Los mercados diferenciados y el desarrollo equitativo Por Augusto de Haro Los cambios en el sistema agroalimentario Los estudios agroalimentarios identifican una ruptura hacia mediados de los años 70 del sistema agroalimentario basado en las commodities básicas (Friedmann y McMichael, 1989). Este modelo estuvo vigente desde la post-guerra, concomitantemente con la industrialización sustitutiva de importaciones y el estado de bienestar. Buscaba atender la rápida expansión de una clase media urbana y modificó el patrón alimentario de la población incorporando nuevos productos abarcando también a las clases populares. Para ello se necesitaba el abastecimiento regular de productos estandarizados capaces de ser industrializados. Existía una clara separación entre el agro y la industria que transformaba las materias primas. A partir de la década de los ’80, en el marco del proceso de globalización, cobra relevancia el papel de las empresas transnacionales que impulsan la homogeneización de la producción y la integración vertical, el desarrollo de tecnologías agrícolas uniformes , la innovación constante en las fases industriales, la uniformización de las pautas de consumo y los cambios institucionales y organizacionales. El importante desarrollo de estas firmas llevó a pensar que la agricultura tendería a convertirse en un eslabón de una gran cadena, integrada hacia arriba y hacia abajo por los fabricantes de insumos, las procesadoras de alimentos, las empresas de servicios, de comercialización y de distribución, desapareciendo como sector independiente. (Flores, 1998). También se destaca el rol del sector de comercialización minorista con la fuerte irrupción de las cadenas de supermercados que pasan a jugar un papel central en la configuración de sistema agroalimentario a nivel mundial y también local. Estas empresas demandan un flujo masivo y regular de productos que puede ser atendido por pocos actores. Asimismo su funcionamiento global requiere la convergencia de los sistemas regulatorios, lo que fue favorecido por el retiro de los estados nacionales y el establecimiento de normas internacionales (HACCP, ISO, GLOBALGAP) que son de gestión privada. Este nuevo sistema significa la apropiación de la garantía de calidad y la certificación necesaria representa “nuevas y poderosas formas de gobernancia de redes enraizadas en instituciones burocráticas, sociales y legales que sirven para acentuar las desigualdades” (Arias 2005) Debe destacarse que la adopción de los criterios de calidad está relacionada también cambios profundos en la demanda provocados por factores demográficos y ocupacionales. Por otro lado la adopción de un abordaje preventivo en los criterios de salud pública colocaron a la alimentación en el centro de la estrategia de salud de las sociedades. Por otro lado “pánicos alimentarios” han generado a medidas públicas más rigurosas. La regulación se desplaza a los 1 procesos y la imposición de la trazabilidad de la Unión Europea tal vez sea lo más emblemático pues el insumo agrícola es monitoreado desde la plantación hasta la venta al consumidor. (Wilkinson 2008) El nuevo siglo se presenta con una fuerte crítica al modelo productivista. Existe un consumidor diferenciado y cambiante. Nuevas razones (dieta, salud, comodidad, preocupación naturalambiental, reacciones al modernismo) definen que lo rural y el recurso alimentario tienen una nueva centralidad en la vida de la gente. Se dice que el control de las redes agroalimentarias no está basado solamente en el capital corporativo, sino en la construcción de valor desde la producción y que el valor agregado está asociado aguas abajo, lo que habilita el rol del consumidor en la coordinación de estas redes. (Mardsen 1997). Por supuesto el papel de las grandes empresas sigue vigente. La extrema polarización económica y social da como resultado una importante segmentación en el mercado de los productos y la presente reestructuración se está construyendo sobre una división entre productos de bajo valor y productos de alto valor. Estas firmas mantienen el comercio y la distribución de artículos masivos en mercados amplios y se insertan en nichos de mercado productos de lujo con mayor valor agregado generando nuevas demandas. Son mercados rentables pero complejos y riesgosos por lo cual se ubican en el segmento de la distribución. Se crean modas para el consumo de productos exóticos sin desplazar al consumo de productos masivos. Los mismos grupos de consumidores que demandan productos más naturales recurren a las comidas preparadas industrialmente por el tipo de vida que tienen los que habitan en las grandes urbes. (Flores, 1998) Sin desconocer lo anterior, esta nueva preocupación de los consumidores genera nuevas oportunidades para los habitantes de las comunidades rurales. El desafío es cómo construir e insertarse en las redes en las cuales la calidad alimentaria es construida. El valor de los alimentos contiene atributos intangibles tales como el origen geográfico, el proceso productivo, el origen étnico, la formas de trabajo asociado a su producción, etc. que deben ser identificados y comunicados. Asistimos a procesos locales que muestran adaptación a las tendencias globalizadoras y una reafirmación de las entidades etnoculturales que luchan por ser incluídas en la modernización. Se trata de respuestas comunitarias desde donde surgen alternativas económicas a los efectos excluyentes del mercado. (Sánchez Albarrán, 2006). Además estas iniciativas vinculadas a los sectores más vulnerables, la nueva realidad constituiría una opción para segmentos incluídos pero amenazados por procesos de concentración que se verifican en las cadenas tradicionales. 2 Cómo se construye el concepto de calidad1 Existe una naturalización de las formas de organización del mercado que no son más que formas de coordinación y calificación que sirven para justificar patrones dominantes de organización económica. (Thevenot, citado por Wilkinson 2008). En este orden se acepta que la coordinación “industrial” predomina en toda la actividad económica a través de las nociones de escala, trabajo calificado y patrones universales. Con los mismos criterios, en el modelo neoclásico, se habla de la coordinación “del mercado” que también proyecta valores como universales, cuando es sólo una de las formas de institucionalizar el mercado, donde las normas presentadas como objetivas e impersonales corresponden a los intereses de un grupo en detrimento de otros. Siguiendo a Lawrence Busch, la existencia de un mercado de commodities es el resultado de un largo proceso en que un conjunto de valores es negociado y cuya universalización permite la existencia de una cadena que opera a distancia. La creación de un commodity es una construcción social que representa un proceso en que el patrón de referencia surge para reemplazar la multiplicidad de procesos y productos en cada etapa de la cadena. Así ciertos valores (que pueden corresponder a los intereses de algunos actores) son seleccionados y transformados en normas técnicas que se universalizan como neutrales. En el caso del sector agroalimentario esto se pone en evidencia cuando entran en conflicto la lógica industrial y el sector artesanal que se dirige a los mercados de nicho. Mientras que para la industria el ordenador es la eficiencia que se expresa en el costo unitario final y se logra mediante economías de escala, para lo artesanal se valora la identidad y la tradición. Un caso clásico es la producción de quesos en Francia y la utilización de leche cruda: para la industria las economías de escala en la logística y la producción necesitan de la pasteurización, para la producción artesanal la calidad del producto final es identificada con el uso de leche “viva”. Si se utiliza un solo criterio va en detrimento del otro, por eso existe un doble estándar que reconoce la pluralidad de normas técnicas que pueden ser consistentes. En un abordaje similar puede considerarse el caso de los mercados locales que lejos de ser un reflejo de la pobreza o de la baja concientización del consumidor, hoy están siendo revalorizados en el marco de un consumo más “natural”. Muchos de ellos funcionan en pequeñas comunidades y se los identifica como no formales e inseguros pues los productos que en se venden no cuentan con las habilitaciones normadas, pero en ellos ”la confiabilidad de un producto proviene de la confianza en el productor, pudiendo prescindir de las garantías formales de calidad. En las localidades rurales, esa producción, generalmente informal, puede 1 Los marcos conceptuales utilizados en esta sección son citados por John Wilkinson en su libro Mercados, Redes e Valores , Editado por la UFRGS, 2008 3 adquirir una reputación de calidad que conquista a la elite local (médicos, abogados, técnicos). Parentezco, vecindad, conocimientos personales y transacciones repetidas entre los mismos actores confirman reputaciones y consolidan lealtades, haciendo que tales mercados se tornen relativamente inmunes a presiones externas, sean de orden mercalógico o regulatorio.”2 (Wilkinson 2008). En el caso de los mercados a distancia se sostiene que sólo pueden funcionar con base a una definición de la calidad. Esta identificación de la calidad requiere de la intermediación de normas y métodos de validación que cosifican los valores y se trasmiten en la cadena hasta el consumidor. Además de los ya señalados sistemas de garantía de la calidad (BPA, BPM, ISO, etc.) instituídos desde la producción industrial o masiva (y que se incorporan a la legislación de los países a través de convenios y acuerdos internacionales), en los últimos años se verifica la aparición de nuevos “sellos” a través de los cuales se pretende comunicar ciertos atributos de un producto que en muchos casos son intangibles. Tal es el caso de la creación francesa de la “appelation d´origen” que define a través de normas y consejos (público-privada) la utilización de un rótulo especial que comunica que el producto tiene un origen geográfico y una forma de producción que garantiza su “autenticidad” artesanal. Otro caso similar es el de “comercio justo” en el cual a través de redes se avala un sello que comunica al consumidor que dicho producto es producido en determinadas condiciones socio-económicas, ecológicas y de trabajo que lo hacen diferente a los productos industriales. Resulta interesante analizar como estas estrategias, originalmente para mercados de nicho, son integrados al sistema agroalimentario que en muchos casos son tomados como estrategias competitivas. Según Arias la certificación de calidad orgánica surgió como iniciativa de los movimientos alternativos y basado en valores como los conocimientos locales, la pequeña escala de producción, el respeto a la diversidad ecológica y en la conciencia del consumidor, sin embargo cuando creció aparecieron regulaciones y la necesaria certificación por tercera parte que desplazó a muchos productores que le habían dado origen. También la experiencia de EUREGAP (actualmente GLOBALGAP) resulta significativo para ejemplificar como la calidad se transforma en una estrategia competitiva y disciplinadora de los mercados, confiriendo poder a ciertos actores en detrimento de otros. Este sistema fue instituido por un conjunto de supermercados de Europa y define una serie de estandares mínimos que, escudado en requisitos técnicos, resultan superiores a los definidos por las normas internacionales. Es en consecuencia un sistema privado que requiere de certificaciones 2 Traducción propia del Portugués. 4 también privadas y actúa de criba para definir que tipos de actores pueden participar en las cadenas de exportación más lucrativas. Resumiendo: vemos como un concepto subjetivo (calidad), es pretendidamente objetivado y se convierte en un poderoso organizador de los mercados, determinando barreras de acceso y muchas veces en verdaderas reservas de mercado, reduciendo el número de potenciales oferentes. Las oportunidades y los desafíos La actual valoración de productos “naturales”, “artesanales”, de un determinado origen o bajo ciertas formas de producción, constituye una oportunidad para la pequeña producción. Su misma “pequeñez” es un atributo valioso pues está asociado a tradición, naturaleza, artesanal, local, etc. valores ahora premiados por el mercado. Por supuesto para que esto pueda ser aprovechado por la mayor cantidad de productores es necesario reforzar sus capacidades técnicas, gerenciales y sobre todo mercadológicas. Un riesgo es que estos mercados sean ocupados por nuevos entrantes. Un caso paradigmático es el de los “neo rurales” (urbanos o profesionales liberales) que ven a esta actividad como una oportunidad y su mayor capital relacional y capacidades les permiten un mejor posicionamiento desplazando a otros actores locales. Esto no niega la potencialidad de incluir a estos actores dentro de las organizaciones de productores o en acuerdos estratégicos. En estos mercados la calidad está asociada a la producción artesanal y con identidad. Una amenaza concreta es la instauración de normas técnicas que signifiquen costos muy elevados para la escala de producción. El desafío es como garantizar la inocuidad y construir una calidad asociada a las características de la pequeña producción (actividades artesanales, productos naturales, organización familiar del la producción, valorización de lo rural, asociación positiva entre producción y ambiente, biodiversidad, etc.). Otro problema es determinar si estos productos pueden asegurar mercados y precios en el mediano y largo plazo, teniendo en cuenta la volatilidad de los consumidores y también considerar los conceptos de inercia e irreversibilidad, esto es que algunos cambios demandan la modificación de partes del proceso productivo sin involucrar al conjunto, otros obligan a modificar toda la tecnología y a enfrentar nuevos problemas; se habla de irreversibilidad cuando la innovación no permite regresar a la situación anterior, los riesgos de esa situación llevan a mantener la inercia de una opción técnica. (Flores, 1998). En cuanto a los mercados locales el desafío es como extender sus alcances a otros consumidores. Una posibilidad es la generación de confianza colectiva a través de redes que repliquen la confianza de los mercados locales y que extrapolen la proximidad, lo que daría 5 oportunidad a que los productos accedan a mercados nacionales e incluso internacionales. Al perderse la ventaja de la proximidad, el acceder al consumidor urbano puede exigir nuevas prácticas y sobre todo estrategias que no impliquen entrar en el costoso proceso de certificaciones. La certificación participativa y los circuitos alternativos son una oportunidad. Una amenaza que tienen estos mercados es “la presión para la adopción de normas impersonales de higiene y sanidad del mercado formal” (Wilkinson 2008). Deben generarse nuevos marcos jurídicos y regulaciones que contemplen la escala y prácticas de la producción artesanal, que brinden una oportunidad para la industrialización local integrada a la producción primaria, generando valor agregado que retiene la renta en el lugar. Ya hemos señalado que la normativa está diseñada para la gran escala, pero el objetivo público es garantizar la inocuidad y salubridad de los productos y para ello no es necesario instaurar patrones técnicos únicos, puede y debe haber pluralidad de normas técnicas y no imposición de una lógica que excluye a numerosos actores. El problema es como se comunica a los consumidores sus características especiales y los intangibles asociados que son actualmente valorados. La utilización de sellos es una alternativa ya utilizada pero existe el riesgo de una saturación de los mismos, provocando su banalización y que finalmente pierdan su valor. Por supuesto, también existe un número importante de productores insertos en las cadenas de commodities para los cuales la amenaza está en su exclusión por las exigencias de escala y de calidad. Esto demanda innovaciones organizacionales (integración vertical y horizontal) además de la incorporación de tecnología y prácticas agrícolas, es decir se necesitan nuevos conocimientos técnicos y sobre todo gerenciales. Asimismo es una opción válida el canal de comercialización a través de los supermercados. Hemos señalado que estos actores demandan un flujo masivo y regular de mercaderías y consecuentemente las demandas de escala y logística es fundamental. Esta estrategia exige una importante integración horizontal y organización de la producción y distribución, por lo cual el esfuerzo debe concentrarse en generar y/o reforzar las capacidades de gestión de las organizaciones de productores. Reflexiones finales Los mercados de nicho son una buena oportunidad para la pequeña producción. Asimismo debe considerarse que gran parte de los pequeños productores están insertos en los mercados convencionales y con riesgo de perder su participación en los mismos. Para ambos casos existen limitaciones técnicas, gerenciales y de comercialización y deben hacerse esfuerzos para fortalecer las capacidades de los productores y sus organizaciones para 6 resolverlas. También resulta evidente que existe un ambiente regulatorio, construido a partir de normas técnicas supuestamente objetivas y que se han naturalizado como universales, cuando en muchos casos responden a intereses de algunos actores o sistema de producción, que resulta excluyente. El desarrollo de canales alternativos o la utilización de sellos es una estrategia válida, aunque no debe perderse de vista que son funcionales a un orden establecido y ordenador del mercado, en el cual quedan pequeños intersticios que son ocupados por productores desplazados de los mercados formales y que si son rentables corren el riesgo de ser sometidos a nuevas regulaciones que los expulsen o bien que sean ocupados por otros actores con mayor capital (financiero, social, relacional, etc.) o resulten cubiertos por los mismos actores que ocupan posiciones dominantes en los mercados convencionales. “La renta atrae a cazadores de renta”. Debe pensarse en formas de validar nuevas lógicas en las cuales el valor superior de alimentos sanos y disponibles para toda la población no pueda ser coartado por la imposición de formas de producción únicas. El desafío es encontrar la manera de que puedan convivir las diversas maneras de producir alimentos inocuos y respetar las formas tradicionales a través de las cuales la población elabora eficientemente sus alimentos con los recursos que dispone. Esto implica la búsqueda de nuevos marcos conceptuales, puesto que no se trata de una mera reivindicación de ciertos grupos sino de desnaturalizar las actuales formas de coordinación de los mercados. El enfoque de clusters o distrito agroindustrial en que los territorios se potencian en términos de su acción colectiva, basados en conocimientos y expectativas compartidas y que el aprendizaje y la innovación pueden dar lugar a sistemas locales de innovación, permite vislumbrar un abordaje posible. Otra variante interesante es el enfoque de sistemas agroalimentarios localizados (SIAL) o también la teoría francesa de las convenciones, a través de la cual se pone en evidencia que intereses contrapuestos pueden ser derimidos en nombre de un interés común superior, es otro marco a explorar pues brinda elementos interesantes. Julio 2009 7 Bibliografía: Arias, Eliécer; “Reflexión crítica de la nueva ruralidad en América Latina”, Revista ALASRU Nro. 3, 2006. Flores, Sara M. L.; “Nuevas experiencias productivas y nuevas formas de organización del trabajo en la agricultura mexicana”, Juan Pablos Editor, México, 1998 (Capítulo II). Marsden, Terry; “Creando un espacio para la alimentación. Las características del desarrollo agrario reciente”, en Goodmnan y Watts, 1997. McMichael, Philip; Política alimentaria global, Cuadernos Agrarios, Nº 17-18, México, 1999. Sánchez Albarrán, Armando; “La nueva agenda de investigación de la sociología rural”, Revista ALASRU Nro. 3, 2006. Wilkinson, John; “Mercados, Redes e Valores” UFRGS, 2008 8