y el agua. En los países latinoamericanos, si bien es cierto que en ciertas zonas se puede estar dando el proceso anterior, el interés sobre lo rural se debe más a la conservación y expansión de lo urbano. Según esto, el crecimiento de la mancha urbana y la necesidad de contar con suelo urbanizable, ejerce una creciente presión sobre las zonas rurales circundantes a las áreas urbanas. Como se puede notar, dentro de este contexto la importante función ambiental que se le otorga al ámbito rural, entra en contradicción con el crecimiento urbano (Méndez, 2005). Los procesos mencionados anteriormente, también inciden sobre el uso del suelo, provocando que zonas dedicadas a la producción agropecuaria pasen a ser zonas residenciales. Esto también ocasiona la pérdida de vigencia de la función tradicional de los espacios rurales de proveer alimentos y materia prima, por lo que muchos de los territorios anteriormente considerados como rurales, ya no basan sus actividades en la agricultura, o ya no es su actividad principal (Ibid.). 7 Ante este contexto, Ponce (s.f.), menciona que la sociedad en su fase post-industrial, ha utilizado el mundo rural para satisfacer nuevas demandas, de forma que el sistema económico y social integra la ciudad y el campo cambiando la relación dominio-dependencia por otra de interdependencia. Son los territorios los que cuentan con un diferente grado de integración en los procesos globales. Territorios, más o menos “conectados”, que incluyen ciudades y espacios rurales, lo cual significa que la vieja oposición campo/ciudad ha dejado de tener sentido desde un punto de vista tanto social como económico. Nueva Ruralidad Los procesos y dinámicas a las que se enfrenta el medio rural, han llevado a una creciente complejización del espacio que han provocado un distanciamiento de las nociones dicotomizantes con que se concebían lo rural y lo urbano, así como un alejamiento de la concepción estática y simplista de la visión clásica del mundo rural. Esto ha suscitado, desde principios de la década de los noventa, que se retome el análisis de las relaciones campociudad, abordado por la Nueva Ruralidad, como forma de comprender y visibilizar las transformaciones experimentadas por el sector rural, el cambio en la valoración del espacio rural, y la manera en que los habitantes construyen dicho espacio. Para Ávila (2004, p.105), en este debate se encuentran tres líneas de pensamiento en las que converge el estudio de las relaciones campo-ciudad: La diferenciación territorial: a pesar de los vínculos entre lo urbano y lo rural, cada uno de estos espacios guarda sus especificidades La simbiosis de los territorios: los límites que separan a lo urbano de lo rural están poco claros, y se entremezclan las características del sistema productivo, la cultura, los hábitos de vida y las reivindicaciones políticas de ambos ámbitos La subordinación del campo a la ciudad: lo rural tiene un rol específico en los diferentes niveles de la jerarquía urbana Pese a estas tres tendencias de pensamiento, para Méndez, Ramírez y Alzate (2005), al apoyarse en la noción de nueva ruralidad, sumado a la evidencia empírica, se puede sostener que en la actualidad lo urbano se debe interpretar como un elemento fundamental de la configuración rural, y lo rural como un elemento de la configuración urbana. Esto encuentra su máxima expresión en zonas rurales aledañas o anexas a entornos urbanos claramente definidos. El ritmo y la magnitud de las transformaciones sociales de las últimas décadas, han modificado las nociones de lo rural y lo urbano en categorías simbólicas que no reflejan realidades socioculturales claramente contrapuestas. Por el contrario, en muchas zonas es difícil establecer límites entre las ciudades y las zonas rurales que les circundan, ya que estas forman un continuo en el que es posible encontrar mixturas. Con base en esto, los autores citados (Ibid.), sostienen que un punto central para definir nuevas ruralidades es la identificación de puntos de unión y encuentro entre categorías que tradicionalmente se tomaban como opuestas, en este caso, de mixturas entre el campo y la ciudad, o entre lo rural y lo urbano. 8 Expansión de la ciudad: Urbanización y contraurbanización de zonas rurales y periurbanas Para la FAO (1999), la expansión de las ciudades es impulsada por el crecimiento económico o por la migración de las zonas rurales a las urbanas y periurbanas, cuando las oportunidades de empleo agrícola y rural disminuyen o no aumentan al mismo ritmo que el crecimiento demográfico. Se entiende por zonas periurbanas, “aquellas que circundan a las ciudades y que están integradas con éstas en casi todos los aspectos; estas zonas tienen también tasas de crecimiento elevadas y reciben hasta el 70 por ciento de la población que emigra de las zonas rurales, así como de la que emigra de las propias ciudades” (FAO, 1999, p.3). En otros casos, la rápida expansión urbana se ha producido debido a factores como el malestar social, las catástrofes naturales y la falta de oportunidades de educación y de servicios médicos en las zonas rurales. Según Méndez, Ramírez y Alzate (2005), el proceso migratorio experimentado por muchos países y regiones latinoamericanas, ha traído consigo la ruralización de los escenarios urbanos. Para estos autores, en nuestros países, el proceso migratorio se ha caracterizado por el desplazamiento de población hacia las ciudades capitales, más que hacia los centros regionales y provinciales. Este incremento en la demanda por lugares de habitación, ocasiona la urbanización de los espacios disponibles y una mayor presión por el espacio cada vez más limitado, lo que dificulta la función urbana de suministrar vivienda a sus antiguos y nuevos habitantes. El avance del proceso de urbanización sobre el espacio rural y agrícola que circunda la ciudad, no siempre se lleva a cabo de manera uniforme, sino que al interior de la trama urbana sobreviven reductos de espacio abierto cultivable, en algunos casos vacíos y en otros ocupados por sus propietarios y habitantes originales. De esta forma, se da la permanencia de islas e islotes agrícolas dispersos al interior de las zonas urbanas (Méndez, Ramírez y Alzate, 2005). Los procesos de urbanización en zonas rurales adyacentes a la ciudad, han incitado el proceso de periurbanización, en el que el avance de la urbanización no implica la desaparición de actividades agropecuarias, pese a que la presión urbana hace a estos territorios susceptibles de ser ocupados. Desde la perspectiva del desarrollo rural, los procesos de expansión y crecimiento urbano en zonas de producción agrícola y su consecuente periurbanización, provocan una continuidad entre la vida rural y la concentración urbana, instaurando una nueva forma de vida dominada por los ritmos de la ciudad, sus expresiones políticas y culturales, y las actividades productivas de corte urbano. Esta difuminación de los límites entre lo urbano y lo rural, “descansa en la integración de los elementos espaciales y sociales del mundo rural, alterando profundamente su organización socioeconómica” (Ávila, 2004, p.102). Por su parte, Berdegué y Meynard (2012), introducen el concepto de territorios rural – urbanos, que definen como aquellos conformados por un entorno rural articulado alrededor de un núcleo urbano pequeño o mediano debido a las relaciones de proximidad geográfica, pero sobre todo, debido a funcionalidades económicas, sociales, culturales y ambientales. 9 Estos territorios combinan características rurales (por ejemplo porcentaje de población que trabaja en el sector agro-alimentario), y de centros urbanos (densidad poblacional, cobertura de servicios, etc.). Según los autores, los territorios rural–urbanos son el espacio intermedio entre el mundo rural profundo y las grandes ciudades. Asimismo, mencionan que estos territorios rural-urbanos son invisibilizados por las definiciones censales oficiales de lo que es urbano y lo que es rural, ya que éstas equiparan conceptualmente a grandes ciudades con ciudades medianas o relativamente pequeñas, lo que genera costosos errores de diseño de estrategias de desarrollo y de políticas públicas. Por otra parte, los mismos autores sostienen que los territorios rural-urbanos tienen importantes ventajas en comparación con territorios rurales profundos, lo que resulta en un mayor crecimiento y reducción de la incidencia de pobreza. Algunas de las ventajas mencionadas son: acceso a más y mejores servicios; más empleo y una economía más diversificada; mayor proporción de los excedentes económicos reinvertidos, ahorrados y/o gastados localmente; mejor acceso a los mercados para los agricultores familiares y otros pequeños empresarios rurales; mayor participación de las mujeres en el mercado laboral; menos emigración de jóvenes; más capital humano y mayor diversidad social; mejores vínculos con otras regiones y países, y más poder político. Sin embargo, esto también repercute en un aumento en la concentración del ingreso en comparación con los territorios rurales profundos, agudizando así las brechas territoriales. La contraurbanización De acuerdo con Arroyo (2001), la contraurbanización es entendida como un cambio en los modelos de poblamiento urbano debido a diferentes causas. Según el punto de vista que se adopte, la contraurbanización puede considerarse como la continuación de los procesos de urbanización, o por el contrario, como un cambio de sentido en los modelos de poblamiento urbano de consecuencias que aún no han sido bien estudiadas. El fenómeno de la contraurbanización se empezó a conceptualizar cuando se observó que mientras en algunos centros poblacionales el número de habitantes dejó de aumentar como lo venía haciendo, en las periferias residenciales, otras áreas urbanas no metropolitanas, diversos núcleos urbanos de menor tamaño y áreas rurales distantes, iniciaron un importante crecimiento demográfico basado, principalmente, en los desplazamientos de población (Ibid.). Pese a las definiciones anteriores, Arroyo (Ibid.), aclara que la diversidad de posiciones metodológicas ante el fenómeno de la contraurbanización es considerable. Con respecto a esto, se menciona que algunos autores lo consideran como un proceso que debe inscribirse en el desarrollo del capitalismo y de su lógica espacial, es decir, como la simple continuación de la suburbanización: la salida definitiva de poblaciones sobrantes desde las grandes áreas metropolitanas. Contrario a lo anterior, otros autores sostienen que la contraurbanización es un fenómeno nuevo que marca una ruptura con los procesos anteriores. Según esta posición, dicha ruptura se debe a factores que influyen en las decisiones individuales de las poblaciones urbanas, y que 10 se refieren en especial al atractivo de algunas zonas rurales, al clima o a la existencia de amplios espacios urbanizables en contraste con las ciudades con elevados índices de contaminación atmosférica, de ruidos y con mayor densidad de población (Ibid.). Según Arroyo (2001), las confusiones que ha generado el concepto de contraurbanización debido a la falsa dicotomía rural-urbano, son muchas, razón por la cual la contraurbanización se ha definido últimamente como un proceso de salida de las ciudades por las poblaciones buscando un marco rural, un cambio de hábitat y de modo de vida. Sin embargo, todavía se discute si este es un fenómeno que se da sólo en los países altamente industrializados y no en los países en vías de desarrollo, debido a que estos aún siguen presentando crecimiento poblacional en los centros urbanos, por lo que se cree que se encuentran aún en una primera fase de crecimiento intensivo o de centralización absoluta. Criterios para clasificar zonas urbanas y rurales Para tratar de definir y diferenciar lo rural de lo urbano, se han formulado diferentes criterios. Al respecto, actualmente se da un gran debate acerca de los criterios utilizados para definir ambos espacios, ya que en muchas zonas estos han venido perdiendo validez debido a las transformaciones en el medio rural y las nuevas articulaciones con lo urbano. Entre los criterios se encuentran los cuantitativos, cualitativos y perceptuales. Cuantitativamente, algunos de los criterios utilizados son el tamaño y la densidad de población. Cualitativamente, la continuidad en el espacio edificado y las actividades de la población. Perceptualmente, se consideran las imágenes que la población tiene sobre los atributos de las zonas rurales y las urbanas. Pese a lo anterior, en muchos países la clasificación de los espacios rurales y los urbanos, se realiza mediante delimitaciones arbitrarias basadas en el tamaño de los municipios o a lo sumo, en el peso de la población activa dedicada a actividades agropecuarias. Hay, pues, diferentes tipos de definiciones para delimitar lo rural de lo urbano. Al respecto, Barros (1999), menciona que por un lado, aparece un conjunto de definiciones que buscan delimitar lo rural a partir de ciertos criterios como porcentaje de población ocupada en labores agropecuarias, densidad de población, características sociales, etc. Este conjunto de definiciones han recibido diferentes denominaciones, entre las cuales destacan las de objetivas o teóricas, que pretenden dar cuenta de lo rural a partir de la observación de un conjunto de características que se considera esenciales. Por otra parte, existe otro conjunto de definiciones a las que se les conoce como normativas o estadísticas. Estas definiciones determinan la existencia de cierto número mínimo de población a partir de la cual una aglomeración se convertiría en urbana, mientras que todas aquellas entidades que no alcanzasen dicho monto pasarían a engrosar el conjunto de población rural. Este tipo de definiciones se convierten, generalmente, en criterios censales, debido a que resultan muy operativas (Ibid.). Por su parte, Ponce (s.f.), menciona que los indicadores que más se utilizan para diferencias lo rural de lo urbano son: 11 La actividad primaria, específicamente el porcentaje de agricultores: Es una variable que pierde consistencia en relación directa con el descenso relativo de los activos agrarios en el mundo rural, aunque en relación con el urbano, las diferencias sigan siendo notables. El uso económico del territorio: Referido a la intensidad de los usos por lo general más extensivos que en el espacio urbano. Se pueden encontrar obstáculos para establecer el grado de ocupación (umbral), ya que en la actualidad es posible encontrar muchos espacios mixtos en zonas rurales, donde la coexistencia de usos extensivos e intensivos genera mayor dificultad. Tamaño demográfico de los asentamientos: Es el indicador más sencillo, utilizado sobre todo por las instituciones públicas. El problema es la disparidad de criterios para adoptar la cifra de población límite. Cada país o estado aplica umbrales que pueden ser diferentes, aunque muchos coinciden en los diez mil habitantes como el límite inferior urbano y los cinco mil como el límite superior rural. Entre los 5.000 y los 10.000 habitantes están las diferencias. Camarero (1993), considera que este indicador debería combinarse con la distancia a los centros urbanos, y que la heterogeneidad de los espacios rurales haría necesario el establecimiento de distintos umbrales demográficos. Densidad demográfica: Aunque es muy utilizado y evidente como criterio diferenciador, presenta los mismos problemas de generalización mencionados. Este mismo autor, citando a Kayser (1990, p.28), reconoce la poca utilidad de esta clasificación por su simplismo a la hora de hacer una delimitación más precisa de los espacios rurales, y remite a otras clasificaciones basadas en el concepto de dominio, en el análisis de las funciones económicas y de las estructuras sociales, o en una combinación de criterios diversos. También menciona que en definitiva, las diferentes tipologías responden básicamente a una gradación de la influencia urbana sobre el espacio rural, ya sea como lugares de difusión o descentralización de funciones y de actividades urbanas, o como lugares destinados a satisfacer las nuevas demandas urbanas de recreo y ocio. Además, mencionan que las transformaciones del medio rural de los países en las tres últimas décadas, han restado homogeneidad al conjunto. La diversidad de los modos y tiempos de evolución y del grado de desintegración de las antiguas estructuras, sugiere y hace necesaria una clasificación de los espacios rurales resultantes. Al respecto, Echeverri (2012), sostiene que no es posible definir categóricamente “lo rural”, ya que lo que se encuentra son aproximaciones a grados de ruralidad que requieren definiciones de niveles que dependen de las aproximaciones conceptuales y metodológicas que cada quien aplique de acuerdo con sus propósitos y necesidades. Esto origina diversas concepciones y definiciones de lo rural, debido a que depende en gran parte de cada contexto y la utilización que se les quiera dar. 12 La clasificación de zonas urbanas y rurales en Costa Rica A manera de ejemplo, en el caso de Costa Rica, los criterios que se utilizan para delimitar las zonas urbanas de las rurales, los ha establecido el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC). Las definiciones que actualmente se utilizan fueron establecidas desde el censo poblacional de 1984, y son las que se presentan a continuación. Zona urbana: Según la metodología para el censo poblacional del 2000 (Ibid.), las áreas urbanas se delimitaron con base a criterios físicos y funcionales. Para esto se tomaron en cuenta elementos tangibles como cuadrantes claramente definidos, calles, aceras, servicios urbanos (recolección de basura, alumbrado público), y actividades económicas. La delimitación geográfica se realiza a partir de los centros administrativos de cada cantón o distrito y se amplia de manera compacta en función de la presencia de las características antes señaladas. Periferia urbana: Dentro de periferia urbana se clasifican aquellas zonas que pertenecen a las áreas localizadas entre el límite del cuadrante urbano y la poligonal envolvente del área urbana que aunque no se encuentran dentro de dicho cuadrante, presenta características muy similares a las de estas zonas. A estas áreas se les considera en transición de lo rural a lo urbano. La poligonal envolvente consiste en una línea imaginaria que encierra tanto el casco urbano, como las áreas adyacentes al mismo (Ibid.). Zona rural concentrada: Las zonas rural concentradas, son aquellos centros poblados no ubicados en el área urbana, que reúnen ciertas características, tales como: un predominio de actividades no agropecuarias; 50 o más viviendas agrupadas o contiguas con distancias entre sí generalmente no mayor de 20 metros; disposición de algunos servicios de infraestructura como electricidad, agua potable y teléfono; cuentan con servicios como escuela, iglesia, parque o plaza de esparcimiento, centro de salud, guardia rural, etc.; pequeños o medianos comercios relacionados algunos con el suministro de bienes para la producción agrícola; y un nombre determinado que los distingue de otros poblados (Ibid.). Zona rural dispersa: Las zonas clasificadas como rurales dispersas, son aquellas áreas no contempladas en las categorías anteriores. Estas áreas suelen tener mayor dispersión de viviendas y población en el territorio y un uso del suelo predominantemente agropecuario (Ibid.). Es importante mencionar que para el Censo 1984, se tomó como urbana sólo la primera categoría (zona urbana), y como rural se tomó la suma de periferia urbana, rural concentrado y rural disperso. Para el Censo 2000, se definió zona Urbana tomando como urbano la suma de las categorías urbano y periferia urbana, y como zona rural las de rural concentrado y disperso (INEC, 2000). Para el Censo del 2011, se mantuvo esta clasificación. 13 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Arias, P. (2002). Hacia el espacio rural urbano; una revisión de la relación entre el campo y la ciudad en la antropología social mexicana. En: Estudios demográficos y urbanos. Mayo – Agosto. No. 050. México: El Colegio de México. Pp. 363 – 380. Arroyo, M. (2001). La contraurbanización: un debate metodológico y conceptual sobre la dinámica de las áreas metropolitanas. En: Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. No. 97. Barcelona. Recuperado de http://www.ub.es/geocrit/sn-97.htm Baigorri, A. (1995). 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