Abusos sexuales a menores. Análisis de “No tengas

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YOLANDA RODRÍGUEZ CASTRO
MARÍA LAMEIRAS FERNÁNDEZ
Mª VICTORIA CARRERA FERNÁNDEZ
PATRICIA ALONSO RUIDO
Abusos sexuales a menores
Análisis de “No tengas miedo”
RESUMEN: En este trabajo analizamos las consecuencias del abuso sexual a menores a
través de la protagonista de la película No tengas miedo (Armendáriz, 2011). En primer lugar
presentamos unas breves pinceladas entorno a una aproximación histórica y la delimitación
conceptual de los abusos sexuales a menores, haciendo énfasis en las tasas de incidencia y
de prevalencia. Posteriormente, analizaremos la película No tengas Miedo seleccionando y
comentando aquellos fragmentos que son más significativos. Finalmente, presentamos una
propuesta educativa que permita trabajar la prevención de los abusos sexuales a menores.
PALABRAS CLAVE: Abusos sexuales a menores, mujer, consecuencias psicológicas, físicas, sexuales.
Introducción
El objetivo de este trabajo es analizar las consecuencias de los abusos
sexuales a menores a través de las vivencias de la protagonista de la película No
tengas miedo (Armendáriz, 2007). Para la consecución de dicho objetivo haremos,
en primer lugar, una sucinta aproximación histórica y delimitación conceptual de
los abusos sexuales a menores, así como las tasas de incidencia y prevalencia.
No obstante, antes de adentrarnos en el análisis de los abusos sexuales a menores
vamos a presentar la trayectoria filmográfica de Juan Ramón Armendáriz Barrios
director del film No tengas miedo.
No tengas miedo es la novena película del director y guionista navarro
Montxo Armendáriz (1949-). Su primera incursión en el mundo cinematográfico
fue con el corto titulado Barregarriaren dantza (1979), aunque su debut como
director de largometrajes fue en 1984 con la película Tasio que fue galardonada
con el Fotograma de Plata a la Mejor Película. Armendáriz como director y/o
guionista fue galardonado en dos ocasiones con el premio Goya por la película
Las cartas de Alou (1990), que obtuvo el Goya al Mejor Guion, en Historias del
InterseXiones 5: 19 - 46, 2014. ISSN-2171-1879
RECIBIDO: 10-12-2013 ACEPTADO: 05-03-2014
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Abusos sexuales a menores
Kronene (1994) consiguió el premio Goya al Mejor Guion Adaptado. Aunque
será la nominación al Oscar a la mejor película extranjera por Secretos del
corazón (1997) la que le aporta al director una mayor proyección y reconocimiento
internacional. Una década después, en 2011, Montxo Armendáriz nos presenta la
película No tengas miedo (2011), una historia que narra las vivencias de una
joven que ha sufrido abusos sexuales durante 19 años por parte de su progenitor.
Michelle Jenner da vida a la protagonista, y junto a ella figuran en el reparto la
pareja formada por la actriz Belén Rueda, que interpreta el papel de la madre, y
por el actor Lluís Homar, que interpreta el papel del padre-agresor sexual.
Montxo Armendáriz para abordar el tema de los abusos sexuales a
menores en su película, contó con el asesoramiento de un grupo de especialistas
en el tratamiento de abusos sexuales a menores, escuchó testimonios de víctimas
y de sus terapeutas. El mismo reconoció en diversas entrevistas sentirse
“abrumado por los horrores”, reconociendo que tuvo que “abandonar varias
veces el proyecto” debido a la crudeza de los testimonios que escuchó, ya que no
quería “caer en tópicos o moralinas y acertar con el tono” para abordar el tema de
los abusos sexuales a menores (Diario Navarra, 24/02/2011).
1. Aproximación histórica de los abusos sexuales a
menores (ASM)
Antes de profundizar en el análisis de la línea argumental de la
película No tengas miedo es necesario establecer la delimitación histórica de los
abusos sexuales a menores (ASM). La problemática que representan los ASM
ha traspasado todas las fronteras: las de los diferentes momentos históricos, los
diferentes estados, las diferentes razas, las diferentes culturas, y las diferentes
clases sociales.
A pesar de la extensión y alcance del problema que hoy reconocemos, no
será hasta casi a finales del siglo XIX cuando se propicia la primera visibilización
de los ASM de la mano de Sigmund Freud, quien aborda por primera vez, y de
forma clara y explícita, la existencia de abusos sexuales, especialmente entre
las niñas, cometidos por sus propios padres. Para ello, propone la teoría de la
seducción en abril de 1896 en una conferencia de la Sociedad de Psiquiatría y
Neurología en Viena. La teoría de la seducción aborda el enigma del origen de
la patología nerviosa que había sido hasta ese momento un límite infranqueable.
Y. Rodríguez Castro, M. Lameiras Fernández, Mª Victoria Carrera Fernández y P. Alonso Ruido
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La teoría de la seducción aportó una nueva perspectiva que consistía en que
el origen de la enfermedad se podía hallar en la familia (Vallejo, 2012). Esta
teoría sostiene que la histeria y la neurosis obsesiva son causadas por
los recuerdos reprimidos de abusos sexuales infantiles. Estos postulados
fueron acogidos en la sociedad decimonónica como un gran escándalo que llevó a
Freud a cosechar un gran rechazo entre sus colegas, llegando incluso a calificarla
el propio Krafft-Ebing como un “cuento de hadas científico” (Masson, 1985, p.
184). A pesar de que Freud no hizo públicos los motivos que le llevaron
al abandono de la teoría de la seducción, posiblemente fue la presión
científica la que propició su posterior retractación -apenas dos años después- a
favor de la hipótesis de la fabulación. Los relatos relacionados con la seducción
traumática en la infancia los concibe desde la nueva formulación teórica como
inventos generados por el empuje de la libido en ciertos momentos de transición
en el desarrollo de la persona. Freud acuña para estas fantasías el término de mitos
endopsíquicos (Masson, 1995). Freud acabaría admitiendo que las experiencias
de abusos sexuales durante la infancia que fueron relatadas por sus pacientes, en
“realidad” no habían ocurrido, sino que eran fabulaciones fruto de sus fantasías.
Escudado en el “complejo de Edipo” en niños y en el “complejo de Electra”
en niñas, Freud defiende que durante sus primeros años de infancia todos los y
las menores experimentarán deseos sexuales especialmente orientados hacia el
progenitor del sexo opuesto. Esos deseos cuando no son consumado, les llevarían
a tener fantasías e interpretaciones erradas de situaciones y comportamientos que
podrían ser recordadas en la edad adulta como si realmente hubieran ocurrido.
De forma que Freud con estos postulados asienta dos falsas creencias sobre
los y las menores que han contribuido nuevamente a la invisibilización de esta
problemática (Díaz y Ruiz, 2005): la primera hace referencia a que los y las
menores estaban interesados en mantener una actividad sexual con adultos, con
lo que se les responsabilizaba total o parcialmente de estos comportamientos;
y la segunda es que los y las menores no dicen la verdad cuando afirman haber
sufrido abusos sexuales por parte de los adultos, con lo que sus revelaciones no
deberían ser creídas.
A partir de este momento, la problemática de los abusos sexuales
volvió a sumergirse en la oscuridad, a la que también contribuyó casi medio siglo
después el influyente trabajo del equipo de investigación de Kinsey, Pomeroy,
Martín y Gebhart (1953). Kinsey y sus colaboradores (1953) constataron en
sus investigaciones que un 24 % de las casi 6.000 mujeres norteamericanas
entrevistadas, relataron experiencias de abusos sexuales durante su infancia
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Abusos sexuales a menores
entre los cuatro y los trece años. No obstante, minimizan las altas tasas de ASM
reportadas por sus entrevistadas y minusvaloraron los posibles efectos de los
abusos sexuales en la infancia.
Esta evolución culmina en el siglo XX con la aprobación de diversas
legislaciones relacionadas con los Derechos del Niño/a tanto a nivel internacional
como a nivel nacional. De manera que es la Declaración el 20 de noviembre
de 1959 de los Derechos del Niño/a auspiciada por la asamblea general de las
Naciones Unidas, que propicia con sus principios un nuevo escenario dentro del
que proteger y cuidar a los y las menores. Este culminan con la Convención sobre
los Derechos del Niño/a del 20 de noviembre de 1989 y que de conformidad con
el articulo 49 entró en vigor el 2 de septiembre de 1990.
Junto a éstos, los cambios sociales y políticos/legislativos que
desencadenan los años 60 -y de forma especial de la mano de las feministas de la
segunda ola y la revolución sexual del 68- aportan las condiciones necesarias para
que por primera vez se pueda hablar de sexualidad y visibilizarse la existencia de
abusos sexuales a menores como un problema al que hay que dar una respuesta
científica y social contundente. A partir de este momento, la ciencia se concentra
en cuantificar su alcance y sus efectos a corto y largo plazo. Durante la década
de los 80 y especialmente a lo largo de los 90, proliferan las investigaciones
podemos destacar dos importantes meta-análisis de prevalencia: i) el realizado
en el año 1994 por Finkelhor que analiza 21 investigaciones en el que encuentra
una prevalencia de entre 7% y 36% en mujeres y entre 3 y 29% en hombres;y ii)
el realizado en 1997 por Gorey y Leslie, en el que analizan 15 investigaciones y
encontraron una prevalencia de 22,3% para mujeres y 8,5 % para hombres.
De forma que con la entrada en el siglo XXI se da un paso decisivo
en la visibilización de esta problemática, no solo con la proliferación de estudios
sino con las denuncias masivas de victimas adultas, debido a la impunidad de los
agresores que cometieron los abusos.
Y. Rodríguez Castro, M. Lameiras Fernández, Mª Victoria Carrera Fernández y P. Alonso Ruido
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2. Delimitación conceptual de los abusos sexuales a menores
(ASM)
El primer escollo que debemos salvar a la hora de afrontar la
problemática de los abusos sexuales cometidos contra menores es el de abordar
una clarificadora definición que goce de un amplio consenso en la comunidad
científica. La realidad es que nos encontramos con un variado abanico de
definiciones y se hace urgente contar con una definición de consenso para
optimizar los resultados y extraer conclusiones sobre los efectos y consecuencias
que el abuso ocasiona en el desarrollo y ajuste de los y las menores que lo padecen
(Manly, 2005).
Tomando como referencia a López (1995, p. 28) identifica tres
criterios –que han sido ampliamente referidos- para delimitar el rango de los
abusos sexuales que son:
a) La asimetría de edad: el agresor/a debe ser significativamente mayor
que la víctima, de 10 o más años cuando la víctima es menor de 12 años y
de 5 o menos cuando es mayor de esta edad.
b) Las estrategias que el agresor/a pone en juego para someter a la
víctima, utilizando la posición de poder/asimetría que tiene para interactuar
sexualmente con el o la menor.
c) El tipo de conductas sexuales, considerándose que deben incluirse
todas las formas manifiestas de conducta sexual con o sin contacto físico;
incluyendo el contacto anal, genital u oral, caricias sexuales, peticiones
sexuales, pornografía o exhibicionismo.
Siguiendo esta misma línea argumental, los ASM han de implicar
cualquier participación de niños/as y/o adolescentes en actividades sexuales
que son incapaces de comprender, resultan inapropiadas para su edad y etapa
de desarrollo psicosexual, en las cuales se ven forzados a participar mediante la
violencia o la seducción, o que transgreden los tabúes sociales con respecto a los
roles que deben cumplir los miembros de la familia (Lameiras et al., 2014). Por
lo tanto, el abuso sexual constituye un acto sexual impuesto a un/a menor que
carece de desarrollo emocional, madurativo y cognoscitivo a la hora de consentir
dicho acto.
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Abusos sexuales a menores
Una de las definiciones que mayor consenso ha tenido es la aportada
por Rind Tromovith y Bauserman (1998) que definen los ASM como:
una interacción sexual que puede implicar tanto contacto físico como
no entre un niño/a y un adolescente, o una persona con una edad
significativamente mayor, o entre dos niños/as o adolescentes cuando se
utiliza coerción para llevar a cabo la conducta. (p. 23)
3. El estado de la cuestión de ASM a nivel internacional y
nacional: Incidencia y Prevalencia
En relación a las tasas de incidencia y prevalencia de los abusos
sexuales a menores cabe destacar la gran variabilidad de los datos encontrados
en los diferentes países, debido principalmente a esa falta de consenso en
la delimitación conceptual así como en los procedimientos de selección de
la muestra, el tipo de cuestionario o entrevista utilizada. Presentaremos a
continuación aquellos datos en relación a estas cuestiones.
3.1 Incidencia de ASM
Son muy pocos los estudios centrados en la incidencia de los ASM
tanto a nivel internacional como nacional; siendo además inferiores a los
centrados en la prevalencia de los abusos sexuales. Entendemos por incidencia
el número de casos detectados o denunciados por autoridades oficiales como
hospitales, servicios sociales, colegios u otros, durante un período determinado
que habitualmente es un año (Runyan, 1998).
La tasa de incidencia en ASM a la que aluden la mayoría de las
investigaciones llevadas a cabo en Europa y Estados Unidos oscilan entre el 1.6%
y el 4.5% por cada 1000 habitantes. En concreto en España se instruyen cada año
aproximadamente tres millones y medio de denuncias previas, de ellas 11.000
(0,3%) corresponden a delitos contra la libertad sexual, de los cuales 3.500 son
por delitos contra menores. Estas 3.500 diligencias en los 7.313.424 menores de
18 años suponen una incidencia anual del 0,5%. Una encuesta realizada en el año
2004 en España, reportó que el 0,1 por ciento de las encuestadas señalaron haber
sufrido al menos un abuso sexual a lo largo del último año, lo que representa una
tasa de abuso de 1 por cada 1000 mujeres habitantes para el citado año. Estos
porcentajes que no son muy distintos a los reportados por el resto de países de
Y. Rodríguez Castro, M. Lameiras Fernández, Mª Victoria Carrera Fernández y P. Alonso Ruido
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nuestro entorno durante el bienio 2003-2004, a excepción de: Estados Unidos
(1,4 por ciento), Islandia (1,4 %), Suecia (1,3 %) e Irlanda del Norte (1,2 %)
que alcanzaron porcentajes superiores al 1 por ciento (datos referidos a tasas de
incidencia para un año). En 2005 la tasas de incidencia para un año de todos los
países desarrollados se situó en el 0,6 por ciento, tasa que es ligeramente superior
a la registrada en España en 2004 (Van Dijk, Van Kesteren, Smit, 2007).
Afortunadamente los estudios internacionales confirman, al menos
en algunos países, que las tasas de incidencia de ASM se van reduciendo. El
último informe publicado por National Child Abuse and Neglect Data System
(NCANDS, 2012) revela que la violencia por abuso sexual disminuyó un 3% entre
2009 y 2010 en EE.UU (con un total de 63.000 casos registrados y confirmados),
lo que equivale a una tasa anual del 8,6% por cada 10.000 menores. El 87% de las
agresiones sexuales las cometió un hombre frente al 11% de mujeres. El número
de víctimas por abuso sexual disminuyó un 38% desde 1993 hasta 2006 en EEUU
(Sedlak et al., 2010).
Sin embargo, esta tendencia no parece confirmarse en España en donde
los ASM afectan a las niñas con una incidencia del 1.13% y a los niños con una
incidencia del 0.66% (Secretaría de Estado de Política Social, Familias y Atención
a la Dependencia y a la Discapacidad y Dirección General de las Familias y la
Infancia, 2008). Se registraron 413 casos de abuso sexual de menores con edades
comprendidas entre 0-17 años. En función del género las estadísticas confirman
lo que evidencian todas las encuestas a nivel internacional y nacional, y es que
las niñas sufren más abusos que los niños (362 casos que representan un 87.65%
del total siendo abusados un 29,30% de los niños frente a un 58.35% de las niñas)
(Dirección General de Política Social, de las familias y de la infancia, 2011).
En esta misma línea, la Fiscalía General del Estado en su memoria
remitida al Gobierno en el año 2011 confirma que los delitos por abusos sexuales
se incrementaron en un 1,4% con respecto al año anterior. Incremento que las
autoridades judiciales y policiales quieren combatir a través del endurecimiento
punitivo de estas infracciones por medio de la Ley Orgánica 5/2010, de 22 de
junio, sobre todo cuando tiene como víctima a un menor de 13 años.
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Abusos sexuales a menores
3.2 Prevalencia de ASM
Los estudios de prevalencia de ASM son los más frecuentes sobre
todo desde finales de los años setenta. Por prevalencia entendemos el número de
personas que han sido víctimas de abusos sexuales a lo largo de su vida y que son
detectados mediante estudios retrospectivos.
Podemos destacar el trabajo de Lalor y MacElvaney (2010) en el que
se incluyen diversos estudios llevados a cabo en diferentes países europeos,
que confirman que el abuso sexual infantil con penetración lo habían sufrido en
mayor medida las niñas que los niños: para las mujeres las tasas se sitúan dentro
del rango del 2.9% al 10,5% en Suecia, 3% en Reino Unido, 4,9% en Turquía,
5,6% en Irlanda y 7,8% en Groenlandia. Para los hombres, las tasas de abuso
con penetración están dentro del rango del 0,6% y 5,5% en Suecia; 1% en Reino
Unido; 2,7% en Irlanda y 3,2% en Groenlandia. Cuando las definiciones de abuso
sexual son más amplias e indican algún tipo de contacto las tasas de prevalencia
para las mujeres oscilan entre el 10% en Reino Unido, el 11,3% en Turquía,
13,9% en Suecia, 15,8% en Dinamarca, el 19% en España, el 20,4% en Irlanda
y el 39,8% en Suiza. Para los varones las tasas son 6% en Reino Unido, un 6,7%
en Dinamarca, 15,2% en Suecia, 15,5% en España y 16,2% en Irlanda. Dejando
constancia de la amplitud y extensión de la problemática de los ASM en Europa.
En España en el estudio de Cantón Cortés, Cantón, Justicia y Cortés
(2011), del total de participantes 163 mujeres (un 10,7%) informaron haber
sufrido algún tipo de abuso sexual antes de los 14 años.
No obstante, los datos más fiables sobre prevalencia son los aportados
por los meta-análisis. Entre los meta-análisis más recientes a nivel internacional
destaca el efectuado por Pereda y colaboradores (2009) realizado con un total de
65 artículos de 21 países (industrializados y en vías de desarrollo) que contenían
información sobre el ASM, sitúa las prevalencias medias en un 7,4% para los
varones y un 19.2% para las mujeres. En la misma línea se sitúa el último estudio
meta-analítico sobre ASM que ha sido el llevado a cabo por Stoltenborg, Van
Ijzendoorn, Euser y Bakermans-Kranenburg (2011) sobre la prevalencia de los
abusos sexuales infantiles en el mundo en el que revisaron 217 publicaciones
editadas entre 1982 y 2008. El estudio incluyó 331 muestras independientes con
un total de 9.911.748 participantes que reportan unas tasas del 11.8% o lo que es
lo mismo de 118 casos por cada 1000 menores, siendo las niñas (en un 18.0%) las
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que sufrieron con más frecuencia ASM que los niños (en un 7.6%).
Por lo tanto, en relación a los estudios más recientes y fiables
prácticamente una de cada cinco mujeres ha sido víctima de abuso sexual infantil
y uno de cada diez hombres. Esto quiere decir que a pesar de la variabilidad de
los datos epidemiológicos que no permiten establecer unas cifras de incidencia
o prevalencia unívocas, estos datos nos muestran que los abusos sexuales a
menores constituye un problema de tal magnitud que se convierte en un factor de
riesgo para la salud y el desarrollo infantil.
4. No tengas miedo: los abusos sexuales a menores
interpretados en el cine
A continuación analizaremos algunos fragmentos clave de la película
que no guardan una secuenciación temporal, sino que han sido organizados
con una finalidad exclusivamente didáctica. Empezamos presentando la línea
argumental de la película No tengas miedo:
Silvia es una joven marcada por una oscura y difícil infancia, ya que sufre
abusos sexuales desde los seis años por parte de su padre, Ignacio. Cuando
Silvia tiene sobre 18 años, su madre decide empezar una nueva vida y la
deja con su padre. Será a los 25 años cuando la protagonista decide rehacer
su vida y enfrentarse a las personas, a los sentimientos y a las emociones
que la mantienen ligada al pasado. El tratamiento y su recuperación va
a ser largo y difícil. Tiene que revelar a su madre y a su entorno más
próximo, abiertamente los abusos sexuales que durante más 19 años había
sufrido por parte de su padre. En su lucha contra la adversidad, contra sí
misma, irá aprendiendo a controlar sus miedos y convertirse en una mujer
adulta, dueña de sus actos.
4.1 El primer episodio de ASM
Antes de adentrarnos en las circunstancias del primer episodio de
ASM, es necesario analizar la figura del padre de la protagonista, Ignacio. El
padre era quien asumía mayoritariamente el cuidado de su hija, su trabajo como
odontólogo le permitía estar más tiempo en casa, de forma que por las tardes era
el que se encargaba de ella. El papel que asumía el padre era de “complaciente”,
ya que a Silvia y a su amiga, Maite, siempre les hacía regalos, las llevaba a
patinar, al cine, es decir, actividades con las que disfrutaban mucho. Además
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Abusos sexuales a menores
el padre también se hacía pasar por un “amigo de juegos”. De hecho el primer
episodio de abuso sexual fue “jugando a las cosquillas” con su hija.
Mientras abusaba de ella le decía:
Padre: !no tengas miedo princesa!, !no tengas miedo!.
Padre:!no tengas miedo!.
Nuestra protagonista tenía
seis años cuando empezó a sufrir
abusos sexuales por parte de su
padre. La mayoría de los/as autores/
as establecen que las edades de
mayor probabilidad de sufrir abusos
sexuales son la prepuberal de los
ocho a los doce años (Coleman y Figura 1. Silvia en la escena del primer Abuso sexual
Coleman, 2002). Por su parte, Pereda
(2006) afirma que la edad media en la que se inicia el abuso son los diez años.
Los sentimientos provocados por el abuso sexual según Finnkelhor y
Browne (1985) son principalmente la traición, la estigmación, la indefensión y
la sexualización traumática que median entre la experiencia del abuso y el pacto
psicológico que genera en la víctima. Estas dinámicas llegan a distorsionar el
autoconcepto, la visión sobre el mundo así como las capacidades afectivas de la
víctima, provocándole diversos problemas psicológicos a corto y a largo plazoque posteriormente abordaremos. El agresor que en este caso era su progenitor,
era la persona en la que la niña se refugiaba y a la que quería. Silvia descubre
que la persona en la que confía y con las tiene una fuerte vinculación afectiva y
de dependencia es la que le ha provocado un gran daño. El papel protector que
debería tener su padre se transforma en abusador aprovechando la ventaja que le
aporta su posición de poder o autoridad para envolver al o la menor, en este caso
a Silvia, en una actividad sexual. Por su parte, Silvia carece de capacidad para
negarse o incluso ni tiene claros cuales deben son los criterios para determinar
si ese tipo de comportamientos son los esperables de una persona adulta y en
este caso de su propio padre. En este sentido, Nogueiras y colaboradores (1994)
sostienen que el desarrollo emocional y cognitivo del menor, unido a las
estrategias utilizadas por el adulto son las que minan su capacidad de decisión
para negarse al abuso o incluso a contarlo.
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4.2 Primeras señales…
Las primeras señales que podrían alertar a su entorno inmediato que la
menor está sufriendo abusos sexuales, es a través del dibujo y del juego. Canales
de expresión importantes en los y las niños/as pequeños/as (Colombo y Gurvich,
2012), como en este caso nuestra protagonista.
Una de las primeras señales que Silvia demuestra es el colegio. Silvia
expresa su situación de abuso sexual a través un dibujo muy “revelador”. Dibuja
un sol echando llamas rojas y negras que invaden todo el espacio, ella en medio
de un océano pintada en color negro, como una sombra. Sin embargo, aunque se
lo muestra a su profesora, ésta no le presta atención y el dibujo pasa desadvertido.
El dibujo es
la forma más natural y
sincera de aproximarse al
mundo interior de los/as
pequeños/as, es un medio
de expresión importante
en los/as niños/as, y
específicamente en los y
Figura 2. Silvia en una escena dibujando
las menores que sufren
A.S.M. En el caso particular de los/as niños/as víctimas de maltrato infantil se
ha constatado cómo las técnicas gráficas se convierten en instrumentos válidos
para poder dar al niño/a un canal de comunicación de sus traumas que no siempre
puede expresarse verbalmente (Colombo y Gurvich, 2012).
Silvia escondida detrás de un sofá, también revela a través de un juego
entre un muñeco y una muñeca, la situación de abuso sexual que experimenta con
su progenitor/agresor:
Muñeca: !Para, me estás haciendo daño!.
Muñeco: No tonta que te va a gustar mucho.
Muñeco: Vamos a jugar al juego del polo, chupa, chupa. Chupa más como
si fuera un polo. Sigue,…, venga, chupa!
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Abusos sexuales a menores
En ese mismo instante, la
madre presencia la primera revelación
que le hace su hija sobre el abuso
sexual que sufre por parte de su padre
por medio del desarrollo del juego y le
pregunta a su hija quién le ha enseñado
esas palabras, la niña le contesta que fue
su padre. Pero su madre menosprecia
las palabras de la niña y le reprocha su
comportamiento. Entonces la pequeña
Figura 3. Silvia en una escena jugando
se marcha de la sala llorando, y siendo
consciente por primera vez que está sola y que no cuenta con el apoyo de su
madre.
Madre: Silvia, ¿Quién te ha enseñado eso?¿Quién ha sido?
Silvia: Papá
Madre: No digas tonterías, no me gusta que mientas. ¿Quién ha sido?
4.3 Consecuencias de los ASM
Mayoritariamente el abuso sexual provoca en las víctimas numerosas
secuelas que afectan a nivel físico, psicológico y/o comportamental. Podemos
distinguir consecuencias a corto y a largo plazo (Echeburúa y Guerricaecheberría,
2000). No obstante, hay que tener en cuenta que las consecuencias son diferentes
si el agresor es un familiar, un extraño u otro menor; también es diferente si
la relación sexual ha sido violenta. Además cuando los abusos sexuales son
perpetrados por un familiar suelen ser más traumáticos, como en el caso de
Silvia, ya que conlleva sentimientos contradictorios en cuanto a la confianza,
la protección, y el apego que esperamos y sentimos con relación a nuestros
familiares.
A continuación siguiendo a Echeburúa y Guerricaecheberría
(2000) analizamos las consecuencias a corto y a largo plazo que experimenta
Silvia, víctima de abusos sexuales durante diecinueve años. En relación a las
consecuencias a nivel físico podemos destacar:
a) Problemas del sueño. Silvia sufría de pesadillas y terrores nocturnos.
Muchas noches se despierta gritando y llorando.
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b) Cambios en los hábitos de comida. Será a partir de los seis años cuando
la protagonista ingiere poca cantidad de comida debido a la falta de apetito
y también empieza a tener frecuentes dolores de estómago.
c) Pérdida del control de esfínteres. Silvia manifiesta continúas diarreas
que le obligan a parar cualquier actividad de su vida cotidiana.
Al menos un 80% de las víctimas sufren consecuencias psicológicas
negativas (Echeburúa y Guerricaecheberría, 2014). A nivel psicológico, podemos
destacar:
a) Los ataques de ansiedad, culpa y vergüenza que manifiesta Silvia en
distintos momentos de la película. La tristeza de la mirada de nuestra
protagonista revela que algo le está pasando, pero nadie se da cuenta por
lo que está pasando.
b) El aislamiento y el retraimiento social. Silvia se inventa excusas en
casa o incluso a su amiga para no dar explicaciones de por qué no se quiere
ir para casa. De forma que se aisla, evita el contacto con las personas y
pasa muchas horas en soledad sentada en un banco del parque.
c) Miedo generalizado. Silvia se muestra insegura y con miedo casi todo
el tiempo. Esta situación aumenta cuando la madre se separa del padre y
decide empezar una nueva vida, y su hija que queda bajo la responsabilidad
del padre.
A nivel conductual, la protagonista presenta los siguientes
comportamientos:
a) Constantes huidas del hogar aunque solo sea por unas horas. Silvia se
va sola a caminar por la ciudad con la finalidad de que pasen las horas de
la tarde y que oscurezca para regresar a casa y así evitar encuentros a solas
con su padre. Se apoya en la música, en su violonchelo para abstraerse y
pasar más horas lejos de su padre.
b) Silvia muestra una adicción al juego, en concreto a las máquinas
tragaperras que le permiten pasar más horas alejada de su progenitor.
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Abusos sexuales a menores
c) Cuando Silvia mantiene relaciones sexuales con Toni, su pareja, muestra
vaginismo y anorgasmia. Este hecho es muy común en chicas que sufren
abusos sexuales (Carrasco, 2002 Libro maria echeburúa asm).
d) Finalmente, Silvia presenta conductas autolesivas o suicidas. En un
momento de desesperación Silvia de regreso a casa salta de un taxi en
marcha. Ya no puede más.
4.4 Dar el paso… hacia el tratamiento de ASM
Es importante señalar que no todas las víctimas de abusos sexuales
requieren ser tratadas psicológicamente por las secuelas que dejan las experiencias
de abusos sexuales. Es más, la terapia puede implicar, al menos en algunos
casos, una segunda victimización (Lameiras et al., 2014). El tratamiento está
indicado en las personas afectadas por síntomas psicopatológicos intensos, tales
como ansiedad, depresión, pesadillas o alteraciones sexuales, o por un grado de
inadaptación significativo a la vida cotidiana (Echeburúa y Guerricaechevarría,
2011). En relación al tipo de tratamiento relativo a las víctimas de ASM son
diversos, pueden ser planteados desde diferentes escuelas: psicoanalítica,
conductual, cognitiva y humanística. No es objetivo de este trabajo analizar los
distintos tipos de tratamientos, aunque en la película se centra en un abordaje
psicoterapéutico que consiste en una terapia grupal y en una terapia individual
siguiendo el método EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por
Movimientos Oculares).
El EMDR consiste en un abordaje psicoterapéutico, creado en
1987 por Francine Shapiro, que permite controlar las dificultades emocionales
causadas por experiencias difíciles en la vida de una persona. Se basa en la
estimulación bilateral que consiste en movimientos oculares de un lado al otro
guiado por el o la terapeuta, o escuchando sonidos alternados en ambos oídos,
o bien golpeteando suavemente y en forma alternada las manos o los hombros
del paciente. Promueve un estado de relajación, lo cual es importante para el o la
paciente que le permite procesar el trauma racionalmente, el distrés relacionado
con él y superar los síntomas postraumáticos (Shapiro, 2001).
El EMDR consta de ocho fases (Shapiro, 1989): i) Recopilación de
información sobre historia del paciente y desarrollo de un plan; ii) Preparar
al paciente para el trabajo a realizar; iii) Valorar los componentes diana del
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tratamiento; iv) Desensibilizar el material traumático objeto de la diana mediante
el uso de movimientos oculares; v) Instalar la cognición positiva identificada;
vi) Revisar el cuerpo para localizar cualquier material residual sin resolver; vii)
Clausura; y viii) Reevaluación.
En varias escenas de la película se ilustra la terapia individual EMDR.
En la primera sesión de la terapia Silvia empieza revelar la situación que ha
vivido a la Doctora Hidalgo en el Hospital donde ha sido ingresada a partir de su
intento de suicidio cuando se echó del taxi en marcha.
Doctora: ¿Qué ha pasado Silvia?, ¿Qué paso?
Silvia: Estoy asustada, tengo miedo.
Doctora: ¿Sabes dónde sientes ese miedo?
¿En qué parte del cuerpo lo sientes?
Silvia: En el vientre.
Doctora: Silvia, ahora quiero que te quedes
con ese miedo. Piensa en ese miedo.
Y mientras lo haces intenta seguir el
movimiento de mis dedos con los ojos. ¿Qué
sientes ahora?
Silvia: Hace frío. Hace frío. [Silvia rompe
a llorar].
Figura 4. Silvia en una escena en terapia
En otras escenas de la película como la que seleccionamos a
continuación, se manifiesta claramente que la finalidad de esta terapia consiste
en procesar los recuerdos de las experiencias pasadas que son la base de la
sintomatología del paciente, hasta su total resolución (Shapiro, 2001). Para
conseguir esto, se estimulan los hemisferios cerebrales por medio de los
movimientos oculares. La finalidad es que el o la paciente sea capaz de contemplar
el recuerdo en el pasado sin que le genere ningún tipo de consecuencia y que sea
capaz de percibirlo desde una perspectiva más racional y realista.
Silvia: ¿Cómo puede ser que la persona que más he querido es la que me
ha destrozado la vida? No puedo comprenderlo.
Doctora: Silvia, no tienes por qué comprenderlo. Intenta aceptarlo y
dejarlo pasar.
Silvia: ¿Aceptar qué? ¿Qué le quiero? ¿Qué?
Doctora: Muy bien quédate con ese sentimiento. Con esa rabia. Quédate
34
Abusos sexuales a menores
con eso.
[Silvia sigue los dedos de la Doctora que mueve de la derecha a la
izquierda]
De forma paralela a la terapia individual a lo largo de la película se
van intercalando secuencias de terapia grupal en las que otras seis personas que
sufrieron abusos sexuales a menores relataban sus experiencias y como se sentían.
4.5 La figura de la madre: la revelación
La figura de la madre requiere un análisis exhaustivo. Tal y como ya
hemos comentado, la primera vez que la pequeña Silvia le revela a su madre los
abusos que sufre por parte de su padre que es a través de un juego de muñecas,
su madre no la cree e incluso se enfada con ella. Pasan los años, pero su madre
que muestra una actitud distante y fría frente a la niña, sigue detectando cambios
significativos en el comportamiento y las actitudes de Silvia, llevándola incluso
al médico de familia. Aunque en la consulta del médico casi no le da opción
a Silvia para que se exprese. Posteriormente la madre decide abandonar a su
marido e hija y emprende una nueva vida dejando todo atrás. Estos hechos nos
hacen plantearnos una serie de cuestiones: ¿sabía lo que sucedía a su hija?; ¿por
qué deja a su hija con su padre cuando decide emprender una nueva vida? Y
cuando Silvia en medio de una comida le cuenta todos los abusos sexuales que
sufrió durante 19 años por parte de su padre, ¿por qué no dice nada y se va?. A
continuación presentamos el extracto de la secuencia en la que Silvia y su madre
quedan para comer en un restaurante:
Madre: ¿Dónde fuiste la otra noche?
Silvia: Con un amigo.
Madre: ¿Te has enrollado con él?
Silvia: Sabes mi primer amante fue papá.
[La madre queda callada, mira para los lados y baja la mirada]
Silvia: El primero y casi el único.
Madre: Ya vale Silvia. Solo una mente enferma se le puede ocurrir
semejante barbaridad.
Silvia: Es la verdad.
Madre: Estás enferma, hija. Y necesitas ayuda. No te das cuenta que lo
que dices no tiene ningún sentido. ¡Que son imaginaciones tuyas!.
Silvia: ¡Ya! Imaginaciones mías. Mis paranoias de siempre. ¿no?, me
Y. Rodríguez Castro, M. Lameiras Fernández, Mª Victoria Carrera Fernández y P. Alonso Ruido
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dejaste y te pedí que me llevaras contigo. Te dije no podría soportarlo.
Te acuerdas lo que me dijiste. Pues yo, no he podido olvidarlo. Eso son
manías tuyas, cielo, nadie te va a cuidar mejor que tu padre. Lloré,
supliqué pero nada, yo no entraba en tus planes, como siempre. Sé que
me odiabas, que lo sabías todo y que por eso te ibas. Me tuve que escapar
dos veces para que me aceptaras en tu casa. De eso ¿también te has
olvidado?
Madre: Ya vale Silvia, ya vale.
Madre: De verdad ¿que no sabías nada de lo que pasaba? O no querías
saberlo.
[La madre sin mirarla le dice que se va a al baño. Cuando vuelve].
Madre: Por favor, ¿me puede traer un café?, ¿tú quieres otro?
Silvia: No
Silvia: Perdona mamá, no volveré a disgustarte. [La madre fuma y
después se va].
En un primer momento, podemos interpretar que a partir de la primera
revelación de los abusos sexuales que Silvia le mostró a través del juego con
muñecas, su madre ya se enteró de la situación que sufría su hija y que no hace
nada. No obstante, es preciso analizar este hecho más detalladamente, en realidad
parece que la madre de Silvia tiene una “venda en los ojos” que le impide ver
lo que está pasando en su familia, y que se queda con los detalles superficiales
a nivel conductual como por ejemplo que su hija no se alimenta adecudamente.
No profundiza o posiblemente no puede profundizar en averiguar el origen del
malestar físico y comportamental de su hija.
La negación del abuso por parte de los familiares –en esta caso
por parte de la madre- está asociada al carácter abyecto de lo ocurrido, a un
sentimiento de culpa por haber fallado en la protección del/a menor y a la posible
separación del abusador, así como a la vergüenza social experimentada y al
reproche penal (Mas y Carrasco, 2005). La sensación de fracaso como madre
en su función de protección del/a menor y su temor ante el futuro, generan
un profundo malestar emocional y una percepción como madre defectuosa e
incapaz. La propia madre presentaba una sintomatología ansiosa representada
a través de la culpa, la vergüenza o incluso el miedo que repercutía de forma
negativa en Silvia, impidiendo protegerla de una forma efectiva de su progenitor/
agresor. Esto nos puede incluso llevar a explicar el abandono de su hija cuando
decide empezar una nueva vida con otra pareja.
36
Abusos sexuales a menores
La respuesta de los familiares ante la revelación del abuso puede llegar
a ser más intensa que la del propio/a menor, sobre todo en el caso de que la madre
tenga que afrontar el hecho de que su pareja ha abusado de su hija, que ha fallado
en su protección y salvaguarda. Esta reacción negativa que manifiesta la madre
de Silvia, queda constatado cuando en el restaurante ella le cuenta abiertamente
los abusos sexuales que sufrió por parte de su padre, sin embargo, la madre se
muestra nerviosa, tensa, no es capaz de mirar a su hija a la cara, no da validez a
su testimonio y como una medida de protección se levanta de la mesa, va al aseo
y cuando regresa intenta mostrar normalidad y terminar la comida como si no le
hubiera contado nada su hija. Pide un café, fuma y se va. Posiblemente, la madre
de Silvia no está en condiciones psicológicas y emocionales para asumir lo que
su hija le ha revelado.
Esta revelación de los abusos es una parte del tratamiento de Silvia
y esa reacción negativa de la madre puede impedir su recuperación ya que no
recibe el apoyo emocional que necesita en ese momento tan difícil. Por ello,
tal y como manifiestan Echeburúa y Guerricaechevarría (2014) es necesario
apoyar psicológicamente a los padres y madres, enseñarles a adoptar la actitud
más adecuada ante la revelación del abuso, así como de establecer las estrategias
de solución de problemas y de toma de decisiones en relación con las medidas
urgentes posibles como puede ser la protección inmediata del menor, la denuncia
del agresor, el abandono del hogar del agresor, entre otras. Los progenitores
(madre y/o padre) necesitan también apoyo psicológico pues es importante
explicarles la dinámica del proceso abusivo, las posibles consecuencias
psicológicas, físicas y comportamentales asociadas al maltrato del/a menor, la
ambivalencia de la víctima respecto al abusador así como el pacto de silencio
establecido y las motivaciones del agresor, a efectos de evitar los sentimientos
de culpa por no haber cumplido con su función protectora y así, facilitar la toma
de decisiones adecuadas (Echeburúa y Guerricaechevarría, 2000). En este caso,
la madre de Silvia manifiesta a través de su forma de actuar, la necesidad de
apoyo psicológico que precisa para asumir los abusos que ha sufrido su hija y esa
gran culpa que la invade, no solo por no percibirlos cuando vivía con ella, sino
también cuando decide dar el paso de empezar una nueva vida dejando a su hija
a cargo de su abusador.
4.6 El regreso con el agresor
Dirigimos la atención hacia dos secuencias relativas a dos encuentros,
Y. Rodríguez Castro, M. Lameiras Fernández, Mª Victoria Carrera Fernández y P. Alonso Ruido
37
si bien antagónicos, de Silvia con su padre. En ambos encuentros, la propia Silvia
es la que va en busca de su padre. En la primera secuencia Silvia regresa por
una tarde a casa de su padre. En ese momento, Silvia ya cuenta con el apoyo de
la Doctora Fidalgo y ya ha desvelado a su madre y a su amiga Maite los abusos
sexuales a los que había sido sometida.
[Silvia timbra en la puerta del domicilio de su padre que le abre la puerta
y entra. Se quita el abrigo y se sienta en el sofá y su padre se coloca en el
sillón de enfrente. Silvia apaga la televisión y le dice:]
Silvia: Papá ¿me haces cosquillas?
Padre: Has vuelto, princesa. [Se consuma un nuevo acto de abuso sexual]
Ante este regreso inesperado para el o la espectador/a, nos planteamos
la siguiente cuestión ¿qué ha llevado a Silvia a regresar junto a su agresor?.
Posiblemente este reencuentro de Silvia y su padre que revirtió en un nuevo
acto de abuso sexual, está relacionado como una consecuencia derivada de la
revelación del abuso sexual a su madre y así como a su forma de comportarse.
Ya que la reacción de las personas que configuran el entorno de la víctima
desempeña un papel fundamental. Son muchos los estudios que evidencian que
el apoyo social amortigua las consecuencias del abuso sexual en víctimas adultas
(Marivate & Madu, 2007; Hyman, Gold & Cott, 2003). En este caso, si Silvia
contara con el apoyo incondicional de su madre -dando crédito a su testimonio-,
conformaría un elemento clave para que Silvia pueda recuperar su nivel de
adaptación general después de la revelación. En este mismo sentido, Echeburúa
y Corral (2006) manifiestan que para las víctimas la sensación de ser creídas
por parte de sus progenitores, probablemente constituye uno de los mejores
mecanismos para predecir la evolución a la normalidad de las víctimas de abuso
sexual. No obstante, tal y como ya hemos comentado anteriormente, la situación
psicológica de la madre no le permite apoyar a su hija como debería después
de la revelación del abuso. Este hecho lleva a nuestra protagonista a recurrir
nuevamente a su padre, ya que Silvia necesitaba “imperiosamente” sentirse
querida, aunque esa demostración de cariño le causara dolor. Cuando sale de casa
de su padre, Silvia se desmorona y aparece sentada al lado de los contenedores
de basura. En realidad esa imagen representa cómo se siente emocionalmente
nuestra protagonista como un “deshecho” humano. Le invade un gran sentimiento
de indefensión e impotencia, de asumir la responsabilidad del abuso que va unido
a una gran tristeza y a una baja autoestima, ya que fue ella quien fue a buscar a su
padre. Esta situación proviene de los sentimientos negativos de autoinculpación
38
Abusos sexuales a menores
(Cantón-Cortes, 2011), de la estigmatización y de indefensión supeditados al acto
del abuso sexual, así como de la tristeza sufrida por la nueva decepción habida
con el agresor (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2014).
La segunda secuencia en la que queremos centrar nuestra atención,
es una de las últimas escenas de la película, cuando Silvia va a la consulta de su
padre y lo reta con la mira.
Padre: ¿A qué has venido?
Silvia: Necesitaba comprobar esto. [Se miran fijamente a los ojos y su
padre no es capaz de mirar a su hija y se va de la habitación]
En este momento de la trama, Silvia por primera vez, se encuentra
fuerte para enfrentarse a su padre. El tratamiento que ha seguido Silvia tanto a
nivel individual como grupal le ha proporcionado las habilidades necesarias de
afrontamiento del estrés que la ha ayudado a superar con eficacia las consecuencias
ocasionadas por la situación de abuso sexual crónico que ha vivido, consiguiendo
además mejorar su nivel de autoestima. Silvia ya ha asumido que esa experiencia
abuso sexual que ha sufrido por parte de su padre, no tiene por qué entenderla,
pero tampoco olvidarla completamente, pero sí debe aprender a asimilarla,
integrarla y transformarla de un forma racional; evitando que se convierta en un
tormento sin fin cada día de su vida.
Si recordamos la relación de Silvia con su padre, éste ejercía el papel
de amigo ya que al principio siempre estaban jugando, al juego de mantener
la mirada, al juego de las cosquillas, etc. Así, por medio de este último se
desencadenó el primer episodio de abuso sexual. En este enfrentamiento “final”
Silvia reta a su padre a través del juego de la mantener la mirada. En esta ocasión,
por primera vez, Silva es capaz de aguantarle la mirada a su padre. Ese momento
de silencio, de ausencia de palabras, llena de significado, ya que a través de la
mirada (comunicación no verbal) Silvia fue capaz de transmitirle a su progenitor
que nunca más iba a agredirla sexualmente, que no lo necesitaba, y que ya no le
tenía miedo. El padre una vez que percibió el mensaje se levantó y abandonó su
propio despacho. A partir de este momento, Silvia ya está preparada para seguir
su vida.
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5. La educación sexual como estrategia de prevención de ASM
A través de la historia que nos narra Silvia en este film, hemos visto lo
graves que pueden ser las secuelas de este tipo de abusos. Por eso la mejor forma
de combatir los ASM es la educación y la mejor estrategia para prevenirlos es
integrarla en los Programas de Educación Sexual más amplios que permitan a los/
as niños/as y adolescentes desarrollar actitudes positivas hacia la dimensión sexual
(López y del Campo, 1997). De forma que es necesario integrar los programas de
prevención de ASM en programas de educación sexual integradores, construidos
desde un modelo sociopsicobiológico que superen el modelo médico o de riesgos
dominantes en la actualidad (Lameiras y Carrera, 2009).
Desde este modelo de educación sexual integrador y positivo, Font
(1990) define la educación sexual como: i) un proceso; ii) que implica un
conjunto de aprendizajes que inciden en las actitudes y comportamientos; iii)
facilita información variada, adecuada al momento evolutivo y a las capacidades
de los niños y niñas, y de los y las adolescentes; iv) facilita la adquisición de
actitudes positivas respecto a la sexualidad; v) desmitifica y desculpabiliza
la sexualidad; vi) promueve comportamientos saludables en relación a la
sexualidad; vii) prepara responsablemente para la toma de decisiones; viii) y
mejora las relaciones interpersonales. De forma que la educación sexual basada
en un modelo sociopsicobiológico se va a entender como un proceso lento y
gradual que empieza en los primeros años de vida y se prolonga durante toda la
vida de la persona, destacando que (Lameiras y Carrera, 2009; Lameiras, Carrera
y Rodríguez, 2013):
I. Cuando se hace educación sexual, muchas veces se lleva a cabo de
una forma implícita a través de procesos inconscientes tanto para el o
la educador/a como para el o la educando/a, por lo que es importante
explicitar todas estas cuestiones, positivizarlas y adaptarlas a la edad así
como a las características definitorias del grupo concreto al que se dirige.
II. Se debe asumir una concepción integradora de la sexualidad, lo que
permitirá múltiples perspectivas de trabajo y análisis, reconociendo el
carácter construido de la sexualidad, y dependiente, por tanto, de cada
cultura y sociedad concreta.
III. Se caracteriza por un fuerte componente transformador de la sociedad
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Abusos sexuales a menores
y de las concepciones de la misma, al analizar críticamente el concepto
de sexualidad interiorizado y proponer alternativas más adecuadas a los
nuevos modelos y más acordes con la felicidad y la calidad de vida de las
personas.
IV. El conocimiento de uno/a mismo/a y a la riqueza de su propia identidad;
así como al conocimiento de los otros/as, y a las posibilidades que ofrecen
las relaciones afectivo-sexuales que se establecen a lo largo de la vida van
a convertirse en los principales ejes conceptuales.
V. Constituye un derecho de los/as niños/as, adolescentes, jóvenes, y
en general de todas las personas. De manera que la responsabilidad de
recibir formación en educación social recae sobre todos los agentes de
socialización.
VI. Debe estar constituida por un conjunto de aprendizajes que inciden
tanto a nivel conceptual, como actitudinal y comportamental.
VII. Su finalidad principal será mejorar la calidad de vida de las personas,
ayudándoles a encontrar su sitio en el mundo, a vivenciarse y expresarse
como personas con una biografía sexual propia.
Así, un programa de educación sexual construido desde un modelo
integrador o sociopsicobiológico, deberá prestar atención a diversos contenidos
que deben adaptarse a la edad y al nivel de desarrollo del grupo de destinatarios,
destacando entre ellos: i) la identidad corporal; iii) la identidad sexo-género;
iii) la dimensión emocional y sociafectiva; iv) las actitudes positivas hacia la
diversidad sexual; v) la inteligencia emocional y las relaciones interpersonales;
vi) la conducta sexual y las actitudes positivas hacia la sexualidad; y por último vi)
los riesgos derivados de la sexualidad, entre los que se incluirían la prevención de
los abusos sexuales a menores (Lameiras, Rodríguez, Ojea y Dopereiro, 2004).
De esta forma, la única posibilidad de educar la dimensión sexual humana en toda
su complejidad y riqueza, pasa por el autoconocimiento y la valoración personal,
así como por el desarrollo de la inteligencia emocional. Otra premisa básica es la
valoración de la diversidad y la eliminación de las relaciones de poder-sumisión
entre los géneros. En este sentido la perspectiva de género debe ir más allá de
la clásica premisa de igualdad entre hombres y mujeres, avanzando hacia un
cuestionamiento crítico de la rigidez del modelo social heterosexista dos sexos-
Y. Rodríguez Castro, M. Lameiras Fernández, Mª Victoria Carrera Fernández y P. Alonso Ruido
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dos géneros y una orientación heterosexual. Una vez trabajadas estas premisas
podremos avanzar hacia el conocimiento de la conducta sexual, así como de los
peligros derivados de la práctica sexual, incluyendo aquí la prevención de los
ASM y la violencia sexual en general, así como la prevención de infecciones de
trasmisión sexual y los embarazos no deseado.
En definitiva apostamos por una prevención de los ASM dentro de
experiencias de educación sexual más amplias, experiencias de educación sexual
que no pueden ser entendidas fuera del proceso educativo global e integral de cada
persona, y como tal debe ser abordadas desde los diferentes agentes educativos,
tanto de educación formal (sistema educativo reglado), como no formal
(asociaciones, ONGs, ayuntamientos, movimientos de innovación pedagógica,
entre otros organismos e instituciones) e informal (familia, iguales o medios
de comunicación). En este sentido, reconocemos que la escuela constituye un
escenario excepcional para llevar a cabo experiencias de educación sexual (Tutty,
1997), sin embargo, la sexualidad humana ha sido tradicionalmente negada en la
escuela y relegada al ámbito de lo privado. La educación sexual en nuestro país
actualmente perdió el apoyo legal que tenía con la anterior Ley Orgánica de
Educación (2006) - que reconocía la educación sexual como uno de los contenidos
trasversales y que incluso algunos de sus contenidos forman parte del currículo
obligatorio de la materia de Educación para la Ciudadanía y los Derechos
Humanos, entre otras. La vigente Ley Orgánica 8/2013 de 9 de diciembre para
la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) coloca a la educación sexual en
el ostracismo y la oscuridad ya que se eliminó los espacios o materias en las
que se podía trabajar los contenidos de educación sexual. Como ciudadanos/as
y profesionales debemos ser conscientes que la imposibilidad de llevar a cabo
programas integradores de educación sexual podría tener consecuencias tan
devastadoras como las que abordamos en el análisis de esta película basada en
los ASM.
En conclusión, una sociedad “bien educada” en la esfera sexual,
estará más capacitada para manifestar y satisfacer sus deseos y necesidades, y
no ejercerá la violencia sexual. Consecuentemente, la protección de nuestros/
as menores vendrá dada por nuestra capacidad de formar a personas que sean
capaces de comunicarse y vincularse con las demás personas sin necesidad de
ejercer la violencia en ningún ámbito, y por tanto de ninguna forma en el ámbito
sexual.
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Abusos sexuales a menores
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Universidad de Vigo
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