Cómo ser un yogi las 24 horas del día Los secretos de la antigua ciencia del yoga fueron transmitidos desde nuestros rishis, santos y sabios que vinieron a estos Himalayas para la inspiración divina. Gracias a sus meditaciones, a sus austeridades y a sus oraciones, se les concedió un cofre de sabiduría para el beneficio de la humanidad. El yoga no es una religión. No requiere que creas en un Dios concreto o que recites ciertos mantras. Es una antigua ciencia que lleva a la salud en el cuerpo, a la paz en la mente, a la felicidad en el corazón y a la liberación del alma. En estos tiempos la gente toma clases de yoga para aprender las variadas técnicas de asanas (posturas), de pranayama (respiración) y de meditación. Pero el yoga es más que eso. Yoga es un estilo de vida y sus enseñanzas deberían penetrar cada aspecto de tu ser, desde tus acciones a tus palabras a tus pensamientos. Una sesión de asana tiene un principio y un final. Empiezas a las 8 de la mañana, por ejemplo, y terminas a las 9. Tu pranayama tiene un principio y un final. Empiezas, digamos a las 6 de la mañana y terminas a las 7. Incluso la meditación, al menos al principio, tiene un punto fijo de comienzo y un punto fijo de finalización. Te sientas en meditación durante un número determinado de minutos u horas cada día. Pero, ¿qué pasa con el resto del tiempo? ¿Cómo vivir el yoga aún cuando no estás haciendo asanas, pranayama y meditación? ¿Cómo practicar el yoga en una tienda de comestibles? ¿Cómo vivir como un yogi en tu familia, en tu lugar de trabajo o cuando estás atascado en el tráfico? El yoga es un camino de ocho partes. Asana es una parte; pranayama es otra; la meditación es otra más. Otros dos aspectos de este camino son los denominados yama y niyama. Estos pueden ser libremente traducidos como vivir virtuosamente. Estas son las reglas de por vida. Siguiendo estas guías morales, éticas y espirituales, nuestra vida entera se convierte en yoga. En general, yama es ejercer control sobre nuestros instintos más bajos, básicos y de tipo animal. Por ejemplo, superando la avaricia, la lujuria, la ira y la envidia, y no actuar nunca más basados en estos impulsos. Niyama puede ser interpretado como abrazar valores más elevados, espirituales y humanos. Por ejemplo, ser generoso y desinteresado, cultivar la piedad, la devoción, la compasión, la lealtad y la humildad. No voy a entrar en los detalles de yama y niyama, ya que son conceptos complejos que merecen sus propios artículos y libros (ver el capítulo aparte sobre las 8 extremidades del Yoga). Sin embargo, pueden ser resumidos como “haz el bien y se bueno; haz lo divino y se divino; mantén el nombre de Dios en tu corazón y en tus labios, y haz Su trabajo con tus manos”. Estos principios morales y éticos nos afectan creamos en ellos o no. La gente puede decir, “Pero yo no soy Indio” o “Yo no soy Hindú, así que no tengo que seguir estas leyes éticas”. Sin embargo, esto no es cierto. Como mencioné, el yoga no es una religión. Esto implica que NINGUNO de los ocho aspectos depende del sistema de creencia espiritual de cada uno. Así como Shirshasana es beneficioso “crea” uno en ello o no, de modo similar estas leyes morales y éticas del universo nos afectan creamos en ellas o no. Son como la ley de la gravedad. Es cierto que uno puede subir a lo alto de un edificio de 10 alturas y decir, “yo no creo en la gravedad, así que voy a saltar”. Puede que mientras uno cae a través del cielo, piense temporalmente que ha tenido éxito desafiando esta ley penetrante. Aún así, inevitablemente, uno golpeará el suelo y su aliento vital será inmediatamente retirado. Similarmente, la gente puede vivir vidas llenas de avaricia, de ira, de lujuria, de arrogancia y rechazo hacia sus iguales en la humanidad durante años, pensando que son inmunes a estas leyes naturales que nos afectan a todos. Sin embargo, a la larga, ellos también caerán al suelo y serán destruidos. Recuerdo que una vez, cuando estaba en el extranjero, vi una señal que decía, “Sigua las reglas y disfrute de su estancia”. Lo mismo ocurre en la vida también. Hay tantas cosas que hacemos, de las que quizás seamos conscientes que no son correctas, pero las hacemos de todos modos. Mentimos, deseamos cosas que no son nuestras: “Cómo desearía que ese precioso coche fuera mío en vez de suyo”. Mantenemos malos pensamientos unos sobre otros: “Si cayera él enfermo, podría tener su trabajo”. Nos negamos a ver esto o lo racionalizamos con excusas. Sin embargo, si vamos a vivir vidas realmente yóguicas debemos poner bajo escrutinio cada área de nuestra vida. Comer Yóguicamente Por ejemplo, lo que comemos… ¿está nuestra dieta en concordancia con una vida yóguica? Sé que la gente está aprendiendo mucho sobre la comida sátvica, es decir, comida que es fresca, fácilmente digerible y que lleva a la salud corporal y a la paz mental. Sin embargo, no voy a hablar sobre los detalles de una dieta sátvica. Más bien, voy a preguntar simplemente, “¿Eres vegetariano? ¿Enseñas el vegetarianismo a tus hijos?” No hay nada que podamos hacerle virtualmente a nuestro cuerpo que sea más contrario a una vida yóguica que comer carne. ¿Cómo podemos ser verdaderos yoguis, llenos de vida, si nuestros cuerpos son cementerios para animales muertos? ¿Cómo podemos estar en paz si nuestras elecciones alimenticias traen dolor y sufrimiento a otros? Además, uno de los aspectos más importantes para el “yoga para la vida diaria” es la honestidad. ¿Cuántos de nosotros nos consideramos gente honesta? ¿Cuántos de nosotros podemos decir que no contamos mentiras? Nos gustaría mucho creer que somos personas virtuosas, honestas y que estamos pasando estos valores a nuestros hijos. Bien, si comemos carne, no podemos decir que no contamos mentiras. Éste es el por qué: si quisiéramos ser honestos y aún así comer carne, tendríamos que salir, capturar una vaca viva y morderla directamente. O tendríamos que ir a una de esas “granjas” de pollos, llevar el animal mientras estuviera vivo, arrancarle la cabeza, arrancarle las plumas y comérnoslo crudo. Por supuesto, no hacemos eso. En cambio, pedimos una hamburguesa. No podemos ni llamarlo por su nombre, menos aún podemos matarlo nosotros mismos. Así que la llamamos ternera en vez de vaca, y la escogemos empaquetada en limpias y buenas maneras que nos permitan olvidar lo que comemos. ¿Cuánta gente se para y piensa que la cosa que hay entre el tomate y el pan en una hamburguesa, solía ser una criatura viva y con aliento? ¿Que era la cría de alguien? No podemos. No podemos admitir para nosotros mismos lo que estamos haciendo. ¿Cómo podemos entonces considerarnos personas honestas si mentimos cada vez que comemos? No son mentiras que sólo causan malentendidos; no son “pequeñas mentiras piadosas”. Son mentiras que están matando a nuestro planeta, a nuestros animales y a nosotros mismos. En esto consiste la verdadera vida yóguica, contemplación e introspección. Nos preguntamos, “¿qué derecho tengo a quitarle la vida a otro ser vivo?”. Debemos parar y pensar sobre las decisiones que tomamos. Además, un yogui es calmado; un yogui está centrado; un yogui está en paz, no en piezas. No podemos estar calmados y en paz si comemos carne. La comida sangrienta lleva a pensamientos sangrientos. Comer un animal con hormonas de estrés recorriéndole, lleva el estrés dentro de nosotros. Déjame explicarlo: cuando los animales (incluidos los humanos) se ven amenazados, segregamos grandes cantidades de hormonas. Estas numerosas hormonas son denominadas frecuentemente adrenalina. Su propósito es preparar nuestro cuerpo para la lucha, para salvar nuestras vidas. ¿Te has dado cuenta alguna vez que cuando te asustas, muchas cosas ocurren dentro de ti? Tu corazón late rápido, tu digestión se para, las palmas de tus manos sudan y tus impulsos físicos se vuelven muy buenos y agudos. Esto es resultado de las hormonas, y nos preparan para luchar o escapar. Por ello a veces son denominas las hormonas “lucha o escapa”. Cuando un animal está a punto de ser matado, su cuerpo está inundado de estas hormonas de estrés que permanecen en los tejidos del animal. Así que, cuando comenos esos tejidos, estamos ingiriendo esas hormonas (que son las mismas que genera nuestro cuerpo). De este modo, nuestro propio cuerpo se inunda de estos químicos “lucha o escapa”, volviéndonos más proclives a los instintos básicos de supervivencia. Así, el dicho “eres lo que comes” se vuelve real. Si comemos hormonas de estrés, estamos comiendo terror y, por supuesto, no es de extrañar que no encontremos la paz en nuestras vidas. Así que, si eres vegetariano, genial. No sólo mejorará tu salud, sino que cambiará la propia naturaleza de tu ser. Si no eres vegetariano, entonces al menos piensa sobre ello. La vida yóguica es una vida de contemplación, honestidad e integridad. Además, el modo en que se prepara nuestra comida es tan parte de nuestra salud general y de nuestra paz como lo que comemos. No voy a entrar en todos los detalles aquí, ya que no hay espacio, pero es muy importante que nuestra comida esté preparada con amor, con devoción y con pureza. La energía de la preparación es absorbida en la comida y, del mismo modo que las hormonas de estrés afectan a nuestro propio torrente sanguíneo, estamos psicológicamente afectados por la energía del cocinero y el lugar de preparación. Por ello, recita, canta, medita mientras cocinas y anima hacia la devoción a aquellos que cocinan para ti. Come comida pura y fresca. ¡Entonces verás la magia! Así que, si ser vegetariano y tener cuidado con la comida que comes, es todo lo que puedes hacer por ahora, entonces hazlo. Pero déjame ir más allá y explicar como dejar que el “yoga” sature cada aspecto de tu vida. Porque recuerda que hay tanto yama como niyama. Yoga no es simplemente yama o controlar los bajos instintos. Es también niyama, el abrazo de y la adherencia a principios y leyes más elevadas. Recuerda lo que dijimos sobre “sigue las reglas y disfruta de tu estancia”. Pero ¿cómo aplicar estas leyes en la práctica diaria? ¿Cómo vivir y respirar realmente yoga en lugar de simplemente seguir una serie de reglas como un robot? Déjame darte tres cápsulas, un multivitaminas, que puedes tomar cada día. Si tomas las tres cada día, y dejas que saturen profundamente tu ser, entonces experimentarás verdadera salud en cuerpo, mente y espíritu. Entonces podrás decir que realmente estás practicando yoga. Multivitaminas para la Salud Espiritual MEDITACIÓN: La meditación es la mejor medicina para todas las agitaciones. La gente tiene muchos problemas hoy en día principalmente relacionados con el estrés de su vida. Para afrontar esta ansiedad, este insomnio, esta inhabilidad para ser sencillamente felices, puede que tomen píldoras o que llenen sus vidas de excesivos “placeres” materiales. Por ejemplo, cuando la gente se siente estresada puede intentar olvidarlo yendo al cine, emborrachándose o permitiéndose sencillos placeres sensuales. Sin embargo, éstas no son las soluciones. No se enfrentan al asunto de fondo. Son simplemente tiritas para una herida que es más profunda que la superficie. Sin embargo, la meditación realmente calmará la mente, llenará el corazón de alegría y traerá paz al alma; la serenidad y la alegría duran a lo largo del día y a lo largo de tu vida. La meditación no es una simple diversión que funciona sólo mientras estás practicándola activamente. La meditación no es una píldora que rápidamente deja de tener efecto y que acarrea desagradables efectos secundarios. Más bien, la meditación te trae en contacto con Dios; cambia la propia naturaleza de tu ser. Te trae de vuelta al mundo del que vienes: el reino de lo divino. Mientras estés sentado en meditación, te darás cuenta de lo insignificante que es aquello que te causa ansiedad; te darás cuenta de la naturaleza transitoria de todos tus problemas. Te darás cuenta de la alegría infinita y de la paz sin límites que vienen de Dios. Aprenderás (o quizás ya hayas aprendido) técnicas de meditación. No te preocupes si no puedes hacerlo perfectamente, o si es difícil, o si no puedes recordarlo todo. Lo importante es hacerlo. Hazte con un tiempo que sea “tiempo para la meditación”. Está bien si es corto. No te preocupes. Sólo hazlo. No digas “bueno, no tengo una hora para sentarme así que ni me molestaré”. Dedica 5 minutos a la meditación cada mañana. Entonces podrás ver la magia. Luego deja que esta meditación se convierta en tu vida. Sí, claro que uno debe tener un tiempo reservado para la meditación, y debería haber un lugar silencioso y sereno en el que meditar. Sin embargo, incluso cuando no es “tiempo de meditación” o incluso si estás fuera de casa, lejos de tu “lugar de meditación”, no pienses que no puedes meditar. Tómate 5 minutos en el trabajo para simplemente cerrar tus ojos, observar tu respiración, enfocarte en la unidad de todos nosotros, y conectar con lo divino. A la larga, el objetivo es permitir que tu vida se convierta en meditación. NO REACCIÓN: Debemos aprender a ser más calmados en nuestras vidas. Debemos aprender a permanecer estables y no sentirnos afectados por todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Debemos ser como el océano. Las olas van y vienen, pero el océano permanece. Incluso una gran roca tirada desde una gran distancia con gran fuerza, sólo provocará ondas temporalmente en una pequeña zona. La mayor parte del océano no se verá afectado. Aún así, siempre estamos saltando al océano, justo en medio de las olas, permitiendo que nos lleven. Esta es nuestra elección. En cambio, debemos aprender a ser como el océano, no afectado por estas pequeñas cosas transitorias. Muchas veces actuamos como si fueramos las olas del océano. Arriba en un momento, y abajo el siguiente, cambiando con cada ráfaga de viento, con cada barco que pasa. Sin embargo, no somos estas olas. Estoy usando la analogía de las olas del océano, pero debes ser consciente de que las olas de las que realmente hablo son las olas de la ira, de la ansiedad, de los celos, de la avaricia y de la lujuria, que son tan amplias, tan fuertes y tan inquietas como las olas del mar. No somos olas, empujadas de un lado a otro por cada brisa que pasa, por los cambios diarios de la luna. Sin embargo, actuamos así. Actuamos como si fueramos bombillas y cualquier persona que quisiera pudiera sencillamente encendernos o apagarnos. ¿No es cierto? ¿No puede el más ligero comentario, mirada o acción de otra persona cambiar nuestro humor en 180 grados? ¿No sucede frecuentemente que estamos de un humor estupendo y alguien en la tienda de comestibles es grosero con nosotros, o alguien nos adelanta en la autopista, o bien un amigo se muestra frío y distante? Cualquiera de estas cosas puede cambiar inmediatamente nuestro humor como si fueramos bombillas. Muchas veces escucho a la gente decir, “Estaba de tan buen humor, y entonces Robert me llamó y me dijo lo que Julie había dicho sobre mi” o “Esa llamada sencillamente arruinó mi día”. Lo mismo ocurre en el sentido contrario. Estamos tristes o deprimidos y recibimos una agradable llamada o carta en el correo o comemos algunas buenas galletas. Luego nos sentimos mejor. ¿Cómo puede suceder esto? ¿Cómo puede, una llamada o un comentario grosero de una persona, tener tanto control sobre nosotros? ¿Somos tan volátiles en nuestros sentimientos que otros tienen más poder sobre nuestras emociones del que tenemos nosotros mismos? ¿No somos más que eso? ¿No somos más grandes, más divinos y más profundos que eso? ¿No hay más en esta existencia humana que la ley de acción y reacción? Debemos aprender a mantener ese interruptor en nuestras propias manos y dárselo sólo a Dios. De otro modo, seremos encendidos y apagados, una y otra vez, durante todo el día y el único efecto será ¡que la bombilla se quema! Tomemos todo lo que venga como prasad (comida bendecida), como un regalo de Dios. Mantengámonos calmados y estables tanto frente a la prosperidad como frente a la adversidad. No debemos perder nuestra energía vital en esta constante acción y reacción hacia todos los que nos rodean. ¿Pero cómo? ¿Cómo permanecer imperturbados por las olas de la vida? ¡Es lo que se llama práctica espiritual! Siempre he dicho que una de las mejores maneras de aprender la “no reacción” es a través del silencio. Cuando estamos ansiosos,enfadados, tensos o frustrados, tendemos a decir cosas que luego lamentamos; tendemos a permitir que nuestras palabras alimenten la reacción en nuestros corazones. Así que aprendamos el poder del silencio. El silencio en el exterior llevará al silencio en el interior. Esta es la razón por la que muchos santos y otras personas espirituales tienen “tiempo de silencio”; es un tiempo para recordar que somos más que nuestras reacciones, un tiempo para conectarnos a la Compañía de Seguros Divina, un tiempo para recargar nuestras baterías interiores. Así que aprendamos a enfrentarnos a las olas de la vida con silencio, esto hará que la “no reacción” sea más fácil de alcanzar. Había una vez un gran elefante cruzando un puente de madera sobre un revuelto río. El puente era viejo y temblaba y se tambaleaba bajo el peso del elefante. Mientras cruzaba el puente el elefante escuchó una voz, “hijo, hijo” decía la voz. El elefante miró a su alrededor, pero estaba solo. “Hijo, hijo” continuó la voz. Cuando el elefante alcanzó el otro lado del río, vio una pequeña hormiga subirse a su nariz. “Hijo” gritó la hormiga. “Casi derrumbamos ese puente, ¿verdad? Nuestro peso era tan enorme, tan inmenso, que el puente casi se hundió bajo nuestros pies, ¿verdad hijo?”. Por supuesto el elefante sabía que el peso de la hormiga habría sido totalmente irrelevante en el caso que se hubiera derrumbado el puente. Y, por supuesto, sabía que la pequeña hormiga no era su madre. Sin embargo, ¿qué bien habría hecho entablarse en una batalla de egos con la hormiga? En cambio, el sabio y calmado elefante simplemente dijo, “Tienes razón, madre, nuestro peso casi rompió el puente”. El elefante mantuvo su serenidad, mantuvo su paz y su felicidad. Y a la hormiga se le permitió seguir creyendo en su propia grandeza. Pero, ¿cuántos de nosotros podríamos ser como el elefante? ¿No estamos siempre intentando reafirmarnos ante los demás? ¿No estamos siempre preparados para disparar a cualquiera que traspase nuestro ego? Debemos imitar la gracia y divinidad del elefante que sabía que sólo podía producirse daño en la pelea. Debemos convertir la “no reacción” en el sutra, el mantra para nuestras vidas. Entonces, y sólo entonces, conoceremos la verdadera paz. INTROSPECCIÓN: De este modo, por la mañana empezamos con meditación. Todo el día practicamos la no reacción. ¿Y por la noche? Introspección. Al final del día, un buen empresario siempre comprueba su balance: ¿cuánto ha ganado, cuánto ha gastado? Del mismo modo, un buen profesor revisa la puntuación de los exámenes de sus estudiantes: ¿cuántos aprobaron, cuántos suspendieron? Observando sus éxitos y fracasos, valoran como de bien lo están haciendo. ¿Son los beneficios del empresario mayores que sus pérdidas? ¿Están aprobando la mayoría de los estudiantes del profesor? Del mismo modo, cada noche, debemos examinar el balance de nuestro día: cuáles fueron nuestros éxitos, cuáles nuestros fracasos. Y por todos los éxitos, todos nuestros “puntos positivos”, debemos darle el mérito a Dios. Ya que realmente no hemos hecho nada excepto dejarle trabajar a través de nosotros. Todo el mérito va a Él. Él es el que nos salva, el que mantiene nuestra dignidad y nuestro éxito. ¡Sólo imaginen que Dios hubiera puesto una pantalla de televisión en nuestra frente y todo lo que estuviéramos pensando fuera retransmitido para que todo el mundo pudiera verlo! Todas nuestras reacciones, todos nuestros sarcásticos comentarios internos, todas nuestras opiniones, todas nuestras debilidades… sólo imaginen. ¡Nunca tendríamos éxito ni tendríamos muchos amigos! ¿No es cierto? Así que es por su gracia que el mundo no ve nuestros pensamientos, sólo Él ve nuestros pensamientos. Por eso, le damos gracias. Decimos, “Gracias Dios por traer éxito a esta empresa” o “Gracias Dios por permitirme ser un cambio hoy en la vida de alguien” o sencillamente, “Gracias Dios por todo lo que fue bien hoy”. Nuestros fracasos, también debemos dárselos a Dios. Por supuesto, el fallo es nuestro. Sin embargo, Él es tan misericordioso y compasivo que insiste en que se los cedamos también. Debemos decir, “Dios, por favor, toma estos puntos negativos. Sabes que soy débil, sabes que no soy nada. Mira sólo por un día todos mis fracasos, todos mis puntos negativos. No puedo pasar ni un solo día acumulando tantos puntos negativos. Pero aún así me amas. Aún así, me proteges para que el mundo no vea todos mis puntos negativos. Soy muy débil, pero tú me proteges”. De esta manera, cada noche comprobamos nuestro balance y rezamos a Dios para que nos ayude a tener menos puntos negativos, a hacernos más fuertes, a convertirnos en mejores manos que realizan su trabajo, a darnos más fe y más devoción. Si practicamos estos tres puntos cada día, entonces nuestras vidas se volverán hermosas. Del mismo modo que la práctica diaria seria de un asana puede traer el brillo de la salud a nuestro cuerpo, la práctica diaria seria de meditación, de no reacción y de introspección puede traer el brillo de la paz, de la felicidad y de la divinidad a nuestras vidas. Traducción hecha por : Janu Mahtani.