Impostores. Sombras en la España de las Luces

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224 Manuscrits 33, 2015
Ressenyes
Calvo Maturana, Antonio (2015)
Impostores. Sombras en la España de las Luces
Madrid: Cátedra. «Historia. Serie Mayor», 396 p.
ISBN 9788437634210
¿Qué empujaría a un rey a disfrazarse de
vagabundo para presentarse en su propia
casa tras veinte años de ausencia? Esta es
la artimaña que emplea Odiseo, siguiendo
el prudente consejo de la diosa Atenea,
para averiguar cuál es el estado de su reino
y su familia antes de darse a conocer, en la
famosa Odisea. Se trata solo de uno de los
numerosos relatos sobre la suplantación de
personajes que recoge la mitología griega,
pues el fenómeno de la impostura se
remonta a las primeras civilizaciones, y
también la literatura y la historia han estado plagadas de impostores desde sus inicios y hasta la actualidad.
El presente libro de Antonio Calvo
Maturana se centra especialmente en los
casos de impostura acaecidos en España en
el siglo xviii, aunque abarca toda la Edad
Moderna y los inicios de la Contemporánea, y también narra ejemplos de personajes de otros países europeos. En este
contexto las imposturas constituían una
forma de escapar del rol impuesto por la
inmovilista sociedad estamental católica
del Antiguo Régimen. Aunque la movilidad social existía, era limitada, lenta, costosa y solo alcanzable por unos pocos
apellidos. La promoción social individual
era mucho más complicada y solo era posible mediante la emigración a América, el
ingreso en instituciones como el ejército o
la Iglesia y la carrera educativa y administrativa. En la práctica, la mayoría de la
población pobre estaba condenada a permanecer en el estrato social donde había
nacido. El fenómeno de la impostura era,
pues, un método de ascenso social para
todo aquel individuo que no aceptaba la
posición en la que había nacido y aspiraba
a un estatus, un reconocimiento y unos bienes que la sociedad estamental le había
negado. De ahí que el impostor nunca sea
un revolucionario, sino solo un transgresor, pues no aspira a modificar la sociedad
en la que vive, sino a mejorar su posición en
ella. El autor no olvida señalar que, aunque
hay casos muy llamativos en cuanto al
grado de promoción social logrado o en
cuanto a los disfraces usados, lo habitual
era que la impostura solo aportara una
pequeña ganancia económica o bien un
aumento del prestigio social y del grado de
influencia. Incluso en ocasiones la farsa
buscaba rebajar la posición social para
conseguir un objetivo puntual, como ocurre en el mencionado caso de Odiseo, o a
veces simplemente el farsante disfrutaba
ejerciendo el arte del engaño.
El mayor mérito del autor es evidenciar que el fenómeno de la impostura trasciende el ámbito meramente anecdótico.
Calvo Maturana no cae en la historieta ni
el cotilleo, sino que trata cada uno de los
casos expuestos rigurosamente desde la
perspectiva sociopolítica y cultural de su
época, buscando y analizando la razón o
razones que llevaron a cada persona a fingir lo que no era. Las motivaciones de los
farsantes, aunque siempre han sido múltiples, invariablemente han estado sujetas al
marco histórico en el que vivía cada uno
de ellos, pues «el impostor sólo tiene cabida dentro de la sociedad en la que vive, por
lo que cada época tiene sus propios modelos de impostura». De este modo cada personaje constituye una herramienta para
profundizar en el mundo en el que vivía.
Repetidamente el autor procura evitar
que el lector, cediendo a la sensación de
superioridad presentista y al anacronismo,
subestime a aquella sociedad engañada y
aparentemente ingenua e ignorante, e insiste en que se debe comprender aquel contexto histórico, donde la masa popular
carecía de cultura empírica y de métodos
Ressenyes
objetivos y el límite entre la realidad y la
fantasía no estaba todavía claro. En dicha
época el éxito de la empresa no dependía
de la falsificación de un documento, como
ocurre en la actualidad, sino que la capacidad del farsante de emular la imagen y el
comportamiento de la persona a la que pretendía suplantar eran la clave para convencer al público. Pese a que el Estado se
afanó en extender el uso de documentos
identificativos, el tipo de vestimenta, las
insignias y los modales no solo continuaron siendo fundamentales para presentarse
en esa sociedad estamental dominada por
la «cultura de las apariencias», sino que
imperaron sobre aquellos. Tan importante
era la vestimenta para identificar al tipo de
colectivo que lo usaba que el mismo Estado absolutista se preocupó de categorizarlo, legislarlo y penar su incumplimiento.
Cada marco histórico y cultural requería
aptitudes distintas por parte del embaucador, por lo que los impostores son reflejo
de su época. La investigación que realiza
Calvo Maturana de casos de impostura
mediante los expedientes judiciales y la
aproximación que hace a las motivaciones
de cada uno de ellos nos abren una puerta
al conocimiento tanto de la moralidad y la
legalidad de la época como de los anhelos,
los miedos, las aspiraciones y las frustraciones que embargaban a los individuos de
cada lugar, sexo y condición.
Las múltiples razones que existían para
realizar una impostura, unidas al hecho de
que no siempre eran excluyentes, dificultan
su análisis. Por eso el autor ha estructurado
el libro en cinco capítulos que presentan
diferentes modelos de impostura según los
distintos estratos sociales y sus móviles.
Previamente, en un primer capítulo el autor
nos sumerge en la cultura de las apariencias
y en la legalidad promulgada en la época
para evitar el engaño. El primer modelo de
impostura que nos presenta es el que pretende suplantar a miembros de la realeza y
la nobleza. Las suplantaciones regias
(como la de Gabriel Espinosa, conocido
como el «Pastelero de Madrigal») tenían la
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particularidad de ser conspiraciones colectivas, de requerir apoyos y de sumar las
aspiraciones políticas a las sociales o culturales. Las crisis dinásticas, las guerras civiles y los conflictos religiosos propiciaron la
aparición de falsos aspirantes al trono que,
en muchos casos, poseían un fuerte matiz
mesiánico que calaba en la sociedad y
lograba el apoyo popular, especialmente en
épocas de descontento social. Por su parte,
las imposturas nobiliarias (como la de
Mary Carleton) solían tener como objetivo
el disfrute de algunos de los privilegios
de ese estamento. El segundo modelo, el de
los impostores eclesiásticos, tenía como
atractivo la incorporación a una institución
respetada que monopolizaba los momentos
más importantes en la vida de una persona,
dominaba la educación, estaba abierta a las
clases bajas (por lo que no siempre requería
una elevada preparación) y permitía, como
mínimo, vivir con modestia. Este apartado
incluye un caso tan célebre como el de
Francisco Mayoral, que fingió ser cardenal
y arzobispo de Sevilla y Toledo, y cuyas
peripecias el autor logra, de forma sorprendente, alargar cronológicamente gracias a
documentación inédita. El tercer modelo
de impostura, el de los espías, aventureros
y conspiradores, es el más variopinto e
incluye andanzas como las de Alí Bey, un
español que viajó por África y Asia disfrazado de musulmán y cuya obra constituye
una prueba más del paternalismo con el
que los europeos se referían a menudo al
resto de culturas del mundo. El cuarto
modelo de impostura, el de las mujeres
disfrazadas de hombre (y viceversa), es sin
duda el más ameno y, a ratos, tragicómico.
Lo interesante es observar cómo este tipo
de impostura era causa directa, en la mayoría de casos, de la sociedad patriarcal. La
mujer se disfrazaba de hombre para poseer,
automáticamente, una serie de privilegios
vetados para su sexo, como el de poder
ejercer «oficios de hombres». Es significativo cómo las autoridades, una vez descubiertas esas mujeres travestidas, reconocían
su valía como médicos (el caso de Enrique-
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ta Faber) o miembros del ejército (como la
Monja Alférez) o de la marina (como Ana
María de Soto), e incluso se las premiaba,
pero nunca extrapolaban sus «capacidades
masculinas» al género femenino, sino que
se las trataba como casos singulares y, rápidamente, se las obligaba a retomar su condición de mujer. Por último, el autor hace
referencia a los impostores que simulaban
«regresar» a casa, como hizo el famoso
Martin Guerre, célebre ya por el brillante
estudio de la historiadora Natalie Zemon
Davis. En todos los capítulos se describen
Ressenyes
profusos y variados ejemplos, siempre
basándose en documentación de archivo
aderezada con leyes y opiniones de teóricos
de la época.
En definitiva, Calvo Maturana ha elaborado una obra original, muy documentada
y de lectura ágil, que narra la construcción
de la imagen de la impostura a través de
cinco ejes vertebradores que permiten dilucidar, por un lado, el funcionamiento de la
sociedad del Antiguo Régimen y, por otro,
la mentalidad de los diferentes estratos
sociales de la España de las Luces.
María Aguilera Fernández
Universitat Autònoma de Barcelona
http://dx.doi.org/10.5565/rev/manuscrits.76
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