Intervenciones surrealistas durante la última dictadura cívico-militar argentina Resumen En medio de las represivas condiciones que marcaron la vida cotidiana durante la última dictadura cívico-militar en Argentina, surgieron dos colectivos artísticos autogestivos -el Taller de Investigaciones Teatrales de Buenos Aires en 1977 y el Grupo de Arte Experimental Cucaño de Rosario en 1979- que realizaron atrevidas acciones callejeras, montajes teatrales, organizaron fiestas, festivales y publicaron fanzines. Parques, plazas, peatonales, galerías comerciales o teatros eran espacios en los que los integrantes de estos colectivos subrepticiamente podían aparecer con la intención de alterar la normalidad cotidiana. A partir de los recursos artísticos utilizados en una serie de acciones en la vía pública en este trabajo se analizarán los modos y las estrategias empleadas para activar políticamente durante el terrorismo de Estado Una decena de jóvenes saltaba al rango a lo largo de una calle peatonal interrumpiendo el paso de los transeúntes que circulaban por el centro de la ciudad de Rosario. Horas más tarde, en los pasillos de una galería comercial hacían movimientos biomecánicos en ronda ante la mirada atónita de los paseantes. Por las noches, una cuadrilla de oradores entraba furtivamente en los bares proclamando su manifiesto del “arte bobo”. Las plazas amanecían atiborradas de volantes con palabras y dibujos incoherentes, los bancos con plumas pegadas y la pintada “Libertad total a la imaginación”, en las paredes lindantes, completaban la escena. Situaciones similares se repitieron en diferentes calles, bares y plazas de la ciudad de Rosario durante la primavera de 1981, cuando el régimen dictatorial argentino entraba en un cono de sombras1, pero aún seguía vigente el estado de sitio y -en relación a los inmediatos años previos- se había intensificado la presencia policial en las calles. Las acciones anteriormente relatadas eran parte de Las Brujas. Dos meses de surrealismo y transgresión en Rosario, una serie de performances callejeras realizadas por el Grupo de 1 Ante la sucesión de Videla al frente de la Junta Militar eclosionaron las contradicciones internas latentes la presión internacional de los organismos de derechos humanos, por la crisis económica, la convocatoria de la dirigencia sindical a la segunda huelga nacional desde 1976, sumado a la conformación de una Asamblea Multipartidaria con las agrupaciones políticas mayoritarias y el episcopado para presentar un cronograma de transición a la democracia (Canelo, 2008:171). Arte Experimental Cucaño. Este grupo estaba integrado por jóvenes rosarinos nucleados en talleres de teatro, música e historietas que organizaban ellos mismos. Entre 1980 y 1982 publicaron precarios fanzines, realizaron arriesgadas acciones callejeras; peñas, festivales y presentaciones de sus montajes tuvieron lugar en la Casona un espacio que autogestionaron. Cucaño se dispuso ante el mundo como idiotas geniales, que al igual que su nombre neologismo de cumpleaños- provenía de “Payasadas” de Kurt Vonnegut ser genios pasando como idiotas, igual que Wilbur y Elisa, los personajes principales del libro. “Ese modo natural era la continuidad de una disposición infantil encarnada con un impulso revolucionario”2 que les permitió generar diariamente situaciones absurdas en la vía pública. La calle se volvió para ellos un laboratorio y un desafío permanente: con las reacciones de los transeúntes fueron creando situaciones cada vez más delirantes. Esto, que para los integrantes de Cucaño, había sido parte de sus ejercicios cotidianos o una forma de vida en una ciudad, fue también la base a partir de la cual planearon sus acciones y montajes. Duplicaciones En aquel entonces estas performances callejeras no fueron leídas como prácticas artísticas o políticas, quien se cruzara ante alguna de las acciones anónimas de Las Brujas, probablemente las vería como simples ejercicios de gimnasia, de expresión corporal o sencillamente travesuras o locuras propias de la edad de sus actantes. Quizás por lo inocentes, absurdas o incomprensibles que resultaron para los transeúntes las acciones de Las Brujas se explica que los integrantes de Cucaño no hayan sido apercibidos por las fuerzas del orden rosarinas, que no se caracterizaban precisamente por su permisividad ante las conductas y los comportamientos públicos que consideraban inapropiados. En estrecha colaboración con agrupaciones católicas y conservadoras, reglamentaban desde las carteleras culturales, el juego y la profilaxis en razzias nocturnas hasta medidas orientadas a modificar la vida cotidiana de los adolescentes, su principal blanco, ya sea en las disposiciones sobre la vestimenta y el corte de pelo adecuado para los estudiantes, la prohibición de circulación sin el documento de identidad y la restricción de espacios de sociabilidad. Esto había adquirido en Rosario ribetes represivos insólitos, por ejemplo, una 2 Testimonio escrito de Guillermo Giampietro, correspondencia con Ana Longoni, 30 de agosto 2011 contravención a las buenas costumbres eran las demostraciones de afecto en el espacio público, como es el caso de las parejas que se besaban en las plazas, la persecución a los jóvenes que se ausentaban de sus clases escolares y deambulaban por los paseos públicos como también aquellos que veían fumando (Águila, 2008: 238-9). Los guardianes de la moral y las buenas costumbres que operaban en una ciudad del interior (al igual que quienes lo hacían en la capital del país), buscaban disciplinar una sociedad considerada “menor de edad” protegiéndola del contacto de libros, revistas, películas, obras de teatro, músicos que consideraban perniciosos en su cruzada de defensora de los valores cristianos occidentales3. Cucaño se apropió de la imagen infantil que el poder había construido sobre la sociedad, sus inocentes acciones parecían juegos, idioteces de adolescentes, sin embargo perturbaban el ordenamiento cotidiano, al tensionar los ambiguos y porosos márgenes de lo que no era sancionable o sancionado aún por las fuerzas represivas. A partir de Las Brujas podemos analizar cómo el grupo llevó a cabo un procedimiento de desmontaje del imaginario del poder: primero exploraron los límites de lo permitido según disponen las reglamentaciones del espacio público tomando como metáfora la caza de brujas en la Edad Media “analizando el fenómeno de La brujería, su origen ilusorio y, en el intento de reprimirlo, la fiebre mística que impulsó dentro de las costumbres, podemos encontrar en ellas una movilización de sensaciones, puestas a rodar ante una provocación concreta: El Tribunal de la Inquisición4”. Segundo, elaboraron acciones que compartían la intención de generar indicios de que algo extraño estaba sucediendo en la ciudad. Así, durante dos meses realizaron intervenciones con el propósito de modificar las relaciones humanas en su cotidianeidad ya sea en la estética urbana, en el espacio público5, en recitales y exposiciones6 o en hechos artísticos7. Tercero, mediante una última acción, develaban el misterio que habían alimentado durante dos meses. Sobre el discurso de censura y su aplicación a artistas, escritores, editoriales durante la última dictadura. Puede consultarse Avellaneda (1986) y Gociol e Invernizzi (2002) 4 La Pintuchu, mímeo 5 “Tragedia en la Peatonal”, “Las siete Bélgicas”, “En el monumento I y II” 6 “Paco de Lucia y el Momo”, “El Hombre Pato”, en la muestra “Salvador Dalí”. 7 Ya sean hechos teatrales, musicales o plástico-poéticos destinados a un espectador. 3 Las intervenciones eran prácticas callejeras, anónimas y por lo tanto los transeúntes -que ignoraban su condición de espectadores- se convertían en público en la medida que se sintieran interpelados por la acción. Además eran actos que se desarrollaban en el tiempo, que no tenían un inicio y un final, sino que tenían lugar durante las 24 horas del día. “No era una obra que iba a ver la gente, sino que teníamos que intervenir la realidad”, recuerda Carlos Ghioldi (AA.VV., 2003). En la reiteración de estas performances y al desplegarlas en el espacio público pusieron en evidencia los márgenes, los intersticios y tensionaron los límites en los que se podía llevar a cabo una acción colectiva, cómo se podían eludir (hasta poner en ridículo) las estrictas reglamentaciones del espacio público y la censura, aún cuando estaba vigente el estado de sitio. De esta manera, mediante el uso de metáforas, lo grotesco, la parodia, los movimientos del cuerpo, el espacio y la disposición de los objetos -entre otros recursos artísticos- fueron modulando maneras de expresarse y de intervenir en la vida cotidiana de la ciudad sin confrontar directamente con el régimen. Una estrategia que generaba disenso, en términos de Rancière8, ya que cambiaba los modos de presentación sensible al modificar las formas de enunciación y construir relaciones nuevas entre apariencia y realidad o entre lo visible y su significación (2010:67). Lo absurdo, lo grotesco o lo paródico eran recursos delirantes para interrumpir el continuum de la “normalidad” e instalar la desconfianza en el cuerpo social. El delirio era entonces una estrategia de contrapoder que ponía en evidencia la confrontación, protagonizada por los locos, los idiotas, quienes descreen de la razón. De esta manera configuraban un principio de desobediencia y, por ende, el germen de la rebelión. “Cucaño permaneció, durante los tres primeros años de la década del ochenta, en la memoria de la ciudad como un ente fantasmagórico, como un rumor, tal es así que muchos años después de que el grupo se disolviera, cualquier acción extraña que sucedía en Rosario les era atribuida” (Bernabé, 2009: 18). A partir de esta cita se infiere que, por algún tiempo, el grupo rosarino consiguió duplicar e interdictar el eficaz mecanismo de transmisión del terror adoptado para silenciar, generar Ranciére (2010) entiende la eficacia estética como una distancia entre la intención del artista, los recursos que utiliza, la mirada del espectador y el estado de una comunidad y distingue entre el consenso que se produce cuando existe continuidad entre percepción y significado y el disenso que generaría un choque entre dos regímenes de sensorialidad que modifica las coordenadas de lo representable. 8 desconfianza, parálisis, miedo generalizado, elementos de una tecnología de poder que el régimen cívico-militar hábilmente operó sobre gran parte de la sociedad argentina Hay cadáveres El enigma del misterio de Las Brujas, que Cucaño había fomentado durante dos meses, finalmente se resolvía en una convocatoria publicitada a través de volantes que se habían esparcido por la ciudad. Un cortejo fúnebre se trasladaba desde las calles céntricas hasta las barrancas finalizando en la confitería VIP9. Un orador, luego de gritar varias alocuciones, expresaba que en ése ataúd estaba su generación, que también era la de ellos, una generación muerta y por lo tanto que el ataúd les pertenecía. Finalmente desplegaban una bandera en la que se leía: ¡Libertad total a la imaginación! Con Las Brujas, se evocaba el emblema de la subversión para la modernidad, aquel que desde fines de la década del ‘60 en diferentes puntos del planeta, había encarnado por antonomasia la juventud. Los integrantes de Cucaño, que eran pocos años menores de la generación que había sido directamente aniquilada por la dictadura, generaron elípticamente una confrontación en la que homologaron al status de “cadáveres” –el resto del cuerpo humano tras la muerte- a los jóvenes que se mostrasen anuentes, conformistas, acomodaticios o simplemente obedientes ante el disciplinamiento impuesto por el régimen castrense y sus colaboradores. El desenlace de Las Brujas y su parodia de la procesión funeraria, ponía en evidencia aquello que había permanecido en latencia detrás de los signos y síntomas irradiados en la ciudad: lo indecible. De esta manera, a través de la ceremonia fúnebre, lograron desplegar recursos para enunciar aquello que socialmente se silenciaba, una estrategia para señalar la muerte, los muertos y su perturbador vínculo con los vivos. El ritual religioso alrededor de un cadáver-objeto se utilizó, contemporáneamente a Las Brujas, en Marat Sade, una intervención del TiT al son de los tambores, un grupo de hombres y mujeres llegaban bailando con un muñeco a una plaza del barrio porteño de San Telmo. Según los recuerdos de un integrante y fundador del grupo, Rubén Gallego Espacio que había sido elegido por varias razones, por un lado era un bar frecuentado por el “chetaje” rosarino, que consideraban funcional con aquello que el gobierno militar aceptaba de los jóvenes. Pero además ocupaba la barranca de una plaza de gran valor simbólico en la ciudad que, con la habilitación de la confitería, había sido sustraída del espacio público durante la dictadura. 9 Santillán10, fueron integrando a los paseantes a la fiesta de disfraces hasta que el muñeco fue arrojado al suelo y terminó cubierto por un cúmulo de trapos, se acallaron los tambores y la fiesta culminó rodeando al muñeco en silencio. En medio de una improvisada fiesta popular, el baile se interrumpía repentinamente ante la sepultura del muñeco, que había sido uno de los protagonistas de la celebración. Del carnaval al ritual fúnebre, de la algarabía a la introspección, emergían como metáforas del tránsito funesto que experimentó el campo popular durante la dictadura. También operaba como parodia de la fiesta popular, en su contexto cercano podía referirse del Campeonato Mundial de Fútbol ’78 y la manipulación de la propaganda oficial del régimen contra la denuncia de los organismos de Derechos Humanos que tuvieron lugar al ser Argentina el país sede de la competición. Más allá del discurso hegemónico que se podía utilizar como referente, en medio de la fiesta una instancia reunión colectiva por excelencia- se hizo presente la muerte y el duelo. Inquietante alegoría de que - a pesar de los dispositivos oficiales de control (represivos, de censura y autocensura)- no había encuentro comunitario que pudiera soslayar o evadirse de las ausencias. Así como insistía Perlongher (1997) en su poema “Hay cadáveres” (1981) de enunciar como el paisaje urbano se disfraza de un enorme cementerio latente, el TiT y Cucaño encontraron maneras hacer visible la perturbadora ausencia de los cuerpos que intentaba negar la dictadura, bajo la anulación de su existencia denominándolos desaparecidos11. En el caso de los colectivos artísticos a través de una poesía de los sentidos, que formula pensamientos en términos de Artaud “esos que la palabra no puede expresar y que encuentran su expresión más ideal más que en la palabra en el lenguaje concreto y físico de la escena” (1964: 37) A partir de la idea del teatro de lo invisible-hecho-visible, cualquier acción puede convertirse en teatral al ser contemplada12. El espacio de la acción no se limitaba al recinto de una sala teatral, ya que se genera en la mente del espectador a partir de cuerpos y textos autómatas pero también desde la interacción con un lenguaje de acciones, de sonidos, de palabra como parte de movimiento, de palabra como parodia, de 10 En Cocco (2011) “...frente a los desaparecidos en tanto, éste como tal, es una incógnita. Si reapareciera tendría un tratamiento equis. Pero si la desaparición se convirtiera en certeza, su fallecimiento tiene otro tratamiento. Mientras sea desaparecido no puede tener tratamiento especial, porque no tiene entidad, no está muerto ni vivo (...)”.Clarín 14/12/79. 12 Asociado al concepto de teatro sagrado Brook (2000) 11 palabra como contradicción, de palabra grito. La percepción es entendida como sensación interior que resulta de una impresión natural hecha en los sentidos pero también es una forma de conocimiento, de comprensión inacabada donde emerge el automatismo propio del inconsciente liberado, ese doble que en determinado momento se oculta tras su propia realidad. El Movimiento Surrealista Internacional El TIT (Taller de Investigaciones Teatrales) de Buenos Aires se había formado en 1977 a partir de un taller convocado por el director teatral Juan Carlos Uviedo13 al que concurrieron algunos militantes del PST (Partido Socialista de los Trabajadores) 14 que estaban incursionando en el teatro barrial. Al poco tiempo Uviedo fue encarcelado y se exilió en Brasil pero los integrantes del TiT continuaron sus investigaciones sobre el espacio, el lenguaje y el movimiento sus montajes de creación colectiva y función única, ensayos abiertos y las fiestas en las que participaron centenares de personas. En estrecha relación con el TiT surgieron el TiM (Taller de Investigaciones Musicales) en 1978 y el TIC (Taller de Investigaciones Cinematográficas) y el grupo de la mujer en 1980. Se vincularon con Cucaño desde sus inicios, el TiT denominaba al grupo rosarino “su hermano menor”, porque eran un poco mayores que ellos, tenían algunos años de experiencia en teatro, compartieron referencias, experiencias y los escasos libros que lograban conseguir para discutir en sus grupos de lectura15. De estos textos surgieron consignas tales como “La Sobre el actor, escritor y director teatral experimental santafecino Juan Carlos Uviedo, Ana Longoni realizó una investigación curatorial sobre los montajes y colectivos teatrales en los que participó Uviedo en España, Portugal, EE.UU., Guatemala, México, Argentina y Brasil “Con la provocación de Juan Carlos Uviedo. Experimentos teatrales de un paria” que fue exhibida en el MUAC- UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) entre febrero y agosto del 2015. Puede consultarse el registro y algunos textos críticos en Olivier Debroise et.al., Con la provocación de Juan Carlos Uviedo (2015). 14 Partido de orientación trotskista, liderado por Nahuel Moreno desde su fundación en la década del 40, asumió ese nombre en 1972, luego de la división en 1968 del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) en dos fracciones, La Verdad y El Combatiente, esta última liderada por Roberto Santucho y proclive a la lucha armada, que luego diera origen al ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), guerrilla de orientación marxista-guevarista que actuó en Argentina en los primeros años setenta. El otro sector (PRT-La Verdad) se mostraba y renuente a una estrategia foquista, y asentaba su trabajo político en el movimiento obrero, a través del impulso de coordinadoras obreras que desbordaran el consolidado poder de la burocracia sindical peronista. Desde 1975, el PST pasó a la clandestinidad su dirección se refugió en el exilio en Colombia, y el conjunto del partido se replegó y dispersó. En Longoni (2011:1). 15 Entre los principales textos que se discutían minuciosamente se encuentran: los Manifiestos surrealistas de Andre Breton, El teatro y su doble de Antonin Artaud, el manifiesto “Por un arte independiente” firmado por Trotsky y Breton en México en 1938, también referentes del teatro experimental como: Teoría Teatral de Vsévolod Meyerhold, Hacia un teatro pobre de Jerzy Grotowski, El teatro vacío de Peter Brook, El teatro 13 poesía debe ser hecha por todos” de los Cantos de Maldoror o “Por más hombres que hagan arte y menos artistas entre los hombres” de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels, que coreaban durante o al final de sus presentaciones o escribían en sus publicaciones. Compartir lecturas, consignas y que el empleo de las mismas como de recursos artísticos circularan indistintamente entre uno y otro grupo no era algo casual, ya que el TiT y Cucaño pertenecen a una trama de experiencias en común que convergieron en la fundación del Movimiento Surrealista Internacional junto al colectivo paulista Viajou Sem Passaporte el 22 de agosto de 198116. Esta iniciativa fue el corolario de varios acuerdos previos y acciones artísticas colaborativas. Este ambicioso y desmedido intento de reactualizar el legado surrealista desde el Cono Sur, un territorio inmerso en la violencia de Estado, daba cuenta de la necesidad y búsqueda del trabajo en red para socializar recursos, procedimientos, estrategias, experiencias utilizadas en las intervenciones urbanas para activar en el espacio público –especialmente cuando- la acción política y artística se encontraban vedadas. “Éramos surrealistas porque no se podía decir nada” o “el surrealismo nos conectaba con un espacio etéreo”, deslizaron algunos de los integrantes del TiT en un improvisado encuentro que siguió a un conversatorio sobre prácticas de arte y política en los años ‘8017. En estas frases que evocan el silencio y la fuga, el contexto represivo en el que desarrollaron sus acciones se tornaba texto, no como tema o como alusión explícita sino como táctica, como modo de expresión ante el silenciamiento, la censura y la autocensura dominantes. Por ejemplo adaptaron la escritura automática y el collage surrealista a sus posibilidades expresivas, alimentando su creatividad desde las profundidades del subconsciente, desde el sueño y la alucinación limitando así a la razón, el gusto y la voluntad consciente. “El del absurdo de Martin Esslin. Mientras que los pilares literarios eran: Una temporada en el infierno de Arthur Rimbaud, Los cantos de Maldoror del Conde de Lautréamont, El Balcón y Pompas fúnebres de Jean Genet 16 Para profundizar en este episodio, consultar “Intervención/interversión/interposición” en Red Conceptualismos del Sur, Perder la Forma Humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina (2012) 17 La mesa “El delirio permanente” formó parte del Seminario internacional Perder la forma humana. Conversaciones sobre arte y política en los años 80 en América Latina que tuvo lugar el 6 de junio de 2014 en el Centro Cultural Borges de la Ciudad de Buenos Aires. Esta actividad fue realizada en el marco de la exposición Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina, curada por la Red de Conceptualismos del Sur y organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid) en colaboración con el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Buenos Aires) y el Museo de Arte de Lima con el apoyo de la AECID. encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección” (Lautréamont: 2006: 163) enuncia el fenómeno descubierto por los surrealistas de que la aproximación de dos (o más) elementos aparentemente extraños entre sí en un plano ajeno a ellos mismos provoca las explosiones poéticas más intensas. Así, a partir de la reunión arbitraria de elementos en las acciones de TiT y Cucaño, buscaban mediante reinterpretación total o parcial de las cosas a través de los chispazos de la poesía, transgredir el orden vigente. Si los dispositivos de vigilancia utilizados durante el terrorismo de Estado producían un control abstracto que paralizaban a quienes se sentían vigilados (O’Donnell, 1984) crear colectivamente expandía las posibilidades de habitar el mundo. Las acciones artísticas del TiT y de Cucaño, más que comunicar, narrar o denunciar buscaban infectar el cuerpo de sus actores y de los espectadores para traer noticias del mundo sumergido, negado, desaparecido. Las noticias no referían a personas, ni imágenes, documentos, pruebas o evidencias. Tanto en la sala teatral como en la calle no denunciaron explícitamente el accionar del terrorismo de Estado. Crearon desde sus cuerpos imágenes perceptibles de lo siniestro, de la experiencia de la represión, de la tortura, de la ausencia de personas, de aquello que supuestamente la sociedad argentina no sabía18 que sacudieran al público, modificándolo y dejándole una cicatriz imborrable. Pero también construyeron momentos festivos y delirantes, de goce del cuerpo a través del baile y la música, exaltando lo absurdo de estar vivos en aquel contexto. El TiT y Cucaño se disolvieron en 1982, un año después de la fundación del Movimiento Surrealista Internacional. Con el golpe de estado de 1976 se advierte una cesura, cuando las organizaciones partidarias fueron ilegalizadas por el régimen militar, las prácticas culturales se transformaron en arena privilegiada de intervención política. Si tomamos como válida esta hipótesis, puede funcionar como clave para explicar la conformación del TiT en 1977 y también de su disolución cuando- con la vuelta a la actividad política pública ante el proceso electoral de 1983- la gran mayoría de los integrantes de los talleres se Parafraseando el título de la obra de León Ferrari, “Nosotros no sabíamos” compuesta por ochenta y cinco piezas que recompilan de manera incompleta algunas de las noticias que los periódicos de 1976 publicaron sobre la primera época de la represión desatada por la junta de Videla. “Son las noticias que lograron pasar el tamiz de la censura o que se dejaron pasar como mensajeras del terror”, escribió Ferrari en el texto de presentación de la serie fechado en Buenos Aires en 1992. Cabe señalar que los límites de lo decible en esos años no pueden ser definidos desde las certezas desde las que partimos hoy: lo que se sabía y lo que no sabía eran territorios de fronteras móviles y endebles. 18 volcaron a la militancia partidaria en el ex PST convertido en Movimiento al Socialismo (MAS). En una publicación del Movimiento Surrealista Internacional hicieron explícito la resolución del dilema entre dedicarse a la actividad artística o política: “En la Argentina, el surgimiento de una gran franja de jóvenes que se vuelcan a la cultura después del golpe de 1976, refiere a la falta de canales de expresión y no a necesidades culturales. La cultura y el arte dieron ese espacio en un determinado tiempo y actualmente ese fenómeno tiende a extinguirse a medida que se ensancha (paulatinamente) el campo de acción de las organizaciones políticas. (…) Las luchas de aquí en más planteadas pasan por dar respuesta política a las masas, en cuanto a sus necesidades inmediatas, y no pretender que alternativas culturales de vanguardia minoritaria den solución o cauce a estas necesidades”19. Quienes elaboraron este escrito compartían la caracterización de Nahuel Moreno de que la derrota argentina en la Guerra de Malvinas había desatado la crisis económica y política al interior del régimen cívico-militar y se estaba ante una coyuntura revolucionaria.20 También coincidían en la necesidad histórica de construir el partido revolucionario de masas, el MAS convencidos de que existía un doble juego estratégico entre ser artistas para transformar el mundo y ser políticos para poder ser artistas. Desde el Partido se les planteó que ambas actividades resultan incompatibles por razones de seguridad. La gran mayoría de los integrantes de los colectivos se avocó a la militancia partidaria y renunciaron -por algún tiempo en algunos casos y definitivamente, en otros, a las prácticas artísticas. Bibliografía Apellido , Inicial nombre (año). Título del capítulo. En Apellido , Inicial nombre (ed. / comp. / etc.), Título del libro en cursiva.(pp. página inicial-página final). Ciudad: editorial. AA.VV. (2003) “Cucaño: Dos meses de transgresión y surrealismo en Rosario” en Revista de Retrospectiva teatral Señales en la Hoguera, año II N°5, Rosario. Águila, G. (2008) Dictadura, represión y sociedad en Rosario, 1976/1983, Buenos Aires: Prometeo. Artaud, A. (1964), El teatro y su doble, Buenos Aires: Sudamericana. 19 Enciclopedia Surrealista, 1982 En el documento “1982: comienza la revolución”, www.nahuelmoreno.org/pdf/1982.pdf. (fecha de última consulta, 18/01/2016). 20 Avellaneda, A. (1986), Censura, autoritarismo y cultura: Argentina 1960-1983, Buenos Aires: CEAL (dos tomos). Bernabé, M. 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