OTRAS VOCES Madama Butterfly en Bellas Artes La entrada de Madama Butterfly (Violeta Dávalos), con José Ortega (Pinkerton), Jesús Suaste (Sharpless) y el Coro de Bellas Artes M adama Butterfly (1904) es la tercera de las óperas de Giacomo Puccini (1858-1924) que conforman su famosa trilogía juvenil. Las dos primeras son La bohème y Tosca. Las tres obras, además, tienen libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa. Es muy difícil inclinarse por una de ellas, pero sin duda Butterfly es delicadísima y muy conmovedora. Para componer esta obra Puccini investigó a fondo las tradiciones de Japón, su música y costumbres, y logró en Madama Buterffly un increíble sincretismo musical italo-japonés. Fotos: Ana Lourdes Herrera Aunque la obra está basada en un hecho real, los personajes, al ser novelados primero, y transportados a la ópera después, se alejan bastante de los sucesos reales. Butterfly por ejemplo, sí existió: se llamaba Tsurú Yamamura y le decían “Butterfly” por los adornos de mariposas que solía ponerse en la ropa. Sin embargo, no se suicidó, sino que murió a los 48 años en Tokio, Japón y su hijo (Tomisaburo Kuraba) permaneció siempre a su lado. Esta joya de la lírica mundial se presentó en Bellas Artes del 18 al 25 de septiembre de 2011 con un elenco formado por artistas mexicanos dirigidos por el búlgaro Ivan Anguélov, a quien de plano no le encuentro los méritos para ser invitado a la Ópera de Bellas Artes con tanta frecuencia. Me quedo mil veces con directores nacionales como Enrique Patrón de Rueda, Fernando Lozano o Enrique Diemecke, quienes en mi opinión son mejores que Anguélov. El maestro concertador sólo “cumplió”, pero jamás tuvo un momento de genialidad musical como para recordarlo, y los cantantes no quedaron nada contentos con su desempeño en el podio. Jamás les dio una entrada. noviembre-diciembre 2011 No obstante, la música salió bastante bien: Violeta Dávalos, que encarnó a Butterfly, superó todas nuestras expectativas; fue de los pocos cantantes que realmente actuaron además de cantar notablemente; en definitiva, la única persona en todo el elenco que tenía algo de nipón en su actuación, en una obra donde todos los personajes son japoneses excepto el teniente Pinkerton, su esposa americana y Sharpless, el cónsul. La puesta en escena de Juliana Faesler, muy floja, carente de veracidad, de trazo muy elemental y con personajes desdibujados, tanto por su maquillaje como por su vestuario, bajísima energía actoral de todos, excepto, como ya dije, de Dávalos. Absurdas teatralmente casi todas las situaciones, desperdiciado el espacio escénico, y risible el final de “búsqueda” con un Pinkerton viejecito en silla de ruedas que emerge del piso cantando su célebre “Butterfly, Buterfly”, luego de lo cual se vuela los sesos de un pistoletazo. ¿Está dentro de las atribuciones de un director escénico el cambiar el final de una obra maestra como ésta? Me parece que no. No aporta nada y contraviene lo escrito por los autores para el cierre de la obra, donde claramente piden lo siguiente: Butterfly toma a su hijo y lo coloca sobre una alfombra mirando hacia la izquierda. En sus manos pone una bandera americana y un muñeco, obligándole a jugar mientras le tapa los ojos con suavidad. Entonces ella toma el cuchillo y con sus ojos fijos en el niño, se esconde tras el biombo. Se oye el ruido del cuchillo cayendo al suelo y un velo blanco colgado en el biombo desaparece. Butterfly reaparece al lado del biombo con el velo en su garganta. Se tambalea hacia el niño y agita su mano hacia él pro ópera Guadalupe Paz (Suzuki), Daila Lopezríos (Dolore) y Violeta Dávalos (Cio-Cio-San débilmente, con el tiempo justo para besarle antes de caer a su lado.) PINKERTON (desde dentro): ¡Butterfly! ¡Butterfly! ¡Butterfly! (La puerta se abre violentamente, Pinkerton y Sharpless acuden cerca de Butterfly, que con un débil gesto señala al niño, y muere. Pinkerton se arrodilla mientras Sharpless toma al niño y lo besa sollozando. Cae el telón rápidamente.) A Faesler la admiramos por su fantástica puesta en escena de La Cenerentola de Rossini el año pasado, pero en esta Butterfly no nos gustó la escenificación. La escenografía, aunque bella, no fue funcional y estuvo desaprovechada, defectos acentuados por una pobre iluminación. En entrevista, Dávalos declaró: “Puccini tiene las melodías más hermosas dentro de la ópera. Protagonizar Madama Butterfly sigue siendo una oportunidad para demostrar no sólo expresividad de la voz, sino también la interpretación dramática. A veces, por cuidar el canto y la técnica, se descuida la interpretación, la actuación. Para mí, ambas cosas tienen que estar completamente unidas”. No estoy del todo de acuerdo con el giro actual de la dirección escénica de esta ópera. Es una propuesta diferente, nunca había habido en México una Madama tan “contemporánea”. Es interesante, pero no estoy de acuerdo con el final. Sin embargo, me parece muy bien el manejo de la luz y el desarrollo de la historia. Creo que tendrá una buena aceptación. Cio-Cio San decide suicidarse por conservar su honor, por todo lo que significa que pro ópera Pinkerton no haya vuelto… Lo hace por dignidad. “Madama Butterfly tiene el contraste de ingenuidad y pasión. Es un papel agotador —continúa Violeta— pues canta en los tres actos y lleva el peso de toda la obra; todos giran alrededor de ella. Lo más difícil de interpretarla es llegar entera al final. Tiene tantos momentos dramáticos que es muy importante controlar todas esas emociones para llegar viva al final”, comentó. Dávalos explicó que este montaje implica un doble reto, pues en el segundo acto los trajes de geisha son sustituidos por vestidos occidentales. “El traje ya no te ayuda para seguir con los movimientos de geisha; con un vestido occidental tienes que enfatizar los movimientos orientales. Ha sido muy difícil”. El experimentado barítono Jesús Suaste interpretó a Sharpless, emotivo y adecuado vocalmente. Bien, Gerardo Reynoso (Goro), pero por su vestimenta, actuación y maquillaje no parecían en lo absoluto los de un japonés. De maravilla el tenor José Ortega, que encarnó a Pinkerton: voz lírica con una cualidad metálica, segura y con agudos firmes y brillantes (squillo) aunque nada convincente en su actuación. Encarnación Vázquez aportó calidad y emoción al personaje de Suzuki. Muy buenas voces las de los barítonos secundarios Octavio Pérez (Yamadori) y Óscar Velázquez (Bonzo). La parte teatral brilló por su ausencia y una vez más la música y el canto salvan la situación y hacen de estas funciones otro éxito de la Ópera de Bellas Artes. o por Mauricio Rábago Palafox noviembre-diciembre 2011