Andrés Aldao AL SERVICIO DE LA VIDA Dialogando con el Profesor Natan Trainin Editorial Artesanías Versión virtual: Octubre 2005 1 A modo de preludio Al lector... Colegas, amigos y discípulos del profesor doctor Natan Trainin me encomendaron escribir un libro de memorias basado en su vida. Aunque escuché hablar del científico, no conocía al hombre. De todos modos acepté... Sólo cuando tuve el privilegio de conocerlo comprendí el desafío que implicaba plasmar en un libro su vida, sus rasgos de investigador y humanista; o del soñador que desde niño vislumbró su futuro: actuar en “beneficio de la humanidad y para honrar a sus padres.” Ya en el primer encuentro se generó una atmósfera particular, que facilitó nuestro coloquio. Sentados en su pequeño salón de estar, contemplamos juntos los crepúsculos tornasolados del otoño, o los rayos templados y juguetones del sol trepando la mañana. Entonces Natan Trainin comenzó a desovillar sus remembranzas, a recordar amistades tejidas en su niñez que fueron recuperadas con ternura y cariño; o paisajes de la infancia que trajeron reminiscencias de cascadas y manantiales, y de sierras bocetadas sobre el cielo. Describió la atmósfera judía que imperaba en la casa de sus padres; recobró a los amigos de la infancia y la adolescencia; a sus maestras; y recreó, intacta, aquella ambición de saber, estudiar, conocer el mundo y la naturaleza, columbrar los enigmas de la creación, los secretos de la vida y la muerte... Sin abandonar jamás ese sentimiento de judaísmo y redención, como el anverso de una moneda que le era muy cara... Desde muy joven supo cuál iba a ser el reverso de esa moneda, y su complemento: viajar a Israel, participar en la creación del Estado y dedicar sus esfuerzos a la investigación, acorralar a la muerte al servicio de la vida. Personas que conocen a Natan Trainin colaboraron en la recopilación de episodios, detalles y anécdotas que irán surgiendo en las páginas de este libro dedicado a su vida y su obra: los antiguos compañeros del kibutz; los discípulos y colaboradores; amigos o seres anónimos que conoció, y lo conocieron, en aquellos turbulentos tiempos de la edificación del Estado de Israel; las vivencias compartidas, e inolvidables, con el hombre de ciencia, el amigo o el colega, el médico de aldea y el agricultor, el compañero de Chela, y el padre de familia. De esos encuentros rescaté y escribí un texto que, en definitiva, condensa las memorias y el mensaje de Natan Trainin, del hombre que consagró su existencia “al servicio de la vida”. La tarea que acometí no fue sencilla. Era imposible escribir sobre la vida de Trainin sin implicarse, sin cerrar los ojos, a veces, y verlo caminar por los senderos de Ein Hajoresh, o parado frente a la ventana de aquella escuela de Mendoza, en su Argentina natal; trajinando en los veteranos hospitales de la planicie de Israel, en el hospital San Roque, de Córdoba, y en la sala de cirugía del hospital Rawson de Buenos Aires; o circunspecto, cumpliendo la misión de su vida en el laboratorio del Instituto Weizmann: investigar los orígenes del cáncer, tarea a la que dedicó cuatro décadas. Me atrevo a afirmar que Natan Trainin no trabajó para ganarse la vida, sino para ganarle a la muerte... 2 Es un libro de recuerdos y realizaciones, de hechos y episodios rescatados de la memoria y narrados por Natan Trainin, un hombre que honra a la ciencia, a su país de nacimiento, la Argentina, y al país elegido, Israel; al pueblo judío, a sus padres y a su familia, arraigada en la tierra de Sión. Lo fui nutriendo con el diálogo y el relato de sus vivencias, y principalmente con el soliloquio de un hombre que fue recibido en el Instituto Weizmann por el profesor Isaac Berenblum, porque percibió “el brillo de sus ojos”... El apéndice está compuesto por relatos de colegas, discípulos y amigos de Natan Trainin, que a lo largo de sus setenta y siete años ha recogido reconocimiento, cariño, respeto y honores. No es éste un libro formal, una biografía prolija, menuda en detalles, o gris, como una llovizna aburrida. Tampoco una cronología ordenada, en que las fechas asfixian a los hechos, o en que la ingeniería pulcra del tiempo difumina la materia viva. Es, sí, una semblanza de matices decididamente humanos... Para mí, que lo escribí, fue una vivencia gratificante, conmovedora e inolvidable. Para terminar; la preparación de este libro tuvo sus bemoles... Buscando el hilo conductor, reuniendo y ensamblando los materiales básicos dispersos en horas de grabación; decantándolos y sopesando el valor intrínseco de cada párrafo, logré armar la infraestructura de esta obra. Luego, tuve que darle forma, estilizarlo y pulirlo. En esa tarea de corrección, aporte de consejos y sugerencias, buenos amigos me brindaron una ayuda inestimable. Quiero expresar mi profundo agradecimiento, pues, a Fortuna Levy y a Ernesto Ramírez. Y mi reconocimiento infinito a Esther Susana Durman, por infatigable y solidaria, cuya imaginación y proverbial sentido común me condujeron por el laberinto de Ariadna hasta indicarme la salida apropiada. Sin Susana, aún estaría boyando entre Escila y Caribdis... Andrés Aldao Guedera, Israel, marzo de 1999 3 Al Servicio de la Vida 1• Toda historia tiene un comienzo, un punto de referencia. Pero es, en realidad, un punto intermedio, o una continuidad, como el agua de los ríos que sólo pasa una vez ante nuestros ojos, que no retorna, que nunca se reencuentra con su punto de partida, lejano y desconocido... Como enseñaba Heráclito de Efeso: “No podemos bañarnos dos veces en el mismo río”... Es la vida que pasa. Cada hombre, y su periplo, es una dinastía en singular: parte de lejos y se pierde en el infinito. Siempre fue así. Y así seguirá, por toda la eternidad. El hombre, que deja su pasado y proyecta su presencia hacia el mañana... El hombre que medita; que transcurre con los tiempos y cristaliza, en su fugacidad, el instante que precede y se prolonga en el próximo. Ayer y futuro; dicha y aflicción; vida y muerte. Vivencias insertas en casi seis mil años de historia del pueblo judío... He aquí una de ellas: la del Profesor Natan Trainin. ••• En Shamob, una pequeña población de Rusia Blanca cercana a Gomel, nació en 1883 Herman (Jeremías) Trainin. Ese mismo año fallecía en Londres uno de los más grandes pensadores del siglo XIX, Carlos Marx, cuyas ideas tenían íntima relación con la realidad de indigencia y desesperanza que afectaban a amplias capas de la sociedad europea, e influyeron en el pensamiento y los actos de millones de personas en todo el mundo; aún de los que no conocieron su existencia En el imperio ruso, vasto y autocrático, aún con reminiscencias de la sociedad feudal, la mayoría de la población judía pobre corría igual suerte que el resto del pueblo ruso pero, además de las carencias, la miseria y las duras condiciones de vida, sufrían la discriminación y los pogroms. Los judíos tenían vedados el ejercicio de determinadas profesiones, el acceso a las universidades, el derecho a radicarse en determinadas ciudades, o habitar en ciertos barrios en los que sólo los gentiles podían hacerlo sin restricciones. Shamob... una aldea típica, rústica, como tantas otras de la gran Rusia extendida. Shamob, extraviada en las lejanías agrestes de “Madre Rusia”, albergaba a una comunidad judía pobre y devota. La llegada del sábado, la pausa consagrada al descanso de las rudas faenas de la semana; las velas encendidas en sus candelabros; los miembros de la familia abstraídos en sus oraciones, en una actitud humilde, de recogimiento, susurraban los rezos seculares en su diálogo con el Hacedor: “Adonai Eloheinu, Adonai Ejad”. 4 Pobrerío judío diseminado en aldeas y ciudades, unido por los lazos de la tradición, el rezo sabático en hebreo, la lengua sagrada para las oraciones, o el idish, el idioma coloquial del judaísmo europeo; y la solidaridad ante el dolor y las persecuciones. Se sobrepone al odio y al pogrom. La dispersión y la diáspora no lo doblegan. El espíritu sobrevive y no hay calamidad que pueda domeñarlo, someterlo. Se yergue una y otra vez, como luego de la expulsión de España, los tormentos de la inquisición, las restricciones y los pogroms, el antisemitismo y el Holocausto. Empero, el pueblo judío aspira y sueña con un futuro de redención. ••• Hijo de una familia religiosa, Herman enseñaba a los niños judíos de la aldea el hebreo, el Antiguo Testamento, idish e historia. Era lo que se llama en hebreo un “melamed”, es decir, un maestro, en el sentido más fecundo de la palabra. En aquellos días de su temprana juventud ignoraba las peripecias que iban a jalonar su vida, no sabía aún qué futuro le depararía el destino. Pero estaba convencido que él no sería un resignado; que no iba a aceptar las contrariedades del mundo, como un suplicio que debía tolerar por ser judío. Muy pronto pondría a prueba su temple. Ya en su Shamob natal Herman había decidido abandonar el poblado... y lo dejó. Ese fue su primer gesto de rebeldía, una muestra de su carácter altivo y la fuerza de voluntad que lo llevaría a emigrar... El joven Herman se trasladó a Odesa en 1905, en medio de la efervescencia social que conmovía a la Rusia zarista. Odesa era una de las más importantes ciudades del imperio ruso, situada a orillas del Mar Negro. En la búsqueda de nuevos horizontes, allí se instaló Herman Trainin conviviendo con los judíos de la populosa urbe. Esta ciudad constituye un hito especial en la historia de la diáspora judía... ¿Qué judío no tiene una abuela originaria de Odesa? ¿O un bisabuelo? ¿O tal vez tíos, primos, familiares? Decir Odesa es como rescatar un trozo de historia del judaísmo moderno. Ese año Herman fue testigo de la rebelión de la tripulación del acorazado Potemkin, que protestaba porque las raciones de carne que recibían estaban agusanadas. Los cañonazos del acorazado rebelde coincidieron con la ola de huelgas y manifestaciones que se producían a lo largo y ancho del imperio autocrático. A fines del siglo XIX y a comienzos del XX, las comunidades judías sufrieron permanentes ataques, recrudecieron la violencia y los pogroms contra ellas con proyecciones desconocidas hasta entonces. Un hecho que ha entrado en los anales trágicos de las persecuciones al pueblo judío ocurrió en Kishinev, capital de la provincia de Besarabia, en abril de 1903. Dejó un tendal de víctimas, 5 muertos y heridos, horror y destrozos. Otra de las agresiones más atroces tuvo lugar en Bialistok, el 16 de junio de 1906, en la que hubo gran cantidad de apaleamientos, asesinatos y despojos. Los ataques de las Centurias Negras, el grupo de “La Unión de los Verdaderos Rusos”, pretendían desviar la atención de los problemas reales que afectaban a la población, incitándola a darles a los judíos un “merecido castigo”. Ese “merecido castigo” se trocó en un baño de sangre, en la depredación de bienes y el crimen contra hombres, mujeres y niños; En 1905 y 1906 la violencia causó numerosas víctimas en las 110 ciudades y aldeas en las que habitaban comunidades judías... Fueron asesinados cerca de 4000 judíos, otros cien mil fueron heridos de gravedad. A Herman lo afectó sobremanera el pogrom del cual fue testigo: contempló el horror, la brutalidad, la muerte en las callejuelas del ghetto judío de Odesa, donde hubo 500 muertos y numerosos heridos. El cielo azul claro de Ucrania se ensombrece... Un humo denso se eleva hacia el firmamento, en una suerte de espiral trágica, luctuosa. Los sobrevivientes regresan en silencio, envueltos en miedo y dolor. Llantos desconsolados entre las ruinas. Restos y destrozos humeantes, un antiguo libro de rezos semiquemado; un reloj de bolsillo abierto, con sus agujas quietas y fijas en la eternidad, como los ojos de su dueño tumbado en el lecho de sangre del pogrom. Cenizas y escombros; recuerdos, antiguas fotografías irrecuperables. Las lágrimas y los ayes de los sobrevivientes desdeñan el silencio: allí permanecen de pie, frente a los que fueron sus hogares, ahora despojos irrecuperables... También Herman, mudo, afligido, contempla el horror... “Shma Israel... Baruj Atá Adonai, Melej Haolam...”. Hastiado de esa realidad de tragedias y muertes, Trainin decidió vivir de otro modo, dejar el entorno inseguro de la aldea y el ghetto judío en las ciudades. Educado en el espíritu de los salmos y las enseñanzas de la biblia, comprendió que ser judío no lo ataba a ese país... Que vivir en Rusia era como andar sobre una bomba de tiempo; que en ese mundo intolerante, agresivo y peligroso no podría brindar ninguna seguridad a su futura familia. Herman Trainin partió hacia Alemania a principios de 1906, radicándose en Hamburgo, a orillas del río Elba. Esa fue su primera emigración, el primer desgarro, la odisea que lo llevaría tiempo después hacia lugares desconocidos y remotos. Allí conoció una forma de vida que ampliaría su visión sobre el universo. Había dejado atrás la barbarie “asiática” y se encontró inmerso en un mundo cultural que desconocía. El “melamed”, el virtuoso maestro judío se fue convirtiendo en un artesano, en un 6 hábil maestro en el manipuleo del cobre que se empleaba en la fabricación de toneles. Diestro hasta entonces en el uso del intelecto, dio a sus manos y músculos una flamante función: transformar materia prima en un apreciado bien de uso. Esa nueva ocupación le permitiría convertir sus anhelos en realidad... Trabajó duramente ahorrando parte de su salario. Herman Trainin tenía en claro su próximo paso: emigrar. Emigrar hacia otro continente Dejar para siempre el horror y la tragedia... Como otros millares de judíos europeos que querían recobrar la dignidad y el orgullo de su condición. Cuando comprendió que estaba preparado para buscar nuevos horizontes, se presentó modestamente vestido a una agencia de viajes con la intención de adquirir un pasaje para la América del norte. Eran los años en que las compañías navieras alemanas tenían el monopolio de los viajes trasatlánticos hacia todo el mundo, transportando a millares de personas que buscaban nuevos horizontes en otros continentes. Lo que había ahorrado no alcanzaba para cristalizar su sueño: arribar a esa América de la que tanto había oído hablar y en la que habitaba una gran comunidad judía. Averiguó, entonces, a qué otros países podría viajar con lo que tenía ahorrado. Finalmente, optó por la Argentina... Antes de embarcarse Herman estaba solo, carecía de amigos y dinero, no conocía el idioma y debía abandonar a su familia y el rincón natal para siempre. Esperanzado, cerraba un capítulo amargo e incierto de su vida. ••• En la tercera clase de la bodega de un barco alemán el joven emigrante, aferrado a sus visiones y sueños como millares de hombres y mujeres, judíos y gentiles, que vivían enclaustrados en la vieja Europa, cruzó el Atlántico. Debió sonreírse en muchos momentos de su larga y azarosa travesía anticipándose feliz al prometedor futuro que, suponía, iba a depararle esa otra América, más al sur, ignota y totalmente extraña. Se sentía dichoso, porque iba dejando atrás la realidad teñida con la sangre y el dolor de sus hermanos, el recuerdo de los pogroms, las persecuciones y la discriminación. Debió sentirse enormemente feliz... Sin dudas. Y sin embargo, una angustia lo incordiaba: allí quedaban, dispersos, indefensos, a merced de las bandas pogromistas y antisemitas, millones de hijos del pueblo judío, su familia, el pasado. La dicha, sin duda, tenía su flanco de congoja... 7 2• Herman arribó a la Argentina en 1906. Era una partícula de la miríada inmigratoria que poblaría a ese país con gente que escapaba de la miseria, las persecuciones y la incertidumbre que amenazaban el futuro de Europa. Una gran parte era mano de obra voluntariosa, artesanos hábiles y preparados, brazos dispuestos a comenzar una nueva vida en el país que los acogía sin ponerles condiciones. No bien llegado a la Argentina Herman se radicó en San Juan. Allí encontró ocupación como armador de toneles para envasar los vinos en una de las bodegas de la zona. Ese trabajo, claro está, lo había aprendido en Alemania. Con el tiempo llegó a ser capataz, permaneció en la zona durante tres años, se aclimató espiritualmente a su nuevo país, aprendió el idioma y asimiló sus costumbres... No quería ser un “gringo” prisionero del pasado, un solitario incapaz de convivir con el reto del nuevo destino, ni un misántropo hosco, desconfiado. Ese nuevo país, y su gente, iban a restañar su confianza en el género humano. Sólo una cosa no cambió en Herman: su pertenencia al pueblo judío, el respeto por las tradiciones aprendidas en el Shamob de su infancia... En 1909, Herman Trainin estimó que había llegado la hora de buscar la compañera de su vida y formar un hogar en el país que lo había recibido. Aspiraba a tener una mujer que lo atrajera por sus virtudes, apegada a la cultura y la tradición de sus mayores. Y tomó una decisión que mostró el carácter y la tenacidad del joven que no temió dejar atrás su aldea, Rusia, Alemania, el viejo continente, y hacer pie en ese país joven, despoblado, casi virgen. Entonces retornó a Odesa... No fue tarea fácil para Herman encontrar la mujer con la que iba a formar la familia que tanto anhelaba. Entre 22 candidatas disponibles escogió a Raquel Gochovitz, una joven delicada, culta, delgadita, de ojos bonitos y llamativos, amante de la música, y ella misma ejecutante de piano... No fue una elección caprichosa... Los ojos de Raquel, como dos pequeñas moras; la boca delineada y sus labios finos y tiernos atrajeron la mirada de Herman... La vio frágil y pensó, sin dudas, que sus fuertes brazos podrían protegerla en todas las circunstancias. Feliz y decidido, optó por esa joven; quizá la vio como una espiga de trigo meciéndose en la brisa, con quien iba a compartir su vida, procrear hijos y vivir dentro de los cánones y la tradición de sus mayores. La elegida de Herman Trainin provenía de una acomodada familia de Kovno, Lituania, venida a menos debido a la muerte prematura del padre. Amaba la música -tocaba en un cuarteto- y fue ella, sin dudas, quien transmitió a sus hijos ese amor por las artes y la música. 8 Una vez que contrajeron enlace, Herman volvió a la misma agencia de viajes de Hamburgo, en la que había adquirido su pasaje la vez anterior. En esta oportunidad, vestido como un caballero, compró dos billetes para la Argentina... No como alternativa del destino sino como una decisión propia. El antiguo inmigrante regresaba a su país de adopción, a esa Argentina que contempló en el mapamundi como un punto extraviado, o tal vez un cautivante enigma que sólo el futuro le fue revelando como una decisión de la que no se arrepentiría... El matrimonio Trainin llegó a la Argentina y se afincó en la provincia de San Juan. Raquel Gochovitz de Trainin, educada en la mejor tradición europea, le pidió a Herman no amarrar sus vidas a ese país tan lejano. Este le prometió que sólo iban a quedarse tres o cuatro años. La guerra, las calamidades, la situación revolucionaria y los cambios que desestabilizaron a Europa, pospusieron para siempre los sueños del regreso. De todos modos, Raquel ya había comenzado a compartir con su marido el aprecio por la Argentina. Se afincaron entonces en la provincia de San Juan, erigieron el hogar, criaron a sus hijos y fueron felices en el nuevo país, donde el horizonte se esfumaba en una lejanía inalcanzable. Superaron los problemas del idioma, adquirieron muchas de las costumbres y aprendieron a querer y respetar a esa tierra que les daba esperanzas. Herman retomó su profesión en la bodega Giol. Allí se fue erigiendo, paso a paso, el basamento de la familia Trainin, y en San Juan nacieron los tres primeros hijos: Simón, el primogénito, en 1910; Bernardo, dos años después, y en 1915 Zelde Aída, la primera hija mujer. Siguió ocupado en la bodega algunos años, hasta que un incidente con uno de los superiores, por comentarios relacionados con la primera guerra mundial (1914-1918), hizo que Herman buscara nuevos horizontes. Resolvió trasladarse con toda su familia, pues, a la provincia de Mendoza. En 1919, en Luján de Cuyo, nació Rita, la segunda hija mujer de los Trainin. Natan Trainin siempre encomia la voluntad y decisión que tuvo su padre para iniciar una nueva vida en otro lugar del planeta, tan distante y desconocido. Valora su fuerza espiritual y el empeño por dejar a sus espaldas el pasado... Fue uno de los inmigrantes que dieron vida y carácter a la congregación judía afincada en el nuevo país, principalmente en Buenos Aires, la capital, y sus alrededores, pero también diseminada en el interior, en las ciudades y en los campos, en Entre Ríos, Rosario, Córdoba, Santa Fe, Mendoza. En la Argentina llegó a haber 9 una comunidad judía de 500 mil almas, la más numerosa del continente sudamericano... Herman Trainin vivió en la Argentina durante 50 años y fue muy dichoso, asimiló las costumbres lugareñas, no acumuló bienes o riquezas materiales pero, muy orgulloso, siempre sostuvo que la familia fue el bien más preciado que adquirió en ese país. «Creo que mi padre no sabía entonces que en el globo terráqueo existía un país llamado Argentina», recordó Natan Trainin en el discurso que pronunció en 1993, en la Universidad de Córdoba, con ocasión de recibir el diploma de Doctor Honoris Causa. Y luego agregó: «Mi padre formó aquí una familia, vivió de acuerdo a altos valores éticos de honradez, y educó a sus hijos de acuerdo a esos valores... Nuestra casa fue siempre sobria y se caracterizó por su respeto al trabajo y dedicación al estudio...» 10 3• El domingo primero de enero de 1922, en la ciudad de Mendoza, vió la luz en el hogar de Herman y Raquel Trainin el quinto vástago de la familia, Natalio. Los Trainin se caracterizaban por vivir en una atmósfera de cultura, tolerancia y ansias de aprender. En ese cuadro familiar humilde pero cálido, el futuro hombre de ciencia fue madurando, tallando esa curiosidad permanente por saber, entender, y una cualidad que sería una constante en su vida: el amor a la gente sin importarle su nivel, la educación o la posición social. Natalio obtuvo en retribución lo mismo que fue sembrando a lo largo de su existencia: amor, afecto y consideración... El pequeño Natalio contempló muchas veces, en su Mendoza natal, los picos helados que emergían de la Cordillera de los Andes, cuya majestuosidad despertaban su asombro y curiosidad. Su imaginación, que habría de nutrir el pensamiento del futuro investigador, recogía asombrada las mieses misteriosas arrebujadas en los pliegues gélidos del viento cordillerano. Era un niño común en los juegos, en la vida cotidiana, en sus fantasías... pero tenía algo más. Quienes lo conocieron recuerdan ese “no sé qué” que irradiaba aquel pibe nacido en la Argentina, medio mendocino, medio cordobés, decididamente judío pero dueño de una comprensión y de una sensibilidad que forjarían su futuro como un humanista de espectro universal. Esos ojos, despiertos y cálidos, de una mansedumbre curiosa y perspicaz al mismo tiempo, hurgaban en los alrededores los pequeños esplendores de la vida, los secretos y milagros de la naturaleza, en un periplo cotidiano que lo llenaba de admiración e iba sedimentando su conocimiento... La mirada diáfana de Natalio llamaba la atención: es la cualidad que le valió crear confianza en sus interlocutores a todo lo largo de su vida. Amaba a sus padres y hermanos... De los relatos de familiares y amigos surge con claridad que la familia era particularmente unida, que sus miembros eran solícitos y afectuosos entre sí. La sencillez de los padres se transmitió a todos los hijos y eso se convirtió en una cualidad de la familia, en un comportamiento que iba a caracterizarlos en todas las épocas y circunstancias. Muy pronto descubrió que el estudio sería para él una pasión, una necesidad guardada en lo más hondo de su ser. Natalio Trainin (Natan, años más tarde, en Israel), comprendió que él era tierra abonada para cristalizar esa pasión. Sólo debía esperar que las semillas del saber fueran germinando en su mente y su espíritu: 11 “1.Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. 2 .Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de recoger lo plantado;” (Eclesiatés 3, “Todo tiene su tiempo”). Llegarían para Natan, pues, los tiempos de la cosecha, de “...recoger lo plantado”. ••• Estaba parado frente a la ventana de la escuela vecina a su casa, escuchando absorto las palabras de la maestra; absorbiéndolas, concentrado y quieto, mientras el viento de la cordillera jugueteaba con sus cabellos. Cursaba ese primer año escolar sin concurrir al aula. Como un duende. Y desde ese mirador de la ventana oía las preguntas de la maestrita. Natalio daba las respuestas oportunas, certeras, exactas... con inocencia impremeditada. A veces lo entibiaba un sol malhumorado parapetado entre nubes de discreta blancura; y soportaba lloviznas a pie firme: no tenía tiempo para lidiar con los cambios climáticos porque su mente atendía las palabras de esa maestra de voz fresca y sin rostro visible... Una escena repetida diariamente a lo largo de algunas semanas... En realidad, había comenzado su primer grado en otra escuela, pero al poco tiempo sufrió un serio accidente de automóvil. Estuvo internado un tiempo y el padre resolvió que ese año no debía concurrir a clase... Pero el destino –o más bien la vocacióndispondría otro final... Había otra escuela al lado de su casa, desde cuya ventana Natan acopiaría conocimientos y proseguiría sus estudios informalmente... Hasta que un día (hay siempre un día para todo...) salió la directora, lo tomó de las orejas y le dijo: «Vamos a tu casa, Rusito». Una vez allí encaró al padre diciéndole: «Póngale a este chico el guardapolvo: desde hoy viene a estudiar a nuestra escuela»”. Mientras relata esa anécdota, que ha conservado como las primeras monedas que se guardan en la alcancía de los recuerdos, se percibe mucha melancolía en sus ojos. De este modo resalta cuánto le importaba estudiar... Desde aquellos años Natan habría de recorrer un extenso itinerario para prepararse, aprender seriamente... Lo iba a demostrar en su período de estudiante de medicina, en que alcanzó altos promedios; o ya recibido, ejerciendo su profesión con elevado nivel profesional; sorteando las cuestas escarpadas que halló en su camino hasta alcanzar reconocimiento por su labor científica. Fue siempre un hombre con aptitudes, que lo llevarían a compenetrarse de los pormenores de los temas que estudiaba, y evaluar con responsabilidad científica las etapas que iría recorriendo y superando. Decididamente, era enemigo declarado de la improvisación y la ligereza. 12 Natan Trainin hizo esa larga travesía mediante su pródiga praxis. Una praxis nutrida por realizaciones, tropiezos y desengaños que hoy forman parte de su acervo. Se trata, por supuesto, de inevitables dicotomías que acompañan la aventura humana. Empero, la inclinación de Natan por la investigación y sus aportes científicos están incorporadas en las alforjas de su carrera, en el dilatado trayecto consagrado “al servicio de la vida”. ••• Al terminar el primer grado, decidió cursar directamente el segundo. La maestra que enseñaba en primero superior usaba lentes con gruesos vidrios y a Natan le resultó desagradable. Decididamente, no le caía bien y se propuso saltear un año, para lo cual haría un examen que aprobó sin dificultad. En realidad, la maestra de segundo grado era una muchacha atrayente y Natan, por lo visto, quería estudiar con ella... Relata esa “travesura” con un brillo pícaro y tierno en su mirada. El amor por alguna de las maestras es, por lo común, la primera experiencia amorosa que viven los chicos en la escuela. ¿Por qué Natan iba a ser distinto? Todos los alumnos, de todas las escuelas y en todas las épocas han tenido su amor imposible. ¿Quién no soñó con la maestrita de trenzas doradas que enseñaba las prosaicas reglas de acentuación...? ¿Y con aquella cuyos bucles arcaicos flotaban sobre el guardapolvo blanco bocetando un marco apropiado a las poesías de Gabriela Mistral? ¿O con esa otra, tan delgadita, dulce y desgarbada, de ojos relucientes, boca pequeña y labios delineados como dos susurros paralelos, que explicaba candorosamente la suma y resta de quebrados... Los que hoy peinan canas y nostalgias recobran de sus recuerdos las imágenes de aquellas maestritas olvidadas, de taquitos altos, caritas con un toque de colorete, sombras en los párpados y carmín sobre los labios, y que en aquel entonces tan remoto contemplaban con ojos de asombro. Estampas sepia de un amor imposible... ••• En el hogar de Herman y Raquel se hablaba el “idish”. Ellos alentaron en sus hijos el conocimiento de la lengua que fue el vínculo cultural e idiomático entre los judíos de la diáspora europea. En la casa abundaba la literatura en idioma idish y andando el tiempo sería un blasón que daría prestigio y orgullo a la familia. Conocer el idioma de sus padres, como se verá más adelante, jugaría un importante papel en el futuro de Natan... Herman, el “melamed”, empleaba sus cualidades personales para educar a sus hijos... Concurría los sábados a la sinagoga, cumplía humildemente con las normas recibidas de sus mayores, y en la casa se respiraba una atmósfera acorde con las mismas. 13 El padre de Natan fue un hombre piadoso pero no un fanático. Se nutrió con las costumbres del país sin renunciar a su judaísmo. Cuando se enteró de las matanzas que hubo en 1929 en Hebrón, Palestina, se afligió sin consuelo. Era comprensible, porque él vivió esa trágica experiencia en sus días de Odesa.. Las noticias que llegaban apenaban a la pequeña comunidad judía de Mendoza, de la cual Herman era un activo miembro. 14 4• En 1930, cuando Natan cursaba el tercer grado de la escuela, Simón fue a estudiar medicina en la Universidad de Córdoba. Raquel, la madre, sufría sin resignarse a la ausencia del hijo mayor... Una separación que acongojaba a toda la familia. Los Trainin, entonces, decidieron trasladarse a la ciudad de Córdoba. Natan no olvidó a los amigos de su lejana infancia, la escuela y el paisaje de Mendoza, y reverbera recuerdos hibernados y distantes. «Cambiar de lugar siempre es triste – comenta-, porque uno deja cosas que no se olvidan...»,. Al cumplir Natan los ocho años la familia Trainin abandonó Mendoza. La Argentina sufrió ese año la interrupción violenta de su proceso democrático: fue cuando el general Uriburu y una parte del ejército derrocaron al presidente constitucional, Hipólito Yrigoyen, inagurando un período que sería nefasto para el futuro del país No es casual que Natan evoque esa anécdota importante de la historia política argentina, porque desde muy jovencito lo atraerían los acontecimientos políticos y sociales. Esa curiosidad hizo de él un testigo inquieto, y en parte protagonista, de los conflictos que signarían el siglo XX. Su sensibilidad le hace recordar un incidente ocurrido en el tren en que la familia viajaba desde Mendoza hacia Córdoba. En aquellos tiempos la travesía duraba 24 horas. Consumado el poder de Uriburu y el ejército, se implantó el Estado de excepción en todo el país: «En nuestro vagón –cuenta Natan- llevaban a un hombre condenado a muerte. Estaba sentado frente a nosotros, esposado y entre dos guardias. Nos apiadamos profundamente; mi hermana Rita y yo le dimos algo de la comida que habían traído nuestros padres... Nunca pude olvidar la expresión desesperada y el brillo angustioso que había en los ojos de ese hombre; o el movimiento en alto de sus manos esposadas. Me impresionó como un hecho alucinante, y así se me fijó en la memoria.» Luego Natan relata otro episodio que vivió en esos días: al partir el tren de Mendoza un amigo de Simón iba pedaleando al costado de las vías, acompañando simbólicamente el viaje de la familia de su camarada de juegos y coloquios, que él intuía definitivo. Por lo visto, no se resignaba a perderlos para siempre. Fue, a su modo, una despedida muy emotiva. Una especie de alegoría sobre las relaciones que bordaban los Trainin en cada mojón de su vida y que luego, por una u otra causa, dejaban atrás. ••• Los hijos de Raquel y Herman crecieron en un mundo inestable, flanqueado por dos terribles conflagraciones mundiales y castigado por las consecuencias de la gran recesión económica de los años 30. 15 También la Argentina sufrió las consecuencias de la crisis mundial. Los Trainin supieron sobreponerse a los problemas materiales y las dificultades, vivieron con sencillez exhibiendo una enorme fuerza de voluntad, capacidad y dedicación a los estudios. Estas virtudes siempre caracterizarían a los hijos de la familia. A Simón, el primogénito, Natan lo recuerda con cariño y gran admiración. Pese a la diferencia de edad Natan y Simón forjaron una amistad fundada en el afecto recíproco y en la experiencia del hermano mayor. Éste le llevaba doce años, era estudiante de medicina y trabajaba por las noches de maestro para ayudar a la familia. Dueño de una gran inventiva, «mi hermano Simón fue una persona decididamente humanista”, acota. Es indudable el ascendiente que éste ejerció sobre Natan, incluida su elección por la carrera de medicina. También Bernardo, que compartía el mismo cuarto con sus hermanos, coparticipaba de la convivencia fraternal. Natan lo recuerda como un joven dinámico, integrado a la vida familiar y de trato caluroso para con todos sus hermanos. Siempre lo consideró un protector dispuesto a brindarle apoyo. Bernardo fue protagonista de un episodio que Natan narra con emoción. En la casa no había ningún instrumento musical. Ello afligía mucho a la madre, Raquel. Un día Bernardo apareció en su casa con un piano... Trainin ignora de qué artes se valió el hermano para conseguir el instrumento, pero conserva en la retina la imagen de su madre, la cara radiante y rejuvenecida por el milagro de la música de Mozart que ella ejecutaba de memoria, recreando momentos vividos en sus años juveniles en Rusia... En esa atmósfera fraternal, didáctica y amistosa, que seguramente le traía reminiscencias del “Juan Cristóbal” de Romain Rolland, el menor de los hermanos participaba entusiasmado y agradecido por esas charlas que ampliaban sus conocimientos sobre toda clase de tópicos. No es algo frecuente que hermanos mayores mantengan relaciones tan cordiales con el más pequeño. Como Simón, también Bernardo trabajaba para costearse la carrera de notario y ayudar a los padres. Zelda Aída, dedicada a los estudios con notable perseverancia, terminó el magisterio a los 15 años, hizo el profesorado de matemáticas y se entregó a la enseñanza con particular fervor. Rita, por su parte, estudió teneduría de libros y trabajó en su profesión con el mismo tesón que sus hermanos. Contaban, naturalmente, con el estímulo y la anuencia de los padres, pero es menester señalar que en aquellos años estudiar una carrera universitaria era un desafío casi inalcanzable para los jóvenes cuyos progenitores solventaban, a duras penas, las necesidades materiales de la familia... ••• 16 Desde los lejanos días de la escuela primaria, Natan fue un alumno aventajado. El Rotary Club de Córdoba había organizado en 1933 un almuerzo de fin de curso para los alumnos sobresalientes de sexto grado de cada escuela. Natan representó al colegio Santiago de las Carreras recibiendo como obsequio un libro de Emilio Salgari: «Conservo ese libro conmigo –cuenta-, con las páginas amarillentas y la cálida dedicatoria que todavía hoy me conmueve.». En estos días, precisamente, la “Espada de Damocles” de una perversa demolición pende amenazante sobre la escuela Santiago de las Carreras. Una nota publicada en el diario de Córdoba, “La Voz del Interior”, de fecha 12/12/1998, describe la escuela en la que estudió Natan, que «...limitaba con la fábrica de tinta china 4001, y por arriba con un cielo luminoso que funcionaba como una tapa detrás de la cual se escondía la noche... pero no es al cielo al que van a cerrar/ demoler/ reciclar/ sino a la escuela Santiago de las Carreras... Una escuela con recreos de verdad y una portera que se llamaba Ramona, que si nadie la veía te levantaba y te dejaba tocar la campana... «Hay escuelas que están más allá del bien y del mal... Pasás por la vereda de la Santiago de las Carreras y a través de sus puertas abiertas te sacude un tortazo de gloria... Hay escuelas que no existen sólo para enseñarte los diptongos: están ahí para mirarte y decirte... a vos te conozco, pibe.». En aquella escuela transcurrió su niñez, se esculpieron sus primeros amores, tejió sus amistades y se regocijó con aquellos juegos inocentes, o la pelota de trapo anudada con piolines bordados de ilusiones, vestidos con esos ilustres guardapolvos blancos que se teñían de grises al fin de la jornada... Tan lejos están los recuerdos, que ni los luengos dedos de una fantasía solitaria pueden tocarlos. Pero allí están, caro Natan, desde allí te susurran, quedamente.... «¡A vos te conozco, pibe!» Y cómo no te van a conocer... En esa época Natan escribió en una composición consagrada a exponer sus anhelos para el porvenir: «Quiero hacer algo en beneficio de la humanidad, y que le dé mucho honor a mi familia y a mis padres...». Esta frase, en realidad, era la expresión de sus ensoñaciones, una aspiración muy profunda, un sueño profético... Fue Freud quien dijo que “Los sueños son una expresión de deseos”...: Natan Trainin logró que su vida fuera la expresión de sus sueños. Trainin hace una interesante síntesis acerca de los primeros años de estudio. Siempre ponderó el papel de la escuela primaria y ha extraído sus propias conclusiones. Considera que ella es la base formativa de los hombres. Ve en ella la simbiosis entre la capacidad de aprendizaje de la edad y el interés intrínseco que tienen los niños pequeños para hacerlo, sin las colisiones ambientales propias de la 17 adolescencia, una edad de crisis y transformación. Trainin sabe que también en la infancia pueden haber –y las hay- experiencias conflictivas, pero él está convencido que esa es, básicamente, una etapa fértil y propicia para el aprendizaje. ••• Cincuenta años separan a Natan de la Argentina... Pero él no olvidó el país en que nació, las emociones y los recuerdos, las semblanzas y las imágenes preservadas en su memoria. Fueron tiempos dichosos, que incluyen las relaciones familiares, la amistad con amigos y condiscípulos, el trato inolvidable con maestros y profesores, y el paisaje, silencioso, que él contempla ahora desde un resquicio intemporal. «El país al que tanto le debo –traduce hoy Natan- y al que he profesado un amor y un respeto sin mengua a lo largo de los años... Tuve amigos gentiles y judíos, con los que siempre mantuve una profunda amistad. Recuerdo especialmente a los Soneira de Córdoba, y a un amigo querido, Mario Vexenat, huérfano de padres, que son parte de mi vivencia en la Argentina. Mi apego al judaísmo nunca me impidió tener amigos no judíos. Fueron y son amistades que no se han extravíado...». La infancia y adolescencia de Natan están muy ligadas, pues, a los amigos, el culto a la amistad, que es parte de su acervo espiritual y conservó incluso fuera de la Argentina:“Buscadle siempre para las horas vivas // Pues el papel del amigo es el de henchir vuestras necesidades, y no vuestro vacío."... Esta frase de Khalil Gilbran tomada de “El Profeta” ejemplifica cómo entiende Natan el concepto de amistad. ••• Su aproximación a la literatura data de los años 30, cuando llegó a Córdoba y se hizo socio de la biblioteca Dalmacio Vélez Sárfield. Asegura que el inicio de su formación literaria proviene de aquellos tiempos.Toda su vida ha sido un gran lector, y la lectura le ha permitido conocer a escritores de todas las épocas, clásicos, antiguos, modernos, románticos, europeos, americanos y argentinos. Uno de los autores a quien mucho admira y reivindica es Ernesto Hemingway. Recuerda que leía a los autores según la nacionalidad – rusos, franceses, ingleses, argentinos-, recorriendo el índice y “deglutiéndolos” metódicamente. Tiene una cultura humanística envidiable. Trainin es una persona abierta, curiosa, que nunca ha temido la lectura de autores “malditos” o puestos en el índex por prejuicios, odia la censura por principio, es defensor de la libre expresión de las ideas, y partidario de la polémica. No le preocupa escuchar críticas... pero también sabe hacerlas. Porque considera que todo hombre tiene derecho a pensar, a opinar 18 de otro modo, incluso puede estar en las antípodas de sus puntos de vista. Pero no congenia con los fanatismos, vengan de donde vinieren. Por eso su cultura es universal y no sectaria, parcial o tendenciosa. Aunque tenga preferencias, no rechaza ideas o gustos, ni a gentes que no concuerden con su modo de pensar. Es, como señalamos, un humanista... Pero estábamos en la biblioteca Dalmacio Vélez Sárfield...En una de sus visitas a la Argentina, un diario de Córdoba publicó la noticia de su llegada a la ciudad, y un reportaje. A los pocos días apareció en el diario una nota y la foto de la antigua bibliotecaria, quien se acordaba de Natan con gran cariño, de cuán asiduamente concurría a la biblioteca. Y aunque el Natan lector dedicó bastante tiempo a la lectura, supo prodigarse, también, en la práctica del deporte nacional de América latina, el fútbol... Lo que cuenta Natan son vivencias fugaces recobradas a través de su relato, de a ratos melancólico... Como una especie de viaje maravilloso en una alfombra mágica que lo va desplazando en su periplo hacia el ayer. Ahora todo está distante. Esos años son, apenas, como siluetas opacas extraviadas en las nieblas del tiempo. Del tiempo nostálgico de la niñez, la adolescencia y su entrañable juventud... 19 5• La cuestión judía, su relación personal con el judaísmo se manifestó en Natan desde que era pequeño. Recuerda el simbolismo del “pushque” (alcancía/caja, en idish), en la que se insertaban las modestas donaciones para la compra de tierras en Palestina. O en Mendoza, cuando recitaba un poema ante la colectividad judía, en conmemoración del aniversario de la muerte de Teodoro Hertzel, uno de los padres tutelares del sionismo. El judaísmo de su familia tenía un carácter tradicional. El padre conocía las raíces históricas y culturales del pueblo judío, era muy respetuoso de esas tradiciones, y las inculcó a toda la familia. Era el judaísmo de un hombre devoto, tolerante con las ideas y creencias de los demás. En esa época los Trainin no tenían aún una vocación sionista militante... La creación de un Estado judío era, en aquellos años, un sueño de visionarios...La identificación de su padre con la Tierra de Sión sólo era sentimental. Herman Trainin estimaba que se podía ser un buen judío en cualquier lugar del mundo. Las celebraciones del calendario judío encontraban a los Trainin cohesionados alrededor de la mesa disfrutando, con sencillez y devoción, los fastos tradicionales. Cabe resaltar que esa consistencia familiar se bifurcaba, no obstante, en las ideas políticas heterogéneas de los hermanos. Simón era un humanista confeso y practicante, siempre dispuesto a la solidaridad, a tender su mano, a compartir con los que necesitaban... Bernardo tenía grandes simpatías por Zeev Jabotinsky y el movimiento revisionista, que reclamaba la recuperación de Palestina por medio de la violencia sin considerar otros métodos políticos... En 1977 el revisionismo subió al poder en Israel, y Menajem Beguin fue primer ministro... No tuvo necesidad de apelar a la sangre y el fuego, como proclamaba en sus épocas más fogosas, pues los votos le dieron lo que le negó la violencia... Una de las ventajas que proporciona la democracia. Natan, en cambio, fue asumiendo una posición crítica hacia la sociedad, proclive a las ideas de izquierda que reivindicaban la justicia y la solidaridad. Siempre tuvo sensibilidad para captar todo lo que era justo o injusto en el seno de la sociedad civil. El futuro demostraría que sus ideas políticas no eran una postura temporal o un capricho de adolescente, sino una convicción enraizada y conciente. En sus años de la infancia y adolescencia Natan vivió orgulloso de su judaísmo. Pero ya en la escuela secundaria, y luego en la 20 universidad, se produjo su acercamiento al sionismo socialista militante. Quería expresarse, transformar su sensibilidad en hechos, en actos militantes. Comprendió pues que había llegado el tiempo de la “acción”. El Holocausto influyó en su concepción de judío tradicional. No bastaba reconocerse judío y vivir en la diáspora, pensaba Natan: el judío era parte de un pueblo sin tierra y sin Estado, sin bandera y sin moneda, que desconocía el orgullo de poseer un Estado soberano capaz de albergar a todos los judíos del mundo... ••• Pero al mismo tiempo, Natan era contemporáneo de la denominada “década infame”, vale decir, el período que transcurrió desde la caída del presidente Yrigoyen (1930) hasta el golpe militar del 4 de junio de 1943. Esa época nefasta de la historia argentina se caracterizó por la violencia, la xenofobia y el fraude político. En el nivel internacional el fanatismo ideológico, el racismo, la intolerancia y las persecuciones condujeron al mundo a la gran tragedia de la segunda guerra mundial, que provocó millones de muertos, el enfrentamiento entre la civilización europea y la barbarie teutona; y el terrible drama del Holocausto... Su interés por la política se explica, entonces, por razones históricas y personales: Razones históricas, porque el período posterior a la primera guerra mundial (1914-1918), la Revolución Rusa, la subida del fascismo (la marcha sobre Roma, en 1922, que condujo a Mussolini al poder), y sobre todo la ascención del nacionalsocialismo en 1933 (que transformó la persecución antisemita y el racismo en la Alemania nazi en asunto prioritario), el colonialismo, la guerra civil española, generaron en el mundo antinomias políticas, sociales, económicas y filosóficas que degeneraron en violencia, salvajismo, destrucción y muerte. Esos antagonismos estallaron como explosivos letales en casi todos los países del orbe. En el mundo no quedaron zonas sin conflictos, sin intereses enfrentados que llevarían, a la postre, a la catástrofe de la segunda guerra mundial. Y razones personales, porque Natan vivió esa época imbuído de un profundo espíritu contestatario. Las manifestaciones estudiantiles en Córdoba, en 1938, en las que fotografiaban a los participantes para individualizarlos y luego expulsarlos de las escuelas, fue de alguna manera su bautismo de fuego. Su formación, su sensibilidad social, la capacidad de entender los procesos políticos desde una perspectiva histórica, no podían dejarlo indiferente, practicando una “no ingerencia” propia de personas negligentes o estólidas. ••• Comenzó a estudiar medicina en la Universidad de Córdoba en 1939, cuando la máquina de guerra germana invadió Polonia y desató esa hecatombe traumática y dolorosa para la condición humana. Cursar medicina fue para Natan implementar su vocación, 21 despierta en la infancia y robustecida en su adolescencia debido en parte al ejemplo de su hermano Simón. El 1º de enero de 1943 cumplió 21 años. Siendo ya un aventajado estudiante de medicina viajó a Buenos Aires para cumplir su servicio militar, que realizó en Campo de Mayo como aspirante a oficial de reserva. Sus recuerdos son más bien desagradables y prescindibles. Los tres meses fueron una pesadilla transitoria. Natan ya sabía de la terrible suerte de los judíos europeos, perseguidos y asesinados por su simple condición de tales. Consideró entonces que lo suyo era algo muy secundario... No tenía familiares cercanos en Buenos Aires y debió arreglárselas enfrentando la adversidad con obstinación.. Se vio obligado a comer sopas y alimentos cuya calidad e higiene eran más que dudosas, o limpiar las letrinas dado que era “estudiante de medicina”, un “desquite” muy común entonces. Por supuesto que Natan no iba a quebrarse por las “normas” militares, ese fútil fastidio pasajero. Regresó a Córdoba no bien cumplidas sus obligaciones castrenses, reanudó los estudios y se reintegró de inmediato a la acción política en favor de la democracia. El 4 de junio de 1943 el ejército retomó las riendas del poder en la Argentina. Los personajes más reaccionarios, ultra católicos y nacionalistas enemigos de las ideas liberales y adictos por lo común al pensamiento totalitario y chovinista de la época, se encaramaron en los resortes del gobierno militar. Para Natan no existían dos mundos contrapuestos: el de la ciencia, real, práctico y concreto, y el de la vida social, “abstracto”, distante y ajeno. Cada uno tenía su esfera, su campo delimitado; podían separarse sin ser extraños, o estar relacionados sin confundirse... Aunque la investigación científica sería años después su ocupación principal, Trainin jamás fue un hombre “neutral”, un despreocupado, un científico con el cerebro puesto en el laboratorio y los pies en los santos cielos... El año 1943 se caracterizó por las luchas estudiantiles. En 1944 se declararon huelgas en todas las universidades del país. La reconquista de París, en agosto de ese año, fue celebrado en las ciudades más importantes de la Argentina. También en Córdoba los jóvenes estudiantes salieron a manifestar. En la confitería “La Cosechera” arengaban y cantaban “La Marsellesa”, parados sobre las mesas, Natan Trainin, Chela Adler, su amiga del alma Eneida Amigó, muchos otros jóvenes compañeros y un público fervoroso que festejaba la liberación de París. ••• A tenor con la militancia, Natan seguía con ahínco sus estudios de medicina, en particular la anatomía, por la que sentía gran atracción. 22 A pesar de las huelgas y las peleas callejeras, él y sus dos grandes amigos, Mauricio Rosenbaum y Samuel Talesnik (llamados “los tres mosqueteros”, recuerda Natan), seguían preocupándose por los estudios. Para Natan y sus camaradas la meta no consistía en la mera obtención del diploma. Deseaban aprender, conocer en profundidad las bases y los avances de la medicina, prepararse para ser médicos que honrasen a su profesión: «Dale, Natalio –le decían algunos compañeros-, hay huelga, hoy no se estudia, no seas “gil” vení, vamos a jugar una partidita de póker...». Y nada, Natan seguía firme hurgando entre las páginas del “Testout” las intrigas anatómicas y fisiológicas del cuerpo humano. Auténticos “tragas”; él y sus dos amigos... Aunque Samuel Talesnik confiesa ahora que, a pesar de las tomaduras de pelo que sufría en aquel entonces con motivo de sus resúmenes, «...al final era lo único que veíamos el día anterior al examen». El tiempo iba a demostrar que los tres amigos eran agudos y brillantes, serios y creativos a pesar de ser tan jóvenes... Ellos, ciertamente, no perdían su tiempo jugando a las cartas en tiempos de huelga: los tres mosqueteros se “entretenían” estudiando... Razón suficiente para comprender por qué estaban entre los mejores de la promoción. Rosenbaum provenía de una familia judía muy pobre en la que, naturalmente, se hablaba el “idish”. Para costearse la carrera, los fines de semana tocaba el piano en lugares de entretenimiento. Ya en su etapa de estudiante se dedicaba a la cardiología, porque era la especialidad que lo atraía. Pasaba sus días en una sala del hospital con cuarenta pacientes, haciendo una intensa práctica. Mauricio Rosenbaum honró su vocación y resultó ser uno de los mejores cardiólogos del mundo... Algo parecido ocurrió con Talesnik. El padre era un sastre judío, artesano de la antigua escuela europea. Samuel Talesnik era “noctámbulo”: hacía las noches en el laboratorio abocado a su tarea con entusiasmo. Fue un endocrinólogo de reconocida capacidad y uno de los mejores discípulos del profesor Bernardo Houssay, ganador éste del premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1947. Trainin, a su vez, cursaba el cuarto año de medicina. Sentía atracción por las posibilidades que brindaba la cirugía y estaba convencido que a través de ella podría medirse con toda clase de enfermedades, ayudar a los pacientes, curar y salvar vidas humanas. La cirugía de aquellos años –la década de los años cuarenta- era general: abdominal y ginecológica. Quienes lo conocieron en su época de médico coinciden en que Natan fue un galeno fuera de lo común... por sus conocimientos y la actitud humana para con los enfermos. 23 Siendo estudiante fue nombrado practicante por concurso –otra prueba de su capacidad-, y trabajó en el hospital San Roque con el doctor Gabriel Oddone, un cirujano de manos muy diestras para esa compleja profesión. La futura carrera de Natan, de todas maneras, iba a sufrir un cambio drástico, decisivo para su vida. Y de algún modo previsible... 24 6• Ya se dijo más atrás que Trainin se comportaba según la ética tradicional del judaísmo, y que su sionismo, atento a la realidad del mundo, iba germinando como una sólida idea política. El antisemitismo nazi-fascista a escala mundial, y sus horrorosas consecuencias, los crímenes y la intolerancia xenófoba, fortalecieron más aún los principios sionistas y socialistas de Natan. Asumió como propio el protagonismo del pueblo judío. Se imaginó liberado y redimido; y como tal, comprendió que iría a recolonizar, en el momento adecuado, los lugares históricos, los montes y praderas en que había transcurrido la historia de sus antepasados. Sería como retornar, luego de un paréntesis diaspórico de milenios, a la tierra extraviada y prometida, a Jerusalén... Natan Trainin, pues, se transformó en un militante sionista socialista muy activo. Junto a otros jóvenes judíos idealistas y combativos formaría más tarde el partido del Hashomer Hatzair. Durante esa época leyó, entre otros, dos libros que ejercieron notable influencia en sus convicciones sionistas. Uno fue “Viaje sin retorno”, aparecido en 1943 y cuyo autor fue un periodista americano. En 1946 apareció otro libro que Natan consideró importante, “El aliado olvidado”, de Pierre Van Passen, donde el autor desarrollaba la tesis de que el pueblo judío era, por cierto, el aliado olvidado, el factor excluido. Ambos libros fortalecieron sus ideales sionistas socialistas, dándole una mayor comprensión de la problemática judía y sus posibles soluciones. ••• Es sabido que la segunda guerra mundial tuvo un vuelco sensacional después de la batalla de Stalingrado. En la conferencia de Yalta, realizada en febrero de 1945, Roosevelt, Churchill y Stalin acordaron los detalles de la rendición de la Alemania nazi, la división de Europa en dos zonas de influencia, las nuevas fronteras de Polonia y la división de Corea en dos países. A pesar de la terrible tragedia que vivió el pueblo judío, y aunque millares de soldados judíos participaron de la guerra contra el eje totalitario contribuyendo a la derrota del nazismo, la cuestión judía no fue relevante para los vencedores ni tuvo suficiente peso histórico como para darle cabida en los debates... En la conferencia de Potsdam, efectuada en esa ciudad alemana entre el 17 de junio y el 2 de agosto de 1945, los líderes de los países aliados implementaron nuevas soluciones para los problemas derivados de la guerra. A raíz de la victoria, en todas las reuniones de las comisiones integradas por representantes de EEUU, Gran Bretaña y la URSS se estudiaban los problemas derivados de la guerra y la posguerra, el 25 nuevo reparto del mundo, el reordenamiento de las esferas de influencia, las sanciones a los países del “Eje”, etc. Pero tampoco en Postdam tuvieron tiempo suficiente ¿o voluntad? para debatir y resolver algunos problemas “espinosos”. Existía un factor excluido sistemáticamente de los debates: el futuro destino del pueblo judío, principal víctima del Holocausto. Los estadistas aliados hacían gala de una sensibilidad y generosidad conmovedoras cuando debatían problemas de las nuevas fronteras, y tenían consideración con los intereses nacionales y el futuro de otros pueblos, también víctimas de la guerra. Pero cuando se trataba del porvenir del pueblo judío, esa sensibilidad parecía congelada... o inexistente. La cuestión judía, por lo visto, no tenía bastante calibre histórico o envergadura política, como para distraer la mente y el tiempo de los vencedores. En esas reuniones la cuestión judía era un tema secundario, un estorbo, y el Holocausto una inoportuna “contrariedad”... ••• La Declaración Balfour (“home made”) fue enunciada por Inglaterra el 2 de noviembre de 1917, y en su contexto los ingleses prometieron que crearían en Palestina un hogar nacional para los judíos. Los hechos demostraron que la declaración resultó ser un trozo de papel sin valor práctico, un discurso hueco. ¡Fides púnica! Como se comprobó más tarde, sólo su fuerza moral y la lucha iban a permitirle al pueblo judío ejercer su derecho a la autodeterminación, recobrar la dignidad y convertirse en un pueblo soberano. Inmediatamente después de la guerra Natan Trainin percibió cuán próxima en el tiempo veía la patria para el pueblo judío, e intuía que la reivindicación histórica (del pueblo) se iba transformando en una realidad. El ideal, en apariencia irrealizable, plasmaba la idea como una posibilidad concreta e iba cobrando formas. El sueño de Sión se iba afirmando sobre los hercúleos pilares de los hechos... Nuevos tiempos se acercaban... Una generación judía, iconoclasta e idealista remontó bien alta la utopía de la autodeterminación nacional, y luego, como una aspiración de siglos, exigió construir una nación para el pueblo judío en la Palestina de sus ancestros... Es lo que Natan asimiló en las vigilias de esa curiosidad obstinada; siempre atento a los acontecimientos cotidianos, auscultando los indicios que anunciaban la inminencia del hecho histórico. La creación del Estado de Israel fue un evento único en la historia moderna, comparado con la suerte de otros pueblos de la antigüedad. Ningún grupo étnico, ninguna civilización antigua sobrevivió a la decadencia y la derrota. Ni los antiguos romanos ni la civilización 26 helénica, ni Asiria o Caldea, ni los fenicios o los cartagineses, ni la civilización egipcia. Italia, Grecia o el Egipto modernos son apenas resabios de pueblos antiguos que cayeron bajo el dominio de nuevas civilizaciones... El pueblo judío, disperso en todo el universo, conservó una integridad casi esotérica a pesar de la inquisición, los flagelos y las persecuciones, que, en último análisis, le permitió sobrevivir y retornar a la tierra de sus antepasados... Es imposible extenderse aquí en consideraciones acerca de los avatares del pueblo judío y las razones de su heterogeneidad, pero su retorno y la formación de un Estado nacional moderno, constituyeron un renacimiento histórico sin precedentes. ••• También la situación en la Argentina le preocupaba. Junto a sus amigos y compañeros Natan participó en los actos políticos y manifestaciones que reclamaban el retorno a la democracia. En realidad, era un absurdo exigir el “retorno”, porque antes del golpe militar en la Argentina no había “democracia” sino una “década infame”... Todos los jóvenes antifascistas, tocados por la varita de los ideales democráticos, exigieron a viva voz la instauración de la democracia parlamentaria mediante el llamado a elecciones, el respeto a las leyes y la vigencia de las instituciones propias de un país democrático... Esa fue una de las lecciones más importantes que dejaría la guerra provocada por la demencia totalitaria: reivindicar el papel de la democracia, del gobierno del pueblo a través de la elección de sus legítimos representantes. El 17 de Octubre de 1945 sucedió en la Argentina un hecho que se fue transformando en un tema polémico de importancia capital. Multitudes salieron a las calles reclamando la libertad del coronel Perón a quien consideraban su líder. En Córdoba hubo atentados contra sinagogas provocados por elementos nazionalistas, minúsculos grupos marginales que siempre, y en todo lugar, aprovechan las aguas revueltas en beneficio de sus intereses. Los estudiantes salieron el 18 de octubre a una huelga de protesta contra esos desmanes. Ocurrió entonces un hecho muy llamativo.... esa fue la primera vez, según recuerda Trainin, que los obreros y los sectores populares no apoyaron a los estudiantes. Ese episodio fue un hito muy importante de la historia argentina, y Natan quedó preocupado. Sería necesario ubicarse en el marco histórico-social de la época para entender esos fenómenos políticos, complejos y controvertidos. La “Marcha de los Descamisados” en octubre del 45, la figura de Eva Duarte, la consigna “Braden o Perón”, el triunfo del Partido Laborista 27 y un sector del otrora poderoso Partido Radical (UCR) enfrentaron y vencieron en las elecciones del 24 de febrero de 1946 a la Unión Democrática, conjunción de fuerzas políticas, desde la derecha conservadora hasta el Partido Comunista. La aparición del peronismo y el papel protagónico de las capas más pobres de la población, dividieron entonces a la sociedad argentina por una filosa transversal polémica. También la comunidad judía argentina jugó un papel en esa discusión, porque hubieron adhesiones hacia los dos bandos, a pesar de que acusaron a Perón de simpatizar con Mussolini. Si esto indica algo, es interesante recordar que también Zeev Jabotinsky, líder fundador del movimiento revisionista, tuvo simpatías hacia el “Duce”... y los desfiles de sus legionarios uniformados. La Argentina no volvería a ser la proveedora de trigo y carnes e importadora de productos manufacturados. Aunque ese futuro se diluyó, y los proyectos y las esperanzas no se cristalizaron según los sueños de quienes vislumbraron una nación moderna, el viejo modelo oligárquico, como tal, se quebró históricamente. El mundo de posguerra se caracterizaría por la “guerra fría” y la formación de dos grandes bloques rivales. No resulta fácil descifrar en un par de líneas qué ocurrió y qué cambió en la Argentina de esos años. De todos modos, y a pesar del paréntesis de la distancia y los años, Natan se interesa, aún hoy, por la verdadera historia del país en el cual nació... La inquietud política y social, y la participación de Natan en los acontecimientos, no afectaron la continuidad de sus estudios en la Universidad de Córdoba. Tan es así, que el 18 de enero de 1946, recién cumplidos sus 24 años, terminó la carrera de medicina con los más altos promedios. Tiempo antes, junto a otros compañeros, fundó el Ateneo Sionista Universitario. Sus dos amigos del alma, Rosenbaum y Talesnik, no fueron parte del acontecimiento porque no eran sionistas. Aunque Natan mantuvo inalterable su amistad con los dos, trabajó con ahínco en favor de sus ideas y el Ateneo Sionista se convirtió en Córdoba en una fuerza representativa. ••• Luego de recibirse, y nombrado médico interno por concurso, continuó trabajando en el hospital San Roque en la sala de cirugía del doctor Gabriel Oddone. Después de las dos o tres de la tarde los veteranos se iban a atender sus consultorios privados y los médicos jóvenes quedaban a cargo del hospital. Recibían a todos los enfermos y hacían una excelente práctica médica. Frecuentemente Trainin extrae de su memoria un episodio que le dejaría huellas profundas y traumáticas, influyendo decisivamente en sus futuras decisiones... 28 «En los albores del año 1946 –recuerda-, a pocos meses de mi graduación, ya en mi carácter de médico interno atendí a una criatura de cinco años que sufría de fiebre alta, postración y malestar general. En el examen clínico descubrí en su cuello un paquete linfático agrandado. Inmediatamente efectué una biopsia glandular. «Una semana más tarde, al comunicarle al padre el diagnóstico histopatológico que era, lamentablemente, de enfermedad de Hodgkin –en el lenguaje popular, cáncer de ganglios linfáticos- le confesé asimismo nuestra impotencia terapéutica para evitar el curso irremediable de la enfermedad. Al escuchar el malhadado pronóstico el desesperado progenitor cayó desvanecido en mis brazos...». Hoy, el caso no hubiera tenido ese amargo fin. Gracias al progreso de la medicina más del 90% de los casos de Hodgkin se curan totalmente, viven una vida normal, se casan y engendran hijos, gozan y sufren como el resto de los mortales. «Este cambio tan dramático en el destino del hombre –asegura Natan- como tantos otros que reflejan los actuales progresos del mundo, son el producto de la revolución científica y tecnológica que modifica nuestras existencias...» Natan vivía el dolor de los demás como propio: cuando algún ser humano era víctima de una enfermedad, o persecución, duelo, injusticia, o discriminación, Natan Trainin obraba según la máxima de Terencio: “Hombre soy y nada de lo humano me resulta ajeno”. Así ha actuado a lo largo de toda su vida. 29 7• La muchacha morocha, espigada y atrayente, sumida en sus pensamientos, alejada por un instante de la algarabía que la rodeaba, fijó la mirada en ese joven bien parecido, agradable, estudiante aventajado de medicina, rostro muy particular, ojos serenos con un brillo peculiar, a quien no conocía y sin embargo la había cautivado. Estela Adler (Chela) percibió al contemplar a ese joven una sensación que envolvía sus sentidos; la arrullaba una melodía dulce y extraña. Y en ese breve soliloquio Chela, segura de sí misma, decidió: «Éste será el compañero de mi vida». Aunque no imaginó entonces que ese sería un sentimiento compartido... Ello ocurrió en 1944. Tal vez el destino, el azar, la casualidad... o el “cálculo” generaron el encuentro. Natan cursaba el quinto año de medicina, y ella estaba por terminar la carrera de maestra. Chela iba a la casa de los Trainin para estudiar trigonometría y cosmografía con Zelda Aída, la hermana de Natan, que era profesora de matemáticas. La intención de Chela era dar la reválida y comenzar los estudios de medicina en la universidad. Y como quien no quiere la cosa... “inspeccionar” de cerca las andanzas del hermano menor de la profesora... Allí se despuntó la madeja de una historia que viene ovillándose desde hace cincuenta y cinco años. Una vez que Chela conoció a Natan tuvo la premonición de que éste tenía un futuro promisorio. Y ella se dispuso a ser parte activa en esa empresa, estimularlo, ponerle el hombro para que pudiera concretar sus aspiraciones y desarrollar su potencial. Todo eso exigía tiempo, oportunidad... Chela iba a desbrozarle el camino. ••• Los padres de Chela, Isaac y Flora (Pupa) Adler, nacieron en la Argentina. Ambos fueron muy singulares. Los abuelos paternos se habían radicado en 1905 en Los Toldos, una zona de la provincia de Buenos Aires poblada entonces por numerosos indígenas. El abuelo materno era un inmigrante llegado de Rusia, de oficio carpintero y muerto a una edad temprana. El matrimonio Adler vivió muchos años en la ciudad de Río Cuarto, una de las más importantes de la provincia de Córdoba y capital del departamento del mismo nombre. Allí nacieron y se criaron las tres hijas de Flora e Isaac Adler, hasta 1941, en que toda la familia se trasladó a Córdoba. Isaac Adler, criollo sin vueltas, que trabajó de telegrafista toda su vida, fue un genuino autodidacta, modesto, libertario, soñador y hombre sensible, lector incansable y dueño de una cultura cultivada desde muy joven. Cuenta Chela que su madre (la recuerda como una hermosa mujer, de allí el sobrenombre de Pupa) y su padre formaron una pareja conmovedora, cuyo amor recíproco creó un clima afectuoso y 30 solidario en el hogar de los Adler. Flora fue también una persona excepcional, partidaria de las ideas sionistas. Chela se enorgullece de la inteligencia y la capacidad natural de sus padres: «A pesar de no haber hecho estudios superiores, fueron personas cultas e informadas, nos dieron ese hogar en el que la cultura y el cariño ocupaban un lugar de privilegio... Quiero señalar que la relación de mis padres influyó mucho sobre nosotras tres (incluye a sus otras dos hermanas, Betty, que vive hasta hoy en Gaash, y Iehudit, que vivió en el kibutz Ramat Hashofet y falleció muy joven). Mis padres comían del mismo plato en una esquina de la mesa, se querían y respetaban. Me acuerdo que mi padre trabajaba de noche en el correo. Mi mamá no dormía hasta que él regresaba, y por las noches íbamos a la plaza de Río Cuarto -ciudad en la que vivíamos-, y papá nos saludaba desde la ventana del correo.». El alfabeto Morse, el código de rayas y puntos que atraviesa el espacio llevando y trayendo mensajes desde y hacia todos los puntos del globo terráqueo, y que hoy sucumbe víctima de la revolucionaria comunicación electrónica, fue la herramienta de trabajo usada por Isaac durante tantos años. «El morse me acompañó toda la vida –acota Chela-, porque también era parte de la vida de mi padre. Y en cuanto a mi madre, fue una mujer con una extraordinaria intuición psicológica. Quiero ponderarla por el gran talento y las múltiples actividades que desarrollaba. Tocaba el piano e incluso daba lecciones. Por las noches tejía, cosía y dibujaba (tomaba lecciones por correspondencia...). Me siento muy orgullosa de los padres que tuve...». Flora Adler colaboraba con entusiasmo en la WIZO de Córdoba. En esta ciudad hay un centro que lleva su nombre como homenaje a sus actividades en beneficio de la institución. Isaac Adler trabajó duramente para sostener a la familia, por lo cual, amén de su empleo en el correo, llevaba la contabilidad en el negocio de un cuñado. En esos años Chela. y su hermana Betty fueron fundadoras del “Hashomer Hatzair”de Córdoba. Eran sionistas convencidas, luchadoras apasionadas que aguardaban impacientes el momento propicio para viajar a Palestina. ••• Chela y Natan comenzaron a salir juntos siendo miembros de un coro y frecuentaban las funciones del teatro Rivera Indarte. Congeniaron enseguida y el amor les puso su cálida rúbrica. Chela comenzó a frecuentar el hogar de los Trainin y le llamó la atención la cultura y el apego al judaísmo tradicional que tenía la familia, muy unida y aferrada a la práctica europea del judaísmo. Pero no eran sionistas, a diferencia de los Adler, cuya aspiración era, como se vió, la existencia de una futura patria sionista. El primer “seder”* de su vida, Chela lo pasó en el hogar de Natan, cuando ya habían resuelto ser novios... Ese noviazgo formal no fue 31 tan rápido pero la “prometida secreta” cautivó el corazón de los Trainin, en especial de Raquel, la madre, quien la recibió con mucho cariño. En esa época el maestro Guerberof y el director de orquesta Teodoro Fuchs habían llegado a Córdoba como refugiados de la guerra europea. La presencia de esas personalidades del arte musical fueron acogidas dignamente por los melómanos locales. En aquellas maravillosas veladas brindadas por los maestros, disfrutaron juntos la majestuosidad y el mensaje espiritual de la música sinfónica intercambiando las ternuras liminares del largo romance que han vivido Chela y Natan desde aquellos días, en aquel proscenio de cultura, música, arte y amor. Las ideas sionistas de Estela y Natalio ahondaron la relación amorosa sellando sus vidas para siempre. El ideal les dio a los dos el dinamismo, la meta espiritual e ideológica, y la oportunidad de ser protagonistas de un desafío: edificar un nuevo Estado para el antiguo pueblo que reclamaba el esfuerzo de jóvenes gladiadores, constructores y trabajadores dispuestos a convertir la esperanza en historia. Imaginación y pasado, realidad y presente. Chela y Natan, ya se verá, iban a ofrendar su porvenir a esa causa... * Nombre de la celebración festiva durante la noche de la Pascua judía. Los dos tenían muchos puntos en común: hijos de familias cultas y sencillas, unidas por la calidez, la solidaridad y el cariño que se profesaban padres e hijos. Y el estudio, que siempre ocupó un sitio de privilegio entre los miembros de las familias Adler y Trainin. Chela, sin ninguna duda, ha jugado un papel decisivo en la vida de Natan... No se concibe a uno sin la presencia del otro. Hasta hoy, ambos se complementan en la armonía de la diversidad, en las alternativas de la vida en común que ha recreado, y recrea, momentos felices, contratiempos, desilusiones y lucha permanente para seguir adelante. «Estoy segura que somos una gran pareja: sé que los dos pensamos de este modo», comenta hoy Chela. Y no se equivoca, naturalmente... 32 8• Natan continuó acumulando experiencia en el campo de la cirugía. Y en el de la política. En 1946 apareció una declaración titulada “Democracia efectiva y solidaridad americana”, que firmaron profesores de todas las cátedras universitarias del país. Quienes rubricaron el manifiesto fueron dejados cesantes, pero en aquellos días Natan convalecía de la fiebre tifoidea contagiada cuando atendía a sus enfermos. Por lo mismo no pudo participar activamente, pero se solidarizó con los cesantes y apenas repuesto de su enfermedad renunció a su trabajo en el hospital San Roque. Las autoridades del nosocomio no se la aceptaron y lo dejaron cesante... Así, pues, engrosó las filas de sus colegas... El escándalo que despertó la mencionada declaración fue un tema polémico muy debatido y tuvo íntima relación con los sucesos políticos, económicos, sociales y militares acaecidos luego del golpe de Estado del 4 de junio de 1943, y en particular después del 17 de Octubre de 1945, porque toda la sociedad civil en la Argentina fue sacudida hasta los cimientos por esos episodios, eslabones de una larga cadena de acontecimientos que transformarían al mundo en los próximos cincuenta años. ••• A fines de 1946, cesante y con una carta de recomendación del profesor Vicente Bertola, director del Servicio de Cirugía del Hospital San Roque y discípulo del profesor Ricardo Finochietto, se trasladó a Buenos Aires. Llegó a la Capital y se entrevistó en el hospital Rawson con Finochietto a quien le dio la carta del profesor Bertola. Finochietto le causó una excelente impresión. «Era una personalidad carismática –dice-.Tenía una cara particular, nariz aguileña, ojos pequeños y muy penetrantes, como un escalpelo.». El profesor Finochietto fue uno de los más reconocidos cirujanos argentinos, de los primeros que dividieron la cirugía general en ramas. Trabajaban con él cirujanos especializados en ortopedia, cirugía vascular, o abdominal, según la escuela europea. Ricardo Finochietto leyó la carta y le preguntó a qué especialidad quirúrgica prefería dedicarse: «Le expresé mi intención de trabajar en neurocirugía, que a partir de 1930 había tenido un importante auge.». Lo derivó entonces al profesor Germán Dickman... Trainin era un médico joven, pero la recomendación del profesor Bertola le abrió las puertas de la neurocirugía. Es indudable que los agudos ojos de Finochietto previeron el futuro de ese Natalio Trainin recién llegado de Córdoba, con la tímida sonrisa y sus límpidos ojos. El veterano profesor debió advertir en el joven médico una voluntad y una fuerza capaces de guiarlo hacia otros niveles de la profesión... 33 Inició su tarea de neurocirujano en el hospital Rawson, trabajando diariamente hasta las dos o tres de la tarde. Simón Trainin, que había llegado a Buenos Aires en 1944, instaló su consultorio y comenzó a atender a sus pacientes con métodos naturistas mediante hierbas, vitaminas y otras terapias adecuadas para esa especialidad de la medicina. Después de su labor en el Rawson Natan iba al consultorio de Simón y trabajaba allí hasta las seis de la tarde. ••• Chela Adler, mientras tanto, empezó a estudiar medicina en Córdoba. Cuando Natan fue dejado cesante en el Hospital San Roque y partió hacia Buenos Aires a principios de 1947, «...yo tomé la gran decisión de mi vida –recuerda Chela-, y me fuí detrás de Natan... sin nada... Mi mamá no se opuso y recalé en Buenos Aires». Se alojó en la casa de sus primas, ya casadas, que le proporcionaron vivienda y comida. Pero no tenía dinero... Chela, entonces, con el entusiasmo que fue la clave de su vida, comenzó a dar lecciones particulares a alumnos necesitados de apoyo Así pudo mantenerse. Y estar cerca de Natalio. En esa etapa de su vida Chela conoció a la renombrada psicóloga Telma Reca, con la que colaboró ad honorem. Chela y Natan ganaban muy poco; pero entonces Telma recibió una beca de los Estados Unidos para escribir un trabajo sobre su especialidad. La tomó a Chela y a otros tres colaboradores a fin de que reuniesen material sobre los niños que trataba. Se quedó en Buenos Aires, cerca de Natan, con quien compartió la actividad política sionista y muchos momentos dichosos. ••• Dedicado a la neurocirugía durante todo el año 1947, las experiencias llevaron a Natan a ciertas conclusiones. En efecto, comprobó que la cirugía craneana estaba muy limitada cuando se trataba de tumores malignos. De 66 pacientes operados en el transcurso de ese año, sólo uno quedó con vida: era un paciente con un tumor benigno. El resto, lamentablemente, siguió su marcha inexorable hacia la muerte. Comenzó a cuestionar su labor, sin tener en claro todavía sus futuros pasos... Una mañana, caminando en dirección al Departamento de Neurocirugía del Rawson recordó su última intervención quirúrgica: se trataba de un paciente de menos de cuarenta años cuyo tumor estaba ubicado en la órbita del ojo. El resultado de la operación fue desconsolador... El paciente falleció a los pocos días. Esta vivencia fue decisiva para Trainin, pues lo hizo renunciar a la práctica de la neurocirugía... Natan se marchó del hospital dejando atrás su carrera en el quirófano... Su pragmatismo le hizo comprender que era indispensable llegar a un nivel más profundo del conocimiento, 34 descubrir los factores que producían los tumores y tratar de inhibir su desarrollo. Para Trainin la neurocirugía fue como un meteorito que de pronto se opacó, cambió de rumbo y se extravió en el vacío cósmico... Él debía explorar una nueva galaxia. Vivía angustiado por las limitaciones de la especialidad en esos años, porque aún balbuceaba. Su experiencia como neurocirujano lo condujo a nuevas preguntas y decidió encarar la cuestión desde otra óptica. Entonces tomó una resolución que cambiaría el rumbo de su vida: se iba a consagrar a la investigación del orígen de los tumores malignos... Su decisión no fue un impulso fortuito, sino un signo de madurez. Para Natan no era una deserción sino el final de una etapa, en ese entonces inviable, para el tratamiento de tumores malignos. Decidió dejar el quirófano y la mesa de operaciones, el trajinar de las intervenciones quirúrgicas rodeado de ayudantes e instrumentos, y recluirse en la soledad monacal del laboratorio, observando a través de las lentes del microscopio los prodigios de la microbiología y la danza letal de las células tumorales. La curiosidad y el espíritu de investigador fueron en Natan Trainin como un “alter ego” curioso, que lo acompañaría toda la vida. No temió el cambio, porque fue una decisión suya, meditada largamente, en la que no había arrepentimiento sino comprensión... Cuestionaba la muerte implacable que veía frecuentemente en el quirófano: quería consagrarse a recuperar la vida de pacientes condenados por esa enfermedad maligna... Creyó. Creyó con fe, con tremenda voluntad, en el camino que emprendía. Como el ejercicio de un sacerdocio... ••• El profesor Pío del Río Ortega, discípulo del gran histólogo español Santiago Ramón y Cajal (premio Nobel de Medicina en 1906), abandonó España, a causa de la guerra civil, como tantos de sus compatriotas, y se radicó en Buenos Aires. También él fue un gran investigador y, entre otros, tuvo por discípulo al doctor Moisés Polak, un hombre inteligente y brillante que desarrollaba su actividad científica en el antiguo Hospital Fiorito de la ciudad Avellaneda, vecina a Buenos Aires. Entre otros importantes logros, Pío del Río Ortega y Polak desarrollaron una técnica de tinción especial, que permitía ver procesos patológicos del sistema nervioso y percibir detalles (con una precisión inigualable hasta entonces) que con otras técnicas era imposible. Natan sabía por referencias que el doctor Moisés Polak trabajaba en el Hospital Fiorito como jefe del Departamento de Histopatología del sistema nervioso. Se comunicó con el doctor Polak, le expuso sus 35 inquietudes y el anhelo de trabajar en la investigación. Tuvieron varios encuentros, en los que cada uno exponía su punto de vista – generalmente coincidían- hasta que Polak se convenció que en Natan había condiciones relevantes para la investigación, y de allí surgió la propuesta de incorporarse al laboratorio del Fiorito. Orientado por Polak, Natan inició en el año 1948 sus tareas de investigación de la anatomía patológica de los tumores. Pertrechado con el microscopio estudió la diferencia entre los tejidos normales y los tejidos tumorales. Fue un año importante para su futuro: era la etapa del aprendizaje, del conocimiento básico. Allí en el Fiorito Natan Trainin templaría sus primeras espadas en la lucha contra el cáncer... Moisés Polak pertenecía a esa estirpe -hoy casi desaparecida-, de hombres de ciencia desinteresados, solícitos, capaces de prestar ayuda sin reservas. El doctor Polak estuvo en Israel, años más tarde, invitado por el Hospital Hadasa de Jerusalén. Entre Trainin y Polak se generó una gratificante amistad. Natan mantuvo con él largas conversaciones sobre temas políticos, sociales y filosóficos. Polak había sido comunista, pero luego de su estadía en Israel modificó algunos de sus puntos de vista sobre el país y la “aliá”. De todas maneras, el doctor Moisés Polak retornó a la Argentina y trabajó en la investigación hasta su último día. En 1978, cuando debían celebrarse en Buenos Aires las sesiones del Congreso Mundial contra el Cáncer, Polak le sugirió a Natan no participar... «No les dés el gusto», le escribió en una breve notita: era la época de la sangrienta dictadura militar. Pese al corto tiempo en que trabajaron juntos, cultivaron una sincera amistad, que se prolongó hasta la muerte del Profesor Polak. «Fue uno de los líderes en el campo de la patología del sistema nervioso.», concluye Natan. 36 9• Luego de finalizar sus tareas cotidianas, Natan desarrollaba una intensa militancia que lo fue convirtiendo en un reconocido dirigente en los ámbitos sionistas. Con otros compañeros fundó el partido “Hashomer Hatzair” (“El Joven Guardia”), un movimiento sionista socialista que ejerció gran influencia sobre los jóvenes judíos argentinos. El movimiento fue creado en Viena en 1916 por un pequeño grupo de jóvenes intelectuales judíos durante la primera gran guerra del siglo XX. El Hashomer Hatzair se desarrolló con celeridad en toda la Europa oriental. Tenía como meta principal hallar una solución definitiva para el futuro nacional y social del pueblo judío en tierra palestina, entonces bajo mandato turco. Gozaba de enorme prestigio e influencia entre la intelectualidad judía europea y esa autoridad se fue ampliando a otros lugares del mundo. La Argentina fue uno de los países en que el movimiento tuvo numerosos adeptos activos. Muchos de éstos hicieron su “aliá” a Israel y se incorporaron a los kibutzim del Kibutz Artzí, convirtiéndose en los próceres anónimos que desde el kibutz construyeron, desarrollaron, justificaron y defendieron el Estado de Israel... Soldados, comandantes y aviadores surgidos de la juventud kibutziana nutrieron las filas del ejército y muchos de ellos cayeron en aras de sus ideales sionistas socialistas... Como político, Natan no era un conformista. Por la lucidez con que analizaba los hechos políticos llegó a conclusiones que fueron para él cuestiones de principios. Esa claridad lo llevó a ser un dirigente y, más tarde, materializar su viaje a Israel, dar el ejemplo, ser el modelo del judío de la diáspora que pone fin al exilio histórico... Los “Jovenes Guardias” de la Argentina que habían izado la bandera de los creadores del movimiento, de los militantes caídos en los ghettos y en los combates de los “partizanos” contra el nazismo, debían preparar a la gente joven para viajar a Israel y participar en las tareas de construcción, colonización y defensa del nuevo país. Fundaron el periódico “Nueva Sión” en 1948, que tendría mucho predicamento e influencia entre la gente más joven, y luego Natan Trainin se incorporó al secretariado del partido, junto a Nissim Elnecavé y León Pérez. Polemizaron con la derecha sionista, porque querían que Israel fuera un país distinto para el pueblo judío, un país laborioso de trabajadores industriales, agrícolas, intelectuales, científicos; un país moderno que diera albergue a los judíos de todo el mundo; un país que debía construirse desde sus bases; un país y un pueblo que tuvieran altos valores humanísticos; un pueblo dueño de una ética y una moral que sirvieran de ejemplo para el resto del mundo. 37 Combatieron contra el antisionismo del Partido Comunista, cuyo sectarismo e intransigencia “principista” les hacía perder de vista la perspectiva histórica inmediata: el sionismo socialista ya transitaba por las rutas de la historia, era una fuerza y una necesidad. En Palestina existían los kibutzim, semillas de una sociedad que se consolidaría en los primeros años de la creación del Estado de Israel, aunque luego su fuerza y su mensaje perderían el vigor inicial. Trainin recuerda a uno de los dirigentes comunistas de aquellos años, a quien apreciaba bastante, Teodoro Kantor, y a otros dirigentes de la sección judía del partido con los que tenía excelentes relaciones. A pesar de eso, se manejó con precaución manteniendo siempre su independencia de criterio. Después de muchos años Natan se encontró con Kantor que, desengañado, se había adherido a la causa sionista. «Tuve oportunidad de conocer a mucha otra gente que eligió igual camino.». Trainin pensaba que la idea de la redención social de los judíos mediante la participación en partidos socialistas locales, no favorecía a los intereses del pueblo judío. «Yo estaba en desacuerdo con los comunistas judíos, con los “poaleitzión” de izquierda, los territorialistas y los bundistas. Desde mi punto de vista, el Holocausto no respetó al judío, fuera burgués u obrero, socialista, comunista, o un hombre común: sencillamente, fueron perseguidos por ser judíos. No importaba el estrato al que pertenecían: todos tenían el triste privilegio de ser enviados al crematorio. Concluí, pues, que el sionismo socialista era una posibilidad concreta que llevaría a la redención social y nacional de los judíos. En esa época tenía el convencimiento de que el Keren Kaymet Leisrael y el Keren Hayesod (fondos para la compra de tierras y la colonización en Palestina) eran instrumentos de liberación del pueblo judío. Estaba persuadido que las tierras en la planicie, en la alta y la baja Galilea, en la hondonada y en la llanura central en Israel, fueron adquiridas, no robadas. “¡Qué maravilla!”, me dije... Es una posibilidad de redención social y humana sin causar daños a nadie. Luego comprobé que no era exactamente así.». En ese contexto de ideas Natan evaluaba las repercusiones del fracaso de Birobiyan. Allí vivían alrededor de sesenta mil judíos en una desoladora pobreza y primitivismo. Todo tenía un signo de precariedad. En realidad, esa región de la extinta URSS no era demasiado diferente del resto de la periferia del imperio estalinista. La frustración del proceso socialista en la Unión Soviética fue un duro revés, una desilusión cuyas causas, entonces, no se conocían hasta los últimos detalles. 38 La grosera y cínica violación de los derechos del hombre, el menosprecio por los valores elementales de la vida, el descubrimiento de la trágica odisea de los escritores Itzjak Bábel y Osip Mandelshtam durante el período de los “Procesos de Moscú”, en 1936 y 1937, en el que fueron condenados judíos, comunistas o no, exhibieron una imagen socialista saturada de sangre, terror y teocracia que pusieron en duda la cordura del régimen soviético como supuesta panacea redentora de los pueblos. El “affaire” de los médicos judíos, el asesinato en Minsk del autor de obras teatrales y director del teatro en idish de Moscú, Salomón Mijael Emiliovich; la persecución y la muerte de grandes escritores judíos como David Berguelson, “Itzik Fefer”o Peretz Markish Davidovich fue otra secuela del proceso degenerativo e irreversible que aquejaba a la revolución rusa. Como una pústula maligna de este siglo XX signado por totalitarismos y barbarie. Stalin y sus epígonos ocultaron esos crímenes durante un largo período. Sólo aquellos que de un modo u otro remontaron la bandera de la utopía humanista pueden comprender la magnitud del fracaso, el descalabro de la causa, el sentimiento de pérdida y la aflicción causada por ese extravío del ideal entre las brumas de la historia. ••• Sus experiencias personales como médico lo llevaron a ser partidario de la experiencia socialista basada en la “sociedad kibutziana”. Tenía por modelo a la medicina social que imperaba en Palestina, la Caja de Enfermos (Kupat Jolim), fundada en 1927 por la central de los trabajadores, la Histadrut, que tenía la característica de un seguro de salud para toda la población. El enfoque social del problema de la salud fue también otro factor que vigorizó sus ideas. Natan valoraba el seguro social que iba a brindar atención médica en el futuro Estado a toda la población, como parte integral de la solución histórica para la cuestión judía: un Estado judío + justicia social. En ese sentido fue para él muy ilustrativa la etapa en que trabajó como practicante, y luego como médico cirujano, en el hospital San Roque: «Con algunos amigos abrimos consultorios en nuestra época de estudiantes, e incluso luego de recibidos, para atender a la gente pobre. A los pacientes les dábamos muestras gratis y todos los medicamentos que podíamos obtener. Fue para mí una experiencia muy útil.»... Valora mucho el ejemplo de su hermano Simón, a quien recuerda como un ser altruista, que se condolía de los pacientes pobres y les daba dinero para que comprasen sus medicamentos. Al finalizar sus estudios Trainin abrió un pequeño consultorio privado cuyas entradas le permitían ayudar a sus padres, retribuirles 39 lo que ellos habían hecho por los hijos. No podía pagarle a una secretaria, y los enfermos debían abonarle la visita: «¿Cómo es posible –se preguntaba- que la medicina, que los médicos, que deben estar al servicio de sus semejantes, tengan con los pacientes una relación basada en la retribución monetaria?». En el actual mundo globalizado, tecnócrata y deshumanizado, esta pregunta sonaría ingenua y ridícula, pero eso hizo sentir muy desdichado al solidario Natan Trainin. A pesar del nivel sofisticado que alcanzó la ciencia, los aparatos complicados, la medicina electrónica, digital y computerizada, el ultrasound y el CT..., y sobre todo en una época en que una parte de los médicos ha convertido el juramento hipocrático -de Hipócrates, el padre de la medicina (460-357 a. de C.)- en una especie de compromiso hipocresiático –del griego, hipocrisía-, Natan no ha cambiado ni un ápice, pues continúa opinando que el médico debe ser un hombre altruista y no un mercader... Le cuesta aceptar que la medicina y la farmacología de esta graciosa “posmodernidad” sean ramas integradas al mercado de la libre competencia, en que la ganancia es la primera prioridad y curar al hombre una alternativa secundaria. En la sociedad de la abundancia y la opulencia arrastra su existencia esa mayoría silenciosa, la gran olvidada, relegada, despreciada y excluida, que padece las consecuencias de la “modernización”, de la implacable revolución tecnológica que ha desahumanizado las relaciones entre los hombres y ha convertido el dinero y la riqueza en un alto valor ético, en la magnitud que mide la importancia de cada persona en relación a sus semejantes. Natan observa preocupado este presente, tan distinto a los tiempos en que el altruismo y el desinterés todavía tenían algún sentido. 40 10 • «La creación del Estado de Israel –acota hoy Natan- fue un acontecimiento trascendental para el pueblo judío y para mí. Veía en Israel la solución auténtica a la cuestión judía: el nuevo Estado representaba una respuesta al Holocausto, abría la posibilidad de crear una sociedad en la que todos sus integrantes tuvieran los mismos derechos... Comprendo que mi posición en aquellos años fue demasiado romántica, pero yo no era un sionista recolector de fondos: veía en Israel el porvenir del pueblo judío. Entendí mi futuro como el de alguien que participa en la construcción de un país nuevo, como un desafío que yo no podía rechazar.». En mayo de 1948 David Ben Gurión anunció al mundo la creación del Estado de Israel. Cuando se declaró la independencia comenzó la guerra; Chela y Natan entendieron que era el momento de viajar a Israel. Chela hizo un curso de enfermería, pero las cosas no iban a ser tan sencillas... A las dos familias no las entusiasmó la posibilidad de la separación. Betty, la hermana de Chela, se había casado con Drori –que tenía pasaporte de Palestina- en enero de 1948, y se fue a Israel. Asentada provisoriamente en el kibutz Maabarot, hizo su entrenamiento como colonizadora para fundar luego con su grupo el kibutz Gaash... Los Adler, particularmente Flora, se afligieron mucho con el viaje de Betty. A pesar de los sentimientos sionistas de la madre, la ausencia de los hijos la inundaba de angustia... Enterarse que también Chela proyectaba partir, la acongojó mucho más. También los padres de Natan estaban consternados porque el hijo había decidido partir a Israel. Raquel, la madre, estaba enferma y la novedad no le sirvió de consuelo. Pero tanto Natan como Chela estaban resueltos a viajar. En todos los hogares judíos, pero sobre todo entre las familias que vivían tan lejos de Israel, como las de Argentina, la partida de los pioneros hacia su destino generó una situación dramática... ••• Con el sueldo que recibía Chela por sus trabajos con Telma Reca, y parte de lo que ganaba Natan como médico, pudieron casarse. A partir de allí tuvieron mayor libertad de acción... Alquilaron, en sociedad con una tía de Chela, una modesta vivienda aunque no habían renunciado a la idea de emigrar a Israel. Al poco tiempo Chela quedó embarazada. Por común acuerdo los dos decidieron que el futuro vástago debía nacer en Israel... Había llegado la hora de dar el gran paso... Un judío idealista, Nicolás Goldberg, dirigente de la comunidad judía cordobesa, recaudó fondos para que Chela y Natan pudieran viajar. El 16 de febrero de 1949 embarcaron hacia Israel. Se 41 aprestaban a materializar el sueño de sus vidas, participar de los esfuerzos por edificar un Estado judío laico, solidario y justo, un Estado socialista en la tierra del nuevo Estado. Chela y Natan tenían la intención de ensamblar las imágenes oníricas del pasado con la realidad; consumar la aspiración de que los judíos de la diáspora se refugiaran en la cobija cálida del Estado de Israel. La utopía nebulosa, soñada entre lágrimas y el acoso de siglos, era ese país joven. Ansiaban ser protagonistas de ese acontecimiento, porque era un desafío para los que construían lo imposible; transformaban, educaban; y defendían su tierra con ese ejército formado sobre la marcha, creando una generación judía de nuevo tipo. Partieron de Buenos Aires en el “Sebastián Caboto”, un barco italiano que a veces se “mecía” con insinuante cólera, según el Estado de ánimo del océano... Viajaron en tercera clase, en bodegas separadas. Chela solía alimentarse con las nueces que le había regalado Simón, el cuñado, como una magnífica fuente de proteínas para el futuro vástago. Llegaron a Nápoles, pasearon por sus calles con los compañeros del garin del Hashomer Hatzair. El grupo visitó diversos lugares, incluido el Vesubio; conocieron Roma, admiraron las antiguas ruinas, los monumentos y lugares históricos. Luego abordaron el buque que los llevaría a Tel Aviv: Este último tramo de la travesía fue espectacularmente “movido”... Se trataba de un barquichuelo horrible y anticuado. Los viajeros parecían protagonizar un ballet diabólico, danzando en los estrechos pasillos de la bodega y las cubiertas. En esa cáscara de nuez les servían el té –recuerda Natan- en aquellas pintorescas y anticuadas regaderas de latón... En el mismo barco viajaba un grupo de judíos húngaros sobreviviente del holocausto. Para Natan y Chela ese encuentro tuvo unas implicancias muy especiales. Ellos iban en busca de un sueño nacional que se integraría con fragmentos humanos dispersos, culturas diferentes, gente con la que no habían tenido vivencias comunes... Judíos de Europa central y oriental, ashkenazis y sefardíes, españoles, búlgaros y turcos, iraquíes, persas y norafricanos: idiomas y tradiciones diferentes, características físicas disímiles. En Israel iban a conocer esa diáspora que vivió disgregada por todo el planeta, formada por grupos heterogéneos y cerrados, que se intentaría amalgamar en el futuro. ••• Arribaron a Tel Aviv el viernes 18 de marzo de 1949, a la hora de la puesta del sol... Las olas del mar Mediterráneo se veían agitadas. 42 El sol era como una corola escarlata cuyos pétalos solares daban la bienvenida a los exhaustos pasajeros... Fue entonces que recibieron la primera lección de “instrucción cívica” en Israel: el significado del “statu quo” entre el poder civil y el poder religioso. En una palabra: no les permitieron desembarcar para no violar la santidad sabática... Luego de arduas negociaciones pudieron bajar del barco en pequeños botes y pisaron la tierra de Sión, rendidos por la travesía pero con el fuego interior avivado por esa brisa sabulosa y desaliñada que les dio una solidaria bienvenida... Como una mano tendida, cálida y radiante... Como dos hermanos confundidos en un abrazo de ensueños, perdidos alguna vez y de pronto recobrados. Para Chela, Natan y el resto de los nuevos emigrantes fueron instantes grabados en el corazón y conservados, intactos, como la primera carta de amor, o el beso adolescente robado en un rapto incontenible de ternura. Se sentían enormemente dichosos. Estaban en Israel. Por fin. Mientras tanto, en el cielo que cubría a Tel Aviv el óvalo rosado del crepúsculo se iba confundiendo con las primeras sombras. Parecía una mantilla desdoblada de colores diáfanos, extraños y alegres, mientras sombras plisadas acechaban impacientes la cerrada tiniebla de la noche. En el desembarcadero los esperaba Betty, la hermana de Chela, y Drori, el esposo. El reencuentro los conmovió. Esa noche, luego de la frugal y dulce ración de jalva, se fueron a dormir en tiendas de campaña. Cansados, iban a disfrutar su primera noche en Israel... Entonces se “anunciaron” los chacales.... Nunca antes habían oído su gruñido peculiar. En aquellos años era algo muy común en Israel; sus aullidos parecían sollozos de criaturas. Chela estaba angustiada porque le parecía que era, realmente, el llanto inconsolable de niños pequeños. Chela y Natan ya transitaban sobre el presente: habían dejado los últimos rastros de la diáspora en el viejo barco que los trajo desde Italia. Pronto iban a conocer al abanico étnico de la golá, a los olim llegados de todo el mundo para confundirse en la empresa común: Eretz Israel. Fueron los años afiebrados de la edificación, la formación de “Tzahal” (siglas del «Ejército para la Defensa de Israel»). Había que absorber millares de nuevos inmigrantes, aprender a gobernar, poblar, administrar, construir y defender... ¡Fundar una nación: la primera nación del pueblo judío! Se había firmado la segunda tregua de la Guerra de Liberación y habían comenzado las negociaciones para establecer la paz. Medio siglo ha transcurrido desde la creación del Estado de Israel, y la paz 43 sigue siendo una esperanza, una promesa, una necesidad, una incógnita, un cruento y extenuante signo de pregunta, un objetivo anhelado por la mayor parte del pueblo israelí. Mientras tanto, la Argentina, Córdoba, los padres, los amigos, el pasado, se extraviaban en la euforia de las horas liminares en la tierra prometida. Chela y Natan no iban a olvidar, empero, las otras raíces, sus antiguas amistades, ese tiempo que comenzaba a ser recuerdo, nostalgia, ayer... 44 11 • A los dos días llegaron a Maabarot, un antiguo kibutz ubicado entre la vieja ruta a Haifa y el Mediterráneo, cercano a Natania y Hedera. Todo allí era distinto, novedoso: el kibutz de los cuadernillos y las fotografías en blanco y negro, los relatos de los pioneros y combatientes, las leyendas y los sueños, los hombres y mujeres vestidos de pantalocitos cortos de loneta, las gorras y pañuelos sobre las jóvenes cabezas para protegerse de los rayos de sol, ardientes y empecinados... Allí estaba el kibutz antológico que iba a cambiar –pensaban- la fisonomía del judío de la diáspora. Los ojos de Chela y Natan, admirados, contemplaban con placer esas imágenes que se imbricaban como planos superpuestos de fantasía y realidad... Quien haya vivido en un kibutz no olvida las límpidas auroras, las gotas de rocío refulgiendo sobre el césped, como un bonito tapiz verde. O los arrullos aburridos de palomos enamorados mientras tímidas brisas revolotean alegremente anunciando la inminencia del nuevo día... Maabarot fue para los Trainin el Israel que soñaron. El fruto de un desafío imaginado. Y el lugar de entrenamiento donde se organizaba el grupo de jalutzim (pioneros) que iba a asentarse y colonizar el nuevo kibutz, Gaash, en el que aún hoy sigue viviendo Betty, la hermana de Chela. Los compañeros de Maabarot se sintieron honrados y satisfechos de que un joven médico y su esposa se hubieran incorporado al kibutz. Aunque el embarazo de Chela trajo algunos problemas... Era un período en que el trabajo y la seguridad atentaban contra el natural anhelo de procrear hijos. Las compañeras que debían ser responsables del cuidado y la educación de los niños estaban ocupadas en las tareas de construcción y defensa... Chela y Natan arribaron en los tiempos del peligro y la lucha... La precariedad de la mano de obra disponible en los kibutzim, la gran cantidad de tareas, el conflicto con los palestinos y los países árabes, convertían a los compañeros en trabajadores, agricultores y soldados, con el fusil siempre presto para enfrentar los riesgos. Natan, conmovido, resume las que fueron sus primeras impresiones: «Cuando llegué a Israel fuí recibido por la gente con calidez, con mucho respeto. Trabajé durante un año en el campo (aunque confieso que me costó acostumbrarme a las labores agrícolas). Me encantaban los amaneceres, la naturaleza, el canto de los pájaros, la música del viento, el verde de los prados, los árboles. Fue, si se quiere, una visión romántica pero me causó una sensación profunda y agradable. Descubrí una vena oculta de mi personalidad, 45 porque el hombre de la ciudad no sabe apreciar la belleza de la naturaleza. Trabajé con entusiasmo y ese período lo recuerdo con mucho afecto». En 1950, un año después, debido a la carencia de médicos debió retomar el ejercicio de su profesión. Ello le generó un dilema de consciencia, pero Natan comprendió los hechos. A raíz de este problema, aprovecha para acotar: «Las fronteras de Israel fueron establecidas por la colonización... Los fanáticos religiosos hablan del reino de David, del reino de Shlomo, del reino de Canaán, pero sabemos muy bien qué significó la colonización a lo largo y a lo ancho de Israel. «Donde llegó la colonización surgió la vida y se desarrolló la atención médica. Más que la educación, allí donde se abrió un consultorio del “kupat jolim” (caja de enfermos), ahí llegó el país real, de carne y alma»... Vivió intensamente la vida del país y como médico tuvo la satisfacción de cumplir con un servicio social de trascendencia... Como había anhelado en sus insomnios de la diáspora. ••• Chela, en cambio, tuvo en Maabarot una experiencia más dura, mucho menos atractiva. Realizaba sus tareas en el depósito de ropa donde tenía que planchar durante muchas horas. Cantidad de compañeras de los kibutzim trabajaban en el campo y cumplían las mismas rudas tareas que los hombres. Las que no podían incorporarse al trabajo agrícola se ocupaban de los servicios: cocina, lavandería, depósito de ropa y otras tareas afines... A los pocos meses Chela dio a luz la primera hija del matrimonio Trainin , Galia, en el hospital de Hedera... Israelí, “tzabre”, como habían resuelto en la Argentina. El período de lactancia fue una prueba severa para la flamante madre...La casa de los bebés estaba muy alejada del jeder (casa habitación) de la familia. Para amamantar a su hija, Chela tenía que atravesar en mitad de la noche un campo plantado con árboles cítricos y cruzar todo el kibutz, en una época en que aún había merodeadores palestinos. La vida de Chela no fue una jauja: pero jamás se quejó y siempre enfrentó con entereza las adversidades, a pesar de sus temores y angustias. La experiencia de Maabarot iba a quedar atrás, cincelada en el cuaderno de bitácora de Chela y Natan. ••• Los Trainin descubrieron en la temprana odisea del amanecer, que “febo asoma” cada madrugada y desaparece en los atardeceres de ese horizonte de colores mutantes... Como una cualidad inherente y misteriosa del kibutz Maabarot. O un milagro, tal vez, que unía la belleza del marco y la sensibilidad del hombre en ese insólito arco iris imaginario, porfiadamente soberbio. 46 «Éramos jóvenes, llenos de ilusiones y esperanzas... Fueron días maravillosos los vividos el primer año en Maabarot, allí, en sus espacios verdes y los campos sembrados del kibutz, aunque las experiencias de Chela y las mías –explica Natan- fueran tan distintas.». Ambos recuerdan con mucho afecto a Eliahu Daniel, arquetipo de la sociedad del futuro, quien atesoraba valores culturales, morales, y conocimientos profesionales de un nivel nada común. Entregado totalmente a su tarea jalutziana, Natan fue miembro del secretariado del garín (en hebreo, semilla), nombre que se da a los grupos de entrenamiento destinados a asentarse en determinado lugar, en este caso el kibutz. Chela, Natan y la pequeña Galia, formaron parte del grupo de colonizadores que en el año 1951 fundó el kibutz Gaash. Vivían al principio en casas con paredes de lata, sin piso y sin corriente eléctrica, adaptándose a las reglas de la colonización. Los Trainin emprendieron la vida en Israel según sus normas: no vinieron para exigir privilegios o prebendas, sino para participar en el gran desafío del sionismo socialista. Allí todo debía ser esfuerzo físico, sudor, aplicar toda la capacidad sabiendo que no habría retribución o recompensas materiales. Natan era médico, Chela maestra, pero provenían de hogares humildes, con un pasado sin lacayos ni servidumbre, un pasado de trabajo duro, sin concesiones. Y de todos modos no fue fácil. Pero llegaron a Israel sin “contrato”, trayendo en sus alforjas un puñado de ideales e intenciones... No dudaron, y de consuno se habrán dicho: “¡Manos a la obra!”. Arremangándose, sin más, dieron comienzo a su labor. Gente de este temple edificó lo más rescatable del Estado de Israel. Cierto que fue otro tiempo, había otras necesidades... Pero sin esta juventud “jalutziana” se estaría, aún, en los tiempos del “pushque” juntando monedas para justificar la diáspora... 47 12 • En los inicios de los años cincuenta llegó una numerosa ola de inmigrantes. Natan comenzó su tarea como médico en el hospital Hasharon y luego fue enviado a un curso hospitalario para el tratamiento de enfermedades epidémicas, características de los países tropicales. Trabajaba de médico en el kibutz, en un barrio de yemenitas en Raanana, en los moshavim Bazra, Bnei Tzión, en un Majane Olim (campamento de nuevos inmigrantes). Atendía pacientes de una amplia zona: eran los tiempos de la medicina heroica ejercida con el espíritu pionero de la época y la creatividad que imponían las circunstancias adversas, supliendo, reemplazando, multiplicándose, hallando siempre soluciones para subsanar falencias, defectos e incluso falta de personal. Fue en esa época que llegó una comisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que estudió la situación sanitaria de Israel. La comisión entendió que la mezcla de tantos grupos de distinta procedencia podría provocar una catástrofe; que cada grupo podía ser portador de un virus, o enfermedades infecciosas que los demás no habían conocido. El tiempo, como se verá, no tardaría en darles la razón... A fines del año cincuenta se produjo una gran epidemia de parálisis infantil. Al poblado Bnei Tzión había llegado un grupo de judíos checoeslovacos sobrevivientes de los campos de concentración. Un día llamaron a Natan de urgencia para que atendiera a una mujer con serios problemas respiratorios. Era bastante joven, madre de dos hijos, y tenía el número del campo de concentración grabado en el brazo. La examinó con cuidado y de inmediato la envió al hospital. Luego se sabría que ese fue el primer caso de parálisis infantil que se produjo en la zona. La pobre mujer quedó cuadripléjica, es decir, con los cuatro miembros paralizados. La pusieron en el pulmotor debido a sus dificultades respiratorias, pero no pudieron salvarle la vida. Para Natan, que iba a visitarla al hospital con frecuencia, fue una experiencia dolorosa. Aún no se había hallado la vacuna antipoliomelítica. La enfermedad afectó cerca de cincuenta mil criaturas: alrededor de dos mil quedaron totalmente paralíticas y muchas fallecieron.... La hija mayor de los Trainin, Galia, también se contagió; y con ella, todo el grupo infantil de Gaash padeció la enfermedad. Uno de los niños quedó con sus piernas paralizadas y el kibutz, para que pudiera desplazarse, le compró un burro. Con los años, este chico llegaría a ser campeón de 48 levantamiento minusválidos. de pesas en las olimpiadas de los deportistas Este es un ejemplo que dice mucho... Porque, más allá de la anécdota, señala el espíritu solidario que caracterizó al Israel de los años 50 y 60... Espíritu que, lamentablemente, se ha ido diluyendo a lo largo de estas cinco décadas de existencia del Estado. ••• Su asentamiento en Israel, su labor en el campo o como médico, la nueva vida en el país que ya sentía suyo y al que estaba dispuesto a entregar sus energías, no hizo olvidar a Natan Trainin su otra vocación: aplicarse a la investigación de los tumores malignos. Recordaba la experiencia traumática de los 65 casos fatales de tumores cerebrales. Tenía en claro que extraer el tumor sabiendo de antemano que las posibilidades de éxito eran nulas, se convertía en un aventurerismo inútil. Ya entonces estaba convencido que era mucho más valiosa la tarea de investigación del cáncer, «en un nivel básico y profundo». Al dejar su trabajo en el hospital Rawson llevó consigo sus experiencias, aspirando a ocuparse de la investigación del cáncer con dedicación full time. Sólo así, estimaba, se podría derrotar algún día a la enfermedad: estudiando a fondo las causas que la originan y la convierten en una fortaleza inexpugnable para la ciencia médica. Un dia pidió licencia en el kibutz y se fue al hospital Hadasa de Jerusalén para conversar con el profesor Abraham Hojman, en ese entonces director del único servicio de oncología existente en el país. Natan habló con él y le transmitió sus angustias, su vehemente deseo de trabajar en la investigación del cáncer. Hojman lo escuchó pacientemente y luego le dijo: «Doctor Trainin: véngase a trabajar conmigo». Natan retornó al kibutz y expuso sus inquietudes a los compañeros en la asamblea general. Le respondieron, sencillamente, que “no se puede vivir en el kibutz y trabajar en Jerusalén.”... Eso fue en parte una limitación de la época, una “ceguera” igualitarista que, años más tarde, no impediría a integrantes de los kibutzim dedicarse a otros tipos de actividades: “estudios” para cultivar inclinaciones personales sin vinculación con los intereses del colectivo, trabajos fuera del kibutz, etc. ••• El médico director de la zona, doctor Walter Gotfried, tenía su centro de trabajo en Raanana y actuaba como una especie de instancia superior. Era un hombre mayor, una persona encantadora y tratable que apreciaba mucho la capacidad profesional y personal de Trainin. En una oportunidad, queriendo estimular las aptitudes de Natan, le dijo: 49 «Mire, Natan, para que no se aburra, le propongo que una vez a la semana venga a mi clínica. Como jefe de zona recibo casos complicados que los médicos comunes no pueden resolver: venga y colabore conmigo». La proposición le resultó atractiva y empezó a trabajar en la clínica de Gotfried. En una oportunidad Trainin protagonizó un “incidente” muy interesante, porque demostró su capacidad de diagnóstico. O más que eso: la capacidad de no limitarse a la medicina como rutina libresca... «Había allí un ingeniero que era íntimo amigo de Gotfried –cuenta Natan-; éste me pidió que lo examinara para hacerle el diagnóstico. Tenía una inflamación a nivel del dedo gordo del pie; le pregunté al paciente qué medicación recibía y respondió: “penicilina”. Le dije que no pensaba que fuera una infección, sino un ataque de gota. «Gotfried me miró con algo de sorna diciéndome: “Pero no olvide Natan que la gota se produce por un exceso de ácido úrico...¡De dónde va a tener gota este hombre con la alimentación carencial que hay en este país!... De todos modos, hágale un examen de sangre.”. A los dos dias Gotfried me llamó al kibutz y me dijo: “Tenía razón, Natan: Mi amigo tiene el ácido úrico muy elevado.”». El doctor Gotfried demostró ser una persona sincera y desinteresada... Natan dio muestras de su capacidad en poco tiempo y Gotfried, que lo apreciaba, comprendió que él tenía un futuro prometedor, pero que como médico desaprovechaba otras aptitudes. Un día Gotfried lo encaró resueltamente diciéndole: «Mire, Natan, usted debe ir a trabajar al InstitutoWeizmann... es el único lugar adecuado para sus inquietudes. Su puesto lo puede ocupar otro médico, pero usted tiene capacidad para trabajar en el campo de la investigación científica ¡hágalo!». Gotfried alentó la vocación de Natan y fue quien le mencionó por primera vez la necesidad de que fuera al Instituto Weizmann para desarrollar su potencial. 50 13 • Una mañana del año 1954 Natan leyó en “Al Hamishmar”, órgano de MAPAM, una información perdida entre las columnas del diario: «El profesor Isaac Berenblum, famoso investigador del cáncer, llega de visita al Instituto Weizmann.». Eran nada más que tres líneas pero fueron suficientes para que el corazón de Natan latiera aceleradamente. Pasaron algunos dias, pero Natan ya había tomado una decisión... como todas las que tomó en su vida: él iría a hablar con ese profesor, se presentaría, le confiaría sus anhelos, le explicaría sus ideas y su voluntad de trabajar en la investigación del cáncer. Natan habló con Chela que, por supuesto, le brindó todo su apoyo. Pidió un día de licencia, subió al autobús y se fue a Rehovot. Con la esperanza a cuestas, y no pocas dudas, cruzó el ancho portón e ingresó en el Instituto Weizmann... Ya entrar allí fue para Natan algo estupendo: el amplio portón, los árboles magníficos e imponentes, las calles y senderos cercados por el verdor iridiscente del césped, los soberbios edificios, prolijamente diseñados en un estilo arquitectónico moderno: «Por un fugaz momento me pareció que me encontraba en Cambridge», recuerda. Pidió entrevistarse con el profesor Berenblum. Lo recibió el secretario, quien le preguntó si había concertado una entrevista por anticipado. Natan le dijo que no, que se había enterado por el diario de la llegada del profesor. El secretario no hizo cuestión, lo hizo pasar y Trainin aguardó en la antesala. El profesor Berenblum había venido a Israel invitado por el doctor Jaim Weizmann quien tenía la intención de interesar a Berenblum en la investigación del cáncer en Israel, dado que era un científico de prestigio mundial. Una vez que Berenblum lo recibió surgió el primer contratiempo serio... Aunque nacido en Bialistok, desde muy joven el profesor vivía en Inglaterra y hablaba un inglés perfecto.. Natan, en cambio, tenía un inglés imposible aprendido en la escuela secundaria. «Entonces se produjo una de las cosas más curiosas que me han ocurrido en la vida –cuenta Natan con humor-: durante una hora entablamos una conversación sobre el cáncer, en la que yo le expuse mis ideas con respecto al tema, y el profesor las suyas... ¡en idish! Berenblum hablaba un idish pulido, y yo debo agradecerle a mis padres saber ese idioma que me permitió entablar un diálogo fluido con Berenblum. «Sin saber idish, mi vida, tal vez, hubiese sido muy distinta. La plática fue muy estimulante y al finalizar me dijo: “¡¡Véngase a trabajar conmigo!”. 51 «Yo me sorprendí y le pregunté: Pero profesor, ¿quién me va a pagar el sueldo?... Y él me contestó sin vacilaciones: “Yo... yo le voy a pagar.”». Trainin le manifestó entonces que debía ponerse al día, actualizarse en química, biología, estudiar elementos que él había aprendido años atrás y que seguramente ya eran anticuados. Berenblum le aseguró que actualizarse sería parte de su trabajo. Que no se hiciera problemas... Sin duda, Berenblum percibió, como antes lo hicieran distintas personalidades: Vicente Bertola, Ricardo Finochietto, Moisés Polak, Abraham Hojman y Walter Gotfried, que había algo muy especial en ese hombre modesto y culto, cuyos razonamientos eran fruto de la meditación. Trainin “kibutznik” no podía esterilizarse en una rutina ramplona. La historia personal de Natan lo llevaba a la ciencia, a la investigación... Varios obstáculos, todavía, iban a dilatar su incorporación al Instituto Weizmann.... Esa postergación fue tan sólo una fastidiosa demora... ••• Hay que subrayar que al principio de los años cincuenta Natan trabajó en el hospital del kupat jolim de Petaj Tikva como asistente del doctor Shapira, quien apreciaba mucho sus cualidades. No obstante, cuando le comunicó a su jefe que había decidido ir al Instituto Weizmann para consagrarse a la investigación del cáncer, Shapira, impulsivo, se sintió molesto y le pidió que no se fuera, que no abandonase el ejercicio de la medicina. Pero Trainin había resuelto dejar su profesión: no era una decisión sencilla pero sí definitiva, a pesar del cariño que tenía por ella. «Mis recuerdos como médico clínico –señala- son muy particulares. Prácticamente vivía en el hospital: allí comía, trabajaba y dormía. No hay nada que reemplace estar sentado al lado del enfermo, tomarle la mano y conversar con él. Sabía que ese elemento me iba a faltar en las tareas de investigación: en el laboratorio sólo trabajaría con ratones... «Volvía a nuestra casa del kibutz los días jueves, alrededor de las cinco de la tarde, y cada dos semanas un día y medio. Tenía ya dos hijas, Galia y Smadar, y Chela me acompañó en esos días maravillosamente. Nos complementábamos, y encontrarme con ella era siempre un privilegio renovado, como recrear la ternura que nos habíamos brindado la primera vez.» Quien haya seguido los pasos de Natan Trainin desde su infancia puede comprender, tal vez, las implicancias emotivas de una decisión de tal magnitud. La práctica de la medicina fue para él algo similar a “el pan nuestro de cada día”. Dejarla, era un paso traumático; porque fue una elección suya, una vocación que nació en Santiago de las 52 Carreras, se afianzó en el ejemplo que tenía de Simón Trainin; que asumiría con plena consciencia y ejercería con pasión... Pero debía optar: “Nihil medium est”, Natan: no hay término medio... ••• Amén de trabajar como médico rural y dos años en el hospital, cuando ya Natan se disponía a ir finalmente al Instituto Weizmann, en 1954 hubo una nueva movilización y tuvo que incorporarse a la tarea en la zona del kibutz Manara para prestar servicio en distintos poblados, en kibutzim y moshavim. En esa oportunidad Chela resolvió poner los puntos sobre las íes... Decididamente, no estaba dispuesta a una nueva separación y así se lo dijo a Natan, quien pidió ser trasladado a un kibutz del Hashomer Hatzair. A las tres semanas los Trainin resolvieron irse de Gaash, y toda la familia se trasladó al kibutz Hamaapil. Allí estuvieron viviendo durante un año. Natan fue médico del kibutz y de Ein Hajoresh, los moshavim Ajituv y Ometz, y de un campamento de absorción. En total, una población de más de dos mil personas. Allí, en Hamaapil, nació en enero de 1955 la tercera hija, Ora. Galia había nacido en Maabarot, y Smadar en Gash: cada una en distintos kibutzim. Pero este no sería el fin de la historia... Viviendo en Hamaapil Trainin quedó cautivado por el entorno humano y el paisaje del kibutz Ein Hajoresh. Percibía allí todo lo que había imaginado: la posibilidad de ser un hombre de ciencia y vivir en las condiciones óptimas del kibutz. Estaba seguro de poder hacer las dos cosas viajando continuamente. Era un auténtico reto, pero Natan fue siempre un hombre atraído por los desafíos... Tiempo más tarde la familia Trainin solicitó el ingreso a Ein Hajoresh. Fueron aceptados como miembros plenos sin dilaciones. Entre los Trainin y la gente de Ein Hajoresh se forjaría una relación de camaradería profunda y solidaria. «Les advertí que tenía planeado trabajar en el futuro como científico, y ellos lo aceptaron con naturalidad, sin mezquindades. La actitud que tuvieron los compañeros fue muy noble.... Allí me dí cuenta que el movimiento kibutziano era algo muy heterogéneo en cuanto a su calidad humana. En Ein Hajoresh Chela llegó a la cúspide de su potencial. Trabajó en jardinería, en los cítricos (ella plantó 50 dunam de cítricos), y un día me dijo: “Ahí está lo que planté yo, Natan... es como un sello eterno”.» Fue, indudablemente, un “sello eterno” con el país de sus sueños, y con el sistema de vida colectivo que Chela jamás habría abandonado... En Ein Hajoresh residía la dirección de todo el movimiento del Hashomer Hatzair de Polonia. A ese kibutz llegó gente muy especial, intelectuales, una generación de literatos (hubo siete escritores), allí 53 recibieron a Aba Kovner y su grupo de combatientes judíos del ghetto, vivieron pintores, artistas y varios líderes del movimiento socialista... Pero también conmovía a los Trainin contemplar el despliegue ordenado del “ejército azul”, los soldados kibutzianos que, como en una maniobra táctica aprendida de Karl von Clausewitz, marchaban a las tareas con sus uniformes, pantalones y blusas azules de trabajo mientras el sol, todavía medio adormilado, apuraba su postrer bostezo de la noche y aparecía en poniente... «Siempre comentamos con Chela que los años de nuestra vida transcurridos en Ein Hajoresh fueron inolvidables.. allí criamos a nuestras hijas y forjamos amistades con gente de gran valor humano.». ••• Aba Kovner, escritor y combatiente, dirigente del Hashomer Hatzair y Mapam, fue uno de los mejores amigos de Natan: «En 1945 la guerra había terminado –cuenta Natan- y Aba Kovner había decidido, con algunos de sus compañeros (él era jefe de una unidad de guerrilleros denominados “Los Vengadores”) dedicarse a la caza y ajusticiamiento de nazis, en especial aquellos que tuvieran mayor jerarquía y responsabilidad en los crímenes cometidos por los hitleristas». El nombre de Kovner está inscripto en el panteón de los héroes del pueblo judío, junto a los de Antek Zukerman, Tzivia Lubetkin, Mordejai Anilevich, Jaica Grossman, Vitka Kovner, Rushka Korchak y otros luchadores, que combatieron en los ghettos por la libertad. No temieron enfrentar a los nazis en ese combate desigual, cruento y sin perspectivas. Fue gloriosa, porque los jóvenes luchadores de los ghettos cayeron como héroes en esa lucha para reivindicar el honor del pueblo judío, y preservar su dignidad. Del satánico führer, que afirmó con jactancia haber fundado un Reich para mil años, sólo quedan heces y escombros. Aba Kovner llegó a Israel en 1946, pero meses antes de arribar fue descubierto y detenido en Alejandría por la inteligencia británica. Allí estuvo seis meses y luego fue liberado. Ningún judío, ningún sobreviviente del horror nazifascista podía perdonar a sus victimarios: el odio sobrevivía y ellos clamaban venganza, “nekamá”... «Un sector sostenía que debía perseguírselos, otros opinaban que debía ponerse punto final a la tragedia... La concepción de liquidar a las fieras nazis fue discutida políticamente años después, intentando establecer quiénes tenían razón en esa controversia.» 54 Finalmente, Aba Kovner consagró su vida al ejercicio de múltiples actividades. Por su labor literaria recibió el premio Israel de Literatura, «...lo cual muestra la capacidad intelectual multifacética de ese hombre.». Trainin estaba totalmente identificado con los objetivos de “Los Vengadores”: buscar y ajusticiar a los asesinos. «Uno de mis más íntimos amigos, fallecido hace algunos años, Bolek Ben Iacob, no aceptó el criterio de “comenzar una nueva vida y abandonar la caza” –cuenta Natan-, y se quedó en Europa. Aunque su actividad vengadora fue más prolongada, finalmente retornó.». Trainin concuerda con la actitud asumida por Ben Iacob: en realidad, Natan llegó a la conclusión que exterminar alimañas que han segado la vida de inocentes con semejante crueldad, es como dar la batalla por reivindicar el derecho a la vida de los seres humanos... 55 14 • Estaba visto que una conjura de circunstancias demoraría la incorporación de Natan Trainin al Instituto Weizmann. Fue movilizado en 1954 por un año, pero al finalizar adujeron que hubo un lamentable error; así pues tuvo que resignarse y proseguir prestando servicios por otros seis meses. Preocupado, escribió una carta al profesor Berenblum diciéndole que sentía fastidiarlo en sus planes de trabajo, pero que habían prolongado su servicio como médico zonal. A los dos días recibió la respuesta del Profesor que le escribió: «Dear Natan; no se preocupe por el tiempo que le lleve: usted tiene aquí su lugar asegurado.». En noviembre de 1955, una vez que todos los problemas, las demoras y los equívocos quedaron superados, Natan Trainin pudo, por fin, comenzar su trabajo científico en el Instituto Weizmann. En el departamento que dirigía Beremblum había sólo un par de alumnos. Recibieron a Natan con calidez, sin recelos, pero él se sentía inferior en los niveles del conocimiento.. «Los investigadores que trabajábamos allí éramos jóvenes: yo era el mayor... La edad ideal para iniciarse en la investigación son los 25 años. Tenía un “handicap” precario para ponerme a la altura de los otros. Pero confiaba, tenía una enorme fe en mi futuro.». Natan tenía en esos momentos 34 años. Una edad en la que, por lo general, se supone que la carrera de un hombre se halla encaminada. O en la cúspide... Mas quien está poseído por una aspiración auténtica no se arredra. Trainin se puso en camino desde el punto de intersección entre su voluntad empecinada por un lado, y su vocación por el otro. Voluntad y vocación que superaron contrariedades, dificultades y torpes secuencias burocráticas. Había llegado la oportunidad de concretar su profecía: Natan Trainin fue siempre un hombre de palabra, aunque el profeta de esa historia era un niño cuando escribió en una página de su cuaderno aquella promesa tan seria y formal: No se rompe, no se dobla, no se quiebra. Tiene fe en sí mismo, en lo que quiere hacer. Está convencido. Terminante y definitivamente convencido que él debe hacer algo «en beneficio de la humanidad». ••• Como todos los comienzos, el de Natan no fue un andar sobre senderos floridos... El principio de su nueva carrera fue duro. Tuvo dudas; incluso evaluó el abandono de sus actividades. Pensaba preocupado que aún no había actualizado sus conocimientos. Había estudiado medicina, anatomía, fisiología, bioquímica, pero grandes cambios habían signado las ciencias biológicas en el último decenio. 56 «Lo que yo sabía no era suficiente para dedicarme a la investigación. Tuve que retomar el estudio de química, bioquímica, genética y biología célular. Muchos elementos eran totalmente nuevos para mí...». Berenblum le dio absoluta libertad, le suministró algunos libros y el flamante integrante del equipo del veterano investigador pasó muchas horas en la biblioteca del IW. Tenía enormes deseos de trabajar pero la mayor parte del tiempo leía y estudiaba, asimilaba nuevos elementos, y aprendía inglés, dado que los materiales científicos se editaban en ese idioma y lo que escribía Berenblum se publicaba en inglés * En lo sucesivo, el Instituto Weizmann aparecerá con sus iniciales IW –nota del autor. Berenblum, que era un hombre mayor, gustaba decir que tenía dos ventajas con respecto a los investigadores jóvenes: «La primera, es que cuando comencé a investigar el cáncer prácticamente no se sabía nada de su naturaleza, de modo que era muy poco lo que había publicado. En segundo lugar, siempre he sido holgazán: en lugar de trabajar activamente prefiero pensar.». Este comentario era muy lógico. Entre los que abrazan la carrera de la ciencia están los experimentalistas, que tienen deseos de hacer cosas, y por otro lado los que se forman como teóricos a través del conocimiento y la especulación: Berenblum fue indudablemente un teórico. Su aporte esencial a la investigación del cáncer fue la búsqueda de un mecanismo común a todos los tumores, o a la mayoría de ellos... «En otras palabras –comenta Natan-, explicar el proceso de todo lo referente a la transformación de una célula normal en una célula patológica, proceso al que denominamos carcinogénesis. La otra corriente importante en la investigación del cáncer se limitaba a estudiar las diferencias morfológicas, metabólicas, genéticas, etc, entre una célula normal y una tumoral. Es lo que llamábamos el estudio de la naturaleza de la enfermedad. «El objetivo de esta segunda corriente era aprovechar las diferencias entre ambos tipos de células (la normal y la cancerosa) para atacar y destruir a la última sin dañar a la primera. En cambio, al entender el mecanismo por el cual se produce el cáncer, podíamos llegar a la prevención de la enfermedad.». Demás está decir que el progreso extraordinario en el conocimiento de la biología celular ha permitido desarrollar la quimoterapia, la radioterapia y la hormonoterapia como armas de ataque contra las células cancerosas, tratando de hacer un daño mínimo a las células normales. 57 «Diferencias en la membrana, en el citoplasma o en la estructura de los ácidos nucleicos de ambas líneas celulares son hoy aprovechadas para destruir a las células cancerosas sin destruir a las normales. Pero como dijimos al principio –afirma-, la labor de nuestro laboratorio se concentró en entender por qué una célula normal se convierte en cancerosa, o sea, insistimos en el mecanismo de la carcinogénesis». Hasta la época de Berenblum se consideraba al cáncer como un proceso anómalo contínuo, o sea, que una determinada desviación del metabolismo celular conducía, a través de un proceso repetido, a la conversión de una célula normal en cancerosa. Berenblum atacó a esta teoría... «Ya Payton Rous, un investigador americano, había observado que untando las orejas de conejos con sustancias cancerígenas conocidas en el laboratorio, se producían papilomas, o sea tumores benignos de la piel. La diferencia entre un tumor benigno y uno maligno consiste en que éstos tienen la capacidad de infiltrar a los tejidos circundantes, es decir, poseen enzimas o fermentos poderosos con los cuales disuelven las paredes de las células normales y penetran entre ellas diseminando el proceso en el nivel local (es lo que llamábamos infiltración o propagación del tumor a los tejidos vecinos). «Las células tumorales benignas no invaden tejidos –prosigue Natan-, pueden crecer en el lugar donde se originan pero no inflitran los tejidos ajenos. La segunda propiedad de las células malignas, más peligrosa aún, es la de provocar metástasis. En efecto, cuando células tumorales malignas llegan a los vasos sanguíneos o linfáticos pueden navegar a través de ellos asentándose lejos del tumor maligno original, formando allí una colonia. Cuando la propiedad de formar colonias ha sido aprovechada por las células malignas, hablamos de una metástasis... «Así sucede que células originadas en el estómago llegan al cerebro y encuentran allí un campo propicio para establecerse, formar una colonia y comenzar a multiplicarse. Lo que matará al paciente será probablemente el tumor secundario y no el primario, el original.» Natan Trainin explica el tema con la prolijidad de un catedrático y la profundidad de un hombre de ciencia. Luego continúa: «Volviendo a nuestra historia, la mayor parte de los científicos de aquella época apoyaban la concepción de que el cáncer era un proceso contínuo de transformación de células normales en malignas. 58 «Decíamos que Payton Rous, experimentando en orejas de conejos, al untarlos con hidrocarburos generaba la aparición de papilomas, tumores benignos que al cesar de untar las orejas desaparecían, pero cuando este tratamiento se repetía los tumores reaparecían exactamente en los mismos lugares. Esto lo llevó a pensar que el primer tratamiento había transformado células normales en tumorales, las que conservaban su propiedad tumoral pese a haber perdido su apariencia.». Berenblum aclaró este proceso con incisiva precisión: él estaba investigando la exactitud de la teoría de la irritación, que sostenía que sustancias o materiales irritantes eran a la vez cancerígenos. «Berenblum no aceptaba que la irritación –“per se”- conducía a la aparición de tumores. La aplicación de aceite de crotona sobre la piel, en forma repetida, no provocaba papilomas. En cambio, cuando esto se hacía después de la aplicación de un hidrocarburo policíclico, tal como el metilcolantreno, o el benzilpireno, aparecía una numerosa cantidad de papilomas. Más aún: si esta aplicación de hidrocarburo se realizaba después del tratamiento con aceite de crotona, tampoco aparecían papilomas.». Estas observaciones –según Natan- llevaron a Berenblum a pensar que las aplicaciones singulares (no repetidas) de hidrocarburos conducen a la formación de células tumorales durmientes, las cuales se habían convertido en papilomas activos como resultado del estímulo inducido por el aceite de crotona... «Berenblum llamó iniciación a esta primera etapa, provocada en las células normales y conducente a la aparición de células tumorales. Esta etapa es altamente específica y hoy se considera que se genera una verdadera mutación, o sea, un cambio en la estructura del material genético de la célula. La promoción es el proceso repetido que determinará el “despertar” de esa célula tumoral durmiente y su transformación en un tumor activo. «Así llegó Berenblum a concebir la teoría de los “dos estadios” en que cada uno de ellos es de naturaleza biológica diferente y puede ser inducido por un material distinto. Sólo la complementación de estos dos procesos en un orden determinado (primero iniciación y luego promoción) llevarán a la formación de tumores. «Más todavía: la aplicación del factor promotor después de haber sido tratada la piel de ratones con el hidrocarburo, inclusive con un intervalo de hasta 43 semanas, producía la aparición del tumor, demostrando que la propiedad de las células tumorales durmientes se conservaba intacta a pesar de tan largo período. 59 «Este experimento evidenció que la iniciación es un proceso irreversible, ya que 43 semanas en un ratón equivalen a la mitad de la vida de un hombre. Esta teoría indica que la promoción sólo puede actuar sobre una célula ya iniciada. Esto abrió horizontes amplísimos para la investigación, ya que demostró que un tumor no significa la repetición de un proceso contínuo. «Vamos a dar un ejemplo práctico: supongamos que nosotros conocemos las razones que inician un tumor y a la vez impedimos su promoción, ¡el tumor no va a aparecer! Si asumimos que un individuo tiene la carga genética adecuada para producir un tumor de pulmón, pero no fuma, ese individuo no llegará a tener un cáncer de pulmón ya que el humo del cigarrillo es el que contiene las sustancias cancerígenas promotoras de ese proceso. «En nuestro laboratorio efectuamos un experimento modelo, en el cual introdujimos sondas plásticas en el estómago de ratones, e inyectamos una dosis determinada de sustancias cancerígenas: fue suficiente untar la piel de estos animales con aceite de crotona para que los tumores aparecieran en la zona tratada, probando así la diferenciación entre la fase incial y la promotora del proceso cancerígeno. ¡Fue realmente sensacional!» En el curso del tiempo descubrieron en el laboratorio una serie de sustancias que tenían un carácter promotor solamente, o iniciador. Sabían que había otras sustancias que eran capaces de producir ambas fases y por lo tanto ser cancerígenas completas. «Estudiando la contribución de las radiaciones iónicas, tales como los rayos X, las radiaciones beta y gama, vimos queβpodían ser parte de la iniciación del cáncer y a la vez cómo prevenirlo, evitando la acción de estas radiaciones. «Como decíamos, el estudio de estos mecanismos abrió amplios horizontes en la comprensiónβde las etapas de la carcenogénesis, ya que estos mecanismos son válidos tanto para la sangre como para la inducción de un tumor de cerebro o de piel. «Así pudimos establecer que los hidrocarburos polícíclicos, todas sustancias derivadas del carbón, son potentes sustancias cancerígenas.». En definitiva, estos experimentos fueron enriqueciendo el acervo científico sobre los orígenes del cáncer. . 60 15 • Chela Trainin fue, de hecho, quien posibilitó las tareas de Natan en el Instituto Weizmann (IW). Él viajaba desde Ein Hajoresh hasta Rehovot y regresaba al kibutz dos veces por semana, a veces tres. Ella fue su puente de vida con el kibutz. Chela, con Galia, Smadar y Ora lo aguardaban en un cruce desde el cual podían divisar el antiguo Hillman que manejaba Natan cuando se iba aproximando... Esa espera en la “Tajana (estación) Trainin” fue un ritual, repetido e infaltable, que da la pauta del carácter especial de la familia. El kibutz y su gente se comportaba con ellos con simpatía y solidaridad. En cierto modo, ellos se sentían parte de esa “aventura”. Natan apreció en su auténtico valor la actitud del kibutz. Los integrantes de Ein Hajoresh demostraron una grandeza de alma fuera de lo común. Él les retribuyó participando de las movilizaciones para cosechar la fruta o trabajando en la cocina, sin perder jamás la relación con sus compañeros. Las puertas de su casa siempre estuvieron abiertas... Venían a consultarlo como médico, a pedirle consejos, y él, por supuesto, se desvivía por ayudar... Viajaba con esa frecuencia agotadora, viviendo de ese modo durante varios años. En 1957 nació en Ein Hajoresh la cuarta hija de los Trainin, Mijal. También ella se incorporó a la “tajaná” de los Trainin, en aquellas “célebres” esperas que fueron parte de la saga familiar.. ••• En 1955 llegaron los padres de Natan a Israel. Se instalaron en Tel Aviv y compraron una casita en Iad Eliahu. Natan iba a visitarlos a menudo y cuando volvía al kibutz la casa de los padres era una posta en el camino. El padre se redescubrió en la práctica de la religión con gente similar a él... Para Herman fue el encuentro, por fin, con la “tierra prometida”. Herman Trainin, de todos modos, no olvidó la Argentina y sus costumbres típicas. Allí nunca se sintió extraño, y el cariño por su país de adopción lo transmitió a sus hijos. La llegada de sus padres, a la vez, renovó en Natan su gran estima por Argentina, pues considera que si pudo estudiar y recibirse fue gracias a la enseñanza gratuita y el sistema educativo de generosas becas y subsidios. «Cuando yo adquirí consciencia, ese amor al país se convirtió en un profundo agradecimiento por haberle dado a mi familia las posibilidades de vivir y ser parte integrante de la sociedad argentina. Visitando otros países comprendí cuánto debo agradecerle al sistema educativo gratuito, por haber podido estudiar gracias a la subvención de la universidad, a mi trabajo en cátedras y de practicante menor y mayor hasta que me recibí de médico. En otro país no hubiese podido 61 hacerlo. Siempre mantuve nexos con la Argentina: recibí alumnos y médicos que venían al Weizmann a estudiar, porque fue un modo de expresar mi gratitud.». ••• Natan Trainin había comenzado a trabajar en el IW en noviembre de 1955. Después de un tiempo evaluó que para alguien que no poseía antecedentes de investigador, eso era un privilegio. Entonces decidió que había llegado el momento de “retribuir” la deuda que tenía con su pueblo: «Yo no podía separar mi personalidad del mundo objetivo, de las necesidades, de los deseos, de las tendencias que existían dentro mío, para dedicarme exclusivamente a las ciencias. Me puse a pensar qué podía hacer junto con la tarea de investigación. «Mientras era médico no tuve necesidad de tener una compensación en lo político o social, pero a partir del momento en que inicié mi trabajo en el IW comencé a preguntarme: “¿Cómo puedo resarcir la oportunidad que le han brindado a mi vida?”. Tiempo después hallaría la respuesta...». En 1956, durante la campaña del Sinaí, convocaron a Natan para prestar servicio como médico de un regimiento apostado en la frontera con Siria. La desmovilización duró un largo tiempo. A poco de volver al kibutz llegó del comando sanitario del ejército un pedido de voluntarios para incorporarse como médicos paracaidistas. Las experiencias de esa campaña habían demostrado la importancia de prestar ayuda médica con presteza a los heridos en el frente: ese era el único modo de salvarles la vida. Diez años más tarde, en la guerra de los Seis Días, se demostraría la eficacia del método. Era esencial que fuera un médico de nivel quien suministrara los primeros auxilios, no un enfermero... Natan puso como ejemplo la eventualidad de tener que efectuar una traqueotomía en la oscuridad, que es una de las condiciones más duras para la práctica de la cirugía de emergencia. «Me ofrecí como voluntario e hice un curso de paracaidista. En ese entonces tenía 34 años. Serví allí durante largo tiempo. Deseo relatar una experiencia que, aunque parezca personal, fue símbolo de una época y de una conducta colectiva: «En uno de los ejercicios que efectuábamos nos tiramos en condiciones atmosféricas muy desfavorables, con un viento inadecuado. Saltamos igual y yo sufrí un traumatismo muy serio. Para mí fue un hecho natural, como parte de la concepción que tengo de las cosas de mi vida. «La radiografía que me efectuaron en el hospital demostró que tenía una apertura congénita de la columna vertebral, lo que podía haberme dejado tullido para el resto de la vida. Tuve suerte...». ••• 62 La vida personal y la carrera científica de Natan están pobladas de anécdotas. Es un excelente conversador, escucha con atención a sus interlocutores y sabe expresarse con una propiedad que reúne brillantez y buen humor. Gusta relatar un diálogo que tuvo con el profesor Berenblum, cuando ya se había convertido en un investigador reconocido: «Algunos años después de mi incorporación al IW, y siendo ya muy amigos, le pregunté un día a Berenblum: “Dime, ‘Beri’, ¿por qué me aceptaste?” Yo no había estudiado suficiente química orgánica e inorgánica, no era master de Cambridge ni de ninguna otra universidad de prestigio, “¿por qué me recibiste para trabajar contigo?”... “Porqué ví el brillo que había en tus ojos...”, me dijo. De allí que yo siempre le decía a mis colegas que cuando recibieran un candidato para hacer el doctorado, se fijaran en el brillo de los ojos...». ••• A mediados del año 1962 se efectuó en Moscú uno de los congresos de la UICC (Unión Internacional Contra el Cáncer), que se realizan cada cuatro años en distintos países, con la presencia de médicos, científicos y expertos de todo el mundo en los diversos campos de la enfermedad. Fue el bautismo de fuego de Natan Trainin, quien con Berenblum y una veintena de profesionales, entre médicos y científicos, representaron a Israel. Fue su primera salida hacia el prestigioso mundo científico internacional, donde tendría la posibilidad de exponer los progresos de su trabajo. A partir de allí, Trainin recorrería las principales capitales de la ciencia participando de congresos, simposios o foros internacionales. Conocería a muchos colegas importantes y estos colegas sabrían de los trabajos de investigación de ese hombre apuesto, de mirada franca y mansa, siempre de buen humor, enemigo de la arrogancia y sencillo como el más común de los mortales... Pero estábamos en Moscú, en 1962...La delegación arribó a la capital de la URSS y Natan tuvo su primera sorpresa: un tipo uniformado de la KGB entró en el avión y recogió todos los pasaportes, «como si fueran “libretas de almacén”.» Estuvo allí diez días pero no escuchó ninguna conferencia. Entre los seis mil participantes del congreso había por lo menos dos mil médicos rusos que arribaron desde los lugares más remotos. Había entre ellos una cantidad insólita de judíos que vinieron para encontrarse con los delegados israelíes... Éstos no podían participar de los debates, porque los médicos judíos iban a sacarlos de las conferencias para charlar con ellos fuera de los auditorios, en los parques o lugares públicos cercanos a la sala del congreso. Les 63 “tiraban de la manga” y les decían que dentro de los salones no se podía hablar debido a los “escuchas indeseables”: los micrófonos instalados por la KGB... «A mí me resultaba muy chocante que en la “patria del socialismo” ocurriera algo así... Fuimos al “shil” (“sinagoga” en idish); mi padre, que aún vivía, me había enseñado los rezos. El rabino Levin llamó a todos los israelíes para leer la Biblia. Eché una mirada y ví que el shil estaba repleto; mucha gente quería hablar con nosotros pero no les permitían acercarse... «Habíamos llevado libros con fotografías de Israel y nuestros mantos de rezar; teníamos también Biblias que nos habian dado en la embajada, y la gente nos rogaba que se las diéramos. Después de entregárselas desaparecían.». Parecía la escena alucinante de una película surrealista. Ellos deseaban tomar contacto con los israelíes: venían, los tocaban y se iban. Fue un hecho muy conmovedor para toda la delegación. Natan recuerda una ocasión en la que tenían previsto pasear por el canal de Moscú en autobuses. Todo estaba muy bien organizado, cada vehículo tenía su número y la nómina de quienes debían viajar en él. Cuando íban a subir, dos personas mayores se metieron en el auto intempestivamente: resultaron ser dos profesores judíos del Cáucaso, médicos exonerados, que querían narrar los pormenores del proceso de provocación en el que se involucró a los médicos judíos, y que gracias a la “oportuna” muerte de Stalin salvaron su vida. Ese hecho ocurrió diez años antes... Los dos hombres se sentaron frente a Natan, hablaron en idish, y éste les regaló dos libros en ruso editados en Israel. Ellos envolvieron los obsequios en el “Pravda”: Trainin pensó que nunca antes el Pravda (que era en ese entonces el órgano oficial del Partido Comunista de la URSS) fue utilizado para una misión tan extraña y bienhechora. Una noche algunos compañeros de la delegación quisieron cenar en un restaurante armenio, Arakbe, del que se decía que era el mejor de Moscú. Pidieron mesa y el encargado les dijo que estaba todo ocupado; Natan insistió una y otra vez hasta que aceptaron prepararles una mesa en un rincón. Se trataba de seis investigadores, algunos de Jerusalén y otros del Weizmann. En la mesa contigua había tres hombres con una mujer que hablaban en portugués. Eran dos profesores que participaban del congreso, y el guía de Inturist (la agencia de turismo soviética) con su esposa. El “guía” les contaba detalles de la vida de Luis Carlos Prestes, un dirigente del Partido Comunista brasileño que organizó en 1935 una fallida rebelión contra el dictador del Brasil Getulio Vargas, por lo cual estuvo diez años en prisión... 64 Cuando se levantaron para irse, el guía, que por lo visto también era judío, se dirigió a Natan pidiéndole la escarapela de Israel prendida en su solapa (habia traído muchas y tenía los bolsillos llenos). Natan le dio un puñado, el hombre le agradeció y desapareció con sus anfitriones. En otra oportunidad, algunos congresales rusos orgullosos y arrogantes, que conversaban con miembros de la delegación israelí, dijeron que Rusia tenía más carrozas de oro que Inglaterra, porque Cronwell las hizo fundir y ellos, los “proletarios”, las habían conservado. Una irrelevante y típica baladronada de la época.de Nikita Jruschov... «También visité el mausoleo de Lenin -recuerda-. Entramos por una puerta lateral conducidos por un médico de la marina. Cuando salimos me preguntó qué impresión me había causado: yo le dije que me parecía lamentable. El tipo se envaró y me preguntó por qué: yo le respondí, para su sorpresa, “A los muertos hay que dejarlos descansar en paz”. Me miró sin comprender ...». A raíz de su contacto personal con la realidad del estalinismo soviético, germinaron en la consciencia de Natan numerosos interrogantes que fortalecieron sus dudas sobre el supuesto carácter socialista y democrático del proceso político, económico, social y cultural de la URSS. De cualquier manera, Natan guarda recuerdos imborrables de esa visita puesto que, en primer lugar, lo puso en contacto con la realidad del “socialismo” soviético, y luego le dio la oportunidad de conocer de cerca a ciudadanos soviéticos judíos que vivían en la Unión Soviética. En cierto modo, fue como recrear los principios de su juventud sionista y socialista y ver corroboradas las prevenciones que había tenido respecto del sectarismo y la cerrazón ideológica de muchos militantes comunistas. 65 16 • Al cabo de algunos años de la tarea de investigación, el hombre de ciencia inquieto y curioso va midiéndose con seriedad ante cada uno de los desafíos que se le presentan, va adquiriendo independencia, saber y seguridad; ensancha el espectro de su visión. Leyendo materiales vinculados a su tarea científica, discutiendo con otros colegas, estudiando en diversas fuentes y actualizándose sin pausa en química, bioquímica, genética, biología general y biología célular, el investigador puede elevar y amplíar el nivel de su conocimiento. La participación en congresos nacionales e internacionales, la asistencia a cursos de especialización, la ejercitación en nuevos instrumentos, como el microscopio electrónico, que aumenta más de 300 mil veces los elementos que se investigan, el estudio de los progresos hechos en el conocimiento del ácido nucleico célular o los cambios en ese ácido (que determina mutaciones en la estructura de la célula y produce tumores), fueron fundamentales para el perfeccionamiento de un científico como Natan. ••• «En el año 1962 –cuenta Natan-, después que regresé de la URSS, me reintegré al trabajo en el IW y al poco tiempo recibí el premio Eleanor Roosevelt, una de las becas más prestigiosas en el campo de la investigación del cáncer, por mis estudios sobre esa enfermedad, lo que me permitió trabajar por un período de quince meses en el Instituto Nacional de la Salud de los EE.UU. Ese premio abrió para Natan el gran mundo de la investigación. En el Instituto Nacional de la Salud de Maryland, cercano a Wáshington, tuvo la posibilidad de comparar, cotejar, estudiar más profundamente, o investigar otros aspectos relacionados con el cáncer. Había allí una gran cantidad de investigadores dedicados a la oncología. «Luego de la 2da. Guerra Mundial, con la euforia de la victoria, los americanos quisieron investigar todo tipo de enfermedades incurables. Uno de los resultados de esa iniciativa fue la creación del instituto situado en Bethesda, cerca de Wáshington. Se desarrollaron distintas ramas: Instituto Nacional del Cáncer, Instituto Nacional del Reumatismo, Instituto Nacional de la Ceguera, etc., porque habían decidido investigar varias enfermedades creyendo, tal vez, que podrían hallar remedio para todas ellas... «Había seis mil investigadores trabajando en el proyecto: era como una gigantesca fábrica laboratorio que superaba todo lo que la imaginación del hombre pudiera soñar.» Natan se trasladó con su familia para quedarse en USA durante un año, aunque le ofrecieron extender la permanencia por cuanto tiempo quisiera... Allí adquirió una fructífera experiencia, conoció a muchos 66 colegas, sus conocimientos progresarían cualitativamente abriéndose ante él excelentes perspectivas para sus próximas investigaciones. En realidad, tanto su vida personal como la profesional cambiarían totalmente a raíz de este viaje a los Estados Unidos. El 7 de diciembre de 1963 iba a efectuarse el banquete anual del IW, en el cual el presidente Kennedy sería el orador central. «Nosotros teníamos la intención de concurrir al evento.». En noviembre de 1963 Kennedy fue asesinado. El hecho produjo una gran conmoción en Estados Unidos y en todo el mundo... Ese crimen político fue cometido en momentos en que la guerra fría entre los países de occidente y el bloque soviético estaba en su apogeo, se había superado la crisis con la Unión Soviética a causa de los misiles nucleares en Cuba, y USA había comenzado a empantanarse en la guerra de Vietnam... Por lo tanto, en lugar de escuchar el discurso debieron ir al Congreso y pasar al lado del ataúd expuesto en el Capitolio a fin de rendir el postrer homenaje al presidente asesinado. Durante su estadía en los Estados Unidos, Natan y Chela debatieron sobre el futuro de la familia en Israel, porque ese período les suministró innumerables experiencias en el cuadro de las relaciones familiares. Ellos debían tomar una decisión muy dolorosa, sin dudas, vinculada con la futura vida familiar en el kibutz. Natan sentía que le iban faltando las fuerzas para hacer contínuamente ese viaje de 140 km. Y en un soliloquio que tuvo momentos de enorme tristeza, se enfrentó con un dilema impresionante, casi “hamletiano”: «O me quedo en el kibutz y abandono la ciencia, o me dedico a la ciencia y abandono el kibutz.». Así de sencillo... Natan pensó que, tal vez, habría alguna posibilidad de afincarse en un nuevo kibutz cercano al IW, mas no había ninguno perteneciente al Kibutz Artzí... Además, era absurdo pretender reanudar en otro kibutz la pletórica vida social y cultural que habían bordado en Ein Hajoresh. La relación maravillosa con las familias Kovner, Marle y otros compañeros no podría renovarse al margen del kibutz que colmó tantas de sus aspiraciones y al que nunca podría olvidar .. Para el matrimonio Trainin irse del kibutz era una determinación estremecedora, cruel. Como burlarse de sí mismos, de los principios y los sueños que habían ovillado en la lejana Córdoba de su juventud. Fue una opción muy dura, un desgarro profundo. Finalmente, no les quedó ninguna otra alternativa... 67 Natan comprendió que la vida de un científico no podía limitarse por la necesidad de viajar diariamente; o detener una investigación porque había que cumplir el horario; o posponer la finalización de una tarea importante debido a que el hogar está lejos y el viaje es un albur.... «Los científicos trabajan hasta las siete, las ocho, o las diez, ¡o no se van! –asegura Natan-. Porque hay que leer mucho material, se debe hacer gran cantidad de cosas... el hombre de ciencia, pragmático o teórico, debe insertarse y no permitir que nada lo quite de su mundo. Tomamos, pues, la dura resolución... Sé lo que ella significó para mis hijas: recuerdo que lloraron con tremenda congoja... Y lo comprendo. Pero yo no podía hacer otra cosa.». 68 17 • En efecto, las tres hijas mayores de Natan tuvieron una significativa experiencia familiar en EEUU. Galia, Smadar y Ora (Mijal era muy pequeña) coinciden en que la estadía en los Estados Unidos los consolidó como familia: «Por primera vez vivimos todos en la misma casa, con mamá Chela cocinando, papá que regresaba del trabajo para cenar... La cena era sagrada, y el clima de familia se veía, se oía, se respiraba...», cuentan las tres hijas mayores. Fue un período muy feliz para las hermanas Trainin. Sí... «¡No más esos largos viajes de nuestro padre al “Majón”! ¡No más largas esperas a la vera del camino!», confiesan con una sonrisa franca, tal vez algo melancólica. Allí, en USA, disfrutaron de esas “pequeñas cosas” habituales para los pequeños de la ciudad, como ser bicicletas, televisión, ropas, golosinas, entretenimientos, el gran mundo que no conocían: «¡Nos parecían maravillas!», coinciden ellas. Y luego el trauma, la pequeña “tragedia” (incomprensible para quien no haya vivido en un kibutz): iban a dejar Ein Hajoresh. «Pero con todo lo dichosas que fuimos en Estados Unidos, nos costó mucho aceptar –confiesan- que abandonábamos el kibutz... Nos parecía una traición a los ideales. Fue como si nuestro pequeño mundo se derrumbara.». Galia y Ora se encerraron en el cuarto-armario de la vivienda durante horas. Pero asimismo Smadar compartió el drama... En última instancia, el mundo de las “chicas Trainin” no se derrumbó... pero sus silencios son expresivos y rescatan de la memoria briznas melancólicas por aquellos días de la infancia, que navegan como una solitaria botella de náufrago echada a las aguas del mar. «Es natural que los hijos –acotan -, cuando comienzan a tener capacidad de crítica siempre encuentran motivos para reprochar a los padres... Papá estaba muy poco en el hogar, vivía en el laboratorio; éramos pobres, la casa era muy chica, etc., etc., etc.... La lista de “quejas” puede ser interminable: pero nuestro padre es una personalidad fuera de lo común, como hombre y progenitor. «Nacer en el seno de la familia Trainin nos otorgó el privilegio de conocerlo, gozar de su compañía, aprender tantas cosas de él... Todas las riquezas materiales del mundo no hubieran compensado ese orgullo, la posibilidad de apreciar tan de cerca una conducta que no se estudia en libros o enciclopedias, no se capta en la escuela ni se aprende en la universidad». ••• Cuando finalizó su beca en USA, le ofrecieron proseguir sus investigaciones. Pero Natan jamás fue un mercenario de la ciencia: 69 estaba integrado con su familia al Estado de Israel, su patria y la del pueblo judío, donde tenía hondas raíces. El “sueño” americano terminó, pero él, mientras tanto, debía obtener fondos en USA para financiar la prosecución de su tarea. «Regresamos a Israel recién en el año 1964 –recuerda Natan-, y comenzamos a vivir los problemas reales y conflictivos del país. El kibutz se portó maravillosamente bien, como era de esperar de ese conglomerado de gente tan extraordinario. Fue un consuelo, pero lo mismo debíamos enfrentar la realidad.». Trainin había madurado como investigador y se había puesto a desarrollar sus propias ideas, fruto de una experiencia de años. Para impulsar esas tareas científicas necesitaba un presupuesto que cubriera las exigencias de sus investigaciones. Indudablemente, un hombre de ciencia se cotiza en el mercado científico según la utilidad que le adjudican las fuentes de financiación. A veces se estimulan proyectos que prometen grandes beneficios, sin evaluar qué valor científico va a tener el producto final. Y ocurre, como contrapartida, que investigadores talentosos y muy capaces no reciben apoyo ni presupuesto por razones que nada tienen que ver con la ciencia, y mucho, sí, con la tasa de ganancias... Este es un dato de la realidad: la ciencia pura es un mito... Natan trajo en sus alforjas proyectos que debía experimentar en el laboratorio, reflexionar, extraer conclusiones y darles cabida en su cubículo analítico. Sus próximos años Trainin los consagraría exclusivamente a esa investigación. La incógnita del timo pestañeaba en su corteza cerebral transmitiéndole signos de pregunta. Decididamente, lo apasionaba... Aún le faltaban elementos pero tenía la certeza de que sus investigaciones lo llevarían a la comprensión de los enigmas que planteaban los tumores malignos... No bien llegó a Israel se instaló con toda la familia en el IW, al principio en el barrio de los técnicos y luego en las viviendas del instituto. Y de inmediato se puso a trabajar. En esa época se reveló una vez más la fuerza moral y la capacidad de acción de Chela Adler. Antes de viajar a los Estados Unidos Chela aceptaba con estoicismo la separación de Natan, aunque fue para ella un trago muy amargo. Su empeño cubrió todas las rendijas de la relación familiar guardándose las angustias y sobresaltos a fin de apuntalarlo en sus tareas en la nueva etapa. «Yo no sentí el paso de una sociedad a la otra –puede señalar hoy Natan-: no lo viví como un cataclismo porque mi mujer se arremangó y me dio su pleno apoyo». 70 La familia Trainin, pues, se asentó en la ciudad de los cítricos, Rehovot, desde 1964. Tres lustros quedaron en el pasado, como una experiencia que jamás iban a olvidar. Entonces se aprontaron para las vicisitudes que los esperaban, esta vez en la ciudad, lejos del kibutz, de los amigos y los compañeros, de aquel tipo de vida que los había seducido a pesar de la dureza, las dificultades, e incluso sinsabores. Pero lo habían elegido voluntariamente. Y el kibutz les iba a faltar. Como una ausencia irrecuperable... como la pérdida de un buen amigo. Trainin se dedicó a su trabajo con mucho más ahinco y Chela, que había traído el título de maestra desde la Argentina, hizo la reválida especializándose en la educación de niños problemáticos. Con ese propósito tuvo que estudiar el Antiguo Testamento, lenguaje y literatura hebreos sin dejar de atender las tareas de la casa, ocuparse de los hijos con las inquietudes propias de la edad, amén de todas las fastidiosas “pequeñeces” de la vida urbana: compras, diligencias, pagos, escuelas, etc. Una vez finalizados sus estudios, Chela trabajó en una escuela de educación diferencial. «Entonces –acota- descubrí el “otro” Israel, el de la discrimínación. Pero me siento orgullosa de mi trabajo: yo acompañé a un grupo de alumnos desde “Kitá Alef” hasta el fin del ciclo. Después, esa institución fue cerrada y continué en una escuela corriente. Es que había cambiado el criterio de la enseñanza y los niños con problemas de conducta se educaban junto con el resto. «Nunca hice buenas migas con las maestras israelíes. No me gusta la actitud discriminatoria que tienen algunas hacia las minorías étnicas y las expresiones culturales diferentes. Me cuesta aceptar que hayamos educado una generación tan distinta de los ideales que permitieron construir este país. No culpo a nadie: también yo me siento responsable.» ••• En 1969 nació el último hijo de los Trainin: Ran, el hijo varón, el “heredero urbano” de Chela y Natan. Las cuatro hermanas, Galia, Smadar, Ora y Mijal reivindican el que ellas fueron los frutos del ideal kibutziano de sus padres. Pero recibieron con profunda alegría al benjamín de los Trainin, el hermano pequeño, esa especie de juguete tardío que les brindaron sus progenitores. Con un poquitín de celos; aunque siempre dándole al “principito” ternura y amor... Las hijas mayores ponderan el papel maternal y carismático de Chela en todos los avatares y circunstancias que vivió la familia, y consideran, unánimemente, que las espaldas de la madre no “sostuvieron al mundo”, como las de Atlas, pero que sí se hicieron cargo de la nueva situación: la vida en la ciudad sin las ventajas del kibutz, las relaciones de la familia y entre los hermanos, bajo un mismo techo... Confrontarse con la selva urbana –que no conocían-, 71 y solventar las ausencias del padre, absorbido por tareas a las que debía dedicación total. Todos los hijos coinciden en rescatar la calidez de la madre y su capacidad para «hacer otras cosas aparte de las responsabilidades que asumió en el seno de la familia...». ••• Mijal, que era muy pequeña, y Ran que aún no había nacido, aportaron sus impresiones y vivencias a posteriori del período “USA”, que no conocieron. Mijal, por ejemplo, recuerda las llamadas y consultas de mucha gente, proveniente de distintos lugares del mundo, y la paciencia y dedicación del padre para responderles. Menciona el conocimiento de Natan sobre los más diversos tópicos, ciencia, política, música, arte, etc., en los que siempre descolló por el manejo de los temas. Rememora asimismo los viajes anuales que sus padres hicieron en compañía de una una de las hijas con el marido, cada vez una distinta. «Éramos dos parejas para todo, y no puedo olvidarme de cómo mi padre organizaba las salidas, visitas a los museos, conciertos, hoteles, sus explicaciones tan someras y claras sobre cada paso que dábamos. Mi padre no sólo era culto sino que daba pruebas permanentes de sus conocimientos. Mis hermanas y yo coincidimos en que esas vacaciones con nuestros padres fueron episodios inolvidables, sobre todo porque percibimos facetas personales que desconocíamos. ». Ran, a su vez, hace hincapié en las relaciones de sus padres con la gente del kibutz Ein Hajoresh, especialmente con las familias Kovner y Rushka. No olvida esa sensación que despertaban en él las largas conversaciones de sus padres con los amigos; o cómo contemplaban la que fue la “tajaná Trainin” y el campo de cítricos en el que trabajó Chela; o los pájaros extraños que abundaban en el lugar; y los recuerdos de espacios y canteros, de cada recoveco; o como llamó la atención de sus padres una amapola silvestre flameando solitaria... «Compartir con mi padre las noches de partidos de basketball de Macabi Tel Aviv -acota Ran- era algo increíble: su exaltación, la angustia y enojo cuando las cosas no iban, y la alegría por los triunfos... no puedo olvidarlo: fue algo fuera de lo común... sobre todo para mí.». Las tres hermanas mayores pubertad en los años del kibutz, dos hermanos menores fueron Weizmann: allí vivieron, crecieron protagonizaron su infancia y la en especial en Ein Hajoresh, y los los contemporáneos del Instituto y se educaron. 72 Los cinco hijos estaban convencidos de que Natan iba a recibir el Premio Nobel. Y cuando no sucedió, la certeza se trocó en desilusión. Juzgan que fue una injusticia, cuyas razones nada tenían que ver con la importancia de su trabajo científico... El premio formal no llegó, alegan. Duele, sí. «Sobre todo porque no se trataba de un “Oscar” o el “Emmy”». Pero la tarea está cumplida, piensan. Están seguros que el reconocimiento no es tan importante como la obra... Porque la obra está allí, es una realidad . Han transcurrido años desde entonces... Las hijos de Natan y Chela recuerdan su niñez y adolescencia con mucha nitidez y afecto. Y además, se sienten muy orgullosos de la calidad humana de sus padres. Esto los gratifica como seres humanos mucho más que cien premios Nobel... 73 18 • En ese período –fines del 50 y comienzos del 60- se trabajaba en un reciente descubrimiento: la función del aparato linfático, de los linfocitos, de las células blancas en la inducción y el control del proceso del cáncer. En realidad, según Natan, hasta ese momento no se sabía nada de la relación del aparato linfático y el sistema inmunológico. «La inmunidad es la fuerza existente dentro del sistema orgánico que le permite al individuo oponerse a la inducción de un proceso. La inmunidad puede ser favorable, o desfavorable.». El tema empezó a desarrollarse en esos años, y es válido poseer nociones sobre el tema... La sangre es un tejido semi líquido, que se comporta como cualquier otro tejido. Los glóbulos rojos transportan oxígeno, alimentos y otras sustancias hacia los tejidos, y productos de deshecho hasta los órganos encargados de su eliminación. Los glóbulos rojos son producidos por la médula ósea como asimismo los glóbulos blancos. «Tenemos entre un 20 y 40 por ciento de linfocitos del total de glóbulos blancos. En la sangre producen los anticuerpos que son específicos en contra de una determinada sustancia y se multiplican en contacto con el antígeno (sustancia extraña) al que neutralizan.». Se descubrió asimismo que cuando se hacían injertos los linfocitos producían anticuerpos porque reconocían el injerto como una sustancia extraña. Fue la época en que comenzaron a hacerse injertos de distintos tipos. Y hubo que superar ese obstáculo, aprender cómo “engañar” a los linfocitos. Pero primero había que entender ese proceso... «Cuando yo llegué a EEUU en 1962 –relata Natan- fue cuando se empezó a descubrir que los linfocitos no eran homogéneos, que había varios tipos: los B, que provenían de la médula ósea, y los T, del timo; mejor dicho, se producían en la médula pero pasaban por el timo, se transformaban y eran responsables de la histocompatibilidad o histoincompatibilidad. Para saber si un tejido iba a ser aceptado o no en un injerto, podía experimentarse previamente a través de estos linfocitos.». El australiano Barnett presentó su idea del control de la respuesta inmunológica en la inducción del cáncer. «El tumor es el resultado de la transformación de una célula normal en una célula tumoral. Esta célula tiene una caracteristica, ritmo rápido de división, con vida más larga, capacidad de infiltrarse en tejidos extraños. Un cáncer comienza en el hígado y se extiende a otros órganos. «Otra característica es la metástasis, que es la reproducción de un tumor en órganos distintos de aquel en que se presentó incialmente, 74 y que desplazándose a través de la sangre o de la linfa, es capaz de producir un tumor en un lugar distinto del cuerpo. La célula tumoral ha experimentado cambios en la estructura de su membrana y de sus ácidos, ha adquirido nuevas propiedades antigénicas y debería ser destruida por los linfocitos.» Según Barnett el cáncer es una falla en el sistema inmunitario que le ha permitido a una célula extraña, no descubierta a tiempo -como un “extraño indeseable”-, establecerse en el organismo sin haber sido destruida. A Trainin lo sedujo la idea de que el timo podía ser un órgano relacionado íntimamente a ese proceso de descubrimiento de la célula tumoral. ¿Cuál fue la razón de esa “seducción”...? «El timo tiene características biológicas muy particulares: cuando nace un individuo, el timo es un órgano muy pequeño –de 2 a 3 cm. de diámetro total-. Ubicado sobre el corazón, entre los dos pulmones, del tamaño de una moneda. Visto a través del microscopio se asemeja a un ganglio linfático, aunque no lo es. Comienza a crecer y cuando el niño llega a la pubertad el timo alcanza un diámetro de 8 a 10 cm.» Al entrar en la pubertad el timo comienza a atrofiarse, y ese es uno de los períodos, justamente, en que aparecen los tumores. «Por lo general los tumores son frecuentes en la primera infancia y la vejez –explica Natan-, cuando la funcion inmunológica es inmadura, o cuando esta función comienza a decaer, es decir, existe una correlación epidemiológica y estadística entre la incidencia del cáncer y la capacidad inmunológica del organismo que, está demostrado, decae con los años. Ello implica una caída vertical en la vigilancia inmunológica para descubrir las células tumorales que pueda haber en el organismo. «Barnett llegó a la conclusión de que existe el “inmuno control”, y que éste es el regulador de la relación existente entre la incidencia del cáncer y la edad. Es una hipótesis muy interesante y atractiva, que no tiene una corroboración absoluta... Otros investigadores también hallaron esa correlación, pero de allí no debe concluirse que se trata de “todo o nada”... Existen modelos en los cuales la inmuno competencia y la posibilidad del desarrollo de los tumores no es un hecho tan claro. En biología no hay nada absoluto...». En los párrafos que siguen se exponen algunas de las especulaciones científicas que ocuparon la mente de Trainin durante ese período de su vida. Ellas influyeron decisivamente en su futuro de investigador... Práctica, especulación, conocimiento, resultados, éxitos, fracasos, avances, progreso, estancamiento, retroceso: la espiral que siempre recorre el investigador, enfrentado a una ecuación algebraica en la que hay una mutación contínua de la 75 incógnita... como una compleja partida de ajedrez en la que uno de los dos contendientes debe ver mucho más lejos: es el duelo entre el investigador y la enfermedad, en la que el primero busca darle jaque mate a su fatídico rival... La pregunta surgió sola: ¿adónde lo llevaría esta inquietud?: «Yo comencé a estudiar la cuestión de cómo trabaja el timo. Me llamó la atención eso de que el timo era un órgano que crecía y luego involucionaba, se transformaba en un tejido fibroso, decaía (decíamos en broma que “es el único órgano que se atrofia, fuera del cerebro de los políticos”). Pero esto debe aceptarse como una broma... «El timo actúa a través de la producción de alguna hormona. Existen investigaciones que sugieren que el timo produce una hormona, dado que aparecen células en el seno de lo que se llama la médula del timo. Esas células, que parecen productoras de hormonas, aparecen solamente en el timo. «Me hice entonces la siguiente composición de lugar: el timo es una glándula de secreción interna, productora de una hormona generadora de una sustancia que se vuelca dentro de la corriente sanguínea y que actúa sobre el aparato circulatorio, en el mismo organismo donde está esa glándula. «No tiene sentido entrar a detallar todos los experimentos que se realizaron durante años en muchos laboratorios –explica Trainin-, o por intermedio de otros investigadores que comprobaron que inyectando el extracto de timo, podía rehacerse, efectivamente, la capacidad inmunológica de los animales sin glándula del timo. Nosotros pensamos que vistas las experiencias, se podría recomponer la capacidad inmunológica y evitar el daño que conllevaba su ausencia, mediante algún extracto que había que lograr. «Esa fue la primera meta: obtener cantidades de extracto de diversos animales, hasta que finalmente llegamos al timo de ternera de menos de un año e investigamos la capacidad de reparar el daño inmunológico provocado por la falta del timo.» El hallazgo que Natan desarrolló más tarde en el IW, comenzó en USA, porque los experimentos realizados allí en animales demostraron la importancia del timo como factor inmunológico de primera magnitud. Trainin resumió sus ideas y las investigaciones que lo llevaron a elaborar sus primeras conclusiones científicas, seguro de que era menester librar una guerra sin concesiones contra el cáncer. Ya en su época de neurocirujano dedujo que luchar contra el cáncer debía dirigirse a descubrir las causas que generan esa irrupción y multiplicación desenfrenada de las células tumorales 76 desatando el caos en todo el sistema inmunológico de las personas afectadas. Trainin comprendió que para salvar la vida humana afectada por esa enfermedad maligna sólo había un medio eficaz: descubrir las causas que la provocan y dominarla antes de complicarse en su mismo caos. A esa investigación dedicó Natan Trainin la mayor parte de su existencia. «Para ser capaz de estudiar el problema de los tumores, que es lo que he hecho toda mi vida, tuve un hilo conductor que comenzó desde mi infancia, en la que ya me veía haciendo un trabajo de investigación. Esa fue la primera fase... La segunda fase, cuando trabajé en neurocirugía y luego la abandoné porque pensé que había otra opción. Y la tercera, cuando luego de haber trabajado años como médico de frontera y agricultor pude finalmente dedicarme a la investigación.». Ningún contratiempo pudo detenerlo. No dejó de lado ninguna exigencia de los tiempos. Cumplió con todas las obligaciones y metas que se impuso. O la que las circunstancias le fueron imponiendo... Con la ética y la resposabilidad que le serían características. Con la nobleza de una persona que sabía cuál era su misión, que quería materializarla mediante su fuerza de voluntad pero sin abandonar, por ello, los desafíos circunstanciales que salieron a su encuentro. Recibir la oportunidad fue un sueño porfiado que jamás lo abandonaría. Esa tenacidad, esa vigilia permanente tuvo, a la postre, su concreción: la investigación en el Instituto Weizmann. Natan quiere resumir, pues, los caminos intrincados que debió recorrer... Es lo que expone en las próximas páginas... 77 19 • Para Trainin era un problema de angustia, no de profesión de fe: lo angustiaba la enfermedad misma por el escaso conocimiento que se tenía de ella y porque no había posibilidades de atajarla. «Yo entendía que la investigación era la única forma posible. Solía decir que el problema del cáncer no se iba a resolver al lado de la cama del enfermo, sino en el laboratorio. Mi trabajo en el laboratorio fue una búsqueda racional, una tarea que me impuse a mí mismo. «Estaba desarmado... debía hacer muchos estudios previos para ponerme a la par de otra gente que estaba mejor capacitada que yo, pero que carecía de esa motivación que tanto me animaba, privados de ese deseo y esa inspiración para curar el cáncer, para hallar una solución. «Comprendí que el método científico consiste en tener una meta definida: hacer los experimentos, que pueden durar un día, un mes, o años. Y si se halla la respuesta se debe seguir en sucesivas etapas. Y así indefinidamente. Cuando yo estaba ocupado con la teoría de Barnett, tenía mis propias ideas al respecto y estaba muy entusiasmado... Iba al laboratorio cantando y otras veces me iba desesperado porque las cosas no andaban.». Natan dice muy a menudo que la situación del investigador es como la lucha de Jacob con el ángel de la muerte: una lucha que uno lleva a cabo solitariamente y en la que debe empeñar todas sus fuerzas. «En el acto de la creación uno está solo, no hay equipos: el equipo son las herramientas que el científico necesita para llevar a cabo su idea... Así sucede con la creación del investigador. Llega un momento único, o una sucesión de momentos en los que se llega, o no se llega jamás, a conquistar eso que tanto se anhela, esto es, entender y aprehender la esencia de un mecanismo que lo llevará a la solución de un problema, tal como cuando la diferencia de temperatura en un solo grado o una décima provoca un cambio, genera el paso del estado sólido al líquido. «He tenido muchos momentos de desilusión, en los que me sentí exhausto, vacío, desesperado, angustiado, porque cobré consciencia de que el camino que tomé era errado... Comprendí que debía volver atrás y tomar otro sendero... Recuerdo períodos en los cuales estaba dispuesto a abandonar la investigación... «Me viene a la memoria una conversación mantenida con Berenblum en la cual le expuse mis ideas. Yo estaba lleno de entusiasmo y él trataba de apaciguarme. Estaba trabajando en mis propias conclusiones; en las etapas de recapitulación yo iba a 78 contarle la marcha de mis investigaciones: había cosas que Berenblum aceptaba, y otras no. «Pienso que era lógico, porque yo ya estaba en otra línea, otras cumbres o abismos, o lo que fuere: tenía mi propio camino... Berenblum me dijo: “El entusiasmo no sirve para nada, el investigador debe ser un hombre frío, calculador, separado de toda emoción..”. «A mí eso no me convenció... Luego, en conversaciones con otros científicos tan capacitados como Berenblum encontré una disposición semejante... Pero también hallé científicos que, como yo, eran entusiastas y trabajaban poseídos por el júbilo creativo... «Había días en que volvía a mi casa feliz, sintiéndome en la cúspide de una montaña. Quería mencionarlo, porque creo que esos estados de ánimo forman parte integrante de la creación.». Trainin afirma que fue legítimo que hubieran puntos de vista o sentimientos encontrados. Se refiere a aquellas disidencias que tuvo con Berenblum, que hoy tiene 95 años, pero pondera su importante contribución a la investigación del cáncer. Luego prosigue: «Hay otra cosa que debo mencionar como parte de mis experiencias, que puede ser muy útil para los jóvenes... Recuerdo que en una oportunidad me sentía muy deprimido debido a varias razones: falta de resultados, la distancia que había entre el lugar de trabajo y el kibutz, y cómo ordenaba mis cosas. «Fui verlo a Amos de Shalit: él era el director de todo el Instituto. Amos de Shalit era una personalidad fuera de lo común, un genio que a los 28 años estuvo cerca de obtener el premio Nobel debido a sus extraordinarias ideas en el campo de la física... El fue quien estableció la investigación de la ciencia física en el IW, con mucha repercusión en el ámbito mundial. «Amos se retiró de la investigación a los 34 años... decía que ya era un “anciano”. Él era de la idea que los físicos debían madurar rápidamente, con ideas muy geniales: “Los físicos hacen sus grandes descubrimientos entre los 20 y los 30 años”, decía. Luego se convirtió en director del IW. Dedicó su vida a la educación científica, a formar núcleos de jóvenes que supieran investigar. «De Shalit dejó huellas muy profundas en la historia de la ciencia de este país. Yo lo consideraba una persona muy seria y digna de confianza... Por eso me dirigí a él y le dije: “Amos, tengo un problema muy serio: yo soy médico, no investigador, he trabajado con enfermos, no estoy suficientemente preparado para las ciencias, estoy tratando de formarme (eran los primeros años en el IW. – A.B.Sh.-)... y no sé si sirvo para ser científico”. 79 «Él me preguntó qué fue lo que me llevó a la investigación: yo le respondí que el deseo de curar una enfermedad. “Eso vale más que todo lo que hayas estudiado en la universidad”, me aseguró. «Cuento esta anécdota, porque me parece el pensamiento singular de un científico de verdad, como era Amos, formado en la mejor escuela de física del mundo, la misma en la que había estudiado Albert Enstein. Fuimos muy amigos. Lamentablemente, Amos murió a causa de una desgraciada enfermedad a los 40 años.». 80 20 • En la seducción que ejerció sobre Natan el estudio de la anatomía estaban ya las simientes que lo llevarían a la investigación... Es totalmente cierto que hay científicos preparados en los mejores institutos del mundo cuyas investigaciones obtienen resultados magros o mediocres. Trainin está convencido que una de las razones poderosas que explican esa falta de resultados es la carencia de motivación del investigador: «La motivación es un factor poderoso; es lo que hace que las luces en el laboratorio no se apaguen antes de la medianoche.». Es indudable que la capacidad de trabajo, la inversión de horas y horas en la quietud y la soledad del laboratorio son importantes, mas no son suficientes. La motivación, esa fuerza interior que puede “mover montañas” y que ayuda a superar los fracasos o los momentos de desilusión requiere, asimismo, otro factor, que se tiene, o no; que no se aprende en ninguna universidad: la inspiración... Es esa fracción de tiempo en la que, como un vendaval, irrumpe impetuosa, alumbrando la mente del científico, y le susurra, en una especie de simulacro coloquial y onírico: “Sí, mi amigo... estás en el buen camino... has dado el paso adelante... has llegado... ¡Eureka! Ya puedes sentirte dichoso, porque has trabajado muy duro, has transpirado, te has desanimado, pero tenías la llama, hijo: sin ella hubieras fracasado...”. ••• Con respecto a la función inmunológica del timo, Trainin no fue el único en trabajar e investigar el papel de esa pequeña glándula alojada detrás del esternón. Pero él investigó con visión y profundidad los cambios y mutaciones, positivos y negativos, desencadenados por la presencia o ausencia del timo, por su atrofia o extracción, y su reposición e injerto en el tejido de animales. Es este, tal vez, uno de sus más importantes logros. Por eso desea referirse a ciertos pormenores. Trainin cuenta que su equipo estuvo entre los primeros que hablaron en forma seria sobre la “hormona del timo”. Ya en 1900 se mencionaba tangencialmente una posible hormona del timo, pero Natan publicó por primera vez un trabajo sobre el THF (factor humoral del timo). No se atrevió a llamarla “hormona”, pues ésta es una molécula con sus funciones claramente definidas... «Teníamos sólo indicios sobre el tema –afirma Natan-: comencé a interesarme seriamente por el tema en EEUU pero mi tarea principal la desarrollé aquí, en el IW. En realidad, la mayor parte de mi trabajo de investigación fue demostrar la existencia de una hormona tímica. 81 Me dediqué con mucho ahinco porque demostrarlo –supuse- era como tener la llave que permitiría convertir a un aparato inmunológico incompetente o débil en su contrario, vale decir, en un aparato inmunológico fuerte y competente mediante el cual se podría evitar la producción de un tumor.». Pruebas al canto... Natan jamás haría afirmaciones corriendo el albur de ser un improvisador o un charlatán. Él comprobó que cuando le extirpaban el timo a un animal de laboratorio, éste decaía y moría. Pero si le reimplantaban el timo el animal se recuperaba: «Esto no probaba la existencia de una hormona –comenta Natan-, seguía siendo una suposición... Conseguí fondos del Instituto Nacional de la Salud de EEUU: y eso fue difícil porque debía competir con científicos de todo el universo». Natan estaba muy bien considerado y aunque no fue fácil, obtuvo los fondos para encarar y proseguir la investigación. Comenzó a desarrollarse la idea de obtener un extracto del timo para cotejar sus resultados, esto es, verificar si inyectando de alguna manera ese extracto se obtenía el mismo efecto de reparación que cuando se implantaba el timo; comprobar si realmente se podía recompensar las deficiencias inmunológicas... «Esto parecía muy sencillo, pero nos llevó 15 años de trabajo.», asegura Natan. «Cuando comenzamos a desarrollar la hormona del timo la teníamos concentrada pero sin identificar. Se trataba de una fórmula inasible: debíamos emplear enormes cantidades de material para poder llegar a un producto más concentrado. Fue una tarea fatigante, un auténtico desafío. Llegamos a utilizar cinco toneladas de timo para lograr aislar la estructura química de la hormona. Una vez aislada, podríamos encarar la tarea de sintetizarla. Y eso fue lo que hicimos aunque nos consumió años de trabajo muy duros. «Pero yo deseo referirme a otras experiencias, cuyas consecuencias han sido muy negativas... Hubo empresas que llevaron al mercado extractos de timo impuros obtenidos con otros métodos, contaminados por moléculas incontrolables no deslindadas del factor activo, capaces de provocar daños, y, lo que es peor, perjuicios irreparables al prestigio del timo.». Esas empresas, algunas europeas, produjeron extracto de timo poco elaborado, bastante crudo, y lo vendieron obteniendo generosas ganancias. Hicieron valer el hecho de que el producto era muy importante para reconstituir la capacidad de la respuesta inmunológica de los animales y los seres humanos, usándolo en el tratamiento de enfermedades virales. 82 Esta actitud se respaldó con la propaganda que efectuaron en el mercado terapéutico mundial sobre las bondades del producto como eficaz antivirósico. Presentaron ponencias en congresos y encuentros médicos, organizados y financiados por las mismas empresas con los grandes beneficios que habían obtenido, difundiendo la presunta validez de esos medicamentos. Esto ocurrió en la década del setenta... Actitudes irresponsables de ese tipo generan la desconfianza y el rechazo de las instituciones científicas más serias, que son las que deciden el destino, el éxito o el fracaso de una investigación. 83 21 • Uno de los científicos que trabajaron con Natan Trainin en el proyecto fue el profesor doctor Igal Burstein. El profesor Burstein -y la doctora en biología Marit Pecht- colaboraron estrechamente en el proyecto y vivieron todas sus alternativas. Era importante recabar las opiniones de Burstein porque su participación en el proceso fue formidable y Natan la apreció en sus justos términos. Su relato es metódico y descubre interesantes pormenores de esa década tan apasionante en la que llevaron adelante, paralelamente, la investigación y la experimentación clínica... Burstein se enteró de las investigaciones sobre la glándula del timo alrededor del año 1976, cuando el proyecto estaba en su segunda etapa. Comenzó a involucrarse paulatinamente: Trainin y Burstein tenían prácticas distintas, se habían especializado en materias que aparentemente no tenían ninguna relación. La especialidad de Natan eran sus investigaciones sobre el cáncer, la especialidad de Igal Burstein era la química orgánica. «Es posible que en una ciudad más grande –acota Burstein- no nos hubiéramos conocido. Pero éramos vecinos y nuestros hijos jugaban juntos, así que primeramente nos conocimos en forma personal. Lo que yo había oído sobre Natan es que mantenía la puerta de su laboratorio siempre abierta. «Después, cuando empecé a trabajar con él, me dí cuenta lo que eso significaba: en medio de las reuniones entraba gente a consultarlo, como si él fuera su médico personal. No golpeaban: entraban directamente sin tomar en cuenta si estaba participando de una reunión, o si había otras personas en la habitacion. Sin un mínimo de consideración, diría yo. Por eso las reuniones se alargaban hasta cualquier hora. Al principio me resultaba molesto, pero después comprendí que así era Natan Trainin...». Cuando Burstein se incorporó al proyecto THF, el material era ya conocido y aceptado. Mucha gente había trabajado en él, principalmente en el aspecto biológico y clínico, algo muy distinto a la especialidad profesional del profesor Burstein. «Para Natan lo más importante era el aspecto clínico. Usar el producto y poder ayudar: esa era la meta. Pienso que no le interesaba tanto la estructura de la materia porque no había casi nada de material. «En esa época no existían muchos remedios antivirales, y eso le daba más importancia al empleo de lo que había en existencia para tratar enfermos cuyas defensas naturales estaban afectadas, o tenían varios tipos de infecciones. Como el THF se inyectaba en cantidades proporcionales al peso, se lo utilizaba especialmente en niños.» 84 Para averiguar la estructura molecular eran necesarias inversiones de capital y cantidades increíbles de material que no poseían. En cierta manera, Natan consideraba un despilfarro quitarle a los enfermos ese poquito de material y dedicarlo a la investigación. «Las discusiones sobre la cantidad de THF que yo tenía que recibir fueron tremendas: me daban, pero si había un caso urgente me llamaban a cualquier hora de la noche para que lo devolviera. Él trataba de convencerme de que fuera al hospital a conversar con los médicos a fin de apreciar la importancia que tenía el THF como factor terapéutico. A los médicos no les interesaba mi investigación... «Ellos usaban el material crudo, que servía a sus fines, y el resto no era de su incumbencia. La inyección era muy dolorosa porque el THF estaba en una solución salina: yo pedí que me permitieran disminuir la cantidad de sal para que fuera menos dolorosa. La médica que usaba el THF era la profesora Rina Zaizov, quien estuvo de acuerdo. Lo desalinizamos exitosamente...». Para la profesora Zaizov esto era suficiente. Pero Burstein decidió seguir adelante. Entonces descubrió que la materia activa era solo la sexta parte de la cantidad que suponían. Se dio cuenta, pues, que él no podría descubrir la estructura molecular de una materia de la cual poseía cantidades ínfimas. Hay que recordar que en esos años no habia elementos y sistemas de trabajo tan desarrollados como los que existen actualmente. Tal vez ahora sí podría haber trabajado con esas cantidades, pero ya es irrelevante escribir sobre el tema... «Para ser mas explícito –se explaya Burstein-, la cantidad con la que contábamos no hubiera sido suficiente... ¡Se necesitaba cien mil veces más! En ese época ya nos apoyaba una empresa americana que tenia un representante en el país, químico inorgánico de la vieja escuela, muy inteligente. El nos dijo: “O se prepara mil veces más material o es imposible trabajar.”. «Necesitábamos media tonelada de timo de ternera de menos de un año, porque con la edad el timo involuciona, y en el pais no había esa cantidad. Debíamos importarlo, pues, y traer a nuestro laboratorio varias toneladas, lo cual era posible sólo desde los mataderos de Chicago.». Pero por otra parte, ellos no podían absorber en el laboratorio del Instituto Weizmann esa colosal cantidad de carne... Una disyuntiva complicada e inextricable. «Nos dirigimos a una empresa kibutziana que contaba con un laboratorio dispuesto a trabajar, paso a paso, de acuerdo a nuestra metodología. La gente parecía bastante seria: el director del laboratorio era una persona muy conocida en el ejército, y el resto del personal impresionaba como responsable y competente. 85 «Todo parecía andar a las mil maravillas hasta que decidimos visitar el lugar: entonces comprobamos que el material había sido tratado con deficiencias... el producto que habíamos recibido era absolutamente inapropiado... A causa de esta anomalía desperdiciamos unos seis meses. «Erróneamente, supusimos que estábamos en Suiza, y que todos los israelíes eran honestos cien por cien.... Con celeridad nos dimos cuenta de nuestra ingenuidad... Naturalmente, los reproches de los inversores cayeron sobre nosotros.». Desilusionados, le entregaron el proyecto a otra empresa, cerca del IW. Las cosas comenzaron a andar mejor. De cada tonelada de timo de ternera se obtenían... ¡5 microgramos de material puro! El reto científico seguía inamovible. Natan Trainin no iba a claudicar. Tampoco Igal Burstein Llegamos a un acuerdo con Natan –cuenta Burstein-: cada vez que se obtuviera un material más depurado se harían sobre él todos los analisis biológicos y luego se lo probaría clínicamente. Obtuvimos ocho etapas de material cada vez más depurado. El material número ocho, compuesto por seis elementos distintos, fue analizado y verificado uno por uno para comprobar y asegurarnos cuál de los seis era el elemento activo puro.» Esto fue en el año 1985, vale decir, diez años después de que Burstein se asoció al proyecto. Era un grupo bastante grande el que se ocupaba de las tareas, alrededor de diez personas. Parte del trabajo era muy rutinario, consistente en comprobaciones que debían repetirse. Pero la gente era muy seria: Trainin y Burstein confiaban ciegamente en ella. Los técnicos estaban dispuestos a trabajar horas y horas en un trabajo tedioso, acotan los dos. Los costos en sueldos, materiales, instrumentos, etc., eran tremendos. Eso no era un laboratorio: era una colmena. El paso del laboratorio a la producción no fue una simple multiplicación. Era mucho más arduo y complejo... En definitiva, se encontró la esencia del material –recuerda Burstein-, se inyectó y comprobó en el laboratorio en muchos animales. Este proyecto pasó luego a otra empresa, y a otra, y así sucesivamente, cuatro veces. Generalmente, los investigadores de las empresas de medicamentos no desean recibir proyectos de otra fuente, porque compiten por el mismo presupuesto con sus propias investigaciones. Eso hizo que nos abrumaran pidiendo informes, llamándonos a tediosas reuniones, o viniendo a inspeccionar con fastidiosa frecuencia, de modo que cada tres meses, por una u otra razón, debíamos dedicarles horas preciosas. 86 Todo esto ocurrió porque la empresa del IW que se encargaba de comercializar los proyectos se apresuró a venderlo dado que necesitaba dinero. (Natan cuenta que una gran empresa alemana propuso, en los estadios previos, crear una empresa ficticia en Lichtenstein, para evitar el boicot árabe.). Natan no aceptó ocultar la identidad israelí, por lo cual las negociaciones con ese laboratorio terminaron bruscamente. ••• «Durante los últimos años –acota Burstein- fuimos testigos y víctimas al mismo tiempo de un proceso alarmante que viene ocurriendo en la industria farmacéutica: la fusión de empresas. En nuestro caso el proceso coincidió repetidas veces. Cuando la última empresa obtuvo el permiso para desarrollar el medicamento, fue por cuarta vez, nuestras manos quedaron maniatadas. Mientras la empresa siguiera haciendo los experimentos apropiados, los demiurgos del proyecto no podrían inmiscuirse en sus decisiones. Natan presionaba para que se verificase el medicamento en los enfermos cuyas defensas estaban afectadas por radiación ionizante, o quimioterapia, basándose en la experiencias anteriores, pero los laboratorios tenían medicamentos propios para el cáncer y no estaban dispuestos a nuevas inversiones de alto costo para desarrollar otra droga en ese ámbito. «Ellos prefirieron ocuparse de enfermedades virales y fundamentalmente SIDA. Nosotros, de acuerdo a los experimentos que se hicieron en enfermos de SIDA, no veíamos en éstos posibilidades adecuadas, dado que cuando se les aplicaba ya se había desencadenado la enfermedad y las posibilidades de cura eran mínimas puesto que las defensas estaban entonces muy mermadas. «Aún así hubo algunos pocos casos en Francia en que los médicos informaron que habían tenido éxito. Creo que también se hicieron experimentos clínicos en Rusia a muy bajos costos, para ahorrar, pero no teníamos control sobre ellos. No sabemos si los experimentos continuaron, cesaron, o qué... Naturalmente, todo esto se refiere al empleo de la hormona sintética que conseguimos producir en los años 1986/87.» Es importante señalar que el permiso con el que contaban Natan y su equipo de colaboradores para utilizar clínicamente la hormona había caducado: el que tenían era únicamente para material biológico. Tuvieron que pasar una vez más todos los estamentos de la burocracia antes de recibir una nueva autorización. Finalmente la otorgaron, porque ya no había más material biológico. No se permitió usar clínicamente el material en Israel, sino que la licencia pasó directamente a manos del laboratorio. Un auténtico delirio burocrático, al mejor estilo “kafkiano”... 87 En EE.UU. transcurrieron más de dos años hasta que la hormona fue autorizada por las autoridades para ser ensayada clínicamente. Una de las razones por las que la empresa eligió el SIDA, fue porque sabían que para esa enfermedad iban a recibir el permiso más rápidamente. «Hace cosa de medio año (julio de 1998) recibimos una llamada telefónica del Hospital Belinson... ciertos médicos querían el medicamento para una criatura que no respondía a ningún tratamiento. Nosotros no pudimos sumistrarle la droga y la nena falleció. Eso duele mucho... «Aunque recibiéramos de nuevo la patente no es mucho lo que podríamos hacer, ya que se trata de una patente de 1985: ya hay otros productos en el mercado. Ahora tendríamos que empezar todo de nuevo y eso es una empresa muy difícil.». En la actualidad hay empresas de alto riesgo o “start-up”, que desarrollan un producto y después tratan de venderlo. No pagan nada hasta que no llegan a la etapa de comercialización. La empresa del IW no quería esperar y, además, la única firma de ese tipo existente en ese momento estaba ubicada en San Francisco. La proposición de “start up” no prosperó... ••• Hasta marzo de 1998 no estuvo en claro que el proyecto se había estancado. Cuando la empresa europea que tenía los derechos se fusionó con otra norteamericana que quince años atrás lo había desechado, ya no quedaron dudas sobre cuál sería su destino . En definitiva, el proyecto se prolongó demasiado y esas demoras son fatales para un producto de este tipo. A las empresas les interesa lo que contribuye al balance de sus beneficios y no lo que ayuda al ser humano. Además, no hay que olvidar que a lo largo de los años se fueron desarrollando otros medicamentos. «Es cierto que nuestro medicamento procede del organismo humano, no es una materia extraña que podría traer otras consecuencias, generalmente desconocidas. Ignorábamos que podiamos patentar el uso del producto mucho antes de conocer su estructura, y no esperar a patentar la estructura, cosa que llevó bastante tiempo descubrir. Si lo hubiéramos hecho -coinciden Natan y Burstein- hoy podríamos tener nuestro producto en el mercado mundial.». Es la hora, quizá, de hacer un resumen, una especie de balance sobre el paso fundamental en la carrera del profesor Natan Trainin y sus más estrechos colaboradores... Desde el punto de vista científico, han demostrado todas las premisas que se habían propuesto: no sólo 88 aislaron la hormona del timo sino que la sintetizaron químicamente (lo que le llevó al profesor Burstein ocho años de trabajo). En este punto Natan desea hacer una breve acotación... «Sé que la investigación que hemos realizado –sostiene- posee un enorme valor; el hecho de que en este momento esté paralizada no es importante... Estoy convencido que es un legado que dejo a las futuras generaciones y tengo la absoluta convicción de que va a ser retomada en otra etapa...». Fiel a su carácter, a la serenidad de espíritu con que analiza los hechos, Natan Trainin irradia una vez más optimismo, y tiene la seguridad de que su trabajo científico, sus descubrimientos, son un aporte efectivo en la lucha contra el cáncer, en beneficio de la criatura humana. No adopta la pose arrogante de una persona despechada, sino la imagen serena de un hombre humilde cuya grandeza no necesita de “Public Relations”... 89 22 • No buscó gloria ni méritos “per se”. Aceptó un reto de la ciencia convencido de que podía aportar. Sin jactancias. El resultado, los logros, eran para Natan Trainin lo fundamental. La meta, el desafío que la justificaba. Por eso resulta muy interesante describir su estilo de trabajo. En una oportunidad publicó en una importante revista científica inglesa, “Revista de Fisiología”, un artículo dedicado al mecanismo hormonal del timo, sobre el que se sabía muy poco. «Busqué todas las referencias acerca de la existencia de algún factor endógeno en el timo. Llegué a compilar 320 referencias – esta tarea me llevó un año -, tomadas de distintas bibliotecas. Estudiando estos problemas y referencias descubrí cosas extraordinarias... Ya antes de 1910 hubo investigaciones que habían demostrado, en condiciones muy precarias, que el timo está poblado por células que no tienen su origen en él. Se referían a células “nómades” que llegaban al timo procedentes de la circulación sanguínea.». Vale decir, que cada órgano poseía sus células específicas pero el timo no: las células que poblaban el timo procedían de otros órganos. «Hoy se sabe que estas células provienen de la médula ósea y se establecen en el timo dado que hallan una atmósfera especial; se trata de células de tipo endocrino, o sea glandular. Un científico belga me envió una cantidad de sus trabajos de investigación, efectuados en los años treinta, sobre la siguiente idea: tomaba células del timo y las ponía sobre un papel de filtro, lo enrrollaba como un pequeño canuto y lo implantaba en un animal. Si había un factor humoral en el timo, éste debería pasar rápidamente por el papel de filtro, no así las células... «Años después –prosigue Natan- fui a dar una conferencia a Bélgica y tuve la oportunidad de conocer a ese científico, Charles Gregoire, descartado por sus colegas tendenciosamente. Aislado de la comunidad científica, para poder subsistir trabajaba en Bruselas como electromicroscopista. «Como es de suponer, decidí visitarlo... La esposa de Gregoire vino a recogerme de la estación de Bruselas –lo recuerdo como si fuera ayer- en un auto Citroën blanco; los tres fuimos a cenar y entonces él me narró la tragedia de su vida. «Se había recibido de biólogo en la universidad pero debido al estilo autoritario imperante en la vida universitaria belga, su maestro, el profesor Dustin, le prohibió ocuparse del timo. Estaba maravillado por lo que yo había logrado con mis investigaciones. Era un matrimonio sin hijos y sentí una tremenda angustia por la frustración de ese hombre... Comprendí que para ser investigador es menester, 90 también, ser agraciado en la vida con una pizca de suerte. Tal vez lo que digo es muy simplista, pero es verdad...» La imagen de Natan Trainin es la de un hombre de ciencia entregado a su tarea silenciosa, no la de un rumboso Henry Ford. Consagrado a la investigación, ajeno al divismo, su “imperio” abarcó la modesta oficina en el Instituto Weizmann, y un laboratorio en el que se abroquelaron la buena voluntad, el compañerismo de la gente, y una solidaridad cálida, que fue convirtiéndose en una herramienta de trabajo más. Esas relaciones personales tan poco convencionales, las condiciones en que trabajaban donde el lujo y la vanidad se daban de narices, permitieron a Trainin y su fiel grupo de colaboradores, desde los más encumbrados hasta los más modestos, encarar esa labor cotidiana, a veces gris y monótona, a veces impresionante y exitosa, como una especie de apostolado hecho con cariño y voluntad, sin imposiciones rígidas ni decálogos elitistas... Hay algo más que caracterizó a Natan: la relación con sus discípulos y colaboradores. Una relación que iba mucho más allá de los fríos y estrictos límites del profesor frente a su alumno: «Uno adopta una responsabilidad muy grande cuando toma a un alumno: porque primero tiene que llevarlo de la mano, y luego dejarlo solo. Es muy importante que en este diálogo y convivencia entre estudiante y maestro, se establezcan nexos que le permitan a uno transmitirle todo lo que tiene adentro y ayudarlo a que encuentre la independencia científica. «Tuve por discípulo a un estudiante francés, Claude Carnot, muy ocupado también en la actividad política. Trabajó conmigo durante dos años y lo acompañaba una sensación de fracaso en su fase experimentalista. Yo le dije que la experimentación debía corroborar la verdad de la teoría... A él las cosas no le salieron bien. Se sentía frustrado y un día, así de pronto, me anunció que se volvía a París. «Tuve con él una conversación muy profunda en mi cuarto, y le dije: “Claude, tú regresas a París cuando yo diga que has fracasado... mientras crea en tí, seguirás trabajando a mi lado”. Dos años más tarde Claude Carnot terminó su doctorado en una forma excelente. Hoy tiene un puesto en un importante laboratorio de Francia.». Otros dos discípulos de Natan Trainin, los profesores Varda Roter y Dov Tzipori han relatado sus experiencias personales, la relación que han tenido con Natan durante su paso por el IW, el entorno de trabajo, su vínculo con la gente, vivencias que, lo afirman ambos, son inolvidables.* Es la versión de sus alumnos, sus impresiones, guardadas en el arcón de la memoria. ••• 91 Una conocida locución latina dice: «Los honores cambian las costumbres» (Honores mutat mores). Generalmente, se emplea para indicar que los encumbrados cambian de amigos y de hábitos. Esto ha sido cierto a lo largo de la historia. Y mucho más aún en el predio de esta civilización indiferente, en la que los sentimientos se hacinan en las salas de los museos de antigüedades, y los beneficios se atesoran en las cajas blindadas de los bancos, o en las arcas de las multinacionales o en sórdidos recovecos en los que medran las poderosas mafias, sin sensibilidad ni compasión por nada ni por nadie. La pregunta es: ¿puede haber algún ingenuo que siempre esté dispuesto a dar, aportar, contribuir?... ¿que no cambie de amigos y de costumbres? ... ¿a pesar de los “honores”?... Natan Trainin (“De te fabula narratur”) rechaza las loas, no escucha jamás “los cantos de sirena” interesados; siempre ha vivido dentro de una escala de valores que puso los bienes espirituales, la moral y la ética, por encima de cualquier otro interés superfluo... * En el apéndice de Testimonios el lector podrá disfrutar con esas pequeñas anécdotas y episodios vividos en el curso de la relación profunda, siempre humana y cálida, entre Natan Trainin y sus dos discípulos. 92 23 • Las relaciones sociales con los círculos científicos fueron para Natan siempre exigüas. «Yo vivía las esenciales... Pero siempre quise algo más, algo que me permitiera contribuir... Tuve la inmensa suerte de que Berenblum era el presidente de la Asociación Israelí de la Lucha contra el Cáncer.» Luego de un año de estar radicado en Rehovot, su jefe le pidió que colaborase en la Asociación. Trainin aceptó y se dispuso a estudiar el problema. Al cabo de un par de años Natan llegó a la conclusión que uno de los temas que más preocupaban en Israel era el cáncer de mama de las mujeres. Según algunos estudios, el cáncer de pecho, en todo el mundo, era más alto entre las mujeres judías, entre las “ashkenaziot” particularmente. En ese tiempo el trabajo se hacía en pequeños dispensarios atendidos ad-honorem por médicos. Trainin comprendió que esa tarea, hecha de un modo esporádico, sin la revisación masiva de mujeres, carecía de relevancia . Tiempo después presentó un proyecto: abrir dispensarios que fueran parte orgánica de los hospitales y en los cuales las mujeres serían examinadas gratuitamente empleando un sistema más eficiente, abriendo un registro de chequeo, lo cual transformaría la revisación en algo sistemático, no librado al azar sino un sistema que pusiera bajo control a la mayor parte de la población femenina de Israel proclive a enfermarse de cáncer, vale decir, a todas las mujeres mayores de 45 años. Con el tiempo se descubrió la posibilidad de efectuar una radiografía “blanda” del pecho: la mamografía, examinando los senos con mayor profundidad y el aporte de exámenes clínicos complementarios. El proyecto de Trainin fue aprobado y actualmente se examinan cien mil mujeres por año. «Actué en la Asociación durante más de un cuarto de siglo, intervine en numerosos paneles internacionales, es decir, cubrí ese aspecto de la lucha internacional contra el cáncer. Yo pienso que el cáncer es una enfermedad social... La tuberculosis, por ejemplo, ha descendido en forma notable en aquellos países que han combatido la pobreza, porque esa enfermedad va asociada a las condiciones de vida más precarias, la insuficiente alimentación. Y en gran medida, ocurre algo similar con el cáncer.» En la India se mastica una nuez –betel- que tiene una tradición de generaciones. Se mastica con hojas de tabaco y calcio, para darle una dureza adecuada, y se deja en la boca durante la noche. Ese 93 gusto calma el hambre, como la coca para los bolivianos. «Mientras la gente no coma pan o una tarta de arroz –dice Natan-, esa costumbre va a seguir matándola. El desenlace es que se produce el cáncer de la mucosa bucal con consecuencias tremendas, deformaciones y muerte del individuo. Este es el cáncer más común que existe en la India».. Natan nos proporciona otros ejemplos: «Hoy sabemos que el cáncer de estómago en Japón se produce por la ingestión de pescado crudo. Además, comen los alimentos muy salados, lo que genera lesiones de la mucosa gástrica, y esa lesión permite la penetración de un virus o materiales químicos del pescado que son inductores del cáncer. Por eso afirmo que en muchos casos el cáncer es una enfermedad social.». El cáncer de cuello de útero es extraordinariamente frecuente en determinados sectores sociales, debido a la promiscuidad de la mujer (los “multicónyugues”). Hoy se cree que ese cáncer se produce por un virus que se va transmitiendo por la promiscuidad (como el SIDA): el virus se instala allí y genera papilomas, produce cambios en un proceso de años, latente, pero es estimulado por los contactos sexuales promiscuos. A Natan le pareció muy importante elevar el estándar de la medicina y de la investigación. Con ese fin participó con frecuencia de eventos internacionales con miras a alentar fundamentalmente los estudios e investigaciones científicas en América latina. «Cuando iba a dar conferencias (y dí centenares) siempre, pero siempre, incluso estando presentes autoridades, exponía mi criterio y jamás me callaba: “Ustedes construyeron –les decía- un estadio que cuesta 100 millones de dólares, como el estadio Centenario de Montevideo, y sin embargo, teniendo a estos jóvenes tan idóneos que quieren dedicarse a la investigación, ustedes son incapaces de instalar un laboratorio, no los apoyan ni estimulan, y ellos deben emigrar para poder hallar un trabajo honorable...”. «Eso se lo dije a muchos presidentes de América latina, y ellos me replicaban que Israel es un país rico y los latinoamericanos son pobres.». Natan acota que, naturalmente se trata de pretextos, porque las riquezas están mal distribuidas y orientadas hacia otro tipo de inversiones e intereses. ••• Natan Trainin participó en la Unión Internacional Contra el Cáncer (UICC), una institución decididamente apolítica, independiente del establishment, vale decir autónoma. Fue creada hace algunas décadas agrupando todos los problemas y aspectos relacionados con el cáncer, a saber: epidemiología, etiología, la cura, el tratamiento, la educación en el nivel cientítico y general, la lucha contra el cáncer en 94 la forma establecida, es decir, los métodos del tratamiento y la formación de los médicos. Natan concurrió a todos los congresos, efectuados cada cuatro años desde 1962, excepto al realizado en la Argentina en 1978. Siempre fue para él una alegría poder visitar a su país de nacimiento. Pese a eso, tuvo dudas sobre su participación en el Congreso Mundial del Cáncer, de cuyo Comité Internacional de Organización formaba parte, así como del panel... fue cuando recibió la nota del doctor Polak sugiriéndole que no debía concurrir... Natan se angustió al enterarse que en la Argentina pudieron cometerse semejantes crímenes durante la “guerra sucia”, y que los militares fueron capaces de ultrajar y provocar la muerte y la desaparición de miles de personas. La violencia había alcanzado su paroxismo y la vida se fue convirtiendo en un valor despreciable. Fue a partir de aquella época que se generalizaría el concepto de “gatillo fácil”. Resulta difícil hacer comparaciones puesto que la Argentina anterior al “proceso” no encajaba en el molde de país ocupado, y su población no estaba sometida a los dictados de una fuerza de ocupación... Fue una época brutal que dejaría sus huellas hasta nuestros días. Desde entonces, cuando Natan visitaba al país miraba a la gente en el subterráneo (el metro), en la calle, y se preguntaba: «¿Qué habrán hecho estos tipos durante la guerra sucia?» Lo angustiaba por dentro lo mismo que cuando iba a Alemania (a la que no viajó durante muchos años). Cuando veía a gente de cierta edad los miraba con desconfianza. Son, por lo visto, episodios que una personalidad sensible no puede juzgar con indiferencia. ••• El último evento en el que participó Natan Trainin fue el de Nueva Delhi, en 1994. «En la UICC fui miembro del Consejo –cuenta-, dí numerosas conferencias, fuí también consejero especialista de la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante varios años. Por último, quiero referirle una última “hazaña” mía: desde 1985 hasta 1990 representé a MAPAM en el Consejo municipal de Rehovot... así que los ciudadanos de esa ciudad tienen a quien culpar de los baches que todavía siguen causando estragos en los neumáticos de los autos que circulan por la ciudad», dice con su fina ironía. Trainin formó parte del consejo editor de numerosas revistas científicas. Siempre ha tratado de prodigar su actividad en múltiples aspectos... Jamás le pareció que lo que hacía era suficiente. «Creo que Deodoro Roca dijo que “El universitario puro es una mostruosidad”. He conocido a gente que ha estado en las antípodas 95 de mi posición... Yo sentí un profundo rechazo hacia ella. Podía admitirlo como una actitud personal de ciertos individuos, pero no podía comulgar con eso. «Pienso que es algo fundamental para el hombre hacer algo por el prójimo. También Chela, mi esposa, se dedica al trabajo social como voluntaria, hace cosas por la gente necesitada.». 96 24 • Natan Trainin ha sido, de siempre, un hombre inquieto por la suerte del mundo y preocupado por el destino del género humano. Desde muy joven participó en las luchas políticas de las décadas del 30 y el 40, en los turbulentos tiempos de la Argentina preperonista, la guerra civil en España y la Segunda Guerra Mundial desatada por la locura hitlerista. Como una constante, su visión social y filosófica se enhebró con la suerte del pueblo judío. Es que en todos los grandes acontecimientos del siglo XX, el protagonismo de los más esclarecidos hijos del judaísmo, en la ciencia, la política, la literatura, la filosofía, las artes, los eventos revolucionarios, y la creación de un Estado propio, tuvo perfiles de grandeza y martirio... ••• Natan siente necesidad de exponer opiniones elaboradas sobre el Estado de Israel, su presente y su futuro, sobre el mundo, que ya va bordeando el comienzo de una nueva centuria impredecible, llena de incógnitas, temores y peligros... Mientras hay quienes dicen que la presencia del Estado judío es el fin de un ensueño, Natan piensa que las plegarias del pueblo disperso y perseguido durante 2000 años, y la actividad incansable de hombres como Teodoro Herzl, que desplegaron la potencia del sionismo político, trajo como consecuencia predecible e inevitable la creación del Estado de Israel que, sin lugar a dudas, salvó la vida de millares de judíos destinados a la muerte. «La pregunta que se hacen los historiadores –asegura Natan-, es si el Estado Judío cumplió su papel de hogar nacional para los perseguidos. Además, y esto es lo más conflictivo, hay que preguntarse, después de 50 años de Estado, por qué Israel ha llegado a ser un país más, no tan diferente de otros, con un gran potencial para alcanzar logros económicos y tecnológicos propios del primer mundo... Por qué Israel es una de las naciones “afortunadas” del mundo occidental.». Natan considera que Israel y su pueblo han pasado por bruscos altibajos: «En nuestro comportamiento desde la creación del Estado hemos ascendido a cimas y hemos descendido a terribles abismos pero, como sostenía Martin Buber, “finalmente vamos a llegar...”. Tengo la esperanza que nuestros nietos han de salvar al pueblo judío. Ellos van a solventar los errores de sus padres. «Uno de los valores más grandes que se ha perdido en este país es la voluntad de hierro que tuvo la generación anterior a la creación del Estado. Esa fue una generación de idealistas y soñadores que desecó pantanos, construyó escuelas, creó industrias, fundó universidades, 97 hizo de este desierto un vergel, un país civilizado, dio un ejemplo y se transformó en modelo.»... Con enormes sacrificios... Con “sangre, sudor y lágrimas”, según una afortunada expresión de Winston Churchill. Mas después de la batalla, de la gesta y el sacrificio, llegan , por lo visto, los tiempos del “reposo del guerrero”, del usufructo, escalar posiciones, disfrutar de los bienes obtenidos, dormirse sobre los laureles, conformarse con la rutina... O, como lo sintetiza Natan: «Guardar en la mochila del sionismo todos los sueños y las esperanzas para las que fue creado este país.». No obstante, Natan es un optimista impenitente. Veamos sino: «Tengo fe en la renovación del camino hacia la cúspide. Siempre hay gérmenes, dentro del pesimismo y la desilusión, que permitirán avanzar hacia una sociedad mejor: en todos los órdenes. También en el sionismo, que no ha desaparecido ni tiene que desaparecer... «Ignoro cuánto va a llevar, pero no se debe perder ni como esperanza ni como meta. Nos quejamos del israelí “mejoar”(feo, desagradable, en hebreo), que viaja al exterior, ensucia, engaña, roba y deja una impresión lamentable. «Pienso que eso forma parte de la carga que cada uno lleva en su alma debido a las contradicciones internas del individuo. Sin embargo, estoy convencido que este país, a pesar de todo, tiene porvenir, y esos ejemplos serán excepciones y no el modelo del israelí del siglo XXI. El haber salvado la vida de tanta gente le asigna a Israel una justificación histórica... pero no es suficiente... «Ninguno de los imperios de la antigüedad pudo retomar el camino de la grandeza espiritual y material de sus antepasados. Si nos vamos a atrever a hacer la autocrítica, a reconocer los errores y las desviaciones cometidas en el camino, algún día, seguramente, podremos encontrar la forma de salvar nuestro espíritu y corregir nuestros actos... «La que fue Palestina pertenece tanto a los árabes como a los judíos. La experiencia demostró que no hemos podido crear un Estado binacional, por lo tanto, que haya dos Estados conviviendo como vecinos geográficos, que dejen de lado el odio y el fuego, que acaben la violencia y las muertes, como se acabó el “muro de Berlín”. Este tiene que ser un proceso natural y lógico que deseen las dos partes, producto de la convivencia, el tiempo y la lucidez de los líderes políticos...». Natan no teme entrar en un terreno ríspido y sembrado de factores políticos y religiosos explosivos... «Creo que es posible dar un ejemplo al mundo, creando una confederación de dos países o incluso tres países, incorporando a Jordania junto al Estado palestino e 98 Israel. Y Jerusalén debe tener su representación árabe, no hacer de la “Jerusalén judía” una bandera única y exclusiva, a cualquier precio.». ••• Natan también desea exponer sus puntos de vista sobre la religión y el laicismo: «Quienes construyeron este país –sostiene- eran en su abrumadora mayoría laicos. Los religiosos levantaron cabeza en este país cuando lo fundamental ya estaba encaminado. Los rabinos progresistas que estaban de acuerdo con la colonización de “Eretz Israel” fueron una excepción: la mayoría eran antisionistas o a-sionistas... Sostenían que la tierra de Israel le iba a ser otorgada al pueblo judío por un acto mesiánico, no por la lucha.». Indudablemente, la cuestión religiosa ocupa un espacio dominante en el pensamiento y la consciencia judía de Trainin. Humanista, sionista socialista, hombre tolerante y abierto a todas las ideas y credos, encara el papel de la religión en el presente y el futuro de Israel como una realidad que hay que comprender y asumir. «No me olvido –explica- que durante las 150 generaciones que vivió nuestro pueblo en la diáspora, lo que le permitió sobrevir, el nexo que lo mantuvo como pueblo a pesar de las persecuciones, los pogroms, las matanzas y las calamidades que sufrió, fue la religión, aunque yo lo considero como un vínculo de tradición y moral. Por lo menos un 25 % de los judíos que viven en Israel consideran a la religión un elemento esencial. Son valores y derechos que poseen todos los pueblos de la tierra. Para mí la religión manifiesta una forma de vivir, pensar y amar privada, individual, propia de cada ser. Pero rechazo la religión como partido político y entiendo que el culto es un asunto individual entre el creyente y Dios.». Por supuesto, Natan rechaza toda intromisión del clero judío en la vida, las costumbres y las normas de la población laica, aunque lamentablemente desde el ministerio del Interior se han fijado normas irritantes y arbitrarias que contrarían el carácter laico de nuestro Estado. En los últimos años se han producido una serie de avances antidemocráticos en la conducta de algunos sectores religiosos fundamentalistas, que aprovechan la hipocresía de los políticos, los intereses de cortas miras y el oportunismo que puede llegar a ser nocivo y muy peligroso para el porvenir del Estado de Israel. Natan asegura que no le molesta ver a los religiosos hacer su vida de acuerdo a sus hábitos, pero rechaza las ingerencias en las costumbres y los hábitos de las familias laicas, pretendiendo imponer normas de vida ajenas al libre albedrío de los no creyentes.La agresión al poder judicial, la pretensión de vivir al margen de las normas democráticas, por encima de las leyes, generan un 99 permanente estado de “casus belli” que puede desembocar en un irreparable conflicto dentro del pueblo... El respeto moral que Trainin consagra a la religión no lo obnubila ni le hace perder de vista los riesgos que amenazan a la sociedad israelí. ••• El mundo tecnológico, las sucesivas revoluciones técnicas y los flamantes descubrimientos científicos inducen a Natan a reflexionar sobre los cambios: cambios en la conducta de las personas, en la vida y en las probabilidades de fenómenos de distinta índole, cambios de la influencia del factor casualidad en acontecimientos trágicos de todo tipo... «A medida que la ciencia y la técnica progresan van eliminando la casualidad como factor de muertes, desgracias, catástrofes... La mejor comprensión de los orígenes y las causas de los cambios climáticos o las tormentas evitarán que un huracán pueda causar la muerte de ocho mil personas, como ocurrió recientemente en Honduras. «Muchos problemas se podrán prevenir, pero van a quedar insolubles numerosas cuestiones. Cuando el príncipe Carlos festejó su 50º onomástico descorchando botellas de champaña, en ese mismo momento morían en Africa millares de niños debido a la malaria, desnutrición, SIDA...». Esta es la dramática instantánea de un mundo contradictorio, cruel e injusto: las madres africanas traen sus hijos al mundo condenados de antemano al sadismo de la “civilización”, mientras las mujeres privilegiadas de la realeza podrán parir muñecos que serán mimados ociosos hasta sus últimos días... «Yo quisiera que el factor casualidad, irritante y arbitrario –dice Natan-, fuese erradicado de la sociedad. Todos los seres humanos tienen el mismo derecho a una vida decente. Darles la oportunidad es lo primero... Cuando veo a una criatura pidiendo limosna, pienso angustiado: “¿Cómo es que Dios permite semejante injusticia? ¿Por qué sucede una cosa así?”...». Niños pidiendo limosna, o que trabajan doce horas en lugar de aprender a leer, o criaturas que sostienen una herramienta en lugar de un juguete, son episodios de orden común que angustian y cuestionan a esta civilización que ha globalizado la tragedia de millones de menores: «¿Es que Dios está en algún sitio, o fuera de todos los sitios?»... escribió Voltaire en el siglo XVIII. Una vez más aparece el mensaje, la preocupación por los problemas que forman parte del mundo contemporáneo. 100 25 • A modo de síntesis... Episodios de la historia moderna del Estado de Israel y acontecimientos del último medio siglo, le sirven a Natan Trainin, protagonista y testigo de muchos de ellos, para recrear juicios y conclusiones y elaborar una especie de filosofía de la experiencia, un resumen, una visión retrospectiva de hechos que quisieron justificarse, que han dejado secuelas en la memoria colectiva. «Viví momentos que me han dejado una huella inolvidable...». En 1956, cuando comenzó la guerra del Sinai, Natan se hallaba en el frente sirio. Allí no ocurría nada especial, no había señales de las luchas. «¿Sabe qué cosas me impresionaron a mí? Terminados los combates fui con un grupo de oficiales a visitar la zona donde se desarrolló la guerra. Y allí fui testigo de cosas que me afectaron profundamente. En primer lugar, tuve ocasión de ver con mis propios ojos la pobreza, la miseria y las condiciones malsanas en las que vivía la población. Antes de poder observarlo en la realidad, yo me consolaba diciéndome: “Y, se lo habrán buscado, corresponde que vivan de ese modo”. «Pero tomar contacto con la realidad modifica el punto de vista general, que se introduce calladamente en la consciencia de cada uno. Ya había escuchado sobre los actos de pillaje, represión y venganza efectuados en horas de la noche por nuestros soldados, imitando a los árabes: incendios, asesinatos, depredaciones...». «Quiero relatar una anécdota muy ilustrativa de lo que deseo significar: esa visita que mencioné la hicimos un día de sol, agradable. Ibamos bien vestidos y habíamos comido con abundancia cuando entramos en un pequeño pueblito de la Franja de Gaza. Allí ví a una mujer árabe con un pañuelo blanco sobre la cabeza, que sostenía a un bebé. Nosotros viajábamos en un camión y la mujer andaba por la banquina dándonos paso. Un oficial sentado a mi lado me dijo, sin el menor escrúpulo: “Qué lástima que no tengo la ametralladora, me gustaría descargarla sobre esa árabe y acabar con ella.”. «En ese instante sentí que mi enemigo verdadero era ese oficial y no la pobre mujer que iba caminando descalza por la vera del camino... Me sentí identificado con su soledad, su miedo, su desamparo. Volví a mi casa muy angustiado porque había descubierto que mis sentimientos estaban del lado de los perseguidos y no con la conducta de los vencedores, de los cuales yo formaba parte...». 101 En la guerra de los seis días, cuando todos los soldados se habían movilizado, las calles estaban vacías, los negocios semi cerrados, las actividades casi paralizadas, Natan andaba por las calles de Israel y pensaba: «¿Qué es lo que le da valor a todo lo que tenemos a nuestro alrededor? El hombre, la sociedad, los niños que corren a la escuela, los hombres que van al trabajo, las madres que llevan a sus bebés, es decir, vivimos como parte de un todo, no vivimos para nosotros, limitados dentro de nuestras posibilidades.». Como corolario, Natan reconoce que se han cometido injusticias, pero le importan y angustian enormemente las del lado israelí. La continuidad del estado de guerra, la tensión en las fronteras, la desarmonía permanente han creado (y esto lo asume Natan con dolor) un sentimiento de odio profundo y peligroso «...en nuestra juventud, que va a persistir en las próximas generaciones. No participé en la lucha armada, no empuñé armas, pude atender a árabes y judíos por igual. «En ese sentido estoy en una situación de privilegio, pero los que ganan o pierden las guerras no son los médicos sino la gente sencilla, que participa de la lucha, asume una actitud e incluso paga con su propia vida... «Por eso es imprescindible terminar las guerras, la rivalidad, el odio, y llegar cuanto antes a un clima de convivencia. Y sólo a través de la tolerancia se podrá llegar a negociaciones verdaderas. Siempre creí que el hombre debe hacer algo más y todo lo que se haga es parte integrante de uno mismo, es decir, que no es un favor que uno le hace a los demás. Sin eso uno no vale, es la imagen de un ser incompleto...». Natan dejar vagar su mirada hacia una lejanía imperceptible. Y agrega: «Recuerdo que mi padre me cantaba en “idish” una alegoría que nunca supe de donde provenía: “Cuando uno nace viene acompañado por los arcángeles Rafael y Miguel quienes te preguntan qué virtud o don quieres recibir cuando salgas al mundo... bondad, sabiduría, inteligencia, belleza, o riquezas...”. Pero mi padre llegó a la conclusión de que a ninguno le otorgaban lo que es tan esencial para el ser humano: el amor. «Entiendo que el amor es lo básico de la filosofía humana, lo que le permite a una persona sobrevivir a todas las vicisitudes, es decir, “amar al prójimo como a sí mismo...”. Es la quintaesencia de la razón por la cual nosotros ponemos empeño en amar a nuestros semejantes...». ••• «Yo considero que soy un hombre afortunado, fundamentalmente hice lo que quise hacer en la ciencia, llevé a cabo gran parte de los objetivos de mi investigación, y compruebo que hoy existen en varios lugares semillas sembradas para que el trabajo científico continúe en 102 la dirección adecuada, comprender mejor la interacción de la parte endocrina con el aparato inmunológico a través del timo, para hacer frente a una enfermedad tan cruel y fatal como es el cáncer. «Mis estudiantes me han dicho que yo he dado al mundo un eslabón, y que otros lo van a retomar y proseguir: así funciona la ciencia, como una carrera de postas... Sé que otra generación va a reanudar la tarea y el desafío que ésta implica. Por eso no estoy amargado... No es mi nombre lo que importa; el trabajo ha sido bien hecho, los interrogantes se han respondido con claridad y exactitud, y la verdad surge. No se puede ocultar.». «A veces me pregunto si hice lo suficiente para dejarle a este mundo un aporte que ayude a cambiarlo, si cumplí mi promesa de cuando tenía diez años e hice algo de lo cual mis padres pudieran enorgullecerse, si además de pasar por este valle de lágrimas y caer como un fruto maduro, al decir del poeta, hice algo en beneficio del prójimo.» ••• Hasta aquí llegamos con los trazos del carácter y la semblanza del protagonista; los hechos, sus sueños y aspiraciones... Un legado que “otros van a recoger y proseguir... como ha dicho en el último encuentro formal, en una tarde desapacible y melancólica bajo un cielo salpicado de tiznes oscuros. No es una despedida... pero un ciclo se ha cerrado entre el profesor, o más bien el buen amigo, que ha narrado partes sustanciales de su vida, y quien las ha escuchado y convertido en una historia. El lector ya sabe que este es Natan Trainin, el hombre que siempre ve la mitad del vaso lleno (para utilizar una popular expresión israelí). En efecto, los que tienden a ver sólo la mitad del vaso vacío ven fracasos en donde Natan percibe esperanzas; donde para algunos hay sólo trabajo ingrato, él ve un desafío, la posibilidad de una realización humana... Por lo tanto, no queda más que agregar: ¡Amén y Amén, Natan!! • 103 Testimonios sobre la vida de Natan Trainin La personalidad de Natan Trainin tiene una connotación específica en los círculos científicos de Israel y el resto del mundo: es un hombre de ciencia, un investigador del cáncer que dedicó su vida a la lucha contra esa enfermedad. Esta es una verdad que nadie discute. Empero, Natan Trainin es un hombre de varias facetas, y quien haya llegado a este apéndice de testimonios ya estará enterado que el hombre de ciencia constituye sólo un fragmento de su personalidad. Porque es, asimismo, el humanista, el educador, el maestro, el guía, el padre, un modesto compañero de tareas, el conferencista, el médico (que abandonó la profesión pero no el juramento hipocrático), y el médico paracaidista, el hombre solidario, el kibutznik, el padre de familia, el compañero de Chela. Y el hombre de la amistad... de la amistad profunda, sincera, de “las de antes”, de los tiempos de la hidalguía en que ser amigo era una de las cualidades más preciadas de la relación humana; cuando la palabra era de “honor” y la promesa un desafío a la ética personal... En las páginas que siguen podremos leer los testimonios de algunas personas que han compartido con Natan Trainin amistad, experiencias, momentos, alegrías y aflicciones. Un gran amigo, como David Melul; Vitka Kovner, la combatiente del ghetto y compañera de Aba (uno de sus inolvidables amigos, como Vitka misma); compañeros de Ein Hajoresh; colegas que dieron su aporte para el gran proyecto del THF, como los profesores Igal Burstein (cuyos recuerdos están incluidos en el texto de las memorias), y Marit Pecht; discípulos y colegas, como los profesores Varda Roter y Dov Tzipori; y fieles colaboradoras, como Tania, su secretaria personal, Silví, Magda. Y los fieles amigos de la unidad de Terapia Intensiva del Hospital Kaplan de Rehovot, el jefe del departamento, doctor Sergio Konichevzky, y la jefa de enfermeras, Yael Polishuk. Además,“Last but not least”, algunos de los amigos argentinos de Chela y Natan, cordobeses por más señas, como Eneida Amigó a quien Virgilio le dio el nombre.... Eneida, amiga de Chela desde la adolescencia, y cuyas cartas aportaron datos y ternura para el boceto humano del Natan joven en la Córdoba tumultuosa de los años cuarenta. E infaltables, Julio Galer y su esposa Betty Maltz, otra buena amiga... La secuencia de los testimonios no tiene ningún significado especial: hacen al buen orden y la amenidad. Recrearemos la imagen de un Natan no muy distinto a la semblanza que hemos trazado a lo largo de estas páginas... tal vez más íntimo y coloquial. Eso lo veremos a través de una sucesión de pequeños episodios que redescubren la figura del hombre sencillo, el enemigo jurado de la altanería y la soberbia, sombras inseparables de los “grandes personajes”.... siempre haciendo gala de su inveterado buenhumor o la reflexión humanista • 104 Vitka Kovner: psicóloga, amiga del kibutz Ein Hajoresh, combatiente del ghetto Vilna ¿Es posible transcribir sentimientos y opiniones sobre Natan y los Trainin sin echar un párrafo sobre quien se dispone a narrarlos? Sería una insolencia que no nos permitiremos... Vita Kovner es uno de los símbolos del judaísmo combativo de la época de la segunda guerra mundial, cuando las huestes de los modernos hunos se extendían por toda Europa, y con ellos el terror, la persecución y la muerte. Esa pequeña mujer, de frágil apariencia, compañera de uno de los héroes del ghetto Vilna, Aba Kovner, luchador, guerrillero, poeta y escritor, lleva la fiebre y el talento que pueden darle otro futuro al pueblo judío. Ella misma luchadora en el ghetto y en el bosque, miembro del kibutz Ein Hajoresh y psicóloga activa, es el ejemplo de que también es posible de otra manera. Y que cada uno lo entienda como le parezca... «Aba y Natan eran muy amigos, cada uno el mejor amigo del otro, aunque ambos tenían otras amistades –así abre su relato Vitka-. Aba era un hombre bastante apreciado, de conversación fascinante. Fueron amigos desde el 56: Natan veía en Aba un padre espiritual, su vasta cultura lo atraía. Nuestras dos familias tenian muy buenas relaciones, y teníamos una gran amistad también con Rushka Korchak y su familia. En ese grupo, todos éramos amigos de todos...». Natan le confiaba a Aba sus problemas, tanto los del ámbito personal como los de su trabajo. «Nos veíamos muy a menudo, y cuando íbamos al Majón Aba se encontraba ahí con los cientificos.. Nosotros pensábamos que la familia Trainin debió dejar el kibutz desde el mismo momento en que Natan empezó a trabajar en el Majon: dedicaba muchas horas por día a la investigación y viajaba ida y vuelta a diario en un cochecito manejado por él.» «Chela se angustiaba y sufría mucho: ellos no podían seguir viviendo de esa manera. Siempre ha sido una mujer muy fuerte, activa y llena de iniciativa, y consagró gran parte de su vida a Natan, no por falta de ocupación e inquietudes precisamente. El estaba totalmente ocupado en sus investigaciones y Chela era la que llevaba la familia adelante. Natan es conciente de ello y siempre se lo ha agradecido....». «Natan tuvo épocas en que estaba muy desanimado –asegura-, Chela lo empujaba y Aba siempre le decía que recibiría el Premio Nobel. Pero las relaciones con los laboratorios tienen su lado negativo, y yo creo que sin “contactos”o “ayudas”, solamente gente muy práctica en el trato con esas grandes empresas puede lograr ventajas o acuerdos...». Hubo veces que esa lucha por imponer su visión a los laboratorios lo agotaba, comenta Vitka. 105 «Natan era y es un “mentch”(hombre, en idish): era más que un médico –asevera -, siempre dispuesto a ayudar. No recuerdo ni una sola vez que se haya enojado o gritado». Vitka comenta que en esa época era muy difícil consultar problemas con un profesional que no fuera el médico formal del kibutz. Incluso las enfermeras eran omnipotentes, y su palabra u opinión no se podían poner en tela de juicio. Natan, que era exactamente lo contrario, siempre tenía sus puertas abiertas para todo aquel que lo necesitara, despierto para los problemas de los demás... «Voy a dar un ejemplo: un compañero del kibutz, vecino nuestro, sufría de dolores muy fuertes, insoportables. Lo vieron varios medicos, le hicieron todo tipo de análisis y no le encontraban nada. Al final, lo mandaron a un siquiatra en Tel Hashomer, considerando erróneamente que no tenía ningún mal físico. Por casualidad, cuando estaba esperando que lo atendieran, Natan lo vio y le pregunto qué estaba haciendo allí. Cuando este hombre le explicó su odisea, Natan decidió ocuparse de su problema. En efecto, le hizo una serie de revisaciones y descubrió que tenía un cáncer... ¡Fue increíble! ¿Cómo se dio cuenta?...». Esa fue la norma de su vida. Siempre ayudó a los “javerim” del kibutz, se preocupaba por que cada enfermo fuera atendido por el mejor médico de esa rama... y no se conformaba con eso: averiguaba luego cómo iban las cosas, se interesaba hasta el fin. «Cuando Aba se enfermó, Natan sufrió muchisimo por el hecho de que no lo podía ayudar en su enfermedad. La vida de Natan era la medicina y la investigación. Él siempre pensó que tenía la puerta abierta para descubrir un remedio para el cáncer: por eso dejó la práctica de la medicina. Es un hombre extraordinario, totalmente fuera de lo común.» Así es como Vitka Kovner resume, sucintamente, sus impresiones sobre el antiguo compañero de Ein Hajoresh que sumó prestigio, amistad auténtica y humanismo • Elisha Porat: escritor, integrante del kibutz Ein Jajoresh. «Tenerlo con nosotros fue un gran orgullo»... «Natan llegó al kibutz cuando yo era bastante joven. De inmediato nos dimos cuenta que no era un médico corriente, ni se conformaba con vivir una vida común. Siempre buscaba las raíces de las cosas, el papel de la ideologia, las perspectivas del kibutz. Eso era algo extraño en los olim. Vino a nuestro kibutz -decía- porque “habia espacio para respirar”, a diferencia de otros kibutzim que eran muy sectarios.». Él no participaba en la estructura cotidiana del kibutz ya que tenía su ocupación de médico fuera de Ein Hajoresh, y después comenzó a 106 trabajar en el Instituto Weizmann. La impresión de Porat es que a medida que su carrera de investigador se desarrollaba, la relacion diaria de Natan con el kibutz se iba debilitando. «Eso era lógico – afirma Porat- pues casi no tenía tiempo libre. Le era imposible participar en la vida del kibutz trabajando con la intensidad que lo hacía en el “Majon”». Conoció Ein Hajoresh cuando fue médico suplente. No era algo sencillo en esa época permitirle a un “javer” trabajar afuera, e incluso ¡comprarle un auto! De los comentarios de Porat surge que a los compañeros del kibutz, sin embargo, ese tratamiento para con Natan «les resultaba natural». «Muchas veces miembros del kibutz que tenían problemas de salud, o relacionados con su salud, se dirigieron a Natan para pedirle consejo –recuerda Porat-, aún tratándose de temas delicados. Todos sabían que Natan era una “tumba”, que no iba a entrar en el chismerío del “klein shtetel” (pueblo pequeño en idish).». Hubo oportunidades en que Natan se podía pasar toda la noche conversando de problemas personales, sociales o psicológicos con compañeros, o con toda una familia: sabían que podían confiar en su juramento hipocrático... y al mismo tiempo recibir el consejo de un amigo. Naturalmente, al día siguiente Natan partía hacia su trabajo. En última instancia, Natan no debe agradecerle al kibutz, piensa Porat, porque «Ein Hajoresh no hizo más que reconocer el aporte de la familia Trainin a nuestro enjambre social y colectivo. Esa fue una idea generalizada entre todos los compañeros...». «Aunque la vida en el kibutz era muy difícil, su amistad con Aba Kovner y su grupo le brindó un marco intelectual que le permitió ampliar los horizontes en temas de arte, filosofía, judaísmo, cosas que para un hombre de su nivel hubiera sido difícil encontrar en otro lado», señala. La amistad con Aba Kovner –cree Porat- era el vínculo más significativo que tenía Natan (fuera de la familia y el trabajo). A través de los años, y cuando ya se habían ido del kibutz, Natan acompañó todo acontecimiento literario relacionado con Aba Kovner, ya fuere la entrega de un premio, o una reunión cultural en el kibutz. «Tenerlo con nosotros fue un gran orgullo», concluye Elisha Porat • La “enfermera” Miriam Comerchero: miembro del kibutz Ein Hajoresh «Recuerdo que yo trabajé en el tambo de Ein Hajoresh cuando volví de mi servicio en Tzhal, en el año 1954, y ví a Natan por primera vez... Era un médico de familia típico, clásico... Después de un tiempo colaboré con él, como enfermera del kibutz.» También la 107 “javerá” Comerchero encomia esa relación tan especial que tenía con la gente: «Me acuerdo que todas las veces que hacíamos visitas a los javerim, a las diez llegábamos a la casa de Clara, una de las compañeras. Ella preparaba un “nescafé” batido, que nos servía con galletitas caseras. Tomábamos el modesto refrigerio, charlábamos, Natan bromeaba, no sentíamos que estábamos compartiendo nuestro tiempo con un “doctor”...». Comerchero rememora un encuentro que tuvo con Natan cuando Mimi, una compañera de Ein Hajoresh estaba muy enferma, y con cuánta dedicación él trataba de ayudarla para evitarle tanto sufrimiento. Por último, refiere una anécdota ocurrida entre ella y Natan hace muchísimos años: «Cuando trabajaba en el “refet” (tambo) un día me clavé una espina en el dedo... Fui a verlo a Natan: la espina no se veía y Natan me daba pomadas. Me dolía mucho; volví a verlo: él seguía dándome pomadas y me mandaba a trabajar... a mí me pareció que no me creía. Un día apareció la espina en la superficie: él me abrió el dedo y la sacó. Yo me di cuenta que se sintió angustiado por no creerme y haberme mandado a trabajar con la espina en el dedo... No sabía qué hacer para “compensarme”. Este es un ejemplo de cómo era Natan: lo apreciábamos por su sencillez como médico, y en medida superlativa como ser humano.» • Asher Jazan: integrante de Ein Hajoresh y compañero de Natan en “Tzahal” «Con Natan Trainin estuvimos juntos en una unidad de paracaidistas. Por ser médico tenía el grado de oficial. En 1957, Natan ya era para nosotros “veterano”. Hicimos juntos el curso de paracaidistas y recuerdo su fuerza de voluntad, su humor: todos le teníamos un gran afecto. Pero deseo contar algo que demuestra cuál era la conducta de este hombre fuera de lo común: un día de mucho viento, inapropiado, y a pesar de la edad de Natan, nos tiramos juntos desde un avión de los antiguos... Los dos nos golpeamos fuertemente la espalda... pero salimos con vida», ironiza hoy Asher Jazan. Jazan trabajó junto con Chela en la plantación y el cuidado de los cítricos de Ein Hajoresh. Las tareas eran muy pesadas, pero ella era un ejemplo -asegura Jazan- para todos los que trabajaban en el “pardés”. Y Asher narra una anécdota muy “trainiana”...: «Cuando me liberé del ejército estaba muy enfermo, no podía tragar ni hablar: tenía la garganta cerrada. El médico que había en el kibutz se negaba a darme antibióticos: me aconsejaba comer tostadas, “que ellas me van a arrastrar la flema”, decía.... Pasaron varios días y yo no mejoraba. La enfermera principal decidió llamarlo 108 a Natan. El me revisó y resolvió que había que internarme inmediatamente porque tenia un abceso en la garganta y corría peligro de asfixiarme. ¡Y me recetó antibiótico!». Entonces ocurrió algo inusitado: El médico del kibutz y Natan se cruzaron en la puerta de la clínica, y Asher se sintió como el demonio por el momento desagradable que había pasado Natan, porque al médico le molestó, por supuesto, que hubiera intervenido. «Era un viernes, el sábado a la mañana me abrieron el abceso en el hospital y al día siguiente ya estaba bien... A los Trainin no se los olvida. Siempre he conservado mi cariño hacia ellos.» • Sergio Konichezky: Gran amigo de la familia Trainin, médico, y uruguayo “de raza”... A veces se lo ve introvertido. No es de mucho hablar. Pero cuando lo hace, conviene prestar atención porque no desperdicia palabras. La amistad del doctor Sergio Konichezky (“Koni”), director del servicio de Terapia Intensiva del Hospital Kaplan de Rehovot, con la familia Trainin, se remonta a fines de la década del ochenta. Es una amistad que está al margen de los tratados de urbanidad y cortesía, en la que los sentimientos avasallan la relación tan peculiar entre Chela y Natan Trainin, y Sergio y Yana Korman... una relación profunda, devota, definitivamente humana. “Los amigos se cotizan en las buenas y en las malas...” dice el tango. Sergio y Yana podrían haber sido los inspiradores de esa frase... Sergio comienza su relato con una afirmación sencilla: «Recuerdo cómo conocí a Natan pero no exactamente cuándo... Fue a través del trabajo voluntario de Chela Trainin en el hospital, cosa que merece un párrafo aparte. Pero mi amistad con Natan proviene de esa relación con Chela. Al principio sólo sabía que Natan estaba embarcado en un gran proyecto en el IW, y yo sentía que estábamos en dos niveles distintos... Él era un profesor del Weizmann, muy reputado en las esferas científicas. Pero nuestro conocimiento se fue profundizando cuando yo entendí que el THF podía ser útil para tratar algunos tipos de enfermos de los que nosotros atendíamos. Esa fue la primera vez que tuvimos oportunidad de acercarnos más a fondo» Cuando comenzó esa especie de colaboración entre Natan y Sergio, se sabía bastante menos sobre el mecanismo de la inmunología. Intuitivamente, Sergio pensó que el descubrimiento de Natan tendría influencia sobre un aspecto de la inmunidad, los linfocitos. «Hoy se sabe que los linfocitos actúan en todos los procesos inmunológicos, pero en aquella época se pensaba que su función principal consistía en la inmunidad celular, vale decir, los linfocitos atacaban células o elementos extraños al organismo. Esto estaba en contradicción con lo que se llamaría la inmunidad humoral. Actualmente se conoce mucho más a fondo la función de los 109 leucocitos, que inmunológicos.». en realidad actúan en todos los procesos “Koni”, como lo llaman sus compañeros y el personal del Kaplan, entendió que la sustancia que era fruto de las investigaciones de Natan podría ayudar a pacientes internados en Terapia Intensiva afectados por “sepsis”, que es uno de los peligros de muerte más serios entre esos enfermos. La sepsis, o septicemia, es una enfermedad infecciosa muy grave provocada por el paso de diferentes gérmenes patógenos a la sangre, y su multiplicación en ella Sergio, entonces, le propuso a Natan efectuar una serie de estudios, comprobando en uno de éstos que la droga producía un cambio en el tipo de linfocitos que circulaban en la sangre.Es decir, la droga reforzaba la capacidad inmunológica de esos linfocitos llamados “helpers” (ayudantes). «Escribimos un trabajo sobre los resultados de la experiencia, que incluso un médico de nuestro Departamento presentó en un congreso efectuado en Alemania –nos cuenta Koni-. Natan estuvo muy contento y nosotros pudimos comprar para nuestra sección una fotocopiadora. Es lamentable que tiempo después debiéramos cesar nuestras experiencias porque los laboratorios que compraron los derechos sobre la droga eran los que fijaban los usos y los ensayos que debían hacerse con ella». Sergio sigue creyendo en la bondad de la droga para tratar la septicemia y piensa que es una gran lástima que por factores que no hacen directamente a la ciencia se hayan detenido los estudios que estaban efectuándose en Terapia Intensiva del Kaplan. «Natan no pudo impedir el dominio de esas empresas farmacéuticas y sus consecuencias, y eso ocurrió poco antes del momento en que debía retirase del IW. Por otro lado, existía un problema financiero... la empresa comercializadora del IW decidió transferir sus derechos y era muy poco lo que podía lograrse con la intervención de Natan... Esta es una realidad del mundo contemporáneo.». «A medida que pasó el tiempo fuí viendo otras facetas de la personalidad de Natan, fuera del campo científico, en el aspecto humano, y eso fue muy importante para mí. Descubrí a Natan como padre, como esposo, como parte de una familia muy grande, como persona equilibrada que siempre sabía ubicarse. Para mí siempre fue un motivo de admiración ya que soy una persona más explosiva e impulsiva...». Muchas veces Sergio recurrió a Natan en momentos de crisis de su Departamento. Por ejemplo, en una oportunidad un médico que “Koni” apreciaba mucho decidió irse del hospital a raíz de un conflicto 110 que tuvo con la dirección. Acudió a Natan que habló con las instancias apropiadas. Eso posibilitó que dicho médico, tiempo más tarde, retornara al hospital. «Nuestros vinculos se estrecharon, nuestras familias se relacionaron y mi contacto con él se fue convirtiendo en una especie de relación filial. Cuando Natan dejó el IW y tuvo tiempo libre yo le propuse que viniera a ayudarme en mi trabajo, aportando su moderación y equilibrio a la unidad de Terapia Intensiva. Ahí descubrí un nuevo aspecto de su personalidad: su humildad, su disposición a ayudar en cualquier tarea por sencilla que fuera, poniendo de manifiesto que siempre se puede aportar desde el lugar en que uno se encuentra, sin alharacas, sin pedir recompensas. Natan me demostró su grandeza cuando aceptó venir todos los días a realizar tareas pequeñas o rutinarias, sin recordarnos que era el profesor de renombre mundial, el responsable de un proyecto en el IW, una persona que tuvo contacto con presidentes y científicos de todo el mundo...» «Lo que más me impresionó de Natan fue su coraje para venir a este país en el año 49 y visitar a los pacientes montado a caballo, como ciertos personajes de novelas románticas. El mismo coraje que lo llevó a continuar con la investigación del timo a través de los años y a pesar de los obstáculos. Hace poco leí en la revista Scientific American un artículo sobre la hepatitis C, en el que dicen que usan con éxito el THF, aunque no mencionan a Natan. Así, pues, no está todo dicho sobre el THF. Creo que Natan hizo su descubrimiento demasiado pronto; recién ahora es posible que se le encuentre el uso adecuado.» Chela es la que completa esta historia, “pequeña por fuera e inmensa por dentro”... «Se presentó como voluntaria de esta Unidad casi desde el comienzo de nuestra existencia. Apareció un día, y yo tenía que entrevistarla para calibrar en qué podría ayudar. Como ocurre con muchas cosas importantes, al principio hubo complicaciones: yo la cité a las 12 del mediodía pero aparecí una hora más tarde y la tuve esperando.» Su idea era encontrar una persona que recolectara fondos para la Unidad, alguien que tuviera vinculaciones. Chela se negó rotundamente a ocuparse de donaciones. De todos modos la aceptó porque le cayó bien, y tuvo la idea de darle otras tareas, sobre todo en el ámbito administrativo. En ese entonces ni siquiera tenían una computadora, y había mucho trabajo en el archivo y clasificación de artículos de referencia que se pudieran consultar ante alguna duda en los tratamientos. «Todavía hoy se conserva el trabajo que hizo Chela, aunque hoy todo está registrado en la computadora. De todas maneras, y sin 111 quererlo, Chela fue la que nos conectó con uno de los grandes contribuyentes a la únidad de Terapia Intensiva del Kaplan. Un día se apareció con una pequeña licuadora, otro día con una computadora y así de seguido, incluída una red de computadoras ¡y este mismo edificio! Nos peleamos mucho, tanto como nos queremos...A través de Chela conocí a Natan. Últimamente Chela hizo un archivo computerizado de dignósticos. Solo una persona con la constancia y la terquedad de Chela pudo hacer ese inmenso trabajo que era difícil aún para un médico, más para un lego. Ella fue y es nuestra “alma mater”». • Yael Polishuk: Jefa de Enfermeras de la Unidad de Terapia Intensiva del Kaplan «Conocí a Natan a través de Chela, ambos fueron siempre para mí un ejemplo de personas íntegras, confiables, con infinita voluntad de continuar haciendo obras, voluntad sin relación con la edad. Uno ni piensa en los años que tienen. Fueron para mí un modelo digno de admiración y consideré un privilegio haberlos conocido. «Natan es una persona cálida que nunca se queja, siempre con una sonrisa en los labios, una palabra oportuna, un increíble buen humor no importa lo que pase. «Quiero resaltar el papel del matrimonio en el contacto con los benefactores de esta Unidad, que posibilitaron tantos benebicios que no se hubieran podido lograr contando solo con el presupuesto del Kupat-Jolim. No solamente consiguieron las donaciones, sino que se preocuparon por el destino de las mismas, para que no se utilizaran en cosas secundarias o se derrocharan inútilmente. «Creo que una vida como la del Profesor Trainin puede ser un ejemplo para las nuevas generaciones de médicos, que debieran retomar los valores humanos de la medicina, el amor por la gente y no por el dinero; el contacto cálido con el enfermo, en lugar de comportarse como simples empleados que derivan al paciente a tal o cual especialista.» • Varda Roter: Ph.D., profesora en el Instituto Weizmann, discípula de Natan Trainin, con quien hizo el doctorado. «Natan es una persona que está al margen del tiempo, es una realidad, no hay pasado ni futuro, ni presente. Es algo que me fue dado por toda la eternidad.». Con este comienzo Varda Roter logró crear un suspenso emotivo. Los ojos de Varda brillaban, con aquella fulgencia que le es tan cara al protagonista de estas memorias; con la sonrisa que irradiaba calidez, sinceridad, tan típica de una 112 escuela que ya conocemos... No puede disimular la emoción. En realidad, no quiere... ni le importa por lo mismo trasuntar su cariño por el hombre que está “al margen del tiempo”... Varda comienza su cuento así: «En abril del 71 me apersoné a su oficina y le dije que quería hacer el doctorado con él: me explicó que el investigaba problemas inmunológicos.» En ese momento se consideraba que la inmunología iba a resolver problemas básicos de salud: se pensaba que era una panacea que resolvería todo...desde problemas fisiológicos hasta el cáncer. «Natan me dijo que ya encontrarían un tema apropiado para mí.». El timo es una glándula muy interesante que aparentemente trabaja en contra de toda lógica: cuando todo el organismo crece y se prepara para la vida adulta, el timo se va atrofiando y cesa su actividad. Es como si diera al organismo el primer impulso. «Cuando tiempo después le pregunté a Natan por qué me tomó, me contó el “secreto”: me dijo que yo me presenté con un vestido azul con rayas amarillas (los colores de Boca Juniors, un famoso equipo del fútbol argentino). ¡Por eso me tomó...! Vaya uno a saber: su respuesta combinaba el humor y el misterio!... «Yo tenía una beba en ese momento y pensaba que sería un obstáculo por la limitación en mis horarios (lo era entre otros profesores), pero justo llegó Chela con Ran en los brazos: ahí me dí cuenta que Natan no me haría problemas. Y así fue.» «Cuando ví como Natan miraba a Chela y a Ran, comprendí que él me iba a entender. Yo no lo conocía, ni había escuchado nada sobre él; sólo vine a buscar un lugar dónde hacer mi doctorado y encontré un amigo. Trabajé con Natan 5 ó 6 años, porque cuando finalicé el doctorado no pude viajar enseguida para hacer el posdoctorado, así, pues, me quedé trabajando con él hasta que encontré un lugar y pude viajar.». Por supuesto fue Natan quien la ayudó a encontrar un lugar adecuado, le dio cartas de presentación y recomendaciones. Natan siempre trabajó en base a su convencimiento –sostiene Vardaaunque fuera algo impopular, innovador y contra el consenso. No se arredró por dificultades (cosa que demostró desde su niñez). «Él me enseño a trabajar con el corazón, “Lascia dire la gente e sigue el tuo corso” (Deja que la gente hable y sigue tu camino), me decía. Si uno está convencido, debe seguir adelante hasta el final, no importa lo que digan los demás.». Trainin influyó beneficiosamente en Varda. «No hay que aceptar compromisos, ni tener miedo», le insistía. En la ciencia si uno tiene algo nuevo, distinto, siempre surgen aquellos que se oponen, que desprecian lo que uno hace. «Si se percibe algo hay que continuarlo: es como un viaje en tren, siempre hay quien se baja en una estación 113 intermedia. Natan siempre repetía: “se debe continuar hasta la estación final.”.» Viajaron a Holanda para participar en una confrontación entre varios grupos de investigación de distintas partes del mundo, «Rehicimos nuestras investigaciones allí, viajamos siete personas, y todo salió perfecto...», concluye Varda. Cuando Natan expone un tema, irradia autoridad y la gente cree en lo que él dice. «Él convence porque cree en lo que dice, no improvisa, todo está preparado y planeado. Porque si no está convencido, sencillamente no lo hace. Nosotros aprendimos de Natan a no tener miedo, a volar alto, pero si descubrimos que estamos equivocados sabemos cambiar nuestro rumbo.» «Aprendí a luchar con decencia, sin hacer cálculos. Por ejemplo, busqué dónde hacer el posdoctorado y fuí a la oficina de un Premio Nobel, con toda tranquilidad, sin ningún miedo. Cuando comencé mi proyecto, que me dio el profesor Baltimore –cuenta Varda-, empecé a trabajar y presté atención a algo que no era la cuestión central, sino marginal, me pareció que era muy importante, empero no recibí apoyo del profesor...». En el laboratorio de un premio Nobel, uno no trabaja en lo que quiere sino en lo que le dicen. «Pero yo pensé en Natan y me mantuve en mis trece. Baltimore me recordó que cuando yo volviera a Israel necesitaría tener un tema consensuado para trabajar. Pero yo insistí: mi intuición me exigió seguir con el tema del P-53, y hace 20 años que me dedico a él. Hoy es uno de los estudios más populares en la investigación del cáncer. La norma de “ vivir de acuerdo a mis creencias” se la debo totalmente a Natan y así lo hice. Tuve mucha suerte al encontrarme con él...». Al volver de EEUU, Varda iba diariamente a plantearle sus temores. Una vez Natan le dijo: «Un corredor de autos no sabe qué peligros va a encontrar en la pista. Tú elegiste esta ruta, continúala hasta el final y supera cada obstáculo cuando estés frente a él. Nadie te obligó a elegirla. Otra cosa que aprendí de Natan es a no aislarme de la familia, porque ella es la que te da fuerza y siempre está contigo para apoyarte. ». Cuando Varda Roter finalizó el profesorado, Natan estaba orgulloso porque ya tenía dos profesores que habían hecho la carrera bajo su orientación (el otro fue Dov Tzipori). Para Natan la cuestión de formar profesores era importante, no por el honor, sino porque le daba la posibilidad de tener continuadores, una nueva generación de investigadores. 114 «Al dejar de trabajar en la Liga de Lucha Contra el Cáncer, Natan insistió en que yo ocupase su lugar, y aunque podía haber otras personas capacitadas para el cargo, él quería que fuera uno de sus alumnos quien lo reemplace.» En una oportunidad Natan le dijo que ser buen maestro es poder explicar el problema más complicado a alguien que no tiene la menor idea sobre el tema, y no obstante, que pueda entenderlo. «Y ese es mi lema –dice orgullosa Varda-: él me enseñó a explicarle a cualquier persona lo que hago, incluso a un niño del jardín de infantes, sin que se sienta inferior o que no capte lo que digo.». Natan supo transmitirles que no es preciso ser un “premio Nobel” para disfrutar de la belleza de la ciencia, que cada pequeño avance, todo paso adelante es importante. Ya el hecho de trabajar en algo que interesa, es una gratificación en sí misma... La relación de Natan con sus alumnos era algo muy singular: siempre actuaba con imparcialidad y si tenía sus preferencias, al menos no las demostraba. Severo en el ítem del trabajo, mas tierno en la relación humana, son cualidades que todos reconocen... «Cuando redactábamos artículos o informes en inglés, Natan tenía exigencias con respecto a cada frase, a cada palabra... En muchas oportunidades nos quedábamos hasta la madrugada, los ojos se nos cerraban, pero él continuaba buscando la palabra o la expresión que consideraba más apropiada. Para nuestra “desdicha” –comenta jocosa-, en nuestro departamento colaboraba una joven inglesa cuyos escritos, naturalmente, eran aceptados sin cuestionamiento. Para nosotros, era una permanente frustración, una competencia “desleal”... Otro elemento que destaca con énfasis, y en el que Natan se lleva todas las palmas, es la capacidad que tenía para amalgamar gente de características casi incompatibles, de distintas procedencias culturales y costumbres, personalidades dispares, y sin embargo todos “arrastraban el carro hacia adelante”. «Allí se forjaron auténticas relaciones humanas, de hermandad y compañerismo», agrega Varda. «Voy a ilustrarlo con un ejemplo: Rami Coock me pidió en una oportunidad que fuera a dar una disertación de no más de media hora en el hospital de Tzfat, y aunque me llevó todo el día ir y volver de allí, yo ni pensé en negarme. Creo que las amistades que se generaron en esa etapa de la vida son las más gratificantes.». «Debo destacar que en Natan, la apariencia física y su conducta como hombre concordaban: su imagen era la de un hombre sano, joven, honesto, y realmente lo era. Todos los años festejábamos el onomástico de Natan pero él siempre nos sorprendía: parecía no envejecer. Yo me miraba en el espejo y me veía mayor, comprobaba 115 que el tiempo pasaba, y Natan siempre estaba igual. Era como una fuente de juventud que se irradiaba a los demás.». Así concluye Varda sus recuerdos... • Dov Tzipori: Ph. D., ejerce el profesorado en el Instituto Weizmann, discípulo de Natan Trainin, con quien hizo el doctorado. Dov Tzipori era muy joven cuando llegó al “Majón” directamente de la universidad. Y la que sigue es una visión, un “flash back” fugaz de cuatro años de su vida, tal vez los más importantes y decisivos, aquellos que delinearon su personalidad como hombre e investigador, y su relación con el “profesor”, con el hombre que lo recibió, educó, orientó y, por último, le abrió el camino de la ciencia ... «Procedo de una familia muy sencilla, sin ninguna cultura política. No había estado en el ejército, y mi experiencia de la vida era muy relativa. Puedo decir que no tenía ninguna... era un joven ingenuo.. Para mí el “Majón”, al que me incorporé en el año 1969, era lo máximo. Mis ideas sobre la vida eran bastante raras. Cuando terminé el segundo título, me dijeron que para hacer el doctorado debía elegir entre cierto número de institutos. Como dije antes, no tenía ninguna experiencia y para mí era traumático tener que ir a distintos lugares, presentarme y convencer a los profesores para que me tomaran como candidato al doctorado». Todo esto lo expresó Dov Tzipori de un tirón, sin alzar el tono de su voz. «Cuando llegué al IW, tuve una entrevista con Natan Trainin. Como era lógico, con mi falta de experiencia yo no sabía -y nadie me lo aclaró-, que para ser aceptado debía demostrar que tenía interés en el tema que tal o cual profesor investigaba, por lo cual había que estar preparado de antemano, saber algo sobre dicho tema.». Cuando empezó a hablar con Natan, Tzipori ni siquiera sabía qué tema estaban investigando allí. Trainin le preguntó si sabía algo sobre el timo: de lo único que Dov se acordaba era que “el timo no es importante” para tal o cual cosa. «¡Justamente eso era lo único que yo sabía, que “no es importante”...!» «Natan no se inmutó demasiado por mi respuesta, pero tampoco se arredró. Tomó un trozo de tejido, lo puso en el microscopio y me pidió que lo identificara...y yo lo hice. ¡Eso sí que le causó una excelente impresión! Y me tomó...». Aunque todos lo llamaban Natan, Tzipori durante mucho tiempo lo llamó “Profesor”. «Pero eso era por mis características: para mí el profesor era poco menos que un Dios. Cuando conocí a Natan yo no había tenido contacto con lo que es un maestro de ese tipo, con un 116 maestro que además era mi jefe, con quien de hecho viví día a día durante cuatro años.». Dov piensa que un maestro se juzga por los resultados. Y no se equivoca: todos los alumnos de Natan hoy son profesores en el IW, en puestos dirigentes de la industria biotecnológica o de investigación científica, en los hospitales, y gente que construyó centros médicos. «Pienso que ésta es la mejor prueba que se pueda dar sobre la capacidad de Natan», enfatiza sonriendo. Es evidente que sus alumnos llegaron a esos niveles, no porque Natan tuviera tanta suerte y todos fueran muy inteligentes, más que el promedio, sino que poseía golpe de vista: «Él podia reconocer a las personas entusiastas, a los que tenían una visión, un sentimiento de apostolado. ¿Cómo lo lograba? No sé, nunca hablé con él de este tema....» Cuando Chela encontró a Dov por primera vez, lo reconoció y le dijo a Natan: “Este es el chico de Natania”. Dov Tzipori era vecino de los padres de Chela en Natania. De niño, cuando ellos iban de visita, «...jugábamos en la playa con la “tribu” Trainin», comenta jocoso. ¡Chela no lo había olvidado!. «Con respecto a la enseñanza, Natan hacía algo que yo no hago: nos ponía a trabajar y ¡arréglate!. A la vez, sus exigencias eran muy altas; no se le podía presentar una tarea inconclusa o mal hecha. Recuerdo muchas discusiones difíciles y momentos amargos; en una ocasión me ofendí terriblemente, porque me preguntó si no me daba vergüenza traerle algo tan incompleto... no tenía pelos en la lengua para expresar sus exigencias». Sin embargo, «todos los que trabajábamos con Natan comprendíamos que estar a su lado era un honor, algo fuera de lo común». En la relación con los técnicos y el resto del personal, se imponían su calidez y su llaneza, sin “estados de ánimo” cambiantes. «En la época en que yo preparaba el master iba a plantearle mis dificultades y Natan me tranquilizaba. En la etapa del doctorado fue otra cosa: él consideraba que teníamos que arreglarnos solos. Para un estudiante de investigación, mantenerse dentro de los carriles y no caer en el oportunismo es algo muy importante. Hay veces en que se puede “fabricar” una investigación en los libros y publicaciones, y arreglárselas para escribir un nuevo artículo sobre el tema, sobre todo por la exigencia de los investigadores de publicar mucho y en lugares importantes.» Otra posibilidad es buscarse temas cómodos de investigar, y desarrollarlos con premura para tener la posibilidad de publicar. «Pero Natan nos enseñó la importancia de ser constante en el tema que realmente nos interesa, y que es nuestra meta. No importa cuán difícil y complicado sea este tema. Esta es una virtud inapreciable que aprendí de él. Y aunque para el lego es obvio que tiene que ser así, 117 yo, como especialista, aseguro que muchos investigadores tienen preguntas y dudas para responder, pero como son muy complejas las dejan de lado y buscan un tema más sencillo..» «Todos los días recibíamos decenas de llamadas telefónicas, del país o del mundo, para consultas sobre el cáncer, dado su renombre y su papel en la Liga de Lucha Contra el Cáncer. Yo mismo, cada vez que me topaba con un problema relacionado con la medicina, me dirigía a Natan para consultarlo. Dov Tzipori dice que la gente supone que el investigador debería ser siempre lógico, pero no es así: «Hay veces que se trabaja en cierta dirección en base a intuiciones y, por supuesto, en base a una creencia, con la profunda fe que uno está en el camino correcto.» «Natan nos enseño a nadar solos y eso se puede ver en aquellos que estudiaron o trabajaron con él: todos son científicos independientes. Otra de las cosas que aprendí de él es la rigurosidad: escribir un artículo con Natan era algo tremendo. Cada palabra era analizada, una y otra vez, tenía que ser la exacta, la correcta y ninguna otra servía. Pero así debe ser.» Cuando uno está sumido en la investigación, la mayor parte del tiempo no hay éxitos... Por el contrario, el trabajo es gris e incluso hay fracasos. Los días de éxitos son contados... «Por eso todo lo que aprendí de él me ayudó mucho en mi trabajo. Natan nunca exhibía desaliento. Lo que sí demostraba era desagrado cuando uno cometía errores o se desanimaba... Era muy exigente y tenía el don de transmitirnos su entusiasmo. Sabía cómo relacionarse con los alumnos, tanto cuando eran estudiantes como cuando llegaban a la madurez y se convertían en sus pares. Y así los consideraba.» Cuando Dov volvió de hacer el posdoctorado en Holanda, Natan lo llamó y le ofreció trabajar con él. Le dijo que, por supuesto, iba a tener libertad para hacer lo que quisiera y escribir con su propio nombre lo que decidiese. Tzipori explicó que no es común entre los profesores darle a alguien mano libre sin pedir a cambio un “tributo”, como por ejemplo, firmar con ellos artículos, participar en algún trabajo para el profesor en forma gratuita, etc.etc. «Natan me dio la oportunidad de no malgastar mi tiempo – enfatiza-. Otro profesor me hubiera obligado a emplear dos años de mi vida ayudándolo en un proyecto que no era el mío, y no me hubiese permitido ocuparme de lo que me interesaba.» Natan Trainin es una personalidad muy decidida, que va derecho al grano. «Siempre hablábamos de política: hay que recordar que vivimos épocas muy difíciles desde el punto de vista político y de seguridad, pasamos varias guerras y hubieron discusiones y conversaciones. Permanentemente estuvo implicado en la realidad 118 del país. Así como yo soy más negativo y pesimista, Natan es un optimista sin vueltas en cuanto al futuro.» «Durante los años que trabajé en el Instituto conocí gente amargada, que no hacía lo que quería, o que no le interesaba lo que hacía. Natan siempre creyó en la importancia de su investigación, y logró transmitirnos ese convencimiento de que estábamos cumpliendo una misión importante, que lo que hacíamos no era un simple trabajo sino una empresa vital. Ello nos dio siempre fe en la tarea que efectuábamos y, por lo tanto, nos proporcionó mucha felicidad en el trabajo. Nunca miraba lo que otros recibían o publicaban; se alegraba con lo que él hacía o recibía, sin hacer cálculos mezquinos... Menciono todas estas cosas porque son elementos que aprendí de Natan. Y me alegra haber recibido su influencia bienhechora...» • Marit Pecht: Bióloga, estrecha colaboradora de Natan Trainin «Hubo veces en que se hacía necesario trabajar un fin de semana en alguna tarea especial: no recuerdo un sólo caso en que alguien se haya negado...». Marit Pecht comenzó a trabajar con Natan en enero del 79, cuando volvió de USA. Mijael Sela fue quien se la presentó a Natan y le explicó cuál era su trabajo. Le pareció muy apasionante. «Nos encontramos con Natan: enseguida simpatizamos y de inmediato comencé a trabajar con él». El proyecto se había iniciado recientemente y estaba en la etapa de la investigación, pero había muchos trabajos publicados sobre el tema. «Natan me dio tiempo para leerlos, conversar con la gente y ponerme al tanto». La que la inició en los “misterios” y las labores fue la doctora Varda Roter, que poco tiempo antes había terminado el doctorado con Natan. También había algunos estudiantes y estaban los técnicos de laboratorio. «Paulatinamente fui conociendo a todos los compañeros y me incorporé a las tareas. Ya era una más...» «La primera impresión que tuve de Natan fue la de un hombre agradable, simpático, franco, de puertas abiertas no sólo para las “personas importantes”, sino para todo el personal. Sabía crear un clima de gran familia, afectuoso e informal. A las diez de la mañana hacíamos un intervalo en las tareas, tomábamos café y él era un contertulio más, sin hacer distingos. Cuando no se ausentaba por sus múltiples obligaciones, compartía esos minutos con todo el personal. Con sencillez, sin ceremonias ni reverencias». 119 Recuerda que Natan confíaba en el buen juicio de ella como bióloga y Burstein como químico... Él respetaba sus opiniones y les daba libertad para resolver en todo lo atinente a sus tareas específicas. Trainin organizaba salidas y excursiones en las que participaban todos los que trabajaban con él y las familias. Esos paseos estrechaban las filas y daban un tono muy particular a las relaciones humanas. Marit recuerda que todos los primero de enero celebraban como tradición el cumpleaños de Natan, y aún hoy continúan festejándolo. Luego relata un hecho muy singular: «Hubo veces –dijo- en que se hacía necesario trabajar un fin de semana en alguna tarea especial: no recuerdo un sólo caso en que alguien se haya negado...». Natan interviene en el diálogo y puntualiza que cuando era necesario preparar una dosis para un paciente, labor que siempre recaía sobre Marit, generalmente ocurría en fines de semana... ¡como si se hubieran conjurado espíritus traviesos! «Nuestra meta era encontrar un remedio para pacientes con deficiencia inmunológica. Un ejemplo actual y típico es el SIDA, que es una insuficiencia inmunológica adquirida, no genética. En la época en que comenzamos a investigar, esta enfermedad era desconocida, pero sí se sabía que en el caso de enfermos de cáncer que son tratados con radiación y quimioterapia se verifican deficiencias inmunológicas, lo que hace que el paciente sea muy sensible a todo tipo de virus u hongos que atacan al organismo, y dado que el paciente está muy debilitado sus defensas no funcionan. Y allí es donde actúa el THF (Timo Humoral Factor) que, de acuerdo a las experiencias hechas en animales, en el término de dos semanas puede reforzar las defensas del enfermo. En los pacientes que ellos trataban, fundamentalmente niños, el cambio era realmente dramático dado que en infantes atacados de cáncer el desarrollo de una enfermedad viral los lleva al borde de la muerte en 24 horas. En esos casos, recibían un pedido urgente del hospital, preparaban la cantidad inmediatamente y la enviaban por taxi: luego de tres o cuatros dosis se advertía una mejoría. «En muchos casos, luego que el niño salía del peligro el hospital nos enviaba una muestra de sangre para que pudiéramos comparar el comportamiento de los glóbulos blancos. Hubo casos de pacientes que en el término de un par de años continuaban recibiendo el tratamiento... nosotros ya los individualizábamos incluso por sus nombres.» Algunos de esos chicos se curaron definitivamente e incluso fueron incorporados al ejército. Y sus vidas se la deben al THF: cada vez que estaban en peligro el rápido tratamiento los rescató de una segura muerte. 120 «Nuestra meta era desarrollar un medicamento que junto con la radioterapia y la quimioterapia, pudiera derrotar al cáncer, vale decir, la inmunoterapia. En su momento, escribimos un trabajo, que de hecho era un libro, para una de las empresas farmacéuticas con la cuál estábamos conectados, en el que se describía el tratamiento terapéutico que se efectuó a cien enfermos. No estaba hecho como una investigación tipo, con un grupo de control, etc., pero todos estos casos fueron documentados y se demostró fehacientemente la mejoria del sistema inmunológico de los pacientes. Por supuesto, los mismos médicos que trataron a esos enfermos y acompañaron su evolución documentaron los casos.» En los años 70 hubo otras empresas en EEUU, que también investigaron el timo. Algunas de ellas actuaron en forma incorrecta y dieron lugar a que la comunidad científica juzgara el tema con muchas reservas. En los años 90 la cuestión del timo fue deshechada como tema general de inmunología. Hoy en día, no obstante, en distintos lugares del mundo hay científicos que investigan el timo a nivel básico. En otro lugar comentamos que Natan era muy entusiasta con el trabajo, por naturaleza y por principio. «Con cada cosa nueva se alegraba, hablaba sin parar sobre el tema. Pero cuando algo no salía bien, se deprimía en la misma medida. Hay quien dice que un científico no debe participar en su propia investigación, para no estar tan inmerso en los fracasos o logros. Pero yo opino que eso no es cierto: en ese caso el hombre de ciencia no posee suficiente motivación. El entusiasmo es parte esencial de la actividad creativa y Natan tenía el poder de “contagiar” a todos los que lo rodeaban, incluída su familia.». «Siempre que tomábamos una persona nueva en el laboratorio acota Natan- nos basábamos en su valor humano y no en sus conocimientos. Los conocimientos se pueden adquirir, pero una persona en la que no se puede confiar no puede educarse. La confianza es fundamental cuando se efectúan experimentos: se debe creer a ojos cerrados y confiar en lo que dice un técnico o científico.» Hasta hoy el timo es una glándula misteriosa que tiene diferentes tipos de células cuya función exacta se desconoce. Las distintas células destilan diversos humores, de los cuales el THF es uno más. Algún día otros científicos volverán a investigar el timo, puesto que hay numerosos interrogantes sobre esta glándula. Natan agrega que toda investigación se desarrolla por olas: con flamantes métodos técnicos se vuelve una y otra vez a las mismas preguntas, pero con la posibilidad de que cada generación pueda dar nuevas respuestas, dado que se desarrollan instrumentos de medición e investigación 121 más perfeccionados. Hoy el interés se centra en el cerebro, que en definitiva es el responsable de toda respuesta inmunológica. El SIDA se comenzó a estudiar específicamente hacia el año 1982. «Nosotros estuvimos entre los primeros que vimos casos de SIDA en Israel. Recibimos sangre de chicos enfermos de hemofilia y empezamos a ver que había deficiencias inmunológicas, no entendíamos por qué, ya que la hemofilia no tiene relación con problemas inmunológicos». Después se aclaró que esos chicos habían recibido sangre infectada con SIDA. « Hace alrededor de tres años nos dimos cuenta que el proyecto estaba estancado. Es posible que nosotros presentamos el medicamento y nuestras conclusiones demasiado pronto, ya que en esa época no se sabía bastante sobre el SIDA, por eso se intentó usar nuestro producto, cuando en realidad no era apropiado. Eso fue descubriéndose de a poco, a través de los años». De cualquier manera, Marit Pecht está convencida de que las investigaciones de Natan Trainin son una enorme contribución a la ciencia en la lucha contra el cáncer y su reconocimiento es cuestión de tiempo • Tania, Silvi y Magda: Las “hormiguitas laboriosas” del proyecto En toda gran investigación figuran siempre, y en primer plano, los hombres de ciencia, los responsables y constructores del proyecto. Pero está, también, el pequeño batallón anónimo que opera en las sombras, que efectúa esas tareas grises, aburridas a veces, de una fidelidad comprometida, y sin las cuales no hay logros posibles... Natan se vislumbra a través de las palabras de estas tres colaboradoras como una persona llana, sin delirios de grandeza, que sabe apreciar el trabajo duro y no necesita que le mencionen sus títulos para demostrar su respeto hacia los demás. Usando las palabras de la propia Magda David, química que trabajó con Natan alrededor de 13 años: «Cuando empecé mi actividad en el laboratorio del IW, Natan estaba en el año sabático, por lo tanto no lo conocía personalmente. Escuchaba hablar mucho de él, todo el mundo mencionaba al “Profesor Trainin”. Al cabo de algún tiempo llegó al laboratorio una persona a la que todos saludaban efusivamente y llamaban “Natan”. Discretamente, pregunté quién era ese Natan y resultó ser el mismísimo “Profesor”... Ese episodio me dio la pauta de su sencillez y modestia». 122 Con otras anécdotas y distintas palabras, Tania Meri, quien fue secretaria personal de Natan durante muchos años, recuerda los cientos de cartas que escribió a máquina, respondiendo pedidos, consejos y ayuda que gente de todo el país y el mundo solicitaba de Natan. «Nunca dejó de responder una carta, no importa cuán ocupado estuviera en su trabajo científico: decir que no tenía tiempo era algo impensable. Natan consideraba que la gente estaba antes que cualquier otra cosa. Su calor humano, su interés por los problemas de las personas es una de sus cualidades mas destacables. «Su forma de trabajar pude percibirla también en su relación conmigo –agrega Tania-: aunque yo no era parte del personal científico, Natan respetaba mucho mi opinión en cuanto a diagramación y vocabulario Siempre le resultó muy importante utilizar un lenguaje adecuado, bien redactado y bello, tanto en los informes científicos como en las cartas personales y yo tenía mano libre... por supuesto esta actitud me brindaba gran satisfacción y aumentaba mi motivación en el trabajo.» Silvi Luria, bióloga, se incorporó al equipo de trabajo de Natan en el IW apenas llegó al país como nueva inmigrante y trabajó durante diez años. Silvi nos cuenta cuánto la ayudó a integrarse al país el clima familiar que se respiraba en el laboratorio: «Natan, el “profesor”, era como un padre para todos los que trabajábamos con él, tan distinto de los profesores que conocí en Francia, mi país natal...Ya el hecho de que lo llamáramos simplemente por su nombre era algo muy llamativo para mí. No creo que haya muchos profesores que acepten renunciar al privilegio del título. «El clima de armonía y colaboración que reinaban en el laboratorio se conjugaban para que todos “tiráramos del carro”con energía y sin desfallecer, sin mirar el reloj y sin poner trabas. Faltábamos al trabajo sólo cuando había una razón de peso... El clima era de confianza mutua y por supuesto esto redundaba en beneficio del proyecto.» • David Melul: gran amigo de Trainin; judío, español y filántropo de alma “Para bailar el tango se necesitan dos”... dice un refrán “posmoderno”. Para enhebrar una amistad profunda se necesita a David Melul, un hombre recto, emotivo, español y judío. Nacido en Melilla, David Melul vive en Barcelona, la culta capital de Cataluña, con sus museos y la universidad, sus parques e iglesias, cuna de hombres de ciencia, artistas y escritores (como Juan Marsé, entre otros “santos de mi devoción”; nota del autor), ciudad líder de la industria española y espejo reflecto de la España moderna... Y se necesita a Natan Trainin, el hombre entero, 123 capaz de toda capacidad habida y por haber. Incluso la de dar consejos aún cuando no se los pidan... Y poseedor de una refulgente maleta cuya tonalidad exótica no vamos a descubrir. Nacido en Mendoza, crecido en la Córdoba de antología e israelí convicto y confeso... Los dos, David Melul y Natan Trainin, buenos judíos por sobre todas las cosas, se vieron una primera vez y la amistad los encofró. Para siempre... «Lo que voy a narrar se refiere a mi relación con el profesor doctor Natan Trainin, y en ella he querido señalar los aspectos más sobresalientes de la misma.¿Cómo conocí a Natan? Creo que fue en las primeras semanas de 1982... Él estaba destacado en la Universidad de Montpellier, en el sur de Francia, en donde debía dar unas charlas, o conferencias, y enterada de ello nuestra común amiga Virginia Milman, que entonces tenía un puesto de alta responsabilidad en el Keren Hayesod central, y siendo yo un activista de la institución en España, se le ocurrió a Virginia que Natan prolongara su estancia en Europa haciendo una escapada a Barcelona, en donde yo prepararía una charla, como así se realizó.». «Desde Montpellier Natan me llamó para anunciarme su llegada, que tuvo lugar en un frío día de invierno, y para darme detalles de su arribo, de cómo íbamos a encontrarnos y dónde iba a hospedarse». Mantuvieron algunas conversaciones telefónicas en el transcurso de las cuales David Melul le preguntó cómo íban a reconocerse a la llegada de un tren que normalmente trae varios millares de viajeros, en una estación amplísima: «No te preocupes, Melul, no te preocupes... es muy sencillo: yo llevo una maleta amarilla y tú te vas a fijar, no en el aspecto de las personas, en las caras, tratando de adivinar quién es ese Natan Trainin que llega, sino que tú vas a fijarte en las maletas. Cuando veas una maleta amarilla, bien amarilla, bien chillona, ¡ese soy yo!» «Efectivamente, imagínense: una estación de tren (hoy ya no existe como estación principal), repleta de viajeros, todos con equipajes, nerviosos, tratando de hallar un medio de transporte, de ubicarse, salir de esa locura que supone la llegada de un tren muy importante que viene de Europa... pero yo ví allí refulgir, brillar, una maleta amarilla, que no era de un amarillo común, normal... no era un amarillo canario ni amarillo limón: ¡era un amarillo espectacular! «No hubo ninguna duda: mi hombre, identificado por el color relumbrante de su maleta, había llegado. Tras saludarnos, llegar al hotel, en donde dejó su equipaje, le sugerí que tomáramos un café juntos y fuimos a una cafetería –que aún existe- frente al Hotel Majestic, y allí entablamos nuestra primera conversación, que permitió conocernos, la primera de una larga serie de conversaciones.» 124 «Hablamos de todo, y cuando yo encendí un cigarrillo levantó su voz enérgica y me riñó de una forma que, pensé para mí: “Este hombre recién acaba de conocerme ¿y ya me riñe de esta forma tremenda?”... “Qué cómo soy un fumador... que debo dejar de fumar...”. Cuento este episodio porque unos cuantos meses después yo dejé de fumar, y eso ocurrió gracias a Natan. «Siempre se lo recuerdo. Mi primera impresión fue que él se estaba metiendo en donde nuestra amistad todavía no llegaba a permitírselo... Pero pensé: “Lo hace por mi bien, y quizá tenga una deformación profesional”. Yo se lo acepté, y la prueba es que dejé de fumar.» «La charla que dio Natan en el Keren Hayesod fue organizada por la rama femenina. Se trató de una cena en la que hubo 150 comensales. En nuestra pequeña comunidad de Barcelona, cualquier acto que reúna a 40 personas es considerado un logro, un éxito. Reunir 150 personas en una cena no puede llamarse un éxito, ¡es un hito histórico! Pero Natan reunió 150 personas y dio una charla esclarecedora sobre el cáncer, sobre su trabajo en el IW, sobre sus esperanzas de que esta lacra de la humanidad pudiera ser superada en un futuro próximo». Fue una charla que penetró en el corazón de todos, rememora David Melul conmovido y orgulloso... En esa oportunidad, Melul lo llevó a conocer el Kahal de Gerona: Gerona es para los judíos de España tanto como Toledo... o más, acota David Melul. Gerona es la capital histórica mundial de la Kabalá, y en esos años se estaba organizando un centro en honor del gran judío catalán, el Ramban, Rabi Moshé Ben Najmán, el padre de la Kabalá. «Pero no es para hablar del Ramban, de la Kabalá o de Gerona que estamos aquí aportando estos hitos de mi amistad con Natan. Es para recordar los momentos que hemos vivido. Natan quedó maravillado de lo que vio. Siempre tuvo la cualidad de poner un enorme interés en todo lo que veía o conocía. Ya en aquel primer día me manifestó el gran amor que sentía por su mujer, Chela, porque a cada momento la recordaba y ante cada cosa que veía, decía: “Aquí la tengo que traer a Chela, esto lo tiene que ver Chela.”, y a mí me llamó la atención...», confiesa Melul admirado. Se prometieron una sólida y duradera amistad, promesa que llevaron a buen fin. El siguiente encuentro fue en Israel. Pocos meses después David Melul debía viajar a esa y así lo hizo. «Lo llamé por teléfono al IW, pero hubo un malentendido: pensé que no me esperaba a una hora determinada. Entendí que la hora de la visita había quedado abierta, que yo simplemente me presentaría en el Instituto, en la puerta preguntaría por Natan, y luego alguien 125 me acompañaría a sus oficinas. Fuí con un amigo común, el Sr.Lerman, y entre una cosa y otra llegamos una hora más tarde de lo que Natan nos esperaba. Yo estaba tranquilo porque no recordaba que teníamos una cita fija. Cuál no sería mi estupor y mi vergüenza cuando me encuentro a todo un profesor, el Dr. Trainin, parado en el portón del IW, esperándonos junto a la directora de Relaciones Públicas. Sin decirnos ni una palabra sobre nuestro retraso, nos recibieron con los brazos abiertos y grandes sonrisas. Pero yo nunca pude olvidar mi “metedura de pata”, que Natan jamás mentó...». Recorrieron las dependencias del IW: «Por primera vez ví el acelerador de electrones y allí me presentó a un paisano mío. Tambien encontré a un conocido de mi pueblo, que tenía en ese momento un puesto importante en el IW.» A partir de ese momento David tuvo innumerables encuentros con el matrimonio Trainin. Ellos fueron algunas veces a pasar parte de sus vacaciones en la casa de Melul y su amistad se fue afianzando. «En una oportunidad, estando ellos en mi casa, Chela me pidió que la acompañara a unos grandes almacenes pues necesitaba adquirir una pequeña licuadora para los viejitos de la sección geriatría del Hospital Kaplan, sito en la ciudad de Rehovot. Por supuesto, los dos matrimonios salimos a comprar la licuadora, mientras paseábamos. Conseguimos la licuadora y cuando fuimos a la caja, en forma maquinal, sin pensarlo (además no era una gran suma), yo saqué la tarjeta de crédito y pagué. Luego olvidé totalmente el asunto.» Unos meses más tarde volvió a Israel de visita, y los Trainin lo llevaron al Kaplan. En ese momento ellos trabajaban en forma voluntaria en el hospital pero, sobre todo Chela, había llegado a convertirse en una persona imprescindible por su dedicación, su dulzura y su responsabilidad... «Me llevaron tambien al departamento de geriatría –recuerda-. Cual fue mi sorpresa cuando vi allí una bonita licuadora, con una placa que era más grande que el aparato, donde podía leerse que éste era una donación de Adelina y David Melul. Todos los viejitos vinieron a dar las gracias y a bendecirnos por el regalo que les habíamos hecho...». Este fue el inicio de la hermosa relación de David Melul, a través de Natan y Chela, con el hospital. Una fructífera relación, que él aspira a que continúe en una realización más importante, pero David Melul no desea hablar del tema, porque considera que «no es el momento o el lugar adecuado». «Poco tiempo más tarde tuve la idea de crear una fundación para dedicarla a la lucha contra la asimilación del pueblo judío. Las primeras personas con las que consulté las perspectivas de éxito de 126 una fundación de este tipo fueron Natan y Chela. Cenando una noche en Tel Aviv, en el Hotel Sheraton, les expuse mi idea y recibí de ellos un impulso y una ayuda inestimables sobre cómo debería desarrollarse. Ahora se cumplen 15 años de su existencia; ellos en todo momento colaboraron y de hecho Natan fue el alma de la fundación. Dedicó ingentes esfuerzos para conservar su continuidad y planear nuevos proyectos.» En una ocasión los Trainin le enviaron a su hija pequeña, Mijal. «Recuerdo que pasó unos días con nosotros. La pobre debió aburrirse bastante con dos personas adultas que, aunque hicieron todo lo posible por distraerla no lo lograron, hasta que se nos ocurrió ponerla en manos de uno de nuestros hijos con el cual, aunque no tenían un idioma común, la muchacha lo pasó mucho mejor.. Esto lo he recordado con Mijali, hoy ya una respetable madre de familia, que en aquella ocasión, después de llevarla a mi casa y dejar la valija, fuí atracado. Afortunadamente no sufrí daños corporales, pero siempre asocio la visita de Mijal con ese atraco. En otra ocasión, fue Rani quien vino a mi casa, siendo un muchachito. Así son nuestras relaciones», agrega. «De las múltiples ocasiones en que nos encontramos, quiero resaltar una en particular que no olvidaré nunca». Fue una visita que hicieron ambos a Budapest, Natan a título de representante de la Liga contra el Cáncer, donde presentaría una ponencia. «Natan me sugirió que los dos matrimonios nos reuniéramos durante los últimos días del Congreso para pasear y conocer Budapest.». «De todas esas visitas, entrañables algunas, quiero recordar una noche muy festiva en la que los cuatro encontramos un restorán del mejor estilo zíngaro en donde nos sirvieron un higado de ganso que todavía gusto en mi paladar y, por supuesto, a los postres música que tocaron a nuestra mesa. No se cómo, pero Natan siempre tuvo dominio de muchos idiomas y yo que me encontraba imposibilitado de comunicarme con la gente, disfrutaba porque cuando salía con él todo me resultaba sencillo. Los violinistas vinieron a nuestra mesa a preguntar si queríamos alguna pieza especial, y Natan, siempre caballero, solicitó en honor de mi esposa una melodía italiana que, naturalmente, los violinistas interpretaron en su mejor estilo». David Melul, para retribuir la atención, pidió en honor de Chela un tango que fue muy bien ejecutado. «Luego Natan solicitó para mí una pieza española que, por supuesto, también interpretaron con fidelidad. Entonces les pedí que tocaran para Natan “Idishe Mame”: es de imaginar cuál fue el estupor del húngaro que dirigía el conjunto... se dirigió a sus compañeros, cuchichearon en voz baja, y ninguno conocía esa composición. Hasta que uno de los violinistas, bajito, enjuto, de color cetrino, sin el brillo de los otros, que parecía 127 el último de los músicos, se puso al frente, se agrandó y atacó los compases de la más bella versión de la “idishe mame” que escuché en mi vida, por la emoción que nos causó a todos...». De Budapest viajaron a Viena, donde fueron a visitar el museo de Freud, que les produjo una gran impresión. Es uno de los lugares que David Melul mejor recuerda de la capital austríaca. «Quisiera narrar muchas otras cosas pero mi relato sería interminable. De todas maneras voy a contar una memorable visita a Italia, a las orillas del lago de Garda, en un hotelito centenario, “Lago del sogno”, adonde me dirigí para pasar unas horas con el matrimonio Trainin: nunca olvidaré esas pocas e intensas horas que pasamos juntos y en las que visitamos la casa de D’Annunzio. «Quiero resaltar asimismo el halo de amor y de ayuda que en un momento dado Natan aportó a una persona que lo necesitaba. Yo acababa de asumir el cargo de Cónsul Honorario de Israel en Barcelona, cuando en un avión de El Al que sobrevolaba la ciudad en camino hacia Nueva York uno de los pasajeros sufrió un infarto». El comandante de la nave, tras pedir permiso, aterrizó en el Aeropuerto de Barcelona. Bajaron al pasajero, que fue trasladado en una ambulancia al hospital, mientras el avión seguía viaje. «Por supuesto a mí me tocó encargarme de este pobre señor. Pero el hombre y su esposa no hablaban ningún idioma conocido, ni inglés, ni hebreo, ni ruso y todos los trámites eran casi imposibles de realizar pues nadie podía entenderse con ellos. Finalmente se descubrió que el idioma que hablaban era “idish”. En Barcelona tengo varios amigos que hablan idish, traté de conectarme con alguno de ellos sin resultado pues era pleno verano y no pude encontrar a ninguno, cuando finalmente hallé a alguien resultó que igual no se entendían. «Pero providencialmente llegó Natan con quien yo estaba citado para almorzar. El supuso enseguida que esa era una forma del idish más cerrada que ¡cómo no! Natan entendía. Resultó que el caso no era tan grave: los médicos decidieron devolver al enfermo a Israel. Natan le explicó todo y calmó al paciente en ese idish que nadie había comprendido...». «De Natan he recibido tantos y tan buenos consejos..En muchas crisis familiares, él me ha ayudado a salir adelante, a dejar de lado mi orgullo o mi tozudez, como quiera llamársele. En muchas circunstancias en que he estado en situaciones difíciles, amargado o desilusionado, Natan me ha contado una anécdota relacionada con un antiguo profesor suyo de la Universidad de Córdoba, justamente un barcelonés, Mira y López, que era un republicano exiliado. Había en los años 40 en Córdoba un producto medicinal, o supuestamente medicinal, que se llamaba Pantopon y se creía que curaba todo, una panacea universal. Pues el Dr.Mira y López lo prescribía a los pacientes que venían a pedírselo, escribiendo en la 128 receta una palabra que solamente al llegar a la farmacia descifraban: “Aguantapón”... «Y eso es lo que me decía Natan: “Aguantapón, David, aguántate y sigue adelante!!”. Estos son flashes de nuestra relación, una larga y cariñosa relación con Natan y Chela, pero sobre todo debo resaltar que ellos siempre me han ayudado y apoyado». «Para terminar: me es muy difícil traducir en palabras lo que pienso sobre la personalidad de Natan. Un hombre que en todos los roles en los que ha participado en su vida -aún centrales y destacados-, lo ha hecho con una gran modestia, pero también con enorme personalidad, cuya palabra ha sido siempre respetada tanto en lo profesional como en lo personal. Es el líder nato, sin pretender serlo. Es un hombre que tiene un gran amor por su país, Israel, y por su pueblo, el pueblo judío» ¡Dios te bendiga, Natan! • Julio Galer (y la coterránea y amiga de Chela, Betty Maltz) Se expresan en un idioma incomprensible, no por señas ni sonidos guturales; son »iniciados” de una logia incógnita, cerradamente secreta e incorruptible. Pero se reconocen; estén donde estén; en la China o en las Islas Canarias; en el país de Gales o en Israel: algo los denuncia, los pone en “la picota”... sí, es el “cantito” cordobés, la tonada dulce y campechana de Córdoba allá lejos y hace tiempo... Lo que sigue es una carta “medio poema todo recuerdos cálidos” de Julio Galer, comprovinciano de los Trainin, que en una página emotiva logra condensar el periplo cordobés de Natan... «No, aquella Córdoba –la de América- no era judía, entonces. Docta sí. Y revoltosa. Y librepensadora. También, muy católica, muy jesuíta, muy sí señor. Muy poco gringa (todavía). Pero, judía, no era. Estaban, es claro, los judíos. Los europeos: bullangueros, tan visibles. También, casi escondidos –entonces...- los sefarditas. (Que, vinimos a saber luego, eran muchos más de lo que creíamos.) Y “las instituciones”: el centro Unión Noar Tzioní de la calle Alvear. El Templo del bulevar Mitre. Y la grey rebelde de mi abuelo: “los franceses” de la calle Maipú. Y la cripto “Bibliotek Idishe Iugend” de la calle Rivadavia. Y la Caja Israelita de la calle Alvear. 129 Y los comunistas (los “Jevsekes”) que intentaban ayudarnos a descubrir en el vasto mapa de la tundra un rincón que llamaban (¿en esperanto?) Birobiyán. Es cierto, también había sionistas, seguidores de un oscuro periodista vienés. Estaban, sí. Pero, ¿quién los veía? Si costaba distinguirlos de los provectos kulaks societarios. En ese panorama confuso, roto, pobre –y tan rico- que evocaba el Día Segundo, de pronto, y quebrando la sacra cronología: ¡Se hizo la luz! Aparecieron –juntos- y armados, como Minerva de pies a cabeza, el Hashomer Hatzair y el Ateneo Sionista Universitario. Totalmente armados, dije: inteligentes, cultos, abiertos, progresistas. Temibles en el debate. Ideológicamente forzudos, dialécticamente fulmíneos. Y hasta, sí, ¡Bellos! (Ellas y ellos). De pronto , las muchachas sionistas se nos revelaron bellas, atractivas (a pesar de alguna que otra pantorrilla...). Y ellos, ¡tan buenos mozos! Allí fue donde mucho cambió. Fue enfrentando a esa falange que algunos/muchos empezamos a pensar que quizás..., quién sabe..., a lo mejor..., en una de ésas resultaba posible nomás lo que postulaba aquel periodista vienés. Y el Hogar Nacional se hacía Estado. Y un barco nos traía El Embajador. Y Jerusalém volvía a ser una capital. Y eran nomás “sabios judíos”. Fue en ese momento, se me antoja, que aquella Córdoba se volvió judía. Al frente de esa falange de “Judíos Nuevos”, de sionistas diferentes, venía un joven líder, mezcla de Jaim Weizmann y Bar Cojba (con más de una pizca de Jaim Weizmann...): se llamaba Natalio Trainin. Fue allí y entonces cuando lo conocí. Los dos sabíamos que su destino estaba sellado. Ya sellado. Y ya entero. Sé que después viajó, combatió, sembró, miró por microscopios, cortó, curó, descubrió, lastimó, sanó. Sé que después habló, y escribió, y demostró, y enseñó, y predicó... Y tuvo fe. Y dudó –como debe ser- varias veces por día. Sé que después... pero ese después ya no es de Córdoba. 130 Ese después ya no transcurrió con fondo de sierras y trigales. Sino de colinas y arenales. Y azul. Ese azul; de mar que nos faltaba. Sé que después... pero ese después ya es de Israel, del mundo. Y de Chela...» • Eneida Amigó: “Tengo un amigo”... El nombre es mitológico... como la amistad entre Eneida Amigó y Estela Adler. Estas muchachas cordobesas del barrio General Paz se conocieron en la Escuela Normal Alejandró Carbó. Amigas para siempre a pesar de la distancia, cincelaron una relación admirable desde la edad en que un amigo, o una amiga, es el mundo, los sueños compartidos, la lágrima que cae y la mano que consuela, la palabra clara y la confidencia muda. Fue cuando dos se convierten en tres grandes amigos... Desde el recuerdo que no se borra y los contempla, porque... “Tengo un amigo”. ¿No es verdad, Eneida, Chela, Natan?... Chela y Eneida vienen bordando una amistad desde hace cincuenta y seis años. Ni uno menos. Compartieron esas vivencias de adolescentes que van descubriendo el mundo, que recrean «...sentimientos, ideales, hechos cotidianos, los momentos y la alegría de las horas en común; había algo mágicamente bello en esa amistad -cuenta Eneida-. Era el despertar de la generosidad, de la entrega.». Estudiaron juntas en el normal y tenían proyectos para el futuro, pero entonces Chela conoció a Natalio Trainin y su vida sufriría un vuelco total. Eneida relata en sus cartas la hermosa relación que se forjaría entre los dos, los planes de Chela tendientes a vincularse con Natan, la solidaridad y participación activa en el movimiento sionista socialista. «Discutíamos con Chela porque ella tenía como prioridad la premisa del futuro Estado de Israel, en forma inmediata –recuerda-, y yo, en ese entonces, pensaba en un mundo ideal sin fronteras, sumergida en la gran ilusión de la posguerra: un mundo nuevo sin necesidad de nacionalidades... ¡Qué ironía del destino! Ahora tenemos una “civilización” globalizada, una verdadera aberración, una “sociedad esquizofrénica” como la llama Saramago». Eneida rememora un hecho muy singular, las corridas por las arterias principales de Córdoba el día de la liberación de París, en 1944. Y luego el casamiento de Chela con Natan: «Lo tengo presente en mi retina porque fue la primera vez que asistí a una ceremonia típicamente judía, donde ví lo ancestral y lo folclórico en los bailes y cantos... Allí, en el patio de la casa de Ituzaingó 279... y “la escalera”, la gran protagonista. En esa época Chela me regaló dos libros que conservo sobre mi escritorio y contemplo todos los días: “El jardinero” de Rabindranath Tagore, y las poesías de Nicolás Guillén.» 131 La emotiva amistad entre Eneida Amigó y los Trainin permanece inalterable. Cartas, llamadas telefónicas y visitas que hicieron a la Argentina recrean esa amistad que se traduce en vivencias inolvidables, en un culto inalterable que supera a los años... • 132 Palabras Finales Por las hendijas de este invierno israelí que va deshojándose como las páginas de un calendario, advierto ese aroma inconfundible de la primavera. El sol repone sus baterías; el viento, con perfidia, nos prepara su “jamsin” sabuloso; la Pascua nos recuerda a todos que fuimos esclavos en Egipto, que en Israel, hoy, somos un pueblo soberano... Entre el otoño prolongado que no quiere dejar el proscenio, y las campanillas de colores que anuncian el retozo de la primavera, he transitado en el tiempo llenando páginas y más páginas con relatos, impresiones y episodios de la vida del profesor Natan Trainin. Me cuesta anunciar que la tarea ha concluido, porque es una misión siempre abierta, un cometido que no se cierra con tanta presteza... Siempre van a quedar hechos, detalles o formulaciones al margen de la memoria. Porque los hechos ocurrieron y están allí, inamovibles, contemplándome y reclamando su espacio, pidiéndome cuentas por la omisión. Quisiera dialogar con ellos, explicarles que no fue omisión ni desprecio, sino el brete en que nos puso una existencia jalonada de acontecimientos que no se pueden plasmar en toda su riqueza ni en todos sus detalles dentro de una cantidad arbitraria y rígida de páginas. Y además, por la tiranía con que me ha hostigado el tiempo, ajeno a todo lo que es humano; e inflexible, como las manecillas del reloj que con esa inquina que carece de sentimientos giran, avanzan... Avanzan y jamás se detienen. Porque no todas las vidas humanas son fecundas y valiosas. Como la de Natan... El prontuario de la sociedad contemporánea se nutre con clanes de banqueros, corredores de bolsa o comisionistas especuladores, pillos redomados que generalmente están en connivencia con la mafia internacional... Que “se ganan el pan con el sudor de la frente”... de los otros. ¿Qué “fecundidad” puede haber en estos personajes de la farándula financiera? ¿Qué beneficio traen a la sociedad la corrupción, el latrocinio, la especulación ? No es casual que Natan Trainin viva despegado de esas “maravillas” que abochornan la condición humana. A lo largo de su vida cosechó amistad, respeto y consideración. Nunca quiso compromisos espúreos ni mercar sus conocimientos. Es público y notorio: jamás se sometió a preceptos que podrían atentar contra la dignidad del ser humano. Trainin es un hombre multifacético: es científico, pero también médico. Es un hombre que cultiva la amistad individual por 133 sentimiento, pero asimismo percibe el pulso político, social y cultural, de Israel y del mundo. El dolor de los otros es también el suyo. Los dramas y los pesares de las gentes le duelen como propios. Porque, ¿qué es un humanista, sino el hombre que comparte y se conduele de la tragedia de los demás? Sus únicos “estigmas” son la honradez, el altruísmo, su desinterés por la riqueza como finalidad de la vida, el cariño entrañable por la música, el arte y la cultura. Ama al prójimo como a sí mismo; la familia es una de sus mayores riquezas; y su tarea científica es la herencia que deja a las jóvenes generaciones. Natan no desdobla su personalidad: santo predicador en el púlpito de la ciencia y una persona sin escrúpulos en el ámbito de su vida social y familiar. Él es uno e indivisible... Sé que lo fastidian las lisonjas, los “superlativos”, pero yo no he aportado a esta semblanza de su vida adjetivos sino datos de la realidad; y la opinión de gente que ha compartido con él vivencias, trabajo, diálogos, anécdotas. Me permití no ser objetivo, ni desapasionado o “imparcial”... Estas son prerrogativas de quienes juzgan: yo no soy juez. Soy un hombre que escribe y que siente; por eso practico mi profesión y acepto que me oriente mi sensibilidad... Este libro es como un espejo de mano que reflecta parte sustancial de la vida de Natan Trainin. Me he limitado a incluir, pues, lo que entendí como indispensable. Quienes no lo conocen y lean estas páginas podrán comprender qué implica ser, sencillamente, un hombre de verdad.... El siglo XX se acaba... Natan Trainin ha sido un testigo curioso de casi todos sus grandes acontecimientos, y en parte los ha vivido. La ciencia y la técnica han sufrido una auténtica revolución: computación, mediática, electrónica doméstica y médica. Pero la verdadera pregunta es: ¿Vivimos en un mundo mejor? ¿El género humano ha recibido los beneficios de esas grandes transformaciones? ¿Se han erradicado el hambre, la miseria, las enfermedades, la incertidumbre, la exclusión social, las diferencias abismales entre riqueza y pobreza, entre poder y sumisión, entre violencia y legalidad? Angustia contemplar el narcisismo de los gobernantes y la tragedia de millones de seres que apenas si sobreviven en este mundo globalizado, en el que el acto solidario es un gesto de “ingenuidad”, y la depredación una muestra del carácter “emprendedor” de quienes manejan el destino del mundo, como si los humanos fuésemos marionetas. Hoy más que nunca, pues, la conducta de Natan Trainin, inspirada en el espíritu humanístico de los grandes pensadores del pueblo judío, desde Spinoza y Martín Buber, hasta los excelsos filósofos de la Ilustración, debe ser la fuente de referencias que puede darle a la 134 juventud de nuestra época una escala de valores éticos y morales distinta • Andrés Aldao Guedera, Israel • 31 de marzo, 1999 135 Perfil del autor Andrés Aldao nació en Buenos Aires en 1929. Consagrado a la actividad política durante varias décadas, vive en Israel desde 1975. Escribió numerosos artículos de índole política que reunió en su libro “Argentina: de factoría agropecuaria a neodependencia industrial”, publicado en Buenos Aires en el año 1971. Trabajó de periodista en el semanario del Partido Socialista Argentino, “La Vanguardia”, en el diario “El Siglo” de Buenos Aires, en 1967, y entre los años 1968 y 1974 fue secretario de redacción de una prestigiosa publicación de la industria textil y la indumentaria. Fue detenido en 1974 en Buenos Aires y estuvo encarcelado hasta octubre de 1975, cuando, exiliado, llegó a Israel con su familia. En Israel comenzó a escribir cuentos en los que relata experiencias de su vida y breves estampas de la realidad contemporánea, caracterizadas por la ironía feroz de su lenguaje. En enero de 1999 apareció su libro “Cuentos desde lejos”, y tiene en preparación una serie de breves ensayos en los que denuncia la hipocresía y la farsa del llamado “mundo global” Escribir el libro de recuerdos del Profesor Natan Trainin fue para el autor una especie de ceremonia de purificación... como retrotraerse al pasado y convivir con sus fantasmas, rescatarlos del olvido, sumergirse en un mundo menos sofisticado, ciertamente sencillo pero en el cual el humanismo era, todavía, un valor no cotizado en las bolsas pero muy apreciado en los sentimientos de la gente... Andrés Aldao es su escudo literario, reminiscencia de un nombre que empleó en su vida política y que hoy, como un hijo pródigo, lo acompaña en sus labores de escritor. Los Editores 136