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HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA.
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PALESTINA.—Djenim, la antig-ua En-Gannim.
T. V I I . (pniiMEnA sÉKiE;.—T. III. (SEGUNUA SERIE'.—60.
474
UL MUNDO ILUSTRADO.
llevan agua sólo en invierno. La divisoria de las aguas
pasa por Jezrael, el Hermon y el Tabor, dirigiéndose
una parte al Mediterráneo y otra á la cuenca del Jordán.,
Teatro de numerosas batallas en todas las épocas de la
SEQUN KL
historia judaica, hízose más célebre todavía modernamente por la victoria que Kleber con un puñado de
CORONEL WILSON, WARREN, JORGE EBERS, HERMANN GUTHE.
hombres alcanzó allí contra un ejército muy superior al
suyo.
yfCTOR GUÉRIN, LORTET Y OTROS AUTORES.
De forma triangular y encuadrada por las montafiad.
de la Samaría y la Galilea, presenta á la Vista una in-:
(CONTINUACIÓN).
mensa superficie, con ondulaciones amanera de g'randes
olas en mar agitado y de vez en cuando pequeños monLa llanura de Esdrelon.—La anticua En-Gannim.—Jezrael.—La victotículos que dan alguna variedad de líneas al aspecto
ria de Barac—La victoria de Kleber.—El monte Gelboé.—Soulem.
—Main y En-Dor.
general de la llanura. Por todas partes se ven campos
cultivados en los que las mieses se desarrollan y crecen
Al entrar en estos inmensos llanos, una de las prime- espléndidamente, y en los puntos en donde no se advierras ciudades que encuentra el peregrino es la de Djenim, te señal alguna de cultura agrícola hierbas suínamente
tenida generalmente en razón de su posición, de su altas, variadas flores y cardos gigantescos dan idea de
abundante fuente y de sus hermosos jardines, por la la admirable fecundidad de aquellas tierras. En la época
antigua En-Gannim (la fuente de los jardines), en de los calores fuertes, ábrense en el suelo profundas
latin Engannim, mencionada en el libro de Josué. No grietas, por cuyo motivo se hace difícil y arriesgado
viene citada esta ciudad en el Nuevo Testamento, mas no marchar por otros sitios fuera de los caminos trillados.
puede abrigarse duda alguna de que el Señor hubo de Hacia el noroeste se comunica por medio de un valle,
atravesar por ella repetidas veces al ir de Judea á Gali- que sigue la pendiente oriental del Carmelo, con la
lea pasando por Samarla y vice-versa, y según una gran llanura de San Juan de Acre, yendo de este inódo
tradición muy extendida allí curó Nuestro Señor Jesu- á parar al mar Mediterráneo. Al este se prolonga en tres
cristo á los diez leprosos de quienes habla el Evangelio otros valles: el primero al norte, comprendido entre el
de san Lúeas, capítulo XVII. Las casas que forman la monte Tabor y el pequeño Hermon ó Djebel-Dahy; el
población, de una piedra gris, y las mezquitas con sus segundo que se extiende entre el pequeño Hermon y
cúpulas blanqueadas y un alminar de bastante eleva- el monte Gelboé, llamado hoy Djebel-Joukouah; y el
ción, se .hallan asentados en medio de huertas y jar- tercero situado al sud de esta última móütaña.
Marchando de Djenim en dirección al norte, encuentra
dines que dan al total pintoresco aspecto, al que contribuyen hermosos grupos de palmeras. Una fuente muy pronto el viajero á su derecha el Djeiel-Poukouah,
copiosa, de la que Djenim sacó el nombre, provee de el Gilboa del texto hebreo y Gelboé de la Vulgata, cuyo
agua á la ciudad para los usos de la bebida y para el nombre antiguo con pequeña alteración se ha conserriego de las huertas, extendiéndose luego por los campos vado en el que tiene una aldea de este monte, llamada
para juntarse á los numerosos riachuelos afuyentes del Djelboun. La masa del Gelboé se extiende en una lonKishon. Djenim se halla á seiscientos cincuenta y seis gitud de catorce kilómetros próximamente y en una
pies sobre el nivel del mar y desde ella se disfruta de la anchura que varia entre cinco y ocho kilómetros. Cultiextensa perspectiva del llano de Esdrelon, fértilísimo, vado sólo en parte se encuentra dividido en diversas
pero sin árboles, y colocado doscientos cincuenta pies mesetas y collados, entre los cuales aparecen reducidos
valles y profundas quebradas. El trigo y lá cebada se
más bajo de aquel nivel.
Al salir de Djenim se atraviesa el extremo de la llanura dan en las pendientes menos ásperas y en las mesetas,
al pié de las colinas que unen las montañas de Samaría de vez en cuando asoman grupos de olivos y de higueras
con el monte Carmelo. Pásase por varias poblaciones de y setos de cactus que rodean los terrenos cultivados con
escasa importancia y por varios nadys y en dos horas de mayor esmero; broza y plantas silvestres allá eíi donde
marcha se llega á la aldea de Talanuk, construida junto no ha llegado la mano del hombre y en algunos escará las ruinas de antiguos edificios, quizás las de Taanach, pados flancos la roca enteramente desnuda. Tal aspecto
la ciudad cananea mencionada en el cantode guerra de ofrece este lugar, testigo en otros tiempos de lá derrota
Débora y de 3arac, hijo de Abíüoém. «Viniei-bnlos reyes de Saúl y de Jonafás y contra el que, por causa de este
enemigos; % pelearon contra ellos: los reyes de Canaan desastre, pronunció David la célebre maldición:
pelearott coá4la ísrael en Tanac junto á las aguas de
«19. La flor de Israel h a perecido sobre tus montañas.
Mageddo, puei iio^ j^díeroá líértár preÉia üinguüa.» La ¡Cómo han sido muertos espscampeonesl»'
gran llanura que se extiende al norte de Djenim es
«20. ¡ Ah! No se sea éontada en Get esta nueva: no sea
conocida por los árabes con el nombre de Merdj-Ibn- contada en las playas de Ascalon, para que no hagan
Amir ó llanura del hijo de Amir. Llamábase antes llano fiesta por ella las hijas de los filisteos, para que no
ó valle de Jezrael, en hebreo Emeck-Izréel y en latin salten de gozo las hijas de los incircuncisos.»
Vallis Jezrael; más tarde llamóse Esdrelon y Esdrelom,
«21. Montes de Gelboé, ni el rocío ni la lluvia caigan
forma griega derivada de la hebraica Izréel. Cayó este ya jamás sobre vosotros; ni campos haya de donde
valle en suerte á la tribu de Isacar.
sacar la ofrenda de las primicias, puesto que allí es
La magnifica llanura de Esdrelon, la más vasta y más donde fué arrojada por el suelo el escudo de los fuertes,
célebre de la Palestina, después del valle del Jordán, el escudo de Saúl, como si no hut)íese sido ungido rey
tiene una longitud de ocho ó diez millas de esté á, oeste con el óleo santo.» . .
«24. Llorad, pues, ¡oh hijos de Israel! llorad sobre
ó sea desde el monte Carmelo hasta los llanos del Jordán
y una anchura de cinco entre los montes de Gelboé y de Saúl, que os adornaba con delicados ropajes de grana,
Nazareth. Álzase en el centro el monte Hermon y en el y os daba joyeles de oro para, engalanaros.»
norte el monte Tabor y se encuentra cortada por el
«2á. Mas ¿como es que así hayan los valientes perecauce de algunos rios, de los cuales el Kishon ó Nahr- cido en el combate? ¿Cómo es, oh montes de Galboé,
el-Mekatta es el más considerable. La mayor parte que Jonatás ha sido muerto en vuestras alturas?»
EL MUNDO ILUSTRADO.
La aldea de Zeraín, á la que se lleg-a sig-uiendo el camino hacia el norte, no contiene más que un conjunto
de miserables viviendas, con un edificio cuadrado en el
centro, á manera de torre, en donde reside el jeque. De
lo alto de esta torre domina la vista toda la llanura, las
montañas que la rodean, y al este la antig-ua acrópolis
de Bethsan ó Scythópolis, en las alturas del antig-uo
país de Galaad. Zeraín no es más que la forma levemente
alterada del nombre hebraico Izréel: cítase esta población por vez primera en el libro de Josué, quien la men-
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ciona entre las pertenecientes á la tribu de Isacar. En
tiempo de Acab adquirió alg-una importancia por haberla elegido este príncipe por una de sus principales
residencias, sin quitar por ello de Samarla la capital de
su reino, aun cuando mostrase especial predilección
por Jezrael. Sabidas son de todo el mundo las contiendas
que tuvo Acab con Naboth, vecino de Jezrael, cuya viña
quería adquirir el primero para unirla el jardín de su
palacio, la neg-ativa del segundo, la muerte de éste por
instig-acion de Jezabel, y la manera cómo Dios castigó
Aín-Djaloud, conocido también por fuente de Jezrael y por fuente de Gedeon.
el crimen en Acab algunos años después de haberse
cometido.
Joram, hijo de Acab y de Jezabel, en el año 884 antes
de Jesucristo, herido por los sirios en la batalla de Ramaoth se hizo conducir á Jezrael con objeto de curarse.
El rey de Judá Ocosías fué á visitarle mientras avanzaba
hacia la ciudad Jehú, general del ejército de Joram,
proclamado rey de Israel. Joram y Ocosías salieron á su
encuentro encontrándole cerca del campo de Naboth.
Al avistarle conocieron sus intenciones hostiles, por lo
cual huyeron, pero Jehú disparó contra Joram una
flecha que le hirió en el corazón, persiguió á Ocosías
hasta Jibleam, en donde también fué herido, muriendo
en Mageddo ó Magiddo, y verificó luego su entrada en
Jezrael. Estábase Jezabel asomada á una ventana y
desde ella exclamó: «¿Puede acaso tener paz Zameri,
que ha quitado la vida á su señor? Mandó Jehú al momento que la precipitasen desde la ventana y su cadáver fué devorado por los perros, cumpliéndose la predicción de Elias: «En el campo de Jezrael comerán los
perros las carnes de Jezabel.» Apenas Jehú se hubo
apoderado de aquella ciudad mandó traer de Samaría
las cabezas de los setenta hijos de Acab y las hizo colocar en sus puertas. Dispuso también luego que fuesen
muertos todos los parientes de Acab, todos los grandes
de palacio, sus amigos y los sacerdotes que se hallaban
476
EL MUNDO ILUSTRADO.
con él. Realizóse, asimismo, con esto la profecía de
Ellas:
«19. ...En este lugar en que los perros lamieron la
sang-re de Naboth, en el mismo lamerán también tu
sangre.»
«2L Hé aquí que yo lloveré sobre tí desastres, y extirparé tu posteridad, y no dejaré de la casa de Acab alma
viviente, matando hasta los perros, y á todos los tuyos
en Israel desde el mayor hasta el menor.»
«25. Yo te asolaré tu casa como la de Jeroboam, hijo
de Naboth, y como la de Bassa, hijo de Ahia: porque tú
no has hecho sino provocarme á, ira y has hecho pecar
á Israel.»
«26. Si muriere Acab en la ciudad se le comerán los
perros: si muriere en el campo le devorarán las aves
del cielo.»
«27. Mas así que Acab oyó estas palabras, rasgó sus
vestidos, cubrió sus carnes con un cilicio, ayunó y
durmió envuelto en el saco de penitencia y andaba cabizbajo ó humillado.»
«28. Por lo que habló el Señor á Elias, Tesbita, diciendo:»
«29. ¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante
de mí? Pues ya que por mi respeto se ha humillado, no
enviaré aquellos castigos durante su vida; pero sí los
enviaré sobre su casa en los dias de su hijo.» (III, Lib. de
los Reyes, cap. XXf).
En la pendiente del monte Hermon y en medio de sus
peñascosos ílancos descubre el viajero unos pueblecillos
rodeados de hermosos grupos de naranjos é higueras:
allí debieron de hallarse las aldeas de Sulim, Handurah
y Fuleh, por cuyo motivo excita aquel lugar en alto
grado el interés de cuantos lo visitan estando enterados
de la historia antigua y moderna. Dos grandes batallas
se dieron en aquellas tierras con éxito y resultado iguales
6 muy semejantes. Fué la primera de ellas la victoria de
Barac sobre Sisara. Tenia este último su campo enfrente
de la corriente del Kishon ó Ason, que le proporcionaba
agua abundante para los caballos de sus carros mientras
las aguas de Magiddo, á cuatro ó cinco millas al oeste,
y los pequeños riachuelos que alimentaban á aquel rio
le procuraban agua para sus peones, situados más
arriba. Barac por lo contrario y puesto que tenia sólo
diez mil infantes apoderóse con su pequeño ejército de
la meseta del Tabor, desde donde podia vigilar todos los
movimientos de Sisara y escoger el momento propicio
para el ataque. Los novecientos carros que Sisara tenia
hubieron de servirle más de estorbo que de provecho.
Los ejércitos contendientes se encontraron probablemente en el sud del llano, después de haber atravesado
Barac los collados para atacar á su enemigo por el
flanco. Una de las tempestades tan frecuentes en aquella
región, viniendo repentinamente de Oriente, azotó con
su lluvia los rostros de los invasores, hizo crecer el rio
EL MUNDO ILUSTRADO.
Kishon y puso el llano intransitable por haberlo convertido en un inmenso pantano. Atacado Sisara sobre el
flanco derecho por Barac no encontró línea alg-una de
retirada, á excepción de la quepodia abrirse por el llano
hacia el norte, porque el sud se encontraba cerrado por
colinas inaccesibles á los carros y el hinchado Kishon
impedia el paso hacia las llanuras de Acre. En semejante estado la confusión se apoderó al momento del
ejército de Sisara y el mismo general, perdida toda espe-
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ranza, saltó del carro y por sus propios pies escapó tomando uno de los caminos que por detrás de Nazareth
conduelan al norte de Hazor.
Tres mil doscientos años después aquella comarca fué
testigo de otra batalla similar entre dos huestes, casi
iguales en número, si no en equipo y armamento, y con
idéntico resultado. En 1799, mientras el ejército francés
sitiaba á San Juan de Acre ó Tolemaida, las poblaciones
inmediatas tomaron las armas en contra del invasor
Tanaack, desde las aguas de Mageddo
y Bonaparte se vio obligado á enviar contra ellas algunas tropas, al objeto de mantener al país en la obediencia y de hacer frente á la vez á un ejército turco que se
dirigía al mismo sitio procedente de Damasco. Derrotados los musulmanes en los montes, en Cana y en Nazareth, por los generales Junot y Kleber, se replegaron en
la llanura, en cuyo punto podían emplear con mayores
ventajas su numerosa caballería. Tres mil franceses,
mandados por Kleber, atacaron á treinta mil musulmanes, cuyas dos terceras partes estaban formadas por la
caballería. El general en jefe, que había dejado únicamente dos divisiones enfrente de San Juan de Acre,
corría por los montes con el resto de su ejército, todo lo
cual ocurría el día 16 de abril del citado año. Lucha
empeñada tenían los franceses con sus enemigos, lucha
que duraba ya por espacio de cinco horas consecutivas,
cuando se oyó un cañonazo en los montes de Nazareth.
Es Bonaparte que llega, exclamaron los franceses, y en
efecto. Napoleón, que había atravesado los collados por
Tanac y Magiddo, decidió la suerte de la batalla. La
caballería turca fué arrojada á los pantanos formados
por las aguas del Kishon, en donde se hundieron también los carros de Sisara; jinetes y peones tomaron el
camino del Tabor y del Jordán por la ruta misma que
debieron seguir los fugitivos de Sisara, mas se encontraron con Murat que guardaba el puente Jisr-Mejamia, y entonces probaron de vadear el Jordán, muriendo
allí á millares y quedando del todo disperso un ejército
numeroso como las arenas del mar.
Después de haber alcanzado Barac, junto al Kishon,
la victoria que hemos descrito comparándola luego con
la que alcanzó Napoleón en 1799, en los mismos lugares,
cantó con Débora el admirable himno en acción de
478
EL MUNDO ILUSTRADO.
gracias que se lee en el capítulo V del Libro de los Jueces
y que comienza con estos sublimes versículos:
«2. Oh varones de Israel, vosotros que voluntariamente
habéis expuesto vuestras vidas, bendecid al Señor.»
«3. Escuchad, reyes, estadme atentos, oh príncipes.
Yo soy, yo soy la que celebraré al Señor, y entonaré
himnos al Señor Dios de Israel.»
«4. Oh Señor, cuando saliste de Seir, y pasaste por las
reg-iones de Edom, se estremeció la tierra, y los cielos y
las nubes se disolvieron en aguas.»
«5. Los montes se liquidaron á la vista del Señor,
como el monte Sinaí delante del Señor Dios de Israel.»
Al pié del monte Gelboé y á un cuarto de hora de
Zerain brota una fuente llamada Ain-Djaloud. Es abundantísima y, según fundadas probabilidades, debe ser
el En-Harod ó Harad de la Biblia, en donde acampó
Gedeon antes de atacar á los madianitas. Le había dicho
el Señor que era por demás numeroso el pueblo que
acaudillaba, que debía llevarle junto al agua, y que
cuantos se arrodillasen al beber de ella tenían que ser
despedidos, por consecuencia de lo cual quedó reducido
á trescientos hombres el ejército de Gedeon. En la época
de las Cruzadas, Saladino hizo levantar sus tiendas cerca
de esta fuente que los francos conocían por el nombre
de FoTis Tuiania, ignorándose la etimología de este
nombre. Al acercarse los cristianos^ Saladino abandonó
la fuente en donde aquellos acamparon á su vez, manteniéndose por espacio de algunos días con los peces que
se encuentran en el lago ó estanque formado por sus
aguas.
I :
Mirando de Zerain hacia los límites occiden;tá4«s de la
gran llanura de Ésdíelon, se ye la aldea de Taiaáe, reducida hoy a u n a docena de miseríibles viviéadtói y conservando restos de los edificios que existieron allí en
otros tiempos, Tanac ó Tanaack ha conservado sin alte-^
ración el nombre que llevaba en la época bíblica: por
vez primera se encuentra citada en el lifetó de Josuéj
entre las ciudades cananeas gobernadas por reyes distintos y que cayeron en manos de los hebreos. En el
reinado de Salomón la gobernaba Baana, hijo de Ahilud,
y en vida de Ensebio y de san Jerónimo constituía aun
una población importante, á tres leguas de Legio, la
antigua Magiddo, hoy Ledjoun.
Ledjoun, ciudad considerable, puesto que Ensebio
habla de ella como dé un punto central muy eonocido
para apreciar la posición de otras ciudades y aldeas y
su distancia relativa, se llamaba antiguamente Maggido,
conforme lo hemos indicado ya- y lo prueba la proximidad de Tanac^ con la cual viene siempre asociada. El
nombre de Legio qué se le da también es indudablemente dé origen romano. Durante el reinado de Salomón
(992 antes de J, C.) fué reconstruida y en el año 884
Ocosías, rey de Judá, herido por Jehú, mientras huía
en su carro, pudo entrar en Magiddo, en donde murió.
Más tarde, en 610, fué allí vencido y muerto por Jonás,
íey de Judá, el rey de Egipto Nechao, que atravesaba la
Palestina para ir á atacar al rey de Asiría. Magiddo está
hoy día como borrada de la tierra.
No muy lejos de Zerain, por el norte, se halla situado
el puebleeillo de Soulem, que ha sucedido al antiguo
Chounem, en latín Sunem ó Sunam, una de las poblaciones concedidas á la tribu de Isacar, Colocado al pié
del Djebel-ed-Dahy ó pequeño Hermon, cuenta ahora
únicamente cuatrocientos habitantes. En una de sus
casas se ve una estancia abovedada, que se tiene por
muy antigua y á la que se llama Beit-SoulamieA, cámara
^ la Sttl^pita. En medio de la aldea mana una fuente,
etty£^.<ag<{|ílf, conducidas por una canal, sirven para el
riego• "dé^jiéBtegj^^tados de limoneros', granados é
higueras. La ciudad de Chounem ó Sunam viene mencionada en la Biblia como el primer punto en donde
acamparon los filisteos antes de trabar con Saúl la batalla del monte Gelboé. Algo más tarde fué patria dé la
hermosa Abissag, elegida para sirviente de David en su
vejez, y después teatro de la resurrección que obró el
profeta Elíseo en el hijo de una piadosa mujer, en cuya
casa había recibido hospitalidad con frecuencia. La trár
dicion relativa á esta sulamita no se ha perdido todavía
en Soulem, conforme lo demuestra de un modo irrecusable la cámara llamada Beit-Soulamieh. Difícil seria
sostener y arriesgadísimo pretender que la cámara ó
estancia sea la misma en donde Elíseo realizó su milagro, mas aun cuando esto no fuera así, bien puede ser
una estancia construida en la casa misma en donde pasó
el milagroso suceso, cuya memoria se vá conservando á
través de las generaciones. A juzgar por un pasaje del
Cantar de los Cantares, no es infundado imaginar que
desde remota antigüedad los judíos pronunciaban el
nombre de aquella ciudad apellidándola Chounem y
Choulem, puesto que Salomón designa por Chulamita,
Sulamita en la Vulgata, á la amada del Sagrado Cántico.
Siguiendo la ruta háéia el norte se descubre: pronto,
en una colína que forma parte del Djebel-ed-Dahy, un
grupo de miserables casas, todas destrozadas, que forman la aldea de Nain. Al pié del pueblo hay una fuente
llamada Aiú-Nain y no lejos de allí tres sarcófagos antiguos, sumamente mutilados, y los vestigios de un pequeño edificio, al parecer una capilla cristiana trasformadá después en mezquita por los musulmanes. Más
arriba, por entre piedras y cascajo, restos de edificios
demólidóS'^ se notan ruinas de otra cóflsttticiííon cristiaiía, convertida igualmente en naezquita/ éegun lo
prueba ún mihrab' que en parte sé aguanta en pió
todavía. UAiatí*aditíoiá'TflUyeitejQdida afirma que aquella iglesia sé levantó éñ el lugar en dónde Nuestro
Señor Jéstieristo resucitó al hijo único de la viuda de
Na'lm. Nain es, en efecto, el antiguo Na'ím que hizo
inmortal el milagro que allí obró el Salvador del género
humano;
A cuatro kilómetros al noreste de Naín, en las últimas
estribaciones septentrionales de una montaña volcánica,
se encuentra la aldea de Endour, pobrísima también
como laS anteriores y con la mitad de sus infelices
viviendas derruidas ó poco menos. Gran número de
cuevas, silos y cisternas abiertas en la peña atestiguan
la importancia que antiguamente tuvo esta ciudad, en
la cual existen, asimismo, antiguas tumbas con cámaras
sepulcrales en su interior. Una fuente llamada AlnEndour brota en el fondo de una cueva y sus aguas,
conducidas por un canalito, fertilizan varias huertas
cercadas por setos de colosales cactus. En Dour, como lo
indica su nombre, es la ciudad de En-Dor (fuente ó niánantial de Dor), en latín Endor, señalada en el Libro de
Josué como perteneciente á la tribu de Manases, aún
Cuando se encontrase en territorio de la tribu de Isacar.
Daviñ, éu'-uno dé sus salmos, asocia el nombre de EnDor á la dertóta de Sisara por Barácá orillad del Kishon
ó Cison, Más tardé Saúl fué á En-Doí para consultar á
la pitonisa ánteá de librar á los filisteos el combate
funesto en el que sucumbió con su hijo Jonátás. Es
sabido que la soínbra dé Satouél', apareciendo 'á lá voz
de la mágica, predijo al rey Saúl su derrota y muerte.
Recorriendo una tras otra las pritícipáles cavernsís dé
Endour, se le ocurre preguntar al viájeíó si por atías©
una de ellas sirvió de residencia á lá'pitonisa y fué
escena porfío misBao de aquella lúgubre y dramática
aparición.
A orillas del rio Kishon fué á acampar en 1217 un
Í!L MUNDO
numeroso y brillante ejército cristiano que mandaba
Andrés, rey de Hungría, los,duques de Austria y de
Baviera, y los reyes de Chipre y de Jerusalen. El patriarca de la Ciudad Santa se presentó á la cristiana
hueste llevando un frag-mento d?. la verdadera Cruz y
los reyes, príncipes, magnates y caballeros salieron descalzos á recibirle y á dar elocuente testimonio de cuanto
veneraban el signo de nuestra redención. El mayor entusiasmo reinaba en aquel ejército. A su tránsito no se
opuso enemigo alguno, por lo que atrav.esó el rio y se
adelanta,..entre los montes Hermon y Gelboé, hacia el
valle de Jezrael. «El ejército cristiano, dice M. Michaud
en su Historia de las Cmzadas, avanzaba eptonando
cánticosj la religión y sus recuerdos hablan asegi^irado
la disciplina y la paz entres los soldados. Cuanto velan á
su; alrededor les: inspiraba profunda veneración á l£|.,
Tierra Santa. En esta campaña, que fué una verdadera
peregrinación, hicieron muchos prisioneros sin, dar una
batalla siquiera y volvieron á Tolemaida cargados de
botin.»
Traducido y adicionado por
F. MlQUEI. Y B A D Í A .
I Continuará).
XT^LI-A.
V I A J E P I N T O R E S C O D E L O S A L P E S AL E T N A ,
POR
.
C. S T I E L E R , E. PAULUS Y W. KADEN.
LIBRO TERCERO.
DEL.
TÍBER
AL
ETNA.
CAPÍTULO I I ,
ROMA ANTIGUA.
(CONCLUSIÓN).
EL MONTE CELIO.
El inonte Celio formó una región impprtante, la primera de las ciiíitro en que se dividía la ciudad durante
los. sig'los que median desde Servio Tulio hasta Augusto,
y la segunda de, las Qatorce en que el fundador del imperio distribuyó la vastísima extensión de su capital:
región/S'ííííírawíü.ett, ios tiempos de los reyes y délos
cónsules, región Calimpnta^ en la época de los emperadores, esta; irregular, colina, .la más triste y deshabitíida de la Roma moderna^ Jigurí), en la histQria de la
jloma antigua como teatro^ de importantes acontecimien-;tos.,, y vióse un día coronada por templos insignes, pórticps bellos y casas deslumbradoras.
' Antes de ser región de Rom?i,fiié selva de encinas,
Mws{ giuarqwlulanm: este era su npmbre, hasta que en
^a guerra de Rómulo con Tacio, según-,pretenden unos:
eruditos,,6 en tiempo de Tarquino, el Viejo,,según afirnianptrps, tpg^ó posesión en aquella, altura cierto caudillo etsTusco, denominado Celes Vivienna, y el monte
empezó áí,ilaijí^'íirse Celio. En esta,, como en .^odas las
otras colinas^ jájites,que historia hubo fábula, antes que|
edificjips bosques;, y aun pudiert^ decirse que él Celio^
excede á,,todos los otros lugares clásicos de la ciudad de
Ronaa,. en l¡^. fama dé aus va,lles y sus fuentes y en
ILÜSTÉÁDO.
479
la fortuna de sus poéticas tradiciones. Cuan deleitable
seria el bosque de las Camenas, donde surgían limpios,
manantiales y se deslizaban mansos arroyuelos, pruébalo bien el amor con que el rey Numa lo recorría y
paseaba, todo abstraído en misterioso coloquio con la
ninfa Egeria, benéfico genio de la gente latina, que
allí, en el silencio de la noche, ó en el ambiente embalsamado de la mañana, deja escuchar palabras de sabiduría, que el sucesor de Rómulo se apresura á traducir
en leyes.
No busque hoy el viajero los oscuros restos de aquel
antro de la ninfa, ni él lugar donde la fuente murmu-,
raba, ni el, suelo donde crecieron las flores del valle
ameno: las revoluciones geológicas, los hundimientos y
trasformacion de una parte del Celio, han borrado para
siempre aquellos caminos,y lugares, que tan sólo existen en los escritos de Ovidio y de Silvio Itálico, de Estado y de Lactancio. ¡Poder de la inteligencia! Unos
pobres-pergaminjos, undébil papel, han durado más que
las encinas seculares y que los bosques sagrados.
Los ciceronísáe Roma conducen al viajero-á dos millas
fuera de la Puerta CapeUA, y le muestpan un delicioso
bosquecillo. con su,gruta j dentro de la éual se conserva
una pequeña estatua .yacente: no lejos hay ün templo:
de todo IP cual deducen que,el bosqueeíllóí héel valle de
la ninfa; la grutíi, el antroifamosP descrito por Juvenal;la estatua, el simulacro mismo de. la feliz inspiradora
de Numa; el templp vecínp, el de las Camenas. No hay:
más dificultad para tpda esta excursión! á través de los
siglos, sino que éivalleadpnde nos llevan, junto álfl/i
Vía Apia, dista, muphp de aqijel otro que Numa visitaba i
en la,falda occideutfil del Celio; que el.antro es simplemente un ninfeo de alguna mila particular, cuya cons-.
truccion no sube ;má,s arriba del tiempo de Vespasiano;
,que la estatua es probablemente la del río ó fuente que
refrescaba a,quel sitio de recreo; que el templo vecino
(a"hpra iglesia de ^afl. Urbano), eirá un templode Baco,;
perteneciente al siglo iii de la era cristiana. La histeria;
de las ruinas de Roma es muchas veces, en boca del
vulgo y de los guías empíricos, una verdadera ruina dej
la historia.
-No fué el Celio, en las primeras edades > una región
de gran vida como el Palatino, ni de esplendoroso culto
como el Capitolio, ni de tradiciones aristocráticas como
el Quirinal: su destino parece ser perpetua morada de
extranjeros: aram adp&ntitiorum deorumle llamará Tertuliano con perfecta exactitud. Ni latinos ni sabinos,,
propiamente tales, ocupan las alturas del Celio en los
tiempos á que se refiere la fundación histórica de la,
' ciudad: los etruscos, á cuyo frente pelea Celes Vivienna,,
i tpman partido á favor de la causa que pudiera llamarse,
; romana, es decir, contra los sabinos: más tarde, vence-,
: dores éstos, y destruida la entonces poderpsa Alba Longa,'.
I centrp principal de la confederación latina, Tulo Hosr-;
¡ tilÍQ.a,loja sobre el Celio los restos de la población sojuz-'
j gacja, forma allí un inmenso cuartel de vencidos, y '
I aquel,rey, sabino de origen, pone su morada en la'
i misma colina, como para vigilar de cerca á sus nuevos
i subditos, entre los cuales,están las familias más ilustres
I déla que fué Alba Longa, la familia Julia, que un día
¡producirá al gran capitán, arbitro de los destinos de
; Roma y de la paz del universo,
El Celio puede, pues, contarse entre las colinas ple; beyas de la antigua ciudad: á sus pies se extiende, con-f
: tinuando la Vía Sacra y dirigiéndose sobré el ÉsquilíiiOjr;
I la populosa y gritadora Sitiura^ el barrio bajo, en todór
I sentidos, de Roma, el hervidero de todos los vicios y de
i todas las miserias de la. capitiil del mundo. A la extremidad oriental del monte Celio estuvo el Templo de la
m
EL MUNDO ILUSTRADO.
Felicidad, que ostentaba en su pórtico las estatuas de
las Musas, de Téspis y una Venus, obras insig-nes de
Praxitéles. Hacia la mitad del monte fueron un dia las
mansiones ó cuarteles de los albanos. A la falda del
mismo, sobre la Vía Triunfal, se alzaba el ¿TorrgMm ó
almacén público, especie de banco de depósitos, donde
se guardaban las alhajas y objetos preciosos de los particulares; los templos de Hércules vencedor y de Minerva cautiva (capííg), al norte de la montaña, viven ya tan
sólo en el recuerdo de los historiadores: el Templo de
Diana, en el pequeño Celio (Celiolo), cedió su puesto á
la devota iglesia de los Santos Cuatro Coronados: el
antiguo Campo Marcial, construido sobre el Celio para
suplir al verdadero Campo Marcio, cuando las inundaciones del Tiber impedían en él los juegos y las carreras, daba ingreso al Arco de Dolabella y Silano, que
todavía existe: sobre su recinto se levanta la iglesia de
San Gregorio.
El campo de los soldados extranjeros. Castra peregrina,
sostiene hoy la iglesia de la Navicella. Quizá los ámbitos
de San Esteban Redondo corresponden á los ámbitos del
Macelhim magnum, mercado famoso en los tiempos mf-s
florecientes de Roma. Un templo había consagrado
sobre el Celio al emperador Claudio su mujer Agripina,
más cuidadosa de la apoteosis del muerto que del honor
del vivo: destruyó el templo Nerón, para llevar adelante la colosal locura de su Casa de Oro: Vespasiano lo
restauró, atento á borrar en lo posible las trazas de
aquella locura colosal: del Templo de Claudio, que se
ostentaba magnífico en donde terminan los arcos Neronianos, sostenedores del gran conducto del Agua Claudia, hoy quedan sólo escombros y ruinas.
De la casa del rico Mamurra, con su vestíbulo y sus
pórticos, con su lujoso atrio toscano, sus triclinios y su
peristilo, sus exedras y cenáculos, su biblioteca, su pinacoteca; de aquella casa, primera de un particular en
que se prodigaron los mármoles y los preciosos objetos
del arte griego, cuya suntuosidad le valió ser conside-
Agua Claudia en la quinta Wolkonslty.
rada como tipo de viviendas espléndidas, nada ha sobrevivido á los estragos del tiempo; ni puede apenas
determinarse el área que ocupó: más venturosa la casa
de los Lateranos, ilustre familia de cónsules, dio su
solar en los días de Constantino para una basílica, que
hace á la vez perdurables el nombre del emperador que
la erige, y el de los antiguos dueños del terreno en que se
levanta. San Juan de Letran, dominando y coronando
el monte Celio quince siglos hace, indemniza bien á la
región Celimontana del abatimiento y tristeza á que le
redujeron sus propias condiciones topográficas y las
vicisitudes y guerras que tantas veces agitaron á la
Ciudad de las Siete Colínas.
En aquella parte del Celio que se llamó C'livus Scauri,
en la dirección del acueducto neroniano, estuvo la
noble casa de la familia Anicia, de que fué descendiente
san Gregorio Magno, que convirtió en casa de oración y
penitencia el solar de sus antepasados. En el siglo viii
la iglesia aneja al monasterio lleva ya la advocación de
San Gregorio: el papa segundo de este nombre honró
así la santa memoria del primero. En los tiempos modernos, á contar desde el siglo xvii, el templo ha sido
objeto de grandes reparaciones: el monasterio está ocupado por una coir.unidad de camaldulenses.
«Un hombre ilustre en los anales de la ciencia y de la
santidad, dice un escritor español, de quien son los anteriores párrafos, vá unido á esta veneranda casa religiosa: es el nombre de san Agustín, apóstol de Inglaterra. Del monte Celio partieron, pues, los civilizadores
de la Gran Bretaña, los que le proporcionaron el hermoso dictado de Isla de los sanios: de allí san Lorenzo y
san Pedro, arzobispo el uno y abad el otro de Cantorbery; de allí san Meliton (Melüe), obispo de Londres y
primado luego de Inglaterra; de allí otros insignes
bienhechores de la civilización, que no por el aplauso
mundano, sino por el estímulo de la caridad, llevan á
todas partes la doctrina y la luz á costa de penalidades,
sacrificios y aun de la vida.
»Un papa Gregorio abre la serie de los grandes hombres que aquella casa ha producido; otro papa Gregorio
la cierra en nuestros días: todavía se ve en el monasterio de los camaldulenses la humilde celda donde habitaba un sabio religioso que la mano invisible de Dios
llevó al trono de San Pedro con el nombre de Gregorio XVI. Así se enlazan trece siglos con el anillo misterioso de la unidad del dogma y la unidad de la oración.»
La fachada de esta iglesia y el doble pórtico de columnas fueron ejecutados según los diseños de Juan Bau-
EL MUNDO ILUSTRADO.
tista Soria. El interior consta de tres naves divididas
por 16 columnas antiguas, la mayor parte de granito.
Las pinturas de la bóveda son debidas á Plácido Constanzi; el lindo cuadro de la capilla del centro de la
nave de la derecha, que representa á san Gregorio, es
de Andrés Sacclii: el altar es precioso por las esculturas
481
de que está adornado y por la bella composición pictórica atribuida á Lúeas Signorelli. El cuadro del altar
mayor, que representa á san Andrés, es de Balestra,
veronés. En la capilla de San Gregorio Magno hay un
cuadro de autor desconocido que representa á este santo,
habiendo sustituido al célebre lienzo original de Aníbal
En la (iLiinta Masaiino,
Carracci que hoy se halla en Inglaterra. En el penúltimo
altar de la pequeña nave vese un cuadro que representa
á la Virgen y algunos santos camaldulenses, el cual es
considerado como una de las mejores obras de Pompeyo
Battoni. El atrio, adornado dé pilastras de orden jónico,
encierra los sepulcros de la familia Guidiccioni y de los
dos hermanos Bonsi.
Contiguas á la iglesia de San Gregorio, pasando una
terraza que da frente á las ruinas del palacio de los Césares, hay tres capillas antiguas, restauradas en el
T. VII. (PRIMERA SERIE).—T. III, (SEGUNDA SERIE).—61.
siglo XVI por el cardenal Baroüio, el sabio autor de los
Anales Eclesiásticos, abad comendatario de San Gregorio. La primera fué consagrada á Santa Silvia, madre
de san Gregorio Magno, y en ella son notables una
estatua de la santa, debida á Nicolás Cordieri, discípulo
de Buonarroti, y un coro de ángeles en derredor del
Padre Eterno, pintura al fresco ejecutada por Guido
Reni en 1608, por orden del cardenal Borghese. La segunda está dedica á San Andrés apóstol, y tiene en el
muro, sobre el altar, un buen cuadro al óleo por Ron-
EL MUNDO ILUSTRADO.
482
calli, llamado el Pomarancio, que representa la Vírg-en
con san Andrés y san Greg-orio: en las paredes laterales
hay otras dos pinturas célebres, así por su mérito real,
como porque recuerdan una especie de competencia
artística que ha tardado mucho tiempo en decidirse. El
ílU
, <
i
maestro de los dos contendientes, formuló su veredicto
artístico en estos términos: «Guido ha pintado con la
seguridad de un profesor, el otro con descuidos y defectillos de escolar; me agradan más, sin embargo, los
defectos del escolar que la bravura del maestro.» En el
fondo de la tercera capilla, llamada de Santa
Bárbara, hay una estatua sentada de san Gregorio, hoceto de Miguel Ángel concluido por
su discípulo Cordieri. La mesa de mármol situada en el centro de esta capilla es la misma en
que san Gregorio Magno daba diariamente de
comer y servia á doce pobres peregrinos: una
piadosa tradición embellece la historia de aquellas comidas y de esta mesa: un ángel bajó en
cierta ocasión á presidirla: desde entonces los
socorridos fueron trece.
Bis senos hic Gregorius pascebat egenos
Ángelus et decimus tertius occubuit.
La Escala Santa.
Dominiquino trazó en el muro de la derecha el martirio
de san Andrés, de que hay una gran copia al óleo en el
Museo Cristiano de Letran; Guido Reni pintó en el muro
de la izquierda el mismo san Andrés marchando al suplicio de la cruz. Casi todos los maestros del arte otorg-an
al primero la palma de la victoria; pero nadie puede
negar al seg-undo una expresión suave y piadosa, que
agrada y conmueve mucho más que los primores de la
composición y las bellezas del dibujo. Aníbal Carracci,
Sobre una parte de los restos del antiguo edificio que sirvió en el monte Celio para alojamiento de los albanos, no lejos de donde estuvo
el Templo de Claudio, se levanta la iglesia de
los santos Juan y Pablo, dos ilustres hermanos
que allí sufrieron el martirio en tiempo de Juliano el Apóstata. Esta iglesia fué construida
durante el siglo iv por san Pamaquio, monje.
Después de haber sido propiedad de diversas
órdenes religiosas, hoy dia, por concesión de
Clemente XIV, pertenece á los padres de la pasión ó pasionistas, humildes sacerdotes regulares que llevan al pecho, como noble y santa
insignia, la corona de espinas, y que á los
demás ejercicios de su ministerio unen el de la
predicación en los países extranjeros.
Dicha iglesia ostenta un pórtico antiguo, sostenido por seis columnas jónicas de granito
y dos de mármol de otro orden. Consta de tres
naves, divididas por 16 columnas de granito;
el pavimento es de cierta especie de mosaico,
compuesto de piedras escogidas, como el pórfido y la serpentina, y trabajado con exquisito
gusto y habilidad: una gran urna de pórfido,
debajo del altar mayor, guarda los restos de los
santos mártires.
Entrando en el jardín que hay cerca de esta
iglesia se ven los restos de un edificio hecho de
grandes trozos de travertino, que se cree ser
una parte del Vimrñm, esto es, del parque en
donde se encerraban las fieras destinadas á los
espectáculos del Coliseo; no obstante, su construcción imita mucho á las obras modernas.
Este edificio estaba formado de dos pisos; el
inferior está debajo tierra. Por estos arcos se
entra en una antigua cantera que por su altura
y por el efecto que produce la luz de las antorchas es muy pintoresca.
Los otros restos que se ven sobre la plaza que
hay delante de la iglesia, formaban probablemente parte del antiguo Macellum Magnnm,
esto es, del gran mercado de carne y de pescado que
habia en el cuartel del Celio. Una tradición vulgar ha
conservado el recuerdo de este sitio que llamaban la
Pescaría veccMa (la antigua pescadería).
A la derecha de la iglesia de los santos Pedro y Pablo
está la entrada de la qidnta Mattei, fundada en 1582 y
y en otro tiempo una de las más bellas de Roma (vilU
Cíelimontana), la cual contiene escasas antigüedades, si
bien su jardín es digno de ser visitado.
EL MUNDO ILUSTRADO.
Tomando por la calle cuya entrada está enfrente de la
iglesia, se llega al Arco de los cónsules Dolabella y Silano, erigido el año 10 de nuestra era. Nerón se sirvió de
este arco como de un pilar de apoyo para su acueducto,
cuyos restos se ven todavía á lo largo de esta calle marchando hacia Letran.
No lejos de este arco vese el pórtico de un hospital
derruido, que dependía de la pequeña iglesia de San
Tommaso in Formis, situada á sus espaldas. El interesante mosaico que hay encima de la puerta representa
al Salvador entre un esclavo cristiano y un negro,
alusión á la orden de la Trinidad fundada en 1198 para
el rescate de cautivos.
En la plaza de la Navicella está situada la iglesia de
Santa María in Dominica 6 Santa Maria della Namcélla,
denominación esta última que tomó de una barca ó
navecilla de mármol que León X mandó colocar delante
de ella. Fundada sobre la casa en que vivió santa Ciriaca, dama romana, y en donde san Lorenzo distribuía
á los pobres los tesoros de la Iglesia, se han encontrado
interesantes inscripciones, que fijan de una manera
indudable la topografía de aquellos alojamientos de
los soldados extranjeros, guardia escogida de los emperadores; flamencos, la de Augusto; germanos, la de
Calígula; íliríos, la de Galba; armenios, la de Constantino.
El interior de esta iglesia se compone de 18 soberbias
columnas de granito y 2 de pórfido. Julio Romano y
Perin del Vaga pintaron en claro-oscuro el ático de este
templo, que más tarde fué retocado, y Lázaro Baldi hizo
los cuadros de los altares. Los mosaicos se remontan al
siglo IX, pero fueron restaurados en tiempo de Olemente XI,
'.<
Enfrente de Santa María in Dominica se levanta la
'\Q\^?,\-& ^^ San Stefaw) Rotonda, la mayor iglesia circular
que existe en Roma: ciento treinta y tres píes tiene de
diámetro, es decir, treinta y tres más que el panteón
de Agripa. «¿Qué destino tuvo este santo recinto antes
de ser consagrado al culto cristiano? se pregunta el
señor Catalina én su libro Roma. Algunos Creen que era
el templo de Fauno; otros que el de Júpiter; otros que
el de Baco ó de Claudio; sala de baños lo ha imaginado
alguno por su parecido con las grandes rotondas de las
termas; y finalmente hay quien dice que era un mercado y un arsenaL Pero cuando se ve construido todo él
de columnas de diferentes órdenes de arquitectura y de
varios diámetros; cuando se nota la cruz sobre algunos
de sus capiteles; cuando se sabe por Anastasio, bibliotecario, que el papa san Simplicio dedicó esta iglesia
hacia el año 467, es preciso confesar que es un edificio
cristiano del siglo v, fundado con lasi ruinas de otros
edificios más antiguos.»
San Stefano Rotondo tenia un doble pórtico, pero hallándose casi arruinado, Nicolás V, que la restauró en
1452, mandó cerrar el intercolumnio del primer peristilo
y formar á la vez la pared de la circunferencia exterior
que se ve al presente. El interior se halla sostenido por '
cincuenta y ocho columnas de granito y seis de mármol
blanco, siendo la mayor parte de ellas jónicas y las restantes corintias. Los frescos que la decoran son obra de
Pomarancio y de Tempesta, y representan escenas del
martirio: desde el degüello de los Inocentes hasta la paz
de la Iglesia, aparecen en treinta y dos grandes cuadros,
más notables por su expresión que por su mérito, las
varias y horribles maneras de tormento que pudo escogitar la ferocidad de los hombres del Anfiteatro. Estas
pinturas han sido restauradas, excepto dos de ellas.
Hay en la región de I JS/btó, donde nos hallamos,
siguiendo la grande calle {Stradone) que conduce á San
483
Juan de Letran, un monumento cristiano de la más alta
importancia para la historia del arte y de la religión.
Nos referimos á la insigne basílica de San Clemente,
fundada sobre la que fué vivienda de aquel romano esclarecido, tercer sucesor de.san Pedro. El interés que esta
iglesia ofreció en todos tiempos por sus reliquias y su
antigüedad, se ha acrecentado por el feliz descubrimiento de la basílica primitiva, mencionada más de una
vez por san Jerónimo. Son, pues, dos templos ios que
hay en el recinto de la primitiva casa de san Clemente:
la basílica superior que, destruida en las guerras del
siglo XI fué reedificada en el siguiente por Pascual II, y
reparada y embellecida después en los siglos xv, xvi y
XVII, con mosaicos excelentes y frescos de Masaccio que
avaloran la capilla de la Pasión; y el subterráneo, que
nos ofrece la basílica primitiva, con tres naves y pinturas interesantísimas, y una inscripción que se remonta
á los tiempos del emperador Adriano.
En la nave central se ve un ambón de mármol con el
monograma de Juan VII, el cual indudablemente fué
sacado de la antigua basílica y colocado en la iglesia
actual. Este ambón constituía el coro en las iglesias primitivas, y era el lugar en donde se colocaban los subdiáconos, los clérigos menores y los cantores. A los dos
lados de este coro se elevan dos tribunas ó pulpitos
pequeños, construidos de varios mármoles: en el de la
izquierda, que es el más alto, leía el diácono el Evangelio, proclamaba los edictos pontificales, denunciaba á
los excomulgados, etc., y en el otro leia el subdiácono
la epístola. Al lado de este último pulpito se encuentra
el facistol que servia á los lectores para leer al pueblo
ifes profecías y lecciones sagradas, y á los cantores para
cantar el gradual. Por último, cerca del pulpito de la
izquierda hay una pequeña columna en espiral, adornada de mosaicos, la cual estaba destinada para sostener
el ciipío pascual,. Sigue elSanctuárium, que al principio
estaba separado totalmente del resto del templo, como
se acostumbra todavía en la Iglesia oriental. Allí se
encuentra el altar de la confesión, que según el uso
antiguo estaba vuelto hacia el lado de Oriente. También
se ve un tabernáculo sostenido por cuatro columnas de
mármol violado, sobre las cuales se conservan todavía
los hierros y anillas de las cortinas que le cubrían primitivamente. Debajo del citado altar se hallan depositados los restos del pontífice san Clemente y de san Ignacio
mártir, obispo de Antioquía: también se conserva en
esta iglesia el cuerpo de san Sérvulo, el amigo querido
de los pobres.
La iglesia de San, Clemente está servida por padres
dominicos irlandeses, á quienes Urbano VIII la confió
algunos años después de la supresión de los monjes de
San. AmloTosio adnemus, que anteriormente la poseían.
Estos dominicos tienen un convento anejo, y á su sabio
y celoso prior, el Rev. P. José Mullooly, se debe el descubrimiento de la primitiva basílica que hay debajo de
la iglesia actual.
Otra iglesia existe en la parte que se llamó el Celiolo,
sobre las ruinas de un templo de Diana, no lejos de la
basílica Lateranense: su antigüedad llega, según algunos, al siglo IV, á la época del papa Melquíades: desr
truida en las invasiones del siglo xi, tan funestas para
los edificios de Roma, la reedificó un cardenal español,
Alfonso Carrillo, uno de los más doctos varones de la
corte pontificia de Martino V. Esta iglesia lleva el
nombre de I Santi Q,uatro Incoronati, y está consagrada
á los cuatro mártires san Severo, Severiano, Carpóforoy
Vitorino, cuyos cuerpos colocó allí el papa León IV. En
el palacio contiguo residieron los cardenales titular^
de esta iglesia. De allí fueron llamados, para subir á 1^
^84
EL MUNDO ILUSTRADO.
Silla de San Pedro, León IV y Esteban VL El título de
los Cuatro Coronados llevaba aquel cardenal don Enrique,
que fué rey de Portug-al á fines del siglo xvi, depues del
desastre de don Sebastian. También se veneran en este
templo cuatro escultores, que sufrieron el martirio por
haberse negado á fabricar ídolos: de ahí que los picapedreros (scarpelUni) tengan en la iglesia que nos ocupa
una capilla. El interior consta de tres naves con gale-
rías, y en el ábside vense frescos barrocos debidos á
Giovanni da San Giovanni. En el inmediato convento
hay recogidos algunos huérfanos.
Tomando la calle que hay enfrente de esta iglesia se
llega, klst, plaza de San Man de Zetran, en medio de la
cual se levanta un obelisco de granito rojo, erigido por
el rey Thutmosis III delante del templo del Sol en Tébas,
en el Alto Egipto, y que el emperador Constante hizo
PALESTINA. —El monte Gelboé desde Soule
trasladar al Circo Máximo en 357. Cuando se arruinó
este circo el obelisco quedó sepultado entre los escombros, hasta que Sixto V lo mandó sacar de allí: se encontró hecho tres pedazos, pero el citado pontificólo
hizo restaurar y colocar en esta plaza, bajo la dirección
de Domingo Fontana. Este obelisco mide 32 metros de
altura ó 47 con el pedestal, mientras que el de la plaza
de la Concordia de Paris sólo tiene 27^83. Hase calculado
que pesa más de 440,000 kilogramos.
A la derecha de esta plaza está situado un vasto hospital para mujeres, que puede contener 600 pacientes,
anejo á la clínica de partos de la Sapienza, y también se
alzan en ella la basílica y el palacion de Letran.
La lasilica de San Man de Letran, la primera y el
principal templo de Roma (I) y de todo el orbe católico,
por lo cual se la llama, como se ha dicho, Ecdesia UrUs
etOo-Ms, MateretCaput Ecclesianm, por el lujo y primores con que fué adornada en sus orígenes recibió
de los sencillos cristianos de las catacumbas el nombre
de Basílica Áurea. En su sagrado recinto siempre
abierto, de dia y de noche, hallaban asilo y socorro
los criminales arrepentidos que se escapaban de las
cadenas ó del calabozo, para constituirse en cautivos
voluntarios de la penitencia y de la caridad.
¡1) Al decir que esta basílica es la primera y principal, no debe entenderse que sea la iglesia más grande de Roma, sino la primera en dignidad.
EL MUNDO ILUSTRADO.
V Basílica Constantiniana y del Salvador hasta el pontificado de Lucio II, basílica de San Juan de Letran
desde que aquel Sumo Pontífice (año 1144) estableció en
ella el culto particular de los santos Juan Bautista y
Evangelista, creció siempre en mag-nificencia esta insig-ne catedral del papa, hasta principios del sig-lo xiv,
en que un incendio voraz la destruyó. El papa Clemente V, que residía entonces en Aviñon, envió una g-ran
suma para que fuese reedificada. Lueg"o fué adornada
por Urbano V, Alejandro VI y Pío IV, que mandó hacer
el precioso techo de la nave principal de la fachada la-
485
teral, colocando en ella dos campanarios. Sixto Vanadio
á dicha fachada un doble pórtico, seg-un los diseños de
Fontana. En este pórtico, pintado en arabescos por Salimbene, hay colocada una estatua de bronce de Enrique IV, rey de Francia, obra de Nicolás Cordieri, de
Lorena, la que fué erig-ida por el cabildo al Bearnés por
haber sido éste uno de los bienhechores de la basílica.
Clemente VIII renovó toda la nave del crucero, seg-un
los diseños de Santiago de la Porta; Inocencio X hizo
reedificar las otras cinco naves, encomendando la obra
á Borromini, y por último, Clemente XII terminó la
,.!
PALESTINA. — El castillo de Jezrael.
restauración de este magnífico templo encomendando á
Alejandro Galilei la fábrica de la fachada principal, que
es de travertino y ostenta cuatro gruesas columnas y seis
pilastras de orden compuesto que sostienen un cornisamento y un frontis, cuyo cornisamento está coronado de
una balaustrada en la que hay colocadas once colosales
estatuas de varios santos: la de en medio es la del Salvador. Cinco puertas conducen á un magnífico vestíbulo,
decorado con 24 pilastras de mármol, de orden compuesto:
en el fondo descuella la estatua colosal de Constantino el
Grande, hallada en sus termas. Cinco puertas dan también
ingreso á la basílica; la central, que es de bronce, estaba
en la iglesia de San Andrés en el Foro Romano, pero
Alejandro VII la mandó trasladar aquí: se cree que en
un principio perteneció á la basílica Emiliana. La últi-
ma puerta de la derecha, que sólo se abre en el año del
gran jubileo, es la llamada Puerta Santa.
El aspecto interior de la basílica no se parece al de
nuestras catedrales góticas, ni reviste (excepto la parte
del coro) el carácter severo de los primitivos templos
cristianos. Las cinco naves que forman el cuerpo de la
iglesia están divididas por cuatro hileras de pilastras,
debidas á Borromini. Este arquitecto cercó las antiguas
columnas de granito que separaban la nave de en medio
de las de los lados, con doce pilares, y formó cinco arcadas á cada parte, correspondientes á otras tantas capillas. Cada uno de estos gruesos pilares está decorado,
por la parte que da á la nave del centro, de dos pilastras
acanaladas, de orden compuesto, que sostienen un cornisamento alrededor de toda la iglesia. Entre estas pi-
486
EL MUNDO ILUSTEADO.
lastras y en la parte interior, hay doce nichos, cada uno
adornado de dos columnas de verde antiguo, los cuales
contienen las estatuas colosales en mármol de los doce
apóstoles, obras de los más hábiles escultores de aquella
época. También se ven en los referidos nichos otros
tantos bajo-relieves de estuco, hechos por Antonio
Raggi y Angelo de Eossi, según los diseños de Algardi:
los de la derecha representan varios pasajes del Nuevo
Testamento, y los de la izquierda del Antiguo. Sobre
estos bajo-relieves hay doce cuadros de figura ovalada,
que representan los principales profetas llamados mayores, obras de artistas que florecieron en la primera
mitad del siglo xviii. El diseño del precioso techo de
esta nave es atribuido á Buonarroti.
La capilla Corsini, la primera entrando á la izquierda, es una de las más ricas y magníficas de Roma.
«Parece difícil acumular en tan pequeño espacio tantas
riquezas marmóreas, dice don Severo Catalina. Las paredes, el techo, el pavimento, todo está revestido de las
piedras más bellas y estimadas: el orden corintio más
lujoso prevalece en su arquitectura y en sus adornos,
obra todo de Galilei. La familia florentina Corsini, y en
su representación el pontífice Clemente XII, que á ella
pertenecía, quiso erigir á su ilustre antepasado, san
Andrés Corsini, un monumento digno y perdurable. La
capilla tiene la forma rigorosa de cruz griega; entre
dos bellísimas columnas de verde antiguo aparece el
retrato en mosaico de san Andrés (copia del de Guido
Reni que está en la galería Barberini), sirviendo al altar
de magnífico offnámento dos estatuas de mármol, que
representan la Inocencia y la Penitencia, esculpidas por
Puicelloti. Allí se ve la tumba de Clemente XII: la urna
de pórfido en que reposan los cenizas del papa perteneció sin duda á las termas dé Agripa. El simulacro del
pontífice arrodillado; el de enfrente del cardenal Neri
Corsini, tio de Clemente XII; las grandiosas estatuas de
la Caridad y de las cuatro Virtudes Cardinales, más
ricas que bellas, más notables por el trabajo escultural
que por el esplritualismo religioso que las anima; los
bajo-relieves, que recuerdan sucesos de la vida gloriosa
de san Andrés; la variedad y esplendor de los mármoles,
que desde el pavimento á ia cúpula llenan aquel recinto, dan, como queda dicho, á la capilla Corsini el carácter y la importancia de uno de los más hermosos gabinetes artísticos que puedan visitarse en Roma. Debajo
de la capilla, y comunicando con una cómoda escalera,
que parte del lado del Evangelio, está el panteón de la
familia Corsini: es una estancia redonda, subterránea,
en cuyo derredor hay una serie de sarcófagos de mármol,
que la mano helada de la muerte vá encargándose de
cerrar. En el centro se ve un altar, y sobre el altar
llama poderosamente la atención una obra maestra de
escultura: la Virgen María, con Jesús crucificado en los
brazos, admirable grupo de La Piedad, que no debe temer
la comparación con aquel otro de Miguel Ángel que está
en la primera capilla del Vaticano, á la derecha. El insigne anticuario Nibby da como autor de este hermosísimo grupo del panteón Corsini al escultor Antonio
Montan ti; los críticos y arqueólogos posteriores lo atribuyen á Berníni, el artista fecundo que en la plaza
del Vaticano, y en el puente de San Angelo, y en la
fuente de Plaza Navona, y en todas las regiones de la
ciudad de las Siete Colinas dejó espléndidos testimonios
de su genio.»
La capilla Torlonia, mucho más moderna (fué acabada en 1850), es también notable por la riqueza dé los
mármoles que la decoran. Sobre el altar hay un magnífico>slto-'relieve de mármol blanco que representa el
Descendimiento de la Cruz, esculpido por Tenerani. La
reja que cierra la entrada de esta capilla es toda de
bronce y fué trabajada por Luswergh.
Pasando desde la nave principal por debajo de un
arco sostenido por dos preciosas columnas de granito
rojo oriental, de 34 pies de altura, se entra en la nave
transversal. En el centro de esta nave se eleva el altar
papal, colocado debajo de un tabernáculo de estilo gótico sostenido por cuatro columnas, tres de granito y una
de mármol gris. Este altar de mármol sirve para proteger otro muy modesto, de madera, pero que tiene un
altísimo origen: es el altar mismo en que Pedro celebraba el misterio augusto instituido por su divino
Maestro: el altar á cuyos pies se postró la primera
generación de la gran familia cristiana. ¡Admirable
coincidencia! La basílica Lateranense, que posee entre
sus venerandas reliquias la tabla de la Santa Cena,
tiene en su altar mayor la tabla del altar de San Pedro.
Encima, sostenido por cuatro columnas de mármol
egipcio, con capiteles corintios de bronce dorado, hay
un suntuoso tabernáculo, restaurado recientemente, que
guarda las cabezas de san Pedro y san Pablo, Los bustos
de plata y oro, en, que se encierran, fueron ofrenda, á
principios de este siglo, de una ilustre dama española,
la duquesa de Villahermosa, que también dejó muestras
de su devoción y munificencia en el relicario de la basílica de Santa Cruz.
Dos monumentos muy respetables, uno de la pintura
y otro de la escultura, guarda la basílica que estamos
describiendo: es el primero un cuadro al fresco de Giotto,
que representa á Bonifacio VIII entre dos cardenales,
publicando el jubileo del año santo 1300; el segundo es
el sepulcro del papa Martino V (Colonna), debajo del
altar papal, en la capilla que se llama la Confesión de
San Juan Evangelista, que fué renovada por Pío IX:
consiste en una grandiosa urna de mármol blanco con
cubierta de bronce, en la cual está esculpida la efigie
entera del gran Martino, obra muy buena del escultor
florentino Simone, hermano de Donatello.
En las naves menores de San Juan de Letran hay una
multitud de depósitos funerarios, y una colección de
inscripciones, que bien merecen ser recorridos y estudiados por los amantes de la arqueología y de la historia.
Desde el sepulcro erigido por Sergio IV, al comenzar el
siglo XI, á la memoria de Silvestre II, que murió en 1003,
y el del mismo Sergio IV, que murió en 1013, pasando
por el de Alejandro III, que dejó su nombre unido al de
un insigne concilio de Letran, hasta las modestas urnas
sepulcrales que cubren, puede decirse, el pórtico Leoniano (la nave gira detrás del ábside), allí están los
restos mortales de los purpurados que fueron arciprestes de la basílica, los de insignes canónigos y bienhechores de la misma, los de artistas que alcanzaron
alto renombre, como Andrés Sacchi, D'Arpino, Galilei,
Teobaldo y muchos otros.
En el fondo del crucero se nota el magnífico altar del
Santísimo Sacramento, hecho según los diseños de
Pedro Pablo Olivieri, el cual ostenta un tabernáculo
adornado de piedras preciosas, colocado en medio de
cuatro bellas columnas de verde antiguo.
Las dos columnas de amarillo antiguo que sostienen
el órgano, colocado sobre la puerta lateral de la iglesia,
tienen 27 pies de altura, son acanaladas, y las más pre, ciosas entre todas las conocidas.
Cinco concilios importantes han sido celebrados en la
basílica Lateranense: en 1123, 1139,1179,1215 y 1512.
En un claustro del siglo xni anejo á esta iglesia, se
ven algunos monumentos de la Edad Media.
Saliendo de San Juan de Letran por el pórtico de
Sixto V, se llega, á los muy pocos pasos, al Bautisterio
EL MUNDO ILUSTRADO.
487
de Constantino, á la preciosa capilla octógona, llamada en aquella fuente para renacer á la vida del espíritu,
también San Giovanni in Fonte, donde seg'un la tradición para entrar en los caminos de la civilización.»
El oratorio de la derecha, ó sea el de San Juan BauConstantino el Grande fué bautizado en 324 por el papa
san Silvestre, si bien en realidad este emperador no tista, contiene la estatua en bronce del santo, obra de
recibió las aguas del bautismo hasta el año 337, poco L. Veladier, entre dos rarísimas columnas de serpentina;
antes de su muerte. Sixto III pasa por ser el verdadero las puertas de este oratorio, también de bronce, regalo
fundador de la capilla. Durante mucho tiempo no existió de san Hilario, dícese que hablan figurado en las termas
en Roma otro bautisterio que el de Constantino; el papa de Caracalla. A mano izquierda está situado el oratorio
san Hilario añadióle los oratorios de San Juan Evange- de San Juan Evangelista, con puertas de bronce del
lista y de San Juan Bautista y Juan II el oratorio de San año 1196 y preciosos mosaicos, flores y aves, sobre fondo
Venancio. León X, Paulo III y Pió IV" aseguraron la de oro. Es notable la estatua de metal que está en el
parte alta y la cubrieron de plomo, y. sus sucesores lo retablo, entre dos preciosas columnas de alabastro
embellecieron bajo todos conceptos. Ocho columnas de oriental.
pórfido, cuatro con capiteles corintios, las otras cuatro
Interesantes son también el oratorio de Santa Rufina
con capiteles jónicos, sostienen un frontón sobre el cual y Santa Segunda, bajo cuyo altar se guardan los despose elevan otras ocho columnas de mármol blanco de jos mortales de aquellas santas; y el de San Venancio,
menores dimensiones, formando los puntos de apoyo de rico en reliquias de mártires, con un notable mosaico
la cúpula: en el centro está la fuente bautismal, especie del siglo vil.
de vaso de basalto verde, de forma oval, de cincopiés
El Palacio de Letran, junto á la basílica de su nombre,
de longitud, con una magnífica cubierta llena de bajo- al que por la ley de garantía del 13 de mayo de I87I fué
relieves y de preciosos adornos de metal dorado.
concedido, al igual del Vaticano y del castillo de CastelDel lujo con que Constantino exornó este santo lugar Gandolfo, el privilegio de exterritorialidad, fué resinos ofrece una idea muy ex:actai el erudito bibliotecario dencia de los papas en el tiempo qué media desde
Anastasio, en la Vida de San Sihestre: láminas de plata, Constantino hasta la trasíacion de la silla pontificia
nos dice, en peso de 3,800 libras, cubrían iüterior y ex- á Aviñon. El antiguo palacio era mucho más extenteriormente la urna; del centro se elevaban dos colum- so que el actual, y comprendía la capilla Sanctanas de pórfido, sobre las cualélá había dos lámparas de sanctórum. Arruinado por un incendio en 1308, no
oro, que pesaban 52 libras y que se alimentaban en las volvió á renacer de sus cenizas, digámoslo así, hasta el
grandes fiestas con bálsamos olorosos de gran precio: pontificado de Sixto V, quien encargó los diseños á
un cordero de plata, de peso de 30 libras, arrojaba el Domingo Fontana: el palacio que nos oqupá tuvo vario
agua al fondo, desde el borde de la fuente: á su derecha destino en los siglos xvii y xviii, hasta qué en el actual
había una gran estatua de plata del Salvador; á su dispuso el papa Gregorio XVI que se col¿6krkti en él
izquierda otra estatua, también de plata, de san Juan los objetos de arte que en el Vaticano ya ijó cabían,
Bautista: siete feíervos del mismo metal, de 80 libras de creando a-^^í un nuev9 museo, que sé líamó'í^e^oriano.
peso cada uno, símbolos del alma sedienta de la gracia, Pío IX engrandeció este depósito arqueóíógicb, establearrojaban otros tantos raudales de agua, coronando con ciendo una riquisima sección de antigüedades cristialas otras figuras todo el cerco de aquella hermosa pila: nas que ha tomado el nombre.de íyl'us'éo Cristiano, de
un incensario de oro, de 10 libras, cuajado de piedras suerte que hoy el Museo de Letran pstá dividido en tres
preciosas, dejaba escapar en blancas columnas de partes, á saber: el museo pro/añp,áituaáo en la planta
humo los más delicados perfumes de Uriente, que por : baja; el museo cristiano, y la galeria, de pinturas, que
primera vez se dilataban en un éSpácio diáfflEQoypuro, ocupap el piso superior.
no infestado por las émanácioíies dé la pajgánica senEn las salas del Museo profano hay multitud de
sualidad.
objetos preciosos de escultura qué sé remontan agrande
«No preguntemos hoy, añade el señor Catalina, porel antigüedad, revistiendo algunos los caracteres de la
oro y por la plata qué lá piedad de Constantino llevó á escuela clásica griega. Posee el palacio de Letran los
sus basílicas y á su bautisterio: los bárbaros han pasado mejores mosaicos qué de la Roma pagana han llegado
más de una vez por todas partes; pero contra las inva- hasta nosotros; bajo-relieves de gran mérito, muchos
siones y loa estragos de las turbas y de los tiempos, ha de los cuales provienen de las decoraciones del Foro de
prevalecido el perseverante celo de los papas, que mira- Trajano y representan escenas de la vida ó de la mitoraron siempre él Bautisterio de Constantino como un logía romana. La estatua de Antinoo, encontrada en
verdadero relicario histórico y artístico.
Ostia, forma el principal ornamento de la tercera sala.
»Las paredes que forman su nave única, están pinta- Hállanse en la cuarta sala, entre dos curiosos monudas al fresco por artistas de la escuela romana. Mannoni, mentos, un bajo-relieve qué representa á Medea y las
Maratta, Lamassei y Gemignani, todos del siglo xvii, hijas de Peleo, excelente ói)ra del arte griego; una estareprodujeron allí con el pincel la batalla y victoria tua die, Marte y una feliz reproducción del Sátiro dessobre Majencio, la aparición de la Cruz, y otros asuntos cansando, de Praxitelen; más adelante, pasado el corre%ue se relacionan con la paz de la Iglesia, debida al dor, se ve la magnífica urna cineraria, con bajo-relieve,
augusto neófito, sucesor de los Césares, al fundador del que figura una pelea de gallos: allí está el precioso
reposo: fundatori quietis, como se lee en el Arco de ciervo en basalto, y la vaca en mármol blanco, copia
acaso, ó imitación por lo menos, de la tan celebrada de
Constantino.
«Cuando en la mañana del Sábado Santo asiste el pe- Mitón. Llámase de los Césares lá, sala que sigue, porque
regrino en aquel recinto, cubierto de flores y bañado en ella se ven ocho regulares estatuas de la familia
por la tibia luz de la primavera, al acto solemne y imperial, seis de hombre, que representan Británico,
tiertió de administrar el bautismo á los adultos conver- César, Tiberio, Claudio, Druso y Germánico? y dos de
tidos á la religión católica, la imaginación traspasa mujer, Agripina y Livia. En la siguiente sala se guarda
rápidamente las fronteras de la historia-y las murallas la estatua de Sófocles, obra maestra de los buenos
de los siglos, y se recrea en la contemplación de aquel tiempos del cincel griego, descubierta en Terracina
dia, en que no ya una cabeza, sino un imperio, no ya en 1838. A la escuela griega también, quizá á un celeun imperio limitado, sino el imperio del orbe, se lavaba brado grupo de Mirón, pertenece la linda copia de uja
4m
EL 'MUNDO ILUSTRADO.
Sátiro que danza, hallada hace algunos años cerca de
Santa Lucía in Selce (reg-ion de / Monli) y puesta en la
misma sala del Sófocles. En la sala octava son de notar
la hermosa y rara estatua de Nephmo, descubierta en
Porto, y un bajo-relieve de muy delicada labor, que
figura un poela con máscara y una Miisa. Numerosos é
importantes fragmentos de arquitectura y escultura,
procedentes de las excavaciones del Foro y de la Vía
Apia, y extraídos de los sepulcros de los Haterii, descubiertos en 1848 eu la Via Labicana, cerca de Centum-
i'ALESTlNA..—Loü collados de Samaría, de=de Sonlem.
celias, llenan las estancias inmediatas. Una estatua notable de Mana de Efeso, y varios sarcófagos con
bajo-relieves, que contienen asuntos de las leyendas
griegas, como la historia de Oresies y la muerte de las
Nióbedes, la estatua de un prisionero bárbaro, interesante
por el doble concepto de su mérito, y porque, no estando
terminada, ofrece las señales claras de los puntos de
proporción fijados de antemano por el artista, como han
hecho siempre y hacen todavía los escultores; una esta-
tua de Át/iis tendido, hallada en Ostia en 1869, y curiosa
por las señales de dorado que ofrecen la cabellera y la
media luna; y otros objetos preciosos en vidrio, barro y
marfil, señaladamente el mosaico de Silvano con su
perro, completan la colección profana del Museo en que
nos ocupamos.
El Museo Cristiano, fundado, como hemos dicho, por
Pío IX y organizado por los sabios anticuarios P.Marchi,
jesuíta, y caballero de Rossi, es muy notable. Desde el
vS;•^
EL MUNDO ILÜSTMDO.
ingreso en la primera sala y en la escalera que conduce
á los cuerpos superiores del edificio, se ven ya restos
preciosos de escultura cristiana que alcanzan al sig-lo v
y aun al IV de nuestra era: admirables sarcófagos, en
cuyos bajo-relieves las escenas del Antiguo y del Nuevo
Testamento han reemplazado á los cantos de la Iliada y
á las invenciones de las falsas teogonias: citaremos
como los más interesantes el Buen Pastor, la Resurrección de Lázaro, la Multiplicación de los panes, la Percusión de Moisés en la roca, la Incolumidad de Daniel
entre los leones, etc. En el fondo de la sala hay una
489
estatua sentada de san Hipólito, que estuvo en las
catacumbas de San Lorenzo Extramuros, y cuya antigüedad le da gran valor para la historia del arte. En la
silla de piedra aparece grabada una inscripción griega
muy interesante: un calendario ó ciclo pascual, que en
el año 223 compuso el santo obispo de Porto para combatir la herejía de ciertos novadores que querian fijar
la Pascua cristiana en los dias mismos que la Pascua
judía.
La magnífica colección de inscripciones está clasificada en este orden: I á III, elegías y noticias relativas
[PALESTINA.)—Caverna de Ain-Endour, la antigua En-Dor.
á diferentes mártires en tiempo de san Dámaso (366-384);
IV á VII, inscripciones con fecha cierta, que comprenden desde el año 238 á 557; VIII y IX, inscripciones
para el dogma; X, papas, presbíteros y diáconos; XI
y XII, otros personajes distinguidos; XIII, á la memoria
de parientes, amigos, etc.; XIV á XVI, símbolos y emblemas; XVII y siguientes, epitafios sueltos sacados de
diferentes cementerios.
Como complemento de estas memorias interesantes
de las remotas edades del cristianismo, pueden verse en
las cámaras contiguas las copias exactas y auténticas de
las pinturas más notables halladas junto á los sepulcros
de los cristianos en las catacumbas de San Calixto,
Santos Nereo y Aquileo, San Sebastian y algunas otras:
allí se conservan también los frescos que adornaron la
antigua iglesia de Santa Inés sobre la Vía Nomentana.
T. VII. (PRIMERA SERIE).—T. III. (SEGUNDA SERIE).—62.
Los más notables cuadros de la galería ^de pinturas
que encierra el palacio Lateranense, son los siguientes:
Santo Tomás reciUendo el cordón de manos de la Virgen,
debido á Beaozzo Gozzoli; una Madonna con San Juan
BatUista y san Jerónimo, por Marcos Palmezzano; un
retrato, atribuido á Van Dyck; un San Jerónimo pintado
por G-iovanni Santi, padre de Rafael, y una gran copia
al óleo del fresco del Dominiquino [martirio de San
Andrés), cuyo original se conserva en la inmediata
iglesia de San Gregorio.
Del palacio Patriarchio Lateranense, presa de las llamas
en el siglo xiv, sólo se hablan salvado la capilla dedicada
á San Lorenzo y una parte del Triclinium (1) famoso,
(1) Mesa de comedor entre loá antiguos romanos. Tenia tres escaños ó
bancos alrededor, uno á la cabecera y dos á los lados, en cada uno de loa
cuales cabian sentadas ó recostadas tres personas.
490
EL MUNDO ILUSTRADO.
construido por el papa san León III áfinesdel siglo viii:
los restos del TrieUnium, lugar donde los pontífices
EL SECRETO DE J O S É ,
solian recibir á los peregrinos ilustres, y la antigua
capilla, riquísima en reliquias, donde un tiempo estuvieron las cabezas de san Pedro y San Pablo, existen
LUCIANO
BIART.
todavía á la extremidad de la plaza de Letran. Allí está
el devoto santuario que los fieles de Roma y los de todo
el orbe cristiano miran quizás con más tierna venera(CONTINUACIÓN).
ración: la Escala Santa.
Sixto V mandó edificar delante de la primitiva capilla
CAPÍTULO XIX.
un pórtico con cinco entradas, colocando la Escala
pide la palabra. — José convertido en abogado.—
Santa enfrente de la de en medio. Esta escalera está Explicaciones.—Istac
Huida de Pablo.—El señor Pinson vuelve á recobrar la esperanza.
compuesta de 28 gradas de mármol, y perteneció al palacio de Pilatos, habiendo traído de Oriente tan preciosa
Reinó el mayor silencio. El cacique, dirigiéndose á
reliquia santa Elena. Llámase Santa, porqué fué santi- Luis, le dijo:
ficada con las plantas y la sangre de Jesucristo, que la —Hijo mió, eres acusado de un asesinato horrible;
subió y bajó varias veces durante su Pasión; y hé aquí para mí, á lo menos hasta tanto que se me pruebe lo
porque los fieles la tienen en gran veneración. Se sube contrario, tú eres inocente. Así pues, puedes responder
por ella de rodillas (1), y se baja por una de las cuatro con toda libertad á tu acusador, el cual tiene la palabra.
escaleras laterales. Es tan grande el concurso de los
—Jueces, dijo inmediatamente Pablo con energía, yo
fieles que vá á cumplir esta obra de devoción, que en el acuso á Luis Avila, aquí presente, de haber dado muerte
trascurso del tiempo llegaron á gastarse de tal modo á traición á mi pobre tío, don Ambrosio de Lerdo. Ya he
las gradas que Clemente XII creyó del caso mandarlas dicho, y vuelvo á repetirlo, que mi tio no tenia enemicubrir con gruesas tablas de nogal que con frecuencia gos en todo el valle; sólo un hombre estaba interesado
es preciso reponer.
en su muerte, Luis Avila, deudor de una cantidad que
En la capilla que hay al extremo de esta escalera se no podía devolverle.
ve una antiquísima imagen del Salvador, de cinco pies
—En efecto, hace algunos meses, contestó tranquilade altura, tenida en gran devoción. San León III colocó mente Luis, don A.mbrosio me exigió una deuda condebajo del altar una gran caja de ciprés, y otras tres traída por mi padre, invitándome sí no podia pagarle
más pequeñas llenas de reliquias, con eéta inscripción: á pederle una parte de riiifiíiciettda; pero José me proSancta Sanctorum, cuyo nombre tomó la capilla. JPjo IX puso arreglar el asunto, y así ló hizo.
quiso que la custodia d©: este .sa;íituario fuepe cbnfi^dis^V !(!r-^^I)e; qué manera? preguntó Páblb: ' '
á los religiosos, clérigos regulares descalzos'de Nuefifo.
—í-Pagándo, contestó el cazador.
Señor, llamados comunmente: Pasiomstas,á cuyo efecto ,: ;-rT¡ÉsMsÓ! exclamó el jóveá j¿5[ueró, cuyos ojillos
mandó levantar al lado un pequeño convento que les echaban chispas: la contabilidad idfé'iyí Halconera está
sirviese de morada, el que fué terminado en i854. Dicho á mi cargo, y puedo juratí^üe ésto es una mentira
pontífice no sólo restauró todo el edificio, sino que en infame.
'
:
1857 decoró el vestíbulo con dos grupos efe mármol,
—No se apresure usMtailió, don Pablo; hé aquí la
obras del hábil cincel de Ignacio Jacometti: el uno re-' prueba de mi aserto.
f
* :
presenta el Beso del traidor Judas, y el otro al Salvador
Y sacando José dé su cartera un fapel cuidadosapresentado al pueblq por Pilatos después de la flagela- mente d,obIaao, lo entregó al cac^ique, quien le leyó en
ción.
voz altai^^ Era un.recibo en reglad^ Í o | treinta mil pesos
Al salir de este santuario, y volviendo á la izquierda, debidos por el pftdre de Luis, camtidád qué cobró don
se ve una gran tribuna que Benedicto XIV mandó erigir Ambrosio la víspera de su, partida,jpara Santuario,
exprofeso para colocar los mosaicos con que el papa san
Oyóse un prolongado murmullo ,* los indios hicieron
León III habia hecho adornar el TrieUnium Iikieranenée, sus comentarios en voz baja, Ya no cabía duda de que
por lo que se le llama TrieUnium £eonianum. Esté monu- José era rico, pues confesaba haber prestado á Luis
mento fué restaurado bajo la dirección de Camuccini y Avila 1». cantidad de treinta mil pesos. El cacique lede Valadier.
vantó »a bastón con empuñadura de, oro, para imponer
Casi enfrente sp encuentra l& Puerta de San Juan, que silencioi
Gregorio XIII mandó, levantaren el puesto de la antigua
—Este documento prueba, dijo el anciano, que, en
puerta jiíiííam, hoy tapiada.
•,, ^ - ¡
Contía de lo que áfirina don Pablo, ningún interés podia
La quinta Massimo tiene su entrada por la plaza de tener Luis Avila en que muriese don Ambrosio.
Letran: los jardines nada ofrecen de notable; pero es . El vaquero se turbó y frunció el ceñó..'.
digno de verse el casino^ que el príncipe Camilo Massi- —Media hora antes de .cometerse elcríinen, dijo, Luis
mo hizo adornar con frescos que representan asuntos de Avila sé cruzó con pOsotros^ de lo cual pueden dar fe
las obras de Dante, Ariostoy.Tíissoy que fueron ¡ejecu- Pochoti, Antonio y los dos criados queime acompañaban.
tados por artistas alemanes.
—Yo mismo lo certifico, profirió Luis con su calma
La quinta Volkonsky., situado cerca de la. Escala Santa, habitual; efectivaaente,,anoche, al volver de Tlacotaltiene un lindo jardín por el cual pasa el Agua Claudia. pam, encontré á don Ambrosio y ¿su éscoltáno lejos de
En esta quinta se han descubierto algunas tumbas ro- la encrucijada del Cedro. Don Ambrosia me invitó para
qu« le acompañase hasta la Halconera, y ojalá le iiu_
manas del tiempo de los primeros emperadores.
>
biese complacido, pues en este caso tal vez sé evitara el
Traducido y adiciónaiic) por
crimen que todos lamentamos.
{Continuará).
M A S U N O BLANCH.
Pablo objetó.:
—¿Y no es singular que Luis Avila no haya aceptado
la invitación dé mi tío, siendo así que nos hallábamos
(1) También hay la piadosa costumbre de rezar un Padre Nuestro en
**dá.¿rada que se vá subiendo, y tres en cada una de las dos en las que se en el ünico sendero ^ue-pone en comunicación la Hal¿ i c é é i S s ^ Ugúnás goias de sangre dél Salvador, las cuáles están cubierGonepa y el Potrero co'n el Papaloapam? ^ :
tas con u]i-(^u«so cristal qublosfleles suelen besar.
EL MUNDO ILUSTRADO.
—Mis asuntos me llamaban al rancho del Águila,
contestó Luis. Cuando se cometió el crimen yo estaba
conferenciando con el dueño de ese rancho, lo cual
puede comprobarse fácilmente.
—Con el oro todo se alcanza, replicó el vaquero: lo
que yo puedo asegurar es que al despedirse Luis Avila
de mi tio, fuimos seguidos por alguien, y que al llegar
á, la encrucijada del Cedro resonó una detonación, cayendo herido de muerte don Ambrosio. En el acto descabalgué; un nuevo tiro me habia herido en el brazo.
Luego vi...
Pablo parecia presa de una grande ¡exaltación; cesó de
hablar y enjugóse el copioso sudor que bañaba su
frente.
—Prosigue, pues, le dijo el cacique, ¿qué viste?
—A Luis Avila y á Ametl que huían, á los cuales reconocí muy bien en el porte, á pésa? de llevar velado el
rostro con una especie de máscara.
La muchedumbre empezó ¿murmurar, pues al oir la
acusación lanzada por Pabló ^ todo el mundo recordó el
rescate de Ametl.
'
El señor Pinson tenia apoyada una de sus manos en
el hombro de Istac, el cual al oir acusar á su padre se
estremeció de pies á cabeza, é hizo un movimiento como
si quisiese avanzar.
—¡Quieto, hijo mio; quieto! todavía no ha llegado el
momento de hablafi Pero, ¿en qué está pensando José?
¿Cómo es quepeíihite qué ése tunante profiera calumnia
sobré cialümnia?
El éazaídor acababa de colocarse al lado de los ancianos, de cara al acusador.
—Don Pabló se engaña, dijo con la gravedad que le
era peculiar; no pudo ver en la encrucijada del Cedro á
Luis Avila, pues á la sazón éste se encontraba en el
rancho del Águila, ni á Ametl, que estaba conmigo. Sin
embargo, en un punto tiene razón don Pablo: verdad
que dos hombres, dé aquellos que no retroceden ante el
más atroz de los crínjenés, seguían paso á paso á mi
pobre amo: llegados cérea dé' la encrucijada, uno de los
bandidos preparó él-revólver y dijo á su compañero,
señalando á dbn Ambrosio: «Si né cae al primeir'tiró,
entonces ttt harás füég'óf sobre él,* é inmedi«?taiiiente
espoleó sü caballo. '
•
Í.
,:
:, . ; *
El cazador hablaba léntáíneüté; felavadóS'los ojos en
Pablo.
'''•' • - - • : ' • ' •
--••.!-
•'
—¡ Ah brujo tres veces maldito! murmuró esté ^ cuyo
rostro se habia puesto Hvido.
v
—Desde hace mucho tiempo, prosiguió José fingiendo
no haber oído la exelámaeion de Páfeló, uno de esos
hombtes consideraba como cosa suya la hacienda de la
Halconera: naturaleza perversa é incapaz de moderar
sus píisiones, la fatal pendiente por donde se despeñaba
le arrastró hasta teñir'siÍ8m.anos en sangre. Ignorando
don A:^%rosió el pasado Üe ese miserable, le habia
siem|)re*tratadó cómo ÜÜ' hijo, abriéndole su cowazon y
su casa.'í'effierosp'éltraldíir, cuyo nombre no osan proferir mis labios, dé qiie sé'lé'éséaparan de las manos los
bienes que Codiciaba, ayer asesinó villanamente á su
bienhechor.
, — ¡Mentira! exclamfS Pablo con acentoapagade.*-^Y no piara aquí todo, continuó el cazador con voz
tenante; tratábase, una vez llevado á cabo el crimen,
de engañar á la justicia. Al efecto el asesino se disparó
á, sí mismo un tiro en el brazo, infligiéndose una herida
insignificante, con la esperanza de que nadie sospechara
de él y de asegurar su impunidad. El muy infame condujo á la Halconera el cuerpo de su víctima; luego,
aprovechando la confusión producida por el asesinato,
su cómplice hizo embriagar ¿ los trabajadores, excitán-
491
doles contra un inocente á quien acusó y cuya muerte
deseaba. Si Luis Avila hubiese perecido, una mancha
indeleble habría caído sobre su nombre, quedando
triunfante el crimen. Afortunadamente Dios vela por los
buenos.
—Para que los discretos jueces que nos escuchan
puedan dar crédito á este tejido de calumnias, serán
precisos testigos.
—Los testigos, contestó tranquilamente José volviéndose hacia Istac y Azogue, ahora van á hablar.
Istac, dando rienda suelta á su impaciencia, apenas
pudo ser contenido por el ingeniero; se puso al lado de
José, señaló con el dedo á Pablo y dijo con entereza:
—Ha acusado usted á mí padre, don Pablo, mientras
que yo puedo jurar que usted y nadie más que usted es
el asesino de don Ambrosio.
—¿Es el brujo que te hace mentir así? replico el vaquero eon afectado desden.
—Lo que acaba de decir Istac es la pura verdad,
añadió á su vez Azogue; don Pablo ha matado á don
Ambrosio: nosotros le oímos conferenciar con Pochotl á
este respecto,y le vimos tirar, pues nos hallábamos escondidos en el hueco del cedro á cuyo pié cayó mortalmente herido el dueño de la Halconera.
Al oír esto los indios profirieron en gritos de horror.
Abrumado Pablo por las revelaciones concluyentes de
suS acusadores, no supo qué contestar. Las amenazas
de muerte á él dirigidas salidas del grupo de los indígenas, acabaron de desconcertarle. Perdida su sangre
fría habitual y obedeciendo al instinto de conservación,
de un salto se puso fuera del recinto del tribunal, y
antes de que los espectadores hubiesen tenido tiempo de
prever sus intenciones, montó el caballo que Pochotl, ya
instalado en su silla, mantenía por la brida, desapareciendo los dos cómplices á galope en dirección del
bosque. Inmediatamente el cacique mandó á algunos
indios en su seguimiento.
Restablecida lá calma, los allí presentes empezaron á
dar vivas ádon Luis. El primer acto del joven fué precipitarse en los brazos de José; luego abrazó á Istac y á
Abogue. A pesar de las explicaciones dadas por el acu•sado, los indios, amigos de todo lo maravilloso, se afirmaron más y más en la creencia de que el cazador estaba
dotado de un poder sobrenatural. En cuanto al señor
Pinson, que con asombro de los circunstantes habia
besado en la^mejilla á Luis Avila, deploró grandemente
que no se.hubiesen tomado las debidas precauciones
para apoderarse de don Pablo y de Pochotl, según él
aconsejara,.
— E s una;falta que he cometido voluntariamente,
díjole al Oído José, en bien de Amalia. Poner á Pablo,
á su pariente, á su novio, en manos de la justicia, es
decir, condenarle á una muerte ignominiosa, hubiese
equivalido á desterrar para siempre de la Halconera á la
pobre joven, mientras que su dicha futura depende de
su estancia en ella.
—Pero hay que pensar que Pablo emprenderá nuevas
fechorías; qué querrá vengarse de Luis, de usted, de
Istac y de Azogue.
:^-^Si el miserable se libra de las garras de los indios
que ahora le persiguen, irá á ejercer su industria á
Tierra Fría, guardándose muy bien de volver por estos
sitios. Caso de que los indios le alcancen, morirá míseramente en sus manos como él quería que muriese Luis,
no le quepa á usted duda. Pero sigamos á Avila, que se
dirige á la hacienda; el pobre querrá abrazar i su madre
y presentarse ante Amalia.
A pesar de la activa persecución de los indios, Pochotl
y Pablo lograron escapar, suponiéndose que atravesaron
'^«¿jjU.aaBmi&jj.Ajr^ia
iKci^uji.HiunvBñtaB
LOS MENSAJEROS ANTE
JOB.—CÜADBO DE S. MELTON FISHEE.
(Véase la página 502).
EL MUNDO ILUSTRADO.
494
el Papaloapam y ganaron la Cordillera. Una nueva
catástrofe no debía tardar en advertir á los habitantes
de la Halconera que los dos asesinos trataban de vengarse y de hacer arrepentir á José de su generosidad.
A media noche el cuerpo de don Ambrosio fué depositado en la capilla del pueblo, y el señor Pinson, que
estaba rendido de cansancio, se fué á acostar, levantándose el dia siguiente á eso de las doce. Azogue estaba
estudiando; el ingeniero le abrazó, vistióse y se informó
del estado de Amalia, á quien acompañaba doña Magdalena. En cuanto á Luis, ya habia partido para el Potrero.
El señor Pinson divisó k José en el corredor sentado ante
una mesita y ocupado en compilar los registros de don
Ambrosio.
—Heme aquí desempeñando de momento las funcio-
—Después de lo sucedido estoy de más aquí, José; de
ninguna utilidad puedo ser á la dueña de la hacienda.
—Sin embargo, replicó el cazador, no veo instalada
en la llanura ninguna de las construcciones cuyos planos me enseñó usted; así pues, ha llegado la hora de
ganar el tiempo perdido poniendo manos á la obra inmediatamente.
—Usted se olvida, amigo, de lo que acaba de decirme;
doña Amalia está arruinada ó poco menos, y como sin
dinero, es decir, sin brazos, mis proyectos son irrealizables, no veo medio de conciliar los dos extremos.
— ¡Desgraciadamente es muy cierto lo que usted dice!
Yo también, lo mismo que mi pobre amo, he soñado
varias veces en ver convertido este valle en un centro de
civilización y á los indios trasformados en trabajadores
útiles. Usted puede convertir el sueño en realidad, caballero; no siempre se tiene á mano un hombre de mérito. Vamos á ver: ¿qué cantidad debia entregarle don
Ambrosio, mejor dicho, á cuánto asciende el presupuesto
de sus proyectos de reforma?
— A cerca de dos millones.
—Es preciso que Amalia sea rica, murmuró José,
para enlazarse con Luis que está en vísperas de serlo,
y para que pueda como antes socorrer á los desgraciados. En mi calidad de mayordomo de la Halconera,
añadió levantando la voz, yo me encargo de procurar á
usted las cantidades necesarias para que lleve á cabo
sus planes.
El señor Pinson no podía dar crédito á lo que oía;
miró á su interlocutor como interrogándole para que 1?
dijera si hablaba en serio ó en broma.
—Dije que necesitaba dos millones, repitió recalcando
sus palabras; dos millones.
—Ya lo oí, señor, y sólo me toca añadir, como los
norte-americanos: ] Adelante!
—Ahora sí que creo que tiene usted parentesco con
el diablo, José, ó bien que ha descubierto la piedra
filosofal.
—Tal vez, dijo el cazador soltando la carcajada; de
todos modos, caballero, le ruego que mañana esté dispuesto para empezar los trabajos. Me tarda ver realizadas las reformas en proyecto.
El ingeniero estrechó la mano de José y sin pérdida
de momento se fué á su habitación para sacar á luz
nuevamente sus planos, arrinconados durante algún
tiempo á consecuencia de los reveses de fortuna de don
Ambrosio.
Traducido del francés por
Los dos cómplices desaparecieron.
MARIANO BLANCH.
[Continuará].
nes de mayordomo de la Halconera, dijo el cazador alargando la mano al ingeniero, lo cual hago en obsequio
de Amalia. ¡Pobre niña! Muy comprometidos están sus
intereses; pero con la ayuda de Dios pondremos orden
en ellos.
—Por lo que á mí toca, profirió melancólicamente el
señor Pinson, creo que ha llegado la hora de disponer
la partida; sin embargo, esperaré que doña Amallase
encuentre más tranquila antes de dirigirme á Veracruz
y luego á Francia, á no ser que mi mala estréllame
lleve á la China. Lo que me ha pasado es un sueño,
añadió el ingeniero fijando la mirada en el horizonte;
me habia conformado con el destierro temporal á que la
suerte me condenara, y pensaba trasformar este valle.
Ya habrá comprendido usted, José, lo que puede la
ciencia mancomunada con la labor de la Naturaleza.
—¿Y es de veras que ha pensado usted en abandonar
la Halconera? dijo el cazador levantándose. Estoy seguro
que Amalia no lo consentirá.
HISTORIA NATURAL DEL HOMBRE,
D. JUAN MONTSERRAT Y ARCHS.
LOS ELEMENTOS EXTRANJEROS EN AMERICA.
(CONTINUACIÓN).
En Francia se distinguen la» clases instruidas del
pueblo bajo y rural por el habla más fina, elegante y
correcta, pero en el Canadá »o existe esta diferencia, y
tan bien habla el jornalero del campo como el individuo
más instruido de la ciudad, sin asomo de dialecto ni
normando ni bretón; su habla es mucho más correcta,
EL MUNDO ÍLÜSÍÉADO.
bíeíi que tal y con las mismas locuciones como se usaba
& principios del siglo pasado. No obstante, de poco
tifetílpo acá se introducen vocablos compuestos anglofraüéeses, sobre todo en la prensa periódica y en la
cOüVetsacion, bien que las dos nacionalidades no se
mezolttn.
á.1 Oeste vive una población mestiza descendiente de
ñ«ne««|iés atrevidos y amigos de aventuras que se hicieron al principio de la inmigración amigos con los indios,
residiaü con ellos y se casaron con sus hijas. Luego
encuéntranse también colonias francesas en el Alto Canadá, ptovincia de Ontario^ que conservan fielmente su
idioma y las costumbres "de la madre patria; y en él
extremo Oeste existe una población mestiza pero civilizada é inatruida, en las dos pequeñastiudades de Wiñipeg y Saü ¿onifacio, que también conservan el idioma
y carácter franceses,
Tambiéü son descendientes de antiguos inmigrantes
franceses les 80,000 ó 100,000 acadios que viven en la
Nueva fíítóswick, en la Nueva Escocia y en las islas del
Principé Muardo y Cabo Bretón, los cuales usan y conservan lal antiguas costumbres, habla y traje pintoresco
déla N()|íüandía,,y no se messclan con sus vecinos de
otra razáv- Son agricultores, leñadores, remeros ó cazadores M animales cuyas pieles son buácadas en el
comeréfo. Desde algún tiempo emigran muchos al
Canaíflá y á los Estados septentrionales dé la Union.
1tM acadios son gente laboriosa, sencilla é inteligente;
á su aplicación y habilidad en el cultivo deben las frutas de la Nueva Escocia su celebridad. Las mujeres son
dechados de virtud, siempre comedidas en su porte,
movimientos y habla, sin la más mínima coquetería ni
rastro de capricho ni en las que tienen caritas morenas
y encantadoras, y ojos negros y briUantes. Todos los
acadios, hombres y mujeres, tienen el aire un tanto melancólico, como si tuviesen alguna pena secreta ó temor.
La raqia nep-látina en América.
Las razas espafioía y portuguesa se enseñorean de la
América Central y del Sur; la primera en las Antillaé y
repúblicas, y la segunda, en el JBrasil, donde se ha tíonservado la forma monárquica; los blancos de ¿tras nacionalidades son tan poco numerosos que en concepto
etnológico podemos hacer caso omiso de ellos. En las
Guyanas, Jamaica y muchas Antillas pequeñas hay
establecidos inglesps, holandeses, suecos y dinamarqueses, pero son poco numerosos.
Los descendientes de los blancos, en especial de los
españoles y portug'ueses, que han nacido en suelo americano, se Uapian. criollos, nombre que se aplica á menudo también aunque injustamente á los mestizos salidos de uniones de europeos con mujeres indígenas.
Muchos entienden por criollo todo descendiente de padres de raza no americana, de consiguiente también los
hijos dé los negros nacidos en América, de modo que se
distinguen criollos blancos y negros, como sucede en el
Brasil; pero en general se entiende por criollo un descendiente de padres blancos sin mezcla de otras razas.
Estos cMoUos puros, pues, se distinguen de sus parientes europeos en-su físico y cualidades intelectuales tanto
como el yankee del inglés. Los hombres suelen ser de
estatura mediana, bien proporcionados, pero son flacos
y enjutos de carnes; tienen los cabellos negros, ojos
oscuros y chispeantes y barba muy poblada; las mujeres tienen formas agraciadísimas, magnífica cabellera
negra, mirada sensualísima, dientes de un blanco deslumbrador, tez; ligeramente morena, pies y manos pequeños, andar elegante y gracioso," carácter alegre y
495
franco; pero envejecen y se marchitan pronto y sc/vuelven feas.
Los criollos han conservado muchas cualidades excelentes y otras malas de sus antecesores españoles: son
nobles, generosos y tienen sentimientos elevados; pero
también son petulantes, quisquillosos, vengativos y en
extremo apasionados; su hospitalidad es regia y hay
que tener cuidado de no mostrar demasiada admiración
por algún objeto, porque entonces obligan al huésped á
aceptarlo como un obsequio. Los hombres son cariñosos
con sus hijos y esposos atentos y solícitos. Orgullosos,
entonados, valientes, corteses, inteligentes, diestros y
sobrios cuando no son supersticiosos, fanáticos, ignorantes, sensuales, sin energía, afeminados, indolentes,
celosos, egoístas y codiciosos. La indolencia es también
la cualidad preponderante de los criollos portugueses ó
brasileños, como ahora se llaman. Llámanse también
blancos en oposición á los negros y razas mestizas, pero
su color atezado por el sol que se ha hecho hereditario,
justifica muy poco este- calificativo. En su fisonomía se
lee su earácter: son ardientes, de comprensión rápida,
inte lié-entes, iracundos y movibles cuando les domina la
pasión. Entré estos brasilefíos y los portugueses reina
una antipatía que degenera á menudo en hostilidad,
y deriva su órígeíi de la tiranía con. que los trataba su
madre patria cuando aun dependían de ella. Los criollos brasileños se llaman también hijos del pais (fllhos
da, ierra) para diferenciarse de los portugueses europeos
que llaman hijos del reino ó'portugueses legítimos; como
los criollos de las Antillas llaman á los españoles
que van allí chapetones (1), y*' los dé Méjico los llamad gachupines (2), palabra corrompida de la voz azteca
ffaizopin, jinete, literalmente hombre-caballo.
Los criollos blancos representan en toda la América
la inteligencia, de suerte que de hecho forman la aristocracia. A ella pertenecen los grandes propietarios
territoriales, los poseedores de minas, los comerciantes
y fabricantes, los empleados y el clero superior.
De carácter apasionado, se dejan llevar fácilmente de
su genio, pero se saben dominiar por prudencia, porque
no conocen la falacia, ni menos la venganza por traición, de manera que él bravo de Italia y de otros países
nada tendría que hacer en el muMdo criollo. En el trato
social son atentos y corteses; el, criollo más ignorante
observa las reglas de una urbanidad franca y natural;
es ambicioso, lleno de vanidad, liviano y amigo de gozar la vida hasta más allá de lo que* permite la prudencia; pero son muy sobrios en la bebida y en la mesa, á
excepción de los dulces que les gustan mucho. Gastrónomos , glotones ó borrachos como se encuentran en
todas las clases de los países septentripnales se buscarían en vano entre los criollos. Sus pasiones son las
fiestas, el amor, el juego y diversiones ¡expansivas. El
juego es el verdadero cáncer que destruye la felicidad y
las fortunas en las familias criollas. No hay ciudad ni
aldea donde no se juegue al monte, sin el cual no hay
fiesta ni diversión posibles; por esto también son tan
dados á apuestas en las riñas de gallos, corridas de
caballos y hasta en el juego de billar. Si pierde soporta
el criollo estoicamente su desgracia, lo que contrasta
singularmente con su carácter apasionado para el juego,
al cual lo sacrifica todo, no solamente su forlána sino
también la felicidad doméstica, porque mientras el
hombre pasa las noches junto al tapete verde, entra la
prostitución en su casa, ya que en pos de la pasión del
juego les domina la de las faldas. Allí no se conoce el
(1) Esto es en el Perú.
(2) O cachipínes.
496
EÍL MUNDO ILÜSI^RADO.
PALESTINA.—La mezquita de Djenim.
EL MUNDO ILUSTRADO.
amor sentimental; el fin es poseer y gozar, y para
lograr sus deseos lo atropella el criollo todo; si no se ve
correspondido del objeto de sus deseos emplea la astucia, el cohecho ó la fuerza bruta, y raro es el caso en
que no logre al fin y al cabo la satisfacción que busca.
AW
Por esto, enseñadas por la propia experiencia, no deja
allí ninguna madre solícita á sus hijas solas; sin ellas
no vá ni á la iglesia ni á hacer visitas ni á ninguna
parte, áfinde tenerlas seguras á su lado.
Respecto al traje se visten los criollos por lo general á
E L ESTUDIANTE.—CUADRO DE NICOLAS MEJÍA.
( V é a s e U p á g i ' n a 503),
la europea: eti casa una chaqueta ligera loa hombres,
en muchos países también para la calle y á caballo, y
donde hace frió además la capa española. Las mujeres
son como en todas partes aficionadas á las modas de
de Paris, excepto cuando v a n a misa; entonces gastan
traje negro y mantilla. El abanico con su misteriosa
telegrafía jamás abandona la mano de la criolla, aunT . V I I . ;1'I1IM1511A S É I I I E ) . — T
Ü I . SKílUNWA S É U I l ! : . - 6 3 .
que éstéíl én su casa eon toda comodidad en zapatillas y
sin medias. Casadas y solteras suelen ser aficionadas á
fumar cigarrillos de papel y tabaco ligero. Lo que en los
países europeos se entiende por vida confortable y
casera es muy distinto de lo que se observa en la América Central y del Sur, donde la vida doméstica tiene
cierto aire oriental. Mucho coche, troncos y caballos de
EL MUNDO ILUSTRADO.
498
montar, de lujo, servidumbre numerosa, en esto estriba
el lujo del criollo rico; pero rico ó pobre^encuéntrase en
la familia criolla una circunstancia preciosísima no tan
general en muchos países europeos que se jactan de
muy instruidos,, civilizados y humanitarios, y es el profundo respeto de los hijos para con sus padres, el cariño
de éstos para con aquéllos y su trato afable y bondadoso
para con los criados, á quienes miran como miembros
de la familia.
Los mestizos ó gente de color.
Además de estos cruzamientos hay otros en número
infinito que no se designan con nombres particulares,
porque por su color y aspecto se parecen siempre á una
de las clases precedentes. Todos, junto con los indios y
negros puros, se llaman, en oposición á los blancos,
ffenie de color.
La cualidad más prominente que sirve para determinar la variedad á que pertenece uii individuo es en las
mujeres el cabello, porque el color puede engañar mucho. Hay mulatas cuya tez deslumhra por lo blanca y
cuyas facciones no ceden en regularidad á la mayor
belleza de Europa; pero en la longitud de su cabello,
que apenas pa.sa de un dedo, llevan el sello indeleble de
su prosapia^.
, También se aplican los nombres citados á los hijos, si
en dichas uniones se invierten los sexos. El hombre de
colo,r que se casa con una mujer de más color que él, da
Mfi^aso atrás, T^ovq\í& los hijos de está unión se alejan
^el color blanco.
u= A pesar de la humanidad con que los blancos de raza
nép^látitía,tratan á la gente de color, existe en la sociedad,, ei^-tod* la América, y en Cuba más que en
:párte alguna,,un abismo entre aquéllos y ésta.
. U n viajero; IQOderno, Hipólito Pirón, encontró muy
réXtraño ver eii el paseo tan pocas caras morenas en los
',icpches, hasta que tó dijeron que á las personas de color
"por ricas y respelfckbles que fuesen les estaba prohibido
•pasearse én cbeíile'S á caballo en la Alameda; y que una
vez lo hábia praíabáo' una señora muy rica y principal,
pero que no era'ñé'íáka blanca pura, cuando al cabo de
pié^císánstanteS ée fueton los demás y se encontró sola
"(SiE,sui^#^j8énéí\ paseo. Las blancas se marcharon
;iní|igM^$é,jbo.ifaó M,^'^^
una apestada, y los
'Ji0Hi][>^ fuVietóii^q^í'Sé^utiií áíaé miíjeres, á pesar de
írp{sjferv¿ainsésciiaptíl4%í#
no suelen
éíi^a|id&l|?arse aüfi«ji% filf |ínete de color se pasee entre
éfloi^, %íefl-qtief'íúáa^ m^^^
la palabra mulato
cft^o^uií'instjltúVcüáñiáo 'tienen alguna pendencia con
úá .hombre-'de'Color^.tQ'io lo.cual obliga á éstos á unirse
y'4i'?ertirséfiiá>'entüié^á. Ningún obstáculo, dice el misrméautdri se opone'áUos miilatos que quieren abandonar laisl^i pero la autoridad leo prohibe en el pasaporte
Los españoles y portugueses, y sus descendientes en
los países de Ultramar se distinguen también de los
hombres de raza germánica por los sentimientos más
humanitarios en su trato con los indígenas de los pa,íses
donde se establecen, con lo cual facilitan extraordinariamente las relaciones sexuales y la producciell.de"
numerosas variedades de mestizos. El alemán efá más
sociable y comunicativo que el inglés, y trata ea*¿América, donde no es ni conquistador ni amo, 4 los^ip^ígenas como personas iguales y con idénticos derechos,
pero los casamientos entre ellos é indias son rarísimos.
Los hombres de razas neo-latinas, en cambio, apreiidieron luego los idiomas y costumbres de los indios y^ se
mezclaron sin dificultad con ellos, y hasta los fraa^éséS*
se adaptaron fácilmente en el Canadá a l a vida'-frtíig'Éir
de los pieles rojas; muchos^O casaron con indíals, y
vivieron tan felices con ellas como si hubiesen pido mujeres de raza blanca. Estos franceses ¡nisiqui era J,6;ií!<)listruyen una vivienda sólida de. troncos de árbol^iSifeóntentándóse con unu choza «le cuatro estacas, CUM^Stfe^dé
cortezas de árbolj y las paredes ¡hechas de ratBété'?éttft^^
tejidas ó de piedra, tierra y^ musgo. 11 hóñabre iílétí-ilatino entra, pues, en tpatos cóteel iadio, fratewiiííi-ciGft*
él, le atrae, le admite eii'sais.establecibiieíiitos', le ü|ilÍ2ía^
como trabajador y como defensor? de 'SUS pláMs fu^rles/
le hace sociable y no .le exterminia. La raza-germánica
no es tan flexible, ni tan hum«imtaria^ ni'tanisocvá.We'
ni fraternizadora. •.
i
''
lí''
Hé aquí, pues, loa tipos iprincipalesá que han dádó
lugar los cruzamientos de los españoles y portugueses
'v<!iÍÉv&v,:por ser de cótoTi:
con las otras razas que vivenen América. *''
' ' '
':
• : .
De la unión entre:
ÍJ^
JUAN MONTSERRAT Y ARCES.
¡(Continttará).
Un blanco y una negra
»
id.
india
» indio »
negra
» blanco »
mulata
»
id. »
mestiza
» blanco »
»
id. »
»
id. »
» negro >
»
id. »
»
id. »
»
id. »
»
id.
»
» indio
» id.
»
»
»
»
»
id.
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id.
»
id; ' ' >
>Hffflato y
* «a.
•
'».
>
»
njioea mulatos.:
¡r,.
>
mestizos..
••'•Si'
chinos.
,; " ; .
;•
^K 'cuarterones.
' ,;
» - ¡criollos que se distin^,
,, guen de los blttncos
por un matiz moreáó
poco perceptible. - •'•
china
' chinos blancos;
V' i
cuarterona
» quinterones.
quinterona
» blancos.
mulata'
' ; ' ' » ' • >iambos negros.
' • ,,
mest^a' ;
: . » <• ihttlatos oscuiros.-:
cbina ,,., ; ; : > • 2elmbe-s^hino8.
zamba
» zamboa iiegros, casiéh^-'
teramente negros.
cuarterona
ó quinterona
» mulatos un tanto oscuros.
•
.
»
•
mulata
mestiza
»
»
china
zamba
cuarterona
ó quinterona
»
»
zamba
mestiza'
v^aittA
»
»
»'
,»
chinos oscuros.
mestizos claros, frecuentementerhermoslsimos.
chino-cholos.
zambo claro.
mestizos un tant» morenos,
zambos; raza mala.
chillos bastante claros.
chinos algo oscuros.
^JIJ
Xa? o 3 ^ o .
V ^BELACION CONTEMPORÁHEÁy
POH
DON JOSÉ ORTEGA MUKILLA.
(CONTINDACIOK).
Cuando el coche se puso en movimiento, el ruido de
las ruedas en el arrecife los dividió en conversaciones
parciales.
Isabel, Regla, Blanca y don Félix hablaban de laá
malas cosechas, de las próximas quintas y .de., ©tros
graves asuntos.
Julián desplegaba ante los ojos de Pepillo admirado
él vasto panorama que ofrecía Sevilla para los genios
resueltos y emprendedores, enumerando una ¿ una las
virtudes cívieSíS f^ss^efam
dte mis «tíunerosos condíS'
499
EL MUNDO ILUSTRADO.
cípulos de la universidad, en tanto que Dolores, Isabelita y Antonio, agrupados hacia la extremidad del break,
charlaban entre si ó sonreían á su padre que los miraba
desde el camino.
— ¡Que bien vamos aquí! exclamó Isabelita, '•
— ¡Lástima que padre y la jaca y Briján no pudieran
subir con nosotros! contestó Dolores que pensaba en
todos menos en,ella.
— ¡No seas gansa, Mariquilla! dijo Antonio queriendo
probarle lo inmoderado'de su deseo. ¿Y eso, cómo puede
ser?
—Es verdad, contestó Dolores bajando la tabeza.
Luego .permg,neció un instante silenciosa y pensativa.
Sus grandes ojos azules y serenos como un cielo sitt
nubes, vagaban por eatrambas orillas del arrecife ó se
detenían en su.padre con expresión de infiüita ternura.
Al enfrentatrcon-un escaso grupo de pinos que se halla
á la derecliaivini^ndo de Bonanza separado de sus her^
manos ló^.dél piaar de San Jerónimo por el arrecife, se
inclinó sjobre fil borde del coche y dijo con acento conmovido: • '• — ¡Padre! .
—i Qué quieres,- hija ? contestóle José.
—Digo, padre, ¿quién me dijera á mi hace quince,
años que habia de andar este camino en coche como
una señorita?
-: ••
José se llevó un dedo >á los labios imponiéndole silencio.- '
/',. :L' /'\- lí^ ?'•—••':• ••
Después contestó paráidisimular:
—Hija, de níénós aoís hizo' Dioé. Entretanto Antonillo murmuraba á su oido con acento
de mal humor:, .,
—¡Está visto,' Lola, parece qué tienes el gusto cifrado'
en mortificarme!
Dolores guardó,silencio.
—¿Qué le dices á Lola? preguntó Isabelita.
—Que es más tonta que pipi, respondióle Antonio,
que le ha dado por echarse por tierra, y que cada uno
es cada uno y nadie es mejor que nadie, como dicen en
la comedia que vimos el verano pasado.
—Pues claro está, Qojjtestó l^^belita pensando en Luiá
Salcedo.
" '
' '
/
Entonces pregu-aíbó Doloríff'para mudar dé conversación:
'
'
—¿Oye, Antonio, qué le has hecho á Pepita que está
tan enfadada contigo?
. .;
—¿Yo? Nada.
—rPues espíeciso que la desenojes, porque aunque yo
te he defendido con ella, cuando está tan enfadada,
reconozco que tú le habrás dado motivo.
—Ó no, dijo con viveza Isabelita. Ella es una loca y
puede enfadarse sin que Antonio lo pueda remediar.
—Galla, Isabelita.
—Y asíes. Déjala hablar, replicó apoyándola Antonio.
Isabel, aunque es más chica, la conoce mejor que tú.
¡ Para; ti todo el monte es orégano!
—No señor. Lo que tiene que Isabel y ella son dos
niñas, se enojan por nada, y luego salen hablando la
una de la otra. Pero tú, que eres un ifaüchácííó formal,
no debes decir eso de Pepita aunque estés hoy reñido
con ella.
—Yo no estoy reñido^con ellái '
v 'H HM ,.>
•—¿EntÓücé» por qué mh tía dicho éstas palabras?
Y Dolores refirió las de Pepita á propósito de Luis
Salcedo.
— ¡A-h» ya caigo! exclamó riéndose Antonio. Se me
habia olvidado contarte esto, mujer.
^lAy/pues'tíuétttalo, Antbñillol dijo có» curiosidad
'••-i
Isabelita,
A .
•• ' • ' ' • • • ' • • • > ; ;-i '. .r . ; , ; - . . 1 .:i, - v , .••.••
Le guardaba rencor á Pepa por su aventura de aquella
tarde.
—¿Creeréis, dijo el muchacho, que hace tres ó cuatro
diasestaba á su puerta de palique con el teniente de
carabineros, y que ambos se echaron á reir, cuando me
vieron pasar, ni más ni menos que si se burlaran de mí?
^-^¿Qué tal, es loca ó no es loca? dijo triunfante Isabelita.
—¿Y tú que le dijiste? preguntó Dolores entre indignada y pesarosa.
—¿A ella? Ni una palabra le dije; pero confieso que
tuve intenciones de pegarle un trastazo á aquel señorito.
—¡No, por Dios! dijo asustada Dolores.
—No te asustes, Mariquilla: descuida, mujer, exclamó
Antonio riéndose. Pronto se me quitó del pensamiento
tan mala idea, y dije para mí: A Pepa no le conviene
tanto palique con esos señores que todo Se vuelven
orgullo y nada más; pero el mejor remedio es que yo se
lo diga á padre, y entera,da por él Carmencita sabrá lo
que ha de hacer.
—¿Y se lo dijiste ?
—Sí.'.,:
•; '
•
,.
—¿Y ¿adre habló con Garméücita?
—Dé éso no estoy enterado; pero pienso que sí, por
esas rádones qué te ha dicho.
^ Y a lo tienes descubierto todo, dijo Isabelita á Dolores qué par'eóía muy contrariada de todo aquello. Y nosotras decíamos: ¿qué mala hierba habrá pisado Pepa
hoy? Oye^ Ántoñillo, nO ía vuelvas á mirar.
—No digas eso, mujer, replicó Dolores. En este mundo
todóá tenemos nuestras faltas, y nadie debe hacer caso
dé IOS yerros de una niña.
\' —Eso digo yo, contestó Añtoñillo, y por eso maldito
el cuidado qué se me da de que se burle de mí.
—¡Deja que yo la vea! volvió á decir Dolores con
ardor creciente. ¡Ya le diré lo que hace el caso! Se arrepentirá, de fijo. La pobre niña no sabe lo que se dice.
Descuida, Antonio, que lo que me cuentas no ha de
volveí á pasar.
—f á'mí qué pase, Mariquilla.. ¡Créete tú que eso me
íierie sin cuidado! Si se lo dije á padre, fué por ella,
que lo que es por mí...
—^'¡Vambs, hejínanito, no seas rencoroso! Bien sabes
q!úé niadre'ígnSrá un disgusto si llega á saberlo, y que
debes qüé'feria como siempre. ,
.-^Pues por eso sigo yendo á su casa y no le guardo
rencor. Si no, ¿^uién te dice que la querría yo más que
á otra cualquiera y que no tomaría el consejo de IsaJbélita?
'
---NO, Antonio, no, el mió no: hazte cuenta que no he
dicho nada, exclamó Isabelita con viveza.
Las frases de Dolores le habían dado mucho en que
pensar.
••^Sí, prosiguió, Lola sabe niiuy bien lo que se dice:
por mi corazón juzgo delde Pepa. ¿No soy mala ínuchas
veces y os doy qué sentir?'Püés bieii, al minutóme
arrepiento: lo mismo sucederá á ella, Antonio.
—Me es igual, contestó el muchacho con acento en
qué sé develaba profunda filosofía. Su madre ha de
aguantarla y no yo, si sale vanidosa y casquivana. Pero
bastante hemos hablado de la tontina de Pepa. Pasemos
á'Lúisillo. ¡Ésesíqué es catal! Más caballero que el
rey, y aunque emparentado con duques y marqueses,
siempre el mismo.
•
'
—Es verdad, contestó Dolores!
Isabel bajó la cabeza y nada contestó.
'Üé pronto dijo'& su hermano':
'" —¿Ves lo qué te decía hace póco.de Pepita, Antofiillo?
—Sí, veo. i Que salidas tienes, mujer!
500
EL MUNDO ILUSTRADO.
Isabelita volvió á quedar silenciosa.
—Vamos, explícate, ¿á qué viene esa?... dijo su hermano cansado de esperar.
—Es... que he recibido muy mal á Luisillo... lo confieso, dijo al fin la niña casi llorando.
—Tontina, ¿y por qué lo has recibido mal?
— ¡Que sé yo!... ¡Por mala y orgullosa que soy...
porque se me fig-uró que hacia desprecio de nosotras!
—¡Que infeliz es esta chiquilla, mujer! exclamó Antonio dirigiéndose á Dolores. ¿Él hacer desprecio de
EL, B E S O D E JUDAS.—CUADRO DE ARYSCHEFFER
nadie, cuando es el mejor muchacho que se pasea por
España?
—¿Verdad, Antoñillo, que he sido una loca?
— ¡Verdad! contestó éste con aplomo.
Después añadió:
—Verás como se rie cuando se lo contemos á la noche.
—¡No le digas nada, por Dios! exclamó con angustia
Isabelita,
.1
Antonio no tuvo tiempo de contestar.
El coche habia parado k la puerta de su casa.
IX.
Despedida.
Grandes fueron la alegría y el pesar que las noticias
de Luis produjeron aquella noche en el ánimo de José y
EL MUNDO ILUSTRADO.
de sus hijos. Alegría, porque le hallaron bueno, contento, satisfecho de su tio, y cariñoso con todos cual
siempre: pesar, porque supieron que su visita sólo se
repetiría una vez después de aquella noche, y luego
se alejaria quizá por muchos años.
501
Isabelita, sobre todo, se manifestó tan afligida, que
no fueron iDastante á consolarla los sencillos presentes
que Luis traia para todas ellas.
En cambio Pepe daba filo en un asperón á su navaja,
murmurando con aire satisfecho:
EL SALVADOR Y SAN JUAN. —CUADRO DE ARY SGHEFFER.
—Ya, cuando tenga que hacer un aguardo, no tendré
que pedirle la suya á, padre.
Pero al aproximarse el momento de la despedida de
Luis, se echó á llorar como si tuviera'cuatro años. Esta
fué expresiva y afectuosa.
Isabelita no pudo cerrar los ojos aquella larga noche,
y Lola, que dormía á su lado, le preguntó muchas veces:
—¿Qué tienes, hija mia?
—Nada... nada... duerme, Lola. Es que no puedo
dormir.
Tan sólo Regla é Isabel vieron partir á Luisillo con
una secreta alegría, de la que ni ellas mismas osaban
darse cuenta.
Pero pasadas las festividades de Pascua se presentó
una tarde Luis Salcedo.
Parecía mucho más triste que en su visita anterior, y
502
EL MUNDO ILÜSTBADO,
en la melancolía de su mirada se traslucía el pesar profundo que invadía su espíritu al despedirse quizá por
mucho tiempo de aquellos lugares en que se deslizaron
los años más felices de su existencia, de aquellos amigos
que personificaban entonces todos sus gratos recuerdos
del pasado, y quizá todas sus aspiraciones para el porvenir.
Al divisarle en la puerta lanzó un grito Isabelita y
corrió á él: no se asemejó su recibimiento al que hemos
presenciado en Bonanza. Ambos se estrecharon las
manos con efusión, y asidos de ellas se aproximaron á
las otras mujeres, que ya, soltando sus labores, se habían
puesto en pié.
Pasados los primeros momentos, dijo Tsabelita:
—¡Con que, al fin te vas!
Luis nada habia dicho, pero la pobre niña lo adivinaba en la expresión de su semblante,
—Sí, contestó.
—¿y cuándo?
—Mañana al amanecer.
—¿Y la vuelta será...?
—Lo ignoro.
—¿Así, pues, me traerás el libro que te encargué para
memoria?
—No, hija mía, se me ha olvidado.
Luis faltaba á la verdad por primera vez: recordaba
el consejo de la señorita de Espinosa, y por nada del
mundo ie hubiera dado á Isabelita uno de sus libros
favoritos. Cierto qué todos eran puros y delicados, pero
por lo mismo temía que hicieran más impresión en
aquel alma delicada y pura.
Viendo la contrariedad de la niña, añadió:
—Pero no te alteres por eso, Isabelita: yo te compraré
en Sanlúcar otra cosa para que te acuerdes de iní.
—No: otra cosa no quiero. No me compres nada.
—¿Por qué?
—Porque nada de cuanto encierran las tiendas de
Sanlúcar lo quieres tú. ¡Yo pensaba... que después de
nosotros, sólo querías tus libros... y por eso te lo pedí...
pero me equivocaba: los quieres más!
— ¡Hija, por Dios!
—No le hagas caso, exclamó Eegla interviniendo.
¿No sabes, Luis, que es una niña mimada que sólo vive
de caprichos?
—Aun así, Begla, yo quisiera satisfacer todos los
suyos en pago de los míos que ha satisfecho su madre.
Y añadió con toda la dulzura que pudo dar á su acento:
—¡No te enfades, Isabelita, hija inia! Mira que luego
que me vaya, si té enfadas ahora te has de arrepentir.
—i No, Lui*... si no me enfado... no es que me enfado,
Luis... siii8'Sc[tte tengo miichas ganas de llorar!
Y sofóeaáa^br las lágrimas se arrojó en los brazos de
Dolores, que estaba dié pié al lajiQ sujo.
—Pueslíora, Jsajbelita, Uora^'exclamó Luis dejando
estallar su pena. Así mis lágrimas no correrán solas al
dejar estos sitios tan amados de míNsorazon; así el reflejo
de las tuyas consolará mi ausencia; así esta noche servirá de bálsamo á mi alma. Llora, hija mía, llora: yo
también quiero llorar.
Las cuatro mujeres parecieron subyugadas al acento
de Luis. Su emoción era grande.
Isabelita sintió que recorría todo su ser un estremecimiento de felicidad desconocido hasta entonces, y aliviado su corazón dé! peso de las lágrimas que'se "escapaban por sus ojos duíceiriénte, recogía una á ühá tddas
las palabras de su amigo y hasta la más leve iüflexion
díBsti voz."
Al.fln consiguió Regla reponerse: miró'á su hija que
^efiTOAmffeia eji los brazos de Dolores, y su corago» de
madre se oprimió con una angustia indefinible. -Levanr
tose impetuosa y violenta, é interponiéndose entre Luis
y sus hijas, exclamó:
— ¡Estamos llorando como unas tontas! Dime, Luis,
¿por qué demuestras tanto empeño en hacer llorar á mis
hijas? Mejor fuera que procuraras ahorrarles este mal
rato.
—Tiene usted razón, murmuró el pobre muchacho
confundido.
— ¡No le riñas, madre! dijo Isabel levantando la cabeza con ese aire severo de niña mimada que tan bien
le sentaba algunas veces.
—¡Hija del alma, si no le riño I Pero no quiero verte
llorar.
Luis entretanto se había apresurado á enjugar sus
ojos, y tomando el sombrero se dispuso á salir. .
— ¡Ya! exclamó Isabelita aterrada.
—No... todavía no... hasta mañana.
—Entonces... ¿por qué te vas ahora... cuando queda
tan poco tiempo? ¿Acaso por lo que té ha dicho madre?
¿Lo ves? añadió dirigiéndose á ésta. ¡El pobre se vá... y
aun tienes valor de reñirle para que se vaya más pronto!
J. OKTBOA. MUHlLtA.
(Continuará).
LOS MENSAJEROS ANTE JOB.<
CUADRO DE S- MELTON FISHER.
(Véase el grabftdo de Iss páginas 498 y 493).
Asunto es el expres84o en las palabras quC; preceden,
abonado como pocos parí), una composición de primer
orden, y por lo misroópo nos sorprende que en él se
inspirara un artista 4© las condiciones de S. Melton
Éisher, ni que saliera tan bien de su empeño, que la
Real Academia de Londres le jujzgara digno de medalla
de oro en la exposición de; ]188Í. De la manera como
llevó á cabo su pensamiento el artista, puede el lector
formarse idea por el grabado que da pié al presente
artículo: del asunto tratado en el mismo vamos á decir
algunas palabras, que al par le darán pié para que
pueda juzgar por experiencia própia,y le-SieirviTán de
provechosa enseñan?^ eo las graves crisis^ ppr que pasa
el hombre durante.fjifftísí*'^^^'^ azarosa existencia.
Proverbiales son !l|t;|e?ifirnacioiíjy-paciencia del sencillo Job, de aque^ |¿(;(i)^bir^ .recto y temero^^ de Dios,
que .co]j hacer pi^j^^(ípt^4f'i *<'^ft^^*'^^s virtudes, y apartarse constantemeii^; ¡4^1 ,Cwnino del mal, lejos de alcanzar goces.materialí?^ y4iehas terrenas,—que siquier
fugaces .aquéjlos y éstjais, ppajeras, júzganse por muchos piügtte tesoro de valor inestimable,—vióse una y
otra vez sometido á pruebas, durísimas, que aceptó con
mansedunibre más propia del varón justo.aleccionado
en la doctrina del Eya,ngelio, que de aqu,ei "qae por los
tiempos en que vivió, no pudo tener noticia, de-ios sublimes preceptos que constituyen la ley de gracia.
Con tales knttecédeníes no debe causar extrañeza que
el mismo apóstol Santiago le proponga como ejemplar
perfectísimo de paciencia, y le considere digno de ser
presentado'coinó imagen del mistno Jesucristo; y que
los expositores de los libros sa^iradtts hayan hallado eü
el dé Job la coiitestaciotí más élocuebte al argumento
sofístico, tantas véfees reproducido contra la sabiduría
de la Providencia, que colma de "bienes al perversa y
optime al júáto' íéon "tbdá süérté de calamidades. El
Señor éávía íhdíferéiitemente los bienes y los males de
esta vida á justos y pecadores, según sus ocultos y divi-
EL MUNDO ILUSTRADO.
nos juicios, y las siempre adorables y sabias disposiciones de su inefable Providencia. í)e ello tenemos testimonio irrefragable en el libro de Job; mas como no es
nuestro propósito demostrar con ejemplos cuánto acabamos de exponer, sino lo que anteriormente hemos indicado', nos ceñiremos á la ii^anscripcíori! del fragmento
que sirve de tema al grabado objeto del presente artículo. Dice asi:
«Habla en el país de Hus un varón llamado Job, hombre sencillo y recto y temeroso de Dios, y que se apartaba del mal.
Tenia siete hijos y tres hijas;
y poseía siete mil ovejas, y tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, y quinientas asnas y muchísimos criados; por lo cual era este varón grande entre
todos los orientales.
Sus hijos solían reunirse'y éelébrait convites en sus
casas, cada cual en "su día; y enviaban á, llamar á sus
tres hermanas, para que bebiesen y conaiesen con ellos.
Concluido el turno de los días del convite, enviaba
Job á llamarlos y los santificaba, y levantándose de madrugada ofrecía hp.loqsu?tQs porcada ünó de ellos. Porque decía: No sea que mis hijos hayan,pecado, y desechado á Dios en sus corazones. Esto hacia Job en todos
aquellos días.
Pero cierto día, concurrieodo los hijos de Dios, es¿o es,
los ángeles á presentarse delante del Señor^. compareció
también entre ellos Satanás;
Al cual dijo el Señor: ¿Dé dónde veñdrás'tú? Él respondió: Vengo de dar la vüelt^ por la'.tíe^ra y de recorrerla toda.
!Vi,,:,' . V. ¡Replicóle el Señor: ¿Has parado tu atención en mi
siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón
sencillo, y recto, y teiñerosó de Díós, y'ajeho de todo
mal obrar?
„. ,,, ,^
,
Mas Satanás le respondió:. ¿Acaso Job.¡teme ó sirve á
Dios de balde?
¿No le tienes tú á cxxbiQTio de iodo nial por todas
partes, así á él como á su casa, y 4 toda,su hacienda?
¿No has echado la bendición sobre, todas las obras de sus
manos, con lo que se han multiplicado sus bienes en la
tierra?
Mas extiende un poquito tú inanó^^ toca á sus bienes,
y verás como te desprecia en tu carfi,,
,,
Dijo pues el Señor á Satanás: Ahora bien, todo cuanto
posee lo dejo á tu disposición; sólo que no extiendas tu
mano sobre su persona. Con e^to se salió Satanás de la
presencia del Señor, á ejecutar sus designios.
En efecto, mientras los hijos é hijas, de Job se hallaban un ái& todos/imtos comiendo y bebiendo vino en
casa del hermano primogénito,
llegó á Job un mensajero que le dijo: Estaban los
bueyes arando y las asnas paciendo cerca de ellos,
cuando hé aquí que han hecho una excursión los Sábeos y lo han robado,todo, y han pasado á cuchillo á los
mozos, y he escapado sólo yo para que pueda darte la
noticia.
Estando aun éste hablando, llegó otro hombre y dijo:
Fuego de Dios ha caído del cielo y ha reducido á cenizas las ovejas y los pastores y he escapado sólo yo para
Sue pueda traerte ú noticis,.
Todavía estaba éste con la palabra en la boca y entró
otro diciendo: Los Caldeos divididos en tres cuadrillas,
se han arrojado sobre los camellos, y se los han llevado,
después de haber pasado á cuchillo á los mozos, y he
escapado sólo yo para darte el aviso.
No había éste acabado de hablar cuando llegó otro
que dijo: Estando comiendo tus hijos é hijas y bebiendo
vino, en la casa de su•^ie^IBanG'mayo^J^.
503
ha venido de repente un huracán de la parte del
desierto, que ha conmovido las cuatro esquinas de la
casa, la cual ha caído, cogiendo debajo á tus hijos, que
han quedado muertos, y me he salvado sólo yo para
poder avisártelo.
Entonces Job se levantó y rasgó sus vestidos, y habiéndose hecho cortar á raíz el pelo de la cabeza postróse en tierra y adoró al Señor,
y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré á ella. El Señor me lo dio iodo; el Señor
me lo ha quitado: se ha hecho ló que es de su agrado:
bendito sea el nombre del Señor.»
Tal es la narración bíblica, en la cual se encierran no
pocas bellezas artísticas bajo el punto de vista literario,
sino también indicaciones importantísimas para el hombre de ciencia, para el crítico y para el historiador. Mas
prescindiendo dé todo ello,^que no viene á cuento en la
presente ocasión entrar en semejante orden de consideraciones,—fijémonos por un momento en la serie de calamidades que por permisiorl, dé la Providencia han caído
una en pos de otra sobre él atribulaidÓ Job, de las cuales
tiene conocimiento por la relación que de ellas, sucesivamente, le van haciendo los mensajeros, que sólo para
contarlo k\&& misiná& esbafíarón. Él varón justo ni se
entrega á la desesperación, ni recibe la nueva con glacial indiferencia y estoica calma; al contrarío: comprende toda la intensidad del daño que le oprime; mide
de una sola ojeada lo terrible de. la prueba á que el
Señor ha tenido á bien someterle; ropape sus vestiduras
en señal de luto; corta su cabellera en prueba de dolor,
y de lo íntimo de su corazón, lleno de fe, poseído de
evangélica calma, exclama: «Desnudó nací, desnudo
volveré al seno de mi madre la tierra, quien todo me lo
dio, todo me lo quita. Bendito sea el Señor. Hágase
siempre su santa voluntad;»
Contémplese ahora'el g-í'ábadó objeto de las presentes
líneas, y podrá comprenderse que ,el autor del cuadro
que reproduce, ocupóse en su; obra con verdadero cariño.
Así por lo menos lo revelan el agrupado y expresión de
las diferentes figuras que constituyen láconiposícion, y
los detalles y accidentes del cuadro .^C. ,
EL ESTUDIANTE.
CUADRO DE ÍJICOLÁS MEJÍA.
(Véase el grabado de la página 491).
Acabado retrato de esa bulliciosa juventud que pululaba por las aulas salmantinas ó los claustros de la
famosa Alcalá allá por el siglo xvi, es el del estudiante
que reproducimos en la página 497. El áeñor Mejía ha
sabido presentarnos en sjj lindo cuadro á ese tipo jovial,
decidor y enamorado que sin duda alguna no es de los
menos característicos de aquella época: echado atrás el
tricornio y recogida la sotana, el estudiante se entretiene en puntear la guitarra dirigiendo siis miradas
hacia un objeto que sin verlo adivina el espectador.
Y bien á las claras manifiestan que su voluntad no
sigue el rumbo de los varones dechado de virtud y saber
que dieron lustre á las escuelas, el pellejo henchido del
tinto, la baraja y la espada de ciazoleta que ventajosamente compiten con griegos y latinos.
, En este precioso cuadro, que tuvimos ocasión de ver
durante una de las últimas exposiciones celebradas en
Madrid y quefigijujó.fú€sí#,.4e.iE5SiíD.cuísp por no haber sido
504
EL MUNDO ILUSTRADO.
presentado. en el plazo señalado para la admisión, el
señor Mejía ha demostrado su originalidad: la figura
está colocada en una actitud tan natural como graciosa;
en los detalles no,se ven rebuscados efectos: un dibujo
correcto, un colorido brillante y simpático recomiendan
esta composición, que sin duda no será de las menos
lindas que figuran en EL MUNDO ILUSTRADO.—F. B .
LOS SUEÑOS DE GERASIMO.
(CONTINUACIÓN).
11.'
AlH esté bajo el cielo
que al ver tanto candor se maravilla.
Jamás produjo el suelo
flor más pura y sencilla.
Desnuda de ficciones,
mostrando sin querer sus perfecciones;
suelta la trenza de oro
que surca el aire en revoltoso giro,
y exhalando el sonoro
acento de un suspiro.
Dióla el sol la centella
de su altiva mirada; ,
la bondad puso en ella
una sonrisa dulce y regalada;
natura sus espléndidos adornos
y el arte sus perfiles y contornos.
Allí está donde el sauce
sus lágrimas derrama sobre el cauce,
jugueteando con la linfa clara;
y deslizando los menudos dedos,
de la corriente entre murmurios ledos,
turba el espejo que ostentó su cara.
El cabello asperjea;
con la mansa onda riñe
y su manto se ciñe;
como frágil batel se balancea;
los labios de claveles
no pierden aunque ungidos,
su perfumado aroma ni sus mieles
que los céfiros liban atrevidos;
y las gotas saltando
convertidas en perlas,
por su albo seno vánse deslizando
orgulloso el arroyo de perderlas.'
AUÍ notas.suaves,
ritmos de paz, veloces,
compiten con los vientos y las aves,
y con las dulces voces
de rústicos: sencillos
que al son de. melodiosos cisiramillos,
cantan de amor los inefables goces;
•''' y'éb'Wínp^iQdB'y'ldmáb,' '
' ' y'ett'bós<luesíy;lader6i8,- ' :
- losLTÓptiles.y fieras, , , ; , . : , ; •
aman con el amor de las palomas.
' AlH está reclinada entre rosales,
' BU'modesta guarida; • •
la cabejña escondida
en la espesura del verjel cercado:
la blanca chimenea
e¿ que el humo es incienso regalado;
. el techado pajizo,
la breve escalinata,
la florida ventana, el cobertizo
donde el jilguero entona su sonata;
la vid que trepa entre odorantes pomas;
la creación riente
y el himno alborescente,
f: de sonidoB y aromas.
Alli la golondrina
de vuelta al patrio egido,
cansada se avecina
segura de encontrar caliente el nido.
En bandadas marciales,
tornan las caravanas tropicales
por regiones desiertas,
arrojando aves muertas
en rojos arenales;
•
posando el ala en la fugaz rompiente
ó en la alta cima del bajel tranquilo,
que cual Moisés salvado por el Nilo^
al puerto las conduce blandamente.'
•
Gerésimo ve alH límpidas huellas
de la naciente luna;
el cielo y las estrellas
que alumbraron su cuna.
El sol que el monte dora;
los valles sazonados
sustento de prollficos ganados,
y la beldad de su feliz pastora.
La activa espigadera,
la incansable hilandera;
la intrépida rapaza
que ejercita sus artes en la caza.
Entre absurdas visiones,
el monje por el vértigo oprimido
mírala despeñarse
al acento feroz de las pasiones;
correr, caer, alzarse
sobre el lomo curtido
de alígero corcel, ave sin plumas;
salpicada de espumas
que el bruto escupe al recio resoplido;
en tanto que la crin alborotada
se retuerce en su cuello,
y su nariz se hincha,
y desata el resuello,
y al galopar relincha,
.
.
.
encendiendo peñascos
. .
con breves lumbres de los férreos cascos.
Gerásimo acogido en la techumbre
de la casa aldeana,
ve la mujer cristiana,
pábulo de la lumbre
que el maternal.afecto reverbera:
la voluntad que impera,
el corazón que ahonda,
hasta hallar un suspiro que'responda.
Bondad que no se engríe,
pobreza que sonri e;
qiiilatado tesoro
que en ley excede al oro ;
blanca azucena pura
que en el otoño se convierte en palma;
la mejor hermosura,
la hermosura del alma.
La madre de quien brota •
manantial de salud que no se agota;
que templa afanes y dolor prolijos,
que de los padres respetó la huella,
que es del marido venturosa estrella
y e'spejo de los hijos.
Sustento del amor que multiplica
placeres infantiles
y alienta al mozo paladín de un nombre:
la maga de los sueños juveniles,
la que elabora, pule y dignifica •:
el corazón del hombre.
'
La que su queja escucha, ; la que sus peñas llora
y con su error batalla.
' Esa mujer que su destino adora,
esa noble mujer que espera y lucha
.
esa santa mujer que sufre y calla.
.
. \
•'•
*,
FERNANDO MARTUÍKÍ PBBBOSA
{.Se concluirá].
.'ReBerrades todos lob dereclios de propiedad artística y liteiaria.—Queda hecho el depímito que marca lu ley.
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