Piccole Suore Missionarie della Carità (Don Orione) Casa generale Via Monte Acero, 5 – 00141 Roma www.suoredonorione.org “En el acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección, el Amor de Dios ha redimido al mundo y ha iluminado la historia” (cfr. Mensaje del Papa para la Cuaresma 2013) Prot. MG-3/13 QUERIDISIMAS HERMANAS, Nos sentimos todavía envueltas por la serena dulzura del tiempo navideño y, después de un breve paso por el Tiempo ordinario, la Cuaresma nos abre las puertas al itinerario de reflexión y de purificación que nos preparará a la celebración del más grande Misterio de nuestra fe: la Pascua de Jesús. No es indiferente el hecho de que este año, la Cuaresma esté encuadrada en el contexto del Año de la Fe, propuesto a toda la Iglesia por el Papa Benedicto XVI. Un verdadero camino cuaresmal. Una verdadera inserción en el Misterio de la pasión, de la muerte y resurrección de Cristo, se puede hacer realidad con buenos y verdaderos frutos espirituales de auténtica caridad, solo en la experiencia de una fe profunda y auténtica. Todo el Mensaje del Papa para esta Cuaresma 2013 está centrado en la relación esencial y recíproca que existe entre la fe y la caridad: “Creer en la caridad suscita caridad”1, es el título del Mensaje, y nos dirá más adelante el Papa: “La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor”, de manera que, continúa el Papa, “para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista. La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios”2. AMOR Y OBEDIENCIA ¿Cuál es para nosotros la prueba más evidente y tangible de este Amor infinito de Dios, si no aquella de haber enviado a su Hijo para la salvación de la humanidad? Jesús en la encarnación es ya signo de este Amor de Dios, pero de un amor que alcanza su máxima expresión en su pasión, muerte y resurrección: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13). El amor en Jesús se hace entrega confiada al querer del Padre; El expresa el amor por el Padre y por nosotros “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil 2,8). 1 2 Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2013. Idem 1 Jesús eleva la actitud de la obediencia a niveles verdaderamente sublimes, superando el formalismo fariseo de una obediencia hecha de “observancia exterior” e indicando un camino más perfecto, el de la “obediencia amorosa y filial”, la única que conduce a la verdadera realización de la libertad humana, porque está inserta en el plan del Padre. “No es el hacer mucho exteriormente lo que cuenta delante de Dios, sino el tener un corazón humilde, recto, obediente. Y la simple obediencia es una virtud tan querida a los ojos de Dios, que sola, alcanza para santificarnos. El camino de la obediencia fue el camino de Jesucristo, de María Santísima, de San José y de los santos: es el camino de la santa inmolación con Cristo, de la paz y de la felicidad”3. FE Y OBEDIENCIA Hoy se habla con frecuencia de una “crisis de obediencia”; en realidad estoy convencida de que hay una “crisis de libertad”, porque en el fondo existe una ¡crisis de fe”! Somos como peregrinos en búsqueda de “aguas” que sacien nuestra sed de libertad, de felicidad, de realización; luchamos para ser libres; queremos demostrar y demostrarnos que somos capaces de auto-gestionar nuestra vida: gastamos tantas energías para poner al seguro nuestra salud, la imagen, las necesidades personales de todo tipo... todo sin duda bueno y necesario; pero lentamente nos damos cuenta de que nuestra vida empieza a ser pesada y triste, superficial e individualista, desmotivada e infecunda...y que nuestra sed permanece o, peor aún, ¡aumentó! Recordemos el diálogo de Jesús con la samaritana... Entonces, tratemos de descubrir dónde estuvo el error: ¿qué cosa no funcionó? ¿Las estructuras? ¿La comunidad? ¿La formación? ¿La historia personal? ¿La elección vocacional? Todo puede ser... pero ¿no será que hemos bebido de “aguas” no sanas? ¿No nos habremos acercado, más bien, a fuentes de agua incapaces de saciar nuestra “verdadera sed”, o sea, la sed de Dios innata en nuestro ser hijos e hijas de Dios? Sólo beviendo y re-sumergiéndonos en las aguas de la Fe, en las aguas del Bautismo, nuestra vida cristiana, y más aún, nuestra vida consagrada, puede encontrar la verdadera vida, la verdadera libertad, la verdadera realización! Para nosotras es decisivo aprender a distinguir los “síntomas” de la “enfermedad”, para no pronunciar diagnósticos falsos sobre nosotras mismas o sobre los demás; así como en la vida biológica un error símile puede comportar daños irreversibles, o incluso la muerte, también en nuestra vida de fe, el no descubrir el verdadero “mal”, puede conducirnos a vivir mediocremente, individualísticamente, tristemente, espiritualmente raquíticas, hasta hundirnos en una dramática “muerte espiritual” y abandono de la fe, aún permaneciendo en la Congregación! Si nuestra vida consagrada hunde sus raíces en la vivencia de una Fe sólida, auténtica y coherente, entonces todo adquiere una dimensión nueva, la misma dimensión de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Entonces la fe toma forma en las obras, en la caridad apostólica y fraterna, entonces la Fe transforma nuestra vida en aquello en que creemos. A LA ESCUELA DEL MAESTRO “Corramos con perseverancia la carrera que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe” (Heb. 12, 1-2). Así como el Adviento había colocado en el centro de la reflexión la figura de María, y nos habíamos puesto “a su escuela” para contemplar el misterio de la encarnación, ahora, el tiempo de Cuaresma, y luego el de la Pascua, orienta nuestra “mirada en Jesús”, invitándonos a seguirlo y a aprender de Él, “en Su escuela” 3 Don Orione, de una carta del 6-01-1935; L. II, 156 ss. 2 No tenemos un modelo más perfecto de fe, de caridad, de adhesión a la Voluntad de Dios y de entrega de sí, que Jesús. Las palabras de la carta a los Hebreos son un verdadero programa para el itinerario cuaresmal que se inicia; nos invitan a superar la lentitud, la pereza, llamándonos no a “caminar”, sino a “correr”, porque el tiempo es breve y el Esposo está a la puerta. No se trata de un “correr” frenético, del que hoy el mundo es esclavo, sino que para nosotras se trata de “no detenernos”, “no distraernos”, “¡no perder tiempo!” Pero la Escritura continúa: “corramos con perseverancia”; o sea, sin venir a menos, sin dar lugar al desánimo, a la desmotivación, a la inconstancia, a la desilusión. Hoy se impone la cultura del “usa y tira” (de lo “descartable”), donde las palabras “para siempre”, “fidelidad”… han quedado fuera de uso, o casi! Sin embargo, Dios es fiel para siempre y no juega con nosotras. Continúa el texto a los Hebreros: “teniendo fijos los ojos en Jesús”, porque en Él y sólo en Él encontramos la fuerza para “correr con perseverancia la carrera que se nos propone”; Jesús ha recorrido él primero el camino de la obediencia en la fe, en la “docibilitas” al designio que el Padre había establecido desde siempre. Sobre los pasos de Jesús, el Padre nos llama hoy a “correr con perseverancia” para “reproducir la imagen de su Hijo” (Rm 8,29) e nosotras. Finalmente la carta termina con una extraordinaria expresión, que no deja dudas acerca del fundamento y cumplimiento de nuestra fe: Jesús es “el que inicio y consuma la fe”. Es Jesús el objeto y el contenido de nuestra fe, no ya una fe abstracta, teórica, legalista y lejana; nuestra fe es una “Persona”, es Jesús, Él es nuestra “Ley”, Él es nuestro “estilo de vida”, en Él el origen y en Él el cumplimiento de las verdades de nuestra Fe; en Él el origen y en Él el cumplimiento de la verdadera Caridad y de nuestras actividades de evangelización: “Estas dos virtudes se necesitan recíprocamente... la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella”4. FIJOS LOS OJOS EN JESUS Queridísimas hermanas, en el contexto de esta reflexión invito a todas a vivir este tiempo de Cuaresma “teniendo fijos los ojos en Jesús”, a entrar, a través de la “puerta de la fe” en la “escuela de Jesús”, a entrar en Su experiencia pascual, poner nuestros pies en sus huellas para recorrer su itinerario de “obediencia amorosa”; a colocar nuestro corazón sobre Su corazón para “escuchar”, en su silencio de amor, la Palabra del Padre para nosotras; a poner nuestras manos entre Sus manos, para “aprender” Su caridad operosa: para bendecir, sanar, perdonar, unir, rezar con Él y como Él. Hermanas, que Jesús sea el “lugar” donde vivir esta Cuaresma y donde celebrar la Pascua. Que los propósitos y las prácticas propias de este tiempo Cuaresmal estén atentos, no a la observancia exterior, sino sobretodo a la verdadera conversión interior, personal y comunitaria, “a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los Sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna”5. Cada una de nosotras y cada comunidad verá cómo organizarse y qué opciones cualificadas realizar en sintonía con cuanto estamos meditando, y también con los Artículos de las Normas generales modificados, presentes en las Actas del XI Capítulo general. Y para dar continuidad a la experiencia vivida en el Adviento, durante la Semana Santa se organice comunitariamente una 4 5 Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2013. Idem 3 “Jornada de la reconciliación” que prevea un tiempo fuerte de revisión de vida personal, y una celebración de reconciliación comunitaria, con creatividad. Tenemos tanta necesidad de ofrecer al Señor nuestra vida reconciliada, de ofrecer a la Iglesia y al mundo el testimonio de “comunidades reconciliadas” por la fuerza de la fe en el Señor resucitado. No tengamos miedo, hermanas queridas, de pedirnos perdón, de abandonar costumbres poco edificantes, de eliminar la crítica, las murmuraciones, el mal contento y el victimismo, de superar el egoísmo, la falta de responsabilidad... Son justamente estas “pequeñas” cosas las que arruinan, en la cotidianidad, nuestras relaciones fraternas, las que hacen perder la serenidad y la confianza, y nos hacen poco creíbles, poco proféticas en nuestro apostolado y entre nosotras. ¡Coraje, hermanas queridas! No estamos solas en este itinerario. María está con nosotroas. María es la Madre serena y fuerte que sigue, en el silencio y en la “docibilitas”, los pasos del Hijo, obedeciendo y amando con Él al Padre, como verdadera co-redentora. Confiémonos también a Ella y encontraremos fuerza para el camino. Con grande afecto me uno a cada una de ustedes en este tiempo. Con muchas nos encontraremos durante la Visita establecida y podremos compartir parte de este itinerario de gracia que la Iglesia nos ofrece. ¡Ayudémonos recíprocamente! ¡Recemos unas por otras! Y “avanti in Domino”! Buen camino cuaresmal y ¡Buena Pascua! Sor M. Mabel Spagnuolo Superiora general Roma, Casa general, 6 de febrero 2013. 4