Tiene que ser elevado el Hijo del hombre

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Es de noche, Señor;
la cruz se hace pesada.
No me gusta el dolor,
mi vida es flagelada.
Recuerdo tiempo atrás,
cuando estaba animada,
sin la murmuración
del tiempo que se acaba.
Busco felicidad,
en lo que no me salva.
Monasterio de Nuestra
Señora de la Piedad
Es de día, Señor:
Tu cruz es exaltada.
Las penas y el amor,
con gran pasión se abrazan.
Mirando tu estandarte,
las heridas se sanan.
¡Quédate con nosotros,
habita esta morada!
Belleza de la cruz,
Sabiduría santa.
La Exaltación
de la Santa Cruz
Núm 21, 4b-9 l Miraban a la serpiente de bronce y quedaban curados.
Sal 77 l No olvidéis las acciones del Señor.
Flp 2, 6-11 l Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Jn 3, 13-17 l Tiene que ser elevado el Hijo del hombre.
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Palencia
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14
Septiembre
TU CRUZ ES EXALTADA
Tiene que ser elevado el Hijo del hombre
H
abía un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús
de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de
Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces
si Dios no está con él». Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo:
el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo le
pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede
por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?». Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne,
lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho:
“Tenéis que nacer de nuevo”».
Juan 3, 13-17
E
n este domingo la Iglesia interrumpe la lectura continuada del evangelio de San
Mateo, para venerar y volverse hacia la Cruz, misterio central del cristiano, donde el Señor fue humillado y exaltado para nuestra salvación.
“T
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anto amó Dios al mundo”. Lo que nos salvó, no fue el gran dolor de Cristo,
sino su gran amor. Todo el dolor de Cristo está en relación con el sufrimiento
del otro. Él apostó por el hombre y pagó su rescate a precio de sangre. Es allí donde
nos mostró que su amor no tenía límite, y que ni siquiera el poder de la muerte podía hacerle retroceder en su misión por salvar a todos.
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l amor de Cristo nos alienta a estar cerca de los más desfavorecidos. Por amor
al bien, a la verdad, a la justicia, a la paz y a la santidad, los cristianos estamos
dispuestos a sufrir y a aceptar los sufrimientos que sean necesarios para que desaparezca de nuestra vida y de nuestro mundo el pecado, la mentira, la injusticia, la
violencia y todo lo que se opone al verdadero Reino de Dios.
P
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ero la sabiduría de la cruz, encierra aún más. “El que vive sin morir, al final morirá sin haber vivido”. Si aceptamos nuestra cruz, estaremos en paz en medio
de las dificultades y de la tribulación. Aceptar el sufrimiento necesario para conseguir el bien con espíritu evangélico, no solo no nos derriba, sino que además nos
fortalece.
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esús no nos mandó cargar con “su” cruz, ésa ya la llevó Él. Tal vez a algunos,
como al Cireneo, les invite a compartir su cruz, pero a todos nos manda que car-
guemos con “nuestra” cruz y le sigamos. Además nos enseñó que
su yugo es llevadero y su carga ligera, por lo que si nos resulta muy
pesada nuestra carga es porque
no hemos aprendido a descansar
en la cruz, como decía Santa Catalina: “Busca reposo en la cruz”.
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oy exaltamos la cruz porque
cuando algo se nos presenta
en contra, sabemos ver a Dios en
todo, y cumplir su voluntad nos
hace esperar una mañana de resurrección.
“A
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sí tiene que ser elevado el
Hijo del Hombre, para
que todo el que cree en Él, tenga
vida eterna”. La humillación de
morir en la cruz fue el comienzo
de su glorificación. Solamente la
mirada al crucificado nos limpia
de la mordedura del pecado y de
la muerte y nos infunde vida nueva. Dios nos espera en el sufrimiento humano para
entregar lo mejor de nosotros mismos: nuestra capacidad de amar y compadecer.
Esta es la sabiduría misteriosa de la cruz: “El Padre quiso amar a los hermanos en
el abrazo del Hijo en la cruz” (Benedicto XVI). Esta es la Buena Noticia que devuelve
la esperanza al mundo.
¿Qué es la cruz para ti? ¿Has experimentado cómo Dios te
levanta de una situación de tristeza?
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l ¿Sacas fuerza de la cruz para formar comunidad, para fortalecer tu matrimonio, para enseñar a tus hijos, para seguir
trabajando?
¿Nos duele ver y constatar la realidad del que sufre a nuestro lado?
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