Teatro Por FERNANDO LAZAR O ESPUÉS de mis últimas experieocias teatrales. encontrar a Mihura en la cartelera madrileña es como divisar una gaviota cuando se va de náufrago. Así que he seguido la gaviota rumbo al Reina Victoria. donde hace ya muchas semanas que arribó La decente. • del inolvidable autor. Con el atractivo, además, de que desconocía ese texto suyo; ignoro por qué, tal vez porque, cuando se estrenó, tuve la impresión de que nada añadiría a mi devoción por él. Miguel Mihura es una de las más lamentadas ausencias de mi vida. J)O(que apenas pude tratarlo. Guardo de él la memoria imborrable de una visita QUe le hice, cuando estudiante, para pedirle una charla en mi Colegio Mayor. (Accedió, y~: · No teogo ningún recuerdo de cuando nací. Mi madre, siguiendo una costumbre rruy extendida en aquella época, me abandonó en un portal lleno de nieve... ·) Y del único almuerzo de la Academia a que as1stió, a poco de ser elegido, en enero de 1978. Me correspondió sentarme a su lado. y fue como si nos conociéramos de siempre. No sabíamos, al despedimos, que seria para nunca. Pero no hay despedida definitiva con los artistas: se les reencuentra en sus obras. He- • visto la comedia como si fuera recién escrita. Mejor: con el deseo de que estuviera recién escrita, de que el teatro hubiera empezado a despojarse del pellejo de salacidades con que frecuentemente repta por los escenarios, y La decenta fuera pórtico de ingreso en un futuro mejor. Desdichadamente, la realidad es muy otra: la función del Reina no comienza nada: remte, por el contrario, a una buena época de ooestro teatro de humor, de la cual comparece como mero testigo. CARRETEA D DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA LA DECENTE, DE MIGUEL MIHURA Mtguel Mihura sabía tanto del teatro de su juventud -era hijo de actor-, que pudo inventarse otro. Que nada tiene que ver con el de lonesco, como equivocadamente se dijo, Y muy Todo ello provocaba las iras de quienes se negaban a abdicar de su sólido sentido común. Parece claro que desde la altura de sus primeras obras hay un descenso de tono poético en poco con La Codorniz, aunque se atribuyera, por pura comodidad clasificadora, esta filiación. que le gustaba bien poco. Era, en principio, una combinación de ternura y de gracia inocente, con intrigas que partian de una situación insólita propuesta como normal y encomendadas a persona¡es que la aceptaban extrañeza. 8 diálogo fluía con la poesía EBnental del candor. Aquellas ocurrencias argumentales hubieran sido tratadas por un comediógrafo de antano con aspavientos. eon juego escénico y frases que acentuaran mediante desmesuras la intención cómica. Mihura, por el contrario, proponla la mera aceptación de lo absurdo como obviamente lógico, y lo exponía con réplicas insólitas pero cargadas de • razón•. Las desenlazaba. después, con aquella lógica de lo absurdo. su actividad, tal vez para esquivar la etiqueta de "codomicesco• con que. por pura pereza. se atribulaba su humor. No es que la etiqueta fuera mala; es que resuhaba escasa. (Por cierto, ¿seria mposible recuperar para la escena su primera obra estrenada. Viva lo mposible, o el contable de estrellas, de 1939, en la que colaboró con Calvo Soleto? Él la consideraba .. una estupendlsima comedia•, y declaraba que en su vida de autor teatral •marca un camino humorístico bastante interesante•.) Pero la textura de toda su obra posterior es idéotica. La decente tiene una trama policiaca, como Carlola, aunque de menor aliento. La intriga, más acentuadamente cómica, está cuidadosamente meditada, y podría haber servido para un relato serio, aunque de - - --- ---- planteamiento poco original: una esposa trama el asesinato de su marido para poder casarse con otro. Pero la falta de originalidad es deliberada: se trata de construir un ámbito archiconocido en la narrativa de crímenes. una situación •Clásica•. para inscribir en ella la absoluta anomalía de unos personajes entre disparatados y entranables: la decentísima esposa, el tímido aspirante a amante, su vieja criada que lo adora. el comisario escamón. que desarrolla su investigación, técnicamente impecable, con extravagantes interrogatorios. Es, sin duda. una obra menor, pero sostenida con ese pulso limpio que siempre tenía la escritura de Mihura. Sólo pesa la escena de Roberto y Maria en el primer acto. Pero, a lo mejor, estoy equivocado Y ocurre que la hacen pesada los intérpretes. Porque eso es lo defiCiente de esta función: su escasa calidad. Lamentablemente, el reparto rebaja su graduación y la enfrla. Dudo de que Mihura imaginara una decente así de frívola. más propia de vodevil. y el galán le ~espoode •ecitando con poco .......,. •· •· ángel. Sólo José Maria Escuer consigue algún ajuste con su personaie; pero es poco para dar mayor altura al espectáculo. Tuve, además, mata suerte en la representación que presenté. La pareja protagonista y el _policía estaban contentos, y lo demostraron en la escena del sofá con risitas particulares. De ese modo, su regocijo no llegó al público. Algo que parece impensable en un escenario del centro de una capital europea, que además se dispone a serfo de la cultura. A pesar de todo, SI mis lectores no saben dónde pasar la tarde, les recomiendo el Reina Victoria. Aunque haya que levantar algo la cabeza para verlo, allí está Miguel Mihura. • --- - - -