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INSTITUTO DE HERMANAS BETHLEMITAS HIJAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE
JESÚS
Casa General
AÑO DE LA FE 2012 - 2013
ORACIÓN PERSONAL
En el marco del “año de la fe”, proclamado por el papa Benedicto XVI, el Señor nos ha permitido
vivir dentro de la Iglesia universal grandes experiencias y acontecimientos que ratifican la
presencia amorosa de Dios, Dios sigue conduciendo y animando la vida de los creyentes, solo
basta creer y creerle a Dios, él camina a nuestro lado y sigue tejiendo nuestra historia; también
nuestra historia de familia Bethlemita, ya en la recta final de preparación al Capitulo General
y en este mes en el que una vez más celebramos la fiesta de Nuestra Beata Madre Encarnación,
el señor nos invita en su palabra, en la liturgia de este día a confiar, a crecer en fe y humildad
como lo hizo nuestra Madre Encarnación.
La fe es un don gratuito de Dios que exige humildad y el valor de fiarse y confiarse para poder
ver el camino iluminado del encuentro entre Dios y los hombres: la historia de la salvación y esta
fe la vivió nuestra madre Encarnación desde su primera infancia.
De sus padres aprendió la fe como vivencia, es decir: la piedad filial en Dios, la orientación
amorosa a Cristo en el misterio de la Eucaristía, en su total y absoluta confianza en la providencia
divina, como lo atestiguan todas las actitudes y actuaciones de su vida y su misión. En medio de
las grandes dificultades y luchas de todo género supo mantenerse fiel al Señor fortaleciendo el
crecimiento de su fe.
La contemplación del Misterio de Belén y el amor profundo al Corazón de Jesús, la hizo
identificarse con Cristo humilde y anonadado y así asimiló sus actitudes de humildad y de
pobreza que le permitieron aceptar con paz y serenidad las humillaciones de autoridades
eclesiásticas, civiles y aún de algunas de sus propias hermanas, así como también aceptó la
expulsión y el destierro.
La fe humilde la hizo ser amante confidente de Cristo y fiel reparadora de sus íntimos dolores.
A la luz de todos los acontecimientos que hemos vivido y que debemos vivir contemplemos la
vida de nuestra Madre, aprendamos de su fe sencilla y oremos para que la fe que es don y gracia
se aumente en nosotros y podamos ser mujeres de esperanza en el mundo de hoy.
Lucas 17, 5- 10. ¡Señor auméntanos la fe! (P. José Antonio Pagola)
Lo primero que necesitamos hoy los cristianos no es aumentar nuestra fe en toda la doctrina
que hemos ido formulando a lo largo de los siglos, lo decisivo es reavivar en nosotros una fe
viva y fuerte en Jesús, lo importante no es creer cosas sino creerle a él. Jesús es lo mejor que
tenemos en la Iglesia y lo mejor que podemos ofrecer y comunicar al mundo de hoy. Por eso
nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del
cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y de nuestros corazones.
“VAMOS A BELÉN, A VER QUÉ HA SUCEDIDO Y EL SEÑOR NOS HA MANIFESTADO” (Lc 2, 15b)
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Para ello necesitamos conocerlo de manera más viva y concreta, comprender mejor su proyecto, captar
bien su intención de fondo, sintonizar con él, recuperar el “fuego” que él encendió en sus primeros
seguidores, contagiarnos de su pasión por Dios y su compasión por los últimos.
Si no es así, nuestra fe será más pequeña que (un granito de Mostaza), no plantara “nada nuevo”.
Ante el misterio último de la existencia hemos de caminar con humildad y sinceridad. Lo importante es
ver si nuestro corazón busca a Dios o lo rehúye. La fe sucede en nuestro interior como gracia y regalo del
mismo Dios. La persona “sabe” que no está sola, y acepta vivir de esa presencia oscura pero inconfundible
de Dios.
La confianza en ese Misterio que llamamos “Dios” lo cambia todo. Sabemos que la Palabra de Dios
encierra un misterio en el que está lo que de verdad desea el corazón humano. Lo importante es entonces
“dejarse amar”. Ya san Ignacio de Loyola decía que en todo esto, lo decisivo no es “el mucho saber, sino
el gustar y sentir las cosas internamente”. Cuánto bien hace a quienes viven en plena crisis religiosa repetir
la oración de los apóstoles, Señor auméntanos la fe.
Señor auméntanos la fe. Enséñanos que la fe no consiste en creer algo, sino en creer en ti, hijo
encarnado de Dios, para abrirnos a tu espíritu, dejarnos alcanzar por tu palabra, aprender a vivir con tu
estilo de vida y seguir de cerca tus pasos. Solo tú eres quien “inicia y consuma nuestra fe”.
Auméntanos la fe. Danos una fe centrada en lo esencial, purificada de adherencias y añadidos postizos,
que nos alejan del núcleo de tu evangelio. Enseñamos a vivir en estos tiempos una fe fundada no en
apoyos externos, sino en tu presencia viva en nuestros corazones y en nuestras comunidades creyentes.
Auméntanos la fe. Haznos vivir una relación más vital contigo, sabiendo que tú, nuestro maestro y señor,
eres lo primero, lo más valioso y atractivo que tenemos en la iglesia. Danos una fe contagiosa que nos
lleve hacia una fase nueva de cristianismo, más fiel a tu espíritu y a tu trayectoria.
Auméntanos la fe. Haznos vivir identificados con tu proyecto del reino de Dios colaborando con realismo
y convicción en hacer la vida más humana, como la quiere el padre. Ayúdanos a vivir humildemente
nuestra fe con pasión por Dios y compasión hacia los que sufren. Enseñamos a vivir convirtiéndonos a
una vida más evangélica, despierta entre nosotros la fe de los testigos y de los profetas.
¡Padre! en estos tiempos en que esta confianza parece debilitarse, nuestra oración es la que los
discípulos hacen a Jesús: Auméntanos la fe.
“VAMOS A BELÉN, A VER QUÉ HA SUCEDIDO Y EL SEÑOR NOS HA MANIFESTADO” (Lc 2, 15b)
RETIRO OCTUBRE
Auméntanos la fe. No nos dejes caer en un cristianismo sin cruz. Enséñanos a descubrir que la fe no
cosiste en creer en el Dios que nos conviene, sino en aquel que despierta nuestra responsabilidad y
desarrolla nuestra capacidad de amar. Enséñanos a seguirte tomando nuestra cruz cada día. Que te
experimentemos resucitado en medio de nosotros, renovando nuestras vidas y alentando nuestras
comunidades.
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