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Mr. Wren y The trail of the hawk), sino darle mayor
amplitud y cimientos más duraderos á sus reportajes
de la vida norteamericana, en las páginas de sus libros?
S í ^ n o dLe l o s i i e m p o s *
remio 'NaBd d e
ÍÁtersktaxsk
es oto]r«»
Comciden les biógrafos y exégetas extranjeros de
Lewis en reconocerle como méritos destacados de
su arte la mmuciosa—y maravillosa—documentación del ambiente elegido para cada novela—que
hace de éstas cuadros vivísimos y fidedignos de las
costumbres yanquis, principalmente en la clase
media—y la fuerza expresiva con que, esmerándose en el detalle psicológico, logra, por acumulación de rasgos personales, hacer un arquetipo
de cada protagonista ó grupo de protagonistas en
sus relatos. Lévmson nos da este esquema de la
vasta labor de Sinclair Lewis: «Cada novela suya
es como la monografía animada de un gremio,
de una clase social, de una actividad profesional, y en todas ellas palpita la sátira de una civilización utilitaria que está deformando el geniode un gran pueblo, la censura burlesca de
cuantas hipocresías falsean ó adulteran las verdaderas costumbres de un país.» A este modo de
novelar pertenecen Main street—sn primer gran
éxito editorial en 1920, que le liizo popular en los
Estados Unidos y le produjo un pequeño capital,
según confesión propia—, enciclopedia viviente de
una calle populosa; Elmer Gantry, el reportaje novelesco—é indignado—de la industrialización norteamericana de la fe evangéUca; y este colosal retrato de
un buen burgués yanqui, que es Babbitt, el inolvidable
corredor de fincas, en la imaginaria gran urbe de Zenith,
pasmoso ej emplar representativo de millones y millones
de ganadores de dinero listos, buenos y activos; pero
ümitados de cerebro, de corazón y de voluntad,' standardizados, en series infinitas de babbitts idénticos...
¿Canoce «t9te¿ á Síttclaiir
S
E otoi^a, en realidad, el Premio Nobel á
los escritores universalmente conocidos, ó
. es más bien este reclamo estupendo—digno de haberlo fraguado un editor yanqui— el
que hace de golpe y porrazo universalmente
famoso á un buen escritor cualquiera? El caso
es que, anualmente, con los primeros fríos del
invierno, se expande desde Estocolmo un telegrama circular: «Ha sido concedido el Premio
Nobel de Literatura al escritor X, de nacionalidad Z...», y millares y millares de periodistas,
en todos los países— incluso á veces en la nación
favorecida— , se inclinan afanosos sobre las enciclopedias para acarrear apr^urados algunos datos,
si los hay, sobre el novelista ó el poeta á quien l u ^ o
llamarán, en la inmediata edición del diario, «el escritor universalmente conocido». Millones y millones de
lectores de periódicos duermen aquella noche poco máa
ó menos como la anterior, i)ero enriquecido el caudal de
sus convicciones con una nueva verdad indiscutible: «El
escritor X, de nacionalidad Z, es uno de los más grandes
genios de la literatura universal contemporánea.» No
descansan ni tan pronto, ni tan seguros de que el tal
genio recién revelado exista, los reporteros gráficos
de la Prensa mundial, que snelrai tardar de dos días
á dos semanas—según la nueva gloria habite en uño
ó en otro Continente —en poder brilídar á su clientela el retrato del hombre celebérrimo. Y quien ya no
cogerá el sueño traquilo en mucho tiempo —hasta que
cualquier libro del nuevo «Premio Nobel» haya sido
traducido á su lengua vernácula y puesto á la venta
en las librerías —será el snob literatizado y literatizante, que no se aviene al sencillo estado de ignorancia, y mucho, menos á la difícil atrición de confesar
que se ignora...
Como habrán imaginado ya ustedes, mis cultos
lectores, todo este preámbulo está concebido para poder confesarles, con cierta jactancia, que hasta llegar
á España en estos días la noticia de que el novelista
norteamericano Sinclair Lewis había obtenido aquel
galardón del año en curso, yo—periodista—desconocía por completo su obra. Pero... u n a de las misiones
primordiales del periodista es ilustrar al público de
lo que él mismo ignora. Y por esta razón voy yo ahora mismo á deciros quién es Sinclair Lewis.
•o
El c^ebre escritor
norteamokaao Sinclair
Lewis, autor de la novela
"Babbitf', traducida á todos los
idiomas, así como de "Main StrecT, "Martín Arrowsmith", "Dodsworth" y otras obras famosas ya. A Sinclair
Levis ha sido otorgado el Premio Nobel de Literatura
para 1930.
(Fot-Pteti^
o»
Después de sus primeras nupcias, Sinclair Lewis
escribió Mantrap, la novela grotesca y ejemplar del
marido engañado, que, en vez de vengar su honor, busca al amante de su mujer para salvarle, si es posible
de caer eñ el infierno matrimonial que él ha padecido..!
Y eso que cuando el autor escribió esta obra misogenista ya le anticipaban 50.000 dólares por una novela los babbitts editores. Con lo que todo hogar endemoniado puede parecer un poco Paraíso...
Pero coino él mismo ha escrito, «su vida es una pura contradicción». («Se las da de pacifista, y anda sienpre á la greña con todo el mundo—dice Lewis en un
desenfadado autorretrato, al prologar uno de sus libros—; presume de revolucionario, y es un buen burgués
adinerado; y con tanto criticar la vida americana, es
más americano que Ford.») Combate el matrimonio
—completemos nosotros—, y hace dos años ha vuelto
á casarse. ¡Y con una escritora! Con Dorothy Thompson, autora de un estudio muy interesante sobre la
nueva Rusia. iGómo podrá vivir en paz en adelante
este hombre violento, después de ser «Premio Nobel»,
junto á una compañera que, siendo su camarada de
profesión, no llegará nunca, probablemente, á ser
«Premio Nobel», como él?... Ya estoy viendo á Sinclair Lewis hacer de nuevo sus maletas para volver
á recorrer, en periodista trotamundos, el Continente
americano y Europa, ó refugiarse, como cuando proyectaba su novela Arrowsmith, en un archipiélago de
cuartillas, para dedicar 60.CC0 palabras sólo al plan
de una nueva novela..., quizá hermana de su Mantrap
sarcástica.—JUAN G. OLMEDILLA.
Sinclair Lewis es tm reportero. Sí, sraores; en 1930
se ha concedido el Premio Nobel de Literatura á un ¿Qué ha hecho Sinclair Lewis—después de ser reporreportero. Nacido en Sauk Center, del Estado de Min- tero profesional en New Haven y San Francisco, y
nesota, el 7 de Febrero de 1885, Sinclair, hijo de articulista de revistas, hace catorce años—al dedicarun médico, se dedicó primeramente á estudiar una ca- se de lleno á la novela (las primeras suyas son Owr
rrera, como su padre. Pero la Universidad de Yale,
donde estudiara, no era, ciertamente, la meta de su nmimininnii
voeae»n, sino el punto de partida. Y un buen día—
ya hecho un hombre, frente al panorama del mundo,
que se revolvía inquieto para apercibirse á una guerra universal, en la que se haría tabla rasa de toda
una cultura—^-d^ó los libros y marchó, «á vivir como
pudiera», á un gran puerto comercial: New Haven.
La magnificencia y esplendor de la Corte
Pero en una ciudad de negociantes, un muchacho que
ha estudiado algo y no tiene orientación no puede virusa, con sus ¡ntrigaSr sus traiciones y sus
vir de otro modo—^ya se sabe—que metiendo la cabeza
tortures; la incertidumbre d e la vida d e nóen un periódico. Sinclair Lewis se hizo periodista, reportero. O lo que es lo mismo: observador de la namada de una tribu gitana, adquieren en
turaleza humana, uwmo el personaje de Dickens. Si
este «film» un relieve insospechado.
se pudieran dictar fórmulas para hacerse novelista,
habría que aconsejar á los bisónos de ese arte: «I*riEspectacular producción rusa, sonora, intermero, sea usted periodista. No hay mejor escuela.»
Y hasta podría uno apoyar su indicación en ilustres
p r e t a d a por Edith Jeht - ¡e, Klein Rogge y
ejemplos: desde GaMós hasta Fernández-Flores. FueOlaf Fjord.
ra de España, ¿no ha sido, antes que novelista—ese
sí que universalmente famoso, sin Premio Nobel—>,
periodista á salto de Redacciones, E r ú k Marie Remarque?...
Y ya que nmnbro al gran ex combatiente alemán,
diré—después de haber leído estos días Babbitt, la
novela mas característica de Sinclair Lewis—que el
porvenir^-y-^ el pr^ente—de la novela contemporánea acaso sea este nuevo modo literario que se llama
Todom l o s úiam éxito ^ a x t d i o s o e n
reporterismo: ver y contar la epopeya de lo cotidiano... jQué era si no un grandioso reportaje panOTámieo, impiaeable'y total de la Giran Guerra, vista desde el frente aliado, El fuego en la» trincberct», de Barbusse? jQué si no otro reportaje personalísimo, alad o y jwoiundo. Sin nomdad en d frente, de Remarque?
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