TEMA 7. LA NOVELA ESPAÑOLA DE LA GENERACIÓN DEL 98: PÍO BAROJA, MIGUEL DE UNAMUNO Y AZORÍN. La crisis del 98 El último tercio del siglo XIX es una época de estancamiento político en España. El país, atrasado por la corrupción y la desidia, vivía inmerso en la pobreza y el atraso tecnológico y científico. Los constantes golpes de estado militares del siglo XIX, las guerras carlistas, el intervencionismo político de los reyes, el caciquismo y la pactada alternancia de partidos políticos provocaron una crisis institucional gravísima que marcó todo el inicio del siglo XX. A todo ello, se sumó la llamada “crisis del año 98”. Los EE UU, interesados en las últimas posesiones coloniales hispanas (Puerto Rico, Cuba y Filipinas) declararon la guerra a España. El entusiasmo público por la guerra en España, dirigido por la prensa conservadora, sufrió un tremendo varapalo tras la derrota humillante de la flota española frente a las costas de La Habana. Las colonias españolas fueron entregadas a cambio de una pequeña compensación económica tras la firma del Tratado de Versalles (1898). El fracaso militar ante la potencia americana y la pérdida de las colonias agravó la sensación de crisis, viva ya desde tiempo atrás. Este es el instante en que los intelectuales, periodistas y escritores deciden reaccionar ante la sensación de atraso y frustración. Un pequeño comité de intelectuales jóvenes y rebeldes forman por estos años el llamado “grupo de los tres”, integrado por José Martínez Ruiz, Ramiro de Maeztu y Pío Baroja, y apoyado por Miguel de Unamuno. El grupo firma un manifiesto ideológico en el que plantean su rechazo de las instituciones españolas y sus deseos de reforma. En cierto modo, este manifiesto constituye el inicio de la “generación del 98”. La “generación del 98” es el nombre que recibieron los escritores e intelectuales que, en aquellos años, asumieron como principal preocupación la regeneración política y social de España en un intento de acercar la sociedad española a la del resto de Europa (lo que ellos llamaron “europeizar España”). Características generales de la “generación del 98” Los autores del 98 (filósofos, poetas, novelistas, periodistas, políticos) dedicaron toda su atención a los problemas de España, desarrollando una importante labor de reforma y crítica de la sociedad. Cada escritor tuvo sus propias preocupaciones, pero podemos señalar algunos aspectos comunes en las obras literarias de todos ellos: el tratamiento del tema de España : todos los escritores del 98 buscan la esencia y el sentido de lo que históricamente significan España y lo español. Asuntos como la vertebración del país o la integración de los “regionalismos” se vuelven fundamentales (muchos hombres del 98 no son castellanos sino catalanes, andaluces, vascos o gallegos). la atención al paisaje de Castilla y a sus habitantes: el paisaje desnudo y desierto de la meseta castellana y su “paisanaje” se utilizan indistintamente como un símbolo del atraso nacional, de lo retrógrado y de lo tradicional, pero también de la fortaleza y de la espiritualidad del pueblo llano. la visión subjetiva de la realidad: Unamuno insistía en la necesidad de encontrar una verdad íntima, subjetiva, en la realidad. Los autores del 98 combinan sus deseos de reforma con un deseo de profundizar en las preocupaciones más hondas del hombre: la angustia, el dolor, la vida como lucha y supervivencia son conceptos que se repiten en las obras de estos autores. Estas ideas están muy relacionadas con ciertos filósofos admirados por todos ellos (Schopenhauer y Nietzsche, principalmente). el rechazo del lenguaje poético modernista : frente al estilo modernista, artificial y recargado, los hombres del 98 buscan un lenguaje literario más seco y tradicional (no descuidado ni desaliñado). modernización de la técnica narrativa : los narradores del 98 avanzan en la innovación de las técnicas narrativas, alejándose de la típica narración realista/naturalista (omnisciencia, diálogos, descripciones de ambiente). Novelistas de la generación del 98 I. Miguel de Unamuno (1864-1936): la “nivola” Unamuno fue filósofo existencialista y vitalista. Cuatro ideas constituyen el eje de su narrativa y de su obra ensayística: la vida concebida como tragedia y sufrimiento (tomada de la filosofía de Schopenhauer y de Kierkegaard). la imposibilidad de conjugar la fe religiosa con el mundo. Unamuno creía íntimamente en la necesidad de poseer una fe religiosa firme, y esto a pesar de la conciencia de que la fe contravenía cualquier interpretación racional del mundo. la idea de que, frente a los grandes acontecimientos históricos que figuran en los libros, la “auténtica” historia se oculta en realidad dentro de la vida cotidiana de los hombres anónimos (lo que Unamuno llama la intrahistoria de un pueblo). el intento de definir el “alma” española a través de sus tradiciones, su paisaje y sus gentes. Para expresar su pensamiento Unamuno creó una forma narrativa propia a la que él mismo dio el nombre de “nivola”. Las “nivolas” son novelas que renuncian a la narración tradicional. Para Unamuno, lo fundamental es el análisis del interior del individuo (su pensamiento, expresión de su angustia y dolor vital), por eso sus “nivolas” se centran en el análisis de un personaje. Este personaje suele ser expresión de una idea, que se desarrolla en la novela de forma paradójica. Sus principales obras son: San Manuel Bueno mártir (sobre un sacerdote considerado santo por todo el mundo, pero que en realidad carece de fe), Niebla (sobre un hombre que desconfía de su propia existencia hasta que descubre que es sólo el personaje de una novela de Miguel de Unamuno), Abel Sánchez (sobre el tema de la envidia), La tía Tula (sobre el sentimiento de maternidad), Amor y pedagogía (sobre la preferencia entre una educación racional o emocional), etc. Unamuno fue también un importante ensayista que reflexionó sobre la esencia de España en obras como En torno al casticismo o la Vida de Don Quijote y Sancho, en la que interpreta a los personajes de la gran novela de Cervantes como símbolos eternos del temperamento nacional. II. Pío Baroja (1872-1956): la novela de acción El objetivo fundamental de su narrativa es el de expresar los problemas del individuo a partir de sus acciones. Sus novelas se caracterizan por tres rasgos: se centran en la narración de los hechos de un personaje, definido por su actividad vital. Este personaje es, frecuentemente, un ser desubicado y conflictivo, a disgusto en un mundo en el que no encuentra su lugar. presentan abundancia de diálogos para caracterizar a los personajes. Por el contrario, se rechazan los análisis psicológicos tan típicos de la novela del XIX. La psicología de los personajes se define por sus actos y reacciones ante la realidad. la acción se combina con descripciones precisas y enormemente poéticas, a modo de remansos líricos que detienen el tiempo narrativo. intervenciones del autor en la narración: el propio Baroja (y no un narrador que hable en su nombre) interviene para comentar la acción desde su propio punto de vista, rompiendo la dinámica narrativa (se podría decir que la narración adopta forma de ensayo). En ocasiones, podemos encontrarnos con un extenso discurso de filosofía o con un ensayo en el que el autor expresa sus ideas políticas o religiosas en medio de un capítulo. Baroja escribió más de cien novelas, con frecuencia agrupándolas en trilogías. Estas trilogías suelen centrarse en distintos temas: Madrid y sus ambientes y clases sociales en la trilogía de La lucha por la vida (La busca, Mala hierba, Aurora Roja). El País Vasco y sus costumbres marítimas (trilogía Tierra vasca). las ciudades europeas (trilogía de Las ciudades). la historia española del siglo XIX, el Carlismo (conjunto de novelas de Las memorias de un hombre de acción). la angustia ante la existencia (El árbol de la ciencia). III. José Martínez Ruiz “Azorín” (1874-1967): la novela impresionista Azorín es un novelista de estilo lírico. Si Baroja hacce hincapié en la idea de definir a los personajes a partir de la acción y el diálogo, Azorín toma el camino contrario. Sus personajes apenas actúan, se trata de seres contemplativos que observan los cambios del mundo desde su interior, reflexionando en silencio. Sus novelas prestan, por ello, gran atención a las descripciones para expresar a partir de ellas el estado de ánimo de sus personajes. En ocasiones, estas descripciones, poéticas y minuciosas, se apoderan de la novela ocupando la práctica totalidad de su extensión. Este hecho confiere a sus novelas un fuerte carácter impresionista: es decir, más que “contar una historia” sus novelas parece que intentan “transmitir impresiones, sensaciones” a sus lectores. Esta manera de narrar está muy relacionada con las ideas del autor sobre el mundo, inspiradas por dos filósofos muy influyentes entre los autores del 98, Shopenhauer y Friedrich Nietzsche. Este último plantea el llamado “problema de la voluntad”, fundamental en toda la obra de Azorín. Según el filósofo alemán, la creatividad, la energía vital de los individuos se deben a su voluntad de persisitir, de imponerse a los demás sin dejarse vencer, comprometiéndose profundamente con la vida. Azorín lleva estas ideas a la situación de España. Para él, el problema del país se explica como un problema de voluntad: todo el país sufre la carencia de esa “voluntad” de persistir y agoniza en una crisis perpetua, incapaz de salir adelante y volver a integrarse en el torrente de la historia y de la vida. Sus personajes silenciosos y hundidos en la inactividad simbolizan ese mismo problema. Algunas de sus obras, en las que pone de manifiesto sus preocupaciones son Azorín, La voluntad o Castilla.