EL BANQUETE DEL REINO Documento de trabajo / Escuela de Pastoral Educativa 1. INVITACION AL BANQUETE DEL REINO • Jesús invita al Banquete del Reino, invita a compartir la mesa Por los caminos de Galilea Jesús anuncia el reino de Dios, pero sobre todo lo practica aliviando sufrimiento y compartiendo e invitando a la mesa de la fraternidad. La implicación compasiva de Jesús genera conflicto, está rompiendo el cerco, está diluyendo las fronteras entre lo puro e impuro, está curando leprosos y mujeres manchadas y normalmente lo hace en sábado; puede venir el caos pues esta rompiendo el orden societario basado en una férrea acotación de espacios y de comportamientos legitimados por un dios garante del orden. Hay gente que está inquieta y al acecho, letrados y fariseos del sector duro están vigilantes pues el comportamiento de Jesús puede derivar en algo muy peligroso, algo que puede ser satánico: se está rompiendo el orden, además al Imperio eso no le gusta en absoluto. Jesús hace comunidad de mesa, el banquete del Reino, con pecadores y descreídos, no sólo alivia a los que no se lo merecen, sino que rompe los códigos de honor de su cultura. Compartir mesa es una osadía y una insensatez, la mesa compartida es sólo para iguales, para compañeros y familia, igualar ante el Dios de Israel a pecadores y descreídos es ir demasiado lejos. La cultura judía es una “cultura mediterránea” y en esta cultura, en que se funciona por estrictos códigos de honor, no se comparte mesa con cualquiera. Sólo se come entre iguales, es decir, entre compañeros del mismo rango, “jaberim”, y con la familia. Jesús acerca la mesa a los abatidos y excluidos para mostrarles que son de la familia de Dios. (Al salir vio a un recaudador, llamado Leví, sentado junto a la mesa de recaudación de los impuestos. Le dijo: ---Sígueme. Dejándolo todo, se levantó y le siguió. Leví le ofreció un gran banquete en su casa. Había un gran número de recaudadores y otras personas sentados a la mesa con ellos. Los fariseos y letrados murmuraban y preguntaban a los discípulos: --- ¿Cómo es que coméis y bebéis con recaudadores y pecadores? Jesús les replicó: ---No tienen necesidad del médico los que tienen buena salud, sino los enfermos. No vine a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan… Ellos le dijeron: ---Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos; en cambio los tuyos comen y beben. Jesús les contestó: --- ¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos? Lc 5, 27-32; 33-34) • Esta invitación es inquietante, no deja las cosas igual, descoloca Jesús es criticado y despreciado. En este contexto de crítica y de acoso Jesús les cuenta más de una parábola, no está para discusiones ni disquisiciones legales, el tema es 2 otro, ante la alegría de la fiesta compartida no cabe perder tiempo con la lógica de la dureza de corazón. Jesús les dice que un padre tenía dos hijos y el pequeño le pidió la parte de la herencia que le tocaba. El padre les repartió sus bienes a los dos hijos, a los dos, atención a este punto que es donde nos confundimos. El padre no sólo da herencia al pequeño que se la pide sino a los dos hijos. Es el padre de todos no sólo al pequeño – el Dios desde el que Jesús se vive es el Dios de todos, de justos e injustos, de malos y buenos, hace salir el sol sobre todos – y el pequeño se va de casa y se pierde en un país lejano fuera de la tierra santa, cuidando cerdos y comiendo algarrobas, más bajo no ha podido caer, no se vive ya como hijo sino como asalariado y quiere volver a casa aunque sea para sobrevivir. El padre al verlo llegar sale corriendo con las entrañas conmovidas, lo abraza, lo besa y le monta la gran fiesta. El mayor, que también había recibido lo suyo, no quiere entrar cuando se entera que hay banquete y fiesta en casa porque ha vuelto su hermano. El padre también sale a buscarlo, como al pequeño, ha salido a buscar a los dos, pero sigue empeñado en no querer entrar. Es decisivo percibir como el mayor no quiere entrar al banquete del Reino, los que se sienten buenos y con derechos son incapaces de fiesta, incapaces de banquete y mesa compartida. Se siente como el que se lo merece todo y no como el perdido de su hermano, más que hermano, mejor “el hijo de su padre”. El mayor no pronuncia la palabra hermano; hay percepciones de Dios que impiden pronunciar la palabra hermano porque Dios es propiedad privada y garante de los propios intereses. El padre ha dado herencia a los dos; ha salido a buscar a los dos, el “problema” no es del padre, no es de Dios, es del mayor que es incapaz de alegrase de la vuelta de su hermano y que tenga fiesta. (Traed el ternero cebado y matadlo. Celebremos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas y llamó a uno de los criados para informarse de lo que pasaba. Le contestó: ---Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo. Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara. Pero él respondió a su padre: ---Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero cebado. Le contestó: ---Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Lc 15, 23-32) Los letrados y fariseos no se alegran de que a pecadores y descreídos se les acerque el favor, el perdón y la misericordia del Dios de Israel. El mayor no se alegra de que haya vuelto su hermano, es incapaz de fiesta; hay percepciones de Dios que matan la fiesta, la alegría y el gozo de celebrar la vida. Hay hombres y mujeres religiosos que no saben de banquete, baile, alegría y derroche de vida. Cuidado con los que dicen que no cabe la fiesta en un mundo de tanto sufrimiento, eso es hacerle el juego al sistema opresor y de muerte que no quiere que haya fiesta y alegría, el banquete del Reino es subversivo porque anticipa que las cosas pueden ser de otra manera, no olvidemos que el derroche y la fiesta de los pobres siempre son criticados por aquellos que han hecho del dinero su dios. La alegría de la mesa compartida inquieta siempre a “los hermanos mayores” 3 (¿Con qué compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué se parecen? Son como niños sentados en la plaza, que se dicen entre ellos: Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado endechas y no habéis hecho duelo. Vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y dicen: está endemoniado. Vino este Hombre, que come y bebe, y decís: mirad qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores y pecadores. Pero la sabiduría se acredita por sus discípulos. Lc 7, 31-35) Mesa compartida, alivio y sanación para los sufrientes… Jesús va trenzando un vivir, un decir y hacer, que es causa de alegría porque la vida de los ninguneados se está abriendo al futuro del Dios que viene en Jesús como Señor y Dador de Vida. Viviendo la Ternura y la Compasión de Dios, Jesús va constatando algo terrible: hay hombres que se tienen a bien con Dios y desprecian a los demás. Jesús va percibiendo que se da una colisión en lo más hondo de la realidad, se da una colisión entre percepciones de Dios y por tanto colisiones en los modos de estar en la vida y de actuar. Jesús experimenta con dolor que la invitación a la mesa compartida no es aceptada, que la gente parece que se pone de acuerdo para excusarse, es más importante asegurar los propios bienes e intereses que perder tiempo gratuitamente para celebrar la fiesta de la fraternidad. El banquete del Reino no interesa a todos, ni entonces ni hoy. (Observando cómo escogían los puestos de honor, dijo a los invitados la siguiente parábola: --Cuando alguien te invite a una boda, no ocupes el primer puesto; no sea que haya otro invitado más importante que tú y el que os invitó a los dos vaya a decirte que le cedas el puesto al otro. Entonces, abochornado, tendrás que ocupar el último puesto. Cuando te inviten, ve y ocupa el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: Amigo, sube a un puesto superior. Y quedarás honrado en presencia de todos los invitados. Pues quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado. Al que lo había invitado le dijo: ---Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos o hermanos o parientes o a los vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te pagarán cuando resuciten los justos. Uno de los invitados, al oírlo, dijo: --- ¡Dichoso el que coma en el reino de Dios! Jesús le contestó: ---Un hombre daba un gran banquete, al que invitó a muchos. Hacia la hora del banquete envió a su criado a decir a los invitados: Venid, que ya está preparado. Pero todos, uno tras otro se fueron disculpando. El primero dijo: He comprado un terreno y tengo que ir a examinarlo; te ruego me disculpes. El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego me disculpes. El tercero dijo: Me acabo de casar y no puedo ir. El criado volvió a informar a su amo. El amo de casa, irritado, dijo al criado: Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a pobres, mancos, ciegos y cojos. Regresó el criado y le dijo: Señor, se ha hecho lo que ordenabas y todavía sobra sitio. El amo dijo al criado: Sal a los caminos y veredas y oblígalos a entrar hasta que se llene la casa. Pues os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi banquete. Lc 7, 7-24) • Compartir la mesa es una invitación a dejar los propios intereses para abrirse a la vida, para abrirse a la fraternidad y generar espacios de acogida y dignificación Jesús se está adentrando en un camino peligroso, no solo involucra a Dios con los abatidos, impuros, manchadas y viudas indefensas, mancos, cojos ciegos, pobres además de comer con pecadores y descreídos, sino que desautoriza de raíz a los que utilizan a Dios para despreciar a los “malos, a los abatidos y a los excluidos”. 4 También es importante percibir cuantas cosas pueden pasar cuando se está compartiendo la mesa. Las percepciones de Dios generan practicas diversas, sanación en Jesús, en la gente de la ley desprecio, esto se percibe muy bien en casa de Simón el fariseo. Estando en casa de Simón entró la prostituta del pueblo, nada más verla Simón se dice a si mismo que si Jesús fuera profeta sabría qué clase de tipa lo está tocando. Otra vez el desprecio y la incapacidad de relacionarse con una criatura de Dios. Jesús en cambio le dice a Simón que él está percibiendo otra cosa: no una tipa sino un mujer que desde que ha entrado no ha parado de llorar. Cuánta dureza de corazón provocan según que percepciones de Dios, ¡es terrible! Al que mucho se le perdona porque mucho ama, al que no se le perdona es porque está seco. Un fariseo lo invitó a comer. Jesús entró en casa del fariseo y se sentó a la mesa. En esto, una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de mirra, se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra. Al verlo, el fariseo que lo había invitado, pensó: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer lo está tocando: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo: ---Simón, tengo algo que decirte. Contestó: ---Dilo, maestro. Le dijo: ---Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otro cincuenta. Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos le tendrá más afecto? Contestó Simón: ---Supongo que aquél a quien más le perdonó. Le replicó: ---Has juzgado correctamente. Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: --- ¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies; ella me los ha bañado en lágrimas y los ha secado con su cabello. Tú no me diste el beso de saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra. Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, ya que siente tanto afecto. Que al que se le perdona poco, poco afecto siente. Y a ella le dijo: ---Tus pecados te son perdonados. Los invitados empezaron a decirse entre sí: --- ¿Quién es éste que hasta perdona pecados? Él dijo a la mujer: ---Tu fe te ha salvado. Vete en paz. Lc 7,36-50 A esta mujer el encuentro con Jesús le hace recuperar su dignidad de mujer, de hija de Israel. No se siente juzgada, victimizada ni despreciada, sino acogida, y cuando a uno se le acoge desde la infinita Ternura de Dios se siente perdonado y rehabilitado. La vida y la plenitud vuelven a inundar todo el ser. Jesús rehace a la gente desde dentro, ¡es fascinante! Hay gente que no soporta la Ternura y la Compasión, parece que están llenos de resentimiento y frustración, como si la experiencia de Dios no fuera una experiencia gozosa y vivificante. No soportan la alegría de los demás, no se alegran de que los pecadores tengan fiesta y perdón, las viudas indefensas compañía, que los atrofiados recuperen su libertad y autonomía. ¡Cuánta podredumbre en el interior de aparentes comportamientos religiosos! Jesús está haciendo luz en la tiniebla, esa luz la quieren apagar, es peligrosa, pone en evidencia el orgullo y el engreimiento de los que se tienen a bien con Dios y lo quieren todo para ellos, pero Jesús sabe que la luz no es para esconderla. 5 2. PREPARAR EL BANQUETE DEL REINO • Jesús ha hecho del banquete la expresión de su vida y misión, no hay vuelta a atrás En Jerusalén sabe lo que le puede venir encima, lo están acosando, los “mayores” no lo soportan, las autoridades del templo tampoco y su gente no acaba de entender de qué va Jesús. Les ha ido preparando para lo que le puede acontecer y los discípulos se han enzarzado en discusiones sobre quién es el más importante entre ellos y para quién son los primeros puestos en el Reino. La gente ya hemos visto que se excusa ante su invitación, pero Jesús no desiste de la mesa compartida, no quiere dejar de expresar que dónde mejor se expresa su misión es en el Banquete del Reino. Lo preparan todo para cenar en casa de unos amigos y en un momento determinado Jesús se pone a lavarles los pies. Desconcierto. Quiere expresar con este gesto que no puede haber ningún tipo de verticalidad entre ellos, él es considerado y respetado por los suyos como maestro y señor. Ha demostrado su autoridad de sobra y una autoridad que no era como la de los letrados y fariseos, pues el único magisterio y señorío que cabe en el ámbito del Dios de la Vida es el servicio. No se puede celebrar el banquete desde los códigos de este mundo. El banquete, la mesa compartida no es reflejo del “orden del mundo”, tiene que ser anticipo de otro modo de estar en la vida. (Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando el Diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara, sabiendo que todo lo había puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se quitó el manto, y tomando una toalla, se ciñó. Después echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba ceñida. Llegó, pues, a Simón Pedro, el cual le dijo: ---Señor, ¿tú me lavas los pies? Jesús respondió: ---Lo que yo hago no lo entiendes ahora, más tarde lo entenderás. Replicó Pedro: --No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: ---Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo. Le dijo Simón Pedro: ---Señor, si es así, no sólo los pies, sino las manos y la cabeza. Le respondió Jesús: ---El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues el resto está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos. --conocía al que lo iba a entregar y por eso dijo que no todos estaban limpios--. Cuando les hubo lavado los pies, se puso el manto, se reclinó y dijo: --- ¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis maestro y señor, y decís bien. Pues si yo, que soy maestro y señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies. Os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo que yo he hecho. Os aseguro que el esclavo no es más que su señor, ni el enviado más que el que lo envía. Si lo sabéis y lo cumplís, seréis dichosos. Jn 13, 1-17) Pedro no soporta el abajamiento de Jesús, no soporta tenerlo a sus pies, si se deja servir ya no le queda otra cosa que hacer en la vida sino lo mismo, si se deja servir pierde su estatus. Pedro necesita a su señor arriba para poder ser señor de otros. Si se deja servir, toda la verticalidad en la que está construida la estructura de este mundo se derrumba. Jesús les está diciendo con su gesto que no hace falta oprimir al de abajo ni adular al de arriba para sentirse alguien, les está queriendo decir que si todos se convierten en servidores se reencontrarán en horizontal y en la fraternidad. Quiere una comunidad 6 de otro estilo, no quiere relaciones patriarcales, las quiere fraternas. Por eso lo que viene, el Reino de Dios, enfrentará a suegro con yerno, padre con hijo, madre con hija, pero nunca será una confrontación entre hermanos. Será un derrumbe de las relaciones verticales y un emerger de las horizontales. Los discípulos, y Pedro a la cabeza, no entienden. Da la impresión que es demasiado lo que están viviendo y no lo pueden o no lo quieren entender. Jesús vincula el pan compartido y la copa brindada a su propia vida que va a ser entregada, todo su vivir ha sido un desvivirse. Desde que el Compasivo lo arraigó en su seno toda la vida de Jesús ha sido una vida en favor de otros. El cumplimiento de su misión es convertirse él mismo en banquete, eucaristía, para que ante su entrega nadie se sienta con derechos ni privilegios sino que se sienta convocado para el abajamiento y el servicio. Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles y les dijo: ---Cuánto he deseado comer con vosotros esta víctima pascual antes de mi pasión. Os aseguro que no volveré a comerla hasta que alcance su cumplimiento en el reino de Dios. Y tomando la copa, dio gracias y dijo: ---Tomad esto y repartidlo entre vosotros. Os digo que en adelante no beberé del fruto de la vid hasta que no llegue el reinado de Dios. Tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: ---Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Igualmente tomó la copa después de cenar y dijo: ---Ésta es la copa de la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros. Lc 22, 14-20 La mesa compartida no interesa. Esto es muy doloroso para Jesús, pero él fiel hasta el final, no por obcecación sino por Compasión, comparte el dolor del mundo. Jesús quiere irse a orar después de cenar, está inquieto, nota que tanta adversidad lo está llenando de angustia. La dureza de corazón acecha, es espesa y viscosa, amenaza como una red de muerte, como un lazo del abismo. En la misma cena uno de los suyos ha tenido un comportamiento inquietante y se ha marchado antes que todos, algo se está tramando y muy serio. Jesús se lleva a orar consigo a Pedro, con el que se enfrentó a propósito de su mesianismo, y a Juan y Santiago, que le pidieron los primeros puestos, al huerto de Getsemaní. Jesús se traga que en la vida no hay atajos, que el Compasivo lo lleva a la compasión solidaria, a la comunidad compasiva con los sufrientes. Dios no interviene para evitar la adversidad, esa no es la actuación del Compasivo, el Compasivo es el que lo adentra en la oscuridad y las tiniebla de la condición de los abatidos y sufrientes. Jesús acompañó la soledad de la viuda, ahora se la está tragando él. Todos los abandonan y no interesa a nadie. Jesús alivió a los abatidos y postrados, ahora él está abatido y postrado; Jesús alivió a los endemoniados, ahora experimenta cómo lo consideran actuando por obra de Belcebú; Jesús abrazó a los pequeños, ahora se siente desprotegido hasta por el mismo Dios en el que confió; Jesús se está sumergiendo en el mar de la vida, hasta ahora ha practicado la Compasión, ha sanado y aliviado, ahora es él el que necesita fortaleza, alivio y compasión. Este es el amor hasta el extremo… pero los discípulos huyen, la fraternidad alrededor de la mesa compartida no la pueden construir desde su propio esfuerzo, tendrán que pasar por el fracaso y la vergüenza del abandono para sentirse reconstruidos y convocados por el único que les puede convocar. La mesa del reino es convocación gratuita, no es un club elitista donde 7 se sientan los mejores. Esa es la trampa de toda comunidad cristiana, quien prepara la mesa es él y sólo él. 3. CELEBRAR EL BANQUETE DEL REINO • El retorno del Resucitado es que nos convoca, él fortalece la debilidad de los suyos y los convoca desde la dispersión. Otro grupo de compañeros experimentan una profunda paz y perdón. El Resucitado de entre los muertos y exaltado a la derecha del Poder de Dios que es el Crucificado, la víctima inocente, el cordero degollado, retorna sobre ellos como Paz. Ofrecer paz y perdón es patrimonio de las víctimas, sólo las victimas pueden perdonar, sólo los humillados y ofendidos tienen el poder de no devolver mal por mal. El Crucificado, que es la víctima inocente, retorna sobre ellos sin afear conductas, sin palabras de venganza, no les reprocha que lo abandonasen en Getsemaní, no le reprocha a Pedro su negación sino que le pregunta si lo quiere. A los que se dispersaron los convoca y tan sólo les pregunta si tienen algo para comer y les prepara la mesa. (… Ya de mañana Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no reconocieron que era Jesús. Les dice Jesús: ---Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Ellos contestaron: ---No. Les dijo: ---Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron y no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo predilecto de Jesús dice a Pedro: ---Es el Señor. Al oír Pedro que era el Señor, se ciñó un blusón, pues no llevaba otra cosa, y se tiró al agua. Los demás discípulos se acercaron en el bote, arrastrando la red con los peces, pues no estaban lejos de la orilla, apenas doscientos codos. Cuando saltaron a tierra, ven unas brasas preparadas y encima pescado y pan. Les dice Jesús: ---Ahora, traed algo de lo que habéis pescado…Y, aunque eran tantos, la red no se rompió. Les dice Jesús: ---Venid a almorzar. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor…Jn 21, 1-25) La comunidad se está reconstruyendo, una profunda paz los invade, no es una paz como la que da el mundo, siempre basada en equilibrios precarios de fuerza, es otra cosa, es como si los discípulos se sintieran profundamente rehabilitados, reconstruidos por dentro, fortalecidos. Experimentan que Jesús mismo les invita a seguir su itinerario compasivo, van a experimentar que no teniendo ni oro ni plata pueden enderezar ellos también a los abatidos. El Espíritu de Fortaleza de Jesús los envuelve. Notan que Jesús está con ellos pero que no está como antes porque lo perciben como el que Vive con el Compasivo para siempre. Está fortaleciéndolos. Los centra y los convoca pero nos los retiene sino que los envía a ofrecer perdón y paz. Ahora empieza la fiesta de la fraternidad, ahora que ellos y ellas han experimentado que quien les prepara la mesa es él, pueden estar en la vida tejiendo lazos de ternura y fraternidad en el calor de la mesa compartida, el calor del Banquete del Reino.