UgfñíTCM éPieéi Ifc SEMANARIO CIENTÍFICO, LITERARIO Y ARTÍSTICO Tillo X Barceloiía S7 de febrero de 1592 1^ I]úíD. 475 t EN CARNAVAL (cuadro de Fortuny) LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 130 SUMARIO TEXTO: MadridJ por Kasabal.—Bibliografía, por C. M.— Nuestros grabados.—El colmo del reclamo, por A. Sánchez Pérez.—De mal en peor, por Antonia Opisso.— Novelistas contemporáneos, por Rafael Altamirii.— ¡Justicial (poesía), por Ramón A. Urbano.—En Stisa, por Mme. Jane Dieulafoy (continuación). —/,a hermosa Grasiana, por Antón Juli Barrili (continuación). GRABADOS: En Carnaval.—Estudio. — Dibujo para una fuente.— La cigarra.— La sonrisa. — La tierra. — Figura alegórica.—Embarque del rey D. Jaime I para la conquista de Mallorca.—Natán Hale.—Capricho. . -^^,i^>j'j^..-*>. MADRID La reoepolón en palacio.—Eoonomias.—Un legrado Importante.—MoTlmiento literario A recepción en el real palacio, ha sido para L el Madrid burocrático el acontecimiento de la semana. Cuatro mil invitaciones lanzadas por las casas de los grandes y títulos de Castilla, por las oficinas y cuartos de banderas de los cuarteles, llevaron á los suntuosos salones de la regia morada un numeroso contingente de invitados, que discurrieron por aquellas magníficas estancias, vieron á las personas reales, contemplaron de cerca á las damas de la grandeza ataviadas con espléndidas joyas, cenaron, con más ó menos tranquilidad, disputándose los manjares, y se retiraron á sus casas con un caudal de recuerdos que les proporcionarán por mucho tiempo comentarios con que amenizar las veladas de la familia. Para las señoras especialmente, tienen grandes atractivos estas solemnidades palatinas: la esposa del jefe de negociado, la capitana en activo servicio, la coronela y la brigadiera, que no frecuentan mucho la sociedad, no pierden por nada del mundo esta clase de fiestas, y desde que á la modesta casa llega el oficio de la mayordomía mayor de palacio, invitando por orden de la reina, nada menos, al señor D. Fulano y señora, no hay momento de tranquilidad, porque comienzan los preparativos. Hay señoras modestas que renuncian de buen grado á la fiesta, contentándose con que vaya á disfrutar de ella el esposo. Le preparan cuidadosamente la camisa de más reluciente pechera, le ponen en ella la botonadura que le regalaron el día de la boda, le recosen los botones del frac, le cepillan el pantalón, le hacen el lazo de la corbata blanca, le dan los guantes bien limpiados con bencina y el pañuelo perfumado con unas gotas de esencia, le desarrugan el legendario gibus, y después de encargarle que se fije bien en todo para que se lo cuente luego, y que no deje de llevar alguna golosina para los niños, le despiden amorosamente, y le esperan repasando la ropa blanca ó leyendo el folletín de La Correspondencia. Los maridos de estas mujeres son felices y en sus hogares reina si no la abundancia la tranquilidad. En cambio, ¡cuan dignos son de compasión aquellos cuyas caras mitades no quieren renunciar en modo alguno á la solemnidad palatinal En vano les presentan argumentos de gran fuerza económica, nada escuchan y comienzan á prepararse para la fiesta revolviendo cuantos trapos y flores tienen á mano y poniendo en contribución á las amigas y conocidas. La jardinera de la sala se despoja, se quitan guarniciones de un lado y puntillas de otro para arreglar el vestido de baile, se piden figurines y patrones, se mandan al tinte las telas usadas para que las refresquen, y se gastan la paga del mes en el traje que hace luego asomar sonrisas á los labios de los que le contemplan la noche de la ceremonia. ¿Pero qué importa todo esto si al fin se ha ido á palacio, y lo han sabido las vecinas, y se puede charlar de esto durante mucho tiempo en las visitas? Esta clase de invitados son los que se apiñan en los salones por donde pasan las personas de la familia real, con la esperanza de que les dirijan una sonrisa, y son también los que más tarde se lanzan al buffet, como al asalto de una trinchera, disputándose el consommé, los pedazos de salmón y los trozos de pavo. Es curiosísimo el espectáculo que ofrece el buffet en los bailes de palacio: los pobres que acudían á que les llenasen la cazuelilla de sopa en la puerta de los conventos, iban con más orden que las señoras peripuestas y los caballeros con frac y con cruces ó con uniforme que quieren disfrutar de la regia cena. Tres ó cuatro filas delante de la mesa, brazos levantados en el aire, platos que son disputados, botellas que desaparecen en cuanto se descorchan, salsas manchando los trajes, caldo que cae sobre los escotes, helados que se derriten, todo forma un cuadro confuso en medio del cual se ve á los criados fatigados y enjugándose con las servilletas el sudor que cae en gruesas gotas por sus relucientes frentes. Al día siguiente los salones y las galerías están llenos de despojos como un campo de batalla, y las escobas barren montones de tul, de gasas y de flores, que van, según dijo el poeta, donde todo lo que sobra. Pero en fln, la fiesta ha puesto en circulación algún dinero, ha proporcionado algunas ganancias á comerciantes é industriales, cumpliendo así uno de sus principales objetos. Con la recepción en palacio han coincidido algunas fiestas en las casas particulares, y Madrid se ha animado un poco al mismo tiempo que se marchitaban en flor los proyectos de economías. Economías, dice todo el mundo comprendiendo que el Estado no puede con las cargas que sobre él pesan; pero todos después de pedir economías, añaden la consabida muletilla que dice pero no por mi casa, y proyectos acogidos con entusiasmo, tienen que ser retirados por la ruda oposición del espíritu de clase. Haga V. economías, dicen los militares, pero no se meta V. con el ejército; lo de no me toque V. á la marina, se va generalizando; bueno, que se supriman audiencias, pero no las de mi distrito, dice un diputado, y cien más le hacen coro exclamando:—Ni las del mío.—Ni las del mío.—Del clero no hay que hablar, á ése hay que respetarle como guardador celoso de la fe de nuestros mayores, y todos quieren que las economías se hagan en la casa del vecino, que no se muestra, por su parte, muy dispuesto á aceptarlas, y así siguen las cosas hasta que impuesto por la necesidad, venga un Oliveira Martins, que diga:—Señores, no se puede cobrar. Los portugueses han escuchado con forzosa resignación á su ministro de Hacienda; el carácter celta de nuestros vecinos los hace sufridos y pacientes; pero aquí no se puede imaginar la que se armaría el día en que un ministro de Hacienda quisiera cortar por lo sano, como el ilustre historiador portugués. Los motines de los anarquistas parecerían manifestaciones pacíficas, comparados con el que armarían las viudas y las huérfanas; los retirados olvidarían sus achaques, para convertirse en defensores terribles de sus pagas; los maridos que fuesen á sus casas con el sueldo mermado saldrían descalabrados por sus caras mitades y se armaría la de Dios es Cristo en todo el reino. Y lo malo es que la cosa tiene que pasar, porque es una gran verdad que no hay dinero, y los gobernantes no tienen la virtud ni la gracia de hacer milagros como el de los panes y los peces ó como el de las bodas de Canaá. * * Los astrónomos, más ó menos zaragozanos, predicen grandes trastornos atmosféricos para la segunda quincena de febrero, y hasta ahora han acertado, porque á días espléndidos y primaverales han sucedido otros en que ha vuelto el frío y se ha visto la nieve. El carnaval no se acerca favorecido por el tiempo, y si esto le faltaba para completar su desanimación ya lo tiene; así es que se comprende que haya diputados provinciales de Madrid que prefieran marcharse á Niza para recoger allí el importante legado que un espa- ñol ha dejado á la Inclusa madrileña, aunque tengan que hacer el inmenso sacrificio de presenciar la batalla de las flores y las demás fiestas carnavalescas que animan las playas del mar azul. Es digna del mayor elogio la conducta de ese español, que al morir lejos de su patria, se ha acordado de los infelices hijos del amor, que, abandonados por sus padres, son recogidos por la caridad. Con frecuencia dicen los periódicos que no se pagan á las nodrizas de la Inclusa sus exiguos haberes, y que los desdichados expósitos son victimas de las mayores privacipnes. La caridad oficial no suele tener entrañas, ejerce su misión como quien cumple un deber penoso y no le comunica el dulce sentimiento que acompaña á la caridad privada. Los asilos que dependen de ésta, como son el del Sagrado Corazón, el del Niño Jesús y otros, están mucho mejor organizados que los que dependen de la diputación ó del municipio, y el diputado ministerial Sr. Ranees, que ha sido diputado provincial, acaba de hacer en el Congreso una punzante sátira de la corporación encargada de la administración de la provincia de Madrid, sátira que poco más ó menos puede hacerse extensiva á todas las provincias de España y que no dejará de tener fundamento mientras el concejal y el diputado provincial no deje de ser hechura de la política y representación del caciquismo. Pocas novedades en el campo de la literatura. En los escaparates de las librerías sólo se ven una obra nueva de D. Leopoldo Alas, el célebre y batallador Clarin, titulada D.^ Berta, y eX libro que ha venido de la Librería Española de Barcelona con el título de Dos vientos, críticas y semblanzas de obras y autores castellanos y catalanes, escritas por D. Ramón D. Peres, redactor distinguidísimo de Z,a Vanguardia de Barcelona. Con estilo ameno, con criterio franco é independiente, con ilustración notoria y un bien cultivado gusto literario, el autor hace un estudio de Marcelino Menéndez Pelayo, se ocupa en las tres últimas novelas del fecundo y notable Armando Palacio Valdés, hace atinadas consideraciones acerca de Pérez Galdós y sus más recientes obras, sigue á D. Juan Valera en sus trabajos acerca de los poetas americanos, aprecia las traducciones de los Cuadros de viaje de Heine y de las odas de Píndaro, traza un bellísimo retrato de Federico Soler, juzga á Apeles Mestres y sus últimos libros, y nos presenta las simpáticas figuras de Jacinto Verdaguer, el primero de los poetas épicos de España, del novelista J. Pin y Soler y del autor de VHeréu Noradell, C. Bosch de la Trinchería. Esta sencilla enumeración puede dar idea de la importancia y de la utilidad de la obra de D. Ramón D. Peres, que presta un importante servicio á la literatura contemporánea facilitando el estudio de sus principales cultivadores. * •t- * El inteligente editor de La España Moderna, la más importante de las revistas españolas, continúa en su propósito de dar á conocer en castellano las obras de insignes escritores extranjeros. Su colección de Libros escogidos, se compone ya de las obras del conde León de Tolstoí, La sonata de Kreutser, Marido y mujer, Dos generaciones. El ahorcado. El principe Nekhli, Los cosacos y La muerte; de las de Barbey de Aureville, El cabecilla. El dardimo, La hechizada é Historia sin nombre; de las de Wagner, Recuerdos de mi vida y De la música; de las de los Goncourt, Querida, Renata Mauperin, Germinia Lacerteux, Carlos Daimilly, La Pompadour y Mad. Gervaisais; de las de Turqueret, Hum.o, Tierras vírgenes, Demetrio Rudin, Nido de hidalgos, Padres é hijos y El judío; de las de Zola, Las veladas de Medan, Estudios literarios y de la LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA novela y de la crítica; de las de Daudet, Pack, Cuentos, Cartas de mi molino. El sitio de París y La novela de un niño; y de las de Macaulay, Estudios jurídicos, Miscelánea histórica, Miscelánea crítica y Miscelánea literaria. Ha emprendido además el Sr. Lázaro la publicación de La nueva ciencia jurídica, revista de antropología y sociología, en la que han de colaborar activamente D." Concepción Arenal, D. César Silió, D. Rafael Salillas, Lombroso y Ferri. ilustrada con grabados, -Barcelona, Bastinos, editor, 1892. La nueva producción del Sr. Pérez Nieva, bellísima colección de cuentos infantiles, ocupará sin duda un lugar preeminente entre las mejores obras del amenísimo autor de tantos libros en que jamás dejan de encontrarse aliados el gracejo de la frase y la originalidad de la inventiva con la más irreprensible pulcritud y corrección del lenguaje. El autor, en efecto, maneja el cj.stellano con maestría consumada, poniéndolo al servicio de una litera- En los teatros no ha habido ninguna novedad después de Thermidor, y continúan en los principales las traducciones del francés entreteniendo á nuestro publico. Tamagno, el célebre tenor, descansa sobre sus laureles del Otello, disponiéndose á volver á salir en Guillerwo Tell, y el teatro Español ensaya un drama nuevo de D. José Echegaray, y esto es todo. La Bolsa continúa bajando vertiginosamente y las acciones del Banco de España aumentando la intranquilidad y la zozobra de sus antes felices dueños. No están, por lo tanto, los espíritus para divertirse en los bailes de máscaras, y sólo se espera con curiosidad el que para el lunes de carnaval dispone el Círculo de Bellas Artes. El maestro Arrieta ha mejorado un poco, aunque la gravedad de su estado no ha desaparecido por completo. La amistad y la ciencia le cuidan con esmero, y todos los que le conocen y le admiran hacen votos por su restablecimiento. tura especial, de difícil cultivo para quien no conoce á fondo el instinto de la infancia y la manera de interesar á la vez á grandes y chicos. Todos los cuentos de Niños y pájaros se distinguen por su sano fondo moral, lo cual no obsta al empleo de felices rasgos humorísticos y al alarde de un estilo vivo, colorido, plástico, y, sin embargo, lleno de encantadora naturalidad. Es imposible figurarse, verbigracia, que las golondrinas no hablan cuando las hace charlar el Sr. Pérez Nieva, y que no tienen sus diálogos los perros y los gatos. La edición es muy bonita, contribuyendo á los atractivos del texto los lindos dibujos de Julián. E L PRÍNCIPE NEKHLI, por el conde León Tolstoi.— Tomo X de la Colección de libros escogidos.—La España Moderna, Madrid.—Un tomo, 3 ptas. RENATA MAUPERIN, por E. y J. de Goncourt.— Tomo XI de la misma.—Igual precio. LA NUEVA CIENCIA JURÍDICA. Revista de Antropología y Sociología.—La España Moderna, Madrid. —Un cuaderno mensual de 64 páginas grandes. 12 pesetas al aflo. MEMORIAS DE DOS JÓVENES RECIÉN CASADAS, novelado Balsac.—Traducción castellana. 3." edición. Pascual Aguilar, editor. Valencia.—Un tomo, 1 peseta. C. M. KASABAL NUESTROS GRABADOS BIBLIOGRAFÍA PINTORA NIÑOS Y PÁJAROS, por Alfonso Péren Nieva.—'E.iicxün de D. Jaime I para la conquista de Mallorca, se habló ya con elogio en la revista de la Exposición general de Bellas Artes de Barcelona, celebrada el pasado año. Es una obra perfectamente compuesta, animada y rica de color, incluso de color local. En Carnaval, do Fortuny, se ve al momento la garra leonina del grande artista, Es una cabeza de estudio admirable. La sonrisa, de ChapUn, da la más perfecta idea de la elegantísima manera de aquel distinguido artista, siempre aristocrático y refinado. Finalmente, La Cigarra, de Enriqueta Rae, es una versión más de la célebre fábula de Lafontaiue, decididamente desacreditada hoy, pero que DIBUJO P A R A U N A F U E N T E , por Julio Dalou E S T U D I O ( b u s t o por O n s l o w Ford) La vasta empresa acometida por el Sr. Lázaro que no cuenta con el apoyo oficial, es digna del mayor elogio, y ha de contribuir poderosamente á difundir la cultura en nuestra patria. * * 131 Del cuadro del Sr. Tusquets (D. Ramón), Embarque ha servido á la autora para pintar un excelente desnudo. LA HSCULTUKA EN 1891 El ángel sepulcral,—Esta bella escultura, de dibujo correcto, de delicadas iormas, está trazada con atrevida soltura por el cincel de una de las más distinguidas y bellas damas de la sociedad madrileña, que oculta su nombre bajo el pseudónimo de Mme. Forward. Pocas son las señoras que cultivan este difícil arte, y sólo recordamos á la baronesa de Rotschild que porfíe con igual empeño en su estudio, constancia poco común en el bello sexo, por lo cual es tanto más de sorprender y admirar en esta ya laureada dama su constante amor al estudio del arte en que revela, al par que idealismo, grandeza de pensamiento. Capricho, de Jorge Frampton, es una curiosa escultura, de gusto francés. Representa una esbelta figura de doncella, al desnudo, que se sostiene sobre las puntas de los pies, llevando una caña en una mano. A la verdad, valdría más como cuadro que vale como estatua, pues la posición resulta violenta y la figura está mal equilibrada. El Estudio, de Onslow Ford, es una preciosidad de modelado; no cabe acariciar más suavemente el mármol. De M. Dalou es el soberbio Dibujo para una fuente, con una escena báquica en alto relieve, en cuyas figuras redondeadas y carnosas aparece claramente acusada la influencia de Carpeaux, maestro del autor; feliz alianza de la rítmica elegancia del estilo Luis XIV y el modernismo corriente. La Tierra, de M. Alfredo Boucher, es una escultura colosal que obtuvo el primer premio en el último Salón de París. Es en realidad una grande academia. El escultor norte-americano Mac Monnies ha representado á uno de los héroes de la gueira de la independencia, Nathan Hale, fusilado por los ingleses como espía. Es una figura llena de vigor que expresa bien la idea de rubelión aun al borde do la muerte. LA CIGARRA (cuadro de Enriqueta Rae) "La Cigale ayant chanté Tout l'été Se trouva fort depourvue Quand la brie fut venue." (LAFONTAINE) f f>. i ka/\hf. LA SONRISA (cuadro de Chaplin) X ^^ 134 EL COLMO DEL RECLAMO Los empresarios de espectáculos públicos andan, de algún tiempo á esta parte, muy desorientados; ya ni dramas espeluznantes, ni patochadas arlequinescas seducen al público; parece que las obras serias le disgustan y que las piernas desnudas y los senos turgentes y los bien torneados brazos de las mujeres hermosas le empalagan; la tendencia al retraimiento es mayor cada vez, y crece, crece con rapidez aterradora; es necesario inventar algo para contener ese movimiento de retirada que ya comienza á tener carácter de verdadera huida, y á eso se enderezan los conatos de los industriales que del público y para el público viven. Los poetas dramáticos van á probar si Ibsen tiene condiciones de adaptabilidad á nuestra escena; pero eso no es ensayo que pueda hacerse de pronto y sin estudios previos y convenientes preparaciones. Por esto (y mientras llegamos á esas pruebas del teatro de Ibsen) se adelanta un señor empresario, de otro linaje de espectáculos, y anuncia en los diarios de Madrid lo siguiente: "En los jardines del Retiro verificará hoy jueves, día de moda, arriesgadísimos trabajos el domador Mallen con la brava leona que de voró á su maestro." Si el lector se para á leer con algún detenimiento ese anuncio, echará de ver que es verdadero modelo de oratoria. Hay indudablemente en esas pocas líneas un discurso, sí, señor; pero no un discurso cualquiera, sino un discurso muy elocuente. Comienza el empresario por enterar al público de una circunstancia que algo puede influir en determinarlo á presenciar la fiesta: "í?s día de moda.'^ Esto de los días de moda se ha vulgarizado bastante, y ya casi, casi no produce efecto; pero, al cabo, aun hay señoritos cursis y puede haber forasteros incautos á quienes eso de día de tnoda atraiga, pues, como dice el vulgo, no es moco de pavo eso de codearse y alternar aunque sea por pocos minutos con lo más selecto del Madrid elegante, que suele no ser ni selecto, ni elegante, pero que lo parece en algunas ocasiones. Después del incentivo de la moda viene, en el anuncio, la promesa, más seductora aún, de que los ejercicios serán arriesgadísimos; esto es ya más sólido y de mayor eficacia para las personas serias; el hombre formal y despreocupado no se dejaría engatusar porque le dijesen que iba á verse en compañía de algunas docenas de sietemesinos entecos y de niñas cloróticas y encanijadas por falta de la necesaria alimentación, pero cuando lee lo de ejercicios arriesgadísimos vislumbra en lontananza algún suceso casi imprevisto, algunas emociones fuertes que hagan vibrar su sistema nervioso embotado, y concurre al espectáculo suponiendo que ha de aburrirse, pero con la esperanza de que algún incidente horrible sirva de compensación al aburrimiento. Pero, por si eso no bastara, el anunciante tiene buen cuidado de advertir que esos ejercicios de Mallen se llevarán á cabo con una leona brava; no s&tra.tnydL de una leona domesticada y dócil á la voz de su amo, sino de una fiera del desierto, circunstancia que aumenta en un noventa y cinco por ciento las probabilidades de que en la fiesta o urra alguna desgracia. Y como esto de la bravura del animal puede parecer á muchos exageración de titiritero de feria para mejor embaucar á los transeúntes parados delante de la puerta de su barraca, el empresario reserva para el último el golpe de más efecto: "/« que se comió á su maestro.'^ Esta recomendación tiene forzosamente que convencer á los más rehacios. "No creáis,— viene á decir el Barnum de los jardines,—no creáis que mi leona es un animalillo de tres al cuarto, ni una fierecilla con más tachas que el caballo de Gonela; es una leona que se ha co- LA ILUSTRACIÓN "IBÉRICA mido ya á un domador, y que, por aquello de que el comer y el rascar todo es empezar, muy bien podría comerse á éste, porque hay fundados motivos para sospechar que desde aquella fechoría le parece muy apetitosa la carne de los domadores. Para mí es indudable que, tarde ó temprano, se engullirá á Mallen como se engulló al otro; ¿quién sabe, señores, quién sabe si os tocará á vosotros la fortuna de presenciar tan peregrino espectáculo? No desperdiciéis la ocasión; pasad, pasad; ved que si no entráis á verlo y es hoy cuando LA TIERRA (estatua por Alfredo Boucher) acontece la desgracia, ya no se os presentará ocasión de verlo en mucho tiempo, porque estas funciones de maestros devorados por leonas no pueden representarse todos los días." Y dicho se está que el que no se deja convencer por tan lógicos razonamientos no es hombre de gusto. A mí se me ocurre además que, en caso de acontecer esa desgracia, con la cual tan hondas emociones sentiría la concurrencia toda, era fácil también que la brava leona se escapase de la jaula y de los jardines y se presentase de pronto en medio del paseo del Prado á regocijar con sus zarpazos y sus brincos á los pacíficos burgueses que allí esparcían el ánimo y se solazaban sin contar con ese espectáculo que no había sido anunciado en los carteles. Y que esto suceda el día menos pensado: "•Dura cosa será, pero posible." A mí esos ejercicios con leonas bravas que se han comido á sus maestros, me hacen muy poca gracia dentro de poblado. Santo y muy bueno que cada uno se gane el pan como pueda y sepa; pero ¡por Dios y por todos los santos! bien se está San Pedro en Roma y bien se están en el desierto las leonas bravas. No me traigas leonas bravas ahora que suben el pan; • ya que no me quitas sustos no rae los vengas á dar. A . SÁNCHEZ PÉREZ DE MAL EN PEOR La desastrosa marcha del teatro español y el funesto fin á que presuroso corría, temas fueron hasta hace poco explotados con tenacidad infatigable por las previsoras sibilas de la moderna crítica, tan fáciles en familiarizarse con todo lo pedestre y vulgar. Es verdad que nada nuevo dijeron, que ninguna reforma salvadora indicaron; limitáronse los acólitos en parafrasear los conceptos tan nebulosos como faltos de originalidad, antes emitidos por sus pontífices, y de aquella baraúnda de palabrería huera y vanos argumentos sólo se consiguió deducir que el teatro moría, y que moría, sin que nadie acertara á dar con un remedio que se opusiera al desarrollo del mal que había de conducirle á su fin. Afortunadamente, en abierta contradicción con tan pesimistas augurios, las circunstancias han venido á demostrar que la grave dolencia que afectaba al teatro español, tenida en un principio por mortal, era sólo una gran anemia, dolencia endémica en nuestros días, ya que por igual afecta á los individuos como á las sociedades. Pobreza de sangre ó pobreza de ideas, idénticos quebrantos y perjuicios irroga la una en el organismo humano como la otra en el organismo social. Moría el teatro dramático á causa de su pobre nutrición, mas al primer ensayo practicado para sacarle de su atonía los resultados han evidenciado que con una buena dirección y acierto é imparcialidad por parte de sus directores, el teatro español no sólo puede reaccionarse, si que continuar dignamente su brillante historia. Demostrada palpablemente tan lisonjera verdad, bueno fuera que los que tan pesarosos se mostraban por su suerte de ayer concentraran hoy su atención en el teatro lírico, tan español como el dramático y de no menos brillantísimo abolengo. A buen seguro que no darían 3'a con un enfermo más ó menos imaginario, sino con algo menos triste, pero infinitamente más repulsivo, con algo que más que la piedad excita el rubor. JDurante la comprometida crisis á que vino sujeto aquél, ni aun en los momentos más difíciles se le vio abdicar de su pasado. Si caía, mostraba al menos, al caer, el sereno quietismo de los que caen abrumados por una fuerza superior á sus alientos, á sus aptitudes y ásus entusiasmos; no así ese desdichado teatro lírico, que olvidado de que fué gloria para convertirse en padrón, no ha vacilado en hacer jirones de su típica y brillante vestidura de otros días para engalanarse con harapos de prestado, ocultando su faz bajo grotesca máscara de sátiro. Y sin embargo, los ataques que se dirigen á ese teatro (cuando alguien se atreve á ello) son débiles, tímidos, casi medrosos. No parece sino que sus fomentadores tienen de antemano suscritas pólizas de éxitos á primas fijas, á juzgar por la puntualidad con que perciben el interés. A no ser así, en manera alguna se justificaría el medro de tanta sandez, ni hubieran podido prosperar ni echar raíces en nuestra decentísima escena esas insulsas chabacanadas que tan rápidamente la han hecho descender de su nivel. ¿Qué se ha hecho de la hermosísima zarzuela española? ¿Dónde están los herederos de Arrieta, Olona, Gaztambide, Barbieri y demás esclarecidos maestros y autores que tanto renombre y popularidad le consiguieron dar? ¿Qué se hicieron de los buenos tiempos de jí/arina, El Juramento, Diamantes de la Corona, El Diablo en el poder y otras primorosas joyas hoy en completo estado de oxidación? Y sin tomarlo desde tan lejos, ¿cómo dejar de recordar los éxitos verdad del Barberillo, Comediantes de antafio y El anillo de hierro? ¿Qué se ha hecho de aquel cultísimo teatro, eminentemente español, modelo de gracia y donosura y del que con tanta razón podía ufanarse la patria escena? Si por las apariencias hemos de juzgar, bien podemos afirmar que, 135 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA al igual de las golondrinas de Becquer, aquellos tiempos no volverán. Viciada la escena con los engendros de que la surten al por mayor, el ensayo de una obra modelada en el antiguo troquel obtendría inevitable desastre, pues que hoy por hoy no se nos antoja quiénes la podrían interpretar. En el terreno de las verdades, ni aun las más amargas deben omitirse; por eso no vacilamos en apuntar que á tal achicamiento ha llegado el teatro cómico-lírico, que ya el único recurso y afán de sus fomentadores es hacer reír, y reírse el de los aficionados, bien que no con esa risa franca y expansiva,expresión de toda impresión simpática, sino con la risa de la estupidez, la sola que con sus sandeces puede arrancar. Desde que se estrenó la Gran vía, golpe de gracia que hirió al teatro lírico en la cabeza para que el trastorno fuese completo, la zarzuela no ha descendido de su esfera: se ha despeñado por vertiginosa pendiente, y de caída en caída, y de tumbo en tumbo, tan tremendas han sido las descalabraduras sufridas, que no le han dejado sano ni un rasgo de su fisonomía, ni un detalle de su característica originalidad. Todo se ha perdido y todo se ha borrado. A la cultura de ayer, han sucedido los desplantes del peor gusto; á las exquisitas elegancias de la zarzuela seria, licencias y chocarrerías canallescas; al chiste ingenioso y picaresco, necedades de la peor calaña; al arte, en fin, el más desembozado mercantilismo. En plena explotación el nuevo teatro, preciso fué que los artistas se achicaran para sacarlo á flote, y ello es, que con tan buena fe lo hicieron, que no tardaron en identificarse, quedando todos al mismo nivel. Practicado el forzoso descenso, la proscripción de la buena zarzuela se impuso, ya que la interpretación de las unas y de las otras se rechaza por su incompatibilidad. Un actor de talento puede en una misma noche interpretar un drama de Calderón y un saínete de D. Ramón de la Cruz, porque á pesar de la enorme distancia que separaría al uno del otro, ambos reclamarían de su intérpretes sujeción absoluta á imprecindibles reglas del arte, que así en el teatro dramático como en el cómico deben siempre prevalecer. Pero de esta regla en la cual toda obra debe asentarse, ha prescindido por completo el teatro que nos ocupa; á sus intérpretes no les exige ni talento ni comprensión artística, les pide sólo mucha travesura y desenfado; por eso las Menegildas de hoy, á pesar de los pesares, son incapaces de interpretar Marina, esa delicada perla de nuestros mejores días; por eso esos traviesos Monaguillos tan aplaudidos y celebrados, por muchos triunfos que cosechen y por mucho incienso que aspiren, no podrán jamás no ya interpretar, ni comprender siquiera, el papel de cualesquiera de las dos tiples de El Juramejtto, pues sería muy fácil que les resultaran proféticas las palabras de Shahspeare á Yorick en el primer acto del Drama nuevo: "Quisiste hacer reir y rióse el público: ¡ay de ti, si mañana te empeñas en hacerle llorar y el público da también en reírse!"...—Y que el público se reiría si se intentase la evolución, puede tenerse más que por seguro. De la infinidad de piecesillas que constituyen el moderno repertorio, ni una sola acusa adelanto ni originalidad; todas parecen vaciadas en el mismo molde, todas están confeccionadas bajo el mismo modelo y patrón. Coros que se aplauden á veces por las procacidades que dejan entender, como el de marras de los calzoncillos de no recuerdo qué zarzuela; dúos en los cuales todo se vuelve andar y corretear por la escena, y terciar con más ó menos garbo el pañolón de Manila, y permitirse algún atrevimiento allí donde no se alcanza á dar una nota; tercetos ridículos y grotescos como el de los ratas, y el de ^ mi me llaman "•la pelos^, americanas coreadas y otras novedades del mismo tenor, constituyen la nueva zarzuela, delicia y regocijo de los que no alcanzan á comprender más. En abono á los éxitos que se fabrican, se saca siempre á relucir el manoseado recurso de lo fácil de la rnúsica de la nueva obra... y tan fácil: díganlo si no los filarmónicos callejeros, que á silbido continuado consiguen pronto hacerla popular. No les negaremos á los maestros Chueca, Chapí y otros no menos aplaudidos, grandes NOVELISTAS CONTEMPORÁNEOS MAUPASSANT I La terrible dolencia de que es víctima abo- , ' - ' • * * P^ÍJ ^^^¡g^^^ln^^^gH^igHg^ EL ÁNGEL SEPULCRAL (estatua en yeso por Mme. Forward) talentos y probadas aptitudes para cultivar con éxito su difícil arte; pero conforme los emplean hoy, justo es convenir que malgastan lastimosamente el oro de su ingenio para engarzar en él piedras de colores y diamantes falsos. ANTONIA OPISSO ra el célebre autor de Bel Ami, concede oportunidad (por desgracia, muy triste) á los estudios críticos que se le refieren. El despiadado noticierismo ha traído y llevado el nombre de Maupassant, complaciéndose en el recuento de pormenores que afectan sólo á la vida privada y á esferas de ésta (muchas veces) que la \ t i..i.iiiiu<ia.iriÍliiSI EMBARQUE DEL REY D. JAIME I PARA LA CONQUISTA DE MALLORCA (Cuadro de D. Ramón Tusquets^ 138 más elemental prudencia aconseja pasar en olvido. Ninguno (ó casi ninguno) de los nuevos críticos ha tratado de lo que más importa recordar á las gentes: la obra del novelista, en virtud de la cual tiene este nombre y representación en la vida literaria moderna. Séame lícito llenar ese vacío, recordando el carácter y la importancia de los libros de Maupassant. Su personalidad artística, es un hallazgo. No empezó á escribir por vocación, por ese impulso irresistible de los "llamados", cuya ventana golpea presurosa la musa que enamoró al cantor de Las Noches. El propio autor de esa maravilla deliciosa que se titula Fort comme la mort, ha dicho de sí: "Lo mismo estaba yo predestinado á ser un escritor que cualquiera otra cosa. Con mi perseverancia y mi método de trabajo, de igual modo que he llegado á ser un literato, hubiese sido un pintor, un médico, cualquier cosa... Jamás he sentido eso que llaman el gusto, la satisfacción del trabajo. Para mí, la literatura no ha sido más que un medio para librarme de la estrechez de la existencia."—Semejante declaración, en lo que tiene de juicio de la propia obra, es un error manifiesto, una de esas ilusiones tan frecuentes que padecen los hombres respecto del alcance y esencialidad fundamental de sus actos. Verdad es que el testimonio de Zola, solicitado en reciente interview, confirma el procedimiento reposado, eminentemente reflexivo, mercantil, con que Maupassant trabajaba. Pero esto mismo hace, en buena parte, el propio Zola, cuya naturaleza artística nadie podrá negar; siendo, además, patente, que todos nos hallamos ya muy lejos del arrebato romántico, de las voladas fogosas de Euforión, y que la novela moderna, fruto de observaciones y análisis que no se improvisan, requiere detenimiento y reflexión meditada. El hecho es que Maupassant ha resultado un artista de primera fuerza, aunque él se niegue esta cualidad; y debemos agradecer á esas estrecheces que tanto le agobiaron en un principio, el servicio inolvidable de habernos revelado un temperamento, falto de la conciencia de su valor y significación. Porque no cabe dudar que, si á fuerza de tiempo y de perseverancia, puede llegar cualquiera á escribir libros que no se caigan de las manos (porque la educación empeñada y en una dirección constante de las facultades, logra, casi siempre, adaptarlas al fin propuesto), el sentimiento artístico, la finura y distinción del gusto, el calor de la imaginación, la intuición iluminada, eso no lo consigue la testarudez más acérrima, como no venga ya la levadura en el espíritu, abundante y de calidad. El verdadero artista no puede decir, como el tamborilero de Daudet: (Ta m'est venu un jour, en entendant chanter le rossignol, como si la aptitud se formara "de un pistoletazo," según la frase célebre de Hegel. No se despiertan artistas las gentes que se acostaron vulgo; y aun para las que decididamente tienen un porvenir de gloria y de reputación justas, no llegan éstas sino á través de sucesivos progresos y desarrollos. En Maupassant es fácil advertir esto último. Desde Bel-Ami á Notre cosur, media una distancia regular, y no sólo tocante al estilo, que tanto preocupó á nuestro autor. En el estilo mismo (aunque parece á la generalidad cosa externajse señalan bien las jerarquías. A fuerza de leer nuestros clásicos y de sobar el diccionario de la Academia, puede el más modesto de los hombpes en inteligencia, alcanzar intachable corrección en las expresiones; pero cabe, también, ser perfectamente vulgar en el mejor castellano posible; escribir como Pereda y faltar "alma" á lo escrito. Y esto, porque el verdadero estilo no se refiere á la pureza léxica y gramatical, sino á la vida, la fuerza, los matices y el punto de vista en la expresión de lo pensado, dependiendo del pensamiento mismo bastante más de lo que algunos aspirantes á académicos suponen. No de otro modo ha podido decir Buffón que "el estilo es el hombre." LA ILUSTRACIÓN IBEBÜCA Pues bien; la excelencia de esta condición, Oriol, pueden encontrarse algunas de esas obque autoriza para llamar á un escritor, "artis- servaciones, referentes, verbigracia, á los olota", sólo la adquieren los que lo son, esencial- res del campo. En Sur Veau las hay, sobre el mente, en el fondo de su alma; cien años de ma- Mediterráneo, de esas cuyo mérito sólo puechaqueo sobre la frase, no la conseguirán en de apreciar quien ha vivido en aquellas plaquien no la lleve dentro de sí. yas luminosas, entre el aire que llenan, á la Maupassant la llevaba. Por mucho que des- vez, el aliento salado del mar, el polvillo arprecie teóricamente al arte, él era algo más diente de las palmeras y el perfume de azahar que un obrero. Si escribió pro pane lucrando, que embriaga. En Notre coeur se destaca, como éste es dato que sólo se refiere á su intención joyel precioso, el cuadro de la marea y la impersonal, á lo que diríamos su moralidad lite- presión sedante, bienhechora del bosque. Verraria; pero el resultado efectivo es bien su- dad es que Maupassant ha sido, toda su vida, un sportmann apasionado, y que esto le ha podido ayudar en la exactitud y calor de sus descripciones. Pero si de ellas pasamos á la psicología humana, la originalidad y valor artístico de nuestro novelista, resultan á igual altura. II N A T A N H A L E (estatua por F. Mac Monnies) perior al juicio propio que hizo de su obra. Aunque en la vida ordinaria alardeara de no sentir las cosas que decía, para el lector, como si las sintiera. ¿Qué más se quiere? ¿Acaso pedimos al actor que las sienta de veras, en lo íntimo? Lo que le pedimos, es que nos dé la ilusión de sentirlas; es, arte para que nos parezca que allí, sobre el tablado, no es él, no es Rossi ó la Dusse, sino Harnlet ó Francillón\ No somos más exigentes con el novelista: caso aparte, de que (por grande que pueda ser la inhibición personal), como llegue á pintar con vida las cosas, es que algo de ellas, de su sentimiento, le ha llegado al corazón. Así parece que autoriza á juzgar la psicología. En sus libros (en casi todos), Maupassant no resulta un observador frío, que examina las cosas y recoge las observaciones sólo en cuanto le son útiles piira un fin de esos que llaman prácticos. Parece (y basta para el efecto) que vibra su espíritu al compás de las impresiones externas, que le domina la emoción artística, y que á su luz ve las cosas bellas que no ve el vulgo. Sirvan de ejemplo las páginas dedicadas á los paisajes naturales, que él siente, no con entusiasmos de brocha gorda, sino con ese respeto, esa impresión honda y grave que producen el campo y el mar, cuya voz solemne sobrecoge y sacude, en lo más escondido é íntimo, las raíces del alma. Leyendo Mont- Sea cual fuere el asunto en que ocupa su pluma, Maupassant acierta en los datos que han de caracterizar á sus personajes. Su composición (como dice el crítico danés Jorge Brandes, uno de los que mejor han entendido el talento de nuestro autor), ofrece siempre, de la manera más enérgica, lo que ha querido demostrar. Pocas veces es hueco en las observaciones, en los detalles; y en todos casos, logra darles novedad, no fantástica y estrambótica, sino real, resultado de aquel consejo de Flaubert, que decía: "hay que mirar las cosas durante largo rato y con atención suficiente, hasta descubrir en ellas un aspecto que nadie haya visto, que nadie haya descrito antes (1)." Los cuentos ó novelas cortas (Cogites y Nouvelles) son una patente demostración de esta cualidad. Como el asunto es de cortas proporciones y muy concreto y ceñido el pensamienta, cualquiera excrecencia inútil holgaría de manera sobrado evidente para no ser notada. Nada huelga, por el contrario. Todos aquellos escritos son de una concisión enérgica, de una pintura sobria, pero justa, de los caracteres y los hechos. Lo mismo cuando narra la entrevista solemne y fría, por lo desconsoladora que es para los creyentes en "la voz de la sangre" de un padre y un hijo que no se habían visto nunca, que cuando analiza las aberraciones morales de una mujer sin pudor, que no obstante, es fiel á su marido, ó cuando describe la bajeza terriblemente castigada de un soldado que traiciona doblemente á su jefe, hiriéndole en su honor á la vez, por el silencio y por el acto positivo, Maupassant produce la impresión adecuada y deja al lector, si no emocionado (porque no hay emoción en ciertos asuntos), absorto ante la obra de arte tan bien concluida. A v e c e s , los cuentos son cuadritos deliciosos de la vida campesina, trazados con una verdad despiadada, si cabe decir esto de la verdad. Allí está en cuerpo y alma el labrador con su moral acomodaticia, su egoísmo económico parejo con la sobriedad y las privaciones, su espíritu estrecho y mezquino,... todas las cualidades malas, en fin, de la clase; porque, eso sí, el labrador de Maupassant sigue siendo el de La Terre, como sus tipos urbanos son, según él propio ha escrito, monstruos parisienses (2). Esta circunstancia, sobre la que he de volver más adelante (y que es la más característica en los cuentos y nouvellesJ,me excusa, ante mi particular conciencia, de insistir ahora en ese aspecto de la obra de Maupassant, una vez dicho lo que importa saber respecto de su excelencia artística; cumpliéndome sólo añadir que á este género de escritos debe nuestro autor gran parte de la fama, y, sobre todo, del éxito de librería de sus publicaciones. Los tomos en que ha recogido Maupassant sus producciones cortas, pasan de nueve. Citemos: La maison Tellier, Contes de la Bécasse, Contes du jour et de la nuit, Contes choisis, Lerosier de Mme. Husson... (1) (2) Recordado en el prólogo de Fierre et Jean. Por ejemplo, la mujer de M. Parent. LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA La Revue bleue, Gil Blas y otros periódicos, han gozado principalmente de la originalidad de estas producciones. Pero donde está la parte mejor y más sana (más ideal y más profunda) de la obra de Maupassant, es en sus novelas largas, y de ellas, sobre todo, Pierre etjean, Notre coeur y Fort comtne la niort. Bel Ami no pasa de ser un cuento del Gil Blas, ampliado hasta las proporciones de un tomo; Une vie, que algunos tienen, con manifiesto error, por la obra maestra, carece de calor de humanidad, y Mont-Oriol es una historia ligera y divertida, muy amena y agradable, que sólo alcanza, al final, una cierta elevación artística con la pintura de la soledad triste de aquella mujer amante y su dignidad serena ante el que la abandona. No quiero hablar de otros libros. Me basta, para caracterizar la gloria de Maupassant, con los que he citado antes, añadiendo al terceto, Sur Veau. Fierre et Jean es una novela admirable, por el pensamiento y por la factura. El problema que desarrolla es muy hermoso y está planteado sin exageraciones de escuela, ni excesivos empeños naturalistas. Se trata de un hijo que descubre la infidelidad conyugal de su madre y que por efecto de esa falta, su único hermano (el niño mimado de la casa) es hermano adulterino. El dolor profundo que el descubrimiento le produce, junto con algúa retoño de envidia fraternal; el sentimiento de compasión hacia el padre; la mezcla de odio y amor hacia la madre; el desaliento enorme que sigue al choque moral, y la resolución noble y cobarde al propio tiempo, que origina, todo está descrito (con hechos más que con observaciones subjetivas) de una manera que deja honda impresión en el lector. Para mi. Fierre etjean^ no sólo es de los mejores libros de nuestro autor, sino también una de las novelas más originales y mejor escritas de nuestro tiempo. Notre coeur se acerca al tipo de las obras de Bourget, como Un coeur de fenime. Es el análisis refinado, íntimo, de una mujer á quien la nerviosidad y retorcimiento frivolo de la vida modernista, fin de siglo., privan hasta de lo más característico en la mujer francesa, en la mondaine de París: el sentimiento del amor y el placer de su satisfacción con el hombre. A la vez viene á demostrar (quizá involuntariamente para el autor) que toda relación, aun la más física, de los sexos, necesita un elemento ideal, sin el que todo lo otro no es nada. Bien á su costa lo aprende así Andrés Mariolle, para el cual toda la filosofía que la experiencia de su trato con Mme. de Burne le procura, es que las exigencias del sentimiento están muy lejos de verse satisfechas con la posesión material de una mujer, cuando falta la emoción psíquica, la impresión de que nuestra ilusión, nuestro propio placer, agita también á la otra parte y está compartido sinceramente por ella. De aquí que el amor ingenuo, sin reservas, de Isabel, llene más el alma y apacigüe mejor la fiebre que la pasión llena de reservas de Mme. Burne produce. El reconocimiento de esta consecuencia se halla en las siguientes frases del principio y fin del libro: "El (Mariolle) vivía torturado, porque amaba," — así comienza el capítulo Ilí, hablando del amor de Andrés á Mme. de Burne;—"se encontraba menos solo, menos perdido, menos abandonado... Para ella no había más que él en la mirada, en el alma, en el corazón y en la carne... El saboreaba, sorprendido y seducido, esta ofrenda absoluta, y sentía la impresión deque aquello era el amor bebido en su propia fuente, en los labios de la naturaleza,"—así dice el capítulo final hablando de la pasión de Isabel. Esto no obstante, Mariolle no puede olvidar á Mme. Burne: se somete á las privaciones, al dolor constantemente renovado de una relación fría, de una posesión indiferente casi. Como el filósofo de Cruélle énigme, no sabe romper sus lazos, y queda esclavo para siempre; y en esta fatalidad de la tortura deseada, surge la nota triste, desconsoladora, de la novela moderna. Maupassant (ya lo he dicho en otra ocasión, y séame licito recordarlo ahora), á pesar (y quizá por ello precisamente) de lo que un crítico llama ligeramente su "epicureismo práctico", su afán por el placer, sufre, en realidad, "ese inmenso fastidio, esa dolorosa desilusión, ese desfallecimiento triste ante las cosas de la vida, que (aun para los que no padecen de idealismo) tienen mayores amarguras y desengaños más grandes de los colocados en cuenta en el presupuesto que todos, CAPRICHO ( e s t a t u a por J o r g e F r a m p t o n j incluso los más desproocupados, hacemos para nuestra conducta." Semejante estado de ánimo viene á concretarse en estos dos puntos: un solemne desprecio hacia los hombres, en quienes no se ve más que la manifestación egoísta, estúpida y brutal, juicio bien declarado en los capítulos de Sur Veau; una concepción sensualista y material de la vida, por la cual no le preocupa más que el dolor, el sufrimiento y la vejez en cuanto significa pérdida de fuerzas; y el afán de revelar siempre el lado desagradable de las cosas: los vacíos del cariño, las deficiencias de la amistad, la traición en el matrimonio, la gotita de acíbar, en fin, que hay en el fondo de todos los hechos, aun en las mayores alegrías. Esta predisposición, que le ha llevado á descripciones y asuntos poco simpáticos, le ha permitido, en cambio, ser el poeta de algunos grandes dolores morales, escasa ó pobremente explotados hasta ahora por los novelistas. Tal sucede con ese amor cumplido y no satisfecho de Notre coeur; tal, sobre todo, con esa pasión de joven en un cuerpo viejo, con esa pena desoladora de la vejez de la carne ante la eterna juventud del deseo y de la idea, que forman el contenido moral de Fort comme la mort. Tengo esta novela por la obra maestra de Maupassant; quizá hay progreso (en el sen- 139 tido del psicologismo) en Notre coeur, porque el autor dice más y más hondo de cada cosa, pero con menos detalle, Fort comme la mort dice, sin decirlo á veces, todo lo que es necesario para comprender la situación y los sentimientos de los personajes. Todavía esta relativa sobriedad es un mérito. Pero lo que no tiene duda, es que, hasta aquel Olivier Bertin, ninguna otra figura déla literatura contemporánea había expresado tan humanamente la sombría desesperación de hacerse viejo, á la vez en el arte y en la vida, de imposibilitarse para ser comprendido y amado por la juventud nueva, que no sabe ver (en la indiferencia lógica de su sentimiento) el fondo esencial, perpetuamente/oí^ew de un hombre á quien sólo la edad hace anacrónico. Al lado de este drama principal, el de la condesa (que consiste en verse reemplazada en el corazón de aquel á quien ha dado todo su cariño, por su propia hija, junto á cuya belleza en creciente va de cada día nublándose la belleza de la madre) parece importar menos y tener menos fuerza. En rigor, quien interesa allí es Bertin, y el lector ingenuo daría un dedo de la mano por convertirse en Mefistófeles, para devolver al pintor la juventud que huye, y con ella [tantas dichas que también se hacen imposibles 1 Aun olvidando de propósito algunas descripciones magistrales (como la de París en verano), Fort comme la mort es una de las novelas de más fondo y de mayor emoción que posee la literatura contemporánea. Original (á pesar de no ser nueva su trama externa), lo es más, sin duda, que Notre coeur, mucho más que Une vie, y superior, en la factura y en el atractivo, á Fierre et Jean. Sin tanto aparato como otras novelas del ciclo naturalista (y aun del psicologismo novísimo), va derecha al alma y la emociona... tristemente, como todos los libros de Maupassant; con una tristeza que ni tiene la fiebre de Zola, ni la dulzura de Daudet, pero si una amargura honda, honda como la de los grandes desengaños, que no se lloran ni se confiesan, hasta que un amigo indiscreto los evoca con su charla. De esa amargura hay en Sur Veau, de cuyo libro no diré mucho por haberle ya dedicado un artículo hace algunos años (1). En él hallarán los levantinos y costeros cariño franco al mar, y los reporters emocionistas la descripción de una de esas jaquecas que arrastraron al autor, según se dice, al uso del opio. El libro empieza alegre y fresco, como una alborada sobre las playas del Mediterráneo, y concluye (por haber cambiado el objetivo desde la naturaleza al hombre) en sarcasmo triste. La imagen del proceso intelectual que el autor ha seguido en esta obra (desde la primera página á la última), parece ser aquel matrimonio joven, que comienza su idilio de amor á la luz de la luna y lo acaba sobre el tapete de Monte-Cario. (Se concluirá) RAFAEL ALTAMIRA — •^^- ¡JUSTICIA! Un amigo con que cuento y que comercia al detalle, abrió en espaciosa calle hermoso establecimiento. Él, que el objeto acaricia de ser por justo aclamado, á la tienda, de contado, la intituló La Justicia. Y al pasar dijo iracundo, mirando el letrero, un hombre: —¡Cuántos con su augusto nombre comercian en este mundo I RAMÓN A. (i) URBANO En el periódico La Justicia. Septbre. de 1888. LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 140 EN SUSA POR MME. J A N E DIEULAFOY (CONTINUACIÓN) 29 enero.—Se han cerrado por primera vez las escotillas desde Kurachee y la noche nos ha parecido eterna en las estufas cerradas que nos sirven de camarotes. Al alba una violentaconmoción sacude el barco de proa á popa y desembaraza de mi persona la banqueta que me sirve de cama. El movimiento regular é interrumpido de la hélice, sus trepidaciones tan enervantes pero cuyo brusco paro lleva la inquietud y la angustia á los corazones más optimistas, cesan en el mismo instante. Corro á cubierta; no puede tenerse uno en pie, tanto se tumba de la banda de estribor el Asiría varado en un banco de arena. Son las seis de la mañana; las estrellas palidecen; el horizonte, aun cargado, se ilumina tímidamente; es la aurora del dedo gris perla, en seguida rosado. El globo de oro cumple mal las promesas de la hermosa precursora; apenas ha abrasado la atmósfera cuando se oculta detrás de las espesas nubes acumuladas por la tempestad de la noche. Antes de desaparecer, el sol ilumina una costa muy baja y ramilletes de palmeras aisladas del suelo por una nube densa en que permanecen sumergidos sus troncos. El paisaje es tan extraño que la realidad parece un efecto de espejismo. El viento sopla de tierra; algunas maniobras combinadas de vela y hélice bastan para sacar á flote la proa. Máquina atrás, y el Asiría recobra su posición normal. Otro esfuerzo, y hétenos en alta mar, y después á la vista de Linga. Los bajos fondos, tan frecuentes en este extraño mar cuya profundidad no excede nunca de cien metros y que se debería llamar la marisma pérsica, obligan á fondear muy lejos de toda ciudad edificada á lo largo de la costa. Las casas altas, perforadas con numerosas aberturas, sus azoteas grises, los fondos verdes de los palmares plantados detrás de las habitaciones, las quillas de los gordos faluchos tumbados sobre la arena aparecen al través como un astillero en plena actividad. La mar está tan gruesa^que hay que renun- CAFiTíiL DE LA MEZQUITA DE BAHARELV (DIBUJO DE M. DTEULAFOY) ciar á saltar en tierra. El comandarte se contenta con enviar el correo. Así que están de vuelta la chalupa de á bordo y su tripulación, calada hasta los tuétanos, levamos anclas. 30 de enero.—Desde Kurrachee el Asiría ha navegado siempre siguiendo á lo largo de la costa del Belutchistán y la Persia. Al dejar el fondeadero de Linga, el barco hace rumbo á BAZAR DE BAHAREIN (DIBUJO DE A. RIXENS, SEGÚN FOTOGRAFÍA) las islas Baharein situadas en las aguas arábigas. Ésas islas, muy fértiles y muy comerciales, dan su nombre á la bahía que las rodea, de igual manera que tomaron á su vez el de la vecina costa. Deben su riqueza agrícola á conductos artesianos que pasan por debajo del mar, y su importancia comercial á bancos de ostras perlíferas ya célebres en tiempo de Alejandro. La historia de Baharein se resume en la de sus pesquerías, y sin embargo, algo más podría decirse: de Baharein salieron las bandas de saqueadores que desolaron la Mesopotamia y llenaron de estrago á Ctesifón bajo los primeros reyes sasanidas; de este puerto zarpó para la Persia una flota célebre, la que llevaba el primer ejército árabe que intentó invadir el Irán. Apenas desembarcado, el jefe de la expedición era derrotado por el sátrapa Chehrck que permaneciera fiel á Yezdignid, mientras que una tempestad echaba á pique todas sus naves. Si el viento amaina, la lluvia cae á torrentes. El heletn del correo viene á buscarnos; como en Bender-Abbas vara muy lejos de la playa. Pero los indígenas han visto cascos blancos; lanzan al agua vigorosos asnos y montados en estas cabalgaduras se acercan á la embarcación. Un muelle natural defiende la ciudad contra las mareas altas. Al sur se levanta la casa de correos, grande edificio coronado por el pabellón inglés; al norte se alza una batería de cañones arcaicos. Estas piezas adornan la entrada de la residencia oficial del Cheikh Aissa Ben Alí, sultán de Baharein. A pesar de su palacio y de su artillería el Cheikh Aissa es un príncipe... decorativo, porque bien sabido es que todas las islas ricas son propiedad inconmutativa de Inglaterra. Baharein no constituye ninguna excepción á esta regla: sus numerosos habitantes piensan y viven bajo el ala paternal del coronel Ross, celoso de hacerles digerir las mercaderías inglesas: clavos, paños, azúcares, cotonadas y arroz de las Indias, que la Britísh India les lleva cada quincena. Actualmente los bazares en que se apilan miríadas de pescados secos parecen tranquilos, casi desiertos, pero no sucede así siempre. Por marzo la ciudad despierta. El comercio de perlas lleva allí las tribus de buzos y los negociantes indianos: explotados y explotadores. El Cheikh designa á cada barco el emplazamiento en que debe pescar á fin de no comprometer la repoblación de los bancos, y á la señal convenida, todas las embarcaciones salen del puerto. El buzo dirige una corta invocación á Alah, aspira el aire á plenos pulmones, pasa el dedo gordo derecho en la anilla de un peso de diez kilos, se provee de una red que mantiene abierta un aro de mimbres, se arma de un largo puñal de que se servirá contra los tiburones, y después de haberse atado alrededor de los ríñones la cuerda que le pone en comunicación con la barca, se precipita en el golfo azulado. Arrastrado por el lastre suspendido á su pie, el pescador llega al banco, recoge las ostras, las echa en la red y se hace izar así que se siente oprimido. Los árabes de Baharein permanecen, por lo general, de sesenta á setenta segundos bajo el agua; algunos de ellos, que se han hecho legendarios, permanecían seis minutos en el fondo del mar. De igual manera, muchos hombres se sienten fatigados después de haberse sumergido doce veces y otros sostienen este penoso trabajo durante muchas horas. Las ostras, depositadas en un arenal cuidadosamente cerrado, son arrojadas á unas calderas de agua hirviente, ó abandonadas hasta que la putrefacción de las materias animales permite abrirlas sin riesgo de deteriorar la perla. LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA Patrones y compradores vigilan con igual cuidado la separación de la concha y el manto. Los obreros empleados en este trabajo van 141 precio de los objetos robados explica y hace perdonar este abuso del aceite de ricino. La perfe es una joya que sienta tan bien que dicen, más de mil años antes de Jesucristo, la señala como originaria de las provincias occidentales del Celeste Imperio. Los griegos la frvfi^n" WP4m K O O H O tu « o J w Q Mil" •iV/'','' MK) tí H 03 O J W n i '. i"V ¡ 4!| '"I , V | ' demasiado poco vestidos para que sea necesario registrar sus bolsillos cada noche; contentanse, cuando uno de ellos se lleva la mano á la boca, con ligarlo y purgarlo con energía á fin de limpiar los escondrijos más ocultos. El 1 desde la más remota antigüedad adquirió grande valor. : La China contaba en el número de sus tasas i un tributo pagado en perlas, y el JRh'ya, dic| cionario de las compilaciones, escrito, según colocaron en la lista de los objetos preciosos; la ley romana la clasificaba entre los valores trasmisibles á los descendientes; un collar de perlas era el símbolo de la unión conyugal. 142 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA El suelo está fangoso, los senderos resbalaAlgunos autores antiguos veían en la perla dizos; no importa, nuestras cabalgaduras tieel huevo del molusco. Plinio hacía remontar las ostras de las pro- nen alas y nos llevan, después de una serie de fundidades á que las ha relegado la naturaleza caídas variadas, al pie de una mezquita en y les confiaba el ministerio encantador de tras- ruinas, señalada por dos alminares todavía en formar en perlas las gotas de rocío recogidas pie. Este edificio, en otro tiempo muy vasto, en el mes de junio, entre la concha y el manto. ha sufrido numerosas restauraciones. Actas de refecciones, elegantes capiteles La generación de las ostras madres, contada por los indianos paravas, no cede en fan- adornados de epígrafes, numerosas inscripciotasía á ninguna otra leyenda; Venus misma no nes én honor á Alah, losas funerarias empose ruborizaría de semejante origen. En la épo- tradas aquí y allá, dirán la historia del edificio ca de las grandes lluvias el agua de los to- á quien quiera interrogar los textos y tenga rrentes corre al mar sin mezclarse con las tiempo. ondas amargas; se espesa al sol, forma una No lejos de las ruinas surge un manantial crema blanca que se divide en ligeros frag- caliente tan trasparente y tan límpido que se mentos; cada uno de ellos adquiere vida, se ve el fondo del tazón en que es recogida, con convierte en un animal cuya piel se espesa y tanta diafanidad como si estuviese vacío. Alreadquiere finalmente tal consistencia que su dedor de la fuente y después á lo largo de un peso le arrastra al fondo del mar, donde re- canal que distribuye en acequias de irrigación viste la forma de una ostra. Unos espíritus sa- el agua de un pozo artesiano más abundante tisfechos con semejante versión debían expli- aún que el manantial, aparecen campos de alcarse sin dificultad la presencia de la perla en falfa sembrados en cuadros, como las legumla ostra. bres de nuestras huertas, y tan verdes y tan Pero de todos los poetas i quién más poeta lozanos que cada tallo de forraje parece crecer en estufa. Son huertas, siempre huertas, que Saadi 1 atravesadas á galope en nuestros jumentos, "Cayó una gota de lluvia del seno de las nubes; viendo bajo las hojas chorreantes de las magnolias y el mar inmenso quedó llena de confusión.—¿Qué soy, de las palmeras, bajo las flores amarillas de los —dijo,—al lado del Océano? ¡A la verdad, me pierdo y desaparezco en su inmensidad! — Bn recompensa de esta mimosas vaporosos cuyos troncos sirven de apoyo á madreselvas embalsamadas. Multitud confesión modesta, fué recogida y alimentada en el nácar de una concha y por los cuidados de la Providencia se de chozas recubiertas de esteras de hojas de conviítió en una perla de g:ran precio y adornó la diadepalmera, labradores vestidos de blanco y muma de los reyes. Fué grande porque había sido humilde y obtuvo la existencia porque se habla asímiladoá lanada." jeres vestidas de rojo arrojan en medio de los bosques una nota viva que completa su enLa verdad hace siempre fea figura al lado canto. [Alejaos de mi memoria, orillas del Nilo y de la ficción: oíd si no. La perla seria una concreción calcárea mezclada con una sustancia del Chat-el-Arab, rosales perfumados de Isorgánica depositada en capas concéntricas al- pahan y de Chiraz, al lado de Baharein me rededor de un núcleo central. Pareceríase al parecéis tristes desiertos! nácar de ciertos moluscos y aun se provocaría su desarrollo artificial sea practicando una piIV cadura en las valvas, sea introduciendo un cuerpo extraño entre la concha y el manto, Llegada á. Buchyr.—Mohammereh, su origen, sus diferentes avatares,—El Karun.—Ahwaz.—Campo de batalla cuerpo que se convertiría en una causa de irride Wais y de Bend Akhil.—Chuster. tación y determinaría á su alrededor un depósito nacarado. 31 de enero.—Buchyr. — Hemos dejado el No todos los moluscos son obreros igual- Asiría con un tiempo espantoso. Durante más mente hábiles. Los artistas fabrican glóbulos de dos horas la barca del piloto estuvo dando esféricos; otros dan á su concreción nacarada bordadas antes de ganar la ciudad, que no se la forma de pera y los perezosos engendran veía ni aun á cien metros de distancia, tan perlas pegadas á la concha por sus lados y lla- dura y espesa era la lluvia. Mojados como madas botones de perlas; los incoherentes marsoplas, hemos sido recogidos en la casilla componen las perlas abolladas ó barrocas tan de los aduaneros y entregados luego en mafelizmente labradas por los artistas del rena- nos de algunos soldados. Esos valientes se han cimiento. La perlita empleada en los engastes apresurado á guiarnos hasta el alojamiento y, en fin, la simiente, comprendiendo las perlas preparado á nuestra intención por los cuidamás pequeñas, son obra de los aprendices y dos del gobernador. Conozco este inmueble por haber habitado ya en él. ¡ Siempre encande los peones. No hay que mirar únicamente la forma de la tadora mi casa 1 Y no paga ni contribuciones perla sino también su agua y su oriente. El ni reparaciones por inquilinato. Excepto el sol, todo nos sonríe desde nues^ g u a es el color; las tintas varían del blanco azulado ó plateado, al blanco amarillento, al tro desembarco. El gobernador acaba de haamarillo de oro más ó menos vivo, al rosa, al cer cumplimentar á Marcelo; el naieb encarazul, al lila y al negro. Las perlas de toda gado de este cometido se ha apresurado á paragua ofrecen círculos de matices diferentes ticiparle que su amo tenía los permisos reales que hacen más ó menos perfecto su brillo; á á disposición del jefe de la misión. Al mismo veces se llaman listadas. En Occidente se es- tiempo llevaba una excelente carta del doctor tima sobre todo el color blanco y todas sus Tholozan. Quedan resueltas todas las dificulvariedades azuladas ó amarillas. Los árabes tades. [Proteja Dios nuestros trabajos! prefieren el tinte amarillo, indicio de inalteraHe vuelto á ver á la amable familia del cobilidad. ronel Ross, á los hermanos Malcolm y á los Entiéndese por oriente la pureza, el cam- agentes de la casa Hotz. El antiguo gobernador ha desaparecido. biante, el brillo, virtudes teologales que reunidas triplican á veces el valor de las perlas Poco tiempo después de nuestra partida, la población de Buchyr, Cansada de pagarle exorlegales en peso y grosor. Los antiguos recibían sus perlas de las In- bitantes impuestos, se amotinó y puso sitio al dias, del golfo Pérsico, como por otra parte palacio. Muy emocionado por esas manifestalo atestigua la palabra griega margantes, de- ciones de dudoso gusto, Mirza Mustofi Nizar rivada del persa mervarid. Hoy se han des- tomó el portante disfrazado de pescador (grancubierto bancos en las costas de Australia, de deza y decadencia), pero sus bagajes fueron América y alrededor de algunas islas del saqueados y robados. Desde entonces el cuiOcéano Pacífico. Las pesquerías de Baharein dado de hacer feliz al-pueblo incumbe al hijo no son menos activas: en primavera ocupan mayor de Sahavi Diván, gobernador de Chimil quinientos barcos y dan un producto anual raz. de diez millones, de los cuales no se aproveSi nuestro ex amigo no tenía el temperacha mucho la población indígena. mento de un luchador, poseía en cambio las No se encontraba una perla que comprar en cualidades propias de los funcionarios orientael bazar; todas se han vendido y llevado des- les. Durante la corta duración de su adminispués de la pesca. Nos vamos. ¡ Ah de los bu- tración había puesto en lugar seguro repletas talegas; así, para hablar en persa, ya que en rreros 1 Persia estamos, su corazón no permaneció por largo tiempo en la estrechez ó apretado por las costuras. Gracias á poderosas protecciones consagradas á peso de buenos dineros contantes y sonantes, dirige en calidad de sátrapa la provincia de Kirman, más gordo, mejor comido que nunca y poseedor de un título sonoro, el Fclis del reino. La previsión es madre de la felicidad. Traducción de MARTA MALLIÉ (Se continuará] CON RAZÓN Aun con capa y pantalón chaleco y sombrero hongo seréis feos con razón si no empleáis el Jabón de los PRINCIPES DEL CONGO. Jabonería de Víctor Vaissier, París. Depositario para España: M. Boldü, Rambla de Cataluña, 71, Barcelona. De venta en las principales perfumerías. LA HERMOSA GRAZIANA NOVELA POR ANTÓN JULIO BARRILl (CONTINUACIÓN) Ascanio Marini había tratado siempre á Venafra con aquella afabilidad desdeñosa que no es aún el benévolo desprecio de los filósofos, pero que comienza á parecerlo. En cada hombre hay, como es sabido, la estofa de un filósofo, y el volverse filósofo no exige sino cierto enderezamiento de la educación, si es que no basta el uso cotidiano del mundo. ¿Debería ir á buscar á Venafra? ¿y hacerse un amigo de aquel conocido? ¿Y por qué, después de todo? Para saber lo que, en el fondo, le importaba bastante poco conocer. ¡Poco! se dice poco creyendo decir nada, pero poco ya es algo; ciertamente que las palabras de Gimelli habían quedado clavadas en el cerebro de Ascanio Marini. Y si no pensaba en ellas todas las horas del día, con todo las recordaba más de lo que era natural y razonable. Ascanio iNIarini comenzó á sospechar algo de aquel pliegue de su espíritu; un día se asombró más, y aun cuando la calle de los Pontífices, donde se encontraba, no fuese el lugar más oportuno, hizo su examen de conciencia; estudio interior que deberían hacer todos, aun después de haber perdido la costumbre cristianamente infantil, porque á la verdad se encontraría materia para útiles observaciones y curiosos descubrimientos. —Veamos: ¿por qué ha nacido en mí ese sordo deseo de saber una cosa... como ésa? ¿Estoy enamorado? Me parece difícil. Hablo, se entiende, de esos enamoramientos por lo fino, que os pillan de pies á cabeza y no os dej m sosegar. A veces, á la verdad, he sentido cierto dolorcillo, una manía, una picazón. Pero, buenas noches, era sólo una falsa alarma. Siempre he podido decir como Napoleón I: "—La bala que ha de matarme no se ha fundido aún. "—Si, entiendo, la bala. Pero también se necesita tiempo para fundir una bala. Luego hay que una muchacha, de un día á otro, se convierte en mujer, y esa mujer puede encontrarse ahí, á la vuelta de la esquina; pasáis sin pensar en nada, y el tiro os parte por mitad. Pero que se trate de la Mezzaterra... ¡quia! ¡Y con qué humos! Una hermosa ñor, hay que confesarlo. Pero es de esas que nacen en estufa y cuestan no poco de crecer. Mujer galante, mujer galante... ¿Se toman por lo serio las mujeres galantes? Pero ¿y si no fuese así? ¿No era entonces caso de sincerarse? En fin, una reputación pronto queda destruida. Un hálito leve, leve, que empieza á soplar, os empaña el más terso cristal de Baccarat. —Ahora, bien,—prosiguió Ascanio Marini, 143 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA —se pueden estudiar esas cosas sin estar enamorado. ¿Qué debo hacer? Nada. Mis conciudadanos de Bagnorea no me han creído bueno ni para djputado provincial. En un principio tuve la larva de la poesía, pero la inspiración original ha faltado. Debía ser así, porque la larva no se ha convertido en mariposa. Hubiera podido dedicarme á la prosa, pero ésta es demasiado difícil. Y luego, no sabe uno á qué santo encomendarse con tantas contradicciones en los gustos. Los unos os quieren franco, fácil y llano, y tanto mejor con un poco de extranjería; otros os preguntan dónde está la toga florentina, la zamarra, el manto. Si contentáis á unos, disgustáis á otros. ¿Qué estaba yo diciendo? ¡Ahí sí, que no tengo nada que hacer. Pues, qué diablo, puedo dedicarme á las investigaciones, y no sobre el pasado. ¡Arqueología de los vivos! Si esa mujer ha sido calumniada, quiero saber hasta qué punto. Venafra... Algunas veces en hablando del ruin de Roma... Ascanio Marini levantó los ojos y vio aparecer en la acera á Venafra. —Es el destino,—murmuró Ascanio entre dientes.—Debo hacer de todas maneras mi estudio. Y con la sonrisa en los labios fuese al encuentro de Venafra, pero siempre con el acostumbrado paso. Nunca precisa la premura en tales casos, y aun los médicos dirían que está contraindicada. —¡Hola, Marini! ¡Buenos días!—exclamó aquél dirigiéndose al otro, cuando estuvo á dos pasos. —Como V. quiera, Venafra, — respondió Marini,—aunque podríamos decir buenas tardes. Falta poco para las cuatro. —Es verdad, dianti-€,—dijo Venafra después de haber echado una ojeada á su pateck. —¡Y lo que tengo que hacer aún! —¿Cosas importantes, de fijo? —Usted mismo podrá ver. He de pasarme por casa Ricordi á buscar un duettino de Menckle para la baronesa Amaducci, la divina Amaducci. A propósito, ¿por qué no se viene V. nunca, tenebroso caballero, á los martes de la baronesa? Son veladas ¿cómo diré yo? deliciosas. Pero, no; deliciosas es poco. —Paradisíacas,—sugirió Ascanio Marini,— beatificas. —Sí, eso es, beatíficas. Poca gente, pero que representa bien el círculo de los elegidos. —¿Se está sobre las nubes?—preguntó Ascanio Marini. —Ciertamente, en los aires^ haciendo buena música. —Que deberían oir muchos, entonces. —Pero que oímos poquísimos. Es un refinamiento del gusto. El martes último, por ejemplo, sólo éramos cuatro á oir la Melusina de Mendelssohn, tocada... pero ¿qué digo tocada? bordada á cuatro manos por la divina baronesa y Baccio. jQué monería! ¡ Qué idilio! —Me hace V. entrar en ganas,—dijo Ascanio Marini. —Perfectamente: le cojo á V. la palabra. Hoy es martes. Esta noche á las nueve, pues. —Hace V. las cosas al vapor. —Todo al vapor. Lo que no se hace hoy así es tiempo perdido. ¡Es tan breve la vidal — dijo moviendo la cabeza y suspirando.—¿Conque, entendidos? —Soy muy poco conocido de la baronesa... —balbuceó Ascanio Marini. —Excelente motivo para que le conozca á V. más,—replicó Venafra,—y ocasión, para 'ni, de honrarme al presentarle á V. Le anuncio á V. dentro de media hora. Conque, hasta esta noche á las nueve, ¿verdad? —Sea; hasta las nueve,—dijo Ascanio. Dióle un apretón de manos, más fuerte que de costumbre, y Venafra fuese apresuradamente á llevar á cabo todas las grandes cosas que tenía que hacer aún. —Está dicho,— murmuró Ascanio Marini, continuando su paseo.—Seré el amigo de ese hombre. La verdad es que no es tan feo ni tan estúpido como me parecía al principio. Aquella noche, haciendo las cosas al vapor, Ascanio Marini se fué de bracero con Venafra, con el amigo Venafra, y se dejó volver á presentar por él á la baronesa Amaducci (una rubita muy graciosa), en cuyo salón se reunía una sociedad elegante y restringida, tan restringida como era menester para merecer el epíteto de selecta; hacíase allí buena música, para los gustos refinados. Pero ¿qué tenía que hacer Venafra en una sociedad tan restringida como aquélla? De momento pensó Ascanio Marini que no fuese "el buen amigo" de la baronesa, pero nada de lo que vio durante aquella velada confirmó su suposición. "El buen amigo" debía de ser otro, y hubiera podido descubrirlo si se hubiese fijado en el modo de portarse los otros caballeros. Hay siempre en del decorado; á no conocérsele por el conde Venafra se le hubiera tomado fácilmente por el hijo de un tapicero. Pero todo era efecto del arte moderno que se respiraba en el aire y no debía verse ninguna huella de herencia ni atavismo. Un día la ternura de Venafra llegó hasta la prueba más patente de la amistad, hasta la demanda de un ligero servicio. Quinientas liras; una friolera. El conde esperaba la remesa de su casa. Ascanio Marini no sólo no se hizo de rogar sino que casi montó en cólera porque el amigo le hablaba de un plazo próximo para la restitución de aquella bagatela. ¡Eran amigos ó no, por Baco! Y entre amigos no debe hablarse de plazos. Venaira conocía á todas las damas. un salón, ó casi siempre, el hombre que se divierte poco, el hombre distraído en apariencia, pero observador atento en realidad, el hombre oscuro y retirado que cada vez que le dirigís la palabra parece hallarse en los espacios imaginarios. Aquel es el buen amigo, ó el pretendiente con derechos adquiridos, ó sin derechos, pero con cierta provisión de buenas esperanzas. Ascanio Marini no juzgó preciso ir en busca del hombre oscuro. Miraba á Venafra, no estudiaba sino á su Venafra, que era en aquel salón el más sereno de los hombres, el más franco en conversar con la dueña de la casa y con todos sus caballeros, más ó menos musicales. Lo miraba, lo estudiaba y se maravillaba de aquel aire desenvuelto y contento que sabe demostrar en sociedad el hombre mediocre. Después de la velada musical Ascanio y su amigo se fueron á cenar juntos. Por aquella vez Venafra sacrificó al genio de la amistad una aparición en casa de Sermattei, donde no se hacía música sino á última hora, pero donde solían pasar una horita todas las grandes damas, entre una recepción en el Quirinal y el baile de la duquesa de Stellanello ó de la princesa de Marigliano. Ascanio Marini mostraba los mayores miramientos por Venafra y Venafra mostrábase asaltado de una repentina ternura por Ascanio Marini. Al día siguiente se volvían á ver; dos días después Venafra se plantaba en casa de Marini como un amigo de veinte años. Quería enterarse del cuartito de Ascanio; un cuartito hermoso, rico en bellas cosas, pero que hubiera ganado mucho en estar mejor arreglado. Venafra tenía el gusto Entretanto pasaban juntos la mayor parte del día. Y Ascanio Marini trabajaba sutilmente para hacer cantar á su hombre, que en verdad, no pedía otra cosa. Venafra conocía á todas las damas de la sociedad romana; contaba de mil amores su vida y milagros; cuando dejaba entender que el protagonista déla anécdota, del idilio, del poema, era él, suprimía caballerescamente los nombres, pero los lugares no siempre se callaban, y otras circunstancias ayudaban al oyente. Venafra era un hombre discreto, pero sólo hasta cierto punto, como la mayor parte de los hombres. Cuando después, al cabo de tantas semi-confidencias, se le tocaban ciertas teclas, negaba tan resueltamente que no parecía el mismo. Deber de caballero, naturalmente, y Venafra quería ser caballero hasta la punta de los pelos. —¡Vaya!—dijo un día Ascanio riendo.— A un amigo se le puede confiar un dulce secreto. —No convengo en ello,—respondió Venafra.—Pero concedo que se le debe confiar todo al amigo cuando se llama Ascanio Marini. Pero ¿y si el secreto no es nuestro solamente? ¿si es al mismo tiempo el de otra persona ? Ya ve V. que si algunas veces no se debe, otras veces no se puede. Pero ya, cuando se llega á este punto, falta poco para que todo gran conquistador se descubra y deje sus memorias para la posteridad reverente. Y acaeció muchas veces que las confidencias de Venafra no fuesen ya á medias sino por entero. (Se continuará) 144 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA iiiiiiiiiiiiiinTmiiiiiimii SUSCRIPCIÓN PERMANENTE RAMÓN MOLINAS, E D I T O R 73LaRa A@ T e ^ w 4 A , a^sa. ,— SUSCRIPCIÓN PERMANENTE M&WÍQS%t©Wt, EDICIÓN VERDADERAMENTE ESPLÉNDIDA: EL MUNDO DE LA GLORIA Enciclopedia de lo más bello, culminante y extraordinario que se destaca en la historia de la Humanidad. Va ilustrada con cromos tan ricos y tan esmerados que se presentan en competencia con los mejores que han visto la luz hasta hoy. Cada cuaderno de 48 columnas y una lámina al cromo ó cromolitogratía ó dos al boj, cuesta 4 reales.—Consta la obra de 100 cuadernos. Valor total de la misma, 100 pesetas. OBRAS ECONÓMICAS ILUSTRADAS CON EXCELENTES CROMOLITOGRAFÍAS E L J U R A M E N T O D E U N PROSCRITO — Novela histórica LOS T R E S G U A R D I A S D E L A REINA.—Escrita por Rafael original, por Rafael de la Cucbíu.—40 cuadernos, 20 pesetas. de la Cuesta.—35 cuadernos, 17'50 pesetas. 3 R A Z 0 D E HIERRO.—Aventuras de un grumete sevillano.—NoLOS D R A M A S D E LA INDIA.—Obra de Mery, traducida por vela escrita por Eduardo Blasco.—30 cuadernos, 15 pesetas. Blasco.—34 cuadernos, 17 pesetas. c 111 n i T x m x i x o T TIIII r ijjjjxxxxTTTTTTrTTTTTrTiiiii]ULixixrixaTxixxii:[T^ ELIXIR V — LAIT INTÉPBÉLIQÜK — TLA LECHE ANTEFÉLIGA? ftu t meicUdí MI •SDI, disipi PECAS, LENTEJAS, TEZ ASOLEADA J .a SARPULLIDOS, TEZ BARBOSA oí • ARRUGAS PBLCOCES -" -,Tv - . EFLORESCENCIAS v ^., ^^¡:¿^. ROJECES .ol¡rv Milis'n CORSETS BREVETES PARÍS 12, Rué A u b e r LA MASCARA DE BRONCE Consta de 40 cuadernos & 2 reales R. 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MOLINAS, EDITOR: PLAZA TETUÁN, 50 (BARCELONA) (• O b r a s e c o n ó m i c a s , o r i g i n a l e s de d i s t i n g u i d o s e s c r i t o r e s , i l u s t r a d a s poi E u s E B i o P L A N A S y L A B A R T A y g r a b a d a s é i m p r e s a s con sumo e s m e r o , á c u a r t i l l o d e r e a l la e n t r e g a de 8 p á g i n a s , r e p a r t i é n d o s e c a d a s e m a n a uno ó m á s c u a d e r n o s de 64 p á g i n a s á d o s r e a l e s L A M U J E R MÁRTIR, por D. Gonzalo de la Selva.—Consta la obra de 30 cuadernos. Vale 60 reales. L A E S P O S A E N A M O R A D A , por Andrés de Arellano.-Consta la obra de 25 cuadernos. Vale 50 reales. MISTERIOS D E L A H A B A N A , por A. Pedroso de Arriaza.— Consta la obra de 30 cuadernos. Vale 60 reales. S O L E D A D ó EL B I E N P E R D I D O , por Luis Pacheco.—Consta la obra de 25 cuadernos. Vale 50 reales. E L P R I M E R AMOR, por Alvaro Carrillo.—Consta la obra de 33 cuadernos. Vale 66 reales. 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LOS LAZOS D E L DOLOR, novela inglesa de mistress Bennet, traducida por D. Juan de la Cuesta, -25 y '/-¿ cuadernos, 51 reales OBRAS DE GRAN LUJO ILUSTRADAS CON PRECIOSÍSIMOS CROMOS E L CULTO D E L A H E R M O S U R A , por Juan J. Uguet. Consta n L A M U J E R AMOR, por D. Rafael del Castillo. Consta de 60 cuade 60 cuadernos, al precio de 4 reales.—Coste de la obra, en Es- H dernos, á 4 reales uno.—Valor total de la obra, en España, 60 pepaña, 60 pesetas. IH setas. V E L O U T I N E FAY El mejor y mas célebre polvo de tocador POLVO DE ARROZ EXTRA preparado con bismuto por O h . FSL3^5 perfumista 9, Rué de la Paix, PARÍS lias TAPAS para la eiicuadernación de La Ilustraciói] Ibérica estái] de verita 4-eií casa de Don Agustín Doiriiiigo-t-Eiicuaderiíador'í'Calle de Coiidal, iiúni. 3 •!• Barcelona •<• AomM^TKAiióN; RAMAN MM iSAs, editor plaza de T e t u á n , 50.—Las r e c l a m a c i o n e s en Madrid, al r e p r e s e n t a n t e de e s t a c a s a D. Manuel P í a y V a l o r ; A n c h a de S. B e r n a r d o , 38, p r a l . -« ^MÍM'.KVADüS 1A)S DIÍK'líCllOS DIC l'KOPIEDAD ARTÍSTICA Y L I T E R A R I A lísi AHÍ KriMiFNTO iii'oLiKHiKAncy EwiuniAL DK L A ILUSTRACIÓN + INSÉRTESE Ó NO, NO SE D E V U E L V E NINGÚN ORIGINAL 3i- IBÉRICA, PLAZA DK THTÜAN, NÚM. 50. — B A R C E L O N A