El comienzo del cambio La educación, el ambiente y la calidad de vida por CARLOS RODADO NORIEGA Mother Earth. través del PNUD, las Naciones Unidas definen el desarrollo humano como el proceso mediante el cual se amplían las opciones u oportunidades para los individuos. Entre ellas, las que se consideran esenciales son: vivir una vida larga y saludable, adquirir conocimientos a través de la educación y tener acceso a los recursos necesarios para disfrutar de una vida digna. Según este enfoque, el proceso de desarrollo debe crear un ambiente propicio para que las personas, ya sea individual o colectivamente, puedan cultivar a plenitud sus capacidades y encontrar oportunidades razonables para utilizarlas en una vida productiva y creativa. En la definición de desarrollo humano no se considera explícitamente la dimensión ambiental, que constituye una parte integral de la calidad de vida de las generaciones actuales y futuras. En el libro titulado La Tierra cambia de piel, escrito con mi esposa*, planteamos la necesidad de incorporar la calidad del ambiente como uno de los elementos esenciales del bienestar. El concepto de calidad de vida es más comprensivo que el de desarrollo humano y abarca una impresionante diversidad de variables que nosotros agrupamos en cuatro grandes componentes: nivel de vida (lo económico), condiciones de vida (lo social), medio de vida (lo ambiental) y relaciones de vida (la parte mental o consciente del ser humano). Nos preguntamos luego de qué dependen esas dimensiones, y la conclusión a la que llegamos después de un análisis exhaustivo de cada una de ellas es que la educación es el factor que integra y determina de manera fundamental a los cuatro grandes componentes de la calidad de vida. La educación es el medio idóneo para transmitir y ampliar el conocimiento y, por lo tanto, para emplear en beneficio de la sociedad la mayor riqueza del ser humano: su potencialidad racional. Pero sus efectos favorables van mucho más lejos; ella contribuye a modificar y encauzar comportamientos, estimular la cooperación social, promover la participación comunitaria, ayudar a encontrarle un sentido a la vida y, por encima de todo, alentar la responsabilidad individual y colectiva de los ciudadanos. Como el hombre es un ser infinitamente maleable, siempre se puede modelar para que adopte un comportamiento moralmente sano y socialmente fecundo. * Elizabeth Grijalba de Rodado. 105 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Sólo es posible cuidar el ambiente como algo vital si llegamos a entender lo que él significa para la vida de las personas. Su conservación y preservación no son un mero pasatiempo de ecologistas y ‘verdes’ enamorados del paisaje o extasiados por la belleza multicolor de la naturaleza, sino algo esencial para la calidad de nuestra vida y para la preservación de la especie humana. Deforestation. Los conceptos relacionados con la ecología no tenían hace dos siglos la connotación e implicaciones que han alcanzado con el paso del tiempo; el Libertador Simón Bolívar fue uno de los gobernantes de su época que mayor atención le prestó a la conservación y cuidado de los recursos naturales. En la literatura ambiental suelen citarse con frecuencia los decretos expedidos por el Padre de la Patria en relación con la protección y preservación de la naturaleza. En 1825, desde Chuquisaca, entonces capital de Bolivia, le asignó al director general de Agricultura la tarea de proponer “un plan para mejorar la agricultura, así en la variedad y aumento de las mieses y plantas como en los instrumentos y modos de labor para la tierra”. Y en ese mismo año, desde Cuzco, atendiendo a la necesidad de evitar la extinción de las vicuñas y alentar su reproducción, prohibió la caza o matanza de ese valioso animal, apetecido no sólo como medio de transporte sino por su lana de excelente calidad. Igualmente, reglamentó la utilización racional de todo tipo de ganado, los métodos de pesca y la protección de las aguas y los bosques. Sin embargo, faltaba mucha conciencia y educación para que esos esfuerzos pioneros de un gran visionario pudieran ser comprendidos y traducidos en normas de comportamiento compatibles con la preservación del ambiente natural. Esos primeros esfuerzos normativos, cayeron como semillas arrojadas en terrenos pedregosos donde no pudieron germinar y acabaron convirtiéndose en polvo seco o en letra muerta. Con razón el propio Libertador en sus elucubraciones postreras exclamaba que “no sabía si había arado en el mar y sembrado en el viento”. Pero no sólo decretos del Libertador, sino numerosos textos y mandamientos legales relacionados con el uso racional de los recursos naturales se han quedado en el curso de nuestra vida republicana en el rango de las buenas intenciones, ya sea por no haber tenido rea- lización concreta o porque su cumplimiento ha sido apenas parcial y fragmentario. Por ese camino, se ha generado una gran brecha entre lo que se desea o se busca como objetivo social y lo que realmente se logra, e igualmente una enorme diferencia entre lo que se ordena y lo que finalmente se cumple. ¿A qué se debe esta disparidad? A que la mayoría de esos mandamientos legales, explícita o implícitamente, prescriben cambios de comportamiento de las personas, los cuales no se generan por medio de decretos o disposiciones de esa índole, sino que requieren un proceso continuado y permanente de formación y educación ciudadanas. El resultado hoy sería muy diferente si la acción política se hubiera concentrado de manera más intensa y eficiente en la educación para modificar conductas, en lugar de empeñarse inútilmente en producir montañas de legislaciones para pueblos con un bajo nivel cultural. La educación cumple un papel importante como elemento clave de una estrategia encaminada a lograr un equilibrio en las relaciones de los seres humanos con la naturaleza. En ese proceso, el punto de partida es el conocimiento sobre el entorno natural y artificial en que se desenvuelve la existencia de los seres vivos. Sólo es posible cuidar el ambiente como algo vital si llegamos a entender lo que él significa para la vida de las personas. Su conservación y preservación no son un mero pasatiempo de ecologistas y ‘verdes’ enamorados del paisaje o extasiados por la belleza multicolor de la naturaleza, sino algo esencial para la calidad de nuestra vida y para la preservación de la especie humana. Por lo mismo, resulta sorprendente que un número muy grande de personas que viven en centros urbanos, es decir, en ambientes artificiales construidos por el hombre, todavía no se hayan percatado de cuán dependientes somos los seres humanos del medio ambiente natural, cuando es precisamente de la tierra 106 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Y la galaxia fue tomando forma de flor como hoy la vemos en la noche estrellada. Nuestra carne y nuestros huesos vienen de otras estrellas y aún tal vez de otras galaxias, somos universales, y después de la muerte contribuimos a formar otras estrellas y otras galaxias. De las estrellas somos y volvemos a ellas. ERNESTO CARDENAL, Cántico cósmico. y de la atmósfera de donde obtenemos los recursos con los cuales producimos alimentos y otros bienes de uso cotidiano, y es en la tierra, en las corrientes fluviales, en los mares y en el aire donde botamos nuestros desperdicios. Lamentablemente hemos considerado a la naturaleza como un bien inagotable, lo que nos ha llevado a una exagerada y peligrosa explotación de sus recursos, y por otro lado continuamos arrojando cantidades ingentes de residuos al medio natural, sin advertir que éste tiene una limitada capacidad para reconvertirlos o degradarlos. El medio ambiente natural o biosfera consta de agua, suelos, atmósfera, fauna y flora y, por supuesto, de la energía generada por el sol. Los elementos vivos y no vivos de la biosfera interactúan en comunidades autorreguladas que se denominan ecosistemas, los cuales se equilibran mediante un continuo fluir de energía y el reciclamiento de la materia. En ese gran escenario de la creación, el ambiente natural cumple tres funciones esenciales para la vida humana: En primer lugar, nos proporciona recursos, algunos de los cuales son finitos y otros renovables, pero aun respecto de estos últimos su proceso de regeneración puede verse alterado o afectado gravemente. Si un recurso se consume más rápido que lo que se regenera, su existencia se compromete, debido a su uso desaforado, que en lenguaje técnico se denomina ‘sobreexplotación’. Otra misión importante es la de asimilar nuestros desperdicios, sean ellos naturales o de invención humana, incluyendo los residuos de la utilización de la energía que muchas veces termina como calor residual. Por último, nos brinda ‘servicios ambientales’, que van desde la recreación y el disfrute estético del paisaje hasta los llamados ‘soportes de la vida’, expresión con la que se designa a aquellos procesos naturales de los que dependen los seres humanos porque mantienen el funcionamiento de la biosfera. Entre esos soportes cabe mencionar la diversidad genética, la estabilidad de los ecosistemas, la composición de la atmósfera y la regulación del clima. Todo lo que altere el curso natural de esos procesos o interfiera sus interrelaciones puede afectar gravemente la vida de los seres humanos sobre el plane- ta. Y es precisamente allí, en este contexto, donde la educación cumple un papel fundamental al hacernos conscientes de la importancia de los recursos naturales, de la necesidad de darles un manejo adecuado y de los efectos nocivos que provoca la utilización irracional de los mismos. Esa educación le descubre al individuo una perspectiva vital a través del manejo de las diversas variables que influyen en la dinámica de la vida, señalándole y enseñándole las responsabilidades y los compromisos que se derivan de ser simultáneamente un ‘ser natural’ y un ‘ser social’. Por las consideraciones expuestas, es lógico deducir que la educación ambiental debe responder al desafío de formar ciudadanos capaces de relacionarse adecuadamente con todo aquello que los rodea y constituye su entorno vital. Además, les debe hacer comprender las relaciones de interdependencia con dicho entorno, basándose en un conocimiento reflexivo y crítico de su realidad biofísica, social y cultural, con el fin de generar actitudes de valoración y de respeto por el ambiente y por todos los entes que conforman el maravilloso conjunto de la naturaleza. Hacia una nueva ética ambiental Entendida en su concepción amplia, la educación ambiental no se limita a aspectos meramente ecológicos sino que incluye elementos éticos, políticos, sociales y culturales. Por lo tanto, si esa educación aspira a influir en las actitudes y a modificar comportamientos de las personas, debe empezar preguntándose cuáles son las bases éticas en que se apoyan las acciones de los seres humanos, tanto aquellas que causan cambios en su entorno físico como las que realizan en su vida social. Sabemos que, de una u otra manera, esas acciones han perturbado el equilibrio de los ecosistemas y la armonía de la sociedad civil, colocando en alto riesgo la supervivencia de nuestra especie. Ese proceso de autodestrucción no puede continuar. Hay que replantear las concepciones que han influido sobre nuestra conducta en relación con el mundo que nos rodea. El trabajo que durante los últimos 20 años han venido desarrollando educadores y organizaciones no gubernamentales en la búsqueda de una mejora en la 107 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Preservar la vida sobre la Tierra requiere mantener el equilibrio en la comunidad biótica y, particularmente, una armonía entre el hombre y el ambiente. Overpopulation. calidad de vida, a través de cambios de comportamiento y la ejecución de proyectos con participación activa de la comunidad, ha permitido estructurar un nuevo paradigma de valores que se ha venido aplicando mediante la utilización de metodologías acordes con los diferentes desafíos ambientales. La educadora María Novo, en su libro Educación ambiental. Bases éticas, conceptuales y metodológicas,1 formula lo que a su juicio deberían ser las bases de una nueva ética ambiental cuya observancia contribuiría a generar una relación de armonía entre los diversos actores de la naturaleza. Complementando esas ideas con otras de nuestra propia experiencia, nos hemos dado a la tarea de compendiar en forma de máximas la esencia de esa nueva ética ambiental, encaminada a producir cambios profundos en el comportamiento de las personas con todo lo que constituye su entorno vital. El nuevo paradigma axiológico se podría caracterizar así: a) Del antropocentrismo al biocentrismo. No es viable ni sostenible que el hombre se siga sintiendo ajeno o superior a la naturaleza. El antropocentrismo, que ha llevado al ser humano a creerse dominador y dueño absoluto de todo lo que lo rodea, tiene que ser sustituido por el biocentrismo, en donde el hombre es apenas una especie viva más de la compleja red de interrelaciones que se denomina biosfera.2 Mientras la mentalidad antropocéntrica ha convertido al hombre en un depredador de su ambiente, la actitud biocéntrica lo conducirá a darle un uso racional a los recursos de la naturaleza. b) De la autosuficiencia a la ‘ecodependencia’. Nuestra vida se desarrolla en un marco de interdependencia con las demás especies. El ser humano no es completamente autosuficiente, ya que no puede man- tenerse solo sobre el planeta, sino que su supervivencia depende de otras formas de vida más elementales. Este principio, que se conoce como ecodependencia, le obliga al hombre a establecer una comunidad de intereses con el resto de los seres vivos. El interés común es nada menos que el de mantener la vida sobre el planeta. Por lo tanto, una actitud racional y de alta conveniencia para la especie humana es ‘comprender’ la comunidad biótica como una genuina comunidad de intereses, donde cada ente animado o inanimado no es más que la manifestación particular de un todo universal. c) De lo ilimitado a lo finito. No se puede seguir considerando a la naturaleza como una fuente inagotable de recursos o como un botadero de capacidad ilimitada, interpretación que estimula el consumismo y el despilfarro. Los procesos naturales establecen un límite a la tasa de utilización de recursos y, a su turno, la naturaleza tiene una capacidad limitada de absorción o degradación de residuos o desperdicios. La conciencia de la finitud nos debe llevar a replantear la errónea actitud de valorar las necesidades por encima de las posibilidades. Es absolutamente necesario mirar y analizar las dos caras de la moneda: la demanda que generan nuestras necesidades esenciales o suntuarias, pero igualmente las limitaciones que impone la oferta de recursos que es posible extraer de la naturaleza. d) Del ‘inmediatismo’ al largo plazo. El patrimonio natural es un activo valioso que debe ser utilizado no sólo por las generaciones actuales sino por las venideras. No se trata de sacralizar la naturaleza como si fuese un museo de piezas intocables. Se trata de usar los recursos naturales en forma racional, es decir, permitiendo que los efectos desfavorables sobre el entorno puedan ser asimilados por la capacidad regeneradora de los ecosistemas. Preservar la vida sobre la Tierra requiere mantener el equilibrio en la comunidad biótica y, particularmente, una armonía entre el hombre y el ambiente. Los llamados derechos de la naturaleza no se oponen a los de la humanidad, ni los de ésta deben ejercitarse al costo de violentar los de aquella.3 La utilización de los bienes de la naturaleza no es sólo un problema de asignación de recursos en el presente sino una elec- 108 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Bajo nuestro esfuerzo analítico la Vida se descortica. Se desarticula en el infinito, en un sistema anatómica y fisiológicamente coherente de abanicos encajados. Microabanicos, apenas insinuados, de las Subespecies y de las Razas. Abanicos, ya más anchos, de la Especies y de los Géneros. Abanicos cada vez más desmesurados de las Biotas y después de las Capas y finalmente de las Ramas. Y para terminar, el conjunto entero, animal y vegetal, formando por asociación una Biota única, que se enraiza, quizá como simple radio, en algún verticilo anegado dentro del mundo molecular. La Vida, una simple Rama, pendiente de otra cosa… TEILHARD DE CHARDIN, El fenómeno humano. ción ínter-temporal entre el presente y el mañana. La ética del largo plazo es el verdadero compromiso con las generaciones que nos habrán de suceder. e) Del ‘más tener’ al ‘más ser’. La concepción materialista ha llevado a identificar el progreso y el desarrollo con una mayor posesión de bienes materiales y, particularmente, en el campo de la economía, con una producción más abundante y un consumo más alto. Sin dejar de reconocer la importancia de esos factores en la obtención del bienestar, el planteamiento es cojo, ya que deja por fuera todo aquello que significa avance espiritual, mental y moral del ser humano. Escalar niveles más altos de conciencia, de solidaridad, de realización interior y de sentido de la existencia, constituyen logros probablemente más importantes que el simple ensanchamiento de la posesión o disfrute de bienes materiales. Por lo tanto, una genuina educación ambiental debe propender por una ética que valore más el ser que el poseer. f) Del egoísmo a la solidaridad. La ética ambiental se ocupa no sólo de las relaciones con la naturaleza, sino también con los demás seres humanos. Ellos cuentan de manera importante en nuestra historia y en nuestro discurrir cotidiano. Ignorarlos es una actitud miope que tarde o temprano acabamos pagando. El déficit de solidaridad con nuestros semejantes se convierte tarde o temprano en superávit de angustia e inseguridad en nosotros mismos. Los conflictos étnicos o regionales, las migraciones de indocumentados o refugiados, las luchas aparentemente religiosas y otros problemas de índole similar son manifestaciones de que los demás, querámoslo o no, también cuentan. Cuando la casa del vecino tiene ratones el problema no es sólo del vecino sino de toda la vecindad. Y precisamente, para esos problemas que empiezan como individuales pero que rápidamente se transforman en colectivos, es necesario buscar salidas y alternativas que requieren la comprensión y la cooperación de los sectores prósperos del planeta. Hay que incorporar el concepto de equidad, que no se debe confundir con una igualdad matemática en bienes e ingresos. La equidad implica una responsabilidad moral de ayudar a los otros a desarrollarse y a avanzar a partir de sus propios medios y posibilidades. g) De la ignorancia al conocimiento. El progreso material de las naciones basado en la utilización irracional de los recursos ha sido, en la mayoría de los casos, el resultado de la falta de conciencia sobre la importancia de mantener el equilibrio de los ecosistemas y del desconocimiento de los efectos nocivos que su deterioro tiene para la calidad de vida y la supervivencia de las especies. h) De la pasividad a la acción. La nueva ética ambiental no puede quedarse al nivel de la mera especulación sino que debe concretarse en acciones, materializarse en hechos, alimentarse de la propia realidad. En ese sentido, la verdadera escala de valores no se limita a prescribir un perfeccionamiento teórico, sino que se convierte en un ejercicio real con la propia vida. El cambio de comportamiento no se puede lograr con el solo empeño educativo de maestros y educadores. Para avanzar por ese camino, es absolutamente indispensable que cada ciudadano se convierta en factor permanente de persuasión y de acción con el fin de propiciar e impulsar los cambios institucionales y políticos que coadyuven al logro de los objetivos buscados. La participación comunitaria es esencial en el aglutinamiento y la movilización del esfuerzo colectivo. Esta participación es el verdadero desarrollo político de la educación ambiental. 1 2 3 Resource Depletion. María Novo, La educación ambiental. Bases éticas, conceptuales y metodológicas, Madrid, Editorial Universitas, 1995. Idem, págs. 76-83. Idem, pág. 102. 109 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Es clave saber cuál es el papel que jugamos en un mundo donde cada hábitat, o incluso cada elemento de la naturaleza, es tan sólo una de las múltiples piezas de un ajedrez universal que debe ser concebido y comprendido en forma integral. Earth vision: a stark reality. Bases metodológicas Para que la educación ambiental sea un instrumento eficaz en la mejora de la calidad de vida debe ser integral, interdisciplinaria, intercultural y participativa. Como lo hemos expresamos atrás, lo ambiental va mucho más allá de lo meramente ecológico; abarca aspectos económicos, sociales, políticos y culturales y, por lo mismo, trasciende los límites de una simple cátedra de ecología. Ella no se puede circunscribir a una sola esfera del conocimiento, y mucho menos a una simple disciplina, porque esa concepción reduccionista no permitiría abarcar ni comprender la compleja variedad del problema ambiental. Y lo que es más importante, como la educación ambiental busca un cambio de actitudes que conduzca a nuevas formas de pensar y de actuar, ella debe propiciar también la construcción de una escala de valores o de un código de comportamiento, cuyos principios conformen una renovada ética ciudadana. Por supuesto, la creación de esa escala de valores no se logra simplemente con la transmisión de conocimiento, sino que surge de un proceso combinado en el que intervienen el aprendizaje, las vivencias y los sentimientos. Es decir, las relaciones de los seres humanos con su entorno no sólo deben ser enseñadas como conceptos sino vividas como realidad y sentidas como afecto. En este orden de ideas y con base en la experiencia obtenida en el trabajo con la gente, consideramos que el conocimiento se debe edificar identificando primero el problema que se va resolver y tomando luego en consideración las características de los individuos que aprenden, ya sea como personas o como comunidad. Se debe partir de lo que el educando ya sabe o conoce, de sus ideas, aprensiones y valores precedentes, así como de las expectativas, intereses y afectos que trae consigo, y utilizar ese bagaje, correcto o equivocado, para erigir sobre él una estructura de conocimiento y moldear los cambios de comportamiento que se buscan. Para los educadores debe ser suficientemente claro que una de las cosas que más influye en el aprendizaje y motiva la atención es lo que el alumno ya sabe, porque lo aprendió del medio natural o social en que se ha formado. Por supuesto, si las anteriores consideraciones resultan relevantes cuando se trata de individuos que aprenden, con mucha mayor razón son válidas para el caso de comunidades o grupos humanos: Los patrones culturales de cada pueblo son un elemento esencial que jamás debe ser ignorado por el educador o educadora ambiental, a la hora de trazar un programa.4 El reconocimiento de la realidad multiétnica y multicultural de una nación, que debe reflejarse en la forma como se estructura un programa de educación ambiental, tiene que conducir a un intercambio enriquecedor de experiencias, a un diálogo entre las diferentes culturas, que las beneficie recíprocamente de una manera más efectiva que la copia indiscriminada de modelos y paradigmas educativos foráneos. Al reconocer la pluralidad étnica y cultural de Colombia, Rodolfo Llinás y E. Reichel-Dolmatoff, en su informe para la Misión Ciencia, Educación y Desarrollo, señalan la valiosa oportunidad de utilizar de manera original y creativa esas posibilidades ligadas a nuestros ancestros amerindios, afroamericanos y occidentales, lo que, según los mencionados expertos, […] permitirá maximizar habilidades de diversas bases culturales para diseñar nuevos sistemas de aprendizaje e incorporar una variedad de orientaciones culturales al dominio del racionalismo científico y de la tecnología contemporánea.5 La formación del conocimiento en lo relacionado con el ambiente es un proceso transaccional en el que 110 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia De este modo, de la guerra que libra la naturaleza, de la muerte y el hambre, surge directamente el más exaltado objetivo que podamos concebir, esto es, la producción de animales superiores. Hay majestad en esta idea de la vida, con sus diversas facultades, conferida originalmente a unas pocas formas, o a una sola; y también en que, mientras este planeta giraba de acuerdo con las leyes fijas de la gravedad, de un comienzo tan sencillo, infinitas formas de gran belleza y maravilla han evolucionado y siguen evolucionando todavía. CHARLES DARWIN, El origen de las especies. actúan las características del entorno (físico, étnico o cultural) y los esquemas o marcos de referencia mentales del sujeto que aprende. El educador tiene que convertirse en un auténtico mediador entre sujeto y entorno para construir lo que podría denominarse un ‘nuevo conocimiento’, el cual se logra cuando los educandos relacionan lo que están aprendiendo con lo que ya sabían, ya sea para confirmarlo y ensancharlo o para rectificarlo o modificarlo.6 La educación ambiental debe ser regionalizada y, por supuesto, participativa, lo que es una manera de llevar la descentralización educativa y los procesos de gestión hasta el individuo mismo como elemento primario de la sociedad. Es decir, la problemática am- biental y sus respuestas deben tener en cuenta las necesidades de la comunidad para la cual se diseñan y proponen. En la escuela, la educación ambiental debe estar en consonancia con los problemas particulares en los cuales se encuentra inmersa, ya que ellos afectan de manera directa a los individuos y a las comunidades y están estrechamente relacionados con su estructura social y cultural. Más aun, es por medio de una adecuada comprensión de esos problemas como se puede influir en la forma de actuar y de relacionarse de los individuos y colectividades con los diferentes componentes del entorno.7 Cada pedazo del planeta, cada región, cada localidad, corresponde por lo general a un hábitat distinto con ecosistemas particulares, donde se presentan diversas formas de relación con el ambiente, lo cual tiene una marcada incidencia en la caracterización de los problemas y en las diver- sas aproximaciones para resolverlos. Por lo mismo, los procesos educativos deben reconocer que los problemas ambientales se refieren a un espacio concreto y a una temporalidad particular. Sin embargo, aceptar esta particularidad no significa desconocer la interdependencia de los fenómenos ambientales o ignorar que vivimos en un mundo global e interconectado, donde las acciones contaminantes o degradantes del medio ambiente en un lugar cualquiera del planeta pueden hacer sentir sus efectos negativos en otros sitios distantes de aquél en que se originó el disturbio. En otras palabras, es necesario entender la problemática ambiental relacionada con el espacio que habitamos y con los ecosistemas a los que pertenecemos o en los que se desenvuelve nuestra existencia, pero también es esencial comprender el complejo tejido de interrelaciones de nuestro subsistema natural con los demás subsistemas. Es clave saber cuál es el papel que jugamos en un mundo donde cada hábitat, o incluso cada elemento de la naturaleza, es tan sólo una de las múltiples piezas de un ajedrez universal que debe ser concebido y comprendido en forma integral. Esa comprensión y la conciencia de la responsabilidad que de ella emana, son precisamente las que nos pueden llevar a comportarnos como ciudadanos del universo y no como simples moradores de pedazos dispersos y aislados del globo terráqueo. Por supuesto, el buen educador no puede permitir que la concepción universal de la problemática del ambiente se vuelva una actitud especulativa y teorizante que no logre concretarse en una acción o un resultado práctico. Lo verdaderamente significativo es pasar del pensamiento a la acción, y más específicamente que el conocimiento global se traduzca en una acción local que comprometa al individuo con su entorno. La mejor manera de lograrlo es hacer que los alumnos afronten los problemas de su realidad cotidiana como un caso de estudio y de investigación, de tal modo que la búsqueda de las respectivas soluciones se con4 5 6 7 Earth Vision 2000: Sustainable Future. María Novo, op. cit., cap. IV, pág. 154. “Misión ciencia, educación y desarrollo”, citada en Cultura para la Paz, Bogotá, Ministerio del Medio Ambiente, Subdirección de Educación Ambiental, 1995. pág. 14. María Novo, op. cit., pág. 155. Ministerio de Educación Nacional de Colombia, “Política Nacional de Educación Ambiental”, op. cit., pág. 17. 111 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Todos los seres humanos nacen con un gran sentido de la exploración de las cosas, indagando su pequeño universo y atreviéndose incluso a ponerle nombre a los objetos y a las personas. Sin embargo, el modelo educativo tradicional, que es una especie de libreto forzoso que no permite que se formulen preguntas diferentes a aquellas cuya respuesta ya conocemos, ha contribuido a cortarle las alas a la creatividad. vierta en un ejercicio tan apasionante para los que aprenden como útil para la sociedad. La escuela debe ser un auténtico laboratorio territorial. La ausencia de propósitos claros para afrontar los problemas ambientales del respectivo país ha impedido concentrarse en los verdaderos desafíos que en cada contexto deben convocar la atención nacional. Este es un asunto de la mayor importancia, si se tiene en cuenta que no hay una crisis ambiental que afecte a todo el mundo en la misma forma. Hay problemas ambientales diferentes, que cada uno de nosotros experimenta en diferente forma y que dependen de factores tan diversos como dónde vivimos, qué recursos tenemos y cómo nos afecta el problema. Lamentablemente, el énfasis que las naciones industrializadas han puesto en daños como la destrucción de la capa de ozono y el recalentamiento de la atmósfera, ha llevado a que estos temas estén más en la mente de algunos grupos ecológicos que los relacionados con la deforestación, la erosión, la contaminación de las aguas y del aire o la precaria sanidad ambiental, que constituyen amenazas mucho más serias e inminentes para los países del mundo en desarrollo. Cuando existen restricciones presupuestales o financieras ostensibles y hay que encarar varias dificultades en forma simultánea, lo lógico es establecer una escala de prioridades o, si se quiere, de gravedades. Sin embargo, son muchos los casos en donde no se ha procedido de conformidad con esta recomendación, a pesar de que la escasez de capital y el sentido común harían más aconsejable la adopción de una metodología como la que aquí se señala. De otro lado, hemos carecido de una pedagogía encaminada a crear conciencia sobre la importancia de contar con una rica diversidad biológica. Los esfuerzos de la educación (formal e informal) se han caracterizado por una visión catastrófica de las relaciones entre el hombre y la naturaleza, con poco énfasis en el conocimiento de la biodiversidad, de su valor como reserva genética y de su papel en la provisión de los llamados ‘servicios de soporte de la vida’, es decir, de los procesos naturales que mantienen el funcionamiento de la biosfera. Como explicamos atrás, la diversidad de un ecosistema guarda una estrecha re- lación con la productividad y la estabilidad del mismo, de suerte que mientras más especies contenga, mayor es su rendimiento productivo y mayor su capacidad de defensa frente a eventuales agresiones de agentes exteriores como las sequías, el fuego, las plagas y otras presiones ambientales. De todas maneras, el esfuerzo realizado por organizaciones no gubernamentales de carácter ambiental ha sido loable, especialmente en países como los de América Latina donde, en términos ecológicos, está casi todo por hacer, hasta el punto de que los niños de esta parte del mundo tienen menos dificultad en identificar a los animales de la fauna africana, como la cebra, el elefante o la jirafa, que a las especies nativas de su continente como la danta, el armadillo o el tucán. El trabajo continuado de esas entidades ha servido para despertar la conciencia y el sentido de la responsabilidad en varios sectores de la sociedad que ya empiezan a mirar los recursos naturales y la preservación del medio ambiente con un criterio distinto. Un ejemplo de este comportamiento inducido por la acción de instituciones privadas es la nueva Constitución Política de Colombia, expedida en 1991. Ella representó un avance importante del derecho positivo en lo relacionado con el bienestar, la calidad de vida y el medio ambiente, hasta el punto de que unos 38 artículos de la nueva Carta –un 10% del total– se refieren de una u otra manera a aspectos ecológicos o ambientales. Calidad de la enseñanza La calidad de la educación en muchos países del mundo, pero especialmente en los de menor desarrollo relativo, ha sido notablemente deficiente. Sus falencias se han reflejado también en la educación ambiental, la cual ha adolecido de los mismos defectos. Se trata de una educación encasillada dentro de moldes rígidos, heredera de los procedimientos educativos que impuso la revolución industrial, cuyo interés primario radicaba en preparar un ejército de trabajadores disciplinados en el cumplimiento de horarios y en la ejecución de faenas rutinarias en los procesos de producción. Ese tipo de docencia memorista y repetitiva, donde el maestro es el dueño del conocimiento y el 112 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Ímpetu, ímpetu, ímpetu, Siempre el ímpetu procreador del mundo, Surgen de la penumbra elementos contrarios e iguales, siempre la [sustancia y la multiplicación, siempre el sexo, Siempre un nudo de identidad, siempre lo diferente, siempre la [generación de la vida. WALT WHITMAN, Canto de mí mismo. alumno de la ignorancia, no ha propiciado la creatividad, ni la innovación, que son los verdaderos motores del progreso y del ascenso del hombre. Los vuelos imaginativos, la curiosidad, la síntesis, la espontaneidad, los relámpagos intuitivos, han sido literalmente suprimidos en la escuela tradicional o se dan sólo esporádicamente en las mentes de unos pocos privilegiados, sin que ello sea el resultado de un proceso educativo. Esa desalentadora realidad fue precisamente la que llevó a John Gowan, profundo conocedor de la problemática de la educación, a afirmar que: Hasta ahora sólo hemos cosechado la creatividad en estado silvestre. No hemos tenido más personas creativas que las que han seguido siéndolo testarudamente a pesar de todos los esfuerzos de la familia, de la religión, de la educación y de la política por frenarles el desarrollo de esa cualidad o quitárselas de la cabeza… Si llegamos a democratizar la creatividad –esto es, fomentándola en vez de negarla, en nuestra cultura– podremos incrementar el número de personas creativas hasta llegar a formar una masa crítica. Cuando una cultura alcanza ese nivel, como sucedió en la Atenas de Pericles, en el Renacimiento, en la Inglaterra isabelina, la civilización da un gran paso hacia adelante.8 Todos los seres humanos nacen con un gran sentido de la exploración de las cosas, indagando su pequeño universo y atreviéndose incluso a ponerle nombre a los objetos y a las personas. Sin embargo, el modelo educativo tradicional, que es una especie de libreto forzoso que no permite que se formulen preguntas diferentes a aquellas cuya respuesta ya conocemos, ha contribuido a cortarle las alas a la creatividad. Se podría decir que los métodos de enseñanza que con más frecuencia se utilizan hoy día no e-ducan, en el sentido etimológico de la palabra, sino que inducen. En efecto, educar viene de ‘e’, que indica “hacia fuera”, y ‘deuk’, que en las lenguas indoeuropeas significa “llevar, conducir”. Por lo tanto, e-ducar es darle rienda suelta a la imaginación del discípulo, es per- mitir que la persona desarrolle espontáneamente todo su potencial creativo, sin colocarle frenos o cortapisas a esa potencialidad. In-ducir, por el contrario significa “llevar hacia dentro”, esto es, hacia las teorías ya establecidas, hacia los prejuicios arraigados, hacia moldes o formatos rígidos que el maestro impone.9 Los descubrimientos científicos han permitido concluir que los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro, si bien están en continua interacción, cumplen funciones diferentes. El izquierdo es el centro del discurso hablado, del lenguaje. Suma, resta, relaciona, mide, clasifica, organiza, nombra y todo lo reduce a sus componentes constitutivos. En cambio el derecho, aun cuando no puede ponerles nombres a las cosas, es el cerebro intuitivo, capaz de crear imágenes a partir de unos cuantos rasgos, de completar formas o figuras sugeridas apenas por unas pocas líneas o pinceladas; por lo mismo, es el hemisferio de los sueños y de las fantasías. El izquierdo se encarga del pasado, relacionando los hechos de hoy con los que acontecieron antes; el derecho se encarga de lo nuevo, de lo desconocido y, por lo tanto, es el centro de la genuina innovación. Este último es el motor de los sentimientos y de las pulsaciones emocionales, se expresa con imágenes o símbolos, descubre pautas y patrones, tiene visión de conjunto, ve el contexto y por ende descubre el significado de las percepciones globales. Lamentablemente, por razones biológicas o culturales nos hemos habituado a utilizar de manera predominante el hemisferio izquierdo, de suerte que hemos disminuido de manera apreciable la enorme potencialidad de nuestro cerebro y limitado el sentido de la intuición y de la creatividad humanas. Por fortuna, los hallazgos sobre la especialización de los hemisferios cerebrales han abierto a la educación un nuevo horizonte de posibilidades para el aprendizaje. La comprensión científica de la intuición ha empezado a ejercer una enorme influencia en la metodología del aprendizaje que hoy trata de encender la chispa intuitiva de los educandos, con el propósito de que 8 9 Ozono. Texto tomado del Journal of Creative Behavior, citado por Marilyn Ferguson en La conspiración de Acuario, Barcelona, Editorial Kairós, 1994, pág. 349. Véase Mario Grondona, Bajo el imperio de las ideas morales, Buenos Aires, Editorial Suramericana, 1993, págs. 146-148. 113 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia La educación tiene que ser una política de Estado, que trascienda el horizonte temporal de un gobierno para convertirse en un proceso continuo y permanente de aumento de coberturas a todos los niveles y mejora de la calidad. Our Legacy. no sean sólo los destellos de unas pocas mentes privilegiadas los que contribuyan a impulsar el ascenso y el progreso del hombre. De lo que ahora se trata es de emplear la educación y las psicotécnicas para alentar en el mayor número posible de personas su capacidad intuitiva y creativa, mediante la integración de los dos hemisferios corticales, impulsando la coherencia del intelecto con los sentimientos, y de la razón establece una especie de divorcio, no sólo entre la teoría y la práctica sino entre el conocimiento y la naturaleza. Es indispensable que la educación permita y estimule la participación del educando y de toda la comunidad en la construcción del conocimiento que habrá de aplicarse a los problemas que los afectan. Es bueno tener presente que educar en este mundo de mutaciones y cambios difícilmente previsibles, significa considerar los sucesos y los fenómenos en términos de probabilidades y no de certezas absolutas. Según el principio de incertidumbre de Heisenberg, la ciencia nunca puede conocer perfectamente la realidad, porque la operación misma de observarla, analizarla o medirla, la altera. Y por ello es indispensable no perder de vista la relación entre el observador y lo observado, teniendo siempre presente que el primero no sólo condiciona los experimentos en que interviene, sino que incluso los influye y los determina. Los avances científicos están forzando a una revisión del concepto de ‘leyes de la naturaleza’, hasta el punto de que estas últimas ya no se pueden entender como enunciados deterministas o verdades inconmovibles sino como meras ‘posibilidades’. con la intuición. Es decir, se busca desarrollar la capacidad de utilizar la totalidad del cerebro, con lo cual se abrirían nuevos y amplios horizontes para la humanidad, siempre ávida y anhelante de una mejor calidad de vida. De otra parte, el sistema educativo ha generado compartimentos estancos, en los que el educador y el educando no logran integrarse y mucho menos conformar un equipo para la investigación científica permanente, para la aplicación del conocimiento a la realidad cotidiana y circundante o para el hallazgo de soluciones concretas y viables a los problemas ambientales de la vida diaria. En la clase de educación que se ha impartido durante años el maestro dibuja los problemas reales en el tablero, pero casi nunca lleva los alumnos a que los observen o analicen en la realidad, de suerte que se El comienzo del cambio Por fortuna, ya comenzaron a darse los primeros pasos –aunque todavía preliminares– encaminados a modificar los patrones tradicionales de enseñanza en algunos países de América Latina, a juzgar, al menos, por lo que se plantea como nuevos propósitos de las políticas nacionales de educación ambiental, donde se señalan recomendaciones como estas: En el proceso educativo debe ser claro para qué, cómo y por qué se forma un individuo, partiendo del conocimiento de lo que quiere (valores e intereses), lo que puede (capacidades) y lo que debe hacer (responsabilidades), tomando como referencia su problemática particular inserta en una problemática global (familia, comunidad, región, país) resultado de las 114 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Desde su nacimiento en las islas jónicas, hace cerca de tres mil años, el pensamiento occidental se ha repartido entre dos actitudes en apariencia opuestas. Según una de esas filosofías, la realidad auténtica y última del universo no puede residir más que en formas perfectamente inmutables, invariantes por esencia. Según la otra, al contrario, es en el movimiento y la evolución donde reside la única realidad del universo. JACQUES MONOD, El azar y la necesidad. relaciones que se establecen entre las dinámicas propias de los componentes de la sociedad y de la naturaleza. Y se llega a precisar aun más: Se trata de una escuela en la que los criterios de integración e interdisciplina se hagan realidad a partir de proyectos participativos, cogestionarios y autogestionarios que permitan desarrollar en el individuo no solamente conocimientos sino valores y actitudes que incidan en la construcción de una concepción del manejo del ambiente.10 Tanto en las constituciones políticas como en sus desarrollos legales se han consagrado normas encaminadas a implantar métodos educativos que colocan el tema del ambiente como una de sus preocupaciones y propósitos fundamentales. Un ejemplo de esta nueva tendencia es la Constitución colombiana de 1991 que, en lo relacionado con el aspecto que comentamos, dio lugar a la expedición de la Ley General de Educación (Ley 115 de 1994), en la cual se señala que la educación ambiental debe ser obligatoria en los planteles públicos y privados, desde el nivel preescolar hasta la básica y media. Además, se considera que la nueva dimensión del proceso educativo debe permear todo el currículo, entendido éste como el conjunto de criterios, planes de estudio, programas y metodologías encaminados a lograr una formación integral de los estudiantes. De igual manera, la Ley 99 de 1993, por la cual se creó el Ministerio del Medio Ambiente en Colombia, establece que este último debe adoptar conjuntamente con el Ministerio de Educación Nacional los planes y programas docentes y el pensum que en los distintos niveles de la educación nacional se adelanten en relación con el medio ambiente y los recursos naturales renovables, así como también promover con dicho Ministerio programas de divulgación y educación no formal y reglamentar la prestación del servicio ambiental. Sin embargo, estos esfuerzos de concertación entre las diferentes agencias del Estado encargadas de organizar, estructurar y adelantar políticas nacionales de educación ambiental están apenas en embrión, y es mucho lo que falta en esta parte del continente para lograr una verdadera coordinación, no sólo entre las referidas entidades públicas sino entre ellas y las organizaciones no gubernamentales que han venido adelantando acciones para crear conciencia ambiental y, sobre todo, educar a la comunidad, especialmente a los niños, dentro de unos nuevos valores y una nueva ética en su relación con la naturaleza y con sus semejantes. Es mucho lo que falta por hacer en términos de educación. En primer lugar, lograr que la educación se convierta en la idea fuerza de un proyecto-nación. La educación tiene que ser una política de Estado, que trascienda el horizonte temporal de un gobierno para convertirse en un proceso continuo y permanente de aumento de coberturas a todos los niveles y mejora de la calidad. Esa política educativa debe ser un mandato constitucional surgido de la voluntad de una nación que le debe exigir a sus políticos y gobernantes colocar a la educación en el primer lugar de las prioridades nacionales, con suficiente respaldo presupuestal, como lo hicieron los países del sudeste asiático o las naciones que hoy exhiben un alto grado de desarrollo. Pero somos nosotros los que tenemos que crear conciencia ciudadana, para que esa fuerza colectiva de una nación se convierta en mandato insoslayable de quienes, por delegación popular, tienen la responsabilidad de adelantar la gestión pública. Cuando logremos el objetivo habremos dado un salto cuántico y cualitativo no sólo en la protección y generación del ambiente, sino que avanzaremos hacia niveles más altos de desarrollo humano y, sobre todo, de una mejor calidad de vida. CARLOS RODADO NORIEGA Ingeniero civil de la Universidad Nacional de Colombia. Magister de economía en la Universidad de los Andes y con especializaciones en las universidades de Chicago y de Michigan. Ministro de Minas y Energía, parlamentario, periodista, presidente de Ecopetrol, actualmente es el rector de la Escuela Colombiana de Ingeniería. 10 “Política Nacional Ambiental”, op. cit., pág. 19. ILUSTRACIONES DE VÍCTOR CAUDURO ROJAS. SERIE ‘MILLENNIUM’ GLOBAL ENVIRONMENT & TECHNOLOGY FOUNDATION (GEFT). DE LA 115 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia