Diapositivas Mitología Latín II Rapto de Europa Rapto de Europa Pintura pompeyana Siglo I d. C. Museo Arqueológico Nacional (Nápoles) Botero; siglo XX Plaza de Europa, Aeropuerto de Barajas (Madrid) Europa, joven amada por Júpiter, se suele representar sentada sobre la grupa de un toro, mientras el animal huye entre las olas del mar. Júpiter, el rey de los dioses, se enamoró de Europa, hija del rey fenicio Agenor y de Teléfasa, y transformado en un cándido toro blanco con los cuernos dorados, marcha a la playa donde la joven juega con sus sirvientas. La muchacha, inicialmente aterrorizada, se arma de valor, acaricia al animal y le ciñe los cuernos con guirnaldas de flores, hasta que por fin se sienta en su grupa. Júpiter, entre los gestos de Europa, huye alejándose entre las olas y llega hasta Creta donde se une con la joven. Europa dará a Júpiter tres hijos: Minos, Sarpedón y Radamante. Sus hermanos, Fénix, Fineo, Cadmo y Cílix, salieron en su busca, fundando durante esta empresa numerosas colonias. Este episodio mítico es uno de los más representados por los artistas. En el arte, el rapto de Europa se suele representar en el momento en que Júpiter huye con la muchacha sobre su dorso mientras en la orilla se distingue a las sirvientas. A veces, algunos amorcillos sobrevuelan a Europa y al toro. Júpiter e Ío Corregio; siglo XVI. Kunsthistorisches Museum (Viena) A Ío se la representa mientras Júpiter, en forma de nube, la seduce. También se la suele representar en forma de ternera, animal en el que fue transformada por el dios para esconder su culpa a su mujer Juno. Júpiter, se enamora de Ío, sacerdotisa de la ciudad de Argos, hija de Ínaco, río de la Argólida, y la seduce transformándose en una nube. Juno, sospechando de la insólita nube en pleno día, va en busca del marido, quien, para que su esposa no sospechara nada, transforma a la muchacha en una espléndida ternera. Comprendiendo el engaño, Juno pide al dios que se la regale y confía Ío a Argos, el guardián de los cien ojos, que sólo dormía cerrando cincuenta, para que la vigile. Pero Júpiter, compadecido de la suerte de Ío, pide a Mercurio que la libere. El mensajero de los dioses logra dormir a Argos con el dulce sonido de su flauta y lo mata. Al enterarse Juno, recogió los cien ojos y los puso en la cola del pavo real, como recuerdo de su atroz asesinato y en venganza envía un horrible tábano para que atormente a la muchacha, la cual desesperada, huye por todo el mundo. La falsa ternera estuvo errando durante varios meses por toda Grecia huyendo de las picaduras del tábano. Tras cruzar el Bósforo (o “paso de la vaca”). Ío tomó entonces rumbo a Egipto donde recuperó su forma humana y dio a luz a Épafo. En el arte, Ío se representa mientras Júpiter en forma de nube la seduce o bien con el aspecto de ternera. En algunas escenas aparece también Juno mientras pide a Júpiter que le entregue al animal o en el momento en que Ío es entregada a Argos. Rapto de Ganímedes Escultura romana; siglo II d. C. Museo del Prado (Madrid) Joven de extraordinaria belleza, a Ganímedes se le suele representar en el instante en que es raptado por Júpiter, que se presenta bajo la forma de águila. Según el relato homérico, Ganímedes, hijo del rey troyano Tros y de Calírroe, es raptado por los dioses para que haga de copero y les sirva durante los banquetes. Versiones más tardías cuentan, en cambio, que Júpiter, enamorado del joven, lo rapta después de haberse transformado en águila, cuando éste guardaba los rebaños de su padre en las montañas que rodean la ciudad de Troya, lo conduce al Olimpo y le convierte en su copero. Es la versión del mito que se impone en el arte. El joven representado entre las garras del águila o sentado sobre él, mientras le conduce hacia el cielo. Ganímedes lleva a veces consigo una pequeña ánfora, que alude a la futura tarea de copero de los dioses, o bien se le ve en el Olimpo, donde Hebe, quien también tenía asignada la misma función originariamente, le entrega una copa; al fondo se desarrolla el banquete de los dioses. Dánae recibiendo la lluvia de oro Tiziano; siglo XVI. Museo del Prado (Madrid) A Dánae los pintores la suelen representar recostada, mientras Júpiter desciende sobre ella en forma de sutil lluvia de oro. Dánae era hija de Acrisio, rey de Argos, a quien un oráculo predijo que lo mataría su nieto. Por ese motivo el rey mandó encerrar a la muchacha en una torre de bronce. Pero Júpiter, enamorado de Dánae, logró penetrar en la celda en forma de sutil lluvia de oro; de esa unión nació Perseo. Al descubrirse lo ocurrido, Acrisio mandó encerrar a Dánae y al hijo en un cofre y arrojarlos al mar. El cofre embarrancó en la isla de Sérifos y los dos fueron salvados. Después de diversas peripecias Acrisio y Perseo hicieron las paces, pero el oráculo se cumplió, ya que el joven mató por error al abuelo durante una competición de lanzamiento de disco. En el arte, la joven suele yacer recostada en un lecho o apoyada en una almohada y, mientras dirige la mirada hacia lo alto, cae sobre ella desde una nube una lluvia dorada, a veces en forma de monedas. También puede aparecer una sirvienta que extiende su delantal para recoger la preciosa lluvia. Júpiter y Sémele Rubens; siglos XVI - XVII. Museo de Bellas Artes (Bruselas) A Sémele se la suele representar como una muchacha que yace exánime; armado con sus rayos, Júpiter aparece en el cielo junto a su águila; a veces se puede ver la figura de Juno escondida entre las nubes. Sémele, hija de Cadmo y de Harmonía, amada de Júpiter, concibe un hijo. La terrible Juno, airada y obcecada por los celos, decide castigar a la muchacha por el ultraje sufrido, y asume la apariencia de la vieja Beroe, nodriza de Sémele. La reina de los dioses se presenta de ese modo ante Sémele, quien, creyéndola su nodriza, comienza a hablar con ella hasta que la conversación deriva sobre el rey de los dioses. Entonces Beroe pone en guardia a la muchacha para que no se fíe del dios y la exhorta para que le exija una prueba de su verdadera identidad, sugiriéndole que pida a Júpiter que se presente ante ella como lo hace con Juno. Al cabo de algún tiempo, Sémele, recordando las palabras de la vieja, pide a Júpiter que le ofrezca un regalo, y el dios promete darle lo que ella desee. Entonces Sémele le ruega que se le manifieste en todo su poder. Júpiter, desesperado, se ve obligado a realizar lo que se le ha pedido y se presenta ante Sémele armado de sus rayos. La muchacha, no pudiendo soportar el tremendo resplandor, se quema. No obstante, Júpiter logra salvar al hijo que la joven esperaba extrayéndolo del seno materno y se lo cose dentro de su muslo. Transcurrido el tiempo necesario, nace Baco, del que se dice, por ese motivo, “nacido dos veces”. El juicio de Paris Rubens; siglos XVI – XVII. Museo del Prado (Madrid) Paris no tiene connotaciones iconográficas específicas. Se le suele representar en el episodio del juicio, con la manzana de oro en una mano. A su lado puede estar Hermes, mientras Paris se encuentra ante Afrodita, Hera y Atenea. Paris, hijo de Hécuba y Príamo, rey de Troya, y hermano de Héctor. Poco antes de su nacimiento se le predijo a Hécuba que el hijo que tenía en su seno causaría algún día la destrucción de Troya. La reina, atemorizada, abandonó en el monte Ida al niño, que fue criado por pastores. A continuación, Paris se hizo reconocer por su padre, que lo acogió devolviéndole su condición de príncipe. A Paris se le recuerda sobre todo por el episodio del famoso juicio que ocasionó la guerra de Troya. La leyenda cuenta que, durante el banquete de bodas de Peleo y Tetis, la diosa de la discordia, ofendida por no haber sido invitada, arrojó sobre la mesa de los dioses una manzana de oro con esta leyenda: “Para la más bella”. Inmediatamente surgió una disputa entre Juno, Minerva y Venus, que se pelearon por el regalo. Para dirimir la disputa, Júpiter encargó a Mercurio que fuera al monte Ida y entregara la manzana a Paris, quien habría de elegir entre las rivales la más bella. Las diosas se presentaron ante Paris y trataron de corromperlo con el fin de obtener la manzana. Juno prometió al joven la soberanía sobre Asia entera, Minerva la sabiduría y la victoria en los combates y Venus el amor de Helena, la mujer más bella del mundo. Paris escogió a Venus y dio la manzana a la diosa del amor. El nacimiento de la vía Láctea P.P. Rubens; siglos XVI – XVII. Museo del Prado (Madrid) La Vía Láctea surgió en una ocasión en que Juno amamantaba a Hércules. Se quedó dormida y el semidiós, al sorber con fuerza provocó un exceso de leche, que se desbordó de su boca y se derramó por el cielo. Según el mito fue Mercurio quien arrancó al pequeño Hércules del seno de Juno. Hércules es hijo de la mortal Alcmena y de Júpiter, quien seduce a la mujer asumiendo la figura de su esposo, Anfitrión. Por este motivo Juno mantuvo un profundo rencor hacia el héroe. Según la tradición mitológica, Juno dio de mamar a Hércules, pero sobre este asunto hay tres versiones: En la primera, Alcmena, por temor a los celos de Juno, abandona a Hércules recién nacido en el campo; por allí pasan Juno y Minerva, que, admirada del niño, convence a Juno de que se lo ponga en el pecho, y así lo hace, hasta que el niño le da tales tirones, que la diosa, disgustada, lo arroja lejos de sí; Minerva lo recoge, se lo lleva de nuevo a Alcmena y le ordena que lo críe. En la segunda versión, Mercurio, sabiendo que los hijos de Júpiter no podrán alcanzar honores celestes si alguno de ellos no mama del pecho de Juno, consigue poner a Hércules, recién nacido, al pecho de Juno, hasta que ésta se da cuenta y entonces se quita al niño, pero éste ya ha mamado de la leche divina que le hará inmortal a su debido tiempo, y la leche que se derrama del pecho de Juno será catasterizada y pasará a ser la Vía Láctea. En la tercera versión, el niño mamaba con tal avidez, que la leche de Juno se le derramaba fuera de la boca y así se formó la Vía Láctea. En todos los casos Juno ignora de quién es el hijo al que está dando de mamar. El nacimiento de Venus Boticelli; siglo XV. Galería de los Ufizzi (Florencia) Los atributos más corrientes de Venus, normalmente representada medio desnuda, son la rosa, el mirto y la manzana; la diosa puede estar acompañada de los animales que forman su séquito: la paloma, el gorrión, conejos y cisnes. Cuenta Hesíodo que la diosa Venus era hija de Urano y había nacido en el mar. Urano, el primer señor del mundo, odia a los hijos que va engendrando en su madre la Tierra y los oculta en los abismos de ésta, por lo que la Tierra incita a sus hijos contra su padre. Saturno, el menor, ayuda a su madre, que le entrega una hoz dentada que ella misma ha fabricado con la que le corta a su padre los órganos genitales. A continuación Saturno arroja al mar los genitales de su padre después de matarlo y junto a ellos se forma una blanca espuma, sobre la que emerge una joven, la diosa Venus. Luego, Venus fue llevada por la brisa marina a las orillas de la isla de Citera y después a Chipre; ambas islas se convirtieron en los dos principales centros de culto de la divinidad. En el cuadro, la figura con el manto celeste es Céfiro, el viento de la primavera que lleva a Venus hacia la isla. La muchacha alada que le acompaña podría ser Aura, la brisa. La doncella que ofrece el manto a Venus se identifica con una de las Gracias o una de las Horas. La postura de Venus remite a la antigua figura de la Venus Púdica, de la que es ejemplo la Venus Capitolina. Marte Velázquez; siglos XVI – XVII. Museo del Prado (Madrid) Al dios de la guerra se le suele representar como un joven o un hombre de aspecto viril. Sus atributos son el yelmo y el escudo, a veces la coraza. En la iconografía tradicional, una lanza, una espada o una alabarda. Marte es una de las doce divinidades del Olimpo, hijo de Júpiter y de Juno. El carácter agresivo y violento de Marte, dios de la guerra, lo convierte en motivo de envidia de todos los dioses, incluso de sus padres. La mayor parte de los mitos en que aparece el dios se relacionan con combates. Sin embargo, Marte no vence siempre y frecuentemente se le contrapone la proverbial sabiduría de Minerva. En el Renacimiento, la imagen de las dos divinidades, representadas juntas, se convirtió en alegoría de la sabiduría, la virtud, que sirviéndose de sus propias armas para mantener la paz, vence sobre la violencia destructiva de la guerra. Marte es también, según el mito, el padre de Rómulo y Remo, junto con la vestal Rea Silvia. Marte no tiene una tipología iconográfica constante: puede ser representado con aspecto juvenil o como un hombre maduro de aspecto viril. Suele cubrirse la cabeza con un yelmo y lleva un escudo y una lanza o una espada. Junto a Marte a veces, se puede ver un lobo, animal que le ha sido consagrado. Venus y Marte Boticelli; siglo XV. National Gallery (Londres) En la obra de Boticcelli a Venus se la representa como una joven esposa vestida elegantemente, según los cánones de la época renacentista. La imagen de Venus contrapuesta a la de Marte alude al poder del amor que vence a la violencia y la guerra. El yelmo sobre la cabeza del niño sátiro es uno de los símbolos de Marte, adormecido bajo la mirada de Venus. La armadura de la que asoma el pequeño sátiro es uno de los atributos de Marte, dios de la guerra. El mito atribuye a la diosa del amor, Venus, esposa de Vulcano, dios del fuego, numerosos amores. Marte, dios de la guerra, fue sorprendido en su compañía gracias a la trampa tendida por Vulcano, motivo de general hilaridad durante los banquetes divinos. Homero cuenta cómo, de madrugada, los dos amantes fueron sorprendidos por el Sol, que fue a contar la aventura a Vulcano. Éste preparó secretamente una trampa: se trataba de una red mágica, que sólo él podía accionar. Una noche en que los dos amantes se hallaban en el lecho de Venus, Vulcano cerró la red sobre ellos y llamó a todos los dioses del Olimpo. El espectáculo produjo en todos gran regocijo. A ruegos de Neptuno, Vulcano consintió en retirar la red, y la diosa escapó avergonzada, hacia Chipre, mientras Marte se dirigió a Tracia. De los amores de Venus y Marte nacieron Cupido, Deimo, Fobo y Harmonía. El tema del amor de Venus y Marte ha tenido notable fortuna en la iconografía. Frecuentemente se representa a los dos amantes mientras yacen juntos o en el momento de ser sorprendidos por Vulcano. Con ellos suele aparecer la figura de Amor, al que se considera hijo suyo. Nacimiento de Atenea Cerámica griega; siglo VI. Museo del Louvre (París) Diosa de la sabiduria, a Atenea se la representa vestida de guerrera, armada de yelmo, escudo y coraza; el animal consagrado a la diosa es la lechuza, símbolo de la sabiduría. Atenea, la diosa guerrera, es una de las divinidades más importantes del Olimpo. Hija de Zeus, vino al mundo de un modo muy singular. Zeus, que sufría muchos dolores de cabeza, ordenó a Hefesto, el dios del fuego, que le abriese el cráneo de un hachazo, y de él salió Atenea armada de pies a cabeza, doncella ya de veinte años. Fue admitida en el consejo de los dioses y gozó en él de grandes prerrogativas. Tenía, como Zeus, el privilegio de disponer del rayo según le apeteciera; concedía el espíritu profético, prolongaba la vida de los mortales y les deparaba, después de su muerte, venturosas bienandanzas. Todas sus promesas eran realizadas. Diosa sabia y sagaz, huye de la pasión del amor. Inicialmente considerada diosa de la guerra, asume a continuación el papel de protectora de las ciencias y las artes. Después de haber ayudado a Perseo a matar a Medusa, Atenea recibió del héroe la cabeza del horrible monstruo, que colocó sobre su égida: la cabeza de la gorgona aparecerá en su escudo. Como diosa guerrera, Atenea combate para mantener el orden y las leyes, y por eso se opone a Ares, dios de la guerra brutal y violenta. Se la representa generalmente como una muchacha armada con yelmo, lanza y escudo. A veces aparece una lechuza, animal consagrado a la diosa y símbolo de la sabiduría. Las hilanderas o la fábula de Aracne Velázquez; siglos XVI – XVII. Museo del Prado (Madrid) Famosa tejedora, a Aracne se la representa habitualmente sentada en el telar mientras la diosa Minerva, con armadura, la observa trabajar. A veces la joven, en pie con el brazo extendido, muestra orgullosa su obra o bien se la representa con la telaraña entre las manos. Una de las atribuciones de la diosa Atenea es la de vigilar algunas actividades domésticas, sobre todo el hilado y el tejido. Es famoso el episodio en que la diosa transforma en araña a Aracne, la hilandera que se atrevió a desafiarla. Aracne, una joven de Lidia, hija de un famoso teñidor de púrpura, Idmón de Colofón, era tan hábil en el arte del tejido que incluso las ninfas se acercaban a observarla mientras trabaja. Engreída, Aracne se declaró superior a la misma Minerva y desafió a la diosa, protectora de todas las artes, incluida la de fabricar tejidos. Adoptando la apariencia de una vieja, Minerva intentó primeramente inducir a Aracne a que se excusase por su descaro, pero la joven no desistió y hasta se obstinó en su insolencia. De modo que Minerva se descubrió y aceptó el desafió. Sin intimidarse, Aracne comenzó a tejer su tela en la que representaba los amores de los dioses: Europa arrebatada por Júpiter transformado en toro; Asteria forcejeando contra el mismo dios metamorfoseado en águila; Leda, de la que aquél se hacía amar tomando la forma de cisne; Alcmena, a la que engañaba usurpando los rasgos de Anfitrión; Dánae y la lluvia de oro; Egina y la llama viva; Mnemósine y el pastor. Sin embargo a la diosa no le agradó el tema representado y, furiosa, hizo jirones la tela y golpeó a Aracne con la lanzadera. Entonces la muchacha, abrumada por la ira de la diosa, intentó ahorcarse desesperada, pero Minerva, compadecida de la joven, la sostuvo en los aires para que no acabara de estrangularse y la transformó en araña. Bajo esta nueva forma, Aracne conserva aún su pasión por hilar y tejer la tela. De hecho, los antiguos creían que la araña – en griego aráchne - producía la tela tejiéndola. Fuente de Neptuno Ventura Rodríguez; siglo XVIII. Plaza de Neptuno (Madrid) Neptuno, con apariencia de viejo, barbudo y con largos cabellos, se suele representar en el acto de empuñar el tridente, arrastrado por caballos y delfines sobre el carro. Neptuno, dios del mar, una de las doce divinidades del Olimpo, es hijo de Saturno y Rea, y hermano de Júpiter. Además tiene la facultad de desencadenar violentas tempestades y también de aplacarlas. Los marineros invocan su protección para asegurarse una navegación tranquila y privada de peligros. La tradición atribuye al dios numerosos amores de los que nacen frecuentemente divinidades maléficas. En algunos relatos míticos, por ejemplo, Medusa se une a Neptuno generando el famoso caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor. La consorte oficial del dios es Anfitrite, la nereida que en un primer momento huye, pero luego se convierte en su esposa. Al dios del mar se le suele representar con larga barba y cabellos abundantes, empuñando el tridente, con puntas a veces ganchudas. Su carro, en forma de concha casi siempre, es arrastrado por delfines y caballos de mar o hipocampos. A veces se le representa a lomos de un delfín. Frecuentemente su imagen se asocia a la de Anfitrite en el llamado Triunfo de Neptuno; Anfitrite, junto al dios, cabalga sobre un delfín o se sienta sobre una concha arrastrada por animales marinos, mientras el dios del mar yace en su carro. Generalmente Neptuno y Anfítrite están acompañados de un cortejo de divinidades marinas, los tritones y las nereidas. Mercurio Rubens; siglos XVI – XVII. Museo del Prado (Madrid) Representado como un joven atlético, el mensajero de los dioses lleva un gorro alado, llamado petaso, calzado alado y empuña el caduceo. Comúnmente se le considera mensajero de los dioses, pero es también el dios protector del comercio y de los viajeros. Mercurio, hijo de Júpiter y Maya, y una de las doce divinidades principales del Olimpo, fue un muchacho extraordinariamente precoz. Nada más nacer, se liberó de las fajaduras propias de un recién nacido y robó los bueyes de Admeto, custodiados por Apolo. A continuación, el dios Sol cedió los animales a Mercurio a cambio de la lira que el astuto muchacho había construido con la concha de una tortuga. Por ese episodio se atribuye a Apolo la imagen de dios de la música. Júpiter, sorprendido por la energía de Mercurio, lo nombró mensajero de los dioses. En los relatos míticos, en efecto, el dios aparece sobre todo como quien lleva los mensajes a los dioses y a los hombres. Se le representa generalmente como un joven atlético; sus atributos son el calzado alado, que le permite desplazarse rápidamente, y el gorro alado, llamado petaso. Además blande el caduceo, una vara con dos serpientes enroscadas, a veces remontado con alas, que tiene el poder de inducir al sueño. Desde el punto de vista alegórico Mercurio personifica las cualidades del educador: la razón y la elocuencia. Bajo ese aspecto, se le representa mientras educa a Amor. Juno y Argos Rubens; siglos XVI – XVII. Museo Wallraf-Richartz - Colonia Juno, violenta y vengativa, mujer de Júpiter, se suele representar con una diadema y un cetro, para indicar su posición de reina del Olimpo. Es la más importante de todas la divinidades olímpica femeninas, mujer y hermana de Júpiter, protectora del matrimonio y de los partos. Generalmente se representa a Argos dormido con apariencia de pastor con muchos ojos, apoyado en una roca o acostado junto a un árbol. La tradición no se pone de acuerdo respecto al padre de Argos, considerado hijo de Agenor, Arestor o Ínaco. También se le llama Panoptes, el que todo lo ve, o Argos de los muchos ojos. La figura de Argos se recuerda principalmente en el ámbito de la historia que tiene por protagonista a Io, hija del dios fluvial Ínaco, amada por Júpiter y transformada por el dios en novilla para librarla de la ira de su mujer Juno. Dándose cuenta del engaño, la reina de los dioses pide a su marido que le regale la novilla y confía el animal a la custodia de Argos, quien, dotado de numerosos ojos, puede al mismo tiempo dormir y vigilar, haciéndoles reposar por turnos. Preocupado por la suerte de la amada, Júpiter solicita la ayuda de Mercurio, quien consigue dormir completamente a Argos con el sonido de su flauta y entonces lo mata. Según otras versiones del mito, el dios duerme a Argos con su varilla divina (caduceo) y luego lo abate, golpeándole con una piedra. Para honrar a su servidor, Juno coloca sus ojos en la cola del pavo real, animal consagrado a la diosa. Argos se representa mientras, observado por Mercurio, vigila a Io o mientras se adormece al sonido de la flauta; los pintores lo retratan a veces muerto, mientras Juno coloca sus ojos en la cola de los pavos reales con ayuda de amorcillos. En el cuadro, las manchas coloradas en la cola de los pavos reales son los ojos de Argos que Juno ha colocado en la cola de los animales consagrados a ella en memoria del guardián de los cien ojos, encargado de custodiar a Io y al que Mercurio mata. El arco iris, entre el cielo y la tierra, es el atributo de Iris, mensajera de los dioses y al servicio de Juno, representada en el momento de arrancar los ojos de la cabeza de Argos. El pavo real es uno de los símbolos de Juno, aquí representada en el momento de tomar los ojos de Argos para colocarlos en la cola de los pavos reales. Argos yace exánime en tierra. Fuente de las Cuatro estaciones o de Apolo Ventura Rodríguez; siglo XVIII. Paseo del Prado (Madrid) Habitualmente representado como joven de rara belleza, con la cabeza ceñida de luz, Apolo guía el carro del Sol, que atraviesa el cielo cada día arrastrado por cuatro caballos. El arco, la flecha, la aljaba, la lira y el laurel son los principales atributos del dios. Apolo, hijo de Júpiter y Latona, hermano gemelo de Diana, es una de las doce divinidades olímpicas. Es el dios del sol y de la belleza, del orden moral, de los oráculos y profecías, así como de la música y la poesía. Todavía niño mató a la serpiente Pitón que devastaba la región en las cercanías de Delfos. El lugar se convirtió así en sede del santuario y del culto de Apolo, donde el dios comunica los oráculos a los dioses y a los hombres. Apolo puede ser belicoso y funesto, provocando pestilencias y muertes repentinas. Es el dios que durante la guerra de Troya propagó la peste en el campamento griego. Pero, además de peligroso, también ayuda a los seres humanos y, como padre de Esculapio, dios de la medicina, aleja el mal. En fin, Apolo es el inventor de la música y alegra a los dioses con su cítara durante los convites. Como guía del coro de las Musas se le llama Musagete. A Apolo se le representa generalmente desnudo, con una corona de laurel en torno a la cabeza. En calidad de músico viste una larga túnica y toca la lira. A veces acompaña a Apolo un monstruo de tres cabezas (de perro, de lobo y de león) con cuerpo de serpiente, figura mítica que proviene del dios egipcio Serapis, que los mitógrafos renacentistas atribuían al dios Sol. Apolo persiguiendo a Dafne Cornelio de Vos; siglo XVI. Museo del Prado (Madrid) A Dafne, ninfa amada de Apolo, se la suele representar en el instante en que se está cumpliendo su transformación en la planta del laurel. Después de la muerte de la serpiente Pitón, Apolo encuentra a Amor ocupado en la construcción de su arco. Orgulloso por la empresa realizada, Apolo se burla del dios sugiriéndole que abandone el tiro con arco, disciplina más propia de sí mismo, infalible cazador, que del muchacho alado. En respuesta, Amor lanza contra Dafne, hija del dios fluvial Peneo, una de las flechas de plomo, que provocan el rechazo en quien es herido, mientras golpea a Apolo con una flecha de oro, que infunde el sentimiento amoroso en quien la recibe. Inmediatamente el dios sintió una violenta pasión por la hermosa ninfa y ella, lejos de corresponder a sus ternuras, huyó rápidamente y se ocultó de sus miradas. Enamorado de la muchacha, el dios la sigue incesantemente, hasta que ella invoca la ayuda del padre. De improviso, cuando Apolo estaba ya a punto de alcanzarla, la ninfa se convierte en laurel. Apolo sólo pudo estrechar entre sus brazos un tronco inanimado. De modo que Apolo, desesperado, decide que, puesto que la muchacha no podrá nunca ser su esposa, el laurel le sea consagrado. A Dafne se la representa generalmente mientras huye con los brazos alzados. La figura de Dafne extiende los brazos para escapar del dios y sus manos ya se están convirtiendo en ramas de laurel. Del pie que apoya en la tierra está saliendo una raíz. La línea diagonal está claramente marcada desde el brazo derecho de Dafne hasta la pierna izquierda de Apolo y observamos también un marcado claroscuro. Dafne puede ser retratada también mientras implora a su padre Peneo. Apolo, a veces con la corona de laurel sobre la cabeza, la sigue o la aferra. Apolo es reconocible por la aureola que rodea su rostro que le representa como el dios de la luz, identificado con Helios-Sol. Otro de sus atributos es el arco y las flechas que aquí lleva en el carcaj colgado del torso. Diana de Versalles Copia romana de un original griego del siglo IV a.C. Museo del Louvre (Paris) A Diana se la representa como joven cazadora, vestida con túnica y los cabellos recogidos. Entre sus atributos, la media luna sobre la cabeza, el arco y las flechas; a veces lleva una lanza. Acompañan uno o más perros o un ciervo. Diana era hija de Júpiter y Latona, hermana gemela de Apolo, y una de las doce divinidades del Olimpo, diosa de la caza. Nació en Delos y, recién nacida, ayudó a la madre a traer al mundo a su hermano. Diana no tuvo compañero; es la diosa virgen por excelencia, símbolo de castidad y por ello protectora de las jóvenes muchachas hasta el momento del matrimonio. Ninguno de los pretendientes que intentaron conseguir su amor pudieron lograrlo, y por eso le ha sido otorgado el sobrenombre de “casta”. La historia de Endimión no contradice esta idea, ya que el pastor de Caria, Endimión, que tenía el privilegio de no envejecer, una noche se quedó dormido sobre el monte Latmos y fue observado durante largo rato por la diosa Diana, que se había prendado de su belleza. Pero se alude aquí a la diosa Diana como personificación de la Luna. Su placer es la caza y pasa la mayor parte del tiempo en los bosques junto a sus perros y las ninfas sus compañeras, igualmente castas y puras. Terminada la caza, a la diosa le gusta descansar en una fuente junto a las ninfas. A Diana cazadora se la representa como una muchacha alta, armada con arco y flechas y precedida por perros o por un ciervo. Sus piernas y sus pies aparecen desnudos o calzados con sandalias. Lleva los cabellos recogidos y una media luna sobre la cabeza. De hecho, en las manifestaciones tardías del mito, su imagen se asocia con la luna. Otras veces la diosa de la caza se representa mientras se baña en una fuente, sola o acompañada de las ninfas. Los artistas representan a veces a Diana y las ninfas sorprendidas por los sátiros. En realidad, ese tema, que no se encuentra en la mitología, es alegórico y alude al predominio de la lujuria sobre la castidad. Mitos relacionados con la diosa Diana son la transfiguración de Acteón en ciervo, por haber visto a la diosa bañándose desnuda, o la de Calisto en oso, a petición de Juno por haberse dejado seducir por Júpiter. También el mito en el que Diana se enamora de Endimión o en el que mata con Apolo a las hijas de Niobe, quien se atrevió a sostener que era superior a Latona porque tenía más hijos que la diosa. Baco Caravaggio; siglos XVI – XVII. Galería de los Uffizi (Florencia) Se presenta a un joven desnudo, a veces borracho, con la cabeza ceñida con una corona de hojas de vid o de hiedra; en la mano sostiene el tirso o lleva una copa de vino o un racimo de uvas; también se le representa sobre el carro arrastrado por tigres, leopardos o cabras. Baco, originariamente dios de la fertilidad, es famoso como dios del vino. Hijo de Júpiter y Sémele, el muchacho nació del muslo del padre, quien lo había cosido allí después de haber matado involuntariamente a la madre. Nació en Naxos y Mercurio lo llevó a Arabia a la mansión de las ninfas de Nisa. Confiado al cuidado de las ninfas, también fue educado por los sátiros y por el sabio Sileno, que le enseñó a plantar la viña, y las Musas le instruyeron en el canto y la danza. La difusión del culto de Baco en Grecia se correspondió con la difusión contemporánea del cultivo de la vid. En las fiestas en honor del dios participaban las bacantes, también llamadas ménades. Cuando los Gigantes escalaron el cielo, Baco, tomando la forma de un león, luchó contra ellos con tanto éxito como bravura. Júpiter le animaba a la lucha gritándole: “¡Evohé! ¡Valor, hijo mío, valor!” y de ahí el sobrenombre de Evohé. A Baco se le representa en muchas ocasiones en compañía de sus acólitos entregados a danzas desenfrenadas, con un pandero o tamboriles en las manos y dominados por la borrachera. Además de las ménades, en el cortejo de Baco aparecen frecuentemente los sátiros, que a veces le acompañan con la flauta, y Sileno a la grupa de un asno. A veces en tan ruidosos cortejos se puede encontrar también a Ariadna, consolada por Baco tras haber sido abandonada por Teseo y convertido luego en su esposa. Baco y Ariadna suelen ser representados juntos con su séquito sobre un carro arrastrado por tigres, leopardos o cabras. A ese tipo de representación se le llama el triunfo de Baco. Mientras los primeros animales se refieren probablemente a la difusión del culto de Dionisio en Asia, los segundos aluden a los orígenes del dios, adorado bajo la forma de cabra o toro. A pesar de su benevolencia, Baco castigó sin reparos a quienes se negaron a reconocerle por dios o se mostraron ingratos a sus beneficios, como las Mineidas, convertidas en murciélagos por negarse a rendir culto al dios, o Licurgo, rey de los edones que se opuso a la propagación de la vid y por ello fue atado a un árbol y abandonado a las bestias feroces, o Penteo, rey de Tebas. El rapto de Proserpina Rubens; siglo XVI – XVII. Museo del Prado (Madrid) El rapto de Proserpina Bernini; siglo XVII. Villa Borghese (Roma) A Proserpina se la representa en el momento en que Plutón la rapta llevándosela en su carro: la muchacha levanta los brazos al cielo en señal de desesperación. A Plutón se le representa como un hombre de barba tupida y negros cabellos; a veces lleva una corona y blande un bidente; a un lado puede aparecer Cerbero. Proserpina, hija de Júpiter y Ceres, es la reina de los infiernos. Plutón, hijo de Rea y Saturno, por tanto, hermano de Júpiter, señor del reino de las sombras, enamorado de la muchacha, la rapta mientras ella cogía flores con una ninfas en el llano de Enna, en Sicilia, y la hace su esposa. Orgulloso el dios con su presa, lanzó a todo correr sus caballos negros, abrió la tierra con un golpe de su cetro y se hundió en el reino de las tinieblas. Este rapto se realizó con la complicidad de Júpiter y en ausencia de Ceres. Al enterarse ésta de la desgracia, partió precipitadamente en busca de su hija, recorrió las montañas, exploró las cavernas y los bosques, atravesó los ríos, encendiendo al llegar la noche dos antorchas para poder continuar su camino en la oscuridad. Al llegar al lago de Siracusa encontró allí el velo de Proserpina y comprendió que el raptor de su hija había pasado por aquel lugar; después supo por boca de la ninfa Aretusa que el raptor era Plutón. Ceres, al saber dónde se encuentra su hija, se retira enojada, lo que provoca carestías y sequía en la tierra. De modo que Júpiter ordena a Plutón que restituya a Proserpina a su madre; sin embargo, la joven ha comido un grano de granada y eso basta para unirla definitivamente al mundo del más allá. En efecto, según la tradición, quien llegue al mundo de los muertos y coma allí cualquier cosa, no puede volver al mundo de los vivos. Así pues, Júpiter ordena que la hija de Ceres pase dos tercios del año en la tierra y un tercio con Plutón en el reino de los muertos. Según otros autores debe pasar la mitad del año en la tierra y la otra mitad en los infiernos. A Proserpina se la celebra en el ámbito de las fiestas eleusinas, organizadas también en honor de Ceres. El culto de la diosa estaba difundido sobre todo en Sicilia, donde se pensaba que había ocurrido el rapto. En el ámbito iconográfico, Proserpina puede estar acompañada de Mercurio, el mensajero de los dioses, al que algunos atribuyen la función de benefactor. La granada, en cuanto fruto relacionado con Proserpina, fue considerada ya desde la Edad Media símbolo de resurrección. La fragua de Vulcano Velázquez; siglos XVI – XVII. Museo del Prado (Madrid) Venus en la fragua de Vulcano Le Nain; siglos XVII – XVIII. Museo Saint-Denis (Reims) A Vulcano se le suele representar en su fragua, mientras forja metales. Atributos del dios son el yunque y el martillo. A veces le rodean los Cíclopes, sus ayudantes. Vulcano, hijo de Júpiter y Juno, es el dios del fuego y herrero de los dioses, presentado en los relatos míticos como un dios cojo, defecto que, según algunos mitos, se remonta a su nacimiento. Por ese motivo, Juno, avergonzada de él, arrojó del Olimpo al hijo todavía en pañales. Caído en el Océano, Vulcano fue recogido por Tetis, que lo crió durante nueve años. En cambio, según otra versión del mito, el defecto de Vulcano se debió a Júpiter, quien, en un momento de ira, mientras discutía con Juno, Vulcano salió en defensa de su madre, lo agarró por un pie y lo arrojó del Olimpo. El dios estuvo cayendo durante un día entero hasta que al atardecer cayó sobre la isla de Lemnos y fue acogido y curado por los sintios, la población del lugar; por ello el culto de Vulcano se celebraba especialmente en esta isla; también se le honraba en las islas de origen volcánico, como Sicilia. En Roma el culto de Vulcano tenía orígenes muy antiguos. Además es el dios de los metales y la metalurgia, y reina sobre los volcanes, que son sus talleres, y en ellos trabaja con sus ayudantes los Cíclopes. Vulcano se casó con Venus, quien le traicionó con Marte. Informado por el Sol de la infidelidad de su mujer, el dios preparó una red invisible que colocó sobre el tálamo (asunto que se observa en la obra de Velázquez). Apenas los dos amantes se acostaron, quedaron atrapados en la red. Luego Vulcano llamó a todos los dioses para que fueran testigos de la traición. Ese episodio ha atraído la fantasía de muchos artistas que, a veces, han reelaborado el mito aportando en sus pinturas soluciones originales. Vulcano aparece también solo con Venus en su fragua o mientras la diosa de la belleza le pide las armas para Eneas (momento representado en la obra de Le Nain) o cuando le entrega a Tetis las armas de Aquiles. Encontramos otros mitos relacionados con Vulcano; así pues, ayudó a Júpiter en la batalla contra los gigantes, encadenó a Prometeo en el Cáucaso, creó y modeló a Pandora del fango, ayudó al nacimiento de Minerva al hender la cabeza de Júpiter. Laocoonte Atenodoro, Hagesandro y Polidoro; siglo II a. C. Museos vaticanos (Roma ) A Laocoonte, sacerdote troyano, se le suele representar en la playa de Troya, enroscado entre los anillos de unas terribles serpientes junto a dos de sus hijos. Tras haber construido el caballo de madera, los griegos lo dejaron abandonado en la playa. Al día siguiente, los troyanos se acercaron a él y comenzó una discusión sobre qué hacer. Laocoonte, que se preparaba para cumplir un sacrificio a Neptuno, arrojó una lanza contra el vientre del enorme animal en el intento de convencer a sus compatriotas para que lo destruyeran. En ese momento llevaron ante Príamo a un griego, de nombre Sinón, que dijo que el enorme animal había sido construido por los griegos para dar gracias a Minerva. Además, si los troyanos llevaran el caballo a la ciudad, conquistarían el favor de la diosa, lo que les haría invencibles. Salieron de improviso del mar dos serpientes monstruosas que se dirigieron hacia los hijos de Laocoonte y se enroscaron a sus cuerpos. El sacerdote entonces corrió en ayuda de los muchachos, intentando matar a las horribles criaturas, pero también él quedó atrapado en sus terribles anillos y murió. Luego las serpientes se deslizaron veloces hacia el templo de Minerva donde desaparecieron. La muerte de Laocoonte se interpretó como un castigo divino y, por tanto, como prueba de la sinceridad de Sinón, y los troyanos llevaron el caballo a la ciudad, abriendo paso a su derrota. Eneas huye de Troya F. Barocci; siglo XVI. Galería Borghese (Roma) Eneas no posee connotaciones iconográficas precisas. Los artistas ilustran las aventuras del héroe inspirándose principalmente en la Eneida de Virgilio, representándolo en pinturas singulares o en series de frescos. Eneas, recordado por Homero entre los más valerosos jefes troyanos, fue hijo de Anquises y de Venus. Huyendo de Troya, Eneas se ve obligado a vagar por el Mediterráneo. Después de haber pasado por el Epiro y Sicilia, una tempestad lo arrojó a las costas de África donde fue acogido por Dido, reina de Cartago, que se enamoró del héroe. La reina deseaba que Eneas, convertido en su esposo, permaneciera con ella para siempre, pero el destino del troyano es inmutable. Exhortado por Mercurio, el héroe volvió al mar y Dido, desesperada, se quitó la vida. Zarpando de las costas africanas, Eneas desembarca en Italia, en las proximidades de Cumas, y pregunta a la famosa Sibila, que lo conduce al reino de las sombras donde se le confirma el destino que le aguarda: fundar una nueva patria en el lugar en que un día surgirá la ciudad de Roma. Retomando el viaje, el héroe troyano llega al Lacio, a la desembocadura del Tíber, donde es acogido por el rey Latino. A continuación sostiene numerosas batallas contra las poblaciones itálicas que le son hostiles, mandadas por Turno, rey de los rútulos, que morirá a manos del mismo Eneas. En la imagen vemos a Eneas, al que se le suele representar mientras huye de Troya llevando a sus espaldas a su viejo padre Anquises. A su vez, su padre lleva en la mano los penates de Troya. La fuga sucede sobre el fondo de la ciudad en llamas. El niño a los pies de Eneas es Ascanio, llamado también Julo, cabeza de la familia de la gens Julia, de la que desciende directamente el emperador Augusto. Creusa, la esposa de Eneas, sigue al marido durante la fuga de Troya en llamas. Sin embargo, la mujer, perdida en el desorden y la confusión de la batalla, morirá. La conducción del caballo hacia Troya Tiepolo; siglo XVIII. National Gallery (Londres) Al caballo de Troya se le representa en el momento de su construcción, a la entrada de la ciudad, o también cuando los griegos irrumpen en ella desde el costado del caballo. Homero, en la Odisea, indica brevemente el episodio de la construcción del caballo de madera y de la posterior toma de Troya. Virgilio recupera el tema y lo cuenta detalladamente en la Eneida. Después de muchos años de guerra los aqueos comprenden que no lograrán tomar Troya. Ulises, pensando en conquistar la ciudad con engaños, propone a Epeo, uno de los jefes griegos, ayudado por Minerva, la construcción de un gigantesco caballo de madera y esconde en el interior del vientre a los guerreros más valerosos. Luego los griegos se alejan de la costa simulando haber desistido del asedio, y atracan en una isla cercana. Los troyanos, aconsejados por Sinón, un griego infiltrado, deciden llevar el caballo al interior de la ciudad, y debido a las imponentes dimensiones de la figura de madera, que no puede pasar a través de las puertas, abaten parte de los muros. Troya será tomada esa misma noche. En la imagen podemos observar como el caballo fue transportado a la ciudad gracias al auxilio de ruedas o rodillos construidos por los troyanos, tal como cuenta Homero. Eneas relata a Dido sus aventuras P. N. Guérin; siglo XVIII. Museo del Louvre (París) La figura de Dido suele aparecer al lado de Eneas. El episodio que ha recibido especial favor de los artistas es el de la muerte de la reina cartaginesa. El mito de Dido, hija de Muto, rey de Tiro, se remonta a las antiguas leyendas sobre las migraciones fenicias en el Mediterráneo. Virgilio se apropió de la tradición aportando algunas variantes importantes y haciendo de la reina uno de los personajes más famosos y caracterizados de su Eneida. A pesar de que entre la fecha de la caída de Troya y la de la fundación de Cartago pasaron más de tres siglos, el poeta latino imaginó a Dido y Eneas como contemporáneos y llevó a su héroe, tras abandonar Troya en llamas, arrastrado por una tempestad a las costas africanas en las cercanías de Cartago. Dido acogió benévolamente a Eneas, quien, durante un banquete en su honor, a petición de la reina contó las peripecias que le habían sucedido desde la caída de Troya; narró la treta de los griegos, el fin de Troya, su propia huida con un puñado de compatriotas y sus vagabundeos en busca de un nuevo hogar. La reina, cuyo marido había muerto muchos años antes asesinado por su hermano, se enamoró del héroe. Pero Eneas no puede escapar al destino que los dioses le tienen reservado a él y a su descendencia. El príncipe troyano, por invitación de Mercurio, se ve obligado a retomar el viaje, a pesar del profundo sentimiento que le une a Dido. Después de un afligido adiós en que la reina intentó en vano detener a su amado, el jefe troyano partió. Dido, desesperada, ordenó que se encendiera una pira fúnebre sobre la que se mata con la espada de Eneas. En el cuadro de Guérin podemos ver una escena íntima en el interior del palacio; a la izquierda aparece Eneas, con el casco de penacho, contando a Dido sus peripecias desde su huída de Troya. Dido aparece recostada, escuchando embelesada las palabras de su amado. Abraza a un niño, probablemente Cupido bajo la figura de Ascanio, hijo del héroe. Tras ella, aparece una figura femenina, que bien pudiera ser una matrona, o bien su hermana pequeña Ana. Rómulo y Remo P.P. Rubens; siglos XVI – XVII. Museos Capitolinos (Roma) A Rómulo y Remo se les suele representar recién nacidos mientras los cría la loba. Las peripecias de los dos gemelos a veces se ilustran en ciclos de frescos. Amulio y Numitor, hijos de Procas, rey de Alba Longa, descendientes de Eneas, sucedieron a su padre. Sediento de poder, Amulio expulsó al hermano y obligó a Rea Silvia, única hija de Numitor, a permanecer virgen convirtiéndola en vestal. Pero el dios Marte yació con la muchacha, quien dio a luz a dos gemelos. Por ello, Amulio encerró a Rea Silvia en prisión y ordenó a un siervo abandonar a los recién nacidos en las aguas del Tíber. Sin embargo, la cesta en la que los niños fueron colocados se quedó enganchada en la orilla y los pequeños fueron criados por una loba. En ese lugar habitaba el pastor Fáustulo, quien los confió al cuidado de su mujer. Al hacerse mayores, Rómulo y Remo conocieron su origen y, tras matar a Amulio, devuelven Alba Longa a Numitor. Luego fundaron una nueva ciudad en el lugar en que habían sido abandonados. Posteriormente surgió una disputa entre ambos y Rómulo, después de haber matado a su hermano, concluyó la fundación de la ciudad. La escena representa el momento en que el pastor Fáustulo, a la derecha, encuentra a los niños, que están siendo amamantados por la loba. La mujer joven que aparece a la izquierda parece ser Rea Silvia, madre de los gemelos. Y el anciano que aparece a su lado podría ser una representación del río Tíber. El rapto de las Sabinas David; siglos XVIII – XIX. Museo del Louvre (París) El episodio del rapto de las sabinas por los romanos se suele ambientar fuera o en los alrededores de la nueva fundación. Después de haber fundado Roma, Rómulo se dio cuenta de que, para que su reino pudiera incrementarse manteniendo un sólido futuro, debía asegurar a la ciudad una descendencia segura y duradera. A tal fin envía mensajeros a las poblaciones vecinas con el encargo de establecer nuevas alianzas, garantizando de ese modo matrimonios seguros. Sin embargo, ninguno fue recibido benévolamente ya que las ciudades vecinas temen la eventual potencia futura de Roma. Así pues, Rómulo decidió organizar fiestas solemnes en honor de Neptuno e invita a los sabinos y a las poblaciones de los alrededores. Durante las celebraciones, a una señal convenida, los jóvenes romanos raptaron a las muchachas sabinas expulsando a sus familiares. Semejante gesto provocó la inevitable reacción de los sabinos, que declararon la guerra a Roma. Sin embargo, durante una sangrienta batalla, las mujeres sabinas, no queriendo perder a sus maridos ni a sus padres y hermanos, se interpusieron entre los dos bandos enfrentados, implorando la deposición de las armas y el establecimiento de un acuerdo de paz. Sus plegarias fueron escuchadas y los dos pueblos se fundieron en uno solo con Roma por capital. Rómulo y Tito Tacio, rey de los sabinos, reinaron juntos en una diarquía hasta que éste último fue asesinado en extrañas circunstancias. En la imagen vemos a Hersilia, hija del rey sabino Tito Tacio, que se había casado con Rómulo, entre su padre y su marido, al tiempo que pide a los guerreros de ambos lados que no separen a las mujeres de sus esposos o a las madres de sus hijos. Otras mujeres sabinas se le unen en sus exhortaciones. La muerte de Lucrecia Tiziano; siglo XVI. Fitzwilliam Museum (Cambridge) A Lucrecia se la representa generalmente en el momento en que se mata clavándose un puñal o arrojándose sobre una espada. También en el momento en que es atacada por Tarquinio. Virtuosa noble romana, Lucrecia era esposa de Colatino. Sexto Tarquinio, hijo del rey Tarquinio el Soberbio, se enamoró de ella y se introdujo de noche en su habitación, aprovechando la ausencia del marido, que estaba con el ejército. El hijo del rey intentó por todos los medios seducir a la mujer y ante el rechazo de Lucrecia amenazó con matarla a ella y a un esclavo y dejarla junto a su cadáver. De ese modo se pensaría que Lucrecia había sido sorprendida en adulterio, en compañía de un siervo. Sin escapatoria, la mujer cede a los deseos de Sexto. Al día siguiente Lucrecia mandó llamar a su padre y a su esposo. Después de informarles de lo sucedido, hace que los dos hombres juren vengarla y se quita la vida clavándose un puñal. Junio Bruto, sobrino de Tarquinio el Soberbio que asistió a la escena, incitó al pueblo a la revuelta y expulsó al rey y a sus hijos de Roma. Esa historia marca el comienzo de la República romana, de la que Bruto y Colatino fueron los dos primeros cónsules. La imagen de Lucrecia, que se mata prefiriendo la muerte al deshonor, tema recurrente en la iconografía renacentista, interpreta el sacrificio de la mujer como símbolo de la virtud conyugal. En la imagen podemos ver a Sexto Tarquinio, que amenaza a Lucrecia, lanzándose contra ella armado con un puñal. Lucrecia trata en vano de liberarse de la amenazadora figura de Tarquinio. Las imágenes han sido obtenidas de la presentación en PowerPoint de la página Web del Departamento de Filología Clásica de la Universidad de Murcia. La información procede en parte de los siguientes libros: - Lucia Impelluso, Héroes y dioses de la Antigüedad. - Pierre Grimal, Diccionario de Mitología Griega y Romana. Resu me fecit