HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA. •:';f x/v"^ PALESTINA.—Djenim, la antig-ua En-Gannim. T. V I I . (pniiMEnA sÉKiE;.—T. III. (SEGUNUA SERIE'.—60. 474 UL MUNDO ILUSTRADO. llevan agua sólo en invierno. La divisoria de las aguas pasa por Jezrael, el Hermon y el Tabor, dirigiéndose una parte al Mediterráneo y otra á la cuenca del Jordán., Teatro de numerosas batallas en todas las épocas de la SEQUN KL historia judaica, hízose más célebre todavía modernamente por la victoria que Kleber con un puñado de CORONEL WILSON, WARREN, JORGE EBERS, HERMANN GUTHE. hombres alcanzó allí contra un ejército muy superior al suyo. yfCTOR GUÉRIN, LORTET Y OTROS AUTORES. De forma triangular y encuadrada por las montafiad. de la Samaría y la Galilea, presenta á la Vista una in-: (CONTINUACIÓN). mensa superficie, con ondulaciones amanera de g'randes olas en mar agitado y de vez en cuando pequeños monLa llanura de Esdrelon.—La anticua En-Gannim.—Jezrael.—La victotículos que dan alguna variedad de líneas al aspecto ria de Barac—La victoria de Kleber.—El monte Gelboé.—Soulem. —Main y En-Dor. general de la llanura. Por todas partes se ven campos cultivados en los que las mieses se desarrollan y crecen Al entrar en estos inmensos llanos, una de las prime- espléndidamente, y en los puntos en donde no se advierras ciudades que encuentra el peregrino es la de Djenim, te señal alguna de cultura agrícola hierbas suínamente tenida generalmente en razón de su posición, de su altas, variadas flores y cardos gigantescos dan idea de abundante fuente y de sus hermosos jardines, por la la admirable fecundidad de aquellas tierras. En la época antigua En-Gannim (la fuente de los jardines), en de los calores fuertes, ábrense en el suelo profundas latin Engannim, mencionada en el libro de Josué. No grietas, por cuyo motivo se hace difícil y arriesgado viene citada esta ciudad en el Nuevo Testamento, mas no marchar por otros sitios fuera de los caminos trillados. puede abrigarse duda alguna de que el Señor hubo de Hacia el noroeste se comunica por medio de un valle, atravesar por ella repetidas veces al ir de Judea á Gali- que sigue la pendiente oriental del Carmelo, con la lea pasando por Samarla y vice-versa, y según una gran llanura de San Juan de Acre, yendo de este inódo tradición muy extendida allí curó Nuestro Señor Jesu- á parar al mar Mediterráneo. Al este se prolonga en tres cristo á los diez leprosos de quienes habla el Evangelio otros valles: el primero al norte, comprendido entre el de san Lúeas, capítulo XVII. Las casas que forman la monte Tabor y el pequeño Hermon ó Djebel-Dahy; el población, de una piedra gris, y las mezquitas con sus segundo que se extiende entre el pequeño Hermon y cúpulas blanqueadas y un alminar de bastante eleva- el monte Gelboé, llamado hoy Djebel-Joukouah; y el ción, se .hallan asentados en medio de huertas y jar- tercero situado al sud de esta última móütaña. Marchando de Djenim en dirección al norte, encuentra dines que dan al total pintoresco aspecto, al que contribuyen hermosos grupos de palmeras. Una fuente muy pronto el viajero á su derecha el Djeiel-Poukouah, copiosa, de la que Djenim sacó el nombre, provee de el Gilboa del texto hebreo y Gelboé de la Vulgata, cuyo agua á la ciudad para los usos de la bebida y para el nombre antiguo con pequeña alteración se ha conserriego de las huertas, extendiéndose luego por los campos vado en el que tiene una aldea de este monte, llamada para juntarse á los numerosos riachuelos afuyentes del Djelboun. La masa del Gelboé se extiende en una lonKishon. Djenim se halla á seiscientos cincuenta y seis gitud de catorce kilómetros próximamente y en una pies sobre el nivel del mar y desde ella se disfruta de la anchura que varia entre cinco y ocho kilómetros. Cultiextensa perspectiva del llano de Esdrelon, fértilísimo, vado sólo en parte se encuentra dividido en diversas pero sin árboles, y colocado doscientos cincuenta pies mesetas y collados, entre los cuales aparecen reducidos valles y profundas quebradas. El trigo y lá cebada se más bajo de aquel nivel. Al salir de Djenim se atraviesa el extremo de la llanura dan en las pendientes menos ásperas y en las mesetas, al pié de las colinas que unen las montañas de Samaría de vez en cuando asoman grupos de olivos y de higueras con el monte Carmelo. Pásase por varias poblaciones de y setos de cactus que rodean los terrenos cultivados con escasa importancia y por varios nadys y en dos horas de mayor esmero; broza y plantas silvestres allá eíi donde marcha se llega á la aldea de Talanuk, construida junto no ha llegado la mano del hombre y en algunos escará las ruinas de antiguos edificios, quizás las de Taanach, pados flancos la roca enteramente desnuda. Tal aspecto la ciudad cananea mencionada en el cantode guerra de ofrece este lugar, testigo en otros tiempos de lá derrota Débora y de 3arac, hijo de Abíüoém. «Viniei-bnlos reyes de Saúl y de Jonafás y contra el que, por causa de este enemigos; % pelearon contra ellos: los reyes de Canaan desastre, pronunció David la célebre maldición: pelearott coá4la ísrael en Tanac junto á las aguas de «19. La flor de Israel h a perecido sobre tus montañas. Mageddo, puei iio^ j^díeroá líértár preÉia üinguüa.» La ¡Cómo han sido muertos espscampeonesl»' gran llanura que se extiende al norte de Djenim es «20. ¡ Ah! No se sea éontada en Get esta nueva: no sea conocida por los árabes con el nombre de Merdj-Ibn- contada en las playas de Ascalon, para que no hagan Amir ó llanura del hijo de Amir. Llamábase antes llano fiesta por ella las hijas de los filisteos, para que no ó valle de Jezrael, en hebreo Emeck-Izréel y en latin salten de gozo las hijas de los incircuncisos.» Vallis Jezrael; más tarde llamóse Esdrelon y Esdrelom, «21. Montes de Gelboé, ni el rocío ni la lluvia caigan forma griega derivada de la hebraica Izréel. Cayó este ya jamás sobre vosotros; ni campos haya de donde valle en suerte á la tribu de Isacar. sacar la ofrenda de las primicias, puesto que allí es La magnifica llanura de Esdrelon, la más vasta y más donde fué arrojada por el suelo el escudo de los fuertes, célebre de la Palestina, después del valle del Jordán, el escudo de Saúl, como si no hut)íese sido ungido rey tiene una longitud de ocho ó diez millas de esté á, oeste con el óleo santo.» . . «24. Llorad, pues, ¡oh hijos de Israel! llorad sobre ó sea desde el monte Carmelo hasta los llanos del Jordán y una anchura de cinco entre los montes de Gelboé y de Saúl, que os adornaba con delicados ropajes de grana, Nazareth. Álzase en el centro el monte Hermon y en el y os daba joyeles de oro para, engalanaros.» norte el monte Tabor y se encuentra cortada por el «2á. Mas ¿como es que así hayan los valientes perecauce de algunos rios, de los cuales el Kishon ó Nahr- cido en el combate? ¿Cómo es, oh montes de Galboé, el-Mekatta es el más considerable. La mayor parte que Jonatás ha sido muerto en vuestras alturas?» EL MUNDO ILUSTRADO. La aldea de Zeraín, á la que se lleg-a sig-uiendo el camino hacia el norte, no contiene más que un conjunto de miserables viviendas, con un edificio cuadrado en el centro, á manera de torre, en donde reside el jeque. De lo alto de esta torre domina la vista toda la llanura, las montañas que la rodean, y al este la antig-ua acrópolis de Bethsan ó Scythópolis, en las alturas del antig-uo país de Galaad. Zeraín no es más que la forma levemente alterada del nombre hebraico Izréel: cítase esta población por vez primera en el libro de Josué, quien la men- 475 ciona entre las pertenecientes á la tribu de Isacar. En tiempo de Acab adquirió alg-una importancia por haberla elegido este príncipe por una de sus principales residencias, sin quitar por ello de Samarla la capital de su reino, aun cuando mostrase especial predilección por Jezrael. Sabidas son de todo el mundo las contiendas que tuvo Acab con Naboth, vecino de Jezrael, cuya viña quería adquirir el primero para unirla el jardín de su palacio, la neg-ativa del segundo, la muerte de éste por instig-acion de Jezabel, y la manera cómo Dios castigó Aín-Djaloud, conocido también por fuente de Jezrael y por fuente de Gedeon. el crimen en Acab algunos años después de haberse cometido. Joram, hijo de Acab y de Jezabel, en el año 884 antes de Jesucristo, herido por los sirios en la batalla de Ramaoth se hizo conducir á Jezrael con objeto de curarse. El rey de Judá Ocosías fué á visitarle mientras avanzaba hacia la ciudad Jehú, general del ejército de Joram, proclamado rey de Israel. Joram y Ocosías salieron á su encuentro encontrándole cerca del campo de Naboth. Al avistarle conocieron sus intenciones hostiles, por lo cual huyeron, pero Jehú disparó contra Joram una flecha que le hirió en el corazón, persiguió á Ocosías hasta Jibleam, en donde también fué herido, muriendo en Mageddo ó Magiddo, y verificó luego su entrada en Jezrael. Estábase Jezabel asomada á una ventana y desde ella exclamó: «¿Puede acaso tener paz Zameri, que ha quitado la vida á su señor? Mandó Jehú al momento que la precipitasen desde la ventana y su cadáver fué devorado por los perros, cumpliéndose la predicción de Elias: «En el campo de Jezrael comerán los perros las carnes de Jezabel.» Apenas Jehú se hubo apoderado de aquella ciudad mandó traer de Samaría las cabezas de los setenta hijos de Acab y las hizo colocar en sus puertas. Dispuso también luego que fuesen muertos todos los parientes de Acab, todos los grandes de palacio, sus amigos y los sacerdotes que se hallaban 476 EL MUNDO ILUSTRADO. con él. Realizóse, asimismo, con esto la profecía de Ellas: «19. ...En este lugar en que los perros lamieron la sang-re de Naboth, en el mismo lamerán también tu sangre.» «2L Hé aquí que yo lloveré sobre tí desastres, y extirparé tu posteridad, y no dejaré de la casa de Acab alma viviente, matando hasta los perros, y á todos los tuyos en Israel desde el mayor hasta el menor.» «25. Yo te asolaré tu casa como la de Jeroboam, hijo de Naboth, y como la de Bassa, hijo de Ahia: porque tú no has hecho sino provocarme á, ira y has hecho pecar á Israel.» «26. Si muriere Acab en la ciudad se le comerán los perros: si muriere en el campo le devorarán las aves del cielo.» «27. Mas así que Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, cubrió sus carnes con un cilicio, ayunó y durmió envuelto en el saco de penitencia y andaba cabizbajo ó humillado.» «28. Por lo que habló el Señor á Elias, Tesbita, diciendo:» «29. ¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí? Pues ya que por mi respeto se ha humillado, no enviaré aquellos castigos durante su vida; pero sí los enviaré sobre su casa en los dias de su hijo.» (III, Lib. de los Reyes, cap. XXf). En la pendiente del monte Hermon y en medio de sus peñascosos ílancos descubre el viajero unos pueblecillos rodeados de hermosos grupos de naranjos é higueras: allí debieron de hallarse las aldeas de Sulim, Handurah y Fuleh, por cuyo motivo excita aquel lugar en alto grado el interés de cuantos lo visitan estando enterados de la historia antigua y moderna. Dos grandes batallas se dieron en aquellas tierras con éxito y resultado iguales 6 muy semejantes. Fué la primera de ellas la victoria de Barac sobre Sisara. Tenia este último su campo enfrente de la corriente del Kishon ó Ason, que le proporcionaba agua abundante para los caballos de sus carros mientras las aguas de Magiddo, á cuatro ó cinco millas al oeste, y los pequeños riachuelos que alimentaban á aquel rio le procuraban agua para sus peones, situados más arriba. Barac por lo contrario y puesto que tenia sólo diez mil infantes apoderóse con su pequeño ejército de la meseta del Tabor, desde donde podia vigilar todos los movimientos de Sisara y escoger el momento propicio para el ataque. Los novecientos carros que Sisara tenia hubieron de servirle más de estorbo que de provecho. Los ejércitos contendientes se encontraron probablemente en el sud del llano, después de haber atravesado Barac los collados para atacar á su enemigo por el flanco. Una de las tempestades tan frecuentes en aquella región, viniendo repentinamente de Oriente, azotó con su lluvia los rostros de los invasores, hizo crecer el rio EL MUNDO ILUSTRADO. Kishon y puso el llano intransitable por haberlo convertido en un inmenso pantano. Atacado Sisara sobre el flanco derecho por Barac no encontró línea alg-una de retirada, á excepción de la quepodia abrirse por el llano hacia el norte, porque el sud se encontraba cerrado por colinas inaccesibles á los carros y el hinchado Kishon impedia el paso hacia las llanuras de Acre. En semejante estado la confusión se apoderó al momento del ejército de Sisara y el mismo general, perdida toda espe- 477 ranza, saltó del carro y por sus propios pies escapó tomando uno de los caminos que por detrás de Nazareth conduelan al norte de Hazor. Tres mil doscientos años después aquella comarca fué testigo de otra batalla similar entre dos huestes, casi iguales en número, si no en equipo y armamento, y con idéntico resultado. En 1799, mientras el ejército francés sitiaba á San Juan de Acre ó Tolemaida, las poblaciones inmediatas tomaron las armas en contra del invasor Tanaack, desde las aguas de Mageddo y Bonaparte se vio obligado á enviar contra ellas algunas tropas, al objeto de mantener al país en la obediencia y de hacer frente á la vez á un ejército turco que se dirigía al mismo sitio procedente de Damasco. Derrotados los musulmanes en los montes, en Cana y en Nazareth, por los generales Junot y Kleber, se replegaron en la llanura, en cuyo punto podían emplear con mayores ventajas su numerosa caballería. Tres mil franceses, mandados por Kleber, atacaron á treinta mil musulmanes, cuyas dos terceras partes estaban formadas por la caballería. El general en jefe, que había dejado únicamente dos divisiones enfrente de San Juan de Acre, corría por los montes con el resto de su ejército, todo lo cual ocurría el día 16 de abril del citado año. Lucha empeñada tenían los franceses con sus enemigos, lucha que duraba ya por espacio de cinco horas consecutivas, cuando se oyó un cañonazo en los montes de Nazareth. Es Bonaparte que llega, exclamaron los franceses, y en efecto. Napoleón, que había atravesado los collados por Tanac y Magiddo, decidió la suerte de la batalla. La caballería turca fué arrojada á los pantanos formados por las aguas del Kishon, en donde se hundieron también los carros de Sisara; jinetes y peones tomaron el camino del Tabor y del Jordán por la ruta misma que debieron seguir los fugitivos de Sisara, mas se encontraron con Murat que guardaba el puente Jisr-Mejamia, y entonces probaron de vadear el Jordán, muriendo allí á millares y quedando del todo disperso un ejército numeroso como las arenas del mar. Después de haber alcanzado Barac, junto al Kishon, la victoria que hemos descrito comparándola luego con la que alcanzó Napoleón en 1799, en los mismos lugares, cantó con Débora el admirable himno en acción de 478 EL MUNDO ILUSTRADO. gracias que se lee en el capítulo V del Libro de los Jueces y que comienza con estos sublimes versículos: «2. Oh varones de Israel, vosotros que voluntariamente habéis expuesto vuestras vidas, bendecid al Señor.» «3. Escuchad, reyes, estadme atentos, oh príncipes. Yo soy, yo soy la que celebraré al Señor, y entonaré himnos al Señor Dios de Israel.» «4. Oh Señor, cuando saliste de Seir, y pasaste por las reg-iones de Edom, se estremeció la tierra, y los cielos y las nubes se disolvieron en aguas.» «5. Los montes se liquidaron á la vista del Señor, como el monte Sinaí delante del Señor Dios de Israel.» Al pié del monte Gelboé y á un cuarto de hora de Zerain brota una fuente llamada Ain-Djaloud. Es abundantísima y, según fundadas probabilidades, debe ser el En-Harod ó Harad de la Biblia, en donde acampó Gedeon antes de atacar á los madianitas. Le había dicho el Señor que era por demás numeroso el pueblo que acaudillaba, que debía llevarle junto al agua, y que cuantos se arrodillasen al beber de ella tenían que ser despedidos, por consecuencia de lo cual quedó reducido á trescientos hombres el ejército de Gedeon. En la época de las Cruzadas, Saladino hizo levantar sus tiendas cerca de esta fuente que los francos conocían por el nombre de FoTis Tuiania, ignorándose la etimología de este nombre. Al acercarse los cristianos^ Saladino abandonó la fuente en donde aquellos acamparon á su vez, manteniéndose por espacio de algunos días con los peces que se encuentran en el lago ó estanque formado por sus aguas. I : Mirando de Zerain hacia los límites occiden;tá4«s de la gran llanura de Ésdíelon, se ye la aldea de Taiaáe, reducida hoy a u n a docena de miseríibles viviéadtói y conservando restos de los edificios que existieron allí en otros tiempos, Tanac ó Tanaack ha conservado sin alte-^ ración el nombre que llevaba en la época bíblica: por vez primera se encuentra citada en el lifetó de Josuéj entre las ciudades cananeas gobernadas por reyes distintos y que cayeron en manos de los hebreos. En el reinado de Salomón la gobernaba Baana, hijo de Ahilud, y en vida de Ensebio y de san Jerónimo constituía aun una población importante, á tres leguas de Legio, la antigua Magiddo, hoy Ledjoun. Ledjoun, ciudad considerable, puesto que Ensebio habla de ella como dé un punto central muy eonocido para apreciar la posición de otras ciudades y aldeas y su distancia relativa, se llamaba antiguamente Maggido, conforme lo hemos indicado ya- y lo prueba la proximidad de Tanac^ con la cual viene siempre asociada. El nombre de Legio qué se le da también es indudablemente dé origen romano. Durante el reinado de Salomón (992 antes de J, C.) fué reconstruida y en el año 884 Ocosías, rey de Judá, herido por Jehú, mientras huía en su carro, pudo entrar en Magiddo, en donde murió. Más tarde, en 610, fué allí vencido y muerto por Jonás, íey de Judá, el rey de Egipto Nechao, que atravesaba la Palestina para ir á atacar al rey de Asiría. Magiddo está hoy día como borrada de la tierra. No muy lejos de Zerain, por el norte, se halla situado el puebleeillo de Soulem, que ha sucedido al antiguo Chounem, en latín Sunem ó Sunam, una de las poblaciones concedidas á la tribu de Isacar, Colocado al pié del Djebel-ed-Dahy ó pequeño Hermon, cuenta ahora únicamente cuatrocientos habitantes. En una de sus casas se ve una estancia abovedada, que se tiene por muy antigua y á la que se llama Beit-SoulamieA, cámara ^ la Sttl^pita. En medio de la aldea mana una fuente, etty£^.<ag<{|ílf, conducidas por una canal, sirven para el riego• "dé^jiéBtegj^^tados de limoneros', granados é higueras. La ciudad de Chounem ó Sunam viene mencionada en la Biblia como el primer punto en donde acamparon los filisteos antes de trabar con Saúl la batalla del monte Gelboé. Algo más tarde fué patria dé la hermosa Abissag, elegida para sirviente de David en su vejez, y después teatro de la resurrección que obró el profeta Elíseo en el hijo de una piadosa mujer, en cuya casa había recibido hospitalidad con frecuencia. La trár dicion relativa á esta sulamita no se ha perdido todavía en Soulem, conforme lo demuestra de un modo irrecusable la cámara llamada Beit-Soulamieh. Difícil seria sostener y arriesgadísimo pretender que la cámara ó estancia sea la misma en donde Elíseo realizó su milagro, mas aun cuando esto no fuera así, bien puede ser una estancia construida en la casa misma en donde pasó el milagroso suceso, cuya memoria se vá conservando á través de las generaciones. A juzgar por un pasaje del Cantar de los Cantares, no es infundado imaginar que desde remota antigüedad los judíos pronunciaban el nombre de aquella ciudad apellidándola Chounem y Choulem, puesto que Salomón designa por Chulamita, Sulamita en la Vulgata, á la amada del Sagrado Cántico. Siguiendo la ruta háéia el norte se descubre: pronto, en una colína que forma parte del Djebel-ed-Dahy, un grupo de miserables casas, todas destrozadas, que forman la aldea de Nain. Al pié del pueblo hay una fuente llamada Aiú-Nain y no lejos de allí tres sarcófagos antiguos, sumamente mutilados, y los vestigios de un pequeño edificio, al parecer una capilla cristiana trasformadá después en mezquita por los musulmanes. Más arriba, por entre piedras y cascajo, restos de edificios demólidóS'^ se notan ruinas de otra cóflsttticiííon cristiaiía, convertida igualmente en naezquita/ éegun lo prueba ún mihrab' que en parte sé aguanta en pió todavía. UAiatí*aditíoiá'TflUyeitejQdida afirma que aquella iglesia sé levantó éñ el lugar en dónde Nuestro Señor Jéstieristo resucitó al hijo único de la viuda de Na'lm. Nain es, en efecto, el antiguo Na'ím que hizo inmortal el milagro que allí obró el Salvador del género humano; A cuatro kilómetros al noreste de Naín, en las últimas estribaciones septentrionales de una montaña volcánica, se encuentra la aldea de Endour, pobrísima también como laS anteriores y con la mitad de sus infelices viviendas derruidas ó poco menos. Gran número de cuevas, silos y cisternas abiertas en la peña atestiguan la importancia que antiguamente tuvo esta ciudad, en la cual existen, asimismo, antiguas tumbas con cámaras sepulcrales en su interior. Una fuente llamada AlnEndour brota en el fondo de una cueva y sus aguas, conducidas por un canalito, fertilizan varias huertas cercadas por setos de colosales cactus. En Dour, como lo indica su nombre, es la ciudad de En-Dor (fuente ó niánantial de Dor), en latín Endor, señalada en el Libro de Josué como perteneciente á la tribu de Manases, aún Cuando se encontrase en territorio de la tribu de Isacar. Daviñ, éu'-uno dé sus salmos, asocia el nombre de EnDor á la dertóta de Sisara por Barácá orillad del Kishon ó Cison, Más tardé Saúl fué á En-Doí para consultar á la pitonisa ánteá de librar á los filisteos el combate funesto en el que sucumbió con su hijo Jonátás. Es sabido que la soínbra dé Satouél', apareciendo 'á lá voz de la mágica, predijo al rey Saúl su derrota y muerte. Recorriendo una tras otra las pritícipáles cavernsís dé Endour, se le ocurre preguntar al viájeíó si por atías© una de ellas sirvió de residencia á lá'pitonisa y fué escena porfío misBao de aquella lúgubre y dramática aparición. A orillas del rio Kishon fué á acampar en 1217 un Í!L MUNDO numeroso y brillante ejército cristiano que mandaba Andrés, rey de Hungría, los,duques de Austria y de Baviera, y los reyes de Chipre y de Jerusalen. El patriarca de la Ciudad Santa se presentó á la cristiana hueste llevando un frag-mento d?. la verdadera Cruz y los reyes, príncipes, magnates y caballeros salieron descalzos á recibirle y á dar elocuente testimonio de cuanto veneraban el signo de nuestra redención. El mayor entusiasmo reinaba en aquel ejército. A su tránsito no se opuso enemigo alguno, por lo que atrav.esó el rio y se adelanta,..entre los montes Hermon y Gelboé, hacia el valle de Jezrael. «El ejército cristiano, dice M. Michaud en su Historia de las Cmzadas, avanzaba eptonando cánticosj la religión y sus recuerdos hablan asegi^irado la disciplina y la paz entres los soldados. Cuanto velan á su; alrededor les: inspiraba profunda veneración á l£|., Tierra Santa. En esta campaña, que fué una verdadera peregrinación, hicieron muchos prisioneros sin, dar una batalla siquiera y volvieron á Tolemaida cargados de botin.» Traducido y adicionado por F. MlQUEI. Y B A D Í A . I Continuará). XT^LI-A. V I A J E P I N T O R E S C O D E L O S A L P E S AL E T N A , POR . C. S T I E L E R , E. PAULUS Y W. KADEN. LIBRO TERCERO. DEL. TÍBER AL ETNA. CAPÍTULO I I , ROMA ANTIGUA. (CONCLUSIÓN). EL MONTE CELIO. El inonte Celio formó una región impprtante, la primera de las ciiíitro en que se dividía la ciudad durante los. sig'los que median desde Servio Tulio hasta Augusto, y la segunda de, las Qatorce en que el fundador del imperio distribuyó la vastísima extensión de su capital: región/S'ííííírawíü.ett, ios tiempos de los reyes y délos cónsules, región Calimpnta^ en la época de los emperadores, esta; irregular, colina, .la más triste y deshabitíida de la Roma moderna^ Jigurí), en la histQria de la jloma antigua como teatro^ de importantes acontecimien-;tos.,, y vióse un día coronada por templos insignes, pórticps bellos y casas deslumbradoras. ' Antes de ser región de Rom?i,fiié selva de encinas, Mws{ giuarqwlulanm: este era su npmbre, hasta que en ^a guerra de Rómulo con Tacio, según-,pretenden unos: eruditos,,6 en tiempo de Tarquino, el Viejo,,según afirnianptrps, tpg^ó posesión en aquella, altura cierto caudillo etsTusco, denominado Celes Vivienna, y el monte empezó áí,ilaijí^'íirse Celio. En esta,, como en .^odas las otras colinas^ jájites,que historia hubo fábula, antes que| edificjips bosques;, y aun pudiert^ decirse que él Celio^ excede á,,todos los otros lugares clásicos de la ciudad de Ronaa,. en l¡^. fama dé aus va,lles y sus fuentes y en ILÜSTÉÁDO. 479 la fortuna de sus poéticas tradiciones. Cuan deleitable seria el bosque de las Camenas, donde surgían limpios, manantiales y se deslizaban mansos arroyuelos, pruébalo bien el amor con que el rey Numa lo recorría y paseaba, todo abstraído en misterioso coloquio con la ninfa Egeria, benéfico genio de la gente latina, que allí, en el silencio de la noche, ó en el ambiente embalsamado de la mañana, deja escuchar palabras de sabiduría, que el sucesor de Rómulo se apresura á traducir en leyes. No busque hoy el viajero los oscuros restos de aquel antro de la ninfa, ni él lugar donde la fuente murmu-, raba, ni el, suelo donde crecieron las flores del valle ameno: las revoluciones geológicas, los hundimientos y trasformacion de una parte del Celio, han borrado para siempre aquellos caminos,y lugares, que tan sólo existen en los escritos de Ovidio y de Silvio Itálico, de Estado y de Lactancio. ¡Poder de la inteligencia! Unos pobres-pergaminjos, undébil papel, han durado más que las encinas seculares y que los bosques sagrados. Los ciceronísáe Roma conducen al viajero-á dos millas fuera de la Puerta CapeUA, y le muestpan un delicioso bosquecillo. con su,gruta j dentro de la éual se conserva una pequeña estatua .yacente: no lejos hay ün templo: de todo IP cual deducen que,el bosqueeíllóí héel valle de la ninfa; la grutíi, el antroifamosP descrito por Juvenal;la estatua, el simulacro mismo de. la feliz inspiradora de Numa; el templp vecínp, el de las Camenas. No hay: más dificultad para tpda esta excursión! á través de los siglos, sino que éivalleadpnde nos llevan, junto álfl/i Vía Apia, dista, muphp de aqijel otro que Numa visitaba i en la,falda occideutfil del Celio; que el.antro es simplemente un ninfeo de alguna mila particular, cuya cons-. truccion no sube ;má,s arriba del tiempo de Vespasiano; ,que la estatua es probablemente la del río ó fuente que refrescaba a,quel sitio de recreo; que el templo vecino (a"hpra iglesia de ^afl. Urbano), eirá un templode Baco,; perteneciente al siglo iii de la era cristiana. La histeria; de las ruinas de Roma es muchas veces, en boca del vulgo y de los guías empíricos, una verdadera ruina dej la historia. -No fué el Celio, en las primeras edades > una región de gran vida como el Palatino, ni de esplendoroso culto como el Capitolio, ni de tradiciones aristocráticas como el Quirinal: su destino parece ser perpetua morada de extranjeros: aram adp&ntitiorum deorumle llamará Tertuliano con perfecta exactitud. Ni latinos ni sabinos,, propiamente tales, ocupan las alturas del Celio en los tiempos á que se refiere la fundación histórica de la, ' ciudad: los etruscos, á cuyo frente pelea Celes Vivienna,, i tpman partido á favor de la causa que pudiera llamarse, ; romana, es decir, contra los sabinos: más tarde, vence-, : dores éstos, y destruida la entonces poderpsa Alba Longa,'. I centrp principal de la confederación latina, Tulo Hosr-; ¡ tilÍQ.a,loja sobre el Celio los restos de la población sojuz-' j gacja, forma allí un inmenso cuartel de vencidos, y ' I aquel,rey, sabino de origen, pone su morada en la' i misma colina, como para vigilar de cerca á sus nuevos i subditos, entre los cuales,están las familias más ilustres I déla que fué Alba Longa, la familia Julia, que un día ¡producirá al gran capitán, arbitro de los destinos de ; Roma y de la paz del universo, El Celio puede, pues, contarse entre las colinas ple; beyas de la antigua ciudad: á sus pies se extiende, con-f : tinuando la Vía Sacra y dirigiéndose sobré el ÉsquilíiiOjr; I la populosa y gritadora Sitiura^ el barrio bajo, en todór I sentidos, de Roma, el hervidero de todos los vicios y de i todas las miserias de la. capitiil del mundo. A la extremidad oriental del monte Celio estuvo el Templo de la m EL MUNDO ILUSTRADO. Felicidad, que ostentaba en su pórtico las estatuas de las Musas, de Téspis y una Venus, obras insig-nes de Praxitéles. Hacia la mitad del monte fueron un dia las mansiones ó cuarteles de los albanos. A la falda del mismo, sobre la Vía Triunfal, se alzaba el ¿TorrgMm ó almacén público, especie de banco de depósitos, donde se guardaban las alhajas y objetos preciosos de los particulares; los templos de Hércules vencedor y de Minerva cautiva (capííg), al norte de la montaña, viven ya tan sólo en el recuerdo de los historiadores: el Templo de Diana, en el pequeño Celio (Celiolo), cedió su puesto á la devota iglesia de los Santos Cuatro Coronados: el antiguo Campo Marcial, construido sobre el Celio para suplir al verdadero Campo Marcio, cuando las inundaciones del Tiber impedían en él los juegos y las carreras, daba ingreso al Arco de Dolabella y Silano, que todavía existe: sobre su recinto se levanta la iglesia de San Gregorio. El campo de los soldados extranjeros. Castra peregrina, sostiene hoy la iglesia de la Navicella. Quizá los ámbitos de San Esteban Redondo corresponden á los ámbitos del Macelhim magnum, mercado famoso en los tiempos mf-s florecientes de Roma. Un templo había consagrado sobre el Celio al emperador Claudio su mujer Agripina, más cuidadosa de la apoteosis del muerto que del honor del vivo: destruyó el templo Nerón, para llevar adelante la colosal locura de su Casa de Oro: Vespasiano lo restauró, atento á borrar en lo posible las trazas de aquella locura colosal: del Templo de Claudio, que se ostentaba magnífico en donde terminan los arcos Neronianos, sostenedores del gran conducto del Agua Claudia, hoy quedan sólo escombros y ruinas. De la casa del rico Mamurra, con su vestíbulo y sus pórticos, con su lujoso atrio toscano, sus triclinios y su peristilo, sus exedras y cenáculos, su biblioteca, su pinacoteca; de aquella casa, primera de un particular en que se prodigaron los mármoles y los preciosos objetos del arte griego, cuya suntuosidad le valió ser conside- Agua Claudia en la quinta Wolkonslty. rada como tipo de viviendas espléndidas, nada ha sobrevivido á los estragos del tiempo; ni puede apenas determinarse el área que ocupó: más venturosa la casa de los Lateranos, ilustre familia de cónsules, dio su solar en los días de Constantino para una basílica, que hace á la vez perdurables el nombre del emperador que la erige, y el de los antiguos dueños del terreno en que se levanta. San Juan de Letran, dominando y coronando el monte Celio quince siglos hace, indemniza bien á la región Celimontana del abatimiento y tristeza á que le redujeron sus propias condiciones topográficas y las vicisitudes y guerras que tantas veces agitaron á la Ciudad de las Siete Colínas. En aquella parte del Celio que se llamó C'livus Scauri, en la dirección del acueducto neroniano, estuvo la noble casa de la familia Anicia, de que fué descendiente san Gregorio Magno, que convirtió en casa de oración y penitencia el solar de sus antepasados. En el siglo viii la iglesia aneja al monasterio lleva ya la advocación de San Gregorio: el papa segundo de este nombre honró así la santa memoria del primero. En los tiempos modernos, á contar desde el siglo xvii, el templo ha sido objeto de grandes reparaciones: el monasterio está ocupado por una coir.unidad de camaldulenses. «Un hombre ilustre en los anales de la ciencia y de la santidad, dice un escritor español, de quien son los anteriores párrafos, vá unido á esta veneranda casa religiosa: es el nombre de san Agustín, apóstol de Inglaterra. Del monte Celio partieron, pues, los civilizadores de la Gran Bretaña, los que le proporcionaron el hermoso dictado de Isla de los sanios: de allí san Lorenzo y san Pedro, arzobispo el uno y abad el otro de Cantorbery; de allí san Meliton (Melüe), obispo de Londres y primado luego de Inglaterra; de allí otros insignes bienhechores de la civilización, que no por el aplauso mundano, sino por el estímulo de la caridad, llevan á todas partes la doctrina y la luz á costa de penalidades, sacrificios y aun de la vida. »Un papa Gregorio abre la serie de los grandes hombres que aquella casa ha producido; otro papa Gregorio la cierra en nuestros días: todavía se ve en el monasterio de los camaldulenses la humilde celda donde habitaba un sabio religioso que la mano invisible de Dios llevó al trono de San Pedro con el nombre de Gregorio XVI. Así se enlazan trece siglos con el anillo misterioso de la unidad del dogma y la unidad de la oración.» La fachada de esta iglesia y el doble pórtico de columnas fueron ejecutados según los diseños de Juan Bau- EL MUNDO ILUSTRADO. tista Soria. El interior consta de tres naves divididas por 16 columnas antiguas, la mayor parte de granito. Las pinturas de la bóveda son debidas á Plácido Constanzi; el lindo cuadro de la capilla del centro de la nave de la derecha, que representa á san Gregorio, es de Andrés Sacclii: el altar es precioso por las esculturas 481 de que está adornado y por la bella composición pictórica atribuida á Lúeas Signorelli. El cuadro del altar mayor, que representa á san Andrés, es de Balestra, veronés. En la capilla de San Gregorio Magno hay un cuadro de autor desconocido que representa á este santo, habiendo sustituido al célebre lienzo original de Aníbal En la (iLiinta Masaiino, Carracci que hoy se halla en Inglaterra. En el penúltimo altar de la pequeña nave vese un cuadro que representa á la Virgen y algunos santos camaldulenses, el cual es considerado como una de las mejores obras de Pompeyo Battoni. El atrio, adornado dé pilastras de orden jónico, encierra los sepulcros de la familia Guidiccioni y de los dos hermanos Bonsi. Contiguas á la iglesia de San Gregorio, pasando una terraza que da frente á las ruinas del palacio de los Césares, hay tres capillas antiguas, restauradas en el T. VII. (PRIMERA SERIE).—T. III, (SEGUNDA SERIE).—61. siglo XVI por el cardenal Baroüio, el sabio autor de los Anales Eclesiásticos, abad comendatario de San Gregorio. La primera fué consagrada á Santa Silvia, madre de san Gregorio Magno, y en ella son notables una estatua de la santa, debida á Nicolás Cordieri, discípulo de Buonarroti, y un coro de ángeles en derredor del Padre Eterno, pintura al fresco ejecutada por Guido Reni en 1608, por orden del cardenal Borghese. La segunda está dedica á San Andrés apóstol, y tiene en el muro, sobre el altar, un buen cuadro al óleo por Ron- EL MUNDO ILUSTRADO. 482 calli, llamado el Pomarancio, que representa la Vírg-en con san Andrés y san Greg-orio: en las paredes laterales hay otras dos pinturas célebres, así por su mérito real, como porque recuerdan una especie de competencia artística que ha tardado mucho tiempo en decidirse. El ílU , < i maestro de los dos contendientes, formuló su veredicto artístico en estos términos: «Guido ha pintado con la seguridad de un profesor, el otro con descuidos y defectillos de escolar; me agradan más, sin embargo, los defectos del escolar que la bravura del maestro.» En el fondo de la tercera capilla, llamada de Santa Bárbara, hay una estatua sentada de san Gregorio, hoceto de Miguel Ángel concluido por su discípulo Cordieri. La mesa de mármol situada en el centro de esta capilla es la misma en que san Gregorio Magno daba diariamente de comer y servia á doce pobres peregrinos: una piadosa tradición embellece la historia de aquellas comidas y de esta mesa: un ángel bajó en cierta ocasión á presidirla: desde entonces los socorridos fueron trece. Bis senos hic Gregorius pascebat egenos Ángelus et decimus tertius occubuit. La Escala Santa. Dominiquino trazó en el muro de la derecha el martirio de san Andrés, de que hay una gran copia al óleo en el Museo Cristiano de Letran; Guido Reni pintó en el muro de la izquierda el mismo san Andrés marchando al suplicio de la cruz. Casi todos los maestros del arte otorg-an al primero la palma de la victoria; pero nadie puede negar al seg-undo una expresión suave y piadosa, que agrada y conmueve mucho más que los primores de la composición y las bellezas del dibujo. Aníbal Carracci, Sobre una parte de los restos del antiguo edificio que sirvió en el monte Celio para alojamiento de los albanos, no lejos de donde estuvo el Templo de Claudio, se levanta la iglesia de los santos Juan y Pablo, dos ilustres hermanos que allí sufrieron el martirio en tiempo de Juliano el Apóstata. Esta iglesia fué construida durante el siglo iv por san Pamaquio, monje. Después de haber sido propiedad de diversas órdenes religiosas, hoy dia, por concesión de Clemente XIV, pertenece á los padres de la pasión ó pasionistas, humildes sacerdotes regulares que llevan al pecho, como noble y santa insignia, la corona de espinas, y que á los demás ejercicios de su ministerio unen el de la predicación en los países extranjeros. Dicha iglesia ostenta un pórtico antiguo, sostenido por seis columnas jónicas de granito y dos de mármol de otro orden. Consta de tres naves, divididas por 16 columnas de granito; el pavimento es de cierta especie de mosaico, compuesto de piedras escogidas, como el pórfido y la serpentina, y trabajado con exquisito gusto y habilidad: una gran urna de pórfido, debajo del altar mayor, guarda los restos de los santos mártires. Entrando en el jardín que hay cerca de esta iglesia se ven los restos de un edificio hecho de grandes trozos de travertino, que se cree ser una parte del Vimrñm, esto es, del parque en donde se encerraban las fieras destinadas á los espectáculos del Coliseo; no obstante, su construcción imita mucho á las obras modernas. Este edificio estaba formado de dos pisos; el inferior está debajo tierra. Por estos arcos se entra en una antigua cantera que por su altura y por el efecto que produce la luz de las antorchas es muy pintoresca. Los otros restos que se ven sobre la plaza que hay delante de la iglesia, formaban probablemente parte del antiguo Macellum Magnnm, esto es, del gran mercado de carne y de pescado que habia en el cuartel del Celio. Una tradición vulgar ha conservado el recuerdo de este sitio que llamaban la Pescaría veccMa (la antigua pescadería). A la derecha de la iglesia de los santos Pedro y Pablo está la entrada de la qidnta Mattei, fundada en 1582 y y en otro tiempo una de las más bellas de Roma (vilU Cíelimontana), la cual contiene escasas antigüedades, si bien su jardín es digno de ser visitado. EL MUNDO ILUSTRADO. Tomando por la calle cuya entrada está enfrente de la iglesia, se llega al Arco de los cónsules Dolabella y Silano, erigido el año 10 de nuestra era. Nerón se sirvió de este arco como de un pilar de apoyo para su acueducto, cuyos restos se ven todavía á lo largo de esta calle marchando hacia Letran. No lejos de este arco vese el pórtico de un hospital derruido, que dependía de la pequeña iglesia de San Tommaso in Formis, situada á sus espaldas. El interesante mosaico que hay encima de la puerta representa al Salvador entre un esclavo cristiano y un negro, alusión á la orden de la Trinidad fundada en 1198 para el rescate de cautivos. En la plaza de la Navicella está situada la iglesia de Santa María in Dominica 6 Santa Maria della Namcélla, denominación esta última que tomó de una barca ó navecilla de mármol que León X mandó colocar delante de ella. Fundada sobre la casa en que vivió santa Ciriaca, dama romana, y en donde san Lorenzo distribuía á los pobres los tesoros de la Iglesia, se han encontrado interesantes inscripciones, que fijan de una manera indudable la topografía de aquellos alojamientos de los soldados extranjeros, guardia escogida de los emperadores; flamencos, la de Augusto; germanos, la de Calígula; íliríos, la de Galba; armenios, la de Constantino. El interior de esta iglesia se compone de 18 soberbias columnas de granito y 2 de pórfido. Julio Romano y Perin del Vaga pintaron en claro-oscuro el ático de este templo, que más tarde fué retocado, y Lázaro Baldi hizo los cuadros de los altares. Los mosaicos se remontan al siglo IX, pero fueron restaurados en tiempo de Olemente XI, '.< Enfrente de Santa María in Dominica se levanta la '\Q\^?,\-& ^^ San Stefaw) Rotonda, la mayor iglesia circular que existe en Roma: ciento treinta y tres píes tiene de diámetro, es decir, treinta y tres más que el panteón de Agripa. «¿Qué destino tuvo este santo recinto antes de ser consagrado al culto cristiano? se pregunta el señor Catalina én su libro Roma. Algunos Creen que era el templo de Fauno; otros que el de Júpiter; otros que el de Baco ó de Claudio; sala de baños lo ha imaginado alguno por su parecido con las grandes rotondas de las termas; y finalmente hay quien dice que era un mercado y un arsenaL Pero cuando se ve construido todo él de columnas de diferentes órdenes de arquitectura y de varios diámetros; cuando se nota la cruz sobre algunos de sus capiteles; cuando se sabe por Anastasio, bibliotecario, que el papa san Simplicio dedicó esta iglesia hacia el año 467, es preciso confesar que es un edificio cristiano del siglo v, fundado con lasi ruinas de otros edificios más antiguos.» San Stefano Rotondo tenia un doble pórtico, pero hallándose casi arruinado, Nicolás V, que la restauró en 1452, mandó cerrar el intercolumnio del primer peristilo y formar á la vez la pared de la circunferencia exterior que se ve al presente. El interior se halla sostenido por ' cincuenta y ocho columnas de granito y seis de mármol blanco, siendo la mayor parte de ellas jónicas y las restantes corintias. Los frescos que la decoran son obra de Pomarancio y de Tempesta, y representan escenas del martirio: desde el degüello de los Inocentes hasta la paz de la Iglesia, aparecen en treinta y dos grandes cuadros, más notables por su expresión que por su mérito, las varias y horribles maneras de tormento que pudo escogitar la ferocidad de los hombres del Anfiteatro. Estas pinturas han sido restauradas, excepto dos de ellas. Hay en la región de I JS/btó, donde nos hallamos, siguiendo la grande calle {Stradone) que conduce á San 483 Juan de Letran, un monumento cristiano de la más alta importancia para la historia del arte y de la religión. Nos referimos á la insigne basílica de San Clemente, fundada sobre la que fué vivienda de aquel romano esclarecido, tercer sucesor de.san Pedro. El interés que esta iglesia ofreció en todos tiempos por sus reliquias y su antigüedad, se ha acrecentado por el feliz descubrimiento de la basílica primitiva, mencionada más de una vez por san Jerónimo. Son, pues, dos templos ios que hay en el recinto de la primitiva casa de san Clemente: la basílica superior que, destruida en las guerras del siglo XI fué reedificada en el siguiente por Pascual II, y reparada y embellecida después en los siglos xv, xvi y XVII, con mosaicos excelentes y frescos de Masaccio que avaloran la capilla de la Pasión; y el subterráneo, que nos ofrece la basílica primitiva, con tres naves y pinturas interesantísimas, y una inscripción que se remonta á los tiempos del emperador Adriano. En la nave central se ve un ambón de mármol con el monograma de Juan VII, el cual indudablemente fué sacado de la antigua basílica y colocado en la iglesia actual. Este ambón constituía el coro en las iglesias primitivas, y era el lugar en donde se colocaban los subdiáconos, los clérigos menores y los cantores. A los dos lados de este coro se elevan dos tribunas ó pulpitos pequeños, construidos de varios mármoles: en el de la izquierda, que es el más alto, leía el diácono el Evangelio, proclamaba los edictos pontificales, denunciaba á los excomulgados, etc., y en el otro leia el subdiácono la epístola. Al lado de este último pulpito se encuentra el facistol que servia á los lectores para leer al pueblo ifes profecías y lecciones sagradas, y á los cantores para cantar el gradual. Por último, cerca del pulpito de la izquierda hay una pequeña columna en espiral, adornada de mosaicos, la cual estaba destinada para sostener el ciipío pascual,. Sigue elSanctuárium, que al principio estaba separado totalmente del resto del templo, como se acostumbra todavía en la Iglesia oriental. Allí se encuentra el altar de la confesión, que según el uso antiguo estaba vuelto hacia el lado de Oriente. También se ve un tabernáculo sostenido por cuatro columnas de mármol violado, sobre las cuales se conservan todavía los hierros y anillas de las cortinas que le cubrían primitivamente. Debajo del citado altar se hallan depositados los restos del pontífice san Clemente y de san Ignacio mártir, obispo de Antioquía: también se conserva en esta iglesia el cuerpo de san Sérvulo, el amigo querido de los pobres. La iglesia de San, Clemente está servida por padres dominicos irlandeses, á quienes Urbano VIII la confió algunos años después de la supresión de los monjes de San. AmloTosio adnemus, que anteriormente la poseían. Estos dominicos tienen un convento anejo, y á su sabio y celoso prior, el Rev. P. José Mullooly, se debe el descubrimiento de la primitiva basílica que hay debajo de la iglesia actual. Otra iglesia existe en la parte que se llamó el Celiolo, sobre las ruinas de un templo de Diana, no lejos de la basílica Lateranense: su antigüedad llega, según algunos, al siglo IV, á la época del papa Melquíades: desr truida en las invasiones del siglo xi, tan funestas para los edificios de Roma, la reedificó un cardenal español, Alfonso Carrillo, uno de los más doctos varones de la corte pontificia de Martino V. Esta iglesia lleva el nombre de I Santi Q,uatro Incoronati, y está consagrada á los cuatro mártires san Severo, Severiano, Carpóforoy Vitorino, cuyos cuerpos colocó allí el papa León IV. En el palacio contiguo residieron los cardenales titular^ de esta iglesia. De allí fueron llamados, para subir á 1^ ^84 EL MUNDO ILUSTRADO. Silla de San Pedro, León IV y Esteban VL El título de los Cuatro Coronados llevaba aquel cardenal don Enrique, que fué rey de Portug-al á fines del siglo xvi, depues del desastre de don Sebastian. También se veneran en este templo cuatro escultores, que sufrieron el martirio por haberse negado á fabricar ídolos: de ahí que los picapedreros (scarpelUni) tengan en la iglesia que nos ocupa una capilla. El interior consta de tres naves con gale- rías, y en el ábside vense frescos barrocos debidos á Giovanni da San Giovanni. En el inmediato convento hay recogidos algunos huérfanos. Tomando la calle que hay enfrente de esta iglesia se llega, klst, plaza de San Man de Zetran, en medio de la cual se levanta un obelisco de granito rojo, erigido por el rey Thutmosis III delante del templo del Sol en Tébas, en el Alto Egipto, y que el emperador Constante hizo PALESTINA. —El monte Gelboé desde Soule trasladar al Circo Máximo en 357. Cuando se arruinó este circo el obelisco quedó sepultado entre los escombros, hasta que Sixto V lo mandó sacar de allí: se encontró hecho tres pedazos, pero el citado pontificólo hizo restaurar y colocar en esta plaza, bajo la dirección de Domingo Fontana. Este obelisco mide 32 metros de altura ó 47 con el pedestal, mientras que el de la plaza de la Concordia de Paris sólo tiene 27^83. Hase calculado que pesa más de 440,000 kilogramos. A la derecha de esta plaza está situado un vasto hospital para mujeres, que puede contener 600 pacientes, anejo á la clínica de partos de la Sapienza, y también se alzan en ella la basílica y el palacion de Letran. La lasilica de San Man de Letran, la primera y el principal templo de Roma (I) y de todo el orbe católico, por lo cual se la llama, como se ha dicho, Ecdesia UrUs etOo-Ms, MateretCaput Ecclesianm, por el lujo y primores con que fué adornada en sus orígenes recibió de los sencillos cristianos de las catacumbas el nombre de Basílica Áurea. En su sagrado recinto siempre abierto, de dia y de noche, hallaban asilo y socorro los criminales arrepentidos que se escapaban de las cadenas ó del calabozo, para constituirse en cautivos voluntarios de la penitencia y de la caridad. ¡1) Al decir que esta basílica es la primera y principal, no debe entenderse que sea la iglesia más grande de Roma, sino la primera en dignidad. EL MUNDO ILUSTRADO. V Basílica Constantiniana y del Salvador hasta el pontificado de Lucio II, basílica de San Juan de Letran desde que aquel Sumo Pontífice (año 1144) estableció en ella el culto particular de los santos Juan Bautista y Evangelista, creció siempre en mag-nificencia esta insig-ne catedral del papa, hasta principios del sig-lo xiv, en que un incendio voraz la destruyó. El papa Clemente V, que residía entonces en Aviñon, envió una g-ran suma para que fuese reedificada. Lueg"o fué adornada por Urbano V, Alejandro VI y Pío IV, que mandó hacer el precioso techo de la nave principal de la fachada la- 485 teral, colocando en ella dos campanarios. Sixto Vanadio á dicha fachada un doble pórtico, seg-un los diseños de Fontana. En este pórtico, pintado en arabescos por Salimbene, hay colocada una estatua de bronce de Enrique IV, rey de Francia, obra de Nicolás Cordieri, de Lorena, la que fué erig-ida por el cabildo al Bearnés por haber sido éste uno de los bienhechores de la basílica. Clemente VIII renovó toda la nave del crucero, seg-un los diseños de Santiago de la Porta; Inocencio X hizo reedificar las otras cinco naves, encomendando la obra á Borromini, y por último, Clemente XII terminó la ,.! PALESTINA. — El castillo de Jezrael. restauración de este magnífico templo encomendando á Alejandro Galilei la fábrica de la fachada principal, que es de travertino y ostenta cuatro gruesas columnas y seis pilastras de orden compuesto que sostienen un cornisamento y un frontis, cuyo cornisamento está coronado de una balaustrada en la que hay colocadas once colosales estatuas de varios santos: la de en medio es la del Salvador. Cinco puertas conducen á un magnífico vestíbulo, decorado con 24 pilastras de mármol, de orden compuesto: en el fondo descuella la estatua colosal de Constantino el Grande, hallada en sus termas. Cinco puertas dan también ingreso á la basílica; la central, que es de bronce, estaba en la iglesia de San Andrés en el Foro Romano, pero Alejandro VII la mandó trasladar aquí: se cree que en un principio perteneció á la basílica Emiliana. La últi- ma puerta de la derecha, que sólo se abre en el año del gran jubileo, es la llamada Puerta Santa. El aspecto interior de la basílica no se parece al de nuestras catedrales góticas, ni reviste (excepto la parte del coro) el carácter severo de los primitivos templos cristianos. Las cinco naves que forman el cuerpo de la iglesia están divididas por cuatro hileras de pilastras, debidas á Borromini. Este arquitecto cercó las antiguas columnas de granito que separaban la nave de en medio de las de los lados, con doce pilares, y formó cinco arcadas á cada parte, correspondientes á otras tantas capillas. Cada uno de estos gruesos pilares está decorado, por la parte que da á la nave del centro, de dos pilastras acanaladas, de orden compuesto, que sostienen un cornisamento alrededor de toda la iglesia. Entre estas pi- 486 EL MUNDO ILUSTEADO. lastras y en la parte interior, hay doce nichos, cada uno adornado de dos columnas de verde antiguo, los cuales contienen las estatuas colosales en mármol de los doce apóstoles, obras de los más hábiles escultores de aquella época. También se ven en los referidos nichos otros tantos bajo-relieves de estuco, hechos por Antonio Raggi y Angelo de Eossi, según los diseños de Algardi: los de la derecha representan varios pasajes del Nuevo Testamento, y los de la izquierda del Antiguo. Sobre estos bajo-relieves hay doce cuadros de figura ovalada, que representan los principales profetas llamados mayores, obras de artistas que florecieron en la primera mitad del siglo xviii. El diseño del precioso techo de esta nave es atribuido á Buonarroti. La capilla Corsini, la primera entrando á la izquierda, es una de las más ricas y magníficas de Roma. «Parece difícil acumular en tan pequeño espacio tantas riquezas marmóreas, dice don Severo Catalina. Las paredes, el techo, el pavimento, todo está revestido de las piedras más bellas y estimadas: el orden corintio más lujoso prevalece en su arquitectura y en sus adornos, obra todo de Galilei. La familia florentina Corsini, y en su representación el pontífice Clemente XII, que á ella pertenecía, quiso erigir á su ilustre antepasado, san Andrés Corsini, un monumento digno y perdurable. La capilla tiene la forma rigorosa de cruz griega; entre dos bellísimas columnas de verde antiguo aparece el retrato en mosaico de san Andrés (copia del de Guido Reni que está en la galería Barberini), sirviendo al altar de magnífico offnámento dos estatuas de mármol, que representan la Inocencia y la Penitencia, esculpidas por Puicelloti. Allí se ve la tumba de Clemente XII: la urna de pórfido en que reposan los cenizas del papa perteneció sin duda á las termas dé Agripa. El simulacro del pontífice arrodillado; el de enfrente del cardenal Neri Corsini, tio de Clemente XII; las grandiosas estatuas de la Caridad y de las cuatro Virtudes Cardinales, más ricas que bellas, más notables por el trabajo escultural que por el esplritualismo religioso que las anima; los bajo-relieves, que recuerdan sucesos de la vida gloriosa de san Andrés; la variedad y esplendor de los mármoles, que desde el pavimento á ia cúpula llenan aquel recinto, dan, como queda dicho, á la capilla Corsini el carácter y la importancia de uno de los más hermosos gabinetes artísticos que puedan visitarse en Roma. Debajo de la capilla, y comunicando con una cómoda escalera, que parte del lado del Evangelio, está el panteón de la familia Corsini: es una estancia redonda, subterránea, en cuyo derredor hay una serie de sarcófagos de mármol, que la mano helada de la muerte vá encargándose de cerrar. En el centro se ve un altar, y sobre el altar llama poderosamente la atención una obra maestra de escultura: la Virgen María, con Jesús crucificado en los brazos, admirable grupo de La Piedad, que no debe temer la comparación con aquel otro de Miguel Ángel que está en la primera capilla del Vaticano, á la derecha. El insigne anticuario Nibby da como autor de este hermosísimo grupo del panteón Corsini al escultor Antonio Montan ti; los críticos y arqueólogos posteriores lo atribuyen á Berníni, el artista fecundo que en la plaza del Vaticano, y en el puente de San Angelo, y en la fuente de Plaza Navona, y en todas las regiones de la ciudad de las Siete Colinas dejó espléndidos testimonios de su genio.» La capilla Torlonia, mucho más moderna (fué acabada en 1850), es también notable por la riqueza dé los mármoles que la decoran. Sobre el altar hay un magnífico>slto-'relieve de mármol blanco que representa el Descendimiento de la Cruz, esculpido por Tenerani. La reja que cierra la entrada de esta capilla es toda de bronce y fué trabajada por Luswergh. Pasando desde la nave principal por debajo de un arco sostenido por dos preciosas columnas de granito rojo oriental, de 34 pies de altura, se entra en la nave transversal. En el centro de esta nave se eleva el altar papal, colocado debajo de un tabernáculo de estilo gótico sostenido por cuatro columnas, tres de granito y una de mármol gris. Este altar de mármol sirve para proteger otro muy modesto, de madera, pero que tiene un altísimo origen: es el altar mismo en que Pedro celebraba el misterio augusto instituido por su divino Maestro: el altar á cuyos pies se postró la primera generación de la gran familia cristiana. ¡Admirable coincidencia! La basílica Lateranense, que posee entre sus venerandas reliquias la tabla de la Santa Cena, tiene en su altar mayor la tabla del altar de San Pedro. Encima, sostenido por cuatro columnas de mármol egipcio, con capiteles corintios de bronce dorado, hay un suntuoso tabernáculo, restaurado recientemente, que guarda las cabezas de san Pedro y san Pablo, Los bustos de plata y oro, en, que se encierran, fueron ofrenda, á principios de este siglo, de una ilustre dama española, la duquesa de Villahermosa, que también dejó muestras de su devoción y munificencia en el relicario de la basílica de Santa Cruz. Dos monumentos muy respetables, uno de la pintura y otro de la escultura, guarda la basílica que estamos describiendo: es el primero un cuadro al fresco de Giotto, que representa á Bonifacio VIII entre dos cardenales, publicando el jubileo del año santo 1300; el segundo es el sepulcro del papa Martino V (Colonna), debajo del altar papal, en la capilla que se llama la Confesión de San Juan Evangelista, que fué renovada por Pío IX: consiste en una grandiosa urna de mármol blanco con cubierta de bronce, en la cual está esculpida la efigie entera del gran Martino, obra muy buena del escultor florentino Simone, hermano de Donatello. En las naves menores de San Juan de Letran hay una multitud de depósitos funerarios, y una colección de inscripciones, que bien merecen ser recorridos y estudiados por los amantes de la arqueología y de la historia. Desde el sepulcro erigido por Sergio IV, al comenzar el siglo XI, á la memoria de Silvestre II, que murió en 1003, y el del mismo Sergio IV, que murió en 1013, pasando por el de Alejandro III, que dejó su nombre unido al de un insigne concilio de Letran, hasta las modestas urnas sepulcrales que cubren, puede decirse, el pórtico Leoniano (la nave gira detrás del ábside), allí están los restos mortales de los purpurados que fueron arciprestes de la basílica, los de insignes canónigos y bienhechores de la misma, los de artistas que alcanzaron alto renombre, como Andrés Sacchi, D'Arpino, Galilei, Teobaldo y muchos otros. En el fondo del crucero se nota el magnífico altar del Santísimo Sacramento, hecho según los diseños de Pedro Pablo Olivieri, el cual ostenta un tabernáculo adornado de piedras preciosas, colocado en medio de cuatro bellas columnas de verde antiguo. Las dos columnas de amarillo antiguo que sostienen el órgano, colocado sobre la puerta lateral de la iglesia, tienen 27 pies de altura, son acanaladas, y las más pre, ciosas entre todas las conocidas. Cinco concilios importantes han sido celebrados en la basílica Lateranense: en 1123, 1139,1179,1215 y 1512. En un claustro del siglo xni anejo á esta iglesia, se ven algunos monumentos de la Edad Media. Saliendo de San Juan de Letran por el pórtico de Sixto V, se llega, á los muy pocos pasos, al Bautisterio EL MUNDO ILUSTRADO. 487 de Constantino, á la preciosa capilla octógona, llamada en aquella fuente para renacer á la vida del espíritu, también San Giovanni in Fonte, donde seg'un la tradición para entrar en los caminos de la civilización.» El oratorio de la derecha, ó sea el de San Juan BauConstantino el Grande fué bautizado en 324 por el papa san Silvestre, si bien en realidad este emperador no tista, contiene la estatua en bronce del santo, obra de recibió las aguas del bautismo hasta el año 337, poco L. Veladier, entre dos rarísimas columnas de serpentina; antes de su muerte. Sixto III pasa por ser el verdadero las puertas de este oratorio, también de bronce, regalo fundador de la capilla. Durante mucho tiempo no existió de san Hilario, dícese que hablan figurado en las termas en Roma otro bautisterio que el de Constantino; el papa de Caracalla. A mano izquierda está situado el oratorio san Hilario añadióle los oratorios de San Juan Evange- de San Juan Evangelista, con puertas de bronce del lista y de San Juan Bautista y Juan II el oratorio de San año 1196 y preciosos mosaicos, flores y aves, sobre fondo Venancio. León X, Paulo III y Pió IV" aseguraron la de oro. Es notable la estatua de metal que está en el parte alta y la cubrieron de plomo, y. sus sucesores lo retablo, entre dos preciosas columnas de alabastro embellecieron bajo todos conceptos. Ocho columnas de oriental. pórfido, cuatro con capiteles corintios, las otras cuatro Interesantes son también el oratorio de Santa Rufina con capiteles jónicos, sostienen un frontón sobre el cual y Santa Segunda, bajo cuyo altar se guardan los despose elevan otras ocho columnas de mármol blanco de jos mortales de aquellas santas; y el de San Venancio, menores dimensiones, formando los puntos de apoyo de rico en reliquias de mártires, con un notable mosaico la cúpula: en el centro está la fuente bautismal, especie del siglo vil. de vaso de basalto verde, de forma oval, de cincopiés El Palacio de Letran, junto á la basílica de su nombre, de longitud, con una magnífica cubierta llena de bajo- al que por la ley de garantía del 13 de mayo de I87I fué relieves y de preciosos adornos de metal dorado. concedido, al igual del Vaticano y del castillo de CastelDel lujo con que Constantino exornó este santo lugar Gandolfo, el privilegio de exterritorialidad, fué resinos ofrece una idea muy ex:actai el erudito bibliotecario dencia de los papas en el tiempo qué media desde Anastasio, en la Vida de San Sihestre: láminas de plata, Constantino hasta la trasíacion de la silla pontificia nos dice, en peso de 3,800 libras, cubrían iüterior y ex- á Aviñon. El antiguo palacio era mucho más extenteriormente la urna; del centro se elevaban dos colum- so que el actual, y comprendía la capilla Sanctanas de pórfido, sobre las cualélá había dos lámparas de sanctórum. Arruinado por un incendio en 1308, no oro, que pesaban 52 libras y que se alimentaban en las volvió á renacer de sus cenizas, digámoslo así, hasta el grandes fiestas con bálsamos olorosos de gran precio: pontificado de Sixto V, quien encargó los diseños á un cordero de plata, de peso de 30 libras, arrojaba el Domingo Fontana: el palacio que nos oqupá tuvo vario agua al fondo, desde el borde de la fuente: á su derecha destino en los siglos xvii y xviii, hasta qué en el actual había una gran estatua de plata del Salvador; á su dispuso el papa Gregorio XVI que se col¿6krkti en él izquierda otra estatua, también de plata, de san Juan los objetos de arte que en el Vaticano ya ijó cabían, Bautista: siete feíervos del mismo metal, de 80 libras de creando a-^^í un nuev9 museo, que sé líamó'í^e^oriano. peso cada uno, símbolos del alma sedienta de la gracia, Pío IX engrandeció este depósito arqueóíógicb, establearrojaban otros tantos raudales de agua, coronando con ciendo una riquisima sección de antigüedades cristialas otras figuras todo el cerco de aquella hermosa pila: nas que ha tomado el nombre.de íyl'us'éo Cristiano, de un incensario de oro, de 10 libras, cuajado de piedras suerte que hoy el Museo de Letran pstá dividido en tres preciosas, dejaba escapar en blancas columnas de partes, á saber: el museo pro/añp,áituaáo en la planta humo los más delicados perfumes de Uriente, que por : baja; el museo cristiano, y la galeria, de pinturas, que primera vez se dilataban en un éSpácio diáfflEQoypuro, ocupap el piso superior. no infestado por las émanácioíies dé la pajgánica senEn las salas del Museo profano hay multitud de sualidad. objetos preciosos de escultura qué sé remontan agrande «No preguntemos hoy, añade el señor Catalina, porel antigüedad, revistiendo algunos los caracteres de la oro y por la plata qué lá piedad de Constantino llevó á escuela clásica griega. Posee el palacio de Letran los sus basílicas y á su bautisterio: los bárbaros han pasado mejores mosaicos qué de la Roma pagana han llegado más de una vez por todas partes; pero contra las inva- hasta nosotros; bajo-relieves de gran mérito, muchos siones y loa estragos de las turbas y de los tiempos, ha de los cuales provienen de las decoraciones del Foro de prevalecido el perseverante celo de los papas, que mira- Trajano y representan escenas de la vida ó de la mitoraron siempre él Bautisterio de Constantino como un logía romana. La estatua de Antinoo, encontrada en verdadero relicario histórico y artístico. Ostia, forma el principal ornamento de la tercera sala. »Las paredes que forman su nave única, están pinta- Hállanse en la cuarta sala, entre dos curiosos monudas al fresco por artistas de la escuela romana. Mannoni, mentos, un bajo-relieve qué representa á Medea y las Maratta, Lamassei y Gemignani, todos del siglo xvii, hijas de Peleo, excelente ói)ra del arte griego; una estareprodujeron allí con el pincel la batalla y victoria tua die, Marte y una feliz reproducción del Sátiro dessobre Majencio, la aparición de la Cruz, y otros asuntos cansando, de Praxitelen; más adelante, pasado el corre%ue se relacionan con la paz de la Iglesia, debida al dor, se ve la magnífica urna cineraria, con bajo-relieve, augusto neófito, sucesor de los Césares, al fundador del que figura una pelea de gallos: allí está el precioso reposo: fundatori quietis, como se lee en el Arco de ciervo en basalto, y la vaca en mármol blanco, copia acaso, ó imitación por lo menos, de la tan celebrada de Constantino. «Cuando en la mañana del Sábado Santo asiste el pe- Mitón. Llámase de los Césares lá, sala que sigue, porque regrino en aquel recinto, cubierto de flores y bañado en ella se ven ocho regulares estatuas de la familia por la tibia luz de la primavera, al acto solemne y imperial, seis de hombre, que representan Británico, tiertió de administrar el bautismo á los adultos conver- César, Tiberio, Claudio, Druso y Germánico? y dos de tidos á la religión católica, la imaginación traspasa mujer, Agripina y Livia. En la siguiente sala se guarda rápidamente las fronteras de la historia-y las murallas la estatua de Sófocles, obra maestra de los buenos de los siglos, y se recrea en la contemplación de aquel tiempos del cincel griego, descubierta en Terracina dia, en que no ya una cabeza, sino un imperio, no ya en 1838. A la escuela griega también, quizá á un celeun imperio limitado, sino el imperio del orbe, se lavaba brado grupo de Mirón, pertenece la linda copia de uja 4m EL 'MUNDO ILUSTRADO. Sátiro que danza, hallada hace algunos años cerca de Santa Lucía in Selce (reg-ion de / Monli) y puesta en la misma sala del Sófocles. En la sala octava son de notar la hermosa y rara estatua de Nephmo, descubierta en Porto, y un bajo-relieve de muy delicada labor, que figura un poela con máscara y una Miisa. Numerosos é importantes fragmentos de arquitectura y escultura, procedentes de las excavaciones del Foro y de la Vía Apia, y extraídos de los sepulcros de los Haterii, descubiertos en 1848 eu la Via Labicana, cerca de Centum- i'ALESTlNA..—Loü collados de Samaría, de=de Sonlem. celias, llenan las estancias inmediatas. Una estatua notable de Mana de Efeso, y varios sarcófagos con bajo-relieves, que contienen asuntos de las leyendas griegas, como la historia de Oresies y la muerte de las Nióbedes, la estatua de un prisionero bárbaro, interesante por el doble concepto de su mérito, y porque, no estando terminada, ofrece las señales claras de los puntos de proporción fijados de antemano por el artista, como han hecho siempre y hacen todavía los escultores; una esta- tua de Át/iis tendido, hallada en Ostia en 1869, y curiosa por las señales de dorado que ofrecen la cabellera y la media luna; y otros objetos preciosos en vidrio, barro y marfil, señaladamente el mosaico de Silvano con su perro, completan la colección profana del Museo en que nos ocupamos. El Museo Cristiano, fundado, como hemos dicho, por Pío IX y organizado por los sabios anticuarios P.Marchi, jesuíta, y caballero de Rossi, es muy notable. Desde el vS;•^ EL MUNDO ILÜSTMDO. ingreso en la primera sala y en la escalera que conduce á los cuerpos superiores del edificio, se ven ya restos preciosos de escultura cristiana que alcanzan al sig-lo v y aun al IV de nuestra era: admirables sarcófagos, en cuyos bajo-relieves las escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento han reemplazado á los cantos de la Iliada y á las invenciones de las falsas teogonias: citaremos como los más interesantes el Buen Pastor, la Resurrección de Lázaro, la Multiplicación de los panes, la Percusión de Moisés en la roca, la Incolumidad de Daniel entre los leones, etc. En el fondo de la sala hay una 489 estatua sentada de san Hipólito, que estuvo en las catacumbas de San Lorenzo Extramuros, y cuya antigüedad le da gran valor para la historia del arte. En la silla de piedra aparece grabada una inscripción griega muy interesante: un calendario ó ciclo pascual, que en el año 223 compuso el santo obispo de Porto para combatir la herejía de ciertos novadores que querian fijar la Pascua cristiana en los dias mismos que la Pascua judía. La magnífica colección de inscripciones está clasificada en este orden: I á III, elegías y noticias relativas [PALESTINA.)—Caverna de Ain-Endour, la antigua En-Dor. á diferentes mártires en tiempo de san Dámaso (366-384); IV á VII, inscripciones con fecha cierta, que comprenden desde el año 238 á 557; VIII y IX, inscripciones para el dogma; X, papas, presbíteros y diáconos; XI y XII, otros personajes distinguidos; XIII, á la memoria de parientes, amigos, etc.; XIV á XVI, símbolos y emblemas; XVII y siguientes, epitafios sueltos sacados de diferentes cementerios. Como complemento de estas memorias interesantes de las remotas edades del cristianismo, pueden verse en las cámaras contiguas las copias exactas y auténticas de las pinturas más notables halladas junto á los sepulcros de los cristianos en las catacumbas de San Calixto, Santos Nereo y Aquileo, San Sebastian y algunas otras: allí se conservan también los frescos que adornaron la antigua iglesia de Santa Inés sobre la Vía Nomentana. T. VII. (PRIMERA SERIE).—T. III. (SEGUNDA SERIE).—62. Los más notables cuadros de la galería ^de pinturas que encierra el palacio Lateranense, son los siguientes: Santo Tomás reciUendo el cordón de manos de la Virgen, debido á Beaozzo Gozzoli; una Madonna con San Juan BatUista y san Jerónimo, por Marcos Palmezzano; un retrato, atribuido á Van Dyck; un San Jerónimo pintado por G-iovanni Santi, padre de Rafael, y una gran copia al óleo del fresco del Dominiquino [martirio de San Andrés), cuyo original se conserva en la inmediata iglesia de San Gregorio. Del palacio Patriarchio Lateranense, presa de las llamas en el siglo xiv, sólo se hablan salvado la capilla dedicada á San Lorenzo y una parte del Triclinium (1) famoso, (1) Mesa de comedor entre loá antiguos romanos. Tenia tres escaños ó bancos alrededor, uno á la cabecera y dos á los lados, en cada uno de loa cuales cabian sentadas ó recostadas tres personas. 490 EL MUNDO ILUSTRADO. construido por el papa san León III áfinesdel siglo viii: los restos del TrieUnium, lugar donde los pontífices EL SECRETO DE J O S É , solian recibir á los peregrinos ilustres, y la antigua capilla, riquísima en reliquias, donde un tiempo estuvieron las cabezas de san Pedro y San Pablo, existen LUCIANO BIART. todavía á la extremidad de la plaza de Letran. Allí está el devoto santuario que los fieles de Roma y los de todo el orbe cristiano miran quizás con más tierna venera(CONTINUACIÓN). ración: la Escala Santa. Sixto V mandó edificar delante de la primitiva capilla CAPÍTULO XIX. un pórtico con cinco entradas, colocando la Escala pide la palabra. — José convertido en abogado.— Santa enfrente de la de en medio. Esta escalera está Explicaciones.—Istac Huida de Pablo.—El señor Pinson vuelve á recobrar la esperanza. compuesta de 28 gradas de mármol, y perteneció al palacio de Pilatos, habiendo traído de Oriente tan preciosa Reinó el mayor silencio. El cacique, dirigiéndose á reliquia santa Elena. Llámase Santa, porqué fué santi- Luis, le dijo: ficada con las plantas y la sangre de Jesucristo, que la —Hijo mió, eres acusado de un asesinato horrible; subió y bajó varias veces durante su Pasión; y hé aquí para mí, á lo menos hasta tanto que se me pruebe lo porque los fieles la tienen en gran veneración. Se sube contrario, tú eres inocente. Así pues, puedes responder por ella de rodillas (1), y se baja por una de las cuatro con toda libertad á tu acusador, el cual tiene la palabra. escaleras laterales. Es tan grande el concurso de los —Jueces, dijo inmediatamente Pablo con energía, yo fieles que vá á cumplir esta obra de devoción, que en el acuso á Luis Avila, aquí presente, de haber dado muerte trascurso del tiempo llegaron á gastarse de tal modo á traición á mi pobre tío, don Ambrosio de Lerdo. Ya he las gradas que Clemente XII creyó del caso mandarlas dicho, y vuelvo á repetirlo, que mi tio no tenia enemicubrir con gruesas tablas de nogal que con frecuencia gos en todo el valle; sólo un hombre estaba interesado es preciso reponer. en su muerte, Luis Avila, deudor de una cantidad que En la capilla que hay al extremo de esta escalera se no podía devolverle. ve una antiquísima imagen del Salvador, de cinco pies —En efecto, hace algunos meses, contestó tranquilade altura, tenida en gran devoción. San León III colocó mente Luis, don A.mbrosio me exigió una deuda condebajo del altar una gran caja de ciprés, y otras tres traída por mi padre, invitándome sí no podia pagarle más pequeñas llenas de reliquias, con eéta inscripción: á pederle una parte de riiifiíiciettda; pero José me proSancta Sanctorum, cuyo nombre tomó la capilla. JPjo IX puso arreglar el asunto, y así ló hizo. quiso que la custodia d©: este .sa;íituario fuepe cbnfi^dis^V !(!r-^^I)e; qué manera? preguntó Páblb: ' ' á los religiosos, clérigos regulares descalzos'de Nuefifo. —í-Pagándo, contestó el cazador. Señor, llamados comunmente: Pasiomstas,á cuyo efecto ,: ;-rT¡ÉsMsÓ! exclamó el jóveá j¿5[ueró, cuyos ojillos mandó levantar al lado un pequeño convento que les echaban chispas: la contabilidad idfé'iyí Halconera está sirviese de morada, el que fué terminado en i854. Dicho á mi cargo, y puedo juratí^üe ésto es una mentira pontífice no sólo restauró todo el edificio, sino que en infame. ' : 1857 decoró el vestíbulo con dos grupos efe mármol, —No se apresure usMtailió, don Pablo; hé aquí la obras del hábil cincel de Ignacio Jacometti: el uno re-' prueba de mi aserto. f * : presenta el Beso del traidor Judas, y el otro al Salvador Y sacando José dé su cartera un fapel cuidadosapresentado al pueblq por Pilatos después de la flagela- mente d,obIaao, lo entregó al cac^ique, quien le leyó en ción. voz altai^^ Era un.recibo en reglad^ Í o | treinta mil pesos Al salir de este santuario, y volviendo á la izquierda, debidos por el pftdre de Luis, camtidád qué cobró don se ve una gran tribuna que Benedicto XIV mandó erigir Ambrosio la víspera de su, partida,jpara Santuario, exprofeso para colocar los mosaicos con que el papa san Oyóse un prolongado murmullo ,* los indios hicieron León III habia hecho adornar el TrieUnium Iikieranenée, sus comentarios en voz baja, Ya no cabía duda de que por lo que se le llama TrieUnium £eonianum. Esté monu- José era rico, pues confesaba haber prestado á Luis mento fué restaurado bajo la dirección de Camuccini y Avila 1». cantidad de treinta mil pesos. El cacique lede Valadier. vantó »a bastón con empuñadura de, oro, para imponer Casi enfrente sp encuentra l& Puerta de San Juan, que silencioi Gregorio XIII mandó, levantaren el puesto de la antigua —Este documento prueba, dijo el anciano, que, en puerta jiíiííam, hoy tapiada. •,, ^ - ¡ Contía de lo que áfirina don Pablo, ningún interés podia La quinta Massimo tiene su entrada por la plaza de tener Luis Avila en que muriese don Ambrosio. Letran: los jardines nada ofrecen de notable; pero es . El vaquero se turbó y frunció el ceñó..'. digno de verse el casino^ que el príncipe Camilo Massi- —Media hora antes de .cometerse elcríinen, dijo, Luis mo hizo adornar con frescos que representan asuntos de Avila sé cruzó con pOsotros^ de lo cual pueden dar fe las obras de Dante, Ariostoy.Tíissoy que fueron ¡ejecu- Pochoti, Antonio y los dos criados queime acompañaban. tados por artistas alemanes. —Yo mismo lo certifico, profirió Luis con su calma La quinta Volkonsky., situado cerca de la. Escala Santa, habitual; efectivaaente,,anoche, al volver de Tlacotaltiene un lindo jardín por el cual pasa el Agua Claudia. pam, encontré á don Ambrosio y ¿su éscoltáno lejos de En esta quinta se han descubierto algunas tumbas ro- la encrucijada del Cedro. Don Ambrosia me invitó para qu« le acompañase hasta la Halconera, y ojalá le iiu_ manas del tiempo de los primeros emperadores. > biese complacido, pues en este caso tal vez sé evitara el Traducido y adiciónaiic) por crimen que todos lamentamos. {Continuará). M A S U N O BLANCH. Pablo objetó.: —¿Y no es singular que Luis Avila no haya aceptado la invitación dé mi tío, siendo así que nos hallábamos (1) También hay la piadosa costumbre de rezar un Padre Nuestro en **dá.¿rada que se vá subiendo, y tres en cada una de las dos en las que se en el ünico sendero ^ue-pone en comunicación la Hal¿ i c é é i S s ^ Ugúnás goias de sangre dél Salvador, las cuáles están cubierGonepa y el Potrero co'n el Papaloapam? ^ : tas con u]i-(^u«so cristal qublosfleles suelen besar. EL MUNDO ILUSTRADO. —Mis asuntos me llamaban al rancho del Águila, contestó Luis. Cuando se cometió el crimen yo estaba conferenciando con el dueño de ese rancho, lo cual puede comprobarse fácilmente. —Con el oro todo se alcanza, replicó el vaquero: lo que yo puedo asegurar es que al despedirse Luis Avila de mi tio, fuimos seguidos por alguien, y que al llegar á, la encrucijada del Cedro resonó una detonación, cayendo herido de muerte don Ambrosio. En el acto descabalgué; un nuevo tiro me habia herido en el brazo. Luego vi... Pablo parecia presa de una grande ¡exaltación; cesó de hablar y enjugóse el copioso sudor que bañaba su frente. —Prosigue, pues, le dijo el cacique, ¿qué viste? —A Luis Avila y á Ametl que huían, á los cuales reconocí muy bien en el porte, á pésa? de llevar velado el rostro con una especie de máscara. La muchedumbre empezó ¿murmurar, pues al oir la acusación lanzada por Pabló ^ todo el mundo recordó el rescate de Ametl. ' El señor Pinson tenia apoyada una de sus manos en el hombro de Istac, el cual al oir acusar á su padre se estremeció de pies á cabeza, é hizo un movimiento como si quisiese avanzar. —¡Quieto, hijo mio; quieto! todavía no ha llegado el momento de hablafi Pero, ¿en qué está pensando José? ¿Cómo es quepeíihite qué ése tunante profiera calumnia sobré cialümnia? El éazaídor acababa de colocarse al lado de los ancianos, de cara al acusador. —Don Pabló se engaña, dijo con la gravedad que le era peculiar; no pudo ver en la encrucijada del Cedro á Luis Avila, pues á la sazón éste se encontraba en el rancho del Águila, ni á Ametl, que estaba conmigo. Sin embargo, en un punto tiene razón don Pablo: verdad que dos hombres, dé aquellos que no retroceden ante el más atroz de los crínjenés, seguían paso á paso á mi pobre amo: llegados cérea dé' la encrucijada, uno de los bandidos preparó él-revólver y dijo á su compañero, señalando á dbn Ambrosio: «Si né cae al primeir'tiró, entonces ttt harás füég'óf sobre él,* é inmedi«?taiiiente espoleó sü caballo. ' • Í. ,: :, . ; * El cazador hablaba léntáíneüté; felavadóS'los ojos en Pablo. '''•' • - - • : ' • ' • --••.!- •' —¡ Ah brujo tres veces maldito! murmuró esté ^ cuyo rostro se habia puesto Hvido. v —Desde hace mucho tiempo, prosiguió José fingiendo no haber oído la exelámaeion de Páfeló, uno de esos hombtes consideraba como cosa suya la hacienda de la Halconera: naturaleza perversa é incapaz de moderar sus píisiones, la fatal pendiente por donde se despeñaba le arrastró hasta teñir'siÍ8m.anos en sangre. Ignorando don A:^%rosió el pasado Üe ese miserable, le habia siem|)re*tratadó cómo ÜÜ' hijo, abriéndole su cowazon y su casa.'í'effierosp'éltraldíir, cuyo nombre no osan proferir mis labios, dé qiie sé'lé'éséaparan de las manos los bienes que Codiciaba, ayer asesinó villanamente á su bienhechor. , — ¡Mentira! exclamfS Pablo con acentoapagade.*-^Y no piara aquí todo, continuó el cazador con voz tenante; tratábase, una vez llevado á cabo el crimen, de engañar á la justicia. Al efecto el asesino se disparó á, sí mismo un tiro en el brazo, infligiéndose una herida insignificante, con la esperanza de que nadie sospechara de él y de asegurar su impunidad. El muy infame condujo á la Halconera el cuerpo de su víctima; luego, aprovechando la confusión producida por el asesinato, su cómplice hizo embriagar ¿ los trabajadores, excitán- 491 doles contra un inocente á quien acusó y cuya muerte deseaba. Si Luis Avila hubiese perecido, una mancha indeleble habría caído sobre su nombre, quedando triunfante el crimen. Afortunadamente Dios vela por los buenos. —Para que los discretos jueces que nos escuchan puedan dar crédito á este tejido de calumnias, serán precisos testigos. —Los testigos, contestó tranquilamente José volviéndose hacia Istac y Azogue, ahora van á hablar. Istac, dando rienda suelta á su impaciencia, apenas pudo ser contenido por el ingeniero; se puso al lado de José, señaló con el dedo á Pablo y dijo con entereza: —Ha acusado usted á mí padre, don Pablo, mientras que yo puedo jurar que usted y nadie más que usted es el asesino de don Ambrosio. —¿Es el brujo que te hace mentir así? replico el vaquero eon afectado desden. —Lo que acaba de decir Istac es la pura verdad, añadió á su vez Azogue; don Pablo ha matado á don Ambrosio: nosotros le oímos conferenciar con Pochotl á este respecto,y le vimos tirar, pues nos hallábamos escondidos en el hueco del cedro á cuyo pié cayó mortalmente herido el dueño de la Halconera. Al oír esto los indios profirieron en gritos de horror. Abrumado Pablo por las revelaciones concluyentes de suS acusadores, no supo qué contestar. Las amenazas de muerte á él dirigidas salidas del grupo de los indígenas, acabaron de desconcertarle. Perdida su sangre fría habitual y obedeciendo al instinto de conservación, de un salto se puso fuera del recinto del tribunal, y antes de que los espectadores hubiesen tenido tiempo de prever sus intenciones, montó el caballo que Pochotl, ya instalado en su silla, mantenía por la brida, desapareciendo los dos cómplices á galope en dirección del bosque. Inmediatamente el cacique mandó á algunos indios en su seguimiento. Restablecida lá calma, los allí presentes empezaron á dar vivas ádon Luis. El primer acto del joven fué precipitarse en los brazos de José; luego abrazó á Istac y á Abogue. A pesar de las explicaciones dadas por el acu•sado, los indios, amigos de todo lo maravilloso, se afirmaron más y más en la creencia de que el cazador estaba dotado de un poder sobrenatural. En cuanto al señor Pinson, que con asombro de los circunstantes habia besado en la^mejilla á Luis Avila, deploró grandemente que no se.hubiesen tomado las debidas precauciones para apoderarse de don Pablo y de Pochotl, según él aconsejara,. — E s una;falta que he cometido voluntariamente, díjole al Oído José, en bien de Amalia. Poner á Pablo, á su pariente, á su novio, en manos de la justicia, es decir, condenarle á una muerte ignominiosa, hubiese equivalido á desterrar para siempre de la Halconera á la pobre joven, mientras que su dicha futura depende de su estancia en ella. —Pero hay que pensar que Pablo emprenderá nuevas fechorías; qué querrá vengarse de Luis, de usted, de Istac y de Azogue. :^-^Si el miserable se libra de las garras de los indios que ahora le persiguen, irá á ejercer su industria á Tierra Fría, guardándose muy bien de volver por estos sitios. Caso de que los indios le alcancen, morirá míseramente en sus manos como él quería que muriese Luis, no le quepa á usted duda. Pero sigamos á Avila, que se dirige á la hacienda; el pobre querrá abrazar i su madre y presentarse ante Amalia. A pesar de la activa persecución de los indios, Pochotl y Pablo lograron escapar, suponiéndose que atravesaron '^«¿jjU.aaBmi&jj.Ajr^ia iKci^uji.HiunvBñtaB LOS MENSAJEROS ANTE JOB.—CÜADBO DE S. MELTON FISHEE. (Véase la página 502). EL MUNDO ILUSTRADO. 494 el Papaloapam y ganaron la Cordillera. Una nueva catástrofe no debía tardar en advertir á los habitantes de la Halconera que los dos asesinos trataban de vengarse y de hacer arrepentir á José de su generosidad. A media noche el cuerpo de don Ambrosio fué depositado en la capilla del pueblo, y el señor Pinson, que estaba rendido de cansancio, se fué á acostar, levantándose el dia siguiente á eso de las doce. Azogue estaba estudiando; el ingeniero le abrazó, vistióse y se informó del estado de Amalia, á quien acompañaba doña Magdalena. En cuanto á Luis, ya habia partido para el Potrero. El señor Pinson divisó k José en el corredor sentado ante una mesita y ocupado en compilar los registros de don Ambrosio. —Heme aquí desempeñando de momento las funcio- —Después de lo sucedido estoy de más aquí, José; de ninguna utilidad puedo ser á la dueña de la hacienda. —Sin embargo, replicó el cazador, no veo instalada en la llanura ninguna de las construcciones cuyos planos me enseñó usted; así pues, ha llegado la hora de ganar el tiempo perdido poniendo manos á la obra inmediatamente. —Usted se olvida, amigo, de lo que acaba de decirme; doña Amalia está arruinada ó poco menos, y como sin dinero, es decir, sin brazos, mis proyectos son irrealizables, no veo medio de conciliar los dos extremos. — ¡Desgraciadamente es muy cierto lo que usted dice! Yo también, lo mismo que mi pobre amo, he soñado varias veces en ver convertido este valle en un centro de civilización y á los indios trasformados en trabajadores útiles. Usted puede convertir el sueño en realidad, caballero; no siempre se tiene á mano un hombre de mérito. Vamos á ver: ¿qué cantidad debia entregarle don Ambrosio, mejor dicho, á cuánto asciende el presupuesto de sus proyectos de reforma? — A cerca de dos millones. —Es preciso que Amalia sea rica, murmuró José, para enlazarse con Luis que está en vísperas de serlo, y para que pueda como antes socorrer á los desgraciados. En mi calidad de mayordomo de la Halconera, añadió levantando la voz, yo me encargo de procurar á usted las cantidades necesarias para que lleve á cabo sus planes. El señor Pinson no podía dar crédito á lo que oía; miró á su interlocutor como interrogándole para que 1? dijera si hablaba en serio ó en broma. —Dije que necesitaba dos millones, repitió recalcando sus palabras; dos millones. —Ya lo oí, señor, y sólo me toca añadir, como los norte-americanos: ] Adelante! —Ahora sí que creo que tiene usted parentesco con el diablo, José, ó bien que ha descubierto la piedra filosofal. —Tal vez, dijo el cazador soltando la carcajada; de todos modos, caballero, le ruego que mañana esté dispuesto para empezar los trabajos. Me tarda ver realizadas las reformas en proyecto. El ingeniero estrechó la mano de José y sin pérdida de momento se fué á su habitación para sacar á luz nuevamente sus planos, arrinconados durante algún tiempo á consecuencia de los reveses de fortuna de don Ambrosio. Traducido del francés por Los dos cómplices desaparecieron. MARIANO BLANCH. [Continuará]. nes de mayordomo de la Halconera, dijo el cazador alargando la mano al ingeniero, lo cual hago en obsequio de Amalia. ¡Pobre niña! Muy comprometidos están sus intereses; pero con la ayuda de Dios pondremos orden en ellos. —Por lo que á mí toca, profirió melancólicamente el señor Pinson, creo que ha llegado la hora de disponer la partida; sin embargo, esperaré que doña Amallase encuentre más tranquila antes de dirigirme á Veracruz y luego á Francia, á no ser que mi mala estréllame lleve á la China. Lo que me ha pasado es un sueño, añadió el ingeniero fijando la mirada en el horizonte; me habia conformado con el destierro temporal á que la suerte me condenara, y pensaba trasformar este valle. Ya habrá comprendido usted, José, lo que puede la ciencia mancomunada con la labor de la Naturaleza. —¿Y es de veras que ha pensado usted en abandonar la Halconera? dijo el cazador levantándose. Estoy seguro que Amalia no lo consentirá. HISTORIA NATURAL DEL HOMBRE, D. JUAN MONTSERRAT Y ARCHS. LOS ELEMENTOS EXTRANJEROS EN AMERICA. (CONTINUACIÓN). En Francia se distinguen la» clases instruidas del pueblo bajo y rural por el habla más fina, elegante y correcta, pero en el Canadá »o existe esta diferencia, y tan bien habla el jornalero del campo como el individuo más instruido de la ciudad, sin asomo de dialecto ni normando ni bretón; su habla es mucho más correcta, EL MUNDO ÍLÜSÍÉADO. bíeíi que tal y con las mismas locuciones como se usaba & principios del siglo pasado. No obstante, de poco tifetílpo acá se introducen vocablos compuestos anglofraüéeses, sobre todo en la prensa periódica y en la cOüVetsacion, bien que las dos nacionalidades no se mezolttn. á.1 Oeste vive una población mestiza descendiente de ñ«ne««|iés atrevidos y amigos de aventuras que se hicieron al principio de la inmigración amigos con los indios, residiaü con ellos y se casaron con sus hijas. Luego encuéntranse también colonias francesas en el Alto Canadá, ptovincia de Ontario^ que conservan fielmente su idioma y las costumbres "de la madre patria; y en él extremo Oeste existe una población mestiza pero civilizada é inatruida, en las dos pequeñastiudades de Wiñipeg y Saü ¿onifacio, que también conservan el idioma y carácter franceses, Tambiéü son descendientes de antiguos inmigrantes franceses les 80,000 ó 100,000 acadios que viven en la Nueva fíítóswick, en la Nueva Escocia y en las islas del Principé Muardo y Cabo Bretón, los cuales usan y conservan lal antiguas costumbres, habla y traje pintoresco déla N()|íüandía,,y no se messclan con sus vecinos de otra razáv- Son agricultores, leñadores, remeros ó cazadores M animales cuyas pieles son buácadas en el comeréfo. Desde algún tiempo emigran muchos al Canaíflá y á los Estados septentrionales dé la Union. 1tM acadios son gente laboriosa, sencilla é inteligente; á su aplicación y habilidad en el cultivo deben las frutas de la Nueva Escocia su celebridad. Las mujeres son dechados de virtud, siempre comedidas en su porte, movimientos y habla, sin la más mínima coquetería ni rastro de capricho ni en las que tienen caritas morenas y encantadoras, y ojos negros y briUantes. Todos los acadios, hombres y mujeres, tienen el aire un tanto melancólico, como si tuviesen alguna pena secreta ó temor. La raqia nep-látina en América. Las razas espafioía y portuguesa se enseñorean de la América Central y del Sur; la primera en las Antillaé y repúblicas, y la segunda, en el JBrasil, donde se ha tíonservado la forma monárquica; los blancos de ¿tras nacionalidades son tan poco numerosos que en concepto etnológico podemos hacer caso omiso de ellos. En las Guyanas, Jamaica y muchas Antillas pequeñas hay establecidos inglesps, holandeses, suecos y dinamarqueses, pero son poco numerosos. Los descendientes de los blancos, en especial de los españoles y portug'ueses, que han nacido en suelo americano, se Uapian. criollos, nombre que se aplica á menudo también aunque injustamente á los mestizos salidos de uniones de europeos con mujeres indígenas. Muchos entienden por criollo todo descendiente de padres de raza no americana, de consiguiente también los hijos dé los negros nacidos en América, de modo que se distinguen criollos blancos y negros, como sucede en el Brasil; pero en general se entiende por criollo un descendiente de padres blancos sin mezcla de otras razas. Estos cMoUos puros, pues, se distinguen de sus parientes europeos en-su físico y cualidades intelectuales tanto como el yankee del inglés. Los hombres suelen ser de estatura mediana, bien proporcionados, pero son flacos y enjutos de carnes; tienen los cabellos negros, ojos oscuros y chispeantes y barba muy poblada; las mujeres tienen formas agraciadísimas, magnífica cabellera negra, mirada sensualísima, dientes de un blanco deslumbrador, tez; ligeramente morena, pies y manos pequeños, andar elegante y gracioso," carácter alegre y 495 franco; pero envejecen y se marchitan pronto y sc/vuelven feas. Los criollos han conservado muchas cualidades excelentes y otras malas de sus antecesores españoles: son nobles, generosos y tienen sentimientos elevados; pero también son petulantes, quisquillosos, vengativos y en extremo apasionados; su hospitalidad es regia y hay que tener cuidado de no mostrar demasiada admiración por algún objeto, porque entonces obligan al huésped á aceptarlo como un obsequio. Los hombres son cariñosos con sus hijos y esposos atentos y solícitos. Orgullosos, entonados, valientes, corteses, inteligentes, diestros y sobrios cuando no son supersticiosos, fanáticos, ignorantes, sensuales, sin energía, afeminados, indolentes, celosos, egoístas y codiciosos. La indolencia es también la cualidad preponderante de los criollos portugueses ó brasileños, como ahora se llaman. Llámanse también blancos en oposición á los negros y razas mestizas, pero su color atezado por el sol que se ha hecho hereditario, justifica muy poco este- calificativo. En su fisonomía se lee su earácter: son ardientes, de comprensión rápida, inte lié-entes, iracundos y movibles cuando les domina la pasión. Entré estos brasilefíos y los portugueses reina una antipatía que degenera á menudo en hostilidad, y deriva su órígeíi de la tiranía con. que los trataba su madre patria cuando aun dependían de ella. Los criollos brasileños se llaman también hijos del pais (fllhos da, ierra) para diferenciarse de los portugueses europeos que llaman hijos del reino ó'portugueses legítimos; como los criollos de las Antillas llaman á los españoles que van allí chapetones (1), y*' los dé Méjico los llamad gachupines (2), palabra corrompida de la voz azteca ffaizopin, jinete, literalmente hombre-caballo. Los criollos blancos representan en toda la América la inteligencia, de suerte que de hecho forman la aristocracia. A ella pertenecen los grandes propietarios territoriales, los poseedores de minas, los comerciantes y fabricantes, los empleados y el clero superior. De carácter apasionado, se dejan llevar fácilmente de su genio, pero se saben dominiar por prudencia, porque no conocen la falacia, ni menos la venganza por traición, de manera que él bravo de Italia y de otros países nada tendría que hacer en el muMdo criollo. En el trato social son atentos y corteses; el, criollo más ignorante observa las reglas de una urbanidad franca y natural; es ambicioso, lleno de vanidad, liviano y amigo de gozar la vida hasta más allá de lo que* permite la prudencia; pero son muy sobrios en la bebida y en la mesa, á excepción de los dulces que les gustan mucho. Gastrónomos , glotones ó borrachos como se encuentran en todas las clases de los países septentripnales se buscarían en vano entre los criollos. Sus pasiones son las fiestas, el amor, el juego y diversiones ¡expansivas. El juego es el verdadero cáncer que destruye la felicidad y las fortunas en las familias criollas. No hay ciudad ni aldea donde no se juegue al monte, sin el cual no hay fiesta ni diversión posibles; por esto también son tan dados á apuestas en las riñas de gallos, corridas de caballos y hasta en el juego de billar. Si pierde soporta el criollo estoicamente su desgracia, lo que contrasta singularmente con su carácter apasionado para el juego, al cual lo sacrifica todo, no solamente su forlána sino también la felicidad doméstica, porque mientras el hombre pasa las noches junto al tapete verde, entra la prostitución en su casa, ya que en pos de la pasión del juego les domina la de las faldas. Allí no se conoce el (1) Esto es en el Perú. (2) O cachipínes. 496 EÍL MUNDO ILÜSI^RADO. PALESTINA.—La mezquita de Djenim. EL MUNDO ILUSTRADO. amor sentimental; el fin es poseer y gozar, y para lograr sus deseos lo atropella el criollo todo; si no se ve correspondido del objeto de sus deseos emplea la astucia, el cohecho ó la fuerza bruta, y raro es el caso en que no logre al fin y al cabo la satisfacción que busca. AW Por esto, enseñadas por la propia experiencia, no deja allí ninguna madre solícita á sus hijas solas; sin ellas no vá ni á la iglesia ni á hacer visitas ni á ninguna parte, áfinde tenerlas seguras á su lado. Respecto al traje se visten los criollos por lo general á E L ESTUDIANTE.—CUADRO DE NICOLAS MEJÍA. ( V é a s e U p á g i ' n a 503), la europea: eti casa una chaqueta ligera loa hombres, en muchos países también para la calle y á caballo, y donde hace frió además la capa española. Las mujeres son como en todas partes aficionadas á las modas de de Paris, excepto cuando v a n a misa; entonces gastan traje negro y mantilla. El abanico con su misteriosa telegrafía jamás abandona la mano de la criolla, aunT . V I I . ;1'I1IM1511A S É I I I E ) . — T Ü I . SKílUNWA S É U I l ! : . - 6 3 . que éstéíl én su casa eon toda comodidad en zapatillas y sin medias. Casadas y solteras suelen ser aficionadas á fumar cigarrillos de papel y tabaco ligero. Lo que en los países europeos se entiende por vida confortable y casera es muy distinto de lo que se observa en la América Central y del Sur, donde la vida doméstica tiene cierto aire oriental. Mucho coche, troncos y caballos de EL MUNDO ILUSTRADO. 498 montar, de lujo, servidumbre numerosa, en esto estriba el lujo del criollo rico; pero rico ó pobre^encuéntrase en la familia criolla una circunstancia preciosísima no tan general en muchos países europeos que se jactan de muy instruidos,, civilizados y humanitarios, y es el profundo respeto de los hijos para con sus padres, el cariño de éstos para con aquéllos y su trato afable y bondadoso para con los criados, á quienes miran como miembros de la familia. Los mestizos ó gente de color. Además de estos cruzamientos hay otros en número infinito que no se designan con nombres particulares, porque por su color y aspecto se parecen siempre á una de las clases precedentes. Todos, junto con los indios y negros puros, se llaman, en oposición á los blancos, ffenie de color. La cualidad más prominente que sirve para determinar la variedad á que pertenece uii individuo es en las mujeres el cabello, porque el color puede engañar mucho. Hay mulatas cuya tez deslumhra por lo blanca y cuyas facciones no ceden en regularidad á la mayor belleza de Europa; pero en la longitud de su cabello, que apenas pa.sa de un dedo, llevan el sello indeleble de su prosapia^. , También se aplican los nombres citados á los hijos, si en dichas uniones se invierten los sexos. El hombre de colo,r que se casa con una mujer de más color que él, da Mfi^aso atrás, T^ovq\í& los hijos de está unión se alejan ^el color blanco. u= A pesar de la humanidad con que los blancos de raza nép^látitía,tratan á la gente de color, existe en la sociedad,, ei^-tod* la América, y en Cuba más que en :párte alguna,,un abismo entre aquéllos y ésta. . U n viajero; IQOderno, Hipólito Pirón, encontró muy réXtraño ver eii el paseo tan pocas caras morenas en los ',icpches, hasta que tó dijeron que á las personas de color "por ricas y respelfckbles que fuesen les estaba prohibido •pasearse én cbeíile'S á caballo en la Alameda; y que una vez lo hábia praíabáo' una señora muy rica y principal, pero que no era'ñé'íáka blanca pura, cuando al cabo de pié^císánstanteS ée fueton los demás y se encontró sola "(SiE,sui^#^j8énéí\ paseo. Las blancas se marcharon ;iní|igM^$é,jbo.ifaó M,^'^^ una apestada, y los 'Ji0Hi][>^ fuVietóii^q^í'Sé^utiií áíaé miíjeres, á pesar de írp{sjferv¿ainsésciiaptíl4%í# no suelen éíi^a|id&l|?arse aüfi«ji% filf |ínete de color se pasee entre éfloi^, %íefl-qtief'íúáa^ m^^^ la palabra mulato cft^o^uií'instjltúVcüáñiáo 'tienen alguna pendencia con úá .hombre-'de'Color^.tQ'io lo.cual obliga á éstos á unirse y'4i'?ertirséfiiá>'entüié^á. Ningún obstáculo, dice el misrméautdri se opone'áUos miilatos que quieren abandonar laisl^i pero la autoridad leo prohibe en el pasaporte Los españoles y portugueses, y sus descendientes en los países de Ultramar se distinguen también de los hombres de raza germánica por los sentimientos más humanitarios en su trato con los indígenas de los pa,íses donde se establecen, con lo cual facilitan extraordinariamente las relaciones sexuales y la producciell.de" numerosas variedades de mestizos. El alemán efá más sociable y comunicativo que el inglés, y trata ea*¿América, donde no es ni conquistador ni amo, 4 los^ip^ígenas como personas iguales y con idénticos derechos, pero los casamientos entre ellos é indias son rarísimos. Los hombres de razas neo-latinas, en cambio, apreiidieron luego los idiomas y costumbres de los indios y^ se mezclaron sin dificultad con ellos, y hasta los fraa^éséS* se adaptaron fácilmente en el Canadá a l a vida'-frtíig'Éir de los pieles rojas; muchos^O casaron con indíals, y vivieron tan felices con ellas como si hubiesen pido mujeres de raza blanca. Estos franceses ¡nisiqui era J,6;ií!<)listruyen una vivienda sólida de. troncos de árbol^iSifeóntentándóse con unu choza «le cuatro estacas, CUM^Stfe^dé cortezas de árbolj y las paredes ¡hechas de ratBété'?éttft^^ tejidas ó de piedra, tierra y^ musgo. 11 hóñabre iílétí-ilatino entra, pues, en tpatos cóteel iadio, fratewiiííi-ciGft* él, le atrae, le admite eii'sais.establecibiieíiitos', le ü|ilÍ2ía^ como trabajador y como defensor? de 'SUS pláMs fu^rles/ le hace sociable y no .le exterminia. La raza-germánica no es tan flexible, ni tan hum«imtaria^ ni'tanisocvá.We' ni fraternizadora. •. i '' lí'' Hé aquí, pues, loa tipos iprincipalesá que han dádó lugar los cruzamientos de los españoles y portugueses 'v<!iÍÉv&v,:por ser de cótoTi: con las otras razas que vivenen América. *'' ' ' ' ': • : . De la unión entre: ÍJ^ JUAN MONTSERRAT Y ARCES. ¡(Continttará). Un blanco y una negra » id. india » indio » negra » blanco » mulata » id. » mestiza » blanco » » id. » » id. » » negro > » id. » » id. » » id. » » id. » » indio » id. » » » » » id. » id. » id; ' ' > >Hffflato y * «a. • '». > » njioea mulatos.: ¡r,. > mestizos.. ••'•Si' chinos. ,; " ; . ;• ^K 'cuarterones. ' ,; » - ¡criollos que se distin^, ,, guen de los blttncos por un matiz moreáó poco perceptible. - •'• china ' chinos blancos; V' i cuarterona » quinterones. quinterona » blancos. mulata' ' ; ' ' » ' • >iambos negros. ' • ,, mest^a' ; : . » <• ihttlatos oscuiros.-: cbina ,,., ; ; : > • 2elmbe-s^hino8. zamba » zamboa iiegros, casiéh^-' teramente negros. cuarterona ó quinterona » mulatos un tanto oscuros. • . » • mulata mestiza » » china zamba cuarterona ó quinterona » » zamba mestiza' v^aittA » » »' ,» chinos oscuros. mestizos claros, frecuentementerhermoslsimos. chino-cholos. zambo claro. mestizos un tant» morenos, zambos; raza mala. chillos bastante claros. chinos algo oscuros. ^JIJ Xa? o 3 ^ o . V ^BELACION CONTEMPORÁHEÁy POH DON JOSÉ ORTEGA MUKILLA. (CONTINDACIOK). Cuando el coche se puso en movimiento, el ruido de las ruedas en el arrecife los dividió en conversaciones parciales. Isabel, Regla, Blanca y don Félix hablaban de laá malas cosechas, de las próximas quintas y .de., ©tros graves asuntos. Julián desplegaba ante los ojos de Pepillo admirado él vasto panorama que ofrecía Sevilla para los genios resueltos y emprendedores, enumerando una ¿ una las virtudes cívieSíS f^ss^efam dte mis «tíunerosos condíS' 499 EL MUNDO ILUSTRADO. cípulos de la universidad, en tanto que Dolores, Isabelita y Antonio, agrupados hacia la extremidad del break, charlaban entre si ó sonreían á su padre que los miraba desde el camino. — ¡Que bien vamos aquí! exclamó Isabelita, '• — ¡Lástima que padre y la jaca y Briján no pudieran subir con nosotros! contestó Dolores que pensaba en todos menos en,ella. — ¡No seas gansa, Mariquilla! dijo Antonio queriendo probarle lo inmoderado'de su deseo. ¿Y eso, cómo puede ser? —Es verdad, contestó Dolores bajando la tabeza. Luego .permg,neció un instante silenciosa y pensativa. Sus grandes ojos azules y serenos como un cielo sitt nubes, vagaban por eatrambas orillas del arrecife ó se detenían en su.padre con expresión de infiüita ternura. Al enfrentatrcon-un escaso grupo de pinos que se halla á la derecliaivini^ndo de Bonanza separado de sus her^ manos ló^.dél piaar de San Jerónimo por el arrecife, se inclinó sjobre fil borde del coche y dijo con acento conmovido: • '• — ¡Padre! . —i Qué quieres,- hija ? contestóle José. —Digo, padre, ¿quién me dijera á mi hace quince, años que habia de andar este camino en coche como una señorita? -: •• José se llevó un dedo >á los labios imponiéndole silencio.- ' /',. :L' /'\- lí^ ?'•—••':• •• Después contestó paráidisimular: —Hija, de níénós aoís hizo' Dioé. Entretanto Antonillo murmuraba á su oido con acento de mal humor:, ., —¡Está visto,' Lola, parece qué tienes el gusto cifrado' en mortificarme! Dolores guardó,silencio. —¿Qué le dices á Lola? preguntó Isabelita. —Que es más tonta que pipi, respondióle Antonio, que le ha dado por echarse por tierra, y que cada uno es cada uno y nadie es mejor que nadie, como dicen en la comedia que vimos el verano pasado. —Pues claro está, Qojjtestó l^^belita pensando en Luiá Salcedo. " ' ' ' / Entonces pregu-aíbó Doloríff'para mudar dé conversación: ' ' —¿Oye, Antonio, qué le has hecho á Pepita que está tan enfadada contigo? . .; —¿Yo? Nada. —rPues espíeciso que la desenojes, porque aunque yo te he defendido con ella, cuando está tan enfadada, reconozco que tú le habrás dado motivo. —Ó no, dijo con viveza Isabelita. Ella es una loca y puede enfadarse sin que Antonio lo pueda remediar. —Galla, Isabelita. —Y asíes. Déjala hablar, replicó apoyándola Antonio. Isabel, aunque es más chica, la conoce mejor que tú. ¡ Para; ti todo el monte es orégano! —No señor. Lo que tiene que Isabel y ella son dos niñas, se enojan por nada, y luego salen hablando la una de la otra. Pero tú, que eres un ifaüchácííó formal, no debes decir eso de Pepita aunque estés hoy reñido con ella. —Yo no estoy reñido^con ellái ' v 'H HM ,.> •—¿EntÓücé» por qué mh tía dicho éstas palabras? Y Dolores refirió las de Pepita á propósito de Luis Salcedo. — ¡A-h» ya caigo! exclamó riéndose Antonio. Se me habia olvidado contarte esto, mujer. ^lAy/pues'tíuétttalo, Antbñillol dijo có» curiosidad '••-i Isabelita, A . •• ' • ' ' • • • ' • • • > ; ;-i '. .r . ; , ; - . . 1 .:i, - v , .••.•• Le guardaba rencor á Pepa por su aventura de aquella tarde. —¿Creeréis, dijo el muchacho, que hace tres ó cuatro diasestaba á su puerta de palique con el teniente de carabineros, y que ambos se echaron á reir, cuando me vieron pasar, ni más ni menos que si se burlaran de mí? ^-^¿Qué tal, es loca ó no es loca? dijo triunfante Isabelita. —¿Y tú que le dijiste? preguntó Dolores entre indignada y pesarosa. —¿A ella? Ni una palabra le dije; pero confieso que tuve intenciones de pegarle un trastazo á aquel señorito. —¡No, por Dios! dijo asustada Dolores. —No te asustes, Mariquilla: descuida, mujer, exclamó Antonio riéndose. Pronto se me quitó del pensamiento tan mala idea, y dije para mí: A Pepa no le conviene tanto palique con esos señores que todo Se vuelven orgullo y nada más; pero el mejor remedio es que yo se lo diga á padre, y entera,da por él Carmencita sabrá lo que ha de hacer. —¿Y se lo dijiste ? —Sí.'.,: •; ' • ,. —¿Y ¿adre habló con Garméücita? —Dé éso no estoy enterado; pero pienso que sí, por esas rádones qué te ha dicho. ^ Y a lo tienes descubierto todo, dijo Isabelita á Dolores qué par'eóía muy contrariada de todo aquello. Y nosotras decíamos: ¿qué mala hierba habrá pisado Pepa hoy? Oye^ Ántoñillo, nO ía vuelvas á mirar. —No digas eso, mujer, replicó Dolores. En este mundo todóá tenemos nuestras faltas, y nadie debe hacer caso dé IOS yerros de una niña. \' —Eso digo yo, contestó Añtoñillo, y por eso maldito el cuidado qué se me da de que se burle de mí. —¡Deja que yo la vea! volvió á decir Dolores con ardor creciente. ¡Ya le diré lo que hace el caso! Se arrepentirá, de fijo. La pobre niña no sabe lo que se dice. Descuida, Antonio, que lo que me cuentas no ha de volveí á pasar. —f á'mí qué pase, Mariquilla.. ¡Créete tú que eso me íierie sin cuidado! Si se lo dije á padre, fué por ella, que lo que es por mí... —^'¡Vambs, hejínanito, no seas rencoroso! Bien sabes q!úé niadre'ígnSrá un disgusto si llega á saberlo, y que debes qüé'feria como siempre. , .-^Pues por eso sigo yendo á su casa y no le guardo rencor. Si no, ¿^uién te dice que la querría yo más que á otra cualquiera y que no tomaría el consejo de IsaJbélita? ' ---NO, Antonio, no, el mió no: hazte cuenta que no he dicho nada, exclamó Isabelita con viveza. Las frases de Dolores le habían dado mucho en que pensar. ••^Sí, prosiguió, Lola sabe niiuy bien lo que se dice: por mi corazón juzgo delde Pepa. ¿No soy mala ínuchas veces y os doy qué sentir?'Püés bieii, al minutóme arrepiento: lo mismo sucederá á ella, Antonio. —Me es igual, contestó el muchacho con acento en qué sé develaba profunda filosofía. Su madre ha de aguantarla y no yo, si sale vanidosa y casquivana. Pero bastante hemos hablado de la tontina de Pepa. Pasemos á'Lúisillo. ¡Ésesíqué es catal! Más caballero que el rey, y aunque emparentado con duques y marqueses, siempre el mismo. • ' —Es verdad, contestó Dolores! Isabel bajó la cabeza y nada contestó. 'Üé pronto dijo'& su hermano': '" —¿Ves lo qué te decía hace póco.de Pepita, Antofiillo? —Sí, veo. i Que salidas tienes, mujer! 500 EL MUNDO ILUSTRADO. Isabelita volvió á quedar silenciosa. —Vamos, explícate, ¿á qué viene esa?... dijo su hermano cansado de esperar. —Es... que he recibido muy mal á Luisillo... lo confieso, dijo al fin la niña casi llorando. —Tontina, ¿y por qué lo has recibido mal? — ¡Que sé yo!... ¡Por mala y orgullosa que soy... porque se me fig-uró que hacia desprecio de nosotras! —¡Que infeliz es esta chiquilla, mujer! exclamó Antonio dirigiéndose á Dolores. ¿Él hacer desprecio de EL, B E S O D E JUDAS.—CUADRO DE ARYSCHEFFER nadie, cuando es el mejor muchacho que se pasea por España? —¿Verdad, Antoñillo, que he sido una loca? — ¡Verdad! contestó éste con aplomo. Después añadió: —Verás como se rie cuando se lo contemos á la noche. —¡No le digas nada, por Dios! exclamó con angustia Isabelita, .1 Antonio no tuvo tiempo de contestar. El coche habia parado k la puerta de su casa. IX. Despedida. Grandes fueron la alegría y el pesar que las noticias de Luis produjeron aquella noche en el ánimo de José y EL MUNDO ILUSTRADO. de sus hijos. Alegría, porque le hallaron bueno, contento, satisfecho de su tio, y cariñoso con todos cual siempre: pesar, porque supieron que su visita sólo se repetiría una vez después de aquella noche, y luego se alejaria quizá por muchos años. 501 Isabelita, sobre todo, se manifestó tan afligida, que no fueron iDastante á consolarla los sencillos presentes que Luis traia para todas ellas. En cambio Pepe daba filo en un asperón á su navaja, murmurando con aire satisfecho: EL SALVADOR Y SAN JUAN. —CUADRO DE ARY SGHEFFER. —Ya, cuando tenga que hacer un aguardo, no tendré que pedirle la suya á, padre. Pero al aproximarse el momento de la despedida de Luis, se echó á llorar como si tuviera'cuatro años. Esta fué expresiva y afectuosa. Isabelita no pudo cerrar los ojos aquella larga noche, y Lola, que dormía á su lado, le preguntó muchas veces: —¿Qué tienes, hija mia? —Nada... nada... duerme, Lola. Es que no puedo dormir. Tan sólo Regla é Isabel vieron partir á Luisillo con una secreta alegría, de la que ni ellas mismas osaban darse cuenta. Pero pasadas las festividades de Pascua se presentó una tarde Luis Salcedo. Parecía mucho más triste que en su visita anterior, y 502 EL MUNDO ILÜSTBADO, en la melancolía de su mirada se traslucía el pesar profundo que invadía su espíritu al despedirse quizá por mucho tiempo de aquellos lugares en que se deslizaron los años más felices de su existencia, de aquellos amigos que personificaban entonces todos sus gratos recuerdos del pasado, y quizá todas sus aspiraciones para el porvenir. Al divisarle en la puerta lanzó un grito Isabelita y corrió á él: no se asemejó su recibimiento al que hemos presenciado en Bonanza. Ambos se estrecharon las manos con efusión, y asidos de ellas se aproximaron á las otras mujeres, que ya, soltando sus labores, se habían puesto en pié. Pasados los primeros momentos, dijo Tsabelita: —¡Con que, al fin te vas! Luis nada habia dicho, pero la pobre niña lo adivinaba en la expresión de su semblante, —Sí, contestó. —¿y cuándo? —Mañana al amanecer. —¿Y la vuelta será...? —Lo ignoro. —¿Así, pues, me traerás el libro que te encargué para memoria? —No, hija mía, se me ha olvidado. Luis faltaba á la verdad por primera vez: recordaba el consejo de la señorita de Espinosa, y por nada del mundo ie hubiera dado á Isabelita uno de sus libros favoritos. Cierto qué todos eran puros y delicados, pero por lo mismo temía que hicieran más impresión en aquel alma delicada y pura. Viendo la contrariedad de la niña, añadió: —Pero no te alteres por eso, Isabelita: yo te compraré en Sanlúcar otra cosa para que te acuerdes de iní. —No: otra cosa no quiero. No me compres nada. —¿Por qué? —Porque nada de cuanto encierran las tiendas de Sanlúcar lo quieres tú. ¡Yo pensaba... que después de nosotros, sólo querías tus libros... y por eso te lo pedí... pero me equivocaba: los quieres más! — ¡Hija, por Dios! —No le hagas caso, exclamó Eegla interviniendo. ¿No sabes, Luis, que es una niña mimada que sólo vive de caprichos? —Aun así, Begla, yo quisiera satisfacer todos los suyos en pago de los míos que ha satisfecho su madre. Y añadió con toda la dulzura que pudo dar á su acento: —¡No te enfades, Isabelita, hija inia! Mira que luego que me vaya, si té enfadas ahora te has de arrepentir. —i No, Lui*... si no me enfado... no es que me enfado, Luis... siii8'Sc[tte tengo miichas ganas de llorar! Y sofóeaáa^br las lágrimas se arrojó en los brazos de Dolores, que estaba dié pié al lajiQ sujo. —Pueslíora, Jsajbelita, Uora^'exclamó Luis dejando estallar su pena. Así mis lágrimas no correrán solas al dejar estos sitios tan amados de míNsorazon; así el reflejo de las tuyas consolará mi ausencia; así esta noche servirá de bálsamo á mi alma. Llora, hija mía, llora: yo también quiero llorar. Las cuatro mujeres parecieron subyugadas al acento de Luis. Su emoción era grande. Isabelita sintió que recorría todo su ser un estremecimiento de felicidad desconocido hasta entonces, y aliviado su corazón dé! peso de las lágrimas que'se "escapaban por sus ojos duíceiriénte, recogía una á ühá tddas las palabras de su amigo y hasta la más leve iüflexion díBsti voz." Al.fln consiguió Regla reponerse: miró'á su hija que ^efiTOAmffeia eji los brazos de Dolores, y su corago» de madre se oprimió con una angustia indefinible. -Levanr tose impetuosa y violenta, é interponiéndose entre Luis y sus hijas, exclamó: — ¡Estamos llorando como unas tontas! Dime, Luis, ¿por qué demuestras tanto empeño en hacer llorar á mis hijas? Mejor fuera que procuraras ahorrarles este mal rato. —Tiene usted razón, murmuró el pobre muchacho confundido. — ¡No le riñas, madre! dijo Isabel levantando la cabeza con ese aire severo de niña mimada que tan bien le sentaba algunas veces. —¡Hija del alma, si no le riño I Pero no quiero verte llorar. Luis entretanto se había apresurado á enjugar sus ojos, y tomando el sombrero se dispuso á salir. . — ¡Ya! exclamó Isabelita aterrada. —No... todavía no... hasta mañana. —Entonces... ¿por qué te vas ahora... cuando queda tan poco tiempo? ¿Acaso por lo que té ha dicho madre? ¿Lo ves? añadió dirigiéndose á ésta. ¡El pobre se vá... y aun tienes valor de reñirle para que se vaya más pronto! J. OKTBOA. MUHlLtA. (Continuará). LOS MENSAJEROS ANTE JOB.< CUADRO DE S- MELTON FISHER. (Véase el grabftdo de Iss páginas 498 y 493). Asunto es el expres84o en las palabras quC; preceden, abonado como pocos parí), una composición de primer orden, y por lo misroópo nos sorprende que en él se inspirara un artista 4© las condiciones de S. Melton Éisher, ni que saliera tan bien de su empeño, que la Real Academia de Londres le jujzgara digno de medalla de oro en la exposición de; ]188Í. De la manera como llevó á cabo su pensamiento el artista, puede el lector formarse idea por el grabado que da pié al presente artículo: del asunto tratado en el mismo vamos á decir algunas palabras, que al par le darán pié para que pueda juzgar por experiencia própia,y le-SieirviTán de provechosa enseñan?^ eo las graves crisis^ ppr que pasa el hombre durante.fjifftísí*'^^^'^ azarosa existencia. Proverbiales son !l|t;|e?ifirnacioiíjy-paciencia del sencillo Job, de aque^ |¿(;(i)^bir^ .recto y temero^^ de Dios, que .co]j hacer pi^j^^(ípt^4f'i *<'^ft^^*'^^s virtudes, y apartarse constantemeii^; ¡4^1 ,Cwnino del mal, lejos de alcanzar goces.materialí?^ y4iehas terrenas,—que siquier fugaces .aquéjlos y éstjais, ppajeras, júzganse por muchos piügtte tesoro de valor inestimable,—vióse una y otra vez sometido á pruebas, durísimas, que aceptó con mansedunibre más propia del varón justo.aleccionado en la doctrina del Eya,ngelio, que de aqu,ei "qae por los tiempos en que vivió, no pudo tener noticia, de-ios sublimes preceptos que constituyen la ley de gracia. Con tales knttecédeníes no debe causar extrañeza que el mismo apóstol Santiago le proponga como ejemplar perfectísimo de paciencia, y le considere digno de ser presentado'coinó imagen del mistno Jesucristo; y que los expositores de los libros sa^iradtts hayan hallado eü el dé Job la coiitestaciotí más élocuebte al argumento sofístico, tantas véfees reproducido contra la sabiduría de la Providencia, que colma de "bienes al perversa y optime al júáto' íéon "tbdá süérté de calamidades. El Señor éávía íhdíferéiitemente los bienes y los males de esta vida á justos y pecadores, según sus ocultos y divi- EL MUNDO ILUSTRADO. nos juicios, y las siempre adorables y sabias disposiciones de su inefable Providencia. í)e ello tenemos testimonio irrefragable en el libro de Job; mas como no es nuestro propósito demostrar con ejemplos cuánto acabamos de exponer, sino lo que anteriormente hemos indicado', nos ceñiremos á la ii^anscripcíori! del fragmento que sirve de tema al grabado objeto del presente artículo. Dice asi: «Habla en el país de Hus un varón llamado Job, hombre sencillo y recto y temeroso de Dios, y que se apartaba del mal. Tenia siete hijos y tres hijas; y poseía siete mil ovejas, y tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, y quinientas asnas y muchísimos criados; por lo cual era este varón grande entre todos los orientales. Sus hijos solían reunirse'y éelébrait convites en sus casas, cada cual en "su día; y enviaban á, llamar á sus tres hermanas, para que bebiesen y conaiesen con ellos. Concluido el turno de los días del convite, enviaba Job á llamarlos y los santificaba, y levantándose de madrugada ofrecía hp.loqsu?tQs porcada ünó de ellos. Porque decía: No sea que mis hijos hayan,pecado, y desechado á Dios en sus corazones. Esto hacia Job en todos aquellos días. Pero cierto día, concurrieodo los hijos de Dios, es¿o es, los ángeles á presentarse delante del Señor^. compareció también entre ellos Satanás; Al cual dijo el Señor: ¿Dé dónde veñdrás'tú? Él respondió: Vengo de dar la vüelt^ por la'.tíe^ra y de recorrerla toda. !Vi,,:,' . V. ¡Replicóle el Señor: ¿Has parado tu atención en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón sencillo, y recto, y teiñerosó de Díós, y'ajeho de todo mal obrar? „. ,,, ,^ , Mas Satanás le respondió:. ¿Acaso Job.¡teme ó sirve á Dios de balde? ¿No le tienes tú á cxxbiQTio de iodo nial por todas partes, así á él como á su casa, y 4 toda,su hacienda? ¿No has echado la bendición sobre, todas las obras de sus manos, con lo que se han multiplicado sus bienes en la tierra? Mas extiende un poquito tú inanó^^ toca á sus bienes, y verás como te desprecia en tu carfi,, ,, Dijo pues el Señor á Satanás: Ahora bien, todo cuanto posee lo dejo á tu disposición; sólo que no extiendas tu mano sobre su persona. Con e^to se salió Satanás de la presencia del Señor, á ejecutar sus designios. En efecto, mientras los hijos é hijas, de Job se hallaban un ái& todos/imtos comiendo y bebiendo vino en casa del hermano primogénito, llegó á Job un mensajero que le dijo: Estaban los bueyes arando y las asnas paciendo cerca de ellos, cuando hé aquí que han hecho una excursión los Sábeos y lo han robado,todo, y han pasado á cuchillo á los mozos, y he escapado sólo yo para que pueda darte la noticia. Estando aun éste hablando, llegó otro hombre y dijo: Fuego de Dios ha caído del cielo y ha reducido á cenizas las ovejas y los pastores y he escapado sólo yo para Sue pueda traerte ú noticis,. Todavía estaba éste con la palabra en la boca y entró otro diciendo: Los Caldeos divididos en tres cuadrillas, se han arrojado sobre los camellos, y se los han llevado, después de haber pasado á cuchillo á los mozos, y he escapado sólo yo para darte el aviso. No había éste acabado de hablar cuando llegó otro que dijo: Estando comiendo tus hijos é hijas y bebiendo vino, en la casa de su•^ie^IBanG'mayo^J^. 503 ha venido de repente un huracán de la parte del desierto, que ha conmovido las cuatro esquinas de la casa, la cual ha caído, cogiendo debajo á tus hijos, que han quedado muertos, y me he salvado sólo yo para poder avisártelo. Entonces Job se levantó y rasgó sus vestidos, y habiéndose hecho cortar á raíz el pelo de la cabeza postróse en tierra y adoró al Señor, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré á ella. El Señor me lo dio iodo; el Señor me lo ha quitado: se ha hecho ló que es de su agrado: bendito sea el nombre del Señor.» Tal es la narración bíblica, en la cual se encierran no pocas bellezas artísticas bajo el punto de vista literario, sino también indicaciones importantísimas para el hombre de ciencia, para el crítico y para el historiador. Mas prescindiendo dé todo ello,^que no viene á cuento en la presente ocasión entrar en semejante orden de consideraciones,—fijémonos por un momento en la serie de calamidades que por permisiorl, dé la Providencia han caído una en pos de otra sobre él atribulaidÓ Job, de las cuales tiene conocimiento por la relación que de ellas, sucesivamente, le van haciendo los mensajeros, que sólo para contarlo k\&& misiná& esbafíarón. Él varón justo ni se entrega á la desesperación, ni recibe la nueva con glacial indiferencia y estoica calma; al contrarío: comprende toda la intensidad del daño que le oprime; mide de una sola ojeada lo terrible de. la prueba á que el Señor ha tenido á bien someterle; ropape sus vestiduras en señal de luto; corta su cabellera en prueba de dolor, y de lo íntimo de su corazón, lleno de fe, poseído de evangélica calma, exclama: «Desnudó nací, desnudo volveré al seno de mi madre la tierra, quien todo me lo dio, todo me lo quita. Bendito sea el Señor. Hágase siempre su santa voluntad;» Contémplese ahora'el g-í'ábadó objeto de las presentes líneas, y podrá comprenderse que ,el autor del cuadro que reproduce, ocupóse en su; obra con verdadero cariño. Así por lo menos lo revelan el agrupado y expresión de las diferentes figuras que constituyen láconiposícion, y los detalles y accidentes del cuadro .^C. , EL ESTUDIANTE. CUADRO DE ÍJICOLÁS MEJÍA. (Véase el grabado de la página 491). Acabado retrato de esa bulliciosa juventud que pululaba por las aulas salmantinas ó los claustros de la famosa Alcalá allá por el siglo xvi, es el del estudiante que reproducimos en la página 497. El áeñor Mejía ha sabido presentarnos en sjj lindo cuadro á ese tipo jovial, decidor y enamorado que sin duda alguna no es de los menos característicos de aquella época: echado atrás el tricornio y recogida la sotana, el estudiante se entretiene en puntear la guitarra dirigiendo siis miradas hacia un objeto que sin verlo adivina el espectador. Y bien á las claras manifiestan que su voluntad no sigue el rumbo de los varones dechado de virtud y saber que dieron lustre á las escuelas, el pellejo henchido del tinto, la baraja y la espada de ciazoleta que ventajosamente compiten con griegos y latinos. , En este precioso cuadro, que tuvimos ocasión de ver durante una de las últimas exposiciones celebradas en Madrid y quefigijujó.fú€sí#,.4e.iE5SiíD.cuísp por no haber sido 504 EL MUNDO ILUSTRADO. presentado. en el plazo señalado para la admisión, el señor Mejía ha demostrado su originalidad: la figura está colocada en una actitud tan natural como graciosa; en los detalles no,se ven rebuscados efectos: un dibujo correcto, un colorido brillante y simpático recomiendan esta composición, que sin duda no será de las menos lindas que figuran en EL MUNDO ILUSTRADO.—F. B . LOS SUEÑOS DE GERASIMO. (CONTINUACIÓN). 11.' AlH esté bajo el cielo que al ver tanto candor se maravilla. Jamás produjo el suelo flor más pura y sencilla. Desnuda de ficciones, mostrando sin querer sus perfecciones; suelta la trenza de oro que surca el aire en revoltoso giro, y exhalando el sonoro acento de un suspiro. Dióla el sol la centella de su altiva mirada; , la bondad puso en ella una sonrisa dulce y regalada; natura sus espléndidos adornos y el arte sus perfiles y contornos. Allí está donde el sauce sus lágrimas derrama sobre el cauce, jugueteando con la linfa clara; y deslizando los menudos dedos, de la corriente entre murmurios ledos, turba el espejo que ostentó su cara. El cabello asperjea; con la mansa onda riñe y su manto se ciñe; como frágil batel se balancea; los labios de claveles no pierden aunque ungidos, su perfumado aroma ni sus mieles que los céfiros liban atrevidos; y las gotas saltando convertidas en perlas, por su albo seno vánse deslizando orgulloso el arroyo de perderlas.' AUÍ notas.suaves, ritmos de paz, veloces, compiten con los vientos y las aves, y con las dulces voces de rústicos: sencillos que al son de. melodiosos cisiramillos, cantan de amor los inefables goces; •''' y'éb'Wínp^iQdB'y'ldmáb,' ' ' ' y'ett'bós<luesíy;lader6i8,- ' : - losLTÓptiles.y fieras, , , ; , . : , ; • aman con el amor de las palomas. ' AlH está reclinada entre rosales, ' BU'modesta guarida; • • la cabejña escondida en la espesura del verjel cercado: la blanca chimenea e¿ que el humo es incienso regalado; . el techado pajizo, la breve escalinata, la florida ventana, el cobertizo donde el jilguero entona su sonata; la vid que trepa entre odorantes pomas; la creación riente y el himno alborescente, f: de sonidoB y aromas. Alli la golondrina de vuelta al patrio egido, cansada se avecina segura de encontrar caliente el nido. En bandadas marciales, tornan las caravanas tropicales por regiones desiertas, arrojando aves muertas en rojos arenales; • posando el ala en la fugaz rompiente ó en la alta cima del bajel tranquilo, que cual Moisés salvado por el Nilo^ al puerto las conduce blandamente.' • Gerésimo ve alH límpidas huellas de la naciente luna; el cielo y las estrellas que alumbraron su cuna. El sol que el monte dora; los valles sazonados sustento de prollficos ganados, y la beldad de su feliz pastora. La activa espigadera, la incansable hilandera; la intrépida rapaza que ejercita sus artes en la caza. Entre absurdas visiones, el monje por el vértigo oprimido mírala despeñarse al acento feroz de las pasiones; correr, caer, alzarse sobre el lomo curtido de alígero corcel, ave sin plumas; salpicada de espumas que el bruto escupe al recio resoplido; en tanto que la crin alborotada se retuerce en su cuello, y su nariz se hincha, y desata el resuello, y al galopar relincha, . . . encendiendo peñascos . . con breves lumbres de los férreos cascos. Gerásimo acogido en la techumbre de la casa aldeana, ve la mujer cristiana, pábulo de la lumbre que el maternal.afecto reverbera: la voluntad que impera, el corazón que ahonda, hasta hallar un suspiro que'responda. Bondad que no se engríe, pobreza que sonri e; qiiilatado tesoro que en ley excede al oro ; blanca azucena pura que en el otoño se convierte en palma; la mejor hermosura, la hermosura del alma. La madre de quien brota • manantial de salud que no se agota; que templa afanes y dolor prolijos, que de los padres respetó la huella, que es del marido venturosa estrella y e'spejo de los hijos. Sustento del amor que multiplica placeres infantiles y alienta al mozo paladín de un nombre: la maga de los sueños juveniles, la que elabora, pule y dignifica •: el corazón del hombre. ' La que su queja escucha, ; la que sus peñas llora y con su error batalla. ' Esa mujer que su destino adora, esa noble mujer que espera y lucha . esa santa mujer que sufre y calla. . . \ •'• *, FERNANDO MARTUÍKÍ PBBBOSA {.Se concluirá]. .'ReBerrades todos lob dereclios de propiedad artística y liteiaria.—Queda hecho el depímito que marca lu ley.