ANDALUCÍA CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2010 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Aurora Martínez Ezquerro Opción A 1 El poemario al que pertenece esta pieza, Poemas mágicos y dolientes, corresponde a la primera etapa literaria de Juan Ramón Jiménez, esto es, a la «época sensitiva» (1898-1915). En ella se aprecia la influencia de la estética y el intimismo modernistas. Se siente, no solamente por el uso de la melancólica sensibilidad, sino también por el colorido de la adjetivación, la rima asonante, los versos de arte menor y la musicalidad íntima que desprenden los delicados versos de la composición. Nos encontramos, en su conjunto, ante una obra en la que predominan las descripciones del paisaje como reflejo del alma del poeta, un paisaje sometido al estatismo de un jardín interior, al intimismo de un orden, a la sensación que producen unos recuerdos y vivencias que han dejado honda huella en el autor. Así, prevalecen los sentimientos vagos, la melancolía, la música y el color desvaído, los recuerdos y cierta alusión al amor. Es una poesía emotiva y sentimental que transmite la sensibilidad juanramoniana. Este poema se halla impregnado de un tono sencillo que recoge los temas del amor y la muerte, si bien teñidos de delicados matices sensoriales y con un cariz nostálgico. Observamos en el poema que cada una de las tres estrofas ofrece una nota diferente acerca del asunto abordado, pero todas ellas inmersas en el color amarillo o dorado. En la primera estrofa, partiendo de la eclosión que supone la primavera (abril venía), se enumeran elementos de la naturaleza (flores, arroyo, vallado, colina) sobre los que se refleja el tono indicado, pero aparece un aspecto negativo nombrado con la palabra cementerio (es la muerte que se contrapone al amor: el huerto aquel donde el amor vivía). Estos dos últimos versos se hallan en paralelo con los dos últimos del poema, puesto que también hablan de la muerte (como veremos más adelante). La segunda estrofa se halla en relación con la primera en lo que compete a lugar, pero ahora se amplía el espacio primaveral y se alude al mundo; se citan algunos de los elementos destacables (sol, luces, lirios, agua, mariposas, rosas) por lo que representan para este momento cumbre, en el cual se recogen sensaciones que van de la vista (ahora sol y luces) al tacto (agua […] tibia). La tercera y última estrofa se divide en dos partes: en la primera se mantiene el tema de la primavera, aunque se recurre a algunos conceptos abstractos (una gracia, un dorado despertar de vida), y en la segunda se repite la idea de muerte que ya se encontraba anunciada en los dos últimos versos de la primera estrofa. Aparece la figura de Dios, tal vez un dios salvador debido a la imagen que podemos interpretar puesto que abría sus manos (pero amarillas), quizá en señal de ofrecimiento generoso para salvar al hombre o, simplemente, como imagen estereotipada del mismo. 2 a) Tema. El tema del texto es la presencia de la muerte en primavera. b) Resumen. Ante el estallido de sensaciones que produce la primavera y que se concreta en el mes de abril, el autor ofrece un despliegue de imágenes cargadas de aspectos sensitivos entre los que predomina el color amarillo. Entre los elementos propios de la naturaleza recogidos en la primera estrofa, se hace alusión al amor y la muerte. Posteriormente y en la segunda estrofa, se sigue enunciando la preeminencia del tono amarillo sobre más elementos naturales para, finalmente y en la última estrofa, ampliar las sensaciones sobre conceptos más abstractos y terminar con la idea de muerte, si bien matizada con un dios acaso salvador. 3 Comentario crítico. Como ya hemos señalado en la primera cuestión, la pertenencia del poema a la etapa sensitiva hace que se trate de una creación artística cargada de sensibilidad modernista que, además, muestra una parte del espíritu triste y nostálgico que caracteriza al autor. Asimismo, la presencia del amor y de la muerte son dos temas que se encuentran de forma recurrente en su producción. Se puede abordar el comentario del poema desde dos perspectivas. La primera, tal vez no relacionada tan directamente con el contenido, se refiere a la exquisitez sensorial que denota Juan Ramón, al juego cromático, a los efectos coloristas aunados con su espíritu (en este sentido resulta romántico) que se perciben de forma © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 3 ANDALUCÍA CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2010 continua. La recurrencia del color amarillo tiene un valor simbólico que se relaciona con la fecundidad, con el oro o con la riqueza, no obstante, también se puede interpretar en el verso final (…sus manos amarillas) como el color de los muertos, por lo menos el que le atribuye el acervo popular. Nos encontramos, desde esta perspectiva, con un juego que oscila entre dos polos: amor y muerte, vida y muerte, amarillo como vida y amarillo como muerte, Dios salvador y Dios que representa el más allá. Es el eterno contraste u oposición que ofrece la vida. estética modernista al calor de la influencia de Rubén Darío, por otro la estela de la llamada crisis finisecular, que en España conocemos como generación del 98: angustia existencial, preocupación por España, etc. Más adelante, una y otra actitud se mezclarán con el novecentismo y la poesía de vanguardia, y solo hay que esperar a los años veinte para que sean desbordadas por la generación del 27. La segunda perspectiva se centra propiamente en el contenido. El poema posee un tono pesimista que impregna el radiante amarillo de la primavera (momento en el que florece la naturaleza). La presencia de la muerte empaña la exquisitez y frescura de la mencionada estación (magistral contraste ya señalado). Recordemos que en la tradición literaria existen muchos poemas en los que se aborda el tema de forma similar (como extremo del pesimismo existencial podemos citar a Quevedo, maestro en aunar la vida con la muerte). Conocemos, asimismo, los tópicos que tratan esta idea, como el carpe diem que tanto rendimiento ofrece en literatura. ■ Origen del término. El concepto de «generación del 98», referencia expresa a la pérdida de nuestras últimas colonias en Cuba y Filipinas, fue propuesto por el escritor José Martínez Ruiz, Azorín, en 1913. Utilizó esta denominación para referirse con nostalgia a un grupo de autores de fin de siglo, entre los que se encontraban, además de él mismo, Miguel de Unamuno, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu, entre otros. En resumen, nos hallamos ante un poema en el que se perciben de forma clara aspectos propios de la primera etapa literaria del autor. Destacable es la elegancia sensorial del lenguaje de esta poesía y el sentimiento de tristeza acompañado de su nostalgia eterna. Es más, todo esto se viste ahora con un lenguaje refinadísimo, cuajado de valor pictórico. La impresión de hermosura es intensa, pero siempre unida a la tristeza. Es una composición de estilo sencillo que presagia la inminente depuración de su lenguaje poético, tal y como ocurre con Platero y yo (que también pertenece a esta época), en el que su lenguaje, que no está sometido a tensión, presenta rasgos de estilo modernista y claros indicios de una voluntad de «pureza» que, poco a poco, irá dominando su siguiente etapa poética. 4 El análisis sintáctico se ofrece en la última página en el Cuadro 1. 5 Características de las distintas tendencias de la lírica del siglo XX hasta 1939 A finales del siglo XIX aparecen en España las primeras manifestaciones poéticas de carácter renovador que se oponen a las tendencias anteriores, ya agotadas: coletazos del posromanticismo y la poesía prosaica e hinchada de Campoamor y Núñez de Arce. Ante este panorama, la poesía de principios del siglo XX sigue dos caminos: por un lado la vía que marca la Características generales de la generación del 98 Los estudiosos consideran que el núcleo esencial lo constituyen los autores arriba citados, aunque hay quien incluye a otros como ValleInclán y Antonio Machado. El cabecilla del grupo fue Miguel de Unamuno y el precursor, Ángel Ganivet. ■ Referentes intelectuales. Los autores están influidos por el clima filosófico de su época: la filosofía positivista de Auguste Comte y Herbert Spencer, pero también la filosofía pesimista de Arthur Schopenhauer y el individualismo de Friedrich Nietzsche. Por otra parte, contribuyen a la revalorización de la literatura clásica española y de sus mitos (la Celestina, el Cid, don Juan, don Quijote). ■ El tema de España. Un asunto recurrente es la preocupación por la postración histórica de España, cuya culminación simbólica creen ver en el desastre de 1898. En sus obras se denuncia el sistema oligárquico y caciquil de la Restauración borbónica de 1875, a la vez que se cuestionan los tópicos sobre el esplendor imperial español. Todo ello corre en paralelo al descubrimiento de las tierras de España y a la idealización de sus paisajes, sobre todo del paisaje castellano. Su actitud política los sitúa en la corriente del regeneracionismo español de fin de siglo. Características generales del modernismo El modernismo fue un movimiento de ruptura con la estética vigente y de renovación de las formas literarias, que se inicia en torno a 1880 y cuyo desarrollo fundamental alcanza hasta la Primera Guerra Mundial. © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 4 ANDALUCÍA CONVOCATORIA Esta corriente surgió en Hispanoamérica como fuerza subversiva y expresión de la resistencia al mercantilismo de la revolución cultural burguesa. ■ Influencias recibidas. En cierto modo, el modernismo representa la incorporación a las letras hispánicas de las tendencias renovadoras, especialmente en la lírica, que venían gestándose durante la segunda mitad del siglo XIX. Así, es notable la influencia de la lírica francesa. Junto a la huella de los grandes románticos, como Víctor Hugo, dos corrientes poéticas de la segunda mitad de siglo marcan la pauta: parnasianismo y simbolismo. Parnasianismo. Instaura el culto a la perfección formal y propugna el ideal de una poesía serena y equilibrada. Su máxima figura es Leconte de Lisle, quien trata temas como los mitos griegos, los ambientes orientales o lo medieval, que utilizarán más tarde los modernistas. Simbolismo. Es una corriente de idealismo poético que nace con Charles Baudelaire y se desarrolla con Arthur Rimbaud y Paul Verlaine. Se proponen ir más allá de la perfección formal. La realidad encierra, tras sus apariencias, significados profundos. La misión del poeta es descubrirlas y transmitirlas al lector, por medio de símbolos (de aquí el nombre del movimiento). Otras autores influyentes fueron los estadounidenses Edgar Allan Poe y Walt Whitman, el inglés Oscar Wilde y el español Gustavo Adolfo Bécquer. Del poeta sevillano arranca una veta intimista y sentimental que reconocerán los poetas modernistas desde Rubén Darío a Juan Ramón Jiménez, pasando por Antonio Machado. ■ Rasgos del modernismo. En la raíz de este movimiento hay un profundo desacuerdo con la sociedad burguesa. Los modernistas, como los románticos, mostraban un especial resentimiento contra la época en que habían tenido la «desgracia» de nacer, una época de fealdad y materialista, en la que el artista se sentía extraviado. Su respuesta fue afirmar que la misión del arte era proporcionar el sentido y la belleza de los que carecía la vida. De ello derivan actitudes como el aislamiento aristocrático y el refinamiento estético, tan bien representados en la bohemia. SEPTIEMBRE 2010 como exótico) o en el tiempo (gusto por el pasado medieval, renacentista…). El cosmopolitismo: la expresión emblemática fue el París de la época. El amor y el erotismo: se revela la tensión entre el amor imposible e idealizado y la sensualidad. El indigenismo: en oposición al cosmopolitismo, se reivindica el pasado precolombino de los pueblos hispánicos. Lo hispánico: manifestación del sentimiento de solidaridad entre los pueblos hispánicos frente a la pujanza de la cultura anglosajona representada por los Estados Unidos. ■ Aspectos formales. La estética modernista se caracteriza por su concepción desinteresada del arte («el arte por el arte»); a ello se une la búsqueda de valores sensoriales. Consiguen, además, una renovación del lenguaje. Es preciso recalcar el enriquecimiento estilístico que supone esta tendencia. Los modernistas se sirven de todos aquellos recursos literarios que se caractericen por su valor ornamental o su poder sugeridor, como los recursos fónicos, un léxico cargado de cultismos, el empleo de sinestesias y la abundancia de imágenes. Exploran nuevas formas métricas, con la finalidad de intensificar el ritmo. Su verso preferido es el alejandrino, al que aplican nuevos esquemas acentuales. ■ El modernismo y Rubén Darío. Hablar de modernismo es hablar de Rubén Darío. El poeta nicaragüense nos ha aportado obras tan importantes como Azul (1888), llena de imágenes sorprendentes, donde recrea un mundo de hadas, princesas, dioses y ninfas. Posteriormente, publica Prosas profanas (1896). En este libro de poemas su lenguaje sigue deslumbrando por sus innovaciones métricas y verbales. Por otra parte, se plantean los temas característicos del modernismo: evasión, cosmopolitismo, erotismo… La desazón romántica: el poeta expresa un sentimiento de hastío, tristeza y melancolía. En 1905 aparece en Madrid Cantos de vida y esperanza. En este poemario surge el poeta más hondo. La ligereza y el esteticismo ceden paso a la reflexión sobre el sentido de la vida y a los conflictos del ser humano en medio de la historia, con especial atención a la realidad del mundo hispánico. El escapismo: actitud de huida de un mundo considerado mezquino, evasión que se manifiesta en el espacio (preferencia por lo lejano, visto ■ El modernismo en España. En la renovación de la lírica hispánica la figura de Darío resulta decisiva. Su constante presencia en España ■ Temas © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 5 ANDALUCÍA CONVOCATORIA impulsará la actividad poética en nuestro país. Los autores más relevantes del período son Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, cuya obra se nutre, en un principio, de influencias modernistas. Antonio Machado La poesía era para Machado «el diálogo de un hombre con su tiempo». El tiempo se erige así en uno de sus grandes temas; los otros, el sueño y el amor, tienen un origen común: la preocupación temporal. Sus raíces poéticas las tenemos que buscar en un romanticismo tardío y en el simbolismo francés. En un primer ciclo poético, años en los que triunfa el modernismo, aparece Soledades (1903), luego ampliada con Soledades, galerías y otros poemas (1907). En estos poemarios se observa un modernismo intimista, con esa veta romántica que recuerda a Gustavo Adolfo Bécquer o a Rosalía de Castro. El autor trata de mostrar en un íntimo monólogo unos sentimientos universales que conciernen a tres temas: el tiempo, la muerte y Dios. También hay recuerdos nostálgicos de la infancia, evocaciones del paisaje, con preferencia por los entornos cerrados, los huertos, los jardines. La soledad, la melancolía y la angustia surgen de esa mirada interior. Posteriormente, el poeta se acerca en su poesía a las inquietudes y temas del grupo del 98. Así, su obra Campos de Castilla (1912) da inicio a otra etapa, en la que, sin abandonar los poemas intimistas, recurre ahora a los cuadros de paisajes abiertos y de gentes de Castilla o a las meditaciones acerca de la realidad española. Esta preocupación patriótica le inspira poemas sobre el pasado, el presente y el futuro de España y se perfila una visión de un enfrentamiento entre dos Españas: la España de charanga y pandereta (autoritaria, reaccionaria y clerical) frente a la España de la rabia y de la idea (tolerante, liberal y abierta al progreso). Sobresale en este libro el largo romance La tierra de Alvargonzález, una sombría historia en torno a la codicia humana (historia fraticida que plasma el tema de Caín). En otro apartado de la obra, Machado comienza la serie Proverbios y cantares, conjunto de poemas breves que encierran pensamientos filosóficos. También incluye siete poemas dedicados a la muerte de Leonor, su esposa. En 1924 aparece Nuevas canciones, libro breve y heterogéneo en el que destaca el centenar de nuevos proverbios y cantares. En los años posteriores su producción poética es escasa. No publica ningún nuevo libro de versos, SEPTIEMBRE 2010 aunque sí diversas ediciones de sus Poesías completas (1928, 1933, 1936) con algunos poemas añadidos en cada edición. Por el contrario, es el período de desarrollo de sus cuadernos de anotaciones conocidos como Los complementarios. Se trata de las reflexiones de Abel Martín y de Juan de Mairena, personajes de ficción y heterónimos del poeta, a través de los cuales da voz a su pensamiento filosófico (una filosofía impregnada de lirismo), y a sus valores estéticos y morales, que podrían resumirse en antirretoricismo en la expresión, antidogmatismo y tolerancia en cuestiones de pensamiento, laicismo en las creencias religiosas, y republicanismo de estirpe liberal como opción política. Juan Ramón Jiménez El estilo de sus primeros poemas es modernista, se observan influencias de Bécquer, de Rubén Darío y de los simbolistas franceses. Pero pronto fue evolucionando hacia la poesía pura, con formas de singular calidad, donde la búsqueda de la belleza absoluta y la poesía en sí misma serán sus únicos temas y preocupaciones. El ritmo poético fluye con libertad y sencillez, revelando su mundo interior mediante la creación de la frase misma, y convirtiendo las intuiciones en experiencias. El propio poeta expresa las ideas sobre su evolución, y así se puede hablar de tres etapas: la «sensitiva» (hasta 1915), que se relacionada con el modernismo; la «intelectual» (que abarca desde 1916 hasta 1936), y la «suficiente» o «verdadera» (desde 1936 hasta su muerte). Hasta aproximadamente 1915 Juan Ramón Jiménez mantuvo la orientación modernista (la que define como sensitiva); de esta época son: Rimas (1902), Arias tristes (1903), Jardines lejanos (1904), Elegías (1908), Pastorales (1911), Poemas mágicos y dolientes (1911), Estío (1915) y, una de sus obras más famosas escrita en prosa poética, Platero y yo (1914), una elegía donde expresa confidencias del poeta a un asnillo en tierras de Moguer. En su segunda época (la intelectual), el poeta deriva hacia un estilo que deja paso a la concentración conceptual y emotiva. A este período pertenecen los Sonetos espirituales (1917), el Diario de un poeta recién casado (1917), Eternidades (1918), Piedra y cielo (1922) y la Segunda antolojía poética (1922). Juan Ramón Jiménez siguió publicando poesía en el exilio. De esta época son La estación total (1946) y Animal de fondo (1949). También escribió prosas poéticas y artículos de crítica literaria, © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 6 ANDALUCÍA CONVOCATORIA como Españoles de tres mundos (1942). En esta etapa final prosigue invariablemente su indagación poética, por encima de las circunstancias, centrándose en sí mismo y atento a su obra cada día más exigente y ambiciosa. Novecentismo El novecentismo confluye con la generación de 1914 y se fraguó en un momento en el cual triunfaban posiciones estéticas que exaltaban posturas como el «arte por el arte» o «el arte puro». De ello se deriva una preocupación por la forma que va a estar presente en todos los autores, y de manera singular en Juan Ramón Jiménez (su poeta más representativo) lo que se corresponde con la idea de un arte para minorías selectas. Supone además el alejamiento definitivo tanto de posiciones románticas (aborrecen el sentimentalismo) como realistas. SEPTIEMBRE 2010 de Cernuda; El alba del alhelí, de Alberti; Romancero gitano, de Lorca. Los poetas más destacados del grupo son Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y Dámaso Alonso. A pesar de las aportaciones que llegan de Europa, los poetas de este grupo rescatan autores y estilos del pasado, es una síntesis de vanguardia y tradición. Se aprecia el neopopularismo y retoman formas de la poesía tradicional, en especial de Góngora, Garcilaso o Quevedo. Así mismo, se sienten influencias del siglo XIX: el intimismo de Bécquer, las innovaciones métricas y uso de imágenes de Rubén Darío, la concepción de la realidad de Unamuno y Machado. De las vanguardias incorporan temas y recursos, pero no se decantan por ninguna. Literatura de vanguardia Las novedades introducidas por los novecentistas no consiguieron romper con la tradición literaria anterior; la verdadera ruptura se produce cuando aparecen los movimientos de vanguardia. Con este término (calcado del francés avantgarde) se designan aquellos movimientos que se oponen, frecuentemente con virulencia, a la estética romántica y realista, con propuestas que llevan implícita una radical concepción del arte y la literatura. El origen de las vanguardias coincide con una transformación del mapa sociopolítico europeo, cuando asistimos a la eclosión de nuevas ideologías, desde el anarquismo y el comunismo al fascismo. En muy pocos años se suceden los «ismos» vanguardistas que afectan a toda Europa: expresionismo, futurismo, cubismo, dadaísmo, surrealismo... Muchos de ellos repercuten por igual en las artes plásticas, el arte escénico y el cinematográfico, la literatura y el pensamiento. Algunos pasarán como modas efímeras, otros, como el surrealismo, dejarán una huella imborrable en el arte del siglo XX. La generación del 27 Se trata de una generación formada por escritores que nacen y viven en un contexto cultural común, con las vanguardias de trasfondo. Dámaso Alonso le asigna al grupo el nombre de generación del 27. Este número hace referencia a estos hitos: el tercer centenario de la muerte de Góngora; la publicación de revistas importantes: Litoral (1926) y Carmen y Lola (1927), y la aparición de varios libros significativos: Perfil del aire, Para esta generación los maestros son Juan Ramón Jiménez (guía en la iniciación literaria de muchos, su poesía pura constituye su referente poético) y Ortega y Gasset (influencia ideológica y teórica). Los temas que tratan son amor, universo, destino, muerte… Pero además, avances técnicos, desarrollo urbano, libertad…; la ciudad (con una visión optimista del futuro y el aspecto negativo del desarrollo urbano); el amor en todas sus manifestaciones posibles; las artes (influidos por las vanguardias literarias); y la naturaleza, a veces como entorno, a veces como parte del yo poético. En cuanto a las formas utilizan la imagen e imagen visionaria y emplean las formas métricas tradicionales y el verso libre. Las etapas de la generación del 27 se pueden esquematizar del siguiente modo: Primera etapa (hasta 1929). Se constituye el grupo. Equilibrio entre vanguardia y tradición. Poesía pura. Segunda etapa (hasta 1936). Surrealismo en autores como Lorca, Alberti o Cernuda. Exploración de las emociones humanas. Poesía para comunicar. Tercera etapa (a partir de 1939). Se desintegra la generación del 27. Continúa el tema del compromiso. © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 7 ANDALUCÍA CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2010 Opción B 1 El fragmento pertenece a la primera parte de la novela, concretamente al capítulo 7 (recordemos que también hay una segunda parte y un epílogo). Resulta interesante ubicarlo de forma previa en el conjunto de la obra porque, como sabemos, en esta parte de las memorias de Ángela se presentan preferentemente los hechos y dichos que don Manuel lleva a cabo en público. En este primer bloque de recuerdos la narradora asume el papel de cronista, y lo hace con una gran carga de admiración. Por consiguiente, en esta primera parte y en el fragmento que comentamos, se ofrece la cara externa del protagonista: sus palabras y actos referentes a la actividad pastoral y humana, a la influencia benéfica que ejerce en la comunidad y a la actitud de seguimiento amoroso de su pueblo. En la primera parte de la novela, la cronista nos expone la santidad evangélica, más que eclesiástica, de don Manuel; y para presentarla, la narradora suele mostrar paralelismos claros entre el sacerdote y Jesucristo (en el fragmento así se aprecia, incluso en las palabras casi extraídas de los evangelios: y yo te digo). Y en este contexto situamos el texto que comentamos. Podemos apreciar dos partes contrastadas, no solo por los lugares (circo / establo) sino también por la fiesta (actuación del payaso) / final de la fiesta (muerte de la mujer) y por las situaciones que se crean en cada uno de esos espacios (alegría inicial de la familia y del pueblo / tristeza final de la familia y del pueblo). Veamos cada una de ellas: La primera parte (hasta a bien morir en la línea 5) en la que comienza la fiesta amenizada por el payaso y sus tres hijos, el pueblo es el espectador; don Manuel actúa en la sombra para ayudar a la madre, que se encuentra enferma y embarazada. La segunda parte (desde Y cuando hasta el final), que contrasta, como ya se ha anticipado, con la primera parte. Así observamos que la fiesta ha terminado, la madre ha fallecido, el marido se halla triste y don Manuel adquiere protagonismo, pero trata de contrarrestarlo alabando la misión del padre que queda en la tierra (aspecto que acentúa aún más su actitud evangélica). Hay otro elemento de contraste entre ambas partes y se basa en la modalidad textual: en la primera parte predomina la narración que se entremezcla con la descripción; en la segunda parte prevalece el diálogo, son las balsámicas palabras de don Manuel. Y en ambas escenas, el pueblo es testigo de lo que acontece y, por tanto, se sentirá más unido a su sacerdote, que siempre ayuda a los demás de forma natural. 2 a) Tema. El tema del texto es la actitud benéfica de don Manuel ante un pueblo que le profesa fe incondicional. b) Resumen. En este episodio, la alegría que traen los titiriteros se ve truncada por la muerte de la mujer del payaso. La indisposición de la madre y su defunción han sido atendidas en todo momento por don Manuel. Ante esta triste situación y una vez acabada la función, el marido acude lloroso ante el sacerdote y desea agradecerle la atención que ha tenido con su esposa. Pero este le explica las importantes misiones que tiene en la tierra (dar alegría a los demás y pan a sus hijos) y que tan bien ha cumplido; por consiguiente, debe sentirse feliz porque su mujer descansa y cuando él llegue al cielo los ángeles le contentarán al igual que él hace a los demás. 3 Comentario crítico. En el texto se pone de relieve la actitud benefactora de don Manuel para con el pueblo y con la sociedad, en general. El fragmento se halla, como se ha dicho, en la primera parte de la obra, apartado que se centra en mostrarnos al protagonista en relación con su actividad pastoral y humana. La cronista nos ofrece la cara externa de este santo varón, la influencia que ejerce sobre el mundo que le rodea y que, de manera paradójica, cree fielmente en él. Con la voluntad de ofrecer una imagen social intachable de este sacerdote, Ángela muestra en sus memorias claros paralelismos entre él y Jesucristo. No solo por las palabras que pronuncia, sino también por la capacidad que posee para convertir la tristeza en alegría esperanzadora, alegría que únicamente la experimenta el que tiene fe (aspecto que él no cumple, aunque no sale a la luz). En todo momento es la fuerza salvadora del pueblo y el aliento que levanta los espíritus cansados de los habitantes de Lucerna. Este es su papel, la luz que ilumina la vida difusa de estas personas que lo necesitan para encontrar sentido a sus vidas. Y justamente, esta circunstancia es la que más duele al sacerdote, porque no tiene fe, pero tiene que simular que no es así. En esta dicotomía se debate el protagonista que no quiere (considera que no debe) decepcionar al pueblo. © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 8 ANDALUCÍA CONVOCATORIA Aquí se sienten las ideas de don Manuel relacionadas con las de Unamuno. Las obsesiones del autor se vislumbran en el sacerdote. En ambos existe un convencimiento común de que la verdad debe supeditarse a la vida, que es la verdad lo que sirve a la vida. Por otra parte, el enfrentamiento entre lo racional (que el hombre muere del todo) y lo cordial (el deseo y la voluntad de sobrevivir) también es uno de los motores de su pensamiento (el de ambos). Apreciamos, por tanto, el interés por mostrar los actos públicos del sacerdote, que toma una función casi mesiánica y, así, observamos en este párrafo la paradoja de un payaso trágico y de unas lágrimas que alegran. Toda la obra se debate entre tener fe o carecer de ella. Don Manuel, que habla y obra como Cristo de cara a su pueblo, carece de fe en la otra vida, pero para sus feligreses se identifica con la mayor forma de santidad, que es la de Cristo. A esta imitación se añade el mérito (como se observa aquí) de ocultar su pensamiento con el fin de no inquietar al pueblo. Lázaro conoce su incredulidad, sin embargo, jamás lo va a traicionar. Don Manuel, al igual que Jesucristo, ha venido al mundo para complacer y ayudar a los demás, al margen de sus dudas que el pueblo nunca conocerá. Hacer felices a los demás es su misión y lo consigue admirablemente. Y admirable resulta la sencilla forma que Unamuno tiene de exponer sus angustias existenciales con el fin de que sus lectores puedan entenderlas (pensemos también, por ejemplo, en La tía Tula o Abel Sánchez). 4 En el fragmento El jefe de ella que llegó con la mujer gravemente enferma y embarazada, y con tres hijos que le ayudaban, hacía de payaso se observa una oración compuesta formada por una proposición principal (El jefe de ella hacía de payaso) y una proposición subordinada adjetiva especificativa (que llegó con la mujer gravemente enferma y embarazada, y con tres hijos que le ayudaban) que forma parte del sujeto de la principal y cuyo antecedente es El jefe de ella; el nexo relativo que tiene la función de sujeto de la subordinada. Dentro de esta proposición subordinada adjetiva se aprecian los siguientes elementos: un sujeto (el pronombre relativo que), y un predicado (llegó con la mujer gravemente enferma y embarazada, y con tres hijos que le ayudaban); en este predicado se distingue el núcleo llegó, y el doble complemento circunstancial de compañía coordinado con la conjunción copulativa y (con la mujer gravemente enferma y embarazada, y con tres hijos que le ayudaban). A su vez, dentro de este complemento de compañía, y en el segundo segmento de la coordinación, nos encontramos SEPTIEMBRE 2010 con otra proposición subordinada adjetiva especificativa (que le ayudaban), cuyo antecedente es tres hijos y el nexo (el pronombre relativo que) tiene función de sujeto. 5 Características de las distintas tendencias de la narrativa del siglo XX hasta 1939 La narrativa anterior a 1939 se puede agrupar en generación del 98, novecentismo y vanguardias. En las primeras décadas del siglo XX surge una novela que se centra en las emociones personales e íntimas de los personajes, por lo que ha recibido el nombre de novela lírica: lo característico es la presentación de estados anímicos; el yo determina el tono y el ritmo del relato. La novela se aleja de la pretensión de representación mimética de la realidad, acentuándose la ficcionalidad del mundo creado en ella. Las características de esta nueva novela son las siguientes: Pérdida de relieve de la historia. La historia, lo que se cuenta, pierde relevancia a favor del discurso, el cómo se cuenta. Centralización en la problemática del héroe. La novela se centra en el mundo interior del héroe; la acción se sustituye por la percepción, y la realidad externa se diluye a favor del retrato interior del personaje, que se manifiesta como un yo lírico. El protagonista remodela el mundo por medio de sus percepciones y lo interpreta como una forma de imaginación. Momentaneidad y fragmentarismo. La narración suele fragmentarse en estampas, producto de las percepciones del protagonista. La fragmentación, la elipsis, la vaguedad, los saltos temporales en la historia, junto con la evocación y la alusión, contribuyen a la indeterminación de los hechos narrados. Dramatización. Aunque la novela dramatizada o dialogal ya había sido practicada con anterioridad por Benito Pérez Galdós, aparece de manera relevante en las primeras décadas del siglo XX. Por medio de la estructura dramatizada, el narrador se borra y permite que los personajes hablen por sí mismos. Características de la novela de la generación del 98 En 1902 publican en España autores tan significativos como Unamuno, Baroja, Valle-Inclán y Azorín, los cuales inician un camino marcado por los siguientes rasgos: Denuncia de los males de España: el caciquismo, el hambre, la ignorancia… © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 9 ANDALUCÍA CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2010 Pesimismo ante la situación histórica (el desastre colonial de 1898) y ante el desmoronamiento de los valores sociales y espirituales. parte de la observación de la realidad en muy variadas manifestaciones. Su obra puede dividirse en las siguientes etapas: Influencia de la filosofía: los planteamientos existencialistas de Kierkegaard y Schopenhauer (el escepticismo, la vida como algo absurdo y carente de sentido). Primera etapa (1900-1912). Muchas de las obras se agrupan en trilogías. Destacan las novelas La busca, Zalacaín el aventurero, El árbol de la ciencia, Las inquietudes de Shanti Andía. El dolor de España y Castilla como profundo símbolo de patriotismo casticista. Segunda etapa (1913-1936). Publica la serie de novelas agrupadas bajo el nombre Memorias de un hombre de acción, sobre un personaje llamado Avinareta. Renovación estética o del estilo mediante el subjetivismo o antirrealismo (no se persigue, como en la estética realista, la reproducción exacta de la realidad exterior, sino la expresión de la realidad interior) y la concepción totalizadora (la novela es un género multiforme, en el que tienen cabida también la reflexión filosófica, el ensayo, el lirismo, etcétera). ■ Miguel de Unamuno (1864-1936) Unamuno acuñó el término nivolas para definir sus novelas. El autor se sirvió de estas obras para dejar testimonio de su intimidad agónica y de su reflexión sobre ideas obsesivas acerca de la religión, la vida, la muerte y la propia conciencia; para ello interviene en el relato, dialoga con sus personajes, los convierte en símbolos e interpela al lector. Sus novelas heterodoxas escapan de los postulados tradicionales del género: no hay descripción ambiental, no hay autonomía en los personajes, el desarrollo es mínimo… En 1914 publica Unamuno la que, sin duda, es su mejor novela: Niebla. Augusto Pérez, el protagonista, se enfrenta con su creador en un ambiente de confusión entre lo que es verdad y lo que es ficción. Unamuno también se sintió atraído por el tema de la lucha entre hermanos, por la historia bíblica de Caín y Abel. Este motivo fratricida sirve de base a su novela Abel Sánchez, que sale a la luz en 1917. Tras La tía Tula (1921), Unamuno publica San Manuel Bueno, mártir (1930) donde aparecen todos los motivos que habían ido apareciendo en sus novelas anteriores: la lucha agónica del individuo en este mundo, el creer y el aparentar creer, la soledad, los problemas de la fe, la vida como sueño... Cuenta la historia de un cura de pueblo que ha perdido la fe, pero que aparenta tenerla para que sus feligreses mantengan intactas sus creencias religiosas. ■ Pío Baroja (1872-1956) En su obra se observa el inconformismo y la hostilidad contra la vida y la sociedad. El autor Tercera etapa (1939-…). Publica sus memorias en siete volúmenes titulados Desde la última vuelta del camino. Las novelas de Baroja se caracterizan por los siguientes rasgos: una marcada presencia del narrador a través de comentarios y reflexiones (Baroja se permite expresar sus ideas filosóficas, literarias y políticas); las novelas se centran en un personaje activo y dominador, o bien pasivo y sin voluntad; la acción y los diálogos son abundantes; las descripciones son impresionistas, a base de pinceladas o unos pocos detalles físicos y psicológicos; existe un cierto desaliño expresivo (exagerado por los críticos). ■ Ramón María del Valle-Inclán ( 1866-1936) Dos estilos definen la obra de Valle-Inclán: modernismo y esperpento. Los años iniciales están marcados por la tendencia modernista y representados por las cuatro Sonatas, subtituladas Memorias del marqués de Bradomín: Sonata de otoño (1902), Sonata de estío (1905), Sonata de primavera (1904) y Sonata de invierno (1905); supuestas memorias del Marqués de Bradomín, una especie de donjuán, «feo, católico y sentimental». De esta primera época también es la trilogía de La guerra carlista (1908-1909), que narra episodios de la última guerra carlista de España. Entre las obras de la última época destaca la que sin duda es una de las mejores novelas de la primera mitad del siglo xx, Tirano Banderas (1926). Por último las tres novelas del Ruedo ibérico (1927-1932) reflejan la historia y vida de nuestro país desde el reinado de Isabel II hasta el desastre del noventa y ocho. ■ José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967) En las novelas de Azorín la narración se fragmenta en instantáneas que congelan el tiempo y captan la impresión del instante. Ejemplo de novelas impresionistas son La voluntad (1902), © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 10 ANDALUCÍA CONVOCATORIA Antonio Azorín (1903) o Confesiones de un pequeño filósofo (1904), donde se describe minuciosamente el ambiente y la sensibilidad de los personajes. SEPTIEMBRE 2010 Novelistas de vanguardia Novela novecentista (generación del 14) En los años veinte surgió una producción novelística vinculada a las vanguardias en la que destacan los siguientes autores: Destacaremos a los escritores que introducen novedades importantes en el tratamiento de las novelas, como Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró. Gran influencia tendrá la figura de Ramón Gómez de la Serna, aunque, en especial, en el terreno de la poesía. Todos estos autores representan una superación de los patrones narrativos anteriores, aunque cada uno por un camino distinto: el lirismo (Gabriel Miró), la ironía o el humor (Ramón Gómez de la Serna, Wenceslao Fernández Flores), el intelectualismo (Pérez de Ayala)… ■ Ramón Gómez de la Serna (1888-1963). La base de su producción literaria es la greguería, frase o apunte breve que encierra una pirueta verbal o una metáfora insólita, pero como novelista, rompe los moldes del género: en sus obras cabe de todo. La más famosa es El torero Caracho (1927). El doctor inverosímil (1921) narra la historia de un médico que cura por medio de extraños métodos y El novelista (1924) es la historia de un autor en busca de imaginación y de motivos para sus novelas. ■ Gabriel Miró (1879-1930). Destacan sus obras Nuestro padre san Daniel (1921) y El obispo leproso (1926), que forman un bloque. Ambas novelas transcurren en Oleza (trasunto de Orihuela), representación de un mundo nebuloso, casi desaparecido, que el autor pretende rescatar. Las cerezas del cementerio (1910) y El abuelo del rey (1915) son otras obras importantes. ■ Benjamín Jarnés (1888-1949). Sus novelas giran en torno a un único personaje, central o testigo, y proclaman un ideario de libertad y de afirmación del goce de vivir. Las narraciones se caracterizan por su fragmentación y virtuosismo estilístico. Dos de sus obras son Escenas junto a la muerte (1931) y Lo rojo y lo azul (1932). ■ Ramón Pérez de Ayala (1888-1962). Comienza escribiendo dentro de una estética noventayochista para pasar después a la novela «intelectual». Algunas de sus obras son Tinieblas en las cumbres (1907), A.M.D.G. (1910), La pata de la raposa (1912), Troteras y danzaderas (1913) y Belarmino y Apolonio (1921). ■ Enrique Jardiel Poncela (1901-1952). En sus obras, siempre bajo el truco, el disparate o la situación más absurda, esconde una dura y amarga crítica a la sociedad, expresión de su desencantada visión de la realidad. Sus cuatro novelas son Amor se escribe sin hache (1928); Espérame en Siberia, vida mía (1929), Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? (1931), y La «tournée» de Dios (1932). © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 11 ANDALUCÍA CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2010 Cuadro 1 (Opción A) Entre los huesos de los muertos, abría D E D E N Dios sus manos D N amarillas. N T (SN) Ady (Const Prep) T (SN) CCL (Const Prep) P (SV) N Ady (Adj) CD (SN) S P (SV) © Oxford University Press España, S. A. Lengua castellana y Literatura 12