Instituto de Investigaciones Gino Germani 8vas. Jornadas de Jóvenes Investigadores 4, 5 y 6 de Noviembre de 2015 "La poesía debe ser hecha por todos". Intervenciones surrealistas durante la última dictadura cívico-militar argentina. Malena La Rocca (IIGG-UBA) Resumen “El silencio es salud” rezaba en 1975 un letrero giratorio montado sobre el Obelisco, uno de los íconos emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires. Este cartel integraba una campaña impulsada por el Ministerio de Bienestar Social para reducir el excesivo ruido en la ciudad y tendrá una extendida presencia en los medios de comunicación durante el régimen cívicomilitar de 1976-1983. Esta política pública orientada a limitar el uso de la bocina en el tránsito que- para ello proponía eliminar el ruido del espacio urbano- era otra faceta de aquello que la cúpula castrense autodenominaba el Proceso de Reorganización Nacional, es decir, el programa de reestructuración económica, política y social que encubría un plan sistemático para hacer desaparecer cuerpos, prácticas políticas, ideas y símbolos que no concordaran con la preservación de la seguridad nacional. En medio de las represivas condiciones que marcaron la vida cotidiana durante el terrorismo de Estado, surgieron dos colectivos artísticos autogestivos -el Taller de Investigaciones Teatrales de Buenos Aires en 1977 y el Grupo de Arte Experimental Cucaño de Rosario en 1979- que realizaron atrevidas acciones callejeras, montajes teatrales, organizaron festivales y publicaron fanzines. Parques, plazas, peatonales, galerías comerciales o teatros eran espacios en los que los integrantes de estos colectivos subrepticiamente podían aparecer con la intención de alterar la normalidad cotidiana. A partir de los recursos artísticos utilizados en una serie de acciones en la vía pública que los grupos denominaron “intervenciones surrealistas” analizaré los modos y las estrategias empleadas para activar políticamente en medio de la clausura del espacio público. Una decena de jóvenes saltaba al rango a lo largo de una calle peatonal estorbando el paso de los transeúntes que circulaban por el centro de la ciudad de Rosario. En los pasillos de una galería comercial, un grupo de chicos hacía movimientos biomecánicos en ronda ante la mirada atónita de los paseantes. Por las noches, una cuadrilla de oradores entraba furtivamente en los bares proclamando entre los clientes su manifiesto del “arte bobo”. Las plazas amanecían atiborradas de volantes con palabras y dibujos absurdos, los bancos con plumas pegadas y la pintada “Libertad total a la imaginación”, en las paredes lindantes, completaban la escena. Situaciones similares se repitieron misteriosamente en diferentes calles, bares y plazas de la ciudad de Rosario durante la primavera de 1981, cuando el régimen dictatorial entraba en un cono de sombras1, pero aún seguía vigente el estado de sitio y -en relación a los inmediatos años previos- se intensificó la presencia policial en las calles. Las acciones anteriormente relatadas pertenecen Las Brujas. Dos meses de surrealismo y transgresión en Rosario, una serie de performances callejeras realizadas por el Grupo de Arte Experimental Cucaño. Las Brujas fue producto de una investigación que incluía el estudio de un tratado de la Santa Inquisición, el “Malleus Maleficarum”2. En un documento interno expresaban: “analizando el fenómeno de La brujería, su origen ilusorio y, en el intento de reprimirlo, la fiebre mística que impulsó dentro de las costumbres, podemos encontrar en ellas una movilización de sensaciones, puestas a rodar ante una provocación concreta: El Tribunal de la Inquisición3”. Las Brujas estaba compuesta por diferentes acciones que compartían la intención de generar indicios de que algo extraño estaba sucediendo. Dispersaron estas señales por diferentes sitios de la ciudad, por un lapso de tiempo, hasta que en una acción finalmente se revelaba el misterio. 1 Ante la sucesión de Videla al frente de la Junta Militar eclosionaron las contradicciones internas latentes la presión internacional de los organismos de derechos humanos, por la crisis económica, la convocatoria de la dirigencia sindical a la segunda huelga nacional desde 1976, sumado a la conformación de una Asamblea Multipartidaria con las agrupaciones políticas mayoritarias y el episcopado para presentar un cronograma de transición a la democracia (Canelo, 2008:171). 2 Escrito en el siglo XVI pero utilizado en Teoría del Derecho como piedra angular del proceso de criminalización que deriva luego en las teorías lombrosianas. En el Malleus no se distingue el delito del autor sino que responde a la lógica del derecho penal de peligrosidad. Se trató de un decálogo tan amplio que no queda conducta alguna exenta de la sospecha. 3 La Pintuchu, mímeo El Grupo de Arte Experimental Cucaño estaba integrado por jóvenes rosarinos nucleados en talleres de teatro, música e historietas que organizaron ellos mismos. Entre 1980 y 1982 publicaron precarios fanzines, realizaron arriesgadas acciones callejeras, mientras que las peñas, festivales y presentaciones de sus montajes tuvieron lugar en La Casona, un espacio que autogestionaron. En aquel entonces estas performances callejeras no fueron leídas como prácticas artísticas o políticas, el ciudadano común que se cruzaba ante alguna de las acciones de Las Brujas, seguramente las vería como simples ejercicios de gimnasia, de expresión corporal o sencillamente travesuras o locuras propias de la edad de sus actantes. Tampoco han sido relevantes para la prensa, ni para los críticos de arte, de hecho apenas aparecieron mencionados los montajes teatrales y presentaciones musicales en la agenda cultural de los diarios locales. La delirante y efímera propuesta de los artistas rosarinos contrasta con el dramatismo de la fotografía de los restos del Teatro del Picadero tras su incendio en 1981, una imagen emblemática de la censura a la cultura en dictadura, y una de las pocas que circuló en aquel tiempo. Se interpretó como un ataque al teatro nacional ya que pocos días antes habían comenzado en dicha sala las funciones de Teatro Abierto. Teatro Abierto había surgido contra un decreto de supresión de la cátedra de teatro argentino en el Conservatorio Nacional. Se trataba de una convocatoria a los autores argentinos a escribir obras cortas (de 30 minutos de duración) especialmente para la ocasión, que tendrían escenografías mínimas, no cobrarían por la presentación así las localidades podían ofrecerse al público en una sexta parte del valor de una entrada normal. Con la extensa cobertura en la prensa local e internacional del incendio de la sala, aquello que había comenzado pocos meses antes como una iniciativa de los “hombres de teatro más representativos del país” (Dragún, en Zayas de Lima, 2001: 112) de realizar una muestra conjunta en reacción a la desnacionalización cultural, tuvo un masivo apoyo de los productores y del público en las funciones. Teatro Abierto fue entendida como una “fiesta” porque, según mencionaban los organizadores, “por encima de todas las razones se encontraban felices de encontrarse juntos”. Un discurso tibio interpretado por Trastoy (2001: 109) como un guiño dentro de la resignada estrategia de supervivencia en el que la autocensura emergía ante la opresión que ejercían los mecanismos de censura sobre los productores. La censura –por lo general encubierta- si bien operaba sobre el teatro con menos fuerza que sobre otros medios de difusión masiva como la radio y la televisión- se aplicaba en todos los casos para preservar los valores e instituciones nacionales y especialmente la familia (Avellaneda: 1986). Por otra parte, como no había reglas explícitas que permitieran discernir entre conductas permitidas y desviadas gran parte de los ciudadanos pasaron a sentirse víctimas potenciales (Gociol e Invernizzi, 2004: 74). Aunque las desapariciones en el ámbito teatral fueron escasas, se sabía de la existencia de “listas negras” de artistas que no podían ser contratados y muchos otros que se exiliaron o se alejaron de la actividad teatral. Además, durante las funciones teatrales porteñas, fueron frecuentes los estallidos de pastillas o insecticidas de mano de anónimos. Mogliani considera que, como el gobierno militar no encontraba un tipo de teatro válido, que se orientara con su ideología, se abstuvo de votar en los premios oficiales. No obstante, la despolitización de las puestas teatrales era evidente -más aún en relación a la radicalización política del período previo- cuando se concebía al arte un agente transformador de la sociedad (2001:84). Al entender el contexto represivo como un referente omímodo, se considera Teatro Abierto 1981 como un fenómeno social- incluso el caso mítico resistencia simbólica- en la historia de la cultura, aún cuando “este evento operase como capitalizador y canonizador de los discursos escénicos consagrados más que innovador en sus aspectos formales” (Trastoy, 2001: 108). Raymond Williams (1988) plantea que lo hegemónico implica un proceso que no se realiza en forma pasiva como una forma de dominación sino que debe ser constantemente renovado, recreado, defendido, modificado, alterado, desafiado y resistido. En las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de resistencia -de resistencia violenta, de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la situación- y éstas no están en relación de exterioridad respecto al poder. Siguiendo esta perspectiva teórica, reducir el fenómeno de Teatro Abierto a una interpretación en clave heroica o cómplice a la dictadura (basada en el medios por el que circuló, los repertorios temáticos o procedimentales utilizados, o en la intención más o menos explícita de sus realizadores), obtura la posibilidad de leer, a partir de ella, una trama más compleja de relaciones y de estrategias de los sujetos, que a su vez fueron modificándose, en las diversas fases por las que transitó el régimen militar. Duplicaciones Como si se tratase de un secreto a voces, la sociedad decidió no ver, ni oír, ni decir. Este silenciamiento operó como un eficaz diseminador del terror que penetró capilarmente en los individuos, fue disolviendo sus lazos de confianza, de solidaridad y aislando a sus miembros. Pilar Calveiro, Poder y desaparición Quizás por lo inocentes, absurdas o incomprensibles que resultaron para los transeúntes las acciones de Las Brujas se explica que los integrantes de Cucaño no hayan sido apercibidos por las fuerzas del orden rosarinas, que no se caracterizaban precisamente por su permisividad ante las conductas y los comportamientos públicos que consideraban inapropiados. En estrecha colaboración con agrupaciones católicas y conservadoras, reglamentaban desde las carteleras culturales, el juego y la profilaxis en razzias nocturnas hasta medidas orientadas a modificar la vida cotidiana de los adolescentes ya sea en las disposiciones sobre la vestimenta y el corte de pelo adecuado para los estudiantes, la prohibición de circulación sin el documento de identidad y la restricción de espacios de sociabilidad. Esto había adquirido en Rosario ribetes represivos insólitos, por ejemplo, una contravención a las buenas costumbres eran las demostraciones de afecto en el espacio público, como es el caso de las parejas que se besaban en las plazas, la persecución de los jóvenes que faltaban a la escuela y deambulaban por los paseos públicos como también aquellos que veían fumando (Águila, 2008: 238-9). Los guardianes de la moral y las buenas costumbres que operaban en una ciudad del interior (al igual que quienes lo hacían en la capital del país), buscaban disciplinar una sociedad considerada “menor de edad” protegiéndola del contacto de libros, revistas, películas, obras de teatro, músicos que consideraban perniciosos en su cruzada de defensora de los valores cristianos occidentales. Cucaño se apropió de la imagen infantil que el poder había construido sobre la sociedad, sus acciones parecían juegos, idioteces de adolescentes; sin embargo perturbaba el ordenamiento cotidiano, al tensionar los ambiguos y porosos márgenes de lo que no era sancionable ni sancionado por las fuerzas represivas. Para reflexionar sobre esta estrategia de duplicación de las representaciones sociales del poder represivo que generalmente ha sido considerado como una expresión de consenso, recupero el debate sobre el rol de la Escena de Avanzada en Chile, manera en que caracterizó Nelly Richard (1986) una constelación de voces críticas en la que participaron artistas visuales, poetas y filósofos, desafiando las fronteras entre los géneros creativos durante la dictadura de Pinochet. Willy Thayer (2003:77) interpretó estas prácticas como “cómplices” al reiterar en el campo cultural el corte estructural generado a partir del golpe de Estado en Chile. Mientras que Richard (2005) distingue entre la lógica destructiva del golpe militar de la deconstructiva presente en las prácticas artísticas de la Avanzada en tanto las considera críticas de las representaciones de poder. En Las Brujas podemos vislumbrar cómo Cucaño llevó a cabo un procedimiento de desmontaje del imaginario del poder: primero investigaron los límites de lo permitido según disponen las reglamentaciones del espacio público, así se metamorfosearon y generaron un estereotipo “la sociedad infantilizada” que les permitía crear situaciones en la vida cotidiana y acentuaron el contraste con estas empleando el grotesco. Pero, a su vez, construyeron parodias, que repetían el discurso del poder manifestando -mediante síntomas burlones o trágicos- sus diferencias. Durante dos meses los integrantes de Cucaño realizaron intervenciones con el propósito de modificar las relaciones humanas en su cotidianeidad ya sea en la estética urbana, en el espacio público4, en recitales y exposiciones5 o en hechos artísticos6. Las intervenciones eran prácticas callejeras, anónimas y por lo tanto los transeúntes -que ignoraban su condición de espectadores- se convertían en público en la medida que se sintieran interpelados por la acción. Además eran actos que se desarrollaban en el tiempo, que no tenían un inicio y un final, sino que tenían lugar durante las 24 horas del día. “No era una obra que iba a ver la gente, sino que teníamos que intervenir la realidad”, recuerda Carlos Ghioldi (AA.VV., 2003). En la reiteración de estas performances y al desplegarlas en el espacio público pusieron en evidencia los márgenes, los intersticios y tensionaron los límites en los que se podía llevar a cabo una acción colectiva, cómo se podían eludir (hasta poner en ridículo) las estrictas reglamentaciones espacio público y la censura, durante el estado de sitio y -a pesar de- la 4 “Tragedia en la Peatonal”, “Las siete Bélgicas”, “En el monumento I y II” 5 “Paco de Lucia y el Momo”, “El Hombre Pato”, en la muestra “Salvador Dalí”. 6 Ya sean hechos teatrales, musicales o plástico-poéticos destinados a un espectador. disposición policial: tres es reunión. Así, mediante el uso de metáforas, lo grotesco, la parodia, los movimientos del cuerpo, el espacio y la disposición de los objetos -entre otros recursos artísticos- los integrantes de Cucaño fueron modulando maneras de expresarse y de intervenir en la vida cotidiana sin confrontar directamente con el régimen. Una estrategia que generaba disenso, en términos de Rancière7 (2010), ya que cambiaba los modos de presentación sensible al modificar las formas de enunciación, construir relaciones nuevas entre apariencia y realidad o entre lo visible y su significación (2010:67). “Cucaño permaneció, durante los tres primeros años de la década del ochenta, en la memoria de la ciudad como un ente fantasmagórico, como un rumor, tal es así que muchos años después de que el grupo se disolviera, cualquier acción extraña que sucedía en Rosario les era atribuida” (Bernabé, 2009: 18). A partir de esta cita se infiere que, por algún tiempo, el grupo rosarino consiguió parodiar e interdictar el eficaz mecanismo de transmisión “de boca en boca” adoptado para propagar el terror en la sociedad durante la dictadura. No podemos vivir eternamente rodeados de muertos y de muerte. Y si todavía quedan prejuicios hay que destruirlos "el deber" digo bien EL DEBER del escritor, del poeta, no es ir a encerrarse cobardemente en un texto, un libro, una revista de los que ya nunca más saldrá, sino al contrario salir afuera para sacudir para atacar al espíritu público si no ¿para qué sirve? ¿Y para qué nació? Carta a los Poderes, Antonin Artaud El enigma del misterio de Las Brujas, que Cucaño había fomentado durante dos meses, 7 Ranciére (2010) entiende la eficacia estética como una distancia entre la intención del artista, los recursos que utiliza, la mirada del espectador y el estado de una comunidad y distingue entre el consenso que se produce cuando existe continuidad entre percepción y significado y el disenso que generaría un choque entre dos regímenes de sensorialidad que modifica las coordenadas de lo representable. finalmente se resolvía en una convocatoria publicitada a través de volantes que se habían esparcido por la ciudad. Un cortejo fúnebre se trasladaba desde las calles céntricas hasta las barrancas finalizando en la confitería VIP 8. Un orador, luego de gritar varias alocuciones, expresaba que en ése ataúd estaba su generación, que también era la de ellos, una generación muerta y por lo tanto que el ataúd les pertenecía. Finalmente desplegaban una bandera en la que se leía: ¡Libertad total a la imaginación! Con Las Brujas, se evocaba el emblema de la subversión para la modernidad, aquel que desde fines de la década del ‘60 en diferentes puntos del planeta, había encarnado por antonomasia la juventud. Los integrantes de Cucaño, que eran pocos años menores de la generación que había sido directamente aniquilada por la dictadura, generaron elípticamente una confrontación en el que homologaron al status de “cadáveres” –el resto del cuerpo humano tras la muerte- a los jóvenes que se mostrasen anuentes, conformistas, acomodaticios o simplemente obedientes ante el disciplinamiento impuesto por el régimen castrense y sus colaboradores. El desenlace de Las Brujas y su parodia de la procesión funeraria, ponía en evidencia aquello que había permanecido en latencia detrás de los signos y síntomas irradiados en la ciudad: lo indecible. De esta manera, a través de la ceremonia fúnebre, lograron desplegar recursos para enunciar aquello que socialmente se silenciaba, una estrategia para señalar la muerte, los muertos y su perturbador vínculo con los vivos. El ritual religioso alrededor de un cadáver-objeto fue una estrategia que se utilizó, contemporáneamente a Las Brujas, en Marat Sade, una intervención del TiT (Taller de Investigaciones Teatrales) en la plaza Alsina del barrio porteño de San Telmo. Recuerda uno de los integrantes de este colectivo artístico: ´Llegábamos una noche con tambores, disfraces y un gran muñeco. Al ritmo de la música bailábamos, gesticulábamos y en minutos convertían la plaza en un baile de disfraces, incorporando a los presentes a la fiesta. El muñeco, tirado en medio de la plaza, se trasformó en un cadáver, fue sepultado bajo una montaña de objetos mientras él publico lo 8 Espacio que había sido elegido por varias razones, por un lado era un bar frecuentado por el “chetaje” rosarino, que consideraban funcional con aquello que el gobierno militar aceptaba de los jóvenes. Pero además ocupaba la barranca de una plaza de gran valor simbólico en la ciudad que, con la habilitación de la confitería, había sido sustraída del espacio público durante la dictadura. en rodeaba en silencio, finalizando la fiesta con una especie de misa´ (Rubén Gallego Santillán, 2002). En este caso, el entierro del cadáver no se producía, como en Las Brujas, luego de un silencioso funeral, sino en medio de una improvisada fiesta popular. El baile al son de los tambores se interrumpía repentinamente ante la sepultura de un muñeco, que había sido uno de los protagonistas de la celebración. “Del carnaval al ritual fúnebre”, “de la algarabía a la introspección”, emergía como metáfora del tránsito funesto que experimento lo popular durante la dictadura. También operaba como parodia de la “fiesta popular”, en su contexto cercano podía referirse del Campeonato Mundial de Fútbol ’78 y la manipulación de la propaganda oficial del régimen contra la denuncia de los organismos de Derechos Humanos que tuvieron lugar al ser la Argentina el país sede de la competición. Puede, a su vez, funcionar como ironía hacia Teatro Abierto publicitado como “fiesta de todos” 9. Más allá del discurso hegemónico al que alude, en medio de la fiesta -una instancia colectiva por excelencia- se hizo presente la muerte y el duelo. Inquietante alegoría de que - a pesar de los dispositivos oficiales de control (represivos, de censura y autocensura)- no había encuentro colectivo que pudiera soslayar o evadirse de las ausencias. El TIT (Taller de Investigaciones Teatrales) de Buenos Aires se había formado en 1977 a partir de un taller convocado por el director teatral Juan Carlos Uviedo 10 al que concurrieron algunos militantes del PST (Partido Socialista de los Trabajadores) 11 que 9 De hecho el TiT denunciaba la censura cultural a su montaje Lágrimas fúnebres, fue suspendido minutos antes del comienzo por amenazas telefónicas al Teatro del Picadero, el 25 de marzo de 1981, un día después del 6 aniversario del golpe de Estado. Esta sala pocos meses después será incendiada, luego las primeras funciones de Teatro Abierto, experiencia que recuperé al principio de este trabajo. 10 había trabajado en teatro experimental en el Instituto Di Tella, luego participado del teatro villero y militante en los primeros años 70 y del Living Theatre (Longoni, 2011). 11 Partido de orientación trotskista, liderado por Nahuel Moreno desde su fundación en la década del 40, asumió ese nombre en 1972, luego de la división en 1968 del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) en dos fracciones, La Verdad y El Combatiente, esta última liderada por Roberto Santucho y proclive a la lucha armada, que luego diera origen al ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), guerrilla de orientación marxista-guevarista que actuó en Argentina en los primeros años setenta. El otro sector (PRT-La Verdad) se mostraba y renuente a una estrategia foquista, y asentaba su trabajo político en el movimiento obrero, a través del impulso de coordinadoras obreras que desbordaran el consolidado poder de la burocracia sindical peronista. Desde 1975, el PST pasó a la clandestinidad su dirección se refugió en el exilio en Colombia, y el conjunto del partido se replegó y dispersó. En Longoni (2011:1). estaban incursionando en el teatro barrial. Al poco tiempo Uviedo fue encarcelado y se exilió en Brasil pero los integrantes del TiT continuaron sus investigaciones sobre el espacio, el lenguaje y el movimiento sus montajes de creación colectiva y función única, ensayos abiertos y las fiestas en las que participaron centenares de personas. En estrecha relación con el TiT surgieron el TiM (Taller de Investigaciones Musicales) en 1978 y el TIC (Taller de Investigaciones Cinematográficas) en 1980. Se vincularon con Cucaño desde sus inicios, el TiT denominaba al grupo rosarino “su hermano menor”, porque eran un poco mayores que ellos, tenían algunos años de experiencia en teatro y compartieron los escasos libros y materiales que usaban para discutir en sus grupos de lectura. 12 Pero el hecho de compartir consignas y que el empleo de las mismas como de recursos artísticos circularan indistintamente entre uno y otro grupo no era algo casual, ya que ambos pertenecen a una trama de experiencias en común que convergieron en la fundación del Movimiento Surrealista Internacional junto al colectivo paulista Viajou Sem Passaporte el 22 de agosto de 1981. Esta iniciativa fue el corolario de varios acuerdos previos y acciones artísticas colaborativas Este ambicioso y desmedido intento de reactualizar el legado surrealista desde el Cono Sur, un continente inmerso en la violencia de Estado, daba cuenta de la necesidad del trabajo en en red para socializar recursos, procedimientos, estrategias, experiencias utilizadas en las intervenciones urbanas para activar en el espacio público –especialmente cuando- la acción política y artística se encontraban vedadas. Éxodo(s) “En 1976 se nos expulsaba de la intervención política, se clausuraba la esfera pública y se nos imponía una doble fractura. Al exilio de compañeros y amigos que generó una fractura se añadió la segregación de los intelectuales y artistas en una burbuja casi hermética, alejada, por evidentes razones de represión y las correlativas estrategias de seguridad para 12 Entre los principales textos que se discutían minuciosamente se encuentran: los Manifiestos surrealistas de Andre Breton, El teatro y su doble de Antonin Artaud, el manifiesto de la FIARI “Por un arte independiente”, Literatura y revolución de León Trotski, también autores del teatro experimental como Meyerhold, Grotowski y Brook. Mientras que los pilares literarios eran Rimbaud y Lautréamont la supervivencia, de los espacios populares, igualmente asolados por la violencia estatal” rememoraba Beatriz Sarlo (1988: 101). Sin embargo esta sociedad disciplinada, “recuperó sus movimientos y se escudó en el trabajo, el arte, el juego como formas de reestructurarse y resistir” (Calveiro: 1998:157) y desenvolverse en medio de un contexto constrictivo cuyas coyunturas espacio- temporales abrieron distintos escenarios donde ensayar alternativas de expresión. Una de ellas la constituyen los grupos de experimentalismo artístico TiT y Cucaño, “La poesía debe ser hecha por todos”, una frase tomada de Lautréamont que sus integrantes citaban recurrentemente en sus publicaciones o declamaban en sus acciones artísticas callejeras en tiempos de censura y de clausura del espacio público. Una obstinada insistencia que reverbera la voluntad de la vanguardia histórica de unir el arte con la vida, que estos grupos llevaron a sus intervenciones urbanas anónimas, disolviendo así los límites entre lo artístico y no artístico. El surgimiento de ambos colectivos de experimentalismo artístico presenta como elemento en común la radicalización política del movimiento estudiantil previa al golpe de Estado. Con la embestida dictatorial, la vinculación de estos jóvenes con el PST se tornó más bien difusa ya que los dirigentes del partido se encontraban desde 1975 en el exilio en Colombia y la filial de Rosario fue duramente arrasada en 1978. Esta actividad política no era explícita ni abierta ni siquiera entre los mismos militantes que mantenían sus contactos de manera independiente y secreta. Sin embargo encontraron ámbitos (ya sea en el teatro, el cine, la música, la literatura y la historieta) y maestros (Juan Carlos Uviedo y Carlos Lucchese dos artistas experimentales de la escena contracultural de los sesenta) que les suministraron algunas ideas, lecturas y recursos artísticos que exprimieron al máximo. Impulsaron la realización de acciones culturales en superficie para no limitarse a la actividad clandestina como lo estipulaban las estructuras partidarias afines. Tomaron de su experiencia de militancia, las estrategias de seguridad, su estructura organizativa en grupos de afinidad con estructura piramidal y el autofinanciamiento de sus las casonas que realizaban principalmente a partir de cotizaciones y el aporte periódico de sus integrantes. En medio de las condiciones de aislamiento y desinformación en que se vivía en aquella época, una referencia que compartían los colectivos era al manifiesto “Por un arte revolucionario independiente” firmado por Trotski y Breton en México en 1938 y que luego diera lugar a la fundación de la Federación Internacional del Arte Revolucionario Independiente (FIARI). En este manifiesto se propugnaba la construcción de una federación revolucionaria de artistas que se oponían tanto al capitalismo como al autoritarismo estalinista, buscando “la independencia del arte para la revolución y la revolución para la liberación definitiva del arte”. Esta doble oposición a la estética burguesa que identificaban en el realismo socialista y contra el régimen militar, era sencillamente homologable al contexto dictatorial argentino, y para contrarrestarla proponían: “La intervención, como medio de producción artística, nos brinda una nueva forma de subvertir esa ideología burguesa de la producción del arte, arrancando el hecho creativo de sus garras (el espacio determinado, claustros del pasatiempo de fin de semana) para transgredir de lleno con el verdadero arte, con la convulsión de la imaginación en la realidad consciente y cotidiana”13 En este sentido recupero la noción de éxodo en la que Holmes (2001) plantea la conexión entre recursos del circuito artístico (en los usos de los signos e imágenes como en su circulación) con proyectos que se extienden hacia otros lugares. En los talleres teatrales de TiT como de Cucaño habían realizado distintos ejercicios en la calle que incluían desde la observación de comportamientos y reacciones sociales cotidianas, experimentar qué sucedía en la vía pública si se empleaban ciertos objetos, gestos y movimientos, construir una ficción o realizar improvisaciones, experiencias que convirtieron en insumos para sus montajes o hechos teatrales. Pero el despliegue de las intervenciones urbanas como recurso predominante de sus prácticas se vincula al contacto con los grupos brasileros y la conformación del Movimiento Surrealista Internacional que tuvo lugar en San Pablo, Brasil, a mediados de 1981. En parte porque en Brasil, según rememoran los protagonistas, se respiraba mayor libertad, de hecho realizaron numerosas intervenciones callejeras junto a grupos paulistas y otros grupos argentinos durante el Festival Alterarte II. A su vez, en La Enciclopedia Surrealista volcaron el historial de las experiencias de cada grupo y la síntesis y reflexión de las acciones que llevaban a cabo, en el que iban modulando sus métodos de trabajo que denominaron SIT (subversión, intervención, transgresión). La intervención en la cultura plasmaba su revolucionarismo en arte. Se autoproclamaban artistas revolucionarios a partir 13 Aproximación a un hachazo, pág.6 de la consigna “transformar el mundo y cambiar la vida” dando cuenta de que existía un doble juego estratégico entre ser artistas para transformar el mundo y ser políticos para poder ser artistas. Una vez finalizada la experiencia de Las Brujas los integrantes de Cucaño se tornaron más escépticos en la capacidad transformadora del arte “la transgresión parece absurda y pueril si ella no ayuda al surgimiento de un nuevo estado de cosas, en el cual ella ya no sea necesaria14”. Esta tensión finalmente se resolvía a favor de la intervención política: “En la Argentina, el surgimiento de una gran franja de jóvenes que se vuelcan a la cultura después del golpe de 1976, refiere a la falta de canales de expresión y no a necesidades culturales. La cultura y el arte dieron ese espacio en un determinado tiempo y actualmente ese fenómeno tiende a extinguirse a medida que se ensancha (paulatinamente) el campo de acción de las organizaciones políticas. (…) Las luchas de aquí en más planteadas pasan por dar respuesta política a las masas, en cuanto a sus necesidades inmediatas, y no pretender que alternativas culturales de vanguardia minoritaria den solución o cauce a estas necesidades. Nuestra función social en tanto que surrealistas, en la medida que se mantengan las actuales estructuras sociales, será manifestar a través de nuestras producciones metáforas epistemológicas que relacionen la realidad presente con la realidad futura. Como movimiento subvertimos el orden del pensamiento a través de la transgresión de las ideologías de producción intelectual. La subversión en el orden político, social, la llevaremos a cabo a través de nuestra adhesión y militancia en el Partido Revolucionario”.15 A partir de 1982, la efervescente vuelta a la actividad militante pública y la participación en el proceso electoral de 1983 del PST con el MAS (Movimiento al Socialismo) eclosionó con la actividad de los grupos artísticos. Desde el Partido se les planteó que ambas actividades resultan incompatibles por razones de seguridad. y la gran mayoría de ellos se avocó a la militancia partidaria y renunciaron -por algún tiempo en algunos casos y definitivamente, en otros, a las prácticas artísticas. 14 Carta al Movimiento Surrealista Internacional 15 Enciclopedia Surrealista Bibliografía AA.VV. 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