La Iglesia y el arte - E

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Revista electrónica mensual del Instituto Universitario Virtual Santo Tomás
e-aquinas
Año 1 - Número 6
Junio 2003
ISSN 1695-6362
Este mes... ARTE Y ESPIRITUALIDAD EN ANTONIO GAUDÍ
(Cátedra de Humanidades del IUVST)
Aula Magna:
JOAN BASSEGODA I NONELL, Un siglo y medio de Gaudí, un
hombre de fe
JAVIER BARRAYCOA, La espiritualidad de Gaudí
2-5
6-13
Documento:
JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
14-31
Publicación:
RAFAEL ÁLVAREZ IZQUIERDO, Gaudí, arquitecto de Dios
32-34
Noticia:
Gaudí, hacia los altares
35-37
Foro:
¿Puede el arte expresar la fe?
© Copyright 2003 INSTITUTO UNIVERSITARIO VIRTUAL SANTO TOMÁS
Fundación Balmesiana – CDES Abat Oliba CEU
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JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
La Iglesia y el arte:
Una doctrina permanente
Joaquín Pallás
Director de la Cátedra de Humanidades del IUVST
Con un breve recorrido por la historia del arte de los dos últimos
milenios vamos a tratar de demostrar cómo el arte, con un lenguaje claro y
preciso, se ha convertido en una forma de expresión y de comunicación, que
desde los primeros tiempos del Cristianismo ha heredado el sentido de la
belleza, proporción y armonía de los antiguos griegos, y ha tomado como
propio el sentido publicista y pragmático del mundo romano, siendo para la
Iglesia un instrumento de evangelización y de enseñanza, un medio eficaz para
dar doctrina al pueblo de todas las edades.1
A través de las imágenes el arte aproxima la criatura al Creador. El arte
es una expresión de la imagen de Dios y expresión de la piedad del pueblo para
con ese Dios, a veces con temor, pero siempre como Padre, como Hijo y como
Espíritu Santo, que se nos revela a través de la naturaleza y a través de las obras
que con nuestros talentos hemos sabido elaborar, unas obras que sólo son una
aproximación, tenue reflejo de la grandeza inaccesible de Dios.2
El Cristianismo admite el culto a las imágenes de Dios, de la Virgen y de
los Santos, admite la imagen de Dios hecho Hombre, Cristo Jesús, que hizo al
hombre a su imagen y semejanza.
El culto a las imágenes no era una práctica del judaísmo, que atacaba a
los ídolos y ciertas supersticiones de otros pueblos. En los libros del Antiguo
Testamento encontramos muchas referencias a la prohibición de los ídolos y al
consejo expreso de que a Dios se le adora tal cual es, sin imagen ni materia que
Mensaje del Concilio Vaticano II a la Humanidad. Mensaje a los artistas, 8 Diciembre de
1965. Carta del Santo Padre a los artistas, Pascua de Resurrección, 4 de Abril de 1999.
2 PLAZAOLA, JUAN, La Iglesia y el arte. BAC, Madrid, 2001, 121 p. En esta obra, el autor
nos resume, concentra, pero con claridad y concreción, las etapas de la historia del arte,
basándose en sus obras anteriores, obras voluminosas, trabajadas, densas y apoyadas
por centenares de textos y documentos. Por eso esta obra de pequeño formato, nos
introduce en la historia de la Iglesia y del arte, con precisión y nos permite
aproximarnos a esta magna obra de doctrina y belleza, desde hace dos mil años.
1
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desvirtúa su belleza y perfección.3 Es la teoría que reaparece más tarde en las
luchas de los iconoclastas que enfrentaron a toda la sociedad en el Imperio de
Oriente, Bizancio.4
Bajo el Cristianismo de los primeros tiempos, está claro que a Dios se le
conoce por sus obras y que con la dominación romana cualquier práctica y culto
a las imágenes era considerada un crimen contra el Estado, porque el
emperador había sido elevado al rango de sumo sacerdote y se le rendía culto
divino, por eso no se permitía otra representación que no fuera la de ese diosgobernante, bajo castigo de severas penas.5
Pero se puede ya hablar de un cambio profundo en la mentalidad y hasta
en la doctrina de los Santos Padres.6 A partir de Constantino, en el 313, con el
Edicto de Milán en el que se concedió la oficialidad a los cristianos, se produjo
Sb, 15,18, se cree que otros pueblos adoran animales que repugnan y que son una
muestra de estupidez. En Sb, 12, 26-27 y en Dt. 4, 15 comenta el peligro de la idolatría.
En Dt. 5, 7, recuerda los Mandamientos:”No tendréis otro Dios más que a Mí” y en DT.
5, 8: “No te fabriques ídolos; no te hagas ninguna imagen de lo que haya arriba en el
cielo, aquí en la tierra o en las aguas que hay Ex. 20,4-5; 32, 7-10. También Jesús nos
recuerda que “no he venido a abolir la Ley sino a darle cumplimiento” Mt. 5, 17.
Podríamos seguir citando a Isaías, Baruc, Jeremías, el Libro de la Sabiduría, los Salmos.
4 Concilio de Santa Sofía, año 815, cuando comienza un nuevo período iconoclasta.
5 Hch. 15, 20,29; 1Cor 8. Rom 1, 18-32: Dios “se deja ver a la inteligencia a través de
su obras”. La santidad y la grandeza de Dios no pueden ser representadas “en forma
de hombre corruptible”, por eso los gentiles andaban extraviados. Creemos también
importante la intervención de San Pablo en Atenas, cuando indignado al ver la ciudad
llena de ídolos, se encaró con los atenienses ante el altar al Dios desconocido: el que
vosotros adoráis sin conocer, ése es el que os vengo yo a anunciar”. Hch 17, 23.
Algunos escritores de los primeros siglos, recordaban que los cristianos rechazaban las
imágenes: Celso, “Discurso verdadero contra los cristianos”, IV, 97. s. II; Lactancio, en
el siglo III y Minucio Félix, también en el siglo III. En el siglo VI, San Gregorio Magno
criticaba la destrucción de las imágenes y recordaba con una constancia que llegará
hasta la época moderna con el Concilio de Trento, que se critica y prohibe adorar las
imágenes, pero no lo que representan.
6 Ver nota anterior. San Gregorio Magno, s. VI. San Gregorio de Nisa, s.IV. En un
Concilio de la Iglesia Oriental, en el año 692, en el canon 82, empieza a reconocerse la
necesidad de las imágenes para representar al Cordero de Dios, “Cristo, nuestro Dios”.
Es interesante la polémica planteada en diferentes concilios: Hiera, año 754, en donde
se condenaba la adoración de las imágenes como una forma de idolatría. El II Concilio
de Nicea, año 787, en el que se defendía el culto a las imágenes pero haciendo
distinciones esenciales. Los ídolos quedaban prohibidos pero los iconos, eran
defendidos. Allí se citaban las doctrinas de algunos padres de la Iglesia para apoyar la
defensa de las imágenes como reflejo de Dios mismo, así se aproximaba la imagen de
Dios, a la realidad de Dios, a quien ahora no podemos ver.
3
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JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
un cambio profundo de valores que fue eliminando esa doble ética del mundo
romano tardío y fue imponiendo una nueva moral, basada en las virtudes
teologales, potenciando la fe como acto público y comunitario, la esperanza en
una vida futura que Dios nos tiene reservada, y la virtud de la caridad que San
Pablo considera la más excelsa de todas7, potenciando también las virtudes
cardinales, y los valores de la renuncia, del sacrificio y un nuevo sentido del
dolor físico y moral como parte de la obra redentora que empezó Cristo en la
Cruz y que sigue en nuestras vidas mediante la lucha y la aceptación de
nuestras limitaciones y fracasos.
Los primeros símbolos los encontramos en las catacumbas y los vemos
desarrollados siglos más tarde hasta el arte románico. Son símbolos basados en
los Evangelios, y sobre todo en las parábolas: la cruz, el alfa y omega, la mano
creadora de Dios, el Buen Pastor, las figuras de los orantes, el agua como
símbolo del Bautismo, la luz de Dios, la paloma símbolo del Espíritu Santo...
Dejando a un lado los problemas y controversias sobre las imágenes,
centramos esta aproximación en la importancia de las imágenes para expresar
las verdades de fe más profundas y los grandes misterios de la Salvación, desde
la Edad Media, teniendo presente el papel reservado a los artistas, y la
importancia de los diferentes mecenas en el Renacimiento y el Barroco.8
Al pintor, se le exige que sea veraz, y para serlo, desde los primeros
siglos, se le pedían amplios conocimientos de la doctrina, de los textos
sagrados, y de la Teología, para así poder servir a la Verdad y cumplir esa
función docente y doctrinal. Por eso, el artista solía ser una persona
profundamente formada, y con una fe robusta que aproximaba los misterios
sagrados a los fieles.
Esta función del arte y del artista es fundamental, por eso el arte se
concentraba en los monasterios y en un entorno de religión, devoción y fe, para
no desvirtuar el mensaje de la Salvación y aproximarse con imágenes a Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo, y a su obra creadora.
Era necesario organizar el arte y los artistas, regulando su actuación,
adecuándola al mensaje que se quería transmitir. El arte al servicio de Dios, con
dignidad, sin exageraciones e idolatrías, el arte proclamando la doctrinas y el
Rom 12, 3-21; 1Cor 13, 1-13
PLAZAOLA, JUAN, La Iglesia y el arte, p. 99 i ss. “Las imágenes de la Contrarreforma”.
CARMONA MUELA, JUAN, Iconografía cristiana, Istmo, Madrid, 1991. 189 p. En la p. 27
nos recuerda la importancia del Renacimiento en el cambio de la consideración del
artista. También p. 32-33.
7
8
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arte inteligible para el público, los fieles, para que pudieran profundizar en la fe
y aprender el lenguaje de lo sagrado.9
Desde el mundo bizantino vemos las imágenes de Dios, la Virgen y los
Santos, “diferentes” a los modelos naturales, imágenes alargadas,
geometrizadas, místicas, imágenes que no son naturales para que los fieles no
las confundan con sus semejantes. No son expresiones distantes sino diferentes,
espiritualizadas, sin las limitaciones humanas; en oración permanente, bellas,
reflejo de Dios y de los santos, reflejo de unas cualidades que exceden el
entendimiento humano y que ahora sólo podemos intuir, pero cuando
lleguemos a la vida plena, entonces veremos con unos ojos nuevos, y no
contemplaremos la imagen de Dios, sino que le veremos tal cual es, porque
ahora a Dios nadie le puede ver y seguir viviendo.
En el siglo V, con la aparición de los iconos para uso privado, se inició
una fuerte controversia sobre la conveniencia de las imágenes. A principios del
siglo VIII provocó una gran crisis, una guerra civil, y más tarde, en el siglo IX, la
restauración del culto a las imágenes, con una fuerte expansión en el mundo
bizantino.
En la antigüedad no había una doctrina definida sobre las imágenes,
faltaba una tradición propia, en cambio, en la Edad Media, los iconos, las
imágenes, simbolizaban el orden inmutable, con unos modelos permanentes,
estandarizados, con figuras estilizadas, sin naturalismo ni espontaneidad,
distantes al espectador. Podríamos hablar de una estandarización de la belleza
para evitar un uso materialista de las imágenes y defender unos valores
inmutables, a través de una Iglesia centralizada, dependiente del poder político.
En el siglo XI apareció una iconografía más naturalista, que representaba
vidas de santos, tomados como modelo de valores. Las imágenes adquirieron
En los primeros tiempos, las imágenes estaban cargadas de simbolismo, pero a lo
largo de los siglos, se dio paso a la representación a través de las figuras, una
aproximación más real a los hechos y personajes a los que se quería representar y dar
culto. Con la oficialidad inaugurada por Constantino, desde el año 313, el Cristianismo
gozó de libertad doctrinal y pudo extenderse con rapidez, se construyeron basílicas y
hubo una época propagandística que permitió un cambio en la manifestación del arte
religioso, aunque no exento de polémicas y retrocesos. Figuras, iconos, querellas de las
imágenes, escritos sobre la adoración, la idolatría, la belleza representada o no, y un
largo etcétera. En el Románico, el simbolismo cobró un nuevo significado, porque el
arte era el instrumento, el método, la didáctica para llegar a la evangelización. Un
medio al servicio de la cultura religiosa.
9
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JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
un estilo narrativo en las Vidas de Cristo o de la Virgen y adquirieron un aire
más festivo y solemne.
En una tercera etapa se desarrolló el simbolismo a través de la luz, la
Transfiguración, pero manteniendo una unidad de temas tanto en los iconos
como en el mosaico.
En Bizancio, la devoción a las imágenes fue una forma de propaganda y
de teología, y ayudó a profundizar en la fe. Este arte didáctico influyó
profundamente en el románico, con su simetría, la jerarquía de las escenas y el
simbolismo.
Muchos pintores italianos del Renacimiento inicial se inspiraron en la
tradición oriental bizantina, con fondos dorados, azules celestes, la imagen de
Cristo en Majestad, La Virgen Madre de Dios rodeada de ángeles, la simetría, la
jerarquía en la composición.
Tiene una explicación clara, había que asegurar una continuidad de los
motivos, temas y formas de inspiración, para salvaguardar la doctrina y la
tradición, aunque, poco a poco con formas nuevas.
Imágenes de Cristo y de la Virgen, retablos, tablas, trípticos, la Virgen
Dolorosa, la Virgen de la Misericordia, santos y apóstoles, todos representados
en perfecta simetría rodeando la figura central de cada obra, escenas de la
Pasión, predelas con escenas de la vida de santos fundadores, y Cristo
crucificado, sobre tabla, que llenará todo el Trecento italiano, Pisa, Perugia,
Florencia, Asís... y la infinidad de obras del Museo de la Obra de la Catedral o
la Pinacoteca Nacional de Siena, con ejemplos abundantes que merecen un
estudio particular, concreto, por su importancia, volumen y calidad.
Diferentes textos apoyan esta exposición histórica, para dar fuerza y
significado a las imágenes y al arte, como instrumento doctrinal permanente.10
Con la aparición del Románico se mantuvo la tradición bizantina pero se
introdujeron elementos nuevos, tanto técnicos como estilísticos e iconográficos.
La pintura mural podía tener variaciones: al fresco, con capas de cal y arena y
con un trabajo directo sobre la superficie humedecida. Se consideraba el sistema
más adecuado pero el más caro. “A secco”, a la greca, que consistía en dibujar
con tonalidades rojizas todo el contorno, pero sobre dos capas de cal. Se
combinaba con azules y después de añadir un aglutinante, se procedía al
coloreado definitivo. Y también se utilizaba un sistema intermedio. El color
10
Ver nota anterior.
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mate o brillante dependía de la mezcla y del muro de soporte. Parece claro que
los artistas del Románico no trabajaban sobre modelos previos ni sobre
plantillas que más tarde aplicaran al muro. El mito del Año Mil parecía el final
de los tiempos, el verdadero Apocalipsis; pero que no se correspondió con la
realidad, e históricamente casi no hubo hechos reseñables; era el pleno
feudalismo en el que los monjes de los monasterios y los clérigos de las
parroquias fomentaban y mantenían a los fieles en el Santo temor de Dios. A
nivel doctrinal, apareció, además de la devoción, el convencimiento de la
Concepción Inmaculada de la Virgen, aunque lo que solía celebrar el pueblo,
era la muerte, el dolor y las condiciones de dureza y de subsistencia de la vida
cotidiana, porque eran los problemas más cercanos y permanentes.
Hacia el siglo XII, se concebía la arquitectura eclesiástica, como un reflejo
de la belleza de Dios, el Creador, Señor del Universo. La belleza creativa del
artista sólo tenía valor como un reflejo de la Belleza suprema del Creador, el
mundo y la creación como una alabanza continua al Creador.
Por eso, el mundo del Románico no buscaba la perfección formal sino la
enseñanza, la doctrina, un sentido didáctico del arte, para recordar las verdades
de la fe cristiana y fomentar la piedad y devoción de los fieles. El poder era
reflejo de la autoridad que viene de Dios, por eso el arte estaba al servicio del
poder. Un sistema teocrático en el que los gobernantes eran delegados del
poder de Dios, una jerarquía en cuyo punto más alto estaba Dios, Señor
Todopoderoso.11
El anonimato de los artistas es un tópico que no se ajusta a la realidad. El
artista como tal no existía, pero los patrocinadores y los artífices gozaban de
buena consideración y compartían parte de la gloria de la obra realizada, a
través de documentos, nombres grabados en la piedra o representaciones en los
capiteles de los claustros. Además de la manutención, los artífices recibían las
alabanzas de sus patrocinadores que también compartían la gloria como
teóricos, patrocinadores y fundadores.
La Creación es obra de la Sabiduría de Dios, Sabiduría que inspira toda
la obra creadora y le da forma, por eso los escritos y las representaciones de las
miniaturas representan a Dios Creador, rodeado por todo lo creado, el
Conviene insistir en el sentido profundamente religioso y también doctrinal del
arte del Románico. Un mundo teocéntrico, jerárquico, en el que Dios ocupa un papel
central y en el que la Iglesia actuará históricamente, como un factor de la unidad y
cohesión social. Un papel relevante en la formación de la historia de Europa que ahora,
los dirigentes políticos quieren esconder y negar. La fe y la religión impregnaban la
sociedad medieval y le dieron cohesión.
11
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JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
Universo, la Tierra y el Hombre, el centro de la creación. La Creación es reflejo
de lo infinito, de la grandeza y de la imagen de Dios, por eso se representa al
Creador y a la Segunda Persona de la Trinidad, Cristo en Majestad, rodeados
del Universo y de todos los seres de la Creación, con círculos, estrellas, ángeles
y jerarquías celestiales, tal como lo vemos en los Beatos medievales.12 La
Jerusalén Celeste, y la Jerusalén terrena, y en lo alto, Cristo-Dios, el Cordero de
Dios, Salvador y Redentor, rodeado de la hermosura permanente de la
naturaleza y del Universo entero. Ahí el Hombre ocupa un lugar preferente,
porque Dios lo creó a su imagen y semejanza, por eso, para San Agustín y para
Santo Tomás de Aquino, el hombre será un ideal de perfección, y Cristo será el
Hombre por excelencia. Cristo el ave fénix, Cristo con los brazos extendidos,
imagen del Crucificado, Cristo que enlaza lo humano y lo divino, simbolizados
por el cuadrado y el círculo, por eso las iglesias y monasterios tienen esa
estructura rectangular, humana, de peregrinaje mortal, hacia el ábside y el
presbiterio, para encontrarse en el altar con Cristo-Dios, Cuerpo, Sangre, Alma
y Divinidad, en la Eucaristía.
Las imágenes y los símbolos cobran una gran importancia. Nada es
secundario, todas las imágenes y representaciones se centran en el mensaje
doctrinal. Se trata de una manifestación del arte, teocéntrica, simple, sintética,
esencial, sin accesorios. Todas estas manifestaciones artísticas se inspiran en los
libros sagrados del Antiguo y del Nuevo Testamento, en los Bestiarios, en las
leyendas e historias piadosas de épocas anteriores.
Cristo aparece en Gloria y Majestad, dominando el Universo, lleno de
poder y autoridad. Es una imagen constante del mundo del románico. Cristo
como Juez, Señor del mundo, Rey de Reyes, el Alfa y Omega. La mano derecha
alzada, casi amenazante, que inspirará a Miguel Ángel en el Juicio Final en la
Capilla Sixtina, la mano izquierda, sobre los libros sagrados, rodeado por el
Tetramorfos, los símbolos de los evangelistas. El Cordero Pascual, Cristo
triunfante de la Muerte, Glorioso, Redentor de la Humanidad. Y el Espíritu
Santo en forma de paloma. Encontramos ciclos completos de la Infancia de
Cristo y de la Pasión.
Desde los Evangeliarios irlandeses primitivos hasta la gran riqueza de la Península
Ibérica, desde los manuscritos visigodos, asturianos y leoneses hasta los Beatos,
comentarios del Libro del Apocalipsis. Desde los siglos VII y VIII encontramos
ilustraciones en diversos manuscritos. Beatos como el de Gerona, el de Liébana, Biblias
del siglo IX y X, como la Hispalense, el Beato de El Escorial, y diversos códices y
devocionarios.
12
p. 20
e-aquinas 1 (2003) 6
La Virgen ocupa un lugar precedente en las tallas, retablos, pinturas
murales, la Virgen sobre el Trono de la Salvación, mediadora entre Dios y los
hombres. También la Virgen con el colegio apostólico.
La técnica pictórica y los temas tratados, casi no varían del Románico al
Gótico, pero destacamos algunos rasgos definitorios de la pintura: un sentido
lineal, con el dibujo que define las zonas de color, aunque en algún momento
encontramos obras que se adelantan dos siglos a su época. Se representan
figuras planas, sin fondo ni volumen, en una composición en bandas
horizontales, simétricas. Evidentemente, la pintura está subordinada a la
arquitectura, porque la arquitectura es la integradora de todas las artes, y la
pintura y escultura realzan las portadas y algunas de las paredes del interior,
siempre limitadas por el marco arquitectónico que define el tipo de
representación y su tamaño. Se trata de una pintura austera, sin apenas
decoración, y cuando ésta aparece, es un complemento necesario para potenciar
unas imágenes y reforzar la doctrina. No existe nada gratuito en la pintura
románica, todos los detalles tienen especial significado. Además, el pintor
románico no es personalista, no tiene carácter de artista consagrado, se
mantiene en un segundo plano, porque el objetivo es potenciar el mensaje y
cumplir la tradición, sin apartarse de la doctrina, por eso, el protagonista es el
mensaje, y no el artista. Insisto en este aspecto, porque el artista del Románico,
no es imperfecto en sus obras sino que está sometido a unas normas y trabaja
con unos objetivos didácticos marcados. No es expresionista, sino que trabaja y
acepta las condiciones limitadas por el contenido doctrinal y la comprensión de
los fieles.
En el mundo del Gótico, los temas representados, siguieron una línea
ascendente, destacando la miniatura y las ilustraciones, pero decayó la pintura
mural. La causa es muy clara: en el Románico la decoración está subordinada al
marco arquitectónico, y en el Gótico, los muros pierden el papel decorativo que
tuvieron en el románico, y se buscaron otros espacios y otras técnicas en la
pintura, con un desarrollo esplendoroso de la pintura en tabla y los vitrales.
La liturgia había evolucionado, se modificaron los altares, y el retablo se
convirtió en un arte monumental, con diferentes cuerpos laterales y varios
planos decorativos. El retablo responde a la mentalidad racionalista y práctica
del Gótico, a la división y subdivisión en diferentes cuerpos y compartimentos,
siguiendo una lógica racional, buscando la integración de las partes en un todo
homogéneo.13
13
PLAZAOLA, JUAN , La Iglesia y el arte, pp. 91-94.
p. 21
JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
La pintura, según los escritos de Vasari, expresa el ideal supremo de
belleza que en la Edad Media se había perdido. El inicio de esta finura y
elegancia se debe a Cimabue, maestro de Giotto. Belleza y bondad siguen
unidas en el Gótico pero se introducen otros elementos heredados de la
tradición árabe, el gusto por lo sensible.14
Belleza sería aquella obra agradable a los sentidos, que despierta
sentimientos amorosos, admiración en el espectador. El arte, para ser arte debía
ser el resultado de la admiración y de la copia de la Naturaleza y de la realidad.
La obra bella era aquella que cumplía los principios de la Naturaleza, es decir,
la ley de lo más simple, de lo más formalmente económico, de lo más directo y
de lo más adaptado.
El artista del gótico había descubierto la belleza y el placer de la
contemplación de una obra estética, contraponiendo elementos que le
satisfacían, al margen de lo ético y de lo metafísico.
Para Santo Tomás de Aquino, a través de la forma de los objetos, es como
el hombre puede llegar al conocimiento de los mismos, y para que esta forma
alcance la belleza, ha de ser íntegra, ha de poseer la proporción conveniente, ha
de ser armónica y clara.15
El Gótico consiguió la armonía de lo lineal y de lo corpóreo, del dibujo y
del color, el arte adquirió un carácter básicamente corpóreo, volumétrico. La
realidad se superponía al ideal, y el artista, escultor o pintor, trabajaba para un
cliente noble o eclesiástico, eliminando del arte su sentido simbólico.
La iconografía dio un salto cualitativo, prestando más atención a la
realidad circundante, a la expresión de los sentimientos a través de la pintura, al
gesto, al movimiento de las manos, a la mirada y expresión de los rostros.
Parece una introspección, interiorización del alma humana para encontrar la
VASARI, GIORGIO, Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue a nuestros tiempos. Ed. Tecnos, Madrid, 2001. 412 p. Vasari se
inspiró en diferentes autores y aprovechó referencias anteriores para escribir estas
crónicas de artistas. En su capítulo sobre la pintura, p. 106-120, expresa la importancia
que tenía esta manifestación del arte, olvidada en otras épocas, y alaba la pintura com
la forma ideal para expresar la belleza de la creación.
15 “Para la belleza se requieren tres cosas: la integridad o perfección, puesto que lo
incompleto es por lo mismo deforme; la debida proporción o correspondencia; y por
último la claridad; pues las cosas, que tienen un color brillante, son reputadas como
bellas” (Summa Theologiae I, q, 39, 8, in c). Sobre la estética y la doctrina de Santo
Tomás, ver, J. MARITAIN, Art et scolastique, Paris, L´Art Catholique, 3ª ed. 1935. Hay
traducción española.
14
p. 22
e-aquinas 1 (2003) 6
esencia de los sentimientos religiosos más profundos, y de las preocupaciones
cotidianas que llegan a marcar hasta los rasgos físicos. La pintura gótica
buscaba la claridad de la composición, la distribución racional del espacio, la
jerarquía y orden de las formas, la narración histórica ordenada, a través de los
retablos y de las vidas de los santos y de la Virgen. Podemos destacar tres
estilos: la herencia de Bizancio con fondos dorados y gran simbolismo en la
composición, un intento de naturalismo, con Giotto, que define rasgos y
actitudes, que define paisajes. Y un tercer estilo, el estilo internacional, que
supone la relación entre estas dos escuelas, bizantina e italiana, y la escuela de
Flandes, con unas representaciones más familiares, llenas de colorido y detalle,
llenas de paisajes y de escenas que reflejan los intereses y gustos de una pujante
burguesía.16
El paso del siglo XIII al XIV, en el arte, es un paso renovador, que realiza
Giotto. Giotto elimina las siluetas coloreadas, los cuerpos recortados sobre
fondo plano, y sitúa los cuerpos en un espacio arquitectónico, rodeados de
paisaje, iniciando un intento de tercera dimensión, creando la sensación de
perspectiva, aumentando el volumen de los cuerpos y de los objetos. Con
Giotto, la pintura abandonó el realismo y volvió a la realidad. Las montañas se
convierten en piedra, y los personajes están inmersos en el mundo que les ha
tocado vivir. Sus personajes conocen el dolor, la tristeza, la desesperación, la
alegría, el éxtasis, la paz y la serenidad, la sorpresa, la ira. Son personajes que
hablan, gesticulan y se comunican. El rostro, las manos, el cuerpo, los ropajes,
utilizan el lenguaje del gesto, expresan sentimientos.
Resurge el idealismo, aparecen rasgos pre-renacentistas, y a la muerte de
Giotto, el arte se espiritualiza y sigue el estilo elegante y religioso de la escuela
de Siena. Las figuras serán estilizadas, onduladas, elegantes, y se deciden por
cierta superficialidad cortesana. Se volverá a los fondos de oro y el paisaje será
representado como un elemento formal, alejado de la realidad.
El oro y la luz son dos elementos fundamentales en la estética del Gótico.
El oro en la pintura es influencia directa de la estética de la escolástica, que
contrapone y unifica lo concreto y lo abstracto. El oro del Gótico es símbolo de
la claridad de la luz que nos acerca a lo divino, por eso se representan en fondo
de oro las figuras de la Virgen, de los Santos y de la vida de Cristo. El oro
Gótico nos devuelve a la luminosidad heredada de Bizancio. Ese será uno de los
problemas capitales del arte gótico, la luz, y su concreción en el color. La luz es
la sustancia, la que da vida a los cuerpos. La luz da brillo y hermosura, nos
acerca a lo divino, a Dios, la luz por excelencia.
Historia Universal del Arte. Ed. Planeta, 11 vol. Barcelona, 1988. Vol. 5, Renacimiento
I, p. 16-20.
16
p. 23
JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
Otro significado del oro en la pintura es la nobleza del material
empleado, símbolo también de la nobleza de los personajes y hechos
representados. El oro es perfección, es luz, es material noble, es belleza y es
riqueza; también símbolo del poder adquisitivo del cliente que encarga la obra,
símbolo del prestigio social.
El arte fue un reflejo de la preocupación por las cosas del mundo sin
abandonar las cosas de Dios. El sentido escatológico de la figura humana en el
románico, da paso a una concepción del hombre, como protagonista de la
historia, ya no se potencia el simbolismo del cuerpo sino los hechos ocurridos
en épocas pasadas, las historias bíblicas, las vidas de santos, como un medio
para alcanzar lo natural, lo humano, y en relación con ello, lo divino.
Dios será el Creador del universo, y se representará con frecuencia desde
un punto de vista escatológico, la venida definitiva, el Juicio Final, el momento
del premio o castigo para los hombres seguidores de Dios o para los que se han
apartado de Él.
Se valora la representación de Dios-Hombre, desde la Anunciación, hasta
la figura de la Virgen con el Niño, coronada como Señora de todo lo creado,
terminando en las escenas de la Pasión de Cristo, y el Descendimiento con la
Madre recogiendo en su regazo el cuerpo del Hijo muerto.
Se mezclan el patetismo, el sentido de los dramático, y la ternura, la
compasión y el dolor. Se desarrolla el sentido de lo amargo, describiendo con
todo detalle escenas de la Pasión del Señor, con patetismo, escenas llenas de
efectismo, el sentido de la tragedia del hecho narrado.
Es una manifestación realista que rompe con el sentido hierático del
Románico, un arte de contrastes entre el gozo y el drama, la ternura y la tristeza
extrema, las alegrías de la vida cotidiana y el dolor, físico y moral profundo.
La pintura italiana sigue influenciada en le siglo XIII por la "maniera
greca", siguiendo los convencionalismos y el estilo heredado de Bizancio.
En ese momento histórico, aparecen varios pintores que suponen una
ruptura con el estilo anterior. Aparecen Cavallini, Cenni di Pepo "Cimabue", y
su discípulo Giotto di Bondone.
Se sitúan los personajes en un marco arquitectónico, con un lenguaje
dramático, gestual, que con su presencia delatan sentimientos y actitudes. Las
figuras, adquieren volumen, como si fueran esculturas, aparece el estilo
narrativo siempre con escenas arquitectónicas de gran complejidad.
p. 24
e-aquinas 1 (2003) 6
Junto a la escuela florentina, aparece en Siena otra escuela cuyo máximo
exponente fue Duccio di Boninsegna, que no se aparta de la maniera greca, pero
introduce un nuevo elemento, el elemento lineal; Duccio trabaja el claroscuro
para dar volumen y realce a las figuras, siempre figuras elegantes.
Contemporáneo de Duccio fue Simone Martini, que extendió el estilo de
Siena por toda Europa. Envolventes líneas onduladas en las que parece que la
composición se cierra sobre sí misma. Rostros idealizados, ojos almendrados,
casi rasgados, con una mirada dulce, que se propaga a toda la obra.
Desde el Renacimiento, desde el siglo XVI, se difundieron manuales que
definían cómo había que representar los Misterios de la Fe, para evitar
desviaciones y libres interpretaciones. Se marcaba la figura, los símbolos que la
acompañaban, el color, las formas.
En el arte Europeo Occidental, la mayoría de los artistas eran laicos, y
procedía un control más estricto sobre el arte –es interesante el tratamiento de
este tema en la película “El Tormento y el Éxtasis”-. Los contratos limitan la
creatividad del artista, marcan las obras y el desarrollo de su contenido,
dependen de una constante revisión de los mecenas, filósofos y eclesiásticos,
para evitar errores doctrinales.
El Renacimiento supuso una ruptura con esta concepción teocéntrica,
porque los mecenas eran grandes banqueros, comerciantes, nobles y reyes, y
con el desarrollo del Humanismo, el arte comenzaba a sufrir un proceso de
secularización. El artista debía demostrar su categoría y sus conocimientos
científicos, debía escribir tratados que demostraría en sus obras. Aparecieron
nuevos temas...
En el primer Renacimiento y hasta el siglo XV, la variedad de formas y
temas fue el resultado de la variedad de las ideas y de nuevas formas de
espiritualidad y de acercarse al conocimiento de la realidad. En Florencia, los
mecenas, banqueros y comerciantes ricos, tenían unos objetivos estéticos que no
coincidían con los objetivos de otras ciudades y países., por eso el arte
renacentista se diversificó y amplió en progresión geométrica. El nuevo
espiritualismo, el deseo de Reforma de la Iglesia, las críticas a los nobles y
eclesiásticos, los grupos iluminados y heréticos, la búsqueda de una pureza de
la doctrina y de la fe, se vieron reflejadas en las distintas manifestaciones del
arte, con una corriente de espiritualismo y devoción que marcó las
composiciones religiosas y los temas a tratar. La “Imitación de Cristo”, de
Tomás de Kempis, diferentes “meditaciones” desde las atribuidas a San
Buenaventura hasta las realizadas por autores modernos, no siempre ortodoxos,
p. 25
JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
influyeron en una religiosidad y en una piedad diferentes, más personalizadas,
y que empezaban a definir lo que sería el subjetivismo protestante. En este
sentido, la escuela de Flandes es una muestra de la gran riqueza y del gran
dramatismo expresivo del arte religiosos hasta el siglo XV. Es una nueva
espiritualidad que cambió la visión seria y terrible de un Dios Juez implacable
por la de un Dios Padre, próximo a los humanos, al estilo de las ”conversationes
sacras” de las pinturas florentinas y senesas del siglo XV. Curiosamente, en una
época de expansión cultural y científica, se planteó la preocupación por le dolor
y la muerte, preocupación derivada de una nueva conciencia de pecado, de una
sensibilidad especial ante una época de cierta decadencia moral y de la crítica, a
menudo feroz, de las instituciones que parecían intocables hasta ese momento.
Las características del arte Barroco, entraron en contradicción con los
principios del Renacimiento. El Barroco es un arte teatral, que compromete al
espectador, que utiliza el arte como una propaganda religiosa o política; es un
arte doctrinal salido del Concilio de Trento, como comentamos en alguna de las
lecciones; es un arte que recupera la ortodoxia doctrinal y define cómo deben
ser las representaciones del arte sacro y qué espacio debemos reservar a ese arte
en las iglesia. El Concilio de Trento reguló con todo detalle una serie de normas
y características que los diferentes artistas y escuelas se apresuraron a poner en
práctica.
El Santo Padre y los artistas en el mundo contemporáneo
Remitiéndonos solamente a los discursos y documentos del Santo Padre,
podemos exponer ahora con claridad y energía la relación entre el arte y la fe.
En Mayo del año 2000, el Santo Padre comentaba la valoración del arte y
de la historia en Roma, poseedora de un patrimonio valioso de la cultura
cristiana y de la vida de la Iglesia.17
La difusión de la cultura artística a toda la sociedad es la base para
recuperar las raíces de la vida personal y comunitaria.
Existe una estrecha relación entre ética y estética. El Santo Padre cita a
Hans Urs von Balthasar, el arte invita desarrollar la belleza de la existencia,
invita a buscar incansablemente la verdad.18
JUAN PABLO II, Discurso a la Unión Internacional de Institutos de Arqueología, Historia e
Historia del Arte, celebrado en Roma el 26 de Mayo del año 2000. Pueden consultarse
todos estos documentos en: www.vatican.va.
18 Ibidem.
17
p. 26
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El arte nos lleva a la verdad, es un camino de una claridad meridiana.
Tiene una dimensión de gratuidad, abre al hombre al sentido del misterio y a la
revelación de lo absoluto, dispone al alma a la contemplación de los misterios
cristianos y ayuda a la comprensión a través de la expresión simbólica.
Nos recuerda el Santo Padre esta realidad porque el hombre no puede
quedar reducido sólo a un criterio de pragmatismo y eficacia.
Al concluir las obras de la Capilla Sixtina, en Diciembre del año 1999, el
Santo Padre nos recordaba la imagen bíblica del misterio de la Iglesia.19 Se
refería a Miguel Ángel que relacionó el arte con la teología, un escultor que no
quería pintar, pero que elevó la creación artística a unos niveles excepcionales.
Miguel Ángel se remontó a la creación, al Creador, y llegó a representar todo un
ciclo bíblico hasta la venida definitiva de Cristo salvador y juez del mundo.
En la Sixtina resalta la figura de Moisés y la figura de Cristo. Una “lectio
divina” que enseña la unidad de la Escritura, toda la historia de la salvación
hasta llegar a la plenitud de la revelación en Cristo. Es una manifestación de
arte cristocéntrica, un himno a Cristo, una alabanza al Creador.
Cristo siempre acompañado por el pueblo de Dios, “en camino”, la
Iglesia peregrina. Cristo como centro de referencia pero acompañado de los
apóstoles, sobre todo de Pedro.
El arte, pues, nos define la doctrina y remarca el sentido eclesial, ese
caminar como pueblo hacia el objetivo, el centro, la salvación que es Cristo.
El arte demuestra su capacidad de “reflejar los diversos aspectos del
mensaje, traduciéndolos en colores, formas, (...) sin privar al mensaje mismo de
su valor trascendental y de su halo de misterio”.20
El arte es universal porque su lenguaje es universal, no pasa de moda
porque toca lo que es universal en el hombre.
El objetivo es que “lo bello”, epifanía suprema de Dios, nos transmite la
luz de la fe a través de la belleza creada por el hombre.
El Santo Padre espiritualiza los Museos Vaticanos, templo de arte, igual
que las basílicas, porque nos permiten aproximarnos a la Gracia del Redentor.
19
20
JUAN PABLO II, Discurso al concluir las obras de la Capilla Sixtina, Diciembre de 1999.
Ibidem.
p. 27
JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
Entrar en los museos es un símbolo de “cruzar el umbral” y salir de la opresión
del materialismo hacia la libertad de la fe.21
El simbolismo de la creación en el arte, nos invita a la admiración del
universo y sobre todo de la persona humana, imagen de Dios Creador.
La colaboración entre la Iglesia y el arte beneficia “la comprensión del
hombre, de su imagen auténtica, de su verdad”.
En el mensaje del Concilio Vaticano II a toda la Humanidad, el día 8 de
Diciembre de 1965, fiesta de la Inmaculada Concepción, El Papa Pablo VI, se
dirigió a todos, sin distinción, y dirigió unas palabras a los gobernantes, a los
intelectuales y hombres de ciencia, al os artistas, a las mujeres, a los
trabajadores, a los pobres, enfermos y a todos los que sufren, y por último a los
jóvenes.22
En ese mensaje, el Santo Padre se dirigía a los intelectuales y hombres de
ciencia como los “buscadores de la verdad”, “peregrinos en marcha hacia la
luz”, y los exhortaba a continuar buscando sin descanso, “sin desesperar jamás
de la verdad”, citando unas bellísimas palabras de San Agustín:”buscamos con
el afán de encontrar y encontramos con el deseo de buscar aún más”.23 Y
refiriéndose a los artistas decía que son personas “prendadas de la belleza” y
que “trabajáis por ella”. Recordaba la alianza estrecha de la Iglesia y el arte y la
importancia de la necesidad del lenguaje de las formas que ayuda a “traducir lo
divino”, “convirtiendo en visible el mundo invisible”. El arte es un lenguaje de
fe, por eso la Iglesia necesita de los artistas porque el mundo tiene necesidad”de
la belleza para no caer en la desesperanza”, porque la belleza es un
complemento de la verdad. Por eso el Santo Padre hace una llamada a los
artistas y les recuerda que son “los guardianes de la belleza del mundo”.24
En el discurso del Papa Juan Pablo II en la inauguración de la exposición
dedicada a Pablo VI, después de alabar las iniciativas de su predecesor, amante
del arte y de la cultura y defensor del arte contemporáneo como un lenguaje
perfectamente válido para los tiempos nuevos, El Papa nos recuerda como
Pablo VI reconoció que la Iglesia había dejado en cierto abandono a lo artistas y
Ibidem.
Mensaje del Concilio Vaticano II a toda la Humanidad, 8 de Diciembre de 1965.
Concilio Vaticano II. Constituciones. Decretos. Declaraciones. Legislación posconciliar.
Ed. Bilingüe, BAC, Madrid, 1965, pp.837-846.
23 Ibidem, p. 839.
24 Ibidem, p. 840-841.
21
22
p. 28
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que durante varias décadas había existido una amistad “turbada”.25 El Papa ha
querido dedicar una carta específica a los artistas porque les llama a no cerrar el
espíritu al “soplo del Espíritu Santo”, les invita a abrirse a la visión de lo
trascendente, porque en toda auténtica expresión artística se halla presente una
chispa misteriosa y sorprendente de lo divino. La sed de infinito del ser
humano también debe ser llenada por el camino de la belleza y el arte.
En el discurso a los participantes en el Jubileo de los artistas, el 18 de
febrero del año 2000, festividad del Beato Angélico, el Papa dio la bienvenida
los artistas porque la Iglesia y sus museos, hacen sentirse a los artistas como en
su propia casa, porque allí se encuentran unidos de un modo singular, el arte y
la fe. Recuerda la fecunda alianza entre la Iglesia y el arte durante dos milenios,
por eso el jubileo y sobre todo para los artistas consiste en “fijar la mirada en el
rostro de Cristo” para que se produzca la verdadera obra de arte, la conversión
del corazón.26
El hombre es y se revela imagen del Dios a través de la creación artística.
Por eso, además de la fe, el arte es un don de lo alto y se convierte en un camino
hacia la belleza de Dios. Por eso el Papa, “juega” con la palabras e invita a los
artistas a practicar el “estupendo arte de la santidad”.
También en la convocatoria del Jubileo la Iglesia recuerda que el arte
debe estar al servicio del culto, de la catequesis, de la cultura y de la caridad. La
belleza, como la verdad, llena de alegría el corazón de los hombres, resiste el
paso del tiempo y es un elemento de unidad y comunicación.
A través de las artes, que dan esplendor a las obras de los hombres, los
artistas encuentran en lo sagrado la fuente de su inspiración y en la Iglesia, la
ocasión para le encuentro con Cristo.
En la carta que dirigió a los artistas el 4 de abril de 2000, Pascua de
Resurrección, el Santo Padre define a los artistas como constructores de
belleza,27 reflejo del Creador que contempló la obra de sus manos y vio la
bondad de lo que había hecho.
Arte y Creador, están en diálogo permanente, porque la experiencia
religiosa necesita de la creación artística. Dios creó al hombre para que
expresara también su capacidad creadora, “ser artífice”, “imagen de Dios”. “El
PABLO VI, 7 de Mayo de 1964.
JUAN PABLO II, Discurso a los participantes en el Jubileo de los artistas, 18 de Febrero
del año 2000.
27 JUAN PABLO II, Carta a los artistas, n.1
25
26
p. 29
JOAQUÍN PALLÁS, La Iglesia y el arte: una doctrina permanente
Artista divino”, transmite al artista humano un destello de su sabiduría y le
llama a compartir su potencia creadora. Por eso, el artista es imagen de Dios
Creador, y su vocación tiene especial significado.28
Ya la vida es una obra maestra. Esa vocación artística está al servicio de
la belleza, como “expresión visible del bien”,29 siguiendo la expresión de los
griegos “belleza = bondad”. El artista es necesario para el bien común porque el
arte es una forma de educar.30
Aunque el Antiguo Testamento prohibía toda manifestación de Dios,
Dios se hizo Hombre, se ha Encarnado, “nacido de mujer”.31 Dios, con su
Encarnación, “ha introducido en la humanidad toda la riqueza evangélica de la
bondad y del bien”. La Palabra bíblica es imagen, música y poesía, forma del
misterio del “Verbo hecho carne”. Por eso, el Evangelio y el arte están
íntimamente unidos a lo largo de la historia.
En los primeros tiempos hubo la influencia del mundo clásico y del
concepto restrictivo del mundo judío, basado en el Antiguo Testamento.32 Poco
a poco aparecen los símbolos, panes, peces, el pastor, y el nacimiento de un arte
religioso. Constantino, en el año 313, con el Edicto de Milán, permite la libertad
de cultos y así el arte se convierte en una manifestación de fe. Hubo retrocesos y
enfrentamientos, sobre todo en Oriente, hasta que el Concilio de Nicea en el año
787, estableció la licitud de las imágenes y su culto, esencial para el desarrollo
artístico.
En la Edad Media el arte se desarrolla en plenitud, iconos como reflejo
teológico y estético, en Oriente, y diversidad en Occidente, una diversidad
motivada por el ambiente cultural de cada momento histórico. Aparecen los
estilos artísticos, el Románico, horizontal, sobrio, robusto, sencillo, cuya
máxima expresión son los monasterios. El Gótico, expansivo, elegante, vertical,
esplendoroso, reflejo de una nueva mentalidad, y orgullo de los pueblos cuya
manifestación será la catedral. Cambia la imagen del hombre y de Dios,
jerarquía de las ideas, la escolástica, y jerarquía del arte.
En el Renacimiento, gran variedad de ideas en un mundo más abierto y
relacionado, pero profundamente religiosos, sólo basta una mirada al arte, por
eso en parte centramos las obras en este maravilloso espacio de tiempo, - Giotto,
Ibidem, n.2
Ibidem, n. 3
30 Ibidem, n. 4
31 Gal 4, 4
32 JUAN PABLO II, Carta a los Artistas, n. 7
28
29
p. 30
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como iniciador, el Angélico, poesía y oración, Masaccio, la robustez, Mantenga,
el drama y el sentimiento, Botticelli, la elegancia, Piero della Francesca, el
maestro de la luz, Miguel Ángel, teología profunda, reflejo de la grandeza
creadora de Dios, Rafael Sanzio, la delicadeza de las formas, la finura de las
imágenes, y Leonardo, que lo resume todo.
Es el arte al servicio de la fe: la Creación, la Redención, la Vida de Cristo,
la Vida Eterna con Dios, Trinidad perfecta. Eso es el arte del Renacimiento. Y
sólo por citar retazos de pintura, sin despreciar la arquitectura, la escultura, la
literatura y la música. El arte sagrado es expresión y fuerza, defensa de la
doctrina y expresión de fe. La belleza expresada en plenitud, como reflejo de
aquella Belleza superior que es Dios mismo. El arte es importante para la vida
de la Iglesia, la Iglesia necesita del arte y el arte necesita a la Iglesia.33
El artista tiene una vocación especial, según el Papa, porque realiza en su
vida una obra maestra, dando forma estética a las ideas concebidas en la mente.
La vocación artística debe estar al servicio de la belleza, como un reflejo de la
bondad y belleza del Creador. Por eso, el arista encuentra su complemento en la
religión, que inspira y da sentido a su obra, por encima de la propia vida. El
Evangelio y el arte están profundamente unidos, por eso, el arte universal no
sería lo que es sin la contribución del Evangelio como fuente de inspiración. Los
artistas, son conscientes de la distancia inalcanzable entre la belleza que sale de
sus manos y la Belleza, que es Dios. Por eso el arte es una aproximación a la
realidad más profunda del hombre y del mundo.34
El Papa realiza una llamada a los artistas, especialmente a los artistas
cristianos, para que “descubran la profundidad de la dimensión espiritual y
religiosa que ha caracterizado el arte en todos los tiempos”. Por eso, dice el
Papa, “la belleza es la clave del misterio y llamada a lo trascendente”.35
Ibidem, n. 12 y n. 13. El Santo Padre afirma con contundencia y decisión que la
Iglesia necesita del arte, e interroga a los artistas sobre este mismo punto: “¿El arte,
necesita de la Iglesia?
34 Ibidem, n. 15 y n. 16.
35 Ibidem, n. 15 y n. 16, una exhortación final para poner el arte al servicio de la fe y
bajo la protección del Espíritu Santo y de la Virgen, Madre de Dios.
33
p. 31
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